Todos en la ciudad de la Vendetta [Libre] [Pasado]

La puerta de la oscura habitación se abrió y apareció un grupo de extraños sujetos que parecían tener rostros de pocos amigos. Creo que en mi situación debería creer que nadie es mi amigo, pensé burlonamente mientras miraba la cadena que tenía atada las manos y la cual se unía a una viga del techo. A cada lado estaban dos hombres más. Uno tenía un cabello largo y una curiosa cicatriz en el hombro derecho. Se mantenía callado y con la mirada hacia el suelo. El otro, que estaba a mi izquierda, era un tipo sin cabello algunos sobre la cabeza con muchas argollas incrustadas en la cara y de piel oscura. Se movía demasiado y lanzaba maldiciones en un idioma extraño que no conocía. Todo el grupo de personas que entraron en la habitación vestían con elegantes trajes negros, lentes oscuros y mantenían posturas bastante erguidas. A ellos se sumó desde la puerta, otro tipo regordete que cargaba con sus brazos una caja enorme de madera. La dejó en el suelo y la abrió. De ella comenzaron a salir objetos metálicos de diferente tamaño y forma.

- ¿A qué vamos a jugar? – pregunté mientras miraba al tipo regordete.

Uno de los hombres de traje caminó hasta donde estaba y me dio un fuerte puñetazo en las costillas. Aguanté el dolor y para no darle el placer de verme sufrir comencé a reír. Volvió a golpear, una y otra vez, y yo volví a lanzar una carcajada que comencé a contagiar a mis dos compañeros prisioneros. Ahora reíamos los tres al mismo tiempo y eso pareció molestar al grupo de hombres serios y bien vestidos que nos comenzaron a golpear por todos lados.

- ¡Ya basta ¡- dijo una voz que resonó en toda la habitación.

Un hombre de traje blanco, una rosa roja en el bolsillo izquierdo del pecho y con un pañuelo blanco en la mano, apareció detrás de ellos. Se acercó al tipo regordete que parecía haber llenado la mesa que estaba frente a nosotros con todo tipo de instrumentos metálicos. Le susurró algo al oído y luego el tipo gordiflón se marchó. El hombre de traje blanco se quitó el sombrero que llevaba sobre la cabeza y dejó ver su cabello rubio bien aceitado y brillante.

- Perdonen la rudeza de mis hombres, no tienen modales – dijo cogiendo una silla y sentándose en ella frente a nosotros.

Vi sus ojos moverse de derecha a izquierda, talvez analizando a quien podría torturar primero para sacarle la mayor información que necesitaba.

- Actuemos como personas razonables – dijo abriendo los brazos con unas expresiones y gestos de manos bastante exagerados -. Lo que necesito de ustedes tres es saber, ¿dónde está el muchacho?, y segundo, ¿dónde rayos está mi dinero?

- Personas razonables, dices…- por fin el tipo de cabello largo habló, después de estar un buen rato en silencio –, una persona civilizada no encadena a tres hombres de la nada y los acusa de robar dinero y secuestrar a alguien.

- Repetiré las preguntas solo una vez más y si no obtengo una respuesta afirmativa, mi buen amigo, el doctor Norman hará un trabajo especial en ustedes para hacerlos hablar.

- Enserio no entiendo nada de lo que quieres – dije mirándolo fijamente a los ojos -, yo solo estaba dormido en mi habitación y cuando desperté, me encontré aquí.

- ¿Enserio? – exclamó con cierto tonó sarcástico -, tengo motivos para creer que me están mintiendo. Primero, me informaron que uno de mis barcos que iba a salir del muelle con un enorme baúl llenó de dinero fue asaltado en la madrugada de ayer y segundo, el hijo de uno de los líderes de las familias que controla este lugar ha desaparecido al mismo tiempo. La última vez que se le vio fue entrando a la misma taberna donde solo ustedes tres se estaban quedando.

En definitiva, el tipo estaba loco. No sabía muy bien si su actitud era demasiado paranoica o si solo habíamos estado en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto y nos habíamos metido con un grupo de imbéciles maniacos que generaban conspiraciones con personas que no conocían. En definitiva, no entendía nada de lo que estaba pasando y lo único que sabía era que estaba desnudo, prisionero de un psicótico mafioso y que se me estaba acusando de cosas que no había hecho. Para que carajos regresé a esta maldita ciudad de gansters, pensé mientras suspiraba para pensar en una forma de cómo salir de ahí. Las cadenas eran de Kairoseki y en definitiva mi akuma no podría ayudarme en nada.

Sus ojos estaban fijos en los del hombre que tenía en frente. La típica expresión en su rostro de dulzura había desaparecido y ahora parecía una persona totalmente diferente. Mellanie miraba con despreció al sujeto que reía a carcajadas frente a ella, mientras 5 de sus compañeros le seguían el juego. No le gustaba en absoluto que nadie se tomara demasiad confianza con ella y mucho menos tipos tan asquerosos como ellos.

