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Los últimos días en aquella isla estaban transcurriendo tranquilamente y se hacían incluso tediosos. Ya tenía apalabrado con un transportista ir en su barco de contrabando a cambio de un nuevo trabajillo, aunque este era de una dificultad bastante baja, por lo que lo haría a última hora sin darle mucha importancia.
El hostal en el que me encontraba aún olía a vomitonas del día anterior, por lo que decidí salir e ir al segundo sitio que más frecuentaba; La taberna de la isla. Desde mi estancia en Cliff Island, no había faltado ni un sólo día a mi particular cita con Marcus, Vane y la rubia camarera cuyo nombre era incapaz de recordar. Desayunos con buena conversación, cañas mañaneras, tardes para ahogar las penas y noches de gratuito emborrachamiento.
El clima era agradable fuera, aunque en la sombra hacía algo de frío. Las calles seguían siendo igual de tenues y continuaban repletas de gente murmurando, otras vociferando y mendigos solicitando dinero para comer. Sin duda, era una isla bastante curiosa que guardaría en mi mente durante años. Y es que pese a su pobreza, me sentía como en casa allí. Quizá mucho mejor que una ciudad de nobles, aunque allí no había hurto con beneficio, las cosas como son. Quizá sería una buena isla para mi retiro como asesino profesional. Cuando reuniese el dinero suficiente como para ello y no tuviese más ambición, me replantearía comprarme una casa por allí. Es más, ¿Por qué no tantear si podía hacerlo ya? Aunque bien es cierto que no había indagado mucho por la isla, moviéndome únicamente por las zonas colindantes al hostal.
- Tome, caballero -comenté lanzando un par de monedas a uno de los mendigos cuya cara más me sonaba-. Que tenga un buen día.
Durante unos segundos me paré a divisar la zona en la que estaba. De nuevo, me había perdido y, gracias a ello, había descubierto un nuevo lugar. Las casas eran algo menos viejas, y las ventanas tenían intensos adornos plateados.
- Disculpe, ¿la taberna de Vane es por aquí? -pregunté a una señora del lugar
- Puff… otro borracho, los hombres son todos iguales, solo piensan en beber. ¡Búsquese un trabajo! -comentó a su amiga sin siquiera mirarme.
Bueno, pues vamos por aquí mismo.
Tras unos quince minutos o así, logré llegar a la taberna guiándome por los sitios que más o menos conocía o al menos me sonaban de haber pasado esporádicamente cerca de ellos. Tras llegar a la taberna y entrar, ojeé cada rincón de ésta, la cual no estaba especialmente llena por la mañana.
- Buenas, Marcus, ¿Qué tal? Ponme el mismo ron de siempre y algo de comer -dije a la par que me sentaba sobre la barra-. ¿Es cosa mía o está demasiado tranquilo todo últimamente? Casi que desearía algo de acción.
El hostal en el que me encontraba aún olía a vomitonas del día anterior, por lo que decidí salir e ir al segundo sitio que más frecuentaba; La taberna de la isla. Desde mi estancia en Cliff Island, no había faltado ni un sólo día a mi particular cita con Marcus, Vane y la rubia camarera cuyo nombre era incapaz de recordar. Desayunos con buena conversación, cañas mañaneras, tardes para ahogar las penas y noches de gratuito emborrachamiento.
El clima era agradable fuera, aunque en la sombra hacía algo de frío. Las calles seguían siendo igual de tenues y continuaban repletas de gente murmurando, otras vociferando y mendigos solicitando dinero para comer. Sin duda, era una isla bastante curiosa que guardaría en mi mente durante años. Y es que pese a su pobreza, me sentía como en casa allí. Quizá mucho mejor que una ciudad de nobles, aunque allí no había hurto con beneficio, las cosas como son. Quizá sería una buena isla para mi retiro como asesino profesional. Cuando reuniese el dinero suficiente como para ello y no tuviese más ambición, me replantearía comprarme una casa por allí. Es más, ¿Por qué no tantear si podía hacerlo ya? Aunque bien es cierto que no había indagado mucho por la isla, moviéndome únicamente por las zonas colindantes al hostal.
- Tome, caballero -comenté lanzando un par de monedas a uno de los mendigos cuya cara más me sonaba-. Que tenga un buen día.
Durante unos segundos me paré a divisar la zona en la que estaba. De nuevo, me había perdido y, gracias a ello, había descubierto un nuevo lugar. Las casas eran algo menos viejas, y las ventanas tenían intensos adornos plateados.
- Disculpe, ¿la taberna de Vane es por aquí? -pregunté a una señora del lugar
- Puff… otro borracho, los hombres son todos iguales, solo piensan en beber. ¡Búsquese un trabajo! -comentó a su amiga sin siquiera mirarme.
Bueno, pues vamos por aquí mismo.
Tras unos quince minutos o así, logré llegar a la taberna guiándome por los sitios que más o menos conocía o al menos me sonaban de haber pasado esporádicamente cerca de ellos. Tras llegar a la taberna y entrar, ojeé cada rincón de ésta, la cual no estaba especialmente llena por la mañana.
- Buenas, Marcus, ¿Qué tal? Ponme el mismo ron de siempre y algo de comer -dije a la par que me sentaba sobre la barra-. ¿Es cosa mía o está demasiado tranquilo todo últimamente? Casi que desearía algo de acción.
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Otro día, otra jornada en el Nox. El tiempo pasa de manera curiosa en Cliff Island, y es que a pesar de vivir semana tras semana la misma rutina de siempre, nunca se siente del todo aburrido. Después de todo, cada vez que el sol se alza por el horizonte, augura alguna ocurrencia nueva que hace que no haya dos días iguales.
O al menos eso hubiera afirmado hasta hacía varios días. Porque como bien confirmó Brynn temprano en la mañana durante su charla con Marcus, las cosas estaban especial e inquietantemente tranquilas últimamente. Algo inusual y a lo que yo no estaba del todo acostumbrado.
- ¿Hoy comerás aquí, o tienes algo importante que hacer luego? - le preguntó mi compañero al moreno. - O si no, siempre podrías bajar al sótano y buscar la acción tú mismo. En esta isla la emoción nunca duerme.
Medio en bromas, medio en serio. Marcus era todo un dicharachero. Y yo atendí vagamente a la conversación desde detrás de la barra, limpiando un vaso de cristal con cara de póker a falta de alguna distracción mejor. Aunque mirando el lado positivo, con Amy haciendo cada vez un mejor trabajo, eso hacía que me tuviera que molestar menos por resolver conflictos innecesarios.
Tonterías aparte, la llegada de Brynn a mi local solía significar algo bueno para mí. O bien por unas razones, o por otras, pero de momento no me había causado ningún disgusto. Al menos nada relevante.
Con las expectativas altas, me dirigí a la cocina para comenzar con lo más simple de todo, que sería prepararle un desayuno al cliente mientras Marcus lo mantenía entretenido. Y ya una vez le hubiera servido el plato delante, podríamos tratar temas más serios.
- Y entonces va el tío y dice, con toda la cara del mundo, que no tiene con qué pagar. ¿Te lo puedes creer?
Llegué a tiempo para terminar de oír la anécdota que le estaba contando Marcus a Brynn poco después de servirle el ron, por lo que no pude evitar sonreír al imaginarme de qué estaba hablando. Sí, el día que aquel borracho intentó colármela en la cara... y luego salió del Nox hecha un cromo.
- Buenos días - le saludé mientras le servía el desayuno. - ¿Tanto te aburres? - añadí para sacar algo de conversación.
O al menos eso hubiera afirmado hasta hacía varios días. Porque como bien confirmó Brynn temprano en la mañana durante su charla con Marcus, las cosas estaban especial e inquietantemente tranquilas últimamente. Algo inusual y a lo que yo no estaba del todo acostumbrado.
- ¿Hoy comerás aquí, o tienes algo importante que hacer luego? - le preguntó mi compañero al moreno. - O si no, siempre podrías bajar al sótano y buscar la acción tú mismo. En esta isla la emoción nunca duerme.
Medio en bromas, medio en serio. Marcus era todo un dicharachero. Y yo atendí vagamente a la conversación desde detrás de la barra, limpiando un vaso de cristal con cara de póker a falta de alguna distracción mejor. Aunque mirando el lado positivo, con Amy haciendo cada vez un mejor trabajo, eso hacía que me tuviera que molestar menos por resolver conflictos innecesarios.
Tonterías aparte, la llegada de Brynn a mi local solía significar algo bueno para mí. O bien por unas razones, o por otras, pero de momento no me había causado ningún disgusto. Al menos nada relevante.
Con las expectativas altas, me dirigí a la cocina para comenzar con lo más simple de todo, que sería prepararle un desayuno al cliente mientras Marcus lo mantenía entretenido. Y ya una vez le hubiera servido el plato delante, podríamos tratar temas más serios.
- Y entonces va el tío y dice, con toda la cara del mundo, que no tiene con qué pagar. ¿Te lo puedes creer?
Llegué a tiempo para terminar de oír la anécdota que le estaba contando Marcus a Brynn poco después de servirle el ron, por lo que no pude evitar sonreír al imaginarme de qué estaba hablando. Sí, el día que aquel borracho intentó colármela en la cara... y luego salió del Nox hecha un cromo.
- Buenos días - le saludé mientras le servía el desayuno. - ¿Tanto te aburres? - añadí para sacar algo de conversación.
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El ron se hizo esperar. Tanto que por poco vendo un riñón para acelerar el proceso de compra. Pero finalmente no hizo falta. Y afortunadamente, Marcus me trajo la bebida justo a tiempo.
Degusté el pequeño y característico toque que el camarero parlatán le daba a veces al ron.
-Ya sabes que te robaré la receta algún día -comenté entre risas dando un nuevo sorbo-. No sé de dónde sacas éste dulzor pero… le queda muy bien.
Tras ello, y mientras esperaba pacientemente la comida, Marcus empezó a contarme una de sus famosas historias. La gran mayoría eran bastante mediocres, pero la labia que el camarero exhibía, así como la gracia con la que lo contaba, hacían de cada historia una única y graciosa experiencia que, generalmente, entretenían a su receptor.
Aquél día, la historia era sobre un estafador y como Vane le descubrió, dándole una sonora galleta y expulsandolo de la taberna ante una incontenible risa del expectante público del lugar. Sin duda una humillación como aquella espantaría a la mala gente de la zona.
Será por estafadores, ladrones y agresores
-Gracias. La verdad es que ya tengo bastante hambre.
Hoy en el menú tocaba un filete de ternera con unas patatas en salsa. Un digno manjar para aquellas horas.
-Pues no sé… -comenté con un trozo de filete en la boca- Creo que hoy va a tocar un poco de entrenamiento, total… esta isla o está muerta o llena de gente con quién trapichear. En fin, qué se le va a hacer. ¿Tu no sabrás nada, no? -comenté antes de volver a meterme un trozo de filete, esta vez mezclado con patatas y mirar a Marcus-. Tráeme otro ron, y si lo preparas delante mía, prometo pagarte diez veces más su precio a modo de propina. Solo por saber cómo lo haces… ¡Y te prometo que sólo lo usaré para mi cosecha! Nada de vender la receta, palabra de honor.
Confiaba en que Marcus me diese un voto de confianza y me la mostrase, aunque por otra parte, era lo más normal del mundo no fiarse de un tipo como yo.
Degusté el pequeño y característico toque que el camarero parlatán le daba a veces al ron.
-Ya sabes que te robaré la receta algún día -comenté entre risas dando un nuevo sorbo-. No sé de dónde sacas éste dulzor pero… le queda muy bien.
Tras ello, y mientras esperaba pacientemente la comida, Marcus empezó a contarme una de sus famosas historias. La gran mayoría eran bastante mediocres, pero la labia que el camarero exhibía, así como la gracia con la que lo contaba, hacían de cada historia una única y graciosa experiencia que, generalmente, entretenían a su receptor.
Aquél día, la historia era sobre un estafador y como Vane le descubrió, dándole una sonora galleta y expulsandolo de la taberna ante una incontenible risa del expectante público del lugar. Sin duda una humillación como aquella espantaría a la mala gente de la zona.
Será por estafadores, ladrones y agresores
-Gracias. La verdad es que ya tengo bastante hambre.
Hoy en el menú tocaba un filete de ternera con unas patatas en salsa. Un digno manjar para aquellas horas.
-Pues no sé… -comenté con un trozo de filete en la boca- Creo que hoy va a tocar un poco de entrenamiento, total… esta isla o está muerta o llena de gente con quién trapichear. En fin, qué se le va a hacer. ¿Tu no sabrás nada, no? -comenté antes de volver a meterme un trozo de filete, esta vez mezclado con patatas y mirar a Marcus-. Tráeme otro ron, y si lo preparas delante mía, prometo pagarte diez veces más su precio a modo de propina. Solo por saber cómo lo haces… ¡Y te prometo que sólo lo usaré para mi cosecha! Nada de vender la receta, palabra de honor.
Confiaba en que Marcus me diese un voto de confianza y me la mostrase, aunque por otra parte, era lo más normal del mundo no fiarse de un tipo como yo.
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-En fin, qué se le va a hacer. ¿Tu no sabrás nada, no?
Estaba tardando en preguntar. Y más estaba tardando yo en responder, pero por desgracia, realmente no se me ocurría nada en particular que pudiera ofrecerle a Brynn. Aunque bueno, tal vez...
En lo que me puse a pensar con expresión meditabunda, el pirata le pidió e incluso intentó sobornar a Marcus para que le enseñara "el secreto de su ron dulce", a lo que éste respondió con una sonora carcajada... La cual duró hasta que se dio cuenta de que Brynn iba en serio, lo cual le cambió la cara a una de indecisión.
-Amigo -comenzó-. No es que no confíe en que vendas o no la receta por ahí. Pero comprenderás que se trata de algo que no puedo simplemente darte a la ligera. Es una receta de familia, ¿sabes?
