Yumiko Mei
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-¡Au! ¡Eso ha dolido!- grité mientras levantaba mi pie. Una piedra se había caído de los brazos de uno de los hombres que transitaba el barco.
-Lo siento señorita, mis más sinceras disculpas.- Dijo el hombre después de darle una patada a la piedra y siguió caminando.
-Ten más cuidado, la próxima podría caer sobre la cabeza de una niña.- Respondí algo enfadada, sentía como el dedo de mi pie ya se estaba poniendo rojo.
Esto no hubiese pasado si no me hubiese equivocado de barco, pensé por novena vez ese día. A la mañana había recibido un desayuno pobre, sopa de fideos sin sal, agua ligeramente salada y un sin fin de trabajos para poder seguir en el barco. Tuve que llevar piedras de aquí para allá y todo ello porque no quisieron aceptar mi pago de 200.000 berries. Me dijeron que lo que necesitaban no era dinero, si no sudor. Sonreí y ayudé todo lo que pude, finalmente me cansé y me tomé un descanso mirando al horizonte. Ya llevábamos unos cuantos días navegando, un ferry extraño nos llevó a través del Calm Belt y alcanzamos uno de los Blue. Sentí como todo se había vuelto más pacífico. El paraíso era pacífico, pero los blues lo eran mucho más. Eso era un verdadero problema, aquí no habría piratas con grandes recompensas y la vuelta al paraíso sería muy cara.
Dos horas más y podré tocar tierra, desde que llevaba en el barco ya me dolía un montón la tripa, culpa de la comida pobre que servían. Además no habíamos pescado casi nada desde que salimos del puerto en Water Seven. Todo había sido un error desde el momento en el que leí que el barco llevaba a Lithos, pensaba que se trataba de otra isla del paraíso y quería visitarla, pero no resultó ser así. Parece ser que este barco estaba preparando material para llevar piedras desde Lithos y venderlas en otros sitios, básicamente un barco mercantil. Lo interesante es que no hubiesen aceptado mi dinero como pago por llevarme, aún tenía mis dudas sobre eso.
No tenía pensado quedarme mucho en esta isla. Nada más el barco paró en el puerto me bajé y salí huyendo. Un fuerte viento movió mis cabellos de forma salvaje y de repente se disipó. Que desastre, no me había duchado en todo lo que llevábamos navegando y el puerto de esta isla era de lo más extraño, un muro gigante, casi toda la isla parecía un muro. Anduve un buen rato a través de un túnel cavado en una de estas montañas y di con lo que parecía ser el camino al centro. Todo parecía un valle lleno de bosques. El paisaje era hermoso. Bosques a los alrededores y ardillas correteando entre los árboles. Hora de buscar un sitio para comer decente y ducharme, me dije con una sonrisa.
Seguí caminando a través del bosque y noté algunas plantas poco familiares, hierbas que no solía ver desde hace mucho. Algunas solo las conocía de los libros de historia y botánica. Finalmente di con el pueblo, o lo que parecía serlo. Se trataba de un intrincado laberinto de calles y cada calle era igual a la anterior. Anduve durante veinte minutos y no di con ninguna taberna, ni posada. Finalmente me di la vuelta y vi lo que parecía ser una taberna, aunque muy pobre y escondida. Las personas de la calle no me habían mirado bien hasta el momento, pero tampoco eran muchos y casi todos estaban haciendo trabajando, llevando piedras de aquí para allá o algún tipo de fruta y verdura. Abrí la puerta de la taberna y entré, un fuerte aire a pescado inundó mi olfato y no pude sentir nada más que eso durante unos cinco minutos.
-¿Buenos días extranjera, que le trae por aquí?- Dijo un hombre con una mirada un tanto extraña. En la taberna había otra persona bebiendo frente a la barra y alguien sentado en una esquina medio dormido. Ninguno de los dos me prestó demasiada atención, así que me dirigí a hablar con el anciano que parecía llevar este lugar.
-Alojamiento, algo de comer y preferiblemente una ducha. Puedo pagar por todo.- Dije con una sonrisa mientras sacaba mi bolsa con berries. Esperaba que eso fuese suficiente, eran unos cinco-mil berries.
-Perfecto, puedes quedarte aquí a dormir. Sin embargo por la comida, aquí solo vendemos bebida y bocatas, si quiere comer debidamente le recomiendo visitar el restaurante. En cuanto a la ducha, tiene una en la habitación, ahora mismo la pongo a punto. El único inconveniente es que el agua es fría.- Dijo el hombre sonriendo, parecía bastante orgulloso del establecimiento.
-Muchas gracias.- Dije con una sonrisa mientras le seguía hacia lo que sería mi habitación.
-Ahí tiene la cama, una mesita de noche, una lámpara, un escritorio y una silla para el escritorio. También tiene un pequeño armario para dejar su ropa y el periódico de esta semana para leer. El baño está tras esta puerta.- Dijo el hombre mientras abría la puerta. Un chirrido muy fuerte sonó y de detrás de la puerta salió un ratón corriendo.- Perdón por esto, estaba seguro de que había eliminado a todos los ratones de esta habitación. Le aseguro que no hay más.- Añadió algo enfadado, entre dientes maldijo a alguien y prosiguió a mostrarme el resto del baño.- Esto es una luz por si la necesitas a la noche, un espejo, el lavabo y la ducha. Es una tecnología sacada de los diales, simplemente tienes que pulsar aquí en el botón y el agua saldrá solo.- Dijo con una sonrisa orgullosa. Estaba realmente disfrutando de mostrarme la habitación. Pulsó el botón y el agua empezó a salir de la ducha, ya había visto este sistema y por ello no me parecía nada novedoso, sin embargo al camarero si que le parecía. No quería quitarle la sonrisa así que lo dejé terminar de hablar.
-Es perfecto, no se preocupe por los ratones, no son mi mayor problema. Estaré aquí un par de días como mucho.- Respondí con una sonrisa, me dirigí a la cama y me senté para probar que estaba bien. Todo correcto, no se había caído y ningún ratón salió de la misma. Al menos todo estaba limpio y no había polvo en ningún lado.
-Quédese cuanto desee y disfrute de la estancia.- Dijo con una sonrisa y finalmente se fue de la habitación.
Cerré la puerta y me puse a mirar por la ventana, el bosque estaba relativamente cerca. Me sentía bastante bien en la estancia, parecía más bien una casa rural que una taberna, pero era bonita y familiar. Parecía la casa de mis padres, no muy grande pero tampoco muy pequeña, con las cosas básicas y con gente amable alrededor. Sonreí ante el recuerdo y empecé a desempaquetar las pocas cosas que solía llevar conmigo. Algo de ropa de cambio y mis armas. Unas cuantas flechas y algunos drones. Esto sería suficiente para la visita al bosque, pensé con una sonrisa. Me duché finalmente, ya echaba de menos el agua después de tanto trabajo en el barco. Menos mal que había salido huyendo, probablemente me hubiesen puesto a trabajar más subiendo rocas al barco, un trabajo de lo más aburrido y exhaustivo.
Tras la ducha me vestí con mi vestido verde habitual y preparé mi peinado con una coleta y un pequeño lazo de color blanco en el cabello. Eso sería suficiente para resistir el calor, puesto que el sol estaba en lo alto y haría bastante. Recogí mi arco, unas cuantas flechas, mi capa verde, mis guantes y algunos diales. Con eso tendría suficiente para investigar, si en algún momento me topaba con alguna bestia. Salí de mi habitación, me despedí del anciano y finalmente salí en dirección al bosque. Anduve unos quinientos metros y di por fin con un sitio más abierto. Me quedé sentada, había comprado un bocadillo justo antes de la ducha y metido en la mochila. Empecé a comerlo mientras vigilaba a mi alrededor por cualquier intruso animal o humano que desease comer mi almuerzo. Este no estaba soso por suerte, la verdad que cualquier cosa estaba buena comparada con la comida de ese barco. Algunas ardillas correteaban por las ramas encima de mi y otros animales se paseaban alrededor, pero no parecía haber ningún peligro de momento. No había visto tampoco ninguna huella extraña, nada de tigres, osos u otros animales grandes. Me pareció un poquito extraño y esperé a ver si alguno hacía acto de presencia, quería algo de carne para comer y suponía que cazar algún animal sería una buena idea. De mientras el bocadillo de jamón y queso serviría.
-Lo siento señorita, mis más sinceras disculpas.- Dijo el hombre después de darle una patada a la piedra y siguió caminando.
-Ten más cuidado, la próxima podría caer sobre la cabeza de una niña.- Respondí algo enfadada, sentía como el dedo de mi pie ya se estaba poniendo rojo.
Esto no hubiese pasado si no me hubiese equivocado de barco, pensé por novena vez ese día. A la mañana había recibido un desayuno pobre, sopa de fideos sin sal, agua ligeramente salada y un sin fin de trabajos para poder seguir en el barco. Tuve que llevar piedras de aquí para allá y todo ello porque no quisieron aceptar mi pago de 200.000 berries. Me dijeron que lo que necesitaban no era dinero, si no sudor. Sonreí y ayudé todo lo que pude, finalmente me cansé y me tomé un descanso mirando al horizonte. Ya llevábamos unos cuantos días navegando, un ferry extraño nos llevó a través del Calm Belt y alcanzamos uno de los Blue. Sentí como todo se había vuelto más pacífico. El paraíso era pacífico, pero los blues lo eran mucho más. Eso era un verdadero problema, aquí no habría piratas con grandes recompensas y la vuelta al paraíso sería muy cara.
Dos horas más y podré tocar tierra, desde que llevaba en el barco ya me dolía un montón la tripa, culpa de la comida pobre que servían. Además no habíamos pescado casi nada desde que salimos del puerto en Water Seven. Todo había sido un error desde el momento en el que leí que el barco llevaba a Lithos, pensaba que se trataba de otra isla del paraíso y quería visitarla, pero no resultó ser así. Parece ser que este barco estaba preparando material para llevar piedras desde Lithos y venderlas en otros sitios, básicamente un barco mercantil. Lo interesante es que no hubiesen aceptado mi dinero como pago por llevarme, aún tenía mis dudas sobre eso.
No tenía pensado quedarme mucho en esta isla. Nada más el barco paró en el puerto me bajé y salí huyendo. Un fuerte viento movió mis cabellos de forma salvaje y de repente se disipó. Que desastre, no me había duchado en todo lo que llevábamos navegando y el puerto de esta isla era de lo más extraño, un muro gigante, casi toda la isla parecía un muro. Anduve un buen rato a través de un túnel cavado en una de estas montañas y di con lo que parecía ser el camino al centro. Todo parecía un valle lleno de bosques. El paisaje era hermoso. Bosques a los alrededores y ardillas correteando entre los árboles. Hora de buscar un sitio para comer decente y ducharme, me dije con una sonrisa.
Seguí caminando a través del bosque y noté algunas plantas poco familiares, hierbas que no solía ver desde hace mucho. Algunas solo las conocía de los libros de historia y botánica. Finalmente di con el pueblo, o lo que parecía serlo. Se trataba de un intrincado laberinto de calles y cada calle era igual a la anterior. Anduve durante veinte minutos y no di con ninguna taberna, ni posada. Finalmente me di la vuelta y vi lo que parecía ser una taberna, aunque muy pobre y escondida. Las personas de la calle no me habían mirado bien hasta el momento, pero tampoco eran muchos y casi todos estaban haciendo trabajando, llevando piedras de aquí para allá o algún tipo de fruta y verdura. Abrí la puerta de la taberna y entré, un fuerte aire a pescado inundó mi olfato y no pude sentir nada más que eso durante unos cinco minutos.
-¿Buenos días extranjera, que le trae por aquí?- Dijo un hombre con una mirada un tanto extraña. En la taberna había otra persona bebiendo frente a la barra y alguien sentado en una esquina medio dormido. Ninguno de los dos me prestó demasiada atención, así que me dirigí a hablar con el anciano que parecía llevar este lugar.
-Alojamiento, algo de comer y preferiblemente una ducha. Puedo pagar por todo.- Dije con una sonrisa mientras sacaba mi bolsa con berries. Esperaba que eso fuese suficiente, eran unos cinco-mil berries.
-Perfecto, puedes quedarte aquí a dormir. Sin embargo por la comida, aquí solo vendemos bebida y bocatas, si quiere comer debidamente le recomiendo visitar el restaurante. En cuanto a la ducha, tiene una en la habitación, ahora mismo la pongo a punto. El único inconveniente es que el agua es fría.- Dijo el hombre sonriendo, parecía bastante orgulloso del establecimiento.
-Muchas gracias.- Dije con una sonrisa mientras le seguía hacia lo que sería mi habitación.
-Ahí tiene la cama, una mesita de noche, una lámpara, un escritorio y una silla para el escritorio. También tiene un pequeño armario para dejar su ropa y el periódico de esta semana para leer. El baño está tras esta puerta.- Dijo el hombre mientras abría la puerta. Un chirrido muy fuerte sonó y de detrás de la puerta salió un ratón corriendo.- Perdón por esto, estaba seguro de que había eliminado a todos los ratones de esta habitación. Le aseguro que no hay más.- Añadió algo enfadado, entre dientes maldijo a alguien y prosiguió a mostrarme el resto del baño.- Esto es una luz por si la necesitas a la noche, un espejo, el lavabo y la ducha. Es una tecnología sacada de los diales, simplemente tienes que pulsar aquí en el botón y el agua saldrá solo.- Dijo con una sonrisa orgullosa. Estaba realmente disfrutando de mostrarme la habitación. Pulsó el botón y el agua empezó a salir de la ducha, ya había visto este sistema y por ello no me parecía nada novedoso, sin embargo al camarero si que le parecía. No quería quitarle la sonrisa así que lo dejé terminar de hablar.
-Es perfecto, no se preocupe por los ratones, no son mi mayor problema. Estaré aquí un par de días como mucho.- Respondí con una sonrisa, me dirigí a la cama y me senté para probar que estaba bien. Todo correcto, no se había caído y ningún ratón salió de la misma. Al menos todo estaba limpio y no había polvo en ningún lado.
-Quédese cuanto desee y disfrute de la estancia.- Dijo con una sonrisa y finalmente se fue de la habitación.
Cerré la puerta y me puse a mirar por la ventana, el bosque estaba relativamente cerca. Me sentía bastante bien en la estancia, parecía más bien una casa rural que una taberna, pero era bonita y familiar. Parecía la casa de mis padres, no muy grande pero tampoco muy pequeña, con las cosas básicas y con gente amable alrededor. Sonreí ante el recuerdo y empecé a desempaquetar las pocas cosas que solía llevar conmigo. Algo de ropa de cambio y mis armas. Unas cuantas flechas y algunos drones. Esto sería suficiente para la visita al bosque, pensé con una sonrisa. Me duché finalmente, ya echaba de menos el agua después de tanto trabajo en el barco. Menos mal que había salido huyendo, probablemente me hubiesen puesto a trabajar más subiendo rocas al barco, un trabajo de lo más aburrido y exhaustivo.
Tras la ducha me vestí con mi vestido verde habitual y preparé mi peinado con una coleta y un pequeño lazo de color blanco en el cabello. Eso sería suficiente para resistir el calor, puesto que el sol estaba en lo alto y haría bastante. Recogí mi arco, unas cuantas flechas, mi capa verde, mis guantes y algunos diales. Con eso tendría suficiente para investigar, si en algún momento me topaba con alguna bestia. Salí de mi habitación, me despedí del anciano y finalmente salí en dirección al bosque. Anduve unos quinientos metros y di por fin con un sitio más abierto. Me quedé sentada, había comprado un bocadillo justo antes de la ducha y metido en la mochila. Empecé a comerlo mientras vigilaba a mi alrededor por cualquier intruso animal o humano que desease comer mi almuerzo. Este no estaba soso por suerte, la verdad que cualquier cosa estaba buena comparada con la comida de ese barco. Algunas ardillas correteaban por las ramas encima de mi y otros animales se paseaban alrededor, pero no parecía haber ningún peligro de momento. No había visto tampoco ninguna huella extraña, nada de tigres, osos u otros animales grandes. Me pareció un poquito extraño y esperé a ver si alguno hacía acto de presencia, quería algo de carne para comer y suponía que cazar algún animal sería una buena idea. De mientras el bocadillo de jamón y queso serviría.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Para Alphonse, Lithos se había convertido en un auténtico infierno. Sus gentes, aunque amables y de buen corazón, le parecían poco más que mojigatas marionetas que bailaban al arcaico son de sus imbéciles tradiciones. El corazón del muchacho, como las mentes de aquellos imbéciles, se estaba transformando en piedra. "Quizás es la maldición del pueblo", se dijo mientras recordaba con desprecio cómo Gustava había despreciado la luz de su torturada alma.
Pasándose la mano por el pecho, Alphonse creyó que una profunda cicatriz le atravesaba hasta hundirse en un corazón que latía cansado, casi durmiente. La rabia y la impotencia habían dejado hueco a una profunda melancolía, un sentimiento que el destino había alimentado durante los últimos dos años. Se sentía viejo a pesar de que era joven, quizás porque toda inocencia había sido arrancada por la mano de la cruel realidad que había vivido. Respiró, forzándose a levantarse de la cama otro día más.
Había puesto su plan en marcha para llevar un poco de sentido común a aquellas gentes, pero esta vez no podía permitirse esperar ningún resultado. No, había tenido suficientes decepciones por un tiempo.
Vistiéndose con su acostumbrado traje negro, se engalanó todo lo que su tristeza le permitía reconocer en el espejo. Sonrió a su reflejo, intentando que aquella falsa felicidad que mostraría al salir fuera lo más convincente posible. Pero él sabía la verdad, la sabía para muchas cosas que la gente mundana y ruin ignoraba o decidía ignorar.
Al salir de su casa roja, heredada con el título de alcalde, se detuvo a contemplar la larga fila de niños que asistían a la escuela. Su escuela. La primera y única de Lithos, a las que todo niño menor de quince años se veía obligado a asistir para aprender todo aquello que sus padres ignoraban de un mundo que se les antojaba lejano, frío y poco familiar. Los pequeños penitentes le miraron con una mezcla de desprecio, terror y rabia, y eso fue mayor castigo para Alphonse que la escuela era para ellos. Incluso sabiendo que hacía lo mejor para su futuro, no pudo hacer nada contra la amargura y la decepción que todos aquellos ojos clavaban en su espíritu. A la siguiente calle, una vez estaba solo, tuvo que sentarse en el porche de una de las tantas casas grises del pueblo. Estaba harto. Estaba tan harto que no sabía si aguantaría hasta que su familia llegase. "¿Y cuando lleguen qué?", se susurró sin saber si su tono era hiriente o desesperado.
Intentando olvidarse de su propio pesar, se dirigió al puerto dispuesto a coordinar un día más las exportaciones e importaciones que moverían el pequeño de la ciudad. Al fin y al cabo debía seguir con su plan para destruir Lithos… Y tenía bien claro que no lo iba a hacer con fuego y metralla; sino con males mucho más invisibles. Destruiría aquellas estúpidas tradiciones con lo único que el corazón humano anhelaba más que sus propias raíces: el confort del progreso. Y de esta manera no solo se aseguraba su hegemonía, también se sacaba un considerable pellizco que se había asegurado de hacer constatar en las nuevas asambleas populares como un pago justo.
Aquel día, para su descontento, no había ninguna oferta de diales traídos de lejanas tierras ni ingenieros que deseaban abastecer de herramientas hidráulicas a la pequeña población minera. Esta vez solo había un hombre, uno que esperaba al mismo despreciable hombre de negocios que había encontrado la otra vez que pisó la isla.
