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El Sol está saliendo en la isla en la que te encuentras. Son las siete de la mañana y una ligera brisa azota tu cuerpo despacio. Estás dormido en la orilla de un pequeño lago y a tu alrededor hay varias botellas de bebidas y sobras de comida. No sé lo que hiciste la noche anterior tú solo, pero eso es cosa tuya. No sé si beberás alcohol o no, pero o es una resaca o te montaste una fiesta tú solo. Eso lo voy a dejar a tus memorias, yo no me meto donde no me llaman.
En fin, estás en una isla muy peligrosa pese a ser del Este. Su nivel de criminales es absurdo y es una suerte que no te hayan violado mientras dormías. A lo mejor ni siquiera saben que estás por ahí. Ahora notas tus ojos abrirse despacio, claro que lo notas, los abres tú. Puedes ver todo calmado y el lago parece muy apetecible. Los árboles son zarandeados por el viento y lo único de comer que te queda es una lata de atún en aceite de girasol marca “Pitufina”. Una botella de agua por ahí y nada más.
Es tu turno de mover ficha compañero, despiértate, y haz lo que te dé la gana. Un momento… ¿Hay alguien durmiendo a 5 metros de ti? Es un hombre de piel oscura, dos metros de altura y musculoso. Se está chupando el dedo pulgar y solo viste con un pantalón rosa. Bueno, yo no digo nada, tal vez llegó mientras dormías.
En fin, estás en una isla muy peligrosa pese a ser del Este. Su nivel de criminales es absurdo y es una suerte que no te hayan violado mientras dormías. A lo mejor ni siquiera saben que estás por ahí. Ahora notas tus ojos abrirse despacio, claro que lo notas, los abres tú. Puedes ver todo calmado y el lago parece muy apetecible. Los árboles son zarandeados por el viento y lo único de comer que te queda es una lata de atún en aceite de girasol marca “Pitufina”. Una botella de agua por ahí y nada más.
Es tu turno de mover ficha compañero, despiértate, y haz lo que te dé la gana. Un momento… ¿Hay alguien durmiendo a 5 metros de ti? Es un hombre de piel oscura, dos metros de altura y musculoso. Se está chupando el dedo pulgar y solo viste con un pantalón rosa. Bueno, yo no digo nada, tal vez llegó mientras dormías.
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Los primeros rayos de sol de la mañana comenzaron a rozar la fría tez mojada por el agua del samurái de cabellos castaños, desvelándole de un incómodo sueño del que parecía no querer despertar. La marea, que hasta entonces parecía también haber estado dormida, comenzó a ser más activa y una ola de considerable tamaño empapó a Genji, acabando así su cita con Morfeo.
“Que dolor de cabeza”
Aletargado, el joven aprendiz de revolucionario, si es que podía considerarse eso, pues su corta estancia con ellos había sido algo contraproducente en su forma de pensar, se incorporó sobre la arena y miró fijamente al horizonte; quedándose así durante varios minutos sin pensar en nada. Además del pequeño malestar en la casa de sus ideas, su estómago comenzó a emitir extraños sonidos de diversa índole, y fue notando como por su recto empezaba a descender una sustancia más viscosa que sólida, así que se fue al mar. Allí pasó lo que tenía que pasar y tras ello, nuevamente volvió a sentarse sobre la húmeda orilla para contemplar el bello amanecer.
-¿Qué hiciste anoche, Genji? –se preguntó en voz alta, tumbándose sobre la arena y estirándose. Estuvo durante varios minutos pensando en qué pudo haber pasado. Lo único que recordaba era que se encontraba en un barco en dirección a shimotsuki junto a varios compañeros celebrando un pequeño festín, que la comida era buena y el alcohol parecía no acabarse. Sabía que había estado con mujeres que no lo eran y con otras de verdad; aunque en estado ebriedad tampoco le importaba mucho, siempre y cuando él fuera el que repartiera candela-. Mejor no pensar en ello.