- Vamos cariño, relájate – dijo el tipo mientras dejaba escapar un hilo de saliva por la comisura derecha de su boca -. Eres demasiado guapa para…

Y no aguantó. Colocó su pierna derecha detrás de las de él y lo empujó hacia atrás. El hombre se elevó en el aire por un instante y cayó brutalmente sobre la mesa donde sus demás amigos estaban jugando al póker, destrozándola por completo. Uno de ellos, se levantó de su silla al instante con una jarra de vidrió vacía y se lanzó para golpear a Mellanie en la cabeza. Ella respondió rápidamente esquivando el ataque. Sujetó con fuerza la muñeca del brazo con el que fue atacada y con la otra mano, golpeo el codo del sujeto, dislocándole el miembro en un instante. Otro de ellos se apresuraba a ir contra ella, pero antes de que pudiera pararse, la chica le estampó el pie en a cara haciendo cayera de espaldas al suelo. Sus otros compañeros reaccionaron de igual manera, pero no fue suficiente. La chica terminó noqueándolos a todos en los siguientes segundos.

- Imbéciles - susurró mientras recogía su mochila del suelo y se la colocaba en la espalda.

El problema se había generado cuando entró a la taberna y cruzó por la mesa de esos hombres. Uno de ellos le tocó el trasero descaradamente y ella no tuvo reparos en enfrentárseles.

- Odió a los tipos así – dijo en voz baja mientras se acercaba a la barra de la taberna.

Se sentó y el encargado se le acercó para preguntarle lo que pediría. Ella solo quiso un plato de comida caliente y el periódico del día. Le gustaba estar leyendo las cosas que pasaban en el mundo, porque hace bastante tiempo había desaparecido de la actividad pirata a la que estaba acostumbrada.

- Debe tener cuidado señorita – dijo el encargado mientras le dejaba un plato de sopa -. Ayer en la noche se llevaron a tres sujetos de aquí y hasta ahora nadie los ha vuelto a ver. Algunos dicen que se metieron con los jefes. Debe tener mucho cuidado en esta ciudad si usted está sola.

Aquello llamó la atención de la chica. Había escuchado rumores de la isla y no se imaginó que los comprobaría tan pronto.

-¿Estas segura que Redemption está en esta isla mama? - Pregunto el pequeño hombre que hablaba por su madre vía Den-Den Mushi, mientras este observaba como una chica golpeaba a unos sujetos bastante incompetentes a la vista de Andy, Divertido para este.

- Estoy un 95% segura hijo… uno de los jefes de Sicilia resguarda en su caja fuerte el revolver que tu tanto buscas, y como no te he regalado nada en bastante tiempo creo que darte la ubicación de tu nuevo “juguete” te hará más que feliz.

- Muchas gracias por tu regalo… “Big Mama”

Ni una palabra más fue necesaria. Este colgó guardando su Mushi. luego dio un largo trago al sake que había pedido de antemano, antes de que todo este espectáculo comenzara. Aunque no es de para nada sorprendente para el pelinegro ver a jóvenes promesas hacer añicos a pobres idiotas, aunque el mismo Andy no está muy lejos de esa categoría, ya que su experiencia real en el océano es poca.

A sus 40 años es que este ha decidido pisar alta mar, claro… sus “40 años internos”. Pero no es recomendado subestimarle. El conocimiento es algo que este hombre a adquirido por 4 siglos es un factor clave de su habilidad, y es algo que no hay que tomar a la ligera.

Este se levantó tranquilamente de su lugar para acercarse a la barra, alcanzo a escuchar al hombre afirmando lo del secuestro de las personas en la noche anterior. Este observo al encargado muy fríamente mientras se sentaba.

- ¿No debería estar preparando mi cena en vez de asustar a la señorita que noquea a todos con cuentos del bajo mundo?

- Eso es cierto… está por salir la orden señor.

Luego de ese pequeño cruce de palabras, el pequeño hombre observa a la chica de manera tranquila y relajada. Sonríe un poco dejando mostrar un poco de su amabilidad.

- Me ha gustado como te defiendes con las artes marciales, de artista marcial a otro tienes mi respeto es más… todo lo que quieras comer lo pago yo… Soy Andy.

Andy pudo notar el interés de la dama cuando el encargado resalto lo del secuestro. Si los cálculos del Hermano mayor son correctos, es un buen punto para comenzar a preguntar, es más, posiblemente esta chica podría servirle de mucha ayuda para lograr su objetivo.

- Bueno, está bien. Entiendo todo, pero ¿por qué tenernos sin ninguna ropa encima? – pregunté algo molesto por la situación en la que me encontraba.

- Es una vieja costumbre – dijo el tipo de traje blanco -. Desnudos vinieron al mundo y desnudos morirán.


Una tonta costumbre, pensé mientras la puerta de la habitación volvía a abrirse. El tipo gordo había vuelto y tenía una sonrisa en la cara. Con él había llegado otro sujeto de traje negro, que se acercó al hombre que nos estaba interrogando y le susurró algo al oído. Cuando terminó, el recién llegado se marchó. El sujeto que estaba frente a nosotros miró al suelo un momento y luego aplaudió esporádicamente con fuerza.

- ¡Bien! – exclamó con entusiasmo -. Creo que hemos cometido un pequeño error con los señores aquí presentes. Libérenlos.

- Ya era hora – dijo el sujeto de cabello largo que estaba a mi lado.


