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”Y en un barquito de vela, con un viento de levante que los llevaban a todas partes. En el cielo, un pentagrama y componerte, con notas de colores una canción para ti. Siendo el motor de mi corazón, una mujer hecha canción, es lo que eres…”, cantaba el pelirrojo, sentado sobre el castillo de popa con una buena jarra de cerveza en la mano, intentando animar la tarde a sus compañeros, mientras contemplaba como Marc manejaba el barco pese a su tamaño. Era buen timonel, casi tanto como él mismo, eso seguro.
Casi al anochecer, con el sol marchándose por el este de la isla, cuyo nombre les era desconocido, pues no tenían nada en su cuaderno de mapas para saberlo, pero que lo averiguaron nada más poner un pie sobre tierra firme. Se encontraban en la maravillosa isla de Samirn, un lugar conocido en el pasado por ser la cuna de un viejo culto religioso, ya extinto, que se encargaba de adoctrinar niños bajo su causa, razón por la que no estaba en los mapas, pues rara vez era visitada por alguien.
Todas las calles estaban adornadas con luces y guirnaldas. Estaban montado puestecillos de comida y bebida, así como de juegos varios: dardos, tiro con escopeta, lanzamiento de pelota… Tomaron una copa en una taberna cercana, y un anciano les insto a quedarse.
—Quedaos extranjeros —les dijo un anciano—. Vamos a estar de alegría y jolgorio toda la noche, celebrando así nuestra libertad. Habrá comida y bebida a un precio muy asequible, así como un gran ambiente.
—¿Vuestra libertad? —le preguntó alguien de su banda, aunque no pudo escuchar bien quien fue.
—Sí. Hoy hace un año que los hermanos del culto se fueron de la isla y pudimos ser libres de nuevo —hizo una pausa—. Después de tantos años. Así que quedaos y decidle a la gente cuan hospitalarios somos aquí.
—Que os parece, ¿nos quedamos? —preguntó Zane, guiñándoles un ojo, más por cumplir como capitán que para pedir permiso.
—Aro que sí, canio —saltó Manué—. Amono de parranda de la güena. Rebuito y rumbita.
Al final, como mandaban los cánones, el pelirrojo pidió una jarra grande de cerveza y, tras escuchar música fuera, dejó unos cuantos berries sobre la barra, y salió al ritmo de la música. Antes de darse cuenta estaba sobre un escenario de madera en mitad de la plaza del pueblo cantando y bailando junto a varios de sus compañeros.
—¡Vamos, chavales! —gritó—. Tooooaaa, toooaaa, toaaa, te necesito tooooaaaa. ¡COMO ANTEEEES, TOAAAA!
Casi al anochecer, con el sol marchándose por el este de la isla, cuyo nombre les era desconocido, pues no tenían nada en su cuaderno de mapas para saberlo, pero que lo averiguaron nada más poner un pie sobre tierra firme. Se encontraban en la maravillosa isla de Samirn, un lugar conocido en el pasado por ser la cuna de un viejo culto religioso, ya extinto, que se encargaba de adoctrinar niños bajo su causa, razón por la que no estaba en los mapas, pues rara vez era visitada por alguien.
Todas las calles estaban adornadas con luces y guirnaldas. Estaban montado puestecillos de comida y bebida, así como de juegos varios: dardos, tiro con escopeta, lanzamiento de pelota… Tomaron una copa en una taberna cercana, y un anciano les insto a quedarse.
—Quedaos extranjeros —les dijo un anciano—. Vamos a estar de alegría y jolgorio toda la noche, celebrando así nuestra libertad. Habrá comida y bebida a un precio muy asequible, así como un gran ambiente.
—¿Vuestra libertad? —le preguntó alguien de su banda, aunque no pudo escuchar bien quien fue.
—Sí. Hoy hace un año que los hermanos del culto se fueron de la isla y pudimos ser libres de nuevo —hizo una pausa—. Después de tantos años. Así que quedaos y decidle a la gente cuan hospitalarios somos aquí.
—Que os parece, ¿nos quedamos? —preguntó Zane, guiñándoles un ojo, más por cumplir como capitán que para pedir permiso.
—Aro que sí, canio —saltó Manué—. Amono de parranda de la güena. Rebuito y rumbita.
Al final, como mandaban los cánones, el pelirrojo pidió una jarra grande de cerveza y, tras escuchar música fuera, dejó unos cuantos berries sobre la barra, y salió al ritmo de la música. Antes de darse cuenta estaba sobre un escenario de madera en mitad de la plaza del pueblo cantando y bailando junto a varios de sus compañeros.
—¡Vamos, chavales! —gritó—. Tooooaaa, toooaaa, toaaa, te necesito tooooaaaa. ¡COMO ANTEEEES, TOAAAA!
Luka Rooney
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Estaba siendo una mañana tranquila. Realmente tranquila. El tiburón se encontraba sumergido a escasos diez nudos del casco del barco, los suficientes para ver lo que la inmensidad del mar -y de su profundidad- gustaba enseñarle. En una tonalidad más oscura que el cielo, el mar le mostraba alguna de sus especies más raras. Y es que, si algo era cierto, era que el humano -e incluso el gyojin también- sabía realmente un pobre porcentaje de lo que el mar tenía en su fondo. Quizá era por la dificultad de explorarlo, puede que por falta de interés, pero en cualquier caso, el habitante del mar estaba interesado en los secretos de su azulado amigo. Poco a poco se adentraría cada vez más en sus profundidades en busca de más secretos. Puede que incluso los reflejase en algún libro en un futuro.
El oído de Luka detectó un cuchicheo algo más alto de lo normal, por lo que intuyó que estarían llegando a su nuevo destino, del cual el gyojin no tenía ni pajolera idea. Ni del nombre, ni su historia ni de qué iban a hacer allí. Tampoco se había molestado en preguntarlo. Puede que incluso no lo hubiera pensado hasta ese momento. De cualquier manera, el tiburón se elevó hasta la superficie, y tras ello, trepó hasta llegar a cubierta. Allí vio a sus camaradas y esperó a que alguien gritase aquella mítica frase de… “tierra a la vista”. Parecía que estaban bastante próximos a su destino.
Una vez pisaron tierra firme, el tiburón siguió al resto sin prestar mucha atención en los detalles del lugar. Sabía que acabarían en una taberna, y había ido preparado para ello. Se palpó el bolsillo y notó lo que él llamaba “el plástico de la alegría”. Aunque no era el único plástico con ese nombre, if you know what I mean.
El susodicho plástico no era ni más ni menos que una bolsa repleta de pastillas de la isla gyojin. Había de todo tipo, pero Luka sabía cuál ofrecería aquél día a sus compañeros. Aunque siempre estaba abierto a cambios de última hora.
Una vez llegaron a la taberna, el habitante del mar tomó asiento en una banqueta y pidió una jarra grande de cerveza. Cuando el camarero se la mostró su cara de decepción fue bastante visible, hasta tal punto que el propio camarero le preguntó.
- ¿Le pasa algo?
- La he pedido grande, no pequeña.
- Oh, lo siento. Es la jarra más grande que tenemos, no estamos habituados a tener especies que no sean humanos por aquí. Quiero decir, que está muy bien, viva la diversidad y todo eso, pero… Bueno ya sabes, yo tengo un primo que es piernas largas. Bueno, no es mi primo, es un amigo de mi primo, pero siempre ha sido como mi primo. Hace mucho que no sé de mi primo. Tampoco de su amigo el piernas largas. ¿Sabes como lo llamábamos? Bueno, mejor no. Es un poco racista el chiste, creo que no te gustaría. ¿Quieres otra?
- Ehm… Sí, tráeme un par más, anda.
Un poco anonadado por la conversación y la facilidad con al que el camarero contaba su vida, el tiburón se acercó a Zane, quien ya tenía una jarra de cerveza en la mano y se encontraba bailando. El pirata se acercó a su capitán y le tendió la mano, algo que quizá su superior no entendiese muy bien. Con un guiño y llevando la mirada a la mano, volvió a tenderla con más firmeza.
Cuando Zane la agarrase notaría que quizá su mano tenía algo más. Por si acaso, impulsaría el cuerpo del descamisetado hacia él ligeramente, hasta poder posicionar su boca cerca de la oreja del humano de una manera natural.
- Tómate esto. Te subirá antes la cerveza y, lo mejor de todo, no tendrás resaca. Vamos a divertirnos un poco.
Lo que el gyojin no le dijo a su capitán era el posible efecto secundario. Digamos que ahora Zane blandiría una espada más. Que portaría una gran tonfa. O dicho más claramente, que tendría una erección de caballo.
El oficial de cubierta y mar de los Arashi fue uno a uno dándole la pastilla a cada miembro de la tripulación, esperando que todos la aceptasen, aunque tenía un pálpito con Spanner y Katharina. Probablemente ellos no la aceptase. Con los únicos que entabló una conversación más allá de la pastilla, fue con Marc y Nailah.
- Marc, con esto te subirá antes el alcohol, pero no te preocupes, eliminará la resaca. Lo único malo es que tiene un pequeño efecto secundario, igual tienes algún queso que lo elimine un poco. Te vas a poner bastante palote, y no quiero ni imaginarme lo que eso puede suponer. Porque supongo que eso que tienes ahí cuando el da por asomarse… ¿Es más grande que Nailah?
Y finalmente, cuando se la dio a Nailah no pudo evitar poner una cara un poco turbia. Quizá por ocultarle una información ligeramente importante. O por mentirle directamente.
- Toma Nailah, esta es buena mierda. Te quitará la resaca, sin efectos secundarios. ¿Quieres dos o tres? Como quieras eh, siéntete libre de tomar las que necesites. Tú cuando quieras una ven a mí.
¿Qué podía salir mal en una fiesta de los Arashi? Aquél día no solo estarían borrachos -y antes de tiempo-, sino que se sentirían bastante más calientes de lo que el alcohol pudiera ponerles. ¿Estaremos ante la primera orgía interracial de los Arashi?
Lo bueno es que en cualquier caso, no tendrían resaca. Todo era positivo con Luka y sus múltiples pastillas.
El oído de Luka detectó un cuchicheo algo más alto de lo normal, por lo que intuyó que estarían llegando a su nuevo destino, del cual el gyojin no tenía ni pajolera idea. Ni del nombre, ni su historia ni de qué iban a hacer allí. Tampoco se había molestado en preguntarlo. Puede que incluso no lo hubiera pensado hasta ese momento. De cualquier manera, el tiburón se elevó hasta la superficie, y tras ello, trepó hasta llegar a cubierta. Allí vio a sus camaradas y esperó a que alguien gritase aquella mítica frase de… “tierra a la vista”. Parecía que estaban bastante próximos a su destino.
***
Una vez pisaron tierra firme, el tiburón siguió al resto sin prestar mucha atención en los detalles del lugar. Sabía que acabarían en una taberna, y había ido preparado para ello. Se palpó el bolsillo y notó lo que él llamaba “el plástico de la alegría”. Aunque no era el único plástico con ese nombre, if you know what I mean.
El susodicho plástico no era ni más ni menos que una bolsa repleta de pastillas de la isla gyojin. Había de todo tipo, pero Luka sabía cuál ofrecería aquél día a sus compañeros. Aunque siempre estaba abierto a cambios de última hora.
Una vez llegaron a la taberna, el habitante del mar tomó asiento en una banqueta y pidió una jarra grande de cerveza. Cuando el camarero se la mostró su cara de decepción fue bastante visible, hasta tal punto que el propio camarero le preguntó.
- ¿Le pasa algo?
- La he pedido grande, no pequeña.
- Oh, lo siento. Es la jarra más grande que tenemos, no estamos habituados a tener especies que no sean humanos por aquí. Quiero decir, que está muy bien, viva la diversidad y todo eso, pero… Bueno ya sabes, yo tengo un primo que es piernas largas. Bueno, no es mi primo, es un amigo de mi primo, pero siempre ha sido como mi primo. Hace mucho que no sé de mi primo. Tampoco de su amigo el piernas largas. ¿Sabes como lo llamábamos? Bueno, mejor no. Es un poco racista el chiste, creo que no te gustaría. ¿Quieres otra?
- Ehm… Sí, tráeme un par más, anda.
Un poco anonadado por la conversación y la facilidad con al que el camarero contaba su vida, el tiburón se acercó a Zane, quien ya tenía una jarra de cerveza en la mano y se encontraba bailando. El pirata se acercó a su capitán y le tendió la mano, algo que quizá su superior no entendiese muy bien. Con un guiño y llevando la mirada a la mano, volvió a tenderla con más firmeza.
Cuando Zane la agarrase notaría que quizá su mano tenía algo más. Por si acaso, impulsaría el cuerpo del descamisetado hacia él ligeramente, hasta poder posicionar su boca cerca de la oreja del humano de una manera natural.
- Tómate esto. Te subirá antes la cerveza y, lo mejor de todo, no tendrás resaca. Vamos a divertirnos un poco.
Lo que el gyojin no le dijo a su capitán era el posible efecto secundario. Digamos que ahora Zane blandiría una espada más. Que portaría una gran tonfa. O dicho más claramente, que tendría una erección de caballo.
El oficial de cubierta y mar de los Arashi fue uno a uno dándole la pastilla a cada miembro de la tripulación, esperando que todos la aceptasen, aunque tenía un pálpito con Spanner y Katharina. Probablemente ellos no la aceptase. Con los únicos que entabló una conversación más allá de la pastilla, fue con Marc y Nailah.
- Marc, con esto te subirá antes el alcohol, pero no te preocupes, eliminará la resaca. Lo único malo es que tiene un pequeño efecto secundario, igual tienes algún queso que lo elimine un poco. Te vas a poner bastante palote, y no quiero ni imaginarme lo que eso puede suponer. Porque supongo que eso que tienes ahí cuando el da por asomarse… ¿Es más grande que Nailah?
Y finalmente, cuando se la dio a Nailah no pudo evitar poner una cara un poco turbia. Quizá por ocultarle una información ligeramente importante. O por mentirle directamente.
- Toma Nailah, esta es buena mierda. Te quitará la resaca, sin efectos secundarios. ¿Quieres dos o tres? Como quieras eh, siéntete libre de tomar las que necesites. Tú cuando quieras una ven a mí.
¿Qué podía salir mal en una fiesta de los Arashi? Aquél día no solo estarían borrachos -y antes de tiempo-, sino que se sentirían bastante más calientes de lo que el alcohol pudiera ponerles. ¿Estaremos ante la primera orgía interracial de los Arashi?
Lo bueno es que en cualquier caso, no tendrían resaca. Todo era positivo con Luka y sus múltiples pastillas.
Therax descendió a tierra firme con la voz de su capitán aún taladrándole el oído. Al fin se había callado, pero el pelirrojo había dedicado a saber cuánto tiempo a cantar una y otra vez aquella dichosa canción de "Los Mezclaítos". El rubio la conocía y, aunque jamás lo admitiría en público, le agradaba hasta tal punto que conocía la letra de principio a fin. Sin embargo, oír lo mismo una y otra vez no era del agrado de nadie, más aún cuando todo lo que sus ojos veían era el vasto azul del océano. En definitiva, las últimas horas las había vivido como si se encontrase atrapado en un bucle temporal en el que todo se repetía sin cesar.
Fue por eso que se sintió tremendamente agradecido cuando en el horizonte se materializó una extensión de tierra. Zane solía avisar de cuál sería la isla de destino antes de llegar a ella, pero en esa ocasión no lo había hecho. Lo más probable era que ni él mismo esperase encontrarla o que, en su defecto, no supiera nada de ella. «En peores plazas hemos toreado», se dijo el rubio, enfundando sus armas tras finalizar con la puesta a punto.
Abandonó el lugar que había estado ocupando en la baranda del barco, con los pies pendiendo sobre la inmensidad del mar, justo cuando Luka emergía de las profundidades del mismo. Un "tierra a la vista" resonó en el barco de los Arashi no Kyoudai, anunciando que los piratas pondrían pie de nuevo en una isla desconocida para ellos.
-Samirn... -dijo en voz baja, repitiendo el nombre que les había proporcionado uno de los viandantes al bajar del barco-. No había escuchado ese nombre en mi vida, ¿y tú? -inquirió, girándose para mirar a Nailah, que caminaba en ese momento junto a él-. De todos modos parece que se lo están pasando bien, y eso significa que esta noche me va a tocar encargarme de más de uno -añadió, sonriendo tras liberar un hondo suspiro-. Eso si no sois vosotros los que os tenéis que hacer cargo de mí.
Y lo cierto era que la posibilidad existía, y cobraba fuerza conforme un inmenso barril de whiskey de Ériu Land era introducido en una de las tabernas del lugar. No se lo pensó y se dirigió hacia allí, sin importarle lo más mínimo que sus compañeros optasen por adentrarse en el mismo lugar que él. No obstante, el anciano con el que estaba hablando Zane debía tener alguna relación con aquel local, pues el grupo fue invitado amablemente a deleitarse con los placeres que éste tenía que ofrecerles.
-Ya están otra vez con lo mismo -se quejó el espadachín, con las mejillas visiblemente coloreadas. Apuró el quinto vaso de whiskey con hielo antes de continuar con su alegato ante el camarero, que le escuchaba interesado-. ¿Ves a ese grandullón de allí? El rellenito. Bien, pues la última vez que se tomó las malditas pastillas de la sard... del gyojin tuve que estar una semana limpiándole la mierda. ¡Y créeme, no quieres saber cómo caga semejante mole! Échame otra, anda, que paga el pelirrojo ése de ahí.
Mientras el empleado se dirigía a cumplir con sus labores, Therax abrió la mano y observó la pastilla que Luka le había entregado hacía unos instantes. Los pantalones de algunos miembros de los Arashi dejaban claro que habían decidido dejarse llevar por el consejo del habitante del mar, pero él no pensaba hacerlo.
-¿La quieres tú? -preguntó al ver que Nox pasaba no demasiado lejos de él-. Tal vez te ayude con la impotencia -añadió, carcajeando, antes de dar un trago de la copa que el camarero acababa de depositar junto a él.
Fue por eso que se sintió tremendamente agradecido cuando en el horizonte se materializó una extensión de tierra. Zane solía avisar de cuál sería la isla de destino antes de llegar a ella, pero en esa ocasión no lo había hecho. Lo más probable era que ni él mismo esperase encontrarla o que, en su defecto, no supiera nada de ella. «En peores plazas hemos toreado», se dijo el rubio, enfundando sus armas tras finalizar con la puesta a punto.
Abandonó el lugar que había estado ocupando en la baranda del barco, con los pies pendiendo sobre la inmensidad del mar, justo cuando Luka emergía de las profundidades del mismo. Un "tierra a la vista" resonó en el barco de los Arashi no Kyoudai, anunciando que los piratas pondrían pie de nuevo en una isla desconocida para ellos.
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-Samirn... -dijo en voz baja, repitiendo el nombre que les había proporcionado uno de los viandantes al bajar del barco-. No había escuchado ese nombre en mi vida, ¿y tú? -inquirió, girándose para mirar a Nailah, que caminaba en ese momento junto a él-. De todos modos parece que se lo están pasando bien, y eso significa que esta noche me va a tocar encargarme de más de uno -añadió, sonriendo tras liberar un hondo suspiro-. Eso si no sois vosotros los que os tenéis que hacer cargo de mí.
