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Todo lo que sabes de la isla se basa en los recuerdos de Akagami, que después de darte lo tuyo y lo de tu prima te habló de su existencia. No podías creerlo cuando lo oíste. Los lagartos son una plaga, no deberían tener una isla propia. Trataste de investigar un poco en los archivos del Ojo, pero la información que hallaste no se parece en nada a lo que Berthil te contó. Sin embargo, ¿Vas a hacer caso a un libro? Es un árbol que no supo defenderse, perdió su honor de guerrero: Y no puedes confiar en alguien sin honor. Pero bueno, es un árbol, ¿Por qué debería preocuparte eso? En fin, que decidiste tomar el toro por los cuernos y subiste a tu barco, pusiste un vestido rosa chillón a Sumire (que por cierto, parece encantarle) y zarpaste rumbo a la aventura.
Pasaron los días, y esas infaustas corrientes del Nuevo Mundo quedaron atrás cuando cruzaste la isla Gyojin (que por cierto, eran muy majos todos). El Paraíso no es un mar especialmente tranquilo, peo entre Media Luna y los consejos de Akagami (entre ellos "No vayas hacia la nube") puedes llevar el barco con relativa calma. No obstante, por seguridad has ido parando en varias islas. No es seguro dejar que una máquina lo haga todo. Al fin y al cabo, como dijo la yegua, el coche nunca sustituirá al caballo. Tardas tus buenos diez días en acercarte a la posición donde debería estar esa isla llena de dragones, donde por una vez Berthil sería el macho alfa, con su harén de dragonas para hacer cosas turbias, nazis y sexuales. ¿Cómo será el sexo entre dragones? Mejor no pensarlo.
Ya puedes ver la isla a lo lejos, pero parece que tus días de descanso han hecho a la Marina ponerse en tu búsqueda. Tras el timón de popa tienes a la zaga tres buques que poco a poco se van acercando. Si desembarcas ahora lo más probable es que vayan detrás de ti, y no esperes que los dragones te ayuden. O... Mejor dicho, no esperes que los dragones no se enfaden cuando les lleves invitados a casa. Por cierto, has entrado en una nube. Te queda poco tiempo.
Pasaron los días, y esas infaustas corrientes del Nuevo Mundo quedaron atrás cuando cruzaste la isla Gyojin (que por cierto, eran muy majos todos). El Paraíso no es un mar especialmente tranquilo, peo entre Media Luna y los consejos de Akagami (entre ellos "No vayas hacia la nube") puedes llevar el barco con relativa calma. No obstante, por seguridad has ido parando en varias islas. No es seguro dejar que una máquina lo haga todo. Al fin y al cabo, como dijo la yegua, el coche nunca sustituirá al caballo. Tardas tus buenos diez días en acercarte a la posición donde debería estar esa isla llena de dragones, donde por una vez Berthil sería el macho alfa, con su harén de dragonas para hacer cosas turbias, nazis y sexuales. ¿Cómo será el sexo entre dragones? Mejor no pensarlo.
Ya puedes ver la isla a lo lejos, pero parece que tus días de descanso han hecho a la Marina ponerse en tu búsqueda. Tras el timón de popa tienes a la zaga tres buques que poco a poco se van acercando. Si desembarcas ahora lo más probable es que vayan detrás de ti, y no esperes que los dragones te ayuden. O... Mejor dicho, no esperes que los dragones no se enfaden cuando les lleves invitados a casa. Por cierto, has entrado en una nube. Te queda poco tiempo.
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Mura se encontraba sentada en la vigía del barco, apoyando la espalda en la baranda mientras leía tranquilamente un grueso y viejo volumen de tapas negras y duras, alzando la vista al cielo de vez en cuando para comprobar que no entraban en ninguna nube mientras Sumire se ocupaba del resto de mantenimiento del barco. Entre las páginas de su libro se encontraban varias cosas. Distintos tipos de dragones, como se alimentaban, algunas habilidades... Salían cosas sobre la raza de Sumire también y, sin embargo, no contenían nada que a la chica pudiera serle de utilidad en aquel momento. Pero solo llevaba quinientas páginas leídas y aún quedaban otras tantas.