-¿Y qué quiere que haga?- comentó Alphonse viendo como aquellos marineros descargaban las rocas de granito en el pequeño puerto.
-Devolvernos el dinero, claro está. La roca que nos vendió…
-Que le vendió el señor Murph Stevenson- corrigió secamente.
-Exacto. No tenía el porcentaje de platino que nos dijo.
-Una pena… Lamento que haya dado casi la vuelta al mundo, pero así son los negocios, uno se… arriesga- respondió fríamente el muchacho.
El capitán del navío entrecerró los ojos y se llevó la mano a la empuñadura de su sable. Era un hombre alto, con una larga barba rizada y negra que le daban el aspecto de un rufián pirata. Aunque no lo era, su despiadada actitud en cuanto a los negocios le habían granjeado una fama incluso más sangrienta. Fama que por desgracia el nuevo alcalde desconocía por completo.
-Me gustaría hablar con Murph. En persona- exigió al joven tras el pequeño mostrador de madera.
-El señor Stevenson no tiene nada que ver en la nueva dirección de Stoneland. Soy yo, Alphonse Capone, el nuevo director y alcalde. Espero que entienda que no puedo responsabilizarme de los tratos del antiguo mandatario, mucho menos cuando se especifica en el contrato que me ha mostrado que el porcentaje es…-Buscó la palabra exacta- “relativo”.
-Me gustaría… hablar…con…Murph- repitió apretando los dientes.
-Podrá encontrarle en la enfermería principal del pueblo- dijo el muchacho recogiendo sus pertenencias, dando por terminada la reunión-. Tienen seis horas para marcharse del puerto de Lithos, y tengan un buen día.
No estaba Alphonse aquel día para tratar con un idiota que le había comprado a un truhán mercancía defectuosa, no cuando no podía recurrir a abofetearle mientras le exigía, a la vez que sus dientes volaban por la estancia, que entendiera lo que le había repetido tantas veces. Estaba harto de que nadie le escuchara, y por ello buscó el silencio del bosque nada más salir de la pequeña oficina portuaria.
Y mientras atravesaba los arbustos y se rodeaba de la única compañía de las ajadas cortezas de la foresta, se dio cuenta que el silencio del que había huido tantos años era peor de lo que recordaba. Cansado de que el zumbido de su cerebro aprovechara aquella paz para estropear su soledad, decidió darle forma. Así son los artistas.
-...everything is slipping away...- terminó, sin poder dar mejor forma a aquella sincera canción.
Pasándose la mano por el pecho, Alphonse creyó que una profunda cicatriz le atravesaba hasta hundirse en un corazón que latía cansado, casi durmiente. La rabia y la impotencia habían dejado hueco a una profunda melancolía, un sentimiento que el destino había alimentado durante los últimos dos años. Se sentía viejo a pesar de que era joven, quizás porque toda inocencia había sido arrancada por la mano de la cruel realidad que había vivido. Respiró, forzándose a levantarse de la cama otro día más.
Había puesto su plan en marcha para llevar un poco de sentido común a aquellas gentes, pero esta vez no podía permitirse esperar ningún resultado. No, había tenido suficientes decepciones por un tiempo.
Vistiéndose con su acostumbrado traje negro, se engalanó todo lo que su tristeza le permitía reconocer en el espejo. Sonrió a su reflejo, intentando que aquella falsa felicidad que mostraría al salir fuera lo más convincente posible. Pero él sabía la verdad, la sabía para muchas cosas que la gente mundana y ruin ignoraba o decidía ignorar.
Al salir de su casa roja, heredada con el título de alcalde, se detuvo a contemplar la larga fila de niños que asistían a la escuela. Su escuela. La primera y única de Lithos, a las que todo niño menor de quince años se veía obligado a asistir para aprender todo aquello que sus padres ignoraban de un mundo que se les antojaba lejano, frío y poco familiar. Los pequeños penitentes le miraron con una mezcla de desprecio, terror y rabia, y eso fue mayor castigo para Alphonse que la escuela era para ellos. Incluso sabiendo que hacía lo mejor para su futuro, no pudo hacer nada contra la amargura y la decepción que todos aquellos ojos clavaban en su espíritu. A la siguiente calle, una vez estaba solo, tuvo que sentarse en el porche de una de las tantas casas grises del pueblo. Estaba harto. Estaba tan harto que no sabía si aguantaría hasta que su familia llegase. "¿Y cuando lleguen qué?", se susurró sin saber si su tono era hiriente o desesperado.
Intentando olvidarse de su propio pesar, se dirigió al puerto dispuesto a coordinar un día más las exportaciones e importaciones que moverían el pequeño de la ciudad. Al fin y al cabo debía seguir con su plan para destruir Lithos… Y tenía bien claro que no lo iba a hacer con fuego y metralla; sino con males mucho más invisibles. Destruiría aquellas estúpidas tradiciones con lo único que el corazón humano anhelaba más que sus propias raíces: el confort del progreso. Y de esta manera no solo se aseguraba su hegemonía, también se sacaba un considerable pellizco que se había asegurado de hacer constatar en las nuevas asambleas populares como un pago justo.
Aquel día, para su descontento, no había ninguna oferta de diales traídos de lejanas tierras ni ingenieros que deseaban abastecer de herramientas hidráulicas a la pequeña población minera. Esta vez solo había un hombre, uno que esperaba al mismo despreciable hombre de negocios que había encontrado la otra vez que pisó la isla.
-¿Y qué quiere que haga?- comentó Alphonse viendo como aquellos marineros descargaban las rocas de granito en el pequeño puerto.
-Devolvernos el dinero, claro está. La roca que nos vendió…
-Que le vendió el señor Murph Stevenson- corrigió secamente.
-Exacto. No tenía el porcentaje de platino que nos dijo.
-Una pena… Lamento que haya dado casi la vuelta al mundo, pero así son los negocios, uno se… arriesga- respondió fríamente el muchacho.
El capitán del navío entrecerró los ojos y se llevó la mano a la empuñadura de su sable. Era un hombre alto, con una larga barba rizada y negra que le daban el aspecto de un rufián pirata. Aunque no lo era, su despiadada actitud en cuanto a los negocios le habían granjeado una fama incluso más sangrienta. Fama que por desgracia el nuevo alcalde desconocía por completo.
-Me gustaría hablar con Murph. En persona- exigió al joven tras el pequeño mostrador de madera.
-El señor Stevenson no tiene nada que ver en la nueva dirección de Stoneland. Soy yo, Alphonse Capone, el nuevo director y alcalde. Espero que entienda que no puedo responsabilizarme de los tratos del antiguo mandatario, mucho menos cuando se especifica en el contrato que me ha mostrado que el porcentaje es…-Buscó la palabra exacta- “relativo”.
-Me gustaría… hablar…con…Murph- repitió apretando los dientes.
-Podrá encontrarle en la enfermería principal del pueblo- dijo el muchacho recogiendo sus pertenencias, dando por terminada la reunión-. Tienen seis horas para marcharse del puerto de Lithos, y tengan un buen día.
No estaba Alphonse aquel día para tratar con un idiota que le había comprado a un truhán mercancía defectuosa, no cuando no podía recurrir a abofetearle mientras le exigía, a la vez que sus dientes volaban por la estancia, que entendiera lo que le había repetido tantas veces. Estaba harto de que nadie le escuchara, y por ello buscó el silencio del bosque nada más salir de la pequeña oficina portuaria.
Y mientras atravesaba los arbustos y se rodeaba de la única compañía de las ajadas cortezas de la foresta, se dio cuenta que el silencio del que había huido tantos años era peor de lo que recordaba. Cansado de que el zumbido de su cerebro aprovechara aquella paz para estropear su soledad, decidió darle forma. Así son los artistas.
-...everything is slipping away...- terminó, sin poder dar mejor forma a aquella sincera canción.
- Nota:
- Fin de la canción 1.07
Yumiko Mei
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El bocadillo estaba bastante bueno, pensaba que sería peor teniendo en cuenta que no parecía un lugar tan visitado como esperaba. Me había metido en un sitio del que no sabía nada por haberme equivocado de barco, pensé por un momento que quizás tenía que pensar más a la hora de tomar cualquier barco. Me había sentado y apoyado con la espalda sobre el tronco de un árbol. Poco después de terminar mi bocadillo empecé a escuchar unos ruidos, tomé mi arco casi por instinto y activé mi haki de observación, pero resultó ser un joven el que estaba haciendo el ruido y al parecer estaba cantando. Me quedé en el mismo sitio intentando concentrarme para escucharle, pero me di cuenta que estaba yendo hacia el oeste, pasando de largo de mi. Fui hacia él y terminó su canción, sonreí, me había gustado bastante aunque parecía estar triste.
Era un joven de pelo negro bastante alto y con traje, parecía ser diferente a los de la isla, tenía un estilo peculiar. Podrías pensar que es un empresario o un diseñador de moda, aunque no cabía duda que también tenía apariencia de actor. No quería causar una mala impresión, así que me dejé el arco en la espalda y anduve hasta estar a su lado, si me había visto me saludaría, o eso esperaba. Esta isla era de lo más extraña y las personas parecían hacer todo lo posible por evitar el contacto con los extranjeros, al menos eso fue lo que percibí durante mi estancia. El señor de la taberna parecía tan extrañado de haberme visto como de haber aceptado mi dinero.
-Hola, siento molestarte. Pero pareces diferente a las personas de esta isla y cantas muy bien.- Dije con una sonrisa intentando buscar las palabras para seguir.- Me llamo Yumiko, me gustaría saber si esta isla es siempre igual de fría. Las personas parecen rocas.- Seguí diciendo, esperaba que el joven se presentara después de esto.
Seguiría esperando su respuesta mientras investigaba mis alrededores, no podía estar segura nunca de si me encontraba presa en alguna trampa, tenía que estar atenta a todo. Al fin y al cabo, a pesar de que esto fuese el East Blue, no se sabía si había grupos criminales a mi alrededor. Era relativamente conocida en el mundo como cazarecompensas como para descuidarme demasiado, si el joven quería atraparme lo tendría igual de difícil que el resto de piratas del grand line. Confiaba que fuese una charla pacífica.
Era un joven de pelo negro bastante alto y con traje, parecía ser diferente a los de la isla, tenía un estilo peculiar. Podrías pensar que es un empresario o un diseñador de moda, aunque no cabía duda que también tenía apariencia de actor. No quería causar una mala impresión, así que me dejé el arco en la espalda y anduve hasta estar a su lado, si me había visto me saludaría, o eso esperaba. Esta isla era de lo más extraña y las personas parecían hacer todo lo posible por evitar el contacto con los extranjeros, al menos eso fue lo que percibí durante mi estancia. El señor de la taberna parecía tan extrañado de haberme visto como de haber aceptado mi dinero.
-Hola, siento molestarte. Pero pareces diferente a las personas de esta isla y cantas muy bien.- Dije con una sonrisa intentando buscar las palabras para seguir.- Me llamo Yumiko, me gustaría saber si esta isla es siempre igual de fría. Las personas parecen rocas.- Seguí diciendo, esperaba que el joven se presentara después de esto.
Seguiría esperando su respuesta mientras investigaba mis alrededores, no podía estar segura nunca de si me encontraba presa en alguna trampa, tenía que estar atenta a todo. Al fin y al cabo, a pesar de que esto fuese el East Blue, no se sabía si había grupos criminales a mi alrededor. Era relativamente conocida en el mundo como cazarecompensas como para descuidarme demasiado, si el joven quería atraparme lo tendría igual de difícil que el resto de piratas del grand line. Confiaba que fuese una charla pacífica.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Enfrascado por el amor a su arte y lo que aquella balada significaba para él, Alphonse tardó en darse cuenta de la presencia de la dama. Había acabado de cantar y ella lo había oído. Se detuvo, contemplando el vacío de su propia alma y sintiendo la presión del mismo en su corazón. Ella le había oído. Solo oído. Como siempre, como todos.
El amargo recuerdo de su madre repitiendo aquellas palabras le hizo sopesar una vez más el acabar con todo. “Pero para qué”, se dijo, incapaz siquiera de tomar la iniciativa en quitarse su propia vida. Intentaba aferrarse a que, al menos, algo bueno podría hacer con su inútil persona además de abono para los nogales.
-Es un placer- dijo dejándose caer hacia delante en una exhausta pero elegante reverencia-. Mi nombre es Alphonse Capone, aunque poco importa, ¿no cree?- preguntó mirando al suelo, preguntándose si valía el esfuerzo de sonreírle a una extranjera. No lo valía-. Bueno, por algo se llama Lithos este lugar –añadió irguiéndose-, ¿o acaso no conoce la leyenda?- improvisó.
Paseándose por las gruesas raíces de los árboles de bellota, Alphonse merodeó a la dama como un lánguido espectro. La única cosa que ansiaba devorar de ella era la inocencia que manaba de sus zafiros, pero sabía que aunque lo hiciera probablemente se quedaría tan hueco como antes.
-Este lugar, este horrible pueblucho minero, tiene una terrible maldición-adelantó, profético-. Todos sus habitantes, desde el más alto al más bajo y desde el joven al anciano, se convierten en piedra. Uno tras otro, cuando crecen, corruptos por las estúpidas tradiciones de sus progenitores, cambian sus preciados cerebros y corazones por poco más que guijarros y grava.- Su voz, aunque serena, tenía un inquietante deje funesto.-. Así son las cosas en Lithos… y peor es para los que llegan de fuera.
El muchacho se sentó apoyando la espalda en la corteza de una encina, que para él poco se distinguía del resto de la madera del lugar. Soltó una larga exhalación suavemente, como si intentara vaciarse de toda la amargura que le infestaba.
-¿Por qué dijo que canto bien?- inquirió con un matiz de desgana.
El amargo recuerdo de su madre repitiendo aquellas palabras le hizo sopesar una vez más el acabar con todo. “Pero para qué”, se dijo, incapaz siquiera de tomar la iniciativa en quitarse su propia vida. Intentaba aferrarse a que, al menos, algo bueno podría hacer con su inútil persona además de abono para los nogales.
-Es un placer- dijo dejándose caer hacia delante en una exhausta pero elegante reverencia-. Mi nombre es Alphonse Capone, aunque poco importa, ¿no cree?- preguntó mirando al suelo, preguntándose si valía el esfuerzo de sonreírle a una extranjera. No lo valía-. Bueno, por algo se llama Lithos este lugar –añadió irguiéndose-, ¿o acaso no conoce la leyenda?- improvisó.
Paseándose por las gruesas raíces de los árboles de bellota, Alphonse merodeó a la dama como un lánguido espectro. La única cosa que ansiaba devorar de ella era la inocencia que manaba de sus zafiros, pero sabía que aunque lo hiciera probablemente se quedaría tan hueco como antes.
-Este lugar, este horrible pueblucho minero, tiene una terrible maldición-adelantó, profético-. Todos sus habitantes, desde el más alto al más bajo y desde el joven al anciano, se convierten en piedra. Uno tras otro, cuando crecen, corruptos por las estúpidas tradiciones de sus progenitores, cambian sus preciados cerebros y corazones por poco más que guijarros y grava.- Su voz, aunque serena, tenía un inquietante deje funesto.-. Así son las cosas en Lithos… y peor es para los que llegan de fuera.
El muchacho se sentó apoyando la espalda en la corteza de una encina, que para él poco se distinguía del resto de la madera del lugar. Soltó una larga exhalación suavemente, como si intentara vaciarse de toda la amargura que le infestaba.
-¿Por qué dijo que canto bien?- inquirió con un matiz de desgana.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Parecía que los negocios nunca venían solos, pues aquel día mi destino me había conducido hasta la isla de Lithos, un colonia minera a mis ojos, pero con grandes oportunidades de extorsión. Había desembarcado la noche anterior en un buque de pasajeros con "recursos" llegando al pueblo sin problema alguno. Portaba un esmoquin escarlata abotonado la altura de la barriga, una gran chorrera al cuello atada por un largo lazo negro, y nos zapatos estilizados negros. En mi mano derecha llevaba un bastón con la empuñadura de Pegaso, pero sin lugar a dudas lo que hizo que los lugareños miraran a aquel hombre, y algunos hasta lo reconocieran, era su larga melena plateada muy bien peinada.
Lios estibadores se quedaron mirando hacia mi, y yo con tono semblante me dirigí hacia el interior del pueblo. Sin embargo, mi calma se vio entorpecida por los murmuros de los aldeanos.
-¿Quien es ese pintamonas?
-¿Extranjero?
La verdad es que esperaba otro recibimiento, pero viendo el panorama, aquella isla recordaba a otros países totalmente cerrados al exterior..que bien, una comunidad aislada llena de mineros..el sueño de cualquier persona que desea tener una agradable conversación....Así que no perdí mi tiempo y caminé.
Las miradas de aquellos mineros solo me hacían esbozar una leve sonrisa calmada., hasta me daban pena. Mientras caminaba uno de mis hombres, el cual siempre venía a 10 pasos por detrás mía, se acercó a mi preguntándome si iría a reunirme en el bosque con mi confidente en la isla. Su tono era preocupado, pues no le hacía gracia dejar solo a su jefe. Yo solo me giré y me dirigí a él con cara de cansancio.
-Brutus, puedes estar tranquilo, ahora hazme un favor- Dije cogiendo su mano derecha y colocando unos berries en la suya- Ve a la taberna, tómate algo, y pon los oídos como si de dos antenas fueras, volveré en unas horas.
Brutus asintió rápidamente ante mis órdenes, y se dirigió raudo hacia la taberna más cercana. Por mi parte, coloqué mi bastón debajo de la axila y coloqué mis manos en los bolsillos, hasta llegar, paso a paso, hasta el bosque.
Durante mi camino, pensaba para mis adentros como estaría mi esposa, ¿le habrían limpiado la lápida tal como ordené en mi ausencia? Esperaba que si, no me apetecía tener que jugar a la ruleta con mis empleados a mi regreso a Dressrosa.
Al poco tiempo, mientras cruzaba la vegetación de aquel bosque, escuché lo que parecían ser voces. ¿Sería mi contacto? Era posible, así que, caminé hacia donde las voces sobanam
Para mi sorpresa, me encontré con una dama bastante bella, y con un hombre elegante. "Vaya, parece que el estilismo no se perdió en este tugurio" pensaba para mi. En un principio no tenía que haberme encontrado a aquellos dos personajes en el bosque, pues dejé bien claro a mi contacto que debíamos estar solos. Lástima, tocará rendir cuentas más tarde. Así que procuré mantener mi semblante serio, y con la misma posición con la que había entrado en el bosque, aparecía ahora frente aquellos dos sujetos. Simplemente podía ignorarlos y pasar de largo hasta encontrar a mi contacto, pero francamente, ya lo daba por perdido , así que debía obtener la información de otro manera...y la verdad, la curiosidad me podía.
-Saludos caballero y dama, disculpen que les moleste en este día- Dije con tono amable- Soy extranjero y lamento decir que me he perdido. ¿Ustedes también se han perdido o han venido a disfrutar de la naturaleza?
Siempre pensé que unas palabras agradables romperían el hielo, sin embargo, toda presentación requiere de un nombre.
-Me llamo Maximilion, Maximilion Pegasus, ¿ustedes son?-Dije acercándome a ellos hasta estar a escasos tres metros con respecto a la mujer y al hombre.
Lios estibadores se quedaron mirando hacia mi, y yo con tono semblante me dirigí hacia el interior del pueblo. Sin embargo, mi calma se vio entorpecida por los murmuros de los aldeanos.
-¿Quien es ese pintamonas?
-¿Extranjero?