Nos quitaron las cadenas y cuando estuvimos libres, el tipo de piel oscura se puso de pie al instante solo para lanzarse contra el hombre de traje blanco con locura. Todo ocurrió en un instante. Pude ver el movimiento de uno de los hombres de traje negro. Desenvainó una espada al instante y partió al hombre por la mitad de la cintura. Ambas mitades cayeron a un lado, pero el sujeto de traje negro no pudo evitar que su jefe se machara la cara de sangre.

- ¡Imbécil, mira lo que has hecho!

Sacó un arma y le disparó en la cabeza. El hombre se desplomó enseguida con un agujero en la frente. Nos sacaron del lugar con la cabeza cubierta por un saco de tela. No supe a donde nos llevaba y solo escuchaba voces diciendo cosas sin ningún sentido para mí. De pronto, aparecí muy cerca de la calle donde estaba la taberna donde había alquilado una habitación. El único problema es que la gente que transitaba por la calle, me miraba y reía, ya que estaba completamente desnudo. Corrí y en unos minutos estuve frente a la puerta de la taberna. Respiré hondo y me dispuse a entrar lo más rápido posible para que nadie me prestara atención. Abrí la puerta de golpe y corrí en dirección a las escaleras que llevaban al segundo nivel donde estaban las habitaciones. Cuando llegué a la mía, entré y cerré la puerta con seguro para que nadie me molestara. Mi bolso de cuero estaba en el mismo lugar donde lo había dejado y comprobé que mis katanas estaban debajo de la cama. Saqué algunas ropas extras que siempre llevaba y me vestí lo más rápido que pude.

Desde que se hizo la noche en las calles de Sicilia no había rastro alguno de gente, era como si hubiera un toque de queda o algo así. De vez en cuando el silencio en la calle se interrumpía de forma abrupta con el pasar de esas maquinas negras que tanto humo echaban. Había visto antes maquinarias, claro, sabia lo que era un motor, algunos barcos en los que he viajado llevaban uno, pero si que era la primera vez que veía una maquina de trasporte tan pequeña y terrestre. Su utilidad se asemeja a la de un carro, pero sin caballos. Ademas hacía un ruido molesto y echaban mucho humo para ser tan pequeñas. No me terminaban de convencer.

La luna cada vez estaba más alta y con ella venia el frío de la noche por lo que decidí que ya era hora de encontrar un lugar donde descansar y dejar de errar por la ciudad. Entramos en una taberna y para no molestar decidí que nos sentáramos al fondo. De camino me fijé en una mesa de poker rota y en unos hombres recogiendo fichas y cartas del suelo, me quede mirando y vi como uno de ellos echaba una mirada asesina a una chica sentada en la barra. pero como era de esperar el camarero o tardo mucho en venir a llamarme la atención.
- Perdone caballero pero no se admite animales en el local y un caballo es demasiado grande.- me hizo gracia como dijo "caballo" como si no se lo terminara de creer.
- Comprendo su preocupación.- y así era, siempre intentaban echar a Faustino. -Pero afuera hace frió y no dispones de establos, ademas, el local no tiene mucha clientela esta noche.
Finalmente, poco entusiasta con la idea, el camarero fue a por nuestro pedido. Me quite la chaquetilla y la deje a un lado junto a la katana para acomodarme y decidí no ser el único. Me levante y aparté la mesa que estaba a mi lado rompiendo el silencio del lugar para dejar espacio a Faustino y que pudiera tumbarse. Cuando me senté de nuevo miré sabiendo que no habría pasado desapercibido y tras unas miradas los jugadores de poker volvieron a lo suyo. Me fije en ellos, hombres trajeados y entre carta y carta un rumor que no llegaba a escuchar, pero por sus gestos parecía algo serio, ¿tendría que ver con la ausencia de gente por las calles?

El camarero vino con nuestra cena, ambos platos los dejó en mi mesa y tras que se fuera dejaría el de Faustino junto a él.
-Perdone- llamé la atención del camarero mientras dejaba nuestro pedido. -.¿Es normal que las calles estén vacías a estas horas?-
-Últimamente si caballero. Las familias de la ciudad anda en disputa, pues a una le ha desaparecido un importante botín, mientras que a otra el hijo. La tensión en la ciudad es muy grande y a la mínima sospecha que tengan de alguien lo arrestan sin dudar.- le agradecí la información y se marchó. El camarero parecía haber cumplido la treintena, una buena complexión de piel blanca. No me extrañaba con este sol. Y una perilla unida por las patillas a un peinado corto y moreno.
Al fin algo que me recordaba a mi hogar, problemas entre las familias de la isla. Puede que como nosotros contraten mercenarios para librar sus batallas y apoyar al ejercito de la familia. Por desgracia sabia de primera mano el dinero que produce la guerra.

