[Pasado]Plata y Rosa. ¿Qué podría salir mal? (Ryuken & Galia)

El hombre cerró los ojos mientras dejaba que el viento golpease con gentileza su rostro. Su larga cabellera plateada ondeaba y sus opacos orbes no se podía ver. Ryuken suspiró y abrió sus ojos azules. Dos semanas y tres días, ese tiempo había pasado desde que el joven abandonó sus tierras, y sus pecados aún penaban en su mente. Sinceramente, él creía que nunca iba a superar su pasado. Sobrevivió a un proyecto inhumano, mató a su madre por culpa de su locura y, luego, terminó convirtiéndose en un asesino cínico y sin escrúpulos cuando el deseo superaba su mentalidad frágil. Se viese por donde se viese, Ryuken Shirou no era nada más que un monstruo disfrazado de humano. No merecía perdón alguno, pero no podía darse el lujo de morir por ahora. Las últimas palabras de su madre impedían que sucumbiese a su depresión, aunque no el joven no tuviera ningún propósito en la vida, literalmente.

– Disculpe, joven. ¿Se encuentra bien? – la preguntó una mujer que caminaba por allí.

Ryuken parpadeó un poco al escuchar las palabras de la señora, no entendiéndolas del todo. Una vez que se dio cuenta que eran dirigidas hacia él, le miró fijamente. La mujer se incomodó un poco al ver aquellos ojos azules vacíos y sin vida. Estuvo a punto de disculparse e irse del lugar, pero el joven le sorprendió al inclinarse ligeramente.

– Le agradezco la preocupación, pero así estoy siempre – sin esperar respuesta alguna, el joven se marchó de allí, con la intención de buscar un lugar donde poder disfrutar de su soledad. Siguió caminando y, al cabo de unos minutos, terminó alejándose de la civilización. Había llegado a una especie de colina, y varios árboles se encontraban a su alrededor. Era un sector recluido y, además, podía verse perfectamente el reino desde su ubicación. Una pequeña sonrisa, casi imperceptible, apareció en sus labios. Se sentó en la base de un árbol y recostó su espalda en el tronco, y se puso a pensar en el encuentro de antes.

El era un completo extraño, y aun así la mujer decidió preguntarle si se encontraba bien. Su madre le había dicho que no todos los humanos eran así de crueles y contaminaban el mundo. Así como como existían personas malvadas como los encargados de ese proyecto, también habían almas bondadosas como su difunta madre. Simplemente no creyó en eso hasta que lo vio con sus propios ojos hoy. Ryuken suspiró y miró el cielo algo cubierto. No creía que se fuera a poner a llover, aunque no le molestaría el hecho. A él le gustaba el frío y sus derivantes, después de todo.

El joven de cabellos plateados había decido echarse una siesta en ese placentero lugar... o esa era la intención. Su ojo tembló involuntariamente el escuchar el sonido de pasos acercándose, pero no hizo nada para levantarse de aquel cómodo lugar. Observó fijamente como una mujer extraña se puso en cuclillas delante de él.  Los ojos de la mujer eran del mismo color que el joven que tenía en frente, pero habían claras diferencias. Comparados con los ojos muertos, inexpresivos y de tonalidad opaca... Los de ella eran claros, brillantes y llenos de vida. En cierta forma, envidiaba a la desconocida por eso. Él daría todo para volver a sentir lo que era vivir... pero las chances eran muy escasas, por no decir casi nulas. Ryuken parpadeó y se levantó del suelo, aunque no hizo ningún ademán de irse.

El hombre entrecerró los ojos y observó su apariencia completa. Obviamente sus ojos fueron lo que llamaron su atención, pero eso no quería decir que descuidaría lo anterior. Por como estaba en cuclillas, no podía apreciar bien su tamaño, aunque suponía que era muy alta, puede que quedando a pocos centímetros del joven. Éste arqueó una ceja ante este pensamiento; él medía casi un metro noventa, y que hubiera alguien del sexo opuesto que casi le alcanzara... era sorprendente, aunque su pelo también lo era. No debía juzgarle por eso, sin embargo. Su propio tono de pelo era raro, ¿qué mas daba si el color del cabello de la mujer fuera rosa?