La verdad es que esperaba otro recibimiento, pero viendo el panorama, aquella isla recordaba a otros países totalmente cerrados al exterior..que bien, una comunidad aislada llena de mineros..el sueño de cualquier persona que desea tener una agradable conversación....Así que no perdí mi tiempo y caminé.
Las miradas de aquellos mineros solo me hacían esbozar una leve sonrisa calmada., hasta me daban pena. Mientras caminaba uno de mis hombres, el cual siempre venía a 10 pasos por detrás mía, se acercó a mi preguntándome si iría a reunirme en el bosque con mi confidente en la isla. Su tono era preocupado, pues no le hacía gracia dejar solo a su jefe. Yo solo me giré y me dirigí a él con cara de cansancio.
-Brutus, puedes estar tranquilo, ahora hazme un favor- Dije cogiendo su mano derecha y colocando unos berries en la suya- Ve a la taberna, tómate algo, y pon los oídos como si de dos antenas fueras, volveré en unas horas.
Brutus asintió rápidamente ante mis órdenes, y se dirigió raudo hacia la taberna más cercana. Por mi parte, coloqué mi bastón debajo de la axila y coloqué mis manos en los bolsillos, hasta llegar, paso a paso, hasta el bosque.
Durante mi camino, pensaba para mis adentros como estaría mi esposa, ¿le habrían limpiado la lápida tal como ordené en mi ausencia? Esperaba que si, no me apetecía tener que jugar a la ruleta con mis empleados a mi regreso a Dressrosa.
Al poco tiempo, mientras cruzaba la vegetación de aquel bosque, escuché lo que parecían ser voces. ¿Sería mi contacto? Era posible, así que, caminé hacia donde las voces sobanam
Para mi sorpresa, me encontré con una dama bastante bella, y con un hombre elegante. "Vaya, parece que el estilismo no se perdió en este tugurio" pensaba para mi. En un principio no tenía que haberme encontrado a aquellos dos personajes en el bosque, pues dejé bien claro a mi contacto que debíamos estar solos. Lástima, tocará rendir cuentas más tarde. Así que procuré mantener mi semblante serio, y con la misma posición con la que había entrado en el bosque, aparecía ahora frente aquellos dos sujetos. Simplemente podía ignorarlos y pasar de largo hasta encontrar a mi contacto, pero francamente, ya lo daba por perdido , así que debía obtener la información de otro manera...y la verdad, la curiosidad me podía.
-Saludos caballero y dama, disculpen que les moleste en este día- Dije con tono amable- Soy extranjero y lamento decir que me he perdido. ¿Ustedes también se han perdido o han venido a disfrutar de la naturaleza?
Siempre pensé que unas palabras agradables romperían el hielo, sin embargo, toda presentación requiere de un nombre.
-Me llamo Maximilion, Maximilion Pegasus, ¿ustedes son?-Dije acercándome a ellos hasta estar a escasos tres metros con respecto a la mujer y al hombre.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La chica no contestó, solo se quedó ahí, mirándole con un semblante triste y confuso. “Por supuesto que no va a contestar, es una mentira, una de esas cosas que se dicen para intentar romper el hielo sin realmente sentir lo que se ha dicho. ¿Cómo iba a cantar bien? Solo soy un pedazo de mierda más en un mundo lleno de estiércol”, pensó deprimido.
Pero a pesar de todo Alphonse no cantaba para llenar los corazones de otros de emociones, lo hacía para volcar las suyas propias, las de un corazón harto de aguantar tanta miseria. Su alma era un desagüe atascado, uno tan harto de tragar la ponzoña ajena que lo único que hacía era rezumar un negro miasma como si quisiese advertir de que quedaba poco para que toda esa bilis explotara por alguna parte.
-Eso pensaba- gruñó cortante-. Portar armas en Lithos es ilegal para los extranjeros, como lo es cazar sin un permiso. Le recomiendo que siga las leyes de nuestro tranquilo pueblo, es la única manera de asegurar su seguridad- Y dicho esto hizo el amago de marcharsre por donde había venido sin sentir nada más que la oscuridad en su pecho arremolinarse sobre su corazón, encementándose capa tras capa de una malvada y necesaria coraza.
Pero antes de que pudiera salir de la escena, un personaje más hizo acto de presencia. Maxymilion Pegasus, o al menos así es como se había presentado elegantemente, vestía como un caballero de alta alcurnia y se comportaba como tal. Era justo el tipo de personas del agrado del deprimido muchacho.
-Es un placer, señor Pegasus; soy Alphonse Capone, alcalde de Lithos. Yo iba ya de vuelta para casa- dijo recogiendo su maletín-, así que si así lo desea le acompañaré hasta el pueblo- sugirió amablemente, poniéndose en camino e intentándose olvidar de la dama-. No sé cómo estamos atrayendo tanto turismo, aquí no hay mucho que hacer… ¿Será el destino?- se atrevió a profetizar con una pequeña sonrisa-. ¿Le importaría decirme cómo y con qué propósito ha acabado aquí?
Esperando que el caballero le siguiese, comenzó su lenta y tranquila caminata hasta el camino principal que conectaba los únicos lugares de verdadero interés de la isla.
Pero a pesar de todo Alphonse no cantaba para llenar los corazones de otros de emociones, lo hacía para volcar las suyas propias, las de un corazón harto de aguantar tanta miseria. Su alma era un desagüe atascado, uno tan harto de tragar la ponzoña ajena que lo único que hacía era rezumar un negro miasma como si quisiese advertir de que quedaba poco para que toda esa bilis explotara por alguna parte.
-Eso pensaba- gruñó cortante-. Portar armas en Lithos es ilegal para los extranjeros, como lo es cazar sin un permiso. Le recomiendo que siga las leyes de nuestro tranquilo pueblo, es la única manera de asegurar su seguridad- Y dicho esto hizo el amago de marcharsre por donde había venido sin sentir nada más que la oscuridad en su pecho arremolinarse sobre su corazón, encementándose capa tras capa de una malvada y necesaria coraza.
Pero antes de que pudiera salir de la escena, un personaje más hizo acto de presencia. Maxymilion Pegasus, o al menos así es como se había presentado elegantemente, vestía como un caballero de alta alcurnia y se comportaba como tal. Era justo el tipo de personas del agrado del deprimido muchacho.
-Es un placer, señor Pegasus; soy Alphonse Capone, alcalde de Lithos. Yo iba ya de vuelta para casa- dijo recogiendo su maletín-, así que si así lo desea le acompañaré hasta el pueblo- sugirió amablemente, poniéndose en camino e intentándose olvidar de la dama-. No sé cómo estamos atrayendo tanto turismo, aquí no hay mucho que hacer… ¿Será el destino?- se atrevió a profetizar con una pequeña sonrisa-. ¿Le importaría decirme cómo y con qué propósito ha acabado aquí?
Esperando que el caballero le siguiese, comenzó su lenta y tranquila caminata hasta el camino principal que conectaba los únicos lugares de verdadero interés de la isla.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Parecía que su discurso había calado lo suficiente como para ni levantar sospechas ante mis actividades en la isla. Por otro lado, mayúscula fue mi sorpresa de encontrarme nada menos con el alcalde de la isla. Que cosas, de todas las personas de ley que podía encontrarme, él era el que posiblemente pudiera ayudarme con mis proyectos.
Dicho alcalde, se presentó ante mi como Alphonse Capone, el cual iba a dirigirse a su domicilio. Para mi sorpresa se ofreció a que le acompañara en la vuelta al pueblo, e incluso optó por darme conversación.
Asi que sin vacilar, comencé a caminar en la misma posición en la que había llegado hasta allí, pero ahora rumbo a la aldea. El señor Alphonse parecía un tipo serio a simple vista, pues si algo sabía era que esas ropas no eran baratas precisamente, aunque posiblemente se las podría costear debido a su cargo como mayor de Lithos. Finalmente su curiosidad hizo que tuviera que hablar.
-Bueno, ciertamente el turismo es una fuente de ingresos bastante palpable sin lugar a duda ¿no cree?, al fin y al cabo, el dinero se queda en su isla y eso es algo que debe agradecer, imagino que a la gente le gusta visitar algo tan cotidiano como este pueblo minero- Dije con mi bastón en la mano señalando hacia el suelo- Las riquezas de la tierra atraen a todos.
Continué caminando acompañado por el alcalde, pero este me preguntó que me había llevado hasta ahi. La verdad, no tenía intención de exponerle a un recién conocido mis planes para con la isla, ya que, si algo aprendí es que los negocios, cuanto más secretos, más beneficiosos. Asi que tuve que optar por dar un rodeo a la situación o al menos...intentar salir de dicha situación.
-Pues si le digo la verdad, me extrañaba ya que no me lo preguntara, señor. Parece que su isla esta siendo la comidilla de muchos ciudadanos de a pie, que como yo, vienen de visita a ver su pueblo . Yo la verdad no suelo andar por estos lares..pues opto por dejarme ver en mi ciudad natal, Dressrosa, sin embargo, he sentido la necesidad de ver mundo y su isla me llamó la atención. ¿Los lugareños no parecen muy ...civilizados ¿no? Si me permite el atrevimiento, pues los he notado toscos, brutos y en cierto modo sin estilo alguno- Dije sacando un pañuelo blanco de mi bolsillo y aireándolo contra algunas moscas que se interpusieron en mi camino, con una cara de cierto desagrado.
-¿Lleva mucho tiempo siendo alcalde señor Alphonse?-Dije guardando mi pañuelo mientras miraba al frente- Si es usted una una autoridad civil imagino que sus ciudadanos estarán contentos con usted.Por otro lado me gustaría conocer un poco mejor su isla, siempre siento curiosidad por los lugares que desconozco, y hasta ahora, solo me he movido por mis negocios en Dressrosa
Dicho alcalde, se presentó ante mi como Alphonse Capone, el cual iba a dirigirse a su domicilio. Para mi sorpresa se ofreció a que le acompañara en la vuelta al pueblo, e incluso optó por darme conversación.
Asi que sin vacilar, comencé a caminar en la misma posición en la que había llegado hasta allí, pero ahora rumbo a la aldea. El señor Alphonse parecía un tipo serio a simple vista, pues si algo sabía era que esas ropas no eran baratas precisamente, aunque posiblemente se las podría costear debido a su cargo como mayor de Lithos. Finalmente su curiosidad hizo que tuviera que hablar.
-Bueno, ciertamente el turismo es una fuente de ingresos bastante palpable sin lugar a duda ¿no cree?, al fin y al cabo, el dinero se queda en su isla y eso es algo que debe agradecer, imagino que a la gente le gusta visitar algo tan cotidiano como este pueblo minero- Dije con mi bastón en la mano señalando hacia el suelo- Las riquezas de la tierra atraen a todos.
Continué caminando acompañado por el alcalde, pero este me preguntó que me había llevado hasta ahi. La verdad, no tenía intención de exponerle a un recién conocido mis planes para con la isla, ya que, si algo aprendí es que los negocios, cuanto más secretos, más beneficiosos. Asi que tuve que optar por dar un rodeo a la situación o al menos...intentar salir de dicha situación.
-Pues si le digo la verdad, me extrañaba ya que no me lo preguntara, señor. Parece que su isla esta siendo la comidilla de muchos ciudadanos de a pie, que como yo, vienen de visita a ver su pueblo . Yo la verdad no suelo andar por estos lares..pues opto por dejarme ver en mi ciudad natal, Dressrosa, sin embargo, he sentido la necesidad de ver mundo y su isla me llamó la atención. ¿Los lugareños no parecen muy ...civilizados ¿no? Si me permite el atrevimiento, pues los he notado toscos, brutos y en cierto modo sin estilo alguno- Dije sacando un pañuelo blanco de mi bolsillo y aireándolo contra algunas moscas que se interpusieron en mi camino, con una cara de cierto desagrado.
-¿Lleva mucho tiempo siendo alcalde señor Alphonse?-Dije guardando mi pañuelo mientras miraba al frente- Si es usted una una autoridad civil imagino que sus ciudadanos estarán contentos con usted.Por otro lado me gustaría conocer un poco mejor su isla, siempre siento curiosidad por los lugares que desconozco, y hasta ahora, solo me he movido por mis negocios en Dressrosa
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A pesar de que Pegasus tenía razón sobre que a los viajeros podrían ver aquel lugar como un pequeño descanso en sus ajetreadas vidas, Alphonse no podía valorar aquella tierra como un lugar de paz. Cada momento que pasaba en Lithos, el antiguo, agrietaba más su alma. Sin embargo, a pesar de su propio desdén hacia la comunidad minera, sopesó la idea de utilizar aquel recurso para su “propio” beneficio. “¿Pero cómo publicitarlo?”, se preguntó, “¿Y cómo se ha convertido en la comidilla?”. No lograba encontrar razón alguna para que aquel pueblucho hubiera llegado a los oídos del resto del mundo.
Por otro lado, aunque sentía cierto orgullo por su cargo, no mostró odio alguno por las palabras del caballero; sabía bien que los autóctonos eran simples, demasiado simples… pero no tanto como para insultarles, por mucho que le agradaría hacerlo él mismo.
-Para ser justos, señor Pegasus, su estilo de vida se ha visto irremediablemente influenciado por el hermetismo de la comunidad. Es ahora, con mi humilde dirección, que las gentes de Lithos han comenzado a abrirse poco a poco al exterior, y aún con mis esfuerzos sigue habiendo reticencias. Por suerte, la comodidad y los avances del mundo moderno no son cambios demasiado desagradables…- apuntó con amabilidad no para intentar hacerle cambiar de parecer, sino con el fin de apelar a su comprensión.
El muchacho llevaba notando la proliferación de los insectos durante la última semana; había llovido demasiado, y los charcos que los viejos robles aún no habían podido beber eran el nicho perfecto para los mosquitos de los que pronto se alimentarían la miríada de pájaros que antes habían sido uno de los recursos alimenticios de la isla. Alphonse se había encagado de proteger cuanto podía a las inocentes criaturas del bosque mediante la prohibición de su caza y la reducción de los precios de los recursos exteriores, por lo que no había razón alguna para cazar ardillas y jilgueros a menos que su número aumentase en exceso. Tenía claro que su progreso controlado aumentaría la calidad de vida de la isla, de toda vida.
La pregunta de Maximilian no es que le pareciera divertida, pero el sólo imaginar la absurda respuesta que iba a darle le hizo aflorar una pequeña sonrisa. Había conseguido mucho en poco tiempo, y a más se esforzara más podría conseguir a largo plazo…
-Casi un mes; y espero que sí - le respondió-. He de confesar que me he visto obligado a sacrificar parte de mis efectivos de mi empresa transportista para hacer de este pueblo un lugar mejor, pero lo he coordinado lo suficientemente bien para que a ninguno de mis empleados les falte el sueldo, así como para invertir en reparaciones y adaptaciones de mi navío- Aunque él mismo no había cobrado nada-. Para mí es suficiente satisfacción ver cómo avanza todo hacia el progreso- dijo para convencerse a sí mismo.
Pareciéndole extraño que su acompañante se hubiera desplazado desde la lejana tierra de Dressrosa, la cual conocía gracias a su interés por las familias reales de todo el mundo, Alphonse mantuvo un prudencial silencio durante unos segundos. “¿Qué podría traerle desde tan lejos a un lugar como este?”, pensó con una malsana sospecha. Todo lo bonito no podía ser cierto… y si lo era, era para mal.
-Después del tour, si así lo desea, podríamos hablar de negocios; todos los tratados comerciales deben pasar por mi mano, es parte del proteccionismo que he impuesto por el bien de Lithos –declaró.
Saliendo al camino con su maletín en mano, se dirigió por la recién empedrada ruta hacia la antigua señal de madera que nombraba el triple cruce.
-Ya ha estado en el puerto, y allí hay poco más que ver que el almacén y la pequeña oficina de información. Si gusta podemos ir a ver la cantera, de donde se extrae el granito negro y el platino; o bien podemos ir directamente al pueblo a buscarle un hospicio…- Entonces cayó en la cuenta de algo muy importante-. ¿Y su equipaje?
Por otro lado, aunque sentía cierto orgullo por su cargo, no mostró odio alguno por las palabras del caballero; sabía bien que los autóctonos eran simples, demasiado simples… pero no tanto como para insultarles, por mucho que le agradaría hacerlo él mismo.
-Para ser justos, señor Pegasus, su estilo de vida se ha visto irremediablemente influenciado por el hermetismo de la comunidad. Es ahora, con mi humilde dirección, que las gentes de Lithos han comenzado a abrirse poco a poco al exterior, y aún con mis esfuerzos sigue habiendo reticencias. Por suerte, la comodidad y los avances del mundo moderno no son cambios demasiado desagradables…- apuntó con amabilidad no para intentar hacerle cambiar de parecer, sino con el fin de apelar a su comprensión.
El muchacho llevaba notando la proliferación de los insectos durante la última semana; había llovido demasiado, y los charcos que los viejos robles aún no habían podido beber eran el nicho perfecto para los mosquitos de los que pronto se alimentarían la miríada de pájaros que antes habían sido uno de los recursos alimenticios de la isla. Alphonse se había encagado de proteger cuanto podía a las inocentes criaturas del bosque mediante la prohibición de su caza y la reducción de los precios de los recursos exteriores, por lo que no había razón alguna para cazar ardillas y jilgueros a menos que su número aumentase en exceso. Tenía claro que su progreso controlado aumentaría la calidad de vida de la isla, de toda vida.
La pregunta de Maximilian no es que le pareciera divertida, pero el sólo imaginar la absurda respuesta que iba a darle le hizo aflorar una pequeña sonrisa. Había conseguido mucho en poco tiempo, y a más se esforzara más podría conseguir a largo plazo…
-Casi un mes; y espero que sí - le respondió-. He de confesar que me he visto obligado a sacrificar parte de mis efectivos de mi empresa transportista para hacer de este pueblo un lugar mejor, pero lo he coordinado lo suficientemente bien para que a ninguno de mis empleados les falte el sueldo, así como para invertir en reparaciones y adaptaciones de mi navío- Aunque él mismo no había cobrado nada-. Para mí es suficiente satisfacción ver cómo avanza todo hacia el progreso- dijo para convencerse a sí mismo.
Pareciéndole extraño que su acompañante se hubiera desplazado desde la lejana tierra de Dressrosa, la cual conocía gracias a su interés por las familias reales de todo el mundo, Alphonse mantuvo un prudencial silencio durante unos segundos. “¿Qué podría traerle desde tan lejos a un lugar como este?”, pensó con una malsana sospecha. Todo lo bonito no podía ser cierto… y si lo era, era para mal.
-Después del tour, si así lo desea, podríamos hablar de negocios; todos los tratados comerciales deben pasar por mi mano, es parte del proteccionismo que he impuesto por el bien de Lithos –declaró.
Saliendo al camino con su maletín en mano, se dirigió por la recién empedrada ruta hacia la antigua señal de madera que nombraba el triple cruce.
-Ya ha estado en el puerto, y allí hay poco más que ver que el almacén y la pequeña oficina de información. Si gusta podemos ir a ver la cantera, de donde se extrae el granito negro y el platino; o bien podemos ir directamente al pueblo a buscarle un hospicio…- Entonces cayó en la cuenta de algo muy importante-. ¿Y su equipaje?
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ignoraba gran parte de las palabras que escuchaba, pero a pesar de ello, aquel hombre me respondió sin problema alguno a mis cuestiones, y la verdad, habían sido preguntas de cortesía, pues solo deseaba llegar al ayuntamiento o a donde fuera necesario para que pudiéramos hablar de temas serios.
