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Llevaba ya una semana en la capital de Johota trabajando de encubierto para el Cipher Pol cuando la carta llegó. Hasta entonces había estado moviéndome por ciudad Celeste, uno de los sitios más corruptos que había conocido, en busca de debilidades que el gobierno pudiera aprovechar para influenciar la isla. El objetivo principal de mi misión era encontrar algo que permitiese una anexión pacífica del conocido reino de jade al gobierno, de forma que este pudiera aprovecharse de sus riquezas en la guerra contra la revolución. Hasta entonces el encargo no iba bien, me quedaba una semana de estancia para enviar el informe y no había logrado nada. No es que no tuviera información que mandar, es que era demasiado simple, el punto débil de la ciudad era su propia corrupción. No tenía sentido hacer contactos allí o intentar volver a unos contra otros porque ya estaban demasiado acostumbrados a ese juego. Es por esto que cuando recibí la carta informándome de un caso de asesinato tomó más mi interés que continuar indagando en la política de la ciudad.
En un principio no tenía muy claro que pensar sobre lo que había leído, la carta no venía firmada y no había visto quien la había traído; sin embargo tras unos segundos de reflexión me di cuenta de que debía tomar el caso. No tenía muchos contactos, por lo que estaba seguro casi a ciencia cierta de que la información provenía del agente Brand Jhonson. Es por esto que no dudé ni un segundo y me dirigí a toda prisa a la dirección que me indicaba. No tenía muy claro que es lo que iba a tener que enfrentar allí, pero si mi mentor me había filtrado esa información seguro que debía ser algo importante.
Tras un corto camino por la zona adinerada de la ciudad finalmente llegué al punto indicado, donde encontré unas lujosas oficinas. Como era correspondiente a un hombre de la categoría del solicitante me hizo esperar un rato, pero eso no me supuso ninguna molestia. Mientras esperaba comencé a darle vueltas en mi cabeza al caso al que me iba a enfrentar. Por todo lo que había visto hasta entonces el principal sospechoso era mi mismo contratador. Como socio de la empresa él era el que más tenía que ganar, sobre todo viendo a lo que se dedicaban. No había que ser un genio para ver que su negocio se basaba en el comercio de jade; incluso era posible que su empresa fuera de las más influyentes de la ciudad. Sí, sin duda, el habría podido ser un buen culpable, pero no tendría sentido. En una ciudad tan corrupta mostrar debilidad podía ser algo peligroso. Y además, no habría pedido ayuda para encontrar al asesino tan pronto. Sin duda tendría que hablar con él antes de continuar con mis divagaciones.
Pasados unos minutos finalmente las puertas del despacho se abrieron, dejándome ver al individuo que me iba a contratar y a su séquito. La escena era algo cómica, el magnate era un hombre extremadamente bajito, al igual que su ayudante, lo cual creaba un tremendo contraste con el par de guardaespaldas que había custodiándolos. Si a esto sumabas lo brillante del jade de la sala podría haber sido una viñeta de comic, pero por desgracia no era así. “No debo dejar que las circunstancias me distraigan”, pensé mientras dejé de fijar la vista en el pelo del jefe y entraba en la sala. Tras esto, lo que vino a continuación fue una especie de rápido monólogo en el que el menudo hombre mencionó algunos datos desconocidos para mí hasta entonces y me advirtió de los riesgos y beneficios del trabajo. Como ya había pensado al intuir que la carta provenía de mi mentor tenía mucho que ganar; sin embargo debía mostrar una eficiencia máxima. Parecía que este tipo de misiones bajo presión había comenzado a ser una parte clave de mi vida.
-De acuerdo señor. Puede confiar en mí, encontraré al culpable del crimen contra su amigo- le respondí con un tono formal y agradable mientras este se marchaba a hacerse cargo de otros asuntos.
No había sido casualidad el mencionar la palabra amigo. Hasta entonces, él solo se había referido a la víctima como socio, quería comprobar su reacción.
Una vez el adinerado hombre se hubo marchado quedamos solos el sirviente y yo. Durante nuestro camino a la salida este se mostró mucho más abierto que su jefe, ofreciéndome cualquier ayuda que pudiera necesitar y un den den mushi para contactarle.
-Muchas gracias- respondí a su buen comportamiento comenzando a hacer uso de mi labia-. La verdad es que sí que me gustaría aprovecharme un poco de ti. Si tienes tiempo claro- continué en un tono muy cortés y embelesador.
Hasta el momento había conseguido algo de información sobre la víctima. Marcus Heimdall era un hombre robusto, rubio, adinerado y con tendencias homosexuales. Tras estar desaparecido durante tres días completos, este había sido encontrado en un callejón cercano a un club de alterne gay que solía frecuentar. Su cuerpo estaba hecho cenizas, pero no su ropa. Y por último la marina sólo había realizado el acta de defunción sin investigar el crimen. Tenía bastante con lo que empezar, pero no era suficiente. Había información muy básica que aún necesitaba saber. ¿Tenía pareja el señor Heimdall? ¿Cómo era la relación con su familia? ¿Había habido algún enfrentamiento de cualquier tipo entre la empresa y sus trabajadores? ¿Y entre la empresa y su competencia? ¿Por qué su socio estaba tan interesado en la venganza? ¿Quería la muerte del criminal o tan sólo que lo apresase? ¿Había alguna otra persona con la que pudiese hablar para conseguir más información? Aún quedaba mucho tiempo para que se acabase el día y sin duda el asistente tendría las respuestas de muchas de esas preguntas, no me iba a ir de ahí hasta que le sonsacase todo lo que pudiera.
Aparte de las pequeñas dudas básicas del caso ya había comenzado también a hacer algunas cavilaciones. Era muy extraño que la víctima hubiera vuelto tan cerca del último lugar tan solo para morir, o bien lo dejaron ahí para ocultar donde lo habían mantenido hasta entonces o bien no se había alejado de la zona. Por otro lado estaba el detalle del cadáver, el tema de desintegrar solamente el cuerpo… Era demasiado raro, seguramente se debía a un arma de tecnología muy avanza; aunque también podría ser que las cenizas no fueran suyas. Según tenía entendido la marina no había hecho ninguna prueba. Fuera como fuese estos puntos los tendría mucho más claros una vez me dirigiese a la escena del crimen, cosa que haría una vez acabase mi conversación con el menordomo.
En un principio no tenía muy claro que pensar sobre lo que había leído, la carta no venía firmada y no había visto quien la había traído; sin embargo tras unos segundos de reflexión me di cuenta de que debía tomar el caso. No tenía muchos contactos, por lo que estaba seguro casi a ciencia cierta de que la información provenía del agente Brand Jhonson. Es por esto que no dudé ni un segundo y me dirigí a toda prisa a la dirección que me indicaba. No tenía muy claro que es lo que iba a tener que enfrentar allí, pero si mi mentor me había filtrado esa información seguro que debía ser algo importante.