Arqueé una ceja ante las declaraciones de mi empleado. ¿De verdad lo era? Al fin y al cabo Marcus siempre estaba buscando excusas para no decirle a nadie cómo preparaba ese adictivo toque singular de la bebida. No me sorprendería que estuviera inventándoselo todo, así como tampoco le juzgaría por ello.
-De hecho... -comencé yo, acariciándome la barbilla-. Ahora que habláis del tema, puede que sí que haya algo que puedas hacer para entretenerte, compañero. Y si te sale bien saldremos ganando todos. No, no voy a ponerte en la cocina, tranquilo. Al menos no en la mía -sonreí, antes de acercarme y murmurar en voz más baja-. ¿Cómo de bien se te da colarte sigilosamente en sitios cuya puerta está cerrada?
Estaba tardando en preguntar. Y más estaba tardando yo en responder, pero por desgracia, realmente no se me ocurría nada en particular que pudiera ofrecerle a Brynn. Aunque bueno, tal vez...
En lo que me puse a pensar con expresión meditabunda, el pirata le pidió e incluso intentó sobornar a Marcus para que le enseñara "el secreto de su ron dulce", a lo que éste respondió con una sonora carcajada... La cual duró hasta que se dio cuenta de que Brynn iba en serio, lo cual le cambió la cara a una de indecisión.
-Amigo -comenzó-. No es que no confíe en que vendas o no la receta por ahí. Pero comprenderás que se trata de algo que no puedo simplemente darte a la ligera. Es una receta de familia, ¿sabes?
Arqueé una ceja ante las declaraciones de mi empleado. ¿De verdad lo era? Al fin y al cabo Marcus siempre estaba buscando excusas para no decirle a nadie cómo preparaba ese adictivo toque singular de la bebida. No me sorprendería que estuviera inventándoselo todo, así como tampoco le juzgaría por ello.
-De hecho... -comencé yo, acariciándome la barbilla-. Ahora que habláis del tema, puede que sí que haya algo que puedas hacer para entretenerte, compañero. Y si te sale bien saldremos ganando todos. No, no voy a ponerte en la cocina, tranquilo. Al menos no en la mía -sonreí, antes de acercarme y murmurar en voz más baja-. ¿Cómo de bien se te da colarte sigilosamente en sitios cuya puerta está cerrada?
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- Depende, caballero. Es directamente proporcional al valor de las cosas que haya en su interior -comenté con una sonrisa dibujada en el rostro-. Aún sin saber que pretendes, permítame que me apunte. ¿Qué tienes para mí?
Me levanté y volví a ojear a Marcus, quien se resistía a darme su maravillosa receta aplicada a diversos alcoholes. Si bien es cierto que me esperaba una negativa, aquello no quedaría así. Seguro que podía pagarle de alguna manera, pero aquél ron… Era único.
Me levanté dejando una cuarta parte del filete y un par de gotas del ron servido por Marcus. Me estiré ampliamente e hice todo oídos a lo que Vane tuviese que decirme. No sin antes dirigirme una última vez al dicharachero camarero.
- Si tu jefe tiene algo para mí, prepárame un nuevo ron en un termo, esto puede ir para largo -comenté sonriendo de nuevo y palpando mi katana-. Necesito algo de acción o acabaré demasiado oxidado.
Sin duda, Vane tenía que tener información de todo lo que ocurría en el pueblo. Ya no sólo por su situación de camarero/propietario/cocinero y amo y señor del pub, si no por la serie de contactos que había demostrado tener.
En cuanto tuviera toda la información posible, iría hacia el lugar sin dudarlo para estudiar todas las salidas y entradas que tuviera, así como la ubicación del lugar a entrar. Probablemente eligiera la noche como acompañante para el trabajillo, algo que, sin duda, me facilitaría en gran medida el éxito en la misión.
Y es que, allá donde el deber reclama a Brynn, éste hará acto de presencia. Allá donde haya dinero, alguien a quien robar, un encargo o un suculento premio, éste se presentará como un ratón sobre un queso. Degustará ese manjar que la vida le pone delante.
Me levanté y volví a ojear a Marcus, quien se resistía a darme su maravillosa receta aplicada a diversos alcoholes. Si bien es cierto que me esperaba una negativa, aquello no quedaría así. Seguro que podía pagarle de alguna manera, pero aquél ron… Era único.
Me levanté dejando una cuarta parte del filete y un par de gotas del ron servido por Marcus. Me estiré ampliamente e hice todo oídos a lo que Vane tuviese que decirme. No sin antes dirigirme una última vez al dicharachero camarero.
- Si tu jefe tiene algo para mí, prepárame un nuevo ron en un termo, esto puede ir para largo -comenté sonriendo de nuevo y palpando mi katana-. Necesito algo de acción o acabaré demasiado oxidado.
Sin duda, Vane tenía que tener información de todo lo que ocurría en el pueblo. Ya no sólo por su situación de camarero/propietario/cocinero y amo y señor del pub, si no por la serie de contactos que había demostrado tener.
En cuanto tuviera toda la información posible, iría hacia el lugar sin dudarlo para estudiar todas las salidas y entradas que tuviera, así como la ubicación del lugar a entrar. Probablemente eligiera la noche como acompañante para el trabajillo, algo que, sin duda, me facilitaría en gran medida el éxito en la misión.
Y es que, allá donde el deber reclama a Brynn, éste hará acto de presencia. Allá donde haya dinero, alguien a quien robar, un encargo o un suculento premio, éste se presentará como un ratón sobre un queso. Degustará ese manjar que la vida le pone delante.
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-¿Qué tienes para mí?
-Llegó hace un par de días a mis oídos, que la familia Grovenorov ha adquirido una sustanciosa cuantía de botellas, de un preciado licor de las islas del Este -le expliqué, sentándome a su lado-. No es una familia muy grande, pero tiene sus influencias. Y al parecer guardan con recelo su reciente mercancía, por lo que solo la venden a precios desorbitados.
Mientras hablaba, Marcus se dispuso a hacer lo que Brynn le había pedido. Normalmente le cargaría extra por el termo, pero aparte de que había cierta confianza entre el de tez morena y yo, también había que tener en cuenta el trabajito que le estaba encargando. Sí, lo mejor era dejarlo como un "incentivo" , para fomentar aún más la fructífera relación entre ambos.
-Y estaba pensando... ¿y si desapareciera una caja o dos de su almacén? Para cuando noten su ausencia, ya habrán repartido tantas a tantos locales que no sabrán adónde han ido a parar esas -sonreí-. Un poco de papeleo falsificado por aquí y por allá, y si cubres bien tus huellas será un asunto limpio. Tampoco podrán montar mucho escándalo público al respecto, por miedo a que eso los haga verse vulnerables frente a las otras familias. ¿Qué me dices? ¿Podrás con ello?
Al parecer Brynn estaba ansioso por hacerlo, porque apenas hablamos de la recompensa y un poco de información extra, en cuanto tuvo el termo que le trajo Marcus con el ron y pagó la cuenta se esfumó por la puerta como si nunca hubiera estado allí.
Intenté proporcionarle todos los datos que pudiera, de manera discreta. Cómo llegar hasta el susodicho almacén, la hora a la que hacían cambio de guardia los escasos vigilantes de los Grovenorov, en qué parte del lugar debía buscar el licor... Aquellas cosas que uno podía enterarse hablando con los observadores adecuados.
Porque sí, llevaba planeando este golpe precisamente desde que me enteré de la existencia de ese botín. Aunque no por el hecho de apropiarme de él, sino porque suponía una zancadilla en el ascenso de aquellos imbéciles refinados. Y todo lo que supusiera una sutil interrupción del crecimiento de la competencia, siempre era bueno para mí.
Solo me faltaba esperar al regreso del pirata, que según lo acordado sería por la tarde/noche en el callejón trasero del Nox, para evitar miradas indiscretas. Mientras tanto, seguí actuando con naturalidad como siempre, regentando el local como si nada.
-Llegó hace un par de días a mis oídos, que la familia Grovenorov ha adquirido una sustanciosa cuantía de botellas, de un preciado licor de las islas del Este -le expliqué, sentándome a su lado-. No es una familia muy grande, pero tiene sus influencias. Y al parecer guardan con recelo su reciente mercancía, por lo que solo la venden a precios desorbitados.
Mientras hablaba, Marcus se dispuso a hacer lo que Brynn le había pedido. Normalmente le cargaría extra por el termo, pero aparte de que había cierta confianza entre el de tez morena y yo, también había que tener en cuenta el trabajito que le estaba encargando. Sí, lo mejor era dejarlo como un "incentivo" , para fomentar aún más la fructífera relación entre ambos.
-Y estaba pensando... ¿y si desapareciera una caja o dos de su almacén? Para cuando noten su ausencia, ya habrán repartido tantas a tantos locales que no sabrán adónde han ido a parar esas -sonreí-. Un poco de papeleo falsificado por aquí y por allá, y si cubres bien tus huellas será un asunto limpio. Tampoco podrán montar mucho escándalo público al respecto, por miedo a que eso los haga verse vulnerables frente a las otras familias. ¿Qué me dices? ¿Podrás con ello?
Al parecer Brynn estaba ansioso por hacerlo, porque apenas hablamos de la recompensa y un poco de información extra, en cuanto tuvo el termo que le trajo Marcus con el ron y pagó la cuenta se esfumó por la puerta como si nunca hubiera estado allí.
Intenté proporcionarle todos los datos que pudiera, de manera discreta. Cómo llegar hasta el susodicho almacén, la hora a la que hacían cambio de guardia los escasos vigilantes de los Grovenorov, en qué parte del lugar debía buscar el licor... Aquellas cosas que uno podía enterarse hablando con los observadores adecuados.
Porque sí, llevaba planeando este golpe precisamente desde que me enteré de la existencia de ese botín. Aunque no por el hecho de apropiarme de él, sino porque suponía una zancadilla en el ascenso de aquellos imbéciles refinados. Y todo lo que supusiera una sutil interrupción del crecimiento de la competencia, siempre era bueno para mí.
Solo me faltaba esperar al regreso del pirata, que según lo acordado sería por la tarde/noche en el callejón trasero del Nox, para evitar miradas indiscretas. Mientras tanto, seguí actuando con naturalidad como siempre, regentando el local como si nada.
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Escuché pacientemente cada palabra que Vane me dedicaba. Me dio algunas instrucciones sobre la familia que poseía la carga que debía robar. Una delicada bebida que seguramente, aparte de dar unas evidentes ganancias al pub en el que me encontraba, zancadillearía las andaduras de sus competidores.
- Gracias por la información, esta noche en el callejón nos vemos.
Y dicho aquello, me alejé del pub en dirección al almacén. Por el camino fui pensando si sería mejor acceder en cuanto viese una oportunidad o estudiar la viabilidad de colarme a según que hora. Palpé el machete a la par que deseaba no tener que emplearlo en aquella misión, de hacerlo, todo se complicaría mucho más.
Al llegar al almacén pronto me dí cuenta de la seguridad. Parecía haber dos puertas, una frontal y otra trasera, y en cada una de ellas había un guardia. Los horarios de cambio de guardia proporcionados por Vane seguro que me venían bien. Saqué unos guantes de los bolsillos y me los puse deslizándolos lentamente a la par que me sentaba en un banco cercano.
Mierda Pensé al ver el primer cambio de guardia. Lo hicieron justo en la puerta, no dejando ni un segundo de vigilar el interior, algo que sin duda complicaba la parte del plan.
Si quería tener éxito, debía inmovilizar al guardia o encontrar otro lugar para entrar rápidamente. Pero no podía cargar con ningún asesinato ni permitirme que me vieran acceder al lugar. Sonreí al ver cómo la cosa se complicaba.
Entonces me fijé en una de las ventanas del almacén, a la cual seguramente pudiera acceder si lograba subir hasta el techo del edificio, lo cual era bastante complicado, pero no imposible. Desde luego, sería más divertido que realizar algún tipo de llave sobre el guardia y arriesgarme a que su fuerza fuera superior a la mía o a llamar demasiado la atención. Entonces comencé a ver cómo trepar, dándome cuenta de que los únicos sitios estaban demasiado cerca de los guardias y no había ningún cable telefónico en los alrededores.
Tendré que hacerlo de otra manera…
Merodeé las tiendas cercanas hasta conseguir una cuerda con un gancho y volví a las ocho de la tarde al almacén, donde aguardé a un nuevo cambio de guardia para hacer acto de presencia. Primero sorteé a los guardia cuando hablaban entre ellos para lanzar el gancho y fijarlo a un canalón, trepando hasta el techo y, posteriormente, colgándome sobre el bordillo de la ventana. Con un par de suaves golpes en el lugar indicado, conseguí abrir la cerradura de la ventana y me introduje en el almacén. La bebida en cuestión era un exquisito licor anaranjado, en cuya botella se podía leer la marca Ckats. Dentro del almacén no había mucha agente, un guardia paseaba de manera muy mecánica, por lo que fuí entrando en las diferentes salas esperando pacientemente hasta que divisé aquella botella. Y no sólo eso, sino que también había albaranes por el precio de compra, así como quien era el distribuidor de aquellas sustancias. Sin pensármelo dos veces, adquirí los albaranes y cogí dos cajas de doce botellas cada una. Además, aproveché para coger una carpeta con la contabilidad del presente ejercicio, en la cual se podía leer Copia de la contabilidad -2- actual.
Seguro que a Vane le gustaría disponer de esta información. Además, al ser presuntamente una copia, no creo que se preocupen mucho si desaparece.
Volviendo por el lugar por el que entré, volví a subir con bastantes dificultades una caja primero y, posteriormente, una segunda. Una vez en el techo, esperé de nuevo con una inevitable paciencia a la par que me terminaba el termo con el dulce ron servido por Marcus. Hasta que al final, el guardia entró al interior del almacén, quizá a hacer sus necesidad, o quizá cansado de no ver nada interesante. Me deslicé ágilmente de nuevo con una caja para después hacer lo mismo con la restante y, desde el suelo, salí corriendo hacia el callejón.