Si bien mi curiosidad por el Boom de la isla no estaba del todo satisfecha, la palabra negocio hacía que tuviera algo de valor aquellas palabras que mi acompañante me decía. Pero ¿que me podía ofrecer Lithos realmente?¿Acaso el alcalde daría una buena oferta o simplemente sobre algo que me interesara, o por el contrario, tendría que hablar yo? No lo sabía, pero por el momento estaba más preocupado apartando las moscas con mi pañuelo que pensando en planes futuros.
-No será problema alguno, sin embargo, le comunico que estoy de paso nada más- Dije al poco tiempo de escuchar sus palabras mientras volvía a guardar mi pañuelo en el bolsillo.
Al poco rato habíamos llegado a una encrucijada, aparentemente re-modelada, lo cual siempre suma algún punto, pero mi interés por la isla solo era de negocio, si es que lo había, pues si no fuera por esto último no la habría pisado en mi vida. "Me acabaré manchando seguro " Pensaba.
-¿Que le parece un restaurante?, creo que estaremos más cómodos, y francamente me gustaría invitarle a comer si le parece bien.- Dije con tono amable mientras le miraba- Aún no he tenido gusto de poder probar la comida de aquí, y el trayecto se me hizo largo hasta mi llegada a la isla.
Esperaba poder hacer tiempo en dicho restaurante hasta que pudiera volver al bosque, pero por otro lado, estaba intrigado por si el alcalde a pesar de su buena vestimenta, también compartía gusto por los sitios caros , o medianamente elegantes.
-¿Y bien que me dice? , de ser si su respuesta, le diría que usted elija, pues quién mejor que usted para mostrarme las delicias culinarias de aqui, pues supongo, no todo serán tascas.
Si bien mi curiosidad por el Boom de la isla no estaba del todo satisfecha, la palabra negocio hacía que tuviera algo de valor aquellas palabras que mi acompañante me decía. Pero ¿que me podía ofrecer Lithos realmente?¿Acaso el alcalde daría una buena oferta o simplemente sobre algo que me interesara, o por el contrario, tendría que hablar yo? No lo sabía, pero por el momento estaba más preocupado apartando las moscas con mi pañuelo que pensando en planes futuros.
-No será problema alguno, sin embargo, le comunico que estoy de paso nada más- Dije al poco tiempo de escuchar sus palabras mientras volvía a guardar mi pañuelo en el bolsillo.
Al poco rato habíamos llegado a una encrucijada, aparentemente re-modelada, lo cual siempre suma algún punto, pero mi interés por la isla solo era de negocio, si es que lo había, pues si no fuera por esto último no la habría pisado en mi vida. "Me acabaré manchando seguro " Pensaba.
-¿Que le parece un restaurante?, creo que estaremos más cómodos, y francamente me gustaría invitarle a comer si le parece bien.- Dije con tono amable mientras le miraba- Aún no he tenido gusto de poder probar la comida de aquí, y el trayecto se me hizo largo hasta mi llegada a la isla.
Esperaba poder hacer tiempo en dicho restaurante hasta que pudiera volver al bosque, pero por otro lado, estaba intrigado por si el alcalde a pesar de su buena vestimenta, también compartía gusto por los sitios caros , o medianamente elegantes.
-¿Y bien que me dice? , de ser si su respuesta, le diría que usted elija, pues quién mejor que usted para mostrarme las delicias culinarias de aqui, pues supongo, no todo serán tascas.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La omisión de la pregunta hizo que las sospechas de Alphonse se acrecentaran. Aquel caballero tramaba algo, y no solo estaba el alcalde dispuesto a impedirle ejecutar cualquier maldad para su pueblo, también se encargaría de vengarla con sangre y sufrimiento. Se ocuparía personalmente de infligir cuanto dolor pudiera para así silenciar el propio, aunque esto fuera poco más que un placebo…
-Entonces procuraré que su corta estancia sea lo más… provechosa- pronunció con una amabilidad antónima a sus oscuros anhelos.
Mientras el caballero se decidía por qué camino quería tomar, el yo interior del muchacho –la manifestación de su voluntad por la habilidad de su fruta- comenzó los preparativos de lo que esperaba fuese una larga y divertida sesión. Sobre paredes de la sala escogida, antes cubiertas con estuco de color crema, crecieron como una negra costra rocas ásperas y frías, ansiosas por despellejar y ulcerar a los pobres desgraciados que acabasen como sus ocupantes. Sobre esta escamosa superficie nacieron como brotes pequeñas y espinadas antorchas que apenas contenían una temerosa y lúgubre vela de luz, la cantidad justa para vislumbrar la artística silueta de la tortura y el contraste de la sangre. Y aunque estaba deseoso por sacar de su horrible poder los juguetes con los que se divertiría, prefirió por el momento no alimentar más su ansia.
-Creo que es una estupenda idea, aunque me gustaría que reconsiderara el buscar hospicio después; tras un viaje tan largo siempre es conveniente descansar, así como lo es hacerlo antes de una reunión importante- respondió con una preocupación casi paternal.
Habiéndose escogido por una opción tan concreta, el joven empresario se encaminó hacia el pueblo dispuesto a encontrar una tasca lo suficientemente limpia como para poder ser denominada como “restaurante”. Todo en Lithos solía ser más rústico de la cuenta, pero estaba seguro de que podría encontrar algún local al que pudiera dar, al menos, un aprobado raspado.
Tras un buen rato de caminata, “Por aquí” y “Uno se acostumbra a las pequeñas diferencias”, guió al hombre de rojo por las idénticas calles del pueblo gris hasta la posada “La ardilla frita”, o al menos eso decía el letrero colgado de un hierro forjado sobre la puerta.
-Espero que las cocinas estén abiertas, aún queda para el medio día- dijo con una sonrisa, abriéndole la puerta a su acompañante como buen caballero-. Por favor, usted primero.
Quizás el destino le concediese la suerte de encontrar un local del agrado de su acompañante, al fin y al cabo se lo debía para compensar el hombre que le buscaba dispuesto a matarle.
-Entonces procuraré que su corta estancia sea lo más… provechosa- pronunció con una amabilidad antónima a sus oscuros anhelos.
Mientras el caballero se decidía por qué camino quería tomar, el yo interior del muchacho –la manifestación de su voluntad por la habilidad de su fruta- comenzó los preparativos de lo que esperaba fuese una larga y divertida sesión. Sobre paredes de la sala escogida, antes cubiertas con estuco de color crema, crecieron como una negra costra rocas ásperas y frías, ansiosas por despellejar y ulcerar a los pobres desgraciados que acabasen como sus ocupantes. Sobre esta escamosa superficie nacieron como brotes pequeñas y espinadas antorchas que apenas contenían una temerosa y lúgubre vela de luz, la cantidad justa para vislumbrar la artística silueta de la tortura y el contraste de la sangre. Y aunque estaba deseoso por sacar de su horrible poder los juguetes con los que se divertiría, prefirió por el momento no alimentar más su ansia.
-Creo que es una estupenda idea, aunque me gustaría que reconsiderara el buscar hospicio después; tras un viaje tan largo siempre es conveniente descansar, así como lo es hacerlo antes de una reunión importante- respondió con una preocupación casi paternal.
Habiéndose escogido por una opción tan concreta, el joven empresario se encaminó hacia el pueblo dispuesto a encontrar una tasca lo suficientemente limpia como para poder ser denominada como “restaurante”. Todo en Lithos solía ser más rústico de la cuenta, pero estaba seguro de que podría encontrar algún local al que pudiera dar, al menos, un aprobado raspado.
Tras un buen rato de caminata, “Por aquí” y “Uno se acostumbra a las pequeñas diferencias”, guió al hombre de rojo por las idénticas calles del pueblo gris hasta la posada “La ardilla frita”, o al menos eso decía el letrero colgado de un hierro forjado sobre la puerta.
-Espero que las cocinas estén abiertas, aún queda para el medio día- dijo con una sonrisa, abriéndole la puerta a su acompañante como buen caballero-. Por favor, usted primero.
Quizás el destino le concediese la suerte de encontrar un local del agrado de su acompañante, al fin y al cabo se lo debía para compensar el hombre que le buscaba dispuesto a matarle.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El alcalde me había recomendado encontrar un sitio cuanto antes para pasar la noche, pero eso realmente era lo que menos me interesaba/importaba ahora mismo. Sin embargo respondí a las palabras del alcalde.
-No se preocupe señor Boss, me encuentro despierto, y encontrar hospedaje supongo que no será una tarea complicada, pero gracias por recordármelo.
Parecía que el alcalde había encontrado una tasca, y a decir verdad, aparentaba ser la que menos porquería tenía de todas. Mi cara tomó un gesto de disgusto por unos segundos, y al poco rato volvió a tornarse seria y tranquila. ¿La ardilla frita? vaya por Dios.... por lo menos Boss me abrió la puerta en señal de cortesía.
-Se lo agradezco- dije entrando con el bastón bajo el sobaco y agarrándolo por la empuñadura, mientras tomaba asiento en una de las mesas mas "limpias". Al poco rato intenté llamar al camarero.
-Por favor , querría un vino, el mejor que tengan por favor- Dije con tono amable. -Y si pudiera ser, ¿podrían poner alguna música procedente de la isla de Dressrosa?, les daré un suplemento no se preocupe y invitaré a todos los presentes a una ronda si es posible a modo de compensación por mi petición.- Podría parecer una petición excéntrica, que lo era, pues siempre que iba a un restaurante o bar, solicitaba que tocaran música propia de Dressrosa.
Dejé mi bastón apoyado en el respaldo de mi silla, junté mis manos sobre la mesa y esperé a ver si cumplían mi petición y si el señor Boss pedía algo también. A mayores me quedé mirando la estancia, algo curioso. Al poco rato metrajeron un vino, sin embargo no me lo sirvieron en la copa, como se notaba que eran salvajes...asi que me serví una copa y le dije a Boss.
-Salut.
Di un gran sorbo a la copa, probando el vino, no sin antes olerlo y dar mi aprobación. Para mi disgusto el vino estaba amargo y su mal sabor se notó en mi cara, cogiendo rápidamente la servilleta para taparme la boca y tragar lo que había bebido. Tras eso me quedé mirando la copa.
-¿Pero que basura es esta?- Si algo no toleraba era el tabaco barato y el vino malo, pues para mi la bebida y la comida eran sagrados.- Espero que no todo en esta isla sea igual señor Boss.
Me recompuse, y tras haber limpiado mi boca, posé la servilleta sobre la mesa,aparte con los dedos la copa de mi, y comencé a hablar ya seriamente a mi acompañante.
- Me sigue extrañando, y permítame que se lo diga, una persona tan bien vestida como usted, y de bueno modales, ¿como ha acabado siendo alcalde?...-Mira a su alrededor- De esto...
-No se preocupe señor Boss, me encuentro despierto, y encontrar hospedaje supongo que no será una tarea complicada, pero gracias por recordármelo.
Parecía que el alcalde había encontrado una tasca, y a decir verdad, aparentaba ser la que menos porquería tenía de todas. Mi cara tomó un gesto de disgusto por unos segundos, y al poco rato volvió a tornarse seria y tranquila. ¿La ardilla frita? vaya por Dios.... por lo menos Boss me abrió la puerta en señal de cortesía.
-Se lo agradezco- dije entrando con el bastón bajo el sobaco y agarrándolo por la empuñadura, mientras tomaba asiento en una de las mesas mas "limpias". Al poco rato intenté llamar al camarero.
-Por favor , querría un vino, el mejor que tengan por favor- Dije con tono amable. -Y si pudiera ser, ¿podrían poner alguna música procedente de la isla de Dressrosa?, les daré un suplemento no se preocupe y invitaré a todos los presentes a una ronda si es posible a modo de compensación por mi petición.- Podría parecer una petición excéntrica, que lo era, pues siempre que iba a un restaurante o bar, solicitaba que tocaran música propia de Dressrosa.
Dejé mi bastón apoyado en el respaldo de mi silla, junté mis manos sobre la mesa y esperé a ver si cumplían mi petición y si el señor Boss pedía algo también. A mayores me quedé mirando la estancia, algo curioso. Al poco rato metrajeron un vino, sin embargo no me lo sirvieron en la copa, como se notaba que eran salvajes...asi que me serví una copa y le dije a Boss.
-Salut.
Di un gran sorbo a la copa, probando el vino, no sin antes olerlo y dar mi aprobación. Para mi disgusto el vino estaba amargo y su mal sabor se notó en mi cara, cogiendo rápidamente la servilleta para taparme la boca y tragar lo que había bebido. Tras eso me quedé mirando la copa.
-¿Pero que basura es esta?- Si algo no toleraba era el tabaco barato y el vino malo, pues para mi la bebida y la comida eran sagrados.- Espero que no todo en esta isla sea igual señor Boss.
Me recompuse, y tras haber limpiado mi boca, posé la servilleta sobre la mesa,aparte con los dedos la copa de mi, y comencé a hablar ya seriamente a mi acompañante.
- Me sigue extrañando, y permítame que se lo diga, una persona tan bien vestida como usted, y de bueno modales, ¿como ha acabado siendo alcalde?...-Mira a su alrededor- De esto...
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A pesar de que Alphonse despreciaba casi el que más a su pueblo, la mueca del caballero de rojo le llenó de vergüenza. Estaba claro que en Lithos no había lugar para la distinción y el decoro, y aunque la posada era aceptable, desde luego no era decente.
Acompañando a Pegasus, el alcalde tomó asiento al otro lado de la mesa desgastada y llena de rayones. No pidió nada al camarero, aunque sí lo saludó con un breve gesto y una sonrisa como si fuera un viejo amigo, por mucho que no conociera, ni deseara conocer, su horrible nombre.
-Perdone uste’ pero no tenemos música. Si quiere puedo llamar a mi primo Amasvindo para que le toque algo con la fanfarria- invitó el cateto con toda su buena intención.
Mientras se decidía, aunque no es que el peliplateado necesitara pensárselo mucho, fueron atendidos con toda la discreción que aquel poble pueblerino podía concederles. Parecía nervioso por tener nuevos clientes, pero lo cierto es que lo que temía era ganarse de alguna manera la ira de su patrón. Después de todo había visto cómo destrozaba a Murph con sus propias manos.
-¿Seguro que no quiere na’?- le susurró al Sr Capone tras dejar el vino de bellota sobre la mesa.
-Aún me parece pronto para empezar a beber… Quizás más tarde si el señor Pegasus almuerza, gracias.
Retirándose para dejarles cierta privacidad, el robusto muchacho les vigiló desde la barra con interés. Un interés que se hizo bien patente cuando se acercó tras escuchar el desagradable comentario de su cliente. Encogido y muy lentamente, el camarero y a la vez dueño empezó a acercarse para remediar un “error” que no era suyo.
Pero…
-A lo mejor debería medir más sus palabras- No iba a tolerar ese deje de superioridad, no hoy, y mucho menos en público-. ¿Quiere saber cómo me volví alcalde de Lithos? Bien, se lo diré. Con sudor y esfuerzo. Pero, por favor, déjeme que le explique qué significan estas palabras, no vaya a ser que su conocimiento sobre ellas no sea empírico. Tras sacar más de veinte toneladas a mano- Y no exageraba-, me batí en duelo con el antiguo alcalde, el cual explotaba al pueblo para su propio y ruin beneficio. Tras un combate en el que le di muchas, pero que muchas oportunidades para que se rindiera, cosa que no hizo, acabó con sus huesos rotos, medio ciego y casi sordo. Ahora pasa sus últimos días en cama, sabiendo que lo único que le queda en la vida es ser poco más que un despojo humano- Los ojos de Alphonse destellaron como una tormenta de odio y rabia a punto de desatarse-. No es que haya mucha diferencia a como era antes… si me pregunta.
Sin saber si debía acercarse o huir, el responsable del restaurante quedó a unos pocos metros de la mesa, paralizado. Fue entonces, en medio de la pequeña y peligrosa calma, que la puerta se abrió de una rápida patada. Se avecinaban problemas.
Los hombres de Vetuso entraron poco después de su capitán. El iracundo mercader, haciendo honor a su fama y aspecto, apuntó con su sable a Alphonse sin importarle que la espalda de otro hombre se interpusiera en su camino.
-¡Yo, Raphael Vetuso, le desafío a un duelo por la alcaldía de Lithos!- gritó sin querer perder más su valioso tiempo. Él creía no solo que hacía lo correcto, sino que aquello también era justo… Y ciego por un futuro de oro en piedra, lanzó la silbante onda a través de su espada.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La verdad es que no me encontraba cómodo en aquella tasca de mala muerte, y encima, el vino me confirmaba que en la vida han sabido catar vinos decentes, lamentable pero comprensible viendo el panorama de aquella isla. Lo que me gustaba de las tabernas, a pesar de que nunca solía visitarlas, es que se reúne en ellas lo "mejor de lo mejor" y se puede hacer una estimación del pueblo solo viendo lo que mis ojos estaban captando en aquel antro.
Lamentablemente mi reacción con el vino fui instintiva, y claro, recordé tarde que no estaba en Dressrosa, así que en cierto modo había perdido las formas..aunque totalmente justificada. Y para más índole, no tenían música..vaya páramo cultural. Lamentablemente ya no me era posible atender mis asuntos en la isla, por lo que el alcalde era la única persona que me importaba en este momento. No tardó mucho en regañarme diciéndome que midiera mis palabras, a lo que le respondí.
-Cierto es discúlpeme alcalde, pero aún así, eso no quita que esto sea agua colorada -Dije con tono calmado- Un día debería venirse a mi ciudad, seguro que el ambiente le parece más...instructivo.
Dándome a entender con sus palabras que era un niño bien, cosa totalmente cierta.
-Cierto, con sudor y esfuerzo en esta isla se logran cosas, no lo dudo...en otros sitios optamos por hablar ya ve que cosas- Dije calmado mientras me exponía como había logrado ser alcalde de Lithos, algo nada desdeñable, con ensañamiento a pesar de haber ofrecido a su oponente una retirada digna. A todo esto, lo que más me llamó la atención es que el señor Boss era, según sus palabras, igual en otros tiempos.
A pesar de que intentaba ser amable con el señor Boss, nuestra charla se vio importunada por otro salvaje.. aquel gorila se llamaba Raphael no se qué..pues no me importunó lo más mínimo salvo porque estaba interrumpiendo mi charla, y a pesar de que apuntó con un sable al alcalde, permanecí tranquilo, mirando mi copa vacía, ignorando aquella situación....obviamente actuaría si aquel ataque no era parado por el alcalde, que ante su facha, vocabulario y seguridad, me daba la impresión de que aquel ataque había sido un grave, grave error.
-Señor Boss, dije antes de que idiota lanzara aquel golpe, si no acabáis vos con esta interrupción, temo que tenga que intervenir.-Dije cogiendo una servilleta y limpiándome la boca con los ojos cerrados.Lamentablemente mi reacción con el vino fui instintiva, y claro, recordé tarde que no estaba en Dressrosa, así que en cierto modo había perdido las formas..aunque totalmente justificada. Y para más índole, no tenían música..vaya páramo cultural. Lamentablemente ya no me era posible atender mis asuntos en la isla, por lo que el alcalde era la única persona que me importaba en este momento. No tardó mucho en regañarme diciéndome que midiera mis palabras, a lo que le respondí.
-Cierto es discúlpeme alcalde, pero aún así, eso no quita que esto sea agua colorada -Dije con tono calmado- Un día debería venirse a mi ciudad, seguro que el ambiente le parece más...instructivo.
Dándome a entender con sus palabras que era un niño bien, cosa totalmente cierta.