Y lo cierto era que la posibilidad existía, y cobraba fuerza conforme un inmenso barril de whiskey de Ériu Land era introducido en una de las tabernas del lugar. No se lo pensó y se dirigió hacia allí, sin importarle lo más mínimo que sus compañeros optasen por adentrarse en el mismo lugar que él. No obstante, el anciano con el que estaba hablando Zane debía tener alguna relación con aquel local, pues el grupo fue invitado amablemente a deleitarse con los placeres que éste tenía que ofrecerles.
***
-Ya están otra vez con lo mismo -se quejó el espadachín, con las mejillas visiblemente coloreadas. Apuró el quinto vaso de whiskey con hielo antes de continuar con su alegato ante el camarero, que le escuchaba interesado-. ¿Ves a ese grandullón de allí? El rellenito. Bien, pues la última vez que se tomó las malditas pastillas de la sard... del gyojin tuve que estar una semana limpiándole la mierda. ¡Y créeme, no quieres saber cómo caga semejante mole! Échame otra, anda, que paga el pelirrojo ése de ahí.
Mientras el empleado se dirigía a cumplir con sus labores, Therax abrió la mano y observó la pastilla que Luka le había entregado hacía unos instantes. Los pantalones de algunos miembros de los Arashi dejaban claro que habían decidido dejarse llevar por el consejo del habitante del mar, pero él no pensaba hacerlo.
-¿La quieres tú? -preguntó al ver que Nox pasaba no demasiado lejos de él-. Tal vez te ayude con la impotencia -añadió, carcajeando, antes de dar un trago de la copa que el camarero acababa de depositar junto a él.
Mist D. Spanner
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El joven clavó con gentileza la punta de la pluma en el papel, poniendo punto y final a la oración que estaba escribiendo. Volvió a dejar la pluma en el tintero, con mucho cuidado de no manchar el escritorio con la tinta, y echó un último vistazo a la hoja. Era la número doscientos cincuenta y tres que escribía y ponía fin al decimosexto capítulo de su libro: "Viviendo bajo las órdenes de Zane D. Kenshin". Observó con cuidado durante lo que debieron ser minutos el papel, buscando impurezas o dobleces en este, escudriñando cada milímetro como si de un microscopio se tratase. Cuando por fin se hubo clarificado que el papel estaba en perfectas condiciones, el pirata se recostó en la silla y suspiró. Acababa de escribir el punto clave en aquella historia: el día que se separaron y el capitán lo dio por muerto.
Juntó todas las hojas con cuidado en un rectángulo perfecto y sin salientes, guardándolo en el cajón con extrema cautela. Lo cerró y echó la llave para después esconder esta dentro de una cajita, la cual estaría escondida en otra caja más grande bajo la cama. El pirata observó su habitación y su meticuloso orden, preguntándose cómo podía su padre ser tan desordenado. Su madre le había contado incontables veces como era el pirata Sbun durante sus viajes, teniendo un nivel de inteligencia y cultura igual al del joven pirata, pero sin su sentido del orden. Spanner tenía escalofríos cada vez que recordaba la frase "libros tirados por el suelo" que pronunciaba su madre.
***
Spanner se encontraba en el patio de la taberna, que era bastante grande y festiva, apoyado en la barandilla que rodeaba la zona exterior del local y la declaraba como propiedad del dueño. El pelimorado se encontraba mirando a la enorme luna que alumbraba el cielo, con un vaso de whisky en la mano derecha y la extraña pastilla que el gyojin le había dado en la otra. El chico no probaba nunca nada de esa índole, sin embargo, por cortesía la aceptó, pues tampoco quería ser visto por los que consideraba sus amigos como un aburrido con el que uno no se puede divertir. Que en parte era cierto, pero tampoco tanto.
Un aullido a su izquierda lo sacó de su ensimismamiento. Se giró para ver como un mono de pelo gris y piel rosada lo observaba fijamente, subido a la barandilla. Spanner se sobresaltó ligeramente, pero enseguida se calmó, sabiendo que con ese tipo de animales un movimiento brusco podía ser peligroso. El mono caminó por la barandilla hacia delante, mirando la mano izquierda del pirata y lo que en ella portaba.
—¿Qué buscas...? -dijo Spanner, aunque sus palabras fueron ahogadas por la música y jolgorio del interior. El mono, de un rápido movimiento, le quitó la pastilla y se alejó corriendo—. ¡Cuidado! Eso no...
Pero el mono se la metió en la boca y tragó. El pirata lo observó con los ojos abiertos, esperando una reacción durante lo que fueron minutos. De golpe, el mono, se puso totalmente rojo y empezó a golpearse el pecho con los puños y gritar. Entonces saltó al interior de la terraza y corrió hacia la puerta de la taberna, entrando en ella y uniéndose a la fiesta. En un último instante, Spanner pudo ver como el mono iba lanzado hacia el pelirrojo capitán, saltando hacia él. El espadachín no pudo evitar reír.
Juntó todas las hojas con cuidado en un rectángulo perfecto y sin salientes, guardándolo en el cajón con extrema cautela. Lo cerró y echó la llave para después esconder esta dentro de una cajita, la cual estaría escondida en otra caja más grande bajo la cama. El pirata observó su habitación y su meticuloso orden, preguntándose cómo podía su padre ser tan desordenado. Su madre le había contado incontables veces como era el pirata Sbun durante sus viajes, teniendo un nivel de inteligencia y cultura igual al del joven pirata, pero sin su sentido del orden. Spanner tenía escalofríos cada vez que recordaba la frase "libros tirados por el suelo" que pronunciaba su madre.
***
Spanner se encontraba en el patio de la taberna, que era bastante grande y festiva, apoyado en la barandilla que rodeaba la zona exterior del local y la declaraba como propiedad del dueño. El pelimorado se encontraba mirando a la enorme luna que alumbraba el cielo, con un vaso de whisky en la mano derecha y la extraña pastilla que el gyojin le había dado en la otra. El chico no probaba nunca nada de esa índole, sin embargo, por cortesía la aceptó, pues tampoco quería ser visto por los que consideraba sus amigos como un aburrido con el que uno no se puede divertir. Que en parte era cierto, pero tampoco tanto.
Un aullido a su izquierda lo sacó de su ensimismamiento. Se giró para ver como un mono de pelo gris y piel rosada lo observaba fijamente, subido a la barandilla. Spanner se sobresaltó ligeramente, pero enseguida se calmó, sabiendo que con ese tipo de animales un movimiento brusco podía ser peligroso. El mono caminó por la barandilla hacia delante, mirando la mano izquierda del pirata y lo que en ella portaba.
—¿Qué buscas...? -dijo Spanner, aunque sus palabras fueron ahogadas por la música y jolgorio del interior. El mono, de un rápido movimiento, le quitó la pastilla y se alejó corriendo—. ¡Cuidado! Eso no...
Pero el mono se la metió en la boca y tragó. El pirata lo observó con los ojos abiertos, esperando una reacción durante lo que fueron minutos. De golpe, el mono, se puso totalmente rojo y empezó a golpearse el pecho con los puños y gritar. Entonces saltó al interior de la terraza y corrió hacia la puerta de la taberna, entrando en ella y uniéndose a la fiesta. En un último instante, Spanner pudo ver como el mono iba lanzado hacia el pelirrojo capitán, saltando hacia él. El espadachín no pudo evitar reír.
Nailah
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Nailah se encontraba en la cocina del barco de los Arashi, probando nuevas recetas. Todos estaban en el exterior pasando el rato mientras ella removía todos los muebles de la acomodada cocina. Sin querer había desordenado gran parte del instrumental y a lo mejor Marc le echaba la bronca por tocar sus cosas, pero necesitaba la cocina para sus nuevos experimentos en comida. Había ideado unos bombones de chocolate negro con frutas de la pasión que resultaban ser deliciosos en sabor, lo malo es que poseían unos efectos secundarios un tanto peculiares.
En cuanto terminó de decorarlos con unas varillas los dejó reposando sobre la mesa sobre una tela y luego abandonó la cocina, ignorando todo el desastre que en ella quedaba. A medida que atravesaba el umbral de la entrada, el grito de tierra a la vista captó su atención. Según lo que hablaban en cubierta, se trataba de la isla de Samirn. Nailah no tenía mucha idea sobre geografía, por lo que obvió todos los detalles que mencionaran después y regresó a la cocina.
Mientras atracaban, decidió guardar sus bombones en una pequeña cajita de madera que iría en el estuche de su cinturón. Al salir a cubierta se acercó hasta Therax, el cual ya estaba bajando por la pasarela. Nailah acomodó sus tres espadas y se puso a su altura al caminar, aunque se detuvieron cuando ofrecieron a Zane disfrutar de la fiesta de la isla. Ella estaba a favor, llevaban una larga temporada en el barco en la que no disfrutaban de fiestas externas.
-Tampoco he escuchado nunca nada sobre Samirn - respondió al rubio, y después no pudo evitar reírse ante su comentario -. ¿Tú crees? Dudo mucho que nosotros tengamos que encargarnos de ti, antes ocurre algo malo por aquí.
Nailah siguió caminando y llegaron hasta una zona muy agradable. La música resonaba por todo el lugar y la comida y bebida no paraban de llegar. La pirata se pilló una cerveza y luego se apoyó en la barra. La primera cerveza se la tomó enseguida y luego llegó otra jarra, mientras bebía vio como Luka repartía sus famosas pastillas entre todos y luego miró a Therax, el cual se la ofrecía a Nox.
-Deberías guardártela para cuando te encuentras con la chica de cabellos cenicientos de Gray Rock, seguro que te lo agradece - comentó entre carcajadas.
Tras eso, Luka se acercó a ella y, a pesar de llevar ya unas cuantas jarras de alcohol encima supo que le ocultaba algo. Él le ofreció a Nailah la pastilla y esta la cogió sin dudarla. La última vez que había tomado una pastilla del gyojin había estado de maravilla, como si fuera un mundo de luz y de color, esperaba que esta vez fuera otra sensación parecida. La tomó y luego dio un trago a su jarra. Si él decía que quitaba la resaca, era bienvenida la pastillita. Tras eso sacó su cajita de bombones.
-¡Coged uno! - sonrió, mirando hacia Nox y Therax.
En cuanto terminó de decorarlos con unas varillas los dejó reposando sobre la mesa sobre una tela y luego abandonó la cocina, ignorando todo el desastre que en ella quedaba. A medida que atravesaba el umbral de la entrada, el grito de tierra a la vista captó su atención. Según lo que hablaban en cubierta, se trataba de la isla de Samirn. Nailah no tenía mucha idea sobre geografía, por lo que obvió todos los detalles que mencionaran después y regresó a la cocina.
Mientras atracaban, decidió guardar sus bombones en una pequeña cajita de madera que iría en el estuche de su cinturón. Al salir a cubierta se acercó hasta Therax, el cual ya estaba bajando por la pasarela. Nailah acomodó sus tres espadas y se puso a su altura al caminar, aunque se detuvieron cuando ofrecieron a Zane disfrutar de la fiesta de la isla. Ella estaba a favor, llevaban una larga temporada en el barco en la que no disfrutaban de fiestas externas.
-Tampoco he escuchado nunca nada sobre Samirn - respondió al rubio, y después no pudo evitar reírse ante su comentario -. ¿Tú crees? Dudo mucho que nosotros tengamos que encargarnos de ti, antes ocurre algo malo por aquí.
Nailah siguió caminando y llegaron hasta una zona muy agradable. La música resonaba por todo el lugar y la comida y bebida no paraban de llegar. La pirata se pilló una cerveza y luego se apoyó en la barra. La primera cerveza se la tomó enseguida y luego llegó otra jarra, mientras bebía vio como Luka repartía sus famosas pastillas entre todos y luego miró a Therax, el cual se la ofrecía a Nox.
-Deberías guardártela para cuando te encuentras con la chica de cabellos cenicientos de Gray Rock, seguro que te lo agradece - comentó entre carcajadas.
Tras eso, Luka se acercó a ella y, a pesar de llevar ya unas cuantas jarras de alcohol encima supo que le ocultaba algo. Él le ofreció a Nailah la pastilla y esta la cogió sin dudarla. La última vez que había tomado una pastilla del gyojin había estado de maravilla, como si fuera un mundo de luz y de color, esperaba que esta vez fuera otra sensación parecida. La tomó y luego dio un trago a su jarra. Si él decía que quitaba la resaca, era bienvenida la pastillita. Tras eso sacó su cajita de bombones.
-¡Coged uno! - sonrió, mirando hacia Nox y Therax.
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La mirada del enmascarado se perdía en la nada, acompañado del liso ruido de la piedra de afilar se rozaba con el filo de su Yukion’na, su espada. Podía notar como la piedra se escarchaba cada vez que la pasaba por el filo de la espada de heladora fuerza, pero la leve nieve se condensaba en segundos debido al cálido tiempo y a la brisa que le daba por estar sentado en el palo mayor del barco de los Arashis.
Algo le llamo la atención en el horizonte. Pues de la basta línea azul oscuro, se visualizaba un bulto de colores secos entre las aguas.
Guardo la piedra de afilar y enfundo su mandoble, y miro hacia abajo para que le escuchasen bien sus compañeros que estaban a ras de cubierta.
- Dirección Nord-este, tierra a la vista!
La isla resulto ser Samirn, un lugar no muy destacable, pero que al menos era un buen lugar para pasar la estancia ya que parecían estar de celebración por algún motivo. El pelirrojo no dudo en quedarse. “Zane D. Kenshin deniega una fiesta. Dijo nadie nunca” pensó Nox.
- En fin, espero al menos vayamos de tranquis…
***
- Ains, que envidia os tengo… Echo de menos esa sensación de ser joven –la cabeza del enmascarado estaba espatarrada sobre la mesa en la que ya se había bebido su quinta copa de tamaño considerable-. Escúchame bien, rubia, digo rubio –refiriéndose a Therax-. Nunca te hagas viejo. Nunca.
Su aliento olía con cierta fuerza a alcohol, pero para el hombre pescado, no era suficiente, ya que estaba de nuevo con sus dichosas pastillitas. Ante la propuesta de Therax, le respondió con un sonoro capón.
- ¡Cállate! ¡Mi herramienta funciona mejor que tu “mini salchichita”! –dijo con tono de enfado, mas producto del alcohol que otra cosa. Por otra parte miro con cierta gumía los bombones que ofrecía Nailah. Cogió uno y se lo llevo detrás de la máscara para al final ver como su mandíbula hacia el movimiento de masticar-. El chocolate es el único vicio que necesita una persona en su vida...
Algo le llamo la atención en el horizonte. Pues de la basta línea azul oscuro, se visualizaba un bulto de colores secos entre las aguas.
Guardo la piedra de afilar y enfundo su mandoble, y miro hacia abajo para que le escuchasen bien sus compañeros que estaban a ras de cubierta.
- Dirección Nord-este, tierra a la vista!
La isla resulto ser Samirn, un lugar no muy destacable, pero que al menos era un buen lugar para pasar la estancia ya que parecían estar de celebración por algún motivo. El pelirrojo no dudo en quedarse. “Zane D. Kenshin deniega una fiesta. Dijo nadie nunca” pensó Nox.
- En fin, espero al menos vayamos de tranquis…
***
- Ains, que envidia os tengo… Echo de menos esa sensación de ser joven –la cabeza del enmascarado estaba espatarrada sobre la mesa en la que ya se había bebido su quinta copa de tamaño considerable-. Escúchame bien, rubia, digo rubio –refiriéndose a Therax-. Nunca te hagas viejo. Nunca.
Su aliento olía con cierta fuerza a alcohol, pero para el hombre pescado, no era suficiente, ya que estaba de nuevo con sus dichosas pastillitas. Ante la propuesta de Therax, le respondió con un sonoro capón.
- ¡Cállate! ¡Mi herramienta funciona mejor que tu “mini salchichita”! –dijo con tono de enfado, mas producto del alcohol que otra cosa. Por otra parte miro con cierta gumía los bombones que ofrecía Nailah. Cogió uno y se lo llevo detrás de la máscara para al final ver como su mandíbula hacia el movimiento de masticar-. El chocolate es el único vicio que necesita una persona en su vida...
Katharina von Steinhell
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El cielo estrellado se alzaba sobre la mujer que blandía sus dos espadas como si de un auténtico baile se tratase. Entre los elegantes giros, podían verse los reflejos plateados que dejaban las armas de la pelirrosa. Su cuerpo se encontraba sudado, causa del esfuerzo físico que conllevaba entrenar hasta el alba. Katharina jadeaba, pero aún tenía energías para continuar el entrenamiento. Esprintó hacia delante y a mitad de carrera dio un giro seguido de otro, manteniendo los brazos extendidos. Por poco tiempo pareció que el cuerpo de Katharina formaba un verdadero torbellino, aunque este desapareció tan rápido como apareció. Y, entonces, la mujer cayó de rodillas completamente agotada. «Una vez más…», se dijo a sí misma.
Una vez agotadas todas sus fuerzas, se dejó caer de espaldas. La gigantesca luna yacía en el cielo como un farol que iluminaba tenuemente los rincones del mundo. A su alrededor se aglomeraban las estrellas que parecían ser meros puntos brillantes. Descansaría un momento y luego tomaría una ducha para, finalmente, dormir un rato. Desde que se unió a los Arashi, aprovechó cada minuto libre para fortalecer tanto su cuerpo como su mente, después de todo su poder no solo dependía de cuán fuertes fuesen sus músculos. También debía tener una capacidad intelectual que superase en creces a la media. A medida que iba pensando en todo lo que haría una vez se levantase, sus ojos fueron cerrándose poco a poco.
Poco y nada sabía de Samirn, aunque poco después de pisar tierra descubrió que habían sido gobernados por un culto durante muchísimos años. Katharina anotó ese relevante dato en una libreta tan grande como su mano y de tapa de cuero negra. Parecía ser un poblado de lo más animado y todos se esforzaban en hacerles creer a los extranjeros que eran bienvenidos allí. No obstante, la bruja desconfiaba del amable comportamiento de los nativos. Siempre dudaba de la amabilidad de las personas, creyendo que, detrás de esa actitud, había intereses egoístas y oscuros. La vida misma se había encargado de demostrarle que siempre era así, así que tenía razones de sobra para desconfiar de los pueblerinos.
Katharina caminaba detrás de sus compañeros cuando, de pronto, se separó del grupo para entrar a una joyería. Podía obtener casi cualquier piedra preciosa solo con chasquear los dedos y transformar una simple moneda en algo realmente hermoso, pero el hecho de ver una gema en su estado verdadero le hacía ilusión. Sobre el mesón había un anillo con un granate tan grande como una nuez y tan brillante como el diamante. La pelirrosa salió con un nuevo accesorio comprado por menos de la mitad del precio original. Por otro lado, no tardó en terminar dentro de una ruidosa y alegre taberna donde su capitán y el resto de los chicos pasaban el rato bebiendo y bailando. Cuando el gyojin se acercó ofreciéndole una extraña píldora, Katharina cerró los ojos y negó con la cabeza, dejando claro que no le interesaba drogarse.
