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El sargento roncaba. Estaba tirado sobre su silla en un despacho provisional que le habían dado en el cuartel del West Blue, con un libro sobre la cara, totalmente dormido. La mesa estaba hecha un desastre, con hojas identificativas de reclutas por todas partes, pues le habían mandado comandar un pequeño escuadrón de reclutas recién salidos de la academia, enseñarles cómo funcionaban las cosas por aquellos lados y después dar un informe según su desarrollo. Sin embargo, haría unas dos horas que se había quedado dormido, leyendo la guía de conducta de la marina.
—Atención a todo el personal -sonó por el Denden mushi altavoz, haciendo que Zuko se despertase de golpe, tirase el libro al suelo y volcase la silla, golpeando el suelo con su propia cabeza-. Se aproximan los nuevos reclutas. Atención. Se aproximan los nuevos reclutas.
«¿De verdad hace falta anunciarlo de esa forma?» pensó mientras se levantaba y frotaba la cabeza.
Aunque en el fondo lo agradecía, pues aquello lo había despertado y evitado que se durmiese en el trabajo. Se puso de pie y empezó a ordenar las hojas de identificación, salidas de la academia con pequeños resúmenes sobre el origen de los reclutas y su rendimiento. Sin embargo, se detuvo en seco al coger una. Una en la que no se había fijado antes. Una muchacha rubia cuyo rostro conocía ya.
—¿Inoue…?
Si no estaba equivocado, aquella chica era la que consiguió sacar de la bodega de un barco pirata en una batalla. Un rescate del que se sentía orgulloso, pues había conseguido que alguien viese la luz del sol un día más. Y ahora veía que, muy posiblemente aquel acto, inspirase a la muchacha alistarse a la marina. ¿Estaba de acuerdo con aquello? ¿Había empujado a una joven a un campo de batalla? Suspiró. Estaba a punto de saber si la convicción de la muchacha era buena.
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La muchacha dobló su ropa con cuidado. Los ropajes de Wano estaban malgastados y rotos, aún no entendía por qué quería seguir guardando aquellos malos recuerdos. Desde que había abandonado su tierra en aquel barco pirata su vida había dado un giro por completo, pero no todo era malo. En el poco tiempo que llevaba acompañada de marines había conocido gente maravillosa y respetable cuyos principios le asombraban, pero al igual que había cosas buenas, también las había malas. Las costumbres de la gente eran totalmente diferentes y por lo que pudo comprobar, es que la mayoría de ellos no seguía el ideal del honor.
Al poco tiempo de aprender los modales de la gente que la rodeaba y las charlas de aquel marine llamado Zuko, decidió alistarse en la armada naval. Aquel sentimiento de protección le había calado en el fondo de su alma y al haber experimentado con piratas en su propia carne no podía permitir que otros sintieran lo mismo. Quería impartir justicia allá donde estuviera y detener a los criminales que causaran daño a personas inocentes.
Inoue metió los ropajes en la cómoda y se acercó a su mesita para coger una gran cantidad de papeles. Le resultaba interesante aprender sobre aquella orden militar y todo lo que ello conllevaba, pero lo que más le agradaba es que permitieran a las mujeres ejercer, no como en Wano, donde estaba totalmente prohibido. No tenía ganas de hacerse pasar otra vez por hombre, no se sentía a gusto.
Abandonó el pequeño cuarto y bajó corriendo unas escaleras en forma de caracol, donde la esperaban más reclutas que habían logrado entrar en la academia junto a ella. El grupillo se unió rápidamente a las filas en un patio de recreo. Se formaron largas hileras para que los superiores observasen la situación de cada uno. Inoue tenía mucha curiosidad sobre qué iba a pasar con ella en el patio.
Al poco tiempo de aprender los modales de la gente que la rodeaba y las charlas de aquel marine llamado Zuko, decidió alistarse en la armada naval. Aquel sentimiento de protección le había calado en el fondo de su alma y al haber experimentado con piratas en su propia carne no podía permitir que otros sintieran lo mismo. Quería impartir justicia allá donde estuviera y detener a los criminales que causaran daño a personas inocentes.