Un suspiro se escapó de los labios mientras cerraba el pesado tomo, causando el sonido de un golpe seco. Lo dejó a un lado suyo, con un par de apuntes que había estado haciendo durante su lectura y el lápiz con el que había escrito encima, para estirarse. Tras eso, se puso en pie, volvió a tomar todo y lo guardó en una mochila que había pedido prestada para su viaje, de la misma forma que había hecho con las provisiones del barco y el Log pose con el que se encontraban navegando. Este último debería regresarlo cuando volvieran a casa y comprarse uno nuevo. El que usó para llegar desde Sakura se le había roto al poco de volver, por lo que el que usaba ahora era un préstamo. Sin embargo, nada de aquello era importante en esos momentos. Sino el hecho de que pronto alcanzarían la isla de los dragones, o eso esperaba Akane.
Habían pasado ya varias semanas desde el combate amistoso que tuvo contra Akagami, donde acabó recibiendo más palos de los que esperaba. Sobretodo porque solo consiguió que se pusiera en serio para derrotarla al soltarle que tenía una hija. Fue cuanto menos incómodo... Aunque al menos pudo causar una apertura antes de comerse la hostia de su vida. Ella le tuvo que decir muchas cosas que se hubo guardado durante más de dos años, que fue convertida en esclava entre ellas. Él, por su parte, le comentó cosas que se le pasaron, como que había estado entrenando en una isla repleta de dragones. Mura le miró en su momento con los ojos como platos. ¿Una isla en la que vivían seres como Sumire? Bueno, no sería la primera vez que viese una criatura tan magnifica como su amiga, ni la segunda. Aunque no contaba a Bakagami y a su capitán como si fuesen lo mismo que ellos.
Aquella información causó un gran interés en la pelirroja quién se puso a investigar todo lo posible sobre el lugar. Entre los libros que hubo en el interior de la Media Luna (que ahora se encuentran en su habitación del palacio) y los de la biblioteca del Ojo, logró una ínfima cantidad de información... Por lo qué... Mejor si iba a comprobar cuanto de lo dicho era verdad con sus propios ojos. Quería ver la isla de la que provenía Sumire. ¿Tal vez pudiese encontrar a su familia? También quería conocer a la maestra de Aka y pedirle que la entrenase como hizo con el azabache. Sin embargo... Las cosas parecían a punto de irse por la borda.
Mura alzó las orejas al incorporarse para bajar del barco. Podía divisar una isla a lo lejos y un gran nubaron de tormenta frente a ella. Este no sería problema de no ser porque tras ella había algo que no se esperaba. La felina frunció el ceño al ver que había tres buques de la marina siguiendo su barco. "Maravilloso". Pensó ironizando la palabra mientras soltaba un bufido. Si fuese solo uno tal vez se hubiera planteado confrontarles. Pero eran tres. Si la habían seguido debieron reconocerla y no serían moco de pavo. Akane chasqueó la lengua. Si fuesen hacia la isla podrían tener la ventaja del terreno, pero dudaba que a las criaturas que habitaban el lugar les hiciera gracia que llevase invitados. Ella de por sí iba con la mentalidad de tener que defenderse, y eso que Sumire la acompañaba. Ante esa situación, solo se le ocurrió una forma de evadirlos.
-Tenemos que dejar el barco.- Dijo con tono decidido a la nada y saltó del carajo, cayendo gracilmente sobre la cubierta. - Sumire, dirige el barco hacia los nubarrones.- Gritó y se dispuso a adentrarse en su habitación. Agradeciendo una vez más el haber llevado sus cosas de valor al palacio. Se puso el colgante de la Rosa del viento al cuello y tomó los DDM y sus armas, guardándolas en la mochila que llevaba, salvo el paraguas que llevaría sujeto con una correa de cuero. También metió algo de ropa de cambio para ambas. Cuando hizo esto, soltó otro grito para que la chica cogiera el Log pose y subiera a cubierta.
-¿Qué ocurre, Aka-nee? No dijo Berthil que no debías...-
-Es una emergencia. Nos están persiguiendo y esta será la mejor forma de evadir a sus buques. Además, si esa es la isla de los dragones, tenemos una buena forma de escapar.- Contestó la chica mientras tiraba de la peliblanca, fijándose en su vestido en ese momento. ¿En que momento se le ocurrió comprarle algo tan chillón? Como fuese. -Necesito tu ayuda Sumire. Vamos a la proa del barco.-
Una vez ahí Mura explicó el plan. Era sencillo pero bastante creíble. La albina debería saltar del barco y alejarse, incluso sumergirse levemente bajo el agua salada para luego alzarse con su verdadera forma, Ella iría agarrada a su espalda, por lo que tendría que agarrarse con fuerza, usando sus hilos de energía. Al salir a la superficie, tendría que lanzar un cono de aliento helado sobre el barco, y en caso de poder, tras este también, dificultando un poco su acceso. Después se dirigirían a la isla. Tan solo esperaba que la velocidad de la dragona fuese mayor que la de la nube en la que estaban a punto de meterse.
