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- Aclaraciones del guión del rol:
- Este es el primer rol en conjunto de todos nosotros, aunque tenemos libertad de acciones, vamos a intentar cumplir (más o menos) en líneas generales el guión que establecimos en la conversación de la banda, ¿vale? El guión, en líneas generales, es el siguiente:
- Está anocheciendo en Arabasta, Zane y Spanner deambulan por la isla hasta que se encuentran un viejo conocido (Noximiliem). Deciden ir a una taberna a tomar algo, para ponerse al día y contarse todas sus aventuras. Al llegar a la taberna se sientan en una mesa, frente a ellos está Haruka, una vieja “amiga” de Zane, acompañada de una muchacha pelirroja (Kei), la cual estaban juntas por alguna razón (inventaos algo)
- Al final acaban todos comiendo juntos, pues el pelirrojo dice de invitarles (habéis pillado a Zane generoso). Lo pasáis bien, bebéis y demás (lo que es una noche piratil en una taberna) hasta que se forma un follón y tenéis que iros porque viene la guardia real.
- Nos alejamos hasta un oasis de las afueras, donde pasamos la noche. Al despertar, otro grupo de sujetos (la banda de NPC que creé) reconoce a alguno de nosotros por su recompensa (Zane y Haruka por ejemplo, al tener la más alta) y los reta a un juego de piratas del que no tenemos mucha idea: Davy Back Ficht, al cual tenemos que jugar siguiendo unas reglas (aquí se explican las reglas y blablablá).
- Sin embargo, Haruka propone seguirles el rollo para robarles, porque poseen unas armas muy chachis, Al final realizamos los retos/juegos, ganando algunos y perdiendo otros. Sin embargo, tras hacer trampas y lo que se os ocurra, nos pillan y huimos como buenos piratas. Sin embargo, nos detienen cerca del puerto donde Zane y Spanner tiene el barco. Ante esto nos toca luchar, mientras otro se cuelan en el barco de los NPC (que resulta que está al lado).
- Tras derrotarlos, humos y ea, Zane y Spanner sus dice de montar la banda y se acabo.
- Está anocheciendo en Arabasta, Zane y Spanner deambulan por la isla hasta que se encuentran un viejo conocido (Noximiliem). Deciden ir a una taberna a tomar algo, para ponerse al día y contarse todas sus aventuras. Al llegar a la taberna se sientan en una mesa, frente a ellos está Haruka, una vieja “amiga” de Zane, acompañada de una muchacha pelirroja (Kei), la cual estaban juntas por alguna razón (inventaos algo)
El sol comenzaba a desaparecer por el horizonte, haciendo que el cielo se tornara de un color que no era ni rosado ni anaranjado, sino una mezcla de ambos matices que me era imposible describir. El mar se encontraba en calma, apenas corría una pequeña brisa que mecía el barco hacia el noroeste, al lugar que apuntaba la aguja magnética del log pose que había tomado prestado por manera indefinida del tío de Spanner. Era un barco grande para dos personas, muy difícil de mantener y poner en marcha cuando atracábamos en algún puerto. El pelimorado y yo llevábamos mucho tiempo juntos queriendo formar una banda, pero aún no habíamos tenido la oportunidad de encontrar a alguien de confianza para ello. Aunque no nos iba mal, lo único que detestaba era que mientras más tiempo pasaba en el barco, más femenino me parecía Spanner y eso no me gustaba.
“Necesitamos mujeres en el barco” –me decía a mi mismo todos los días.
Levanté la vista del timón y, gracias las capacidades visuales que me proporcionaba una de las habilidades de la fruta del diablo que ingerí hacía tiempo ya, vislumbré una isla a poco más de seiscientos metros. Nuestro destino estaba frente a nosotros. ¿Qué isla era? No lo sabía, pero la temperatura había aumentado unos cuantos grados, por lo que debía ser una de verano.
Llevábamos un par de semanas navegando siguiendo un rumbo fijo, de ser por mi hubiéramos parado en una isla que vinos hacía días, pero Spanner no lo quería así, decía que teníamos que segur el magnetismo de la brújula. Por no escucharle le hacía caso, era peor que una madre. No, peor que una novia. En ocasiones me sacaba de quicio hasta el punto de querer irme volando de allí, dejándolo a la deriva hasta que se me pasara el mosqueo, es decir, tras un par de noches de borrachera.
Miré hacia la cubierta y Spanner no estaba, como de costumbre debía encontrarse en el taller leyendo algún libro e investigando cosas.
Dejé el timón en punto muerto y bajé por la escalerilla del castillo de popa. Aún seguía sin creerme que aquel barco fuera nuestro. Aunque antiguo, era una gran adquisición, pero no dudaría en cambiarlo por otro más nuevo y con menos parches. Al llegar a la puerta del laboratorio me tope con Spanner, como no, dormido sobre el escritorio.
—Luego te quejas de que no puedes dormir de noche –dile acariciándole bruscamente el cuello, en otras palabras, dándole una colleja–. Dentro de nada estaremos en una isla, creo que es de verano por el clima, así que no te abrigues mucho. Y haz una lista con lo que necesitamos, que esta noche la pasaremos allí, no tengo ganas de dormir en el barco.
Tras decirle eso, me salí del taller.
Volví al castillo de popa y dirigí el barco. El graznido de un pájaro sonó en la cofa, no me gustaba, pues era el pájaro de mi padre. Horus llevaba siguiéndonos desde Jaya, no le dije nada a nadie, pero me daba mal augurio.
Al llegar a la costa, estacioné el barco en batería, de culo, tras haber surcado algo parecido a un río. Bajé de él y me estiré todos y cada una de las articulaciones de mi cuerpo, crujiendo el cuello un par de veces.
—¡POR FIN, TIERRA FIRME. JODER! –expresé con mucha alegría.
Un transeúnte pasó por delante de mí, mirándome extrañado. Tenía unos rasgos que había visto en pocas ocasiones, era de tez oscura, ojos algo rasgados y vestía con unos extraños vestidos. Dando una carrerita me acerqué a él.
—Oiga, ¿en qué isla nos encontramos? –pregunté.
—Hijo mío, nos encontramos en la isla de Arabasta –contestó.
—Vale, muchas gracias –le dije.
“Así que Arabasta, el reino del desierto” –pensé.
Al volver con Spanner le dije donde nos estábamos. Fuimos hacia el norte, dónde las señales nos indicaba que estaba la ciudad de Alubarna. Al llegar, ya era de noche. La ciudad estaba situada sobre un montículo de tierra inmenso, amurallado por una pared de mármol blanco. Las casas eran preciosas, construidas de forma radial en torno al palacio. Había mucho bullicio, al parecer se encontraban en época de Sawn*, por lo que solo comían desde la noche hasta el amanecer; algo duro, pero era una práctica muy conocida por ellos a lo largo del mundo.
Mientras paseaba junto a Spanner en busca de una hostal donde dormir, me pareció ver a alguien conocido. Un sujeto con una túnica azul y una máscara medio rota. Sí, era él. Noximiliem.
—¡NOOOX! –grité, llamando su atención y la de los que estaban a mi alrededor.
“Necesitamos mujeres en el barco” –me decía a mi mismo todos los días.
Levanté la vista del timón y, gracias las capacidades visuales que me proporcionaba una de las habilidades de la fruta del diablo que ingerí hacía tiempo ya, vislumbré una isla a poco más de seiscientos metros. Nuestro destino estaba frente a nosotros. ¿Qué isla era? No lo sabía, pero la temperatura había aumentado unos cuantos grados, por lo que debía ser una de verano.
Llevábamos un par de semanas navegando siguiendo un rumbo fijo, de ser por mi hubiéramos parado en una isla que vinos hacía días, pero Spanner no lo quería así, decía que teníamos que segur el magnetismo de la brújula. Por no escucharle le hacía caso, era peor que una madre. No, peor que una novia. En ocasiones me sacaba de quicio hasta el punto de querer irme volando de allí, dejándolo a la deriva hasta que se me pasara el mosqueo, es decir, tras un par de noches de borrachera.
Miré hacia la cubierta y Spanner no estaba, como de costumbre debía encontrarse en el taller leyendo algún libro e investigando cosas.
Dejé el timón en punto muerto y bajé por la escalerilla del castillo de popa. Aún seguía sin creerme que aquel barco fuera nuestro. Aunque antiguo, era una gran adquisición, pero no dudaría en cambiarlo por otro más nuevo y con menos parches. Al llegar a la puerta del laboratorio me tope con Spanner, como no, dormido sobre el escritorio.
—Luego te quejas de que no puedes dormir de noche –dile acariciándole bruscamente el cuello, en otras palabras, dándole una colleja–. Dentro de nada estaremos en una isla, creo que es de verano por el clima, así que no te abrigues mucho. Y haz una lista con lo que necesitamos, que esta noche la pasaremos allí, no tengo ganas de dormir en el barco.
Tras decirle eso, me salí del taller.
Volví al castillo de popa y dirigí el barco. El graznido de un pájaro sonó en la cofa, no me gustaba, pues era el pájaro de mi padre. Horus llevaba siguiéndonos desde Jaya, no le dije nada a nadie, pero me daba mal augurio.
Al llegar a la costa, estacioné el barco en batería, de culo, tras haber surcado algo parecido a un río. Bajé de él y me estiré todos y cada una de las articulaciones de mi cuerpo, crujiendo el cuello un par de veces.
—¡POR FIN, TIERRA FIRME. JODER! –expresé con mucha alegría.
Un transeúnte pasó por delante de mí, mirándome extrañado. Tenía unos rasgos que había visto en pocas ocasiones, era de tez oscura, ojos algo rasgados y vestía con unos extraños vestidos. Dando una carrerita me acerqué a él.
—Oiga, ¿en qué isla nos encontramos? –pregunté.
—Hijo mío, nos encontramos en la isla de Arabasta –contestó.
—Vale, muchas gracias –le dije.
“Así que Arabasta, el reino del desierto” –pensé.
Al volver con Spanner le dije donde nos estábamos. Fuimos hacia el norte, dónde las señales nos indicaba que estaba la ciudad de Alubarna. Al llegar, ya era de noche. La ciudad estaba situada sobre un montículo de tierra inmenso, amurallado por una pared de mármol blanco. Las casas eran preciosas, construidas de forma radial en torno al palacio. Había mucho bullicio, al parecer se encontraban en época de Sawn*, por lo que solo comían desde la noche hasta el amanecer; algo duro, pero era una práctica muy conocida por ellos a lo largo del mundo.
Mientras paseaba junto a Spanner en busca de una hostal donde dormir, me pareció ver a alguien conocido. Un sujeto con una túnica azul y una máscara medio rota. Sí, era él. Noximiliem.
—¡NOOOX! –grité, llamando su atención y la de los que estaban a mi alrededor.
Noximilien
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Akuma no mi
Varios
Otro dia que pasa en este lugar que me llena los calzoncillos de puta arena, aunque tengo que decir que tenía su encanto a pesar de todo. Mis travesía por alguna de las ciudades de Arabasta por… por… Bueno, digamos que por aburrimiento. Y que mis viejos huesos necesitan vacaciones constantes o tambien me gusta descansar… Quién sabe.
Sostenía una copa de licor de frutas, levantando ligeramente la ya quebrada y vieja máscara, para poder beberla sin problemas. Su sabor era dulce y refrescante que me aliviaba del sofocante calor que ya iba disminuyendo por la ausencia del astro celeste, aunque la túnica que me había comprado en uno de los puestos de telas que había por todo el lugar también ayudaba.
Le eche un gran último gran trago al gran vaso con sombrillita, cogí el pequeño paraguitas y me lo guarde en el bolsillo porque me resultaba gracioso mientras que el vaso lo tire en uno de los contenedores, cuando escuche una voz familiar a todo pulmón.
Eran dos personas, un chaval de largo cabello morado, que no se porque, mi instinto decía que no era un chico normal y a su lado el causante del escándalo. Aquel muchacho pelirrojo que había visto en Sabaody y había sido tan amable conmigo. Habían pasado un par de años y sinceramente daba miedo con la diferencia de la última vez que le vi.
- Es placer encontrarnos de nuevo, Zane. Hacía tiempo que no nos veíamos. Que envidia me dais lo jóvenes, vosotros os hacéis mas fuertes y yo cada vez sufro más lumbago-. comente mientras soltaba una pequeña carcajada. Mira un instante a al chico que tenía al lado el pelirrojo y volví a mirar a Zane de nuevo.- No me vas a presentar a tu amigo?
Sostenía una copa de licor de frutas, levantando ligeramente la ya quebrada y vieja máscara, para poder beberla sin problemas. Su sabor era dulce y refrescante que me aliviaba del sofocante calor que ya iba disminuyendo por la ausencia del astro celeste, aunque la túnica que me había comprado en uno de los puestos de telas que había por todo el lugar también ayudaba.
Le eche un gran último gran trago al gran vaso con sombrillita, cogí el pequeño paraguitas y me lo guarde en el bolsillo porque me resultaba gracioso mientras que el vaso lo tire en uno de los contenedores, cuando escuche una voz familiar a todo pulmón.
Eran dos personas, un chaval de largo cabello morado, que no se porque, mi instinto decía que no era un chico normal y a su lado el causante del escándalo. Aquel muchacho pelirrojo que había visto en Sabaody y había sido tan amable conmigo. Habían pasado un par de años y sinceramente daba miedo con la diferencia de la última vez que le vi.
- Es placer encontrarnos de nuevo, Zane. Hacía tiempo que no nos veíamos. Que envidia me dais lo jóvenes, vosotros os hacéis mas fuertes y yo cada vez sufro más lumbago-. comente mientras soltaba una pequeña carcajada. Mira un instante a al chico que tenía al lado el pelirrojo y volví a mirar a Zane de nuevo.- No me vas a presentar a tu amigo?
Invitado
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Akuma no mi
Varios
Arabasta.
Isla de verano situada en la primera parte de la Grand Line.
Cubierta de desiertos llenos de arena clara que echa a volar con la más leve brisa.
Oculta entre sus áridos desiertos, la ciudad de Alubarna, capital de la isla.
Situada en un oasis rico en recursos, se alza la ciudad más próspera del reino desde hace generaciones.
La amabilidad de los habitantes es inversamente proporcional a la aridez de la zona.
Pero caray, cuánto odiaba esa isla.
Desierto, desierto y más desierto. Y lo peor de todo, calor.
Ciertamente, no podía sentir calor desde hacía aproximadamente una década, y en aquellos momentos aquel hecho me alegraba sobremanera. De poder sentir calor, me estaría defecando en los muertos de todos los habitantes de aquella isla infernal.
Pero eso no implicaba que no pudiese sudar. Y caray si estaba sudando.
Avanzaba a paso lento, al tiempo que mi garganta seca exigía en silencio un poco de agua, atravesando las dunas de arena hasta finalmente divisar la capital. ¿Por qué había terminado en aquella isla? Sin duda una buena pregunta. Ni siquiera yo lo tenía muy claro.
Después de mi aventura en el South Blue había decidido atajar por Calm Belt para volver a la Grand Line donde había residido prácticamente la totalidad de mi existencia, pero el cinturón carece de viento alguno, lo que impide navegar. Por eso, me había decantado por viajar volando. Porque, ¿por qué no?
No una buena idea.
¡Definitivamente no una buena idea! ¡No puedes nadar, estúpida!
Kilómetros de mar en calma que atravesar, ¿a quién se le ocurre?
No recuerdo del todo cómo conseguí atravesar el cinturón. Sólo recuerdo despertar en una embarcación de piratas que clamaban haberme rescatado del mar y a los que, tras una “didáctica charla”, conseguí convencer de que me llevasen a la isla más cercana, que resultó ser Arabasta.
Tras varias horas de caminata en solitario, ahora me encontraba al fin subiendo las escaleras que me conducían al interior de la capital.
Lo primero que hice fue buscar una fuente y beber como si no hubiera mañana, ante las miradas atónitas de los viandantes.
Una vez saciada mi sed, deambulé por las calles cubiertas de arena y tierra seca en busca de un lugar donde distraerme un rato.
Empezaba a anochecer cuando encontré un local con música en directo, que escapaba por sus ventanas abiertas y enseguida acarició mis oídos. Me dejé guiar por el sonido de aquellos tambores y me interné en la taberna para dirigir mis orbes al escenario iluminado donde unas mujeres con ropas provocativas y probablemente tradicionales meneaban sus traseros ejecutando lo que probablemente era la danza del vientre.
Me entremezclé con los demás espectadores y dejé que la música embriagase mis sentidos. Hacía mucho tiempo que no escuchaba música. De hecho, no recordaba la última vez que lo había hecho. Que había cantado o bailado. Que había tenido un día libre.
Después del año intensivo de entrenamiento con el viejo no había tenido un momento de descanso.
¡Cierto! Aquel era mi primer día libre en mucho tiempo.
Así que me dejé llevar por la música y comencé a improvisar un baile natural y espontáneo.
Al tiempo que la música sonaba, mis pies comenzaron a danzar en diversas direcciones y mi cuerpo a dar vueltas al son de los tambores.
La mujer que bailaba en el centro se acercó a un micrófono y empezó a cantar entonces, sin dejar de bailar. Las personas a mi alrededor empezaron a apartarse, dejándome sitio para danzar a mi aire. Algunos espectadores se unieron a la danza, y otros ya estaban bailando para cuando yo había llegado. Me gané algunas miradas curiosas porque, por mis ropas era claramente extranjera, pero a nadie se le pasó por la cabeza soltar un comentario mal avenido.
Mi corazón comenzó a latir más deprisa al tiempo que el ritmo cardíaco se adaptaba a la velocidad de mis movimientos y el cerebro enviaba órdenes al cuerpo para comenzar a quemar grasa. Por primera vez en mucho tiempo, pude darme el lujo de dejar mi mente en blanco. No había preocupaciones, ni miedos, ni preguntas, ni misterios sin resolver. Tan sólo la música. La gente aplaudía a la cantante, silbaba y vitoreaba a las bailarinas, y cantaban a coro el estribillo. Bailaban a mi alrededor, conmigo o sin mí. Caray, hacía tiempo que no disfrutaba de aquella manera.
Cuando la canción finalizó aplaudí como la que más a la artista y enseguida me acerqué a la barra, dándome cuenta de que no sólo estaba hambrienta, sino que volvía a tener sed.
—Hey, señor tabernero –llamé.
—Bonita canción, ¿verdad? –comentó el hombre, acercándose con rostro inquisitivo.
—Sí, hacía tiempo que no me divertía tanto. ¿Podrías ponerme una cerveza bien fresquita y enseñarme la carta? ¿Tenéis carta?
—Claro, espera un momento y enseguida te la traigo –aseguró el joven con una sonrisa, antes de coger una jarra de cerveza-. Puedes sentarte donde quieras y ya te la llevo –me indicó, señalando hacia las mesas del local con un gesto de cabeza.
Me senté a la primera mesa que vi y emití un suspiro de cansancio. Después de caminar tantos kilómetros bajo la odiosa y achicharrante luz del sol, sólo a alguien tan loco como yo se le ocurriría ponerse a bailar con tanto ahínco.
Mis ojos se posaron sobre una mujer de cabellos rojos como la sangre entonces y, ya que me aburría esperando, decidí entablar conversación. La cuestión es que su cara me sonaba de algo…
—Hola –saludé, llamando su atención-. Disculpa… ¿Te conozco de alguna parte? Me suenas um montón.
Isla de verano situada en la primera parte de la Grand Line.
Cubierta de desiertos llenos de arena clara que echa a volar con la más leve brisa.
Oculta entre sus áridos desiertos, la ciudad de Alubarna, capital de la isla.
Situada en un oasis rico en recursos, se alza la ciudad más próspera del reino desde hace generaciones.
La amabilidad de los habitantes es inversamente proporcional a la aridez de la zona.
Pero caray, cuánto odiaba esa isla.
Desierto, desierto y más desierto. Y lo peor de todo, calor.
Ciertamente, no podía sentir calor desde hacía aproximadamente una década, y en aquellos momentos aquel hecho me alegraba sobremanera. De poder sentir calor, me estaría defecando en los muertos de todos los habitantes de aquella isla infernal.
Pero eso no implicaba que no pudiese sudar. Y caray si estaba sudando.
Avanzaba a paso lento, al tiempo que mi garganta seca exigía en silencio un poco de agua, atravesando las dunas de arena hasta finalmente divisar la capital. ¿Por qué había terminado en aquella isla? Sin duda una buena pregunta. Ni siquiera yo lo tenía muy claro.
Después de mi aventura en el South Blue había decidido atajar por Calm Belt para volver a la Grand Line donde había residido prácticamente la totalidad de mi existencia, pero el cinturón carece de viento alguno, lo que impide navegar. Por eso, me había decantado por viajar volando. Porque, ¿por qué no?
No una buena idea.