Sin embargo, cuando volvió a mirar al frente se percató de que no estaba frente al mar, sino delante de un gran lago. ¿Cómo demonios había habido una ola en un lago? Sin esperar a descubrirlo, se alejó de él y se topó con una lata de atún en aceite y una botella de cristal llena de un líquido transparente. Cogió la lata con su mano derecha y le dio un par de vueltas buscando su fecha de caducidad. Al no encontrarla la abrió y se la comió con ansia, “que bien sienta esto”-se dijo mientras engullía. Luego, con las manos llenas de aceite y con un ligero hedor a pescado en conserva, quitó el tapón de la botella y la olió. Aparentemente era inodoro, así que dio un pequeño sorbo. En su cara se pudo contemplar como sus ojos se abrían e iluminaban al comprobar que era agua; aunque no tenía mucho sentido que se pusiera tan enérgico pues al lado tenía un lago, el cual, muy probablemente, sería un lago de agua dulce y potable. Bebió un par de sorbos considerables, dejando la botella a la mitad.
Anduvo durante un par de metros, observando el precioso horizonte. El sol apenas se podía ver entre los árboles, pero varios de los rayos chocaban contra la superficie del lago y se creaba algo parecido a un diminuto arcoíris. Él no era un científico, tampoco un meteorólogo, pero le encantaba ver cosas como aquella; él se consideraba un romántico. Cuando volvió a dejar de estar en su mundo idealizado, se percató de que había un hombre tirado en el suelo. Rápidamente se acercó a él y le miró.
-Oye, ¿estás bien? –le preguntó, colocándose de cuclillas a su lado-. Toma, bebe de esto –Genji le dio de beber de a botella y el hombre, un musculado varón vestido con un pantalón de todo menos varonil empezó a abrir los ojos.
“Que dolor de cabeza”
Aletargado, el joven aprendiz de revolucionario, si es que podía considerarse eso, pues su corta estancia con ellos había sido algo contraproducente en su forma de pensar, se incorporó sobre la arena y miró fijamente al horizonte; quedándose así durante varios minutos sin pensar en nada. Además del pequeño malestar en la casa de sus ideas, su estómago comenzó a emitir extraños sonidos de diversa índole, y fue notando como por su recto empezaba a descender una sustancia más viscosa que sólida, así que se fue al mar. Allí pasó lo que tenía que pasar y tras ello, nuevamente volvió a sentarse sobre la húmeda orilla para contemplar el bello amanecer.
-¿Qué hiciste anoche, Genji? –se preguntó en voz alta, tumbándose sobre la arena y estirándose. Estuvo durante varios minutos pensando en qué pudo haber pasado. Lo único que recordaba era que se encontraba en un barco en dirección a shimotsuki junto a varios compañeros celebrando un pequeño festín, que la comida era buena y el alcohol parecía no acabarse. Sabía que había estado con mujeres que no lo eran y con otras de verdad; aunque en estado ebriedad tampoco le importaba mucho, siempre y cuando él fuera el que repartiera candela-. Mejor no pensar en ello.
Sin embargo, cuando volvió a mirar al frente se percató de que no estaba frente al mar, sino delante de un gran lago. ¿Cómo demonios había habido una ola en un lago? Sin esperar a descubrirlo, se alejó de él y se topó con una lata de atún en aceite y una botella de cristal llena de un líquido transparente. Cogió la lata con su mano derecha y le dio un par de vueltas buscando su fecha de caducidad. Al no encontrarla la abrió y se la comió con ansia, “que bien sienta esto”-se dijo mientras engullía. Luego, con las manos llenas de aceite y con un ligero hedor a pescado en conserva, quitó el tapón de la botella y la olió. Aparentemente era inodoro, así que dio un pequeño sorbo. En su cara se pudo contemplar como sus ojos se abrían e iluminaban al comprobar que era agua; aunque no tenía mucho sentido que se pusiera tan enérgico pues al lado tenía un lago, el cual, muy probablemente, sería un lago de agua dulce y potable. Bebió un par de sorbos considerables, dejando la botella a la mitad.
