La primera misión de los nuevos Get Backers [Privado, abierto sólo para CP] [Pasado]

Me encontraba en una isla paradisíaca, con unas playas de arena blanca y fina, aguas totalmente cristalinas, personas realmente amables, deliciosas comidas y un clima espectacular. Esto era todo cortesía del contribuyente, pues era el premio que el Cipher Pol me había otorgado por entrar oficialmente entre sus filas, después de más de ocho años de dudas y rigurosos entrenamientos al final me habían otorgado el puesto. Estaba justo bebiendo un zumo de coco natural cuando llegó aquella paloma mensajera con una nota en su pico firmada con un sello en el que decía: “CP1”, no había que ser un genio para saber que aquello era mi primera misión, sólo esperaba que no fuera algo demasiado difícil, después de estar de vacaciones era difícil volver a aclimatarse a las misiones. Esta no era la primera que llevaba a cabo, al menos había llevado varias docenas antes, pero en esta lo hacía ahora sí con el CP amparándome y, posiblemente, me adjudicaran algún compañero, o tal vez fuera yo al que adjudicaran, ¿quién sabe?
Cogí aquella carta con miedo, no sabía qué clase de cosas me podían pedir. ¿Derrocar un gobierno, destruir un país, capturar a un Yonko? Pues no, nada más lejos. La única petición que la carta tenía era la de secuestrar a un civil. Quedé algo decepcionado, la verdad, pero bueno, ahora sólo debía ir realizando las misiones de la mejor manera posible hasta ascender lo bastante para ir a explorar por libre la Grand Line y todos los mares. Mi ansia de conocimiento era insaciable, un apetito voraz de cultura en estado puro, y esta era sin dudas una de las mejores maneras de lograrlo. Cuando terminé de leer la carta y la hube memorizado la quemé y me dispuse a ir a mi nuevo objetivo, Goa, dentro de la isla de Dawn. Tal vez fuera una tarea simple, pero lograr entrar en una ciudad que tiene fama de selecta y bien protegida no sería nada fácil…
Cogí el primer barco que abandonaba aquella paradisiaca isla, muy a mi pesar, y me puse rumbo a Dawn con la mayor de las prisas, no quería dar una mala imagen en mi primer día de trabajo oficial.

/// Ban midou. Ha sido usted seleccionado para la siguiente misión. Debido a su experiencia en el CP1 se le ha atribuido. No contamos con muchos agentes y usted es uno de los más nuevos junto a muchos pero cuenta con cierta ventaja por las misiones anteriores. Esta misión tratara del secuestro de un civil. Principalmente se le ha asignado a otro agente, no estarás solo. No importa quién lo capture, es mas deberíais cooperar. Ese otro agente es su compañero provisional. Su nombre es Kyoji Kagami, realicen con éxito la misión caballeros. No decepcionen al gobierno mundial. ///

La nota ya había sido leída por Ban que ya se encontraba en Goa. Estaba sentado en una mesa al aire libre con un vaso de un extraño refresco con una pajita en mitad de dicho vaso. Tras echarle una última ojeada rompió la carta en trozos y agachó la mano para dejarlos caer a una pequeña alcantarilla. Volvió a fijar la mirada en su refresco y se lo bebió en cuestión de medio minuto disfrutando plenamente de su delicioso contenido. Una vez había acabado suspiró un momento y después sonrió colocándose sus gafas de sol sobre los ojos tapándolos totalmente de las vistas ajenas.

- Así que un compañero. Esto será interesante.

Dijo tranquilamente mientras sacaba de su bolsillo su encendedor y un cigarrillo para justo después encendérselo tranquilamente y darle una calada dispersando el humo por el ambiente para después guardar el encendedor y el paquete de tabaco en su bolsillo. El camarero llegó caminando hasta su mesa donde amablemente colocó una pequeña bandeja sobre la mesa del castaño.

- Disculpe caballero, son cuatro berries por el refresco veraniego.

Ban al escucharle llevó la mano a uno de sus bolsillos del pantalón y tras unos segundos sacó la cantidad pedida por aquel hombre dejándola sobre la pequeña bandeja que anteriormente había colocado el camarero. Este le sonrió agradeciéndole la visita al local y tras aquello se dirigió al interior con la bandeja ya cogida para meter el dinero en la caja del sitio. La mirada del agente mundial observaba las diversas calles llenas de gente y varios nobles pasando por ellas. No le habían dado la información sobre cómo era el civil. Pero tal vez eso lo sabía su compañero y lo habían hecho así para obligarles a cooperar. Se preguntaba una y otra vez donde podría estar aquel otro agente y como seria. No lo distinguiría fácilmente pues no tenía ni idea de cómo era. Quizás sus superiores les ponían a prueba o algo parecido. Fuera lo que fuera no había que perder el tiempo, Ban se dirigió a la playa para tener una mejor vista de los barcos y botes que había anclados y así saber más o menos como estaba la cosa.

Una vez llegó a la playa se quedó observando el ancho mar azul con sus azulados ojos y sus gafas de sol moradas ocultándolos tranquilamente. Ya se había acabado el cigarrillo y lo había tirado al suelo pisándolo después para apagarlo.

Por fin el barco se acercaba al puerto, que se podía ver ya a lo lejos. Era una pequeña isla, nada del otro mundo, lo cual facilitaba mi llegada, pues la seguridad portuaria en la zona más pobre era escasa, si no nula.
Una vez bajé del barco de un gran salto, con el cual Shu rebotó en mi hombro y se hizo daño, provocando que se enfadara y me diera un mordisco en la oreja, comencé a buscar a mi posible compañero, el cual pensé que estaría esperando para recibirme, pero no, o se escondía realmente bien. Mientras iba mirando rincón por rincón de aquel puerto vi como un par de matones se metían con un joven, al que habían arrinconado en una esquina contra unas cajas de carga de un barco, y lo amenazaban con una navaja. Me acerqué a ellos con serenidad y sosiego y, dando unos golpecitos en el hombro de uno de ellos para que se girara, me dirigí a ellos para hacerlos entrar en razón por las buenas. -Hola. Soy Kagami, es un honor. Me veo obligado a pediros que os marchéis, de no hacerlo tendré que hacer que lamentéis la decisión... -Y al decir esto eché a un lado la parte derecha de mi larga túnica blanca, quedando a la vista mi daga ceremonial Khimariense, colocada en el cinturón de mi ropa. Esto no asustó a aquellos hombres, que sólo alcanzaron a volverse aún más agresivos. Tendría que ser por las malas.
Uno de ellos trató de clavarme su navaja, por suerte eran casi tan lentos como tontos, y su ataque no hizo más que remover mi cuerpo de arena. -No debiste hacer eso... -Tras decir esto sonreí y lo miré fijamente a los ojos. - ¡Sabaku no buki, Ken! (Armas del desierto, Espada) -Una espada de arena apareció en mi mano como por arte de magia, y con ella ensarté a aquel tipo, y como si fuera una brocheta, mi espada entró por un lado de su cuerpo y salió por el otro costado. El otro, al ver esto, salió huyendo tan deprisa que apenas pudo oír a su compañero gritar, pero no de dolor o agonía, le decía que estaba bien, pero que no le dejara sólo conmigo. Mi espada no había atravesado al chico, sólo finjí aquello, pero en realidad la arena bordeó el torso de aquel tipo y continuó su camino una vez hubo llegado al otro extremo. No obstante, pese a que no me gustaba matar por matar, no iba a dejar que se fuera de rositas tras tratar de matarme, y él lo sabía. Me miraba con una cara que mezclaba miedo y desolación, y no tardó en suplicar por su vida. -Por favor... Por favor no me mates... No volveré a hacer nada malo, se lo juro, seré bueno... No me mate... -No tenía motivos suficientes para matarlo así, de modo que transformé de nuevo aquella espada de arena. - ¡Hanmā! - Formé así un martillo, con el cual golpeé al chico, que cayó desmayado en el suelo. El joven del cual abusaban quedó completamente fascinado por mí, y comenzó a ser un problema, pues llamaba mucho la atención. - ¡Wooooow! ¡Señor, es usted genial! ¿Cómo hace eso con la arena? ¿Es un mago? ¡Cómo mola! ¡Un mago! ¡Un mago! -Tanto frito podría atraer la atención de alguien, de modo que mientras el joven se giraba para que los demás oyeran mejor sus gritos me escabullí transformándome en arena y abandonando aquel lugar.