Tras un corto camino por la zona adinerada de la ciudad finalmente llegué al punto indicado, donde encontré unas lujosas oficinas. Como era correspondiente a un hombre de la categoría del solicitante me hizo esperar un rato, pero eso no me supuso ninguna molestia. Mientras esperaba comencé a darle vueltas en mi cabeza al caso al que me iba a enfrentar. Por todo lo que había visto hasta entonces el principal sospechoso era mi mismo contratador. Como socio de la empresa él era el que más tenía que ganar, sobre todo viendo a lo que se dedicaban. No había que ser un genio para ver que su negocio se basaba en el comercio de jade; incluso era posible que su empresa fuera de las más influyentes de la ciudad. Sí, sin duda, el habría podido ser un buen culpable, pero no tendría sentido. En una ciudad tan corrupta mostrar debilidad podía ser algo peligroso. Y además, no habría pedido ayuda para encontrar al asesino tan pronto. Sin duda tendría que hablar con él antes de continuar con mis divagaciones.
Pasados unos minutos finalmente las puertas del despacho se abrieron, dejándome ver al individuo que me iba a contratar y a su séquito. La escena era algo cómica, el magnate era un hombre extremadamente bajito, al igual que su ayudante, lo cual creaba un tremendo contraste con el par de guardaespaldas que había custodiándolos. Si a esto sumabas lo brillante del jade de la sala podría haber sido una viñeta de comic, pero por desgracia no era así. “No debo dejar que las circunstancias me distraigan”, pensé mientras dejé de fijar la vista en el pelo del jefe y entraba en la sala. Tras esto, lo que vino a continuación fue una especie de rápido monólogo en el que el menudo hombre mencionó algunos datos desconocidos para mí hasta entonces y me advirtió de los riesgos y beneficios del trabajo. Como ya había pensado al intuir que la carta provenía de mi mentor tenía mucho que ganar; sin embargo debía mostrar una eficiencia máxima. Parecía que este tipo de misiones bajo presión había comenzado a ser una parte clave de mi vida.
-De acuerdo señor. Puede confiar en mí, encontraré al culpable del crimen contra su amigo- le respondí con un tono formal y agradable mientras este se marchaba a hacerse cargo de otros asuntos.
No había sido casualidad el mencionar la palabra amigo. Hasta entonces, él solo se había referido a la víctima como socio, quería comprobar su reacción.
Una vez el adinerado hombre se hubo marchado quedamos solos el sirviente y yo. Durante nuestro camino a la salida este se mostró mucho más abierto que su jefe, ofreciéndome cualquier ayuda que pudiera necesitar y un den den mushi para contactarle.
-Muchas gracias- respondí a su buen comportamiento comenzando a hacer uso de mi labia-. La verdad es que sí que me gustaría aprovecharme un poco de ti. Si tienes tiempo claro- continué en un tono muy cortés y embelesador.
Hasta el momento había conseguido algo de información sobre la víctima. Marcus Heimdall era un hombre robusto, rubio, adinerado y con tendencias homosexuales. Tras estar desaparecido durante tres días completos, este había sido encontrado en un callejón cercano a un club de alterne gay que solía frecuentar. Su cuerpo estaba hecho cenizas, pero no su ropa. Y por último la marina sólo había realizado el acta de defunción sin investigar el crimen. Tenía bastante con lo que empezar, pero no era suficiente. Había información muy básica que aún necesitaba saber. ¿Tenía pareja el señor Heimdall? ¿Cómo era la relación con su familia? ¿Había habido algún enfrentamiento de cualquier tipo entre la empresa y sus trabajadores? ¿Y entre la empresa y su competencia? ¿Por qué su socio estaba tan interesado en la venganza? ¿Quería la muerte del criminal o tan sólo que lo apresase? ¿Había alguna otra persona con la que pudiese hablar para conseguir más información? Aún quedaba mucho tiempo para que se acabase el día y sin duda el asistente tendría las respuestas de muchas de esas preguntas, no me iba a ir de ahí hasta que le sonsacase todo lo que pudiera.
Aparte de las pequeñas dudas básicas del caso ya había comenzado también a hacer algunas cavilaciones. Era muy extraño que la víctima hubiera vuelto tan cerca del último lugar tan solo para morir, o bien lo dejaron ahí para ocultar donde lo habían mantenido hasta entonces o bien no se había alejado de la zona. Por otro lado estaba el detalle del cadáver, el tema de desintegrar solamente el cuerpo… Era demasiado raro, seguramente se debía a un arma de tecnología muy avanza; aunque también podría ser que las cenizas no fueran suyas. Según tenía entendido la marina no había hecho ninguna prueba. Fuera como fuese estos puntos los tendría mucho más claros una vez me dirigiese a la escena del crimen, cosa que haría una vez acabase mi conversación con el menordomo.
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La conversación con el ayudante del magnate que me había contratado fue más que satisfactoria. No había esperado menos, como era correspondiente a alguien en su cargo, era una persona muy servicial y comprometida con los intereses de su jefe. Respondió cortésmente a todas y cada una de mis preguntas, ofreciéndome tantos detalles como podía. Sin duda su ayuda supuso un gran aporte para mi investigación, sobre todo porque con cada palabra que soltaba estaba más seguro de que todo lo que decía era verdad. Además, información no es lo único que me aportó, también me consiguió un chófer para moverme libremente por la ciudad y acceso a la mansión de la víctima para buscar pistas. Todo parecía ir sobre ruedas.
Una vez hube acabado allí no dudé y me dirigí hacia el lujoso coche que había esperándome. Cada vez me acostumbraba más a estar rodeado por aquellos lujos que me habían hecho perder la concentración anteriormente. Ni el fantástico tacto del cuero de los asientos ni el mini bar plagado de bebidas llamaba mi atención. En su lugar estaba centrado en las palabras del conductor, un trajeado hombre de piel tostada y modales casi tan buenos como los del menordomo. El chófer era un hombre extremadamente hablador, por lo que dijo muchas cosas sin importancia hasta que llegó a hablar del señor Heimdall. Al parecer no solo era buena gente y extremadamente amable, a la víctima también le gustaba derrochar su fortuna. Por muy rico que fuera, dar propinas como las que daba era tirar el dinero, y eso podía molestar a mucha gente. Quizá no en el entorno de sus trabajadores, pero si tenía esa actitud en los clubes de alterne a los que iba… Como fuera no tardaría en averiguarlo.
