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Era una buena mañana en el archipiélago sabaody. Sería en torno a las once de la mañana y distintos barcos procedentes de diversas partes del mundo atracaban en las costas de los manglares de aquel conglomerado de islas que formaban el final de la primera parte del grand line. Había escuchado que ese día una reunión de los bajos fondos se iba a dar, así que muchos de los capos del paraíso estaban allí.
Entretanto, en la intersección entre los manglares veintinueve y treinta, un lugar privilegiado para montar un negocio floreciente como una casa de variedades, pues estaba en la intersección entre la zona sin ley y la región comercial más grande de la isla, se encontraba un grupo de personas que lo habían pasado demasiado bien la noche anterior: drogas, alcohol, juego y karaoke, y no se acordaban de mucho.
-¡Despierta!
Escuché, sintiendo como una bota de cuero acariciaba de forma poco delicada mi brazo derecho. Abrí los ojos y allí estaba Orzech, mi hermanastro, mirándome con cara de pocos amigos.
-Buenos días –le dije, bostezando e incorporándome. Todo estaba un poco desordenado. El suelo estaba minado de colillas de cigarros industriales y de otros hechos a mano, aunque dudaba de si esos últimos era realmente tabaco, sobre todo al ver una picadora circular sobre la mesa. Botellas vacías, vasos rotos y los cuerpos dormidos de Therax, Luka y seis personas más –tres mujeres y dos hombres-. ¿Qué había ocurrido? No lo recordaba bien, pero nada bueno seguro. Estiré mis brazos hacia arriba y me levanté del suelo, para justo después agarrar una botella de ron y darle un buen trago-. ¿Ha venido alguien más? –le pregunté, esperando que alguno de mis compañeros hubiera venido ya. Ese día hacía ya dos años que nos separamos y tenía muchas ganas de verlos a todos: Noximiliem, Manué, Esme. Hou…
-No, y no sabes cómo ansío que toda tu troupe se reúna ya y te vayas de aquí –saltó Orzech, cruzándose de brazos y contemplando el panorama-. Sales más caro que sobornar a la marina.
-No mientas, si me echabas de menos –bromeé, pasando mi brazo por el hombro de Orzech y dándole un beso en la sien-. Para algo soy tu hermano favorito, ¿no?
-Vuelve a hacer eso y te echo encima a medio cuartel –dijo Orzech, quitándose de encima el brazo del pelirrojo-. Despierta a tus amigos e iros de aquí.
Después de esas palabras mi hermano salió de la sala. La verdad era que todo estaba un poco destrozado, y cada día que pasaba más destrozos se sumaban a la cuenta que tenía que pagarle al final de su estancia allí, y no era precisamente barato. Las primeras semanas todo lo que habían consumido había sido gratis, pero desde la repentina desparicion de Haruka comenzó a cobrarles por la comida, la bebida y los destrozos, ¿acaso la pequeña ladrona le había roto el corazón con su indiferencia? Tal vez, o quizás es que se había dado cuenta que mantenernos le salía demasiado caro. Fuera lo que fuera, ahora teníamos que tener cuidado y pasar el día fuera de la casa de variedades, pues allí era todo costaba demasiado.
-¡Chavales, despertad! –les dije, intentando despertarles pequeños golpes, rezando por que la resaca de ese día fuera más leve que las anteriores.
Entretanto, en la intersección entre los manglares veintinueve y treinta, un lugar privilegiado para montar un negocio floreciente como una casa de variedades, pues estaba en la intersección entre la zona sin ley y la región comercial más grande de la isla, se encontraba un grupo de personas que lo habían pasado demasiado bien la noche anterior: drogas, alcohol, juego y karaoke, y no se acordaban de mucho.
* * *
-¡Despierta!
Escuché, sintiendo como una bota de cuero acariciaba de forma poco delicada mi brazo derecho. Abrí los ojos y allí estaba Orzech, mi hermanastro, mirándome con cara de pocos amigos.
-Buenos días –le dije, bostezando e incorporándome. Todo estaba un poco desordenado. El suelo estaba minado de colillas de cigarros industriales y de otros hechos a mano, aunque dudaba de si esos últimos era realmente tabaco, sobre todo al ver una picadora circular sobre la mesa. Botellas vacías, vasos rotos y los cuerpos dormidos de Therax, Luka y seis personas más –tres mujeres y dos hombres-. ¿Qué había ocurrido? No lo recordaba bien, pero nada bueno seguro. Estiré mis brazos hacia arriba y me levanté del suelo, para justo después agarrar una botella de ron y darle un buen trago-. ¿Ha venido alguien más? –le pregunté, esperando que alguno de mis compañeros hubiera venido ya. Ese día hacía ya dos años que nos separamos y tenía muchas ganas de verlos a todos: Noximiliem, Manué, Esme. Hou…
-No, y no sabes cómo ansío que toda tu troupe se reúna ya y te vayas de aquí –saltó Orzech, cruzándose de brazos y contemplando el panorama-. Sales más caro que sobornar a la marina.
-No mientas, si me echabas de menos –bromeé, pasando mi brazo por el hombro de Orzech y dándole un beso en la sien-. Para algo soy tu hermano favorito, ¿no?
-Vuelve a hacer eso y te echo encima a medio cuartel –dijo Orzech, quitándose de encima el brazo del pelirrojo-. Despierta a tus amigos e iros de aquí.
Después de esas palabras mi hermano salió de la sala. La verdad era que todo estaba un poco destrozado, y cada día que pasaba más destrozos se sumaban a la cuenta que tenía que pagarle al final de su estancia allí, y no era precisamente barato. Las primeras semanas todo lo que habían consumido había sido gratis, pero desde la repentina desparicion de Haruka comenzó a cobrarles por la comida, la bebida y los destrozos, ¿acaso la pequeña ladrona le había roto el corazón con su indiferencia? Tal vez, o quizás es que se había dado cuenta que mantenernos le salía demasiado caro. Fuera lo que fuera, ahora teníamos que tener cuidado y pasar el día fuera de la casa de variedades, pues allí era todo costaba demasiado.
-¡Chavales, despertad! –les dije, intentando despertarles pequeños golpes, rezando por que la resaca de ese día fuera más leve que las anteriores.
Mist D. Spanner
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- Ropas de Spanner en este rol:
El espadachín observaba Sabaody mientras caminaba. Llevaba demasiado tiempo viendo una sociedad como la de Hakuouki y ya casi había olvidado el aspecto que tenía el resto del mundo. Por encima de él volaba Icarus en círculos, bastante más crecido de lo que estaba antes de su “viaje espiritual” por la isla de espadachines. Sin embargo, el animal seguía siendo igual de movido y agitado que antes. El chico había observado como era Morpheus, el búho blanco de su padre y progenitor de Icarus, y en el caso de ambos animales el dicho “de tal palo tal astilla”, no podía ser más incierto. El níveo era mucho más tranquilo y calmado, siempre sin hacer un solo ruido. Icarus, por su parte, parecía querer combatir contra la noción de que los búhos son animales silenciosos. A veces parecía incluso que imitaba el sonido de otros pájaros más escandalosos.
Spanner paró su camino en seco. Dio un par de pasos hacia atrás y miró a la derecha, donde estaba el puerto. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Era el barco de Zane. Bueno, el barco que Zane le había robado a su tío… larga historia. Pero era indudable que aquel era el barco, pues en lo más alto del mástil ondeaba la calavera en llamas. El chico sonrió, cosa rara en él. Aunque no pudo evitar preguntarse cuando habían llegado. Se encogió de hombros y, como alguien que vuelve a su hogar, subió al barco. No parecía que hubiese nadie.
─¡Icarus! -llamó extendiendo el brazo, y el búho aterrizó en él -. Busca a Zane.
El búho despegó de nuevo y se adentró en Sabaody. Sabía que el animal no tendría problema alguno en encontrar al que sería su segundo dueño, por mucho que haya cambiado aquellos dos años. El chico pasó su mirada por el barco, recordando.
“Espero que estén todos bien… ¿Debería haber avisado a Zane con una carta? Nah.”
Spanner paró su camino en seco. Dio un par de pasos hacia atrás y miró a la derecha, donde estaba el puerto. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Era el barco de Zane. Bueno, el barco que Zane le había robado a su tío… larga historia. Pero era indudable que aquel era el barco, pues en lo más alto del mástil ondeaba la calavera en llamas. El chico sonrió, cosa rara en él. Aunque no pudo evitar preguntarse cuando habían llegado. Se encogió de hombros y, como alguien que vuelve a su hogar, subió al barco. No parecía que hubiese nadie.
─¡Icarus! -llamó extendiendo el brazo, y el búho aterrizó en él -. Busca a Zane.
El búho despegó de nuevo y se adentró en Sabaody. Sabía que el animal no tendría problema alguno en encontrar al que sería su segundo dueño, por mucho que haya cambiado aquellos dos años. El chico pasó su mirada por el barco, recordando.
“Espero que estén todos bien… ¿Debería haber avisado a Zane con una carta? Nah.”
Luka Rooney
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Tras una noche de desfase, todos habían caído dormidos y el tiburón seguía bebiendo. En ese momento estaba inspirado, y regaba su hígado con los mejores licores que iba pillando. Hasta que Luka empezó a roncar. Aquella noche había consumido una cantidad tan grande de alcohol que ni siquiera recordaba qué había bebido. A ello se le sumaban drogas varias suministradas por gente desconocida, y el feroz ímpetu desarrollado en el karaoke.
Una noche que parecía haber sido para enmarcar, aunque puede que a medida que se fuesen recordando cosas, terminase siendo para olvidar.
Que me quiten lo nadao Se dijo el tiburón a sí mismo, haciendo gala de otro de los dichos de la isla Gyojin.
Recordaba haberle dejado dinero a todo el mundo para comprar más alcohol, abrazar con tal fuerza a Therax que esté acabó en el suelo sin casi poder respirar, tirar las botellas de cristal al camarero cuando dijo que no quedaba más ron y darlo todo con Zane cuando sonó la melodía del exitazo de el pulpo Paul.
Una noche con desfase que traía consecuencias en forma de resaca. Inevitable y dolorosa resaca, de hecho. Incluso aún seguía borracho. Al haber estado alguna hora más bebiendo que el resto, su borrachera duraría ligeramente más...
Aún ensimismado en sus excéntricos sueños, el Gyojin movía levemente la mano en una especie de tic nervioso hasta que unos pantalones golpearon su cara. Instintivamente los cogió y se los lanzó a Zane, levantándose sorprendido de golpe al grito de “¿Qué pasa?”. Pronto se calmó y se dirigió al resto de sus compañeros.
- Qué noche, eh -notó su voz rasgada, seguramente debido al karaoke-. Si por algún casual nos retiramos prematuramente de la piratería, dediquémonos a la música, Zane -miró de reojo al rubio-. Ese de ahí nos puede transportar los instrumentos de la furgoneta al escenario.
Una exagerada risa fruto de la borrachera que el Gyojin llevaba aún hizo que empezase a toser sin parar, dándose golpes tan fuertes que incluso creyó que se había roto algún hueso. Cuando por fin cesó, se estiró visiblemente hasta notar crujir todas sus zonas y se dirigió al resto.
- Tengo que encontrar al escuadrón del mar -así los había bautizado César. Bueno, igual solo la palabra escuadrón había salido de su collar. El escuadrón maloliente y su inútil supervisor. A veces había que admitir del ingenio del chucho-. A saber donde se han metido… ¡Espera! Esa cerveza está a medias -comentó lanzándose en plancha a por ella, como si se la fuesen a quitar, y bebiendo como un niño bebe de un biberón-. Como decía, los cuatro Gyojins están por ahí rondando, a saber si metidos en algún peligro. Aún no os los he presentado, y ya va siendo hora. No los ofendáis -comentó aquello mirando a Therax-. Tío, es que eres super racista, ¿Nunca te lo han dicho?
Luka se reincorporó y abrazó al rubio, apretándolo quizá en exceso y dándole palmaditas en la espalda.
- Pero tú eres el que más mola. Aunque seas racista, tío. Te quiero igual, y eso nunca va a cambiar -le acarició el pelo, descolocándoselo-. Ea, ea, no llores más -aunque Therax ni si quiera estaba llorando, pero Luka decidió decir aquellas palabras-. Siempre me he preguntado algo, pero por respeto no te lo he dicho. Pero qué más da, tío. Somos amigos, ¿no? Podemos preguntarnos cosas sin miedo. A ver, dime… ¿Es natural ese rubio? ¿Te tiñes? ¿A qué saben las nubes?
Sin duda aquella última pregunta estaba un poco fuera de lugar respecto al resto, pero el alocado tiburón confiaba en que el domador le diera la respuesta. Señaló a Zane y le hizo evidentes señas para que se juntase con ellos.
- Tú, pelirrojo. Eres el puto amo. El alma de la fiesta que siempre hace falta en un grupo. Dime, durante estos años… ¿Cuántas han caído? ¿EH? ¿¿CUANTAS?? RESPONDEME, ¿¿¿¿¿CUANTAS?????
Luka se puso tan nervioso que salió disparado hacia la puerta, a toda velocidad. Pero en su dirección no había puerta. Ni ventanas. Un simple muro que acabó destrozado cuando la mole marina chocó contra él. Y de nuevo, el Gyojin empezó a roncar tan sonoramente que iba perdiendo timbre de voz con cada uno de sus ronquidos.
Yo no soy marinero, yo no soy marinero, soy un Gyojin, soy un Gyojin...
Una noche que parecía haber sido para enmarcar, aunque puede que a medida que se fuesen recordando cosas, terminase siendo para olvidar.
Que me quiten lo nadao Se dijo el tiburón a sí mismo, haciendo gala de otro de los dichos de la isla Gyojin.
Recordaba haberle dejado dinero a todo el mundo para comprar más alcohol, abrazar con tal fuerza a Therax que esté acabó en el suelo sin casi poder respirar, tirar las botellas de cristal al camarero cuando dijo que no quedaba más ron y darlo todo con Zane cuando sonó la melodía del exitazo de el pulpo Paul.
Una noche con desfase que traía consecuencias en forma de resaca. Inevitable y dolorosa resaca, de hecho. Incluso aún seguía borracho. Al haber estado alguna hora más bebiendo que el resto, su borrachera duraría ligeramente más...
Aún ensimismado en sus excéntricos sueños, el Gyojin movía levemente la mano en una especie de tic nervioso hasta que unos pantalones golpearon su cara. Instintivamente los cogió y se los lanzó a Zane, levantándose sorprendido de golpe al grito de “¿Qué pasa?”. Pronto se calmó y se dirigió al resto de sus compañeros.
- Qué noche, eh -notó su voz rasgada, seguramente debido al karaoke-. Si por algún casual nos retiramos prematuramente de la piratería, dediquémonos a la música, Zane -miró de reojo al rubio-. Ese de ahí nos puede transportar los instrumentos de la furgoneta al escenario.
Una exagerada risa fruto de la borrachera que el Gyojin llevaba aún hizo que empezase a toser sin parar, dándose golpes tan fuertes que incluso creyó que se había roto algún hueso. Cuando por fin cesó, se estiró visiblemente hasta notar crujir todas sus zonas y se dirigió al resto.
- Tengo que encontrar al escuadrón del mar -así los había bautizado César. Bueno, igual solo la palabra escuadrón había salido de su collar. El escuadrón maloliente y su inútil supervisor. A veces había que admitir del ingenio del chucho-. A saber donde se han metido… ¡Espera! Esa cerveza está a medias -comentó lanzándose en plancha a por ella, como si se la fuesen a quitar, y bebiendo como un niño bebe de un biberón-. Como decía, los cuatro Gyojins están por ahí rondando, a saber si metidos en algún peligro. Aún no os los he presentado, y ya va siendo hora. No los ofendáis -comentó aquello mirando a Therax-. Tío, es que eres super racista, ¿Nunca te lo han dicho?
Luka se reincorporó y abrazó al rubio, apretándolo quizá en exceso y dándole palmaditas en la espalda.
- Pero tú eres el que más mola. Aunque seas racista, tío. Te quiero igual, y eso nunca va a cambiar -le acarició el pelo, descolocándoselo-. Ea, ea, no llores más -aunque Therax ni si quiera estaba llorando, pero Luka decidió decir aquellas palabras-. Siempre me he preguntado algo, pero por respeto no te lo he dicho. Pero qué más da, tío. Somos amigos, ¿no? Podemos preguntarnos cosas sin miedo. A ver, dime… ¿Es natural ese rubio? ¿Te tiñes? ¿A qué saben las nubes?
Sin duda aquella última pregunta estaba un poco fuera de lugar respecto al resto, pero el alocado tiburón confiaba en que el domador le diera la respuesta. Señaló a Zane y le hizo evidentes señas para que se juntase con ellos.
- Tú, pelirrojo. Eres el puto amo. El alma de la fiesta que siempre hace falta en un grupo. Dime, durante estos años… ¿Cuántas han caído? ¿EH? ¿¿CUANTAS?? RESPONDEME, ¿¿¿¿¿CUANTAS?????
Luka se puso tan nervioso que salió disparado hacia la puerta, a toda velocidad. Pero en su dirección no había puerta. Ni ventanas. Un simple muro que acabó destrozado cuando la mole marina chocó contra él. Y de nuevo, el Gyojin empezó a roncar tan sonoramente que iba perdiendo timbre de voz con cada uno de sus ronquidos.
Yo no soy marinero, yo no soy marinero, soy un Gyojin, soy un Gyojin...
Un grito proveniente de un lugar lejano le sacó del mundo de los sueños. Tras gruñir débilmente, le dio la espalda a la fuente del sonido y se acurrucó sobre... ¿dónde estaba? Era duro y frío. ¿En serio había dormido en el suelo? Notaba la boca seca, como si hubiese empleado su lengua para limpiar la casa de variedades de Orzech al completo. «Orzech», pensó, dándose cuenta de que la voz que le había despertado era suya. Con los ojos aún cerrados y tratando de volver a dormirse, no pudo evitar oír la conversación que mantenía con su hermano.
-¡Ay! -se quejó el rubio cuando Zane gritó para que se despertaran. Un intenso dolor cruzó la zona posterior de su cabeza de un extremo a otro, comenzando en el oído orientado hacia el techo y propagándose hacia el otro-. Vale, vale.
Se incorporó, entreabriendo los ojos y contemplando la escena que había a su alrededor. Gente que no conocía desperdigada por la estancia -sin duda alguna para provecho del pelirrojo-, botellas de alcohol vacías en el suelo -ron para su desgracia- y colillas apagadas aquí y allá. Era una resaca más que justificada, de eso no cabía duda.
-No vuelvo a dejar que me líes con el maldito ron. La próxima vez no bebo si no hay whiskey; avisado estás -comentó, levantándose y observando su aspecto. Era tan lamentable como el de los demás, algo que era de esperas-. ¡Vamos, hombre! ¡No me jodas! -se quejó al ver una colilla apagada pegada en su pantalón, sobre la rodilla derecha. Un agujero indicaba que había pasado allí más tiempo del que le gustaría al espadachín.
Enfadado, se quitó los pantalones, los arrugó hasta convertirlos en una bola y los lanzó hacia la cara del gyojin. Una calzoncillos de color azul eléctrico quedaron a la vista, llamando especialmente la atención un sinfín de pequeños patos de baño tan chillones como adorables.
-Yo a ti no te transporto aunque te estés muriendo -respondió en tono de broma al gyojin, sintiendo una nueva punzada en la sien que le hizo torcer el gesto-. Necesito una ducha, pero... ¿Cómo? ¿Racista? Me choqué con ellos y olían a pescado. ¿Qué querías que hiciera? Tal vez deberían lavarse más a menudo y no habría malentendidos.
El gyojin se abalanzó entonces sobre él, zarandeándole mientras no hacía nada para evitarlo. Ya tenía suficiente con mantenerse en pie y no vomitar a saber qué sobre el suelo. «Pero si yo no soy racista. Soy el que más cuida de ti, desgraciado», se dijo, mas no llegó a pronunciar en alto esas palabras. El hombre-pez decidió lanzar la última pregunta que Therax hubiese esperado oír.
-No, es natural -contestó a media voz, notando cómo la bilis acudía a su boca. Soltándose precipitadamente del cepo que Luka había hecho sobre él, se lanzó hacia un jarrón cercano. Sacó los lirios que albergaba y, con gran escándalo, vació el inexistente contenido de su estómago en su interior. «Esto tiene pinta de ser caro», pensó mientras lo dejaba en su lugar y devolvía las flores al sitio que le correspondían-. Pues... saben a esto -concluyó, tendiéndole el jarrón y alejándose en dirección a la puerta. La abrió con ganas y, tras rascar un par de veces un pato tuerto que adornaba su nalga derecha, salió al pasillo-. ¡Orzech! ¿¡Tienes café!? ¿¡Y podrías recordarme dónde está el baño!? ¡Ah, necesito unos pantalones!