—¿Qué diablos…? ¿Eso es un mono? —preguntó para sí misma, sorprendida por la aparición de un primate increíblemente enérgico.
—¡Así es, jovencita! A veces los animales bajan del bosque para tener algo de compañía humana y, algunos, han desarrollado un gusto por la cerveza. Es algo extraño, pero los borrachos suelen compartir sus jarras con cualquiera… incluso con el suelo.
Katharina volteó y se encontró con un hombre de aproximadamente cuarenta años y un peinado bastante… único: un gigantesco jopo rubio acompañado de unas patillas largas que se adentraban a sus mejillas. El sujeto tenía una cicatriz vertical que cruzaba su ojo derecho, mientras una sonrisa amistosa se dibujaba en su rostro. Era casi tan alto como Zane y gozaba de un cuerpo bien tonificado, como si pasase horas y horas entrenando. Calzaba unas botas de cuero y llevaba unos pantalones militares, además de una camisa hawaiana. Una combinación muy extraña sin lugar a duda.
—Soy Zulik, por cierto —mencionó el hombre y enseguida tomó asiento frente a la bruja, como si tuviesen toda la confianza del mundo—. Esos hombres que te acompañan… ¿son tus amigos?
La pelirrosa se encogió de hombros y volvió la mirada al libro que estaba leyendo.
—¿Puedo continuar con el libro, Zulik? —preguntó sin mirarle, intentando ser amable.
—Oh, por supuesto. Lo siento… Yo… Iré a por una cerveza, ¿quieres una? —El hombre de los pantalones militares esperó impaciente la respuesta de la pelirrosa, pero ninguna palabra salió de su boca.
Una vez agotadas todas sus fuerzas, se dejó caer de espaldas. La gigantesca luna yacía en el cielo como un farol que iluminaba tenuemente los rincones del mundo. A su alrededor se aglomeraban las estrellas que parecían ser meros puntos brillantes. Descansaría un momento y luego tomaría una ducha para, finalmente, dormir un rato. Desde que se unió a los Arashi, aprovechó cada minuto libre para fortalecer tanto su cuerpo como su mente, después de todo su poder no solo dependía de cuán fuertes fuesen sus músculos. También debía tener una capacidad intelectual que superase en creces a la media. A medida que iba pensando en todo lo que haría una vez se levantase, sus ojos fueron cerrándose poco a poco.
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Poco y nada sabía de Samirn, aunque poco después de pisar tierra descubrió que habían sido gobernados por un culto durante muchísimos años. Katharina anotó ese relevante dato en una libreta tan grande como su mano y de tapa de cuero negra. Parecía ser un poblado de lo más animado y todos se esforzaban en hacerles creer a los extranjeros que eran bienvenidos allí. No obstante, la bruja desconfiaba del amable comportamiento de los nativos. Siempre dudaba de la amabilidad de las personas, creyendo que, detrás de esa actitud, había intereses egoístas y oscuros. La vida misma se había encargado de demostrarle que siempre era así, así que tenía razones de sobra para desconfiar de los pueblerinos.
Katharina caminaba detrás de sus compañeros cuando, de pronto, se separó del grupo para entrar a una joyería. Podía obtener casi cualquier piedra preciosa solo con chasquear los dedos y transformar una simple moneda en algo realmente hermoso, pero el hecho de ver una gema en su estado verdadero le hacía ilusión. Sobre el mesón había un anillo con un granate tan grande como una nuez y tan brillante como el diamante. La pelirrosa salió con un nuevo accesorio comprado por menos de la mitad del precio original. Por otro lado, no tardó en terminar dentro de una ruidosa y alegre taberna donde su capitán y el resto de los chicos pasaban el rato bebiendo y bailando. Cuando el gyojin se acercó ofreciéndole una extraña píldora, Katharina cerró los ojos y negó con la cabeza, dejando claro que no le interesaba drogarse.
—¿Qué diablos…? ¿Eso es un mono? —preguntó para sí misma, sorprendida por la aparición de un primate increíblemente enérgico.
—¡Así es, jovencita! A veces los animales bajan del bosque para tener algo de compañía humana y, algunos, han desarrollado un gusto por la cerveza. Es algo extraño, pero los borrachos suelen compartir sus jarras con cualquiera… incluso con el suelo.
Katharina volteó y se encontró con un hombre de aproximadamente cuarenta años y un peinado bastante… único: un gigantesco jopo rubio acompañado de unas patillas largas que se adentraban a sus mejillas. El sujeto tenía una cicatriz vertical que cruzaba su ojo derecho, mientras una sonrisa amistosa se dibujaba en su rostro. Era casi tan alto como Zane y gozaba de un cuerpo bien tonificado, como si pasase horas y horas entrenando. Calzaba unas botas de cuero y llevaba unos pantalones militares, además de una camisa hawaiana. Una combinación muy extraña sin lugar a duda.
—Soy Zulik, por cierto —mencionó el hombre y enseguida tomó asiento frente a la bruja, como si tuviesen toda la confianza del mundo—. Esos hombres que te acompañan… ¿son tus amigos?
La pelirrosa se encogió de hombros y volvió la mirada al libro que estaba leyendo.
—¿Puedo continuar con el libro, Zulik? —preguntó sin mirarle, intentando ser amable.
—Oh, por supuesto. Lo siento… Yo… Iré a por una cerveza, ¿quieres una? —El hombre de los pantalones militares esperó impaciente la respuesta de la pelirrosa, pero ninguna palabra salió de su boca.
Marc Kiedis
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Llevar el timón del navío de los Arashi por aguas del Nuevo Mundo era una tarea agradable la mayor parte del tiempo. Las tormentas suponían un auténtico desafío, sí, pero si en algún momento el barco peligraba siempre tenían a su capitán. La habilidad al timón del "Descamisetado" era casi tan reconocida como con la espada, así que Marc simplemente debía encargarse de que la embarcación se mantuviese en el rumbo correcto. Zane y él se turnaban en esas tareas y, cuando a él le tocaba ponerse a cocinar o necesitaba descansar el pelirrojo no tenía inconveniente en ocupar su lugar. No obstante, en aquel momento era el semigigante quien manejaba el navío, mientras el espadachín bebía y cantaba una extraña pero ciertamente pegadiza canción.
Al anochecer arribaron a su destino. Al parecer se encontraban en la isla de Samirn, un lugar que había sido hasta hace poco realmente peculiar y no muy recomendable para los foráneos, pero que ahora mismo no era más peligrosa que cualquier otra isla de aquellas aguas, lo que, por otro lado, tampoco era precisamente decir poco.
***
El alcohol, la música y las risas llenaban el ambiente de alegría, y Marc disfrutaba de la fiesta junto a sus nakamas. Bueno, junto a la mayoría de ellos. Katharina, distante como siempre, parecía encontrarse muy lejos de allí aunque físicamente se encontrase presente. Luka, haciendo gala de nuevo de su amplio arsenal de drogas y fármacos, iba ofreciendo uno por uno a sus camaradas unas pastillas que, según explicó al propio semigigante, les ayudarían a pasarlo mejor y a no encontrararse mal la mañana siguiente. Eso sí, con un curioso efecto secundario.
El cocinero aceptó enseguida la oferta del tiburón, e ingirió la píldora junto a un largo trago de su jarra de cerveza. Pronto los efectos físicos de aquella sustancia comenzaron a hacerse evidentes. Y no solo porque el alcohol viese su efecto potenciado haciendo que el grandullón se animase a ponerse a bailar en mitad del local, sino porque en su zona íntima comenzó a hacer relieve algo de un tamaño verdaderamente llamativo, incluso para alguien de su especie. Con los movimientos de Marc, que bailaba con gran alegría aunque no demasiada destreza, el bulto de su entrepierna se cimbreaba como un descomunal péndulo, llegando amenazar en algunas ocasiones con batear accidentalmente la cabeza de alguno de los presentes.
Al anochecer arribaron a su destino. Al parecer se encontraban en la isla de Samirn, un lugar que había sido hasta hace poco realmente peculiar y no muy recomendable para los foráneos, pero que ahora mismo no era más peligrosa que cualquier otra isla de aquellas aguas, lo que, por otro lado, tampoco era precisamente decir poco.
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El alcohol, la música y las risas llenaban el ambiente de alegría, y Marc disfrutaba de la fiesta junto a sus nakamas. Bueno, junto a la mayoría de ellos. Katharina, distante como siempre, parecía encontrarse muy lejos de allí aunque físicamente se encontrase presente. Luka, haciendo gala de nuevo de su amplio arsenal de drogas y fármacos, iba ofreciendo uno por uno a sus camaradas unas pastillas que, según explicó al propio semigigante, les ayudarían a pasarlo mejor y a no encontrararse mal la mañana siguiente. Eso sí, con un curioso efecto secundario.
El cocinero aceptó enseguida la oferta del tiburón, e ingirió la píldora junto a un largo trago de su jarra de cerveza. Pronto los efectos físicos de aquella sustancia comenzaron a hacerse evidentes. Y no solo porque el alcohol viese su efecto potenciado haciendo que el grandullón se animase a ponerse a bailar en mitad del local, sino porque en su zona íntima comenzó a hacer relieve algo de un tamaño verdaderamente llamativo, incluso para alguien de su especie. Con los movimientos de Marc, que bailaba con gran alegría aunque no demasiada destreza, el bulto de su entrepierna se cimbreaba como un descomunal péndulo, llegando amenazar en algunas ocasiones con batear accidentalmente la cabeza de alguno de los presentes.
El pelirrojo estaba demostrando sus grandes dotes para el cante hondo, palmeando como lo hacían los habitantes del bello archipiélago andalusí, cuando una mano amiga se puso sobre la suya. Se trataba de Luka, y su intención era regalarle algo que no todos podían ver. Al mirar lo que era se trató de una pastilla de forma ovalada, de un verde musco que no la hacía muy apetitosa. La estuvo mirando durante un rato, suspirando de vez en cuando mientras se tomaba la jarra de cerveza. “Tomar o no tomarla”, pensaba. No obstante, antes de que pudiera tan siquiera tomar una decisión, una fiera inquieta dando mil vueltas se acercó hacia él. Tenía las pupilas muy dilatadas, la lengua fuera y la espada natural desenvainada, pero no era un enemigo, sino un primate de algo menos de un metro de estatura en celo. Se encontraba dando vueltas por el techo, saltando de una viga a otra, pero el instinto del pirata sabía que él era su presa. Miró hacia el frente, y pude ver como el bulto que le asomaba a Marc en los pantalones, y entonces lo entendió.
—Maldito Luka… —mostró una sonrisilla—. Se va a enterar.
Y como supuso, el primate se abalanzó hacia él. Rápidamente, dejando notar un ápice de su presencia, hizo parar al mono.
—Hola, chiquitín —le dijo—. ¿Ves a ese hombre pez de ahí? —le señaló, mirando al pez con picardía—. Pues me ha dicho que no le importa que le folle un mono, así que ¡ADELANTE!
Sin embargo, el mono no le hizo caso, se subió sobre una mesa y empezó a pelarse la banana a una velocidad que superaba la suya en época de sequía.
“Es un maestro” —pensó.
La fiesta continuó, pero no se atrevió a tomar la pastilla, con el pensamiento de guardarla para otra ocasión. Sin embargo, pese a todo, acabó tomándosela. Toda la sangre parecía estar acumulándose en una única parte de su cuerpo. Sentía una presión central que iba alargando su aparato reproductor hasta sentir una dureza que podría resultar hasta molesta.
La fiesta se acabó trasladando a la plaza central, donde únicamente había gente joven. El mono también estaba allí, seguido de un amigo, y ambos estaban siempre al lado de Nailah. ¿Casualidad? No lo creo.
Entretanto, como un buen pirata valiente, Zane sacó a bailar a Katharina, pues sentía que de todos sus compañeros era con quien menos confianza tenía. Le dio un par de vueltas, y luego la llevó a un pequeño escenario a cantar.
—Creo que deberíamos hablar más, Kathari.., Katari…, Kath, mejor lo dejo en Kath —dijo algo trabado—. Pero no solo conmigo, sino con toda la banda. ¡SIUUUUH!
A la mañana siguiente, con el sol pegando ya fuera sobre sus cabezas, el pelirrojo se despertó el primero. Siempre que bebía a espuertas apenas podía dormir, a no ser que lo hiciera en una cama mullida, pero se encontraban tirados en mitad de un parque. Se levantó dando pequeños pasos y se bajó los pantalones para orinar. Y entonces, algo había pasado, todo era más pequeño y menos peludo. Miró sus manos y eran más pequeñas y delgadas.
—No puede ser…
Corrió hacia una fuente que había cerca y miró su reflejo.
—No, no puede ser… —inquirió de nuevo, volviendo a donde estaba sus amigos.
—¡LUKA! —gritó, agarrando a su amigo por la camisa—¿Qué coño llevaba esa pastilla?
Y su amigo también era un niño, pero no solo él, sino todos los demás había rejuvenecido hasta tener una edad entre doce y quince años. Zane estaba muy alterado, pero sobre todo era porque su katana le pesaba, y le resultaba difícil sujetarla; eso sin contar que la ropa le venía grande.
—Maldito Luka… —mostró una sonrisilla—. Se va a enterar.
Y como supuso, el primate se abalanzó hacia él. Rápidamente, dejando notar un ápice de su presencia, hizo parar al mono.
—Hola, chiquitín —le dijo—. ¿Ves a ese hombre pez de ahí? —le señaló, mirando al pez con picardía—. Pues me ha dicho que no le importa que le folle un mono, así que ¡ADELANTE!
Sin embargo, el mono no le hizo caso, se subió sobre una mesa y empezó a pelarse la banana a una velocidad que superaba la suya en época de sequía.
“Es un maestro” —pensó.
La fiesta continuó, pero no se atrevió a tomar la pastilla, con el pensamiento de guardarla para otra ocasión. Sin embargo, pese a todo, acabó tomándosela. Toda la sangre parecía estar acumulándose en una única parte de su cuerpo. Sentía una presión central que iba alargando su aparato reproductor hasta sentir una dureza que podría resultar hasta molesta.
La fiesta se acabó trasladando a la plaza central, donde únicamente había gente joven. El mono también estaba allí, seguido de un amigo, y ambos estaban siempre al lado de Nailah. ¿Casualidad? No lo creo.
Entretanto, como un buen pirata valiente, Zane sacó a bailar a Katharina, pues sentía que de todos sus compañeros era con quien menos confianza tenía. Le dio un par de vueltas, y luego la llevó a un pequeño escenario a cantar.
—Creo que deberíamos hablar más, Kathari.., Katari…, Kath, mejor lo dejo en Kath —dijo algo trabado—. Pero no solo conmigo, sino con toda la banda. ¡SIUUUUH!
* * *
A la mañana siguiente, con el sol pegando ya fuera sobre sus cabezas, el pelirrojo se despertó el primero. Siempre que bebía a espuertas apenas podía dormir, a no ser que lo hiciera en una cama mullida, pero se encontraban tirados en mitad de un parque. Se levantó dando pequeños pasos y se bajó los pantalones para orinar. Y entonces, algo había pasado, todo era más pequeño y menos peludo. Miró sus manos y eran más pequeñas y delgadas.
—No puede ser…
Corrió hacia una fuente que había cerca y miró su reflejo.
—No, no puede ser… —inquirió de nuevo, volviendo a donde estaba sus amigos.
—¡LUKA! —gritó, agarrando a su amigo por la camisa—¿Qué coño llevaba esa pastilla?
Y su amigo también era un niño, pero no solo él, sino todos los demás había rejuvenecido hasta tener una edad entre doce y quince años. Zane estaba muy alterado, pero sobre todo era porque su katana le pesaba, y le resultaba difícil sujetarla; eso sin contar que la ropa le venía grande.
Katharina von Steinhell
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Sabía que la píldora que Luka estaba repartiendo no era del todo buena, y lo comprobó cuando vio a Marc. En estricto rigor, no le vio, sino que se fijó en lo que parecía ser un dragón salvaje queriendo salir de su jaula. Tal vez en los humanos podía tener un efecto más o menos controlable, pero ¿en un gigante? Katharina se alegraba de estar a varios metros de él y su cosa de tamaño perturbador; no quería tener nada que ver con lo que estaba sucediendo con sus compañeros. Por otro lado, Marc no era el único que estaba sufriendo de extraños cambios corporales, sino que también el mono que, de un momento a otro, comenzó a llamar la atención dándose placer a sí mismo. La bruja sabía de sobra que con los Arashi siempre las fiestas terminaban en cuestiones extrañas y difíciles de entender.
Por su parte, continuó inmersa en el libro que tenía sobre la mesa y, justo después de que el hombre llamado Zulik desapareció de su vista, encargó una triple ración de carne asada con patatas fritas y cebolla dulce, además de champiñones y otras ensaladas. Disfrutó cada trozo de comida como si fuese el último, sin embargo, no alcanzó a terminar puesto que notó que sus compañeros estaban empeñados en salir de la taberna y dirigirse hacia otro lugar.
—Vaya, vaya, no pueden siquiera estarse quietos… Será mejor que les siga antes de que la caguen —se dijo para sí misma y, tras coger el libro y devorarse la comida de un solo mordisco, caminó detrás de sus amigos.
La plaza central era un lugar cálido y repleto de gente joven que disfrutaba cada segundo de la noche. Había un escenario donde los chicos bailaban y se divertían, además de algunas tiendas que vendían refrescos, cervezas artesanales y, por supuesto, comida. Katharina prefería mil veces estar en la taberna, pues ahí al menos podía estar sentada y, con mucho esfuerzo, ignorar el ruido para concentrarse en el libro que cargaba en su mano. Pero si le dieran a elegir entre la taberna y el barco, escogería este último sin dudarlo. Le gustaba el silencio y la soledad, pues en ese ambiente podía pensar con claridad.
Entre la muchedumbre divisó a Zane acercándose hacia ella con paso desequilibrado; seguramente el alcohol ya había hecho efecto. El hombre le ofreció su mano como señal para invitarla a bailar y Katharina aceptó, aunque no con demasiadas ganas. La bruja demostró movimientos ágiles y fluidos como el agua, dejando claro que era una buenísima bailarina. De vez en cuando, Katharina sentía el roce del miembro erecto de su capitán, pero prefería no pensar en ello. «Putas pastillas. En serio, Luka, esta vez te has pasado», pensó para ella mientras giraba con los brazos extendidos y luego volvía a su lugar.
—Estamos hablando, Zane —respondió la bruja con suma naturalidad, evitando el trasfondo de las palabras de su capitán—. Y creo que llamarme Kath está bien; siempre he pensado que Katharina es demasiado largo.
La bruja pasó la noche bebiendo todo tipo de bebidas sin alcohol y de colores fluorescentes, comiendo todo tipo de comidas exóticas y yendo de allá para acá, bailando sin cesar. Se sentía feliz de haber pasado un buen momento fuera de su habitación y los libros.