Inoue metió los ropajes en la cómoda y se acercó a su mesita para coger una gran cantidad de papeles. Le resultaba interesante aprender sobre aquella orden militar y todo lo que ello conllevaba, pero lo que más le agradaba es que permitieran a las mujeres ejercer, no como en Wano, donde estaba totalmente prohibido. No tenía ganas de hacerse pasar otra vez por hombre, no se sentía a gusto.
Abandonó el pequeño cuarto y bajó corriendo unas escaleras en forma de caracol, donde la esperaban más reclutas que habían logrado entrar en la academia junto a ella. El grupillo se unió rápidamente a las filas en un patio de recreo. Se formaron largas hileras para que los superiores observasen la situación de cada uno. Inoue tenía mucha curiosidad sobre qué iba a pasar con ella en el patio.
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Mientras caminaba y se dirigía hacia el patio, se llevó la mano al bolsillo y sacó lo que parecía ser un paquete de tabaco. Lo abrió y de su interior sacó un caramelo sujeto a un palo blanco de plástico. Desenvolvió el plástico y se lo metió en la boca, mientras se frotaba el ojo con la otra mano, desperezándose. Llevaba puesta una camisa azul oscuro con unos pantalones negros. De su cuello colgaba una corbata fina y negra, mientras que en su cabeza descansaba la reglamentaria ropa marine. Hacía mucho tiempo que no le era obligatorio ponerse el uniforme de recluta y no lo echaba de menos.
Salió por fin. Todos los reclutas estaban en fila, rectos como palos de escoba, con la mano en la frente. Empezó a caminar y notaba como sus ojos nerviosos se clavaban en él. No eran muchos reclutas, pues era un destacamento pequeño, por lo que no tardó en ver a aquella persona que había reconocido en los papeles. Inoue. La muchacha llevaba puesto el uniforme y parecía algo incómoda en él.
«No sabes como te entiendo...»
—Descansen -dijo cuando se detuvo.
Se quedó un momento en silencio, observando a los reclutas. Cuando sus ojos pasaron por la muchacha conocida, le guiñó un ojo de complicidad. Se levantó un poco la gorra para que su rostro fuese visible, así como se llevaba la mano al palo, sacándolo de su boca ya totalmente pelado y sin caramelo alguno. Lo tiró al suelo y siguió hablando.
—Bien, antes de empezar haremos una ronda de preguntas. ¿Alguien quiere preguntar algo?
No tardó en levantarse una mano. Zuko señaló al recluta y atendió a su pregunta.
—¿Cómo se hizo esa cicatriz? ¿Lo quemaron en combate?
—Sí, algo así. ¿Alguien más?
Salió por fin. Todos los reclutas estaban en fila, rectos como palos de escoba, con la mano en la frente. Empezó a caminar y notaba como sus ojos nerviosos se clavaban en él. No eran muchos reclutas, pues era un destacamento pequeño, por lo que no tardó en ver a aquella persona que había reconocido en los papeles. Inoue. La muchacha llevaba puesto el uniforme y parecía algo incómoda en él.
«No sabes como te entiendo...»
—Descansen -dijo cuando se detuvo.
Se quedó un momento en silencio, observando a los reclutas. Cuando sus ojos pasaron por la muchacha conocida, le guiñó un ojo de complicidad. Se levantó un poco la gorra para que su rostro fuese visible, así como se llevaba la mano al palo, sacándolo de su boca ya totalmente pelado y sin caramelo alguno. Lo tiró al suelo y siguió hablando.
—Bien, antes de empezar haremos una ronda de preguntas. ¿Alguien quiere preguntar algo?
No tardó en levantarse una mano. Zuko señaló al recluta y atendió a su pregunta.
—¿Cómo se hizo esa cicatriz? ¿Lo quemaron en combate?
—Sí, algo así. ¿Alguien más?
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Inoue estaba quieta y de vez en cuando bajaba la mirada, nerviosa por las prácticas. Quien dice quieta, dice que estaba todo el rato moviéndose porque las ropas occidentales le causaban picor y le resultaban incómodas. Era la única que parecía llamar la atención de todas las personas presentes y por desgracia no se daba cuenta, pero a ella nunca le importó que se rieran por lo bajo. Normalmente solía contenerse, pero no era la primera vez que recibía una charla por parte de superiores para que controlara su carácter y como no, ella debía obedecer a regañadientes.