Anduvo durante un par de metros, observando el precioso horizonte. El sol apenas se podía ver entre los árboles, pero varios de los rayos chocaban contra la superficie del lago y se creaba algo parecido a un diminuto arcoíris. Él no era un científico, tampoco un meteorólogo, pero le encantaba ver cosas como aquella; él se consideraba un romántico. Cuando volvió a dejar de estar en su mundo idealizado, se percató de que había un hombre tirado en el suelo. Rápidamente se acercó a él y le miró.
-Oye, ¿estás bien? –le preguntó, colocándose de cuclillas a su lado-. Toma, bebe de esto –Genji le dio de beber de a botella y el hombre, un musculado varón vestido con un pantalón de todo menos varonil empezó a abrir los ojos.
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El hombre de piel oscura bebe tan fuerte que cuando te das cuenta has perdido la botella y está en sus manos. Se la ha habido totalmente, pero eso parece haberle hecho sonreír un poco. Ahora eres un tío feliz por lo que se ve, verás la risa que te va a dar cuando veas que el agua del lago es dulce. Eso es algo fortuito ¿Verdad? Como si los dados del destino te hubiesen sonreído (Tirada realizada). En fin, de repente ves que el tipo abre los ojos muy despacio y con algo de dificultad. Te asombras de lo que ves.
- ¿Quién va? ¿Quién está ahí?
Sus orbes son totalmente blancos. Parece ser que el pobre hombre de piel oscura pese a su fornido cuerpo y su aspecto, es ciego. Se incorpora como puede y traga un poco de saliva. Se ve que está un poco nervioso. Entonces es cuando mira en tu dirección y olfatea. Después de unos segundos muestra una pequeña sonrisa. Tose y se estira, como si se hubiese quedado muy calmado. Se ve que te conoce por tu olor, y además se siente bastante cómodo con tu presencia.
- Buenos días, Rafaél ¿Cómo te sientes hoy? Debes de estar agotado después de lo que liaste ayer en la playa. – Empieza a reírse de forma amable.
¿Qué cojones pasó? Se ve que el alcohol no te sentó muy bien. En fin ¿Has visto la peli de resacón en las vegas? Ya te haces una idea de lo que te espera. Lo único que puedes ver además de todo esto, es una especie de oso panda enorme junto a un árbol. Parece estar dormido y tiene la cara pintada de rojo. Lleva un sombrero mexicano y una guitarra en su mano derecha.
- ¿Quién va? ¿Quién está ahí?
Sus orbes son totalmente blancos. Parece ser que el pobre hombre de piel oscura pese a su fornido cuerpo y su aspecto, es ciego. Se incorpora como puede y traga un poco de saliva. Se ve que está un poco nervioso. Entonces es cuando mira en tu dirección y olfatea. Después de unos segundos muestra una pequeña sonrisa. Tose y se estira, como si se hubiese quedado muy calmado. Se ve que te conoce por tu olor, y además se siente bastante cómodo con tu presencia.
- Buenos días, Rafaél ¿Cómo te sientes hoy? Debes de estar agotado después de lo que liaste ayer en la playa. – Empieza a reírse de forma amable.
¿Qué cojones pasó? Se ve que el alcohol no te sentó muy bien. En fin ¿Has visto la peli de resacón en las vegas? Ya te haces una idea de lo que te espera. Lo único que puedes ver además de todo esto, es una especie de oso panda enorme junto a un árbol. Parece estar dormido y tiene la cara pintada de rojo. Lleva un sombrero mexicano y una guitarra en su mano derecha.
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“¿Rafael? ¿Quién coño es ese y qué clase de milonga me inventé anoche?” –pensó, observando como aquel individuo volvía a olisquearle completamente el cuerpo.
Dio un par de pasos atrás, intentando alejarse de forma sutil y poco llamativa de aquel extraño hombre, que solo hacía olfatearle. Aquella era la situación más extravagante en la que había estado jamás, al menos que él recordara porque aún seguía amnésico y sólo recordaba un par de meses de su vida. A medida que retrocedía, notó como aquel hombre elevaba los brazos intentando palpar lo que tenía delante y entonces comprendió que era ciego. En ese momento no supo que hacer, si irse o quedarse. Y sin saber por qué razón hizo lo segundo.