Comí gustos mi estofado y Faustino parecía también muy contento. Lógico, mi compañero y yo no probábamos un buen bocado caliente desde hacía mucho tiempo. Me percaté de un segundo hombre que me había pasado desapercibido hasta que se puso a hablar con la chica de la barra. No le dí más importancia, un hombre hablando en la barra con una chica mona. Ya estaba terminando mi plato cuando una vez más el silencio del local fue interrumpido por un portazo seguido de un hombre desnudo que corrió a toda prisa hacía el segundo piso. Miré a Faustino que tambien se quedó atónito por lo ocurrido y antes de otra cucharada y le dije:
-Será normal en la gran ciudad.-

- No te confundas – respondió Mellanie sin dejar de mirar en dirección de su comida – que esté sola, no significa que necesité tu ayuda o que me quiera inmiscuir en tus asuntos. Noquear a una persona es fácil, hasta un niño de 4 años lo podría hacer. Atreverse a hacerlo es la cuestión del asunto. No pretendo ser cortante, es solo que por lógica no puedo dejar que nadie se me acerqué, así como así. Si eres un artista marcial, pues creo que podrías sobrevivir solo.

La chica siempre había evitado que los hombres se le acercaran. No quería que nadie se atreviera a tomarse mucha confianza con ella, ya que desde muy niña le enseñaron a desconfiar de todos.  De pronto, como una sucesión continua y programada de eventos, cosas que nunca se imaginó ocurrieron. Primero, un sujeto bastante extraño había entrado al lugar con un caballo. Se sentó algo alejado de la barra y parecía estar mirando a Mellanie. Solo unos minutos después, alguien cruzó a unos pocos metros de donde estaba. Una cabellera lacia, frondosa que podría bien haber llegado hasta la mitad de la espalda fue lo último que vio. Una extraña sensación dentro de sí hizo que su curiosidad emergiera de un sueño profundo de meses y perdió toda precaución para actuar. Se levantó de su sitio y se acercó al borde de las escaleras que llevaban al segundo nivel. El encargado del lugar también lo hizo, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras limpiaba uno vaso de vidrió.

- Estos forasteros son más extraños. Antes me sorprendía que pasaran estás cosas, pero ahora ya no. Cada día llegan más y más gente rara.

- El tipo que acaba de pasar, es uno de tus huéspedes – preguntó la chica.

- Si – respondió el encargado -. Un tipo raro diría yo, a simple vista parecía ser un vagabundo, pero cuando pagó su estadía por más de una semana aquí, comprendí que me había equivocado. A parte de ello, me sorprendió que llevara dos espadas en la cintura.

- Ya veo – respondió la chica mientras le daba al encargado unas monedas por la sopa.

El hombre regresó a la barra, quizá para atender al otro cliente que se había acercado, y Mellanie subió lentamente por las escaleras, tarareando una suave melodía que hace mucho alguien le dedicó.

Fue bastante curiosa la manera que la señorita reacciono a la cortes manera de dirigirse a su persona, seguro era una mujer muy reservada y eso no era una molesta para él, por lo menos por ahora.


Después de una extraña, graciosa y concurrida series de hechos bastante inusuales. Andy se percató de que la chica no volteo a mirarlo siquiera un segundo ni un momento, ¿acaso no sabes sobre las normas del buen hablante y del buen oyente? Fue una falta de respeto menor para Andy, pero aun así una falta es una falta ¿no?


Luego de ver como la chica sube las escaleras lentamente, Andy le sigue los pasos lentamente sin llamar mucho la atención. A los pocos momentos llegaron al segundo piso, él estaba totalmente en silencio siguiéndole los pasos a la dama, ella se le notaba totalmente sumergida en su curiosidad y el hermano mayor solo mataba su aburrimiento.


Andy se preguntaba dentro de sí mismo, ¿hasta que limite podría llegar la curiosidad de esta chica? Ir a seguir a un hombre que llego corriendo desnudo no era algo que aria una persona normal, pero esto era algo bueno, tal vez era el la oportunidad del pelinegro de encontrar la primera pista sobre el arma que tanto estaba buscando, puede que haya sido secuestrado por la grandes familia y que allá escapado con suerte. Pero estas eran simplemente especulaciones, pronto lo encontraría y sabría toda y cada una de las respuestas.


- Debes tener cuidado, La curiosidad siempre mata a los gatos... y mas cuando a veces son mal educados en no mirar a las personas a la cara cuando les hablan - dijo Andy muy tranquilamente, con una leve sonrisa en la cara y manteniendo esa enorme tranqulidad característica en este.

Estar desnudo frente a un grupo de tipos que ni conocía, era una de las cosas que quería olvidar de mi vida, pero estaba casi seguro que alguien se había dado cuenta de mi presencia al cruzar desnudo por la taberna. Mientras me alistaba para marcharme de ese lugar y no volver jamás a Sicilia, pude escuchar una tonada extraña. Me quedé inmóvil, mirando a todos lados. Ese sonido lo había escuchado antes, pero no recordaba donde. ¿Espera, ese no es...?, pensé mientras me apresuraba a terminar de vestirme para abrir la puerta. Mi corazón se detuvo un segundo. No lo podía creer, era ella. Después de meses, incluso años de no saber nada de su existencia, la figura de Mellanie Grim aparecía a unos cuantos metros de donde estaba yo.

- Nunca pensé que te gustaría tanto esa canción - dije sonriendo.

Me sentía feliz de verla nuevamente, al menos parecía completa.

Tras el hombre desnudo la pareja de la barra subió también al segundo piso. Primero fue ella, que paso de su acompañante como si no lo conociera; después este la siguió con precaución, ¿para no molestar quizás? Que extraño todo. Lo de seguir gente desnuda no era lo mio, además, aun debía acabar con mi cena. Entre bocado y bocado le daba vueltas a las disputas que mantenían las familias de la isla que me había comentado el mesonero y como si la suerte estuviera esa noche de mi lado escuché a los hombres que jugaban al poker mantener una conversación sobre lo que me pareció el mismo tema.