Despertó y soltó un profundo bostezo, intentando recordar por qué diablos no había ido a dormir a un hostal o al barco. En cambio, se hallaba en medio de un parque, bajo la copa de un árbol. Por suerte, había sido lo suficientemente inteligente para alterar la tierra y volverla casi tan cómoda como una cama. Estiró los brazos y luego frunció el ceño, observó a su alrededor y se llevó una aterradora sorpresa. Tuvo que pellizcarse para saber que no se encontraba soñando, pues la gente decía que era la forma de descubrir si se estaba dentro de un sueño o no. Pero todo aquello era la realidad. Vio a Zane mirándose el pito y, tras pestañear, lo encontró agarrando a Luka por la camisa.
Katharina caminó con miedo a la laguna que estaba a pocos metros de ella y asomó el rostro. El largo de su cabello seguía siendo el mismo, pero el tamaño de sus pechos disminuyó considerablemente. «No puede ser… ¡¿He vuelto a ser una niña?!», se preguntó con algo de frustración, pero enseguida recordó que podía acceder a la polimorfia en cualquier momento y modificar por completo su apariencia física. Sin embargo, lo importante era descubrir qué diablos había pasado.
—No fueron las pastillas, Zane —intervino Katharina con el ceño fruncido y con un aspecto tan infantil que era difícil tomarle en serio—. Yo no tomé ninguna y, aun así, parezco una niña de doce años. No nos quedaremos así, ¿verdad? A mí me da igual, puedo cambiar de aspecto en cualquier momento, pero dudo que tú, Luka y los demás puedan.
Por su parte, continuó inmersa en el libro que tenía sobre la mesa y, justo después de que el hombre llamado Zulik desapareció de su vista, encargó una triple ración de carne asada con patatas fritas y cebolla dulce, además de champiñones y otras ensaladas. Disfrutó cada trozo de comida como si fuese el último, sin embargo, no alcanzó a terminar puesto que notó que sus compañeros estaban empeñados en salir de la taberna y dirigirse hacia otro lugar.
—Vaya, vaya, no pueden siquiera estarse quietos… Será mejor que les siga antes de que la caguen —se dijo para sí misma y, tras coger el libro y devorarse la comida de un solo mordisco, caminó detrás de sus amigos.
La plaza central era un lugar cálido y repleto de gente joven que disfrutaba cada segundo de la noche. Había un escenario donde los chicos bailaban y se divertían, además de algunas tiendas que vendían refrescos, cervezas artesanales y, por supuesto, comida. Katharina prefería mil veces estar en la taberna, pues ahí al menos podía estar sentada y, con mucho esfuerzo, ignorar el ruido para concentrarse en el libro que cargaba en su mano. Pero si le dieran a elegir entre la taberna y el barco, escogería este último sin dudarlo. Le gustaba el silencio y la soledad, pues en ese ambiente podía pensar con claridad.
Entre la muchedumbre divisó a Zane acercándose hacia ella con paso desequilibrado; seguramente el alcohol ya había hecho efecto. El hombre le ofreció su mano como señal para invitarla a bailar y Katharina aceptó, aunque no con demasiadas ganas. La bruja demostró movimientos ágiles y fluidos como el agua, dejando claro que era una buenísima bailarina. De vez en cuando, Katharina sentía el roce del miembro erecto de su capitán, pero prefería no pensar en ello. «Putas pastillas. En serio, Luka, esta vez te has pasado», pensó para ella mientras giraba con los brazos extendidos y luego volvía a su lugar.
—Estamos hablando, Zane —respondió la bruja con suma naturalidad, evitando el trasfondo de las palabras de su capitán—. Y creo que llamarme Kath está bien; siempre he pensado que Katharina es demasiado largo.
La bruja pasó la noche bebiendo todo tipo de bebidas sin alcohol y de colores fluorescentes, comiendo todo tipo de comidas exóticas y yendo de allá para acá, bailando sin cesar. Se sentía feliz de haber pasado un buen momento fuera de su habitación y los libros.
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Despertó y soltó un profundo bostezo, intentando recordar por qué diablos no había ido a dormir a un hostal o al barco. En cambio, se hallaba en medio de un parque, bajo la copa de un árbol. Por suerte, había sido lo suficientemente inteligente para alterar la tierra y volverla casi tan cómoda como una cama. Estiró los brazos y luego frunció el ceño, observó a su alrededor y se llevó una aterradora sorpresa. Tuvo que pellizcarse para saber que no se encontraba soñando, pues la gente decía que era la forma de descubrir si se estaba dentro de un sueño o no. Pero todo aquello era la realidad. Vio a Zane mirándose el pito y, tras pestañear, lo encontró agarrando a Luka por la camisa.
Katharina caminó con miedo a la laguna que estaba a pocos metros de ella y asomó el rostro. El largo de su cabello seguía siendo el mismo, pero el tamaño de sus pechos disminuyó considerablemente. «No puede ser… ¡¿He vuelto a ser una niña?!», se preguntó con algo de frustración, pero enseguida recordó que podía acceder a la polimorfia en cualquier momento y modificar por completo su apariencia física. Sin embargo, lo importante era descubrir qué diablos había pasado.
—No fueron las pastillas, Zane —intervino Katharina con el ceño fruncido y con un aspecto tan infantil que era difícil tomarle en serio—. Yo no tomé ninguna y, aun así, parezco una niña de doce años. No nos quedaremos así, ¿verdad? A mí me da igual, puedo cambiar de aspecto en cualquier momento, pero dudo que tú, Luka y los demás puedan.
Luka Rooney
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La noche estaba transcurriendo tal y como Luka había planeado. La mayoría de sus nakamas habían consumido de nuevo una de sus pastillitas. En esa ocasión, maldijo firmemente la decisión con la cual se la había dado al semi-gigante, ya que su mandoble ya alzaba la vista, y el pirata desconocía si las costuras de su pantalón aguantarían mucho más. En ese momento el gyojin supo por qué cuando bromeó sobre el tamaño de su miembro con Marc éste no se rió. No es que le diese corte hablar sobre su entrepierna -o puede que sí-, lo que realmente ocurría era que más allá de ser una broma, era la realidad. Su miembro era probablemente del tamaño de Nailah. Y aquello, en ristre como un ariete, amenazaba la integridad de todos los Arashi. En ese momento el tiburón pensó cómo podría nacer un semigigante de las entrañas de un humano. Aquello era tan ilógico como la fiesta lo estaba siendo.
- Creo que debo elegir mejor quién debe consumir mis mierdas -susurró a su capitán a la par que se alejaba de allí
Después, todo transcurrió muy rápido. De pronto el habitante del mar se encontraba pidiendo un ron mientras miraba la escena sin poder dejar de reír, como su capitán mandaba a una especie de mono salido a ir contra él. Entre tanto, el gyojin no dejó de drogarse. Primero pastillas “happy hour”, y después un poco de “polvo de la felicidad”. Aquello no podía ir a peor. O sí.
Lo realmente curioso vino después. El mono, en vez de lanzarse a por Luka, hizo gala de una tremenda agilidad y lo que seguramente eran años de práctica, para enseñar al resto el tremendo arte del amor propio. La muñeca del susodicho animal parecía ir sola, un movimiento fino, suave y ligero, pero sobre todo tremendamente ágil, que hizo que el silencio predominara durante unos segundos. Todo aquello culminó en un final tan feliz que se oyeron algunos vitoreos, seguidos de un ruido cada vez más intenso. Puede que todo lo que ocurriese allí fuese festejado. O quizá simplemente el mono hizo lo que cualquier hombre allí, después de haber tomado una de las pastillas de Luka, quisiera hacer. En cualquier caso, el único que había culminado la fiesta allí era el mono.
El tiburón se despertó abrumado, casi tan asustado como para gritar. Algo le agarraba, y cuando abrió los ojos observó que era un niño.
- Pero qué haces, puto niño. ¿Quieres jugar, eh? ¿Quieres? -comentó a la par que alzaba el puño
Pero cuando el niño habló, pronto se dió cuenta del parecido con su capitán, y lo que le dijo le situó. El gyojin, aún empastillado de la noche anterior, no pudo parar de reir. Se tiró al suelo incluso y empezó a dar vueltas cual croqueta.
- Aún no he dado con una pastilla que haga esto, capi. Pero molaría mazo. Mira a Manué, ¿no te dan ganas de pegarle? -comentó una vez se rehizo de su propia risa para seguir tronchándose- Fua, se me está ocurriendo… ¿Y si esto es un puto sueño? ¿Y si estamos soñando y estamos todos enlazados? ¡¡Mira, una puta mariposa!! ¡¡Ha sido ella, seguro!! ¡¡Nailah, a por ella!!
El gyojin salió corriendo detrás de la mariposa y acabó cayendo en la charca cercana. El agua estaba lo suficientemente fría como para espantar a casi cualquiera. Entonces, se le ocurrió una buena broma que gastar a sus compañeros. Nada era más importante que mantener el buen humor en una situación así.
- ¡¡Ayuda!! ¡¡Aún soy muy pequeño y no sé nadar!! -gritó aguantándose la risa y haciendo como que se ahogaba- ¡¡Aaaaa!! -volvió a gritar hundiéndose en el agua -¡Yuda!
Lo que desde luego no se esperaba el tiburón era que justo en medio de aquella broma algo le agarrase la pierna y tirase de él hacia abajo. Puede que fuese merecido para Luka, que empezó a reirse nuevamente, perdiendo gran parte del aire que tenía en sus pulmones.
- Creo que debo elegir mejor quién debe consumir mis mierdas -susurró a su capitán a la par que se alejaba de allí
Después, todo transcurrió muy rápido. De pronto el habitante del mar se encontraba pidiendo un ron mientras miraba la escena sin poder dejar de reír, como su capitán mandaba a una especie de mono salido a ir contra él. Entre tanto, el gyojin no dejó de drogarse. Primero pastillas “happy hour”, y después un poco de “polvo de la felicidad”. Aquello no podía ir a peor. O sí.
Lo realmente curioso vino después. El mono, en vez de lanzarse a por Luka, hizo gala de una tremenda agilidad y lo que seguramente eran años de práctica, para enseñar al resto el tremendo arte del amor propio. La muñeca del susodicho animal parecía ir sola, un movimiento fino, suave y ligero, pero sobre todo tremendamente ágil, que hizo que el silencio predominara durante unos segundos. Todo aquello culminó en un final tan feliz que se oyeron algunos vitoreos, seguidos de un ruido cada vez más intenso. Puede que todo lo que ocurriese allí fuese festejado. O quizá simplemente el mono hizo lo que cualquier hombre allí, después de haber tomado una de las pastillas de Luka, quisiera hacer. En cualquier caso, el único que había culminado la fiesta allí era el mono.
***
El tiburón se despertó abrumado, casi tan asustado como para gritar. Algo le agarraba, y cuando abrió los ojos observó que era un niño.
- Pero qué haces, puto niño. ¿Quieres jugar, eh? ¿Quieres? -comentó a la par que alzaba el puño
Pero cuando el niño habló, pronto se dió cuenta del parecido con su capitán, y lo que le dijo le situó. El gyojin, aún empastillado de la noche anterior, no pudo parar de reir. Se tiró al suelo incluso y empezó a dar vueltas cual croqueta.
- Aún no he dado con una pastilla que haga esto, capi. Pero molaría mazo. Mira a Manué, ¿no te dan ganas de pegarle? -comentó una vez se rehizo de su propia risa para seguir tronchándose- Fua, se me está ocurriendo… ¿Y si esto es un puto sueño? ¿Y si estamos soñando y estamos todos enlazados? ¡¡Mira, una puta mariposa!! ¡¡Ha sido ella, seguro!! ¡¡Nailah, a por ella!!
El gyojin salió corriendo detrás de la mariposa y acabó cayendo en la charca cercana. El agua estaba lo suficientemente fría como para espantar a casi cualquiera. Entonces, se le ocurrió una buena broma que gastar a sus compañeros. Nada era más importante que mantener el buen humor en una situación así.
- ¡¡Ayuda!! ¡¡Aún soy muy pequeño y no sé nadar!! -gritó aguantándose la risa y haciendo como que se ahogaba- ¡¡Aaaaa!! -volvió a gritar hundiéndose en el agua -¡Yuda!
Lo que desde luego no se esperaba el tiburón era que justo en medio de aquella broma algo le agarrase la pierna y tirase de él hacia abajo. Puede que fuese merecido para Luka, que empezó a reirse nuevamente, perdiendo gran parte del aire que tenía en sus pulmones.
Marc Kiedis
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Las pastillas de Luka era el ingrediente que faltaba para una de las clásicas noches de descontrol de los Arashi. Y la irrupción de un diminuto mono que primero atacó a Zane para posteriormente comenzar a tocarse su zona íntima compulsivamente delante de todo el mundo no hizo sino que la multitud se animase aún más. Efecto causado, como no, por las múltiples sustancias que casi todos allí habían ingerido, impidiéndoles pensar en que lo que acababan de ver era un animal masturbándose, no algo que aclamar. Pero bueno, así eran las cosas cuando los Arashi se desmadraban. Al parecer el miembro del semigigante había sido el otro gran foco de atención de la fiesta. Al grandullón casi le daba vergüenza, pues entendía que para todos los demás aquello fuese una monstruosidad, algo de un tamaño exagerado. Pero claro, una vez más el acohol y las pastillas de Luka hicieron que ese casi se quedase en nada.
La mañana siguiente, Marc despertó sin ningún tipo de resaca, como su nakama le había prometido. Parecía que aquellas píldoras cumplían con todo lo que el tiburón le había dicho. Cuando se puso de pie, la sorpresa fue tremebunda. No sabía por qué, pero lo veía todo desde mucho más abajo. Aquella perspectiva le resultaba extrañamente familiar, pero no lograba averigüar de qué. Miró a su alrededor para darse cuenta con extrañeza de que estaba rodeado de niños que parecían justo entrando en la pubertad. No obstante, sus agudas voces tenían matices que le recordaban a otras mucho más familiares: las de sus nakamas. De hecho, había un chico pelirrojo y un gyojin tiburón adolescente gritando mientras una niña sorprendentemente parecida a la bruja trataba de razonar con ellos. Y en el suelo, a su alrededor, versiones en miniatura del resto de sus compañeros dormían plácidamente.
Al semigigante le costó unos minutos asumir lo que acababa de ocurrir. No sabía cómo, pero todos habían sido convertidos en preadolescentes. Katharina hizo un apunte interesante. No se trataba de un bizarro efecto secundario de las pastillas de Luka, pues ella no las había probado. Tampoco podía ser algo que estuviese en el alcohol por esa misma razón. Algo o alguien había tenido que hacerlo pero, ¿por qué?
En ese momento, el gyojin se lanzó a una charca. Seguramente su piel, tras pasar toda la noche durmiendo sobre la tierra, necesitaría hidratación. Sin embargo, apenas unos momentos después comenzó a pedir ayuda, gritando que era demasiado joven y que no sabía nadar. Marc, a pesar de conocer la naturaleza bromista del tiburón, creyó sus palabras a pies juntillas. Alarmado, y sabiendo que él mismo, al ser usuario de Akuma no mi, no sería capaz de salir vivo del agua, buscó algo que pudiera usar para ayudar a su amigo. Tras unos segundos de búsqueda vio lo que parecía un tronco de árbol no excesivamente grande tirado sobre la hierba, y pensando que con él podría sacar a su compañero.
No obstante, cuando ya se disponía a tendérselo y gritarle que lo agarrase con todas sus fuerzas, el habitante del mar se hundió bruscamente en el agua. Asustado, el cocinero comenzó a gritar, buscando despertar al resto de sus nakamas para que entre todos sacasen a Luka de allí:
- ¡Chicos, chicos! ¡Despertad! ¡Algo ha hecho que Luka se hundiese en esa charca, tenemos que sacarle de ahí!
Con las prisas por conseguir ayuda, se le olvidó mencionar entre sus gritos que todos habían sido devueltos a la preadolescencia.
***
La mañana siguiente, Marc despertó sin ningún tipo de resaca, como su nakama le había prometido. Parecía que aquellas píldoras cumplían con todo lo que el tiburón le había dicho. Cuando se puso de pie, la sorpresa fue tremebunda. No sabía por qué, pero lo veía todo desde mucho más abajo. Aquella perspectiva le resultaba extrañamente familiar, pero no lograba averigüar de qué. Miró a su alrededor para darse cuenta con extrañeza de que estaba rodeado de niños que parecían justo entrando en la pubertad. No obstante, sus agudas voces tenían matices que le recordaban a otras mucho más familiares: las de sus nakamas. De hecho, había un chico pelirrojo y un gyojin tiburón adolescente gritando mientras una niña sorprendentemente parecida a la bruja trataba de razonar con ellos. Y en el suelo, a su alrededor, versiones en miniatura del resto de sus compañeros dormían plácidamente.
Al semigigante le costó unos minutos asumir lo que acababa de ocurrir. No sabía cómo, pero todos habían sido convertidos en preadolescentes. Katharina hizo un apunte interesante. No se trataba de un bizarro efecto secundario de las pastillas de Luka, pues ella no las había probado. Tampoco podía ser algo que estuviese en el alcohol por esa misma razón. Algo o alguien había tenido que hacerlo pero, ¿por qué?
En ese momento, el gyojin se lanzó a una charca. Seguramente su piel, tras pasar toda la noche durmiendo sobre la tierra, necesitaría hidratación. Sin embargo, apenas unos momentos después comenzó a pedir ayuda, gritando que era demasiado joven y que no sabía nadar. Marc, a pesar de conocer la naturaleza bromista del tiburón, creyó sus palabras a pies juntillas. Alarmado, y sabiendo que él mismo, al ser usuario de Akuma no mi, no sería capaz de salir vivo del agua, buscó algo que pudiera usar para ayudar a su amigo. Tras unos segundos de búsqueda vio lo que parecía un tronco de árbol no excesivamente grande tirado sobre la hierba, y pensando que con él podría sacar a su compañero.
No obstante, cuando ya se disponía a tendérselo y gritarle que lo agarrase con todas sus fuerzas, el habitante del mar se hundió bruscamente en el agua. Asustado, el cocinero comenzó a gritar, buscando despertar al resto de sus nakamas para que entre todos sacasen a Luka de allí:
- ¡Chicos, chicos! ¡Despertad! ¡Algo ha hecho que Luka se hundiese en esa charca, tenemos que sacarle de ahí!
Con las prisas por conseguir ayuda, se le olvidó mencionar entre sus gritos que todos habían sido devueltos a la preadolescencia.
Nailah
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Nailah había ingerido la pastilla de Luka y estuvo vagando por todo el bar mendigando un poco de "amor". Pero con los miembros de su banda parecía que no colaba, tal vez con Zane si, pero se había vuelto un amargado que ya no disfrutaba de los pequeños momentos. Se fijó en el mandoble de Marc y se dio la vuelta. Vaya cosa escondía el gigantón, pensó Nailah con las mejillas ruborizadas tanto por la pastilla como por el alcohol que había ingerido.
La fiesta continuó durante mucho más en una zona al aire libre, acompañada de mucha música y más comida. Cuando Nailah llegó al centro de la fiesta los monos la seguían a todas partes. En el fondo le parecían unos animales pervertidos muy adorables y el hecho de que quisieran lanzarse contra algunos de la banda en busca de placer le resultaba divertido.