Mientras caminaba por el pasillo, la pared de la estancia que acababa de abandonar se desplomó y el enorme cuerpo de la sardina pasó a ocupar el pasillo en toda su anchura. «Como si no hubiese cantado lo suficiente ya», se quejó en su fuero interno, pisando el trasero de Luka y continuando con la búsqueda de su anfitrión.
-¡No vuelvo a beber ron!
-¡Ay! -se quejó el rubio cuando Zane gritó para que se despertaran. Un intenso dolor cruzó la zona posterior de su cabeza de un extremo a otro, comenzando en el oído orientado hacia el techo y propagándose hacia el otro-. Vale, vale.
Se incorporó, entreabriendo los ojos y contemplando la escena que había a su alrededor. Gente que no conocía desperdigada por la estancia -sin duda alguna para provecho del pelirrojo-, botellas de alcohol vacías en el suelo -ron para su desgracia- y colillas apagadas aquí y allá. Era una resaca más que justificada, de eso no cabía duda.
-No vuelvo a dejar que me líes con el maldito ron. La próxima vez no bebo si no hay whiskey; avisado estás -comentó, levantándose y observando su aspecto. Era tan lamentable como el de los demás, algo que era de esperas-. ¡Vamos, hombre! ¡No me jodas! -se quejó al ver una colilla apagada pegada en su pantalón, sobre la rodilla derecha. Un agujero indicaba que había pasado allí más tiempo del que le gustaría al espadachín.
Enfadado, se quitó los pantalones, los arrugó hasta convertirlos en una bola y los lanzó hacia la cara del gyojin. Una calzoncillos de color azul eléctrico quedaron a la vista, llamando especialmente la atención un sinfín de pequeños patos de baño tan chillones como adorables.
-Yo a ti no te transporto aunque te estés muriendo -respondió en tono de broma al gyojin, sintiendo una nueva punzada en la sien que le hizo torcer el gesto-. Necesito una ducha, pero... ¿Cómo? ¿Racista? Me choqué con ellos y olían a pescado. ¿Qué querías que hiciera? Tal vez deberían lavarse más a menudo y no habría malentendidos.
El gyojin se abalanzó entonces sobre él, zarandeándole mientras no hacía nada para evitarlo. Ya tenía suficiente con mantenerse en pie y no vomitar a saber qué sobre el suelo. «Pero si yo no soy racista. Soy el que más cuida de ti, desgraciado», se dijo, mas no llegó a pronunciar en alto esas palabras. El hombre-pez decidió lanzar la última pregunta que Therax hubiese esperado oír.
-No, es natural -contestó a media voz, notando cómo la bilis acudía a su boca. Soltándose precipitadamente del cepo que Luka había hecho sobre él, se lanzó hacia un jarrón cercano. Sacó los lirios que albergaba y, con gran escándalo, vació el inexistente contenido de su estómago en su interior. «Esto tiene pinta de ser caro», pensó mientras lo dejaba en su lugar y devolvía las flores al sitio que le correspondían-. Pues... saben a esto -concluyó, tendiéndole el jarrón y alejándose en dirección a la puerta. La abrió con ganas y, tras rascar un par de veces un pato tuerto que adornaba su nalga derecha, salió al pasillo-. ¡Orzech! ¿¡Tienes café!? ¿¡Y podrías recordarme dónde está el baño!? ¡Ah, necesito unos pantalones!
Mientras caminaba por el pasillo, la pared de la estancia que acababa de abandonar se desplomó y el enorme cuerpo de la sardina pasó a ocupar el pasillo en toda su anchura. «Como si no hubiese cantado lo suficiente ya», se quejó en su fuero interno, pisando el trasero de Luka y continuando con la búsqueda de su anfitrión.
-¡No vuelvo a beber ron!
Katharina von Steinhell
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Un día especialmente cálido en Archipiélago Shabaody, Katharina caminaba tranquilamente de un lugar a otro. Había escuchado acerca de la existencia de un gran centro comercial en donde vendían todo tipo de cosas, tal vez era un buen lugar para olvidarse de los últimos meses que pasó intentando derrocar la Asociación de Asesinos. Fueron dos años de sufrimiento, ¿quién iba a pensar que ella, una poderosa bruja, sería capturada y tomada como esclava? Si tenía que hacer un ranking entre los sucesos más dolorosos y tormentosos que vivió, los primeros puestos se los llevaban la pérdida de su hermana menor y la estadía en las infernales Minas de Argoria.
Pasó sus delicados dedos por el relieve que tenía su brazo izquierdo, era una de las tantas cicatrices que tenía en todo su cuerpo. De seguro que podía hacer algo con su magia para borrarlas, pero no quería. Cada una de las cicatrices le recordaba lo cruel que podía llegar a ser el mundo, le recordaban lo que vivió y lo que tuvo que hacer para sobrevivir. El mundo fuera del Reino de Argoria era un lugar maravilloso, sobre todo aquella isla en donde las flotaban enormes burbujas. ¡Qué maravilla!
Desde que se ganó su libertad no había estado en muchos lugares, deseaba de todo corazón volver a Luethenia, pero era imposible. Cualquiera que la reconociera intentaría capturarla por el asesinato de lord Aron. Quería visitar la tumba de su hermana y aprovechar el viaje para ver a su antiguo mentor, Rayne. Sin embargo, de momento sólo se centraría en seguir adelante y entrar una vez más al Nuevo Mundo. Allí estarían las respuestas que tanto buscaba, en el Nuevo Mundo estaban los secretos que el Gobierno Mundial intentaba esconder. No faltaba mucho para poder descifrar el resto de los Poneglyph.
Katharina no tenía idea de cuánto le faltaba para llegar hasta el centro comercial más grande de la isla, ni siquiera sabía en qué manglar se encontraba. Mientras pateaba algunas piedrecillas que se iba encontrando en el camino su mirada se fijó en una tienda de variedades, tal vez allí le darían buenas indicaciones sobre cómo llegar hasta su destino. No sabía si estaba abierto o cerrado, no le importaba mucho; empujó suavemente la puerta y entró. El sitio apestaba a alcohol y gente fermentando, ¿acaso habían tenido una fiesta? Cómo le hubiese gustado tener un hechizo para hacer que los sitios oliesen a aromas dulces... Qué mal.
Se acomodó la enorme guadaña que tenía en su espalda y luego miró hacia el frente con sus ojos dorados. ¿No había nadie? Usó el mantra para comprobar la ausencia de gente, pero la respuesta fue otra. Había gente muy fuerte allí y una presencia destacó por sobre todas las demás... Era imponente como ninguna otra. ¿Quién era? Tal vez se había metido en la boca del lobo y pronto comenzarían los problemas, quizás era buena idea largarse de allí, pero necesitaba saber cómo llegar hasta el centro comercial.
—¡¿Hola?! ¿Hay alguien? —Llamó haciéndose la que no sabía que había gente.
Pasó sus delicados dedos por el relieve que tenía su brazo izquierdo, era una de las tantas cicatrices que tenía en todo su cuerpo. De seguro que podía hacer algo con su magia para borrarlas, pero no quería. Cada una de las cicatrices le recordaba lo cruel que podía llegar a ser el mundo, le recordaban lo que vivió y lo que tuvo que hacer para sobrevivir. El mundo fuera del Reino de Argoria era un lugar maravilloso, sobre todo aquella isla en donde las flotaban enormes burbujas. ¡Qué maravilla!
Desde que se ganó su libertad no había estado en muchos lugares, deseaba de todo corazón volver a Luethenia, pero era imposible. Cualquiera que la reconociera intentaría capturarla por el asesinato de lord Aron. Quería visitar la tumba de su hermana y aprovechar el viaje para ver a su antiguo mentor, Rayne. Sin embargo, de momento sólo se centraría en seguir adelante y entrar una vez más al Nuevo Mundo. Allí estarían las respuestas que tanto buscaba, en el Nuevo Mundo estaban los secretos que el Gobierno Mundial intentaba esconder. No faltaba mucho para poder descifrar el resto de los Poneglyph.
Katharina no tenía idea de cuánto le faltaba para llegar hasta el centro comercial más grande de la isla, ni siquiera sabía en qué manglar se encontraba. Mientras pateaba algunas piedrecillas que se iba encontrando en el camino su mirada se fijó en una tienda de variedades, tal vez allí le darían buenas indicaciones sobre cómo llegar hasta su destino. No sabía si estaba abierto o cerrado, no le importaba mucho; empujó suavemente la puerta y entró. El sitio apestaba a alcohol y gente fermentando, ¿acaso habían tenido una fiesta? Cómo le hubiese gustado tener un hechizo para hacer que los sitios oliesen a aromas dulces... Qué mal.
Se acomodó la enorme guadaña que tenía en su espalda y luego miró hacia el frente con sus ojos dorados. ¿No había nadie? Usó el mantra para comprobar la ausencia de gente, pero la respuesta fue otra. Había gente muy fuerte allí y una presencia destacó por sobre todas las demás... Era imponente como ninguna otra. ¿Quién era? Tal vez se había metido en la boca del lobo y pronto comenzarían los problemas, quizás era buena idea largarse de allí, pero necesitaba saber cómo llegar hasta el centro comercial.
—¡¿Hola?! ¿Hay alguien? —Llamó haciéndose la que no sabía que había gente.
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Mucho tiempo había pasado desde la disgregación de los Piratas de la Marea Negra, mucho tiempo que había vivido en solitario, como un nómada. El encuentro de la tripulación con aquel buque de la Marina fue un punto de inflexión para todos, incluido él. A día de hoy, todavía era incapaz de comprender cómo era que había sido capaz de sobrevivir. Los tontos tienen suerte, seguro. Había sobrevivido a una batalla naval con tan solo una pequeña cicatriz en el pómulo, y ni siquiera le habían puesto una recompensa por su cabeza al haber estado del lado de los piratas.
Ya había guardado demasiado luto por los compañeros caídos, y qué mejor que volver a la “vida” que visitando una de las islas que estaban en el cuaderno de bitácora de su antiguo capitán. El archipiélago Sabaody era una de las islas que todo pirata quería ver en su vida, más que nada por ser considerada como la antesala del Nuevo Mundo, aquel mar en el que solo los verdaderos monstruos eran capaces de sobrevivir. Fue por ello por lo que, tras mover unos cuántos hilos y prometer favores, consiguió un pase en un navío que iba directo hasta allí.
Desembarcó en la costa unos días después de haber embarcado, con su chándal rojo preferido -y único- como traje, y la katana apoyada sobre su hombro izquierdo. Se adentró en el interior de aquel manglar de numeración desconocida para él con su típica cara de pasota, a un ritmo tranquilo y sin mirar atrás. Allí no era nadie, solo un civil más que tenía predilección por las armas blancas y le gustaba vestir con ropa cómoda. Seguramente no conociera a nadie que se cruzara, pero dichoso destino que eso no iba a ser así, solo que él todavía no era consciente.
Su paseo le llevó hasta una tienda de variedades entre los manglares 29 y 30, atraído por un jaleo focalizado. En el interior de aquel lugar debía de haber una buena montada, y también vio cómo una guapa pelirroja pasó al interior. Su estómago rugió en aquel entonces, de una manera sobrecogedora. Tanto que sintió una punzada de dolor, llevándose una mano a la tripa.
-Me cago en diez, qué hambre- Susurró por lo bajo.
Pensando que en aquel lugar podría encontrar algo de comida para paliar su hambre, el moreno se dirigió hacia la puerta de entrada para abrirla y pasar al interior. Se quedó a un par de metros de la chica que había visto entrar antes que él, a la que saludó con un gesto de su cabeza, al igual que al resto de personas -conscientes o no- en la sala. Mas su atención no reparó solo en ella, sino en ciertos animales peludos que ya conocía.
-¡César, Tib! ¿Qué hacéis aquí? ¿Dónde está Therax?- Preguntó, acercándose un poco a los lobos para saludarles apropiadamente. Hacía dos años que no los veía, ni a ellos ni a su “boss”, por lo que era agradable aquel encuentro inesperado.
Ya había guardado demasiado luto por los compañeros caídos, y qué mejor que volver a la “vida” que visitando una de las islas que estaban en el cuaderno de bitácora de su antiguo capitán. El archipiélago Sabaody era una de las islas que todo pirata quería ver en su vida, más que nada por ser considerada como la antesala del Nuevo Mundo, aquel mar en el que solo los verdaderos monstruos eran capaces de sobrevivir. Fue por ello por lo que, tras mover unos cuántos hilos y prometer favores, consiguió un pase en un navío que iba directo hasta allí.
Desembarcó en la costa unos días después de haber embarcado, con su chándal rojo preferido -y único- como traje, y la katana apoyada sobre su hombro izquierdo. Se adentró en el interior de aquel manglar de numeración desconocida para él con su típica cara de pasota, a un ritmo tranquilo y sin mirar atrás. Allí no era nadie, solo un civil más que tenía predilección por las armas blancas y le gustaba vestir con ropa cómoda. Seguramente no conociera a nadie que se cruzara, pero dichoso destino que eso no iba a ser así, solo que él todavía no era consciente.
Su paseo le llevó hasta una tienda de variedades entre los manglares 29 y 30, atraído por un jaleo focalizado. En el interior de aquel lugar debía de haber una buena montada, y también vio cómo una guapa pelirroja pasó al interior. Su estómago rugió en aquel entonces, de una manera sobrecogedora. Tanto que sintió una punzada de dolor, llevándose una mano a la tripa.
-Me cago en diez, qué hambre- Susurró por lo bajo.
Pensando que en aquel lugar podría encontrar algo de comida para paliar su hambre, el moreno se dirigió hacia la puerta de entrada para abrirla y pasar al interior. Se quedó a un par de metros de la chica que había visto entrar antes que él, a la que saludó con un gesto de su cabeza, al igual que al resto de personas -conscientes o no- en la sala. Mas su atención no reparó solo en ella, sino en ciertos animales peludos que ya conocía.
-¡César, Tib! ¿Qué hacéis aquí? ¿Dónde está Therax?- Preguntó, acercándose un poco a los lobos para saludarles apropiadamente. Hacía dos años que no los veía, ni a ellos ni a su “boss”, por lo que era agradable aquel encuentro inesperado.
Noximilien
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Un barco de apariencia fantasmal se acercaba al archipiélago. Todas las demás embarcaciones que se cruzaban con el giraban abruptamente a otra dirección mientras sus ocupantes miraban desconcertados con cierto miedo y terror. Las velas del barco fantasma estaban rasgadas y las maderas que formaban el barco tenían agujeros de la cual entraba el agua y chirriaban como si las almas de mil marineros estuvieran atrapadas ahí. A los mandos de aquel navío no más grande que un velero, un hombre con una máscara de hierro quebrada. Bajo su abrigo de piel y pelo, tenía una armadura del mismo diseño que su máscara y las extremidades cubiertas por vendas. Cualquiera que le conociera lo reconocería al instante.
- ¡Quien me lo iba a decir! ¡Al final el barco ha aguantado hasta aquí! –pronuncio Nox, mientras giraba la cabeza para dirigirse a un esqueleto que estaba en la cubierta-. Y tú decías que no iba a llegar. Ahora sabemos porque uno de los dos sigue con carne en los huesos.
Para que engañaros, el enmascarado llevaba meses sin hablar con otra persona. Otra persona viva al menos. Se había pasado el último año naufragado en una isla perdida de la mano de Dios y helada como un tempano. Le costó lo suyo, pero consiguió encontrar el único barco semi entero que quedaba de todo aquel maldito lugar, aunque aún conservara los restos de sus antiguos tripulantes.
- Que mojados tengo los pies ahora… -comento mientras alzaba un ceja para luego mirar para abajo. Cuando decía que entraba el agua no iba en broma-. Vaya, esto me pasa por ser tan bocazas.
Debido a que el barco empezaba a hundirse mientras seguía acercándose a la costa, Nox opto por subirse al mástil mayor de la embarcación. Mientras el agua se tragaba más aquel montón de maderas, el seguía subiendo cual mono. Cuando el agua le faltó un palmo para inundar el mástil del todo, incluido al enmascarado haciendo equilibrio para no caerse de la punta, llego a uno de los manglares. Con un pequeño paso, Nox toco tierra mientras el barco se hundió del todo, dejando de por si unas burbujas en el agua durante unos minutos.
- Bueno, al menos este se ha hundido de una sola pieza.
- ¡Quien me lo iba a decir! ¡Al final el barco ha aguantado hasta aquí! –pronuncio Nox, mientras giraba la cabeza para dirigirse a un esqueleto que estaba en la cubierta-. Y tú decías que no iba a llegar. Ahora sabemos porque uno de los dos sigue con carne en los huesos.
Para que engañaros, el enmascarado llevaba meses sin hablar con otra persona. Otra persona viva al menos. Se había pasado el último año naufragado en una isla perdida de la mano de Dios y helada como un tempano. Le costó lo suyo, pero consiguió encontrar el único barco semi entero que quedaba de todo aquel maldito lugar, aunque aún conservara los restos de sus antiguos tripulantes.
- Que mojados tengo los pies ahora… -comento mientras alzaba un ceja para luego mirar para abajo. Cuando decía que entraba el agua no iba en broma-. Vaya, esto me pasa por ser tan bocazas.
Debido a que el barco empezaba a hundirse mientras seguía acercándose a la costa, Nox opto por subirse al mástil mayor de la embarcación. Mientras el agua se tragaba más aquel montón de maderas, el seguía subiendo cual mono. Cuando el agua le faltó un palmo para inundar el mástil del todo, incluido al enmascarado haciendo equilibrio para no caerse de la punta, llego a uno de los manglares. Con un pequeño paso, Nox toco tierra mientras el barco se hundió del todo, dejando de por si unas burbujas en el agua durante unos minutos.
- Bueno, al menos este se ha hundido de una sola pieza.
Rose D. Alviss
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Hay cosas que nunca cambiarán, da igual el tiempo que pase y lo sucesos que me ocurrieran. Había pasado dos años desde que me separé de mis nakamas para volver a isla natal, Water 7, para entrenarme y poder ser útil a la banda, los hechos acaecidos en Ériu todavía me atormentaban; y también para poder buscar respuestas y a él.
Mi estancia fue más que satisfactoria pero como no sabía navegar ni tenía forma de ir directamente a donde deberían estar mis compañeros, tuve que recurrir a la ayuda de un barco que transportaba mercancías a dicha isla, Shabaody.
Esto me recuerda la primera vez que me embarque en búsqueda del capitán... hay cosas que nunca cambiarán.
Tras pensar en tiempos pasados me percaté de un hecho que paso en aquel entonces que tenía que evitar a toda costa, el barco que me llevaba a Arabasta me abandonó Little Garden porque tenían mal perder y no aceptaron que les ganará al póker, eran malos, no era culpa mía.
Ya llevaba un par de días en dicho navío, que pague con lo que tenía ahorrado en esos dos años, pero gracias a mi pericia en los juegos de cartas, ya había recuperado el dinero invertido, con la diferencia que lo que gaste yo fue a parar al empresario que tenía contratado el barco para llevar la mercancía y lo que yo he ganado lo habían perdido los marineros. Debía de ir con cuidado para no acabar en otra isla acusado de tramposo. Decidí reducir el número de timbas en las cuales participaba y organizaba, pero era difícil, tanto tiempo embarcado y sin apenas entretenimiento, los juegos de cartas eran uno de los mejores métodos para pasar las horas muertas, bueno y también el alcohol, pero por norma general iban de la mano, aunque personalmente no me gustaba beber mientras jugaba al póker, prefería ganar dinero aprovechando la borrachera de los demás miembros.
Los días pasaban tranquilamente y la verdad es que no estaba del todo mal el día a día allí, principalmente porque yo era el único que no trabajaba ni ayudaba, no era mi cometido. Era un barco no muy grande, con el suficiente tamaño para el transporte y para una tripulación de veinte marineros y ni una sola mujer, por desgracia. La comida, bueno mejor lo dejamos en que se dejaba comer y nadie murió por intoxicación ni empezó a vomitar como si no hubiera un mañana, de eso se encargaba el ron.