¡Definitivamente no una buena idea! ¡No puedes nadar, estúpida!
Kilómetros de mar en calma que atravesar, ¿a quién se le ocurre?
No recuerdo del todo cómo conseguí atravesar el cinturón. Sólo recuerdo despertar en una embarcación de piratas que clamaban haberme rescatado del mar y a los que, tras una “didáctica charla”, conseguí convencer de que me llevasen a la isla más cercana, que resultó ser Arabasta.
Tras varias horas de caminata en solitario, ahora me encontraba al fin subiendo las escaleras que me conducían al interior de la capital.
Lo primero que hice fue buscar una fuente y beber como si no hubiera mañana, ante las miradas atónitas de los viandantes.
Una vez saciada mi sed, deambulé por las calles cubiertas de arena y tierra seca en busca de un lugar donde distraerme un rato.
- Música:
-Ding dong ding!- Ya que el embed code no me hace casito, por favor avance hasta el minuto 1:31. Gracias. -Ding dong dong!-
Empezaba a anochecer cuando encontré un local con música en directo, que escapaba por sus ventanas abiertas y enseguida acarició mis oídos. Me dejé guiar por el sonido de aquellos tambores y me interné en la taberna para dirigir mis orbes al escenario iluminado donde unas mujeres con ropas provocativas y probablemente tradicionales meneaban sus traseros ejecutando lo que probablemente era la danza del vientre.
Me entremezclé con los demás espectadores y dejé que la música embriagase mis sentidos. Hacía mucho tiempo que no escuchaba música. De hecho, no recordaba la última vez que lo había hecho. Que había cantado o bailado. Que había tenido un día libre.
Después del año intensivo de entrenamiento con el viejo no había tenido un momento de descanso.
¡Cierto! Aquel era mi primer día libre en mucho tiempo.
Así que me dejé llevar por la música y comencé a improvisar un baile natural y espontáneo.
Al tiempo que la música sonaba, mis pies comenzaron a danzar en diversas direcciones y mi cuerpo a dar vueltas al son de los tambores.
La mujer que bailaba en el centro se acercó a un micrófono y empezó a cantar entonces, sin dejar de bailar. Las personas a mi alrededor empezaron a apartarse, dejándome sitio para danzar a mi aire. Algunos espectadores se unieron a la danza, y otros ya estaban bailando para cuando yo había llegado. Me gané algunas miradas curiosas porque, por mis ropas era claramente extranjera, pero a nadie se le pasó por la cabeza soltar un comentario mal avenido.
Mi corazón comenzó a latir más deprisa al tiempo que el ritmo cardíaco se adaptaba a la velocidad de mis movimientos y el cerebro enviaba órdenes al cuerpo para comenzar a quemar grasa. Por primera vez en mucho tiempo, pude darme el lujo de dejar mi mente en blanco. No había preocupaciones, ni miedos, ni preguntas, ni misterios sin resolver. Tan sólo la música. La gente aplaudía a la cantante, silbaba y vitoreaba a las bailarinas, y cantaban a coro el estribillo. Bailaban a mi alrededor, conmigo o sin mí. Caray, hacía tiempo que no disfrutaba de aquella manera.
Cuando la canción finalizó aplaudí como la que más a la artista y enseguida me acerqué a la barra, dándome cuenta de que no sólo estaba hambrienta, sino que volvía a tener sed.
—Hey, señor tabernero –llamé.
—Bonita canción, ¿verdad? –comentó el hombre, acercándose con rostro inquisitivo.
—Sí, hacía tiempo que no me divertía tanto. ¿Podrías ponerme una cerveza bien fresquita y enseñarme la carta? ¿Tenéis carta?
—Claro, espera un momento y enseguida te la traigo –aseguró el joven con una sonrisa, antes de coger una jarra de cerveza-. Puedes sentarte donde quieras y ya te la llevo –me indicó, señalando hacia las mesas del local con un gesto de cabeza.
Me senté a la primera mesa que vi y emití un suspiro de cansancio. Después de caminar tantos kilómetros bajo la odiosa y achicharrante luz del sol, sólo a alguien tan loco como yo se le ocurriría ponerse a bailar con tanto ahínco.
Mis ojos se posaron sobre una mujer de cabellos rojos como la sangre entonces y, ya que me aburría esperando, decidí entablar conversación. La cuestión es que su cara me sonaba de algo…
—Hola –saludé, llamando su atención-. Disculpa… ¿Te conozco de alguna parte? Me suenas um montón.
Mist D. Spanner
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- Vestimenta de Spanner en este rol:
Spanner se levantó de golpe de su sueño gracias al golpe de Zane. El chico se levantó de forma brusca, cogiendo los papeles y los apuntes. Ya había olvidado donde se había quedado justo antes de caer dormido. Maldijo al aire, casi ignorando todo lo que decía Zane. Aunque si que pudo escuchar algo.
- Que no me abrigue... -murmuró para si-. Como si en este tipo de islas no hiciese un frío de muerte por las noches.
Poniéndose un pañuelo al cuello y una chaqueta, cogió su katana y se dirigió a la salida del camarote, no sin antes golpear tres veces el marco de la puerta. En cuanto atravesó la puerta, fue "atacado" por Icarus. El pequeño búho, contento como él solo, revoloteaba cerca de la cara de Spanner, demasiado nervioso.
- ¡Ya lo sé, ya lo sé! ¡Hola!
El búho se posó en su hombro, de espaldas. Se dio la vuelta en este para mirar en la misma dirección que Spanner, sin embargo aún parecía demasiado nervioso y excitado. Si alguien tuviera que monitorizar su pulso, podría pensar que es un colibrí, en vez de una cría de búho real. Salió a cubierta. ¿Estaba anocheciendo? Claramente había perdido ya la noción del tiempo. Aquello no podía ser. Si tenía que tener su camarote milimétricamente ordenado, también debían estarlo sus horarios.
Tras una pequeña conversación con un transeúnte para decirles que estaban en Arabasta, los piratas caminaron hacia la enorme ciudad de Alubarna. El frío de la noche desértica empezaba a hacerse notar. Menos mal que no había hecho caso a Zane y su "no te abrigues". Fue entonces cuando un grito del pelirrojo sobresaltó al chico. Había visto a alguien que conocía, por lo visto. El hombre, que parecía un robot o un cyborg, dijo algo sobre su avanzada edad. Spanner alzó una ceja. Enseguida se dio cuenta de que de cyborg tenía poco. Era demasiado obvio que las juntas separaban dos piezas de armadura o traje, en vez de dos piezas de mecánica. Sin embargo, aquel extraño pareció divertir a Icarus.
El pequeño búho saltó del hombro de Spanner y casi cae al suelo, pero consiguió revolotear a tiempo y alzar el vuelo. Rodeó la cabeza de aquel al que Zane llamó Nox y, finalmente, se posó en lo más alto de su enmascarado coco. El búho acomodó sus plumas y se quedó allí, quieto y con los ojos cerrados.
- ¡Icarus! Maldita sea...
El chico cogió al pequeño búho entre sus manos, que por lo visto se había dormido nada más tocar la cabeza de Nox, y lo posó en su propio hombro, donde siguió hecho una bola plumífera que respiraba al son de su sueño.
- Soy Mist D. Spanner, genio científico y criminal a tiempo parcial.
Kei
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Akuma no mi
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Arabasta era un lugar desértico y muy caluroso, lo mejor que podías encontrar en aquel lugar eran sus casinos y sus grandes fiestas, y tal vez si eres un aventurero y te gustaba mucho el deporte podrías practicar alguno en el desierto. Quizás un poco de esquí por el desierto o con una tabla de surf, eso seria muy loco.
Aún no comprendía cómo había acabado en aquella situación, ni el motivo que la llevaba hasta ese momento, y aunque no era la mejor manera de disfrutar de aquel lugar no le quedaba más remedio que aguantar hasta encontrar una manera de pagar su deuda o escapar. Quién le mandaría tener una boca tan grande y meterse con quien no debia.
Salía de su “habitación”, si es que a ese agujero donde le habían metido podía llamarse así, ataviada con las ropas de baile y lista para la faena. Se subió al escenario con las demás muchachas posicionándose detrás de la cantante, pronto comenzó a sonar la música llenando el local de un ambiente casi mágico, era lo que más le atraía de aquel hospedaje de tres al cuarto, y todas comenzaron a moverse al unísono, ella incluida.
Cuando sonaba la música y Charlotte cantaba, Kei cerraba los ojos unos instantes y bailaba como si no hubiera nada más, aunque no era una experta y le había costado moverse al principio con el tiempo y la paciencia de algunas de sus compañeras pronto le cogio el truquillo.
Ya había finalizado su turno y fue a por un refrigerio y a sentarse en una de las mesas un rato mientras esperaba su siguiente turno de faena, que normalmente solía ser por las tardes noches con descansos de quince o veinte minutos tras tres horas dándolo todo.
Dio un sorbo a su bebida cuando escucho que alguien la saludaba, era una muchacha ataviada con unas ropas con las cuales se veía a simple vista que no era de allí y además no hacía mucho que se había fijado en cómo bailaba.
Hola- dijo con una leve sonrisa- Es posible dado que creo que el mundo es demasiado pequeño, pero ahora mismo no recuerdo haberte visto. Cómo te llamas?- pregunto algo intrigada por saber si realmente la conocía- Yo soy Kei. - Se fijo unos segundos en como iba la canción y el baile ya que en un rato le tocaría volver.
Aún no comprendía cómo había acabado en aquella situación, ni el motivo que la llevaba hasta ese momento, y aunque no era la mejor manera de disfrutar de aquel lugar no le quedaba más remedio que aguantar hasta encontrar una manera de pagar su deuda o escapar. Quién le mandaría tener una boca tan grande y meterse con quien no debia.
Salía de su “habitación”, si es que a ese agujero donde le habían metido podía llamarse así, ataviada con las ropas de baile y lista para la faena. Se subió al escenario con las demás muchachas posicionándose detrás de la cantante, pronto comenzó a sonar la música llenando el local de un ambiente casi mágico, era lo que más le atraía de aquel hospedaje de tres al cuarto, y todas comenzaron a moverse al unísono, ella incluida.
Cuando sonaba la música y Charlotte cantaba, Kei cerraba los ojos unos instantes y bailaba como si no hubiera nada más, aunque no era una experta y le había costado moverse al principio con el tiempo y la paciencia de algunas de sus compañeras pronto le cogio el truquillo.
Ya había finalizado su turno y fue a por un refrigerio y a sentarse en una de las mesas un rato mientras esperaba su siguiente turno de faena, que normalmente solía ser por las tardes noches con descansos de quince o veinte minutos tras tres horas dándolo todo.
Dio un sorbo a su bebida cuando escucho que alguien la saludaba, era una muchacha ataviada con unas ropas con las cuales se veía a simple vista que no era de allí y además no hacía mucho que se había fijado en cómo bailaba.
Hola- dijo con una leve sonrisa- Es posible dado que creo que el mundo es demasiado pequeño, pero ahora mismo no recuerdo haberte visto. Cómo te llamas?- pregunto algo intrigada por saber si realmente la conocía- Yo soy Kei. - Se fijo unos segundos en como iba la canción y el baile ya que en un rato le tocaría volver.
—¿Cuánto tiempo ha pasado, viejo lobo? –pregunté a Noximilien, que no había cambiado ni un ápice, aunque lo recordaba más alto. ¿Tanto había crecido desde que nos conocimos? Me parecía mentira.
Estaba que no cabía en mí de la emoción. Yo no solía ser una persona muy cariñosa, sobre todo con las personas de mi mismo sexo, pero con él era distinto. Fue la primera persona a la que pude llamar amigo. Solo fueron unos días en Sabaody, pero lo suficiente para cogerle cariño a ese hombre. Él me trataba muy bien, posiblemente porque le recordaba a su hijo, Osuka, a quien tuve el honor de conocer en unos de mis viajes de relax, poco tiempo después de que se marchara del archipiélago.
—¡Ups! –exclamé, al olvidarme de Spanner, quien había traído a su rata con plumas–. Perdón por mis modales –reí–. Este es Spanner, mi segundo de abordo.
“Mi segundo de abordo… ¡Qué bien suena eso!” –pensé con el pecho hinchado de orgullo y una sonrisilla vacilona en el rostro.
—¿Tuviste que traer al pollo? –pregunté, mientras observaba a aquel triste pajarraco, el cual apenas podía volar sin chocarse con algo, que se posó en la cabeza de Nox.
Mientras hablábamos se había hecho completamente de noche en la isla del desierto que era Arabasta. Tal como dijo Spanner, comenzaba a refrescar, o eso creí al ver a la gente cubierta con esos extraños ponchos que llegaban hasta el pie. ¿No tendrían menos frío si usaran otro calzado que no fueran sandalias? En fin, gente del desierto.
Entonces, el sonido de un den den mushi sonó en mi cinturón.
—Aquí el pelirrojo más sexy de toda la isla, ¿qué pasa? –contesté nada más descolgarlo.
—Deháte de mariconá conmigo, canio’ –dijo la inconfundible voz de Manué, que tenía ese aire campestre que hacía que la gente se riera, yo incluido–. Nos encontramo en una taberna der centro, tiene mucho ambiente y está lleno de muchachitas guapa.
Entonces, al otro lado del caracol, se escuchó un fortísimo golpe y una voz femenina fue la que habló.
—¡Zane! –exclamó Esme–. No hemos desembarcado para que te vayas de puterio por ahí, tenemos cosas que hacer. Lo importante es que la taberna tiene habitaciones y nos hemos encontrado con una vieja amiga, Dilara, ¿la recuerdas?
—¿La chica de Dark Dome? –pregunté.
—La misma, aunque no se encuentra sola. Está con una pelirroja de aspecto fuerte.
—Perfecto –dije con una sonrisa malévola en el rostro–. Hablad con ella, puede que nos sirva para lo que estamos buscando. Yo me encontré con un viejo amigo, Noximillien, él también puede que nos sirva.
—Nos vemos después, capitán. Cambio y corto.
—Hasta lue… –la llamada se cortó antes de que pudiera despedirme.
“Mujeres… ese ser rencoroso” –me dije a mí mismo.
—Nox, amigo, ¿dejarías que te invitara a una buena comida? Y a todo lo que puedas beber, claro –le guiñé un ojo.
Tras ello, nos fuimos al centro en busca de mis dos compañeros. Se encontraban en una taberna que más bien parecía un hotel-restaurante. Aquello era inmensamente grande. El lugar más amplio de toda la zona, con una cola de, al menos, veinte personas. Ocupaba lo equivalente a cuatro tabernas normales de largo y tres de ancho, repartido en tres plantas, cada una con un estilo de música distinto. Había leído sobre esos lugares en el periódico, pero era la primera vez que iba a entrar en uno. Pese a la espera, mereció la pena. Aquel lugar era más impresionante por dentro. La planta baja le encantó a Manué, que nos esperaba en la entrada, porque le recordaba a su tierra natal, con una musiquita de fondo que te incitaba a tomar vinito dulce y estar tranquilo con los amigos.
Luego subimos a la segunda planta, donde se encontraban todos. Aquel piso era algo menos familiar, tenía un ambiente más festivo, con una variedad musical muy curiosa. Aún era temprano, pero estaba repleto de gente. Era muy amplio, todo repleto de mesas y sillas y, al fondo, una cabina donde estaba un disc jockey, en el centro de una especie de pista de baile, algo vacía para el tamaño que tenía.
“Presiento que vamos a pasarlo bien hoy”
Esme nos esperaba en una mesa cercana mientras se mecía al son de una canción muy ritmosa.
“Si no fuera porque me cortaría los huevos y que es un poco loca del coño… le entraba” –pensé al verla.
—Bueno, esté es Nox –dije agarrándolo del hombro con mi mano derecha, mientras con la izquierda señalaba primero a Esme y luego a Manué–. Estos son mis compañeros. Ella es Esme, ten cuidado con ella o te cortará el manubrio –bromeé–, y este de aquí es Manué.
Al sentarnos nos pusimos a ver la carta y había de todo, desde carnes de todo tipo, pescado y una gran variedad de bebercio, que íbamos a costear gracias al tío de Spanner, Kyurem.
—Por cierto, ¿y Dilara? –pregunté.
—Dijo que no nos conocía, que nos habíamos equivocado.
—Tú nunca olvidas una cara Esme, ¿dónde está? –inquirí.
—Al fondo, no muy lejos de la zona de baile –contestó.
—Pedid algo de comer, más vale que sobre y no que falte y lo que queráis de beber, que invito yo –dije antes de levantarme e irme en busca de Dilara–. ¡Ah! Y tú, Nox –llamé su atención–. Ve pensando si quieres unirte a nuestra banda.
Tras aquella propuesta, algo directa, usé mi mantra y me puse a buscar el aura de la pelimorada para encontrarla más fácilmente. Las auras eran como las huellas dactilares, no podía haber dos iguales. Y allí estaba, como siempre, aunque algo más alta. Sin pensarlo me acerqué con disimulo, colocándome apoyado en una columna que estaba al lado de ella.
—Vaya, vaya, vaya… -dije en voz alta–. ¿A quién tenemos aquí? –pregunté, llamando su atención aumentando mi presencia en el lugar.
Estaba que no cabía en mí de la emoción. Yo no solía ser una persona muy cariñosa, sobre todo con las personas de mi mismo sexo, pero con él era distinto. Fue la primera persona a la que pude llamar amigo. Solo fueron unos días en Sabaody, pero lo suficiente para cogerle cariño a ese hombre. Él me trataba muy bien, posiblemente porque le recordaba a su hijo, Osuka, a quien tuve el honor de conocer en unos de mis viajes de relax, poco tiempo después de que se marchara del archipiélago.
—¡Ups! –exclamé, al olvidarme de Spanner, quien había traído a su rata con plumas–. Perdón por mis modales –reí–. Este es Spanner, mi segundo de abordo.
“Mi segundo de abordo… ¡Qué bien suena eso!” –pensé con el pecho hinchado de orgullo y una sonrisilla vacilona en el rostro.
—¿Tuviste que traer al pollo? –pregunté, mientras observaba a aquel triste pajarraco, el cual apenas podía volar sin chocarse con algo, que se posó en la cabeza de Nox.
Mientras hablábamos se había hecho completamente de noche en la isla del desierto que era Arabasta. Tal como dijo Spanner, comenzaba a refrescar, o eso creí al ver a la gente cubierta con esos extraños ponchos que llegaban hasta el pie. ¿No tendrían menos frío si usaran otro calzado que no fueran sandalias? En fin, gente del desierto.
Entonces, el sonido de un den den mushi sonó en mi cinturón.
—Aquí el pelirrojo más sexy de toda la isla, ¿qué pasa? –contesté nada más descolgarlo.
—Deháte de mariconá conmigo, canio’ –dijo la inconfundible voz de Manué, que tenía ese aire campestre que hacía que la gente se riera, yo incluido–. Nos encontramo en una taberna der centro, tiene mucho ambiente y está lleno de muchachitas guapa.
Entonces, al otro lado del caracol, se escuchó un fortísimo golpe y una voz femenina fue la que habló.
—¡Zane! –exclamó Esme–. No hemos desembarcado para que te vayas de puterio por ahí, tenemos cosas que hacer. Lo importante es que la taberna tiene habitaciones y nos hemos encontrado con una vieja amiga, Dilara, ¿la recuerdas?
—¿La chica de Dark Dome? –pregunté.
—La misma, aunque no se encuentra sola. Está con una pelirroja de aspecto fuerte.
—Perfecto –dije con una sonrisa malévola en el rostro–. Hablad con ella, puede que nos sirva para lo que estamos buscando. Yo me encontré con un viejo amigo, Noximillien, él también puede que nos sirva.
—Nos vemos después, capitán. Cambio y corto.
—Hasta lue… –la llamada se cortó antes de que pudiera despedirme.
“Mujeres… ese ser rencoroso” –me dije a mí mismo.
—Nox, amigo, ¿dejarías que te invitara a una buena comida? Y a todo lo que puedas beber, claro –le guiñé un ojo.
Tras ello, nos fuimos al centro en busca de mis dos compañeros. Se encontraban en una taberna que más bien parecía un hotel-restaurante. Aquello era inmensamente grande. El lugar más amplio de toda la zona, con una cola de, al menos, veinte personas. Ocupaba lo equivalente a cuatro tabernas normales de largo y tres de ancho, repartido en tres plantas, cada una con un estilo de música distinto. Había leído sobre esos lugares en el periódico, pero era la primera vez que iba a entrar en uno. Pese a la espera, mereció la pena. Aquel lugar era más impresionante por dentro. La planta baja le encantó a Manué, que nos esperaba en la entrada, porque le recordaba a su tierra natal, con una musiquita de fondo que te incitaba a tomar vinito dulce y estar tranquilo con los amigos.