Bailó sola durante un buen rato en el centro de la pista, incomodando a gente que por allí intentaba pasarlo bien hasta que al pelirrojo y a Katharina bailando. Arqueó las cejas mientras veía lo bien que lo pasaban y se acercó rápidamente a ellos, esperando a que bajaran del escenario para seguir bailando. Tras eso, agarró de la muñeca a la pirata y se la llevó al centro, para bailar con ella. Nailah estaba casi borracha, pero aun era consciente de lo que hacía y decía, o eso creía ella.
-Tanto tiempo juntas en... en... en la banda y aun no hemos hecho nada juntas - Se repitió. Nailah intentaba lanzar una indirecta, pero en su estado era muy lamentable lo que pretendía y quizás la chica ni se enterara -. Bailas muy... muy bien.
La noche transcurrió con mucho más alcohol y bailes, hasta que Nailah cayó rendida en el suelo, durmiendo sentada al lado de una columna. Cuando la luz del sol incidió sobre sus ojos esta pasó la mano por delante de ellos, para taparlo, pero después un grito agudo la despertó del todo. Se llevó la mano a la cabeza, cansada y dolorida de tanta fiesta y se levantó, aunque al caminar casi se tropieza con sus ropajes, pues estos parecían muy grandes.
La pirata miró a Zane y abrió los ojos como platos. ¿Estaba soñando? Miró a su alrededor, pensando en que aquello era la taberna del viejo Vic. ¿Todo este tiempo había sido un sueño en el que aún seguía en Sabaody? Nailah se acercó hasta sus compañeros, los cuales también se habían convertido en niños. La muchacha sacó de su estuche del cinturón un pequeño espejo que llevaba siempre consigo y observó su rostro aniñado, volvía a ser una muchachita como cuando tenía diez años. Se recogió la ropa y le hizo nudos para no tropezar con ellas. El tamaño de Nailah en comparación con el resto era mucho más pequeño, su infancia había sido dura y no fue hasta Sabaody cuando su cuerpo comenzó a desarrollarse y a perder su extrema delgadez.
-Igual hemos retrocedido en el tiempo, por un momento pensé que estábamos de nuevo en Sabaody - comentó dirigiéndose hacia Zane.
Nailah soltó unas sonoras carcajadas cuando Luka decidió perseguir a la mariposa que decía haberlos convertidos en niños y, después corrió tras él cerca de la charca. Él se metió de lleno a jugar como si estuviera ahogando y Nailah, con los pies ya en el agua, le agarró la mano para que dejara de hacer el tonto; sin embargo, cuando algo tiró hacia abajo, la pequeña también se sumergió aguantando la respiración. En ningún momento soltó la mano del gyojin, pues le intentaba agarrar con fuerza, pero parecía que carecía de ello.
La fiesta continuó durante mucho más en una zona al aire libre, acompañada de mucha música y más comida. Cuando Nailah llegó al centro de la fiesta los monos la seguían a todas partes. En el fondo le parecían unos animales pervertidos muy adorables y el hecho de que quisieran lanzarse contra algunos de la banda en busca de placer le resultaba divertido.
Bailó sola durante un buen rato en el centro de la pista, incomodando a gente que por allí intentaba pasarlo bien hasta que al pelirrojo y a Katharina bailando. Arqueó las cejas mientras veía lo bien que lo pasaban y se acercó rápidamente a ellos, esperando a que bajaran del escenario para seguir bailando. Tras eso, agarró de la muñeca a la pirata y se la llevó al centro, para bailar con ella. Nailah estaba casi borracha, pero aun era consciente de lo que hacía y decía, o eso creía ella.
-Tanto tiempo juntas en... en... en la banda y aun no hemos hecho nada juntas - Se repitió. Nailah intentaba lanzar una indirecta, pero en su estado era muy lamentable lo que pretendía y quizás la chica ni se enterara -. Bailas muy... muy bien.
La noche transcurrió con mucho más alcohol y bailes, hasta que Nailah cayó rendida en el suelo, durmiendo sentada al lado de una columna. Cuando la luz del sol incidió sobre sus ojos esta pasó la mano por delante de ellos, para taparlo, pero después un grito agudo la despertó del todo. Se llevó la mano a la cabeza, cansada y dolorida de tanta fiesta y se levantó, aunque al caminar casi se tropieza con sus ropajes, pues estos parecían muy grandes.
La pirata miró a Zane y abrió los ojos como platos. ¿Estaba soñando? Miró a su alrededor, pensando en que aquello era la taberna del viejo Vic. ¿Todo este tiempo había sido un sueño en el que aún seguía en Sabaody? Nailah se acercó hasta sus compañeros, los cuales también se habían convertido en niños. La muchacha sacó de su estuche del cinturón un pequeño espejo que llevaba siempre consigo y observó su rostro aniñado, volvía a ser una muchachita como cuando tenía diez años. Se recogió la ropa y le hizo nudos para no tropezar con ellas. El tamaño de Nailah en comparación con el resto era mucho más pequeño, su infancia había sido dura y no fue hasta Sabaody cuando su cuerpo comenzó a desarrollarse y a perder su extrema delgadez.
-Igual hemos retrocedido en el tiempo, por un momento pensé que estábamos de nuevo en Sabaody - comentó dirigiéndose hacia Zane.
Nailah soltó unas sonoras carcajadas cuando Luka decidió perseguir a la mariposa que decía haberlos convertidos en niños y, después corrió tras él cerca de la charca. Él se metió de lleno a jugar como si estuviera ahogando y Nailah, con los pies ya en el agua, le agarró la mano para que dejara de hacer el tonto; sin embargo, cuando algo tiró hacia abajo, la pequeña también se sumergió aguantando la respiración. En ningún momento soltó la mano del gyojin, pues le intentaba agarrar con fuerza, pero parecía que carecía de ello.
Hacía ya bastante tiempo que había perdido la cuenta, tanto que el acto de llevarse su copa a la boca se le antojaba como algo casi inconsciente. ¿Era la undécima? ¿La duodécima? No, debían ser más. Therax no acostumbraba a beber siempre y cuando no pudieran ofrecerle el whiskey que tanto le gustaba, pero en aquella ocasión no había sido así. No había dudado en coger por banda a Hardy, el camarero, y asediarle con llamadas de atención para que le sirviese más licor.
La borrachera era de tales dimensiones que, sentado en su taburete, no se sentía capaz de discernir con claridad qué era cierto y qué no. A sus ojos, buena parte de los Arashi habían desplegado el trípode y daban vueltas por el local como si nada. No era difícil saber cuáles de sus compañeros habían decidido tomar la pastilla de Luka, pues únicamente un mono que se afanaba en hacer un solo de flauta se mostraba más salido que ellos.
-¡Vamos a tener bebés en el barco! ¡Yuju! -exclamó, alzando el vaso con ímpetu y cayendo de espaldas en el proceso. Aquel meneo tan súbito e inesperado fue la gota que colmó el vaso -valga la redundancia-. El resto de la noche transcurrió a base de fotogramas, la mayoría de los cuales no se mantendrían en la memoria del espadachín el día siguiente.
Un furioso grito en un tono demasiado chillón le despertó, notando una sensación de caída al vacío que le robó el aliento. Y es que cerca había estado de ser así, pues el suelo se encontraba algunos metros por debajo de su posición. ¿Cómo demonios había llegado a la rama de aquel árbol? A saber, pero un macaco con un miembro exageradamente rojizo dormía sobre su regazo. Todo era muy extraño.
Se disponía pedir silencio desde las alturas cuando se vio obligado a cerrar la boca. Un mocoso pelirrojo discutía con un gyojin, sí, y una chica se aproximaba a ellos intentando imponer un poco de calma. Todo normal hasta ese punto, pero algo no encajaba. La ropa que vestían, además de ser varias tallas superior a la que les correspondía, se asemejaba demasiado a la de sus compañeros. El rompecabezas encajó cuando escuchó el nombre de uno de ellos, así como a Kath afirmando que no había ingerido nada.
-Yo tampoco -dijo desde lo alto del árbol, apartando al mono y sentándose sobre la rama con los pies pendiendo en el aire. Era una posición muy similar a la que tomaba últimamente en la cofa del barco-. ¡Y no tiene ni puta gracia, cabrón! -añadió a voz en grito tras ver cómo reaccionaba Luka. La maldita sardina descerebrada debía seguir drogada o algo por el estilo, porque aquello no era normal.
Iba a seguir echándole la bronca, e incluso trató de golpearle con uno de los frutos que colgaban de las ramas del árbol. Pocas cosas le gustaban más que reprender al habitante del mar, pero sus planes se torcieron apenas un instante después. El ser marino, que entre broma y broma se había introducido en una charca cercana, se acababa de sumergir en las profundidades de una forma tan brusca como poco esperanzadora. Tras él iba Nailah, y los intentos de un gigante menos gigante por echarles una mano fueron infructuosos.
Therax se dispuso a desenvainar sus espadas, pero encontró que en sus empuñaduras cabían no menos de ocho manos como la suya. Las blasfemias acudían a su mente como ratones al queso, pero no era momento ni lugar para comenzar a quejarse sin ton ni son. Se dejó caer hacia el suelo, y cuando aterrizó se impulsó hacia delante para socorrer a sus amigos. No obstante, no contaba con que, al igual que ocurría con ellos, la ropa que vestía seguía siendo la misma.
La corbata parecía más un collar exótico, y sus manos se encontraban a la altura de los codos en su camisa. Algo similar ocurría con sus pies, que se encontraron con la tela del pantalón y tiraron de boca al domador.
-¡Joder! -exclamó, remangándose los pantalones y corriendo hacia el agua como si llevase un vestido. Se asomó a las profundidades en un intento por ver algo, y al hacerlo una prolongación oscura emergió del elemento líquido. Se dirigía hacia su cuello y prometía aferrarlo con fuerza, pero logró apartarse en el último momento-. ¿¡Alguien me puede decir qué coño es eso!? -preguntó, consciente de que sólo Alviss, Esme o Manué podían sumergirse allí.
La borrachera era de tales dimensiones que, sentado en su taburete, no se sentía capaz de discernir con claridad qué era cierto y qué no. A sus ojos, buena parte de los Arashi habían desplegado el trípode y daban vueltas por el local como si nada. No era difícil saber cuáles de sus compañeros habían decidido tomar la pastilla de Luka, pues únicamente un mono que se afanaba en hacer un solo de flauta se mostraba más salido que ellos.
-¡Vamos a tener bebés en el barco! ¡Yuju! -exclamó, alzando el vaso con ímpetu y cayendo de espaldas en el proceso. Aquel meneo tan súbito e inesperado fue la gota que colmó el vaso -valga la redundancia-. El resto de la noche transcurrió a base de fotogramas, la mayoría de los cuales no se mantendrían en la memoria del espadachín el día siguiente.
***
Un furioso grito en un tono demasiado chillón le despertó, notando una sensación de caída al vacío que le robó el aliento. Y es que cerca había estado de ser así, pues el suelo se encontraba algunos metros por debajo de su posición. ¿Cómo demonios había llegado a la rama de aquel árbol? A saber, pero un macaco con un miembro exageradamente rojizo dormía sobre su regazo. Todo era muy extraño.
Se disponía pedir silencio desde las alturas cuando se vio obligado a cerrar la boca. Un mocoso pelirrojo discutía con un gyojin, sí, y una chica se aproximaba a ellos intentando imponer un poco de calma. Todo normal hasta ese punto, pero algo no encajaba. La ropa que vestían, además de ser varias tallas superior a la que les correspondía, se asemejaba demasiado a la de sus compañeros. El rompecabezas encajó cuando escuchó el nombre de uno de ellos, así como a Kath afirmando que no había ingerido nada.
-Yo tampoco -dijo desde lo alto del árbol, apartando al mono y sentándose sobre la rama con los pies pendiendo en el aire. Era una posición muy similar a la que tomaba últimamente en la cofa del barco-. ¡Y no tiene ni puta gracia, cabrón! -añadió a voz en grito tras ver cómo reaccionaba Luka. La maldita sardina descerebrada debía seguir drogada o algo por el estilo, porque aquello no era normal.
Iba a seguir echándole la bronca, e incluso trató de golpearle con uno de los frutos que colgaban de las ramas del árbol. Pocas cosas le gustaban más que reprender al habitante del mar, pero sus planes se torcieron apenas un instante después. El ser marino, que entre broma y broma se había introducido en una charca cercana, se acababa de sumergir en las profundidades de una forma tan brusca como poco esperanzadora. Tras él iba Nailah, y los intentos de un gigante menos gigante por echarles una mano fueron infructuosos.
Therax se dispuso a desenvainar sus espadas, pero encontró que en sus empuñaduras cabían no menos de ocho manos como la suya. Las blasfemias acudían a su mente como ratones al queso, pero no era momento ni lugar para comenzar a quejarse sin ton ni son. Se dejó caer hacia el suelo, y cuando aterrizó se impulsó hacia delante para socorrer a sus amigos. No obstante, no contaba con que, al igual que ocurría con ellos, la ropa que vestía seguía siendo la misma.
La corbata parecía más un collar exótico, y sus manos se encontraban a la altura de los codos en su camisa. Algo similar ocurría con sus pies, que se encontraron con la tela del pantalón y tiraron de boca al domador.
-¡Joder! -exclamó, remangándose los pantalones y corriendo hacia el agua como si llevase un vestido. Se asomó a las profundidades en un intento por ver algo, y al hacerlo una prolongación oscura emergió del elemento líquido. Se dirigía hacia su cuello y prometía aferrarlo con fuerza, pero logró apartarse en el último momento-. ¿¡Alguien me puede decir qué coño es eso!? -preguntó, consciente de que sólo Alviss, Esme o Manué podían sumergirse allí.
Mist D. Spanner
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Finalmente había caído. Él. Dueño de la razón y la dignidad. Él. Que con gracia el violín tocaba y que con inteligencia pensaba. Él. Que horas se tiraba encerrado en su laboratorio, leyendo y buscando nuevos conocimientos que aplicar a su día a día. Él, el subcapitán y mejor amigo del hombre más buscado del Nuevo Mundo sin contar a los cuatro emperadores, famoso por su frialdad en el campo de batalla, había caído por fin a las tentaciones pelirrojas del alcohol.
Él, Mist D. Spanner, el Espadachín de hielo, se había emborrachado.
Tenía vagos recuerdos nublados. Como por ejemplo, uno en el que torpemente intentaba explicarle a Nailah en qué consistía la física cuántica, cosa que derivó en la evolución de las especies por selección natural y, por algún motivo, acabó siendo un "que bueno que está el guitarrista de la plaza". Recordaba también a una ebria Nailah empujándolo a hablar con el susodicho músico, aunque no tenía recuerdo alguno posterior referente a aquel hombre. Sin embargo, si que recordaba algo referente a un mono...
***
Despertó. Tenía un horroroso dolor de cabeza, habiendo recuperado cierto estado de sobriedad. Poco a poco, vagos recuerdos e imágenes de la noche anterior pasaron por su mente, haciendo que se pusiera rojo como un tomate por pura vergüenza por las cosas que había dicho y por como se había comportado. Un grito entró en su oído, dañando su mente y su capacidad para pensar. Apretó los dientes cuando un segundo grito llegó a sus oídos. Entonces un tercero, un cuarto y por último el caos. Se puso de pie y...
—¡¡Basta!! -gritó, impropio de él.
Entonces se dio cuenta. Todo el mundo a su alrededor, todos aquellos que conocía y quería como a una familia aunque no soliese admitirlo en voz alta, eran ahora... niños. Aunque por primera vez en años, eran niños no solo mentalmente sino también fisicamente. Sus nuevos aspectos pegaban con los comportamientos de los que estaban haciendo gala. Suspiró, pensando que tendría que hacer de niñera, cuando miró sus manos. Sus pequeñas manos.
—Pero q...
Él también era un niño. Empezó a decir "no" entre dientes una y otra vez, caminando en círculos. Se paró a pensar un instante, obligando a las voces de su alrededor a callarse. Bueno, más bien obligándose a sí mismo a ignorarlas.
—Creo que lo tengo -dijo en voz alta y clara, esperando captar la atención de todos un instante-. Primero, alejaos de esa charca. Segundo, sólo tres de nosotros pueden entrar ahí y ver si Luka y Nailah están en peligro, o se meten o los meto. Simple. -Se quedó mirando a Esme y Manué, que se habían quedado callados-. ¡Venga! -Ambos parecían ser conscientes de la autoridad del subcapitán, porque se tiraron al agua enseguida-. El resto... Vamos a calmarnos y pensar con tranquilidad, ¿de acuerdo? Esta situación nos acomete con muchas incógnitas, como por ejemplo quien es el responsable de tal acto y por qué a nosotros. De varios misterios acontecidos, he conseguido resolver uno en este corto periodo de tiempo. Había dos posibilidades: O bien fuimos revertidos en el tiempo o bien fuimos transformados en niños. -Señaló a Zane-. Zane tiene cicatrices que de niño no tenía y yo tengo... algo... que de niño no tenía tampoco. No puedo deciros lo que es, pero Zane lo sabe y podéis confiar en que no miento. Por tanto no queda otra opción, hemos sido transformados en niños manteniendo nuestras mentes actuales y... -paró un momento al darse cuenta de que la imagen de un niño de nueve años utilizando palabras complicadas y grandilocuentes debía ser, cuanto menos, harto divertida. Se puso rojo como un tomate una vez más-. L-lo que decía... Vamos al misterio más importante de todos: ¿Quién? Zane... ¿Tienes enemigos en esta isla? -el pelimorado temía la respuesta.
Él, Mist D. Spanner, el Espadachín de hielo, se había emborrachado.
Tenía vagos recuerdos nublados. Como por ejemplo, uno en el que torpemente intentaba explicarle a Nailah en qué consistía la física cuántica, cosa que derivó en la evolución de las especies por selección natural y, por algún motivo, acabó siendo un "que bueno que está el guitarrista de la plaza". Recordaba también a una ebria Nailah empujándolo a hablar con el susodicho músico, aunque no tenía recuerdo alguno posterior referente a aquel hombre. Sin embargo, si que recordaba algo referente a un mono...
***
Despertó. Tenía un horroroso dolor de cabeza, habiendo recuperado cierto estado de sobriedad. Poco a poco, vagos recuerdos e imágenes de la noche anterior pasaron por su mente, haciendo que se pusiera rojo como un tomate por pura vergüenza por las cosas que había dicho y por como se había comportado. Un grito entró en su oído, dañando su mente y su capacidad para pensar. Apretó los dientes cuando un segundo grito llegó a sus oídos. Entonces un tercero, un cuarto y por último el caos. Se puso de pie y...
—¡¡Basta!! -gritó, impropio de él.
Entonces se dio cuenta. Todo el mundo a su alrededor, todos aquellos que conocía y quería como a una familia aunque no soliese admitirlo en voz alta, eran ahora... niños. Aunque por primera vez en años, eran niños no solo mentalmente sino también fisicamente. Sus nuevos aspectos pegaban con los comportamientos de los que estaban haciendo gala. Suspiró, pensando que tendría que hacer de niñera, cuando miró sus manos. Sus pequeñas manos.
—Pero q...