Pasaron unos minutos hasta que llegué algo más tarde de lo pactado, pero con los deberes hechos.
- Siento la tardanza, no me fue fácil bajar con las dos cajas. Toma -comenté dándole los dos bultos repletos de botellas de licor y metiéndome la mano en el bolsillo, sacando los albaranes-. Aquí tienes un regalo, por tu amabilidad. Viene el precio de compra y la empresa que los distribuye. Quizá, si te mueves, puedas obtener algo con esta información. Ah, por cierto -Señalé ahora una de las dos cajas-. Dentro de esa hay una carpeta con lo que parece ser una contabilidad “ambigua”. Por llamarlo de alguna manera. Dirás que la espera no ha merecido la pena, eh. ¿Seguimos hablando en el interior del pub?
- Gracias por la información, esta noche en el callejón nos vemos.
Y dicho aquello, me alejé del pub en dirección al almacén. Por el camino fui pensando si sería mejor acceder en cuanto viese una oportunidad o estudiar la viabilidad de colarme a según que hora. Palpé el machete a la par que deseaba no tener que emplearlo en aquella misión, de hacerlo, todo se complicaría mucho más.
Al llegar al almacén pronto me dí cuenta de la seguridad. Parecía haber dos puertas, una frontal y otra trasera, y en cada una de ellas había un guardia. Los horarios de cambio de guardia proporcionados por Vane seguro que me venían bien. Saqué unos guantes de los bolsillos y me los puse deslizándolos lentamente a la par que me sentaba en un banco cercano.
Mierda Pensé al ver el primer cambio de guardia. Lo hicieron justo en la puerta, no dejando ni un segundo de vigilar el interior, algo que sin duda complicaba la parte del plan.
Si quería tener éxito, debía inmovilizar al guardia o encontrar otro lugar para entrar rápidamente. Pero no podía cargar con ningún asesinato ni permitirme que me vieran acceder al lugar. Sonreí al ver cómo la cosa se complicaba.
Entonces me fijé en una de las ventanas del almacén, a la cual seguramente pudiera acceder si lograba subir hasta el techo del edificio, lo cual era bastante complicado, pero no imposible. Desde luego, sería más divertido que realizar algún tipo de llave sobre el guardia y arriesgarme a que su fuerza fuera superior a la mía o a llamar demasiado la atención. Entonces comencé a ver cómo trepar, dándome cuenta de que los únicos sitios estaban demasiado cerca de los guardias y no había ningún cable telefónico en los alrededores.
Tendré que hacerlo de otra manera…
Merodeé las tiendas cercanas hasta conseguir una cuerda con un gancho y volví a las ocho de la tarde al almacén, donde aguardé a un nuevo cambio de guardia para hacer acto de presencia. Primero sorteé a los guardia cuando hablaban entre ellos para lanzar el gancho y fijarlo a un canalón, trepando hasta el techo y, posteriormente, colgándome sobre el bordillo de la ventana. Con un par de suaves golpes en el lugar indicado, conseguí abrir la cerradura de la ventana y me introduje en el almacén. La bebida en cuestión era un exquisito licor anaranjado, en cuya botella se podía leer la marca Ckats. Dentro del almacén no había mucha agente, un guardia paseaba de manera muy mecánica, por lo que fuí entrando en las diferentes salas esperando pacientemente hasta que divisé aquella botella. Y no sólo eso, sino que también había albaranes por el precio de compra, así como quien era el distribuidor de aquellas sustancias. Sin pensármelo dos veces, adquirí los albaranes y cogí dos cajas de doce botellas cada una. Además, aproveché para coger una carpeta con la contabilidad del presente ejercicio, en la cual se podía leer Copia de la contabilidad -2- actual.
Seguro que a Vane le gustaría disponer de esta información. Además, al ser presuntamente una copia, no creo que se preocupen mucho si desaparece.
Volviendo por el lugar por el que entré, volví a subir con bastantes dificultades una caja primero y, posteriormente, una segunda. Una vez en el techo, esperé de nuevo con una inevitable paciencia a la par que me terminaba el termo con el dulce ron servido por Marcus. Hasta que al final, el guardia entró al interior del almacén, quizá a hacer sus necesidad, o quizá cansado de no ver nada interesante. Me deslicé ágilmente de nuevo con una caja para después hacer lo mismo con la restante y, desde el suelo, salí corriendo hacia el callejón.
Pasaron unos minutos hasta que llegué algo más tarde de lo pactado, pero con los deberes hechos.
- Siento la tardanza, no me fue fácil bajar con las dos cajas. Toma -comenté dándole los dos bultos repletos de botellas de licor y metiéndome la mano en el bolsillo, sacando los albaranes-. Aquí tienes un regalo, por tu amabilidad. Viene el precio de compra y la empresa que los distribuye. Quizá, si te mueves, puedas obtener algo con esta información. Ah, por cierto -Señalé ahora una de las dos cajas-. Dentro de esa hay una carpeta con lo que parece ser una contabilidad “ambigua”. Por llamarlo de alguna manera. Dirás que la espera no ha merecido la pena, eh. ¿Seguimos hablando en el interior del pub?
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El resto del día, fue, tal como predije, tranquilo. No tuve mucha clientela especialmente, lo cual achaqué a que posiblemente varios de mis patrones habituales estarían degustando el Ckats ese en algún otro pub.
No podía culparlos por ello, aunque me ofendió que no valoraran la confianza en mi local como lo hacía Brynn. Pero bueno, tampoco pude evitar esbozar una sonrisa, al pensar en que ese "problema" pronto se vería solucionado. Sentarme a esperar no era mi estilo, y si quería crecer en aquella pútrida sociedad más me valía estar preparado para adaptarme a las circunstancias.
Por otra parte, decidí hablar con Marcus en un rato que tuve libre, para tratar de indagar un poco más en su secretismo por el ron. Imaginé que no tendría la audacia de intentar ocultarme nada a mí particularmente, sobre todo cuando no le estaba pidiendo ninguna receta sino solamente una razón para su desconfianza.
Y cual no fue mi sorpresa al descubrir de la ambición de mi empleado. ¡Marcus tenía el objetivo de perfeccionar su receta secreta y exportarla por todo el mundo tras patentarla! Me estuve riendo un rato al enterarme, pero para tranquilidad del hombre no fue de manera burlona. Simplemente me hacía gracia lo mucho en lo que podíamos llegar a parecernos a veces en algunas cosas. Y en cuanto le hice saber que me gustaba su forma de pensar, no volvimos a tocar el tema en el resto de la tarde.
A la hora acordada, puse a Amy y Marcus a cargo de sus respectivos puestos y salí al callejón trasero, esperando encontrarme a Brynn con el cargamento.
Pero no estaba. Y de hecho tardó bastante más de lo que esperaba en llegar, por lo que a punto estuve de creer que había fracasado contra todo pronóstico. Frunciendo el ceño me dispuse a entrar de nuevo en el Nox, cuando una sombra me hizo pensármelo dos veces.
-Siento la tardanza, no me fue fácil bajar con las dos cajas.
A punto estuve de echarle la bronca a Brynn por el retraso. Por suerte para ambos, siguió hablando y me contó acerca de aquella información extra, la cual hizo desaparecer de inmediato mi mal humor y lo sustituyó por una amplia sonrisa.
-¡Espléndido! Un trabajo impecable y además me traes un regalito... Te perdono el retraso -medio bromeé-. ¡Entremos! Tienes un sitio esperándote y hoy tus bebidas las carga la casa, te lo has ganado con estos documentos. Ahora hablaremos del pago también, creo que podré darte una buena noticia.
Con los ánimos altos por la resolución de aquel incidente, llamé a Marcus para que entrara una caja a nuestra propia despensa mientras yo cargaba la otra. Solo me arqueó una ceja como siempre, al preguntarse de dónde habían salido, pero al ver a Brynn a mi lado puso los ojos en blanco y no cuestionó nada. Parecía que ya lo había entendido.
-¡Amy! -llamé a mi camarera-. ¡Sírvele aquí a nuestro amigo lo que pida! -dije antes de girarme hacia el pirata y añadir:-. Ahora estoy contigo, voy a revisar que todo esté en orden.
Y con esas palabras desaparecí por una puerta, haciendo planes en mi cabeza para comenzar la distribución de licor a partir del día siguiente.
No podía culparlos por ello, aunque me ofendió que no valoraran la confianza en mi local como lo hacía Brynn. Pero bueno, tampoco pude evitar esbozar una sonrisa, al pensar en que ese "problema" pronto se vería solucionado. Sentarme a esperar no era mi estilo, y si quería crecer en aquella pútrida sociedad más me valía estar preparado para adaptarme a las circunstancias.
Por otra parte, decidí hablar con Marcus en un rato que tuve libre, para tratar de indagar un poco más en su secretismo por el ron. Imaginé que no tendría la audacia de intentar ocultarme nada a mí particularmente, sobre todo cuando no le estaba pidiendo ninguna receta sino solamente una razón para su desconfianza.
Y cual no fue mi sorpresa al descubrir de la ambición de mi empleado. ¡Marcus tenía el objetivo de perfeccionar su receta secreta y exportarla por todo el mundo tras patentarla! Me estuve riendo un rato al enterarme, pero para tranquilidad del hombre no fue de manera burlona. Simplemente me hacía gracia lo mucho en lo que podíamos llegar a parecernos a veces en algunas cosas. Y en cuanto le hice saber que me gustaba su forma de pensar, no volvimos a tocar el tema en el resto de la tarde.
A la hora acordada, puse a Amy y Marcus a cargo de sus respectivos puestos y salí al callejón trasero, esperando encontrarme a Brynn con el cargamento.
Pero no estaba. Y de hecho tardó bastante más de lo que esperaba en llegar, por lo que a punto estuve de creer que había fracasado contra todo pronóstico. Frunciendo el ceño me dispuse a entrar de nuevo en el Nox, cuando una sombra me hizo pensármelo dos veces.
-Siento la tardanza, no me fue fácil bajar con las dos cajas.
A punto estuve de echarle la bronca a Brynn por el retraso. Por suerte para ambos, siguió hablando y me contó acerca de aquella información extra, la cual hizo desaparecer de inmediato mi mal humor y lo sustituyó por una amplia sonrisa.
-¡Espléndido! Un trabajo impecable y además me traes un regalito... Te perdono el retraso -medio bromeé-. ¡Entremos! Tienes un sitio esperándote y hoy tus bebidas las carga la casa, te lo has ganado con estos documentos. Ahora hablaremos del pago también, creo que podré darte una buena noticia.
Con los ánimos altos por la resolución de aquel incidente, llamé a Marcus para que entrara una caja a nuestra propia despensa mientras yo cargaba la otra. Solo me arqueó una ceja como siempre, al preguntarse de dónde habían salido, pero al ver a Brynn a mi lado puso los ojos en blanco y no cuestionó nada. Parecía que ya lo había entendido.
-¡Amy! -llamé a mi camarera-. ¡Sírvele aquí a nuestro amigo lo que pida! -dije antes de girarme hacia el pirata y añadir:-. Ahora estoy contigo, voy a revisar que todo esté en orden.
Y con esas palabras desaparecí por una puerta, haciendo planes en mi cabeza para comenzar la distribución de licor a partir del día siguiente.
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Tras las palabras que compartí con Vane, éste me invitó a entrar al Nox, contándome que aquella noche, las copas correrían a costa de la casa. Tras ello se disculpó y se marchó a hacer sus planes, a comprobar que todo estaba en orden y, seguramente, a frotarse las manos tras un nuevo trabajo bien ejecutado.
Pues igual te sale caro
- Marcus, ponme un filetito también -comenté alzando la mano-. Al punto.
Pasaron unos minutos en los que vi entrar a poca gente, quizá aquello estaba más desierto que de costumbre, aunque por otro lado, me venía bastante bien la tranquilidad tras un agotador trabajo. Contemplé durante minutos el salero, inmóvil en la mesa y pensando en mis historias, hasta que Marcus hizo su aparición con el filete, el cual no tardé mucho en devorar y, aprovechando que no me tocaba pagar nada, pedir un segundo plato igual que el primero.
Conversé durante el primer plato con Marcus, que intentó indagar en qué habíamos hecho de manera sutil, aunque pronto desistió cuando le chantajeé, comentandole que le daría toda la información al detalle si compartía conmigo la receta. Quizá estaba siendo demasiado pesado con aquél toque al ron, pero me imaginaba a mandos de un barco con una gotita de aquél intenso sabor y, sencillamente, me parecía el paraíso más cercano que podía tener.
- Siento si soy algo pesado. Pero es el mejor ron que he probado, y no te creas que he catado pocos. Si no te importa, antes de marcharme de la isla, me gustaría comprarte un par de cajas repletas de este manjar. Te pagaré el doble que Vane por cada minuto que dediques a ello, y aplicaré una generosa propina también. Deberías hablar con tu jefe e intentar comercializarlo, te aseguro que tendría mucha cabida entre el público y, además, no te daría tanto el coñazo con que me dieses la receta.
Antes que Marcus me contestase me hizo una mueca para que esperase, le llamaban desde otra mesa. Pasaron unos minutos hasta que Vane hizo acto de presencia, acompañándome en la mesa. Ya llevaba dos copas de ron y medio filete del segundo plato, por lo que hice una pausa para pedir una nueva copa y así poder parar momentáneamente de comer para hacer caso al hombre cuyo trabajo acababa de realizar.
- Tú dirás, Vane. ¿Todo bien? -comenté esperando un sí por respuesta.
Si bien era cierto que no había comprobado las dos, sí que observé que la primera caja estaba llena de botellas con el licor al introducir la carpeta dentro de ella. Aún así, había una pequeña opción de que la segunda caja no estuviera en perfectas condiciones.
Pues igual te sale caro
- Marcus, ponme un filetito también -comenté alzando la mano-. Al punto.