Suspiró y siguió mirando a la mujer. ¿Por qué se le había acercado? ¿Acaso quería lastimarlo? No... no debía pensar así. No todos los humanos eran horribles, además no percibía intento asesino alguno de la joven que tenía enfrente. Colocó una mano en su larga cabellera, sin saber muy bien que hacer. Sus únicas interacciones sociales hasta ahora habían sido con su madre, y el resto de las personas... pasaron a mejor vida luego de tener una larga charla con la espada del antiguo asesino.

– No, no soy de esta isla – respondió Ryuken – y el por qué estoy acá... simplemente me gusta mi soledad, lejos de los humanos. – Luego de responder sus preguntas, el joven se quedó en silencio por algunos segundos y luego se inclinó respetuosamente. – Ryuken Shirou es mi nombre – dijo simplemente el antiguo asesino. Esperó cual sería la reacción de la joven ante sus respuestas y presentación.

Ryuken arqueó una ceja al ver que la pelirrosa tardaba en responderle. El joven suspiró y estuvo apunto de inventar una excusa para irse de aquel lugar, pero su presentación le detuvo. No fue su primer nombre lo que había llamado su atención, sino más bien su apellido. El era originario del North Blue, a fin de cuenta, y por muy asesino que fuese, debía ser un estúpido para no reconocer ese apellido. Markov... el nombre que se hizo conocer gracias al antiguo Shichibukai, Derian. Fue muy aclamado en el norte, pero de un día para otro desapareció de la nada. Intuyó que había obtenido su muerte, viendo que ahora otro Markov se encontraba al mando en Hallstat, aunque solo eran meras conjeturas basadas en su propio conocimiento. De todas formas, las personas asociadas al nombre Markov solían ser... difíciles y duras de tratar, pero la persona que tenía en frente era muy distinta a los rumores. Suponía que solo debía ser eso; rumores.

Escuchó entonces las palabras de la chica, y solo sonrío. No, no era una mueca de felicidad, más bien era una sonrisa fría, hueca y carente de emociones, que denotaban la verdadera naturaleza del hombre que tenía en frente.

– Agradezco tu preocupación, pero aunque quisiera, no puedo – dijo el peliplateado. – Tarde o temprano las personas que se asocian conmigo terminan muriendo, así que simplemente les ahorro el sufrimiento alejándome de ellos. – Por supuesto, no había dicho toda la verdad. Si bien era cierto que las personas que se acercaban a él terminaban muriendo, era por causa de su espada y su propia locura en uno de sus episodios. Si fue capaz de matar a la persona que le dio amor, cariño y educación... Quería decir que el joven era capaz de todo. Así bajo había caído Ryuken desde que nació. Una persona hueca que disfrutaba de la desesperación ajena debido a su pasado; un monstruo, a fin de cuentas.

– Aceptó tu invitación de ir a comer, Markov-san. – Se lo había pensando uno segundos, y no vio problema alguno en acompañar a la dama por algo comestible. Su cuota sucedió hace a penas dos semanas, por lo que aún le quedaba mes y medio para no asesinar y torturar a alguien. – No diga que no se lo advertí – aludiendo al comentario anterior. – No conozco esa isla, así que supongo que debemos buscar un lugar a la antigua – concluyó el joven, esperando la reacción de Galia.

El chico parpadeó al notar que la chica podía llevarlo arrastrando sin problemas. Al parecer, su altura y ojos no era lo único destacable de ella. Tenía una fuerza considerable a temer en cuenta, y una parte muy pequeña de él, algo que ni siquiera el propio Ryu lo sabía, se excitó. Desesperación no fue lo único que heredó de ese maldito proyecto. Debido a que pasó cinco años combatiendo sin cesar, el joven adquirió un gusto sano por un buen combate. Al darse cuenta de lo que estaba pensando, el joven sacudió su cabeza y volvió a su semblante anterior. Podía mantener a ralla su impulso más odiado por dos meses como máximo, pero no tenía idea de lo que podía pasar si se batía en combate. Puede que no sucediese nada... como también podía el proceso se acelerase y terminase perdiendo el control de si mismo. En el peor de los casos, podría matar un pueblo entero para calmar su sed de desesperación.

Al cabo de unos minutos, llegaron a un puesto de perritos calientes. El hombre parpadeó en confusión y miró algo maravillado la comida que tenía enfrente, aunque su expresión facial seguía siendo la de siempre. El joven siempre había vivido en el bosque, por lo que la mayoría de los alimentos que ingería en su vida diaria provenía de estos. El hombre que atendía era bastante gordo, con una calva prominente, bigote poblado y ojos dorados. Ryuken no dijo nada, tan solo dejó que Galia terminase de pedir la orden. Mientras lo preparaban, el joven escuchó las palabras de la joven y cerró los ojos. Al parecer, tenían algo en común, pero al mismo tiempo sus situaciones eran muy distintas.