Apoyó la mano sobre Meiyo y suspiró. ¿Por qué tardaban tanto? Cuando les mandaban formar filas siempre le resultaba una eternidad. Finalmente al encargado de los reclutas le dio por aparecer y cuando Inoue lo miró, este le guiñó un ojo. La rubia no pudo evitar esbozar una sonrisa. En cuanto mandó descansar, los reclutas se relajaron un poco y dio paso a una ronda de preguntas, pero a la muchacha no le resultaba interesante, sobre todo por el muchacho que preguntó por la quemadura que decoraba su rostro.
Le pareció de muy mal gusto y una falta de educación. ¿Quién era él para inquirir sobre algo personal? Deberían haber hecho preguntas que concerniesen a todos los que allí estaban. Idiota, pensó negando levemente con la cabeza. La muchacha esperó a que hubiera silencio y alzó la mano para llamar su atención, para después, bajarla.
— ¿Cuál será nuestro siguiente paso, sargento? - Inquirió con curiosidad.
La mayoría de los reclutas la miró con cara rara, pero Inoue solo atendió a lo que el moreno tuviera que decir. Iba a ser un largo día y no quería seguir perdiendo el tiempo con preguntas estúpidas que no le concernieran. La muchacha se mordió el labio inferior y esperó con atención la respuesta del sargento.
Apoyó la mano sobre Meiyo y suspiró. ¿Por qué tardaban tanto? Cuando les mandaban formar filas siempre le resultaba una eternidad. Finalmente al encargado de los reclutas le dio por aparecer y cuando Inoue lo miró, este le guiñó un ojo. La rubia no pudo evitar esbozar una sonrisa. En cuanto mandó descansar, los reclutas se relajaron un poco y dio paso a una ronda de preguntas, pero a la muchacha no le resultaba interesante, sobre todo por el muchacho que preguntó por la quemadura que decoraba su rostro.
Le pareció de muy mal gusto y una falta de educación. ¿Quién era él para inquirir sobre algo personal? Deberían haber hecho preguntas que concerniesen a todos los que allí estaban. Idiota, pensó negando levemente con la cabeza. La muchacha esperó a que hubiera silencio y alzó la mano para llamar su atención, para después, bajarla.
— ¿Cuál será nuestro siguiente paso, sargento? - Inquirió con curiosidad.
La mayoría de los reclutas la miró con cara rara, pero Inoue solo atendió a lo que el moreno tuviera que decir. Iba a ser un largo día y no quería seguir perdiendo el tiempo con preguntas estúpidas que no le concernieran. La muchacha se mordió el labio inferior y esperó con atención la respuesta del sargento.
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—Buena pregunta, recluta -dijo ante la pregunta de Inoue, con una sonrisa-. Directa al grano, me gusta tu motivación. Bien, prácticamente se me ha encargado la tarea de enseñaros más o menos las obligaciones de un recluta, las distintas partes de un cuartel, el cómo debéis…
—¡¿Son estos esclavos nuevos?! -gritó una voz detrás de los reclutas.
Varios marines llevaban, esposado, a un hombre de gran tamaño, superando la altura del dragón. Era de hombros anchos e iba vestido con una especie de uniforme marítimo de color rojo. Uno de los marines lo golpeó con su arma por su comentario, pero fue ignorado. Tenía en su rostro una sonrisa de maldad, como si tuviera ganas de desatarse y ponerse a repartir sablazos. Por suerte, su desproporcionada arma había sido confiscada por uno de los marines y la llevaba a la espalda.
—Aquí una de vuestras obligaciones -siguió Zuko, como si nada-. Capturar criminales que amenazan a la paz y la justicia de donde seáis asignados. Este hombre en concreto se llama Dirty John Jackson. Es un bandido con dos millones de recompensa por su cabeza.
—¡Ya te diré yo por donde me paso la paz y la justicia! ¡Los míos y yo nos soltaremos de esto y arrasaremos este lugar!