Pasaron unos minutos en los que vi entrar a poca gente, quizá aquello estaba más desierto que de costumbre, aunque por otro lado, me venía bastante bien la tranquilidad tras un agotador trabajo. Contemplé durante minutos el salero, inmóvil en la mesa y pensando en mis historias, hasta que Marcus hizo su aparición con el filete, el cual no tardé mucho en devorar y, aprovechando que no me tocaba pagar nada, pedir un segundo plato igual que el primero.
Conversé durante el primer plato con Marcus, que intentó indagar en qué habíamos hecho de manera sutil, aunque pronto desistió cuando le chantajeé, comentandole que le daría toda la información al detalle si compartía conmigo la receta. Quizá estaba siendo demasiado pesado con aquél toque al ron, pero me imaginaba a mandos de un barco con una gotita de aquél intenso sabor y, sencillamente, me parecía el paraíso más cercano que podía tener.
- Siento si soy algo pesado. Pero es el mejor ron que he probado, y no te creas que he catado pocos. Si no te importa, antes de marcharme de la isla, me gustaría comprarte un par de cajas repletas de este manjar. Te pagaré el doble que Vane por cada minuto que dediques a ello, y aplicaré una generosa propina también. Deberías hablar con tu jefe e intentar comercializarlo, te aseguro que tendría mucha cabida entre el público y, además, no te daría tanto el coñazo con que me dieses la receta.
Antes que Marcus me contestase me hizo una mueca para que esperase, le llamaban desde otra mesa. Pasaron unos minutos hasta que Vane hizo acto de presencia, acompañándome en la mesa. Ya llevaba dos copas de ron y medio filete del segundo plato, por lo que hice una pausa para pedir una nueva copa y así poder parar momentáneamente de comer para hacer caso al hombre cuyo trabajo acababa de realizar.
- Tú dirás, Vane. ¿Todo bien? -comenté esperando un sí por respuesta.
Si bien era cierto que no había comprobado las dos, sí que observé que la primera caja estaba llena de botellas con el licor al introducir la carpeta dentro de ella. Aún así, había una pequeña opción de que la segunda caja no estuviera en perfectas condiciones.
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Ser dueño de un local no es trabajo fácil. Y mucho menos si este está ubicado en la mitad de Cliff Island carente de ley. Por eso ser organizado era la virtud más importante que podía tener alguien como yo. De lo contrario no podría llevar por buen cauce los planes que tenía para mi negocio.
Así que Brynn tendría que esperar un poco, lo cual además le serviría como pequeño castigo por hacerme esperar a mí antes. Al menos hasta que yo hubiera revisado de manera minuciosa que aquellos documentos pudieran servirme para lo que tenía en mente. Y que las botellas hubieran llegado en buen estado.
Una vez pude decir que estuviera contento, escribí un par de instrucciones en una hoja que dejé junto a las cajas. No porque pudiera olvidarme, yo nunca olvido, pero preveía que tal vez tuviera que dejar que Marcus hiciera algunos de los pasos allí plasmados.
Y solo entonces salí de nuevo a la zona de las mesas, donde me encontré de nuevo con el pirata.
Marcus parecía pensativo, más que de costumbre. ¿Habría estado hablando con Brynn de algo? Solo con verle la cara ya podía adivinar una o dos cosas. No sin cierto recelo tomé asiento en aquella mesa, depositando una bolsa sobre la misma, lo que hizo que resonara un breve sonido metálico.
-Todo perfecto -repliqué-. Espero que no hayas tenido que recurrir a métodos que pudieran manchar mi nombre, si por un casual trazan tus huellas hasta llegar a mí. Pero confiando en que te habrás encargado de ello con sigilo, aquí tienes el pago por el trabajo. Tus bebidas de esta noche como dije serán una recompensa extra por el "regalito inesperado", así que no te cortes. Lo que me has traído es mucho más valioso para mí que lo que puedas beber hasta acabar vomitando en una esquina.
Sonreí a la par que soltaba una pequeña carcajada. Sí, con la información a mi alcance podía hacer mucho más que adquirir unas pocas botellas de algún ron caro. Con las cartas bien jugadas, mis beneficios a largo plazo se verían multiplicados por una sustanciosa cantidad. Y mis influencias en el mercado de manera aún más grande si cabe.
-Además, como dije, tengo una última sorpresa para ti -dije a la par que extraía otro papel enrollado de mi bolsillo-. He visto que tienes cierta fijación con el ron de Marcus... Y tras hablar con él un poco, he decidido que aquí tenemos una buena oportunidad de expandir el negocio. Y yo siempre tomo las buenas oportunidades.
Para sorpresa de Marcus, y seguramente de Brynn, desenrollé el papel sobre la mesa, mostrando un contrato. Ante el cual me incliné, hablando de manera que solo el pirata pudiera oírme.
-La cosa sería la siguiente: nosotros podríamos aprovecharnos de exportar algo tan único por las islas cercanas. Pero no tengo planes para moverme de esta isla en algún tiempo, así que me vendría bien la ayuda de gente como tú. Y con tu tendencia a trabajar al margen de la Ley, te podría venir bien una fachada, algo con lo que esconderte de miradas indiscretas de Marines. ¿Tal vez un transportista de licores pasaría fácilmente por sus radares? Tú dirás, amigo...
Marcus posó una mano sobre mi hombro, pero le negué con la cabeza sabiendo lo que iba a decir.
-Ya lo dije, compañero. Siempre tomo las oportunidades que se me presentan. Si esto sale bien, podrás cumplir tu ambición antes de lo que pensabas. Además, Brynn parece muy contento con tu receta. Diría que no necesitas perfeccionarla más, ¿me equivoco, Brynn?
Ahora solo faltaba esperar a su respuesta. Si aceptaba y firmaba el contrato, solo tenía que comprometerse a salir al menos una vez a la semana al mar, a repartir cajas del ron de Marcus a un par de islas cercanas. No era una gran responsabilidad, y el pago era decente. Además, le presentaba la primicia al pirata de que, al ser el primer empleado de este tipo que iba a tener, su colaboración se vería recompensada con un descuento importante en sus propia adquisición del dulce alcohol, para que pudiera dejar de atosigar a Marcus con darle la receta y simplemente comprara el que necesitara hasta quedar satisfecho. No era un mal negocio, ¿no? Y salíamos todos ganando.
Así que Brynn tendría que esperar un poco, lo cual además le serviría como pequeño castigo por hacerme esperar a mí antes. Al menos hasta que yo hubiera revisado de manera minuciosa que aquellos documentos pudieran servirme para lo que tenía en mente. Y que las botellas hubieran llegado en buen estado.
Una vez pude decir que estuviera contento, escribí un par de instrucciones en una hoja que dejé junto a las cajas. No porque pudiera olvidarme, yo nunca olvido, pero preveía que tal vez tuviera que dejar que Marcus hiciera algunos de los pasos allí plasmados.
Y solo entonces salí de nuevo a la zona de las mesas, donde me encontré de nuevo con el pirata.
Marcus parecía pensativo, más que de costumbre. ¿Habría estado hablando con Brynn de algo? Solo con verle la cara ya podía adivinar una o dos cosas. No sin cierto recelo tomé asiento en aquella mesa, depositando una bolsa sobre la misma, lo que hizo que resonara un breve sonido metálico.
-Todo perfecto -repliqué-. Espero que no hayas tenido que recurrir a métodos que pudieran manchar mi nombre, si por un casual trazan tus huellas hasta llegar a mí. Pero confiando en que te habrás encargado de ello con sigilo, aquí tienes el pago por el trabajo. Tus bebidas de esta noche como dije serán una recompensa extra por el "regalito inesperado", así que no te cortes. Lo que me has traído es mucho más valioso para mí que lo que puedas beber hasta acabar vomitando en una esquina.
Sonreí a la par que soltaba una pequeña carcajada. Sí, con la información a mi alcance podía hacer mucho más que adquirir unas pocas botellas de algún ron caro. Con las cartas bien jugadas, mis beneficios a largo plazo se verían multiplicados por una sustanciosa cantidad. Y mis influencias en el mercado de manera aún más grande si cabe.
-Además, como dije, tengo una última sorpresa para ti -dije a la par que extraía otro papel enrollado de mi bolsillo-. He visto que tienes cierta fijación con el ron de Marcus... Y tras hablar con él un poco, he decidido que aquí tenemos una buena oportunidad de expandir el negocio. Y yo siempre tomo las buenas oportunidades.
Para sorpresa de Marcus, y seguramente de Brynn, desenrollé el papel sobre la mesa, mostrando un contrato. Ante el cual me incliné, hablando de manera que solo el pirata pudiera oírme.
-La cosa sería la siguiente: nosotros podríamos aprovecharnos de exportar algo tan único por las islas cercanas. Pero no tengo planes para moverme de esta isla en algún tiempo, así que me vendría bien la ayuda de gente como tú. Y con tu tendencia a trabajar al margen de la Ley, te podría venir bien una fachada, algo con lo que esconderte de miradas indiscretas de Marines. ¿Tal vez un transportista de licores pasaría fácilmente por sus radares? Tú dirás, amigo...
Marcus posó una mano sobre mi hombro, pero le negué con la cabeza sabiendo lo que iba a decir.
-Ya lo dije, compañero. Siempre tomo las oportunidades que se me presentan. Si esto sale bien, podrás cumplir tu ambición antes de lo que pensabas. Además, Brynn parece muy contento con tu receta. Diría que no necesitas perfeccionarla más, ¿me equivoco, Brynn?
Ahora solo faltaba esperar a su respuesta. Si aceptaba y firmaba el contrato, solo tenía que comprometerse a salir al menos una vez a la semana al mar, a repartir cajas del ron de Marcus a un par de islas cercanas. No era una gran responsabilidad, y el pago era decente. Además, le presentaba la primicia al pirata de que, al ser el primer empleado de este tipo que iba a tener, su colaboración se vería recompensada con un descuento importante en sus propia adquisición del dulce alcohol, para que pudiera dejar de atosigar a Marcus con darle la receta y simplemente comprara el que necesitara hasta quedar satisfecho. No era un mal negocio, ¿no? Y salíamos todos ganando.
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Vane interrumpió la conversación con Marcus con su presencia, que pronto se acercó hasta sentarse en la mesa.
-Buenas, de nuevo.
No podía evitar mirar de reojo el semblante frío y pensativo del camarero, quién quizá ya estaba demasiado cansado de mi insistencia ante el tema del ron.
Sin embargo, el tema se dió, al menos temporalmente, por zanjado con la aparición del propietario. Vane puso una bolsa de monedas con la cual pagaba mi trabajo y, además, me propuso algo que ciertamente llamo mi atención. Un contrato en el cual me comprometía a distribuir las botellas de vino siempre y cuando pudiese y en los ambientes apropiados. Algo así como un comerciante que daba bebidas a probar y solicitaba su compra directa a los grandes almacenes de Vane. Supuse que tendría un plan, por lo que me limité, de nuevo, a observar a Marcus, que parecía algo descontento.
-Por mi parte no hay nada que mejorar. Es perfecto. Eso no quita que quieras perfeccionarlo -comenté mirando fijamente al camarero-. Pero yo iría vendiendo esta versión, llámala beta si quieres.
Releí por encima el contrato y, cuando estaba dispuesto a firmar, volví a mirar al autor de la receta.
-Siempre y cuando tú mismo, Marcus, no tengas ningún problema, firmaré. Quiero tener acceso a las botellas, ya lo sabes, pero no a cualquier precio. Solo lo haré con tu consentimiento.
Si el dubitativo camarero aceptaba, Vane tendría mi firma y compromiso de vender la mayor cantidad de ron que pudiera.
-Buenas, de nuevo.
No podía evitar mirar de reojo el semblante frío y pensativo del camarero, quién quizá ya estaba demasiado cansado de mi insistencia ante el tema del ron.
Sin embargo, el tema se dió, al menos temporalmente, por zanjado con la aparición del propietario. Vane puso una bolsa de monedas con la cual pagaba mi trabajo y, además, me propuso algo que ciertamente llamo mi atención. Un contrato en el cual me comprometía a distribuir las botellas de vino siempre y cuando pudiese y en los ambientes apropiados. Algo así como un comerciante que daba bebidas a probar y solicitaba su compra directa a los grandes almacenes de Vane. Supuse que tendría un plan, por lo que me limité, de nuevo, a observar a Marcus, que parecía algo descontento.
-Por mi parte no hay nada que mejorar. Es perfecto. Eso no quita que quieras perfeccionarlo -comenté mirando fijamente al camarero-. Pero yo iría vendiendo esta versión, llámala beta si quieres.
Releí por encima el contrato y, cuando estaba dispuesto a firmar, volví a mirar al autor de la receta.
-Siempre y cuando tú mismo, Marcus, no tengas ningún problema, firmaré. Quiero tener acceso a las botellas, ya lo sabes, pero no a cualquier precio. Solo lo haré con tu consentimiento.
Si el dubitativo camarero aceptaba, Vane tendría mi firma y compromiso de vender la mayor cantidad de ron que pudiera.
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Mi posible nuevo socio y yo clavamos las miradas en Marcus al mismo tiempo. Él mi había revelado su ambición y en mi mano estaba ayudar a un amigo a llevar a cabo su sueño, lo cual además resultaba ser la oportunidad para iniciar otro buen negocio. Todo eran ventajas, para los tres, pero la decisión era suya y no íbamos a obligarle a escoger una u otra opción. A pesar de mi actitud, me conocía lo suficiente cómo para saber que estaría de acuerdo con lo que decidiese.
Algunos minutos más pasaron y los tres permanecíamos en silencio, hasta que finalmente pareció decidirse y, dejándose caer sobre una de las sillas para acompañarnos a la mesa, terminó por asentir esbozando una sincera sonrisa. Le respondí con una aún más amplia, satisfecho, y rellené las copas de los tres para celebrar nuestra nueva empresa con un brindis.