Tras dejar el puerto llegué al final a una pequeña playa, en donde encontré a un tipo apagando un cigarillo pisándolo contra el suelo. -*Como odio la gente que fuma* -Pensé para mis adentros. Era un tipo alto y castaño, bastante flaco, que daba la impresión de ser alguien duro. Llevaba unas pequeñas gafas de sol color morado y el pelo alborotado, una apariencia muy peculiar ciertamente, aunque claro, el tipo del turbante y la túnica no era el mejor para hablar de moda allí. Me acerqué un poco a él, tratando de no mostrarme para nada amenazante, y para satisfacer mi curiosidad, pues no dejaba de pensar que ese tipo podía ser mi compañero, tal y como decía aquella nota que me enviaron, pues decía que un tal Ban Midou me ayudaría en mi faena. -Disculpe... Esto... Me llamo Kagami, Kyioji Kagami, quería preguntarle...¿Es usted... Midou? ¿Ban Midou? -Y tras decir esto tendí mi mano con una sonrisa, de no ser él sólo me haría el loco y seguiría buscando, pero si era no quería intimidarlo.

Ban escuchaba gritos a lo lejos de su posición pero no les daba ninguna importancia. Pensaba que la gente de allí estaría loca o algo así. Tranquilamente pensaba en los hechos ya pasados como la muerte de sus mentores y cosas así. Su mente estaba ahora en un momento donde en su propia cabeza visualizaba cosas de su pasado y cosas que habían sucedido. El viento hizo acto de presencia haciendo que sus cabellos fueran movidos. Momentos después salió de su mundo de pensamientos cuando escuchó como le llamaban. Sus ojos se abrieron de repente observando aquel hombre de extrañas vestimentas. Al parecer se llamaba justo como su compañero y además sabia el nombre de este por lo que no había duda de que era su compañero. Extendió la mano dándose y estrechando la suya para después separarla y observarle tranquilamente.

- Sí, soy yo y tú eres mi compañero de equipo. Es un placer conocerte.

Una vez sabia quien era su compañero venia la segunda parte de aquella pequeña reunión de los dos en la isla. La misión de captura al civil. Ban esperaba que su nuevo camarada tuviera alguna información sobre el físico o el lugar donde se hallaba el objetivo. Hasta con suerte podría tener hasta los datos de su posición social o sus familiares junto a los datos del grupo sanguíneo. Si el gobierno era tan poderoso como decían al menos tendrían aquellos datos asimilados y no habérselos dado a dos de sus agentes sería algo estúpido. Ban solo había recibido la carta en la que no decía ninguna descripción. Si su nuevo compañero no tenía la información estarían bastante jodidos y deberían remover la isla entera para buscar alguna pista o en el caso del castaño, buscar un Den den mushi para montarle una buena a sus jefes.

Tras un suspiro el chico sonrió de lado colocándose las gafas sobre el tabique nasal dejando ver sus azulados ojos que se clavaron en los de Kyoji. Se estiró unos segundos mientras bostezaba y de nuevo volvió la mirada a sus ojos mientras se crujía los huesos de los nudillos deseando que comenzara la misión de una vez y ya de paso buscar alguna pista sobre el asesinato de su compañera. Aunque eso era algo personal más que de la misión, pero aún así el castaño tenía esa forma de ser y no descansaría hasta vengarla.

- Bien. Dime, ¿tú has recibido algún tipo de información sobre el objetivo que hay que secuestrar? Si es así será mejor que nos aclaremos y digamos lo que sabemos cada uno para poder realizar esta misión adecuadamente. Yo solo sé que es un ciudadano y que está en esta isla.

La información que había recibido el castaño no era muy buena pues en la isla había mucha gente y para colmo todos eran ciudadanos. Sus ojos albergaban esperanza de que su compañero supiera lo necesario para facilitar las cosas. Ban no había dicho a nadie sobre su oficio y de seguro que su compañero tampoco, así les sería más fácil pasar desapercibidos.

Aquel chico al final sí resultó ser mi compañero, aquel llamado Ban Midou, aunque yo seguía desconfiando, siempre podría ser uno de los hombres de mi víctima que hubiese capturado y sonsacado la misión al auténtico Ban y me hubiera tendido una trampa, o una prueba del propio Cipher Pol, así que ante la duda, decidí tener un ojo puesto sobre él. De repente se estiró y me miró fijamente a los ojos, a lo que yo respondí mostrando mis demoniacos ojos a aquel tipo, que no se sorprendió, lo cual decía mucho de él. Una vez nos habíamos dado la mano me dijo algunas cosas, entre otras me preguntó si yo sabía los detalles de la misión, lo cual me hacía pensar de nuevo que este tipo era un impostor. De todas formas fuera o no mi verdadero compañero le daría la información, si resultaba ser uno de los hombres de aquel ciudadano tan sólo debía matarlo, y si por contrapartida era una prueba del Cipher Pol sólo debía seguir el juego, así que no estaría mal compartir la información con aquel sujeto.
-Bueno… Yo no he recibido demasiada información tampoco. Sé lo justo, lo que hay que saber. Nuestro encargo es el de secuestrar a un tipo llamado Usotsuki, cuya localización es esta precisa isla. El paradero exacto se desconoce, sólo se sabe a ciencia cierta que está dentro de Goa, el barrio más rico de esta ciudad, donde viven importantes personalidades del mundo, y cuya seguridad es encomiable. –Tras decir esto caí en la cuenta de algo. Si este tipo era mi enemigo no sabría pelear como un CP, además, si era mi amigo, no sabía nada de su estilo de combate, por lo que también estaría bien observar cómo peleaba. Para certificar su identidad o probar su valía me decidí por atacarlo, no con intención de matarlo, pero sí con la de hacerle sudar un poco. –Oye, por cierto… Creo que deberíamos saber nuestras habilidades para poder usarlas conjuntamente… Así que… ¡Demuéstrame de qué eres capaz, Ban Midou! –Y tras gritar esto di un salto con voltereta hacia atrás y, en el aire, saqué del interior de mi ropa arena, la cual compacté para formar unas flechas, y las lancé contra mí ahora “amigo”. – ¡Sabaku no buki, Yajirushi! (Armas del desierto, Flechas) –Grité al tiempo que lo hacía. Aún en el aire mientras lanzaba las flechas le decía a mi compañero. – ¡Mi habilidad se basa en la arena, puedo controlar cierta cantidad de esta y usarla para atacar o defenderme, demuéstrame que sabes hacer tú! –Aunque omití el hecho de que yo mismo era de arena, pues no estaba seguro de si aquel era o no mi compañero y no quería mostrar todas mis cartas.

Ban ya sabía algo más sobre la misión. Usotsuki era su objetivo y estaba en el barrio de Goa por la zona de la gente más adinerada y con buena protección. En ese caso la cosa estaría bastante difícil al estar repleto de gente. Le daba a su enemigo un toque de ventaja en lo referido al camuflaje y entre tanto rico sería difícil acceder ya que muchos estarían muy bien protegidos. Al menos sabían el dato principal que era el nombre de su víctima, lo que les facilitaría mucho las cosas a la hora de interrogar a alguien como ya tenía planeado el castaño hacer con cualquier rico de poca monta.

Este sonrió de nuevo al escuchar toda información dispuesto a comenzar cuanto antes el objetivo pero para su sorpresa su compañero saltó hacia atrás con una pirueta y dijo que quería un combate para que se conocieran mejor a la hora de mostrar sus habilidades. Era buena idea pero había poco tiempo por lo que sería algo rápido y de algunos movimientos básicos pues Ban no mostraría su poder aún o al menos no del todo.

