El lobo ataca de nuevo, ¡Kazuo vs Zuko!

El dragón mordió el último trozo que quedaba en el caramelo que estaba comiendo, dejando el palo totalmente desnudo. Con un movimiento de mano, creó una llama que lo incineró. Se encontraba en el campo de entrenamiento de Marineford, simplemente esperando. Había llegado a sus oídos las andadas de un nuevo recluta que parecía tener cierto futuro prometedor en la marina, por tanto quería probar por si mismo que así era. Por tanto, envió una carta al nuevo proponiéndole un reto, una prueba. Obviamente, el poder del sargento era demasiado para un simple recluta, si es que eso es lo que era, claro. Sin embargo, el resultado de aquella batalla no se resolvería en quien tumba al otro. Tan solo tenía que medir las capacidades de pelea del recluta, así como su mentalidad y como de lejos está dispuesto a llegar. Vamos, si lo vería digno o no.

─¿Te parece bien ir retando nuevos así como así? -le dijo un compañero sargento algo alejado. Junto a él se había formado un círculo de marines de rango bajo que habían oído sobre el acontecimiento y habían querido ir a mirar.

─No le pasará nada, tranquilo -contestó Zuko estirándose-. ¿Sabes si le queda mucho para venir? No es que llegue tarde, pero tengo ganas de conocerle.

Miraba la carta tratando de explicarse el motivo de lo que estaba por pasar. ¿Cuál era la causa? ¿La razón? Hace unos días atrás le llegó esta, diciéndole que debía estar en los Cuarteles Generales de Marineford para un combate contra el sargento Zuko Kasai Kodomo. Había investigado el nombre unos días antes y no fue mucho lo que encontró. A decir verdad, según lo que había sacado en claro, era que él estaba muy por debajo de lo que debería estar en la jerarquía marine. Sin embargo, eso no era lo que le molestaba. Le incomodaba la razón detrás de eso. Su ingreso a la Marina no había sido nada extraño y, es más, ni siquiera había hecho ninguna misión oficial. Salvo uno que otro trabajo de su mayor habilidad, ser detective. No le encontraba ninguna razón de peso para eso. ¿Quizás solo quería conocer? Existían mil y una forma de conocer a otro sin necesidad de recurrir a esto.

– En fin, vamos a ello. – Dijo en un susurro mientras entraba al lugar donde debía estar el sargento.

Los curiosos reclutas que estaban ahí, al verlo, se hicieron a un lado. Suspiró con calma y prendió un cigarro en el corto camino, hasta quedar frente a frente a Zuko. Si bien era algo “oficial”, no iba a ir con el simple y, para que decir, feo uniforme de los marines. Kazuo vestía con su típico terno y pantalones negros, una camisa blanca y su corbata negra. Se lograba ver la culata de sus dos pistolas por fuera del terno.

– Antes de partir, sargento – comenzó a decir. Fumó de su cigarro y lo miró a los ojos. – ¿Qué busca con esto? No me gusta tener que luchar contra un compañero. – Enfatizó la palabra compañero. Esperaría su respuesta y, si no le gustaba del todo, quizás podía evitarse tener que desfundar sus pistolas.

─Yo solía fumar también -dijo, ignorando ligeramente la pregunta del recluta, aunque tenía pensado responderla luego-. Lo dejé. Deberías considerarlo. Lo mejor es buscar un sustitutivo. En mi caso tengo caramelos, mis favoritos son los de…

─¡¿Vais a pelear o qué?! -gritó alguien entre los curiosos.

─Ya, ya. Paciencia. A ver… -se rascó la barbilla, buscando una respuesta a lo que había preguntado el recién llegado-. Estuve mirando tus informes. Por lo visto de momento solo te has lucido en trabajos de investigación. Y eso está bien, no me malinterpretes, pero antes de todo somos un cuerpo militar. Debemos saber movernos en combate y, sobre todo, tener cierta… actitud. Supongo que lo que busco es ver si tienes esa actitud.

Era bastante sencillo. No tenía pensado aterrizar un solo golpe en el recluta, pero tampoco tenía pensado recibir un solo ataque. El propósito de la prueba era ver como se desenvolvería ante alguien que lo superaba. ¿Se rendiría? Lo óptimo fuese que no lo hiciera. Con que demostrase que tenía la actitud valiente y perseverante que se necesita en el campo de batalla sería suficiente. Es más, si era capaz de pensar una forma de tumbar al dragón, ganaría incluso puntos extra.

─Es sencillo. Si te doy tres golpes, pierdes. Si me das un golpe, o como sea que ataques, ganas. No solo eso, también ganas si mi espalda toca el suelo o si reconozco en voz alta que tienes madera de marine. ¿De acuerdo? De acuerdo.

Sin previo aviso empezó a correr hacia el recluta. No lo hizo con toda su velocidad, pues su objetivo era que el marine fuese capaz de verlo y, además, esquivar el puñetazo que iría directo a su cara, el cual no llevaba ni la mitad de su fuerza y velocidad comunes. Esa sería la forma de prender la mecha.