Galia le entregó el perrito y se fueron a sentar a una banca. Ryu miró con extrañeza el comestible que tenía enfrente. Dudó por algunos segundos, pero luego le dio un mordisco. Sabía bien, aunque no era para comerlo todos los días. Su estómago era pequeño, y todas sus comidas tenían los nutrientes necesarios para una vida sana. Le dio otro mordisco, y luego miró fijamente a la joven.

– Hace unos momentos, dijiste que perdiste a tu familia días atrás – el joven tomó una pausa y prosiguió. – Nunca conocí a mis padres biológicos. Mi madre adoptiva murió hace tres años... y yo fui quien la mató – en eso, por primera vez en años, su expresión de indiferencia había desaparecido. Sus ojos eran una completa ventanilla para cualquiera que los viese de cerca: frustración, enojo, odio hacia sí mismo, culpa... No le importaba nada revelar datos de su pasado. El era un hombre hueco, y si la gente se enteraba del monstruo que en verdad era, le dejarían solo y al fin tendría su ansiada soledad, lejos de esos impulsos mensuales.

El joven parpadeó al sentir una mano cálida en su rostro e inconscientemente se apoyó en esta. Desde hacía tiempo que nadie se atrevía a tocarle de aquella forma... fuera de lo obvio. Era algo... no, no podía describirlo con palabras. La última persona que había hecho lo que hizo Galia, fue su propia madre, y antes de eso, solo conocía el dolor, angustia, tristeza... desesperación. No hizo nada para evitar que la joven pusiera su rostro sobre su hombro, y simplemente dejó que acariciase su larga cabellera plateada. Suspiró y no dijo nada durante algunos segundos, pero luego se decidió a contarle. Como mencionó anteriormente, no le importaba contar cosas de su pasado. Había llegado al punto de su vida en el que no le importaba nada de nada, tan solo seguir viviendo sin rumbo alguno.

– Viví los ocho primeros años de mi vida en un orfanato. Al principio todo era normal... hasta que fui iniciado y descubrí el verdadero propósito de eso. – Su mirada se oscureció el recordar aquello. Ese día había perdido cualquier esperanza posible de salir de ese lugar. – Proyecto Super Humano... Je, no podían haber escogido mejor nombre. Nos enseñaban a luchar y a matarnos uno con los otros, además los más fuertes eran experimentas para crear a un humano superior. Las amistades, compañerismos, amoríos... ¿De que servía si luego debíamos matar a la personas con las que compartimos día y día? – Una fugaz imagen pasó por su mente, pero la ignoró. – Pasé cinco años en esa prisión, y tan solo conocía el sentimiento de la desesperación. Llegó un momento en el que eso se hizo parte indispensable de mi, pero no me había dado cuenta en ese entonces – frunció el ceño y prosiguió. Ahora venía la parte difícil. – Hubo un incendio y conseguí escapar. Mi madre adoptiva me encontró, me acogió. Me dio amor, cariño, educación... Pero no fue suficiente. Como dije, la desesperación ya era parte de mi, y al no recibir mi dosis diarias, perdí el control de lo que hacía y... – pausó por algunos segundos y prosiguió – ... la maté. – concluyó con su relato.

Lo cierto era que había dejado ciertas cosas de lado, como que fue lo que había hecho luego de todo lo ocurrido. Su pasado como asesino... Eso era algo que quería dejar atrás. Pese a que mataba para evitar que tuviera que causar una masacre en masa, no quitaba el hecho de que había arruinado familias enteras. Si tuviera que matar mujeres y niños inocentes... No, su consciencia no lo dejaría tranquilo por toda la eternidad. Por esa misma razón secuestraba hombres y los torturaba, para evitar hacer ese sacrilegio. Ya era un monstruo... No necesitaba convertirse en algo peor.

– ¿Qué piensas del monstruo que me convertí? Incluso hasta el día de hoy sufro de... "eso". Por eso evito a las personas, para que no se crucen conmigo cuando tenga uno de mis... episodios. – Lo había hecho, y ahora solo quedaba esperar la reacción de Galia, aunque sabía muy bien lo que haría. Sentiría disgusto y lo dejaría nuevamente en su soledad... Si, era mejor así. No tendría que ser un peligro para nadie si lo dejaban tranquilo.