- Hemos tenido negocios de todo tipo, ambos lo sabéis bien. Hemos... adquirido todo tipo de productos para su venta y distribución, y ya hemos exportado mercancías en el pasado. Pero esta amigos, será la primera vez que comerciemos algo completamente nuestro.
Puede que no hubiese una gran diferencia entre el resto de nuestros negocios y este nuevo, pero la alocada idea que acabábamos de acordar me hacía especial ilusión. Por ello, me puse en y alcé la copa, esperando a que mis acompañantes hiciesen lo propio. No tardaron en seguirme y los tres vaciamos nuestras copas. Luego las rellenamos y las volvimos a vaciar. Y repetimos el proceso un considerable número de veces durante las horas siguientes. Estábamos de celebración, hecho que quedó claro para todos los presentes en el local. Y esta duró hasta la hora de cerrar, bien entrada ya la madrugada.
- ¡Eh, Brynn! - llamé su atención antes de que saliese por la puerta, y este se giró hacia mi. - Ya va siendo hora de que dejes ese motel mugroso, ¡pillala! - le advertí mientras le lanzaba una llave. - Hay habitaciones de sobra arriba, puedes quedarte. Si vas a trabajar con nosotros, necesitas un lugar decente. No podemos dejar que un compañero duerma en cualquier cuadra.
Algunos minutos más pasaron y los tres permanecíamos en silencio, hasta que finalmente pareció decidirse y, dejándose caer sobre una de las sillas para acompañarnos a la mesa, terminó por asentir esbozando una sincera sonrisa. Le respondí con una aún más amplia, satisfecho, y rellené las copas de los tres para celebrar nuestra nueva empresa con un brindis.
- Hemos tenido negocios de todo tipo, ambos lo sabéis bien. Hemos... adquirido todo tipo de productos para su venta y distribución, y ya hemos exportado mercancías en el pasado. Pero esta amigos, será la primera vez que comerciemos algo completamente nuestro.
Puede que no hubiese una gran diferencia entre el resto de nuestros negocios y este nuevo, pero la alocada idea que acabábamos de acordar me hacía especial ilusión. Por ello, me puse en y alcé la copa, esperando a que mis acompañantes hiciesen lo propio. No tardaron en seguirme y los tres vaciamos nuestras copas. Luego las rellenamos y las volvimos a vaciar. Y repetimos el proceso un considerable número de veces durante las horas siguientes. Estábamos de celebración, hecho que quedó claro para todos los presentes en el local. Y esta duró hasta la hora de cerrar, bien entrada ya la madrugada.
- ¡Eh, Brynn! - llamé su atención antes de que saliese por la puerta, y este se giró hacia mi. - Ya va siendo hora de que dejes ese motel mugroso, ¡pillala! - le advertí mientras le lanzaba una llave. - Hay habitaciones de sobra arriba, puedes quedarte. Si vas a trabajar con nosotros, necesitas un lugar decente. No podemos dejar que un compañero duerma en cualquier cuadra.
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Vane y yo nos mirábamos constantemente antes de volver a mirar a Marcus. La escena se repitió varias veces, y a juzgar por el semblante que el camarero tenía, nos haría esperar aún hasta saber su definitiva respuesta.
Estos son los momentos que odias en las películas
Y finalmente, por gracia divina, presión de miradas, o porque ya tocaba, Marcus se decidió a hablar. Un contundente sí salía de su boca y una increíble felicidad entraba en mi cuerpo. Mire a Vane, con el semblante alegre, y me decidí a corresponderle con un guiño. Lo habíamos conseguido.
No tardó el dueño del pub en dar un pequeño discurso, tras lo cual se levantó y esperó que los demás hiciéramos lo mismo. Copa en mano, nos disponíamos a brindar, pero antes decidí sumarme al gremio de los discursistas.
-He trabajado para ricos y pobres. Para hombres y mujeres. Para humanos, gigantes, Gyojins y otras razas. Se me ha dado bien, he ganado dinero, he estado con bellas damas, me he emborrachado, me he drogado… He estado al borde de la muerte en incontables ocasiones. He matado a mucha más gente de la que me ha tentado matar a mi. Pero nunca he tenido una sensación tan elevada de querer matar a alguien como ahora con Marcus. Así que ya sabes, la próxima vez no nos tengas tanto tiempo en ascuas -comenté guiñando un ojo-. Este es el principio de un importante negocio. Por nosotros
Un chasquido contra la copa de cada uno de los demás socios selló nuestra nueva empresa. Si es que se podía llamar así. Tras ello, comenzó una fiesta por todo lo alto. Me limité a disfrutar de una noche de bebida con buena compañía, agradable música, intensos sueños e interminables aspiraciones.
Con la última copa en la mano, Vane empezó a ordenar a los camareros que recogieran, algo que indicaba el fin de una velada que lucía interminable. Me bebí la copa de un par de tragos y la dejé sobre la barra para salir a fumar un cigarro en lo que los demás salían.
Realmente no tardaron mucho, algo que me sorprendió. Quizá lo dejaron todo recogido pero al día siguiente tendrían que fregar, limpiar, y demás cosas con connotación demasiado aburrida. Para mi sorpresa, Vane me lanzó algo. instintivamente lancé el mechero y el cigarro al suelo para cogerlo. Era una llave.
- Gracias, aunque ya tenía la semana pagada en aquél antro -comenté ante su propuesta-. Soy todo tuyo, llévame.
Seguí al magnate de los negocios hasta la que era mi habitación. Desde luego, no podía quejarme. La dimensión era el doble que la que tenía alquilada, la cama infinitamente más cómoda y una decoración con un sin fín de mejor gusto.
Le tendí la mano a Vane y decidí que era el momento de acabar el dío. Con un par de golpes con sendos pies conseguí quitarme las botas y me lancé a la cama, donde algún que otro agradable sueño con según quién me esperaba.
Un par de golpes en la puerta me despertaron en el peculiar infierno que es una resaca desmedida. Me rasqué los ojos y me incorporé lentamente hasta bajar de la cama.
- ¿Quién coño es?
Estos son los momentos que odias en las películas
Y finalmente, por gracia divina, presión de miradas, o porque ya tocaba, Marcus se decidió a hablar. Un contundente sí salía de su boca y una increíble felicidad entraba en mi cuerpo. Mire a Vane, con el semblante alegre, y me decidí a corresponderle con un guiño. Lo habíamos conseguido.
No tardó el dueño del pub en dar un pequeño discurso, tras lo cual se levantó y esperó que los demás hiciéramos lo mismo. Copa en mano, nos disponíamos a brindar, pero antes decidí sumarme al gremio de los discursistas.
-He trabajado para ricos y pobres. Para hombres y mujeres. Para humanos, gigantes, Gyojins y otras razas. Se me ha dado bien, he ganado dinero, he estado con bellas damas, me he emborrachado, me he drogado… He estado al borde de la muerte en incontables ocasiones. He matado a mucha más gente de la que me ha tentado matar a mi. Pero nunca he tenido una sensación tan elevada de querer matar a alguien como ahora con Marcus. Así que ya sabes, la próxima vez no nos tengas tanto tiempo en ascuas -comenté guiñando un ojo-. Este es el principio de un importante negocio. Por nosotros
Un chasquido contra la copa de cada uno de los demás socios selló nuestra nueva empresa. Si es que se podía llamar así. Tras ello, comenzó una fiesta por todo lo alto. Me limité a disfrutar de una noche de bebida con buena compañía, agradable música, intensos sueños e interminables aspiraciones.
Con la última copa en la mano, Vane empezó a ordenar a los camareros que recogieran, algo que indicaba el fin de una velada que lucía interminable. Me bebí la copa de un par de tragos y la dejé sobre la barra para salir a fumar un cigarro en lo que los demás salían.
Realmente no tardaron mucho, algo que me sorprendió. Quizá lo dejaron todo recogido pero al día siguiente tendrían que fregar, limpiar, y demás cosas con connotación demasiado aburrida. Para mi sorpresa, Vane me lanzó algo. instintivamente lancé el mechero y el cigarro al suelo para cogerlo. Era una llave.
- Gracias, aunque ya tenía la semana pagada en aquél antro -comenté ante su propuesta-. Soy todo tuyo, llévame.
Seguí al magnate de los negocios hasta la que era mi habitación. Desde luego, no podía quejarme. La dimensión era el doble que la que tenía alquilada, la cama infinitamente más cómoda y una decoración con un sin fín de mejor gusto.
Le tendí la mano a Vane y decidí que era el momento de acabar el dío. Con un par de golpes con sendos pies conseguí quitarme las botas y me lancé a la cama, donde algún que otro agradable sueño con según quién me esperaba.
***
Un par de golpes en la puerta me despertaron en el peculiar infierno que es una resaca desmedida. Me rasqué los ojos y me incorporé lentamente hasta bajar de la cama.
- ¿Quién coño es?
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Parpadeé varias veces, aún somnoliento, mientras me obligaba a incorporarme. Sentado al borde de la cama estiré el brazo hasta la mesilla para alcanzar la cajetilla de tabaco. Y así dio comienzo a lo que ya se había convertido en una especie de ritual, el primer cigarrillo del día. Tras un par de caladas, dejé que el humo se escapase entre mis labios mientras miraba a través de la ventana. Apenas había empezado a salir el sol, y percatarme de ese detalle me hizo sentir un ligero cabreo conmigo mismo. Teniendo en cuenta la hora a la que me había acostado, ¿por qué cojones me despertaba tan temprano?
Esa estúpida pregunta continuó dando vueltas en mi cabeza, haciendo que mi humor empeorase poco a poco, mientras me iba vistiendo y preparando para bajar. En cuanto me hube calzado las botas me dirigí a la puerta de la habitación, pero antes de tocar el pomo de la puerta un movimiento a mi espalda me hizo voltearme hacia la cama. Arqueé una ceja, sorprendido, al encontrar a una invitada bajo mis sábanas. ¿Tan bien había acabado la noche?, ¿y tanto había bebido cómo para no recordarlo? Una buena taza de café me ayudaría a despejar mi nublada mente.
Con un objetivo claro atravesé la puerta de la habitación, volviendo a cerrarla a mi espalda para no interrumpir el sueño de mi nueva amiga. Y al cabo de unos minutos me encontraba bajando las escaleras que llevaban al salón principal del club. Al llegar al final de estas me encontré con Marcus y algunas de las camareras terminando de recoger las consecuencias de la celebración de la noche anterior.
- Parece que aquí no duerme nadie - bromeé en voz alta. Luego continué hasta sentarme a la barra, y enseguida tuve frente a mi el humeante néctar de la vida. - Las cosas claras y el café bien oscuro, o algo así - sentencié antes de dar el primer trago. Y me disponía a dar un segundo cuando la que había empezado cómo una mañana tranquila decidió joderse por completo. El sonido del cristal de la ventana al estallar en mil pedazos fue precedido por uno aún más familiar, el de un disparo. La bala atravesó la estancia e impactó en la pared al otro lado de la estancia. - ¡Al suelo, ahora! - alcancé a gritar, advirtiendo a todos los presentes.
Yo mismo hice lo propio, volcando una mesa para cubrirme, utilizándola cómo parapeto. Al primer disparo lo siguieron otras cuantos, demasiados cómo para contarlos. El sonido de los cristales rompiéndose uno tras otro y la madera quebrándose terminaban de cerrar el caos que se había formado. Al cabo de unos segundos los disparos cesaron y el silencio volvió a invadir el lugar.
- Dirigíos a las escaleras y subid todas arriba - advertí a todas las camareras. - Pero id agachadas, ni se os ocurra levantaros.
Quién cojones en la ciudad podría ser tan imbécil cómo para atacar el Nox, qué se había convertido en territorio neutral para todas las bandas de la ciudad. No lo sabía, pero vaya que lo iba a averiguar.
Esa estúpida pregunta continuó dando vueltas en mi cabeza, haciendo que mi humor empeorase poco a poco, mientras me iba vistiendo y preparando para bajar. En cuanto me hube calzado las botas me dirigí a la puerta de la habitación, pero antes de tocar el pomo de la puerta un movimiento a mi espalda me hizo voltearme hacia la cama. Arqueé una ceja, sorprendido, al encontrar a una invitada bajo mis sábanas. ¿Tan bien había acabado la noche?, ¿y tanto había bebido cómo para no recordarlo? Una buena taza de café me ayudaría a despejar mi nublada mente.
Con un objetivo claro atravesé la puerta de la habitación, volviendo a cerrarla a mi espalda para no interrumpir el sueño de mi nueva amiga. Y al cabo de unos minutos me encontraba bajando las escaleras que llevaban al salón principal del club. Al llegar al final de estas me encontré con Marcus y algunas de las camareras terminando de recoger las consecuencias de la celebración de la noche anterior.
- Parece que aquí no duerme nadie - bromeé en voz alta. Luego continué hasta sentarme a la barra, y enseguida tuve frente a mi el humeante néctar de la vida. - Las cosas claras y el café bien oscuro, o algo así - sentencié antes de dar el primer trago. Y me disponía a dar un segundo cuando la que había empezado cómo una mañana tranquila decidió joderse por completo. El sonido del cristal de la ventana al estallar en mil pedazos fue precedido por uno aún más familiar, el de un disparo. La bala atravesó la estancia e impactó en la pared al otro lado de la estancia. - ¡Al suelo, ahora! - alcancé a gritar, advirtiendo a todos los presentes.
Yo mismo hice lo propio, volcando una mesa para cubrirme, utilizándola cómo parapeto. Al primer disparo lo siguieron otras cuantos, demasiados cómo para contarlos. El sonido de los cristales rompiéndose uno tras otro y la madera quebrándose terminaban de cerrar el caos que se había formado. Al cabo de unos segundos los disparos cesaron y el silencio volvió a invadir el lugar.
- Dirigíos a las escaleras y subid todas arriba - advertí a todas las camareras. - Pero id agachadas, ni se os ocurra levantaros.