- música de la planta baja:
Luego subimos a la segunda planta, donde se encontraban todos. Aquel piso era algo menos familiar, tenía un ambiente más festivo, con una variedad musical muy curiosa. Aún era temprano, pero estaba repleto de gente. Era muy amplio, todo repleto de mesas y sillas y, al fondo, una cabina donde estaba un disc jockey, en el centro de una especie de pista de baile, algo vacía para el tamaño que tenía.
“Presiento que vamos a pasarlo bien hoy”
Esme nos esperaba en una mesa cercana mientras se mecía al son de una canción muy ritmosa.
- música de la primera planta:
“Si no fuera porque me cortaría los huevos y que es un poco loca del coño… le entraba” –pensé al verla.
—Bueno, esté es Nox –dije agarrándolo del hombro con mi mano derecha, mientras con la izquierda señalaba primero a Esme y luego a Manué–. Estos son mis compañeros. Ella es Esme, ten cuidado con ella o te cortará el manubrio –bromeé–, y este de aquí es Manué.
Al sentarnos nos pusimos a ver la carta y había de todo, desde carnes de todo tipo, pescado y una gran variedad de bebercio, que íbamos a costear gracias al tío de Spanner, Kyurem.
—Por cierto, ¿y Dilara? –pregunté.
—Dijo que no nos conocía, que nos habíamos equivocado.
—Tú nunca olvidas una cara Esme, ¿dónde está? –inquirí.
—Al fondo, no muy lejos de la zona de baile –contestó.
—Pedid algo de comer, más vale que sobre y no que falte y lo que queráis de beber, que invito yo –dije antes de levantarme e irme en busca de Dilara–. ¡Ah! Y tú, Nox –llamé su atención–. Ve pensando si quieres unirte a nuestra banda.
Tras aquella propuesta, algo directa, usé mi mantra y me puse a buscar el aura de la pelimorada para encontrarla más fácilmente. Las auras eran como las huellas dactilares, no podía haber dos iguales. Y allí estaba, como siempre, aunque algo más alta. Sin pensarlo me acerqué con disimulo, colocándome apoyado en una columna que estaba al lado de ella.
—Vaya, vaya, vaya… -dije en voz alta–. ¿A quién tenemos aquí? –pregunté, llamando su atención aumentando mi presencia en el lugar.
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La mujer de pelirroja cabellera me dedicó una sonrisa amable y me preguntó enseguida mi nombre. Contuve una mueca de desagrado y puse mis neuronas a funcionar a máximo rendimiento. Por supuesto que me iba a preguntar mi nombre, era lo lógico en ese tipo de conversaciones. Pero, ¿qué nombre debía darle? Quizá me había conocido como Mirai, o como Haruka, o como Dilara, o como Mireille, o como Alice, o como Treya, o como Clara...
Si escogía el nombre equivocado, la falsa identidad que podría haber utilizado con aquella mujer quedaría al descubierto. Así que debía tantear mis palabras y medirlas con cuidado.
- Una mujer tan guapa como tú puede llamarme como quiera -sonreí-. Pero normalmente la gente me llama Haru. ¿Trabajas aquí? -deduje por sus ropas, al tiempo que el camarero me traía la cerveza fresquita y una carta, cambiando el tema de conversación con soltura para desviar la atención de mi nombre- Parece un buen sitio para trabajar, el ambiente es acogedor y la música decente. Aunque un poco extravagante -añadí, al darme cuenta de que habían pasado de música de estilo claramente árabe a una canción pop.
Al tiempo que escuchaba la respuesta de Kei, una chiquilla de pelo violeta corto, acompañada de un joven de aspecto fuerte se acercaron a nosotras, llamando nuestra atención.
- ¿Dilara? ¿Eres tú? -me preguntó la chiquilla sin miramientos.
Dilara... Dilara... Había utilizado ese nombre antes.
"Ah... La gallina ardiente y el ladronzuelo...", recordé entonces para mis adentros, al tiempo que visualizaba mis aventuras en Dark Dome unos meses atrás. Pero no recordaba a ninguna muchacha como aquella.
De todas maneras, no podía identificarme a mí misma como Dilara, ahora que me había presentado como Haru.
Así que no me quedaba más remedio que hacerme la loca.
- ¿Dilara? Lo siento, debes haberme confundido con otra persona. No me llamo Dilara -me excusé con una ligera sonrisa de amabilidad.
-Pero sí que eres Dilara. Te conocimos en Dark Dome hace unos meses. ¿No te acuerdas de Zane? -insistió la chiquilla.
"¿El pollo en llamas se llamaba Zane? Mmm... Es posible...", cavilé, antes de volver a sonreír.
- Lo siento, pero no he estado nunca en Dark Dome -volví a responder con amabilidad.
- Oh... Mmm... Está bien, disculpa por la confusión -dijo la muchacha antes de marcharse, con cara de estar poco convencida.
- Parece que me acaba de pasar lo mismo que a ti, me han confundido con otra persona -comenté, antes de dar un trago a la cerveza y echar un vistazo a la carta, resuelta.
Aproveché para pedir algo de comer y charlé unos minutos más con Kei, que se mostraba amable. Debía estar cansada de trabajar y, sin embargo, se paraba a conversar con una completa extraña. Parecía buena persona.
Poco después, pude escuchar una voz conocida procedente de mi derecha, y tuve que evitar dar un brinco de sobresalto al notar de pronto una presencia a mi lado.
Debido al largo entrenamiento con mi abuelo, activaba el mantra casi instintivamente, y me había causado más de un sobresalto.
Giré el rostro lentamente con una sonrisa congelada en el rostro para ver a mi interlocutor.
El pelirrojo seguía igual de exhibicionista, igual de descarado y con la misma sonrisa pícara que unos meses atrás.
- Vaya, no recuerdo haber pedido pollo al horno para cenar -comenté con sorna, levantándome para encararlo-. Zane D. Kenshin. Cuánto tiempo. ¿Era compañera tuya la niña que aseguraba con tanto ahínco que me llamaba Dilara? -pregunté, casi con desdén.
Aproveché que mi mantra se había activado casi por voluntad propia para efectuar un rastreo de la zona.
Al otro lado de la sala pude identificar una presencia conocida.
Oh, no...
¿No era aquella la presencia del genio repelente científico del gobierno?
Porque si lo era, podía estar en graves problemas...
¿Lo habrían enviado para atraparme? ¿Pero cómo sabrían mi localización? ¿Me habría traicionado el viejo?
Y, aunque lo hubiese hecho, él me había abandonado a mi suerte en el South Blue, me las había apañado yo solita para volver a la Grand Line. Y me habái encargado de que nadie averiguase mi verdadera identidad.
¿Casualidad?
Quizá estaba allí por otro motivo, o quizá estaba allí buscándome y para su suerte y mi desgracia, me había encontrado...
"Espera... Él no era parte de la rama de seguridad. Era científico investigador, como yo. Qué tonta.", me calmé a mí misma, deteniendo en seco a mi parte más paranoica.
Pero el hecho de que él estuviese allí, y también Zane estuviese allí, me puso en alerta.
Demasiada coincidencia encontrarme a dos personas conocidas en una isla aleatoria del Grand Line.
Había gato encerrado.
Si escogía el nombre equivocado, la falsa identidad que podría haber utilizado con aquella mujer quedaría al descubierto. Así que debía tantear mis palabras y medirlas con cuidado.
- Una mujer tan guapa como tú puede llamarme como quiera -sonreí-. Pero normalmente la gente me llama Haru. ¿Trabajas aquí? -deduje por sus ropas, al tiempo que el camarero me traía la cerveza fresquita y una carta, cambiando el tema de conversación con soltura para desviar la atención de mi nombre- Parece un buen sitio para trabajar, el ambiente es acogedor y la música decente. Aunque un poco extravagante -añadí, al darme cuenta de que habían pasado de música de estilo claramente árabe a una canción pop.
Al tiempo que escuchaba la respuesta de Kei, una chiquilla de pelo violeta corto, acompañada de un joven de aspecto fuerte se acercaron a nosotras, llamando nuestra atención.
- ¿Dilara? ¿Eres tú? -me preguntó la chiquilla sin miramientos.
Dilara... Dilara... Había utilizado ese nombre antes.
"Ah... La gallina ardiente y el ladronzuelo...", recordé entonces para mis adentros, al tiempo que visualizaba mis aventuras en Dark Dome unos meses atrás. Pero no recordaba a ninguna muchacha como aquella.
De todas maneras, no podía identificarme a mí misma como Dilara, ahora que me había presentado como Haru.
Así que no me quedaba más remedio que hacerme la loca.
- ¿Dilara? Lo siento, debes haberme confundido con otra persona. No me llamo Dilara -me excusé con una ligera sonrisa de amabilidad.
-Pero sí que eres Dilara. Te conocimos en Dark Dome hace unos meses. ¿No te acuerdas de Zane? -insistió la chiquilla.
"¿El pollo en llamas se llamaba Zane? Mmm... Es posible...", cavilé, antes de volver a sonreír.
- Lo siento, pero no he estado nunca en Dark Dome -volví a responder con amabilidad.
- Oh... Mmm... Está bien, disculpa por la confusión -dijo la muchacha antes de marcharse, con cara de estar poco convencida.
- Parece que me acaba de pasar lo mismo que a ti, me han confundido con otra persona -comenté, antes de dar un trago a la cerveza y echar un vistazo a la carta, resuelta.
Aproveché para pedir algo de comer y charlé unos minutos más con Kei, que se mostraba amable. Debía estar cansada de trabajar y, sin embargo, se paraba a conversar con una completa extraña. Parecía buena persona.
Poco después, pude escuchar una voz conocida procedente de mi derecha, y tuve que evitar dar un brinco de sobresalto al notar de pronto una presencia a mi lado.
Debido al largo entrenamiento con mi abuelo, activaba el mantra casi instintivamente, y me había causado más de un sobresalto.
Giré el rostro lentamente con una sonrisa congelada en el rostro para ver a mi interlocutor.
El pelirrojo seguía igual de exhibicionista, igual de descarado y con la misma sonrisa pícara que unos meses atrás.
- Vaya, no recuerdo haber pedido pollo al horno para cenar -comenté con sorna, levantándome para encararlo-. Zane D. Kenshin. Cuánto tiempo. ¿Era compañera tuya la niña que aseguraba con tanto ahínco que me llamaba Dilara? -pregunté, casi con desdén.
Aproveché que mi mantra se había activado casi por voluntad propia para efectuar un rastreo de la zona.
Al otro lado de la sala pude identificar una presencia conocida.
Oh, no...
¿No era aquella la presencia del genio repelente científico del gobierno?
Porque si lo era, podía estar en graves problemas...
¿Lo habrían enviado para atraparme? ¿Pero cómo sabrían mi localización? ¿Me habría traicionado el viejo?
Y, aunque lo hubiese hecho, él me había abandonado a mi suerte en el South Blue, me las había apañado yo solita para volver a la Grand Line. Y me habái encargado de que nadie averiguase mi verdadera identidad.
¿Casualidad?
Quizá estaba allí por otro motivo, o quizá estaba allí buscándome y para su suerte y mi desgracia, me había encontrado...
"Espera... Él no era parte de la rama de seguridad. Era científico investigador, como yo. Qué tonta.", me calmé a mí misma, deteniendo en seco a mi parte más paranoica.
Pero el hecho de que él estuviese allí, y también Zane estuviese allí, me puso en alerta.
Demasiada coincidencia encontrarme a dos personas conocidas en una isla aleatoria del Grand Line.
Había gato encerrado.
Mist D. Spanner
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Mientras el capitán hacía su pequeña rutina de saludar a un viejo conocido, Spanner se dedicaba a mirar hacia abajo y pensar en sus cosas. Por lo general, pensaba en como podría resolver la pequeña traba que le había ocasionado en la creación de una formula con la cual buscaba aumentar capacidades físicas durante un rato. Sin embargo, cada vez que lo probaba, salía algo mal. Llegaba a empezar a darle miedo el probar cosas. Tal vez podría empezar a colar las formulas en las bebidas de Zane para ver como iba la cosa. Aunque primero debería echarles mano.
Cuando quiso darse cuenta, su capitán estaba ya de camino junto a su viejo amigo hacia otro lugar. Spanner no tardó en alcanzarlos, aún con Icarus en el hombro. Incluso durante el camino siguió pensando en su fórmula y en como mejorarla, casi sin darse cuenta de que habían entrado en un local. Ni siquiera estaba prestando atención a la música que sonaba de fondo. Fue entonces cuando alzó la vista y la vio. Su mente se puso en alerta enseguida. Se llevó con velocidad la mano al mango de la espada y se mantuvo así impasible y alerta.
Haruka, miembro del cuerpo de Científicos del Gobierno, estaba allí. Lo primero que pasó por la cabeza de Spanner, fue que lo estaba buscando por su expulsión, por haber atacado a un marine y haber ganado precio por su cabeza. Y aunque no lo estuviera buscando y fuera simple casualidad, la chica seguía siendo parte de un cuerpo gubernamental del cual Spanner fue expulsado por cometer un crimen.
- Zane, cuidado. Esta chica... trabaja para el gobierno.
El pequeño búho despertó. Nada más ver la situación, salió volando de su hombro y empezó a revolotear alrededor de Haruka, como si estuviera demasiado excitado como para contenerse las ganas de moverse y jugar. Spanner frunció el ceño y maldijo al aire, tal vez esperando que todo se explicara pronto o que el lugar empezase a ponerse patas arriba.
Cuando quiso darse cuenta, su capitán estaba ya de camino junto a su viejo amigo hacia otro lugar. Spanner no tardó en alcanzarlos, aún con Icarus en el hombro. Incluso durante el camino siguió pensando en su fórmula y en como mejorarla, casi sin darse cuenta de que habían entrado en un local. Ni siquiera estaba prestando atención a la música que sonaba de fondo. Fue entonces cuando alzó la vista y la vio. Su mente se puso en alerta enseguida. Se llevó con velocidad la mano al mango de la espada y se mantuvo así impasible y alerta.
Haruka, miembro del cuerpo de Científicos del Gobierno, estaba allí. Lo primero que pasó por la cabeza de Spanner, fue que lo estaba buscando por su expulsión, por haber atacado a un marine y haber ganado precio por su cabeza. Y aunque no lo estuviera buscando y fuera simple casualidad, la chica seguía siendo parte de un cuerpo gubernamental del cual Spanner fue expulsado por cometer un crimen.
- Zane, cuidado. Esta chica... trabaja para el gobierno.
El pequeño búho despertó. Nada más ver la situación, salió volando de su hombro y empezó a revolotear alrededor de Haruka, como si estuviera demasiado excitado como para contenerse las ganas de moverse y jugar. Spanner frunció el ceño y maldijo al aire, tal vez esperando que todo se explicara pronto o que el lugar empezase a ponerse patas arriba.
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Antes de terminar la conversación, un buho de tamaño diminuto se posó sobre cabeza. El pelirrojo le echó la bronca a su compañero, pero por mi parte, detrás de la inexpresable máscara se guardaba unos ojos brillantes debido a la adorabilidad del ave. Por dios, las crías de búho eran una bola concentrada de amor y plumas, por muy viejo que sea mi corazón no me permite no enamorarme de estas cositas tan monas.
El que parecía ser el den den mushi de Zane empezo a sonar, lo cual se puso a responder sin miramientos. Sonaban dos voces; un chaval con un acento bastante divertido, que no impidió que se me escapara una pequeña risa, y una chica que parecia bastante mandona por el tono de voz con el que le estaba sermoneando al pobre pelirrojo.
Aprovechando que Zane tenía que ver a una chica por algún motivo, me invitó a quedar junto al resto de su grupo en una taberna. Nunca le iba a hacer un feo al comer y beber gratis asi que acepte claramente.
- Tenemos que encontrarnos más a menudo, esto de comer sin tener que poner un duro esta bastante bien.- dije en broma mientras seguía al pelirrojo.
Llegamos a lugar increíblemente grande, llena de gente ya que había una larga cola en la entrada que no tuvimos más remedio que soportar sin quejarse. Dentro por fin, nos encontramos con quien era Manue, el chaval tenía un aspecto campechano acorde con su acento. Aunque no entendía porque parecía gustarle ese tipo de música, en mis tiempos no teníamos “chumba chumba” estos de hoy en dia. ¿Dónde quedaron las buenas canciones de antaño?
Un piso más arriba nos esperaba la segunda compañera del pelirrojo, una chica de azulado cabello bastante esbelta. Desde luego, Zane no era tonto buscando “amigas”.
Tras las presentaciones, se marchó en busca de aquella tal Dilata, no sin antes proponerme algo que casi hizo que me ahogara con la bebida que acaba de pedir. ¿Cuando se refería a banda, refería a una banda en plan pirata?
- ¿Pero qué narices ha estado haciendo este chaval estos años para formar una banda…?
- Illo, si tu supieras la que ha liao el canio' últimamente…-.comentó Mande a mi pregunta.
Si dijera que los piratas me gustaban mentiría, pero sin embargo tengo que admitir que antaño también me iba de aventurillas con compañeros del pasado , y que la liamos en su momento. Aunque meterme de nuevo en una banda que posiblemente tenía un barco, podría servirme para poder explorar fuera de Paraíso. Eche de nuevo un trago a la bebida, meditando sobre lo que hacer. Zane había sido un buen amigo y me ayudó cuando lo necesitaba y quizá esa fuese mi oportunidad de compensarle por todo lo que hizo por mi.
Necesitaba meditarlo un rato, pero algo tenía claro, antes de que terminase la noche le daría una respuesta.
El que parecía ser el den den mushi de Zane empezo a sonar, lo cual se puso a responder sin miramientos. Sonaban dos voces; un chaval con un acento bastante divertido, que no impidió que se me escapara una pequeña risa, y una chica que parecia bastante mandona por el tono de voz con el que le estaba sermoneando al pobre pelirrojo.
Aprovechando que Zane tenía que ver a una chica por algún motivo, me invitó a quedar junto al resto de su grupo en una taberna. Nunca le iba a hacer un feo al comer y beber gratis asi que acepte claramente.
- Tenemos que encontrarnos más a menudo, esto de comer sin tener que poner un duro esta bastante bien.- dije en broma mientras seguía al pelirrojo.
Llegamos a lugar increíblemente grande, llena de gente ya que había una larga cola en la entrada que no tuvimos más remedio que soportar sin quejarse. Dentro por fin, nos encontramos con quien era Manue, el chaval tenía un aspecto campechano acorde con su acento. Aunque no entendía porque parecía gustarle ese tipo de música, en mis tiempos no teníamos “chumba chumba” estos de hoy en dia. ¿Dónde quedaron las buenas canciones de antaño?
Un piso más arriba nos esperaba la segunda compañera del pelirrojo, una chica de azulado cabello bastante esbelta. Desde luego, Zane no era tonto buscando “amigas”.
Tras las presentaciones, se marchó en busca de aquella tal Dilata, no sin antes proponerme algo que casi hizo que me ahogara con la bebida que acaba de pedir. ¿Cuando se refería a banda, refería a una banda en plan pirata?
- ¿Pero qué narices ha estado haciendo este chaval estos años para formar una banda…?
- Illo, si tu supieras la que ha liao el canio' últimamente…-.comentó Mande a mi pregunta.
Si dijera que los piratas me gustaban mentiría, pero sin embargo tengo que admitir que antaño también me iba de aventurillas con compañeros del pasado , y que la liamos en su momento. Aunque meterme de nuevo en una banda que posiblemente tenía un barco, podría servirme para poder explorar fuera de Paraíso. Eche de nuevo un trago a la bebida, meditando sobre lo que hacer. Zane había sido un buen amigo y me ayudó cuando lo necesitaba y quizá esa fuese mi oportunidad de compensarle por todo lo que hizo por mi.
Necesitaba meditarlo un rato, pero algo tenía claro, antes de que terminase la noche le daría una respuesta.
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La muchacha tardó unos minutos en decir su nombre pero finalmente lo dijo, Haru. No recordaba haber escuchado ese nombre antes ni siquiera recordaba haber visto a la muchacha, aunque todo era posible ya que hacía tiempo que había olvidado demasiadas cosas que no conseguía recordar.-Intentas ligar Haru?- Dijo con una leve sonrisa- Bromas aparte, si, trabajo aquí pero espero que sea por poco tiempo, no me acaba de gustar y tampoco nací para ser bailarina.
Apenas había acabado la frase cuando una muchacha y un hombre se había acercado a ella llamándole por otro nombre, Dilara. Lo raro no fue que le llamaran por otro nombre, lo que me resultaba más raro era su actitud, la manera de negarlo todo con una sonrisa mientras que la otra decía conocerla feacientemente. Sonreí sin darle mayor importancia, aunque notaba algo raro- Debemos de tener dobles pululando por el mundo.
Me paré un momento a escuchar la canción que ya estaba terminando- Bueno es mi turno, espero que después me cuentes un poco más sobre ti y cómo llegaste hasta Arabasta.