El sargento miró a un lado y vio cómo otro grupo de marines traía a unos cuatro criminales esposados, miembros de la banda de Jackson. A diferencia de su líder, parecían tener una expresión más de miedo en el rostro, como si temiesen que lo que su jefe decía de verdad se cumpliese.
—Seguramente oigáis amenazas como esa muchas veces -dijo el sargento, ignorando al bandido-. Lo único que debéis recordar es que esa gaviota que lucís es el símbolo de la paz, la justicia y la esperanza. Que la gente siente alivio cuando os ve llegar, siente que por fin sus problemas con los criminales terminan. Debéis mantener vuestra moral alta.
—¡¿Son estos esclavos nuevos?! -gritó una voz detrás de los reclutas.
Varios marines llevaban, esposado, a un hombre de gran tamaño, superando la altura del dragón. Era de hombros anchos e iba vestido con una especie de uniforme marítimo de color rojo. Uno de los marines lo golpeó con su arma por su comentario, pero fue ignorado. Tenía en su rostro una sonrisa de maldad, como si tuviera ganas de desatarse y ponerse a repartir sablazos. Por suerte, su desproporcionada arma había sido confiscada por uno de los marines y la llevaba a la espalda.
—Aquí una de vuestras obligaciones -siguió Zuko, como si nada-. Capturar criminales que amenazan a la paz y la justicia de donde seáis asignados. Este hombre en concreto se llama Dirty John Jackson. Es un bandido con dos millones de recompensa por su cabeza.
—¡Ya te diré yo por donde me paso la paz y la justicia! ¡Los míos y yo nos soltaremos de esto y arrasaremos este lugar!
El sargento miró a un lado y vio cómo otro grupo de marines traía a unos cuatro criminales esposados, miembros de la banda de Jackson. A diferencia de su líder, parecían tener una expresión más de miedo en el rostro, como si temiesen que lo que su jefe decía de verdad se cumpliese.
—Seguramente oigáis amenazas como esa muchas veces -dijo el sargento, ignorando al bandido-. Lo único que debéis recordar es que esa gaviota que lucís es el símbolo de la paz, la justicia y la esperanza. Que la gente siente alivio cuando os ve llegar, siente que por fin sus problemas con los criminales terminan. Debéis mantener vuestra moral alta.
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Inoue sonrió al ver la expresión del sargento. Parecía un tipo duro, pero sí que sabía motivar para cumplir las metas de cada uno; sin embargo, esa felicidad enseguida se desvaneció cuando una estruendosa voz los acechó desde atrás. Se giró extrañada y observó la mole llena de ira esposada por más marines. Piratas, pensó asustada, el mundo estaba plagado de ellos y por sus palabras ya dedujo que no eran precisamente buenos.
Apretó el puño con fuerza y se mordió el labio inferior intentando no decirle nada al criminal, debía mantener la compostura. El hecho de que se refirieran a ella como una esclava de nuevo le aterraba y enfadaba por partes iguales, a su mente regresaban dolorosos recuerdos de lo que significaba estar cautiva por aquellas alimañas humanas.
Chasqueó la lengua y se giró de nuevo para mirar al sargento, el cual había comenzado a hablar e intentó ignorar los gritos del criminal. ¿Por qué no le golpeaban para que se callara? Tenían la libertad de hacer con él lo que les diera la gana, si pudieran lo habrían matado ahí mismo, pero al parecer el cuartel no tenía la suficiente sangre fría para eso.
Esta vez, una de las reclutas que estaba al lado de Inoue, alzó la mano para hacer una pregunta. Tenía el cabello negro totalmente rapado y una voz angelical, cualquiera pensaría que no era una mujer si no fuera por sus exuberantes protuberancias.
—¿Cuándo podremos ejercer nuestra próxima misión? Quiero patearles el culo a unos cuantos rateros - rio de manera vulgar.
Inoue y varios reclutas asintieron y comenzaron a exclamar sí al unísono.
Apretó el puño con fuerza y se mordió el labio inferior intentando no decirle nada al criminal, debía mantener la compostura. El hecho de que se refirieran a ella como una esclava de nuevo le aterraba y enfadaba por partes iguales, a su mente regresaban dolorosos recuerdos de lo que significaba estar cautiva por aquellas alimañas humanas.
