Katharina von Steinhell
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La brisa marina meció suavemente los cabellos rosas de la bruja, al mismo tiempo que se acomodaba las largas botas negras de cuero que le llegaban hasta las rodillas. Vestía una chaqueta ajustada a la cintura y una capa de seda que le llegaba hasta los tobillos, además de unos pantalones que seguían a la perfección el contorno de sus delgadas piernas y, cuando cayó la primera gota de lluvia, se colocó la capucha. El clima llevaba cambiando varios días, variando entre días soleados y nublados. No era necesario ser un experto en meteorología para darse cuenta de que pronto llovería, así que refugiarse en una taberna no era mala idea. Ya era hora de volver de sus largas vacaciones luego de lo que sucedió en Gray Rock, pero si el Reino de Goa era azotado por una tormenta, se vería obligada a posponer una vez más su viaje de vuelta. Pese a que el East Blue no era uno de los mares más peligrosos del planeta, no había marineros valientes que se atrevieran a enfrentar una tormenta. Lo único que podía hacer la bruja era esperar lo mejor, aunque, por su experiencia, siempre sucedía lo contrario.
Con la idea de encontrar una taberna en mente caminó por la congestionada avenida principal de la ciudad. Esperaba no ser reconocida por nadie, después de todo, un miembro de la peor generación era famoso incluso en los mares más alejados. En cualquier caso, dudaba de que hubiera gente capaz de hacerle frente en la ciudad. Solo por casualidad vio que un joven de aspecto amable y cabellos dorados como el sol le robaba a una joven encapuchada. Ante los ojos de cualquiera que no estuviera atento, se vería como un simple malentendido, pero la bruja conocía las artimañas de los ladrones, más por práctica que por teoría. Tal vez porque no tenía mucho que hacer en el momento, quizás porque le intrigó la indumentaria de la chica o simplemente por un deseo altruista, caminó ágil y agraciadamente hacia el ladrón y, chocándole intencionadamente, recuperó la pequeña bolsa.
—Si vas por ahí regalando tus cosas, llegarás sin nada —comentó la pelirrosa, jugando con la bolsa de la chica—. Ten. Y no vuelvas a perderla, dudo que alguien vaya a recuperarla por ti.
Luego de entregarle la bolsa a la chica que, por supuesto, no contaba con suficientes monedas como para habérsela quedado ella, siguió su camino. Si mal no recordaba, solo faltaban unas pocas cuadras para llegar a la taberna más próxima. Esperaba que no estuviera repleta de borrachos con ganas de ligar, aunque sabía que no debía hacerse expectativas.
Con la idea de encontrar una taberna en mente caminó por la congestionada avenida principal de la ciudad. Esperaba no ser reconocida por nadie, después de todo, un miembro de la peor generación era famoso incluso en los mares más alejados. En cualquier caso, dudaba de que hubiera gente capaz de hacerle frente en la ciudad. Solo por casualidad vio que un joven de aspecto amable y cabellos dorados como el sol le robaba a una joven encapuchada. Ante los ojos de cualquiera que no estuviera atento, se vería como un simple malentendido, pero la bruja conocía las artimañas de los ladrones, más por práctica que por teoría. Tal vez porque no tenía mucho que hacer en el momento, quizás porque le intrigó la indumentaria de la chica o simplemente por un deseo altruista, caminó ágil y agraciadamente hacia el ladrón y, chocándole intencionadamente, recuperó la pequeña bolsa.
—Si vas por ahí regalando tus cosas, llegarás sin nada —comentó la pelirrosa, jugando con la bolsa de la chica—. Ten. Y no vuelvas a perderla, dudo que alguien vaya a recuperarla por ti.
Luego de entregarle la bolsa a la chica que, por supuesto, no contaba con suficientes monedas como para habérsela quedado ella, siguió su camino. Si mal no recordaba, solo faltaban unas pocas cuadras para llegar a la taberna más próxima. Esperaba que no estuviera repleta de borrachos con ganas de ligar, aunque sabía que no debía hacerse expectativas.
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A diferencia de la bruja, la chica a la que le devolvió el dinero no era ninguna experta siguiendo a las personas. Sus movimientos no eran sutiles, sino evidentes y ruidosos, a pesar de encontrarse en una ajetreada avenida. La pelirrosa había dedicado gran parte de su vida a la recopilación de información, pasar desapercibida y robar objetos de valor. Sabía cuando alguien la seguía, aunque le era imposible saber las intenciones de la persona. Quizás la chica de la bolsa solo quería agradecerle, puesto que no tuvo tiempo de hacerlo antes ya que la bruja simplemente siguió su camino. Tal vez se trataba de una cazarrecompensas que buscaba tener unas cuantas monedas para no tener que trabajar en un buen tiempo. Las posibilidades eran infinitas y solo había una forma de saber qué deseaba la desconocida: enfrentarla cara a cara. No la mataría, por supuesto; no quería llamar la atención de los guardias ni de los civiles. Recordó que su imagen estaba repartida a lo largo y ancho del mundo, por lo que no era una buena idea sobresalir para ser perseguida por marines.