Me levanté de mi sitio haciéndole una señal a Fasutino para que se quedara en su sitio y me acerque a la mesa de los jugadores.
-Perdonen caballeros. He oído hablar ligeramente de los problemas en esta ciudad y creo que ustedes podrían darme más información.- les hablé tranquilo y con respeto.
Los señores de la mesa me miraron y mientras me miraban extrañados y reían uno me contesto:
-¿Caballeros? Este tipo es un forastero- aumento su carcajada
-Miradlo- se mofó otro -. Trae una espada de esas extrañas. No harías nada contra una pistola chaval.
El grupo de caballeros rondaban los treinta y tantos y vestían con chalecos y corbatas. Golpeé la mesa enfadado, detestaba que se rieran de mí y creo que mi cara lo dejaba bastante claro. Agarré mi katana con una mano.
-¿Señor?- el camarero me llamó la atención muy educado -¿Una copa para calmar los nervios?- Me di la vuelta y al mirar al camarero le asentí con una leve muesca de agrado. Pero cuando iba a tomar sitio en la barra uno de ellos bromeó nuevamente. Suficiente. Me giré bruscamente desenvainando mi espada y corté la mesa en dos. Volví a la barra.
-Disculpa, pero pensé que una mesa seria más fácil de limpiar que la sangre.- le pasé un par de monedas y bebí la copa que me ofreció

Todo pareció volverse más lento. La velocidad en que sucedían las cosas daba la impresión de que un minuto podría ser un mes para ella. Escuchó pasos apresurados, sintió un pequeño cosquilleo dentro de sí y cuando vio que alguien salía de una las habitaciones su cuerpo entró en una rigidez instintiva. Miró los pies de la persona que había aparecido. Vestía con botas negras, limpias y parecían cómodas. Fue subiendo lentamente hasta llegar a los ojos y visualizar completamente su cara. El cabello largo, atado con un listo detrás le hacía algo atractivo, como siempre. Era alguien a quien conocía, quería y admiraba bastante. Meses atrás pensó que estar sola sería lo mejor para ella, pero quizá el destino no quería que fuera así. Maximilian estaba frente a ella con una sonrisa sincera. No pudo resistir y avanzó en pasos agigantados para pasar sus brazos alrededor de su pecho y pegar su rostro a su cuerpo. Una lagrimas emergieron de sus ojos y la chica antes se había mostrado tan ruda y desconfiada, parecía ahora una niña tierna y débil.

- ¿Dónde estabas?, te busqué… - dijo sollozando – creí…creí que estabas muerto, pero ya no importa.

Hizo una pausa y se apartó de él para secarse las lágrimas de la cara y sonreír graciosamente.

- No nos volveremos a separar, cierto.

Esperaba que su amigo, una de las personas en quien confiaba más de toda la vida, le diera la respuesta que quería escuchar.

Las cosas no resultaron tan interesantes como Andy tenía en mente, aunque le dio bastante gracias como la vida te hace observar momentos como estos, y especialmente en circunstancias tan aleatorias. El pequeño hombre detallo de pies a cabeza la apariencia del individuo que acababa de salir de su habitación, no lo conocía de nada, pero esto no era problema ya que el posiblemente sea el primer paso de encontrar lo que este buscaba.

Dio un pequeño paso al costado para hacerse notar por pelilargo. Sin hacer ningún ruido, este le sonrió y le saludo levantando su mano derecha y moviéndola de un lado a otro. Luego de unos segundos le señalo el piso de abajo, le hizo señales para tomar unas copas y hablar. Luego se dio media vuelta y se fue retirando lentamente, no tenía intenciones de interrumpir el recuentro de aquellos 2.

-Valla valla… pero que tenemos aquí.

Interesante escenario se encontró Andy al bajar: una mesa cortada en dos, unos hombres que se encontraban totalmente pálidos y un hombre de cabello oscuro con una espada enfundada en la barra. La curiosidad entro en el hermano mayor. Camino tranquilamente en dirección al espadachín que se encontraba sentado tranquilo y muy amablemente se dirigió a este, tratando de buscar poder entablar una conversación con este.

- Tiene usted un muy hermoso caballo… y por lo que puedo ver al igual que yo, usted no es de esta isla… soy Andy y me preguntaba si usted es el causante de que esos hombres estén tan blancos como una hoja de papel.

- No, no nos volveremos a separar – dije devolviéndole la sonrisa.

Luego de unos segundos, noté la presencia de un… niño detrás de Mell. No parecía sospechoso y por un segundo me le quede mirando, antes de que levantara la mano y me hiciera señales para que bebiéramos algo en el piso de abajo. En que mundo vive, acaso no se da cuenta que podría matarlo tan solo por seguirnos, pensé mientras miraba al suelo recordando lo que había pasado momentos antes de llegar a la taberna.

- Creo que alguien te siguió y quiere que bajemos, quizá algo interesante tenga que decirnos. No estaría mal averiguar que es. Puedes creer que a noche me secuestraron e iban torturarme mientras me mantenían desnudo. Afortunadamente desde hace mucho duermo sin mis katanas encima. Hubiera sido muy malo si alguien se las adueñara.