Y al fin, tras una larga espera, se divisaba en el horizonte el Archipielago de Shabaody, ese conjunto de manglares que representan el último paso hasta el Nuevo Mundo. Nunca había estado y me sorprendió al verla, lo cual no debería, ya que de pequeño me hablaron de ella y es como me la describieron.
Llegamos a uno de los manglares, por lo que me comentaron los marineros, era uno de la denominada zona sin ley, lo que me hizo sospechar sobre qué tipo de mercancía llevaba el barco, pero al ser algo totalmente ajeno a mí, no le di más importancia.
- ¡Adiós, un placer el haberos conocido y gracias por haberme traído!- Me despedí gritando de los que fueron mis compañeros durante esta travesía nada más pisar tierra, ya que no estaban muy contentos conmigo, viaje gratis y les saque un total de cincuenta mil berries.
Que caras más largas me ponen, y eso que les podía haber sacado el doble...
Ya estaba donde nos íbamos a encontrar, sólo faltaba localizarles. Habían pasado dos años, podían haber cambiado completamente o seguir igual y tampoco sabía si alguien había abandonado la banda y/o teníamos nuevos integrantes, lo desconocía por completo, pero tenía la esperanza de reconocerles.
- Mientras el capitán no se haya convertido en mujer, me doy por satisfecho. - Comenté al aire y me reí tras acabar la frase.
Mi estancia fue más que satisfactoria pero como no sabía navegar ni tenía forma de ir directamente a donde deberían estar mis compañeros, tuve que recurrir a la ayuda de un barco que transportaba mercancías a dicha isla, Shabaody.
Esto me recuerda la primera vez que me embarque en búsqueda del capitán... hay cosas que nunca cambiarán.
Tras pensar en tiempos pasados me percaté de un hecho que paso en aquel entonces que tenía que evitar a toda costa, el barco que me llevaba a Arabasta me abandonó Little Garden porque tenían mal perder y no aceptaron que les ganará al póker, eran malos, no era culpa mía.
Ya llevaba un par de días en dicho navío, que pague con lo que tenía ahorrado en esos dos años, pero gracias a mi pericia en los juegos de cartas, ya había recuperado el dinero invertido, con la diferencia que lo que gaste yo fue a parar al empresario que tenía contratado el barco para llevar la mercancía y lo que yo he ganado lo habían perdido los marineros. Debía de ir con cuidado para no acabar en otra isla acusado de tramposo. Decidí reducir el número de timbas en las cuales participaba y organizaba, pero era difícil, tanto tiempo embarcado y sin apenas entretenimiento, los juegos de cartas eran uno de los mejores métodos para pasar las horas muertas, bueno y también el alcohol, pero por norma general iban de la mano, aunque personalmente no me gustaba beber mientras jugaba al póker, prefería ganar dinero aprovechando la borrachera de los demás miembros.
Los días pasaban tranquilamente y la verdad es que no estaba del todo mal el día a día allí, principalmente porque yo era el único que no trabajaba ni ayudaba, no era mi cometido. Era un barco no muy grande, con el suficiente tamaño para el transporte y para una tripulación de veinte marineros y ni una sola mujer, por desgracia. La comida, bueno mejor lo dejamos en que se dejaba comer y nadie murió por intoxicación ni empezó a vomitar como si no hubiera un mañana, de eso se encargaba el ron.
Y al fin, tras una larga espera, se divisaba en el horizonte el Archipielago de Shabaody, ese conjunto de manglares que representan el último paso hasta el Nuevo Mundo. Nunca había estado y me sorprendió al verla, lo cual no debería, ya que de pequeño me hablaron de ella y es como me la describieron.
Llegamos a uno de los manglares, por lo que me comentaron los marineros, era uno de la denominada zona sin ley, lo que me hizo sospechar sobre qué tipo de mercancía llevaba el barco, pero al ser algo totalmente ajeno a mí, no le di más importancia.
- ¡Adiós, un placer el haberos conocido y gracias por haberme traído!- Me despedí gritando de los que fueron mis compañeros durante esta travesía nada más pisar tierra, ya que no estaban muy contentos conmigo, viaje gratis y les saque un total de cincuenta mil berries.
Que caras más largas me ponen, y eso que les podía haber sacado el doble...
Ya estaba donde nos íbamos a encontrar, sólo faltaba localizarles. Habían pasado dos años, podían haber cambiado completamente o seguir igual y tampoco sabía si alguien había abandonado la banda y/o teníamos nuevos integrantes, lo desconocía por completo, pero tenía la esperanza de reconocerles.
- Mientras el capitán no se haya convertido en mujer, me doy por satisfecho. - Comenté al aire y me reí tras acabar la frase.
Lejos de la casa de variedades, aunque no tanto en comparación con todo lo que abarcaba aquella gran aglomeración de árboles gigantes, cuya raíz está escondida en lo más profundo de la tierra, llegando a traspasar la capa marítima que recubre la superficie del planeta, estaban los últimos miembros que quedaban por aparecer de la banda –Spanner, Noximillian y Alviss-. Aunque los caminos que recorrer en camino a la casa del hermano de Zane eran variados y distintos, todos y cada uno de ellos eligieron aquel que, repentinamente, les llevaría hacia su barco. Éste estaba igual, imponente sobre el mar, aunque rodeado de otros más grandes y en mejor estado que él, algo que no era difícil. La embarcación había tenido mejores días, aunque su el revestimiento que lo envolvía le daba un toque más agraciado, quizás fuera porque parecía estar envasado al vacío, o tal vez porque era como un juguete al que no le había quitado el envoltorio de plástico, pero podía sentirse en él todas las aventuras que había vivido.
El barco estaba muy desordenado, parecía que alguien había entrado a robar o algo peor. Aquellos con mantra podían sentir dos auras fuertes en su interior, aunque no con mucha claridad. ¿Quiénes serán? A saber. Ambos salieron del interior del barco, uno era alto y rubio, muy apuesto. La otra era una muchacha de cabellos violáceos y muy largos, quizás demasiado. De complexión delgada y fuerte, aunque también sexy y atractiva.
-¿Qué haces en mi barco, pelimorado? –preguntó la joven al espadachín, mientras el rubio aguardaba expectante, mirando por la borda.
-¡No pue’sé! –exclamó-. ¡Iyo, Nozimilian, Arviii! ¡Zoy yo, Manué! –el tono de su voz era alegre y jovial.
La mezcla de alcohol en cantidades anormales para un ser humano normal y estupefacientes de cosecha propia de uno de los mejores amigos de mi hermano no pareció ser la mejor idea. Me dolía la cabeza, y mucho. Además, Luka parecía seguir estar bajo los efectos poco relajantes de algunas de ellas.
-Tú también eres un grande, Luka. ¡Aquí eres el puto jefe, el puto amo! –le dijo, zarandeando al pez con la misma efusividad.
«Es probable que siga un pelín mamado» me dije, para luego escuchar al tiquismiquis de Therax hablar sobre su poco exquisito paladar con el alcohol. Era buen chaval y le quería como el que más, pero a veces parecía una madre; no, peor, parecía una novia. «No bebo vino dulce. No bebo ron. No me gusta irme de pilinguis…» Y así todo el santo día. Sí, era cierto que no tenía el aguante de un D. Kenshin, pero tampoco se podía ser tan sibarita, y eso me molestaba.
-¿Y por qué no lo pediste? Que yo pida ron no implica que tú no puedas pedir whisky –le dije con cierto retintín-. Mira a Luka, creo que lo único que no bebió fue agua, y porque cuesta lo mismo que una copa –bromeó.
Después de ser sermoneado nuevamente por Orzech, quien únicamente trataba bien a Therax y Haruka, que por cierto, ¿dónde se había metido esa canija? En fin, ya aparecería, o tal vez no. A saber. Los tres fuimos en dirección a nuestras habitaciones. Para ello debíamos bajar por el ascensor de la zona VIP hasta el recibidor y de allí pasar al ala izquierda para volver a subir. Abajo se encontraban los dos perros del rubio, sentados frente a la puerta como si la estuvieran custodiando. César, el chucho anciano de Therax, me miró y susurró algo que no pude escuchar, aunque seguramente no sería un cumplido. Luego, segundos después, entró una joven que conocía de hacía poco, Seline, una joven con la que me encontré en una de tantas paradas de camino hacia el archipiélago, y tras ella un joven que saludó a los cánidos.
-¡Hostia, tú! ¿Qué te ha traído a este sitio? –pregunté en voz alta, siendo mirando por todos los que allí estaban. A esas horas pocas personas solía frecuentar la gran mansión que era el local de su hermano, tan solo había algunos clientes de bien –gente de dinero que buscaba ver espectáculos musicales y tomar algo en la piscina o la terraza del último piso-, y los empleados, que no se llevaban muy bien con nosotros. Después de unos minutos allí conversando, invité a Seline y al otro chaval, que resultaba ser un conocido de Therax, a nuestra suite.
-Nos damos un duchazo y nos vamos a dar una vuelta, ¿os parece? –les propuse, mientras me quitaba la camisa, dejando ver mi hercúleo y agraciado torso, el cual podría ser perfectamente la portada de una revista de belleza.
El barco estaba muy desordenado, parecía que alguien había entrado a robar o algo peor. Aquellos con mantra podían sentir dos auras fuertes en su interior, aunque no con mucha claridad. ¿Quiénes serán? A saber. Ambos salieron del interior del barco, uno era alto y rubio, muy apuesto. La otra era una muchacha de cabellos violáceos y muy largos, quizás demasiado. De complexión delgada y fuerte, aunque también sexy y atractiva.
-¿Qué haces en mi barco, pelimorado? –preguntó la joven al espadachín, mientras el rubio aguardaba expectante, mirando por la borda.
-¡No pue’sé! –exclamó-. ¡Iyo, Nozimilian, Arviii! ¡Zoy yo, Manué! –el tono de su voz era alegre y jovial.
* * *
La mezcla de alcohol en cantidades anormales para un ser humano normal y estupefacientes de cosecha propia de uno de los mejores amigos de mi hermano no pareció ser la mejor idea. Me dolía la cabeza, y mucho. Además, Luka parecía seguir estar bajo los efectos poco relajantes de algunas de ellas.
-Tú también eres un grande, Luka. ¡Aquí eres el puto jefe, el puto amo! –le dijo, zarandeando al pez con la misma efusividad.
«Es probable que siga un pelín mamado» me dije, para luego escuchar al tiquismiquis de Therax hablar sobre su poco exquisito paladar con el alcohol. Era buen chaval y le quería como el que más, pero a veces parecía una madre; no, peor, parecía una novia. «No bebo vino dulce. No bebo ron. No me gusta irme de pilinguis…» Y así todo el santo día. Sí, era cierto que no tenía el aguante de un D. Kenshin, pero tampoco se podía ser tan sibarita, y eso me molestaba.
-¿Y por qué no lo pediste? Que yo pida ron no implica que tú no puedas pedir whisky –le dije con cierto retintín-. Mira a Luka, creo que lo único que no bebió fue agua, y porque cuesta lo mismo que una copa –bromeó.
Después de ser sermoneado nuevamente por Orzech, quien únicamente trataba bien a Therax y Haruka, que por cierto, ¿dónde se había metido esa canija? En fin, ya aparecería, o tal vez no. A saber. Los tres fuimos en dirección a nuestras habitaciones. Para ello debíamos bajar por el ascensor de la zona VIP hasta el recibidor y de allí pasar al ala izquierda para volver a subir. Abajo se encontraban los dos perros del rubio, sentados frente a la puerta como si la estuvieran custodiando. César, el chucho anciano de Therax, me miró y susurró algo que no pude escuchar, aunque seguramente no sería un cumplido. Luego, segundos después, entró una joven que conocía de hacía poco, Seline, una joven con la que me encontré en una de tantas paradas de camino hacia el archipiélago, y tras ella un joven que saludó a los cánidos.
-¡Hostia, tú! ¿Qué te ha traído a este sitio? –pregunté en voz alta, siendo mirando por todos los que allí estaban. A esas horas pocas personas solía frecuentar la gran mansión que era el local de su hermano, tan solo había algunos clientes de bien –gente de dinero que buscaba ver espectáculos musicales y tomar algo en la piscina o la terraza del último piso-, y los empleados, que no se llevaban muy bien con nosotros. Después de unos minutos allí conversando, invité a Seline y al otro chaval, que resultaba ser un conocido de Therax, a nuestra suite.
-Nos damos un duchazo y nos vamos a dar una vuelta, ¿os parece? –les propuse, mientras me quitaba la camisa, dejando ver mi hercúleo y agraciado torso, el cual podría ser perfectamente la portada de una revista de belleza.
Luka Rooney
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Una sirena se acercaba lentamente e insinuaba cosas de adultos con sus finos y sugerentes movimientos. Luka la miraba a la par que pasaba su lengua de manera poco sensual sobre sus labios. La sirena sonreía, una belleza inimaginable para la vista de alguien como Luka, que pocas veces se había sentido tan atraído por un ser del sexo contrario como en aquel preciso instante.
-¿Quieres disfrutar de los placeres de la vida?-Comentó la sirena sin apartar la mirada ni un segundo y empleando un tono tan dulce que Luka parecía embelesado. Como una serpiente bailando al son de una flauta- Solo acércate.
El Gyojin se levantó y gateó hasta su dirección. Iba a tocar su fina y delicada mano, estaba seguro de lo placentero que sería aquello, sin embargo… Alguien decidió despertarle de aquél sueño agarrándole de la camisa.
El tiburón se restregó los ojos y posteriormente se estiró. Quizá habían sido unos diez minutos de sueño, pero Luka tenía la extraña sensación de haber descansado mucho más.
Acompañó a sus compañeros hasta abajo, donde tanto Zane como Therax se encontraron con lo que parecían viejos amigos.
-Aquí todo Dios se conoce, me cago en…-el Gyojin hizo una pausa al ver a la pelirroja, la cual le sonaba- Yo creo que conozco a esa mujer, pero ahora mismo no sé de qué. ¿Tú la conoces? -le comentó al rubio, quizá con un tono de voz mucho más elevado de lo que debía si quería que fuese una conversación privada entre dos personas-Oye, ¿alguna vez has probado a lanzar al mar a esos dos? -cambió de tema a la par que señalaba a los caninos de los cuales el domador era propietario- Yo les podría enseñar a nadar…-y una maligna sonrisa se dibujó en el rostro del pirata.
Poco después, el capitán comentó si les parecía bien darse una ducha y salir a dar una vuelta. No tardó más de cinco segundos desde que preguntó hasta que se quitó la camisa dejando ver de nuevo su desnudo torso.
- Di que sí Zane, si estás fuerte tienes que enseñarlo -comentó el Gyojin dándole una fuerte palmada en la espalda-. Yo voy a mi habitación, me ducho y bajo.
Con alguna que otra dificultad el tiburón consiguió subir las escaleras, girar un par de veces y llegar a lo que creía que era su habitación. Al menos estaba cerca del muro roto, lo cual quería decir que muy lejos no estaba. Se dió una ducha caliente y se puso uno de sus nuevos trajes. Con lo que le habían costado, ya los podía usar más a menudo.
El habitante del mar se encontraba mucho más cómodo ahora, aún notaba esa sensación de resaca, pero por lo menos era más consciente de lo que hacía que antes. Se preguntó si había incomodado a alguno de sus compañeros, pero pronto lo descartó.
Al capitán solo le incomodan los okamas. Y al rubio le incomoda todo… ¡Ni si quiera le gusta el ron! Pensó aquello último dándose un golpe en la frente a modo de rechazo.
Tras dar por finalizada su ducha y sus pensamientos, bajó hasta la entrada, sentándose en un sofá y esperando pacientemente que el resto de sus compañeros volviesen a tal punto. ¿Qué vendrían a hacer a aquella isla los conocidos del pelirrojo y el rubio? ¿Habrían quedado con ellos también? Quién sabe. La vida a veces te da sorpresas.
-¿Quieres disfrutar de los placeres de la vida?-Comentó la sirena sin apartar la mirada ni un segundo y empleando un tono tan dulce que Luka parecía embelesado. Como una serpiente bailando al son de una flauta- Solo acércate.
El Gyojin se levantó y gateó hasta su dirección. Iba a tocar su fina y delicada mano, estaba seguro de lo placentero que sería aquello, sin embargo… Alguien decidió despertarle de aquél sueño agarrándole de la camisa.
El tiburón se restregó los ojos y posteriormente se estiró. Quizá habían sido unos diez minutos de sueño, pero Luka tenía la extraña sensación de haber descansado mucho más.
Acompañó a sus compañeros hasta abajo, donde tanto Zane como Therax se encontraron con lo que parecían viejos amigos.
-Aquí todo Dios se conoce, me cago en…-el Gyojin hizo una pausa al ver a la pelirroja, la cual le sonaba- Yo creo que conozco a esa mujer, pero ahora mismo no sé de qué. ¿Tú la conoces? -le comentó al rubio, quizá con un tono de voz mucho más elevado de lo que debía si quería que fuese una conversación privada entre dos personas-Oye, ¿alguna vez has probado a lanzar al mar a esos dos? -cambió de tema a la par que señalaba a los caninos de los cuales el domador era propietario- Yo les podría enseñar a nadar…-y una maligna sonrisa se dibujó en el rostro del pirata.
Poco después, el capitán comentó si les parecía bien darse una ducha y salir a dar una vuelta. No tardó más de cinco segundos desde que preguntó hasta que se quitó la camisa dejando ver de nuevo su desnudo torso.
- Di que sí Zane, si estás fuerte tienes que enseñarlo -comentó el Gyojin dándole una fuerte palmada en la espalda-. Yo voy a mi habitación, me ducho y bajo.
Con alguna que otra dificultad el tiburón consiguió subir las escaleras, girar un par de veces y llegar a lo que creía que era su habitación. Al menos estaba cerca del muro roto, lo cual quería decir que muy lejos no estaba. Se dió una ducha caliente y se puso uno de sus nuevos trajes. Con lo que le habían costado, ya los podía usar más a menudo.
El habitante del mar se encontraba mucho más cómodo ahora, aún notaba esa sensación de resaca, pero por lo menos era más consciente de lo que hacía que antes. Se preguntó si había incomodado a alguno de sus compañeros, pero pronto lo descartó.
Al capitán solo le incomodan los okamas. Y al rubio le incomoda todo… ¡Ni si quiera le gusta el ron! Pensó aquello último dándose un golpe en la frente a modo de rechazo.
Tras dar por finalizada su ducha y sus pensamientos, bajó hasta la entrada, sentándose en un sofá y esperando pacientemente que el resto de sus compañeros volviesen a tal punto. ¿Qué vendrían a hacer a aquella isla los conocidos del pelirrojo y el rubio? ¿Habrían quedado con ellos también? Quién sabe. La vida a veces te da sorpresas.
Mist D. Spanner
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El espadachin observaba los cielos. Las burbujas del archipiélago ascendían con parsimonia hasta reventar en lo más alto, dando una extraña y agradable humedad en el aire de Sabaody. El chico no podía evitar sonreír, pues por fin, tras dos años, iba a reencontrarse con su verdadera familia. Después de dos años junto a su hermana, participando en una revolución, haciéndose más fuerte. Ahora estaba a punto de hacer la entrada oficial de la banda en el Nuevo Mundo, a pesar de que el espadachín ya lo había pisado. ¿Pero acaso eso podía contar cuando estaba solo? No, claro que no. El viaje lo emprendió junto a Zane, y lo acabaría junto a Zane. Aunque tampoco esperaba que se tomase bien su “resurrección”. Llevaba muerto dos años, después de todo.
─¿Qué haces en mi barco, pelimorado?
El espadachín se giró. Era Esme. No pudo evitar sonreír, reconociéndola a pesar del tiempo que había pasado. Aunque parecía que ella no lo reconocía.
─Oh, vamos. ¿Cuántos pelimorados conoces? Soy uno de los miembros fundadores de la banda, después de todo.
Esperaba que aquello fuese suficiente para que la chica lo reconociese. Manué también estaba allí, gritando por el borde del barco a… ¿Nox? ¿Alviss? Entonces… ¿Zane no estaba? La sonrisa del espadachín disminuyó.
“Bueno… Ícarus lo encontrará.”
─¿Están todos en la isla, Esme?
─¿Qué haces en mi barco, pelimorado?
El espadachín se giró. Era Esme. No pudo evitar sonreír, reconociéndola a pesar del tiempo que había pasado. Aunque parecía que ella no lo reconocía.
─Oh, vamos. ¿Cuántos pelimorados conoces? Soy uno de los miembros fundadores de la banda, después de todo.