La conversación con el chófer acabó en cuanto llegamos a la entrada del callejón donde el este estacionó. “La escena del crimen, ¿o no?”, pensé bajándome del coche. Sabía que allí era donde se había encontrado el cadáver, pero no había habido prueba ninguna de que hubiera sido allí dónde hubiese sucedido el asesinato. Si bien el cuerpo había sido reducido a cenizas, no tenía seguridad de que estas fueran las de la víctima. Hasta donde yo tenía conocimiento podría haber sido una farsa y tratarse de una huida de aquel estresante mundo por parte del señor Heimdall. Todo era culpa de la marina, si hubieran hecho una investigación por pequeña que fuera todas estas dudas no llegarían a surgir. De cualquier forma esa teoría era algo alocada para mi gusto, por lo que decidí desecharla en un principio y ponerme a rastrear la zona.
Tardé un buen rato en inspeccionarlo todo, pues tenía cuidado de no mancharme ni coger malos olores. Ya había hecho trabajo de campo como este antes y estaba advertido de lo que podía pasar si me dirigía a mi siguiente destino oliendo como un vagabundo. Podría haber ido a tomar una ducha y seguir después, pero era una pérdida de tiempo que no me podía permitir. Revisé todo, desde el suelo a las paredes y posibles accesos a los edificios del callejón, pero no encontré nada, ni la más mínima marca. Era extraño, aunque hubieran retirado el cadáver debería haber marcas del crimen. No se había realizado ninguna investigación, por lo que no era posible que hubieran limpiado la escena del crimen tan concienzudamente. No la marina por lo menos. Por suerte para mí, había alguien allí que podía resolver mis dudas.
Al fondo del callejón, había unas cajas de las que sobresalía una manta, la cual tenía la certeza de que abrigaba a un vagabundo. Ese tipo de personas solían ser bastante territoriales y reacias a abandonar su zona, por lo que si había sucedido algo allí era muy probable que él supiera algo.
-Disculpe señor- traté de llamar su atención con voz cautivadora.
Tras esto me puse un poco en guardia, pues no sabía cómo se iba a tomar mi intervención. Podía ser un hombre amable, atacarme o incluso pedirme dinero, pero no importaba. Fuera cual fuese su reacción estaría preparado. Aunque tuviera que hacerle daño o perder unos berrys le sonsacaría lo sucedido en ese callejón los últimos tres días.
Una vez hube acabado allí no dudé y me dirigí hacia el lujoso coche que había esperándome. Cada vez me acostumbraba más a estar rodeado por aquellos lujos que me habían hecho perder la concentración anteriormente. Ni el fantástico tacto del cuero de los asientos ni el mini bar plagado de bebidas llamaba mi atención. En su lugar estaba centrado en las palabras del conductor, un trajeado hombre de piel tostada y modales casi tan buenos como los del menordomo. El chófer era un hombre extremadamente hablador, por lo que dijo muchas cosas sin importancia hasta que llegó a hablar del señor Heimdall. Al parecer no solo era buena gente y extremadamente amable, a la víctima también le gustaba derrochar su fortuna. Por muy rico que fuera, dar propinas como las que daba era tirar el dinero, y eso podía molestar a mucha gente. Quizá no en el entorno de sus trabajadores, pero si tenía esa actitud en los clubes de alterne a los que iba… Como fuera no tardaría en averiguarlo.
La conversación con el chófer acabó en cuanto llegamos a la entrada del callejón donde el este estacionó. “La escena del crimen, ¿o no?”, pensé bajándome del coche. Sabía que allí era donde se había encontrado el cadáver, pero no había habido prueba ninguna de que hubiera sido allí dónde hubiese sucedido el asesinato. Si bien el cuerpo había sido reducido a cenizas, no tenía seguridad de que estas fueran las de la víctima. Hasta donde yo tenía conocimiento podría haber sido una farsa y tratarse de una huida de aquel estresante mundo por parte del señor Heimdall. Todo era culpa de la marina, si hubieran hecho una investigación por pequeña que fuera todas estas dudas no llegarían a surgir. De cualquier forma esa teoría era algo alocada para mi gusto, por lo que decidí desecharla en un principio y ponerme a rastrear la zona.
Tardé un buen rato en inspeccionarlo todo, pues tenía cuidado de no mancharme ni coger malos olores. Ya había hecho trabajo de campo como este antes y estaba advertido de lo que podía pasar si me dirigía a mi siguiente destino oliendo como un vagabundo. Podría haber ido a tomar una ducha y seguir después, pero era una pérdida de tiempo que no me podía permitir. Revisé todo, desde el suelo a las paredes y posibles accesos a los edificios del callejón, pero no encontré nada, ni la más mínima marca. Era extraño, aunque hubieran retirado el cadáver debería haber marcas del crimen. No se había realizado ninguna investigación, por lo que no era posible que hubieran limpiado la escena del crimen tan concienzudamente. No la marina por lo menos. Por suerte para mí, había alguien allí que podía resolver mis dudas.
Al fondo del callejón, había unas cajas de las que sobresalía una manta, la cual tenía la certeza de que abrigaba a un vagabundo. Ese tipo de personas solían ser bastante territoriales y reacias a abandonar su zona, por lo que si había sucedido algo allí era muy probable que él supiera algo.
-Disculpe señor- traté de llamar su atención con voz cautivadora.
Tras esto me puse un poco en guardia, pues no sabía cómo se iba a tomar mi intervención. Podía ser un hombre amable, atacarme o incluso pedirme dinero, pero no importaba. Fuera cual fuese su reacción estaría preparado. Aunque tuviera que hacerle daño o perder unos berrys le sonsacaría lo sucedido en ese callejón los últimos tres días.
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Fueron varios los intentos de llamar la atención del vagabundo, pero del interior de ese improvisado cobijo no salía ninguna respuesta. Pensé que el hombre estaría dormido, seguramente a causa del alcohol o las drogas, por lo que me acerqué a despertarle. La sorpresa se apoderó de mí en el momento moví la manta que había entre las húmedas cajas del callejón. No es que fuera una persona asustadiza, pero no sabía bien como tratar con las bestias; es por eso que cuando unos ojos verdes y rasgados comenzaron a brillar en la oscuridad, retrocedí ligeramente. Tras esto me sentí estúpido, era sólo un gato negro. No sabría decir que me había imaginado que era, sin duda si hubiese tratado más con animales no habría tenido esa confusión.
Resignado por no hallado al que esperaba fuese un valioso testigo suspiré y me di la vuelta para dirigirme al club de alterne. Al instante recibí otra sorpresa, aunque esta fue mucho más agradable que la del felino. El hombre cuya casa había estado custodiando el animal se encontraba frente a mí. Y además, por la frase que dijo al verme parecía alguien agradable, por lo menos en cuanto al carácter se refería. Era un hombre de apariencia desmejorada, con arrugas que no habría sabido decir si eran por la edad o por la suciedad que traía encima. En cuanto a sus ropas, basta decir que no mejoraban su aspecto, sobre todo porque eran viejas y estaban muy raídas por el uso. Por último algo que caracterizaba a este individuo es que olía mucho a alcohol, no tenía duda de que había estado bebiendo. Quizá era eso por lo que había soltado esa frase cómica, debía aprovechar para interrogarlo antes de que se le pasase el puntillo alegre.