Fui hasta la barra a dejar el vaso vacío y volver al escenario donde me coloque junto con mis compañeras para otro rato de exhibicionismo barato, al cual nadie prestaria atención salvo unos cuantos babosos que no tenían nada mejor que hacer con sus penosas vidas.
Una vez en el escenario, minutos antes de que la música sonara, mire hacia Haru y vi que estaba hablando con alguien, parecía que conocía a varios clientes del local.
A esta canción le siguieron un par mas y en cuanto acabaron baje del escenario a pesar de que mi turno aun no había finalizado, daba igual ya no aguantaba mas. "De hoy no pasa" pensé mientras volvía a sentarme en la mesa donde se encontraba Haru, era un pensamiento firme y que seguramente en cuanto la viera esa idea se volvería a difuminar.
Apenas había acabado la frase cuando una muchacha y un hombre se había acercado a ella llamándole por otro nombre, Dilara. Lo raro no fue que le llamaran por otro nombre, lo que me resultaba más raro era su actitud, la manera de negarlo todo con una sonrisa mientras que la otra decía conocerla feacientemente. Sonreí sin darle mayor importancia, aunque notaba algo raro- Debemos de tener dobles pululando por el mundo.
Me paré un momento a escuchar la canción que ya estaba terminando- Bueno es mi turno, espero que después me cuentes un poco más sobre ti y cómo llegaste hasta Arabasta.
Fui hasta la barra a dejar el vaso vacío y volver al escenario donde me coloque junto con mis compañeras para otro rato de exhibicionismo barato, al cual nadie prestaria atención salvo unos cuantos babosos que no tenían nada mejor que hacer con sus penosas vidas.
Una vez en el escenario, minutos antes de que la música sonara, mire hacia Haru y vi que estaba hablando con alguien, parecía que conocía a varios clientes del local.
- -música que suena ahora:
A esta canción le siguieron un par mas y en cuanto acabaron baje del escenario a pesar de que mi turno aun no había finalizado, daba igual ya no aguantaba mas. "De hoy no pasa" pensé mientras volvía a sentarme en la mesa donde se encontraba Haru, era un pensamiento firme y que seguramente en cuanto la viera esa idea se volvería a difuminar.
La pequeñaja que conocí en Dark Home pareció sorprenderse al verme en un lugar tan bullicioso, aunque no tardó mucho en levantarse y poner frente a mí, como si intentara desafiarme. Algo que me resulto muy gracioso, ya que, con lo bajita que era, no me intimidaba nada.
—Así que no te llamas Dilara, ¿Verdad? Pequeña mentirosilla –me crucé de brazos–. Y sí, aquella muchacha es parte de mi tripulación, no de forma permanente, pero por ahora sí. Y tú qué, ¿estás sola?
Después de un rato conversando, temas triviales y baladíes que rozaron lo absurdo, se acercó una muchacha de larga melena rojiza y amplias caderas, cuyo busto voluminoso llamó mi atención más que otra cosa en aquel lugar. Era muy extraño ver mujeres con un equilibrio, casi perfecto, entre una musculatura casi desarrollada y un cuerpo femenino bien formado; era digno de admiración.
“Quien fuera mecánico para meterle mano a esa maquinaria” –pensé, mientras emitía un suspiro leve como un susurro.
Entonces, una voz conocida me advirtió de algo.
—Zane, cuidado. Esta chica... trabaja para el gobierno –el búho de Spanner empezó a revolotear sobre la muchacha.
—No te preocupes, socio. Puedes volver a la mesa tranquilo –sonreí, guiñándole un ojo.
Al cabo de unos minutos, después de que Spanner volviera a la mesa.
—Haruka dijiste que te llamabas, ¿verdad? Mi banda y yo tenemos negocios entre manos en aquella mesa de allá –señalé el lugar en el que se encontraba el resto de la banda y Noximilien, con Spanner mirándonos sin apenas parpadear–, y alguien con tus “habilidades” podría sernos útil. Por otro lado, si sigues siendo del gobierno e intentas jugármela, te deseo suerte –mostré mi sonrisa más pícara–. Así que ya sabes, si tú y tú amiga tenéis ganas de comer y beber gratis, además de hacer negocios, ya sabéis donde encontrarme –me di la vuelta y me despedí, haciendo un ligero ademán con la mano.
Al llegar a la mesa se encontraban todos hablando, al parecer mi viejo amigo enmascarado se llevaba muy bien con todos, sobre todo con Manué y Spanner, con los que no paraba de conversar. Me senté al lado de Spanner, como era habitual. No sé como pasaba que siempre terminaba sentado a su lado. No me importaba, pero cuando bebía en exceso solía cortarme el rollo y eso no me gustaba. El pelimorado me miró extrañado y muy serio.
—¿Qué te pasa? –le pregunté, mientras cogía una de las jarras de cerveza que habían dejado los camareros–. Creo que los vasos pequeños sobran, ¿no? –reí.
Bebí un buen sorbo de cerveza.
—No te preocupes, Spanner –solté la jarra y le miré a los ojos–, aunque no lo parezca lo tengo controlado.
Sin embargo, no era así. Aunque no lo exteriorizara, para no preocupar al resto, lo que me había dicho Spanner sobre Haruka, si es que ese era su verdadero nombre, me inquietaba. Él no solía hablarme mucho sobre su pasado en el gobierno, pero me había hablado mucho sobre su modus operandi y de cómo cazaban a los delincuentes. Y una de ellas era infiltrar a varios de sus agentes en los bajos fondos, con una recompensa algo alta para un criminal medio, con la misión de aliarse con ellos y capturarlos. Sin embargo, si verdaderamente trabajaba para el gobierno lo conveniente era tenerla vigilada, después de todo ya lo decía el dicho “mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca”.
—¡Posadero! –grité, llamando la atención de todos a nuestro alrededor–. ¡Otra ronda de bebidas y dos raciones dobles de sus cuatro mejores platos! ¡Y QUE SIGA LA FIESTA!
Al cabo de un rato, junto con la nueva ronda de, Haruka y su amiga se acercaron a la mesa.
—Así que te aceptas la invitación –me levanté, señalándole dos de las tres sillas que quedaban libres para que se sentaran–. Por cierto, creo que mi subcapitán y tú os conocéis, ¿verdad?
—Así que no te llamas Dilara, ¿Verdad? Pequeña mentirosilla –me crucé de brazos–. Y sí, aquella muchacha es parte de mi tripulación, no de forma permanente, pero por ahora sí. Y tú qué, ¿estás sola?
Después de un rato conversando, temas triviales y baladíes que rozaron lo absurdo, se acercó una muchacha de larga melena rojiza y amplias caderas, cuyo busto voluminoso llamó mi atención más que otra cosa en aquel lugar. Era muy extraño ver mujeres con un equilibrio, casi perfecto, entre una musculatura casi desarrollada y un cuerpo femenino bien formado; era digno de admiración.
“Quien fuera mecánico para meterle mano a esa maquinaria” –pensé, mientras emitía un suspiro leve como un susurro.
Entonces, una voz conocida me advirtió de algo.
—Zane, cuidado. Esta chica... trabaja para el gobierno –el búho de Spanner empezó a revolotear sobre la muchacha.
—No te preocupes, socio. Puedes volver a la mesa tranquilo –sonreí, guiñándole un ojo.
Al cabo de unos minutos, después de que Spanner volviera a la mesa.
—Haruka dijiste que te llamabas, ¿verdad? Mi banda y yo tenemos negocios entre manos en aquella mesa de allá –señalé el lugar en el que se encontraba el resto de la banda y Noximilien, con Spanner mirándonos sin apenas parpadear–, y alguien con tus “habilidades” podría sernos útil. Por otro lado, si sigues siendo del gobierno e intentas jugármela, te deseo suerte –mostré mi sonrisa más pícara–. Así que ya sabes, si tú y tú amiga tenéis ganas de comer y beber gratis, además de hacer negocios, ya sabéis donde encontrarme –me di la vuelta y me despedí, haciendo un ligero ademán con la mano.
Al llegar a la mesa se encontraban todos hablando, al parecer mi viejo amigo enmascarado se llevaba muy bien con todos, sobre todo con Manué y Spanner, con los que no paraba de conversar. Me senté al lado de Spanner, como era habitual. No sé como pasaba que siempre terminaba sentado a su lado. No me importaba, pero cuando bebía en exceso solía cortarme el rollo y eso no me gustaba. El pelimorado me miró extrañado y muy serio.
—¿Qué te pasa? –le pregunté, mientras cogía una de las jarras de cerveza que habían dejado los camareros–. Creo que los vasos pequeños sobran, ¿no? –reí.
Bebí un buen sorbo de cerveza.
—No te preocupes, Spanner –solté la jarra y le miré a los ojos–, aunque no lo parezca lo tengo controlado.
Sin embargo, no era así. Aunque no lo exteriorizara, para no preocupar al resto, lo que me había dicho Spanner sobre Haruka, si es que ese era su verdadero nombre, me inquietaba. Él no solía hablarme mucho sobre su pasado en el gobierno, pero me había hablado mucho sobre su modus operandi y de cómo cazaban a los delincuentes. Y una de ellas era infiltrar a varios de sus agentes en los bajos fondos, con una recompensa algo alta para un criminal medio, con la misión de aliarse con ellos y capturarlos. Sin embargo, si verdaderamente trabajaba para el gobierno lo conveniente era tenerla vigilada, después de todo ya lo decía el dicho “mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca”.
—¡Posadero! –grité, llamando la atención de todos a nuestro alrededor–. ¡Otra ronda de bebidas y dos raciones dobles de sus cuatro mejores platos! ¡Y QUE SIGA LA FIESTA!
- Nueva canción:
Al cabo de un rato, junto con la nueva ronda de, Haruka y su amiga se acercaron a la mesa.
—Así que te aceptas la invitación –me levanté, señalándole dos de las tres sillas que quedaban libres para que se sentaran–. Por cierto, creo que mi subcapitán y tú os conocéis, ¿verdad?
Mist D. Spanner
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El chico, inquieto, seguía con la mirada clavada desde su asiento en la muchacha y el pelirrojo. Seguía con la mano sujeta en su espada con recelo. Tenía fe en que su capitán lo tuviese bajo control, pero aún así no podía fiarse de ella. No le había dado ningún motivo para hacerlo. Finalmente, Zane volvió y los camareros dejaron los refrigerios en la mesa. Spanner miró su jarra de cerveza con indecisión. No solía beber aquello, sin embargo... Estaba en una situación de estrés. Que demonios.
Cogió la jarra y dio un trago. El amargo sabor de la cerveza se deslizó por su garganta, acompañado de la sensación ligera de calor que dejaba el alcohol recién ingerido. Sabía que si seguía bebiendo a una velocidad así y con poca pausa, el alcohol se le subiría y afectaría a su raciocinio con mayor potencia y en menos tiempo. Por aquello mismo decidió dejar la jarra un rato y seguir bebiendo luego.
Tal como creía, el pelirrojo le dijo que lo tenía controlado. Sin embargo, el pelimorado seguía notando algo de duda en su mirar. Debía vigilar de cerca a Haruka todo lo posible. Cuando esta se acercó a la mesa, no apartó la mirada de ella mientras el capitán decía lo que empezaba a mascarse en el ambiente. Que se conocían. El chico se levantó.
- ¿Conocernos? No. No creo que nos conozcamos lo suficiente el uno al otro. Sin embargo, si que recuerdo aquella vez... Bueno, aquellas veces que me pisoteaste el mérito para atribuirtelo a ti misma con estúpidas ideas sin fundamento esparcidas por encima de mi idea base.
Era extraño oír aquel tono de enfado sincero en la voz del chico.
Cogió la jarra y dio un trago. El amargo sabor de la cerveza se deslizó por su garganta, acompañado de la sensación ligera de calor que dejaba el alcohol recién ingerido. Sabía que si seguía bebiendo a una velocidad así y con poca pausa, el alcohol se le subiría y afectaría a su raciocinio con mayor potencia y en menos tiempo. Por aquello mismo decidió dejar la jarra un rato y seguir bebiendo luego.
Tal como creía, el pelirrojo le dijo que lo tenía controlado. Sin embargo, el pelimorado seguía notando algo de duda en su mirar. Debía vigilar de cerca a Haruka todo lo posible. Cuando esta se acercó a la mesa, no apartó la mirada de ella mientras el capitán decía lo que empezaba a mascarse en el ambiente. Que se conocían. El chico se levantó.
- ¿Conocernos? No. No creo que nos conozcamos lo suficiente el uno al otro. Sin embargo, si que recuerdo aquella vez... Bueno, aquellas veces que me pisoteaste el mérito para atribuirtelo a ti misma con estúpidas ideas sin fundamento esparcidas por encima de mi idea base.
Era extraño oír aquel tono de enfado sincero en la voz del chico.
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Por fin empezaba lo bueno, las gloriosas bebidas y los platos de comida, que olían a gloria bendita al son de la nueva canción que sonaba. ¿Qué narices era un hobbit y por qué tenían que ir a un sitio llamado Isengard? Nunca lo sabré, una lastima. Ojalá hubiera informado de la cultura de hoy en día estos años, pero ver a un casi cincuentón vestido como una momia decir cosas como “¿que pasa colegui? ¿Como esta la marcha del huerto? “ o cosas por el estilo. No, nunca, ya me prometí hace años no convertirme en uno de esos viejos que van de modernos.
Seguía pensando en la propuesta de Zane, pero para qué puesto me iba necessitar era lo que me preguntaba. A lo mejor como carpintero de un supuesto barco que seguramente tendría. Cuando lo conocí le comente que venía de Kabushi, una isla maderera, y como es obvio tenia conocimiento de hacer cualquier cosa con la madera y barcos en general, por lo que sería una buena razón para tenerme en la tripulación.
- ¿Porque no me explicas que has estado haciendo estos años? Parece que estás más asalvajado que la última vez que nos vimos.- bromee mientras echaba el primer trago.- ¿Cuántos años han pasado desde la última vez que nos vimos?¿Cinco?
Ya estaba terminando la segunda jarra de hidromiel, que ya se me estaba subiendo un poco la “risa”. Me encanta el alcohol como el que más, pero aguanto un soplido. Está en los genes desde generaciones. Aparecieron una mujer pelirroja que daban ganas de volver a estar soltero y una… ¿Niña? O al menos eso parecía, pero vamos, tenía el aspecto de una. En todo caso parecía que ellas dos también habían recibido la proposición del pelirrojo.
Me acerqué a Zane e intente comentarle algo sin que me escuchase esa chiquilla, que parecía tener alguna relación tensa con Spanner.
- Oye Zane… Sin ofender, pero no es un poco…-hice el típico gesto de los dedos para referirme a “pequeña”- Para estar en una banda…?
Seguía pensando en la propuesta de Zane, pero para qué puesto me iba necessitar era lo que me preguntaba. A lo mejor como carpintero de un supuesto barco que seguramente tendría. Cuando lo conocí le comente que venía de Kabushi, una isla maderera, y como es obvio tenia conocimiento de hacer cualquier cosa con la madera y barcos en general, por lo que sería una buena razón para tenerme en la tripulación.
- ¿Porque no me explicas que has estado haciendo estos años? Parece que estás más asalvajado que la última vez que nos vimos.- bromee mientras echaba el primer trago.- ¿Cuántos años han pasado desde la última vez que nos vimos?¿Cinco?
Ya estaba terminando la segunda jarra de hidromiel, que ya se me estaba subiendo un poco la “risa”. Me encanta el alcohol como el que más, pero aguanto un soplido. Está en los genes desde generaciones. Aparecieron una mujer pelirroja que daban ganas de volver a estar soltero y una… ¿Niña? O al menos eso parecía, pero vamos, tenía el aspecto de una. En todo caso parecía que ellas dos también habían recibido la proposición del pelirrojo.
Me acerqué a Zane e intente comentarle algo sin que me escuchase esa chiquilla, que parecía tener alguna relación tensa con Spanner.
- Oye Zane… Sin ofender, pero no es un poco…-hice el típico gesto de los dedos para referirme a “pequeña”- Para estar en una banda…?
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Había conocido al repelente científico del gobierno unos años atrás, cuando llevaba tan sólo unos meses trabajando como auxiliar para Frederika. Habíamos hecho algo así como una investigación de campo, saliendo por una vez de las instalaciones donde permanecía encerrada, y habíamos viajado a una isla deshabitada con intención de investigarla.
Además de Frederika, su guardaespaldas, Pema y yo, había ido a la isla otra pareja de científicos con sus guardaespaldas correspondientes, y uno de ellos era aquel joven pelimorado de rasgos casi andróginos y figura delicada.
De aquel encuentro no recordaba mucho porque no le había dado especial importancia, pero sí recordaba la sensación desagradable que me había dejado aquel pedante. En resumen, no me agradaba especialmente su presencia.
Al tiempo que fingía escuchar atentamente y oía a medias lo que el pelirrojo llameante tenía que decirme, una pequeña criaturita peluda comenzó a revolotear a mi alrededor, distrayéndome de mis propios pensamientos amargos. Se trataba de algún tipo de pájaro, que por algún motivo parecía alegrarse de verme, o quizá sólo quería jugar. Alcé la vista para echarle un mejor vistazo y pude ver a un búho pardo en miniatura. Si los búhos ya eran bonitos, reducirlos a tamaño bebé era el colmo de las cucadas.
Tuve que contener un gritito de emoción al observar a la criatura, al tiempo que le ofrecía el brazo para que se posase en él. El animalillo se agarró con sus patitas a mi antebrazo y empezó a acicalarse las plumas con tranquilidad.
Volví a prestar atención a la gallina ardiente en cuanto mencionó que mis "habilidades" podrían serle de ayuda. Mi parte más paranoica empezó a plantearse todas las posibilidades, plausibles o no, que existían para explicar que Zane estuviese al tanto de mi Dominator y mis poderes draconianos. Pero no, me dije, aquel estúpido pelirrojo no podía saberlo. No era lo suficientemente inteligente, y probablemente no tenía ningún contacto que le pudiese proporcionar esa información.
De hecho, nadie estaba al tanto de esa información. Sólo el Gobierno sabía de la existencia de la Dominator, y dudaba que quisieran propagar la noticia de que una criminal buscada tenía en su posesión un arma tan peligrosa. Y, en cuanto a la akuma, nadie excepto el pederasta que me la entregó sabía que contaba con sus poderes. Y el cerdo llevaba años muerto.
Después de la conversación y la inquietante invitación, el pelirrojo volvió con sus camaradas y me dejó sola con el búho, que se desplazó por mi brazo hasta anclarse a mi codo y emitir un ligero sonido ululante. Le acaricié las suaves plumas con delicadeza al tiempo que veía a Kei acercarse a mí de nuevo y sentarse en la mesa.
- Buen trabajo. Debes estar cansada, pero... ¿Te importaría que nos uniésemos a un grupo de gente? El pelirrojo tiene algo de lo que quiere hablar conmigo -informé, señalando a Zane y su pandilla.
Kei aceptó la invitación y nos acercamos a ellos. Enseguida noté la mirada oscura del repelente... ¿cómo se llamaba...?, clavada en mí.
- Venir aquí no implica que acepte tu invitación, así sin más. No creo que nadie sea tan estúpido. Pero me interesaría hablar de las condiciones -respondí al comentario del pelirrojo, mientras el pequeño búho saltaba de mi brazo y aterrizaba sobre el hombro del repelente.
"¡Spanner! ¡Ese era el nombre! ¡Se llamaba llave inglesa! ¡Sabía que tenía un nombre irrisorio!", exclamé para mis adentros con tono triunfal. Llevaba desde que lo había visto intentando recordar su nombre sin éxito, y por fin me había salido.
Ante el comentario del supuesto subcapitán, esbocé una sonrisa graciosa y solté una pequeña risita.
- Disculpe por mis modales, su majestad, pero hay una cosa que se llama Brainstorming y hay gente a la que le gusta-respondí, con claro sarcasmo en la voz- Quizá deberías aprender a pensar fuera de la caja por una vez. Si consideras alguna idea estúpida, sea ajena o propia, es que estás haciendo algo mal como científico -terminé por replicar, antes de darle un nuevo sorbo a mi cerveza.
"Jo, el búho bonito es del repelente.", me apené para mis adentros, viendo como el animal se acurrucaba contra el cuello de su probablemente dueño.
Además de Frederika, su guardaespaldas, Pema y yo, había ido a la isla otra pareja de científicos con sus guardaespaldas correspondientes, y uno de ellos era aquel joven pelimorado de rasgos casi andróginos y figura delicada.
De aquel encuentro no recordaba mucho porque no le había dado especial importancia, pero sí recordaba la sensación desagradable que me había dejado aquel pedante. En resumen, no me agradaba especialmente su presencia.