Antes de encarar a la chica, entró a la taberna y buscó con la mirada un puesto vacío. Se trataba de un lugar limpio cuyo suelo relucía resplandeciente, había varias mesas rectangulares y un pequeño escenario perteneciente a un grupo de bardos que amenizaba la tarde con su armónica música. La mezcla entre el laúd y el tambor era simplemente perfecta, de hecho, le hacía recordar aquellos momentos que pasó en Skellige. Había hombres bebiendo y contando historias, riéndose y jugando cartas; otros bailaban al ritmo de la música, mientras que otros simplemente observaban a las chicas que iban y venían de allá para acá. Un par de miradas lujuriosas se depositaron en la pelirrosa, pero decidió ignorarlas por completo. No estaba allí para buscar problemas, solo para pasar el rato y comer algo.
—Sírveme tres raciones del mejor plato —le pidió a la camarera mientras se quitaba la capucha ya estando sentada—. Y un vaso de agua también.
La campanilla puesta sobre la puerta emitió un tintineante sonido cuando la misma chica de antes entró, quitándose la capucha y agitando el cabello. Era muy bella y no tardó en llamar la atención de los hombres. Uno de ellos, un sujeto alto y con el pecho negro por la inmensa cantidad de pelo, se acercó a la pelicastaña para invitarla a beber con él y su grupo de amigos. Por su parte, la bruja no tenía idea de cómo iba a reaccionar la chica; tal vez sí era una cazarrecompensas y terminaría dándoles una paliza. A juzgar por el estoque que llevaba en la cintura parecía que sabía defenderse. No obstante, la pelirrosa decidió que lo mejor era averiguar cuanto antes las intenciones de la espadachina, por lo que no tardó en intervenir en la desagradable invitación.
—Ella viene conmigo —anunció desde su puesto, llamando la atención de todos los presentes. El hombre, fornido y medio borracho, se volteó indignado hacia Katharina y caminó tambaleándose de un lado hacia otro en busca de una explicación—. Antes de que intentes hacer o decir algo, piensa bien lo que harás —le advirtió sin desenfundar ninguna de sus armas ocultas. Como siempre, había usado magia para transformar el aspecto de las guadañas que portaba, volviéndolas gemas de diferentes colores, llevando una en cada lóbulo de la oreja.
—Vamos, vamos, mujer, no te enfades. Solo la estoy invitando a beber una cerveza, si quieres, también puedes unírtenos —respondió el hombre, intentando convencer a Katharina.
—Ya lo decidirá ella cuando terminemos de hablar —sentenció y de inmediato volteó la mirada al gigantesco platillo que traía la mesera con esfuerzo. La carne asada humeaba y las ensaladas verdes se veían exquisitas. El hombre tomó aquel gesto como una insolencia y, motivado por el alcohol que llevaba consumiendo hacia varias horas, se abalanzó hacia la pelirrosa. No tuvo que siquiera inmutarse para hacer caer desmayado al hombre, botando espuma por la boca, efecto característico del haki del rey—. Parece que la cerveza le subió a la cabeza —comentó sin dejar de mirar su platillo. Cogió el tenedor y con el cuchillo cortó un trozo de carne para echárselo a la boca, dejándose seducir por los suaves y tiernos sabores del cerdo asado—. Toma asiento, tengo un par de cosas que preguntarte —le mencionó a la chica de cabellos castaños.
Antes de encarar a la chica, entró a la taberna y buscó con la mirada un puesto vacío. Se trataba de un lugar limpio cuyo suelo relucía resplandeciente, había varias mesas rectangulares y un pequeño escenario perteneciente a un grupo de bardos que amenizaba la tarde con su armónica música. La mezcla entre el laúd y el tambor era simplemente perfecta, de hecho, le hacía recordar aquellos momentos que pasó en Skellige. Había hombres bebiendo y contando historias, riéndose y jugando cartas; otros bailaban al ritmo de la música, mientras que otros simplemente observaban a las chicas que iban y venían de allá para acá. Un par de miradas lujuriosas se depositaron en la pelirrosa, pero decidió ignorarlas por completo. No estaba allí para buscar problemas, solo para pasar el rato y comer algo.
—Sírveme tres raciones del mejor plato —le pidió a la camarera mientras se quitaba la capucha ya estando sentada—. Y un vaso de agua también.