Me costó algo que comenzase a hablar, pues al parecer era reservado con los asuntos de su callejón; sin embargo todo cambió cuando saqué un billete de mi cartera. Al fin y al cabo todos los hombres eran iguales, sobre todo cuando se encontraban en situaciones extremas, todos tenían un precio. Las palabras del mendigo brotaban como si de una fuente se tratara, y con ellas, un aliento que bien podría haber sido confundido con veneno. Era asqueroso, sin embargo no me paré a pensar en lo molesto que era hasta que el mendigo finalmente cerró la boca. Estaba demasiado concentrado en su historia porque todos los datos que decía parecían veraces y concordaban con la información que tenía hasta entonces.
-Muchas gracias señor.- me despedí agradablemente de él sin prestarle más atención.
Tras esto comencé a andar en dirección al bar en el que me habían indicado que se vio por última vez a la víctima. Por el camino comencé a pensar en lo que sabía hasta entonces para saber bien que buscar en el interior de aquel antro. Hasta el momento las teorías más locas que había tenido, como la de la muerte fingida, habían desaparecido; sin embargo la investigación se había tornado más peligrosa. Según lo que me había contado el vagabundo el crimen tenía que ver con el mundo de las drogas. Todo concordaba, un traficante poderoso podría tener suficiente dinero y contactos para conseguir un arma tan extraña y evitar que se realizase una investigación sobre el asesinato. Sin duda a partir de ahí debería andarme con pies de plomo o acabaría como Heimdall.
Una vez llegué a la puerta del establecimiento saqué el den-den mushi que me había dado el menordomo asegurándome de que nadie fijaba su atención en mí. Quería pedirle que mandase a alguien que vigilara al hombre del callejón sin levantar sospechas y lo protegiese de ser necesario. Si llegaba a encontrar al culpable su testimonio sería clave, no me convenía que sufriera ningún accidente. Además con lo adinerado que era el hombre que me había contratado seguro que tenía algún empleado de seguridad disponible para el asunto.
Una vez hecha la petición entraría al establecimiento sin llamar la atención y comenzaría a observar el entorno. Antes de empezar a hacer preguntas a los posibles testigos me convenía saber qué tipo de gente había en el lugar y con qué libertad podría actuar allí. Además, analizar el local visualmente también podría ayudarme en mi investigación. Cualquier cosa que descubriera sobre el magnate fallecido y sus hábitos sería un avance.
Resignado por no hallado al que esperaba fuese un valioso testigo suspiré y me di la vuelta para dirigirme al club de alterne. Al instante recibí otra sorpresa, aunque esta fue mucho más agradable que la del felino. El hombre cuya casa había estado custodiando el animal se encontraba frente a mí. Y además, por la frase que dijo al verme parecía alguien agradable, por lo menos en cuanto al carácter se refería. Era un hombre de apariencia desmejorada, con arrugas que no habría sabido decir si eran por la edad o por la suciedad que traía encima. En cuanto a sus ropas, basta decir que no mejoraban su aspecto, sobre todo porque eran viejas y estaban muy raídas por el uso. Por último algo que caracterizaba a este individuo es que olía mucho a alcohol, no tenía duda de que había estado bebiendo. Quizá era eso por lo que había soltado esa frase cómica, debía aprovechar para interrogarlo antes de que se le pasase el puntillo alegre.
Me costó algo que comenzase a hablar, pues al parecer era reservado con los asuntos de su callejón; sin embargo todo cambió cuando saqué un billete de mi cartera. Al fin y al cabo todos los hombres eran iguales, sobre todo cuando se encontraban en situaciones extremas, todos tenían un precio. Las palabras del mendigo brotaban como si de una fuente se tratara, y con ellas, un aliento que bien podría haber sido confundido con veneno. Era asqueroso, sin embargo no me paré a pensar en lo molesto que era hasta que el mendigo finalmente cerró la boca. Estaba demasiado concentrado en su historia porque todos los datos que decía parecían veraces y concordaban con la información que tenía hasta entonces.
-Muchas gracias señor.- me despedí agradablemente de él sin prestarle más atención.
Tras esto comencé a andar en dirección al bar en el que me habían indicado que se vio por última vez a la víctima. Por el camino comencé a pensar en lo que sabía hasta entonces para saber bien que buscar en el interior de aquel antro. Hasta el momento las teorías más locas que había tenido, como la de la muerte fingida, habían desaparecido; sin embargo la investigación se había tornado más peligrosa. Según lo que me había contado el vagabundo el crimen tenía que ver con el mundo de las drogas. Todo concordaba, un traficante poderoso podría tener suficiente dinero y contactos para conseguir un arma tan extraña y evitar que se realizase una investigación sobre el asesinato. Sin duda a partir de ahí debería andarme con pies de plomo o acabaría como Heimdall.
Una vez llegué a la puerta del establecimiento saqué el den-den mushi que me había dado el menordomo asegurándome de que nadie fijaba su atención en mí. Quería pedirle que mandase a alguien que vigilara al hombre del callejón sin levantar sospechas y lo protegiese de ser necesario. Si llegaba a encontrar al culpable su testimonio sería clave, no me convenía que sufriera ningún accidente. Además con lo adinerado que era el hombre que me había contratado seguro que tenía algún empleado de seguridad disponible para el asunto.
Una vez hecha la petición entraría al establecimiento sin llamar la atención y comenzaría a observar el entorno. Antes de empezar a hacer preguntas a los posibles testigos me convenía saber qué tipo de gente había en el lugar y con qué libertad podría actuar allí. Además, analizar el local visualmente también podría ayudarme en mi investigación. Cualquier cosa que descubriera sobre el magnate fallecido y sus hábitos sería un avance.
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Tras torcer en un par de esquinas llegué finalmente a la puerta del club “La Hora”. Por su fachada no parecía nada fuera de lo normal lo cual me resultó un poco extraño. La víctima era un hombre exageradamente adinerado, podría haber optado por un local de lujo en vez de por aquel. Una vez atravesé la puerta pude ver que no era un sitio tan normal como yo había pensado en un primer momento. La peculiaridad que este tenía es que era un sótano, al cual se accedía por unas escaleras situadas inmediatamente detrás de la puerta.
Mientras caminaba hacia el interior de aquel pub fui percatándome de la situación. Era un sitio muy limpio, con una amplia pista de baile, varias mesas y algunos juegos típicos de vares. La verdad es que esto último había llamado especialmente mi atención. No era un gran experto a las tragaperras y esas cosas, pero los dardos eran otro cantar. Tenía muy buena puntería, estaba seguro de que el que allí hubiera unos me iba a ser de mucha utilidad más adelante.