Al tiempo que fingía escuchar atentamente y oía a medias lo que el pelirrojo llameante tenía que decirme, una pequeña criaturita peluda comenzó a revolotear a mi alrededor, distrayéndome de mis propios pensamientos amargos. Se trataba de algún tipo de pájaro, que por algún motivo parecía alegrarse de verme, o quizá sólo quería jugar. Alcé la vista para echarle un mejor vistazo y pude ver a un búho pardo en miniatura. Si los búhos ya eran bonitos, reducirlos a tamaño bebé era el colmo de las cucadas.
Tuve que contener un gritito de emoción al observar a la criatura, al tiempo que le ofrecía el brazo para que se posase en él. El animalillo se agarró con sus patitas a mi antebrazo y empezó a acicalarse las plumas con tranquilidad.
Volví a prestar atención a la gallina ardiente en cuanto mencionó que mis "habilidades" podrían serle de ayuda. Mi parte más paranoica empezó a plantearse todas las posibilidades, plausibles o no, que existían para explicar que Zane estuviese al tanto de mi Dominator y mis poderes draconianos. Pero no, me dije, aquel estúpido pelirrojo no podía saberlo. No era lo suficientemente inteligente, y probablemente no tenía ningún contacto que le pudiese proporcionar esa información.
De hecho, nadie estaba al tanto de esa información. Sólo el Gobierno sabía de la existencia de la Dominator, y dudaba que quisieran propagar la noticia de que una criminal buscada tenía en su posesión un arma tan peligrosa. Y, en cuanto a la akuma, nadie excepto el pederasta que me la entregó sabía que contaba con sus poderes. Y el cerdo llevaba años muerto.
Después de la conversación y la inquietante invitación, el pelirrojo volvió con sus camaradas y me dejó sola con el búho, que se desplazó por mi brazo hasta anclarse a mi codo y emitir un ligero sonido ululante. Le acaricié las suaves plumas con delicadeza al tiempo que veía a Kei acercarse a mí de nuevo y sentarse en la mesa.
- Buen trabajo. Debes estar cansada, pero... ¿Te importaría que nos uniésemos a un grupo de gente? El pelirrojo tiene algo de lo que quiere hablar conmigo -informé, señalando a Zane y su pandilla.
Kei aceptó la invitación y nos acercamos a ellos. Enseguida noté la mirada oscura del repelente... ¿cómo se llamaba...?, clavada en mí.
- Venir aquí no implica que acepte tu invitación, así sin más. No creo que nadie sea tan estúpido. Pero me interesaría hablar de las condiciones -respondí al comentario del pelirrojo, mientras el pequeño búho saltaba de mi brazo y aterrizaba sobre el hombro del repelente.
"¡Spanner! ¡Ese era el nombre! ¡Se llamaba llave inglesa! ¡Sabía que tenía un nombre irrisorio!", exclamé para mis adentros con tono triunfal. Llevaba desde que lo había visto intentando recordar su nombre sin éxito, y por fin me había salido.
Ante el comentario del supuesto subcapitán, esbocé una sonrisa graciosa y solté una pequeña risita.
- Disculpe por mis modales, su majestad, pero hay una cosa que se llama Brainstorming y hay gente a la que le gusta-respondí, con claro sarcasmo en la voz- Quizá deberías aprender a pensar fuera de la caja por una vez. Si consideras alguna idea estúpida, sea ajena o propia, es que estás haciendo algo mal como científico -terminé por replicar, antes de darle un nuevo sorbo a mi cerveza.
"Jo, el búho bonito es del repelente.", me apené para mis adentros, viendo como el animal se acurrucaba contra el cuello de su probablemente dueño.
La mesa estaba rebosando refrescante bebida y suculenta comida, sobre todo de carne de rey de mar, una de las más caras y suculentas de todo el mundo. En los mares cardinales era algo difícil de encontrar, por lo que era excesivamente caro y solo estaba disponible para algunas familias adineradas, mientras que en el grand line era muy común encontrarla en el mercado; y era una de mis favoritas, sobre todo a la parrilla y poco hecha, un plato digno de un sibarita.
Mi viejo amigo enmascarado estaba disfrutando de aquello, aunque comía poco. Me preguntó sobre lo que había estado haciendo desde que nos separamos hacía ya casi un lustro, ¿cómo resumir tantas vivencias en una noche? Algo imposible, pero la forma en la que me hizo la pregunta me resultó muy graciosa, consiguiendo que esbozara una pequeña sonrisa pícara.
—¿Más salvaje? –reí, dándole acto seguido un gran sorbo a mi cerveza, mientras cogía un trozo de carne y me la llevaba a la boca, tragándomela casi sin masticar–. Podríamos decir que estoy más ardiente que nunca. Pues sí, unos cinco años… En ese tiempo me reencontré con mi padre, con el que tuve un par de problemillas, y fui de aquí para allá. Entrené y unos viejos amigos me incitaron a formar una banda pirata y aquí estoy, con vosotros, comiendo y bebiendo. ¿Y tú que viejo lobo? ¿Qué ha sido de ti? –le pregunté–. Por cierto, conocí a tu hijo en uno de mis viajes.
Durante más de un cuarto de hora estuvimos hablando y poniéndonos al día, sin duda era un gran hombre y sabía pasárselo en grande. A medida que conversábamos más deseaba que aceptara mi proposición. Entonces, Haruka se acercó a la mesa junto a la pelirroja y comenzó una batalla dialéctica entre ella y Spanner; en el cual preferí no meterme, porque como decía de mi padre: “Si dos gatas empiezan a pelearse, aléjate y contempla desde la lejanía. Y si alguna está buena dale cuidados intensivos.
—Por eso mismo, socio –di un sorbo a mi cerveza, terminando de bebérmela–. Nadie diría que es la segunda persona más fuerte de esta mesa, ¿verdad? –le dije tras haber percibido su nivel de pelea. Sin ninguna duda, bajo esa apariencia de niña buena e inocente, se escondía una persona con mucho poder.
Pasada una hora y media, en la que la comida se había acabado y la bebida parecía ser interminable, Spanner y Haruka habían dejado de discutir, pero de vez en cuando cruzaban sus miradas de manera desafiante. Lo que me llevó a pensar en que si alguno de aquellos cruces fuera un arma, habrían muerto esa noche cinco veces como mínimo. La pelimorada insistía en que le contara de una maldita vez que era eso para lo que me iba a valer sus facultades, pero yo era fiel a las viejas costumbres de la piratería, primero comer y beber y después beber y hacer negocios, siempre ha sido así y no iba a cambiarlo porque ella quisiera.
—Bueno, pequeñaja, es hora de hablar de negocios –sonreí–. Qué me dirías si te digo que sé de un lugar con una fortuna tan grande con la que podrías comprar un reino entero y vivir a cuerpo de rey durante el resto de tu miserable vida. ¿Te interesaría? –le hice una seña a Spanner para que me diera el mapa que le entregué antes de salir y lo puse sobre la mesa, doblado en cuatro partes, y puse mi mano sobre él con fuerza–. Eso sí, no intentes jugármela que nos conocemos.
Mi viejo amigo enmascarado estaba disfrutando de aquello, aunque comía poco. Me preguntó sobre lo que había estado haciendo desde que nos separamos hacía ya casi un lustro, ¿cómo resumir tantas vivencias en una noche? Algo imposible, pero la forma en la que me hizo la pregunta me resultó muy graciosa, consiguiendo que esbozara una pequeña sonrisa pícara.
—¿Más salvaje? –reí, dándole acto seguido un gran sorbo a mi cerveza, mientras cogía un trozo de carne y me la llevaba a la boca, tragándomela casi sin masticar–. Podríamos decir que estoy más ardiente que nunca. Pues sí, unos cinco años… En ese tiempo me reencontré con mi padre, con el que tuve un par de problemillas, y fui de aquí para allá. Entrené y unos viejos amigos me incitaron a formar una banda pirata y aquí estoy, con vosotros, comiendo y bebiendo. ¿Y tú que viejo lobo? ¿Qué ha sido de ti? –le pregunté–. Por cierto, conocí a tu hijo en uno de mis viajes.
Durante más de un cuarto de hora estuvimos hablando y poniéndonos al día, sin duda era un gran hombre y sabía pasárselo en grande. A medida que conversábamos más deseaba que aceptara mi proposición. Entonces, Haruka se acercó a la mesa junto a la pelirroja y comenzó una batalla dialéctica entre ella y Spanner; en el cual preferí no meterme, porque como decía de mi padre: “Si dos gatas empiezan a pelearse, aléjate y contempla desde la lejanía. Y si alguna está buena dale cuidados intensivos.
—Por eso mismo, socio –di un sorbo a mi cerveza, terminando de bebérmela–. Nadie diría que es la segunda persona más fuerte de esta mesa, ¿verdad? –le dije tras haber percibido su nivel de pelea. Sin ninguna duda, bajo esa apariencia de niña buena e inocente, se escondía una persona con mucho poder.
Pasada una hora y media, en la que la comida se había acabado y la bebida parecía ser interminable, Spanner y Haruka habían dejado de discutir, pero de vez en cuando cruzaban sus miradas de manera desafiante. Lo que me llevó a pensar en que si alguno de aquellos cruces fuera un arma, habrían muerto esa noche cinco veces como mínimo. La pelimorada insistía en que le contara de una maldita vez que era eso para lo que me iba a valer sus facultades, pero yo era fiel a las viejas costumbres de la piratería, primero comer y beber y después beber y hacer negocios, siempre ha sido así y no iba a cambiarlo porque ella quisiera.
—Bueno, pequeñaja, es hora de hablar de negocios –sonreí–. Qué me dirías si te digo que sé de un lugar con una fortuna tan grande con la que podrías comprar un reino entero y vivir a cuerpo de rey durante el resto de tu miserable vida. ¿Te interesaría? –le hice una seña a Spanner para que me diera el mapa que le entregué antes de salir y lo puse sobre la mesa, doblado en cuatro partes, y puse mi mano sobre él con fuerza–. Eso sí, no intentes jugármela que nos conocemos.
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Spanner ignoró por completo el argumento carente de lógica de la muchacha. No valía la pena responder a un idiota, pues nunca dan su brazo a torcer, y sí la muchacha afirmaba que no existían ideas estúpidas es porque poco ha vivido como científica, y contra la ignorancia ajena es imposible combatir. Acarició el pequeño pico de Icarus con un dedo mientras este se arrinconaba en su cuello. Llevé la mano al bolsillo interior de la chaqueta cuando Zane me hizo la señal y le entregué el mapa enrollado. Era tan solo una copia, pues el original estaba bien guardado en el barco, como debe ser. Si Haru mostraba sus verdaderos colores y robaba el mapa, como Spanner estaba 100% seguro que haría, se llevaría un chasco al ver que ellos ya estarían en la isla.
- Este mapa es la isla de Little Garden-dijo, adelantándose a su capitán-. Bueno, más bien una burda copia de un mapa de Little Garden. Si me disculpas... -sacó de su bolsillo un elegante bolígrafo negro con dejes dorados en el capuchón. Lo destapó y empezó a trazar una línea desde la costa este hasta el norte de la isla -. Zane y yo llevamos trabajando en esto varios días, desde un soplo que nos dieron. Veamos... Si bien el tesoro está en el norte, no podemos acercarnos a la isla por ahí por dos motivos. Uno es porque la isla termina de forma escarpada y no es posible el acercarse en barco y el otro es porque, como dice nuestro buen amigo el pelirrojo navegante, las aguas que rodean los alrededores de la zona norte de la isla son difíciles, llenas de reyes marinos y potentes corrientes. Lamentablemente nuestro barco no está preparado para esto. Así que el plan es... -colocó el boli en el punto de partida de la playa este y lo fue deslizando por la línea mientras hablaba-... desembarcar aquí con los víberes suficientes e ir a patita hacia el tesoro -finalmente cerró el bolígrafo y lo guardó-. En un principio éramos solo dos y no esperaba tener que hacer un resumen para tontos, Zane -añadió, mirando de soslayo a Haruka.
- Este mapa es la isla de Little Garden-dijo, adelantándose a su capitán-. Bueno, más bien una burda copia de un mapa de Little Garden. Si me disculpas... -sacó de su bolsillo un elegante bolígrafo negro con dejes dorados en el capuchón. Lo destapó y empezó a trazar una línea desde la costa este hasta el norte de la isla -. Zane y yo llevamos trabajando en esto varios días, desde un soplo que nos dieron. Veamos... Si bien el tesoro está en el norte, no podemos acercarnos a la isla por ahí por dos motivos. Uno es porque la isla termina de forma escarpada y no es posible el acercarse en barco y el otro es porque, como dice nuestro buen amigo el pelirrojo navegante, las aguas que rodean los alrededores de la zona norte de la isla son difíciles, llenas de reyes marinos y potentes corrientes. Lamentablemente nuestro barco no está preparado para esto. Así que el plan es... -colocó el boli en el punto de partida de la playa este y lo fue deslizando por la línea mientras hablaba-... desembarcar aquí con los víberes suficientes e ir a patita hacia el tesoro -finalmente cerró el bolígrafo y lo guardó-. En un principio éramos solo dos y no esperaba tener que hacer un resumen para tontos, Zane -añadió, mirando de soslayo a Haruka.
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Agudeza
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El pelirrojo se negó en rotundo a hablar del tema hasta que terminamos de comer, así que me dediqué a pinchar al pelimorado con una sonrisa maliciosa dibujada en los labios.
Aquel joven tenía una mente brillante, o eso había demostrado en nuestro anterior encuentro, casi tan brillante como la de Elliot. Y Elliot era la persona más inteligente que conocía, y que probablemente conocería jamás. Sin embargo, a diferencia del niño rico, Spanner carecía de la flexibilidad mental apropiada para comprender y moldear todo tipo de ideas hasta convertirlas en algo viable. Gracias a Frederika y Elliot, me había dado cuenta de que, a veces, la idea que podía parecer más estúpida y absurda resultaba ser brillante. Como bien decía Elliot, todo dependía del punto de vista.
"Todo es cuestión de perspectiva. Si pierdo, estoy loco. Si gano, soy un genio. Así es como se escribe la historia."
Por el contrario, el joven científico desperdiciaba gran parte de su talento debido a su mente intransigente y su actitud de superioridad moral e intelectual ante la vida. Lo que, si me preguntan, me parece una lástima.
En comparación con aquellas mentes maravillosas, yo había tenido que estudiar durante años para adquirir los conocimientos que tenía. Mis días en la isla de la hermandad de asesinos que me había acogido se basaban en un par de horas diarias de entrenamiento físico, seguidas de doce horas de estudio intensivo. Mi día a día como científica del gobierno no había resultado ser muy diferente. Los conocimientos sobre ciencia, medicina y tecnología se actualizaban constantemente, lo que no ayudaba demasiado.
En resumen, llevaba toda la vida con la nariz pegada a los libros para saber no tanto como ellos, y sentía una punzada de envidia cuando conocía a alguien con un nivel de inteligencia superior al mío. Lo cual no era tan complicado ya que, a pesar de que mi cociente intelectual era efectivamente superior a la media, no era lo suficientemente alto como para considerarme un genio.
Y lo sabía perfectamente, pero había cosas que no podía evitar sentir.
"Qué mal me cae este tipo... Me repatea...", no podía evitar pensar, al tiempo que fulminaba con la mirada a Spanner.
Tras la comida, al fin el pájaro en llamas accedió a contarme sus razones. Aunque sólo a medias.
- ¿Que si me interesaría? ¿Me ves cara de codiciosa? -respondí, alzando una ceja. Fama, oro, poder, alcohol, fiesta y mujeres. Eso era todo lo que interesaba a los piratas al final, ¿eh? Respiré hondo en un intento por calmarme, al tiempo que Spanner volvía a tratarme con condescendencia y me explicaba su "plan".
Sin embargo, había oído hablar de Little Garden antes, aunque no sabía bien dónde exactamente. Si no me equivocaba, me había llamado la atención porque se trataba de una isla con vegetación prehistórica. ¿Quién me lo había contado? Probablemente algún historiador. Quizá Elliot. Más que el dinero, lo cual no estaba del todo mal, me interesaba visitar el lugar por pulsión científica pura y dura. Investigar la fauna y la flora, su antigüedad, su forma de vida y su comportamiento.
- Así que queréis oro. Menudo cliché. Bueno, he de admitir que nunca viene mal -aunque en esos momentos estaba servidita-. Pero sigo sin ver dónde encajo yo en ese plan vuestro. ¿Necesitáis mis habilidades específicas para algo? ¿O simplemente me echabas de menos? -añadí con un toque de picardía dirigiéndome al pelirrojo, esbozando una nueva sonrisa maliciosa.
Aquel joven tenía una mente brillante, o eso había demostrado en nuestro anterior encuentro, casi tan brillante como la de Elliot. Y Elliot era la persona más inteligente que conocía, y que probablemente conocería jamás. Sin embargo, a diferencia del niño rico, Spanner carecía de la flexibilidad mental apropiada para comprender y moldear todo tipo de ideas hasta convertirlas en algo viable. Gracias a Frederika y Elliot, me había dado cuenta de que, a veces, la idea que podía parecer más estúpida y absurda resultaba ser brillante. Como bien decía Elliot, todo dependía del punto de vista.
"Todo es cuestión de perspectiva. Si pierdo, estoy loco. Si gano, soy un genio. Así es como se escribe la historia."
Por el contrario, el joven científico desperdiciaba gran parte de su talento debido a su mente intransigente y su actitud de superioridad moral e intelectual ante la vida. Lo que, si me preguntan, me parece una lástima.
En comparación con aquellas mentes maravillosas, yo había tenido que estudiar durante años para adquirir los conocimientos que tenía. Mis días en la isla de la hermandad de asesinos que me había acogido se basaban en un par de horas diarias de entrenamiento físico, seguidas de doce horas de estudio intensivo. Mi día a día como científica del gobierno no había resultado ser muy diferente. Los conocimientos sobre ciencia, medicina y tecnología se actualizaban constantemente, lo que no ayudaba demasiado.
En resumen, llevaba toda la vida con la nariz pegada a los libros para saber no tanto como ellos, y sentía una punzada de envidia cuando conocía a alguien con un nivel de inteligencia superior al mío. Lo cual no era tan complicado ya que, a pesar de que mi cociente intelectual era efectivamente superior a la media, no era lo suficientemente alto como para considerarme un genio.
Y lo sabía perfectamente, pero había cosas que no podía evitar sentir.
"Qué mal me cae este tipo... Me repatea...", no podía evitar pensar, al tiempo que fulminaba con la mirada a Spanner.
Tras la comida, al fin el pájaro en llamas accedió a contarme sus razones. Aunque sólo a medias.
- ¿Que si me interesaría? ¿Me ves cara de codiciosa? -respondí, alzando una ceja. Fama, oro, poder, alcohol, fiesta y mujeres. Eso era todo lo que interesaba a los piratas al final, ¿eh? Respiré hondo en un intento por calmarme, al tiempo que Spanner volvía a tratarme con condescendencia y me explicaba su "plan".
Sin embargo, había oído hablar de Little Garden antes, aunque no sabía bien dónde exactamente. Si no me equivocaba, me había llamado la atención porque se trataba de una isla con vegetación prehistórica. ¿Quién me lo había contado? Probablemente algún historiador. Quizá Elliot. Más que el dinero, lo cual no estaba del todo mal, me interesaba visitar el lugar por pulsión científica pura y dura. Investigar la fauna y la flora, su antigüedad, su forma de vida y su comportamiento.
- Así que queréis oro. Menudo cliché. Bueno, he de admitir que nunca viene mal -aunque en esos momentos estaba servidita-. Pero sigo sin ver dónde encajo yo en ese plan vuestro. ¿Necesitáis mis habilidades específicas para algo? ¿O simplemente me echabas de menos? -añadí con un toque de picardía dirigiéndome al pelirrojo, esbozando una nueva sonrisa maliciosa.
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- La verdad es que me he pasado todo este tiempo viajando, aunque solo he dado vueltas por los Blues y Paraíso -. Cogi un cacho de pollo rebozado y me lo metí en la boca antes de continuar.- Buscando trabajos para subsistir un poco sin buscarme muchos líos. No como tu -.bromee.
Me estaba sirviendo otra copa de la gélida botella de ron que acababan de servir, cuando el pelirrojo dijo algo que me dejó helado durante unos segundos, mientras la bebida desbordaba por mi vaso. Dejé la botella sobre la mesa para rascarme el cogote y después bebí todo el vaso de golpe. No podía creérmelo, Zane había conocido a Osu, o a Eddy en todo caso, pero sabiendo cual de mis hijos era el liante, seguramente se estaba refiriendo al primero. Tenía tantas cosas que preguntarle, como era ahora, si se comportaba como una buena persona, si se había metido en líos...
Detuve a un camarero que pasó cerca de nuestra mesa con un movimiento brusco, atrapándolo por el mandil.