– Creo que no me entendiste con eso de dosis – empezó a responder el joven. – Desesperación... eso es lo que calma mis ansias, o sea, torturar humanos. – Meditó sobre lo que diría a continuación por algunos segundos. – No niego que tuve que tomar medidas extremas para calmar mis ansias, pero era eso o aniquilar a un pueblo entero, y matar tanto mujeres como niños es algo que nunca haría ni en mi peor momento – concluyó el joven. Lo que si fue una sorpresa, fue que la pelirrosa no le condenó por su pasado. Hasta hace solo unos meses atrás pensaba que todos los humanos eran iguales, pero se equivocó. Esa mujer le estaba demostrando a cada segundo que existían humanos que valía la pena por los que luchar. Hasta ahora, solo su madre y... él le habían demostrado lo que era la bondad humana.

Ryuken escuchó la propuesta de Galia y frunció el ceño. ¿La revolución? Ellos luchaban por las personas e intentaban derrocar al gobierno mundial. Si tenían una fuerza para solucionar el problema... Tal vez, valía la pena unirse a la causa, y no solo por eso. Si ayudaba a la gente, podría expiar sus pecados cometidos como asesino mucho más rápido y... esos hijos de perra debían estar metidos de por medio. Por supuesto, ¿de donde sacaría esos científicos el antiguo alcalde? La respuesta era más que obvia, pero solo ahora se le cruzaba por la mente. Solo una organización tenía el personal adecuado para experimentar en humanos, y eran ellos. Cerró lo puños con fuerza y rechinó los dientes, pero se calmó de inmediato.

– Los científicos... puede que sean parte del gobierno mundial – dijo Ryuken. – Si más gente sigue sufriendo por esos... – el joven tomó una pausa y miró la mano que le estaba tendiendo la joven. Suspiró y la tomó, levantándose del asiento. Miró a la mujer por algunos segundos y sonrío, aunque esta era distinta las huecas y sin emociones de antes. – Me uniré a la revolución – concluyó el joven mientras miraba de forma determinada a Galia. Seguía siendo una persona hueca, perseguida por su pasado, pero al menos ahora tenía un propósito. La chispa ya estaba echa, ahora solo quedaba prenderlo con algo y dejar que las llamas ardieran por su cuenta.

Una gota bajó por la siendo del joven al ver tal espectáculo. Luego de acceder a la propuesta, Galia le dijo que debían volver al barco y reportarse ante una persona. Ryuken no pensó mucho más en eso, tan solo se encogió de hombros y siguió a la pelirrosa, no sin antes terminarse el perrito caliente, claro está. No tardaron mucho en llegar hasta la nave, y lo primero que vio fue a un pelinegro sentado en la cubierta y pescando... o eso aparentaba Al parecer se encontraba... ¿Durmiendo? Si, eso era, y lo estaba aparentando con una caña de pescar para que nadie le dijese nada. El peliplateado no sabía como reaccionar. ¿Ese era uno de los oficiales? Debía admitir que tenía una personalidad algo... peculiar.

Al escuchar las palabras de Galia, el joven, aún en estado atónito, se limitó a asentir. Se despidió de la joven y entró al joven. Según las indicaciones de la chica, el cuarto era el último a la derecha. Tardó pocos segundos en llegar y entró. Le echó una mirada rápida al cuarto y dejó sus cosas en la cama. Retiró lentamente sus contenidos, pero pausó al encontrarse con cierto objeto. Se trataba de la akuma no mi que obtuvo en su isla natal, pero que no había ingerido por prisas y por todo lo sucedido en Gelum. El joven frunció el ceño al recordar lo sucedido en esa isla y apretó los puños. Justo cuando pudo sentir un gramo de esperanza, se le fue arrebatado cruelmente como todo lo demás.

– Lylia – murmuró mientras pensaba en la pequeña niña que consiguió abrir un hueco en su corazón. Tan solo esperaba que despertase pronto, porque tenía muchas cosas que comentarle.

Terminó de acomodarse en el cuarto y salió a cubierta luego. No le apetecía quedarse todo el día allí. Buscó a Galia, y cuando la encontrase, se acercaría a ella.

– Ya me acomodé en el camarote – le informó el joven. – Por cierto... ¿Está bien dejarlo así? – Dijo mientras apuntaba al dormido pelinegro.