Quién cojones en la ciudad podría ser tan imbécil cómo para atacar el Nox, qué se había convertido en territorio neutral para todas las bandas de la ciudad. No lo sabía, pero vaya que lo iba a averiguar.
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Con bastante dificultad me levanté de la cama, notando un contundente dolor en la cabeza. Cuando por fín llegué a la puerta y la abrí, un hombre al cual no recordaba haber visto nunca, parecía bastante preocupado.
-¡Brynn tienes que bajar! No sabemos qué pasa, pero están disparando a las ventanas del Nox.
Incrédulo, me giré y traté de vestirme lo más rápido que pude para, posteriormente, coger la pistola y el machete y bajar las escaleras, cruzándome con las camareras, que subían. A una de ellas le di la llave de mi habitación para que se refugiasen allí.
-Mi habitación tiene salida directa con la fachada, si todo va mal, tendréis una vía de escape, id enrrollando una sábana por si hace falta.
-Suerte -comentó atemorizada una de ellas.
Continué lo más rápido que pude, escuchando algún disparo aislado por la zona. Entré por la puerta y gateé detrás de la barra, viendo a Marcus y Vane allí.
- Vale. Ponedme al día -comenté intentando hacerles entender que el más breve resumen me valdría. Con saber a qué nos enfrentábamos y si sabían cuántos eran, podría actuar en consecuencia.
Marcus comentó que todo había sido muy rápido y de repente, que el Nox era territorio neutral, pero por alguna razón, ahora les estaban atacando. Saqué la cabeza por la barra y me percaté de lo poco que se veía.
- Bien, tú te encargas del negocio -comenté mirando a Vane-, tú de elaborar el vino -hice lo propio con Marcus-, y yo de estas cosas. Por eso somos una sociedad. Cubridme desde aquí, voy a salir fuera.
Saqué de la mochila un lazo rojo y le dí dos vueltas a través de la cintura. Corté un par de trozos y me los puse por las muñecas y los brazos.
- Aunque parezca una tontería, este truco me ha funcionado en más de una ocasión. Disparad a todo lo que veáis, salvo a lo que sea rojo y brille. Si aprovecháis, llamaré la atención de algunos, quizá podéis usar eso a vuestro favor.
Sin más palabras, decidí salir por la puerta trasera, rodeando el edificio y ojeando la cantidad de gente que parecía intentar entrar. A priori eran entorno a doce o quince hombres. Portando el machete, me quité los zapatos y los dejé en la esquina. La danza de Brynn volvería a bailar un día más.
“Desearía poder usarla en mejores facultades. Espero que la resaca no influya en nada ”
De repente, noté una presencia atrás y, por inercia, lancé una estocada con el machete hacia allí, pero no había nadie. A pesar de ello, el machete chocó contra una especie de metal, a juzgar por el sonido, pero seguía sin haber nada ni nadie presente.
- ¿Cómo cojones...? -comentó una voz que parecía provenir de la zona donde mi machete había chocado.
Ni siquiera sabía qué o quién era lo que hablaba, pero proseguí alerta, intentando descifrar si realmente había alguien detrás de aquello.
Entonces noté como algo se dirigía, de nuevo hacia mí, conseguí bloquear el ataque pero uno nuevo apareció por mi costado, clavando una especie de filo sobre mi lateral derecho. Con el codo golpeé lo que parecía ser el brazo del tipo y, agarrando con fuerza de éste y lanzándolo contra mí, noté su espalda sobre mi pecho. Aprisioné su cuello con el propio brazo y posicioné el filo de mi espalda en lo que, tras palpar varias veces, parecía su cuello. Entonces un humano apareció de la nada a la par que una daga y un sable caía sobre el suelo. No dudé ni un segundo en rasgar su cuello y lanzarlo al suelo para después palpar la herida que tenía sobre el costado. Había tocado hueso, y gracias a ello no había sido más profunda, pero debía cuidar más mis acciones si no quería que uno de esos golpes provocase una herida fatal en mi cuerpo.
Tras ello, me agaché y observé ambas armas, fijándome detenidamente en la daga, que sin duda era la que tenía aquél misterioso poder, ya que el sable era bastante antiguo y parecía de una calidad bastante mediocre. Al agarrarla sentí como mi cuerpo parecía implosionar. ¿Estaría siendo invisible también? Me guardé el arma y me dispuse a ojear cómo se movían aquellos hombres para salir en el momento idóneo. ¿Habrían disparado alguna vez tanto Marcus como Vane?
-¡Brynn tienes que bajar! No sabemos qué pasa, pero están disparando a las ventanas del Nox.
Incrédulo, me giré y traté de vestirme lo más rápido que pude para, posteriormente, coger la pistola y el machete y bajar las escaleras, cruzándome con las camareras, que subían. A una de ellas le di la llave de mi habitación para que se refugiasen allí.
-Mi habitación tiene salida directa con la fachada, si todo va mal, tendréis una vía de escape, id enrrollando una sábana por si hace falta.
-Suerte -comentó atemorizada una de ellas.
Continué lo más rápido que pude, escuchando algún disparo aislado por la zona. Entré por la puerta y gateé detrás de la barra, viendo a Marcus y Vane allí.
- Vale. Ponedme al día -comenté intentando hacerles entender que el más breve resumen me valdría. Con saber a qué nos enfrentábamos y si sabían cuántos eran, podría actuar en consecuencia.
Marcus comentó que todo había sido muy rápido y de repente, que el Nox era territorio neutral, pero por alguna razón, ahora les estaban atacando. Saqué la cabeza por la barra y me percaté de lo poco que se veía.
- Bien, tú te encargas del negocio -comenté mirando a Vane-, tú de elaborar el vino -hice lo propio con Marcus-, y yo de estas cosas. Por eso somos una sociedad. Cubridme desde aquí, voy a salir fuera.
Saqué de la mochila un lazo rojo y le dí dos vueltas a través de la cintura. Corté un par de trozos y me los puse por las muñecas y los brazos.
- Aunque parezca una tontería, este truco me ha funcionado en más de una ocasión. Disparad a todo lo que veáis, salvo a lo que sea rojo y brille. Si aprovecháis, llamaré la atención de algunos, quizá podéis usar eso a vuestro favor.
Sin más palabras, decidí salir por la puerta trasera, rodeando el edificio y ojeando la cantidad de gente que parecía intentar entrar. A priori eran entorno a doce o quince hombres. Portando el machete, me quité los zapatos y los dejé en la esquina. La danza de Brynn volvería a bailar un día más.
“Desearía poder usarla en mejores facultades. Espero que la resaca no influya en nada ”
De repente, noté una presencia atrás y, por inercia, lancé una estocada con el machete hacia allí, pero no había nadie. A pesar de ello, el machete chocó contra una especie de metal, a juzgar por el sonido, pero seguía sin haber nada ni nadie presente.
- ¿Cómo cojones...? -comentó una voz que parecía provenir de la zona donde mi machete había chocado.
Ni siquiera sabía qué o quién era lo que hablaba, pero proseguí alerta, intentando descifrar si realmente había alguien detrás de aquello.
Entonces noté como algo se dirigía, de nuevo hacia mí, conseguí bloquear el ataque pero uno nuevo apareció por mi costado, clavando una especie de filo sobre mi lateral derecho. Con el codo golpeé lo que parecía ser el brazo del tipo y, agarrando con fuerza de éste y lanzándolo contra mí, noté su espalda sobre mi pecho. Aprisioné su cuello con el propio brazo y posicioné el filo de mi espalda en lo que, tras palpar varias veces, parecía su cuello. Entonces un humano apareció de la nada a la par que una daga y un sable caía sobre el suelo. No dudé ni un segundo en rasgar su cuello y lanzarlo al suelo para después palpar la herida que tenía sobre el costado. Había tocado hueso, y gracias a ello no había sido más profunda, pero debía cuidar más mis acciones si no quería que uno de esos golpes provocase una herida fatal en mi cuerpo.
Tras ello, me agaché y observé ambas armas, fijándome detenidamente en la daga, que sin duda era la que tenía aquél misterioso poder, ya que el sable era bastante antiguo y parecía de una calidad bastante mediocre. Al agarrarla sentí como mi cuerpo parecía implosionar. ¿Estaría siendo invisible también? Me guardé el arma y me dispuse a ojear cómo se movían aquellos hombres para salir en el momento idóneo. ¿Habrían disparado alguna vez tanto Marcus como Vane?
Vane
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Con la espalda aún contra la mesa volcada observé como las chicas subían por la escalera del fondo para ponerse a salvo en el segundo piso, lo cual me permitió cierto alivio. Sentimiento que desapareció enseguida, cuando al llevarme la mano al costado comprobé, cómo ya sospechaba, que iba desarmado. Maldije para mis adentros por no llevar encima ni tan siquiera el revólver, y luego escuché la voz de Marcus llamándome. Alcé ligeramente la vista para encontrarme con que se encontraba a salvo tras la barra. Al menos por ahora no había nadie herido.
En ese momento llegó Brynn, reuniéndose con nosotros y poniéndose a cubierto también tras la barra. No tuvimos mucho tiempo para charlas, pero Marcus le puso al día mientras yo continuaba dándole vueltas en mi cabeza a algunas ideas, tratando de idear un plan. Pero mientras daba con uno, la propuesta de Brynn me pareció una buena opción.
- Ten cuidado, es muy probable que estén vigilando todas las salidas - le advertí mientras se alejaba.
- ¡Killian Vane, grandísimo hijo de perra! - Alcanzamos a oír desde el exterior, y aunque lo intenté no pude reconocerla. Los disparos habían disminuido su frecuencia, probablemente para que pudiese escucharle. - ¡Estoy aquí para informarte de que este será tu último día caminando entre los vivos!
Y ahí estaba, la frase absurda del malo. ¿Por qué cojones le daba a todo el mundo por soltar tonterías de ese estilo cómo si se encontrasen en una película cutre? Cuando tengo que matar a alguien, me planto frente a él y le meto una bala en el cráneo, sin estupideces.
El impacto de una bala contra la mesa tras la que me encontraba hizo saltar varios pedazos y astillas por el aire, obligándome a cubrirme el rostro con los brazos para evitar que se me jodiese el ojo bueno, e hizo que dejase de distraerme con mi indignación.
- Marcus, coge la escopeta que hay bajo el mueble junto a la caja y cubre la entrada principal. Si alguno de esos hijos de puta intenta poner un pie en este local, se lo vuelas. - Una sonrisa de satisfacción y un gesto de asentimiento fue todo lo que mi compañero me dedicó, y era cuanto necesitaba. - Yo voy a por mis cosas.
Esperé un poco más de un minuto, para darle tiempo a hacerse con el arma y que pudiese cubrirme, y luego me dirigí yo también hacia las escaleras. En cuanto me encontré frente a estas, fuera de la línea de tiro que tenían desde el exterior, me puse en pie de un salto y comencé a subirlas a toda prisa, saltándolas de dos en dos.
En ese momento llegó Brynn, reuniéndose con nosotros y poniéndose a cubierto también tras la barra. No tuvimos mucho tiempo para charlas, pero Marcus le puso al día mientras yo continuaba dándole vueltas en mi cabeza a algunas ideas, tratando de idear un plan. Pero mientras daba con uno, la propuesta de Brynn me pareció una buena opción.
- Ten cuidado, es muy probable que estén vigilando todas las salidas - le advertí mientras se alejaba.
- ¡Killian Vane, grandísimo hijo de perra! - Alcanzamos a oír desde el exterior, y aunque lo intenté no pude reconocerla. Los disparos habían disminuido su frecuencia, probablemente para que pudiese escucharle. - ¡Estoy aquí para informarte de que este será tu último día caminando entre los vivos!
Y ahí estaba, la frase absurda del malo. ¿Por qué cojones le daba a todo el mundo por soltar tonterías de ese estilo cómo si se encontrasen en una película cutre? Cuando tengo que matar a alguien, me planto frente a él y le meto una bala en el cráneo, sin estupideces.
El impacto de una bala contra la mesa tras la que me encontraba hizo saltar varios pedazos y astillas por el aire, obligándome a cubrirme el rostro con los brazos para evitar que se me jodiese el ojo bueno, e hizo que dejase de distraerme con mi indignación.
- Marcus, coge la escopeta que hay bajo el mueble junto a la caja y cubre la entrada principal. Si alguno de esos hijos de puta intenta poner un pie en este local, se lo vuelas. - Una sonrisa de satisfacción y un gesto de asentimiento fue todo lo que mi compañero me dedicó, y era cuanto necesitaba. - Yo voy a por mis cosas.
Esperé un poco más de un minuto, para darle tiempo a hacerse con el arma y que pudiese cubrirme, y luego me dirigí yo también hacia las escaleras. En cuanto me encontré frente a estas, fuera de la línea de tiro que tenían desde el exterior, me puse en pie de un salto y comencé a subirlas a toda prisa, saltándolas de dos en dos.
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Apunté con el arma a cada uno de los hombres que podía ver desde mi posición. Y bastaron unos segundos para percatarme que eran demasiados para mí. Quizá podía abatir a tres, cuatro o incluso cinco en el mejor de los casos hasta que se dieran cuenta de mi posición, y después, ya no sólo es que estaría en el ojo del huracán, si no que ni Marcus ni Vane me podrían cubrir si no veían -ya que habría un muro entre ellos y yo-. De cualquiera de las maneras, debía idear un plan para acabar con alguno sin llamar excesivamente la atención. Entonces recordó sus primeros años, aquellos cutres asesinatos con distracciones, si ser capaz de mirar a los ojos de su víctima, o ideando algún tipo de excusa raramente creíble para poder llevar a cabo sus planes.
Me valdrá lo que hice en mi primer encargo a gran escala. Ligeramente absurdo, pero altamente eficaz.
La preocupación por no oír ningún disparo procedente del interior del local, se disipó en ese preciso instante al oír como una escopeta hacía resonar el lugar con un seco disparo que, con fortuna, habría ido a parar a algún cuerpo de aquella gente que por alguna razón nos atacaba.