- ¡Una botella de lo más fuerte que tenga, mesonero! –pedí con energía; pues algo como aquello me ayudaría a digerir la grandiosa noticia que me había dado Zane sobre mi hijo.
Minutos después, me trajeron una pequeña botella de medio litro, con un extraño color anaranjado que no parecía muy saludable, en cuya etiqueta ponía: “El veneno del escorpión” en letras grandes y negras. Por alguna razón, era imposible no decir el nombre sin parecer que tocaras en una banda de mariachis. Tarde media hora en tragarme todo el contenido y empecé a poner en lo que los jóvenes dicen estado “Party Hard”. Todo me daba vueltas, las luces de neón se habían convertido en tornados de colores y la música aquella empezaba incluso a gustarme a mí e incluso me puse a cantarla como un buen borracho.
- THEY"RE TAKING THE HOBBITS TO ISENGARD-GARD-GARD-GA-GA-GARD!
Me levante para intentar tomar un poco de aire fresco, tambaleándome de un lado al otro, molestando a cualquiera que tuviera cerca, como si tuviera dos pies izquierdos. Irremediablemente, me resbalé accidentalmente con uno de tantos charcos que había en el suelo, cayendo al suelo. Al levantarme, con mucha dificultad, me apoyé en una mesa que tenía al lado, tirándola al suelo y derramando todas las bebidas sobre sus consumidores, quienes me mataron con la mirada.
- ¿De qué coño vas, friki? ¿No ves que nos has tirado la mesa?
- Técnicamente… ¡HIP!... Es la mesa la que se ha tirado a mi… ¡HIP!... Además, sois vosotros los que habéis dejado el suelo perdido, para que yo me resbale –me ajusté la máscara, que se había movido al caerme.
- ¿Nos estas llamando marranos? ¿Quieres que te meta máscara por el culo o qué?
- Mira, no me importa, pero guárdate ese fetiches raros para ti o para tus amigos...
Enfadados, unos de los tipos me intentó lanzar una botella que logre esquivar gracias a los tambaleos aleatorio que me daban. Otro de ellos recurso a darme un empujón, tirándome en el suelo de forma dolorosa.
Me estaba sirviendo otra copa de la gélida botella de ron que acababan de servir, cuando el pelirrojo dijo algo que me dejó helado durante unos segundos, mientras la bebida desbordaba por mi vaso. Dejé la botella sobre la mesa para rascarme el cogote y después bebí todo el vaso de golpe. No podía creérmelo, Zane había conocido a Osu, o a Eddy en todo caso, pero sabiendo cual de mis hijos era el liante, seguramente se estaba refiriendo al primero. Tenía tantas cosas que preguntarle, como era ahora, si se comportaba como una buena persona, si se había metido en líos...
Detuve a un camarero que pasó cerca de nuestra mesa con un movimiento brusco, atrapándolo por el mandil.
- ¡Una botella de lo más fuerte que tenga, mesonero! –pedí con energía; pues algo como aquello me ayudaría a digerir la grandiosa noticia que me había dado Zane sobre mi hijo.
Minutos después, me trajeron una pequeña botella de medio litro, con un extraño color anaranjado que no parecía muy saludable, en cuya etiqueta ponía: “El veneno del escorpión” en letras grandes y negras. Por alguna razón, era imposible no decir el nombre sin parecer que tocaras en una banda de mariachis. Tarde media hora en tragarme todo el contenido y empecé a poner en lo que los jóvenes dicen estado “Party Hard”. Todo me daba vueltas, las luces de neón se habían convertido en tornados de colores y la música aquella empezaba incluso a gustarme a mí e incluso me puse a cantarla como un buen borracho.
- THEY"RE TAKING THE HOBBITS TO ISENGARD-GARD-GARD-GA-GA-GARD!
Me levante para intentar tomar un poco de aire fresco, tambaleándome de un lado al otro, molestando a cualquiera que tuviera cerca, como si tuviera dos pies izquierdos. Irremediablemente, me resbalé accidentalmente con uno de tantos charcos que había en el suelo, cayendo al suelo. Al levantarme, con mucha dificultad, me apoyé en una mesa que tenía al lado, tirándola al suelo y derramando todas las bebidas sobre sus consumidores, quienes me mataron con la mirada.
- ¿De qué coño vas, friki? ¿No ves que nos has tirado la mesa?
- Técnicamente… ¡HIP!... Es la mesa la que se ha tirado a mi… ¡HIP!... Además, sois vosotros los que habéis dejado el suelo perdido, para que yo me resbale –me ajusté la máscara, que se había movido al caerme.
- ¿Nos estas llamando marranos? ¿Quieres que te meta máscara por el culo o qué?
- Mira, no me importa, pero guárdate ese fetiches raros para ti o para tus amigos...
Enfadados, unos de los tipos me intentó lanzar una botella que logre esquivar gracias a los tambaleos aleatorio que me daban. Otro de ellos recurso a darme un empujón, tirándome en el suelo de forma dolorosa.
—¿Es necesario que te responda a esa pregunta, Haruka? –le contesté a la pelimorada, recordando las diversas peripecias que tuvimos en Dark Home.
Pese a todo, la tensión entre Spanner y Haruka se palpaba en el ambiente, y no paraba de enturbiarlo, disminuyendo la atmosfera festiva que tantos berries me estaba costando crear; aunque eso no parecía afectarle mucho al viejo de Noximilien. Spanner expuso una tercera parte de nuestro plan para conseguir un viejo tesoro en Little Garden, sin embargo, aquello no pareció interesarle mucho a la pequeña ladrona.
—Haruka, Haruka, Haruka… ¿Quién está hablando de oro? –agarré algo del licor que había pedido el encapuchado y lo bebí de golpe, poniendo una pequeña mueca de asco de lo amargo que estaba–. Hablo de algo más valioso que eso, algo por lo que decenas de naciones serían capaces de ofrecernos cualquier cosa, incluido…
Entonces, sin venir a cuento, una botella golpeó mi musculada y definida espalda, pudiendo notar como el frágil vidrio se rompía al entrar en contacto con ella, manchándome mi sudadera favorita. Miré hacia atrás con gesto de enfado y pude contemplar cómo tres individuos estaban pateando al viejo Nox en el suelo de aquella lujosa taberna.
—Un segundo, ahora vuelvo –dije al mismo tiempo que me levantaba–. Por cierto Spanner, si esto se pone feo, recuerda que nos falta ron y nunca está de más tener algo de dinero en efectivo.
Rápidamente, me dirigí hacia los que estaban aporreando a mi compañero y me puse en medio, desenfundando a cesura. Al ojear a esos tres tipos, pude ver que eran idénticos: rubios con los ojos verdes, medianamente fuertes y con una belleza que solo sabían apreciar unas pocas mujeres desesperadas
—¿Nos os ha dicho vuestra madre que hay que respetar a los mayores? –pregunté con sorna –Porque si no es así, voy a tener que darle unos azotes por la mala educación que le ha dado a sus nenes.–les guiñé.
—¿Qué has dicho? ¡Hijo de la gran p…!
—¡Esa boca! –interrumpí, elevando mi tono de voz y golpeándole con el dorso de la mano–. Esa no es manera de hablar a tu padrastro.
Aquel golpe, como era de esperar, resultó ser el comienzo de una pelea que se propagó por todo el local. Da igual a la isla que fueras, si alguien comenzaba una pelea en una taberna todo el mundo terminaba peleando, era como una norma no escrita. Sin embargo, como buen pirata abracé la más noble y antigua de las tradiciones piratas y me fui de allí con todo el ron y el dinero que pude coger.
—Novea’ zi peza tu amigo er encapushao, Zane –comentó Manué, mientras llevaba a Nox a cuestas.
Corrimos hacia las afueras de la ciudad, hasta un oasis situado a media hora de la ciudad. Allí tumbamos a Nox bajo una palmera y le puse mi sudadera encima para que no cogiera frío, al mismo tiempo que regulaba la temperatura de aquel lugar en un radio de tres metros con el poder de mi akuma.
—No creo que necesitemos abrigarnos mucho. He aumentado la temperatura un poco –sonreí –¿Habéis robado algo de interés? Yo tengo esto –enseñé tres botellas de ron el gigante cojo, uno de los licores añejos más caros y sabrosos del mercado.
Pese a todo, la tensión entre Spanner y Haruka se palpaba en el ambiente, y no paraba de enturbiarlo, disminuyendo la atmosfera festiva que tantos berries me estaba costando crear; aunque eso no parecía afectarle mucho al viejo de Noximilien. Spanner expuso una tercera parte de nuestro plan para conseguir un viejo tesoro en Little Garden, sin embargo, aquello no pareció interesarle mucho a la pequeña ladrona.
—Haruka, Haruka, Haruka… ¿Quién está hablando de oro? –agarré algo del licor que había pedido el encapuchado y lo bebí de golpe, poniendo una pequeña mueca de asco de lo amargo que estaba–. Hablo de algo más valioso que eso, algo por lo que decenas de naciones serían capaces de ofrecernos cualquier cosa, incluido…
Entonces, sin venir a cuento, una botella golpeó mi musculada y definida espalda, pudiendo notar como el frágil vidrio se rompía al entrar en contacto con ella, manchándome mi sudadera favorita. Miré hacia atrás con gesto de enfado y pude contemplar cómo tres individuos estaban pateando al viejo Nox en el suelo de aquella lujosa taberna.
- Música durante la trifulca de Nox:
—Un segundo, ahora vuelvo –dije al mismo tiempo que me levantaba–. Por cierto Spanner, si esto se pone feo, recuerda que nos falta ron y nunca está de más tener algo de dinero en efectivo.
Rápidamente, me dirigí hacia los que estaban aporreando a mi compañero y me puse en medio, desenfundando a cesura. Al ojear a esos tres tipos, pude ver que eran idénticos: rubios con los ojos verdes, medianamente fuertes y con una belleza que solo sabían apreciar unas pocas mujeres desesperadas
—¿Nos os ha dicho vuestra madre que hay que respetar a los mayores? –pregunté con sorna –Porque si no es así, voy a tener que darle unos azotes por la mala educación que le ha dado a sus nenes.–les guiñé.
—¿Qué has dicho? ¡Hijo de la gran p…!
—¡Esa boca! –interrumpí, elevando mi tono de voz y golpeándole con el dorso de la mano–. Esa no es manera de hablar a tu padrastro.
Aquel golpe, como era de esperar, resultó ser el comienzo de una pelea que se propagó por todo el local. Da igual a la isla que fueras, si alguien comenzaba una pelea en una taberna todo el mundo terminaba peleando, era como una norma no escrita. Sin embargo, como buen pirata abracé la más noble y antigua de las tradiciones piratas y me fui de allí con todo el ron y el dinero que pude coger.
—Novea’ zi peza tu amigo er encapushao, Zane –comentó Manué, mientras llevaba a Nox a cuestas.
Corrimos hacia las afueras de la ciudad, hasta un oasis situado a media hora de la ciudad. Allí tumbamos a Nox bajo una palmera y le puse mi sudadera encima para que no cogiera frío, al mismo tiempo que regulaba la temperatura de aquel lugar en un radio de tres metros con el poder de mi akuma.
—No creo que necesitemos abrigarnos mucho. He aumentado la temperatura un poco –sonreí –¿Habéis robado algo de interés? Yo tengo esto –enseñé tres botellas de ron el gigante cojo, uno de los licores añejos más caros y sabrosos del mercado.
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La que había liado el enmascarado. Cuando se quiso dar cuenta el pelirrojo se había venido a defender al Nox, usando su carisma natural que era su mejor y peor cualidad a la vez. Como era natural en las conversaciones con Zane, acabaron en una lluvia de golpes que se extendieron por todo el establecimiento al ritmo de la música de ritmo roquero. El tema en si iba acorde con la situación, eso parecía un infierno lleno de alcohol, tacos y patadas en la entrepierna.
La mejor idea que tuvieron aquella noche y la más divertida según creía; pillar todo lo que pudieran y salir corriendo como alma que llevaba el diablo. Mientras empezaba de nuevo a cantar como un idiota.
. I'm on te hi güay to hel! On te hi güay tó hel… Hi güay tó hel…I'm on te hi güay tó hel…- Cantaba entre risas y mientras movie los dos dedos indices como un maestro de orquesta.
El amigo de acento chistoso del pelirrojo lo cogió a cuestas mientras huían hasta fuera de la ciudad. La diferencia de la noche con el día en cuestión de temperatura eran extremas, y las vendas que cubrían su cuerpo no servían mucho para el frio, pero estaba lo suficientemente borracho para ni notarlo.
No sabía cuándo tiempo había pasado hasta que se empezaba espabilar de nuevo, pero se encontraba tumbado bajo una palmera con la chaqueta de Zane cubriéndole. Despues de esto no volvería a beber, no al menos esta semana.
- Yo he conseguido un… zapato… pero no es de mi talla… Y unas llaves... ¡A lo mejor son de un barco!- Comentó embriagado mientras agitaba las llaves.- Espera… que los barcos no usan llaves…
Se calló unos segundos,después solto una risa sorda y volver a caer medio dormido en suelo.
La mejor idea que tuvieron aquella noche y la más divertida según creía; pillar todo lo que pudieran y salir corriendo como alma que llevaba el diablo. Mientras empezaba de nuevo a cantar como un idiota.
. I'm on te hi güay to hel! On te hi güay tó hel… Hi güay tó hel…I'm on te hi güay tó hel…- Cantaba entre risas y mientras movie los dos dedos indices como un maestro de orquesta.
El amigo de acento chistoso del pelirrojo lo cogió a cuestas mientras huían hasta fuera de la ciudad. La diferencia de la noche con el día en cuestión de temperatura eran extremas, y las vendas que cubrían su cuerpo no servían mucho para el frio, pero estaba lo suficientemente borracho para ni notarlo.
No sabía cuándo tiempo había pasado hasta que se empezaba espabilar de nuevo, pero se encontraba tumbado bajo una palmera con la chaqueta de Zane cubriéndole. Despues de esto no volvería a beber, no al menos esta semana.
- Yo he conseguido un… zapato… pero no es de mi talla… Y unas llaves... ¡A lo mejor son de un barco!- Comentó embriagado mientras agitaba las llaves.- Espera… que los barcos no usan llaves…
Se calló unos segundos,después solto una risa sorda y volver a caer medio dormido en suelo.
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El pelirrojo me estaba convenciendo, y estaba llegando a la parte más importante cuando una botella se estrelló en su cabeza. ¿Qué era lo que me estaba ofreciendo? Algo por lo que decenas de naciones estaban dispuestos a ofrecer mucho oro...
"¿Phoneglyph?", fue la primera palabra que cruzó mi mente, y picó mi curiosidad instantáneamente.
Pero el pollo en llamas ya no podía responderme.
Miré a sus espaldas para ver a un par de gorilas atizando de lo lindo a... a... a... Por todos los tornillos, ¿era eso un cyborg? ¿Era aquella criatura un cyborg acaso? No podía verlo bien porque lo estaban apalizando, pero sí pude divisar partes metálicas. Incluso una cabeza metálica.
Sin embargo... Achiqué los ojos con mirada sospechosa al tiempo que examinaba con mayor detalle la situación.
Si se traba de un cyborg... entonces los puñetazos no debían dolerle. Todo lo contrario, sus oponentes debían ser los que recibían daño, por golpear a puño y pierna desnudos el metal. No obstante, allí estaba el hipotético cyborg, tirado en el suelo y recibiendo una somanta de golpes.
Continué observando al hipotético cyborg al tiempo que Zane lo defendía y se armaba una pelea a gran escala, o una batalla a pequeña escala, que se extendió como la pólvora por todo el local.
Esquivé botellas y vasos voladores sin mucha dificultad, sin perder de vista al hombre de apariencia metálica.
Tras unos minutos de expresión impertérrita, al tiempo que el caos se desataba a mi alrededor, me encogí de hombros y me uní a la fiesta.
Aproveché que algunos estaban demasiado ocupados pegando a otros para meter con discreción mis ágiles manitas en sus bolsillos y hurtar varias carteras, que me guardé en el bolso con naturalidad.
Avancé por todo el caos y la confusión hasta las mesas y cogí un par de botellas de ron que todavía estaban sin descorchar.
Un puñetazo irado se acercó a mí entonces al tiempo que un joven claramente borracho gritaba con todas sus fuerzas. No tenía mucho equilibrio de por sí, así que todo lo que tuve que hacer fue echarme a un lado y ponerle la zancadilla para conseguir que se golpease el careto con el sucio suelo del local.
Siguiendo la misma estrategia, me dediqué a esquivar los golpes aleatorios de los borrachos con poco equilibrio al tiempo que me dirigía hacia la puerta con calma, para luego salir al exterior sin muchos problemas, y escuchar cómo una silla chocaba con la puerta justo cuando la cerraba. Emití un silbido y me alejé de la puerta, para ver salir a todo correr a Zane, seguido de cerca por sus camaradas. Con un suspiro de resignación y mirándome el calzado, no exactamente adecuado para correr, apuré el paso para alcanzarlos.
Nos detuvimos en un oasis un rato más tarde, a descansar. Allí pude echar un nuevo vistazo al hipotético cyborg, y comprobar que... de cyborg no tenía nada. Lo fulminé con la mirada y lancé a los pies de Zane las carteras que había robado, antes de sacar las dos botellas de ron.
- El ron puedes quedártelo y el dinero también. No los necesito. Aunque no creo que estas botellas sean tan buenas como las que has conseguido tú -ofrecí, entregándole el alcohol.
Decidimos pasar la noche allí, a la intemperie, con la ayuda del poder de Zane para no morir congelados, y acepté a regañadientes. Me tumbé en un lugar medianamente alejado de los demás, donde pudiera tenerlos vigilados, e intenté mantenerme alerta toda la noche, sumiéndome en un ligero sueño de vigilia.
Los primeros rayos de sol me molestaron, y abrí los ojos para encontrarme a los demás dormidos.
Bostecé ampliamente y miré a mi alrededor con ojos soñolientos.
- Tengo hambre... Oye, pollo ardiente -llamé, esperando despertarlo-. Vayamos a desayunar a alguna parte y terminemos nuestra conversación de negocios. Lo dejamos justo cuando se puso interesante...
Tomar un buen desayuno, cerrar el trato si me interesaba y ganar algo a cambio. Una buena mañana, ¿no?
Pero las cosas no iban a salirnos así de bien.
Aunque eso todavía no lo sabía.
"¿Phoneglyph?", fue la primera palabra que cruzó mi mente, y picó mi curiosidad instantáneamente.
Pero el pollo en llamas ya no podía responderme.
Miré a sus espaldas para ver a un par de gorilas atizando de lo lindo a... a... a... Por todos los tornillos, ¿era eso un cyborg? ¿Era aquella criatura un cyborg acaso? No podía verlo bien porque lo estaban apalizando, pero sí pude divisar partes metálicas. Incluso una cabeza metálica.
Sin embargo... Achiqué los ojos con mirada sospechosa al tiempo que examinaba con mayor detalle la situación.
Si se traba de un cyborg... entonces los puñetazos no debían dolerle. Todo lo contrario, sus oponentes debían ser los que recibían daño, por golpear a puño y pierna desnudos el metal. No obstante, allí estaba el hipotético cyborg, tirado en el suelo y recibiendo una somanta de golpes.
Continué observando al hipotético cyborg al tiempo que Zane lo defendía y se armaba una pelea a gran escala, o una batalla a pequeña escala, que se extendió como la pólvora por todo el local.
Esquivé botellas y vasos voladores sin mucha dificultad, sin perder de vista al hombre de apariencia metálica.
Tras unos minutos de expresión impertérrita, al tiempo que el caos se desataba a mi alrededor, me encogí de hombros y me uní a la fiesta.
Aproveché que algunos estaban demasiado ocupados pegando a otros para meter con discreción mis ágiles manitas en sus bolsillos y hurtar varias carteras, que me guardé en el bolso con naturalidad.
Avancé por todo el caos y la confusión hasta las mesas y cogí un par de botellas de ron que todavía estaban sin descorchar.
Un puñetazo irado se acercó a mí entonces al tiempo que un joven claramente borracho gritaba con todas sus fuerzas. No tenía mucho equilibrio de por sí, así que todo lo que tuve que hacer fue echarme a un lado y ponerle la zancadilla para conseguir que se golpease el careto con el sucio suelo del local.
Siguiendo la misma estrategia, me dediqué a esquivar los golpes aleatorios de los borrachos con poco equilibrio al tiempo que me dirigía hacia la puerta con calma, para luego salir al exterior sin muchos problemas, y escuchar cómo una silla chocaba con la puerta justo cuando la cerraba. Emití un silbido y me alejé de la puerta, para ver salir a todo correr a Zane, seguido de cerca por sus camaradas. Con un suspiro de resignación y mirándome el calzado, no exactamente adecuado para correr, apuré el paso para alcanzarlos.