Sorprendido observó como su ahora compañero creaba flechas de arena y decía poder usar esta para atacar o defenderse. Las posibilidades estaban dándole al castaño vueltas en la cabeza, o bien se trataba de una fruta del diablo de paramecia o de una logia. Pero por el momento parecía más bien una paramecia. Estaba dispuesto a sacar sus pistolas gemelas cuando pensó que si por casualidad era una paremecia las balas le harían daño. Pensándolo bien no quería arriesgarse a que su compañero recibiera el tiro. Observó como las flechas iban hacia él rápidamente, lo que hizo fue estarse quieto en el sitio y hábilmente empezar a lanzar puñetazo hacia las flechas de arena intentando darle por la parte del reverso. No consiguió darle por esa parte a todas por lo que recibió algunas heridas leves por las palmas de las manos. Alguien normal se habría dañado seriamente y las flechas le habrían atravesado pero Ban podía ejercer una poderosa presión que hacía que estas se deshicieran en el momento del primer roce.

Tras haber acabado con todas las flechas sonrió girando las muñecas despacio y observando los ojos de su compañero. Ahora solo le faltaba la comprobación de su fruta del diablo y ello requería contacto físico y la mejor forma de hacerlo era de la que tenía planeado hacer ahora.


- Mi habilidad consiste en crear una presión superior a la que un humano podría hacer. Puedo ejercerla con mis brazos y piernas para dar golpes con una fuerza inimaginable. Por ahora solo he dominado pocos kilos, pero los justos para golpear cosas que un humano normal no podría o se partiría la pierna o la mano. Es mi turno compañero evitemos los golpes bajos si no te importa que tengo muchas chicas a las que conocer.

Dijo con una pequeña carcajada para después correr hacia su compañero. Naturalmente había dicho pocos kilos pero 75 era una cantidad ya bastante alta. Una vez estuvo cerca recordó que él dijo que podía usar la arena para protegerse por lo que lanzo una especie de doble golpe. Su puño izquierdo iba al pecho de su adversario y su pierna derecha a la altura de sus costillas. En este ataque no había usado su fruta ya que solo quería saber si su compañero era una paremecia o una logia. Así que el ataque iba con fuerza pero no se acercaba a la verdadera que podía llegar a ejercer.

Golpe doble (AID)

Con una habilidad propia de un miembro del Cipher Pol aquel tipo, Midou, logró desviar parte de las flechas, aunque algunas otras se dirigían hacia su cuerpo. En el instante antes de que estas le golpearan las deshice nuevamente en arena nada más, aunque pude notar como ejercía una gran fuerza de reacción contra estas, por lo que incluso podría haber pulverizado alguna él mismo. Tras esto yo ya había obtenido los resultados que andaba buscando, pero él fue tan amable de facilitarme unos nuevos. Saltó con intención de atacarme, y para tomar mejor nota activé mis ojos demoníacos para seguir con claridad sus movimientos. No tardé en apreciar que quería dar un golpe doble, tratando con esto de evitar cualquier posibilidad por mi parte de cubrir ambos, supuse que pretendiendo comprobar la respuesta que podía dar con mi arena, su velocidad, cantidad, y esa serie de cosas, o tal vez buscaba averiguar si yo era un logia, cosa que así era, pero que si era su intención no lograría descubrir. –Ya veo… Bueno, no lo hace mal, es muy fuerte, pero está más limitado a combates individuales, prueba de ello es que haya lanzado un ataque tan simple para poner a prueba todas las capacidades de su enemigo. Además de esto, creo que puede ser un buen compañero, aunque parece muy impulsivo… -Pensé yo. Mientras, veía venir sus golpes hacia mí y, para lograr evitar los daños, utilicé la variante defensiva de mi control sobre la arena. – ¡Sabaku no buki, Tate, Yoroi! (Armas del desierto, Escudo, Armadura) –Y tras decir aquello formé un escudo de arena y se interpuso entre el puño de Midou y yo, mientras que su patada sí llegó a golpear mis costillas, pero la arena que llevaba debajo de la ropa se había endurecido formando algo así como una corteza alrededor de estas, un armazón de arena, que detuvo en gran parte los daños, y a Ban debió darle la impresión de que yo tenía un cuerpo tangible y, por tanto, era un usuario de paramecia, además, con esto le habría demostrado, si también era lo que buscaba saber, que mis reflejos, sobretodo con aquellos ojos, eran muy buenos; y mi capacidad de reacción defensiva con la arena era tan buena como la ofensiva, si no mejor aún…
Tras recibir aquel impacto caí al suelo hincando una rodilla por el golpe, y tras reincorporarme despacio, le dije a mi compañero: -Nada mal, Midou… Nada mal… Creo que ya he averiguado lo que quería, no hace falta que continuemos, tenemos cosas más importantes que hacer… Aunque, la próxima vez, no te contengas… -Dije sonriendo pues, ahora que ya lo consideraba un compañero, si había una próxima vez el combate sería por una razón seria, posiblemente con nuestras vidas en juego, y yo no me contendría de ser así.
Ahora había que centrarse en encontrar a aquel Usotsuki, cosa que no sería nada fácil tampoco. Decidí que era hora de ir a Goa a ver cómo de bien protegida estaba realmente aquella ciudad y cuál sería la mejor forma de asaltarla. Entrar por las malas no era inteligente, tanto noble junto podrían tener todo un ejército a sus órdenes sólo a base de guardaespaldas, así que lo mejor sería avanzar con cautela, pero antes debía ver el escenario para poder usarlo a nuestro favor durante el asalto. –Ey, Midou-kun, vamos a ponernos en marcha. Goa está en la otra punta de la ciudad, aunque estará fuertemente vigilada… Tenemos dos opciones, la primera es separarnos y reunir información cada uno por su cuenta, para luego reunirnos en un punto de encuentro. La segunda ir juntos y reunirla juntos. Tú decides. –Dije, dejando la pelota en su tejado, y esperé respuesta.

Los ojos de aquel chico eran algo increíbles. Pero lo que más le había impresionado fue haber podido tocar el cuerpo de su compañero. Una fruta paramecia parecía ser la que este estaba usando, aún así, Ban tenía sus dudas y se podría haber dado el caso de que se hubiera dejado dar para disimular. Dejando eso atrás escuchó las palabras que después había dicho su compañero y se puso a pensar. Si iban juntos podían destacar un poco pues sus ropas no pegaban ni sus estilos. Si iban por separado cada uno podía obtener algo de información y después reunirse para debatir lo que cada uno hubiese encontrado. Por ello la segunda opción había sido la que el chico castaño había elegido, tras una amable sonrisa llevó la mano a su bolsillo de la camisa y sacó un paquete de tabaco y su encendedor. Frunció el ceño al ver que solo le quedaba uno y se lo metió en la boca encendiéndolo tranquilamente. Tras eso dio una calada y guardó el encendedor para después mirar a su compañero con una amplia sonrisa.

- Está bien, vayamos por separado y reunámonos aquí en media hora. Así ocupamos el doble de terreno y nos será mucho más fácil coger a ese tipo. Nos vemos compañero, en media hora estaré aquí.

Tras esas palabras Ban se dirigió al interior de Goa entrando en sus calles fumando con tranquilidad. Le pareció buena idea preguntar por alguna taberna cercana donde algún camarero o borracho le pudiese decir algo al respecto. Su mirada se fijó en una que parecía vieja y de malos hábitos, entró tranquilamente y observó que había solo dos personas. Una persona encapuchada en un rincón de la barra y el tabernero, Ban se acercó despacio al tabernero y se sentó en la barra. El lugar no era bueno debido a la poca cantidad de gente que allí había. El hombre se dirigió al agente del gobierno con una pequeña sonrisa en su rostro.