Saqué de la chaqueta algo que pensaba que no utilizaría aquella noche; hilo dental extrafuerte.
Conseguí atarlo a uno de los postes y, posteriormente, a su paralelo. La altura a la que se situaba era entorno a los quince centímetros, una altura perfecta para hacer que cualquiera que pasara por allí tropezase, quedando en mal lugar y a merced de un servidor.
Ahora venía el momento de la distracción. Crear un ruido, dejarme ver, cualquier cosa que atrajese a un grupo de maleantes. Los suficientes como para acabar con ellos, pero no tantos como para ponerme en una fea situación.
Me acerqué al tipo que había vencido con anterioridad, intentando encontrar algún tipo de radio o sistema de comunicación para dar una señal falsa, pero no fué el caso. Quizá hubiese sido tener demasiada suerte en un día en el que el azar parecía haberme abandonado. Al menos a ratos.
Decidí entonces, que quizá un par de disparos al aire atraería a alguien. Entonces me situé estratégicamente, a unos cuarenta o cincuenta centímetros de la puerta, apuntando con el arma al pasillo por el cual no había puesto el hilo dental y con el machete en la mano izquierda para rematar a los que cayesen en mi zona. Plan arriesgado, pero no había mucha más salida.
Allá vamos
Alcé el arma y realicé tres disparos con un intervalo desigual, para después de manera ágil volver a cargar el arma y aguardar a que alguien viniese.
Pasaron unos segundos, a mi juicio minutos, quizá decenas de minutos, pero la verdad es que fueron ciento veintisiete segundos de una interminable tensión. Y fueron dos varones que rozaban la cuarentena los que cayeron en la trampa, dándose de bruces contra el suelo y desarmándose solos a causa del impacto. Agarrando firmemente el machete realicé un contundente a la par que limpio corte en el cuello del primero y un segundo y más feroz impacto en la cabeza del rubio cuarentón. Incluso me costó un par de intentos recuperar el machete, ahora teñido de color rojizo.
Qué fracaso… Yo me esperaba a seis o siete
Sin más dilación, apoyé la espalda sobre la fría pared y divisé la calle principal, que seguía como hasta antes. Las dos bajas que el equipo “malo” había sufrido eran prácticamente imperceptibles. Quizá solo iban a hacer ronda. O intentaban entrar. O puede que los disparos que realicé hubiesen sido nublados por alguna otra acción que se hubiese dado dentro del Nox. De cualquier manera, confiaba en que a Vane o a Marcus se les ocurriese algo para captar la atención de aquellos tipos, de esa manera podría moverme a través de ellos e ir acabando con todos y cada uno de la manera más rápida posible.
Dicen que la mejor manera de morir es de un balazo. En la mayoría de ocasiones, ni siquiera oyes la bala que te mata, ésta viaja más rápido que el sonido. Por eso prefiero cortar las gargantas de mis enemigos, para que su última imagen sea mi rostro. Si en el infierno se puede morir, tendré todas las papeletas. Debo tener cuarenta o cincuenta veces más enemigos que amigos. Quizá sea interesante.
Me valdrá lo que hice en mi primer encargo a gran escala. Ligeramente absurdo, pero altamente eficaz.
La preocupación por no oír ningún disparo procedente del interior del local, se disipó en ese preciso instante al oír como una escopeta hacía resonar el lugar con un seco disparo que, con fortuna, habría ido a parar a algún cuerpo de aquella gente que por alguna razón nos atacaba.
Saqué de la chaqueta algo que pensaba que no utilizaría aquella noche; hilo dental extrafuerte.
Conseguí atarlo a uno de los postes y, posteriormente, a su paralelo. La altura a la que se situaba era entorno a los quince centímetros, una altura perfecta para hacer que cualquiera que pasara por allí tropezase, quedando en mal lugar y a merced de un servidor.
Ahora venía el momento de la distracción. Crear un ruido, dejarme ver, cualquier cosa que atrajese a un grupo de maleantes. Los suficientes como para acabar con ellos, pero no tantos como para ponerme en una fea situación.
Me acerqué al tipo que había vencido con anterioridad, intentando encontrar algún tipo de radio o sistema de comunicación para dar una señal falsa, pero no fué el caso. Quizá hubiese sido tener demasiada suerte en un día en el que el azar parecía haberme abandonado. Al menos a ratos.
Decidí entonces, que quizá un par de disparos al aire atraería a alguien. Entonces me situé estratégicamente, a unos cuarenta o cincuenta centímetros de la puerta, apuntando con el arma al pasillo por el cual no había puesto el hilo dental y con el machete en la mano izquierda para rematar a los que cayesen en mi zona. Plan arriesgado, pero no había mucha más salida.
Allá vamos
Alcé el arma y realicé tres disparos con un intervalo desigual, para después de manera ágil volver a cargar el arma y aguardar a que alguien viniese.
Pasaron unos segundos, a mi juicio minutos, quizá decenas de minutos, pero la verdad es que fueron ciento veintisiete segundos de una interminable tensión. Y fueron dos varones que rozaban la cuarentena los que cayeron en la trampa, dándose de bruces contra el suelo y desarmándose solos a causa del impacto. Agarrando firmemente el machete realicé un contundente a la par que limpio corte en el cuello del primero y un segundo y más feroz impacto en la cabeza del rubio cuarentón. Incluso me costó un par de intentos recuperar el machete, ahora teñido de color rojizo.
Qué fracaso… Yo me esperaba a seis o siete
Sin más dilación, apoyé la espalda sobre la fría pared y divisé la calle principal, que seguía como hasta antes. Las dos bajas que el equipo “malo” había sufrido eran prácticamente imperceptibles. Quizá solo iban a hacer ronda. O intentaban entrar. O puede que los disparos que realicé hubiesen sido nublados por alguna otra acción que se hubiese dado dentro del Nox. De cualquier manera, confiaba en que a Vane o a Marcus se les ocurriese algo para captar la atención de aquellos tipos, de esa manera podría moverme a través de ellos e ir acabando con todos y cada uno de la manera más rápida posible.
Dicen que la mejor manera de morir es de un balazo. En la mayoría de ocasiones, ni siquiera oyes la bala que te mata, ésta viaja más rápido que el sonido. Por eso prefiero cortar las gargantas de mis enemigos, para que su última imagen sea mi rostro. Si en el infierno se puede morir, tendré todas las papeletas. Debo tener cuarenta o cincuenta veces más enemigos que amigos. Quizá sea interesante.
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Mientras terminaba de subir las escaleras y recorría el pasillo del piso superior, que en ese momento se me antojaba interminable, alcancé a oír el reconfortante sonido de la escopeta de Marcus abriendo fuego contra los pobres infelices que habían sido lo suficiente idiotas como para acercársele demasiado. He de reconocer que incluso me reconfortaba oírlo. Pero justo cuando abrí de golpe la puerta de mi habitación y atravesé el umbral de la misma pude oír otros dos disparos, provenientes esta vez del callejón que daba a la salida trasera del club.
- Espero que al cabronazo de Brynn no se le ocurra morir hoy - comenté para mi mismo mientras dirigía la vista a la cama, dónde esperaba encontrar a mi acompañante de la pasada noche. Pero la encontré vacía, con nada más que las sábanas revueltas, por lo que asumí que habría oído al escuchar los primeros disparos y no le presté mayor importancia.
Sin perder más tiempo me planté frente al escritorio y abrí el primer cajón de la derecha, donde guardaba mi revolver, pero cuando lo tuve entre mis manos y me disponía a comprobar el tambor me detuve, pues una opción mucho mejor se pasaba por mi cabeza. Volví a dejarlo donde estaba y di media vuelta, encarándome ahora a la cama. Me agaché hasta tocar el suelo con una de las rodillas y estiré el brazo para sacar de debajo de esta un pesado maletín de color gris metalizado.
- Veamos que tal se portan los juguetes del último cargamento - volví a pensar en voz alta mientras terminaba de sacar la maleta y la dejaba sobre la cama, abriéndola a continuación. En su interior descansaban una peculiar máscara de metal, cuya forma era similar a la de una calavera, y a los lados de esta un par de pistolas con todo tipo de complementos. Pensé a la urgencia de la situación me permití esbozar una media sonrisa, satisfecho con la compra que había hecho y por tener la oportunidad de probar su efectividad.
Me puse en pie de nuevo y sostuve la máscara entre mis manos durante un instante. Se trataba de tecnología de última generación, y la había pagado como tal, ¿pero de verdad cabría todo lo que me habían dicho en el interior de algo tan pequeño. No lo sabría si no lo probaba, por lo que decidido me la ajusté a la cabeza, cubriéndome el rostro, y al cabo de unos segundos el equipo de combate comenzó a desplegarse. Reconozco que me pilló por sorpresa y di un paso atrás, trastabillando y teniendo que sujetarme del borde de la mesa para no caer al suelo. Pero enseguida recuperé el equilibrio y volví a situarme frente al maletín. Por último extraje de este las dos armas de fuego, ambas con los estabilizadores ya colocados y con los cargadores ampliados. Si todo salía como había planeado, o más bien como lo estaba planeando sobre la marcha, no necesitaría el resto de los extras.
Ya preparado, o al menos todo lo que podía estarlo en una situación como esa, me acerqué a la ventana más grande, que daba a la calle principal, y rodando ligeramente la cortina eché un vistazo al exterior. Desde allí alcancé a ver a al menos once hombres armados, aunque no podía descartar que hubiese alguno más situado en los puntos ciegos. La buena noticia es que aún podía escuchar los disparos de Marcus en el piso de abajo, por lo que asumí que continuaba despachando a los que intentasen entrar.
- Espero que sepáis aprovechar una distracción - volví a pronunciar en voz alta, cómo si mis compañeros pudiesen oírme. Luego me alejé de la ventana y retrocedí varios pasos, acercándome de nuevo a la puerta al otro lado de la habitación, pero sin dejar de encarar el cristal que daba al exterior. Tragué saliva, tomé aire y lo retuve en los pulmones unos segundos, para enseguida dejarlo salir y echar a correr tan rápido como pude. Llegué de nuevo hasta la ventana y, sin disminuir la velocidad, di un salto crucé los brazos frente al rostro justo antes de atravesarla.
Cuando volví a abrir los ojos me encontré cayendo desde el segundo piso. Traté de reposicionarme mientras caía para al menos caer de pie, y lo conseguí por muy poco. En cuanto sentí el suelo bajo mis botas flexioné las piernas instintivamente, por mi reticencia a partírmelas principalmente, aunque el sistema de absorción de impactos del que me habían hablado funcionó aún mejor de lo esperado, pues con el traje de combate puesto apenas había notado la caída.
Pero tampoco tenía tiempo para regodearme con su efectividad, pues acababa de aterrizar en mitad de alrededor de una docena de los cabrones que nos atacaban, y mi aparición no había pasado desapercibida. Antes de que pudiese dar un paso, o tan siquiera decir algo, todos me apuntaron con sus armas y abrieron fuego prácticamente al unísono. No pude ni contar cuantos disparos se sucedieron en tan solo unos segundos, pero si que puedo afirmar que, salvo una bala que me rozó el muslo donde las protecciones no lo cubrían, no noté ni uno solo. Y aunque la herida, por muy superficial que fuese, me haría mentar a sus antepasados poco más tarde, tenía tanta adrenalina recorriendo mi cuerpo que no sentía ningún dolor.
- Me toca - exclamé, ahora sí con un público que me escuchase, tan satisfecho como emocionado. Al tiempo que alzaba los brazos al frente y comenzaba a devolverles todos y cada uno de sus disparos.
- Espero que al cabronazo de Brynn no se le ocurra morir hoy - comenté para mi mismo mientras dirigía la vista a la cama, dónde esperaba encontrar a mi acompañante de la pasada noche. Pero la encontré vacía, con nada más que las sábanas revueltas, por lo que asumí que habría oído al escuchar los primeros disparos y no le presté mayor importancia.
Sin perder más tiempo me planté frente al escritorio y abrí el primer cajón de la derecha, donde guardaba mi revolver, pero cuando lo tuve entre mis manos y me disponía a comprobar el tambor me detuve, pues una opción mucho mejor se pasaba por mi cabeza. Volví a dejarlo donde estaba y di media vuelta, encarándome ahora a la cama. Me agaché hasta tocar el suelo con una de las rodillas y estiré el brazo para sacar de debajo de esta un pesado maletín de color gris metalizado.
- Veamos que tal se portan los juguetes del último cargamento - volví a pensar en voz alta mientras terminaba de sacar la maleta y la dejaba sobre la cama, abriéndola a continuación. En su interior descansaban una peculiar máscara de metal, cuya forma era similar a la de una calavera, y a los lados de esta un par de pistolas con todo tipo de complementos. Pensé a la urgencia de la situación me permití esbozar una media sonrisa, satisfecho con la compra que había hecho y por tener la oportunidad de probar su efectividad.
Me puse en pie de nuevo y sostuve la máscara entre mis manos durante un instante. Se trataba de tecnología de última generación, y la había pagado como tal, ¿pero de verdad cabría todo lo que me habían dicho en el interior de algo tan pequeño. No lo sabría si no lo probaba, por lo que decidido me la ajusté a la cabeza, cubriéndome el rostro, y al cabo de unos segundos el equipo de combate comenzó a desplegarse. Reconozco que me pilló por sorpresa y di un paso atrás, trastabillando y teniendo que sujetarme del borde de la mesa para no caer al suelo. Pero enseguida recuperé el equilibrio y volví a situarme frente al maletín. Por último extraje de este las dos armas de fuego, ambas con los estabilizadores ya colocados y con los cargadores ampliados. Si todo salía como había planeado, o más bien como lo estaba planeando sobre la marcha, no necesitaría el resto de los extras.