Nos detuvimos en un oasis un rato más tarde, a descansar. Allí pude echar un nuevo vistazo al hipotético cyborg, y comprobar que... de cyborg no tenía nada. Lo fulminé con la mirada y lancé a los pies de Zane las carteras que había robado, antes de sacar las dos botellas de ron.
- El ron puedes quedártelo y el dinero también. No los necesito. Aunque no creo que estas botellas sean tan buenas como las que has conseguido tú -ofrecí, entregándole el alcohol.
Decidimos pasar la noche allí, a la intemperie, con la ayuda del poder de Zane para no morir congelados, y acepté a regañadientes. Me tumbé en un lugar medianamente alejado de los demás, donde pudiera tenerlos vigilados, e intenté mantenerme alerta toda la noche, sumiéndome en un ligero sueño de vigilia.
Los primeros rayos de sol me molestaron, y abrí los ojos para encontrarme a los demás dormidos.
Bostecé ampliamente y miré a mi alrededor con ojos soñolientos.
- Tengo hambre... Oye, pollo ardiente -llamé, esperando despertarlo-. Vayamos a desayunar a alguna parte y terminemos nuestra conversación de negocios. Lo dejamos justo cuando se puso interesante...
Tomar un buen desayuno, cerrar el trato si me interesaba y ganar algo a cambio. Una buena mañana, ¿no?
Pero las cosas no iban a salirnos así de bien.
Aunque eso todavía no lo sabía.
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La albina observaba las cartas con expresión impasible, pareciendo no estar prestando atención alguna a los contrarios. Analizaba todos los posibles resultados mientras describía los más imperceptibles movimientos, logrando que la situación transcurriera a su favor. Oponentes muy poco avispados, dato de lo que pudo cerciorarse con rapidez en jugadas pasadas. No era la partida más desafiante de su vida, ni mucho menos, pero al menos serviría para pasar el rato mientras Ryan, Gina y Natasha decidieran hacer acto de presencia. De hecho, aprovecharía para granjearse unas pocas monedas. Pobrecillo, ni siquiera tras aquellas extravagantes gafas podía ocultar el nerviosismo que se reflejaba en su mirada. Alice sonrió con calma y seguridad, observando al chico como si ya hubiera ganado la partida.
- ¿Y bien? ¿Qué tal si tocas algo? Así esto comenzaría a ser algo interesante -dijo con un tono dulce pero extrañamente pedante.
- ¡C-cállate! Puedo ganar esto -respondió él, frunciendo el ceño y apretando las cartas.
La peliblanca rio levemente ante su reacción y después desvió la mirada hacia el otro muchacho, quien parecía estar en su propio mundo. Sus brazos se encontraban completamente pegados a su torso gracias a la cuerda que los mantenía aferrados, imposibilitando cualquier movimiento de sus extremidades superiores o de su torso. Lo único que podía mover con libertad eran las piernas y los pies. Por suerte tenía cierta facilidad a la hora de usarlos, de modo que no hubo ninguna excusa medianamente válida para impedirle unirse a la partida. Sujetaba sus cartas con los pies, adoptando una posición que para muchos podía resultar incómoda y extraña. Nada más lejos de la realidad, pues aquello no supondría ningún problema para él. El castaño observaba su "pie" sin llegar a comprender realmente qué podía hacer con él. Ni siquiera tenía claro haber entendido cómo se jugaba a esa cosa. Simplemente descartaba, observaba al chico de las gafas desesperarse y veía cómo la albina se llevaba todo lo apostado.
- Bueno, creo que va siendo el momento de ir revelando vuestra mano. ¿Tú qué tienes, Tommy? -inquirió la chica, mirándole de soslayo.
- Pues... -sus manos temblaban ligeramente. Se aseguró de tomarse su tiempo para responder, variando el ritmo de su respiración a cada segundo, como si hubiera perdido los nervios. Finalmente, tras unos segundos más de tensión y vergüenza ajena para el resto de jugadores, descubrió sus cartas- Pareja de ases.
Alice amplió su sonrisa y, con gesto victorioso, alzó las cartas en un movimiento sumamente exagerado antes de ponerlas en el suelo, descubriendo su mano.
- Poker.
Ya iban tres en lo que llevaban de noche y, si bien el resto podría haber comenzado a sospechar, parecían demasiado lelos como parar darse cuenta de la obvia trampa. Había estado alterando las cartas de su mano durante todo el juego y, a excepción de un par de partidas para disimular, había ganado todas las manos. Aquella era la definitiva, con la que desbancaría a los otros dos y se llevaría toda la apuesta. Habían perdido desde antes de empezar.
- ¡Bah! ¡Menuda suerte! -se quejó Hou, resoplando y frunciendo levemente el ceño, aún en aquella extraña posición- No es justo, a ti te salen cartas repetidas y a mí no paran de salirme letras y números aleatorios... No me gusta este juego. No sé jugar.
Y soltó las cartas que mantenía entre los dedos de sus pies, dejándolas boca arriba en el suelo. La expresión que había mantenido la albina hasta ese momento se quebró, pasando a oscurecerse su mirada, temblando levemente y torciendo sus labios en una mueca. Tommy observó el resultado de la jugada del castaño y abrió los ojos como platos.
- ¿Eso es... Una escalera real? -inquirió con sorna, devolviéndole la misma mirada a Alice que ya le hubiera lanzado ella antes- Creo que has perdido todo.
La chica se dejó caer a un lado, con un aura de depresión envolviéndola, justo antes de que Hou entendiera lo que acababa de suceder.
- Espera. ¿¡He ganado!? -sus ojos parecieron brillar con luz propia y, a momento, comenzó a reír descontroladamente- ¡Entonces todas vuestras golosinas son para mí!
Sí, como era de esperar, el chico no poseía nada de valor que pudiera apostarse. Por suerte, antes de entrar de polizón en el barco de aquella gente había logrado, Dios sabe cómo ni dónde, adueñarse de unas cuantas chucherías. Probablemente tras haberse inflado a comer en algún lugar, con altas posibilidades de haber sido sableado por ello, perdiendo el poco dinero que tuviera... ¿Pero qué más daba? Ahora volvía a tener algo que llevarse a la boca, eso sería suficiente.
- Ya estamos aquí.
La puerta de la pequeña habitación se abrió de golpe, entrando por esta Ryan, Gina y Natasha, quienes se quedaron de piedra al ver las cartas por el suelo, a Alice deprimida y a Tommy hablando como si nada con el prisionero. A Gina pareció hinchársele una vena en el cuello y, a medida que iba frunciendo el ceño, esta se iba marcando sobre su piel más y más.
- ¿Se puede saber...? -comenzó, llevando la mano a la empuñadura de su enorme espada- ¿¡Por qué mierda estáis jugando con ese!?
Lanzó su arma con precisión, haciendo que esta se clavara en el suelo que había entre los tres, atravesando alguna que otra carta en el proceso. Tommy perdió todo color en su piel, palideciendo al instante y mirando a la peliazul con miedo.
- P-perdona, Gina... Pero estábais tardando en venir y... B-bueno... Esto empezaba a ser aburr... -no llegó a terminar la frase, pues si las miradas pudieran matar la de la mujer habría desintegrado al chico- ¡LO SIENTO! -gritó, prácticamente postrándose ante ella a modo de súplica.
- No tenéis remedio -dijo al fin Ryan, suspirando ante la escenita-. En fin... ¿Dónde está Dowson?
- Salió... Hace un rato... Dijo que no... Tardaría en volver... -respondió Alice, aún ida por la humillante derrota.
- Está bien. Se lo explicaremos a él más tarde... Tú, ladrón -siguió, señalando a Hou.
- ¡Ey! No soy un ladrón. Tan solo un pobre chico hambriento que buscaba algo con lo que llenar su vacío estómago. Ya os lo expliqué: no tengo ni idea de cómo llegó esa bolsa a mi bolsillo. Está claro que yo no la metí ahí -se defendió él, inútilmente.
- Cállate. Tienes suerte de que no hayamos decidido tirarte al mar -se llevó la mano al rostro, cansado. Ese tipo le exasperaba-. Debería haberlo hecho, pero no importa. Ya que intentaste robarnos, vas a tener que hacer algo por nosotros para compensarnos. A cambio, te dejaremos irte.
Hou, para variar había dejado de prestar atención. Sus pensamientos tan solo se centraban en el atracón de dulces que se iba a dar después de su gloriosa -e inexplicable- victoria. Había contabilizado que, por lo menos, podrían servirle para pasar el día siguiente, aunque si podía obtener algo más que llevarse a la boca mejor que mejor.
- ¿Lo has entendido? -concluyó Ryan tras su explicación, ante lo que Hou volvió a la Tierra.
- ¿Eh? ¡Ah! -asintió repetidas veces, sonriendo ampliamente- Por supuesto. Seré vuestro hombre.
- Bien... Iremos a buscarles mañana por la mañana, así que descansad bien. A ver si esa fuerza tuya nos sirve de algo, para variar...
- ¡Cuenta con ello! -gritó el castaño, observando cómo los que parecían ser más fuertes de la banda se iban a otra habitación.
Con él se habían quedado, de nuevo, Alice y Tommy, y probablemente volvería el tal Dowson. Era un poco más aburrido que los otros dos, pero al menos parecía ignorarles lo suficiente como para no aguarles la fiesta. Fuera como fuere, en cuando las cosas se calmaron y el chico de las gafas recuperó la compostura Hou se acercó a él, arrastrando el culo por el suelo e impulsándose con las piernas.
- Oye... -comenzó, con un tono amigable y una sonrisa bobalicona- ¿Qué ha dicho?
- ¿Y bien? ¿Qué tal si tocas algo? Así esto comenzaría a ser algo interesante -dijo con un tono dulce pero extrañamente pedante.
- ¡C-cállate! Puedo ganar esto -respondió él, frunciendo el ceño y apretando las cartas.
La peliblanca rio levemente ante su reacción y después desvió la mirada hacia el otro muchacho, quien parecía estar en su propio mundo. Sus brazos se encontraban completamente pegados a su torso gracias a la cuerda que los mantenía aferrados, imposibilitando cualquier movimiento de sus extremidades superiores o de su torso. Lo único que podía mover con libertad eran las piernas y los pies. Por suerte tenía cierta facilidad a la hora de usarlos, de modo que no hubo ninguna excusa medianamente válida para impedirle unirse a la partida. Sujetaba sus cartas con los pies, adoptando una posición que para muchos podía resultar incómoda y extraña. Nada más lejos de la realidad, pues aquello no supondría ningún problema para él. El castaño observaba su "pie" sin llegar a comprender realmente qué podía hacer con él. Ni siquiera tenía claro haber entendido cómo se jugaba a esa cosa. Simplemente descartaba, observaba al chico de las gafas desesperarse y veía cómo la albina se llevaba todo lo apostado.
- Bueno, creo que va siendo el momento de ir revelando vuestra mano. ¿Tú qué tienes, Tommy? -inquirió la chica, mirándole de soslayo.
- Pues... -sus manos temblaban ligeramente. Se aseguró de tomarse su tiempo para responder, variando el ritmo de su respiración a cada segundo, como si hubiera perdido los nervios. Finalmente, tras unos segundos más de tensión y vergüenza ajena para el resto de jugadores, descubrió sus cartas- Pareja de ases.
Alice amplió su sonrisa y, con gesto victorioso, alzó las cartas en un movimiento sumamente exagerado antes de ponerlas en el suelo, descubriendo su mano.
- Poker.
Ya iban tres en lo que llevaban de noche y, si bien el resto podría haber comenzado a sospechar, parecían demasiado lelos como parar darse cuenta de la obvia trampa. Había estado alterando las cartas de su mano durante todo el juego y, a excepción de un par de partidas para disimular, había ganado todas las manos. Aquella era la definitiva, con la que desbancaría a los otros dos y se llevaría toda la apuesta. Habían perdido desde antes de empezar.
- ¡Bah! ¡Menuda suerte! -se quejó Hou, resoplando y frunciendo levemente el ceño, aún en aquella extraña posición- No es justo, a ti te salen cartas repetidas y a mí no paran de salirme letras y números aleatorios... No me gusta este juego. No sé jugar.
Y soltó las cartas que mantenía entre los dedos de sus pies, dejándolas boca arriba en el suelo. La expresión que había mantenido la albina hasta ese momento se quebró, pasando a oscurecerse su mirada, temblando levemente y torciendo sus labios en una mueca. Tommy observó el resultado de la jugada del castaño y abrió los ojos como platos.
- ¿Eso es... Una escalera real? -inquirió con sorna, devolviéndole la misma mirada a Alice que ya le hubiera lanzado ella antes- Creo que has perdido todo.
La chica se dejó caer a un lado, con un aura de depresión envolviéndola, justo antes de que Hou entendiera lo que acababa de suceder.
- Espera. ¿¡He ganado!? -sus ojos parecieron brillar con luz propia y, a momento, comenzó a reír descontroladamente- ¡Entonces todas vuestras golosinas son para mí!
Sí, como era de esperar, el chico no poseía nada de valor que pudiera apostarse. Por suerte, antes de entrar de polizón en el barco de aquella gente había logrado, Dios sabe cómo ni dónde, adueñarse de unas cuantas chucherías. Probablemente tras haberse inflado a comer en algún lugar, con altas posibilidades de haber sido sableado por ello, perdiendo el poco dinero que tuviera... ¿Pero qué más daba? Ahora volvía a tener algo que llevarse a la boca, eso sería suficiente.
- Ya estamos aquí.
La puerta de la pequeña habitación se abrió de golpe, entrando por esta Ryan, Gina y Natasha, quienes se quedaron de piedra al ver las cartas por el suelo, a Alice deprimida y a Tommy hablando como si nada con el prisionero. A Gina pareció hinchársele una vena en el cuello y, a medida que iba frunciendo el ceño, esta se iba marcando sobre su piel más y más.
- ¿Se puede saber...? -comenzó, llevando la mano a la empuñadura de su enorme espada- ¿¡Por qué mierda estáis jugando con ese!?
Lanzó su arma con precisión, haciendo que esta se clavara en el suelo que había entre los tres, atravesando alguna que otra carta en el proceso. Tommy perdió todo color en su piel, palideciendo al instante y mirando a la peliazul con miedo.
- P-perdona, Gina... Pero estábais tardando en venir y... B-bueno... Esto empezaba a ser aburr... -no llegó a terminar la frase, pues si las miradas pudieran matar la de la mujer habría desintegrado al chico- ¡LO SIENTO! -gritó, prácticamente postrándose ante ella a modo de súplica.
- No tenéis remedio -dijo al fin Ryan, suspirando ante la escenita-. En fin... ¿Dónde está Dowson?
- Salió... Hace un rato... Dijo que no... Tardaría en volver... -respondió Alice, aún ida por la humillante derrota.
- Está bien. Se lo explicaremos a él más tarde... Tú, ladrón -siguió, señalando a Hou.
- ¡Ey! No soy un ladrón. Tan solo un pobre chico hambriento que buscaba algo con lo que llenar su vacío estómago. Ya os lo expliqué: no tengo ni idea de cómo llegó esa bolsa a mi bolsillo. Está claro que yo no la metí ahí -se defendió él, inútilmente.
- Cállate. Tienes suerte de que no hayamos decidido tirarte al mar -se llevó la mano al rostro, cansado. Ese tipo le exasperaba-. Debería haberlo hecho, pero no importa. Ya que intentaste robarnos, vas a tener que hacer algo por nosotros para compensarnos. A cambio, te dejaremos irte.
Hou, para variar había dejado de prestar atención. Sus pensamientos tan solo se centraban en el atracón de dulces que se iba a dar después de su gloriosa -e inexplicable- victoria. Había contabilizado que, por lo menos, podrían servirle para pasar el día siguiente, aunque si podía obtener algo más que llevarse a la boca mejor que mejor.
- ¿Lo has entendido? -concluyó Ryan tras su explicación, ante lo que Hou volvió a la Tierra.
- ¿Eh? ¡Ah! -asintió repetidas veces, sonriendo ampliamente- Por supuesto. Seré vuestro hombre.
- Bien... Iremos a buscarles mañana por la mañana, así que descansad bien. A ver si esa fuerza tuya nos sirve de algo, para variar...
- ¡Cuenta con ello! -gritó el castaño, observando cómo los que parecían ser más fuertes de la banda se iban a otra habitación.
Con él se habían quedado, de nuevo, Alice y Tommy, y probablemente volvería el tal Dowson. Era un poco más aburrido que los otros dos, pero al menos parecía ignorarles lo suficiente como para no aguarles la fiesta. Fuera como fuere, en cuando las cosas se calmaron y el chico de las gafas recuperó la compostura Hou se acercó a él, arrastrando el culo por el suelo e impulsándose con las piernas.
- Oye... -comenzó, con un tono amigable y una sonrisa bobalicona- ¿Qué ha dicho?
Mist D. Spanner
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Akuma no mi
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La cosa no tardó en ponerse fea. Spanner empezaba a ver aquello como lo normal en el día a día. El propio Zane parecía un imán para las desgracias, el jolgorio y el descontrol. El chico puso los ojos en blanco y dejó escapar un suspiro cuando su capitán se levantó y le hizo aquella pequeña demanda de robo. Le respondió asintiendo y, cuando se hubo alejado el pelirrojo y la pelea empezaba a extenderse por el bar, Spanner se levantó. Un par de botellas volaron hacia él, pero simplemente atravesaron su cuerpo como si de aire se tratara, cayendo y rompiéndose en el suelo junto a él. Se acercó hasta la barra para ver como el camarero salía de detrás de esta intentando parar la trifulca, pero se metía de lleno en esta. Cualquiera pensaría que lo hizo a propósito para pelearse.
Atravesó la barra y se colocó tras la anticuada caja registradora. Mientras todos peleaban y basicamente pasaban de él, Spanner inspeccionaba el cacharro. Estaba cerrado a cal y canto, pero...
"Tal vez si golpeo aquí..."
Cogió a Ryukiba sin sacarla de su vaina y, cogiéndola con ambas manos, colocó la punta en un punto justo de la caja junto a las teclas. Entonces, con un golpe seco, la caja se abrió. Tan rápido como pudo la vació y se guardó el dinero en los bolsillos.
- ¡Eh, tú!
El camarero había vuelto, con un ojo morado y sangre en la boca. Spanner sonrió y, con una sonrisa, dio un paso atrás atravesando la pared. Atravesó las cocinas y siguió el aura de Zane, el cual parecía que se estaba huyendo ya. Consiguió salir del bar atravesando los muros y, corriendo, no tardó en unirse al grupo, el cual se detuvo en un pequeño oasis a descansar y dormir. Aunque el chico no durmió casi.
En cuanto despertó vio como Haru se acercaba a su capitán y le decía de terminar de negociar. Sin duda, si algo sabía Spanner de esa misteriosa muchacha era de su fría lógica. Y su capitán era... no idiota, tan solo algo simple. Se acercó a ellos y se posó junto al pelirrojo. Se mantendría en silencio... a menos que Haru dijese algo raro.
Atravesó la barra y se colocó tras la anticuada caja registradora. Mientras todos peleaban y basicamente pasaban de él, Spanner inspeccionaba el cacharro. Estaba cerrado a cal y canto, pero...
"Tal vez si golpeo aquí..."
Cogió a Ryukiba sin sacarla de su vaina y, cogiéndola con ambas manos, colocó la punta en un punto justo de la caja junto a las teclas. Entonces, con un golpe seco, la caja se abrió. Tan rápido como pudo la vació y se guardó el dinero en los bolsillos.
- ¡Eh, tú!
El camarero había vuelto, con un ojo morado y sangre en la boca. Spanner sonrió y, con una sonrisa, dio un paso atrás atravesando la pared. Atravesó las cocinas y siguió el aura de Zane, el cual parecía que se estaba huyendo ya. Consiguió salir del bar atravesando los muros y, corriendo, no tardó en unirse al grupo, el cual se detuvo en un pequeño oasis a descansar y dormir. Aunque el chico no durmió casi.
En cuanto despertó vio como Haru se acercaba a su capitán y le decía de terminar de negociar. Sin duda, si algo sabía Spanner de esa misteriosa muchacha era de su fría lógica. Y su capitán era... no idiota, tan solo algo simple. Se acercó a ellos y se posó junto al pelirrojo. Se mantendría en silencio... a menos que Haru dijese algo raro.
Hacía calor, quizás demasiada calor.
Zane se encontraba muy a gusto en una extraña isla dónde todo era de tonalidades pasteles, salvo él y la decena de lindas mujeres que le rodeaban, colmándolo de lujos y placeres. Estaba sentado en una tumbona muy cómoda en la orilla de la playa, frente al inmenso mar, y una muchacha de cabello castaño y rizado se encontraba sobre su regazo, ofreciéndole algo de ron con regaliz rojo a forma de pajita; besándole cada cierto tiempo.