Chasqueó la lengua y se giró de nuevo para mirar al sargento, el cual había comenzado a hablar e intentó ignorar los gritos del criminal. ¿Por qué no le golpeaban para que se callara? Tenían la libertad de hacer con él lo que les diera la gana, si pudieran lo habrían matado ahí mismo, pero al parecer el cuartel no tenía la suficiente sangre fría para eso.
Esta vez, una de las reclutas que estaba al lado de Inoue, alzó la mano para hacer una pregunta. Tenía el cabello negro totalmente rapado y una voz angelical, cualquiera pensaría que no era una mujer si no fuera por sus exuberantes protuberancias.
—¿Cuándo podremos ejercer nuestra próxima misión? Quiero patearles el culo a unos cuantos rateros - rio de manera vulgar.
Inoue y varios reclutas asintieron y comenzaron a exclamar sí al unísono.
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Ya habían conseguido alejar al bandido de allí. Zuko escuchó la pregunta de la recluta de cabellos rapados con una ceja alzada. Escuchó como el resto, o al menos la mayoría, parecían estar de acuerdo con su manera de pensar y gritaban “sí” o incluso se reían en exclamaciones de afirmación. Pudo ver a un par chocando la mano. El dragón sonrió, bajando un momento la mirada.
—Vaya. Así que queréis patear culos, ¿eh? -los vitoreos aumentaron-. Para eso os habéis alistado en la marina. Para salir ahí fuera y dar hostias como panes a cretinos, ¿eh? -seguían, exclamando su euforia y agitando los puños en el aire-. Bueno, si es lo que queréis, ya podéis levantaros, presentar vuestra carta de retiro antes de que pueda siquiera considerarse deserción, y volver a casa con vuestras familias.
Los reclutas se callaron. Los puños bajaron y las sonrisas se borraron. El sargento se llevó las manos a la espalda y miró en silencio a los reclutas, tal vez esperando que alguno se tomara en serio su consejo y se levantase. Por suerte, ninguno lo hizo.
—No hay nadie aquí a quien le guste luchar más que a mí. Pero tengo unas prioridades, unas que hay que tener. Si estáis con vuestro escuadrón, luchando contra una tripulación pirata mientras sacáis civiles de la zona y estáis luchando contra un pirata… ¿Es lo único en lo que váis a centraros? ¿Aunque detrás de vosotros haya otros quince piratas atacando a un grupo de civiles? -señaló al aire, a una altísima bandera blanca con la gaviota azul que ondeaba en el viento-. Lo he dicho antes. Esa gaviota es esperanza. Es justicia. Es paz. Nosotros protegemos, no atacamos. Somos un escudo, no una espada. ¿Por qué creeis que en cada isla del gobierno hay un cuartel? ¿En cada mar? Somos la ley, el orden. Los civiles acuden a nosotros cuando hay problemas. Cuando un vecino les roba, cuando se sienten estafados, cuando piratas atacan la isla. Somos la primera línea, somos el escudo que los protege del fuego. Los cazarrecompensas lo hacen por dinero, nosotros lo hacemos por ellos. Por los inocentes que no pueden defenderse por sí solos. Así que… lo volveré a repetir. Si alguien aquí ha venido tan solo por la violencia, por los combates y para «patearles el culo a unos cuantos rateros»... ya podéis marcharos.
—Vaya. Así que queréis patear culos, ¿eh? -los vitoreos aumentaron-. Para eso os habéis alistado en la marina. Para salir ahí fuera y dar hostias como panes a cretinos, ¿eh? -seguían, exclamando su euforia y agitando los puños en el aire-. Bueno, si es lo que queréis, ya podéis levantaros, presentar vuestra carta de retiro antes de que pueda siquiera considerarse deserción, y volver a casa con vuestras familias.
Los reclutas se callaron. Los puños bajaron y las sonrisas se borraron. El sargento se llevó las manos a la espalda y miró en silencio a los reclutas, tal vez esperando que alguno se tomara en serio su consejo y se levantase. Por suerte, ninguno lo hizo.
