La Magdalena de la Justicia

Y un día más que acababa el entrenamiento de Arthur. A día que pasaba más claro estaba que ese hombre estaba como una maldita chota. Pero sus entrenamientos funcionaban; algo... Puede. Como de costumbre terminé cogiendo el camino más corto hacia el despacho de Al para entregarle algunos documentos. Abrí la puerta sin llamar —daba igual que lo hiciera, me ignoraba igual— y delante de mí vi una escena, cuanto menos, extraña.

—Yo soy la noche. Yo... Soy Scarfguy —dijo Al con una bufanda rosa al cuello mientras se tiraba por la ventana.

Jen, la asistenta del vicealmirante suspiró, cogió un par de cajas de la mesa y se dispuso a salir. Antes de hacerlo me vio y suspiró de nuevo. Parecía que estaba bastante hasta los mísmísimos de estar bajo el comando del vicealmirante.

—¿Qué acaba de pasar exactamente? Es decir, ¿por qué...?

La mujer sacó una pequeña tarjeta y, tras hacerme callar mientras alzaba un brazo, comenzó a leerla.

—Allá donde vaya Scarfguy, Cupcakekid andará cerca. Pues donde vaya la justicia, siempre... ¿Sabes qué? A la mierda. Toma y haced lo que os de la gana. Yo paso —Jen guardó la nota y me pasó una caja con una magdalena de símbolo en ella en la que ponía "identidad secreta".

Tras eso cogió el resto y salió del despacho, dejándome solo en él. Abrí la caja —tras un rato intentando asimilar qué estaba pasando allí, sin mucho éxito— y miré su contenido. Había un antifaz naranja junto con un... ¿Gorro? ¿Sombrero? Tenía pinta de ser un muffin, una magdalena de estas con crema por encima, también de tonos naranja. Me quedé un par de segundos con mirada inexpresiva mirándolo hasta que caí en la cuenta de qué era eso. Y es que hacía una semana o así había propuesto, de coña tener identidades secretas con las que ayudar a los indefensos. Me fui directo a mi cuarto y, cuando salí a los diez minutos, tenía puesto el antifaz, el gorro muffin y, además, una chaqueta de teniente con un muffin naranja bordado en mitad de esta. Por mí mismo. En apenas cinco minutos. Si es que era el puto amo. Algún día haría unas a juego para la brigada entera.


Y ahí estaba yo... En medio de los criminales. Todos me apuntaban con sus armas, pero no tenían nada que hacer contra mí. Los tumbé en un parpadeo, dejando a todos menos a uno inconscientes. Le cogí por el cuello de la camisa y acerqué mi cuchillo a su cuello. Necesitaba saber dónde estaba la familia Ushija; ellos habían matado a mi familia y tenían cautivos a mis padres. Tenía que encontrarlos... Y vengar las muertes del resto; mi cuchillo pedía sangre, pero no podía matar a aquel hombre, lo necesitaba para la información. Así que-...

—¿Por qué me estás contando esto, Leiren? Además, ¿tus padres no estaban muertos? Y... ¿Qué coño llevas en la cabeza?

—Yo no soy Leiren, aunque he escuchado que es bastante guapo... Yo soy Cupcakekid, y busco el bien y el orden. Porque, yo, soy la Justicia —diría con voz ronca y grave, como intentando imitar la voz de alguien— ¿Quieres o no escuchar mi historia?

—Pues la verdad es que no, tengo cosas que hacer.

—Bien, continuaré pues.

—Pero que te he dicho que n-...

Llevaba semanas siguiendo el rastro de la familia Ushija, buscando hilos que me llevaran hasta ella. Y allí me encontraba, en una de sus islas. Era de noche y yo me aproximaba lentamente hacia su mansión, en busca de la única persona que sabía dónde estaban mis padres: Sasque Ushija. No me costó nada entrar, mas no sabía que iba a complicarse mucho. Y es que en un giro buscando la puerta adecuada, un rayo de sol me deslumbró y...

—Espera, espera... ¿Pero no era de noche? —interrumpió el recluta.

—Es que en aquella isla amanecía muy rápido. Tú no me interrumpas, que si no pierde.

El rayo de luz me deslumbró y, antes de que pudiera hacer nada, me rodearon. Me ataron y vendaron los ojos. Por suerte dentro de la desgracia... Cometieron un error: me llevaron ante Sasque. Sonrió al verme, pensando que era superior a mí. Sabía quién estaba detrás del TRAJE y por qué había arriesgado mi vida para llegar hasta él. Una pena, para él, que no me matara al momento. Me dio a elegir: mi vida o la de mis padres; el que eligiese, viviría. Él no se esperó mi respuesta. Me zafé de sus guardas y los noqueé, haciendo que cayeran sonoramente al suelo. Me acerqué como un rayo y le pasé el cuchillo por el cuello. "Elijo la tuya", dije, justo antes de matarlo, vengando así a mi familia y rescatando a mis padres de su cautiverio. Cuando me estaba alejando de la mansión pude dislumbrar a lo lejos una silueta, blanca en mitad de la noche...

—¿Pero no había amanecido? Y en serio, ¿tú no eras huérfano?

—Joder, también anochece rápido. Deja de tocar la moral, coooño.

Enfoqué la vista: parecía un fantasma en mitad de la noche. Una larga túnica blanca y, en donde tenía qu eestar la cabeza, una máscara blanca con una cara sonriente dibujada con toscas líneas negras. De un lateral sacó uno de sus fantasmagóricos brazos y levantó el pulgar. Después, desapareció en la noche, dejando tras de sí apenas un susurro en la oscuridad. Aquella noche había hecho justicia; y una gran leyenda había sido testigo de ello.

—Espera... ¿Smileyman? ¿Conoces a Smileyman?

—No... Y a la vez sí... No es sino un fantasma que me ayuda a progresar. Al igual que Scarfguy —me subí al borde de la ventana—. Ya que allá donde vaya Scarfguy, Cupcakekid le seguirÁAAAA...! —antes de terminar la frase me cai del borde de la ventana, haciendo de la última sílaba una nota aguda, un grito de justicia que llegaría más allá de los mares.