-Cierto, con sudor y esfuerzo en esta isla se logran cosas, no lo dudo...en otros sitios optamos por hablar ya ve que cosas- Dije calmado mientras me exponía como había logrado ser alcalde de Lithos, algo nada desdeñable, con ensañamiento a pesar de haber ofrecido a su oponente una retirada digna. A todo esto, lo que más me llamó la atención es que el señor Boss era, según sus palabras, igual en otros tiempos.
A pesar de que intentaba ser amable con el señor Boss, nuestra charla se vio importunada por otro salvaje.. aquel gorila se llamaba Raphael no se qué..pues no me importunó lo más mínimo salvo porque estaba interrumpiendo mi charla, y a pesar de que apuntó con un sable al alcalde, permanecí tranquilo, mirando mi copa vacía, ignorando aquella situación....obviamente actuaría si aquel ataque no era parado por el alcalde, que ante su facha, vocabulario y seguridad, me daba la impresión de que aquel ataque había sido un grave, grave error.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Todo lo que salía de la boca de Maximilian estaba envenenado. Fuese o no así, los oídos de Alphonse estaban emponzoñados por el odio y el desprecio que aquel hombre había traído consigo, siendo, o creyéndose, alguien más importante que él. Había encontrado personas así en su vida, pocas, y no tenía la intención de seguir soportando más impertinencias de alguien que no tenía nada que ofrecer. Pero claro, eso no significaba que no pudiera sacarle provecho a esa desagradable situación.
Los gritos de Raphael fueron reforzados por un comentario sardónico e hiriente, uno que no tenía intención alguna de respaldar. Al joven alcalde le hubiera gustado que el gusano envuelto en seda que tenía frente a él revelase la enorme diferencia de poder, pero, por desgracia, era su invitado.
-Por favor, no se levante. Si me disculpa me haré cargo de todo- pronunció calmadamente sin que llegara a molestarle la sangre que le cubría la mitad del rostro. La onda había partido por la mitad al pobre tabernero, que al borde de la incosciencia temblaba a las puertas de una muerte certera.
Amersindo había sido sacrificado sin saberlo y sin intención. De todas formas, sin el permiso del canoso caballero, no hubiera podido levantarse. Eso hubiera sido una tremenda falta de respeto…
Libre de sus psicológicas ataduras, Alphonse dedicó una mirada de lástima a la inocente víctima que había amortiguado el ataque. Vio el temor en sus ojos y no pudo encontrar disfrute en cómo la vida desaparecía de ellos. Distraído por una reflexión filosófica, solo oyó el tono de mofa de su adversario.
-Vaya mierda de alcalde estás hecho si no puedes proteger a nadie. ¿Vas a rendirte?- rió, pero lo cierto era que hubiese preferido que el joven se hubiese interpuesto, salvando así a su futuro súbdito. ¿Por qué su haki le había mentido?
-¿Podemos discutir esto afuera?
-No.- Se lanzó a por él.
El sable de Vetuso tenía como macabro objetivo el rostro de Alphonse. El espadachín había dado una pequeña carrera que, con un último impulso de pie, lo había propulsado hacia su enemigo a una velocidad abismal. No importaba que aquel hombre fuese duro como la piedra, con la punta de su arma imbuida en haki, estaba claro que sería el vencedor. No le daría tiempo a desviarla con las manos, aún colocadas formalmente a los lados de su cuerpo. Iba a ganar.
Pero el muchacho no necesitaba sus manos para golpearle. El presentimiento que el capitán extrajo de su mantra le confundió lo suficiente como para darle a su víctima una estrecha ventana de acción.
El grito de guerra del cantante atravesó la hoja de la espada y golpeó bruscamente el brazo del espadachín, desviando su trayectoria lo suficiente como para convertir una herida fatal en un corte en la mejilla. Sin encontrar resistencia alguna a su paso, el impacto sónico hundió el rostro de Raphael como un martillo e hizo estallar sus tímpanos.
Con su cerebro batido por aquel tsunami de decibelios, perdió el equilibrio sin saber que nunca jamás podría volverá recuperarlo. Aferrándose aún a su espada, se cubrió en un tembloroso y patético intento de escapar de la muerte. La parca se estaba tomando su tiempo para acallar su propio terror. No podía dejar que su miedo se oliera, así que improvisó una vez más.
-Mis disculpas- pronunció con amabilidad Alphonse para un público que no podría escucharle-. Odio hacer esto en interiores, la verdad, pero a veces hace falta alzar la voz. Y a veces sólo hace falta alzar la voz lo suficiente. - Una pequeña sonrisa afloró en sus labios, pero pronto se vio sustituida por un gesto de disgusto cuando supo que nadie podría reír su gracia.
Esta vez no hubo ninguna mirada de pena para el caído. Tampoco la hubo para los tripulantes del navío que observaban con temor desde la puerta. Con actitud fría y distante, el hombre manchado de sangre ajena señaló la salida y levantó tres dedos. Ese era el tiempo que les daba para marcharse de su pueblo. Todos pusieron pies en polvorosa menos dos, uno por juramento y otro por una deuda de honor.
Los gemelos, dos muchachos rubios que aún eran demasiado niños, se acercaron a su malherido patrón sin desviar la vida del monstruo frente a ellos. Intentaron levantarle, pero el vencedor agitó su dedo al ritmo de un oscuro compás.
-No, no, no. Él se queda; ha asesinado a alguien y pagará por sus crímenes.
-¡Ha sido un accidente!- expuso uno de ellos mientras, alarmado, intentaba inspeccionar unas heridas que eran internas.
-Murph nos dijo que…
-Excusas, excusas… Estoy harto de excusas. Y miradle, aún sosteniendo la espada y atravesándome con unos ojos llenos de odio y sangre… ¡Atacarme cuando estoy atendiendo a un invitado!- bramó con desprecio.
Volviéndose hacia el caballero de rojo, Alphonse extendió su brazo e inclinó el rostro en una pequeña reverencia.
-Le ruego me disculpe… Tiene razón, aún hay mucho que mejorar en Lithos y ahora mismo me pondré a ello.
Los gritos de Raphael fueron reforzados por un comentario sardónico e hiriente, uno que no tenía intención alguna de respaldar. Al joven alcalde le hubiera gustado que el gusano envuelto en seda que tenía frente a él revelase la enorme diferencia de poder, pero, por desgracia, era su invitado.
-Por favor, no se levante. Si me disculpa me haré cargo de todo- pronunció calmadamente sin que llegara a molestarle la sangre que le cubría la mitad del rostro. La onda había partido por la mitad al pobre tabernero, que al borde de la incosciencia temblaba a las puertas de una muerte certera.
Amersindo había sido sacrificado sin saberlo y sin intención. De todas formas, sin el permiso del canoso caballero, no hubiera podido levantarse. Eso hubiera sido una tremenda falta de respeto…
Libre de sus psicológicas ataduras, Alphonse dedicó una mirada de lástima a la inocente víctima que había amortiguado el ataque. Vio el temor en sus ojos y no pudo encontrar disfrute en cómo la vida desaparecía de ellos. Distraído por una reflexión filosófica, solo oyó el tono de mofa de su adversario.
-Vaya mierda de alcalde estás hecho si no puedes proteger a nadie. ¿Vas a rendirte?- rió, pero lo cierto era que hubiese preferido que el joven se hubiese interpuesto, salvando así a su futuro súbdito. ¿Por qué su haki le había mentido?
-¿Podemos discutir esto afuera?
-No.- Se lanzó a por él.
El sable de Vetuso tenía como macabro objetivo el rostro de Alphonse. El espadachín había dado una pequeña carrera que, con un último impulso de pie, lo había propulsado hacia su enemigo a una velocidad abismal. No importaba que aquel hombre fuese duro como la piedra, con la punta de su arma imbuida en haki, estaba claro que sería el vencedor. No le daría tiempo a desviarla con las manos, aún colocadas formalmente a los lados de su cuerpo. Iba a ganar.
Pero el muchacho no necesitaba sus manos para golpearle. El presentimiento que el capitán extrajo de su mantra le confundió lo suficiente como para darle a su víctima una estrecha ventana de acción.
El grito de guerra del cantante atravesó la hoja de la espada y golpeó bruscamente el brazo del espadachín, desviando su trayectoria lo suficiente como para convertir una herida fatal en un corte en la mejilla. Sin encontrar resistencia alguna a su paso, el impacto sónico hundió el rostro de Raphael como un martillo e hizo estallar sus tímpanos.
Con su cerebro batido por aquel tsunami de decibelios, perdió el equilibrio sin saber que nunca jamás podría volverá recuperarlo. Aferrándose aún a su espada, se cubrió en un tembloroso y patético intento de escapar de la muerte. La parca se estaba tomando su tiempo para acallar su propio terror. No podía dejar que su miedo se oliera, así que improvisó una vez más.
-Mis disculpas- pronunció con amabilidad Alphonse para un público que no podría escucharle-. Odio hacer esto en interiores, la verdad, pero a veces hace falta alzar la voz. Y a veces sólo hace falta alzar la voz lo suficiente. - Una pequeña sonrisa afloró en sus labios, pero pronto se vio sustituida por un gesto de disgusto cuando supo que nadie podría reír su gracia.
Esta vez no hubo ninguna mirada de pena para el caído. Tampoco la hubo para los tripulantes del navío que observaban con temor desde la puerta. Con actitud fría y distante, el hombre manchado de sangre ajena señaló la salida y levantó tres dedos. Ese era el tiempo que les daba para marcharse de su pueblo. Todos pusieron pies en polvorosa menos dos, uno por juramento y otro por una deuda de honor.
Los gemelos, dos muchachos rubios que aún eran demasiado niños, se acercaron a su malherido patrón sin desviar la vida del monstruo frente a ellos. Intentaron levantarle, pero el vencedor agitó su dedo al ritmo de un oscuro compás.
-No, no, no. Él se queda; ha asesinado a alguien y pagará por sus crímenes.
-¡Ha sido un accidente!- expuso uno de ellos mientras, alarmado, intentaba inspeccionar unas heridas que eran internas.
-Murph nos dijo que…
-Excusas, excusas… Estoy harto de excusas. Y miradle, aún sosteniendo la espada y atravesándome con unos ojos llenos de odio y sangre… ¡Atacarme cuando estoy atendiendo a un invitado!- bramó con desprecio.
Volviéndose hacia el caballero de rojo, Alphonse extendió su brazo e inclinó el rostro en una pequeña reverencia.
-Le ruego me disculpe… Tiene razón, aún hay mucho que mejorar en Lithos y ahora mismo me pondré a ello.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Parecía que la barbarie en aquel lugar venía de serie ya con la genética de aquellos idiotas, pero para mi asombro y desconcierto, el señor Boss había plantado cara aquel maleante con una destreza admirable. Aquel pobre desgraciado no había durado ni un pestañeo...parece que había juzgado mal al señor Boss, y pensé que debía de tratarlo con el respeto que se merecía, pues a pesar de que su pueblo era bárbaro, él...no lo era menos. No quería tener problemas y había tenido más que suficiente con el espectáculo que aquellos paletos habían hecho frente al alcalde. Yo simplemente una vez acabada aquella escena digna de un ring de boxeo, di las gracias al señor Boss por su disculpa.
-No se disculpe por favor señor Boss, estamos ante iguales ¿no?,al menos ambos -Dije levantándome de mi sitio, observando al herido mortal del tabernero, cuya vida se iba. Esto provocó que mi rostro se volviera muy serio, casi de enfado. Caminé hacia aquellos dos pobres desdichados, los cuales estaban junto a su patrón, ahora herido. Cogí mi monedero, me acerqué a ellos, y sin que dijeran nada, deposité varios billetes respectivamente a cada uno, no sin antes decidles con un tono amable.
-Buscad una nueva vida, a poder ser honrada. Se os acaba de dar una lección de vida, y a mi modo de ver podeis vivir felices y morir tranquilos o ser unos desgraciados y morir jóvenes. Asi que, si tomáis este dinero entenderé que tomáis el buen camino, sino...lamento decirles que el alcalde hará el resto.
Los muchachos, al principio dudosos, no tardaron en coger el dinero, y como alma que lleva el diablo, salieron del establecimiento dejando solo al derrotado patrón. Yo por mi parte me acerqué a esa basura y le comencé a hablar con las manos en los bolsillos.
-Murph, respeto las reglas de su pueblo así como sus costumbres, pero francamente es usted un idiota, y como tal ha acabado mordiendo el polvo, pero no le ha bastado intentar acabar con mi anfitrión, sino que encima mata a un inocente. Si por mi fuera, ahora mismo estaría dando de comer a los peces, pero me temo que el Señor Boss manda ahora mismo sobre usted, tan solo espero, que su condena sea acorde con lo que ha hecho, y que en la cárcel piense sobre todo esto.
Me di la vuelta, dándole la espalda y dirigiéndome hacia el señor Boss, pero, unas palabras salieron de la boca de aquella basura.
-Tu no pintas nada aqui blanquito, que sabrás tu del asesinato niño rico.
Me paré en seco, mi cara se tornó seria, como de trauma. Miré a Boss, como diciéndole que se se había pasado. Así que me di media vuelta, me acerqué al moribundo, me arrodillé hasta su oreja y le susurré.
-La diferencia entre vos y yo, es que yo pienso antes de actuar.
Volví a sentarme en la mesa, y esta vez me dirigí al señor Boss.
-Parece que está muy entretenido por aquí...Señor Boss, pero imagino que sería más conveniente hablar en su despacho personal en el ayuntamiento..., no quiero presenciar otra barbarie como esta.
Tras decir aquello me volví a levantar, dejé una buena cantidad de dinero sobre la mesa.
-Esto es para la familia del tabernero, para que puedan dar un entierro digno a ese pobre hombre-Dije señalando al tabernero muerto. Tras aquello me dirigí al umbral de la puerta de la taberna y miré a Boss.
-¿Viene señor Boss?
-No se disculpe por favor señor Boss, estamos ante iguales ¿no?,al menos ambos -Dije levantándome de mi sitio, observando al herido mortal del tabernero, cuya vida se iba. Esto provocó que mi rostro se volviera muy serio, casi de enfado. Caminé hacia aquellos dos pobres desdichados, los cuales estaban junto a su patrón, ahora herido. Cogí mi monedero, me acerqué a ellos, y sin que dijeran nada, deposité varios billetes respectivamente a cada uno, no sin antes decidles con un tono amable.
-Buscad una nueva vida, a poder ser honrada. Se os acaba de dar una lección de vida, y a mi modo de ver podeis vivir felices y morir tranquilos o ser unos desgraciados y morir jóvenes. Asi que, si tomáis este dinero entenderé que tomáis el buen camino, sino...lamento decirles que el alcalde hará el resto.
Los muchachos, al principio dudosos, no tardaron en coger el dinero, y como alma que lleva el diablo, salieron del establecimiento dejando solo al derrotado patrón. Yo por mi parte me acerqué a esa basura y le comencé a hablar con las manos en los bolsillos.
-Murph, respeto las reglas de su pueblo así como sus costumbres, pero francamente es usted un idiota, y como tal ha acabado mordiendo el polvo, pero no le ha bastado intentar acabar con mi anfitrión, sino que encima mata a un inocente. Si por mi fuera, ahora mismo estaría dando de comer a los peces, pero me temo que el Señor Boss manda ahora mismo sobre usted, tan solo espero, que su condena sea acorde con lo que ha hecho, y que en la cárcel piense sobre todo esto.
Me di la vuelta, dándole la espalda y dirigiéndome hacia el señor Boss, pero, unas palabras salieron de la boca de aquella basura.
-Tu no pintas nada aqui blanquito, que sabrás tu del asesinato niño rico.
Me paré en seco, mi cara se tornó seria, como de trauma. Miré a Boss, como diciéndole que se se había pasado. Así que me di media vuelta, me acerqué al moribundo, me arrodillé hasta su oreja y le susurré.
-La diferencia entre vos y yo, es que yo pienso antes de actuar.
Volví a sentarme en la mesa, y esta vez me dirigí al señor Boss.
-Parece que está muy entretenido por aquí...Señor Boss, pero imagino que sería más conveniente hablar en su despacho personal en el ayuntamiento..., no quiero presenciar otra barbarie como esta.
Tras decir aquello me volví a levantar, dejé una buena cantidad de dinero sobre la mesa.
-Esto es para la familia del tabernero, para que puedan dar un entierro digno a ese pobre hombre-Dije señalando al tabernero muerto. Tras aquello me dirigí al umbral de la puerta de la taberna y miré a Boss.
-¿Viene señor Boss?
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El brillo en los ojos de los muchachos no había desaparecido, pero a pesar de todo cogieron los billetes y se marcharon sin decir nada. Algo le decía al alcalde que volvería a verlos, y no confiaba demasiado en que fuera en buenos términos. Raphael también pareció llegar a la misma conclusión, y de su gesto agrietado del dolor afloró una sonrisilla.
Su mueca se vio reforzada cuando Maximiliam intentó darle una melodramática reprimenda. ¿Cómo no contestarle así si además le estaba llamando por otro nombre? Había llegado gritándolo a los cuatro vientos, pero parecía que eso no había sido suficiente para que el dressrosiano le recordara. Era divertido.
-Haga el favor de soltar su espada, capitán- ordenó Alphonse sin terminar de fiarse del herido. Él no era tan confiado como Pegasus, y desde luego no iba a arrodillarse frente a un hombre armado.
-Nunca.
Se sostuvieron la mirada, midiendo sus fuerzas y las probabilidades de que sus planes tuvieran éxito. Raphael podía arriesgar su vida y la rabia y el dolor le empujaban a hacerlo, pero también había sido un experto hombre de negocios; el alcalde de Lithos, aunque no dejara siquiera entreverlo, estaba asustado, sabía que su grito había sido tan solo un deux ex machina.
-En un momento- contestó al peliplateado, meditabundo.
Aquel extraño visitante le llamaba por un mote que él no había pronunciado y que sólo había escuchado un par de veces en el pasado. Debía conocer a la guardaespaldas que contrató en Loguetown, o bien esta había ido parloteando sobre su patrón hasta el punto de convertir el pseudónimo en sabiduría popular. ¡Otra preocupación más para el pobre Sr Capone!
Lentamente, Alphonse fue avanzando hacia la puerta, dándole la espalda a su enemigo sin saber que ya no lo era. Podía sentir su pulso acelerado como un compás de corcheas golpeándole en el pecho, en las orejas y en el pequeño pero doloroso corte de su mejilla. Por un momento el terror le hizo perder la vista, obligándole a apoyarse en el marco de la entrada. Los preocupados ciudadanos de Lithos no tardarían en aparecer, así que cerró la puerta. Las manos le temblaban. Ahora más que nunca era consciente de su propia debilidad.
El primero en aparecer fue Gumersindo. El muchacho rubio había corrido por las calles de su pueblo intentando encontrar el origen del temible aullido y la terrible consecuencia del mismo. Sabía que había sido Alphonse, como aquella otra vez, y temía tanto el que y el porqué del grito.
-¡¿Qué ha pasado?!- exigió saber mientras recuperaba rápidamente el aliento.
-Nada. Nada que el pueblo deba saber por su propio beneficio- expuso con una mirada de soslayo fría y vacía-. No aún… Coge a hombres de confianza que no vayan a irse de la lengua y a un médico, entrad y haced lo que podáis. Tened cuidado y no os hagáis los héroes, ¿capisci?
El fornido autóctono quiso alzar la voz, exigiendo más que extrañas órdenes de un hombre al que desde luego no respetaba demasiado. Cuando Alphonse se giró del todo hacia él, pudo ver toda la sangre.