—No hay nadie aquí a quien le guste luchar más que a mí. Pero tengo unas prioridades, unas que hay que tener. Si estáis con vuestro escuadrón, luchando contra una tripulación pirata mientras sacáis civiles de la zona y estáis luchando contra un pirata… ¿Es lo único en lo que váis a centraros? ¿Aunque detrás de vosotros haya otros quince piratas atacando a un grupo de civiles? -señaló al aire, a una altísima bandera blanca con la gaviota azul que ondeaba en el viento-. Lo he dicho antes. Esa gaviota es esperanza. Es justicia. Es paz. Nosotros protegemos, no atacamos. Somos un escudo, no una espada. ¿Por qué creeis que en cada isla del gobierno hay un cuartel? ¿En cada mar? Somos la ley, el orden. Los civiles acuden a nosotros cuando hay problemas. Cuando un vecino les roba, cuando se sienten estafados, cuando piratas atacan la isla. Somos la primera línea, somos el escudo que los protege del fuego. Los cazarrecompensas lo hacen por dinero, nosotros lo hacemos por ellos. Por los inocentes que no pueden defenderse por sí solos. Así que… lo volveré a repetir. Si alguien aquí ha venido tan solo por la violencia, por los combates y para «patearles el culo a unos cuantos rateros»... ya podéis marcharos.
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La macarrilla chasqueó la lengua y bajó la cabeza, molesta por la respuesta del sargento. Sin embargo, a pesar de que Inoue había apoyado aquellos gritos acabó parando tras escuchar las palabras de Zuko. Por un momento había olvidado por qué se había anotado en la marina y cual era su cometido en ella. Quería proteger a las personas débiles de lo que pudieran hacerle los piratas, no quería que nadie sintiera en sus propias carnes lo que ella había tenido que aguantar al estar encerrada en un barco pirata. Nunca. Más.
Los reclutas asintieron seriamente, entrando en razón por el gran discurso. Annie había comprendido a la perfección lo que su superior quería transmitir, y ella iba a hacerle caso aunque a veces sintiera que iba en contra de sus principios. Sus pensamientos no eran los más educados para referirse a los criminales, pero si debía priorizar por ayudar a personas inocentes lo haría sin dudarlo.
Sin embargo, la pequeña charla motivacional enseguida se vio mermada por una gran explosión que tiró abajo gran parte de la pared del cuartel. Todo el mundo se giró para ver que estaba ocurriendo y detrás de todo el humo de las rocas, se escucharon los gritos de un pobre marine sufriendo de dolor. Era la mole criminal de antes, cuyos súbditos le seguían desde atrás.
El hombre con menos apertura de aleta que un cruasán cogió al marine por la cabeza y retorció su cuello hasta romperlo, luego lo levantó en brazos hasta tirarlo cerca del nuevo pelotón de reclutas, los cuales se quedaron boquiabiertos. Inoue posó la mano en la empuñadura de Meiyo y se acercó junto a Zuko. Todas las personas del patio habían comenzado a dispersarse, incluso los reclutas.
La muchacha miró con pena el cuerpo sin vida del pobre hombre y luego con ira al criminal, el cual no paraba de reir. No podía enfrentarse a él, aquel hombre tenía una fuerza descomunal y ella aun estaba indefensa.
-¡Sargento! - Exclamó - En este cuartel hay personas inocentes, ¡deberíamos hacer algo!
Los reclutas asintieron seriamente, entrando en razón por el gran discurso. Annie había comprendido a la perfección lo que su superior quería transmitir, y ella iba a hacerle caso aunque a veces sintiera que iba en contra de sus principios. Sus pensamientos no eran los más educados para referirse a los criminales, pero si debía priorizar por ayudar a personas inocentes lo haría sin dudarlo.
Sin embargo, la pequeña charla motivacional enseguida se vio mermada por una gran explosión que tiró abajo gran parte de la pared del cuartel. Todo el mundo se giró para ver que estaba ocurriendo y detrás de todo el humo de las rocas, se escucharon los gritos de un pobre marine sufriendo de dolor. Era la mole criminal de antes, cuyos súbditos le seguían desde atrás.