- ¿Va a tomar algo señor?

Ban observó al hombre a los ojos sonriendo de lado y asintiendo pues si no tomaba nada sería muy raro y le pillarían fácilmente. Debía estar atento a cualquier persona que nombrase el nombre de Usotsuki. Tras un par de suspiros sonrió de nuevo y señalo al camarero una botella de refresco que había sobre un estante, seria seguramente un refresco de limón por el color del líquido que se apreciaba fácilmente.

- Póngame un trago de aquella botella señor

El camarero le preparó el vaso y este se bebió la mitad de un trago, después observó al tipo de la capucha con seriedad el cual se estaba tomando un simple café con leche. Llevar la capucha puesta dentro de una taberna era realmente sospechoso y encima ni siquiera había dicho palabra por lo que eso le hacía mucho más sospechoso de lo que ya era. Este se acercó un poco al tipo con gesto serio y de repente le tocó el hombro.

Mi compañero se decantó por la que, también para mí, era la mejor opción, abarcaríamos más terreno yendo cada uno por su lado, y llamaríamos menos la atención. Además, cada uno tenía sus formas de obtener la información y puede que el uno entorpeciera al otro. El lugar de reencuentro sería aquel mismo, el cual estaba bien pensado, y a la vez mal, dado que el hecho de que estuviera a las afueras de Goa nos daba la ventaja de la seguridad, pues no lo estarían vigilando, pero nos hacía tener que salir de la ciudad para después volver a entrar, lo cual resultaría muy sospechoso si se hacía por la puerta principal o si nos descubrían de algún modo entrando y saliendo.

Dicho y hecho, si lo peor que se podía hacer era entrar por la puerta principal, él lo haría. Él se fue a entrar a Goa por la puerta principal, tratando de no llamar la atención, aunque a la salida no pasaría desapercibido que sólo había estado una media hora y se había ido, incluso unos guardias tontos se percatarían de ello, así que sólo me quedaba confiar en que no fuera tan despreocupado de salir caminando sin más por la puerta principal, cómo había entrado ya. Decidí dejar de preocuparme por lo que mi compañero hiciera o dejara de hacer y centrarme en mi tercio, sería lo mejor para la misión. Yo decidí colarme por debajo de los muros de la ciudad, escavando con facilidad gracias a mi arena. Una vez abrí un pequeño agujero pasé al otro lado a través de este. Al fin, me encontraba ya en el verdadero lugar al que debía llegar, la ciudad de los nobles, Goa.

Una vez me hube metido allí decidí “investigar” a mi modo. Si el gobierno andaba buscando a aquel tipo debía ser por algo, así que seguramente estuviera llamando la atención de la gente de la zona. En cuanto caminé un par de minutos por las calles de aquella ciudad me comencé a percatar de cuál era el asunto del día, el cotilleo más extendido, y este no era otro que el de un hombre que despotricaba contra el gobierno y tildaba a los Tenryubitos de "escoria". Yo, personalmente, no podía estar más de acuerdo con aquel hombre, esos personajes aislados de un mundo que les odiaba y cuyas aspiraciones eran tales que se consideraban dioses me ponían enfermo, me encantaría juzgarlos a todos y condenarlos a muerte, y por supuesto ejecutar con mis propias manos la sentencia. No obstante, ellos eran los más altos cargos del mundo, eran a quienes más debíamos sumisión, así que, por el momento, mi deber era aniquilar a cualquiera que hablara mal de ellos, muy a mi pesar, claro está...

Ahora necesitaba seguir reuniendo información sobre dónde se reunían normalmente para aquellas "charlas" él y aquellos que le escuchaban, pero esta información no era algo que se pudiera obtener cómo lo había estado haciendo hasta ahora, no, esta requería algo más de "esfuerzo" por mi parte, no iban a pasar dos personas hablando justamente del lugar exacto, al fin y al cabo. Comencé entonces a perseguir a un par de tipos de clase alta hasta que entraron en su casa, rodeada por guardias vestidos de negro. En total debían haber unos veinte, tal vez más. Poco me importó. Traspasé la verja metálica como si nada gracias a mi cuerpo de arena y todos se lanzaron a por mí. Fue inútil por su parte, pues sus ataques no surtieron el más mínimo efecto en mi cuerpo. Formando un par de espadas de arena me deshice rápidamente de ellos. -Escoria... -Murmuré tras acabar con todos, para dirgirme ahora al interior de la casa. Entré por la puerta principal, que estaba abierta, supongo que por la confianza que otorgaba vivir en un barrio como Goa y ener a veinte hombres armados y entrenados en la puerta. No volverían a dejar la purta abierta tras esto, eso seguro. Al entrar di un fuerte portazo, el cual hizo que aquellos nobles, pensando que había sido uno de sus guardas "incompetentes", se asomara y comenzara a gritar y maldecir mi estampa. Al percatarse de su error y ver que quien había entrado era un desconocido, vestido de una forma realmente extraña, el miedo en sus ojos era tan grande que lo podía apreciar, disfrutar, desde varios metros de distancia. -¿Tienes miedo? -Le pregunté sonriendo al tiempo que andaba lentamente hacia él. En ese momento salió el otro de los nobles, que cayó al suelo de la impresión. El primero de ellos sacó una pistola, con la que me apuntó a la cabeza al tiempo que me gritaba algo. - ¡No te tengo miedo, basura, eres inferior! -Y tras decir aquello disparó. La bala pasó por un agujero en mi cabeza de arena, que después cerré, y de nuevo avancé hacia él, que estaba temblando. El miedo que tenía era tal que el arma cayó de sus manos, lo cual hizo que yo sonriera de nuevo. Seguí acercándome y me quedé a escasos diez centímetros de él, desde dónde lo miré fijamente a los ojos. -Pues deberías... -Le dije al tiempo que cambiaba mis ojos normales por unos ojos amarillos con una cruz negra en el centro de estos. Este otro noble también se cayó al suelo, y yo comencé a reir, para luego terminar aquella pantomina. -Ahora tendremos una conversación los tres... Procurar ser sinceros, no me gustaría tener que mataros sin obtener la información que necesito... -Y tras decir esto volví a sonreír, apiadándome de ellos por lo que se les venía encima.

Nada más tocar el hombro de aquel hombre el encapuchado se giró lanzando un puñetazo a Ban en la cara tirándolo al suelo con fuerza. Los ojos del agente del gobierno se abrieron muchísimo mientras caía de espalda al suelo. Una vez cayó abrió los ojos bastante para ver al que le había golpeado de esa forma. El encapuchado se había quitado la capucha y era un hombre de 1,87. Por lo que era bastante alto, su pelo era rubio y sus ambarinos, vestía con una sudadera negra y unos pantalones negros. Sus botas eran del mismo color y tenía un anillo de oro en el dedo.

- No te atrevas a tocar a un noble con tus manos idiota.

Aquellas palabras había sido su perdición. A nadie se le ocurriría desvelar su posición social en un bar como aquel y ese hombre lo había hecho, ahora debía atenerse a las consecuencias y Ban estaba dispuesto a hacerle hablar, pero antes se distraería un poco peleando con él. Le había golpeado y eso no se lo consentía a nadie. Tras levantarse suspiró mientras se sacudía la camisa blanca que se había manchado un poco. A continuación se tiró a por aquel tipo que cogió la silla poniéndola en medio. Ban lanzó un puñetazo que destrozó la silla usando la habilidad de su fruta haciendo una presión de 75 kilos para después de traspasar la silla de madera de mala calidad golpear la cara de aquel hombre. Tras salir despedido dos metros hacia atrás se levantó escupiendo sangre y maldiciendo al agente del CP. El camarero estaba desde lejos hablando intentando ser lo más amable posible con ellos para que pararan de pelear de una vez.

- Por favor paren ya señores. Se lo ruego, no quiero que me rompan el bar, les daré alguna bebida pero por favor no me rompan nada.