Esperaba que aquello fuese suficiente para que la chica lo reconociese. Manué también estaba allí, gritando por el borde del barco a… ¿Nox? ¿Alviss? Entonces… ¿Zane no estaba? La sonrisa del espadachín disminuyó.
“Bueno… Ícarus lo encontrará.”
─¿Están todos en la isla, Esme?
¿Por qué Orzech no le respondía? No tenía ni idea, pero era seguro que le había escuchado. El hermano de Zane tenía la mala costumbre de oír todo lo que ocurría en sus dominios. ¿Tendría alguna clase de dispositivo oculto? A saber. Therax caminó en silencio, luchando con todas sus fuerzas contra la resaca y tratando de recordar en qué momento la noche se había desmadrado tanto. Su camisa estaba hecha polvo, y se negaba a remendar los pantalones para seguir usándolos. No. El anfitrión debería prestarle algo. ¿Qué importaba algo de ropa en comparación con lo que ya le habían hecho pagar?
Perdido entre sus divagaciones se encontró en el vestíbulo. Allí se encontraban César y Tib que, sobrios y cansados de esperar, habían decidido abandonar la habitación de la decadencia mucho antes de que despertaran. ¿O acaso nunca habían llegado a entrar? El rubio no lo recordaba, pero el incisivo comentario del más veterano de los cánidos orientaba hacia la primera posibilidad. El domador creyó oír algo similar a "curiosa relación la tuya con los okama" en dirección al pelirrojo, pero entre la resaca y el extraordinariamente bajo tono que el lobo había empleado no pudo distinguirlo.
Fuera como fuere, allí había una chica rubia a la que Zane conocía. Su reacción no se hizo esperar, provocando que Therax diese un respingo al tiempo que una punzada de dolor atravesaba su cabeza. «Puta resaca», maldijo.
-No la he visto en mi vida, a no ser que la conociéramos anoche -respondió en voz baja al gyojin, siendo consciente de que en ese caso lo más probable sería que ni siquiera le sonase-. Y sí. Tib sabe nadar, pero de César no sé nada. Un día que se pase de listo le quitamos el collar y lo tiramos por la borda; a ver qué pasa.
En cuanto se calló un chico de pelo moreno accedió al lugar, provocando que el espadachín parpadease un par de veces para asegurarse de que lo que sus ojos veían era real. ¿Qué demonios hacía allí Kugan? No recordaba haberle dicho hacia dónde se dirigía, ¿o sí? Lo cierto era que no se encontraba en condiciones de hacer memoria, y mucho menos de asegurar que sus recuerdos fuesen ciertos.
-Aquí -dijo para que el chico pudiese oírle, pero procurando no decirlo demasiado alto para no desatar una nueva oleada de dolor en la sien-. ¿Qué haces por aquí? Bueno, estos son Luka y Zane -añadió, señalando a cada uno de ellos-. Sí, por favor -respondió al pelirrojo una vez Kugan hubo terminado de hablar.
Fue todo lo rápido que pudo hacia su habitación, encontrando sobre la cama una muda de ropa que Orzech debía haber dejado allí. «Si me había escuchado podría haberme respondido», refunfuñó, mas enseguida dejó sus reproches a un lado, se desnudó y procedió a tratar de desprenderse de la resaca.
Cuando salió unos minutos después se encontraba mucho mejor. Aún no estaba del todo recuperado, pero el dolor de cabeza se había convertido en unas leves molestias y las náuseas en cierto malestar abdominal. Por otro lado, el atuendo que le había prestado Orzech -a sabiendas de que se lo acabaría quedando- era de su agrado. No era a lo que estaba acostumbrado, pero le gustaba.
Tras colocar a Byakko y a Yuki-onna en su lugar -cruzadas en la parte baja de su espalda-, abandonó la estancia y se dirigió al encuentro de los demás.
Perdido entre sus divagaciones se encontró en el vestíbulo. Allí se encontraban César y Tib que, sobrios y cansados de esperar, habían decidido abandonar la habitación de la decadencia mucho antes de que despertaran. ¿O acaso nunca habían llegado a entrar? El rubio no lo recordaba, pero el incisivo comentario del más veterano de los cánidos orientaba hacia la primera posibilidad. El domador creyó oír algo similar a "curiosa relación la tuya con los okama" en dirección al pelirrojo, pero entre la resaca y el extraordinariamente bajo tono que el lobo había empleado no pudo distinguirlo.
Fuera como fuere, allí había una chica rubia a la que Zane conocía. Su reacción no se hizo esperar, provocando que Therax diese un respingo al tiempo que una punzada de dolor atravesaba su cabeza. «Puta resaca», maldijo.
-No la he visto en mi vida, a no ser que la conociéramos anoche -respondió en voz baja al gyojin, siendo consciente de que en ese caso lo más probable sería que ni siquiera le sonase-. Y sí. Tib sabe nadar, pero de César no sé nada. Un día que se pase de listo le quitamos el collar y lo tiramos por la borda; a ver qué pasa.
En cuanto se calló un chico de pelo moreno accedió al lugar, provocando que el espadachín parpadease un par de veces para asegurarse de que lo que sus ojos veían era real. ¿Qué demonios hacía allí Kugan? No recordaba haberle dicho hacia dónde se dirigía, ¿o sí? Lo cierto era que no se encontraba en condiciones de hacer memoria, y mucho menos de asegurar que sus recuerdos fuesen ciertos.
-Aquí -dijo para que el chico pudiese oírle, pero procurando no decirlo demasiado alto para no desatar una nueva oleada de dolor en la sien-. ¿Qué haces por aquí? Bueno, estos son Luka y Zane -añadió, señalando a cada uno de ellos-. Sí, por favor -respondió al pelirrojo una vez Kugan hubo terminado de hablar.
Fue todo lo rápido que pudo hacia su habitación, encontrando sobre la cama una muda de ropa que Orzech debía haber dejado allí. «Si me había escuchado podría haberme respondido», refunfuñó, mas enseguida dejó sus reproches a un lado, se desnudó y procedió a tratar de desprenderse de la resaca.
Cuando salió unos minutos después se encontraba mucho mejor. Aún no estaba del todo recuperado, pero el dolor de cabeza se había convertido en unas leves molestias y las náuseas en cierto malestar abdominal. Por otro lado, el atuendo que le había prestado Orzech -a sabiendas de que se lo acabaría quedando- era de su agrado. No era a lo que estaba acostumbrado, pero le gustaba.
Tras colocar a Byakko y a Yuki-onna en su lugar -cruzadas en la parte baja de su espalda-, abandonó la estancia y se dirigió al encuentro de los demás.
Kugan
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Hubo mucho silencio durante el primer minuto, el cual aprovechó el moreno para acariciar en la cabeza a Tib. Ni se le ocurrió hacer lo mismo con César, pues con el carácter que este tenía era capaz de echarle un mordisco que le quedara manco. Le gustaba tener dos manos. Podían hacerse muchas cosas divertidas con ellas, mejor que se quedaran así.
La chica no respondió a su saludo, tal vez ni se hubiera dado cuenta del gesto que hizo con su cabeza, por lo que se quedó de brazos cruzados mientras esperaba. Si aquellos lobos estaban allí, también lo estaría su domador. Y como hacía unos dos años que no lo veía, por modales, lo mínimo que podía hacer era esperar a que apareciera para saludarle apropiadamente.
La primera persona en aparecer no fue Therax, sino un pelirrojo que les preguntó tanto a él como a la chica el motivo de su llegada. El moreno alzó los hombros, antes de responder con un tono lleno de tranquilidad.
—Escuché un jaleo mientras iba de camino a ningún sitio— Porque sí, el moreno se perdía hasta yendo en línea recta. —Así que, sin intención de cotillear… Para nada… Vine a echar un vistazo— Mencionó, curvando sus labios en una sonrisa.
Junto a él apareció un gran hombre escamado, el cual supuso que se trataba de un Gyojin. Porque, de no ser así, la genética del pobre era paupérrima. Cosas más raras se habían visto en el mundo, pero apostaría a que era uno de los habitantes de las profundidades del mar. Y finalmente, escuchó la voz del rubio, requiriendo su atención.
Therax no parecía estar en muy buenas condiciones. Lo notó en su voz, en su rostro, en su postura. La borrachera de la noche anterior tuvo que ser muy épica para que estuviera así de “doblado”. Les presentó al pelirrojo, Zane, y al Gyojin, Luka.
—Encantado, me llamo Kugan— Se presentó él también. —Supongo que estos son tus amigos, Therax. Me alegra que consiguieras reunirte con ellos— Sonrió de nuevo.
Uno de ellos se fue a dar una ducha haciendo un poco de exhibicionismo y Therax se marchó a Dios sabe dónde. Esto dejó a la chica, el Gyojin y el espadachín en la misma sala, esperando a que los demás terminasen. El moreno, que tenía la espada apoyada sobre su hombro derecho en una pose cómoda, se giró hacia el gran pez para charlar un poco.
—Luka, ¿verdad?— Era malísimo para recordar nombres nada más le presentaban a alguien. —¿Qué hacéis en Sabaody? ¿Vais… a… liarla parda?— Curiosidad, eso había en su voz. Mucha curiosidad.
La chica no respondió a su saludo, tal vez ni se hubiera dado cuenta del gesto que hizo con su cabeza, por lo que se quedó de brazos cruzados mientras esperaba. Si aquellos lobos estaban allí, también lo estaría su domador. Y como hacía unos dos años que no lo veía, por modales, lo mínimo que podía hacer era esperar a que apareciera para saludarle apropiadamente.
La primera persona en aparecer no fue Therax, sino un pelirrojo que les preguntó tanto a él como a la chica el motivo de su llegada. El moreno alzó los hombros, antes de responder con un tono lleno de tranquilidad.
—Escuché un jaleo mientras iba de camino a ningún sitio— Porque sí, el moreno se perdía hasta yendo en línea recta. —Así que, sin intención de cotillear… Para nada… Vine a echar un vistazo— Mencionó, curvando sus labios en una sonrisa.
Junto a él apareció un gran hombre escamado, el cual supuso que se trataba de un Gyojin. Porque, de no ser así, la genética del pobre era paupérrima. Cosas más raras se habían visto en el mundo, pero apostaría a que era uno de los habitantes de las profundidades del mar. Y finalmente, escuchó la voz del rubio, requiriendo su atención.
Therax no parecía estar en muy buenas condiciones. Lo notó en su voz, en su rostro, en su postura. La borrachera de la noche anterior tuvo que ser muy épica para que estuviera así de “doblado”. Les presentó al pelirrojo, Zane, y al Gyojin, Luka.
—Encantado, me llamo Kugan— Se presentó él también. —Supongo que estos son tus amigos, Therax. Me alegra que consiguieras reunirte con ellos— Sonrió de nuevo.
Uno de ellos se fue a dar una ducha haciendo un poco de exhibicionismo y Therax se marchó a Dios sabe dónde. Esto dejó a la chica, el Gyojin y el espadachín en la misma sala, esperando a que los demás terminasen. El moreno, que tenía la espada apoyada sobre su hombro derecho en una pose cómoda, se giró hacia el gran pez para charlar un poco.
—Luka, ¿verdad?— Era malísimo para recordar nombres nada más le presentaban a alguien. —¿Qué hacéis en Sabaody? ¿Vais… a… liarla parda?— Curiosidad, eso había en su voz. Mucha curiosidad.
Rose D. Alviss
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Dedique varios segundos en pensar a dónde dirigirme para localizar a los demás, no conocía nada sobre el archipiélago, así que tuve que tirar por la opción más sencilla.
- Al... bar. - Comenté al aire a la par que movía el brazo para señalar al frente, como si supiera donde había una taberna.
La verdad es que me apetecía ir a uno, además conociendo al gañan, es bastante probable que estuvieran en uno. Me desplacé por el manglar en búsqueda de la cantina perdida, o era yo el que se había perdido, más bien lo segundo, pero no perdía la esperanza. Tras dar varias vueltas, al fin encontré uno, era, como no, un tugurio de mala muerte, donde había sillas y mesas de milagro.
Bueno, podía haber sido peor, como que no tuviera cerveza.
Examiné los clientes del bar, para a ver si se habían alineado los planetas si estaba el capitán, aunque había demasiada calma, algo que no va con Zane, sólo había borrachos que respiraban porque es automático y que vivían porque en el infierno no hay alcohol, que sepamos.
Pedí una cerveza, tenía que recargar las pilas, y para desgracia mía, no había nadie jugando a las cartas y menos aún apostando, no tenía pinta de que nadie dentro de esas cuatro paredes tuviera digamos solvencia económica. Cuando el camarero escuchó mi petición me miró extrañado, supongo que le parecía raro alguien como yo en un sitio de mala muerte, pero dejó de darle importancia y me sirvió sin problemas, algo normal, no se hacen preguntas. A mí me gustaba estar antros como en el que estaba en ese instante, probablemente por costumbre de Water 7, y además, me permitía ojear para mi "red". Al acabarme la bebida, la pagué y abandone el lugar para proseguir en mi búsqueda, de mis camaradas o de otro bar.
Ya podían estar liándola, así sería fácil verles...
Seguí caminando y acabé en un puerto, no estaba seguro si era en el que desembarqué o no, por lo que me puse a mirar los barcos por si veía el mercante de material de legalidad dudosa. No la vi, se sentí aliviado, ya que eso podía significar que no había andado en círculos. Mirando a los alrededores algo me llamó la atención, un barco, por llamarlo de algún modo, de aspecto tétrico llegaba al puerto a la par que iba perdiendo su capacidad de flotar. Una vez que ya estaba a una distancia más cercana pude ver a alguien en él y para sorpresa mía era alguien conocido, Noximilien, que estaba escalando el mástil y como si todo fuera un montaje o calculado milimétricamente, justo cuando llega al tierra, lo único que no estaba hundido era un poco de dicho mástil y Nox.
- Vaya, menuda entrada triunfal la tuya. - Llamé su atención. - Me alegro de volver a verte, Nox.
Las presentaciones no era necesarias, a mi juicio, ya que ambos seguíamos igual, bueno yo sí, él no sé, siempre lleva esa máscara, es más ni sé lo que hay detrás. Tras charlar un poco, decidimos buscar a los demás, para ello nos adentramos un poco más en el puerto y pudimos ver nuestro barco.
- Ya podía el capitán haber robado otro barco entre puterio y fiesta. - Le comenté a Nox mientras me llevaba las manos a la nuca.
Cuando estábamos ya a unos pocos metros de la embarcación, note varias presencias que me pusieron en alerta, de la cubierta salió un chico rubio y alto que nos reconoció y aseguraba ser Manué.
- Ufff si no fuera por ese acento tuyo no te hubiera reconocido Manué, da gusto volver a ver caras conocidas. - Le respondí con tono alegre, como hizo él.
Tras el saludo me percaté que no era el único, había una chica en el barco, que sería Esme, y un chico pelimorado en tierra que no era otro que Spanner.
- Bueno Manué, ¿sabes algo de los demás? ¿esperamos aquí o vamos a buscarlos?
- Al... bar. - Comenté al aire a la par que movía el brazo para señalar al frente, como si supiera donde había una taberna.
La verdad es que me apetecía ir a uno, además conociendo al gañan, es bastante probable que estuvieran en uno. Me desplacé por el manglar en búsqueda de la cantina perdida, o era yo el que se había perdido, más bien lo segundo, pero no perdía la esperanza. Tras dar varias vueltas, al fin encontré uno, era, como no, un tugurio de mala muerte, donde había sillas y mesas de milagro.
Bueno, podía haber sido peor, como que no tuviera cerveza.
Examiné los clientes del bar, para a ver si se habían alineado los planetas si estaba el capitán, aunque había demasiada calma, algo que no va con Zane, sólo había borrachos que respiraban porque es automático y que vivían porque en el infierno no hay alcohol, que sepamos.
Pedí una cerveza, tenía que recargar las pilas, y para desgracia mía, no había nadie jugando a las cartas y menos aún apostando, no tenía pinta de que nadie dentro de esas cuatro paredes tuviera digamos solvencia económica. Cuando el camarero escuchó mi petición me miró extrañado, supongo que le parecía raro alguien como yo en un sitio de mala muerte, pero dejó de darle importancia y me sirvió sin problemas, algo normal, no se hacen preguntas. A mí me gustaba estar antros como en el que estaba en ese instante, probablemente por costumbre de Water 7, y además, me permitía ojear para mi "red". Al acabarme la bebida, la pagué y abandone el lugar para proseguir en mi búsqueda, de mis camaradas o de otro bar.
Ya podían estar liándola, así sería fácil verles...
Seguí caminando y acabé en un puerto, no estaba seguro si era en el que desembarqué o no, por lo que me puse a mirar los barcos por si veía el mercante de material de legalidad dudosa. No la vi, se sentí aliviado, ya que eso podía significar que no había andado en círculos. Mirando a los alrededores algo me llamó la atención, un barco, por llamarlo de algún modo, de aspecto tétrico llegaba al puerto a la par que iba perdiendo su capacidad de flotar. Una vez que ya estaba a una distancia más cercana pude ver a alguien en él y para sorpresa mía era alguien conocido, Noximilien, que estaba escalando el mástil y como si todo fuera un montaje o calculado milimétricamente, justo cuando llega al tierra, lo único que no estaba hundido era un poco de dicho mástil y Nox.
- Vaya, menuda entrada triunfal la tuya. - Llamé su atención. - Me alegro de volver a verte, Nox.
Las presentaciones no era necesarias, a mi juicio, ya que ambos seguíamos igual, bueno yo sí, él no sé, siempre lleva esa máscara, es más ni sé lo que hay detrás. Tras charlar un poco, decidimos buscar a los demás, para ello nos adentramos un poco más en el puerto y pudimos ver nuestro barco.
- Ya podía el capitán haber robado otro barco entre puterio y fiesta. - Le comenté a Nox mientras me llevaba las manos a la nuca.
Cuando estábamos ya a unos pocos metros de la embarcación, note varias presencias que me pusieron en alerta, de la cubierta salió un chico rubio y alto que nos reconoció y aseguraba ser Manué.
- Ufff si no fuera por ese acento tuyo no te hubiera reconocido Manué, da gusto volver a ver caras conocidas. - Le respondí con tono alegre, como hizo él.
Tras el saludo me percaté que no era el único, había una chica en el barco, que sería Esme, y un chico pelimorado en tierra que no era otro que Spanner.
- Bueno Manué, ¿sabes algo de los demás? ¿esperamos aquí o vamos a buscarlos?
Noximilien
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Se percató que le habían organizado un comité de bienvenida, un comité de una sola persona, pero un comité después de todo. Aquel rubiales, no le parecía Therax por lo que por eliminación se trataba de Alviss.
- ¿Acaso existe otro tipo de entrada? –se acercó para darle un amistoso abrazo-. También me alegra que sigas de una pieza. Realmente llevo como casi un año sin hablar con alguien, así que le abrazaría hasta a un almirante de la Marina –bromeo-.
Dispuestos a buscar al resto, se despido del barco hundido quitándose un sombrero imaginario y siguió a Alviss. No tardaron en encontrar el viejo barco de los Arashi, que al parecer seguía a flote contra todo pronóstico. Como carpintero de la banda, le hacía cierta alegría que aquel montón de tablones viejos siguiera haciendo su trabajo.
- El “puterio y la fiesta” no serían tan divertidos sin un barco que conozcamos tan bien como este, ¿no crees? – le respondió al comentario de su rubio compañero.
Al acercarnos, de la cubierta se acercó un muchacho que el enmascarado no reconocía –cosa que le hizo alzar una ceja-, pero que no dudo en saber quién era cuando escucho su divertido y campechano acento.
- ¡No pue’sé! –exclamó-. ¡Iyo, Nozimilian, Arviii! ¡Zoy yo, Manué!
- ¿Manuel? ¡Me cago en la hostia, pero si ahora estas to’ bueno! – no dudo en subir a la cubierta, para poner su brazo por encima del hombro de Manuel y empezarle a revolver el pelo-. Sera posible, ¡yo quedándome cada día más viejo, pero vosotros mejoráis como locos!
Se fijó en que había dos personas pelimoradas en la cubierta también. Si no recordaba mal, una tenía que ser Esme y el otro, Spanner.
- Veo que sigues tan serio como siempre, ¡espero que hayas aprendido a sonreír después de tanto tiempo! Aunque claro, con semejante pechamen que le ha salido a Esme cualquiera no sonríe –se giró hacia la pelimorada, viendo como le miraba enfadada, queriéndolo partir de un golpe en dos-. A-aunque claro, también te has estilizado el resto del cuerpo de muy buena manera… -dijo mientras tragaba saliva esperando que Esme no le matase nada más reunirse con ellos.