Habiendo acabado la bajada y un primer vistazo al local me dirigí a la barra, donde no pude evitar percatarme de la presencia de un gorila. Por un instante la rabia hizo que se me hinchara la vena del cuello. Había poca gente allí, no me creía tener tan mala suerte de que uno de los presentes fuese un sucio y asqueroso primate. Durante toda mi juventud había tenido multitud de encontronazos con los monos de mi isla, por lo que había acabado llegando a odiarlos. Tener que aguantar la presencia de aquel engendro era algo duro, la verdad, pero estaba trabajando y no iba armado. Si me lo hubiera encontrado en otra situación, con mi rifle francotirador en la mano… En cualquier caso lo mejor que podía hacer era ignorarlo, por lo que me senté en uno de los taburetes más apartados.
-Camarero- dije llamando la atención del hombre que estaba lavando vasos tras la barra.
Había hecho bien en venir pronto, así podría sacar información a aquel hombre sin cientos de personas escuchándonos. En cuanto estuviera lo suficientemente cerca comenzaría con mi actuación.
-Perdona, es que soy nuevo en la ciudad y estaba buscando un sitio donde poder salir de fiesta. ¿Qué tal es este sitio por la noche? He oído que hace no mucho hubo un asesinato- comenzaría la conversación.
Esa sería la semilla con la que empezaría a intentar sacarle lo que pudiera saber de lo sucedido con el señor Heimdall. Sin duda iba a tener que manejar bien las palabras que decía, pero se me daba bien hablar y hacer que la gente me contara cosas. Una vez hubiera acabado de obtener tanta información como pudiera haría una pausa, tras la que volvería a entablar conversación con él.
-Bueno, creo que al final sí que vendré aquí esta noche. Al fin y al cabo no conozco más sitios en la ciudad y este parece un local entretenido- le diría con una sonrisa al camarero-. Por cierto, usted que trabaja aquí seguro que podrá ayudarme con una cosita más. ¿Con quién podría contactar para conseguir gominolas?- preguntaría finalmente con un tono más bajo mientras le guiñaba el ojo.
Esa última sería una jugada arriesgada, pero sabía que era la correcta para hacer. En el mejor de los casos me daría un nombre por el que empezar a escalar hasta toparme con las personas que buscaba. En el peor… Bueno quizá era legal, me echaba del club y me prohibía la entrada. Eso último podría ser algo molesto, pero no estaba especialmente preocupado. Tenía experiencia colándome en sitios y aquel, con la cantidad de gente que habría por la noche, no iba a ser un hueso duro de roer.
Mientras caminaba hacia el interior de aquel pub fui percatándome de la situación. Era un sitio muy limpio, con una amplia pista de baile, varias mesas y algunos juegos típicos de vares. La verdad es que esto último había llamado especialmente mi atención. No era un gran experto a las tragaperras y esas cosas, pero los dardos eran otro cantar. Tenía muy buena puntería, estaba seguro de que el que allí hubiera unos me iba a ser de mucha utilidad más adelante.
Habiendo acabado la bajada y un primer vistazo al local me dirigí a la barra, donde no pude evitar percatarme de la presencia de un gorila. Por un instante la rabia hizo que se me hinchara la vena del cuello. Había poca gente allí, no me creía tener tan mala suerte de que uno de los presentes fuese un sucio y asqueroso primate. Durante toda mi juventud había tenido multitud de encontronazos con los monos de mi isla, por lo que había acabado llegando a odiarlos. Tener que aguantar la presencia de aquel engendro era algo duro, la verdad, pero estaba trabajando y no iba armado. Si me lo hubiera encontrado en otra situación, con mi rifle francotirador en la mano… En cualquier caso lo mejor que podía hacer era ignorarlo, por lo que me senté en uno de los taburetes más apartados.
-Camarero- dije llamando la atención del hombre que estaba lavando vasos tras la barra.
Había hecho bien en venir pronto, así podría sacar información a aquel hombre sin cientos de personas escuchándonos. En cuanto estuviera lo suficientemente cerca comenzaría con mi actuación.
-Perdona, es que soy nuevo en la ciudad y estaba buscando un sitio donde poder salir de fiesta. ¿Qué tal es este sitio por la noche? He oído que hace no mucho hubo un asesinato- comenzaría la conversación.
Esa sería la semilla con la que empezaría a intentar sacarle lo que pudiera saber de lo sucedido con el señor Heimdall. Sin duda iba a tener que manejar bien las palabras que decía, pero se me daba bien hablar y hacer que la gente me contara cosas. Una vez hubiera acabado de obtener tanta información como pudiera haría una pausa, tras la que volvería a entablar conversación con él.
-Bueno, creo que al final sí que vendré aquí esta noche. Al fin y al cabo no conozco más sitios en la ciudad y este parece un local entretenido- le diría con una sonrisa al camarero-. Por cierto, usted que trabaja aquí seguro que podrá ayudarme con una cosita más. ¿Con quién podría contactar para conseguir gominolas?- preguntaría finalmente con un tono más bajo mientras le guiñaba el ojo.
Esa última sería una jugada arriesgada, pero sabía que era la correcta para hacer. En el mejor de los casos me daría un nombre por el que empezar a escalar hasta toparme con las personas que buscaba. En el peor… Bueno quizá era legal, me echaba del club y me prohibía la entrada. Eso último podría ser algo molesto, pero no estaba especialmente preocupado. Tenía experiencia colándome en sitios y aquel, con la cantidad de gente que habría por la noche, no iba a ser un hueso duro de roer.
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Precisión
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Las respuestas del camarero, el cual no dejó de limpiar copas para atenderme, me dejaron un poco descolocado. Al parecer aquel señor era un cínico. En cierto modo me recordó a mi forma de pensar, a ambos nos importaba bien poco que alguien muriera en un callejón. La principal diferencia es que a él le daba igual porque había males mayores de los que preocuparse, a mí por otro lado esos tampoco me importaban mientras que no me afectasen directamente. Por desgracia o beneficio para mí, este asesinato que al maleducado hombre del club ni le iba ni le venía, tenía una gran importancia en mi futuro.
Acabada la conversación acerca del asesinato pasamos a hablar del tema de las drogas. El limpia copas se mostraba muy indiferente respecto al tema. El no traficaba ni estaba compinchado con ningún camello, sin embargo no impedía que se movieran drogas en su pub. Comprendía su situación, aunque no comercies con ese tipo de sustancias no puedes evitar que acaben rondando tu entorno si te dedicas al mundo de la noche. Eso le beneficiaba, sus clientes tenían un poco de diversión extra y él no tenía ninguna relación con ello. Esperaba poder sacar provecho de esta situación también, si el no condenaba esas acciones sería fácil que más tarde aquellos que buscaba aparecieran por allí. Tan sólo tendría que tener cuidado de no montar ningún altercado en el local. Por mucho que me hubiera gustado ver como el monito Thimy intentaba forzarme a irme, no me convenía. Pelearse en medio de un caso sería de ser un estúpido.