-Creo que bebí demasiado, apenas recuerdo nada –dijo, forzando algo parecido a una carcajada-. Tío, ¿puedes decirme cómo llegamos hasta aquí?
Lo primero que tenía que averiguar era en que isla estaba y porqué les había dicho que se llamaba Rafael, ¿acaso estaba de misión y no lo recordaba? ¿Mintió por alguna razón concreta? Sea como fuera, era una cuestión que tenía que resolver. No muy lejos de allí, mientras andaba con aquel hombre se encontraba un panda vestido de forma extraña y con la cara pintada de rojo. Lo miró fijamente y el hombre olisqueó en su dirección como si reconociera su fragancia desde aquella distancia.
-¡Mira! –exclamé, parándome de golpe-. ¡Un panda!
Dio un par de pasos atrás, intentando alejarse de forma sutil y poco llamativa de aquel extraño hombre, que solo hacía olfatearle. Aquella era la situación más extravagante en la que había estado jamás, al menos que él recordara porque aún seguía amnésico y sólo recordaba un par de meses de su vida. A medida que retrocedía, notó como aquel hombre elevaba los brazos intentando palpar lo que tenía delante y entonces comprendió que era ciego. En ese momento no supo que hacer, si irse o quedarse. Y sin saber por qué razón hizo lo segundo.
-Creo que bebí demasiado, apenas recuerdo nada –dijo, forzando algo parecido a una carcajada-. Tío, ¿puedes decirme cómo llegamos hasta aquí?
Lo primero que tenía que averiguar era en que isla estaba y porqué les había dicho que se llamaba Rafael, ¿acaso estaba de misión y no lo recordaba? ¿Mintió por alguna razón concreta? Sea como fuera, era una cuestión que tenía que resolver. No muy lejos de allí, mientras andaba con aquel hombre se encontraba un panda vestido de forma extraña y con la cara pintada de rojo. Lo miró fijamente y el hombre olisqueó en su dirección como si reconociera su fragancia desde aquella distancia.
-¡Mira! –exclamé, parándome de golpe-. ¡Un panda!
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- ¿Un panda? ¡Panda tu madre! – Te dice el oso bastante ofendido.
Un oso panda que habla, esto parece el principio de un chiste. El animal se levanta despacio y empieza a caminar hacia vosotros. Mide unos dos metros y pico y parece muy ofendido por tus palabras. Se estira un poco y después suspira de forma pesada. Se sienta a tu lado y empieza a olerte también bastante, entonces se da cuenta de una cosa.
- ¡Tengo hocico! ¿Qué diablos me ha pasado? ¡Yo era hermoso!
- Anoche apareciste en la fiesta del príncipe Jorge y dijiste ser Rafael, de las atalayas del Norte. Diste un buen espectáculo y además te hiciste amigo del príncipe. Ambos contasteis historias de no me acuerdo que… Yo después me quedé dormido en la playa y he amanecido aquí. – Te dice el ciego.
- Rafilla, a mí me prometiste tu primera hija como sacrificio y ahora soy un panda… ¡Tu madre! – El oso parece enfadado.
A ver colega, yo no sé lo que hiciste, a lo mejor sí… Pero me temo que estas en un lío de los bonitos. El panda no tarda en ponerse a llorar diciendo querer su verdadero cuerpo. El ciego mientras tanto te toca un moflete y sonríe de forma amable. Entonces es cuando escuchas un ruido raro. En el agua parece haber peces, pero es dulce, pero hay peces… Bueno, el cielo se está nublando. Es el momento de que muevas ficha.
Un oso panda que habla, esto parece el principio de un chiste. El animal se levanta despacio y empieza a caminar hacia vosotros. Mide unos dos metros y pico y parece muy ofendido por tus palabras. Se estira un poco y después suspira de forma pesada. Se sienta a tu lado y empieza a olerte también bastante, entonces se da cuenta de una cosa.
- ¡Tengo hocico! ¿Qué diablos me ha pasado? ¡Yo era hermoso!