- No se preocupe buen hombre. No voy a romper nada salvo la cara de este noble creído, no se preocupe si rompo algo se lo pagare. Este tío va a decirme donde esta una persona llamada Usotsuki le guste o no o le romperé todos los huesos del cuerpo uno a uno y sin contenerme.

Dijo Ban con una sádica sonrisa en su rostro mostrando sus blancos dientes con un toque de maldad en sus ojos azulados. Aquel hombre frunció el ceño cuando escuchó aquel nombre y por la reacción de su expresión seguramente sabría algo, sin pensárselo Ban se tiró a por el de nuevo. Esta vez aquel hombre hizo un elegante movimiento echándose a un lado esquivando el golpe directo de Ban. Pero el próximo no lo puso esquivar, el agente es echó hacia atrás y de repente lanzó un movimiento hacia la cara del noble con la mano abierta. Consiguió agarrar su rostro y usando una presión de 75 kilos tirar para abajo para estamparle la cara contra el suelo con fuerza.

- ¡Mordedura de serpiente!

Dijo para después colocarle la rodilla sobre el cuello para que no se moviera. Seguramente le había roto la nariz con aquel golpe ya que el suelo estaba manchado de sangre. Llevó la mano a su pistola poniéndola después sobre la espalda de aquel hombre con la intención de asustarlo solamente mientras fruncía el ceño por los problemas que le había dado aquel tipo. Pero ahora debería hablar o se llevaría una buena paliza.

- Bien ha llegado la hora de hablar. Dime todo lo que sepas sobre ese tipo o te matare, y no digas que no sabes nada porque no me lo creeré y te volveré a golpear sin pensármelo idiota. Te queda tan solo un minuto o tendrás dulces sueños noble de pacotilla.

Las palabras del chico asustaron a aquel hombre, el camarero al ver lo que se había liado empezó a beber algo de alcohol para tranquilizarse. Aquel noble se había ocultado para estar un rato tranquilo sin presiones y por su acto de chulería de golpear al castaño ahora había recibido un buen daño y debería decir donde estaba el tipo que buscaba Ban o lo pagaría con una buena paliza. Pese haberle amenazado seriamente Ban no le iba a matar pues no era su estilo matar a la gente y no iba a mata a aquel hombre. Es más, odiaba las muertes y siempre acababa furioso cuando mataban a alguien delante de él. La última vez hasta peleó con un miembro del CP por matar a un pirata que ya estaba atado e inconsciente, un hombre que no se podía defender y algo que hizo que Ban estallase en aquel entonces. El castaño ahora mientras esperaba la contestación de aquel hombre se preguntaba cómo le iría a su compañero de la arena.

Mi rostro reflejaba una sutil sonrisa que, lejos de ser simpática o amena, era más bien sádica y con un instinto asesino puesto en ella. Definitivamente estos dos hombres merecían ser juzgados, la vanidad y la arrogancia eran sus mayores crímenes, y yo me decidí a ser el juez, el jurado, y cómo no, el verdugo de su juicio. Ahora ambos estaban postrados en el suelo, sin siquiera poder levantarse del miedo que había inundado sus cuerpos, y yo me erigía en medio de aquella gran casa, pagada seguro con el dolor y el sufrimiento de muchas personas inocentes, cuyas almas me decían que acabara con aquellos dos individuos, mas sin embargo esto debería esperar, pues antes debían darme la información que andaba buscando.

Me agaché y cogí por el cuello a uno de ellos, el que me había disparado previamente, y lo levanté del suelo, dejándolo suspendido en el aire agarrado únicamente por mi brazo. Lo estampé contra la pared que había a su espalda, para inmediatamente después crear dos pequeñas lanzas de arena, con las cuales lo dejé colgado de esta, atravesando el cuello de su camisa con ambas, cómo si colgara a aquel tipo con chinchetas. Puse otras dos más en las mangas de aquel hombre, y dos más en los camales de su pantalón. Quedó totalmente anclado a la pared. Tras esto, me alejé un poco de la escena, por el pasillo por el que había venido, hasta retroceder unos cuantos metros, desde dónde me volteé para volver a mirar a aquel hombre, al que acababa de convertir en una diana. –Como he visto que te gusta disparar, vamos a jugar a un juego. Yo haré una pregunta, y tú darás una respuesta simple y clara. De la sinceridad de esta dependerá que mi cuchilla corte tu cuerpo o se clave en la pared. ¿Lo has entendido? –Pregunté formando la primera cuchilla de arena, una especie de pequeña navaja de arena compactada endurecida, capaz de cortar fácilmente la carne humana. Él me miró asustado y, con tono asustadizo y confuso, respondió rápidamente. – ¡Sí! –Tras su respuesta lancé una de las cuchillas, la cual se clavó a algo menos de un palmo de distancia de su cabeza, a su izquierda. Él miró el cuchillo, asustado, se acababa de dar cuenta de que esto iba en serio, y entonces comenzó a temblar y a forcejear, tratando de bajar de aquella pared. – ¡No me mates! Tengo dinero, mucho dinero, si no me matas te haré un hombre muy rico… -Sus palabras estaban, sin que él lo quisiera, abocándolo al desastre. Ahora añadía avaricia y cobardía a la lista, así que su vida no podía ser perdonada, pero serviría de escarmiento para el otro sujeto. –Es una verdadera lástima… En fin, pero las reglas del juego ya han sido dictadas, así que… Segunda pregunta. ¿Has oído hablar de Usotsuki? –Al preguntarle esto noté como su expresión cambiaba, al parecer se dio cuenta de quién era yo y qué quería en ese preciso instante. – ¿Eres del gobierno, no? Vienes para matar a ese traidor, ¿cierto? ¿Eh? ¿¡Eh!? –Mientras hablaba yo preparaba mi cuchilla de arena y le apuntaba. – ¡Espera! ¡Espera! No puedes… ¡No! –Gritaba él completamente desesperado, a lo que simplemente respondí sonriendo. –Esto no ha sido una respuesta simple y clara. Lo siento. –Entre sus gritos y los de su amigo, postrado en el suelo al lado, observando aquella escena, lancé otra de las cuchillas, que se clavó en el estómago de aquel hombre.

Un sonido grito de dolor fue lo que aconteció después. Aquel hombre, ya más muerto que vivo, comenzó a escupir sangre por la boca. Sus ojos se cubrieron de lágrimas y se volvieron más vacíos. Su rostro había cambiado, era la expresión de un hombre que se encuentra con la muerte. Con aquella cara miró a su compañero, que desde el suelo veía impotente como su amigo moría delante de sus ojos. Las lágrimas también bañaron los ojos de aquel tipo, pero este transformó aquella rabia, aquella ira, en odio. Un odio que volcó en mí. Se levantó y cogió la pistola de su compañero, con la cual apuntó a mi estómago. Sin pensar demasiado disparó, de nuevo de forma inútil contra mi cuerpo de arena. –Eso ha sido muy estúpido por tu parte. –Dije yo, palabras que hicieron que él se diera cuenta también de la diferencia que había entre nosotros, y asumiera que su vida estaba tocando a su fin. Comencé a andar hacia él lentamente. Una vez a su lado lo desarmé y lo miré a los ojos, con aquellos ojos propios del demonio que yo tenía. Se vio reflejado en ellos y entonces lo entendió. Que su vida llegara a su fin era el menor de sus problemas. La muerte era un consuelo al lado de la infinita cantidad de tormentos que podría sentir si no me daba lo que quería, en este caso, la información sobre Usotsuki. En ese entonces él sonrió y miró a su espalda, cómo su compañero moría lentamente, desangrándose sin remedio, tendido en la pared de su propia casa. Tras esto miró al techo, suspirando, y luego, finalmente, a mí. Con una mirada melancólica y un tono que sonaba a despedida de este mundo me dijo todo cuanto sabía de aquel hombre. Cuando hubo terminado yo alcé mi mano. Él cerró con fuerza los ojos, como tratando de disminuir así el dolor que iba a sentir al morir, pero para su sorpresa, su sentencia había sido aplazada. –Has demostrado valor, y sólo por ello no acabaré contigo, además, me has sido de utilidad. Ten por seguro que, si sigues por el camino del mal, vendré y terminaré este castigo. Estaré vigilándote… -Y tras decirle aquello, mientras él aún tenía sus ojos cerrados, me convertí en arena y me escabullí de aquella casa por la puerta trasera. Al abrir sus ojos no vio más que a su amigo en el suelo, este sí, muerto. Cuando levanté mi mano sólo reabsorbí la arena que le había lanzado a aquel tipo, ahora se daba cuenta de aquello. Suspiró aliviado por saber que viviría un día más, aunque apenado por que su amigo no lo haría. Sin embargo, los instintos del hombre hicieron que pesara más su alegría por conservar la vida que la pena por la muerte de un ser ajeno a él, maldita forma de ser de los humanos.