La campanilla puesta sobre la puerta emitió un tintineante sonido cuando la misma chica de antes entró, quitándose la capucha y agitando el cabello. Era muy bella y no tardó en llamar la atención de los hombres. Uno de ellos, un sujeto alto y con el pecho negro por la inmensa cantidad de pelo, se acercó a la pelicastaña para invitarla a beber con él y su grupo de amigos. Por su parte, la bruja no tenía idea de cómo iba a reaccionar la chica; tal vez sí era una cazarrecompensas y terminaría dándoles una paliza. A juzgar por el estoque que llevaba en la cintura parecía que sabía defenderse. No obstante, la pelirrosa decidió que lo mejor era averiguar cuanto antes las intenciones de la espadachina, por lo que no tardó en intervenir en la desagradable invitación.
—Ella viene conmigo —anunció desde su puesto, llamando la atención de todos los presentes. El hombre, fornido y medio borracho, se volteó indignado hacia Katharina y caminó tambaleándose de un lado hacia otro en busca de una explicación—. Antes de que intentes hacer o decir algo, piensa bien lo que harás —le advirtió sin desenfundar ninguna de sus armas ocultas. Como siempre, había usado magia para transformar el aspecto de las guadañas que portaba, volviéndolas gemas de diferentes colores, llevando una en cada lóbulo de la oreja.
—Vamos, vamos, mujer, no te enfades. Solo la estoy invitando a beber una cerveza, si quieres, también puedes unírtenos —respondió el hombre, intentando convencer a Katharina.
—Ya lo decidirá ella cuando terminemos de hablar —sentenció y de inmediato volteó la mirada al gigantesco platillo que traía la mesera con esfuerzo. La carne asada humeaba y las ensaladas verdes se veían exquisitas. El hombre tomó aquel gesto como una insolencia y, motivado por el alcohol que llevaba consumiendo hacia varias horas, se abalanzó hacia la pelirrosa. No tuvo que siquiera inmutarse para hacer caer desmayado al hombre, botando espuma por la boca, efecto característico del haki del rey—. Parece que la cerveza le subió a la cabeza —comentó sin dejar de mirar su platillo. Cogió el tenedor y con el cuchillo cortó un trozo de carne para echárselo a la boca, dejándose seducir por los suaves y tiernos sabores del cerdo asado—. Toma asiento, tengo un par de cosas que preguntarte —le mencionó a la chica de cabellos castaños.
- Cosillas:
- Primero, Katharina se da cuenta de que la sigues por sus dotes de espía (Tier 9 Investigadora), y siente las intenciones hostiles del hombre por la modalidad de su haki de observación. Y, usando haki del rey, lo derrota sin pelear.
Presagio: El espíritu de Katharina mantiene una sintonía natural con el ambiente, ya sea por su increíble sensibilidad mística o el dominio sobre la magia elemental. Como sea, su mantra mantiene un permanente enlace con su alrededor, permitiéndole prever pasivamente cualquier situación que la involucre directamente a ella. Concentrándose lo suficiente, podría aumentar el tiempo de predicción de su mantra.- Grado 2: Pasivamente, el mantra de Katharina siempre está activo, permitiéndole percibir situaciones que la involucren directamente a ella en un radio de 10 metros y con un segundo de anticipación. Activamente, Katharina puede sacrificar un turno de la concentración de su mantra para que, durante dos turnos, aumente en un segundo y medio el tiempo de predicción, debiendo esperar otros dos turnos para volver a usar esta habilidad.
- Grado 2: Pasivamente, el mantra de Katharina siempre está activo, permitiéndole percibir situaciones que la involucren directamente a ella en un radio de 10 metros y con un segundo de anticipación. Activamente, Katharina puede sacrificar un turno de la concentración de su mantra para que, durante dos turnos, aumente en un segundo y medio el tiempo de predicción, debiendo esperar otros dos turnos para volver a usar esta habilidad.
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La lluvia finalmente llegó a la ciudad, amenazando con inundar cada rincón de la ciudad. La gente de fuera corrió rápidamente para buscar cobijo y unos cuantos entraron a la taberna, empapados; incluida una pareja de marines. Ambos eran muy jóvenes y uno de los chicos, de cabello rizado y castaño, colocó la chaqueta frente a la chimenea. El otro, un muchacho de no más de veinte años y largos cabellos violeta, siguió los pasos de su compañero. Por suerte, ninguno de los dos reparó en la chica que les miraba con desconfianza. Un par de novatos no eran problema para ella, por supuesto, pero tenía razones de peso para no hacer un escándalo. Sabía que el Reino de Goa estaba bajo la protección del Gobierno Mundial y, además, era visitado por Nobles Mundiales. Si la Marina lo quería, un almirante podía llegar a la isla y complicar todo.