Las horas pasaban y todo seguía igual. Si se iba una mujer veía otra, y así sucesivamente. Pero entonces, algo extraño pasó. Todo se volvió turbio y cuando recuperó la normalidad todas las mujeres eran hombres. Pero no hombres cualquiera, sino hombres vestidos como mujeres. En su regazo había un hombre de gran envergadura con el pelo castaño y rizado, el cual sujetaba una copa con regaliz rojo en forma de pajita. Rápidamente, el pelirrojo se levantó y lo tiró al suelo.
—¿Pero qué haces cariño? ¿Hasta tenido una pesadilla? Venga, vayamos a desayunar a alguna parte y terminemos nuestra conversación de negocios. Lo dejamos justo cuando se puso interesante…
Aquel okama se acercó a Zane y comenzó a darle pequeños golpes en la pierna…
—¡Aaaaaah! –desperté muy agitado sobre el duro suelo del oasis donde pasamos la noche. Me encontraba muy sudoroso, así que deslicé el brazo por mi frente quitándomelo y me incorporé.
—¿Otra vez una pesadilla? –preguntó Esme, que se encontraba afilando sus cuchillos.
—No me diga’ que han sio la de los okama otra ve’, pishurra –comentó Manué, para después comenzar a reírse a carcajadas.
Fruncí el ceño y les miré con desprecio.
—No, esta vez fue tu madre que sigue obsesionada conmigo –respondió a Manué.
Me levanté y estiré el cuerpo, crujiéndome diversas partes del mismo: cuello, brazos… Y miré a la pequeñaja de Dilara, ¿o era Haruka? Sí, era ese último; la cual se encontraba frente a mí.
—Buenos días –dije al mismo tiempo que bostezaba.
—Pelirrojo, tenemos que continuar negociando y tengo hambre. Vayamos a desayunar y hablemos.
—¿Desayunar? Perfecto, pero antes algo de ron para la resaca –agarré la botella de licor que estaba en el suelo junto a mí y la terminé de un sorbo. Lo que más me gustaba en las mañanas calurosas era agarrar una jarra de cerveza fresquita y tomármela en ayunas, pero a falta de eso lo mejor que podía hacer era beberme un buen sorbo de ron–. Un poco calentorro, pero sigue bueno, sí. Y ahora a comer algo –sonreí.
A paso relajado, me dirigí junto al resto del grupo hacia la isla real, pero esta vez íbamos a entrar por una de las puertas laterales, después de todo fuimos los causantes del alboroto en una de las tabernas más famosas de Arabasta y podrían estar buscándonos. Una vez dentro nos quedamos en una de las cutres tabernas del extrarradio, sin embargo su trato era más cordial y humilde que en las céntricas. Me pedí un té verde de Arabasta con hierbabuena y piñones para beber y pan norali con mermelada y dátiles, un desayuno típico de la zona oriental de la isla.
—Bueno, voy a ser franco contigo Haruka –fijé mis heterocromados ojos en lo suyos y cambié mi semblante a uno algo más serio–. Según el mapa que tenemos en el barco y lo que hemos investigado, en Little Garden hay escondido un antiguo refugio de una vieja tribu cuya tecnología llegó a sobrepasar los límites de lo conocido y el gobierno se encargo de eliminarles. Se dice que aquella gente estaba varios siglos por encima del resto de la población del mundo y no quería compartir sus investigaciones con nadie. Y los últimos supervivientes de aquela civilización fue a la isla menos evolucionada del Grand Line y guardó allí varios objetos de incalculable valor, además de los tesoros de su isla –hice una pausa para remover la tetera con la cuchara para que las hierbas expulsaran todos su sabores antes de echármelo en el vaso, que contenía una gran cantidad de piñones–. Ahora te preguntarás, ¿y para qué demonios me necesita este atractivo capitán pirata? Pues es simple. Mi banda esta solo formada por cuatro personas y solo tengo un científico –miré a Spanner–. Y dos mentes piensan mejor que una, aunque no se lleven bien.
Un extraño grupo de personas entró en la taberna y se sentaron en una mesa a nuestro lado. No les presté mucha atención, pero no dejaban de mirarnos. ¿Nos conocerían de anoche? A saber, pero me empezaron a sacar de quicio.
—Así que… ¿qué me dices? ¿Quieres vivir una aventura con nosotros? Nada sexual cuando me refiero aventura, claro –me eché té y di un sorbo–. Al menos que quieras, claro –le guiñé un ojo.
Zane se encontraba muy a gusto en una extraña isla dónde todo era de tonalidades pasteles, salvo él y la decena de lindas mujeres que le rodeaban, colmándolo de lujos y placeres. Estaba sentado en una tumbona muy cómoda en la orilla de la playa, frente al inmenso mar, y una muchacha de cabello castaño y rizado se encontraba sobre su regazo, ofreciéndole algo de ron con regaliz rojo a forma de pajita; besándole cada cierto tiempo.
Las horas pasaban y todo seguía igual. Si se iba una mujer veía otra, y así sucesivamente. Pero entonces, algo extraño pasó. Todo se volvió turbio y cuando recuperó la normalidad todas las mujeres eran hombres. Pero no hombres cualquiera, sino hombres vestidos como mujeres. En su regazo había un hombre de gran envergadura con el pelo castaño y rizado, el cual sujetaba una copa con regaliz rojo en forma de pajita. Rápidamente, el pelirrojo se levantó y lo tiró al suelo.
—¿Pero qué haces cariño? ¿Hasta tenido una pesadilla? Venga, vayamos a desayunar a alguna parte y terminemos nuestra conversación de negocios. Lo dejamos justo cuando se puso interesante…
Aquel okama se acercó a Zane y comenzó a darle pequeños golpes en la pierna…
—¡Aaaaaah! –desperté muy agitado sobre el duro suelo del oasis donde pasamos la noche. Me encontraba muy sudoroso, así que deslicé el brazo por mi frente quitándomelo y me incorporé.
—¿Otra vez una pesadilla? –preguntó Esme, que se encontraba afilando sus cuchillos.
—No me diga’ que han sio la de los okama otra ve’, pishurra –comentó Manué, para después comenzar a reírse a carcajadas.
Fruncí el ceño y les miré con desprecio.
—No, esta vez fue tu madre que sigue obsesionada conmigo –respondió a Manué.
Me levanté y estiré el cuerpo, crujiéndome diversas partes del mismo: cuello, brazos… Y miré a la pequeñaja de Dilara, ¿o era Haruka? Sí, era ese último; la cual se encontraba frente a mí.
—Buenos días –dije al mismo tiempo que bostezaba.
—Pelirrojo, tenemos que continuar negociando y tengo hambre. Vayamos a desayunar y hablemos.
—¿Desayunar? Perfecto, pero antes algo de ron para la resaca –agarré la botella de licor que estaba en el suelo junto a mí y la terminé de un sorbo. Lo que más me gustaba en las mañanas calurosas era agarrar una jarra de cerveza fresquita y tomármela en ayunas, pero a falta de eso lo mejor que podía hacer era beberme un buen sorbo de ron–. Un poco calentorro, pero sigue bueno, sí. Y ahora a comer algo –sonreí.
A paso relajado, me dirigí junto al resto del grupo hacia la isla real, pero esta vez íbamos a entrar por una de las puertas laterales, después de todo fuimos los causantes del alboroto en una de las tabernas más famosas de Arabasta y podrían estar buscándonos. Una vez dentro nos quedamos en una de las cutres tabernas del extrarradio, sin embargo su trato era más cordial y humilde que en las céntricas. Me pedí un té verde de Arabasta con hierbabuena y piñones para beber y pan norali con mermelada y dátiles, un desayuno típico de la zona oriental de la isla.
—Bueno, voy a ser franco contigo Haruka –fijé mis heterocromados ojos en lo suyos y cambié mi semblante a uno algo más serio–. Según el mapa que tenemos en el barco y lo que hemos investigado, en Little Garden hay escondido un antiguo refugio de una vieja tribu cuya tecnología llegó a sobrepasar los límites de lo conocido y el gobierno se encargo de eliminarles. Se dice que aquella gente estaba varios siglos por encima del resto de la población del mundo y no quería compartir sus investigaciones con nadie. Y los últimos supervivientes de aquela civilización fue a la isla menos evolucionada del Grand Line y guardó allí varios objetos de incalculable valor, además de los tesoros de su isla –hice una pausa para remover la tetera con la cuchara para que las hierbas expulsaran todos su sabores antes de echármelo en el vaso, que contenía una gran cantidad de piñones–. Ahora te preguntarás, ¿y para qué demonios me necesita este atractivo capitán pirata? Pues es simple. Mi banda esta solo formada por cuatro personas y solo tengo un científico –miré a Spanner–. Y dos mentes piensan mejor que una, aunque no se lleven bien.
Un extraño grupo de personas entró en la taberna y se sentaron en una mesa a nuestro lado. No les presté mucha atención, pero no dejaban de mirarnos. ¿Nos conocerían de anoche? A saber, pero me empezaron a sacar de quicio.
—Así que… ¿qué me dices? ¿Quieres vivir una aventura con nosotros? Nada sexual cuando me refiero aventura, claro –me eché té y di un sorbo–. Al menos que quieras, claro –le guiñé un ojo.
Invitado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Zane me gritó a la cara en el momento en que lo desperté. Parpadeé y fruncí el ceño, molesta, y me quedé en silencio escuchando los comentarios con sus compañeros. A nadie le gusta que le griten a la cara, pero los negocios son negocios.
Y yo también sé lo que es sufrir pesadillas recurrentes. Finalmente, el pollo ardiente me miró y se dignó a dirigirme la palabra. Me mantuve agachada frente a él todo el tiempo, paciente.
-Pollo ardiente Pelirrojo, tenemos que continuar negociando y tengo hambre. Vayamos a desayunar y hablemos -repetí, con toda la amabilidad de la que dispone mi cuerpecito a primera hora de la mañana. Que no es mucha. No hasta después de desayunar al menos.
Finalmente, el pollo en llamas estuvo de acuerdo con mi sugerencia, así que nos levantamos, recogimos nuestras cosas y echamos a caminar a paso sosegado de vuelta a la ciudad.
Durante el camino, observé a todos y cada uno de mis acompañantes.
La tal Esme parecía delicada y frágil, pero eso se contradecía con esa personalidad mandona que parecía tener. Aunque con Zane se mostraba especialmente dulce. Manué parecía el tipo de persona a la que, si le cortas un brazo, respondería con un "Yuhu! Manicura a mitad de precio para toda la vida!". Nunca me gustó la gente optimista... Parecía simple, pero sus ojos dejaban entrever un ápice de oscuridad que probablemente solo aquellos que vivimos en la oscuridad podemos discernir. No todo era lo que parecía.
Noximilien vestía sin duda para parecer un robot por algún motivo, pero no lo era ni de lejos. Quizá era un obseso de los cyborg como yo, o quizá se vestía así porque estaba loco de remate, o por otros motivos. Parecía espontáneo y un poco irresponsable.
Y luego estaba Spanner. Ese tipo era el más intrigante de todos los miembros de ese extraño grupo. Caminaba con la espalda recta como lo haría alguien ególatra, pero se mostraba sereno y parecía dispuesto a obedecer órdenes. Tenía un cerebro brillante y envidiable, pero era cerrado de mollera. No me caía del todo bien, pero estimulaba mi mente y la ponía a funcionar a toda máquina.
Su manera de caminar era elegante pero sencilla. Su pelo largo estaba tan bien cuidado como el mío.
Odiaba a ese tipo, pero al mismo tiempo lo admiraba como rival y eso era confuso y frustrante.
Nos decidimos por un local del extrarradio y nos sentamos a una de las mesas. El camarero se acercó enseguida para tomarnos nota, y Zane pidió un desayuno típico del lugar. Dejé que los demás pidiesen algo si querían, y luego miré al camarero.
- Yo quiero un tazón de yogur griego con muesli y frutas del bosque, un zumo de naranja, un café con leche y una napolitana de chocolate.
Al poco, nos trajeron el desayuno, y Zane comenzó a hablar. Fue entonces cuando le llegó el turno de ser observado. El pelo rojizo parecía alborotado ahora, pero estaba claro que se lo cuidaba. Probablemente se lo cuidaba más que yo. Los ojos de distinto color le daban un aire artificial a su rostro. Casi parecía que llevase una lentilla de color en alguno para hacerse el guay. Pero probablemente era así de nacimiento. La cicatriz de su mejilla le daba un aire peligroso, y el conjunto le gritaba a tu cerebro "este tipo no es de fiar". El ir constantemente exhibiendo el torso no ayudaba a su imagen. Pero, como se suele decir, las apariencias engañan. Aunque no estaba del todo segura sobre si en este caso engañaban... o daban en el clavo.
Lo escuché con atención mientras mezclaba el muesli con el yogur y daba un trago al zumo de naranja. La manera de hablar de Zane podría resultarme irrisoria o odiosa en otra persona, pero por algún motivo, en su caso me resultaba divertido. Quizá nuestro encuentro previo en Dark Dome tenía algo que ver en el asunto, quizá me había acostumbrado a su forma de ser en tiempo record o quizá me estaba volviendo loca de una vez por todas.
El plan resultaba atrayente. Civilización perdida, tecnología avanzada, tesoros escondidos... Pero, hablando de volverse locos... ¿Zane acababa de afirmar que yo era científica?
¿De dónde había sacado esa información? ¿Cómo había averiguado que yo era científica?
Una parte de mi cerebro se puso a gritar "esto es una trampa, no es seguro, vete de aquí". Mientras tanto, otra repasaba las salidas y vías de escape más cercanas, mientras otra pequeña parte analizaba la situación con frialdad.
Si Zane había soltado aquella información sin querer, y en realidad trabajaba para el Gobierno junto a Spanner, y los dos estaban compinchados para atraparme, entonces tenía que marcharme de allí a toda velocidad.
Espera.
Spanner.
Trabajé con Spanner.
Spanner sabe que soy científica.
"Ah, claro. Era eso. Qué tonta.", me reí para mis adentros.
- Me convenciste en cuanto dijiste "tecnología" -sonreí-. Pero si realmente me necesitas, entonces tengo condiciones. Supongo que podemos... establecer una tregua -continué, mirando a Spanner-. Por mucho que nos llevemos mal de buenas a primeras, podemos hacer un... esfuerzo por... entendernos mutuamente -propuse, con desgana-. Pero a cambio de mi ayuda, quiero la tercera parte de lo que consigamos. Repartido equitativamente, por supuesto. Y si, por el motivo que sea, aceptáis el trato ahora y luego lo rompéis... -me eché hacia atrás y me crucé de brazos antes de esbozar una sonrisa gélida- Bueno, entonces tendríamos que considerarnos enemigos -zanjé, antes de dar un bocado a la napolitana.
Alguien pegó un grito entonces, distrayéndome momentáneamente de la conversación. ¿Qué clase de maleducado irrespetuoso se pone a gritar en una mañana tan bonita y apacible, en el interior de un local donde la gente aún no se ha tomado su café y por tanto aún no está de buen humor como para recibir gritos?
Pero, tras el grito y un par de movimientos dramáticos, el propietario de la voz y sus compañeros se acercaron a nosotros.
Emití un suspiro de resignación y cogí la taza de café.
"Menos mal que lo pedí doble..."
Y yo también sé lo que es sufrir pesadillas recurrentes. Finalmente, el pollo ardiente me miró y se dignó a dirigirme la palabra. Me mantuve agachada frente a él todo el tiempo, paciente.
-
Finalmente, el pollo en llamas estuvo de acuerdo con mi sugerencia, así que nos levantamos, recogimos nuestras cosas y echamos a caminar a paso sosegado de vuelta a la ciudad.
Durante el camino, observé a todos y cada uno de mis acompañantes.
La tal Esme parecía delicada y frágil, pero eso se contradecía con esa personalidad mandona que parecía tener. Aunque con Zane se mostraba especialmente dulce. Manué parecía el tipo de persona a la que, si le cortas un brazo, respondería con un "Yuhu! Manicura a mitad de precio para toda la vida!". Nunca me gustó la gente optimista... Parecía simple, pero sus ojos dejaban entrever un ápice de oscuridad que probablemente solo aquellos que vivimos en la oscuridad podemos discernir. No todo era lo que parecía.
Noximilien vestía sin duda para parecer un robot por algún motivo, pero no lo era ni de lejos. Quizá era un obseso de los cyborg como yo, o quizá se vestía así porque estaba loco de remate, o por otros motivos. Parecía espontáneo y un poco irresponsable.
Y luego estaba Spanner. Ese tipo era el más intrigante de todos los miembros de ese extraño grupo. Caminaba con la espalda recta como lo haría alguien ególatra, pero se mostraba sereno y parecía dispuesto a obedecer órdenes. Tenía un cerebro brillante y envidiable, pero era cerrado de mollera. No me caía del todo bien, pero estimulaba mi mente y la ponía a funcionar a toda máquina.
Su manera de caminar era elegante pero sencilla. Su pelo largo estaba tan bien cuidado como el mío.
Odiaba a ese tipo, pero al mismo tiempo lo admiraba como rival y eso era confuso y frustrante.
Nos decidimos por un local del extrarradio y nos sentamos a una de las mesas. El camarero se acercó enseguida para tomarnos nota, y Zane pidió un desayuno típico del lugar. Dejé que los demás pidiesen algo si querían, y luego miré al camarero.
- Yo quiero un tazón de yogur griego con muesli y frutas del bosque, un zumo de naranja, un café con leche y una napolitana de chocolate.
Al poco, nos trajeron el desayuno, y Zane comenzó a hablar. Fue entonces cuando le llegó el turno de ser observado. El pelo rojizo parecía alborotado ahora, pero estaba claro que se lo cuidaba. Probablemente se lo cuidaba más que yo. Los ojos de distinto color le daban un aire artificial a su rostro. Casi parecía que llevase una lentilla de color en alguno para hacerse el guay. Pero probablemente era así de nacimiento. La cicatriz de su mejilla le daba un aire peligroso, y el conjunto le gritaba a tu cerebro "este tipo no es de fiar". El ir constantemente exhibiendo el torso no ayudaba a su imagen. Pero, como se suele decir, las apariencias engañan. Aunque no estaba del todo segura sobre si en este caso engañaban... o daban en el clavo.
Lo escuché con atención mientras mezclaba el muesli con el yogur y daba un trago al zumo de naranja. La manera de hablar de Zane podría resultarme irrisoria o odiosa en otra persona, pero por algún motivo, en su caso me resultaba divertido. Quizá nuestro encuentro previo en Dark Dome tenía algo que ver en el asunto, quizá me había acostumbrado a su forma de ser en tiempo record o quizá me estaba volviendo loca de una vez por todas.
El plan resultaba atrayente. Civilización perdida, tecnología avanzada, tesoros escondidos... Pero, hablando de volverse locos... ¿Zane acababa de afirmar que yo era científica?
¿De dónde había sacado esa información? ¿Cómo había averiguado que yo era científica?
Una parte de mi cerebro se puso a gritar "esto es una trampa, no es seguro, vete de aquí". Mientras tanto, otra repasaba las salidas y vías de escape más cercanas, mientras otra pequeña parte analizaba la situación con frialdad.
Si Zane había soltado aquella información sin querer, y en realidad trabajaba para el Gobierno junto a Spanner, y los dos estaban compinchados para atraparme, entonces tenía que marcharme de allí a toda velocidad.
Espera.
Spanner.
Trabajé con Spanner.
Spanner sabe que soy científica.
"Ah, claro. Era eso. Qué tonta.", me reí para mis adentros.
- Me convenciste en cuanto dijiste "tecnología" -sonreí-. Pero si realmente me necesitas, entonces tengo condiciones. Supongo que podemos... establecer una tregua -continué, mirando a Spanner-. Por mucho que nos llevemos mal de buenas a primeras, podemos hacer un... esfuerzo por... entendernos mutuamente -propuse, con desgana-. Pero a cambio de mi ayuda, quiero la tercera parte de lo que consigamos. Repartido equitativamente, por supuesto. Y si, por el motivo que sea, aceptáis el trato ahora y luego lo rompéis... -me eché hacia atrás y me crucé de brazos antes de esbozar una sonrisa gélida- Bueno, entonces tendríamos que considerarnos enemigos -zanjé, antes de dar un bocado a la napolitana.
Alguien pegó un grito entonces, distrayéndome momentáneamente de la conversación. ¿Qué clase de maleducado irrespetuoso se pone a gritar en una mañana tan bonita y apacible, en el interior de un local donde la gente aún no se ha tomado su café y por tanto aún no está de buen humor como para recibir gritos?
Pero, tras el grito y un par de movimientos dramáticos, el propietario de la voz y sus compañeros se acercaron a nosotros.
Emití un suspiro de resignación y cogí la taza de café.
"Menos mal que lo pedí doble..."
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