Napolean
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Akuma no mi
Varios
Su nuevo socio, Brynn, le había dado el número de un contacto que conocía al alcalde de un pueblo de mala muerte en la isla Gecko, en el mar del este. Aquel era su primer viaje hacia ese mar, el lugar más tranquilo que jamás había visitado. Al fin de al cabo, se trataba del mar más débil de todos, pese a que los hombres más peligrosos que el mundo había dado había nacido en él. ¿Casualidad? No lo creía, algo había en sus genes que los hacía tan fuertes. Dejando ese de lado, nada más desembarcar se fue a la aldea de Marylin. En aquel lugar todas las mujeres eran rubias y de curvas peligrosas, aunque los hombres eran más variopintos.
Llegó al concejo y preguntó por el señor Manson, que aún no había llegado a su puesto de trabajo. Era algo más de las nueve de la mañana, y Mitch odiaba la impuntualidad. Allí, junto a él, había una mujer, cuyo aspecto no encajaba con la gente del pueblo. ¿Sería extranjera? A saber.
—Disculpen la espera —dijo el alcalde, algo exhausto—. Anoche volvió a haber problemas, y me he querido llegar antes de venir. Ahora os cuento. Entrad, entrad —dijo, haciendo referencia a los dos—. ¿Sabéis si vendrá alguien más? Bueno, como lo vais a saber —se respondió, riendo justo después.
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Llegó al concejo y preguntó por el señor Manson, que aún no había llegado a su puesto de trabajo. Era algo más de las nueve de la mañana, y Mitch odiaba la impuntualidad. Allí, junto a él, había una mujer, cuyo aspecto no encajaba con la gente del pueblo. ¿Sería extranjera? A saber.
—Disculpen la espera —dijo el alcalde, algo exhausto—. Anoche volvió a haber problemas, y me he querido llegar antes de venir. Ahora os cuento. Entrad, entrad —dijo, haciendo referencia a los dos—. ¿Sabéis si vendrá alguien más? Bueno, como lo vais a saber —se respondió, riendo justo después.
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Julianna M. Shelley
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Le había sorprendido la noticia. No era de buena educación escuchar a escondidas, pero la voz del hombre estaba llena de inquietud y tenía un timbre de impaciencia y desesperación que Jul conocía muy bien. Y de conocerlo y crecer con él sabía que ignorarlo era mala idea.
Se encontraba en el South Blue, en pequeño café. Debería haber estado en la cama, pero una novela le había atrapado y no pudo evitar devorar más y más páginas hasta que el libro yació cerrado en la mesa. Estaba digiriendo el final de la historia con una taza de chocolate caliente y escuchó la noticia. En isla Gecko estaban inquietos. El hombre que hablaba estaba sudoroso y en la mesa delante de él había varios vasos de chupito ya vacíos. No parecían haberle confortado. Le estaba contando a otros dos hombres que había fantasmas en su isla. ¡Fantasmas, juraba! Por eso se había ido. Había visto las luces en el cielo y oído los rumores, así que había empacado sus cosas y se había ido. Era lo más sensato, decía. Cualquiera haría lo mismo. El alcalde Manson había intentado dar con el culpable, pero no había aparecido. Y era normal, decía. Los fantasmas no aparecen a placer. Es complicado interpretar sus designios y una locura llevarles la contraria. Huir, aseguraba, era lo lógico.
Y ahora Jul se preguntaba qué hacer. ¡Fantasmas! ¿Existirían? Quería comprobarlo por sí misma y la decisión se tomó casi por si sola. Pagó su chocolate y se fue a la cama emocionada. A la mañana siguiente bajó al puerto y no le costó encontrar un barco mercante que se dirigía hacia el East Blue. Pagó al capitán y con eso y la promesa de darle conversación por las mañanas pronto estuvo en camino hacia el supuesto hogar de los fantasmas.
Por supuesto, podían ser delirios de un borracho. Quizá llegase y no encontrase nada. Quizá tenía una explicación racional, de hecho era lo más probable. Y sin embargo... sin embargo nunca había estado en isla Gecko y había partido para ver mundo. Qué mejor manera de hacerlo que seguir las corazonadas que iban surgiendo.
La isla la recibió con el cielo nublado, pero todo en calma. Preguntó por el alcalde Manson y le guiaron hasta una aldea llamada Marylin. Era bonita, pero se respiraba la tensión mirase a donde mirase. La mujer rubia que le había llevado hasta ahí le señaló un edificio antes de desaparecer. Jul se encogió de hombros y se acercó hasta allí. Llamó a la puerta con delicadeza un par de veces, antes de intentar pasar. Estaba abierta y dentro había tres personas que le miraron fijamente.
- Buenos días.- dijo algo tímida.- Oí que había problemas y me gustaría echar una mano.
Se encontraba en el South Blue, en pequeño café. Debería haber estado en la cama, pero una novela le había atrapado y no pudo evitar devorar más y más páginas hasta que el libro yació cerrado en la mesa. Estaba digiriendo el final de la historia con una taza de chocolate caliente y escuchó la noticia. En isla Gecko estaban inquietos. El hombre que hablaba estaba sudoroso y en la mesa delante de él había varios vasos de chupito ya vacíos. No parecían haberle confortado. Le estaba contando a otros dos hombres que había fantasmas en su isla. ¡Fantasmas, juraba! Por eso se había ido. Había visto las luces en el cielo y oído los rumores, así que había empacado sus cosas y se había ido. Era lo más sensato, decía. Cualquiera haría lo mismo. El alcalde Manson había intentado dar con el culpable, pero no había aparecido. Y era normal, decía. Los fantasmas no aparecen a placer. Es complicado interpretar sus designios y una locura llevarles la contraria. Huir, aseguraba, era lo lógico.
Y ahora Jul se preguntaba qué hacer. ¡Fantasmas! ¿Existirían? Quería comprobarlo por sí misma y la decisión se tomó casi por si sola. Pagó su chocolate y se fue a la cama emocionada. A la mañana siguiente bajó al puerto y no le costó encontrar un barco mercante que se dirigía hacia el East Blue. Pagó al capitán y con eso y la promesa de darle conversación por las mañanas pronto estuvo en camino hacia el supuesto hogar de los fantasmas.
Por supuesto, podían ser delirios de un borracho. Quizá llegase y no encontrase nada. Quizá tenía una explicación racional, de hecho era lo más probable. Y sin embargo... sin embargo nunca había estado en isla Gecko y había partido para ver mundo. Qué mejor manera de hacerlo que seguir las corazonadas que iban surgiendo.
La isla la recibió con el cielo nublado, pero todo en calma. Preguntó por el alcalde Manson y le guiaron hasta una aldea llamada Marylin. Era bonita, pero se respiraba la tensión mirase a donde mirase. La mujer rubia que le había llevado hasta ahí le señaló un edificio antes de desaparecer. Jul se encogió de hombros y se acercó hasta allí. Llamó a la puerta con delicadeza un par de veces, antes de intentar pasar. Estaba abierta y dentro había tres personas que le miraron fijamente.
- Buenos días.- dijo algo tímida.- Oí que había problemas y me gustaría echar una mano.
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