-Mejor reservar la fiesta para esta noche. Nos vemos- dije al camarero ignorando su último comentario ofensivo y la carta de bebidas que me había dejado delante.
Ni me convenía beber alcohol mientras trabajaba, ni me sobraba el dinero, ni me iba a valer de nada estar allí más tiempo. No era mucho, pero había echado un vistazo al local y le había tomado la medida a los que lo dirigían. Con esto no había avanzado en el caso, pero cuando volviese podría moverme más tranquilamente. Además también había surgido un detalle que no había pasado por alto, el camarero se había referido al señor Heimdall como un pobre desgraciado. El hombre de la barra había sido muy maleducado, pero esa falta de respeto a un hombre fallecido de tal categoría no era normal. Era posible que la verdadera identidad de la víctima no se conociera en aquel antro, aunque eso sería raro siendo una persona tan influyente. Fuera como fuese tendría que esperar a bien entrada la noche, cuando el local estuviera más lleno para poder seguir investigando acerca de esto.
Al salir del club comencé a caminar hacia la zona en la que el chófer que me habían asignado había aparcado mientras lo buscaba con la mirada. Tenía varias horas, por lo que antes de cenar y vestirme para la fiesta pensaba echar un vistazo a la casa del magnate muerto. Con un poco de suerte allí encontraría algunas de las drogas que consumía, lo que me haría más fácil encontrar al camello que se las proporcionaba.
Acabada la conversación acerca del asesinato pasamos a hablar del tema de las drogas. El limpia copas se mostraba muy indiferente respecto al tema. El no traficaba ni estaba compinchado con ningún camello, sin embargo no impedía que se movieran drogas en su pub. Comprendía su situación, aunque no comercies con ese tipo de sustancias no puedes evitar que acaben rondando tu entorno si te dedicas al mundo de la noche. Eso le beneficiaba, sus clientes tenían un poco de diversión extra y él no tenía ninguna relación con ello. Esperaba poder sacar provecho de esta situación también, si el no condenaba esas acciones sería fácil que más tarde aquellos que buscaba aparecieran por allí. Tan sólo tendría que tener cuidado de no montar ningún altercado en el local. Por mucho que me hubiera gustado ver como el monito Thimy intentaba forzarme a irme, no me convenía. Pelearse en medio de un caso sería de ser un estúpido.
-Mejor reservar la fiesta para esta noche. Nos vemos- dije al camarero ignorando su último comentario ofensivo y la carta de bebidas que me había dejado delante.
Ni me convenía beber alcohol mientras trabajaba, ni me sobraba el dinero, ni me iba a valer de nada estar allí más tiempo. No era mucho, pero había echado un vistazo al local y le había tomado la medida a los que lo dirigían. Con esto no había avanzado en el caso, pero cuando volviese podría moverme más tranquilamente. Además también había surgido un detalle que no había pasado por alto, el camarero se había referido al señor Heimdall como un pobre desgraciado. El hombre de la barra había sido muy maleducado, pero esa falta de respeto a un hombre fallecido de tal categoría no era normal. Era posible que la verdadera identidad de la víctima no se conociera en aquel antro, aunque eso sería raro siendo una persona tan influyente. Fuera como fuese tendría que esperar a bien entrada la noche, cuando el local estuviera más lleno para poder seguir investigando acerca de esto.
Al salir del club comencé a caminar hacia la zona en la que el chófer que me habían asignado había aparcado mientras lo buscaba con la mirada. Tenía varias horas, por lo que antes de cenar y vestirme para la fiesta pensaba echar un vistazo a la casa del magnate muerto. Con un poco de suerte allí encontraría algunas de las drogas que consumía, lo que me haría más fácil encontrar al camello que se las proporcionaba.
Simo Baker
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fuerza
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Destreza
Precisión
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Akuma no mi
Varios
En el trayecto en coche hacia la mansión tenía pensado seguir reflexionando, pero había pasado por alto lo mucho que le gustaba hablar al chófer. Al menos, como en la última vez que había conversado con él, la mayoría de cosas que decía eran bastante relevantes. Al parecer la cocinera era amiga suya y era una persona muy agradable, seguramente acabaría hablando con ella la primera. Por otro lado estaba el mayordomo, que no le gustaba que le llamasen cara mono. Tardé un poco en encontrarle la gracia, su nombre se parecía mucho a lo que no quería ser llamado. No me reí. ¿Sería así como se sentía la gente cuando yo hacia uno de mis chistes? Daba igual, yo no iba a parar de contarlos cuando me apeteciera y, respecto al señor Kardiamon bastaba con referirme a él como mayordomo.
La charla no dio para más, pues a pesar de no callar el conductor nos llevaba con una precisión y velocidad increíbles. En el último tramo del camino, en los cuales el chofer disminuyo la marcha, pude observar cómo era el exterior de la mansión. Tenía un jardín muy amplio, una zona de arbustos de altura mayor a la de una persona y una preciosa fuente que marcaba el centro del lugar. Finalmente el vehículo se detuvo frente a la puerta principal de la casa.
-Muchas gracias… Compañero- dije al hombre que me había traído antes de bajarme.
En ese momento me di cuenta de que no conocía su nombre. Había hablado mucho acerca de muchas cosas pero no sabía de él más de lo que podía ver. En cualquier caso luego iba a volver a montar en ese coche, entonces tendría la oportunidad de profundizar un poco más en su persona. Por el momento tenía una nueva serie de individuos que analizar. El primero de ellos Kardiamon, el cual se encontraba en las puertas preparado para el recibimiento.
Recorrí tranquilamente por los elegantes escalones que llevaban hacia él mientras me fijaba en su aspecto. Era un hombre elegante, al igual que el menordomo que había conocido aquel mismo día; sin embargo este era mucho más alto, con una calva brillante y una nariz de tamaño notable. Por mucho que sus trajes y modales fueran los mismos no había forma humana de confundirlos.
Fuera de lo que había esperado el mayordomo me había preparado un ágape y una habitación de invitados para que cenara y durmiera allí. En un primer instante tenía la idea de buscar algunas pistas por el lugar, coger algo de comida rápida para cenar y dormir en mi hotel una vez acabase con la segunda ronda en el club; sin embargo aquella opción era mucho mejor, no solo estaría más cómodo, también más seguro. No podía rechazar.
Durante el camino al que iba a ser mi cuarto Kardiamon también menciono los nombres de los miembros del servició de la mansión. Eran él, el mayordomo, un jardinero, un pianista, una asistenta y una cocinera. Me pareció poca gente para manejar una casa tan grande, aunque a lo mejor esos eran los empleados relevantes y había más subordinados por debajo de ellos. Ya tendría tiempo de averiguarlo más adelante.