Él también era un niño. Empezó a decir "no" entre dientes una y otra vez, caminando en círculos. Se paró a pensar un instante, obligando a las voces de su alrededor a callarse. Bueno, más bien obligándose a sí mismo a ignorarlas.
—Creo que lo tengo -dijo en voz alta y clara, esperando captar la atención de todos un instante-. Primero, alejaos de esa charca. Segundo, sólo tres de nosotros pueden entrar ahí y ver si Luka y Nailah están en peligro, o se meten o los meto. Simple. -Se quedó mirando a Esme y Manué, que se habían quedado callados-. ¡Venga! -Ambos parecían ser conscientes de la autoridad del subcapitán, porque se tiraron al agua enseguida-. El resto... Vamos a calmarnos y pensar con tranquilidad, ¿de acuerdo? Esta situación nos acomete con muchas incógnitas, como por ejemplo quien es el responsable de tal acto y por qué a nosotros. De varios misterios acontecidos, he conseguido resolver uno en este corto periodo de tiempo. Había dos posibilidades: O bien fuimos revertidos en el tiempo o bien fuimos transformados en niños. -Señaló a Zane-. Zane tiene cicatrices que de niño no tenía y yo tengo... algo... que de niño no tenía tampoco. No puedo deciros lo que es, pero Zane lo sabe y podéis confiar en que no miento. Por tanto no queda otra opción, hemos sido transformados en niños manteniendo nuestras mentes actuales y... -paró un momento al darse cuenta de que la imagen de un niño de nueve años utilizando palabras complicadas y grandilocuentes debía ser, cuanto menos, harto divertida. Se puso rojo como un tomate una vez más-. L-lo que decía... Vamos al misterio más importante de todos: ¿Quién? Zane... ¿Tienes enemigos en esta isla? -el pelimorado temía la respuesta.
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Los vasitos de los chupitos se amontonaban dentro de las jarras aún más grandes como si fueran huesos de aceitunas. La embriaguez del enmascarado estaba creciendo, como la llama de una hoguera que cada vez era alimentada con más ramas secas. Hacía tiempo que no se emborrachaba así, pero la verdadera cuestión era, ¿porque no? Los Arashis habían tenido una travesía cansada y normalmente la chusma local intentaba clavar sus cabezas en estacas, así que mejor disfrutar mientras sus cabezas estuvieran unidas a su cuerpo. Qué demonios, hasta Spanner estaba borracho, eso sí que era una ocasión una entre un millar.
Sin pensarlo demasiado, viendo como el megacipote del semigigante y el ataque de los monos pajeros, asentía mientras reía con una voz carrasposa y levantaba otro chupito para inmediatamente llevárselo a los labios
…
La luz le daba de lleno en los ojos, como si algún tocapelotas le apuntase con una linterna a la cara. Tumbado en el pie de un árbol, estaba envuelto de botellas y de, por algún motivo media docena de envoltorios de chocolatinas de Nailah. Sí que tenía que estar bueno es dichoso chocolate.
Tenía el cerebro que sentía como si se le hubieran metido en una batidora. Hasta la suave brisa golpeando las hojas de los arboles eran como alguien arañando una pizarra, pero no fue hasta que una panda de críos empezaron a pelearse a gritos cuando abrió su único rojo enrojecido por el desmadre de la noche pasada.
- Malditos niñatos escandalosos, aquí hay señores que intentan dormir –se levantó para darles una reprimenda, pero se detuvo cuando la máscara se le cayó del rostro.
Intento ponérsela de nuevo, pero se le cayó otra vez. Al segundo intento se dio cuenta que sus manos eran más pequeñas de lo habitual. Otro escándalo le atrajo la atención hacia los niños. Un niño pez, un niño descomunal, un niño pelirrojo con una cara de descarado que no podía con ella.
- No me jodas... –se fue corriendo hasta la el charco donde el posible mini Luka decía de ahogarse, eso era su menor preocupación.
Miro su reflejo para quedarse anonadado. Tenía catorce o quince años de nuevo, su ojo malo parecía que también había vuelto a la normalidad ya que no tenía ninguna cicatriz. Su pelo estaba completamente negro e incluso un poco más largo y su piel estaba sin una arruga. En parte daba gusto volver a tener visión panorámica, pero no estaba bien esto. Quien quisiera que hizo esto, no había convertido a los Arashis por mera diversión, o si.
- Esto no es divertido… Sea lo que sea que haya pasado, esto parece obra de… magia –inmediatamente miro con mala cara y ojos entrecerrados a Kath, para fulminarle con dicha mirada.
Sin pensarlo demasiado, viendo como el megacipote del semigigante y el ataque de los monos pajeros, asentía mientras reía con una voz carrasposa y levantaba otro chupito para inmediatamente llevárselo a los labios
…
La luz le daba de lleno en los ojos, como si algún tocapelotas le apuntase con una linterna a la cara. Tumbado en el pie de un árbol, estaba envuelto de botellas y de, por algún motivo media docena de envoltorios de chocolatinas de Nailah. Sí que tenía que estar bueno es dichoso chocolate.
Tenía el cerebro que sentía como si se le hubieran metido en una batidora. Hasta la suave brisa golpeando las hojas de los arboles eran como alguien arañando una pizarra, pero no fue hasta que una panda de críos empezaron a pelearse a gritos cuando abrió su único rojo enrojecido por el desmadre de la noche pasada.
- Malditos niñatos escandalosos, aquí hay señores que intentan dormir –se levantó para darles una reprimenda, pero se detuvo cuando la máscara se le cayó del rostro.
Intento ponérsela de nuevo, pero se le cayó otra vez. Al segundo intento se dio cuenta que sus manos eran más pequeñas de lo habitual. Otro escándalo le atrajo la atención hacia los niños. Un niño pez, un niño descomunal, un niño pelirrojo con una cara de descarado que no podía con ella.
- No me jodas... –se fue corriendo hasta la el charco donde el posible mini Luka decía de ahogarse, eso era su menor preocupación.
Miro su reflejo para quedarse anonadado. Tenía catorce o quince años de nuevo, su ojo malo parecía que también había vuelto a la normalidad ya que no tenía ninguna cicatriz. Su pelo estaba completamente negro e incluso un poco más largo y su piel estaba sin una arruga. En parte daba gusto volver a tener visión panorámica, pero no estaba bien esto. Quien quisiera que hizo esto, no había convertido a los Arashis por mera diversión, o si.
- Esto no es divertido… Sea lo que sea que haya pasado, esto parece obra de… magia –inmediatamente miro con mala cara y ojos entrecerrados a Kath, para fulminarle con dicha mirada.
El pelirrojo no era capaz de calmarse ante aquella situación tan bizarra. Él, un señor de la piratería hecho y derecho, que aspiraba a ser un emperador del mar había vuelto a ser un criajo que no era capaz de sostener una espada. Echó un ojo y todos eran niños, unos insoportables infantes que apenas superaban la quincena de edad, a excepción de Kath y Nailah, que para su edad estaban muy creciditas.
— “No es hora de pensar en esas cosas, que pareces enfermo” —le regañó Yiromaru—. “Que eres padre, y dentro de poco tendrá esa edad.”
Fueron unos minutos eternos y confusos, pero no fue hasta que Katharina y Spanner le hicieron entrar en razón que se calmó. Ambos no se habían tomado la droga de Luka, sino que el razonamiento de Spanner estaba en lo cierto. Tenía la cicatriz de mi cara, así como algunas en mi cuerpo, como la del torso y el tobillo. Además, no cayó hasta ese momento, pero el demonio que habitaba dentro de él y le otorgaba sus poderes seguía en su psique.
No obstante, cuando creía que todo se había calmado en parque, un pequeño Luka, regordete y abrazable, comenzó a gritar que no sabía nadar.
—No te preocupes, Marc —le dijo—. Es un Gyojin, a menos que se cuelgue de una soga no creo que se ahogue, y menos en el agua. Y tú, Nox, Katharina también es una niña, y creo que si tuviera que hacernos algo, seguramente no sería convertirnos en niño —Zane intentó guiñarle un ojo, pero no fue capaz, era como si no supiera guiñar.
“Lo que me faltaba, aprender a guiñar de nuevo”
Entretanto, buscó en sus amplios pantalones su den den Zara hablar con los que estaban en el barco.
—Bak, aquí Zane. ¿Estás?
—¿Y esa voz de castrati? —le preguntó el pez.
—Cuando vengas no te lo vas a creer, pero necesito que vengas aquí con algo de dinero, ¿entendido? Te lo explicaré cuando vengas, porque te vas a quedar flipado cuando veas lo que ha ocurrido.
—Me estás asustando, Zane.
—No te preocupes, tío, estamos bien —le dijo—. “Dentro de lo que cabe, claro” —pensó.
Cuando colgó el den den mushi, una sombra alargada emergió de la charca, sujetando a Luka por el cuello. El pelirrojo se deshizo de sus pantalones, y comenzó a correr hacia donde estaba el resto de sus compañeros.
—Manué —llamó la atención de su tripulante—. ¡Lánzame uno de tus cuchillos!
El joven rubio lo agarró por el mango y lo lanzó con todas sus fuerzas, pero su puntería no era tan buena como el día anterior, llegando a cortar alguna de las puntas de la cabellera rojiza de su capitán. Ante aquello, creó una llama en su mano y la lanzó al ser extraño. Ésta, pese a haberla realizado con brío, no fue muy potente, por lo que se evaporó nada más tocar el manto de agua que rodeaba al ser.
—Vamos, no me jodas —maldijo en voz baja.
Cuando creía que todo estaba perdido, una chiquilla de apenas quince años de edad, se acercó a ellos con una guadaña y atravesó al ser, rescatando a Luka.
—Será mejor que vengáis conmigo —dijo ella, echando a correr lejos de la zona boscosa con Luka en brazos.
—Hacedle caso, yo me quedaré aquí hasta que venga Bak. Esme, Manué, vosotros conmigo —les dijo Zane,
— “No es hora de pensar en esas cosas, que pareces enfermo” —le regañó Yiromaru—. “Que eres padre, y dentro de poco tendrá esa edad.”
Fueron unos minutos eternos y confusos, pero no fue hasta que Katharina y Spanner le hicieron entrar en razón que se calmó. Ambos no se habían tomado la droga de Luka, sino que el razonamiento de Spanner estaba en lo cierto. Tenía la cicatriz de mi cara, así como algunas en mi cuerpo, como la del torso y el tobillo. Además, no cayó hasta ese momento, pero el demonio que habitaba dentro de él y le otorgaba sus poderes seguía en su psique.
No obstante, cuando creía que todo se había calmado en parque, un pequeño Luka, regordete y abrazable, comenzó a gritar que no sabía nadar.
—No te preocupes, Marc —le dijo—. Es un Gyojin, a menos que se cuelgue de una soga no creo que se ahogue, y menos en el agua. Y tú, Nox, Katharina también es una niña, y creo que si tuviera que hacernos algo, seguramente no sería convertirnos en niño —Zane intentó guiñarle un ojo, pero no fue capaz, era como si no supiera guiñar.
“Lo que me faltaba, aprender a guiñar de nuevo”
Entretanto, buscó en sus amplios pantalones su den den Zara hablar con los que estaban en el barco.
—Bak, aquí Zane. ¿Estás?
—¿Y esa voz de castrati? —le preguntó el pez.
—Cuando vengas no te lo vas a creer, pero necesito que vengas aquí con algo de dinero, ¿entendido? Te lo explicaré cuando vengas, porque te vas a quedar flipado cuando veas lo que ha ocurrido.
—Me estás asustando, Zane.
—No te preocupes, tío, estamos bien —le dijo—. “Dentro de lo que cabe, claro” —pensó.
Cuando colgó el den den mushi, una sombra alargada emergió de la charca, sujetando a Luka por el cuello. El pelirrojo se deshizo de sus pantalones, y comenzó a correr hacia donde estaba el resto de sus compañeros.
—Manué —llamó la atención de su tripulante—. ¡Lánzame uno de tus cuchillos!
El joven rubio lo agarró por el mango y lo lanzó con todas sus fuerzas, pero su puntería no era tan buena como el día anterior, llegando a cortar alguna de las puntas de la cabellera rojiza de su capitán. Ante aquello, creó una llama en su mano y la lanzó al ser extraño. Ésta, pese a haberla realizado con brío, no fue muy potente, por lo que se evaporó nada más tocar el manto de agua que rodeaba al ser.
—Vamos, no me jodas —maldijo en voz baja.
Cuando creía que todo estaba perdido, una chiquilla de apenas quince años de edad, se acercó a ellos con una guadaña y atravesó al ser, rescatando a Luka.
—Será mejor que vengáis conmigo —dijo ella, echando a correr lejos de la zona boscosa con Luka en brazos.
—Hacedle caso, yo me quedaré aquí hasta que venga Bak. Esme, Manué, vosotros conmigo —les dijo Zane,
Katharina von Steinhell
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El parque era un verdadero caos. La falta de seriedad de alguno de los compañeros de Katharina era algo que no le sorprendía, pero sí le molestaba mucho. En vez de buscar una maldita solución a sus problemas, habían decidido echarse a reír y hacer bromas. Repitió una y otra vez en su cabeza que a ella no le importaba, puesto que, gracias a la magia, podía revertir esa infantil situación. De pronto, escuchó los gritos de Luka pidiendo ayuda, pues, al parecer, se estaba ahogando. «Nadie es tan idiota como para creer que un gyojin puede ahogarse. Mala broma, bastardo», pensó Katharina malhumorada. La primera en salir a su rescate fue la morena, Nailah, y luego Marc anunció lo que todos estaban viendo. «No gastaré energías en algo tan tonto», decidió la bruja.
Sintió la fulminante mirada de Nox, quien comentó que todo lo que estaban viviendo parecía ser una obra de magia. Rápidamente se volteó para hacerle entender que no le interesaba gastarles una broma tan mala, pero Zane se adelantó. El capitán tuvo razón. Si Katharina quisiera hacerles algo a sus compañeros, jamás les convertiría en niños; pensaría en algo mucho, mucho más oscuro.
—Si tienes algo contra mí, dilo, aunque no te prometo que vaya a importarme —le susurró luego de acercase al hombre que ahora era un jovencito de quince años.
A diferencia de la mayoría de las personas, las habilidades otorgadas por la fruta del diablo de Katharina no dependían de las capacidades físicas del individuo en cuestión, sino que de su intelecto. La magia estaba relacionada directamente con la inteligencia de la persona y la fuerza de su alma. Podía ser que ahora sus piernas no corrieran tan rápido como antes, o que sus brazos fuesen más débiles, pero era imposible convertir en idiota a alguien que estaba a años luz de serlo. Katharina fue transformada en una niña, no en una estúpida, y sus conocimientos seguían estando donde siempre.
La bruja jamás había cruzado una palabra con Spanner y tampoco le interesaba hacerlo, pero no podía negar que era la persona más cuerda de toda la tripulación. A diferencia de Luka y Nailah, él sí intentaba buscar respuestas a lo que estaba sucediendo. Tomó atención a sus palabras y no pudo evitar fijarse en algo: “…y yo tengo… algo… que de niño no tenía tampoco. No puedo deciros lo que es, pero Zane lo sabe…”. Spanner ocultaba algo, algo que solo su capitán sabía. Miró fijamente al subcapitán y se preguntó qué era lo que escondía. ¿A qué diablos se estaba refiriendo? Era importante conocer los más oscuros secretos de sus compañeros, después de todo, el conocimiento es un arma indispensable para las batallas.
Y de un momento a otro, una alargada silueta ensombrecida emergió del charco, sujetando al gyojin del cuello. La bruja se apresuró en materializar una esquirla de hielo para ayudar a Luka, pero Zane nuevamente se le adelantó, lanzando una débil llama que no ocasionó daño alguno. Katharina frunció el ceño y lanzó el proyectil, pero este solo se incrustó en la tierra. Antes de que la estacada llegara a la sombra, una muchacha portando una guadaña en sus manos apareció, atravesando a la criatura y rescatando a Luka. Por si la situación no fuera ya demasiado extraña, la desconocida les sugirió que le siguieran. Por su parte, la bruja miró a su capitán esperando alguna orden o algo que le indicase qué diablos hacer.
—Supongo que eso es lo que haremos… —susurró la pelirrosa luego de que Zane les ordenara que siguieran a la desconocida.
Sintió la fulminante mirada de Nox, quien comentó que todo lo que estaban viviendo parecía ser una obra de magia. Rápidamente se volteó para hacerle entender que no le interesaba gastarles una broma tan mala, pero Zane se adelantó. El capitán tuvo razón. Si Katharina quisiera hacerles algo a sus compañeros, jamás les convertiría en niños; pensaría en algo mucho, mucho más oscuro.
—Si tienes algo contra mí, dilo, aunque no te prometo que vaya a importarme —le susurró luego de acercase al hombre que ahora era un jovencito de quince años.
A diferencia de la mayoría de las personas, las habilidades otorgadas por la fruta del diablo de Katharina no dependían de las capacidades físicas del individuo en cuestión, sino que de su intelecto. La magia estaba relacionada directamente con la inteligencia de la persona y la fuerza de su alma. Podía ser que ahora sus piernas no corrieran tan rápido como antes, o que sus brazos fuesen más débiles, pero era imposible convertir en idiota a alguien que estaba a años luz de serlo. Katharina fue transformada en una niña, no en una estúpida, y sus conocimientos seguían estando donde siempre.
La bruja jamás había cruzado una palabra con Spanner y tampoco le interesaba hacerlo, pero no podía negar que era la persona más cuerda de toda la tripulación. A diferencia de Luka y Nailah, él sí intentaba buscar respuestas a lo que estaba sucediendo. Tomó atención a sus palabras y no pudo evitar fijarse en algo: “…y yo tengo… algo… que de niño no tenía tampoco. No puedo deciros lo que es, pero Zane lo sabe…”. Spanner ocultaba algo, algo que solo su capitán sabía. Miró fijamente al subcapitán y se preguntó qué era lo que escondía. ¿A qué diablos se estaba refiriendo? Era importante conocer los más oscuros secretos de sus compañeros, después de todo, el conocimiento es un arma indispensable para las batallas.
Y de un momento a otro, una alargada silueta ensombrecida emergió del charco, sujetando al gyojin del cuello. La bruja se apresuró en materializar una esquirla de hielo para ayudar a Luka, pero Zane nuevamente se le adelantó, lanzando una débil llama que no ocasionó daño alguno. Katharina frunció el ceño y lanzó el proyectil, pero este solo se incrustó en la tierra. Antes de que la estacada llegara a la sombra, una muchacha portando una guadaña en sus manos apareció, atravesando a la criatura y rescatando a Luka. Por si la situación no fuera ya demasiado extraña, la desconocida les sugirió que le siguieran. Por su parte, la bruja miró a su capitán esperando alguna orden o algo que le indicase qué diablos hacer.
—Supongo que eso es lo que haremos… —susurró la pelirrosa luego de que Zane les ordenara que siguieran a la desconocida.
Spanner hablaba en algún lugar a sus espaldas, pero el pequeño Therax no le prestaba atención. Era como si hubiese aprovechado su regresión física para ajustar su comportamiento a su aspecto. Con sus pantalones aún sujetos, había flexionado el tronco hacia delante y se asomaba a la charca de puntillas. La sombra del ser que había capturado a Luka se movía de un lugar a otro, lanzando periódicamente sus tentáculos hacia la superficie. Por su parte, el gyojin era arrastrado como un perrito en pleno paseo.