El hombre con menos apertura de aleta que un cruasán cogió al marine por la cabeza y retorció su cuello hasta romperlo, luego lo levantó en brazos hasta tirarlo cerca del nuevo pelotón de reclutas, los cuales se quedaron boquiabiertos. Inoue posó la mano en la empuñadura de Meiyo y se acercó junto a Zuko. Todas las personas del patio habían comenzado a dispersarse, incluso los reclutas.
La muchacha miró con pena el cuerpo sin vida del pobre hombre y luego con ira al criminal, el cual no paraba de reir. No podía enfrentarse a él, aquel hombre tenía una fuerza descomunal y ella aun estaba indefensa.
-¡Sargento! - Exclamó - En este cuartel hay personas inocentes, ¡deberíamos hacer algo!
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El sargento apretó el puño. Durante un momento, se sintió impotente. Aquel marine inocente había muerto, pues el bandido había conseguido escapar junto a su gente. ¿Cuántos otros habrían sufrido su mismo destino durante la huida de ese grupo? Apretó los dientes, con furia. Aquello lo había enfadado, perdiendo por completo la actitud alegre y bromista que había decidido tomar con los reclutas. La voz de la muchacha que ya conocía de antes lo sacó de su ensimismamiento.
—Recluta, te dejo al mando. Sácalos a todos de aquí y encárgate de alejar a los reclutas de Jackson. No os separéis, id siempre juntos. La colaboración en equipo será clave si sois atacados por alguno de ellos.
—¡Eh! ¡El de la cara quemada! -gritó el bandido-. ¡Sí, tú! ¡A ti te voy a matar el primero! ¡Te quemaré el resto del cuerpo que tienes sin quemar y después utilizaré tu cráneo para…!
Zuko paró su discurso de intimidación. Había desaparecido del sitio en el que estaba tras dar las órdenes y había aparecido de nuevo, justo a la izquierda de la cabeza de Jackson, golpeando con la pierna su garganta. Sus ojos parecían salirse de las órbitas, mientras el dragón ponía toda su rabia en aquel golpe. El bandido salió disparado varios metros hacia atrás, arrastrando por la tierra. El dragón cayó al suelo y dirigió una mirada a los hombres del bandido, que empezaron a correr, tal vez asustados o tal vez yendo hacia los reclutas. De todas formas, tenía fe en que la recluta sería capaz de llevarlos a la victoria. Después de todo, los bandidos eran menos.
Cuando el polvo levantado se disipó, vio al bandido ponerse de pie, tosiendo y pasándose la mano por el cuello. Miró a Zuko, con un tic en el ojo. Obviamente no se esperaba aquel ataque. Empezó a gritar y a correr hacia el sargento, cerrando los puños. El marine, simplemente, se colocó en posición de combate y esperó a su llegada.
—Recluta, te dejo al mando. Sácalos a todos de aquí y encárgate de alejar a los reclutas de Jackson. No os separéis, id siempre juntos. La colaboración en equipo será clave si sois atacados por alguno de ellos.
—¡Eh! ¡El de la cara quemada! -gritó el bandido-. ¡Sí, tú! ¡A ti te voy a matar el primero! ¡Te quemaré el resto del cuerpo que tienes sin quemar y después utilizaré tu cráneo para…!
Zuko paró su discurso de intimidación. Había desaparecido del sitio en el que estaba tras dar las órdenes y había aparecido de nuevo, justo a la izquierda de la cabeza de Jackson, golpeando con la pierna su garganta. Sus ojos parecían salirse de las órbitas, mientras el dragón ponía toda su rabia en aquel golpe. El bandido salió disparado varios metros hacia atrás, arrastrando por la tierra. El dragón cayó al suelo y dirigió una mirada a los hombres del bandido, que empezaron a correr, tal vez asustados o tal vez yendo hacia los reclutas. De todas formas, tenía fe en que la recluta sería capaz de llevarlos a la victoria. Después de todo, los bandidos eran menos.
Cuando el polvo levantado se disipó, vio al bandido ponerse de pie, tosiendo y pasándose la mano por el cuello. Miró a Zuko, con un tic en el ojo. Obviamente no se esperaba aquel ataque. Empezó a gritar y a correr hacia el sargento, cerrando los puños. El marine, simplemente, se colocó en posición de combate y esperó a su llegada.
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