-Muchas gracias por todo- agradecí al mayordomo una vez llegamos al cuarto en el que me iba a hospedar-. ¿Podría encargarse también de que traigan mis pertenencias del hotel aquí?- le pregunté tranquilamente-. ¡Ah! Y si me proporcionasen una libreta y un bolígrafo para ir anotando cosas se lo agradecería mucho- añadí finalmente al darme cuenta que los datos del caso comenzaban a ser demasiados para manejarlos todos en mi cabeza.
Tras esto el larguirucho se despidió cordialmente, me advirtió que la cena estaría lista en un cuarto de hora y me dejó para que me acomodase en el cuarto. Me dejé caer por un instante en la cama, pero la verdad era que no estaba cansado; el caso había captado demasiado mi interés como para perder el tiempo sin hacer nada. Me daba igual que alguien hubiera muerto o que hubiera drogas peligrosas en la calle; sin embargo me gustaba la emoción de seguir las pistas para encontrar a alguien peligroso. Además mucho más que eso, me gustaba la promesa de una gran paga.
Este último pensamiento fue el que me hizo levantarme y comenzar a examinar mi cuarto. Al fin y al cabo se supone que debía registrar la mansión entera, ese sitio era tan bueno para empezar como cualquier otro. Comencé viendo los armarios, la cama y el baño, los cuales eran normales, o al menos tan normales como podían ser en una mansión. Lo siguiente a revisar fue el escritorio, en el cual seguramente acabaría trabajando más tarde. Por último me dirigí al fonógrafo que había en la habitación. Nunca había visto uno en persona, pero era bastante intuitivo, por lo que tras examinarlo un poco pude averiguar cómo hacer que mostrara si había grabado algo. Con este ya encendido, salí a la terraza para admirar las vistas. La puesta de Sol se mostraba preciosa, pero me quedaba poco tiempo antes de la cena. Rápido pero tan centrado como pude examiné el jardín desde la altura, así como las posibles conexiones de los balcones con el exterior y entre ellos. Era posible que por allí hubiera alguna entrada sigilosa para los trapicheos o ligues de la víctima.
Acabado con esto y con el estómago ya algo rugiente cerré las ventanas, cogí la campanita que servía para llamar al mayordomo y me dispuse a bajar para recibir la cena. No sabía bien que esperar, pero como mínimo allí podría ver a la cocinera y a la sirvienta. Serían las primeras a las que sacaría algo de información.
La charla no dio para más, pues a pesar de no callar el conductor nos llevaba con una precisión y velocidad increíbles. En el último tramo del camino, en los cuales el chofer disminuyo la marcha, pude observar cómo era el exterior de la mansión. Tenía un jardín muy amplio, una zona de arbustos de altura mayor a la de una persona y una preciosa fuente que marcaba el centro del lugar. Finalmente el vehículo se detuvo frente a la puerta principal de la casa.
-Muchas gracias… Compañero- dije al hombre que me había traído antes de bajarme.
En ese momento me di cuenta de que no conocía su nombre. Había hablado mucho acerca de muchas cosas pero no sabía de él más de lo que podía ver. En cualquier caso luego iba a volver a montar en ese coche, entonces tendría la oportunidad de profundizar un poco más en su persona. Por el momento tenía una nueva serie de individuos que analizar. El primero de ellos Kardiamon, el cual se encontraba en las puertas preparado para el recibimiento.
Recorrí tranquilamente por los elegantes escalones que llevaban hacia él mientras me fijaba en su aspecto. Era un hombre elegante, al igual que el menordomo que había conocido aquel mismo día; sin embargo este era mucho más alto, con una calva brillante y una nariz de tamaño notable. Por mucho que sus trajes y modales fueran los mismos no había forma humana de confundirlos.
Fuera de lo que había esperado el mayordomo me había preparado un ágape y una habitación de invitados para que cenara y durmiera allí. En un primer instante tenía la idea de buscar algunas pistas por el lugar, coger algo de comida rápida para cenar y dormir en mi hotel una vez acabase con la segunda ronda en el club; sin embargo aquella opción era mucho mejor, no solo estaría más cómodo, también más seguro. No podía rechazar.
Durante el camino al que iba a ser mi cuarto Kardiamon también menciono los nombres de los miembros del servició de la mansión. Eran él, el mayordomo, un jardinero, un pianista, una asistenta y una cocinera. Me pareció poca gente para manejar una casa tan grande, aunque a lo mejor esos eran los empleados relevantes y había más subordinados por debajo de ellos. Ya tendría tiempo de averiguarlo más adelante.
-Muchas gracias por todo- agradecí al mayordomo una vez llegamos al cuarto en el que me iba a hospedar-. ¿Podría encargarse también de que traigan mis pertenencias del hotel aquí?- le pregunté tranquilamente-. ¡Ah! Y si me proporcionasen una libreta y un bolígrafo para ir anotando cosas se lo agradecería mucho- añadí finalmente al darme cuenta que los datos del caso comenzaban a ser demasiados para manejarlos todos en mi cabeza.
Tras esto el larguirucho se despidió cordialmente, me advirtió que la cena estaría lista en un cuarto de hora y me dejó para que me acomodase en el cuarto. Me dejé caer por un instante en la cama, pero la verdad era que no estaba cansado; el caso había captado demasiado mi interés como para perder el tiempo sin hacer nada. Me daba igual que alguien hubiera muerto o que hubiera drogas peligrosas en la calle; sin embargo me gustaba la emoción de seguir las pistas para encontrar a alguien peligroso. Además mucho más que eso, me gustaba la promesa de una gran paga.
Este último pensamiento fue el que me hizo levantarme y comenzar a examinar mi cuarto. Al fin y al cabo se supone que debía registrar la mansión entera, ese sitio era tan bueno para empezar como cualquier otro. Comencé viendo los armarios, la cama y el baño, los cuales eran normales, o al menos tan normales como podían ser en una mansión. Lo siguiente a revisar fue el escritorio, en el cual seguramente acabaría trabajando más tarde. Por último me dirigí al fonógrafo que había en la habitación. Nunca había visto uno en persona, pero era bastante intuitivo, por lo que tras examinarlo un poco pude averiguar cómo hacer que mostrara si había grabado algo. Con este ya encendido, salí a la terraza para admirar las vistas. La puesta de Sol se mostraba preciosa, pero me quedaba poco tiempo antes de la cena. Rápido pero tan centrado como pude examiné el jardín desde la altura, así como las posibles conexiones de los balcones con el exterior y entre ellos. Era posible que por allí hubiera alguna entrada sigilosa para los trapicheos o ligues de la víctima.
Acabado con esto y con el estómago ya algo rugiente cerré las ventanas, cogí la campanita que servía para llamar al mayordomo y me dispuse a bajar para recibir la cena. No sabía bien que esperar, pero como mínimo allí podría ver a la cocinera y a la sirvienta. Serían las primeras a las que sacaría algo de información.