Una vez hube descubierto dónde se escondía aquel tipo me dirigí hacia allí ,sin salir de la ciudad pese a que el plazo estaba a punto de acabar y debería reunirme con Ban, mi nuevo compañero. La información que me había dado era sencilla y clara. “Aquel tipo que buscas ahora mismo está en una taberna vieja, en el interior de Goa. Es el único lugar dónde los nobles no querrían entrar en Goa, la reconocerás…” No tardé en llegar a esta, y al entrar, vi a mi compañero, Ban, aporreando a un tipo y apuntándolo a la cabeza con una pistola. -*Por el amor de Dios, que no sea el objetivo… Y que no lo haya matado…* -Pensaba yo. Llamé a la puerta fuertemente para llamar la atención de mi compañero, tras lo cual le dije: -Oye, ese al que le estás pegando… Bueno, verás… Baja el arma, ese tipo es Usotsuki. –Y tras decir aquello me recosté sobre la pared esperando su reacción.

Ban estaba a punto de golpear aquel tipo en la cabeza con fuerza. Le tenía de los nervios a decir verdad y las ganas de aplastarlo que tenia de aplastarlo y dejarlo dormido eran muchas. Justo cuando alzó el puño y lo bajaba con fuerza escuchó un ruido en la puerta y giró unos segundos su mirada hacia el lugar del ruido donde vio a su compañero observándole echado en la pared. El puño ya había bajado y había dejado inconsciente aquel hombre sin ni siquiera obtener la información. Tras aquello escuchó las palabras de su compañero y se le echó el mundo encima, había golpeado violentamente y con fuerza al objetivo. Con una pequeña risilla algo forzada empezó a darle collejas al cuerpo inconsciente del noble.

- Jajajajajajaja vaya que cosas tiene la vida, así que este tío que he golpeado y he dejado para el arrastre era al objetivo. Bueno supongo que es una lástima pero su destino a sido tener dulces sueños. Bueno volviendo al objetico principal creo que es hora de largarse de aquí. Ya le tenemos es este idiota y esta inconsciente aunque me haya pasado un poco. Al fin y al cabo la misión no decir que llegara en condiciones de un rey, además se lo merecía. Solo era un charlatán y un idiota.

El sueño estaba aún bebiendo al haber visto aquel espectáculo, tras uno segundos se calmó y escondió la botella en un lugar de su estantería. Ban se acercó a este para disculparse por las molestias que había causado en el bar, se había cargado una silla y encima casi le había dado un infarto al hombre que custodiaba la barra del lugar. Una vez estuvo cerca tomó el vaso de su refresco de limón que aún estaba por la mitad y no quería desperdiciarlo. Por ello lo cogió como si nada y se lo termino limpiándose después con un agradable sabor de boca, tras aquello dirigió sus ojos hacia los del hombre y empezó a hablarle para disculparse por lo que había ocurrido con su silla y con aquel tipo.

- Oiga buen hombre lamento lo de su silla y el espectáculo que le he dado pero usted ha podido ver que yo solo le toque el hombre a ese tipo y me golpeó. Espero que pueda entenderlo señor. No quería causarle problemas no hacer que usted bebiera alcohol como una esponja como ha demostrado como todo un profesional. Es usted todo un campeón, no me esperaba que bebiera con esa elegancia tan buena y tan digna de usted. Ahora con su permiso mi compañero y yo debemos irnos con el cuerpo de este idiota para hacer ciertas cosas con el cuerpo, no piense nada raro. Solo es parte de nuestro trabajo y es algo que no podemos desvelar. De todas formas ha sido un placer beber ese buenísimo refresco de limón y haber estado en esta estupenda taberna. Nos veremos otro día buen hombre, adiós y tenga un buen día.

Ban parecía haberlo hecho genial en su disculpa y se dispuso a darse la vuelta para poder largarse de aquel lugar con la misión cumplida junto a su compañero. Pero en ese momento sin esperárselo, Ban recibió una colleja por detrás que le hizo abrir mucho los ojos y girarse de repente para ver qué diablos había pasado. Ante su sorpresa la colleja se la había dado el dueño que estaba con el ceño fruncido observándole como si estuviera a punto de despedazarlo. Sus ojos estaba clavados en los del castaño y de buenas a primeras empezó a regañarle como si nada.

- Escúchame jovencito me da igual quien seas y tus disculpas, te has cargado mi silla y encima has liado una buena. Podría haber habido algo más serio y yo estaría involucrado. Encima me llamas campeón bebiendo alcohol como si eso fuera algo bueno, he bebido por los nervios que me has ocasionado. Sé que la culpa a sido del otro pero como lo has dejado en ese estado lamentable no me queda más remedio que regañarte a ti idiota. No te vas a ir de rositas aunque me hagas la pelota de esa forma tan descarada. Llevaos el cuerpo me da igual la orgia necrofilia que os queráis montar con él. Solo pido que me arregles la silla. O mejor aún, hay unas cajas en el almacén que no puedo mover. Creo que tu me vas a ayudar a moverlas así que venga para el almacén de cabeza.

Dijo el hombre empujando a Ban hacia el almacén, el castaño no se creía aquello y con los ojos miraba a su compañero quejándose, pero este estaba recostado en la pared tranquilamente. Una vez lo llevó al almacén le señaló unas cajas que quería que le moviera a otro lado distinto ya que él no podía hacerlo. El castaño resignado suspiró y con cuidado cargó con las cajas llevándolas al lado que aquel hombre le había indicado. Tras unos instantes acabó de poner las malditas cajas. Aquel hombre como agradecimiento le dio otra botella de aquel refresco de limón que tanto le había gustad a Ban. Sin pensárselo de un trago se bebió la mitad de la botella y se dirigió hasta la sala donde estaba antes. Nada más ver a su compañero le lanzó la botella del refresco de limón para que también bebiera. Nada mas lanzársela asegurándose de que estaba con los ojos abiertos recogió el cuerpo del tío inconsciente y se giró hacia el anciano que ya había salido también.

- Persone por las molestias de nuevo y gracias por el refresco. Tenga cuidado y cuídese, ha sido un placer ayudarle, si necesita algo solo avísenos.

- Si eso hare, no se preocupen. Id con cuidado y no os metáis en líos, y lo digo por ti castaño. Tu amigo parece más tranquilo pero tú te alteras muy rápido y pones en peligro los establecimientos de la gente. Bueno, cuídense.


Tras acabar la conversación Ban se dirigió a la salida de aquel sitio cargando con el cuerpo de aquel hombre con un solo brazo echándolo en su hombro tranquilamente. Le había dicho aquel hombre que si necesitaba algo que les llamase, pero seguramente abandonarían la isla por lo que había sido una simple tapadera. El objetivo había sido cumplido con éxito y tenían atrapado al tipo de que les habían asignado. Tras unos segundos Ban abrió la puerta que daba a la salida y esperó a su compañero para que los dos abandonaran aquella isla, aunque para eso debían llegar cuanto antes a la playa y largarse en el vehículo que habían usado. De ese modo la misión acabaría perfectamente. Si aquel tipo se despertaba en mitad del viaje, el castaño le daría algunos golpes más para volver a dormirlo.