- ¿Acaso existe otro tipo de entrada? –se acercó para darle un amistoso abrazo-. También me alegra que sigas de una pieza. Realmente llevo como casi un año sin hablar con alguien, así que le abrazaría hasta a un almirante de la Marina –bromeo-.
Dispuestos a buscar al resto, se despido del barco hundido quitándose un sombrero imaginario y siguió a Alviss. No tardaron en encontrar el viejo barco de los Arashi, que al parecer seguía a flote contra todo pronóstico. Como carpintero de la banda, le hacía cierta alegría que aquel montón de tablones viejos siguiera haciendo su trabajo.
- El “puterio y la fiesta” no serían tan divertidos sin un barco que conozcamos tan bien como este, ¿no crees? – le respondió al comentario de su rubio compañero.
Al acercarnos, de la cubierta se acercó un muchacho que el enmascarado no reconocía –cosa que le hizo alzar una ceja-, pero que no dudo en saber quién era cuando escucho su divertido y campechano acento.
- ¡No pue’sé! –exclamó-. ¡Iyo, Nozimilian, Arviii! ¡Zoy yo, Manué!
- ¿Manuel? ¡Me cago en la hostia, pero si ahora estas to’ bueno! – no dudo en subir a la cubierta, para poner su brazo por encima del hombro de Manuel y empezarle a revolver el pelo-. Sera posible, ¡yo quedándome cada día más viejo, pero vosotros mejoráis como locos!
Se fijó en que había dos personas pelimoradas en la cubierta también. Si no recordaba mal, una tenía que ser Esme y el otro, Spanner.
- Veo que sigues tan serio como siempre, ¡espero que hayas aprendido a sonreír después de tanto tiempo! Aunque claro, con semejante pechamen que le ha salido a Esme cualquiera no sonríe –se giró hacia la pelimorada, viendo como le miraba enfadada, queriéndolo partir de un golpe en dos-. A-aunque claro, también te has estilizado el resto del cuerpo de muy buena manera… -dijo mientras tragaba saliva esperando que Esme no le matase nada más reunirse con ellos.
Katharina von Steinhell
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Le conocía, claro que sí. A ese pelirrojo de Dresrrosa, ¿qué hacía ahí? ¿Y por qué estaba junto a ese gyojin? La bruja suspiró y perdió la postura recta, como desencantándose de que en un mismo sitio haya conocidos. Si mal no recordaba, Zane era su nombre, pero el otro... ¿Cómo se llamaba? Bueno, en todo caso poco importaba. Las ideologías de los dos eran demasiado diferentes. Katharina apoyó la guadaña en la muralla y le dedicó una curiosa mirada, como si se estuviese comunicando con alguien.
Un rubio, un pelirrojo, un gyojin y un pelinegro. Vaya encuentro de circo. Si no hubiese conocido a Zane, inmediatamente habría desconfiado de todos ellos, pero al parecer le tenían respeto. Por otra parte, el hombre pez tuvo una conversación poco disimulada con el sujeto que estaba a su lado; si quería conseguir la atención de Katharina, lo hizo.
—Vaya, ¿por qué no me sorprende que no te acuerdes de mí? —Le comentó al gyojin— Bueno, supongo que no importa. ¿Te fue bien con los esclavos? —Le preguntó con unos ojos maliciosos acompañados de una sonrisa medio burlesca.
Sí... El gyojin era el sujeto ese que había intentado rescatar a unos esclavos. Vaya historia, todo comenzó porque la bruja presenció un asesinato y quiso sobornar al criminal, pero no lo consiguió, de hecho, terminó trabajando con él para un robo. Bonita historia, pero la que tenía con Zane era aún mejor. Le conoció en una taberna y el pirata la invitó a ver un evento en el coliseo, vaya espectáculo. Si a Katharina le diesen para elegir entre cuál hombre llevar a su próxima aventura, de seguro que se quedaría con el pelirrojo. Al menos sus ideologías no confrontaban tanto.
—Lo siento, pero tengo cosas que hacer. Por cierto, ¿dónde está el gran centro comercial del que todos hablan? —Le respondió a Zane. No le gustaba juzgar a los borrachos, pero el repugnante olor a alcohol fermentado le revolvía el estómago a Katharina. No quería pasar otro minuto allí.
Tras escuchar la respuesta que necesitaba, la bruja se volteó y se despidió con un gesto de mano, dejando a todos atrás. Antes de irse les dijo que no se metieran en problemas, no quería una isla llena de marines indagando por aquí y por allá. No sabía nada del resto, pero tenía claro que Zane no era un pirata común y corriente. Incluso en sus tiempos como marine ese nombre hacía temblar a algunos, aunque no parecía un mal hombre. En fin, algo le decía que terminaría encontrándoselos de nuevo. Tenía una pelea pendiente contra ese hombre tiburón, una que ganaría.
Un rubio, un pelirrojo, un gyojin y un pelinegro. Vaya encuentro de circo. Si no hubiese conocido a Zane, inmediatamente habría desconfiado de todos ellos, pero al parecer le tenían respeto. Por otra parte, el hombre pez tuvo una conversación poco disimulada con el sujeto que estaba a su lado; si quería conseguir la atención de Katharina, lo hizo.
—Vaya, ¿por qué no me sorprende que no te acuerdes de mí? —Le comentó al gyojin— Bueno, supongo que no importa. ¿Te fue bien con los esclavos? —Le preguntó con unos ojos maliciosos acompañados de una sonrisa medio burlesca.
Sí... El gyojin era el sujeto ese que había intentado rescatar a unos esclavos. Vaya historia, todo comenzó porque la bruja presenció un asesinato y quiso sobornar al criminal, pero no lo consiguió, de hecho, terminó trabajando con él para un robo. Bonita historia, pero la que tenía con Zane era aún mejor. Le conoció en una taberna y el pirata la invitó a ver un evento en el coliseo, vaya espectáculo. Si a Katharina le diesen para elegir entre cuál hombre llevar a su próxima aventura, de seguro que se quedaría con el pelirrojo. Al menos sus ideologías no confrontaban tanto.
—Lo siento, pero tengo cosas que hacer. Por cierto, ¿dónde está el gran centro comercial del que todos hablan? —Le respondió a Zane. No le gustaba juzgar a los borrachos, pero el repugnante olor a alcohol fermentado le revolvía el estómago a Katharina. No quería pasar otro minuto allí.
Tras escuchar la respuesta que necesitaba, la bruja se volteó y se despidió con un gesto de mano, dejando a todos atrás. Antes de irse les dijo que no se metieran en problemas, no quería una isla llena de marines indagando por aquí y por allá. No sabía nada del resto, pero tenía claro que Zane no era un pirata común y corriente. Incluso en sus tiempos como marine ese nombre hacía temblar a algunos, aunque no parecía un mal hombre. En fin, algo le decía que terminaría encontrándoselos de nuevo. Tenía una pelea pendiente contra ese hombre tiburón, una que ganaría.
La alcachofa de la ducha vertía un buen chorro de agua fría que bajaba lentamente por mi cabeza, mojando mis preciosos cabellos rojizos y arrastraba la mugre acumulada el día anterior tras una noche de desfase sin límite. «No Zane, no party», decían algunos. Embadurné todo mi cuerpo con un gel de olor a coco que me encantaba, y enjaboné mi cabeza un par de veces con un champú anti-caída con ligeros tonos de menta y eucalipto en su preparado, que solía dejarme el cuero cabelludo fresco y sedoso; me encantaba. Tras eso, abrí el arca donde tenía guardada mis pocas pertenencias y me puse el traje que me regalo mi abuelo, Eiji. ¿Cómo estaría? Seguro que bien. Era un hombre fuerte y siempre estaba rodeado de buenas personas, aunque comenzaba a echarlo de menos. El traje era bastante resultón, incluso para su gusto. Se trataba de un juego de tres piezas, con un pantalón estilo pitillo de color negro, una chaqueta estilo blazer del mismo color, adaptada para no reducir su movilidad, un chaleco juego y una camisa blanca. Todo de forma que pudiera ponérselo y enseñar parte de su pecho, algo que le gustaba. Además de todo aquello, también tenía unos brazales de tela a juego y un gran pañuelo de color blanco a forma de cinto para sujetar sus armas.
Una vez estuvo listo –vestido, peinado y perfumado- se fue directamente hacia el hall. Allí ya esperaba Luka, sentado sobre uno de los sillones más grandes, observando todo lo que había a su alrededor con ese gesto amenazante que tenía. No sabía si se daba cuenta o no, pero intimidaba con su gesto serio y su mirada penetrante con aparente sed de sangre.
-Que bien te veo, guaperas –le dije, guiñándole un ojo. A su lado estaba el moreno, ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí! No lo sabía-. ¡Hola! –exclamé, teniéndole la mano-. Soy Zane D. Kenshin, amante egoísta, capitán pirata y líder de la campaña antiokamas más famosa del manglar, ¿y tú eres…?
Echas las presentaciones, y habiendo llegado Therax con sus dos chugos, salimos de la casa de variedades. No andamos mucho cuando un pajarraco de color marrón comenzó a revolotear a mí alrededor. Era molesto como ningún otro, pero no supe exactamente de quien se trataba hasta que me picó en la cabeza y emitió un leve graznido. ¿Las lechuzas graznaban? A saber, pero emitió el sonido característico de su raza.
-¡Maldito pajarraco! –blasfemé, mirándolo fijamente. No era otro que Icarus, la mascota y fiel amigo de Spanner, el cual podría decirse que había sido el tercer fundador de la banda. ¿Qué hacía allí? La última vez que lo había visto estaba sobre mi espalda, el fatídico día que Spanner desapareció para siempre. Alcé mi brazo y el ave se posó sobre él-. Ha pasado mucho tiempo, pequeñín. Espera, toma esto –metí mi mano en el bolsillo y saqué un pequeño regaliz rojo y se lo di-. ¿Los echabas de menos verdad?
Después de comérselo, volviendo a su estado de nerviosismo perenne, volvió a dar vueltas sobre mi cabeza y alzó el vuelo. ¿Qué demonios querría?
-Sigámosle. Quizás haya encontrado algo interesante –le dije al resto.
Fuimos tras el pajarraco durante un buen rato, en línea recta, hacia la costa. Por el camino nos volvimos a encontrar con Selene, a la que saludamos nuevamente pero desde la distancia. «Que rancia es la chica. Podría haberse venido con nosotros a tomar algo» me dije, continuando el camino.
-Bueno, Kugan, ¿qué te trae por la isla? ¿Y de que conoces al guaperas? –bromeé, dándole un pequeño codazo a Therax.
Al final, llegamos al puerto. Allí estaba nuestro barco, imponente sobre la superficie marina y con pintas de pedir que lo llevaran al desguace.
«Cuando estemos en el nuevo mundo tenemos que conseguir otro barco»
El pájaro voló hacia él, posándose sobre el hombro de un individuo de cabellos violáceos. Al verle me quedé paralizado. Un frío recorrió mi espalda y un sentimiento de tristeza y rabia me abrumó de sopetón. No cabía duda, aquel sujeto se trataba de Spanner o era su hermano gemelo. Más masculino, más alto, pero era él. Una pesona podía cambiar su aspecto, pero no podía hacer lo mismo con su aura. La esencia de un ser no podía variarse con faclidad. Así que, sin decir nada a ninguno de los presentes –Alviss, Noximillien, Manué y Esme– me acerqué a él y le propiné un puñetazo en la cara con toda la fuerza que pude concentrar en ese momento.
Mientras ocurría esa violenta escena en el barco de los arashi no kyoudai, a un par de kilómetros de allí, un sujeto de cabellos castaños y alborotados, tan largos que ocultaban sus propios ojos, vestido con un traje negro y con un mapache sobre sus hombros, se chocó con Selina y le dejó pegado un papel en el hombro. Al girarse, el hombre no estaba, era como si hubiera desaparecido. El papel se trataba de una carta con un sello de cera, cuyo dibujo era una especie de calavera, y en el exterior estaba escrito «Arashi no Kyoudai»
- Vestimenta de Zane para el resto del rol:
Una vez estuvo listo –vestido, peinado y perfumado- se fue directamente hacia el hall. Allí ya esperaba Luka, sentado sobre uno de los sillones más grandes, observando todo lo que había a su alrededor con ese gesto amenazante que tenía. No sabía si se daba cuenta o no, pero intimidaba con su gesto serio y su mirada penetrante con aparente sed de sangre.
-Que bien te veo, guaperas –le dije, guiñándole un ojo. A su lado estaba el moreno, ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí! No lo sabía-. ¡Hola! –exclamé, teniéndole la mano-. Soy Zane D. Kenshin, amante egoísta, capitán pirata y líder de la campaña antiokamas más famosa del manglar, ¿y tú eres…?
Echas las presentaciones, y habiendo llegado Therax con sus dos chugos, salimos de la casa de variedades. No andamos mucho cuando un pajarraco de color marrón comenzó a revolotear a mí alrededor. Era molesto como ningún otro, pero no supe exactamente de quien se trataba hasta que me picó en la cabeza y emitió un leve graznido. ¿Las lechuzas graznaban? A saber, pero emitió el sonido característico de su raza.
-¡Maldito pajarraco! –blasfemé, mirándolo fijamente. No era otro que Icarus, la mascota y fiel amigo de Spanner, el cual podría decirse que había sido el tercer fundador de la banda. ¿Qué hacía allí? La última vez que lo había visto estaba sobre mi espalda, el fatídico día que Spanner desapareció para siempre. Alcé mi brazo y el ave se posó sobre él-. Ha pasado mucho tiempo, pequeñín. Espera, toma esto –metí mi mano en el bolsillo y saqué un pequeño regaliz rojo y se lo di-. ¿Los echabas de menos verdad?
Después de comérselo, volviendo a su estado de nerviosismo perenne, volvió a dar vueltas sobre mi cabeza y alzó el vuelo. ¿Qué demonios querría?
-Sigámosle. Quizás haya encontrado algo interesante –le dije al resto.
Fuimos tras el pajarraco durante un buen rato, en línea recta, hacia la costa. Por el camino nos volvimos a encontrar con Selene, a la que saludamos nuevamente pero desde la distancia. «Que rancia es la chica. Podría haberse venido con nosotros a tomar algo» me dije, continuando el camino.
-Bueno, Kugan, ¿qué te trae por la isla? ¿Y de que conoces al guaperas? –bromeé, dándole un pequeño codazo a Therax.
Al final, llegamos al puerto. Allí estaba nuestro barco, imponente sobre la superficie marina y con pintas de pedir que lo llevaran al desguace.
«Cuando estemos en el nuevo mundo tenemos que conseguir otro barco»
El pájaro voló hacia él, posándose sobre el hombro de un individuo de cabellos violáceos. Al verle me quedé paralizado. Un frío recorrió mi espalda y un sentimiento de tristeza y rabia me abrumó de sopetón. No cabía duda, aquel sujeto se trataba de Spanner o era su hermano gemelo. Más masculino, más alto, pero era él. Una pesona podía cambiar su aspecto, pero no podía hacer lo mismo con su aura. La esencia de un ser no podía variarse con faclidad. Así que, sin decir nada a ninguno de los presentes –Alviss, Noximillien, Manué y Esme– me acerqué a él y le propiné un puñetazo en la cara con toda la fuerza que pude concentrar en ese momento.
* * *
Mientras ocurría esa violenta escena en el barco de los arashi no kyoudai, a un par de kilómetros de allí, un sujeto de cabellos castaños y alborotados, tan largos que ocultaban sus propios ojos, vestido con un traje negro y con un mapache sobre sus hombros, se chocó con Selina y le dejó pegado un papel en el hombro. Al girarse, el hombre no estaba, era como si hubiera desaparecido. El papel se trataba de una carta con un sello de cera, cuyo dibujo era una especie de calavera, y en el exterior estaba escrito «Arashi no Kyoudai»
- Carta:
- Sello:
Estimado Zane D. Kenshin, también conocido como “descamisetado”, usted y su banda me deben algo desde hace varias semanas es por ello que le invito a todos ustedes al acontecimiento más importante del año, el cual se dará en el hotel Ztir del manglar sesenta y uno dentro de dos días. Dicho acto comenzará a las nueve de la noche, coincidiendo con la lluvia de fuegos artificiales que preparan en la isla para celebrar el cumpleaños de Lord Gred de Montpellier.
Esta carta le servirá de invitación tanto a usted como a sus acompañantes. Sin embargo, aunque no creo que haya que aclararlo, debe entregarla personalmente.
Espero su asistencia y la de sus semejantes.
Atte. M.
Luka Rooney
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Los ojos de Luka no dejaban de moverse. Observaba el vaivén de cada uno de los presentes con aparente tranquilidad, mas su exterior no denotaba esa sensación. A veces le ocurría que transmitía un estado totalmente diferente al que tenía, y lo mostraba más aún incluso que si quisiera.
- Lo mismo digo, pelirrojo. Si fuera mujer, humana, me atrajeran los hombres, y estuviese deseosa, me lanzaría a por tí, no tengas duda.
Luka respondió guiñando el ojo derecho al capitán, aunque estaba seguro que no tendría ni la mitad de flow haciéndolo del que tenía el propio Zane. Aquellas situaciones no se le daban demasiado bien, sin embargo, al capitán le salían a pedir de boca.
-Sí, mi nombre es Luka, y soy Gyojin-comentó el tiburón ante la pregunta del amigo del rubio. Siempre se presentaba igual, como si la gente no viera a simple vista que no era un humano-. Supongo que algo haremos, aunque de eso se encarga el pelimorado. Seguro que algo se le ocurre para ganar la atención de tooodo el mundo -comentó a la par que encogía los hombros-. Y tú, ¿de qué conoces a Therax?
El habitante del mar esperó pacientemente la respuesta del humano mientras ojeaba de nuevo a la mujer. Se percató de cada rasgo de ésta, deteniéndose en cada distintivo que veía hasta acabar recordando de qué la conocía. Incluso consiguió acordarse de su nombre. Entonces la mujer habló, y no hizo si no enfurecer al Gyojin. La tal Katarina dijo que no se extrañaba que no se acordase de ella, ¿A qué vendría aquella afirmación? Además, tuvo la osadía de preguntar por los esclavos.
-Disculpame- comento al cortar al humano, que seguía hablando, mientras se dirigía enfurecido a Katarina-. Tú… No recuerdo el nombre de la gente como tú-mintió-. ¿Tienes la cara de preguntar por los esclavos? ¿Aquellos a los que dejaste a su suerte por no recibir unos míseros berris?
Luka empezaba a no controlar su ira, se podía notar viendo el amenazante semblante que mostraba, sus movimientos y gestos y la brusquedad de sus palabras. Escupió al suelo para volver a mirar a la mujer, percibiendo la cara del hermano de Zane, que se veía venir lo que iba a pasar y empezó a desalojar a todos los allí presentes del hotel.
-La diferencia entre eso -señaló el escupitajo-, y esto -apuntó con su dedo índice sobre la humana-, es nula. Ni tenéis alma, ni sentimientos… incluso me atrevería a decir que tenéis una belleza similar, aunque estaría siendo injusto con él -volvió a señalar al solitario escupitajo que se encontraba sobre la peculiar moqueta del hall-. Tú y yo tenemos algo pendiente… y si el destino nos ha unido aquí, aquí le pondremos fin.
La mirada del Gyojin cada vez era más intensa, durante unos segundos en los cuales esperó respuesta se evadió de todo lo que le rodeaba, acercándose cada vez más a la mujer. Pero entonces se dió cuenta de que todos sus compañeros estaban saliendo, quizá Zane había dado alguna orden que él no había podido escuchar.
- Veo que tú quieres ir a un sitio, y yo a otro… -dijo casi suspirando el Gyojin, que había escuchado la pregunta previa de la mujer, a la par que se daba cuenta de lo ilógico que sonaba después del sermón anterior- Te veré en una hora aquí, y por fín zanjaremos lo que tenemos pendiente.
Escoria… Ojalá pueda demostrarte lo que vale la libertad
El tiburón caminó en solitario al lado de sus compañeros, que hacían bromas y tenían un tono mucho más amable del que al Gyojin le saldría. Se dedicó a maldecir en su interior el haberse encontrado con aquella humana. Las desgracias no vienen solas, decía Tom, el profesor del dojo que tanto le había enseñado a lo largo de su vida.