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Instinto
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Algo frustrado por no haber descubierto nada relevante en el cuarto, y con la cancioncita que había hecho sonar en el fonógrafo todavía rondándome la cabeza, caminé en busca del comedor. No tardé en darme cuenta de que encontrarlo no iba a ser fácil, por lo que me dirigí a las puertas por las que había entrado a la mansión para comenzar la búsqueda. Era cierto que podría haber usado la campanita para llamar al alto mayordomo, sin embargo podía aprovechar aquel paseo por el lugar para empezar a investigar un poco.
La primera sala a la que entré resultó ser una galería de arte, con cuadros que a ojos de mi opinión inexperta parecían de gran calidad. “¿Asesinato por el arte?”, me pregunté; pero sabía que no. Eran bonitos, pero esos cuadros estaban demasiado a mano. Si eran tan valiosos como para matar a alguien por ellos podrían haberse colado y cogerlos sin más. El que no hubiera ningún hueco vacío en la colección me decía que aquel no había sido el motivo. Había dos puertas más en aquella sala por las que podría haber seguido investigando, pero se me había advertido que la comida se serviría a y cuarto. Es por esto que decidí dejar de un lado por el momento aquellas puertas que sabía a ciencia cierta que no escondían ningún comedor y salí por donde había entrado.
La siguiente estancia en la que me adentré fue la que estaba justo enfrente de la anterior, y por suerte y para mi sorpresa esa sí era el comedor. Era un sitio enorme en el que podría haberse celebrado una gran boda fácilmente; sin embargo, el júbilo que pudiera desprender toda aquella gente se veía sustituido por el irritante toc toc de un viejo y enorme reloj de pared. Caminé por la solitaria estancia hasta llegar al único asiento frente al que había cubiertos, el cual estaba junto a una gran chimenea. El lujo a penas se podía apreciar eclipsado por la tetricidad y frialdad que desprendía aquel vacío lugar. Mientras me sentaba repasé uno de los cuchillos con el dedo examinando su gran calidad. En ese momento entró el mayordomo con la comida, seguido de cerca por la joven asistenta que portaba el vino. La presentación de la comida que hizo el amable hombre me hizo suspirar. Todo parecía increíblemente rico, sobre todo el vino, cuyo tapón había hecho que mi boca se convirtiera en agua nada más olerlo, pero se desperdiciaba en mí.
-Siento comunicaros esto, pero mi sentido del gusto no funciona. Sería un desperdicio que me comiera todo esto. Además sigo una dieta bastante estricta y esto es mucho más de lo que yo solo puedo comer. Y eso por no hablar de que estoy de servicio, por muy atrayente que sea ese magnífico vino no puedo beber ahora mismo. Cuando resuelva el caso lo tomaremos juntos para celebrarlo- dije al mayordomo.
Por un momento me quedé en silencio para examinar la reacción de este. Algunas expresiones provocadas por mi discurso podrían desvelar cosas que no fuera a contarme con palabras.
-Aún con estas no podemos desperdiciar la comida, llama al resto del servicio y la compartiremos. Así de paso podré hablar distendidamente con ellos- añadí.
No tenía claro que hubiesen desplegado toda esa calidad ante mí por cortesía, por ser quien va a encontrar al asesino de su jefe o porque no había comida de menor calidad en la casa; pero seguro que a ellos también les apetecía degustarla. Además en un ambiente más relajado serían más propensos a hablar libremente. La primera sería la chica que había traído el vino, sin duda sus palabras serían las más veraces y su rostro el más expresivo. Con unas cuantas preguntas sobre la vida del señor Heimdall en la casa, sus relaciones con el servicio y las visitas de amigos suyos a la mansión tendría suficiente información como para después poder ir interrogando a los demás de forma más concreta.
La primera sala a la que entré resultó ser una galería de arte, con cuadros que a ojos de mi opinión inexperta parecían de gran calidad. “¿Asesinato por el arte?”, me pregunté; pero sabía que no. Eran bonitos, pero esos cuadros estaban demasiado a mano. Si eran tan valiosos como para matar a alguien por ellos podrían haberse colado y cogerlos sin más. El que no hubiera ningún hueco vacío en la colección me decía que aquel no había sido el motivo. Había dos puertas más en aquella sala por las que podría haber seguido investigando, pero se me había advertido que la comida se serviría a y cuarto. Es por esto que decidí dejar de un lado por el momento aquellas puertas que sabía a ciencia cierta que no escondían ningún comedor y salí por donde había entrado.
La siguiente estancia en la que me adentré fue la que estaba justo enfrente de la anterior, y por suerte y para mi sorpresa esa sí era el comedor. Era un sitio enorme en el que podría haberse celebrado una gran boda fácilmente; sin embargo, el júbilo que pudiera desprender toda aquella gente se veía sustituido por el irritante toc toc de un viejo y enorme reloj de pared. Caminé por la solitaria estancia hasta llegar al único asiento frente al que había cubiertos, el cual estaba junto a una gran chimenea. El lujo a penas se podía apreciar eclipsado por la tetricidad y frialdad que desprendía aquel vacío lugar. Mientras me sentaba repasé uno de los cuchillos con el dedo examinando su gran calidad. En ese momento entró el mayordomo con la comida, seguido de cerca por la joven asistenta que portaba el vino. La presentación de la comida que hizo el amable hombre me hizo suspirar. Todo parecía increíblemente rico, sobre todo el vino, cuyo tapón había hecho que mi boca se convirtiera en agua nada más olerlo, pero se desperdiciaba en mí.
-Siento comunicaros esto, pero mi sentido del gusto no funciona. Sería un desperdicio que me comiera todo esto. Además sigo una dieta bastante estricta y esto es mucho más de lo que yo solo puedo comer. Y eso por no hablar de que estoy de servicio, por muy atrayente que sea ese magnífico vino no puedo beber ahora mismo. Cuando resuelva el caso lo tomaremos juntos para celebrarlo- dije al mayordomo.
Por un momento me quedé en silencio para examinar la reacción de este. Algunas expresiones provocadas por mi discurso podrían desvelar cosas que no fuera a contarme con palabras.
-Aún con estas no podemos desperdiciar la comida, llama al resto del servicio y la compartiremos. Así de paso podré hablar distendidamente con ellos- añadí.
No tenía claro que hubiesen desplegado toda esa calidad ante mí por cortesía, por ser quien va a encontrar al asesino de su jefe o porque no había comida de menor calidad en la casa; pero seguro que a ellos también les apetecía degustarla. Además en un ambiente más relajado serían más propensos a hablar libremente. La primera sería la chica que había traído el vino, sin duda sus palabras serían las más veraces y su rostro el más expresivo. Con unas cuantas preguntas sobre la vida del señor Heimdall en la casa, sus relaciones con el servicio y las visitas de amigos suyos a la mansión tendría suficiente información como para después poder ir interrogando a los demás de forma más concreta.
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