-Mi palabra es ley, Gumersindo. Haz lo que te he dicho- Apretó los puños y el cuero del maletín crujió-. Si tienes suficientes hombres avisa a Lechien para que cierre el puerto completamente, solo el barco que trajo el granito puede irse. Y debe irse.-No quería ni imaginarse la posibilidad de que los hombres del capitán volvieran armados en busca de venganza; tan solo le quedaba confiar en que el terror que les había infundado fuera suficiente.
Dejando el lado manchado hacia la pared del edificio, el último de los Capone volvió a dirigirse a su invitado con una renovada cordialidad. No podía permitirse revelar ninguno de sus verdaderos sentimientos, aquella era la verdadera razón por la que apretaba sus puños.
-Cómo ve, solo ha sido un momento. Si tiene la amabilidad de seguirme hasta mi hogar, que por ahora hace las funciones de ayuntamiento, continuaremos la reunión.-A paso firme, e invitándole a que le siguiera, el muchacho trazó mentalmente el camino hasta su hogar.
Dio un rodeo, evitando al populacho que se dirigía con curiosidad al establecimiento, evitando exponer demasiado la mitad carmesí a las miradas curiosas. Si alguien le había visto, nadie se entrometió. En apenas ocho minutos llegaron a la casa roja.
La casa, de dos plantas, seguía la arquitectura de bloques propia del resto del pueblo, pero a diferencia de las grises naves del pópulo, el color de la piedra había sido tapado con un grueso acrílico rojo. Había marcas en su parte inferior de rascadura, en un vano intento por el muchacho de rescatar la piedra de debajo. La puerta principal se alzaba del suelo poco más de un metro, accesible por unos robustos escalones de maciza madera de roble.
-Por favor, pase- invitó el muchacho empujando la puerta. No había muchas cerraduras en Lithos-; póngase cómodo. No tardaré en cambiarme.
El interior seguía tal y como lo había dejado Murph. Decorada con un sorprendente buen gusto, hacía justicia al proverbio de “No puedes juzgar un libro por su portada”. Un discreto pero elegante zaguán conducía a un amplio salón, en cuyo centro una mesa baja de cristal se encontraba rodeada por cuatro sillones. En un lateral, un amplio mueble-bar permanecía tan lleno como el día de la nueva “elección”, y cuadros y platos decorativos marcaban la estancia sin llegar a recargarla. Varias puertas salían de la habitación, dando acceso al resto del edificio.
-Sírvase lo que guste, quizás pueda quitarse el mal sabor de boca- dijo antes de desaparecer hacia el baño. Desde luego él no podía hacerlo por mucho que se limpiara.
Su mueca se vio reforzada cuando Maximiliam intentó darle una melodramática reprimenda. ¿Cómo no contestarle así si además le estaba llamando por otro nombre? Había llegado gritándolo a los cuatro vientos, pero parecía que eso no había sido suficiente para que el dressrosiano le recordara. Era divertido.
-Haga el favor de soltar su espada, capitán- ordenó Alphonse sin terminar de fiarse del herido. Él no era tan confiado como Pegasus, y desde luego no iba a arrodillarse frente a un hombre armado.
-Nunca.
Se sostuvieron la mirada, midiendo sus fuerzas y las probabilidades de que sus planes tuvieran éxito. Raphael podía arriesgar su vida y la rabia y el dolor le empujaban a hacerlo, pero también había sido un experto hombre de negocios; el alcalde de Lithos, aunque no dejara siquiera entreverlo, estaba asustado, sabía que su grito había sido tan solo un deux ex machina.
-En un momento- contestó al peliplateado, meditabundo.
Aquel extraño visitante le llamaba por un mote que él no había pronunciado y que sólo había escuchado un par de veces en el pasado. Debía conocer a la guardaespaldas que contrató en Loguetown, o bien esta había ido parloteando sobre su patrón hasta el punto de convertir el pseudónimo en sabiduría popular. ¡Otra preocupación más para el pobre Sr Capone!
Lentamente, Alphonse fue avanzando hacia la puerta, dándole la espalda a su enemigo sin saber que ya no lo era. Podía sentir su pulso acelerado como un compás de corcheas golpeándole en el pecho, en las orejas y en el pequeño pero doloroso corte de su mejilla. Por un momento el terror le hizo perder la vista, obligándole a apoyarse en el marco de la entrada. Los preocupados ciudadanos de Lithos no tardarían en aparecer, así que cerró la puerta. Las manos le temblaban. Ahora más que nunca era consciente de su propia debilidad.
El primero en aparecer fue Gumersindo. El muchacho rubio había corrido por las calles de su pueblo intentando encontrar el origen del temible aullido y la terrible consecuencia del mismo. Sabía que había sido Alphonse, como aquella otra vez, y temía tanto el que y el porqué del grito.
-¡¿Qué ha pasado?!- exigió saber mientras recuperaba rápidamente el aliento.
-Nada. Nada que el pueblo deba saber por su propio beneficio- expuso con una mirada de soslayo fría y vacía-. No aún… Coge a hombres de confianza que no vayan a irse de la lengua y a un médico, entrad y haced lo que podáis. Tened cuidado y no os hagáis los héroes, ¿capisci?
El fornido autóctono quiso alzar la voz, exigiendo más que extrañas órdenes de un hombre al que desde luego no respetaba demasiado. Cuando Alphonse se giró del todo hacia él, pudo ver toda la sangre.
-Mi palabra es ley, Gumersindo. Haz lo que te he dicho- Apretó los puños y el cuero del maletín crujió-. Si tienes suficientes hombres avisa a Lechien para que cierre el puerto completamente, solo el barco que trajo el granito puede irse. Y debe irse.-No quería ni imaginarse la posibilidad de que los hombres del capitán volvieran armados en busca de venganza; tan solo le quedaba confiar en que el terror que les había infundado fuera suficiente.
Dejando el lado manchado hacia la pared del edificio, el último de los Capone volvió a dirigirse a su invitado con una renovada cordialidad. No podía permitirse revelar ninguno de sus verdaderos sentimientos, aquella era la verdadera razón por la que apretaba sus puños.
-Cómo ve, solo ha sido un momento. Si tiene la amabilidad de seguirme hasta mi hogar, que por ahora hace las funciones de ayuntamiento, continuaremos la reunión.-A paso firme, e invitándole a que le siguiera, el muchacho trazó mentalmente el camino hasta su hogar.
Dio un rodeo, evitando al populacho que se dirigía con curiosidad al establecimiento, evitando exponer demasiado la mitad carmesí a las miradas curiosas. Si alguien le había visto, nadie se entrometió. En apenas ocho minutos llegaron a la casa roja.
La casa, de dos plantas, seguía la arquitectura de bloques propia del resto del pueblo, pero a diferencia de las grises naves del pópulo, el color de la piedra había sido tapado con un grueso acrílico rojo. Había marcas en su parte inferior de rascadura, en un vano intento por el muchacho de rescatar la piedra de debajo. La puerta principal se alzaba del suelo poco más de un metro, accesible por unos robustos escalones de maciza madera de roble.
-Por favor, pase- invitó el muchacho empujando la puerta. No había muchas cerraduras en Lithos-; póngase cómodo. No tardaré en cambiarme.
El interior seguía tal y como lo había dejado Murph. Decorada con un sorprendente buen gusto, hacía justicia al proverbio de “No puedes juzgar un libro por su portada”. Un discreto pero elegante zaguán conducía a un amplio salón, en cuyo centro una mesa baja de cristal se encontraba rodeada por cuatro sillones. En un lateral, un amplio mueble-bar permanecía tan lleno como el día de la nueva “elección”, y cuadros y platos decorativos marcaban la estancia sin llegar a recargarla. Varias puertas salían de la habitación, dando acceso al resto del edificio.
-Sírvase lo que guste, quizás pueda quitarse el mal sabor de boca- dijo antes de desaparecer hacia el baño. Desde luego él no podía hacerlo por mucho que se limpiara.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Salvajismo, poder, lucha, creencia, barbarie...sin duda alguna Lithos se retrataba así misma ante los acontecimientos sucedidos hace escasos unos minutos. Sin duda el Señor Boss era una persona con mandato y don de gentes, y la verdad, me recuerda mucha a mi antes de haber perdido a mi esposa, que cosas, el mundo un pañuelo. Por otro lado ,fue tajante con aquella escoria, y aplaudiría si no fuera porque me estaban llamando al den den mushi. Cogí con cierto desdén, y como no, era el administrador de mi bar, Bethen.
-¿Si? Espero que sea importante.
-Señor Pegasus, ha vuelto y ha dejado un cadáver en el barrio de las Rosas de Dressrosa, le pedíria urgentemente que vuelva pero se que no le será posible, puede que usted sea un objetivo, no está seguro fuera de la isla.
-¿De que demonios hablas?-Dije con tono cansado.
En aquel momento, el nombre que me había dado me había abierto los ojos como platos, e incluso, una gota de sudor me había caído por la frente, como si de un espectro se tratara, aquel nombre era de los pocos que me podía hacer temblar. Mi pánico se vió cortado de raíz ante las palabras del alcalde. Ahora me invitaba a su casa tras haber acabado el funesto asunto de la tasca.
-Si..si por supuesto-Dije intentando aparentar normalidad- Vaya veo que se lo tiene bien montado, una casa- ayuntamiento...si su decoración se asemeja al dueño, me placerá enormemente- Dije siguiéndole.
Una vez llegado, la casa del señor Boss me parecía majestuosa, pero demasiado roja a diferencia del resto del pueblo, con peculiares rascaduras en la parte inferior. No me detuve mucho, pero si que tuve cierta curiosidad por ellas. Pero la escalera de roble macizo tampoco se quedaba atrás. El señor Boss me abrió las puertas de su hogar, y que cosas, no estaban cerradas. ¿No hay llaves en este pueblo o son demasiado avanzadas para estos salvaje? pensaba para mi.
Mi anfitrión dijo que se iba a cambiar, cosa a la que asentí agachando un poco la cabeza, pero poco después comencé a mirar la casa, sorprendido, y gratamente. El salón era muy similar al del ala oeste de la mansión Pegasus curiosamente, con mueble-bar y todo. El señor Boss no tardó en invitarme a un trago.
-Francamente no le diré que no señor Boss, con su permiso.-Dijo mientras Boss se dirigía al baño y yo me dirigía en dirección al mueble bar.
Me quedé mirando las botellas, y la verdad había buena variedad, sin embargo opté por hacer lo que siempre hacía cuando alguien me invitaba a beber. No cogí nada,a pesar de esto me dirigí a los sillones junto a la mesa baja de cristal, e intentando que no me vieran, extendí mi mano sobre la mesa, giré mu muñeca hacia la derecha y al poco rato salió un humo negro, como si de un espejismo se tratara. El humo tomó forma de una copa de vino medio llena. "Con esto bastará" Pensé para mi.
Seguí observando la casa mientras cogía una copa y una botella de vino del mueble bar, y la puse en la mesa de cristal, dando a entender que era para Boss, para que le acompañara. Mientras que yo me había quedado con la copa que el humo había generado sobre la mesa. Me crucé de piernas y esperé a que el señor Boss volviera del baño, para debatir un asunto de vital importancia.
-¿Si? Espero que sea importante.
-Señor Pegasus, ha vuelto y ha dejado un cadáver en el barrio de las Rosas de Dressrosa, le pedíria urgentemente que vuelva pero se que no le será posible, puede que usted sea un objetivo, no está seguro fuera de la isla.
-¿De que demonios hablas?-Dije con tono cansado.
En aquel momento, el nombre que me había dado me había abierto los ojos como platos, e incluso, una gota de sudor me había caído por la frente, como si de un espectro se tratara, aquel nombre era de los pocos que me podía hacer temblar. Mi pánico se vió cortado de raíz ante las palabras del alcalde. Ahora me invitaba a su casa tras haber acabado el funesto asunto de la tasca.
-Si..si por supuesto-Dije intentando aparentar normalidad- Vaya veo que se lo tiene bien montado, una casa- ayuntamiento...si su decoración se asemeja al dueño, me placerá enormemente- Dije siguiéndole.
Una vez llegado, la casa del señor Boss me parecía majestuosa, pero demasiado roja a diferencia del resto del pueblo, con peculiares rascaduras en la parte inferior. No me detuve mucho, pero si que tuve cierta curiosidad por ellas. Pero la escalera de roble macizo tampoco se quedaba atrás. El señor Boss me abrió las puertas de su hogar, y que cosas, no estaban cerradas. ¿No hay llaves en este pueblo o son demasiado avanzadas para estos salvaje? pensaba para mi.
Mi anfitrión dijo que se iba a cambiar, cosa a la que asentí agachando un poco la cabeza, pero poco después comencé a mirar la casa, sorprendido, y gratamente. El salón era muy similar al del ala oeste de la mansión Pegasus curiosamente, con mueble-bar y todo. El señor Boss no tardó en invitarme a un trago.
-Francamente no le diré que no señor Boss, con su permiso.-Dijo mientras Boss se dirigía al baño y yo me dirigía en dirección al mueble bar.
Me quedé mirando las botellas, y la verdad había buena variedad, sin embargo opté por hacer lo que siempre hacía cuando alguien me invitaba a beber. No cogí nada,a pesar de esto me dirigí a los sillones junto a la mesa baja de cristal, e intentando que no me vieran, extendí mi mano sobre la mesa, giré mu muñeca hacia la derecha y al poco rato salió un humo negro, como si de un espejismo se tratara. El humo tomó forma de una copa de vino medio llena. "Con esto bastará" Pensé para mi.
Seguí observando la casa mientras cogía una copa y una botella de vino del mueble bar, y la puse en la mesa de cristal, dando a entender que era para Boss, para que le acompañara. Mientras que yo me había quedado con la copa que el humo había generado sobre la mesa. Me crucé de piernas y esperé a que el señor Boss volviera del baño, para debatir un asunto de vital importancia.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La casa del alcalde era uno de los pocos lugares en Lithos con acceso a agua corriente. Llevada a través de tuberías desde un enorme den-den almacenador principal, conectado a una caldera del mismo molusco, también disponía de calefactor para los fríos días de invierno o las incómodas temperaturas mañaneras. Pero ninguna de las comodidades a las que tenía acceso, y que iba lentamente compartiendo con el resto del pueblo, importaban ahora.
Contempló su reflejo, literal y figuradamente manchado de la sangre de un inocente. No había podido salvarlo porque no pudo, ni podía, salvarse a sí mismo. Aquel demonio era demasiado grande como para vencerlo él solo, y necesitaría mucho más que dos años de mala “terapia” para silenciarlo.
Lentamente, humedeciendo la toalla con un poco de agua y jabón, intentó arrastrar los últimos restos del tabernero de su rostro. Deseó poder hacer lo mismo con su memoria, pero aquella mancha no haría más que aumentar la oscuridad de su corazón. Algo le decía que si las cosas seguían así no sería capaz de reconocerse cuando volviese a estar frente al espejo.
Tras cinco minutos de frotes, la piel de Alphonse aún presentaba una ligera sombra carmesí. Decidido a atender a su “invitado”, y sabiendo que no podría recuperar aquel traje sin una tintorería de por medio, volvió al salón. Cerró la puerta del pasillo con cuidado, dedicando un momento a observarle desde el marco de roble.
-¿Viste usted de rojo para no ver la sangre de otros, o es su propia sangre la que no desea ver?-preguntó. Su tono, aunque curioso, era funesto y malicioso, como si la sensación que deseaba causar importara bastante más que la respuesta. No parpadeó, y no iba a hacerlo en mucho tiempo.
Con un oscuro regocijo, como un diablillo que salta sobre los pecadores a los que tortura, correteó hasta la mesa con una larga sonrisa dentuda. Sus ojos se achinaron, buscando en el alma del hombre de rojo alguna deliciosa verdad de la que sacar tajada. Midió la fuerza de su espíritu, y quedó complacido al saber que era mucho más débil que el suyo.
-Dime, muchacho- dijo el demonio relamiéndose los dientes-, ¿qué quieres de mí?- Se subió al sillón, colocando las pies sobre los posabrazos para luego acuclillarse sobre la mesa como una antigua gárgola-. Y más importante... ¿qué estás dispuesto a dar?
Contempló su reflejo, literal y figuradamente manchado de la sangre de un inocente. No había podido salvarlo porque no pudo, ni podía, salvarse a sí mismo. Aquel demonio era demasiado grande como para vencerlo él solo, y necesitaría mucho más que dos años de mala “terapia” para silenciarlo.
Lentamente, humedeciendo la toalla con un poco de agua y jabón, intentó arrastrar los últimos restos del tabernero de su rostro. Deseó poder hacer lo mismo con su memoria, pero aquella mancha no haría más que aumentar la oscuridad de su corazón. Algo le decía que si las cosas seguían así no sería capaz de reconocerse cuando volviese a estar frente al espejo.
Tras cinco minutos de frotes, la piel de Alphonse aún presentaba una ligera sombra carmesí. Decidido a atender a su “invitado”, y sabiendo que no podría recuperar aquel traje sin una tintorería de por medio, volvió al salón. Cerró la puerta del pasillo con cuidado, dedicando un momento a observarle desde el marco de roble.
-¿Viste usted de rojo para no ver la sangre de otros, o es su propia sangre la que no desea ver?-preguntó. Su tono, aunque curioso, era funesto y malicioso, como si la sensación que deseaba causar importara bastante más que la respuesta. No parpadeó, y no iba a hacerlo en mucho tiempo.
Con un oscuro regocijo, como un diablillo que salta sobre los pecadores a los que tortura, correteó hasta la mesa con una larga sonrisa dentuda. Sus ojos se achinaron, buscando en el alma del hombre de rojo alguna deliciosa verdad de la que sacar tajada. Midió la fuerza de su espíritu, y quedó complacido al saber que era mucho más débil que el suyo.
-Dime, muchacho- dijo el demonio relamiéndose los dientes-, ¿qué quieres de mí?- Se subió al sillón, colocando las pies sobre los posabrazos para luego acuclillarse sobre la mesa como una antigua gárgola-. Y más importante... ¿qué estás dispuesto a dar?
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El vino sin duda alguna era bueno, con cierto olor afrutado. Tomé un poco de mi copa mientras me paraba a saborearlo lentamente. Tras eso, posé la copa sobre la mesa, crucé mis piernas y puse mis manos juntas al estilo señor Burns. Mi rostro estaba serio, pero calmado.
Parecía que el señor Boss, al poco rato, salía del baño. Pero le miré con cierta curiosidad, pues la pregunta que me había hecho me parecía de todo menos oportuna. Imaginaba que querría llegar a algún lado. Simplemente opté por responderle sin quitarle los ojos de encima, y obviamente retomando la copa de vino en mis manos.
-¿Porque el rojo dice?,francamente, nunca lo había pensado...la verdad, es que el rojo es un color de poder en Dressrosa, y mi familia, lo lleva como principal en sus atuendos. Sin embargo, si la situación lo requiere, disimula bastante bien las manchas de vino, u sangre como dice usted.
Finalicé mi copa en el mismo momento que acabé de responder. A pesar de esto las siguientes acciones de Boss me dejaron bastante confuso al venir correteando como si de un niño se tratara. Para mayor confusión, su pose en forma de gárgola sobre la mesa no hacía más que acrecentar mis dudas. ¿Un caballero se debía comportar así? ¿Estaba bien de la azotea?, no lo sabía.
En el momento que me preguntó que que quería de él, mi puño se cerró, recordándome a una vieja amistad que deseaba no volver a ver, y cuya presentación era una frase que respondía a la pregunta de Boss. Simplemente , con rostro serio le dije:
-¿Que que quiero?,de usted nada señor Boss...pues le acabo de conocer como quien dice. Sin embargo he visto su destreza en la taberna, e imagino que no es ni la punta del iceberg. Simplemente quiero hacerle una pregunta, de ciudadano a ciudadano....¿Que opina de las mafias que recorren estos mares?