Therax reía, pero pronto comenzaron a moverse a su alrededor y su curiosidad le obligó a comprobar qué pasaba. Manué había estado a punto de rapar a Zane, Nox no asumía del todo bien su rejuvenecimiento y el pelirrojo parecía haber lanzado una cerilla al agua. ¿A qué demonios había venido eso? A saber, pero podría pensar en eso más tarde. Los únicos de los allí presentes que podían introducirse en el pequeño lago se disponían a hacerlo, pero justo cuando se disponían a hacerlo una aparición inesperada cambió por completo la situación.
Haciendo gala de una agilidad envidiable, una chica que empuñaba una guadaña rescató a su compañero y les instó a seguir sus pasos. Lo más curioso era que los demás no parecían tener problema en hacerlo. Therax se encogió de hombros antes de separarse por fin de su reflejo. No tardó en recorrer la distancia que le separaba del árbol en el que había despertado, pues a su sombra se encontraban sus armas. No podía dejarlas allí, aunque eso supusiera cargarlas como un fardo cuanto tiempo fuese necesario. Al menos Hi no Tamashii tenía las dimensiones y peso apropiados para que la empuñase con ambas manos. ¿Realmente había crecido tanto desde los trece años?
La chica pasaba de un árbol a otro con una soltura pasmosa, como si danzase entre las ramas más gruesas. El rubio seguía su ritmo con dificultad, tropezando constantemente con la tela que sobraba de sus pantalones. Cuando se disponía a parar, con el corazón latiendo desbocado y los pulmones amenazando con desistir, la muchacha bajó de las alturas y se detuvo frente a ellos, depositando a Luka en el suelo.
El árbol del que había saltado era el último que se podía divisar en la zona. La foresta había sido sustituida por grandes rocas y un suelo de gravilla de color grisáceo.
-¿Se puede saber quién eres tú? -preguntó el rubio, mas cualquier rastro de seriedad fue eclipsado por el gallo que nació de su garganta.
Therax reía, pero pronto comenzaron a moverse a su alrededor y su curiosidad le obligó a comprobar qué pasaba. Manué había estado a punto de rapar a Zane, Nox no asumía del todo bien su rejuvenecimiento y el pelirrojo parecía haber lanzado una cerilla al agua. ¿A qué demonios había venido eso? A saber, pero podría pensar en eso más tarde. Los únicos de los allí presentes que podían introducirse en el pequeño lago se disponían a hacerlo, pero justo cuando se disponían a hacerlo una aparición inesperada cambió por completo la situación.
Haciendo gala de una agilidad envidiable, una chica que empuñaba una guadaña rescató a su compañero y les instó a seguir sus pasos. Lo más curioso era que los demás no parecían tener problema en hacerlo. Therax se encogió de hombros antes de separarse por fin de su reflejo. No tardó en recorrer la distancia que le separaba del árbol en el que había despertado, pues a su sombra se encontraban sus armas. No podía dejarlas allí, aunque eso supusiera cargarlas como un fardo cuanto tiempo fuese necesario. Al menos Hi no Tamashii tenía las dimensiones y peso apropiados para que la empuñase con ambas manos. ¿Realmente había crecido tanto desde los trece años?
La chica pasaba de un árbol a otro con una soltura pasmosa, como si danzase entre las ramas más gruesas. El rubio seguía su ritmo con dificultad, tropezando constantemente con la tela que sobraba de sus pantalones. Cuando se disponía a parar, con el corazón latiendo desbocado y los pulmones amenazando con desistir, la muchacha bajó de las alturas y se detuvo frente a ellos, depositando a Luka en el suelo.
El árbol del que había saltado era el último que se podía divisar en la zona. La foresta había sido sustituida por grandes rocas y un suelo de gravilla de color grisáceo.
-¿Se puede saber quién eres tú? -preguntó el rubio, mas cualquier rastro de seriedad fue eclipsado por el gallo que nació de su garganta.
Marc Kiedis
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La situación se volvía más extraña con cada momento que pasaba. Las inteligentes observaciones de Spanner y Kath hicieron darse cuenta a todos de que el rejuvenecimiento que acababan de experimentar no podía ser un efecto secundario inesperado de las pastillas de Luka, pero la tensión escaló seriamente cuando Nox, visiblemente nervioso, acusó con una indirecta a la brujade ser la causante de aquello. Por suerte, antes de que la voluble hechicera se enfadase y la sangre llegara al río, Zane ejerció de capitán y desmontó aquella teoría. Y menos mal, pues lo último que necesitaban estando envueltos en tan bizarra situación era un enfrentamiento interno.
Y para colmo, de repente una sombría criatura emergió de la charca agarrando a Luka por el cuello. El cocinero, tremendamente preocupado por su amigo, se dispuso a desenvainar a Kotai-Hi. Su espadón ahora se hacía inmensamente más pesado en sus manos, y el agarre le falló ligeramente por culpa de la diferencia inesperada, estando a punto de dejar caer su preciada arma. No obstante, tanto el pelirrojo como la bruja se le adelantaron y lanzaron sendos proyectiles hacia la sombra. Por desgracia, ninguno de los dos logró su objetivo.
Afortunadamente, en aquel momento de desesperación alguien acudió en su ayuda. Una chica que aparentaba tener una edad similar a ellos (actualmente), y que portaba una guadaña, salió aparentemente de la nada y atravesó a la criatura sin demasiadas dificultades. Acto seguido, indicó a los piratas que la siguiesen.
Sorprendentemente su capitán se mostró de acuerdo, decidiendo él quedarse atrás junto a Manué y Esme para esperar la llegada de Bak y los demás. Marc hizo caso de lo que Zane decía, y se puso en marcha tras la estela de la misteriosa niña de la guadaña. Therax, menos confiado, preguntó por su identidad. A decir verdad el semigigante sentía bastante curiosidad por averiguar quién era aquella inesperada aliada, y si de verdad lo era, así que cuando escuchó la pregunta de su amigo se detuvo a la espera de una respuesta.
Y para colmo, de repente una sombría criatura emergió de la charca agarrando a Luka por el cuello. El cocinero, tremendamente preocupado por su amigo, se dispuso a desenvainar a Kotai-Hi. Su espadón ahora se hacía inmensamente más pesado en sus manos, y el agarre le falló ligeramente por culpa de la diferencia inesperada, estando a punto de dejar caer su preciada arma. No obstante, tanto el pelirrojo como la bruja se le adelantaron y lanzaron sendos proyectiles hacia la sombra. Por desgracia, ninguno de los dos logró su objetivo.
Afortunadamente, en aquel momento de desesperación alguien acudió en su ayuda. Una chica que aparentaba tener una edad similar a ellos (actualmente), y que portaba una guadaña, salió aparentemente de la nada y atravesó a la criatura sin demasiadas dificultades. Acto seguido, indicó a los piratas que la siguiesen.
Sorprendentemente su capitán se mostró de acuerdo, decidiendo él quedarse atrás junto a Manué y Esme para esperar la llegada de Bak y los demás. Marc hizo caso de lo que Zane decía, y se puso en marcha tras la estela de la misteriosa niña de la guadaña. Therax, menos confiado, preguntó por su identidad. A decir verdad el semigigante sentía bastante curiosidad por averiguar quién era aquella inesperada aliada, y si de verdad lo era, así que cuando escuchó la pregunta de su amigo se detuvo a la espera de una respuesta.
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Luka y Nailah por fin salieron de aquella extraña charca. El pirata se llevó la mano a la katana, aunque sabía que le costaría más alzarla en aquel estado, pero no podía mantenerse quieto si veía aquel extraño tentáculo emerger buscando recuperar a su presa. Sin embargo, una joven con una guadaña cortó a la bestia y la obligó a volver a sumergirse. Casi como si se tratase de un personaje en una novela de acción, les dijo a los piratas que la siguiesen sin explicarles absolutamente nada. Zane ordenó que la siguieran, quedándose él allí. El chico chasqueó la lengua, sabiendo que aquella decisión no era del todo acertada. Pocas eran las situaciones en las que era necesario alejarse del capitán. Sin embargo, una orden era una orden.
Se desató la katana de la cintura y se la colocó a la espalda, para ser capaz de llevar mejor su peso en carrera, y empezó a correr tras la extraña de la guadaña, que se adentró en el bosque.
—¡Manteneos cerca! -gritó a sus compañeros el pelimorado-. ¡No podemos fiarnos todavía de esta extraña hasta que nos haya explicado quién es!
Le daba igual que la de la guadaña le hubiese escuchado, tan solo hacia su labor como vicecapitán, buscando mantenerlos todos a salvo. Fue entonces cuando escuchó un aullido a su derecha. Miró para ver como el mono de anoche los seguía, saltando de rama en rama de forma acrobática. ¿En serio? ¿Se les había encariñado? Chasqueó la lengua de nuevo. Alcanzó entonces el ritmo de Therax y se puso a su lado, para hablarle en carrera.
—¡Escucha, Therax! ¡Sin el capitán somos nosotros los responsables del bienestar de este grupo! ¡Confío en ti para que todo salga bien, pero para que funcione debemos trabajar juntos y esa confianza debe ser recíproca, ¿comprendes?! ¡Procura que nadie se separe!
Se desató la katana de la cintura y se la colocó a la espalda, para ser capaz de llevar mejor su peso en carrera, y empezó a correr tras la extraña de la guadaña, que se adentró en el bosque.
—¡Manteneos cerca! -gritó a sus compañeros el pelimorado-. ¡No podemos fiarnos todavía de esta extraña hasta que nos haya explicado quién es!
Le daba igual que la de la guadaña le hubiese escuchado, tan solo hacia su labor como vicecapitán, buscando mantenerlos todos a salvo. Fue entonces cuando escuchó un aullido a su derecha. Miró para ver como el mono de anoche los seguía, saltando de rama en rama de forma acrobática. ¿En serio? ¿Se les había encariñado? Chasqueó la lengua de nuevo. Alcanzó entonces el ritmo de Therax y se puso a su lado, para hablarle en carrera.
—¡Escucha, Therax! ¡Sin el capitán somos nosotros los responsables del bienestar de este grupo! ¡Confío en ti para que todo salga bien, pero para que funcione debemos trabajar juntos y esa confianza debe ser recíproca, ¿comprendes?! ¡Procura que nadie se separe!
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Zane detuvo de inmediato el posible conflicto que hubiese ocurrido entre el ya no enmascarado y la bruja, aunque le incomodaba un poco el tic del ojo que tenía el pelirrojo. Nox se limitó a hinchar los mofletes como solo un crio podría y ha cruzarse de brazos, pero Kath no se conformó con lo que dijo Zane, por lo que se acercó a Nox y le susurro cuatro cosas.
- Créeme, después de verme de lo que soy capaz, te importara y mucho –le miró fijamente un segundos, hasta alzar una ceja, pero sin cambiar en ningún momento el tono de su voz-. Mierda, ahora que me escuchado me acuerdo porque odie ser un maldito preadolescente
Nox, como si la bruja aun delante de el ya no estuviera, la ignoro y se fue en otra dirección como si nada. Puede que sus mentes aun conservaran la madurez, pero los niños no solo consistían en ser pequeños e hiperactivos. El simple tema de las hormonas juveniles lo estaba idiotizando. Dado a que los demás ya eran jóvenes de por sí, para un adulto maduro como Nox le estaba costando a actuar como su nuevo cuerpo le exigía.
Por otra parte, el drama cómico que hacia mini Luka era cuanto menos lamentable. ¿Qué el gyojin no sabía nadar? Era como decir que humano no sabía caminar. Y por mucho que se ahogase, se suponía que el cabeza sardina podía respirar bajo el agua. En el fondo Nox sabía que Luka tenía más de merluzo que de tiburón, sin ofender a cualquier gyojin merluza que hubiera.
Con suma rapidez un individuo lo saco del agua. Una chica con guadaña en mano. En un principio le dio un respingo, ya que aquella herramienta era un símbolo de la misma muerte y que ahora fueran unos niños los cuales ni siquiera el Susaku del sur como Zane podía tirar una llamarada en condiciones le hacía temer lo peor, pero solo les pidió que la acompañaran.
- En serio vamos a… Oh, cierto siempre vamos en serio en estas cosas –se auto interrumpió, al ver que todos acataban las ordenes del capitán por muy canijo que fuese ahora. Nox únicamente siguió su juramento y acato la orden sin disputa-. Claro, sigamos a la tia con una guadaña. ¿Que podría salir mal?
- Créeme, después de verme de lo que soy capaz, te importara y mucho –le miró fijamente un segundos, hasta alzar una ceja, pero sin cambiar en ningún momento el tono de su voz-. Mierda, ahora que me escuchado me acuerdo porque odie ser un maldito preadolescente
Nox, como si la bruja aun delante de el ya no estuviera, la ignoro y se fue en otra dirección como si nada. Puede que sus mentes aun conservaran la madurez, pero los niños no solo consistían en ser pequeños e hiperactivos. El simple tema de las hormonas juveniles lo estaba idiotizando. Dado a que los demás ya eran jóvenes de por sí, para un adulto maduro como Nox le estaba costando a actuar como su nuevo cuerpo le exigía.
Por otra parte, el drama cómico que hacia mini Luka era cuanto menos lamentable. ¿Qué el gyojin no sabía nadar? Era como decir que humano no sabía caminar. Y por mucho que se ahogase, se suponía que el cabeza sardina podía respirar bajo el agua. En el fondo Nox sabía que Luka tenía más de merluzo que de tiburón, sin ofender a cualquier gyojin merluza que hubiera.
Con suma rapidez un individuo lo saco del agua. Una chica con guadaña en mano. En un principio le dio un respingo, ya que aquella herramienta era un símbolo de la misma muerte y que ahora fueran unos niños los cuales ni siquiera el Susaku del sur como Zane podía tirar una llamarada en condiciones le hacía temer lo peor, pero solo les pidió que la acompañaran.
- En serio vamos a… Oh, cierto siempre vamos en serio en estas cosas –se auto interrumpió, al ver que todos acataban las ordenes del capitán por muy canijo que fuese ahora. Nox únicamente siguió su juramento y acato la orden sin disputa-. Claro, sigamos a la tia con una guadaña. ¿Que podría salir mal?
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El mar es oscuro y alberga horrores. Aquello se decía en tiempos inmemoriales, en aquellos en los que los humanos renegaban por completo de los gyojins. La época del “vete a la cama o vendrá un gyojin a por tí”, del “No hagas esas muecas, se te quedará cara de gyojin”. La época del odio, así la conocían en su isla natal; la isla Gyojin. Algunos de sus hermanos creían vigente esa época, otros, como él, creían que por fortuna había llegado a su fin, ya que pese a que el odio era, a su juicio, imposible de erradicar, sí que había una minoría que lo practicaba. Pero al fin y al cabo, era una minoría.
Pues así se encontraba Luka. Envuelto en una situación nada favorable, pese a estar en su ambiente. La charca no tenía pinta de ser demasiado profunda, sin embargo, una enorme y malvada criatura la custodiaba. Era una especie de pulpo gigante, aunque el tiburón tenía casi totalmente claro que se trataba de un kraken, aunque no adulto. El susodicho monstruo agarró de la pierna al habitante del mar y tiró de él con fuerza, desplazándolo como un niño mueve un globo. Y aquello hizo enfurecer al pequeño Luka, que como antaño, tenía una mala hostia totalmente desproporcionada para su tamaño.
Con el rostro serio y los ojos achinados fruto del cabreo, intentó balancearse en el agua hasta que consiguió agarrar con ambas manos el tentáculo que le sujetaba. Se inclinó nuevamente y mordió con tanta fuerza como tenía el tentáculo. Aquello, en su estado normal, como gyojin fornido de veintipico años hubiera servido para liberarse, pero en su estado actual, como un gyojin prepúber sin músculo alguno, solo consiguió que se le rompiese un diente, provocando una intensa llorera en el habitante del mar, llevándose las manos a la boca. Por si no fuese bastante, entre tanto abrir y cerrar la boca se mordió el labio, provocándose una herida que no tardó en sangrar.
Cuando todo pareció perdido, observó cómo Nailah venía en su ayuda. El salto de la humana, visto desde su perspectiva, fue tan bello como si la más guapa de las sirenas viniese en su ayuda. Estiró el brazo intentando llegar hasta ella, incluso, fruto de la desesperación, pronunció unas palabras que no tardó en lamentar y esperaba que la humana no llegase a escuchar.
- Sálvame, por favor, a pesar de la pastilla esa que te dí. Te daré toda la droga del mundo que quieras, pero sálvame, por favor. Quiero volver a ver a mi pap…. No… No tengo padres, ¡no tengo nada!
Durante una época de su vida, Luka era llamado “The Drama King” en la isla gyojin. Parecía que su mente había vuelto a aquella época.
Con un esfuerzo titánico, el pirata consiguió agarrar la mano de su nakama, sin embargo aquello no hizo sino empeorar las cosas, ya que Nailah cayó presa del presunto kraken. Cuando el tiburón estaba a punto de decir sus últimas palabras, algo pasó a su lado a una velocidad increíble y cortó el tentáculo que les sujetaba. No solo lo cortó en un trozo, sino que Luka se llevó agarrado uno más pequeño de unos quince centímetros.
Aquella sombra que no llegó a ver, se trataba de una chica de un aspecto similar al de sus compañeros. Parecía ser una niña, aunque sus pechos dijesen lo contrario. La situación se volvió más cómica aún, ya que la niña agarró a Luka, y éste a Nailah. El tiburón se estrechó con su compañera en un fuerte abrazo que parecía más una presa que un símbolo de afecto, hasta que finalmente, la muchacha les soltó en medio de un bosque. Cuando miró hacia atrás observó que algunos de sus compañeros les habían seguido, por lo que intuyó que se había perdido algo, probablemente fruto del miedo. En ese preciso instante se percató también del abrazo que le estaba dando a Nailah, y la liberó poniendo cara de pena. Hizo lo propio con el tentáculo, el cual tiró al suelo con rabia.
- ¿Estás bien, Nailah? Siento no haberte sido de ayuda abajo…
Pero entonces, Therax preguntó a la muchacha, algo que no sentó demasiado bien al pequeño gyojin.
- Gracias… -le dijo a la muchacha- Da igual quién sea, Therax, ahora es mi amiga, me ha salvado la vida, no como vosotros, ¿qué creíais, que era una broma? Pues sí, lo era, pero luego ya no, luego era verdad todo. Nailah lo vió. Si no llega a ser por esta chica, ahora estaría muerto. Aunque hubiera sido raro, hubiéramos muerto como niños sin serlo, o igual sí que lo somos. Bueno no sé, el caso es que esta niña ahora es mi mejor amiga. Bueno, Nailah también lo es, porque casi me salva y arriesgó su vida para ello. Jo, ¿habéis visto este bosque? Es perfecto para jugar al escondite. Aunque antes...