Di un paso al costado y empecé a caminar despacio para que Mellanie me siguiera. Si ese chico sabía algo del secuestre del que me había hablado el mafioso que intentaba torturarme o del robo de su dinero, sería interesante obtener un poco de información para asegurarme que los problemas no estuvieran relacionados conmigo. Lo que menos quería era meterme en problemas con las familias mafiosas que controlaban la isla y tener que enfrentarme a algún tipo que intentara matarme. Hacía ya bastante tiempo que no luchaba enserio con nadie y lo único que quería era largarme del lugar sin problemas. ¿Qué demonios hace un caballo aquí?, pensé al ver lo que ocurría en el primer nivel. Un tipo estaba sentado en la barra y parecía un espadachín al igual que yo.

- Alguien se está divirtiendo por aquí – dije para cortar la tensión que parecía haber inundado el lugar.

Puse un extraño gesto y llamé al camarero. "Disculpe señor pero no soy muy dado a las bebidas alcohólicas. ¿Podría servirme zumo?" El camarero me retiro la copa y se lo agradecí. En mi hogar no solía beber debido a que mi educación me lo impedía y al comenzar mi viaje prefería no gastar dinero en cosas poco útiles. Ya con el zumo en la mano un joven de largo y oscuro cabello se acercó.
-Supongo que es hermoso. Se llama Faustino, es mi compañero de viaje, y yo soy Travis del clan Iwazaru...- me giré hacía él y le ofrecí mi mano para estrecharla. -En efecto, no somos de aquí y la culpa de su palidez es solo suya, aunque yo haya tenido algo que ver.- bebí del baso. Me sorprendió la conducta amable de aquel tipo, puede que se debiera a su procedencia.

Se escuchaba a los hombres de atrás levantándose y recogiendo todo lo que se había caído al suelo, dudé que se acercaran a ajustar cuentas y más ahora que eramos dos. Me equivoqué.
-Eres un joven estúpido. Te enfrentas con una espada a seis hombres armados- sus compañeros rieron.
Me di la vuelta sobre el taburete y en efecto, cada uno portaba una pistola. Hasta un niño podría disparar esas cosas, no merecían respeto por creerse fuertes al empuñarlas.
-Os reís demasiado para ver sido tumbados con una espada.- me mofé esta vez yo

Cuando aquella cuadrilla de idiotas dieron un paso con un gesto en la cara de malhumor otro hombre bajó del segundo piso. Pelo largo y oscuro que con su altura me recordaba al hombre desnudo que apareció antes y una katana que me llamo la atención "Otro extranjero" pensé.
-Si, parece que nos hemos topado con un grupo de cómicos.- le contesté a su comentario aprovechando para volver a reírme de los pistoleros.
Faustino levantó la cabeza y le hice un disimulado gesto en señal para que no se levantara, aquel lugar le dificultaría moverse gentilmente y podría resultar herido. Miré mi katana, pero aquellos cómicos no estaban lo suficientemente cerca como para desenvainarla y atacar sin resulta herido, además de que me resultaría difícil atacar a los seis yo solo y no quedar expuesto.

El encuentro no se dilató más. La chica se sentía tranquila y feliz al haber encontrado a un viejo amigo de aventuras que desde hace mucho no veía. El pelilargo se marchó por las escaleras y la joven pirata lo siguió a paso lento. En su mente se imaginaba los siguientes viajes que tendría con Max. Al llegar al primer nivel, el ambiente no parecía para nada relajado. Un grupo de sujetos con cara de pocos amigos, mostraban sus armas a otros dos que se encontraban en la barra. También había un caballo y a Mellanie le pareció bastante lindo. Iba a sentarse en el primer escalón para ver como terminaban las cosas, pero no lo hizo porque de improviso, la puerta de la taberna se abrió. Los soportes que sostenían la madera de la puerta tronaron por el intempestivo movimiento con el que fue obligada a abrirse y ante todos apareció un muchacho de no más de 13 años. Un hilo de sangre brotaba de su frente y discurría por el borde izquierdo de su cara.

- ¡Ayúdenme! – gritó mientras daba unos pasitos.

Mellanie advirtió el criticó estado en el que se encontraba ese chico y sabía que pronto se desmayaría. Sin dudar, avanzó presurosa para sostenerlo antes de que perdiera la consciencia.

- Oye, oye, ese chico tiene la marca de la familia…

- No digas nada – dijo uno de los matones que pretendían atacar a los dos de la barra -, hay que lárganos de aquí.

El grupo de seis hombres armados, tenían en sus rostros expresiones nerviosas y no vacilaron en marcharse cuanto antes del lugar. Su improvisada huida, dejó a Mellanie con la mente confundida, mientras le prestaba al chico una rápida atención médica. Revisó que no tuviera contusiones en la cabeza y limpió su rostro de la sangre. Parecía no haber comido en días y la falta de alimento le hizo pensar en que quizá alguien no lo habría dejado comer. Las ropas que tenía no era harapos comunes, parecían telas de calidad.