Para mi sorpresa mi compañero Ban ya había dejado inconsciente a golpes al objetivo cuando yo llegué. Parecía que se había dado cuenta de lo que acababa de hacer, así que no me ensañé con él en su desgracia, sencillamente me limité a reír. Después, Ban comenzó a disculparse con el dueño del local por aquel alboroto que había formado, mientras tanto yo me acerqué al objetivo, aquel tipo llamado Usotsuki, y comprobé que aún seguía con vida. Sus constantes eran estables pero muy bajas, realmente era alguien peligroso ese Ban, como enemigo un demonio, pero como aliado podía ser casi más devastador si se le dejaba sólo mucho tiempo...

Con el objetivo fuera de peligro me limité a contemplar la divertida escena que Ban y el dueño de aquella tienda llevaron a cabo. Este últumo regañó a mi compañero, obligándolo a cargar unas cajas en su almacén, lo cual hizo que yo me riera con una sutil y jactanciosa risita. Cuando Ban hubo entrado en el almacén, acompañado por el dependiente, llegaron a aquella taberna los de seguridad de las calles de Goa, llamados por el alboroto que provenía de aquí. Pensé que podía haber sido el tipo al que perdoné la vida, y no me equivoqué, pues de detrás de aquellos guardas salió, llorando, aquel estúpido y cobarde noble. -Cielos, no podré perdonarte la vida después de esto... -Dije yo en tono de pésame, a lo que él respondió escondiéndose detrás de los guardas, armados fuertemente. Yo sonreí al ver aquello, al tiempo que alzaba mi mano y chasqueaba los dedos. -Verás, alguien a quien ya he juzgado, no puede escapar de mí... -Y tras decir esto aquel tipo comenzó a echar sangre por la boca. Los guardias se voltearon para tratar de ayudarlo, pero era demasiado tarde, ya había empezado a acabar con su tormento. –Bueno, hoy estoy de buen humor, así que os lo explicaré… Antes me ocupé de este tipo y de su amigo, y esparcí mi arena en el aire de aquella habitación. A cada bocanada de aire que ellos daban parte de esta entraba en sus pulmones, y ahora, este tipo tiene cincuenta gramos de arena en su interior. Yo puedo controlar esa arena para formar con ella una pequeña cuchilla, con la cual desgarro sus órganos internos de forma lenta y continua. Adiós, hígado. –Tras decir esto el hombre soltó un grito y cayó de rodillas al suelo. –Adiós, estómago. –Ahora desde el suelo empezó a esputar sangre y a retorcerse de dolor. Los guardas rápidamente desenvainaron sus espadas y corrieron contra mí. –Je, no tengo tiempo para seguir jugando, que lástima… Adiós, corazón… -Y tras decir esto chasqueé los dedos de nuevo, y su corazón fue apuñalado desde dentro, causando una hemorragia masiva que acabó con la vida de aquel hombre en poco más de quince segundos. Después quedé mirando a los guardias, a los que conté uno a uno. Eran en total trece, cada cual con un aspecto más terrorífico que el anterior. Todos estaban enfadados por no haber podido proteger a aquel noble, y no tardaron en atacarme con todo lo que tenían.

El primero de ellos corrió con su espada contra mí, tratando de cortarme la cabeza. Convirtiéndome en arena me coloqué detrás de él, que quedó sorprendido, y con gran rapidez coloqué un hilo de arena alrededor de su cuello. – ¡Zanshu! (Decapitado) –Dije, con lo que la arena se cerró en un círculo menor, cortando la cabeza de aquel pobre diablo. –Bueno, ¿quién sigue? –Pregunté yo con tono burlón. Dos de ellos enfadados conmigo por haber acabado con su compañero sacaron sus armas de fuego, un par de pistolas de mecha simples. Apuntaron a mi cabeza y dispararon, pero de nuevo, de forma inútil. Convertido nuevamente en arena esquivé aquellas balas y me desplacé hasta estar justo delante de ellos dos. Ambos recularon un poco, echándose un paso hacia atrás, y aquella cobardía los mató. – ¡Kamu! (Agarre)–Al decir esto parte de la arena que había colocado en el suelo al desplazarme agarró los pies a aquellos individuos, que cayeron hacia atrás por inercia. –Sabaku no… Supiazu! (Lanzas del desierto) –De la arena del suelo salieron un par de pequeñas lanzas, sobre las cuales cayeron aquellos dos hombres, quedando ensartados en estas. Tras acabar con ellos chasqueé los dedos y todas las formas de arena volvieron a ser arena, que volví a recoger tranquilamente.

Ahora sólo quedaban diez de ellos. –Podría ocuparme de vosotros lentamente, pero sinceramente, no creo que a mi compañero le lleve mucho tiempo mover unas cajas, así que ando con algo de prisa… maldición, sólo de pensar que luego tendré que deshacerme de vuestros cadáveres me da muchísima pereza… En fin… ¡Sabaku no harinezumi! (Erizos del desierto) –Con esto empecé a sacar bolas de arena de alrededor de un kilogramo y a elevarlas. En total había unas cincuenta de aquellas. Los guardias estaban atentos a cualquiera que fuera mi movimiento, con sus espadas en posición, listos para el combate, por desgracia para ellos, aquello no era un combate, era una masacre. Cerré los ojos y eché a reír, imaginándome el cabreo que Ban tendría si se enteraba que mientras él hacía labores del hogar yo me había ventilado a una unidad de protección civil de Goa. Tras este breve lapsus abrí los ojos, amarillos y negros, que asustaron a aquellos hombres. Varios de ellos me llamaron demonio, eso me recordó a mi casa, al trato que la gente me había dado de pequeño, y no hizo más que enfurecerme. Fruncí el ceño mirando a aquellos guardas y, con un leve movimiento de mi mano, lancé aquellas pelotas de arena hacia ellos, quedando cada guarda con cinco pelotas a su alrededor, girando lentamente. Uno trató de dispararles, pero fue inútil, otro de cortarlas, más inútil todavía. Su sentencia había sido dictada ya, y habían sido condenados a morir. –Nos veremos en el infierno, guardarme un buen lugar… -Y tras estas palabras aquellas pelotas redujeron su tamaño, pero de ellas salieron unas agujas de arena de unos cinco centímetros de longitud cada una. Las cinco bolas de cada guardia se precipitaron contra estos, haciéndoles numerosas heridas, algunas de ellas letales, pero sólo cinco erizos no eran bastante para acabar con una persona, así que siete de ellos seguían aún con vida. –Sorprendente, dejadme alabaros, pues eso significa que vosotros siete sois escoria de nivel dos, enhorabuena. –Pese a su desesperación aún tenían ganas de pelear, y uno de ellos se levantó y sacó su pistola, volviendo a dispararla contra mí. La bala de nuevo pasó por un agujero en la arena de mi cuerpo. Aquel guarda se resignó a morir y dejó caer la pistola, pero otro de ellos entonces retomó el valor que su compañero acababa de perder, alzándose y desenfundando su espada. Corrió contra mí y se lanzó a matarme. –Sabaku no buki, Ken. (Armas del desierto, Espada) –Una espada de arena se formó en mi mano a partir de mi propia arena. Aquel hombre con quien acababa de cruzar la espada me miró a los ojos, desesperado, sabiendo que iba a morir. El hecho de que lo aceptara y peleara pese a ello me pareció muy digno, muy valiente, pero no podía dejar testigos de nuestra presencia, o gente que pudiera poner en peligro la misión, así que le atravesé el estómago. –Muere con el mismo orgullo con el que has peleado. –Tras decir esto su sangre me salpicó, y los otros se lanzaron a golpearme al ver a su camarada muerto. -*Mierda, ahora soy algo más vulnerable, debo acabar esto rápido…*-Pensé al verlo. Los miré mientras venían, corriendo hacia mí, y con la arena que había formado los erizos creé tras de ellos unos ganchos de arena que los ensartaron por la espalda y tiraron de ellos. – ¡Sabaku no Fukku! (Ganchos del desierto) –Todos habían sido atravesados y sólo uno había sobrevivido. A este valiente, atravesado en todo su cuerpo por los erizos y con el pecho ensartado con un gancho, le reconocí como un auténtico soldado, un guerrero, y como tal, lo rematé para que no sufriera más. Acercándome a él, que estaba tendido en el suelo sangrando, cree una gran lanza de arena que sostuve con mi mano. –Espero que al menos tu alma sí pueda salvarse. –Y tras decirle aquello le atravesé el corazón con la lanza.