Ya preparado, o al menos todo lo que podía estarlo en una situación como esa, me acerqué a la ventana más grande, que daba a la calle principal, y rodando ligeramente la cortina eché un vistazo al exterior. Desde allí alcancé a ver a al menos once hombres armados, aunque no podía descartar que hubiese alguno más situado en los puntos ciegos. La buena noticia es que aún podía escuchar los disparos de Marcus en el piso de abajo, por lo que asumí que continuaba despachando a los que intentasen entrar.
- Espero que sepáis aprovechar una distracción - volví a pronunciar en voz alta, cómo si mis compañeros pudiesen oírme. Luego me alejé de la ventana y retrocedí varios pasos, acercándome de nuevo a la puerta al otro lado de la habitación, pero sin dejar de encarar el cristal que daba al exterior. Tragué saliva, tomé aire y lo retuve en los pulmones unos segundos, para enseguida dejarlo salir y echar a correr tan rápido como pude. Llegué de nuevo hasta la ventana y, sin disminuir la velocidad, di un salto crucé los brazos frente al rostro justo antes de atravesarla.
Cuando volví a abrir los ojos me encontré cayendo desde el segundo piso. Traté de reposicionarme mientras caía para al menos caer de pie, y lo conseguí por muy poco. En cuanto sentí el suelo bajo mis botas flexioné las piernas instintivamente, por mi reticencia a partírmelas principalmente, aunque el sistema de absorción de impactos del que me habían hablado funcionó aún mejor de lo esperado, pues con el traje de combate puesto apenas había notado la caída.
Pero tampoco tenía tiempo para regodearme con su efectividad, pues acababa de aterrizar en mitad de alrededor de una docena de los cabrones que nos atacaban, y mi aparición no había pasado desapercibida. Antes de que pudiese dar un paso, o tan siquiera decir algo, todos me apuntaron con sus armas y abrieron fuego prácticamente al unísono. No pude ni contar cuantos disparos se sucedieron en tan solo unos segundos, pero si que puedo afirmar que, salvo una bala que me rozó el muslo donde las protecciones no lo cubrían, no noté ni uno solo. Y aunque la herida, por muy superficial que fuese, me haría mentar a sus antepasados poco más tarde, tenía tanta adrenalina recorriendo mi cuerpo que no sentía ningún dolor.
- Me toca - exclamé, ahora sí con un público que me escuchase, tan satisfecho como emocionado. Al tiempo que alzaba los brazos al frente y comenzaba a devolverles todos y cada uno de sus disparos.
Brynn
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Características
fuerza
Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Desde aquella esquina ojeé todo durante unos infinitos segundos. La escopeta de Marcus rugió en más de una ocasión. Pero, ¿y vane? ¿acaso le habría pasado algo? Negué con la cabeza, seguro que había ido a buscar otro arma y se había entretenido con algo.
Volví a divisar a todos los tipos que allí se encontraban. Estaban a tiro, pero no podía con todos. Esperé pacientemente el momento, ojeé cada rincón del terreno, fijándome especialmente en una carreta de madera, un par de puertas en maltrecho estado y algún que otro recoveco donde cubrirme si decidía salir.
Cuanto más tiempo pase, peor para Marcus, parece que se ha quedado solo
Entonces, volví a apuntar a uno de los tipos con el arma y, decidido, posicioné el dedo índice sobre el gatillo.
3, 2, 1…
Pero un estruendo procedente de la parte superior del Nox captó mi atención durante una milésima de segundo. Noté cómo todo el mundo se fijaba en ello, y ni siquiera me giré, salí corriendo a la par que portaba el machete en la mano derecha y el arma de fuego en la izquierda y me acercaba a uno de los tipos que se encontraba en posición ofensiva, sujetando un rifle de alto alcance. Tras ello escuché una infinidad de balas dirigiéndose a la puerta del Nox. ¿Irían a parar a la dirección de Marcus? No dudé ni un segundo en pasar mi cariñoso machete por el brazo del tirador que tenía enfrente, partiendo este y dirigiendo un segundo y veloz corte a su garganta. Salté desde allí y me posicioné bajo el carro que previamente había visto, desde donde ojeé lo que estaba pasando. Allí estaba medio cubierto, y pude percatarme de aquél misterioso tipo que parecía haberse tirado desde la planta de arriba y había recibido una gran cantidad de balas, pero aparentemente seguía vivo.
¿Vane? No, no creo
Al apuntarle todos, pensé que sería algún tipo de aliado, por lo que de momento no fijé mi mirada en él. Salí a gatas de aquél escondrijo y me dirigí sin hacer ruido hasta uno de los recovecos, cubriéndome de nuevo. Allí ví a la perfección el plan a seguir. Había tres tipos lo suficientemente juntos como para acabar con ellos en un segundo. Si el otro tipo conseguía cubrirme, lo haríamos en menos tiempo que un simple pestañeo.
Alcé el machete para que aquél tipo lo viese y entonces me dirigí a la parte derecha dando amplias zancadas y acolchando el sonido que éstas causaban sobre el suelo.
Cuando me encontraba en la retaguardia de los tipos, agarré a uno de ellos, ahogándolo con la flexura del codo y apretando lo máximo que podía, usándolo a modo de escudo mientras presionaba varias veces el gatillo hasta que las balas perforaron los cuerpos de dos de los guerrilleros. Entonces me cambié la pistola de mano y cogí la daga que le había robado al otro hombre.
- Mi nombre es Brynn, saluda a satanás de mi parte, hijo de puta -comenté justo antes de sesgar su garganta con la afilada daga y notar como la sangre caía a través de ella al suelo.
Pero al mirar al suelo no vi mis pies. Sin embargo si que podía tocarlos. ¿Sería aquél extraño poder? No tardé en dirigirme hasta la posición del curioso aliado, y desde la cercanía me percaté de que era Vane.
-Muy buena esa -susurré a su espalda-. Soy Brynn, dime si necesitas ayuda.
Volví a divisar a todos los tipos que allí se encontraban. Estaban a tiro, pero no podía con todos. Esperé pacientemente el momento, ojeé cada rincón del terreno, fijándome especialmente en una carreta de madera, un par de puertas en maltrecho estado y algún que otro recoveco donde cubrirme si decidía salir.
Cuanto más tiempo pase, peor para Marcus, parece que se ha quedado solo
Entonces, volví a apuntar a uno de los tipos con el arma y, decidido, posicioné el dedo índice sobre el gatillo.
3, 2, 1…
Pero un estruendo procedente de la parte superior del Nox captó mi atención durante una milésima de segundo. Noté cómo todo el mundo se fijaba en ello, y ni siquiera me giré, salí corriendo a la par que portaba el machete en la mano derecha y el arma de fuego en la izquierda y me acercaba a uno de los tipos que se encontraba en posición ofensiva, sujetando un rifle de alto alcance. Tras ello escuché una infinidad de balas dirigiéndose a la puerta del Nox. ¿Irían a parar a la dirección de Marcus? No dudé ni un segundo en pasar mi cariñoso machete por el brazo del tirador que tenía enfrente, partiendo este y dirigiendo un segundo y veloz corte a su garganta. Salté desde allí y me posicioné bajo el carro que previamente había visto, desde donde ojeé lo que estaba pasando. Allí estaba medio cubierto, y pude percatarme de aquél misterioso tipo que parecía haberse tirado desde la planta de arriba y había recibido una gran cantidad de balas, pero aparentemente seguía vivo.
¿Vane? No, no creo
Al apuntarle todos, pensé que sería algún tipo de aliado, por lo que de momento no fijé mi mirada en él. Salí a gatas de aquél escondrijo y me dirigí sin hacer ruido hasta uno de los recovecos, cubriéndome de nuevo. Allí ví a la perfección el plan a seguir. Había tres tipos lo suficientemente juntos como para acabar con ellos en un segundo. Si el otro tipo conseguía cubrirme, lo haríamos en menos tiempo que un simple pestañeo.
Alcé el machete para que aquél tipo lo viese y entonces me dirigí a la parte derecha dando amplias zancadas y acolchando el sonido que éstas causaban sobre el suelo.
Cuando me encontraba en la retaguardia de los tipos, agarré a uno de ellos, ahogándolo con la flexura del codo y apretando lo máximo que podía, usándolo a modo de escudo mientras presionaba varias veces el gatillo hasta que las balas perforaron los cuerpos de dos de los guerrilleros. Entonces me cambié la pistola de mano y cogí la daga que le había robado al otro hombre.
- Mi nombre es Brynn, saluda a satanás de mi parte, hijo de puta -comenté justo antes de sesgar su garganta con la afilada daga y notar como la sangre caía a través de ella al suelo.
Pero al mirar al suelo no vi mis pies. Sin embargo si que podía tocarlos. ¿Sería aquél extraño poder? No tardé en dirigirme hasta la posición del curioso aliado, y desde la cercanía me percaté de que era Vane.
-Muy buena esa -susurré a su espalda-. Soy Brynn, dime si necesitas ayuda.
Vane
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No pasé por alto la aparición de Brynn desde uno de los callejones cercanos, haciendo gala de su maestría con el machete y la danza de la muerte de la que me había hablado en más de una ocasión. Por mi parte continué con las armas al frente, apretando el gatillo una. En ese momento, dejándome llevar por la emoción que sentía y la adrenalina que me invadía no pude más que centrar mi atención en el proceso de cada disparo: la resistencia del gatillo al llegar al final de su recorrido, el estruendo mecánico de la combustión de la bala justo antes de ser disparada, el sonido del casquillo al salir despedido del arma y rebotar contra el suelo y, por último, los gritos de dolor de quiénes recibían los disparos. Para ser sincero, ni tan siquiera me estaba molestando en apuntar para asegurar los tiros, pues la lluvia de plomo resultaba ser igual de eficaz para la tarea.
Cuando las correderas de ambas armas quedaron retiradas hacia atrás y estas dejaron de escupir fuego supe que había agotado la munición de los cargadores. Pero en lugar de detenerme a recargarlas, enfundé ambas en las cartucheras laterales a mis costados y, dando un paso al frente, apreté los puños con fuerza. Al hacerlo, cómo respondiendo a mis intenciones, dos enrevesados mecanismos se accionaron y desde las muñecas hacia delante se extendieron una especie de guantes de metal.
Abrí y cerré las manos varias veces, observando maravillado aquel invento, cuando un de aquellos maleantes de poca monta se abalanzó sobre mí, probablemente queriendo aprovechar lo que parecía ser un momento de despiste. Pero en cuanto le tuve a apenas unos centímetros de mi le recibí con un golpe directo al pecho. Lejos de retroceder como esperaba, sus rodillas se clavaron en el suelo y enseguida calló de espaldas. Cuando me fijé en el lugar del impacto, este estaba destrozado. Ropa carne y huesos hundidos en el pecho.
Aunque nadie a mi alrededor pudiese verla, una sonrisa de embriagadora superioridad se dibujó en mi rostro. Justo en ese instante oí la voz de Brynn a mi espalda, advirtiéndome de su presencia. - Acabemos con estos imbéciles - me limité a responderle sin llegar a girarme.
Los siguientes minutos fueron tan frenéticos como confusos. Tras las andanadas de disparos que había desatado hacía escasos momentos no quedaban muchos en pie, y a los pocos que había los despachamos rápida y definitivamente. Incluso Marcus, que debía de haber oído el caos que desatábamos apareció tras abrir la puerta del club de par en par y comenzó a escupir fuego con el cañón de su recortada. Cuando hubimos terminado de despacharlos, me llevé la mano al casco y el traje al completo se replegó al instante, volviendo a ser nada más que aquella simple máscara.
- Marcus - llamé la atención de mi compañero mientras me dirigía de vuelta al interior del local. - Quiero que hagas correr la voz por la ciudad, quiero ver a todos nuestros hombres en el club antes de esta noche. Y Brynn, trae dentro a los que queden con vida, si es que hay alguno. Vamos a averiguar quiénes son estor cabrones.
Continuará...
Cuando las correderas de ambas armas quedaron retiradas hacia atrás y estas dejaron de escupir fuego supe que había agotado la munición de los cargadores. Pero en lugar de detenerme a recargarlas, enfundé ambas en las cartucheras laterales a mis costados y, dando un paso al frente, apreté los puños con fuerza. Al hacerlo, cómo respondiendo a mis intenciones, dos enrevesados mecanismos se accionaron y desde las muñecas hacia delante se extendieron una especie de guantes de metal.
Abrí y cerré las manos varias veces, observando maravillado aquel invento, cuando un de aquellos maleantes de poca monta se abalanzó sobre mí, probablemente queriendo aprovechar lo que parecía ser un momento de despiste. Pero en cuanto le tuve a apenas unos centímetros de mi le recibí con un golpe directo al pecho. Lejos de retroceder como esperaba, sus rodillas se clavaron en el suelo y enseguida calló de espaldas. Cuando me fijé en el lugar del impacto, este estaba destrozado. Ropa carne y huesos hundidos en el pecho.
Aunque nadie a mi alrededor pudiese verla, una sonrisa de embriagadora superioridad se dibujó en mi rostro. Justo en ese instante oí la voz de Brynn a mi espalda, advirtiéndome de su presencia. - Acabemos con estos imbéciles - me limité a responderle sin llegar a girarme.
Los siguientes minutos fueron tan frenéticos como confusos. Tras las andanadas de disparos que había desatado hacía escasos momentos no quedaban muchos en pie, y a los pocos que había los despachamos rápida y definitivamente. Incluso Marcus, que debía de haber oído el caos que desatábamos apareció tras abrir la puerta del club de par en par y comenzó a escupir fuego con el cañón de su recortada. Cuando hubimos terminado de despacharlos, me llevé la mano al casco y el traje al completo se replegó al instante, volviendo a ser nada más que aquella simple máscara.
- Marcus - llamé la atención de mi compañero mientras me dirigía de vuelta al interior del local. - Quiero que hagas correr la voz por la ciudad, quiero ver a todos nuestros hombres en el club antes de esta noche. Y Brynn, trae dentro a los que queden con vida, si es que hay alguno. Vamos a averiguar quiénes son estor cabrones.
Continuará...
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