- Necesito que alguien me ayude a recostarlo en una de las mesas, tengo que revisarlo por completo. Alguien que se asegure de que el lugar este seguro, esto no me da buena espina – dijo Mellanie tratando de prevenir cualquier hecho fortuito que pudiera poner en riesgo la vida de los presentes.

Tranquilamente el hermano mayor estrecho la mano del joven que se presentó ante con el nombre de Travis, miro todos los rasgos faciales del hombre y su vestimentas, por sus pintas su clan era de guerreros, esto ponía más contento al pequeño pelinegro. Luego dio a conocer el nombre de su caballo el cual era Faustino, un nombre bastante curioso pero agradable para Andy.

- Veo que tienes talento con la espada.- Dijo Andy con una que llegaba de oreja a oreja. – Me gustaría poder tomar algo contigo y poder hacerte una oferta… pero veo que tendría que ser en otro momento.

Pudo escuchar risas que en efecto provenían de los sujetos que Travis acababa de dar una lección, aunque este no le contase sobre su total participación claramente era notoria, es el único con espada a la vista. Portaban pistolas, Andy observo cada una de ellas detallándolas hasta en lo más minimo, pero el resultado era bastante decepcionante, puesto que ninguna era el arma que el buscaba.

- Decepsionante…- Dijo este mostrando una cara de total aburrimiento. - Personas como ustedes hacen que las armas de fuego sean vistas como algo de cobardes… algo de gallinas… y… eso me enoja. - El enojo del líder de la familia se hizo notar en su expresión, levanto su brazo derecho, cerro su mano y de un simple golpe destrozo una de las cillas que estaban en la barra, se giró y miro fríamente a todos hombres armados mientras dio unos pasos adelante, colocándose entre el espadachín y los pistoleros, levantando su puño, dejando ver claramente las protuberancias de acero que estaban equipadas en sus guantes  que ponía claramente un nombre… su nombre: Andy. – Yo mismo hare que todos ustedes regresen a la papelera de la cual nunca debieron haber salido…

Escapar nunca es una opción para el hermano mayor, su única chance de ganar era recibir tiros en cualquier lugar menos en un punto vital, pero antes de que cualquiera pudiera dar un movimiento algo ocurrió… y de una manera muy aleatoria.

Los oponentes de Andy escaparon a la llegada de un chico de no más de 13 años, se pudo escuchar claramente como uno de ellos le mandaba a cerrar la boca a otro, estuvo a punto de soltar el nombre de una familia, curioso. Al escuchar la petición de la dama este recogió una de las mesas para que pudiera revisar al chico, a simple vista no era más que simples golpes o moretones que recibió el pequeño, pero su falta de alimentación era notable para quien sea.

- ¡Cantinero! Prepara un banquete, ese niño tendrá mucha hambre al momento que despierte, la familia Giant pagara su comida. - De pronto se escuchó un ruido fuerte a las afueras, Andy corrió y se colocó justo a un costado de la entrada, asomo un poco la vista y lo que vio lo sorprendió más de lo que debería. - Esto tiene que ser un chiste… señores y señorita… tenemos compañía que no es amigable… 20 sujetos… 10 con espadas y 10 sin ningún arma a la vista...

Todo pasó tan rápido, que por un segundo pensé que no debía estar en ese lugar. Algo que captó mi atención fue lo que dijeron los hombres que antes habían estado causando problemas. Me quede pensando en las posibilidades que tenía de ser cierto, que el chico que Mell estaba atiendo fuera al que raptaron. Dejando de lado mi preocupación por no tener problemas con nadie, caminé hacia donde estaba mi amiga con el chico que recién había llegado. El muchacho de cabello largo que antes no había estado siguiendo, ordenó algo al encargado del lugar, pero no pareció advertir que este ya se había ido del lugar. Escuché un ruido que no me gustó para nada, pero a juzgar por cómo iba la situación sabía lo que iba a pasar a continuación. Lo que si no podía creer era como me había metido tanto en un asunto tan trillado como lo eran los problemas de la mafia. El muchacho que parecía un niño parecía sorprendido luego de ver por la ventana. Quizá la situación se complicaría más de lo normal.

- No hagas ninguna tontería – dije girando mi cuello para tratar de relajarme.

La puerta se abrió lentamente y 10 tipos vestidos con trajes negros entraron. Cada uno de ellos sostenía en sus manos una katana enfundada. Se fueron formando frente a nosotros, mientras podía ver como otros 10 más con las mismas armas en las manos, aparecían para subir por las escaleras a paso apresurado, lanzándonos miradas frías y llenas de seriedad. 5 sujetos más, vestidos de igual manera, entraron si arma alguna y se colocaron delante del grupo de espadachines con una pose marcial. Un pequeño hombre, muy bajito y regordete, apareció en el marco de la puerta. Llevaba un trae gris y un bastón. Caminó a paso gracioso hasta estar delante de todo el grupo que había llegado.

- Lamento la molestia, caballeros, pero podrían entregarme lo que es mío.

Lo miré y llevé mis brazos detrás de mi cuello, en una posición despreocupada.

- ¿Tuyo?, que yo recuerde no eres un noble para tratar a las personas como tu propiedad.

Uno de los hombres que no tenía arma alguna dio un paso al frente, pero bajito y regordete hombre de traje gris lo detuvo interponiendo su bastón para detener su avance.