Un suspiro se escapó de los labios mientras cerraba el pesado tomo, causando el sonido de un golpe seco. Lo dejó a un lado suyo, con un par de apuntes que había estado haciendo durante su lectura y el lápiz con el que había escrito encima, para estirarse. Tras eso, se puso en pie, volvió a tomar todo y lo guardó en una mochila que había pedido prestada para su viaje, de la misma forma que había hecho con las provisiones del barco y el Log pose con el que se encontraban navegando. Este último debería regresarlo cuando volvieran a casa y comprarse uno nuevo. El que usó para llegar desde Sakura se le había roto al poco de volver, por lo que el que usaba ahora era un préstamo. Sin embargo, nada de aquello era importante en esos momentos. Sino el hecho de que pronto alcanzarían la isla de los dragones, o eso esperaba Akane.
Habían pasado ya varias semanas desde el combate amistoso que tuvo contra Akagami, donde acabó recibiendo más palos de los que esperaba. Sobretodo porque solo consiguió que se pusiera en serio para derrotarla al soltarle que tenía una hija. Fue cuanto menos incómodo... Aunque al menos pudo causar una apertura antes de comerse la hostia de su vida. Ella le tuvo que decir muchas cosas que se hubo guardado durante más de dos años, que fue convertida en esclava entre ellas. Él, por su parte, le comentó cosas que se le pasaron, como que había estado entrenando en una isla repleta de dragones. Mura le miró en su momento con los ojos como platos. ¿Una isla en la que vivían seres como Sumire? Bueno, no sería la primera vez que viese una criatura tan magnifica como su amiga, ni la segunda. Aunque no contaba a Bakagami y a su capitán como si fuesen lo mismo que ellos.
Aquella información causó un gran interés en la pelirroja quién se puso a investigar todo lo posible sobre el lugar. Entre los libros que hubo en el interior de la Media Luna (que ahora se encuentran en su habitación del palacio) y los de la biblioteca del Ojo, logró una ínfima cantidad de información... Por lo qué... Mejor si iba a comprobar cuanto de lo dicho era verdad con sus propios ojos. Quería ver la isla de la que provenía Sumire. ¿Tal vez pudiese encontrar a su familia? También quería conocer a la maestra de Aka y pedirle que la entrenase como hizo con el azabache. Sin embargo... Las cosas parecían a punto de irse por la borda.
Mura alzó las orejas al incorporarse para bajar del barco. Podía divisar una isla a lo lejos y un gran nubaron de tormenta frente a ella. Este no sería problema de no ser porque tras ella había algo que no se esperaba. La felina frunció el ceño al ver que había tres buques de la marina siguiendo su barco. "Maravilloso". Pensó ironizando la palabra mientras soltaba un bufido. Si fuese solo uno tal vez se hubiera planteado confrontarles. Pero eran tres. Si la habían seguido debieron reconocerla y no serían moco de pavo. Akane chasqueó la lengua. Si fuesen hacia la isla podrían tener la ventaja del terreno, pero dudaba que a las criaturas que habitaban el lugar les hiciera gracia que llevase invitados. Ella de por sí iba con la mentalidad de tener que defenderse, y eso que Sumire la acompañaba. Ante esa situación, solo se le ocurrió una forma de evadirlos.
-Tenemos que dejar el barco.- Dijo con tono decidido a la nada y saltó del carajo, cayendo gracilmente sobre la cubierta. - Sumire, dirige el barco hacia los nubarrones.- Gritó y se dispuso a adentrarse en su habitación. Agradeciendo una vez más el haber llevado sus cosas de valor al palacio. Se puso el colgante de la Rosa del viento al cuello y tomó los DDM y sus armas, guardándolas en la mochila que llevaba, salvo el paraguas que llevaría sujeto con una correa de cuero. También metió algo de ropa de cambio para ambas. Cuando hizo esto, soltó otro grito para que la chica cogiera el Log pose y subiera a cubierta.