El gyojin aprovechó ese momento para acercarse a un árbol, trepar hasta la rama más ancha cercana y tirar de ella hasta arrancarla. Una vez lo hizo, la mordió con fuerza y la alejó con todas sus fuerzas, inclusó pidió ayuda a los allí presentes. No pudo ver con claridad quién le ayudó, ya que cayó con fuerza de espaldas y, cuando se llevó la mano a la boca, ya no tenía su dentadura, se debía haber quedado fijada a la rama arrancada, tal y como hacía en su juventud. De mayor ya se la podía quitar él solo, pero la ausencia de fuerza le hizo pensar en ese método, el cual empleó durante varios años de su vida.
- Se me rompió un diente o dos -comentó el por qué de su acción-. En un par de horas tendré unos dientes nuevos otra vez, es una pasada.
Al no tener dentadura, sus palabras parecían aún más infantiles. Como si un bebé estuviese hablando. Aquella comedia parecía no tener fin, y pese a que sus compañeros parecían unos adultos encerrados en un cuerpo de niño, Luka parecía un niño encerrado en un cuerpo de niño. O lo que es lo mismo, un gran problema para los Arashi. Aunque una diversión asegurada.
- ¿Jugamos al escondite entonces? ¡Nome! -gritó emocionado a la par que alzaba la mano. Esperaba que el resto de sus compañeros supiesen el significado de la gran palabra nome, de lo contrario quedaría un poco en ridículo, aunque no le importaba.
Pues así se encontraba Luka. Envuelto en una situación nada favorable, pese a estar en su ambiente. La charca no tenía pinta de ser demasiado profunda, sin embargo, una enorme y malvada criatura la custodiaba. Era una especie de pulpo gigante, aunque el tiburón tenía casi totalmente claro que se trataba de un kraken, aunque no adulto. El susodicho monstruo agarró de la pierna al habitante del mar y tiró de él con fuerza, desplazándolo como un niño mueve un globo. Y aquello hizo enfurecer al pequeño Luka, que como antaño, tenía una mala hostia totalmente desproporcionada para su tamaño.
Con el rostro serio y los ojos achinados fruto del cabreo, intentó balancearse en el agua hasta que consiguió agarrar con ambas manos el tentáculo que le sujetaba. Se inclinó nuevamente y mordió con tanta fuerza como tenía el tentáculo. Aquello, en su estado normal, como gyojin fornido de veintipico años hubiera servido para liberarse, pero en su estado actual, como un gyojin prepúber sin músculo alguno, solo consiguió que se le rompiese un diente, provocando una intensa llorera en el habitante del mar, llevándose las manos a la boca. Por si no fuese bastante, entre tanto abrir y cerrar la boca se mordió el labio, provocándose una herida que no tardó en sangrar.
Cuando todo pareció perdido, observó cómo Nailah venía en su ayuda. El salto de la humana, visto desde su perspectiva, fue tan bello como si la más guapa de las sirenas viniese en su ayuda. Estiró el brazo intentando llegar hasta ella, incluso, fruto de la desesperación, pronunció unas palabras que no tardó en lamentar y esperaba que la humana no llegase a escuchar.
- Sálvame, por favor, a pesar de la pastilla esa que te dí. Te daré toda la droga del mundo que quieras, pero sálvame, por favor. Quiero volver a ver a mi pap…. No… No tengo padres, ¡no tengo nada!
Durante una época de su vida, Luka era llamado “The Drama King” en la isla gyojin. Parecía que su mente había vuelto a aquella época.
Con un esfuerzo titánico, el pirata consiguió agarrar la mano de su nakama, sin embargo aquello no hizo sino empeorar las cosas, ya que Nailah cayó presa del presunto kraken. Cuando el tiburón estaba a punto de decir sus últimas palabras, algo pasó a su lado a una velocidad increíble y cortó el tentáculo que les sujetaba. No solo lo cortó en un trozo, sino que Luka se llevó agarrado uno más pequeño de unos quince centímetros.
Aquella sombra que no llegó a ver, se trataba de una chica de un aspecto similar al de sus compañeros. Parecía ser una niña, aunque sus pechos dijesen lo contrario. La situación se volvió más cómica aún, ya que la niña agarró a Luka, y éste a Nailah. El tiburón se estrechó con su compañera en un fuerte abrazo que parecía más una presa que un símbolo de afecto, hasta que finalmente, la muchacha les soltó en medio de un bosque. Cuando miró hacia atrás observó que algunos de sus compañeros les habían seguido, por lo que intuyó que se había perdido algo, probablemente fruto del miedo. En ese preciso instante se percató también del abrazo que le estaba dando a Nailah, y la liberó poniendo cara de pena. Hizo lo propio con el tentáculo, el cual tiró al suelo con rabia.
- ¿Estás bien, Nailah? Siento no haberte sido de ayuda abajo…
Pero entonces, Therax preguntó a la muchacha, algo que no sentó demasiado bien al pequeño gyojin.
- Gracias… -le dijo a la muchacha- Da igual quién sea, Therax, ahora es mi amiga, me ha salvado la vida, no como vosotros, ¿qué creíais, que era una broma? Pues sí, lo era, pero luego ya no, luego era verdad todo. Nailah lo vió. Si no llega a ser por esta chica, ahora estaría muerto. Aunque hubiera sido raro, hubiéramos muerto como niños sin serlo, o igual sí que lo somos. Bueno no sé, el caso es que esta niña ahora es mi mejor amiga. Bueno, Nailah también lo es, porque casi me salva y arriesgó su vida para ello. Jo, ¿habéis visto este bosque? Es perfecto para jugar al escondite. Aunque antes...
El gyojin aprovechó ese momento para acercarse a un árbol, trepar hasta la rama más ancha cercana y tirar de ella hasta arrancarla. Una vez lo hizo, la mordió con fuerza y la alejó con todas sus fuerzas, inclusó pidió ayuda a los allí presentes. No pudo ver con claridad quién le ayudó, ya que cayó con fuerza de espaldas y, cuando se llevó la mano a la boca, ya no tenía su dentadura, se debía haber quedado fijada a la rama arrancada, tal y como hacía en su juventud. De mayor ya se la podía quitar él solo, pero la ausencia de fuerza le hizo pensar en ese método, el cual empleó durante varios años de su vida.
- Se me rompió un diente o dos -comentó el por qué de su acción-. En un par de horas tendré unos dientes nuevos otra vez, es una pasada.
Al no tener dentadura, sus palabras parecían aún más infantiles. Como si un bebé estuviese hablando. Aquella comedia parecía no tener fin, y pese a que sus compañeros parecían unos adultos encerrados en un cuerpo de niño, Luka parecía un niño encerrado en un cuerpo de niño. O lo que es lo mismo, un gran problema para los Arashi. Aunque una diversión asegurada.
- ¿Jugamos al escondite entonces? ¡Nome! -gritó emocionado a la par que alzaba la mano. Esperaba que el resto de sus compañeros supiesen el significado de la gran palabra nome, de lo contrario quedaría un poco en ridículo, aunque no le importaba.
Nailah
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Nailah cerró los ojos con fuerza al sentir el agua helada chocando contra su piel. Algo tiraba de ella y el gyojin hacia abajo, y no había manera de regresar a la superficie. Luka no tenía problema al hundirse, pues el podía respirar bajo el agua, pero la pirata no y sufría el riesgo de morir ahogada. Ambos tripulantes seguían descendiendo en aquella charca y aunque Nailah hubiera querido soltarse, no podía abandonar a Luka con aquel tentáculo gigante.
Sin embargo, un rayo de esperanza acudió ante ellos, cortando el tentáculo que los arrastraba hasta las profundidades. Por unos segundos se quedaron flotando en el agua, pero algo arrastró a Luka hacia arriba, el mismo rayo de esperanza blanquecino. Si no llega a ser por Luka, ella se habría quedado en el fondo de aquella charca. El gyojin agarró a Nailah con fuerza y la apegó a su pecho. Ella sentía que no se podía mover, por si fuera poco entre el poco aire que le quedaba y lo apretada que se encontraba, lo estaba pasando muy mal. Parecía que le iba a quedar un trauma con las charcas a partir de ahora.
Los dos piratas salieron a la superficie y se quedaron de pie sin problemas. Nailah abrió los ojos, mientas seguía abrazada a Luka y se dio cuenta de que estaban en medio de un bosque. Se separó de él y se frotó los ojos, tosiendo un poco por el agua que había tragado al sumergirse tan profundamente.
-No te preocupes, estoy bien - Masculló - De no ser por ti, lo que te ha salvado me hubiera dejado allí abajo. Debes ser muy importante para ese ser de luz.
El aspecto del ser de luz parecía ser una niña también, y al cabo de un rato vio a Therax y a más miembros de la banda. Era normal tener preguntas y Nailah tenía muchas. Sin embargo, cuando Luka se liberó del tentáculo que seguía agarrado a su pierna, la pirata le dio una patada al miembro para lanzarlo a la charca de nuevo. Tenía mucha rabia acumulada por aquel mal momento.
-¿Y tú quién eres? - Inquirió la pequeña morena, señalando la muchacha -. ¡Luka, no creo que sea el momento para jugar al escondite!
La pequeña se llevó una mano a la frente, suspirando y esperó a que llegaran el resto de sus compañeros. ¿Por qué gritaba Nome? Nailah no entendía aquella palabra. Miró sus pequeñas manos y apretó los puños. Solamente tenía la reina roja con ella y era bastante grande y pesada. Estaba deseando volver a ser una adulta ya, ser niño era horrible, no podía hacer nada importante.
Sin embargo, un rayo de esperanza acudió ante ellos, cortando el tentáculo que los arrastraba hasta las profundidades. Por unos segundos se quedaron flotando en el agua, pero algo arrastró a Luka hacia arriba, el mismo rayo de esperanza blanquecino. Si no llega a ser por Luka, ella se habría quedado en el fondo de aquella charca. El gyojin agarró a Nailah con fuerza y la apegó a su pecho. Ella sentía que no se podía mover, por si fuera poco entre el poco aire que le quedaba y lo apretada que se encontraba, lo estaba pasando muy mal. Parecía que le iba a quedar un trauma con las charcas a partir de ahora.
Los dos piratas salieron a la superficie y se quedaron de pie sin problemas. Nailah abrió los ojos, mientas seguía abrazada a Luka y se dio cuenta de que estaban en medio de un bosque. Se separó de él y se frotó los ojos, tosiendo un poco por el agua que había tragado al sumergirse tan profundamente.
-No te preocupes, estoy bien - Masculló - De no ser por ti, lo que te ha salvado me hubiera dejado allí abajo. Debes ser muy importante para ese ser de luz.
El aspecto del ser de luz parecía ser una niña también, y al cabo de un rato vio a Therax y a más miembros de la banda. Era normal tener preguntas y Nailah tenía muchas. Sin embargo, cuando Luka se liberó del tentáculo que seguía agarrado a su pierna, la pirata le dio una patada al miembro para lanzarlo a la charca de nuevo. Tenía mucha rabia acumulada por aquel mal momento.
-¿Y tú quién eres? - Inquirió la pequeña morena, señalando la muchacha -. ¡Luka, no creo que sea el momento para jugar al escondite!
La pequeña se llevó una mano a la frente, suspirando y esperó a que llegaran el resto de sus compañeros. ¿Por qué gritaba Nome? Nailah no entendía aquella palabra. Miró sus pequeñas manos y apretó los puños. Solamente tenía la reina roja con ella y era bastante grande y pesada. Estaba deseando volver a ser una adulta ya, ser niño era horrible, no podía hacer nada importante.
—Soy Hanae —dijo la joven—. Y hace cosa de un mes también era una adulta como vosotros.
Pero Zane no estuvo atento a las palabras de aquella joven, sino que tenía la mirada fija en el horizonte. Su ceño estaba fruncido, y en su mano podían vislumbrarse una pequeña llama de baja intensidad a lo que solía crear de manera habitual. Lo que el pelirrojo estaba viendo era una sombra, la silueta de un hombre encapuchado que los miraba con unos brillantes y rasgados ojos amarillos, que los estaba mirando con los ojos abiertos, sin pestañear si quiera. ¿Quién sería aquel hombre? Era una de las cuestiones que debía resolver. Haciendo fuerzas de flaqueza, sujetando su katana con todas sus fuerzas, cuyo peso parecía haberse triplicado, comenzó a correr hacia el punto donde estaban aquel hombre, pero cuando llegó ya había desaparecido.
Impotente, el pelirrojo se giró para ir al punto donde había quedado con Bak, percatándose de que su banda aún continuaba allí, en el mismo sitio del que él le había dicho que se fuera. Sin dudarlo, con un mosqueo que rozaba la impotencia por no saber qué hacer en ese momento, se acercó a sus compañeros.
—¿Alguna vez vais a cumplir alguna orden mía sin cuestionarla? —se quejó Zane, maldiciendo ese tono de voz dulce e infantil que tenía, mirando a sus tripulantes—. Si os mando alejaros es por vuestra seguridad. Ahora mismo somos vulnerables, y por muy débil que yo sea, el fuego siempre quema.
Dejando eso de lado, lo que le crispaba era la actitud infantil de Luka, y las ganas de correr y jugar que le entraban por momentos. Fue entonces, cuando Esme y Manué comenzaron a corretear por el bosque de un lado al otro, lanzándose barro como si fueran dos críos de diez años. Y la joven de la guadaña, con un ágil y veloz movimiento que apenas pudo seguir, les golpeó en la nuca.
—Tenemos que alejarnos de aquí. Mientras más cercas estemos de este lugar más rápido os volveréis infantes de mente —les advirtió.
—¿A qué te refieres? —preguntó Zane.
—¿El hombre que has visto? Es el único resquicio que queda de los hermanos del viejo culto de la isla, que busca adeptos para resucitarlo con más fuerza que nunca. ¿Y qué hay más influenciable que la mente de un niño? Nada. Los niños a estas edades son muy manejables, pero eso es solo el resumen. Corred, tenemos que alejarnos del epicentro de su poder.
Y en ese momento apareció Bak, tras ellos y con un saco con dinero.
—¡Bak! —gritó Zane—. Aquí, ven.
—Kath, ¿qué has hecho ya? —preguntó el gyojin, algo furioso.
Tras la contestación de la bruja, Zane se aproximó a Bak.
—Aunque parezca increíble no es cosa nuestra. Ahora debes comprarnos ropa y armas para nuestro tamaño, ¿vale? Nosotros vamos a alejarnos del bosque. Para buscarnos usa mi vibre card.
—Está bien —dijo con ligera confusión—. ¿Y qué talla tenéis?
—Compra lo que sea, entre doce y catorce años. Y armas acordes a nuestro tamaño. Los espadachines con espadas que no pesen mucho estaremos bien, los tiradores con revólveres de pequeño calibre, y si puedes pillar algo de dinamita… —el pelirrojo sonrió—. Sería un placer.
—Dalo por hecho, pelirrojo. Nos vemos en un par de horas.
—Flama.
—¿Nos vamos? Vuestro amigo el boquerón está cada vez peor —dijo en voz alta Hanae.
El camino a seguir eran las montañas, un lugar sin apenas plantas, solo pequeños arbustos y un río que descendía desde el cerro más alto de todos. De camino, un grupo de hombres encapuchados se acercaron a ellos, y los rodearon. Eran un total de cinco, con cuerdas, grilletes y cadenas.
—Esta vez no vais a escaparos —dijo uno de ellos.
Pero Zane no estuvo atento a las palabras de aquella joven, sino que tenía la mirada fija en el horizonte. Su ceño estaba fruncido, y en su mano podían vislumbrarse una pequeña llama de baja intensidad a lo que solía crear de manera habitual. Lo que el pelirrojo estaba viendo era una sombra, la silueta de un hombre encapuchado que los miraba con unos brillantes y rasgados ojos amarillos, que los estaba mirando con los ojos abiertos, sin pestañear si quiera. ¿Quién sería aquel hombre? Era una de las cuestiones que debía resolver. Haciendo fuerzas de flaqueza, sujetando su katana con todas sus fuerzas, cuyo peso parecía haberse triplicado, comenzó a correr hacia el punto donde estaban aquel hombre, pero cuando llegó ya había desaparecido.
Impotente, el pelirrojo se giró para ir al punto donde había quedado con Bak, percatándose de que su banda aún continuaba allí, en el mismo sitio del que él le había dicho que se fuera. Sin dudarlo, con un mosqueo que rozaba la impotencia por no saber qué hacer en ese momento, se acercó a sus compañeros.
—¿Alguna vez vais a cumplir alguna orden mía sin cuestionarla? —se quejó Zane, maldiciendo ese tono de voz dulce e infantil que tenía, mirando a sus tripulantes—. Si os mando alejaros es por vuestra seguridad. Ahora mismo somos vulnerables, y por muy débil que yo sea, el fuego siempre quema.
Dejando eso de lado, lo que le crispaba era la actitud infantil de Luka, y las ganas de correr y jugar que le entraban por momentos. Fue entonces, cuando Esme y Manué comenzaron a corretear por el bosque de un lado al otro, lanzándose barro como si fueran dos críos de diez años. Y la joven de la guadaña, con un ágil y veloz movimiento que apenas pudo seguir, les golpeó en la nuca.
—Tenemos que alejarnos de aquí. Mientras más cercas estemos de este lugar más rápido os volveréis infantes de mente —les advirtió.
—¿A qué te refieres? —preguntó Zane.
—¿El hombre que has visto? Es el único resquicio que queda de los hermanos del viejo culto de la isla, que busca adeptos para resucitarlo con más fuerza que nunca. ¿Y qué hay más influenciable que la mente de un niño? Nada. Los niños a estas edades son muy manejables, pero eso es solo el resumen. Corred, tenemos que alejarnos del epicentro de su poder.
Y en ese momento apareció Bak, tras ellos y con un saco con dinero.
—¡Bak! —gritó Zane—. Aquí, ven.
—Kath, ¿qué has hecho ya? —preguntó el gyojin, algo furioso.
Tras la contestación de la bruja, Zane se aproximó a Bak.
—Aunque parezca increíble no es cosa nuestra. Ahora debes comprarnos ropa y armas para nuestro tamaño, ¿vale? Nosotros vamos a alejarnos del bosque. Para buscarnos usa mi vibre card.
—Está bien —dijo con ligera confusión—. ¿Y qué talla tenéis?
—Compra lo que sea, entre doce y catorce años. Y armas acordes a nuestro tamaño. Los espadachines con espadas que no pesen mucho estaremos bien, los tiradores con revólveres de pequeño calibre, y si puedes pillar algo de dinamita… —el pelirrojo sonrió—. Sería un placer.
—Dalo por hecho, pelirrojo. Nos vemos en un par de horas.
—Flama.
—¿Nos vamos? Vuestro amigo el boquerón está cada vez peor —dijo en voz alta Hanae.
El camino a seguir eran las montañas, un lugar sin apenas plantas, solo pequeños arbustos y un río que descendía desde el cerro más alto de todos. De camino, un grupo de hombres encapuchados se acercaron a ellos, y los rodearon. Eran un total de cinco, con cuerdas, grilletes y cadenas.
—Esta vez no vais a escaparos —dijo uno de ellos.
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- [Privado -Arashi no Kyoudai] Nuevos miembros, mafiosos y mucha locura. El reencuentro de los Arashi no Kyoudai.
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