Me levanté de mi sitio, pues la postura de Boss me estaba incomodando en demasía. Quedando a pocos metros de el, mirando hacia el mueble-bar.
-Dicen que el poder es sobre todo apariencia ¿tiene usted poder señor Boss? Diría que si, pues si su casa le representa, debería darle mis felicitaciones. Por otro lado trabajo con gente que no es mejor molestar, asi que por ello le vuelvo a preguntar. ¿Que opina acerca de las mafias de estos mares?¿ Las comparte?¿ Las condena? ¿Es progreso? ¿Delincuencia tal vez?.
Me llevé las manos a los bolsillos. Con la mano izquierda, giré mi mano dentro del bolsillo, creando nuevamente una pequeñita humareda mientras esperaba la respuesta del caballero, ahora un tanto "peculiar".
Parecía que el señor Boss, al poco rato, salía del baño. Pero le miré con cierta curiosidad, pues la pregunta que me había hecho me parecía de todo menos oportuna. Imaginaba que querría llegar a algún lado. Simplemente opté por responderle sin quitarle los ojos de encima, y obviamente retomando la copa de vino en mis manos.
-¿Porque el rojo dice?,francamente, nunca lo había pensado...la verdad, es que el rojo es un color de poder en Dressrosa, y mi familia, lo lleva como principal en sus atuendos. Sin embargo, si la situación lo requiere, disimula bastante bien las manchas de vino, u sangre como dice usted.
Finalicé mi copa en el mismo momento que acabé de responder. A pesar de esto las siguientes acciones de Boss me dejaron bastante confuso al venir correteando como si de un niño se tratara. Para mayor confusión, su pose en forma de gárgola sobre la mesa no hacía más que acrecentar mis dudas. ¿Un caballero se debía comportar así? ¿Estaba bien de la azotea?, no lo sabía.
En el momento que me preguntó que que quería de él, mi puño se cerró, recordándome a una vieja amistad que deseaba no volver a ver, y cuya presentación era una frase que respondía a la pregunta de Boss. Simplemente , con rostro serio le dije:
-¿Que que quiero?,de usted nada señor Boss...pues le acabo de conocer como quien dice. Sin embargo he visto su destreza en la taberna, e imagino que no es ni la punta del iceberg. Simplemente quiero hacerle una pregunta, de ciudadano a ciudadano....¿Que opina de las mafias que recorren estos mares?
Me levanté de mi sitio, pues la postura de Boss me estaba incomodando en demasía. Quedando a pocos metros de el, mirando hacia el mueble-bar.
-Dicen que el poder es sobre todo apariencia ¿tiene usted poder señor Boss? Diría que si, pues si su casa le representa, debería darle mis felicitaciones. Por otro lado trabajo con gente que no es mejor molestar, asi que por ello le vuelvo a preguntar. ¿Que opina acerca de las mafias de estos mares?¿ Las comparte?¿ Las condena? ¿Es progreso? ¿Delincuencia tal vez?.
Me llevé las manos a los bolsillos. Con la mano izquierda, giré mi mano dentro del bolsillo, creando nuevamente una pequeñita humareda mientras esperaba la respuesta del caballero, ahora un tanto "peculiar".
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No era la primera vez que las melodramáticas actuaciones de Alphonse eran ignoradas. Nadie le seguía el rollo cuando se ponía así, pero a diferencia de otras cosas, esa no iba a dejarla de hacer. Necesitaba la ficción para refugiarse de la horrible realidad que le agobiaba. Maximilion también la necesitaba, pero aún no lo sabía.
-¿Nada? ¿Nada de nada que nada? ¿Nada pero que nada?- repitió frenéticamente, repiqueteando con los dedos sobre las rodillas. Inclinó la cabeza, confuso, contrariado y odiando a aquel que no estaba dispuesto a darle una diversión-. Qué aburrido.-Chasqueó la lengua, como si esas últimas palabras aún le molestaran entre los dientes.
La pregunta del caballero no era del interés del demonio, y su mente aunque rápida no era lo suficientemente ágil como para darse cuenta de las intenciones del caballero. Aunque Alphonse sospechaba qué pretendía, aquel personaje recién nacido no tenía idea alguna.
-Bueno, son una buena fuente de vitamina C, pero aparte de eso no hacen bien su trabajo. Cuando alguien se convierte justamente en lo que usted llama “mafia”, pierde casi toda su utilidad- expuso estirando sus brazos a los lados, precalentando los músculos para el ejercicio que le esperaba-. A cambio gana otras cosas, pero eso es como todo, ¿no? Por ejemplo si decido abrirle en canal tendré la panza llena un tiempo, pero a lo mejor bien alguien a por usted… Me extraña que tenga amigos poderosos cuando, desde luego, no sabe hacer amigos.
La criatura bajó un pie del asiento que usaba como capitel, y luego bajó el otro. Se giró del todo hacia el caballero, pero todavía permanecía encorvado, acuclillado como un vulgar trasgo. La macabra sonrisa volvió al rostro del monstruo poco antes de que volviese a hablar.
-Voy a darte una pista: Quieres salir de aquí con vida; ahora, ¿qué tienes que ofrecer?
Debía considerarse un hombre con suerte; Alphonse, el verdadero, no hubiera permitido que las continuas ofensas del Sr Pegasus se saldasen con nada que fuera menos espeso que la sangre.
-¿Nada? ¿Nada de nada que nada? ¿Nada pero que nada?- repitió frenéticamente, repiqueteando con los dedos sobre las rodillas. Inclinó la cabeza, confuso, contrariado y odiando a aquel que no estaba dispuesto a darle una diversión-. Qué aburrido.-Chasqueó la lengua, como si esas últimas palabras aún le molestaran entre los dientes.
La pregunta del caballero no era del interés del demonio, y su mente aunque rápida no era lo suficientemente ágil como para darse cuenta de las intenciones del caballero. Aunque Alphonse sospechaba qué pretendía, aquel personaje recién nacido no tenía idea alguna.
-Bueno, son una buena fuente de vitamina C, pero aparte de eso no hacen bien su trabajo. Cuando alguien se convierte justamente en lo que usted llama “mafia”, pierde casi toda su utilidad- expuso estirando sus brazos a los lados, precalentando los músculos para el ejercicio que le esperaba-. A cambio gana otras cosas, pero eso es como todo, ¿no? Por ejemplo si decido abrirle en canal tendré la panza llena un tiempo, pero a lo mejor bien alguien a por usted… Me extraña que tenga amigos poderosos cuando, desde luego, no sabe hacer amigos.
La criatura bajó un pie del asiento que usaba como capitel, y luego bajó el otro. Se giró del todo hacia el caballero, pero todavía permanecía encorvado, acuclillado como un vulgar trasgo. La macabra sonrisa volvió al rostro del monstruo poco antes de que volviese a hablar.
-Voy a darte una pista: Quieres salir de aquí con vida; ahora, ¿qué tienes que ofrecer?
Debía considerarse un hombre con suerte; Alphonse, el verdadero, no hubiera permitido que las continuas ofensas del Sr Pegasus se saldasen con nada que fuera menos espeso que la sangre.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mi rostro seguía serio, calmado, a pesar de las circunstancias no iba a tolerar que aquel hombre me tocara ni un pelo de la cabeza. Pues las consecuencias serían terribles, sobre todo porque el señor Roux no toleraría que tocaran a sus asociados. Asi que solo esperé a que se abalanzara sobre mi, y mi espejismo haría efecto, o por el contrario podría salir de esta charlando, cosa que de momento me estaba funcionando...a mi manera claramente.
A pesar de la amenaza del señor Boss hacia mi persona, cosa que por otro lado me esperaba desde el momento en que parecía un comportarse como un ¿diablillo? solo pude sonreírle para responder aquella afirmación tan poco considerada.
-Cierto, no soy una persona adecuada para hacer amigos, pues lamento decirle que no me gusta hacerlos....mezclan lo profesional con lo sentimental...a mi me gusta hacer socios. Son más manejables, más leales y suelen tener un código ¿usted no lo tiene?.
Caminé hacia la puerta de salida, no sin antes decir algunas verdades.
-Pongamos las cartas sobre la mesa señor Boss....¿He venido a esta isla alejada de la mano de Dios tanto en civilización como por modales se trata para reunirme con un alcalde? Es obvio que no. ¿Cree que soy tan idiota como para tentar la suerte ante un oponente más poderoso que yo, sin tener ciertas garantías de supervivencia?. ¿Cree que no le conozco? Siempre procuro saber información de todas las autoridades de una isla ante de poner un pie en ella ¿Porque cree que estoy aquí si no?. Para serle sincero, mis negocios estaban en el bosque y no aquí. Pero le vi a usted, y al parecer porta en su nombre una "familia" como la mía, al menos, eso interpreto.
Cogí aire y mantuve mis manos en los bolsillos, girando la muñeca de la derecha nuevamente con humo.
-La cosa es la siguiente, he venido sin hostilidad a su pueblo, y motivos no me han faltado créame, pero una amenaza por su parte creo que me es chirriante. Le aseguro que no quiere tocarme ni un pelo del mismo modo que yo no quiero ofenderlo a usted. Si quiere podemos hacer negocios en un futuro, pero si se deja llevar por su ira o necesidad de vitamina C, como usted decía....habrá dado 2 pasos adelante y 4 atrás.
Cogí mi bastón, lo agarré por la empuñadura de Pegaso y continué.
-Eso es lo que le puedo ofrecer. Pero recuerde, yo soy un alfil en un tablero de ajedrez, y de todo corazón se lo digo, no se deje llevar por el odio, pues no creo que quiera conocer a la reina y al rey, sin embargo, estoy seguro de que querrá ganar beneficios a costa de ellos , es mucho más provechoso que mendigar algo ahora ¿no cree?
No sabía si aquellas palabras harían mella en él, y haría entrar en razón a su mente. Sabía que no era estúpido, y eso me lo demostró bastante en la tasca. ¿Sería impulsivo, o vería algo más provechoso en la figura de Pegasus y sus socios?
A pesar de la amenaza del señor Boss hacia mi persona, cosa que por otro lado me esperaba desde el momento en que parecía un comportarse como un ¿diablillo? solo pude sonreírle para responder aquella afirmación tan poco considerada.
-Cierto, no soy una persona adecuada para hacer amigos, pues lamento decirle que no me gusta hacerlos....mezclan lo profesional con lo sentimental...a mi me gusta hacer socios. Son más manejables, más leales y suelen tener un código ¿usted no lo tiene?.
Caminé hacia la puerta de salida, no sin antes decir algunas verdades.
-Pongamos las cartas sobre la mesa señor Boss....¿He venido a esta isla alejada de la mano de Dios tanto en civilización como por modales se trata para reunirme con un alcalde? Es obvio que no. ¿Cree que soy tan idiota como para tentar la suerte ante un oponente más poderoso que yo, sin tener ciertas garantías de supervivencia?. ¿Cree que no le conozco? Siempre procuro saber información de todas las autoridades de una isla ante de poner un pie en ella ¿Porque cree que estoy aquí si no?. Para serle sincero, mis negocios estaban en el bosque y no aquí. Pero le vi a usted, y al parecer porta en su nombre una "familia" como la mía, al menos, eso interpreto.
Cogí aire y mantuve mis manos en los bolsillos, girando la muñeca de la derecha nuevamente con humo.
-La cosa es la siguiente, he venido sin hostilidad a su pueblo, y motivos no me han faltado créame, pero una amenaza por su parte creo que me es chirriante. Le aseguro que no quiere tocarme ni un pelo del mismo modo que yo no quiero ofenderlo a usted. Si quiere podemos hacer negocios en un futuro, pero si se deja llevar por su ira o necesidad de vitamina C, como usted decía....habrá dado 2 pasos adelante y 4 atrás.
Cogí mi bastón, lo agarré por la empuñadura de Pegaso y continué.
-Eso es lo que le puedo ofrecer. Pero recuerde, yo soy un alfil en un tablero de ajedrez, y de todo corazón se lo digo, no se deje llevar por el odio, pues no creo que quiera conocer a la reina y al rey, sin embargo, estoy seguro de que querrá ganar beneficios a costa de ellos , es mucho más provechoso que mendigar algo ahora ¿no cree?
No sabía si aquellas palabras harían mella en él, y haría entrar en razón a su mente. Sabía que no era estúpido, y eso me lo demostró bastante en la tasca. ¿Sería impulsivo, o vería algo más provechoso en la figura de Pegasus y sus socios?
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Divertido por la sonrisa propia y ajena, la criatura entornó los ojillos con una deleitada maldad. Aquel hombre creía que podría librarse con palabras, pero por muy dulces que estas fuesen, no eran del apetito del personaje de Alphonse. “Trikky”, recién bautizado, tenía un perpetuo antojo de sufrimiento, y hurgaría en las palabras del caballero de rojo para dar con tan preciado bocado.
El diablillo esperó, casi relamiéndose los dientes, a que aquel desgraciado terminara de dar una excusa tras otra, ansiando aferrarse a alguna que no se desmoronara por su propio peso. La única que realmente podía salvarle de caer al abismo era, sin duda, la poco probable existencia de un patrón más poderoso que diese algo por él. El rey y la reina del tablero podían responder por él, pero si no lo hacían las cosas serían muchísimo más divertidas. Antes de que el destino hiciese su jugada, decidiendo sacrificar o no una pieza que había cometido demasiados errores, Trikky se sintió obligado a dar explicaciones innecesarias; por algo era el cliché de un villano.
- Veamos, desguecemos… No…-Había una palabra mejor-. Descuarticemos tus palabras para llegar a la verdad- Extendió su garra cerrada hacia delante, contando con cada extensión de falange-. En primer lugar recurres a despreciar toda asociación tratándola como un mero trámite, más que como una amistad. En segundo, intentas buscar un código, una regla de la que aprovecharte para salvarte de tu peliaguda situación… y el único que existe no te beneficia, te lo aseguro. Has ido cavándote tu tumba con tu desprecio hacia la vida humana, malas formas e insultos a la gente de Lithos. Lo siento, pero Alphonse no te permitiría salir de aquí, ¡pero no te agobies, por eso estoy yo aquí!- terminó con un tono alegre, como si aquella mentira escénica fuese la promesa de un futuro mejor. Y aunque lo era, esto no auguraba nada del todo bueno.
Trikky se miró la mano y agitó los dos dedos cómicamente. Si hubiera contado cada ofensa de manera independiente, hubiese necesitado usar las uñas de los pies.
-Ahí termina la primera parte. ¡Vayamos con la segunda!- exclamó con entusiasmo-. Me llamas “Sr Boss”, y la única vez que este cuerpo ha recibido ese nombre dista muy lejos de este momento- apuntó, clavando el índice libre en el suelo repetidas veces-. Solo una persona optó por llamarme así, y si mal no recuerdo lo que pueda saber esta sobre mí, o sobre Alphonse, no concuerda con cómo te has comportado. En absoluto. –Un dedo más se extendió para contar.
El tiempo se detuvo por un momento, Alphonse acababa de darse cuenta del tuteo. ¿Había roto su propia maldición a través de un burdo pero divertido teatro? Probablemente no, Pegasus no se merecía ningún respeto. Intentando que aquel breve lapsus en la actuación no se notara, hizo saltar a su marioneta de nuevo al espectáculo.
-¡Un, dos , treeees!- chirrió una alegre cancioncilla taladra-cerebros, a la par que daba un torpe bailoteo-. ¡Le ofrecemos un concurso alegre,* destinado a probar su ingenio!!Le rogamos presten atención,* porque pronto se levantará el telón!
Abierto de brazos, y con el pecho subiendo y bajando por un esfuerzo del todo innecesario, sostuvo la mirada del caballero. Le ardían los ojos, hacía mucho que no parpadeaba.
-¡La cuarta parte! ¿¡La cuarta parte!?Si en realidad está en la tercera...- dijo para sí-. Revela usted sus intenciones “negocitiles” en el bosque, sin mencionarlas, porque como bien sabemos el secretismo hace que los humanos confien en otros humanos. Claaaroo…- El sarcasmo, un arte sutil, no necesitaba ser acompañado de las continuas negaciones y guiños de los que hizo gala el diablillo; pero bueno, necesitaba una excusa para aliviar sus ojos, y tales actos reforzaban la caótica naturaleza de Trikky-. Luego la gente se queja de que le arranque los dientes o les torture, ¡si os buscáis el infierno vosotros mismos!- se lamentó con ironía; le apasionaba su trabajo.
Haciendo un breve recuento, mascullando una inteligible parrafada a la vez que tocaba cada yema de sus dedos extendidos, se dio cuenta que el número cuatro no le gustaba. Para nada. ¿Acaso no quedaba algo más que añadir a la lista? Claro que sí, y esta vez, aunque realmente fuese la primera, no tendría que inventarse cualquier chorrada.
-¡Y por último me has dicho que mendigo!¡Mendigar!- chilló ultrajado-. Yo no mendigo; soy un hombre de negocios. ¡Qué falta de respeto más grande! ¡Qué despropósito! Y qué razón tienes después de todo- admitió, asintiendo-. ¿Por qué voy a conformarme con una sola cosa? ¡Son cinco ofensas!- No lo eran-. ¡Cinco putadas que has hecho!-Tampoco-.¡ Tengo cinco dedos estirados, así que me debes cinco cosas!- Mejor-. O tu vida, pero no creo que caiga esa breva… Esa dulce, dulce breva.
Frotándose las manos como la mosca cojonera que era, Trikky sonrió mordiéndose el labio inferior en una dentuda y ansiosa mueca. Extendió la mano, mostrando la ambiciosa palma de dedos inquietos.
-O…-cerró la mano, replanteándose sus opciones mientras la torsión de su rostro desaparecía lentamente-. O jugamos a un juego…
Eso era mucho más divertido. Y tras su decisión, o tras su pago, pues no iba a dejarle salir de allí y mucho menos de Lithos, explicaría las “simples” reglas.
-Me dices cinco números de den-den, escogidos por ti. Llamo a esos números informando sobre tus continuas ofensas y desprecios por la vida humana; tus pecados, vaya, y vemos si están dispuestos a ayudarte. Que sí, una cosa menos que te quito. Que no, me das una cosa que te pida. Si no lo cogen sigues ganando tú, porque no te puedo quitar nada, pero ten en cuenta que cuando gano yo selecciono qué tendrás que darme. Nada de llamar a números inexistentes, ni a gente que no conozcas… por lo que me vas a tener que dar un nombre por el cual preguntar. Y tú tranquilo que podrás escuchar la conversación, pero nada de interrumpirme bajo pena de que pierdas. ¿A que soy un demonio justo y la mar de divertido? Y con la cantidad de socios que tendrás, seguro, segurísimo de que acabarás ganando, ¿no?
El diablillo esperó, casi relamiéndose los dientes, a que aquel desgraciado terminara de dar una excusa tras otra, ansiando aferrarse a alguna que no se desmoronara por su propio peso. La única que realmente podía salvarle de caer al abismo era, sin duda, la poco probable existencia de un patrón más poderoso que diese algo por él. El rey y la reina del tablero podían responder por él, pero si no lo hacían las cosas serían muchísimo más divertidas. Antes de que el destino hiciese su jugada, decidiendo sacrificar o no una pieza que había cometido demasiados errores, Trikky se sintió obligado a dar explicaciones innecesarias; por algo era el cliché de un villano.