-¿Qué ocurre, Aka-nee? No dijo Berthil que no debías...-
-Es una emergencia. Nos están persiguiendo y esta será la mejor forma de evadir a sus buques. Además, si esa es la isla de los dragones, tenemos una buena forma de escapar.- Contestó la chica mientras tiraba de la peliblanca, fijándose en su vestido en ese momento. ¿En que momento se le ocurrió comprarle algo tan chillón? Como fuese. -Necesito tu ayuda Sumire. Vamos a la proa del barco.-
Una vez ahí Mura explicó el plan. Era sencillo pero bastante creíble. La albina debería saltar del barco y alejarse, incluso sumergirse levemente bajo el agua salada para luego alzarse con su verdadera forma, Ella iría agarrada a su espalda, por lo que tendría que agarrarse con fuerza, usando sus hilos de energía. Al salir a la superficie, tendría que lanzar un cono de aliento helado sobre el barco, y en caso de poder, tras este también, dificultando un poco su acceso. Después se dirigirían a la isla. Tan solo esperaba que la velocidad de la dragona fuese mayor que la de la nube en la que estaban a punto de meterse.
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Sumire se lanza desde la proa, y tú con ella. Al principio sientes varias cosas: El choque del agua helada contra tu cuerpo caliente, la pesadez de tu ropa empapada, la indescriptible sensación de rabia al haber metido un libro en el mar. Lo siguiente que notas es cómo te vas sintiendo más y más débil cada vez, al punto de no poder sostenerte y tus hilos de energía se desvanecen. Pasa un segundo, y aguantas la respiración mientras la luz de la superficie se aleja más y más. Pasan dos, y notas cómo te hundes igual que un martillo, débil e incapaz de articular el más mínimo gesto. Toda resistencia es inútil. Sumire se aleja poco a poco de ti.
Diez segundos, y te empieza a costar aguantar la respiración. Por un instante tu subconsciente te traiciona y abres la boca, dejando que una bocanada de agua salada te inunde el paladar. Está asquerosa, pero parece que éste es tu final. Cuando pasan quince segundos, los ojos pican insoportablemente y necesitas cerrarlos; la luz te ha abandonado. ¿Así vas a terminar? ¿Ahogada a las puertas de un nuevo poder? Tantas cosas que te perderás, una hija a la que no verás crecer, una tripulación para la que nunca más tocarás...
Y entonces, cuando tu cuerpo está al borde del colapso, sientes que el frío te invade. Entre tus piernas se cuela algo resbaladizo y enorme, escamoso y al mismo tiempo, conocido. En cuestión de una fracción de segundo, puedes volver a respirar. Bajo tus piernas el cuello de Sumire, y a tu espalda un barco lejano, envuelto en hielo, casi congelado por completo. Te recuerda al que encontrasteis una vez los Demons en medio del Paraíso, aquella vez que os cruzasteis con ese extraño personaje... Pero aún no estás a salvo. Casi congelada y temblequeante, te agarras como puedes a Sumire y ella te lleva hasta la costa, donde te deja tumbada sobre la arena.
-Los barcos siguen adelante, ¿Qué hacemos, nee?
Si miras a tu alrededor podrás ver una playa de arena blanca como la que pisas, un mar de olas en calma y extraños bosques negros de fronda densa a tu espalda. Montañas a lo lejos, pero delante de ti tres barcos a los que no parece preocuparles el clima en absoluto. En nada llegarán.
Diez segundos, y te empieza a costar aguantar la respiración. Por un instante tu subconsciente te traiciona y abres la boca, dejando que una bocanada de agua salada te inunde el paladar. Está asquerosa, pero parece que éste es tu final. Cuando pasan quince segundos, los ojos pican insoportablemente y necesitas cerrarlos; la luz te ha abandonado. ¿Así vas a terminar? ¿Ahogada a las puertas de un nuevo poder? Tantas cosas que te perderás, una hija a la que no verás crecer, una tripulación para la que nunca más tocarás...
Y entonces, cuando tu cuerpo está al borde del colapso, sientes que el frío te invade. Entre tus piernas se cuela algo resbaladizo y enorme, escamoso y al mismo tiempo, conocido. En cuestión de una fracción de segundo, puedes volver a respirar. Bajo tus piernas el cuello de Sumire, y a tu espalda un barco lejano, envuelto en hielo, casi congelado por completo. Te recuerda al que encontrasteis una vez los Demons en medio del Paraíso, aquella vez que os cruzasteis con ese extraño personaje... Pero aún no estás a salvo. Casi congelada y temblequeante, te agarras como puedes a Sumire y ella te lleva hasta la costa, donde te deja tumbada sobre la arena.