- Anoche apareciste en la fiesta del príncipe Jorge y dijiste ser Rafael, de las atalayas del Norte. Diste un buen espectáculo y además te hiciste amigo del príncipe. Ambos contasteis historias de no me acuerdo que… Yo después me quedé dormido en la playa y he amanecido aquí. – Te dice el ciego.
- Rafilla, a mí me prometiste tu primera hija como sacrificio y ahora soy un panda… ¡Tu madre! – El oso parece enfadado.
A ver colega, yo no sé lo que hiciste, a lo mejor sí… Pero me temo que estas en un lío de los bonitos. El panda no tarda en ponerse a llorar diciendo querer su verdadero cuerpo. El ciego mientras tanto te toca un moflete y sonríe de forma amable. Entonces es cuando escuchas un ruido raro. En el agua parece haber peces, pero es dulce, pero hay peces… Bueno, el cielo se está nublando. Es el momento de que muevas ficha.
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La situación era, cuanto menos, extraña para el espadachín, que no terminaba de creerse lo que estaba sucediendo allí. Le dolía la cabeza y tenía un ligero mal sabor de boca. Se sentía como si una manada de elefantes pisoteado el estómago hasta vomitar. ¿Habría vomitado? Seguro, apostaría lo que fuera. Además de eso, era incapaz de recordar nada. Estaba con un negro ciego y con un oso panda que decía que no era panda, y encima le llamaba rafilla. «¿En qué momento se me ocurrió ese nombre?» Era una buena pregunta que no iba a tener respuesta inmediata.
-¿Mi hija? –preguntó, dubitativo, mientras el ciego le agarraba los mofletes con gesto de felicidad con sus dedos, moviéndolo de un lado al otro como si fuera un niño pequeño-. ¿Quieres parar? Resulta algo desagradable.
Inmediatamente después, un agradable sonsonete sonó no muy lejos de allí. ¿También había músicos por la zona? A saber, pero viendo lo visto podía pasar cualquier cosa.
-¿Vamos hacia el sonido? –preguntó, comenzando a andar sin esperar la respuesta de sus acompañantes-. Por cierto, socios… habéis dicho que me hice amigo de un príncipe. ¿Dónde se encuentra?
Siguió caminando hacia el origen de aquella extraña melodía percutida, la cual se escuchaba cada vez más cerca. A medida que se acercaba a ella era más fuerte e intensa, pero de pronto cesó. El silencio absoluto se cernió sobre Genji y los acólitos que tanto necesitaba en esos momentos para saber dónde se encontraba.
El cielo comenzó a nublarse, oscureciendo todo el paisaje herbáceo que lo rodeaba, y empezó a llover con fuerza. El agua caía a borbotones y no encontraba un sitio donde resguardarse, al menos en las cercanías.
-¡Joder! ¿Sabéis de algún sitio donde esperar a que cese la lluvia? Preguntó Genji.
-¿Mi hija? –preguntó, dubitativo, mientras el ciego le agarraba los mofletes con gesto de felicidad con sus dedos, moviéndolo de un lado al otro como si fuera un niño pequeño-. ¿Quieres parar? Resulta algo desagradable.
Inmediatamente después, un agradable sonsonete sonó no muy lejos de allí. ¿También había músicos por la zona? A saber, pero viendo lo visto podía pasar cualquier cosa.
-¿Vamos hacia el sonido? –preguntó, comenzando a andar sin esperar la respuesta de sus acompañantes-. Por cierto, socios… habéis dicho que me hice amigo de un príncipe. ¿Dónde se encuentra?
Siguió caminando hacia el origen de aquella extraña melodía percutida, la cual se escuchaba cada vez más cerca. A medida que se acercaba a ella era más fuerte e intensa, pero de pronto cesó. El silencio absoluto se cernió sobre Genji y los acólitos que tanto necesitaba en esos momentos para saber dónde se encontraba.
El cielo comenzó a nublarse, oscureciendo todo el paisaje herbáceo que lo rodeaba, y empezó a llover con fuerza. El agua caía a borbotones y no encontraba un sitio donde resguardarse, al menos en las cercanías.
-¡Joder! ¿Sabéis de algún sitio donde esperar a que cese la lluvia? Preguntó Genji.
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