- Veamos, desguecemos… No…-Había una palabra mejor-. Descuarticemos tus palabras para llegar a la verdad- Extendió su garra cerrada hacia delante, contando con cada extensión de falange-. En primer lugar recurres a despreciar toda asociación tratándola como un mero trámite, más que como una amistad. En segundo, intentas buscar un código, una regla de la que aprovecharte para salvarte de tu peliaguda situación… y el único que existe no te beneficia, te lo aseguro. Has ido cavándote tu tumba con tu desprecio hacia la vida humana, malas formas e insultos a la gente de Lithos. Lo siento, pero Alphonse no te permitiría salir de aquí, ¡pero no te agobies, por eso estoy yo aquí!- terminó con un tono alegre, como si aquella mentira escénica fuese la promesa de un futuro mejor. Y aunque lo era, esto no auguraba nada del todo bueno.
Trikky se miró la mano y agitó los dos dedos cómicamente. Si hubiera contado cada ofensa de manera independiente, hubiese necesitado usar las uñas de los pies.
-Ahí termina la primera parte. ¡Vayamos con la segunda!- exclamó con entusiasmo-. Me llamas “Sr Boss”, y la única vez que este cuerpo ha recibido ese nombre dista muy lejos de este momento- apuntó, clavando el índice libre en el suelo repetidas veces-. Solo una persona optó por llamarme así, y si mal no recuerdo lo que pueda saber esta sobre mí, o sobre Alphonse, no concuerda con cómo te has comportado. En absoluto. –Un dedo más se extendió para contar.
El tiempo se detuvo por un momento, Alphonse acababa de darse cuenta del tuteo. ¿Había roto su propia maldición a través de un burdo pero divertido teatro? Probablemente no, Pegasus no se merecía ningún respeto. Intentando que aquel breve lapsus en la actuación no se notara, hizo saltar a su marioneta de nuevo al espectáculo.
-¡Un, dos , treeees!- chirrió una alegre cancioncilla taladra-cerebros, a la par que daba un torpe bailoteo-. ¡Le ofrecemos un concurso alegre,* destinado a probar su ingenio!!Le rogamos presten atención,* porque pronto se levantará el telón!
Abierto de brazos, y con el pecho subiendo y bajando por un esfuerzo del todo innecesario, sostuvo la mirada del caballero. Le ardían los ojos, hacía mucho que no parpadeaba.
-¡La cuarta parte! ¿¡La cuarta parte!?Si en realidad está en la tercera...- dijo para sí-. Revela usted sus intenciones “negocitiles” en el bosque, sin mencionarlas, porque como bien sabemos el secretismo hace que los humanos confien en otros humanos. Claaaroo…- El sarcasmo, un arte sutil, no necesitaba ser acompañado de las continuas negaciones y guiños de los que hizo gala el diablillo; pero bueno, necesitaba una excusa para aliviar sus ojos, y tales actos reforzaban la caótica naturaleza de Trikky-. Luego la gente se queja de que le arranque los dientes o les torture, ¡si os buscáis el infierno vosotros mismos!- se lamentó con ironía; le apasionaba su trabajo.
Haciendo un breve recuento, mascullando una inteligible parrafada a la vez que tocaba cada yema de sus dedos extendidos, se dio cuenta que el número cuatro no le gustaba. Para nada. ¿Acaso no quedaba algo más que añadir a la lista? Claro que sí, y esta vez, aunque realmente fuese la primera, no tendría que inventarse cualquier chorrada.
-¡Y por último me has dicho que mendigo!¡Mendigar!- chilló ultrajado-. Yo no mendigo; soy un hombre de negocios. ¡Qué falta de respeto más grande! ¡Qué despropósito! Y qué razón tienes después de todo- admitió, asintiendo-. ¿Por qué voy a conformarme con una sola cosa? ¡Son cinco ofensas!- No lo eran-. ¡Cinco putadas que has hecho!-Tampoco-.¡ Tengo cinco dedos estirados, así que me debes cinco cosas!- Mejor-. O tu vida, pero no creo que caiga esa breva… Esa dulce, dulce breva.
Frotándose las manos como la mosca cojonera que era, Trikky sonrió mordiéndose el labio inferior en una dentuda y ansiosa mueca. Extendió la mano, mostrando la ambiciosa palma de dedos inquietos.
-O…-cerró la mano, replanteándose sus opciones mientras la torsión de su rostro desaparecía lentamente-. O jugamos a un juego…
Eso era mucho más divertido. Y tras su decisión, o tras su pago, pues no iba a dejarle salir de allí y mucho menos de Lithos, explicaría las “simples” reglas.
-Me dices cinco números de den-den, escogidos por ti. Llamo a esos números informando sobre tus continuas ofensas y desprecios por la vida humana; tus pecados, vaya, y vemos si están dispuestos a ayudarte. Que sí, una cosa menos que te quito. Que no, me das una cosa que te pida. Si no lo cogen sigues ganando tú, porque no te puedo quitar nada, pero ten en cuenta que cuando gano yo selecciono qué tendrás que darme. Nada de llamar a números inexistentes, ni a gente que no conozcas… por lo que me vas a tener que dar un nombre por el cual preguntar. Y tú tranquilo que podrás escuchar la conversación, pero nada de interrumpirme bajo pena de que pierdas. ¿A que soy un demonio justo y la mar de divertido? Y con la cantidad de socios que tendrás, seguro, segurísimo de que acabarás ganando, ¿no?
- Notas para el moderador [Cancion rupertil]:
- No tengo ni idea de cómo escribir una canción en diálogo, porque es rara de cojones. He puesto las ,* para marcar las pausas, porque no veía plagarlo de (...)
- Nota para Pegasus:
- Veo que puedas usar alguno de tus npcs para las cosas, pero creo que deberías llamar a tu patrón... Al que contactaría por mp o algo para que nos diga. Aunque te puedes librar de todo si eres inteligente creo yo.
Lord Vader
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una gran sonrisa se esbozó en mi boca. ¿Aquel tipo sabía con quién se la estaba jugando? Debía estar muy seguro de sus habilidades para amenazarme como si de un vagabundo se tratara. A pesar de su palabrería, aburrida..charlatana me atrevería a decir, no me supuso ninguna amenaza como para ponerme en alerta. Simplemente me giré sobre mis talones, coloqué mi bastón de mano bajo la axila nuevamente. Mientras buscaba mi den den mushi en el bolsillo de mi abrigo, le respondí.
-Creo que será el comodín del público -dije con tono jocoso mientras recordaba el número del "patrón" como él decía.
-¿Sabe que es lo mejor? Que podrá hablar usted con el ahora mismo si lo desea. Y es más, le ahorraré tiempo y yo mismo le pasaré con él.
Esperé respuesta del den den mushi, al principio daba tono pero no tardó mucho es escucharse el característico "clonck", señal de que habían descolgado al otro lado.
-Buenas tardes señor Roux, disculpe que le moleste, no lo habría hecho si mi anfitrión tuviera más cabeza y menos osadía. Me encuentro en Lithos, haciendo un negocio que se ha visto interrumpido. He conocido a su alcalde, igual le suena Don Alphonse Boss. De hecho, nos hemos conocido y tras haber visto las "maravillas"-Dije irónico- de sus establecimientos y una gran diplomacia aplicada a sus lugareños en temas de poder en la isla, me encuentro ahora, en su casa.
Cogí algo de aire.
-Lamentablemente el señor Boss no conoce mi condición y me encuentro en una situación, no tediosa, más si previsible...por ello le llamo a petición del señor Boss. Me tiene retenido en su casa parece ser, bajo la amenaza de un ¿juego? Vaya broma ¿no cree? Se ve que no conoce los juegos de mi socio en Sabaondy.... Resulta que tenía que llamarle usted debido a que muy amablemente, mi anfitrión me da dos opciones para poder abandonar la isla de una pieza: o bien le doy algo que el quiere, o bien le facilito este número, para que él exponga " mis pecados " a usted. Francamente Señor Roux, me gustaría que diera su opinión ante tal situación a Don Boss, antes de que cometa un grave error.
-Creo que será el comodín del público -dije con tono jocoso mientras recordaba el número del "patrón" como él decía.
-¿Sabe que es lo mejor? Que podrá hablar usted con el ahora mismo si lo desea. Y es más, le ahorraré tiempo y yo mismo le pasaré con él.
Esperé respuesta del den den mushi, al principio daba tono pero no tardó mucho es escucharse el característico "clonck", señal de que habían descolgado al otro lado.
-Buenas tardes señor Roux, disculpe que le moleste, no lo habría hecho si mi anfitrión tuviera más cabeza y menos osadía. Me encuentro en Lithos, haciendo un negocio que se ha visto interrumpido. He conocido a su alcalde, igual le suena Don Alphonse Boss. De hecho, nos hemos conocido y tras haber visto las "maravillas"-Dije irónico- de sus establecimientos y una gran diplomacia aplicada a sus lugareños en temas de poder en la isla, me encuentro ahora, en su casa.
Cogí algo de aire.
-Lamentablemente el señor Boss no conoce mi condición y me encuentro en una situación, no tediosa, más si previsible...por ello le llamo a petición del señor Boss. Me tiene retenido en su casa parece ser, bajo la amenaza de un ¿juego? Vaya broma ¿no cree? Se ve que no conoce los juegos de mi socio en Sabaondy.... Resulta que tenía que llamarle usted debido a que muy amablemente, mi anfitrión me da dos opciones para poder abandonar la isla de una pieza: o bien le doy algo que el quiere, o bien le facilito este número, para que él exponga " mis pecados " a usted. Francamente Señor Roux, me gustaría que diera su opinión ante tal situación a Don Boss, antes de que cometa un grave error.
- LLamada.:
- Posteará a continuación el nombrado por mi en la llamada.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El vampiro se sirvió la segunda ración de ron sin preguntar, dando un generoso trago. A Syxel no pareció importarle en absoluto; los modales no eran uno de los fuertes de los piratas. Y eso para variar era un agradable cambio. La verdad es que el viaje a bordo del Pandora estaba siendo entretenido. Descontando las miradas de odio del Contramaestre, la desconfianza de la tal Nailah y la actitud de constante irritación del pelirrojo subcapitán (Ivan tenía la teoría de que estaba permanentemente estreñido, pero no le había parecido buena idea preguntar), pasaban buenos ratos intercambiando batallitas y dedicándose a saquear la bodega de cuanta botella de alcohol podían echar mano. Y dado que Syxel era el capitán, no era como si alguien pudiera decirles nada. Sin embargo alguien tuvo a bien estropearles la diversión en aquella ocasión, pues su den den mushi comenzó a sonar. Frunció el ceño, entre molesto y extrañado. Nadie solía llamarle... ¿sería alguien del gremio? Como le hubiesen hecho algo a su submarino rodarían cabezas. Cogió el aparato y descolgó.
- ¿Quién es?
La voz de Maximillian Pegasus comenzó a sonar al otro lado del aparato. El cazador frunció el ceño y le hizo un gesto a Syxel para que permaneciera callado, mientras escuchaba. Al principio creía que iba a proponerle alguna clase de negocio por cómo comenzó su discurso, pero su tono empezó a hacerle sospechar otra cosa. Luego comenzó a exponer su situación y comenzó a entenderlo todo. Así que quería que le sacara las castañas del fuego... por un lado la situación le enfureció, haciendo que destellos rojizos asomaran a los ojos del vampiro mientras una suave capa de niebla comenzaba a envolverle. Le molestaba que le usara como protección... pero por otro lado tampoco le convenía perder a Pegasus. Tenía que proteger su inversión si quería recuperarla, y desde luego no iba a dejar que ningún alcalde del tres al cuarto se la estropeara.
- Señor... ¿Boss? Curioso apellido. Mi nombre es Ivan Roux, probablemente haya oído hablar de mí. No sé qué le ha hecho el señor Pegasus, pero le recuerdo que retener a un civil contra su voluntad va contra las leyes... y me bastaría una llamada para que la Marina se presente en su mansión. Creo que ninguno de los dos quiere pasar por esa molestia, ¿verdad? Sería realmente incómodo.
Su tono de voz fue extremadamente frío y peligrosamente calmado. Aquella situación lo molestaba de sobremanera, y cuanto antes pudiera resolverla, mejor. Y si aquel hombre se atrevía a peligrar su inversión... no le bastaría tierra para huir de su ira.
- ¿Quién es?
La voz de Maximillian Pegasus comenzó a sonar al otro lado del aparato. El cazador frunció el ceño y le hizo un gesto a Syxel para que permaneciera callado, mientras escuchaba. Al principio creía que iba a proponerle alguna clase de negocio por cómo comenzó su discurso, pero su tono empezó a hacerle sospechar otra cosa. Luego comenzó a exponer su situación y comenzó a entenderlo todo. Así que quería que le sacara las castañas del fuego... por un lado la situación le enfureció, haciendo que destellos rojizos asomaran a los ojos del vampiro mientras una suave capa de niebla comenzaba a envolverle. Le molestaba que le usara como protección... pero por otro lado tampoco le convenía perder a Pegasus. Tenía que proteger su inversión si quería recuperarla, y desde luego no iba a dejar que ningún alcalde del tres al cuarto se la estropeara.
- Señor... ¿Boss? Curioso apellido. Mi nombre es Ivan Roux, probablemente haya oído hablar de mí. No sé qué le ha hecho el señor Pegasus, pero le recuerdo que retener a un civil contra su voluntad va contra las leyes... y me bastaría una llamada para que la Marina se presente en su mansión. Creo que ninguno de los dos quiere pasar por esa molestia, ¿verdad? Sería realmente incómodo.
Su tono de voz fue extremadamente frío y peligrosamente calmado. Aquella situación lo molestaba de sobremanera, y cuanto antes pudiera resolverla, mejor. Y si aquel hombre se atrevía a peligrar su inversión... no le bastaría tierra para huir de su ira.
Krieg
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Maximilion Pegasus no deseaba jugar, y no había nada que molestara más a Trikky que las personas aburridas. Por suerte para los dos muchachos de la sala, aquel demonio solo era una arducia ficticia y no un verdadero trastorno. Alphonse, obligándose a volver a la realidad, pues el demonio se hubiera tomado las cosas de una manera bastante violenta, seguía aburrido, cabreado y muy, muy cansado de todo.
Mientras el caballero de rojo, el cual continuaba haciendo gala de una inusitada calma, realizaba sus pequeños preparativos, el joven alcalde tomó asiento y arrojó su mirada al vacío. Esperó, midiendo cada palabra que salía de los labios de su cano enemigo y su respectivo molusco domesticado. Una vez más sintió la punzada de la paranoia al escuchar el apodo.
-Es un placer, Sr. Roux, o al menos desearía que así fuera- comentó, sincero-. Lo cierto es que nada me gustaría más que viniesen, al fin y al cabo el señor Pegasus se niega a revelar porqué está aquí, cómo ha llegado y cuáles son sus negocios en el bosque. Su negativa y mala actitud han sido los únicos motivos de mi melodramático “juego”, con el fin de obligarle a colaborar con la justicia. Además, por si esto no fuera ya grave, se ha visto envuelto en un asesinato, y aunque aún no hay pruebas de su asociación, el hecho de que haya mencionado su interés por actividades de carácter… mafioso, no ayuda para nada a su presunción de inocencia.
Tras una breve pausa, la mirada de Alphonse emergió del vacío en el que se había enclaustrado para clavarse sobre Maximiliom. No tenía el gusto de conocer a su patrón, pero había oído hablar él lo suficiente para saber que era un cazador al servicio del gobierno, y como buen caballero conocía el poder del apellido de la familia de Livnell.
-Como alcalde y máxima autoridad de la isla, no me queda otra que retenerle, tanto a él como a sus compañeros de viaje. Lo cierto es que no parece alguien que viaje solo-Tragó saliva, se humedeció los labios y chasqueó la lengua-. Sin embargo, tras esta detención y el fichaje como personas non-gratas, serán expulsados de la isla. Confío plenamente en que no se vería relacionado con criminales, así como que no habrá resistencia ni que sea necesario castigo alguno, al menos de mi parte- casi susurró, deseando el sufrimiento ajeno-. Y por cierto, es Alphonse Capone, no Boss; aunque he de admitir que no es mal apodo el que me ha regalado su “socio”. Gracias por su tiempo, y tenga un buen día- terminó con su acostumbrada cordialidad.
Con esto el muchacho daría por finalizado el entuerto, confiando en que todo se saldase por las buenas. Eso sería algo bastante insólito, el destino solía ponerle una traba tras otra, pero también algo que el último de los Capone agradecería. Aquel día se le había hecho demasiado largo, pero todo había valido la pena para crear la piedra angular del nuevo Lithos. De esto el joven alcalde se daría cuenta... más adelante.
Mientras el caballero de rojo, el cual continuaba haciendo gala de una inusitada calma, realizaba sus pequeños preparativos, el joven alcalde tomó asiento y arrojó su mirada al vacío. Esperó, midiendo cada palabra que salía de los labios de su cano enemigo y su respectivo molusco domesticado. Una vez más sintió la punzada de la paranoia al escuchar el apodo.
-Es un placer, Sr. Roux, o al menos desearía que así fuera- comentó, sincero-. Lo cierto es que nada me gustaría más que viniesen, al fin y al cabo el señor Pegasus se niega a revelar porqué está aquí, cómo ha llegado y cuáles son sus negocios en el bosque. Su negativa y mala actitud han sido los únicos motivos de mi melodramático “juego”, con el fin de obligarle a colaborar con la justicia. Además, por si esto no fuera ya grave, se ha visto envuelto en un asesinato, y aunque aún no hay pruebas de su asociación, el hecho de que haya mencionado su interés por actividades de carácter… mafioso, no ayuda para nada a su presunción de inocencia.
Tras una breve pausa, la mirada de Alphonse emergió del vacío en el que se había enclaustrado para clavarse sobre Maximiliom. No tenía el gusto de conocer a su patrón, pero había oído hablar él lo suficiente para saber que era un cazador al servicio del gobierno, y como buen caballero conocía el poder del apellido de la familia de Livnell.
-Como alcalde y máxima autoridad de la isla, no me queda otra que retenerle, tanto a él como a sus compañeros de viaje. Lo cierto es que no parece alguien que viaje solo-Tragó saliva, se humedeció los labios y chasqueó la lengua-. Sin embargo, tras esta detención y el fichaje como personas non-gratas, serán expulsados de la isla. Confío plenamente en que no se vería relacionado con criminales, así como que no habrá resistencia ni que sea necesario castigo alguno, al menos de mi parte- casi susurró, deseando el sufrimiento ajeno-. Y por cierto, es Alphonse Capone, no Boss; aunque he de admitir que no es mal apodo el que me ha regalado su “socio”. Gracias por su tiempo, y tenga un buen día- terminó con su acostumbrada cordialidad.
Con esto el muchacho daría por finalizado el entuerto, confiando en que todo se saldase por las buenas. Eso sería algo bastante insólito, el destino solía ponerle una traba tras otra, pero también algo que el último de los Capone agradecería. Aquel día se le había hecho demasiado largo, pero todo había valido la pena para crear la piedra angular del nuevo Lithos. De esto el joven alcalde se daría cuenta... más adelante.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Alphonse Boss haciendo amigos. Privado Alphonse Capone / Zero. ¿Cómo que me llamo igual que el escarabajo alfa?
- Reto a Deathstroke mi enemigo por naturaleza
- ¡Quiero rol, y comida, pero por ahora rol!
- [PRIVADO ROL] Por comida [Miranda - sinclair moon]
- Crueles lecciones de la naturaleza salvaje [Altaïr, Murasaki | Grupal: 3/5]
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.