- No – dijo mirándome fijamente a los ojos -. Escucha mocoso, estoy seguro de que no sabes quienes somos, así que será mejor que no quieras meterte en problemas con nosotros. Solo danos al chico y nada habrá pasado, seguirás en tu patética vida de lo que quieras ser.

Y la chica lo supuso bien. La situación se tornó muy peligrosa cuando uno de los presentes advirtió la presencia de posibles enemigos por fuera del lugar. Mellanie no le quitaba los ojos de encima al chico que estaba tendido en la mesa, pero, aun así, fue consciente a lo que todos ellos se estaban arriesgando. La puerta se abrió y entraron montones de hombres con trajes negros. A simple vista cualquiera diría que era una fiesta de blanco y negro, pero para la chica por cada segundo que pasaba las cosas se complicaban. Se quitó la mochila de encima y buscó entre sus cosas algo que ya había pensado necesario para ese momento. Sacó un estuche pequeño y de ella sacó un pequeño sobre plastificado de no más de 10 cm. Se lo colocó en la boca y rasgó la parte superior. Un pequeño cilindro transparente de plástico cayó en su mano izquierda. Era una aguja fina que normalmente se usaba para administrar sueros y medicamentos por vía venosa a los pacientes críticos en los hospitales. Mellanie había conseguido eso unos meses antes en un boticario de paso. Hizo una serie de movimientos rápidos e introdujo la aguja en la mano del chico. Uso una cinta adhesiva estéril para que la aguja no se moviera o se saliera de su sitio y unió el extremo libre con una manguera muy fina que se unía del otro lado a un frasco enorme con un líquido transparente.

- Este chico no ha comido en días, necesita por lo menos 8 horas para que la glucosa que le estoy administrando le haga recuperar la consciencia. No se lo llevaran hasta que esté mejor – dijo la chica secándose el sudor que tenía en la frente con una pequeña toalla que había sacado de su mochila.

Cuando se volvió hacia atrás, vio que un pequeño tipo estaba mirando a Max con una expresión altanera.

- No dejaré que unos tipos como ustedes traten a una persona de esta forma. No se lo llevaran.

El joven de pelo largo que se presentó como Andy pareció interesado en mi y en proponerme algo que dejó en duda cuando los pistoleros nos interrumpieron. Cuando la cosa estaba tan tensa que imaginaba próxima la pelea, un chico bastante joven y en mal estado entro en la taberna. Al verlo los pistoleros se asustaron y se marcharon a toda velocidad. El crió entró pidiendo ayuda a lo que no tardo la chica que se encontraba allí con nosotros. Con ayuda de Andy lo tumbaron en una mesa y le limpiaron la sangre. Andy pidió alimento para el crió pero el tabernero se había largado también, así que decidí ir yo a la cocina a ver que encontraba. Hábilmente salté la barra y comencé a buscar en los estantes y armarios de la cocina. Carne cruda, algo de pan y una gran olla con estofado; poca cosa, pero no me extrañó dada la clientela. Un momento más tarde salí de la cocina con un bol lleno de estofado y pan y me encontré mucha más gente de la que recordaba.

A mi izquierda se encontraban Andy, el otro de pelo largo, la chica y su paciente pinchado con una jeringuilla. Frente a ellos, a mi derecha un grupo de hombres armados y sin armas y delante de ellos, por tanto frente a mí, un hombre bajo y entrado en carnes. Y yo, detrás de la barra con las manos ocupadas. Al llegar oí al bajito de traje gris amenazar duramente al joven de pelo largo, cuyo nombre desconocía, y exigirle que le dieran al crio. La chica que atendió a este se negó diciendo que estaba mal herido y no debía moverse hasta su recuperación. El trajeado de gris contesto a la joven con una carcajada tan sonora que me dio incluso rabia. Se detuvo en cuanto dejé el bol en la barra bruscamente lo que provoco que se dieran cuenta de que estaba allí.
-Perdón, ¿interrumpo?- dije con una leve sonrisa antes de que me dijeran nada.

Pasé de nuevo la barra y limpié lo que había tirado del bol con un trapo. Me dirigí a la mesa donde estaba el chaval mal herido y puse el bol a un lado.
-¿Quien eres tú y donde esta Roy?- me preguntó de mala gana
-Mi nombre es Travis del clan Iwazuru y ese tal Roy no esta por aquí.-
Justo acabé de hablar cuando más hombres iguales que los que se encontraban tras el gordito bajaron del segundo piso. "Nada" dijo uno de ellos. Al gordito no le agradó la respuesta, al parecer buscaban a alguien más que al chico.
-Repetiré por ultima vez, darnos al chico o lo tomaremos por las malas.-

Mire a su espalda y vi a los hombres armados, miré a mi espalda y vi a los hombres armados. Ninguno con pistolas. Mire a Andy recordando la pequeña demostración con los pistoleros anteriores y miré al otro joven que portaba una katana. Desenvainé mi katana y pronto todos se pusieron en guardía.
-Elijo las malas- le dije al gordito sonriendo.

Desde luego que desconocía mi compañía, pero me bastaba con que supieran defenderse. Y por el temperamento que mostró Andy imaginé que tendría la espalda cubierta.

off-rol: