Yo no quería...[Moderado Nocturne]

El día era maravilloso, un clima soleado, un mar en calma, la suave brisa chocaba agradablemente contra tu rostro... Si no fuera por aquella ave que se había posado y no paraba de graznar habría sido un día perfecto antes de llegar a nuestro destino y comenzar la tarea que me había sido encomendada. A bordo de un navío de la marina navegaba hacia Gazia con una misión no muy difícil. Sería un trabajo relajado.

Me acerqué al ave, tenía una gran saca, era un mensajero al parecer, y me tendió un montón de panfletos que hasta que no los cogí no salió volando de nuevo. Me quedé mirando los panfletos. ¿Acaso ahora así es como repartían la publicidad? Cada vez eran más exigentes, y pesados para que les hagas caso. En fin, fui a mi camarote y dejé los papeles recibidos encima, me apetecía relajarme un poco, me había sentado fatal aquella chirriera que había tenido el ave.

Me senté en el sillón y pude observar que entre los panfletos había una especie de carta. Intrigado la cogí y abrí cuidadosamente. Estaba sellado con el emblema de la marina. Maldito pajarraco, casi tiro todo el fajo directamente a la basura al ver solamente propaganda. Comencé a leer, el ánimo se me vino abajo. Era una notificación de que la tarea había sido cancelada, en compensación nos daban unos días de permiso a todos los integrantes del barco, por las molestias ocasionadas por la pérdida de tiempo en el trecho de viaje que ya habíamos hecho.

Entonces me fijé en los panfletos publicitarios por curiosidad. Uno era de lencería. Tal vez lo dejaría por si algún marine desea ver algo para su mujer, en mi caso eso ya no tiene ninguna utilidad, y el mero recuerdo de la pequeña Yoshi no hacía más que entristecerme, por lo que lo dejé a un lado y continué leyendo para tratar de desviar mi mente de ese asunto.

Una exposición de artesanía era lo que otro de esos papeles anunciaba. Eso parecía ser interesante, una exposición con obras interesantes, técnicas nuevas y antiguas de arte, tenía pinta de ser interesante, pero un poco aburrido, y quería buscar algo en lo que pudiéramos estar toda la tripulación.

El tercer panfleto anunciaba una fiesta en Mirror Ball. Eso prometía ser bastante divertido, aunque tal vez demasiado caótico, además, la isla estaba bastante alejada de la zona en la que nos encontrábamos. Y seguramente muchos de los hombres acabasen embriagados y cometiendo actos de los que se arrepintiesen después, no me parecía nada bien que un grupo de marines causen problemas, se daría una pésima imagen de la organización, amén de decir que ya hay lugares donde no está bien visto el símbolo de la gaviota.

Cogí el último, como este no fuera algo interesante nos iríamos a la isla Kyuuka a pasar unos días de vacaciones. O por lo menos yo, les diría al resto que teníamos permiso temporal y podría irse cada uno donde más le plazca. Comencé a leer, una especie de torneo de fuerza. Entre los hombres hay algunos que están obsesionados con entrenar día y noche, es más, apuesto que hay algunos que si voy ahora a mirar están entrenándose entre ellos, luchando sin cuartel. Por más que les diga que traten de no sobrepasarse, no es suficiente como para disuadirles de ello. No puedo culparles, no me diferencio mucho de esa forma de pensar.

Terminé de leer la nota informativa acerca del torneo, se disputaba en The Fighter Island. Tengo entendido que allí hay un tipo de árbol especial cuya madera tiene unas propiedades únicas y especiales, podría ser interesante. Además hay un buen premio en metálico para el ganador del torneo. Creo que a los hombres les gustará. Salí y di un llamado para reunir a todos los hombres en cubierta.

-Señores, tengo buenas y malas noticias. Para algunos tal vez solo buenas noticias. -Sonreí por la ironía. ¿Quién prefiere estar trabajando antes que estar relajados? Seamos realistas.- Acaba de llegarme un comunicado de la marina, la misión en Gazia queda completamente anulada. Me temo que hemos hecho un viaje en vano, camaradas.

Comenzaron a escucharse quejidos por una parte, saltos de júbilo por otra. Tal y como me pensaba. Comenzaron a hablar entre ellos, yo tan solo les miré, hasta que uno de ellos hizo saltar la alarma preguntando por la buena noticia. Otros decían que esa era la buena, y el resto temía que ahora llegase la mala noticia. Extendí el panfleto y proseguí.