Comencé a coger los cuerpos y los dejé en una esquina del local, todos amontonados, y sobre ellos puse una lona que cubría las mesas que no utilizaban. Me lavé las manos y la cara, que habían sido salpicadas, y volví a la puerta dónde me encontraba inicialmente. Al hacerlo vi a Ban saliendo y cogiendo a nuestro objetivo en brazos, para llevarlo al puerto, dónde nos recogerían. El dueño del establecimiento se despidió de Ban, llamándolo impulsivo y diciendo que yo no lo era, que aprendiera de mí. Seguramente al ver la pila de catorce cadáveres que tenía en su taberna cambiaría de parecer, pero ya no estaríamos en aquella isla para entonces. Salimos de allí y comenzamos a ir hacia la playa, Ban delante, con Usotsuki a cuestas. Al llegar a la puerta principal esta estaba totalmente desprotegida, pues había cundido la histeria al no regresar el grupo que enviaron a la taberna y todos los soldados de Goa estaban movilizados allí, así que salimos sin ningún problema de la ciudad. –Ey, Ban, larguémonos de esta isla cuanto antes, no tengo ganas de seguir peleando más… -Una vez dicho esto seguí andando detrás de él hasta que llegáramos al puerto y nos fuéramos, de una vez por todas, a casa de nuevo.

Ban cargaba con aquel cuerpo ya por las calles de Goa. No se había enterado de la masacre que había hecho su compañero. Si lo hubiera visto habrían tenido una buena discusión entre los dos pues Ban odiaba las muertes más que nada, una vez caminaban por las calles se preguntaba porque habría tan poca seguridad en la entrada. Le resultaba algo extraño pero le daba igual, habían completado su primera misión completamente y sin muchos sobresaltos pues pese a los combates ninguno estaba herido gravemente. Serian grandes compañeros aunque Ban ya tomaba aquel tipo de la arena como a un amigo, juntos habían logrado cumplir con creces la misión asignada y ahora se dirigían hacia el puerto para dar por finalizada aquel encargo pedido por sus superiores. Mientras caminaba escuchó las palabras de su compañero el cual estaba deseando dejar la isla y dejar de pelear. Ambos pensaban lo mismo pues este también deseaba abandonar la maldita isla de una vez.

- Me parece perfecto, tengo ganas de tumbarme y echarme una buena siesta, ese tío era débil pero aún no controlo bien mi fruta y entre nuestro pequeño combate y lo del bar estoy molido. Sin añadir lo de las malditas cajas del almacén, espero que no tengamos que remar mucho estoy reventado.

Cuando dijo esto ya estaban llegando al puerto cuando por lo lejos se acercaba un barco con la bandera del gobierno mundial por lo que alegró bastante a Ban. Ya era hora de largarse de aquella maldita isla y habían tenido la honradez de mandar un barco a por dos de sus hombres. Bastante generosidad por parte de ellos ya que muchos pensaban que el gobierno era gente horrible e injusta que se dedicaba al mal. Pero no todos los agentes y personas metidas en este mundo eran así. Muchos eran gente que buscaba hacer el bien y ganarse la vida honradamente. Lamentablemente estas personas también se llevaban una mala reputación y era algo que era muy injusto. Aunque al fin y al cabo Ban se había acostumbrado a esto. Por muchos lados no podía mencionar su cargo o le miraban de mala forma y hasta a veces trataban de atacarle como había pasado hace tiempo en una pequeña isla donde estaba en un día libre. Al menos pagaban y era buena vida pues allí le entrenaban en el combate cuerpo a cuerpo mostrándole buenas técnicas. También había hecho buenos compañeros pero por ahora el tipo de la arena era con quien mejor se llevaba sin duda. El barco llegó a tierra firme tal y como Ban sabía que iba a hacer. En aquel momento un hombre desembarcó y se aproximo a ellos. Este era un tipo con una gorra de color negro en la cabeza, su pelo era moreno y corto, sus ojos de un tono marrón oscuro. Vestía de traje negro con corbata y zapatos, este se paró frente a ellos. Su mirada era confiable y tenía una pequeña sonrisa, se trataba de un agente seguramente por las pintas. Finalmente aquel hombre empezó a hablarles en un tono amistoso y tranquilo mientras observaba al tipo que portaba Ban.

- Saludos agentes Ban y Kyoji. Han hecho ustedes un buen trabajo por lo que veo, habéis cumplido la misión con éxito, tengo el honor de felicitarles caballeros. Soy un agente del CP6 y me han enviado a recogerles. En el barco os llevaremos para que toméis un descanso y comáis algo. Debéis estar listos para la próxima misión caballeros, los agentes del gobierno no paramos ni un solo instantes y vosotros sois de los novatos por lo que os quedan muchísimas que hacer. Podéis pasar y acomodaros, tenéis un camarote para cada uno con una cama y además una cocina donde hay algunos platos preparados por si tenéis hambre. También podéis quedaros por cubierta si lo deseáis o hasta tomar una ducha en el último camarote a la derecha del pasillo. Lo que hagáis es cosa vuestra.

Tras hablar dos hombres más salieron acercándose a Ban pidiéndole el cuerpo de aquel hombre, este sin pensárselo se los entregó y ellos volvieron a dentro del barco para llevarlo a algún sitio donde poder interrogarle o mantenerlo quieto hasta que llegaran a su objetivo. Los ojos del castaño observaban los de aquel agente, todo un CP6. Ban deseaba llegar al CP9 pero aquel hombre ya estaba bastante arriba en la escala, era digno de admiración al fin y al cabo. Tranquilamente le dijo en un tono amable y tranquilo.

- Gracias por venir a recogernos, la misión era de un nivel aceptable para nosotros. Tranquilos iremos a todas las que pidan, y créame que no pensamos fallar ninguna. Vamos a realizar todas y a tener éxito en el cien por cien de los casos. Ya lo verá, ahora iremos al barco si no le importa pero antes he de pedirle un favor.

Los ojos de Ban se quedaron mirando fijamente los de aquel hombre, aquel tipo también le observaba sin saber bien que le iba a pedir. Ambos estuvieron unos segundos largos mirándose, el agente del CP6 entendió que Ban esperaba su respuesta para ver si estaba dispuesto a hacerle el favor por lo que asintió despacio esperando a ver qué era lo que le iba a pedir el castaño y a comprobar si estaría en su mano hacerlo. Tras la confirmación el castaño sonrió de lado y llevó la mano lentamente al bolsillo de su camisa buscando algo. Tras unos escasos momentos sacó su encendedor y volvió a mirar aquel tipo sonriendo ampliamente.

- ¿Tiene usted un cigarrillo?

Aquel hombre suspiro a punto de perder el equilibrio por el momento de tensión y la tontería que había pedido aquel chico. Pero tranquilamente asintió con una sonrisa pensando que aquellos dos chicos serian grandes agentes en el futuro. Sacó un paquete del bolsillo izquierdo de su pantalón y de este paquete sacó un cigarro el cual le ofreció a Ban que enseguida lo cogió llevándoselo a la boca para después encenderlo tranquilamente. Finalmente se dirigió al interior del barco con su compañero para poder abandonar aquella maldita isla por fin.