-Los barcos siguen adelante, ¿Qué hacemos, nee?
Si miras a tu alrededor podrás ver una playa de arena blanca como la que pisas, un mar de olas en calma y extraños bosques negros de fronda densa a tu espalda. Montañas a lo lejos, pero delante de ti tres barcos a los que no parece preocuparles el clima en absoluto. En nada llegarán.
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Me quedé tirada en el suelo, con la mente perdida en un sin fin de pensamientos. Entre ellos lo estúpida que era, antes de empezar a toser escupiendo el agua que se había acumulado en mis pulmones. No había sido mucha, por suerte. Cuando acabé, incorporándome, aún temblaba por el frío. Di una gran bocanada al aire para luego suspirar profundamente. "Recuerda detenerme la próxima vez que se me ocurra hacer o proponer alguna estupidez como esta". Dijo a Kouga, quien parecía entre preocupado y molesto. No había sido una de las ideas más brillates de la chica. Su barco ahora congelado se discernía desde su posición como un punto sobre el mar y no muy lejos de este se encontraban los barcos que la perseguían. ¿No habían mordido el anzuelo? Tal vez tuviera mucha recompensa, pero al fin y al cabo nunca había sido vista con Sumire desde que entró en la banda de Dexter... Salvo quizás en Jaya y con la oscuridad de la noche no había motivo para que discernieran que fuese ella. O eso pensaba mientras observaba con el ceño fruncido la situación y luego a la dragona, suavizando su gesto.
Estornudó, antes de poder responder. Estaba empapada, así no harían nada, por lo que antes de contestar se aseguro de secarse. Se quitó la mochila de la espalda, recordando una vez más el libro que tal vez hubiera destrozado, y la abrió apuradamente, sacando sus cosas. La ropa estaba mojada, aunque menos de lo que esperaba gracias a la protección que la propia mochila ofrecía, siendo impermeable por fuera. "Debo darle las gracias luego a Dexter". Pensó. Tal vez no fuese cosa suya, pero era algo sacado de sus fondos al fin y al cabo. Entre eso y que la ropa cubría en su mayor parte el libro, envolviéndolo, lo más dañado fueron las tapas. "Bien, manos a la obra". Se dijo, concentrándose en la energía de su cuerpo. No le fue muy complicado, debido a su molestia y al frío. Poco a poco, un aura tenue de tono anaranjado, rodeó el cuerpo de la pelinaranja, secando poco a poco sus prendas, su cabello y las demás pertenencias que tenía entre las manos. al finalizar, se puso en pie quitándose la arena que tenía pegada a la ropa y la piel antes de observar el panorama. Tres buques marines de frente y un tenebroso bosque a la espalda. Si con suerte decidían perder tiempo con el barco, pensando que se había quedado en él encerrado tendría tiempo de preparar algo, o simplemente adentrarse lo suficiente en la isla. Si no... Bueno.
-Por el momento, deberíamos observar que sucede.- Dijo, concentrándose en su entorno, con su mantra activado. si correrían peligro inminente al adentrarse en el bosque o no. -Por el momento, quedarse aquí no es una opción.- Señaló a los navíos. -Tocará dirigirse a la aventura. Vamos.- Finalizó, echándose la mochila al hombro antes de dirigirse hacia el bosque, transformando su cuerpo parcialmente con intención de ir borrando sus huellas con la cola según avanzaban. Si Sumire seguía siendo una dragona daría igual que lo hiciera o no, pues esa, se suponía, era la isla en la que vivían esas criaturas. De hecho, le diría que se adelantase volando, o se quedase dando vueltas por la zona. Era mejor que se separasen.
Le dio para comunicarse los audífonos que le entregó su capitán en su día, cuando fueron a rescatar al mapache. Ella llevaba ahora los suyos propios, los cuales le pidió hacer tiempo después, con algunas mejoras. Así estarían en contacto. El plan de Mura era perderse entre la maleza, trepar a uno de los árboles más altos y ver desde ahí los movimientos de la marina, aunque si Sumire le hacía de sus ojos podría adentrarse algo más y prepararse en caso de que llegaran a la isla. Como fuese, no avanzaría demasiado con ellos a las espaldas.