¿Por qué siempre a mí? Estoy harto… En otra vida he debido ser un cabrón, si no, no tiene sentido
Por el camino, Luka fue tocándose la pulsera y el anillo, de los cuales nadie se había percatado. Aunque tenía sentido… Ni si quiera le habían dicho nada del traje, a parte de Zane, que sí que se había dado cuenta. ¿Cuándo habían visto a un Gyojin en traje? ¿Y con anillos y pulseras? Desde luego, éste podía aspirar a la portada de una revista de sexys Gyojins.
Pronto llegaron al barco, donde esperaba el resto de la banda. ¿Habrían avisado a Zane de su punto de encuentro? Así debía ser, de otra manera no tendría mucho sentido habernos alejado hasta allí.
Luka subió junto al resto de sus compañeros al barco y observó de primera plana como el capitán le propinaba un contundente puñetazo a Spanner. Sin saber muy bien por qué, se fue acercando en un intento por mantener la calma de los allí presentes y abrazó a cada integrante, ignorando a los que ya había visto en el hostal del hermano de Zane.
- Bienvenido de nuevo, hermano -comentó ante Alviss.
- Parece que te ha dado un poco el sol, eh. Incluso pareces más… ¿Joven? -insinuó al hombre de pocas palabras cuyo nombre era Nox.
Entonces se acercó al propio Spanner y le tendió la mano para levantarse. Tras ello, le abrazó también.
- Yo sí que me alegro de verte -comentó sonriendo y esperando una respuesta por parte del capitán-, aunque algo has debido hacer...
Sin embargo, seguía faltando alguien. Haruka, aquella mujer cabreada con la vida en sí y con cualquier ser humano en particular. La de los finos modales pero toscos comentarios. La del ‘mimimi’. ¿Dónde estaría?
- Lo mismo digo, pelirrojo. Si fuera mujer, humana, me atrajeran los hombres, y estuviese deseosa, me lanzaría a por tí, no tengas duda.
Luka respondió guiñando el ojo derecho al capitán, aunque estaba seguro que no tendría ni la mitad de flow haciéndolo del que tenía el propio Zane. Aquellas situaciones no se le daban demasiado bien, sin embargo, al capitán le salían a pedir de boca.
-Sí, mi nombre es Luka, y soy Gyojin-comentó el tiburón ante la pregunta del amigo del rubio. Siempre se presentaba igual, como si la gente no viera a simple vista que no era un humano-. Supongo que algo haremos, aunque de eso se encarga el pelimorado. Seguro que algo se le ocurre para ganar la atención de tooodo el mundo -comentó a la par que encogía los hombros-. Y tú, ¿de qué conoces a Therax?
El habitante del mar esperó pacientemente la respuesta del humano mientras ojeaba de nuevo a la mujer. Se percató de cada rasgo de ésta, deteniéndose en cada distintivo que veía hasta acabar recordando de qué la conocía. Incluso consiguió acordarse de su nombre. Entonces la mujer habló, y no hizo si no enfurecer al Gyojin. La tal Katarina dijo que no se extrañaba que no se acordase de ella, ¿A qué vendría aquella afirmación? Además, tuvo la osadía de preguntar por los esclavos.
-Disculpame- comento al cortar al humano, que seguía hablando, mientras se dirigía enfurecido a Katarina-. Tú… No recuerdo el nombre de la gente como tú-mintió-. ¿Tienes la cara de preguntar por los esclavos? ¿Aquellos a los que dejaste a su suerte por no recibir unos míseros berris?
Luka empezaba a no controlar su ira, se podía notar viendo el amenazante semblante que mostraba, sus movimientos y gestos y la brusquedad de sus palabras. Escupió al suelo para volver a mirar a la mujer, percibiendo la cara del hermano de Zane, que se veía venir lo que iba a pasar y empezó a desalojar a todos los allí presentes del hotel.
-La diferencia entre eso -señaló el escupitajo-, y esto -apuntó con su dedo índice sobre la humana-, es nula. Ni tenéis alma, ni sentimientos… incluso me atrevería a decir que tenéis una belleza similar, aunque estaría siendo injusto con él -volvió a señalar al solitario escupitajo que se encontraba sobre la peculiar moqueta del hall-. Tú y yo tenemos algo pendiente… y si el destino nos ha unido aquí, aquí le pondremos fin.
La mirada del Gyojin cada vez era más intensa, durante unos segundos en los cuales esperó respuesta se evadió de todo lo que le rodeaba, acercándose cada vez más a la mujer. Pero entonces se dió cuenta de que todos sus compañeros estaban saliendo, quizá Zane había dado alguna orden que él no había podido escuchar.
- Veo que tú quieres ir a un sitio, y yo a otro… -dijo casi suspirando el Gyojin, que había escuchado la pregunta previa de la mujer, a la par que se daba cuenta de lo ilógico que sonaba después del sermón anterior- Te veré en una hora aquí, y por fín zanjaremos lo que tenemos pendiente.
Escoria… Ojalá pueda demostrarte lo que vale la libertad
El tiburón caminó en solitario al lado de sus compañeros, que hacían bromas y tenían un tono mucho más amable del que al Gyojin le saldría. Se dedicó a maldecir en su interior el haberse encontrado con aquella humana. Las desgracias no vienen solas, decía Tom, el profesor del dojo que tanto le había enseñado a lo largo de su vida.
¿Por qué siempre a mí? Estoy harto… En otra vida he debido ser un cabrón, si no, no tiene sentido
Por el camino, Luka fue tocándose la pulsera y el anillo, de los cuales nadie se había percatado. Aunque tenía sentido… Ni si quiera le habían dicho nada del traje, a parte de Zane, que sí que se había dado cuenta. ¿Cuándo habían visto a un Gyojin en traje? ¿Y con anillos y pulseras? Desde luego, éste podía aspirar a la portada de una revista de sexys Gyojins.
Pronto llegaron al barco, donde esperaba el resto de la banda. ¿Habrían avisado a Zane de su punto de encuentro? Así debía ser, de otra manera no tendría mucho sentido habernos alejado hasta allí.
Luka subió junto al resto de sus compañeros al barco y observó de primera plana como el capitán le propinaba un contundente puñetazo a Spanner. Sin saber muy bien por qué, se fue acercando en un intento por mantener la calma de los allí presentes y abrazó a cada integrante, ignorando a los que ya había visto en el hostal del hermano de Zane.
- Bienvenido de nuevo, hermano -comentó ante Alviss.
- Parece que te ha dado un poco el sol, eh. Incluso pareces más… ¿Joven? -insinuó al hombre de pocas palabras cuyo nombre era Nox.
Entonces se acercó al propio Spanner y le tendió la mano para levantarse. Tras ello, le abrazó también.
- Yo sí que me alegro de verte -comentó sonriendo y esperando una respuesta por parte del capitán-, aunque algo has debido hacer...
Sin embargo, seguía faltando alguien. Haruka, aquella mujer cabreada con la vida en sí y con cualquier ser humano en particular. La de los finos modales pero toscos comentarios. La del ‘mimimi’. ¿Dónde estaría?
Katharina von Steinhell
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Antes de salir del edificio:
Escuchó las palabras del gyojin y con ello recordó todo lo que había sucedido en el pasado. Él, el pez, no tenía ningún derecho de hablarle de esclavitud y libertad, ninguno. Ella era la que tenía el cuerpo lleno de cicatrices producto de latigazos y torturas. ¿Qué sabía él lo que era ser esclavo? No se perdía solo la libertad, sino que también la dignidad y la esperanza, pero solo volviéndose uno podía entenderse. Sin embargo, Katharina no mostraría debilidad ante un hombre como él.
¿Acaso era un niño que se comportaba así? El gyojin escupió e hizo una absurda comparación entre el escupitajo y la bruja, aludiendo a que ninguno tenía alma ni sentimientos. Por fin un comentado medianamente acertado. El destino los había unido, sí, pero ¿era momento de pelear? Katharina sabía que estaba en desventaja, sus compañeros estaban con él y de ninguna forma podría pelear contra todos ellos al mismo tiempo, claro que no. Solo una idiota aceptaría, aunque...
—Sí, a los mismos que no dejaste que ayudara por no soltar unos míseros berries —el gyojin estaba lo suficientemente cerca de la bruja como para sentir su respiración, pero Katharina no se echó para atrás, sino que avanzó y lo miró hacia arriba—. ¿Te crees mejor por salvar a unos esclavos? No tienes ni idea, gyojin. ¿Acaso les devolviste la esperanza? ¿Borraste sus tortuosos recuerdos? ¿Les devolviste su dignidad? No me hables de moral, tú no sabes lo que es vivir como esclavo —le respondió exaltada y con una mirada de desprecio.
Notó que el pez humanoide tenía que largarse con sus amigos, así que la pelea destinada tendría que esperar. Aceptó reunirse con él dentro de una hora, aunque algo le decía que no ocurriría...
Camino al centro comercial:
La bruja ni siquiera estaba pendiente del camino, pues sus pensamientos estaban dirigidos hacia el estúpido gyojin que la irritaba. No se dio cuenta de que un hombre iba directo hacia ella, chocándola y botándola. Se incorporó rápidamente y se volteó hacia donde debía estar él, lista para echarle la bronca de su vida, pero no vio a nadie. ¿Qué problema tenía...? Pasaron algunos minutos hasta que se dio cuenta de que tenía un pedazo de papel pegado en el hombro, ¿de qué trataba?
—¿Arashi no Kyoudai? —Se preguntó a sí misma tras ver el exterior de lo que en realidad era una carta— ¿Acaso esa no es la tripulación pirata de...?
Bien, ya estaba en problemas. Seguro que la confundieron con uno de sus tripulantes al estar con ellos, pero debía aclarar que no era así. Katharina era una pirata solitaria, no necesitaba andar con gente para cumplir sus sueños. Se sentó en una banca para decidir qué hacer, pues tenía dos opciones: dirigirse hacia el hotel Ztir y aclarar el malentendido, o buscar a Zane y entregarle la carta. Si optaba por la segunda opción, tendría la oportunidad de pelear contra el gyojin, pero ¿qué capitán permitiría que su compañero sea apaleado frente a él?
Suspiró y maldijo al destino por no permitirle ir al centro comercial, ¿acaso ni siquiera podía tener un día normal? Lo de comprar ropa y cualquier cosa interesante tendría que esperar... Zane era un buen sujeto, no le había hecho mal alguno a la bruja y lo mínimo que podía hacer para no meterle en problemas era devolverle la carta. Claro que no era un acto altruista, sino una devuelta de mano, aunque no tenía claro qué era lo que el pelirrojo había hecho por ella. Ahora tenía que descubrir dónde estaba el pirata... De seguro que debía tener un barco en algún lugar, pero era complicado encontrarlo así como así ya que la isla era bastante grande.
La opción más sensata era el puerto, aunque un pirata intentaría esconder su barco... En fin, no perdía nada con dirigirse hacia allá. Caminó durante un buen rato hasta llegar al estacionamiento de embarcaciones, un lugar que apestaba a pescado y marisco, hombres cargando cajas de aquí para allá, y algunos puestos mercantes. No tardó mucho en encontrar el barco que buscaba. Usó la telequinesis para hacer levitar su cuerpo y una vez estuvo sobre la cubierta del barco, flotando, le gritó al pelirrojo.
—Parece que esto les pertenece, un idiota chocó conmigo y me confundió con uno de ustedes —mencionó la mujer—. Lo siento, pero leí la carta —la mujer descendió hasta estar a unos pocos centímetros del suelo y le entregó el papel a Zane—. Ya cumplí con lo mío, no te metas en problemas. No quiero una isla llena de marines y aún no he podido comprar nada en el centro comercial.
Escuchó las palabras del gyojin y con ello recordó todo lo que había sucedido en el pasado. Él, el pez, no tenía ningún derecho de hablarle de esclavitud y libertad, ninguno. Ella era la que tenía el cuerpo lleno de cicatrices producto de latigazos y torturas. ¿Qué sabía él lo que era ser esclavo? No se perdía solo la libertad, sino que también la dignidad y la esperanza, pero solo volviéndose uno podía entenderse. Sin embargo, Katharina no mostraría debilidad ante un hombre como él.
¿Acaso era un niño que se comportaba así? El gyojin escupió e hizo una absurda comparación entre el escupitajo y la bruja, aludiendo a que ninguno tenía alma ni sentimientos. Por fin un comentado medianamente acertado. El destino los había unido, sí, pero ¿era momento de pelear? Katharina sabía que estaba en desventaja, sus compañeros estaban con él y de ninguna forma podría pelear contra todos ellos al mismo tiempo, claro que no. Solo una idiota aceptaría, aunque...
—Sí, a los mismos que no dejaste que ayudara por no soltar unos míseros berries —el gyojin estaba lo suficientemente cerca de la bruja como para sentir su respiración, pero Katharina no se echó para atrás, sino que avanzó y lo miró hacia arriba—. ¿Te crees mejor por salvar a unos esclavos? No tienes ni idea, gyojin. ¿Acaso les devolviste la esperanza? ¿Borraste sus tortuosos recuerdos? ¿Les devolviste su dignidad? No me hables de moral, tú no sabes lo que es vivir como esclavo —le respondió exaltada y con una mirada de desprecio.
Notó que el pez humanoide tenía que largarse con sus amigos, así que la pelea destinada tendría que esperar. Aceptó reunirse con él dentro de una hora, aunque algo le decía que no ocurriría...
Camino al centro comercial:
La bruja ni siquiera estaba pendiente del camino, pues sus pensamientos estaban dirigidos hacia el estúpido gyojin que la irritaba. No se dio cuenta de que un hombre iba directo hacia ella, chocándola y botándola. Se incorporó rápidamente y se volteó hacia donde debía estar él, lista para echarle la bronca de su vida, pero no vio a nadie. ¿Qué problema tenía...? Pasaron algunos minutos hasta que se dio cuenta de que tenía un pedazo de papel pegado en el hombro, ¿de qué trataba?
—¿Arashi no Kyoudai? —Se preguntó a sí misma tras ver el exterior de lo que en realidad era una carta— ¿Acaso esa no es la tripulación pirata de...?
Bien, ya estaba en problemas. Seguro que la confundieron con uno de sus tripulantes al estar con ellos, pero debía aclarar que no era así. Katharina era una pirata solitaria, no necesitaba andar con gente para cumplir sus sueños. Se sentó en una banca para decidir qué hacer, pues tenía dos opciones: dirigirse hacia el hotel Ztir y aclarar el malentendido, o buscar a Zane y entregarle la carta. Si optaba por la segunda opción, tendría la oportunidad de pelear contra el gyojin, pero ¿qué capitán permitiría que su compañero sea apaleado frente a él?
Suspiró y maldijo al destino por no permitirle ir al centro comercial, ¿acaso ni siquiera podía tener un día normal? Lo de comprar ropa y cualquier cosa interesante tendría que esperar... Zane era un buen sujeto, no le había hecho mal alguno a la bruja y lo mínimo que podía hacer para no meterle en problemas era devolverle la carta. Claro que no era un acto altruista, sino una devuelta de mano, aunque no tenía claro qué era lo que el pelirrojo había hecho por ella. Ahora tenía que descubrir dónde estaba el pirata... De seguro que debía tener un barco en algún lugar, pero era complicado encontrarlo así como así ya que la isla era bastante grande.
La opción más sensata era el puerto, aunque un pirata intentaría esconder su barco... En fin, no perdía nada con dirigirse hacia allá. Caminó durante un buen rato hasta llegar al estacionamiento de embarcaciones, un lugar que apestaba a pescado y marisco, hombres cargando cajas de aquí para allá, y algunos puestos mercantes. No tardó mucho en encontrar el barco que buscaba. Usó la telequinesis para hacer levitar su cuerpo y una vez estuvo sobre la cubierta del barco, flotando, le gritó al pelirrojo.
—Parece que esto les pertenece, un idiota chocó conmigo y me confundió con uno de ustedes —mencionó la mujer—. Lo siento, pero leí la carta —la mujer descendió hasta estar a unos pocos centímetros del suelo y le entregó el papel a Zane—. Ya cumplí con lo mío, no te metas en problemas. No quiero una isla llena de marines y aún no he podido comprar nada en el centro comercial.
Rose D. Alviss
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Destreza
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Manué tampoco sabía mucho sobre los demás miembros de la banda y nos sugirió que lo mejor era esperarles en el barco, ya que en algún momento tendrían que venir.
- Estoy de acuerdo, a saber en qué club de alterne o bar de mala muerte está el capitán...
Una vez terminada la conversación, me acerqué a Esme y a Spanner a saludarles.
- ¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de vuestra vida?
Tras la conversación y presenciar como Nox amagaba de morir de una manera muy dolorosa por hacer referencia a la nueva pechonalidad de Esme, a pesar de que estaba totalmente de acuerdo con el de la máscara, había aprendido callarme esos comentarios, sobre todo con chicas peligrosas, por desgracia lo aprendí a la fuerza.
- Nox, no juegues con fuego, al final te quemarás y tu entrada triunfal al archipiélago no servirá de nada. - Le dije, irónicamente, solía ser yo a quien le decían dicha frase.
Estuvimos hablando sobre lo que hicimos durante nuestra ausencia y temas varios. Yo personalmente les conté que volví a mi isla natal, Water 7, para ser más fuerte, aprender a usar el haki, sin éxito, y evidentemente, poner un poco patas arriba dicha isla, si no, no me hubiera quedado a gusto.
Al de un rato aparecieron los nakamas restantes, no pude evitar sonreír ante el hecho de que estaba la banda al completo de nuevo tras dos largos años, aunque esa cara de felicidad me duró poco, el tiempo que tarde en percatarme que faltaba alguien, la mitad de la facción femenina, Haruka, la loli. Volví a mirar a todos los lados con cara de extrañado por si simplemente no la había visto. En dicho reconocimiento vi una cara nueva, un chaval de tez blanca, cabellos negro y edad y estatura similares a la mía, iba hablando con los demás, por lo que no tenía que preocuparme.
Antes siquiera de empezar con el reencuentro, el capitán va directo a por su mano derecha, supuse que para saludarle a él primero, como podía ser lógico, pero para sorpresa mía le propinó un puñetazo, no amistoso precisamente.
- Guau... me alegro de verte capitán, pero a mí no hace falta que me saludes. - Dije para calmar un poco el ambiente y ya de paso coger unas papeletas para recibir la siguiente ostia por bocazas.
Esa escena me dejó perplejo, algo entre los dos había pasado pero no sabía el que. Por suerte los demás se habían levantado de mejor humor aunque se les veía un poco hechos una mierda. El primero en saludar fue Luka, nos abrazó, ya que él mismo se acercó a los que ya estábamos en el barco y también intentó calmar el ambiente.
- Vaya Luka, si nos echabas en falta, hoy estáis todos muy cariñosos, menos Zane.
Quise tomar un poco la iniciativa y acercarme a la única persona que no conocía, que estaba con Therax.
- ¡Hombre Therax! Cuanto tiempo, tú también quieres un abrazo, ¿verdad? Por cierto, ¿quién es él? - Señale al chaval. - Me llamo Alviss, mucho gusto. - Le estreché la mano tras saludar al rubio.
Estábamos todos en fase de reencuentro, informándonos sobre las nuevas de la banda, cuando entró en escena una chica pelirroja con cara de pocos amigos.
Me da mala espina esta mujer, pero esta buena, eso no lo puedo negar.
Parecía conocer a Zane, ya que le dio una carta que supuestamente era para nosotros que por error cayó en la manos de la chica, el dueño de dicha carta pensaría que es miembro de la banda, lo cual me dio de que pensar, alguna razón habría para llegar a dicha hipótesis. Terminó pidiendo que no se metiera el pelirrojo en problemas, no quería que se llenara de marines. Llegué a una conclusión, sí sabía que el capitán era propenso a meterse en líos, es que le conoce, la cuestión era de que.
- Bueno Zane, lee la carta en alto. No me importaría que nos metiéramos en algún embrollo, tengo ganas de ponerme a prueba.
- Estoy de acuerdo, a saber en qué club de alterne o bar de mala muerte está el capitán...
Una vez terminada la conversación, me acerqué a Esme y a Spanner a saludarles.
- ¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de vuestra vida?
Tras la conversación y presenciar como Nox amagaba de morir de una manera muy dolorosa por hacer referencia a la nueva pechonalidad de Esme, a pesar de que estaba totalmente de acuerdo con el de la máscara, había aprendido callarme esos comentarios, sobre todo con chicas peligrosas, por desgracia lo aprendí a la fuerza.