-Esto es un evento que se disputa en una isla próxima, se trata de un torneo de lucha. Se que hay algunos que estaréis de acuerdo si os propongo ir allí, podremos ver combates interesantes, podréis participar quienes queráis. Además, hay premio en metálico, y una recompensa especial para el ganador del torneo. Puede ser interesante. ¿Qué me decís chicos? ¿Queréis ir a Fighter Island? Está muy próxima si no estoy muy equivocado.

Miré al timonel aguardando una confirmación y, sobre todo, miré al grueso del grupo esperando una respuesta que tenía la esperanza de que fuera positiva.

El aviso del vigía me dejó un poco indiferente. Al fin y al cabo el día anterior confundió un cadáver con una isla. Se comprendía por el hecho de que era una ballena y bueno, desde lejos podría ser difícil, pero el hedor que nos dejó a todos cuando nos aproximamos todavía lo tenía metido en las narices. Y tanto como yo aproximadamente el ochenta por ciento de la tripulación. El resto no subieron a cubierta siquiera.

Pero esta ocasión resultaba ser cierto, parecía que se había asegurado tras estar cinco minutos observando con el catalejo. Esta vez no parecía haber duda alguna, una isla se aproximaba por el horizonte, el navegante estaba completamente seguro de que esa sería la isla que estábamos buscando, por lo que parecía ser que llegábamos a nuestro destino.

Pequeñas barcazas de pesca no se ubicaban demasiado lejos de la costa y del puerto. Por suerte no había ninguna que se nos cruzase en el camino. Hay cada loco a los mandos de esos botes que si te descuidas los acabas hundiendo, y luego el problema es del barco grande.

Llegamos al puerto, y antes de bajar les dediqué unas palabras a los hombres. Las últimas palabras que les diría antes de reunirnos de nuevo, seguramente.

-Muy bien chicos, hemos llegado. A partir de aquí sois libres de hacer lo que queráis, pero sabed que yo pienso apuntarme a la competición. Si alguno va a hacerlo, os deseo suerte a todos. Mientras volváis en el plazo establecido, no habrá problema. Eso si, no olvidéis que sois marines. Si alguien provoca algún problema, será duramente castigado. Ahora chicos. Disfrutad las vacaciones.

Bajé del navío, acordé el amarre del mismo en el muelle, pagué lo correspondiente por mantenerlo el tiempo necesario allí y me dirigí hacia el interior de la isla, buscando dónde había que ir para informarse e inscribirse en el torneo de lucha. Tenía ganas de probarme contra todo tipo de gente. De vez en cuando era bueno, sobre todo si buscas mejorar incesantemente.

El ambiente estaba animado por la zona, el sonido del mercado era como se esperaba, todos intentando venderte la moto a precio de coste. Cuando algo está tan barato suele haber un motivo oculto, pero prefería no preocuparme por esas cosas en este momento, tenía la intención de llegar a las inscripciones para el evento, quería participar y conseguir ese premio. No sabía qué sería, pero estaba seguro que habría rivales interesantes, y al tratarse de un evento así no debe haber peligro real, será tal vez algún tipo de competición de lucha con unas reglas básicas, por lo que dudaba que existiese verdadero peligro.

De camino noté algo extraño. No puedo evitar fijarme en todo cuanto me rodea cuando me hallo en un entorno desconocido, la mayoría de las veces me siento incapaz de bajar la guardia, sobre todo si me encuentro solo en dicho lugar. Había gente muy animada, sin embargo parecía que había otro tipo de personas no tan contentas. No parece tratarse de un colectivo ni nada similar. Pero tal vez simplemente sean imaginaciones y paranoias mías, al fin y al cabo siempre desconfío de allá por donde voy, no debe significar nada más que mi afán de encontrarme con problemas imaginarios por doquier.

Lo que si llamó mi atención y me hizo detenerme en seco fue una persona que estaba tirada en la calle, parecía estar en verdaderos apuros, dejando de lado que se trataba de una persona que vive en la calle. La gente le ignoraba y pasaba de lado, mientras el hombre con la mirada perdida murmuraba palabras ininteligibles. No pude evitar aproximarme a él y agacharme.

-Caballero. ¿Se encuentra usted bien? ¿Necesita ayuda?