-Sumire, si ves que se acercan en botes, trata de mantenerles a raya, pero ten cuidado.-
Estornudó, antes de poder responder. Estaba empapada, así no harían nada, por lo que antes de contestar se aseguro de secarse. Se quitó la mochila de la espalda, recordando una vez más el libro que tal vez hubiera destrozado, y la abrió apuradamente, sacando sus cosas. La ropa estaba mojada, aunque menos de lo que esperaba gracias a la protección que la propia mochila ofrecía, siendo impermeable por fuera. "Debo darle las gracias luego a Dexter". Pensó. Tal vez no fuese cosa suya, pero era algo sacado de sus fondos al fin y al cabo. Entre eso y que la ropa cubría en su mayor parte el libro, envolviéndolo, lo más dañado fueron las tapas. "Bien, manos a la obra". Se dijo, concentrándose en la energía de su cuerpo. No le fue muy complicado, debido a su molestia y al frío. Poco a poco, un aura tenue de tono anaranjado, rodeó el cuerpo de la pelinaranja, secando poco a poco sus prendas, su cabello y las demás pertenencias que tenía entre las manos. al finalizar, se puso en pie quitándose la arena que tenía pegada a la ropa y la piel antes de observar el panorama. Tres buques marines de frente y un tenebroso bosque a la espalda. Si con suerte decidían perder tiempo con el barco, pensando que se había quedado en él encerrado tendría tiempo de preparar algo, o simplemente adentrarse lo suficiente en la isla. Si no... Bueno.
-Por el momento, deberíamos observar que sucede.- Dijo, concentrándose en su entorno, con su mantra activado. si correrían peligro inminente al adentrarse en el bosque o no. -Por el momento, quedarse aquí no es una opción.- Señaló a los navíos. -Tocará dirigirse a la aventura. Vamos.- Finalizó, echándose la mochila al hombro antes de dirigirse hacia el bosque, transformando su cuerpo parcialmente con intención de ir borrando sus huellas con la cola según avanzaban. Si Sumire seguía siendo una dragona daría igual que lo hiciera o no, pues esa, se suponía, era la isla en la que vivían esas criaturas. De hecho, le diría que se adelantase volando, o se quedase dando vueltas por la zona. Era mejor que se separasen.
Le dio para comunicarse los audífonos que le entregó su capitán en su día, cuando fueron a rescatar al mapache. Ella llevaba ahora los suyos propios, los cuales le pidió hacer tiempo después, con algunas mejoras. Así estarían en contacto. El plan de Mura era perderse entre la maleza, trepar a uno de los árboles más altos y ver desde ahí los movimientos de la marina, aunque si Sumire le hacía de sus ojos podría adentrarse algo más y prepararse en caso de que llegaran a la isla. Como fuese, no avanzaría demasiado con ellos a las espaldas.
-Sumire, si ves que se acercan en botes, trata de mantenerles a raya, pero ten cuidado.-
Dos meses y doce días... Si te matase ahora me sentiría mal conmigo mismo.
Trepas a un árbol sin dificultad, sigilosa como un pequeño gato... Aunque seas un gato grande, y te quedas mirando lo que sucede ante ti. Protegida por las hojas de los árboles, apenas expuesta, puedes ver cómo un par de botes se acercan a tu barco (ahora helado) y suben a él, comprobando cada rincón. Por momentos hacen alguna idiotez, como fingir que se prueban tus sostenes cuando llegan hasta el dormitorio del barco a través de finas capas de hielo, o cuando escuchas como un susurro un chiste bastante degradante hacia mujeres, piratas y en el que al parecer alguien tiene un miembro descomunal. Por el momento Sumire no hace nada, aunque puedes notar cómo en el suelo, también oculta en la maleza, sus músculos se tensan. Está preparándose para saltar.
Es, tras aproximadamente media hora en la que han vaciado tus cajones, despensas, saqueado lo que han podido y seguramente atorado tu baño haciendo sus necesidades, se suben de nuevo a los botes y surgen siete más. Hay, en total, treinta y un marines, y Sumire se lanza rauda como el rayo contra ellos, hundiendo cuatro de ellos... Pero empiezan a disparar. Ella trata de volver, pero parece que necesita ayuda o estará en problemas en... No, perdona. Ya está en problemas. ¿Qué haces?
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