- Nox, no juegues con fuego, al final te quemarás y tu entrada triunfal al archipiélago no servirá de nada. - Le dije, irónicamente, solía ser yo a quien le decían dicha frase.
Estuvimos hablando sobre lo que hicimos durante nuestra ausencia y temas varios. Yo personalmente les conté que volví a mi isla natal, Water 7, para ser más fuerte, aprender a usar el haki, sin éxito, y evidentemente, poner un poco patas arriba dicha isla, si no, no me hubiera quedado a gusto.
Al de un rato aparecieron los nakamas restantes, no pude evitar sonreír ante el hecho de que estaba la banda al completo de nuevo tras dos largos años, aunque esa cara de felicidad me duró poco, el tiempo que tarde en percatarme que faltaba alguien, la mitad de la facción femenina, Haruka, la loli. Volví a mirar a todos los lados con cara de extrañado por si simplemente no la había visto. En dicho reconocimiento vi una cara nueva, un chaval de tez blanca, cabellos negro y edad y estatura similares a la mía, iba hablando con los demás, por lo que no tenía que preocuparme.
Antes siquiera de empezar con el reencuentro, el capitán va directo a por su mano derecha, supuse que para saludarle a él primero, como podía ser lógico, pero para sorpresa mía le propinó un puñetazo, no amistoso precisamente.
- Guau... me alegro de verte capitán, pero a mí no hace falta que me saludes. - Dije para calmar un poco el ambiente y ya de paso coger unas papeletas para recibir la siguiente ostia por bocazas.
Esa escena me dejó perplejo, algo entre los dos había pasado pero no sabía el que. Por suerte los demás se habían levantado de mejor humor aunque se les veía un poco hechos una mierda. El primero en saludar fue Luka, nos abrazó, ya que él mismo se acercó a los que ya estábamos en el barco y también intentó calmar el ambiente.
- Vaya Luka, si nos echabas en falta, hoy estáis todos muy cariñosos, menos Zane.
Quise tomar un poco la iniciativa y acercarme a la única persona que no conocía, que estaba con Therax.
- ¡Hombre Therax! Cuanto tiempo, tú también quieres un abrazo, ¿verdad? Por cierto, ¿quién es él? - Señale al chaval. - Me llamo Alviss, mucho gusto. - Le estreché la mano tras saludar al rubio.
Estábamos todos en fase de reencuentro, informándonos sobre las nuevas de la banda, cuando entró en escena una chica pelirroja con cara de pocos amigos.
Me da mala espina esta mujer, pero esta buena, eso no lo puedo negar.
Parecía conocer a Zane, ya que le dio una carta que supuestamente era para nosotros que por error cayó en la manos de la chica, el dueño de dicha carta pensaría que es miembro de la banda, lo cual me dio de que pensar, alguna razón habría para llegar a dicha hipótesis. Terminó pidiendo que no se metiera el pelirrojo en problemas, no quería que se llenara de marines. Llegué a una conclusión, sí sabía que el capitán era propenso a meterse en líos, es que le conoce, la cuestión era de que.
- Bueno Zane, lee la carta en alto. No me importaría que nos metiéramos en algún embrollo, tengo ganas de ponerme a prueba.
Therax fue el último en llegar al lugar de encuentro. ¿Tanto había tardado? Él pensaba que no, pero a la vista estaba que su percepción era errónea. Se posicionó junto a César al tiempo que terminaba de colocarse la ropa que le había dado Orzech. Por muy cómoda que fuese no estaba habituado a ella, lo que le llevaba a tirar de diversos pliegues para intentar ajustársela mejor. Todo en vano, por supuesto.
No obstante, dejó de lado sus infructuosas tentativas en cuando percibió el tenso ambiente que había en la recepción. El hombre-pez estaba de pie frente a la conocida de Zane. ¿Cuál era su nombre? No lo recordaba. ¿Lo había dicho siquiera? Fuera como fuere, la realidad era que la actitud de Luka le resultaba conocida... demasiado en realidad. Atesoraban demasiados combates -muchos de ellos justificados y otros no tanto- como para no reconocer que ansiaba hacer puré a la chica. «Parece que esto se va a poner interesante», pensó mientras extendía el brazo hacia su derecha.
No tardó en recogerlo, extrañando por un momento la presencia de Alviss. La mejor cualidad que tenía era que siempre llevaba algo de comer encima, lo que ponía la guinda a los espectáculos que organizaba el escamoso ser en cuanto se presentaba una oportunidad. No. Esa vez no habría chocolate que endulzase la ira del gyojin ni pistachos con los que sentarse a contemplar el numerito. Chasqueó la lengua, haciendo un nuevo gesto inconsciente por acomodar la tela que cubría su hombro derecho y observando el resto de la escena.
De un modo u otro la situación se calmó de repente. Apenas habían transcurrido unos segundos desde que pusiera su pie en el recibidor, así que tal vez hubiese llegado cuando todo estaba por concluir. En cierto modo se sintió decepcionado; ¿qué mejor manera de comenzar el día que con un buen combate? Desde luego, a sus ojos un paseo no era la mejor de las alternativas, pero Zane no parecía opinar igual.
Apenas habían recorrido unos metros cuando una lechuza hiperactiva se aproximó y comenzó a revolotear en torno al pelirrojo. Al rubio le resultaba familiar, pero quien le dio la clave sobre su identidad fue Tib. El muryn había tensado todo su cuerpo y orientaba su hocico en dirección al ave, salivando como si contemplase un aperitivo. No podía ser... «¿Ícarus?», se preguntó el domador. Sus sospechas se terminaron de confirmar cuando el capitán pirata obsequió al animal con regaliz; sólo el pájaro que siempre se encontraba junto a Spanner podría ver aquello como una recompensa.
Therax sacudió la cabeza. Eso no era lo importante. ¿Qué demonios hacía allí? Por lo que sabía el pelimorado había desparecido después de su separación y Zane lo daba por muerto. ¿Acaso había encontrado el camino de vuelta después de dos años? No. Aquello no tenía ningún tipo de sentido. ¿Viajaría junto a un nuevo compañero y por casualidad éste estaba en el archipiélago? Sería demasiada casualidad, pero con Spanner muerto no se le ocurría ninguna opción más plausible.
Mientras el espadachín pensaba, la lechuza volvió a alzar el vuelo y el grupo se puso en marcha para ver hasta dónde les llevaba. Luka caminaba meditabundo, un poco apartado de los demás y paseando su traje con la elegancia propia de un gyojin -ninguna-. El rubio frunció el ceño al analizar a la sardina. «No podía haber escogido nada que le quedara peor», reflexionó, mas un codazo del pelirrojo atrajo de nuevo su atención.
-Pues lo he estado pensando y creo que nos intentaron comer, pero que te cuente él -dijo en relación a las poco pacíficas circunstancias en las que se habían conocido-. Por cierto, ¿qué tal te fue? ¿Encontraste ese "algo" que andabas buscando? -inquirió a continuación en dirección al moreno.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos de nuevo cuando, ya en el puerto, se toparon de frente con el desmejorado barco que les había transportado por todo el Paraíso. No obstante, lo más llamativo era la figura familiar que se hallaba en la cubierta del barco.
-¿Pero qué co...? -comenzó a decir el rubio. ¿No estaba muerto? Lo de Ícarus había cobrado sentido, pero todo lo demás acababa de perderlo por completo. Zane puso gesto a sus cavilaciones y conectó un sonoro puñetazo en el pelimorado. «Buena hostia», pensó el domador mientras se acercaba a saludar al resto de sus compañeros.
Abrazó con fuerza a Nox, de quien había temido que sufriera un infarto o cualquier achaque propio de la edad durante la separación. Hizo lo propio con Alviss, a quien no dudó en susurrarle que preparase algo de chocolate para lo que estaba por venir; quería disfrutarlo al máximo si volvían a cruzarse con la conocida de Zane. No dudó en saludar con efusividad a Esme y a Manué, que habían cambiado notablemente en los últimos dos años. ¿Qué habrían hecho ellos? Se lo preguntaría más adelante, pero antes debía dirigirse al subcapitán. Esperó a que todos terminasen con él y se acercó a abrazarle. Siempre había sido alguien reacio al contacto físico, así que trató de no prolongarlo demasiado antes de pasar a... ¿dónde estaba ese condenado vago que se dedicaba a dormir en la cofa?
Entonces la verdad cayó como una maza sobre su conciencia. Desde el momento en que dio su primer paso en el archipiélago había temido que los demás no acudiesen al encuentro, pero al verlos sus miedos se habían esfumado. Ahora volvían de un modo más cruel e inesperado. ¿Y si Hou no aparecía? No. Aquello no podía ser. Tenía que volver de un modo u otro.
Una voz femenna interrumpió sus pensamientos. «¿Se puede saber qué hace volando?», se sorprendió al ver a la mujer de la casa de variedades. Su estupor momentáneo fue seguido por un sonoro bufido. Sonidos como aquél solían proceder del más viejo de los cánidos que le acompañaban, pero en esa ocasión había sido él. Nunca había terminado de comprender a quien hacía uso de sus habilidades de un modo tan gratuito. «Cuestión de gustos, supongo», se dijo, observando cómo le entregaba algo al pelirrojo.
-Dime que es dinero y que no tenemos que hacer nada para que nos lo den -comentó en voz alta antes de que el capitán abriera la boca.
No obstante, dejó de lado sus infructuosas tentativas en cuando percibió el tenso ambiente que había en la recepción. El hombre-pez estaba de pie frente a la conocida de Zane. ¿Cuál era su nombre? No lo recordaba. ¿Lo había dicho siquiera? Fuera como fuere, la realidad era que la actitud de Luka le resultaba conocida... demasiado en realidad. Atesoraban demasiados combates -muchos de ellos justificados y otros no tanto- como para no reconocer que ansiaba hacer puré a la chica. «Parece que esto se va a poner interesante», pensó mientras extendía el brazo hacia su derecha.
No tardó en recogerlo, extrañando por un momento la presencia de Alviss. La mejor cualidad que tenía era que siempre llevaba algo de comer encima, lo que ponía la guinda a los espectáculos que organizaba el escamoso ser en cuanto se presentaba una oportunidad. No. Esa vez no habría chocolate que endulzase la ira del gyojin ni pistachos con los que sentarse a contemplar el numerito. Chasqueó la lengua, haciendo un nuevo gesto inconsciente por acomodar la tela que cubría su hombro derecho y observando el resto de la escena.
De un modo u otro la situación se calmó de repente. Apenas habían transcurrido unos segundos desde que pusiera su pie en el recibidor, así que tal vez hubiese llegado cuando todo estaba por concluir. En cierto modo se sintió decepcionado; ¿qué mejor manera de comenzar el día que con un buen combate? Desde luego, a sus ojos un paseo no era la mejor de las alternativas, pero Zane no parecía opinar igual.
Apenas habían recorrido unos metros cuando una lechuza hiperactiva se aproximó y comenzó a revolotear en torno al pelirrojo. Al rubio le resultaba familiar, pero quien le dio la clave sobre su identidad fue Tib. El muryn había tensado todo su cuerpo y orientaba su hocico en dirección al ave, salivando como si contemplase un aperitivo. No podía ser... «¿Ícarus?», se preguntó el domador. Sus sospechas se terminaron de confirmar cuando el capitán pirata obsequió al animal con regaliz; sólo el pájaro que siempre se encontraba junto a Spanner podría ver aquello como una recompensa.
Therax sacudió la cabeza. Eso no era lo importante. ¿Qué demonios hacía allí? Por lo que sabía el pelimorado había desparecido después de su separación y Zane lo daba por muerto. ¿Acaso había encontrado el camino de vuelta después de dos años? No. Aquello no tenía ningún tipo de sentido. ¿Viajaría junto a un nuevo compañero y por casualidad éste estaba en el archipiélago? Sería demasiada casualidad, pero con Spanner muerto no se le ocurría ninguna opción más plausible.
Mientras el espadachín pensaba, la lechuza volvió a alzar el vuelo y el grupo se puso en marcha para ver hasta dónde les llevaba. Luka caminaba meditabundo, un poco apartado de los demás y paseando su traje con la elegancia propia de un gyojin -ninguna-. El rubio frunció el ceño al analizar a la sardina. «No podía haber escogido nada que le quedara peor», reflexionó, mas un codazo del pelirrojo atrajo de nuevo su atención.
-Pues lo he estado pensando y creo que nos intentaron comer, pero que te cuente él -dijo en relación a las poco pacíficas circunstancias en las que se habían conocido-. Por cierto, ¿qué tal te fue? ¿Encontraste ese "algo" que andabas buscando? -inquirió a continuación en dirección al moreno.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos de nuevo cuando, ya en el puerto, se toparon de frente con el desmejorado barco que les había transportado por todo el Paraíso. No obstante, lo más llamativo era la figura familiar que se hallaba en la cubierta del barco.
-¿Pero qué co...? -comenzó a decir el rubio. ¿No estaba muerto? Lo de Ícarus había cobrado sentido, pero todo lo demás acababa de perderlo por completo. Zane puso gesto a sus cavilaciones y conectó un sonoro puñetazo en el pelimorado. «Buena hostia», pensó el domador mientras se acercaba a saludar al resto de sus compañeros.
Abrazó con fuerza a Nox, de quien había temido que sufriera un infarto o cualquier achaque propio de la edad durante la separación. Hizo lo propio con Alviss, a quien no dudó en susurrarle que preparase algo de chocolate para lo que estaba por venir; quería disfrutarlo al máximo si volvían a cruzarse con la conocida de Zane. No dudó en saludar con efusividad a Esme y a Manué, que habían cambiado notablemente en los últimos dos años. ¿Qué habrían hecho ellos? Se lo preguntaría más adelante, pero antes debía dirigirse al subcapitán. Esperó a que todos terminasen con él y se acercó a abrazarle. Siempre había sido alguien reacio al contacto físico, así que trató de no prolongarlo demasiado antes de pasar a... ¿dónde estaba ese condenado vago que se dedicaba a dormir en la cofa?
Entonces la verdad cayó como una maza sobre su conciencia. Desde el momento en que dio su primer paso en el archipiélago había temido que los demás no acudiesen al encuentro, pero al verlos sus miedos se habían esfumado. Ahora volvían de un modo más cruel e inesperado. ¿Y si Hou no aparecía? No. Aquello no podía ser. Tenía que volver de un modo u otro.
Una voz femenna interrumpió sus pensamientos. «¿Se puede saber qué hace volando?», se sorprendió al ver a la mujer de la casa de variedades. Su estupor momentáneo fue seguido por un sonoro bufido. Sonidos como aquél solían proceder del más viejo de los cánidos que le acompañaban, pero en esa ocasión había sido él. Nunca había terminado de comprender a quien hacía uso de sus habilidades de un modo tan gratuito. «Cuestión de gustos, supongo», se dijo, observando cómo le entregaba algo al pelirrojo.
-Dime que es dinero y que no tenemos que hacer nada para que nos lo den -comentó en voz alta antes de que el capitán abriera la boca.
Mist D. Spanner
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Poco a poco empezaron a venir todos. El pelimorado estaba ligeramente nervioso, ya que conocía a Zane y esperaba su reacción. Tras saludar a Nox y Alviss vio como Ícarus volvía. Ahí estaba el pelirrojo, volviendo a su barco, a punto de ver algo que creía perdido. Había cambiado, pero seguía siendo reconocible. Algunos dirían incluso que su peculiar atractivo había aumentado, aunque Spanner no solía fijarse en esas cosas. Su reacción fue totalmente como el espadachín había esperado. Podría haber esquivado el puñetazo o haberse hecho intangible para esquivarlo, ya que el capitán no había utilizado toda su velocidad ni haki. Sin embargo, no lo hizo. Recibió el puñetazo de lleno y cayó al suelo. Luka le ayudó a levantarse y le abrazó. A Spanner no le gustaban los abrazos, pero se lo calló, pues eso no significaba que no apreciara al Gyojin.
─Sí, si que hice algo… -se dirigió a Zane-. Cuando caí naufragué en Hakuouki. Lo primero que hice fue buscar la manera de viajar a Wano para encontrarme con vosotros, para que supierais que seguía vivo… Pero durante mi búsqueda me di cuenta de algo. Que era débil. Sin ti, sin vosotros, no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. Casi muero de verdad en Hakuouki de no ser por mi hermana. La simple idea de volver a refugiarme bajo tu ala, de hacerme llamar tu segundo de abordo, tu mano derecha, cuando no soy capaz de mantener el ritmo por mi mismo… Me asqueaba. Tuve que quedarme, entrenar hasta ser lo suficientemente fuerte como para merecer ser parte de esta banda. Y… aquí estoy. No espero que me perdones ahora, pero… espero que al menos lo entiendas.
Justo cuando terminó de saludar a Therax apareció una figura en los cielos. Una figura que le hizo arquear una ceja con duda y algo de rabia, porque era una desconocida interrumpiendo un reencuentro entre hermanos. Parecía conocer a Zane, pero a Spanner no le gustaba nada su actitud. Prefirió no preguntar nada hasta que estuviese resuelto… el otro problema. Ícarus volvió a su hombro y el espadachín le acarició el pico. Aún recordaba cuando recibió al pájaro como polluelo y se quejaba a su padre constantemente por el comportamiento del animal. Que era demasiado hiperactivo para él, que él prefería a un animal sabio y tranquilo como lo era Morpheus, el búho padre de Ícarus. Pero con el tiempo había desarrollado cierto cariño por el animal.
─Sí, si que hice algo… -se dirigió a Zane-. Cuando caí naufragué en Hakuouki. Lo primero que hice fue buscar la manera de viajar a Wano para encontrarme con vosotros, para que supierais que seguía vivo… Pero durante mi búsqueda me di cuenta de algo. Que era débil. Sin ti, sin vosotros, no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. Casi muero de verdad en Hakuouki de no ser por mi hermana. La simple idea de volver a refugiarme bajo tu ala, de hacerme llamar tu segundo de abordo, tu mano derecha, cuando no soy capaz de mantener el ritmo por mi mismo… Me asqueaba. Tuve que quedarme, entrenar hasta ser lo suficientemente fuerte como para merecer ser parte de esta banda. Y… aquí estoy. No espero que me perdones ahora, pero… espero que al menos lo entiendas.
Justo cuando terminó de saludar a Therax apareció una figura en los cielos. Una figura que le hizo arquear una ceja con duda y algo de rabia, porque era una desconocida interrumpiendo un reencuentro entre hermanos. Parecía conocer a Zane, pero a Spanner no le gustaba nada su actitud. Prefirió no preguntar nada hasta que estuviese resuelto… el otro problema. Ícarus volvió a su hombro y el espadachín le acarició el pico. Aún recordaba cuando recibió al pájaro como polluelo y se quejaba a su padre constantemente por el comportamiento del animal. Que era demasiado hiperactivo para él, que él prefería a un animal sabio y tranquilo como lo era Morpheus, el búho padre de Ícarus. Pero con el tiempo había desarrollado cierto cariño por el animal.
Mi puño continuaba cerrado y no podía dejar de mirar a los ojos a Spanner. Todos parecían estupefactos ante mi reacción, incluidos Therax y Luka, aunque, posiblemente, su asombro no fuera por el golpe tan gratuito que le había dado en la cara a mi segundo de abordo, sino porque ellos sabían de primera mano que estaba muerto, pues se lo tuve que decir en una de tantas noches de borracheras en las que hablábamos de las aventuras de la banda en el pasado y las que nos podrían deparar en un futuro. Lloramos su pérdida. Yo lloré su ida al otro mundo, ¿y resulta que estaba vivo? Podría perdonarle, sí, pero era algo que no iba a olvidar tan rápidamente. Me alegraba de que estuviera vivo, claro está; quizás fuera el que más ganas tenía de verle, pues el peso de su muerte era algo que llevaba dos años soportando mis hombros.
-Sí, si yo te entiendo mejor que nadie. La impotencia de verte superado por todos los que te rodean. Sentirte débil… pero tenías un precioso den den mushi con mi cara para decirme: socio no te preocupes, sigo vivo. Nos veremos dentro de dos años donde dijimos. Es hora de convertirme en el hombre que debiera ser –no pude evitar en guiñar un ojo a Spanner al ver el cambio de su rostro y su cuerpo. Era más atlético y sus rasgos andróginos parecían haber desaparecido. No cabía duda, ya no era una mujer que jugaba a ser un hombre. ¿Cómo podía saber eso?
Varios años antes…
-¿Así que tienes miedo a confundir borracho a una mujer con un okama, no? –le dijo Tyler, entre risas.
-Sí, no sería la primera vez que me pasara y no mola nada. Mi oficio es ser espadachín, pero eso de mezclar trabajo y amor no es lo mío –bromeé.
Tras ese día estudié durante meses los rasgos femeninos y masculinos de todos los miembros de la hermandad. Los hombres solían ser más cuadriculados y grandes, presentando rasgos más toscos y acentuados en su cuerpo. Su quijada era más marcada, sus orejas más grandes y su voz era algo más grave. Y, aunque se afeitaran a diario podía notarse las marcas de que ahí había habido bello hacía poco tiempo. Mientras que las mujeres, por el otro lado, por muy musculadas que estuvieran eran más curvilíneas y menudas, aunque esto último podía arreglarse comiendo mucha carne de rey de mar. Si bien eso servía para distinguirlos, la clave estaba en el rostro. La cara femenina era más redonda y sus rasgos tenían tendencia a ser algo más pequeños.
Y aquellas aberraciones de la naturaleza, los okamas, solían buscar esa curvilinealidad.
Tras recordad sus años analizando rostros fue como lo supo.
Dicho aquello, se acercó a Spanner y le dio una caricia brusca en la espalda, cogiéndolo del cuello y zarandeándolo.
-Creo que tienes algo que explicarme, ¿verdad? –le dijo, riendo justo después.
Entretanto, frente a nosotros apareció Selene, levitando y con una carta en la mano.
-¿Una carta para mí? –pregunté, antes de cogerla -¿Dinero? Lo dudo, aunque no descarto lo del embrollo –dije en voz alta, contestando a mis compañeros-. Veamos… stimado Zane D. Kenshin, también conocido como “descamisetado”, usted y su banda me deben algo desde hace varias semanas es por ello que le invito a todos ustedes al acontecimiento más importante del año, el cual se dará en el hotel Ztir del manglar sesenta y uno dentro de dos días. Dicho acto comenzará a las nueve de la noche, coincidiendo con la lluvia de fuegos artificiales que preparan en la isla para celebrar el cumpleaños de Lord Gred de Montpellier. Esta carta le servirá de invitación tanto a usted como a sus acompañantes. Sin embargo, aunque no creo que haya que aclararlo, debe entregarla personalmente. Espero su asistencia y la de sus semejantes. Atentamente M.
No pude evitar fruncir el ceño tras leerla. ¿Quién demonios era M? ¿María? ¿Martial? No, no conocía a nadie con esos nombres, quizás no conocía a nadie cuyo nombre empezara con M, bueno si estaba Marc, el quesero, pero sí él quisiera citarme en algún lado creo que no lo diría de esa manera, no era alguien tan complejo.
Entretanto, Luka y Seline comenzaron a pelear a saber por qué motivo en el puerto, pero no pude evitar mostrar una sonrisa de oreja a oreja. «Lo echaba de menos»
-Alviss, ¿dos millones a que gana el pez? –le propuse. Sin embargo, el avispado Manué nos avisó de algo.
-Iyo, zeñore, que vienen loh marine.
-Lo que faltaba… -pensé en voz alta, para justo después aproximarme a los revoltosos en un abrir y cerrar de ojos, y agarrarlos con fuerza y mis manos imbuidas en haki de armadura y elevándome en el cielo con ellos-. Siento cortarte el rollo, Luka, pero viene la marina. Y tú… -miré a Selene-. ¿Eres consciente de que estás atacando a mi oficial de cubierta frente a mis narices? ¿Estás loca o qué? –suspiré hondo-. Luego hablaremos. Ahora vamos a descender sobre la cubierta del barco sin hacer ruido, ¿vale? Luego si queréis seguís peleando, pero no tengo ganas de enfrentarme a la marina que acabamos de reunirnos.
Dicho aquello, y esperando que Selene cooperase, descendí sobre la cubierta del barco y nos metimos en el barco, concretamente en la sala de reuniones de éste.
-Parece que nos huelen, macho –me quejé, poniendo la carta sobre la mesa-. Te han dado la carta a ti, así que piensan que eres una de los nuestros –le dije directamente a la joven-. No sabemos quiénes son, pero si tienen las agallas de amenazarme de esa forma tan sutil es que no son moco de pavo. Y lo mismo para ti, Kugan. Si te han visto con nosotros tampoco estás a salvo. ¿Qué opináis sobre esto?
-Sí, si yo te entiendo mejor que nadie. La impotencia de verte superado por todos los que te rodean. Sentirte débil… pero tenías un precioso den den mushi con mi cara para decirme: socio no te preocupes, sigo vivo. Nos veremos dentro de dos años donde dijimos. Es hora de convertirme en el hombre que debiera ser –no pude evitar en guiñar un ojo a Spanner al ver el cambio de su rostro y su cuerpo. Era más atlético y sus rasgos andróginos parecían haber desaparecido. No cabía duda, ya no era una mujer que jugaba a ser un hombre. ¿Cómo podía saber eso?
Varios años antes…
-¿Así que tienes miedo a confundir borracho a una mujer con un okama, no? –le dijo Tyler, entre risas.
-Sí, no sería la primera vez que me pasara y no mola nada. Mi oficio es ser espadachín, pero eso de mezclar trabajo y amor no es lo mío –bromeé.
Tras ese día estudié durante meses los rasgos femeninos y masculinos de todos los miembros de la hermandad. Los hombres solían ser más cuadriculados y grandes, presentando rasgos más toscos y acentuados en su cuerpo. Su quijada era más marcada, sus orejas más grandes y su voz era algo más grave. Y, aunque se afeitaran a diario podía notarse las marcas de que ahí había habido bello hacía poco tiempo. Mientras que las mujeres, por el otro lado, por muy musculadas que estuvieran eran más curvilíneas y menudas, aunque esto último podía arreglarse comiendo mucha carne de rey de mar. Si bien eso servía para distinguirlos, la clave estaba en el rostro. La cara femenina era más redonda y sus rasgos tenían tendencia a ser algo más pequeños.
Y aquellas aberraciones de la naturaleza, los okamas, solían buscar esa curvilinealidad.
Tras recordad sus años analizando rostros fue como lo supo.
Dicho aquello, se acercó a Spanner y le dio una caricia brusca en la espalda, cogiéndolo del cuello y zarandeándolo.
-Creo que tienes algo que explicarme, ¿verdad? –le dijo, riendo justo después.
Entretanto, frente a nosotros apareció Selene, levitando y con una carta en la mano.
-¿Una carta para mí? –pregunté, antes de cogerla -¿Dinero? Lo dudo, aunque no descarto lo del embrollo –dije en voz alta, contestando a mis compañeros-. Veamos… stimado Zane D. Kenshin, también conocido como “descamisetado”, usted y su banda me deben algo desde hace varias semanas es por ello que le invito a todos ustedes al acontecimiento más importante del año, el cual se dará en el hotel Ztir del manglar sesenta y uno dentro de dos días. Dicho acto comenzará a las nueve de la noche, coincidiendo con la lluvia de fuegos artificiales que preparan en la isla para celebrar el cumpleaños de Lord Gred de Montpellier. Esta carta le servirá de invitación tanto a usted como a sus acompañantes. Sin embargo, aunque no creo que haya que aclararlo, debe entregarla personalmente. Espero su asistencia y la de sus semejantes. Atentamente M.
No pude evitar fruncir el ceño tras leerla. ¿Quién demonios era M? ¿María? ¿Martial? No, no conocía a nadie con esos nombres, quizás no conocía a nadie cuyo nombre empezara con M, bueno si estaba Marc, el quesero, pero sí él quisiera citarme en algún lado creo que no lo diría de esa manera, no era alguien tan complejo.
Entretanto, Luka y Seline comenzaron a pelear a saber por qué motivo en el puerto, pero no pude evitar mostrar una sonrisa de oreja a oreja. «Lo echaba de menos»
-Alviss, ¿dos millones a que gana el pez? –le propuse. Sin embargo, el avispado Manué nos avisó de algo.
-Iyo, zeñore, que vienen loh marine.
-Lo que faltaba… -pensé en voz alta, para justo después aproximarme a los revoltosos en un abrir y cerrar de ojos, y agarrarlos con fuerza y mis manos imbuidas en haki de armadura y elevándome en el cielo con ellos-. Siento cortarte el rollo, Luka, pero viene la marina. Y tú… -miré a Selene-. ¿Eres consciente de que estás atacando a mi oficial de cubierta frente a mis narices? ¿Estás loca o qué? –suspiré hondo-. Luego hablaremos. Ahora vamos a descender sobre la cubierta del barco sin hacer ruido, ¿vale? Luego si queréis seguís peleando, pero no tengo ganas de enfrentarme a la marina que acabamos de reunirnos.
Dicho aquello, y esperando que Selene cooperase, descendí sobre la cubierta del barco y nos metimos en el barco, concretamente en la sala de reuniones de éste.
-Parece que nos huelen, macho –me quejé, poniendo la carta sobre la mesa-. Te han dado la carta a ti, así que piensan que eres una de los nuestros –le dije directamente a la joven-. No sabemos quiénes son, pero si tienen las agallas de amenazarme de esa forma tan sutil es que no son moco de pavo. Y lo mismo para ti, Kugan. Si te han visto con nosotros tampoco estás a salvo. ¿Qué opináis sobre esto?
Marc Kiedis
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Marc había llegado a Sabaody un par de días antes. Estaba allí simplemente de paso, aunque realmente en aquel momento no tenía un lugar concreto al que ir. Su búsqueda de aventuras había comenzado de forma ciertamente ajetreada. Había conocido a muchos piratas célebres, e incluso se había hecho amigo de algunos de ellos. Había combatido, había evitado caer a insondables abismos... en fin, había pasado por muchas cosas. Y la verdad era que tenía ganas de ver qué más le deparaba el futuro.
No había tardado demasiado en encontrar un lugar en que quedarse mientras estuviera en aquel peculiar conjunto de islas, una casa de variedades entre los manglares veintinueve y treinta. Lo regentaba un tipo llamado Orzech, el cual dio una buena sensación al semigigante al conocerle. Además, aunque no sabía bien por qué, le resultaba extrañamente familiar.
Durante el día anterior, el grandullón había aprovechado para conocer aquel lugar tan extravagante. El conjunto de manglares flotantes que componían el archipiélago, considerado uno de los sitios más frecuentados por los más peligrosos piratas de la primera mitad del Grand Line. En resumen, una zona ideal para vivir nuevas aventuras.
Sin embargo, durante el poco tiempo que llevaba allí el semigigante no había tenido la suerte de encontrarse con nada emocionante. Habían sido dos días muy tranquilos. Quizá excesivamente. Cuando volvió a la casa de variedades después de cenar, dispuesto ya a dormir, en sus ojos se podía apreciar la esperanza de que la jornada siguiente resultaría más productiva.
Cuando se levantó esa mañana, Marc tenía una extraña sensación. Nebulosos recuerdos de aquella noche cruzaban su mente, en los que oía voces familiares, sonidos que le recordaban a algunos de los amigos que había hecho en sus últimas aventuras. Gritos, risas, cánticos y toda clase de palabras malsonantes resonaban en su cabeza, como si hubiese pasado horas escuchándolas. Sin embargo, aquello no podía ser real, debían de haber sido simples sueños. No sabía qué rumbo habían tomado los demás, pero seguramente no sería el mismo que él.
Una vez se hubo dado una ducha como buenamente pudo (pues con su tamaño ese tipo de cosas nunca son fáciles en lugares públicos), y de casi atascar (y también estar a punto de partir al sentarse) el WC, el grandullón se decidió a bajar a desayunar. Había en el bar bastantes pruebas de que la noche anterior había habido allí una fiesta que, a juzgar por la cantidad de botellas vacías, había sido de todo menos relajada. Seguramente quienes hubiesen participado de ella estarían padeciendo en aquellos momentos una atroz resaca, digna de la magnitud de su celebración. Casi hasta sentía pena por el estado en que se encontrarían.
Saludó a Orzech con un apretón de manos y una cálida sonrisa, y le pidió que le sirviera un buen desayuno. A los pocos minutos, el simpático propietario del establecimiento volvió con un enorme vaso de leche con Kalo Kao, una marca de cacao soluble en polvo que al semigigante le encantaba. Por su tamaño, más que vaso tal vez debería haberlo llamado olla, pero para Marc aquello no era una cantidad excesiva. Le trajo también una gran cantidad de rebanadas de pan recién tostadas, en su punto justo de torrefacción. Tras darle efusivamente las gracias, el grandullón se puso manos a la obra. Cogió la primera tostada, creó un poco de queso fundido sobre ella y la devoró con avidez. Estaba exquisita, la textura crujiente del pan y la cremosidad del lácteo se mezclaban en su boca creando una combinación realmente espectacular. Una por una, fue haciendo lo mismo con todas las rebanadas que Orzech le había servido (que por lo menos equivaldrían a tres o cuatro barras de pan completas) mientras daba de vez en cuando tragos de su bebida para engrasar la garganta.
Una vez hubo concluido su fastuoso desayuno, Marc se despidió amablemente del dueño y le dio alegremente las gracias de nuevo. Tras esto, salió de la casa de variedades con una amplia sonrisa en su rostro, deseoso de comprobar qué le depararía aquel nuevo y apasionante día que acababa de comenzar.
No había tardado demasiado en encontrar un lugar en que quedarse mientras estuviera en aquel peculiar conjunto de islas, una casa de variedades entre los manglares veintinueve y treinta. Lo regentaba un tipo llamado Orzech, el cual dio una buena sensación al semigigante al conocerle. Además, aunque no sabía bien por qué, le resultaba extrañamente familiar.
Durante el día anterior, el grandullón había aprovechado para conocer aquel lugar tan extravagante. El conjunto de manglares flotantes que componían el archipiélago, considerado uno de los sitios más frecuentados por los más peligrosos piratas de la primera mitad del Grand Line. En resumen, una zona ideal para vivir nuevas aventuras.
Sin embargo, durante el poco tiempo que llevaba allí el semigigante no había tenido la suerte de encontrarse con nada emocionante. Habían sido dos días muy tranquilos. Quizá excesivamente. Cuando volvió a la casa de variedades después de cenar, dispuesto ya a dormir, en sus ojos se podía apreciar la esperanza de que la jornada siguiente resultaría más productiva.
Cuando se levantó esa mañana, Marc tenía una extraña sensación. Nebulosos recuerdos de aquella noche cruzaban su mente, en los que oía voces familiares, sonidos que le recordaban a algunos de los amigos que había hecho en sus últimas aventuras. Gritos, risas, cánticos y toda clase de palabras malsonantes resonaban en su cabeza, como si hubiese pasado horas escuchándolas. Sin embargo, aquello no podía ser real, debían de haber sido simples sueños. No sabía qué rumbo habían tomado los demás, pero seguramente no sería el mismo que él.
Una vez se hubo dado una ducha como buenamente pudo (pues con su tamaño ese tipo de cosas nunca son fáciles en lugares públicos), y de casi atascar (y también estar a punto de partir al sentarse) el WC, el grandullón se decidió a bajar a desayunar. Había en el bar bastantes pruebas de que la noche anterior había habido allí una fiesta que, a juzgar por la cantidad de botellas vacías, había sido de todo menos relajada. Seguramente quienes hubiesen participado de ella estarían padeciendo en aquellos momentos una atroz resaca, digna de la magnitud de su celebración. Casi hasta sentía pena por el estado en que se encontrarían.
Saludó a Orzech con un apretón de manos y una cálida sonrisa, y le pidió que le sirviera un buen desayuno. A los pocos minutos, el simpático propietario del establecimiento volvió con un enorme vaso de leche con Kalo Kao, una marca de cacao soluble en polvo que al semigigante le encantaba. Por su tamaño, más que vaso tal vez debería haberlo llamado olla, pero para Marc aquello no era una cantidad excesiva. Le trajo también una gran cantidad de rebanadas de pan recién tostadas, en su punto justo de torrefacción. Tras darle efusivamente las gracias, el grandullón se puso manos a la obra. Cogió la primera tostada, creó un poco de queso fundido sobre ella y la devoró con avidez. Estaba exquisita, la textura crujiente del pan y la cremosidad del lácteo se mezclaban en su boca creando una combinación realmente espectacular. Una por una, fue haciendo lo mismo con todas las rebanadas que Orzech le había servido (que por lo menos equivaldrían a tres o cuatro barras de pan completas) mientras daba de vez en cuando tragos de su bebida para engrasar la garganta.
Una vez hubo concluido su fastuoso desayuno, Marc se despidió amablemente del dueño y le dio alegremente las gracias de nuevo. Tras esto, salió de la casa de variedades con una amplia sonrisa en su rostro, deseoso de comprobar qué le depararía aquel nuevo y apasionante día que acababa de comenzar.
Noximilien
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- Si una entrada es buena, cualquier final que me espere sería igual de carismática –comento mientras soltaba una ronca carcajada a lo que le había dicho Alviss-. Además, es la belleza del crecimiento huma… -antes de terminar la frase Esme le acabo dando un coscorrón, que lejos de dolerle, le hizo que toda la cabeza se agitara como una maraca-. Auch.
Noto un par de presciencias fuera del barco. Una que destacaba entre todas, que daba calor y hacia sudar de solo centrarse en ella. Eran Zane y el resto. Tras la máscara Nox mostro una sonrisa melancólica por ver que el pelirrojo estaba bien, aunque no se explicaba como aun crecia tanto cada vez que se reencontraban.
Iba a darle la bienvenida, pero rectifico al ver que el descamisetado le propino a Spanner un puñetazo que le dejo en el suelo. Simplemente trago saliva y permaneció callado hasta que el pelimorado terminaba de hablar. ¿Acaso estos dos años Zane había dado por muerto al segundo al mando y por eso esta escena? Cuando volviesen al barco, pediría explícitamente lo sucedido, dado a que ahora estaba más perdido en aquella situación que en cualquier telenovela enrevesada.
- Y tu humor parece que no se ha “secado”, Luka –le respondió al sarcasmo de Luka. A decir verdad, hacía meses que no recibía la luz del sol sin nubarrones tapándolo.
Sin esperar un segundo una figura misteriosa apareció y dejo una carta. Ya para empezar, no le gustaba un pelo. ¿Dos años desaparecidos y gusto al reunirse les invitan a un hotel? Mal rollo. De una cosa que se estaba seguro es que casi todo el mundo quería ver a los Arashi encarcelados, o muertos.
Por otra parte Luka y una pelirroja se estaban peleando, y a decir verdad parecían que iba a echarse al cuello del otro. Quiza el puterio y fiesta fuesen comunes en la banda, pero las peleas también.
- Yo digo que gana la pelirroja, son el peor enemigo al que te puedas enfrentar. Lo sé bien, estuve casado con una-. Esme le propino otro capón por aquel comentario-.
Noto un par de presciencias fuera del barco. Una que destacaba entre todas, que daba calor y hacia sudar de solo centrarse en ella. Eran Zane y el resto. Tras la máscara Nox mostro una sonrisa melancólica por ver que el pelirrojo estaba bien, aunque no se explicaba como aun crecia tanto cada vez que se reencontraban.
Iba a darle la bienvenida, pero rectifico al ver que el descamisetado le propino a Spanner un puñetazo que le dejo en el suelo. Simplemente trago saliva y permaneció callado hasta que el pelimorado terminaba de hablar. ¿Acaso estos dos años Zane había dado por muerto al segundo al mando y por eso esta escena? Cuando volviesen al barco, pediría explícitamente lo sucedido, dado a que ahora estaba más perdido en aquella situación que en cualquier telenovela enrevesada.
- Y tu humor parece que no se ha “secado”, Luka –le respondió al sarcasmo de Luka. A decir verdad, hacía meses que no recibía la luz del sol sin nubarrones tapándolo.
Sin esperar un segundo una figura misteriosa apareció y dejo una carta. Ya para empezar, no le gustaba un pelo. ¿Dos años desaparecidos y gusto al reunirse les invitan a un hotel? Mal rollo. De una cosa que se estaba seguro es que casi todo el mundo quería ver a los Arashi encarcelados, o muertos.
Por otra parte Luka y una pelirroja se estaban peleando, y a decir verdad parecían que iba a echarse al cuello del otro. Quiza el puterio y fiesta fuesen comunes en la banda, pero las peleas también.
- Yo digo que gana la pelirroja, son el peor enemigo al que te puedas enfrentar. Lo sé bien, estuve casado con una-. Esme le propino otro capón por aquel comentario-.
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