La chica de cabellos castaños tomó asiento nerviosamente frente a la bruja, mientras devoraba con buen apetito el exquisito sabor del cerdo asado. Aún conservaba los modales que adoptó en su vida de aristócrata, por lo que cortaba con elegancia la carne y se echaba pequeños bocados a la boca, aunque a un ritmo apresurado. Por otra parte, la desconocida continuó hablando como si no soltara más que excusas. No le había preguntado nada y ya estaba disculpándose, lo que le causó cierta gracia. Intentó verse reflejada en lo que era hace cinco años, pero no pudo hacerlo. La Katharina de ese tiempo era despiadada y fría, jamás dudaba y avanzaba con paso firme. En cambio la joven que tenía frente a sus ojos era la viva encarnación de la duda y el miedo. No fue hasta que señaló que había personas que querían dañarle que la conversación se tornó interesante. La bruja tenía una visión a largo plazo y presentía que, si le ayudaba, terminaría ganando mucho.
—Para ser libre y recorrer el mundo solo necesitas tener coraje —mencionó la pelirrosa sin despegar la vista de su platillo a medio terminar—, pero ten en cuenta que siempre habrá gente que querrá hacerte daño. Hablando hipotéticamente, ¿qué ganaría yo si me deshago de tus problemas? Sabes cómo funciona esto, nadie hace nada por buena voluntad; todos esperan algo a cambio.
Los marines, intercambiando palabras y soltando carcajadas, se sentaron frente a la mesa de Katharina, pero no repararon en ella. Nadie esperaría que un miembro de la peor generación estuviera en esa taberna. El lugar de un Supernova no era un patético reino ubicado en el considerado mar más débil, sino en las puertas del Nuevo Mundo, donde le esperaba el resto de su tripulación. Un pensamiento fugaz, solo una pregunta efímera acudió a su mente: ¿Qué tal les estará yendo a sus compañeros? Sabía lo bueno que eran para meterse en problemas. Los únicos sensatos eran Therax y Spanner, pero ni juntos podían con el comportamiento imprudente de Zane o las fiestas llenas de droga de Luka. De alguna forma, era reconfortante alejarse de todo ello, pero también resultaba muy extraño. ¿Desde cuándo todo era tan tranquilo? La bruja llegó a la isla con la intención de tomarse unas pequeñas vacaciones, pero la inacción le carcomía por dentro. Tal vez las personas de las que hablaba la desconocida eran fuertes, rivales dignos para probar el filo de la guadaña de la bruja.
—Por cierto, soy Katharina. Katharina von Steinhell —mencionó sin cuidado. Hace un año habría mentido, habría dicho que su nombre era Selene como lo hizo cuando conoció a Zane, pero estar tanto tiempo con los Arashi había cambiado un tanto su arisco y cauteloso comportamiento.
La chica de cabellos castaños tomó asiento nerviosamente frente a la bruja, mientras devoraba con buen apetito el exquisito sabor del cerdo asado. Aún conservaba los modales que adoptó en su vida de aristócrata, por lo que cortaba con elegancia la carne y se echaba pequeños bocados a la boca, aunque a un ritmo apresurado. Por otra parte, la desconocida continuó hablando como si no soltara más que excusas. No le había preguntado nada y ya estaba disculpándose, lo que le causó cierta gracia. Intentó verse reflejada en lo que era hace cinco años, pero no pudo hacerlo. La Katharina de ese tiempo era despiadada y fría, jamás dudaba y avanzaba con paso firme. En cambio la joven que tenía frente a sus ojos era la viva encarnación de la duda y el miedo. No fue hasta que señaló que había personas que querían dañarle que la conversación se tornó interesante. La bruja tenía una visión a largo plazo y presentía que, si le ayudaba, terminaría ganando mucho.
—Para ser libre y recorrer el mundo solo necesitas tener coraje —mencionó la pelirrosa sin despegar la vista de su platillo a medio terminar—, pero ten en cuenta que siempre habrá gente que querrá hacerte daño. Hablando hipotéticamente, ¿qué ganaría yo si me deshago de tus problemas? Sabes cómo funciona esto, nadie hace nada por buena voluntad; todos esperan algo a cambio.
Los marines, intercambiando palabras y soltando carcajadas, se sentaron frente a la mesa de Katharina, pero no repararon en ella. Nadie esperaría que un miembro de la peor generación estuviera en esa taberna. El lugar de un Supernova no era un patético reino ubicado en el considerado mar más débil, sino en las puertas del Nuevo Mundo, donde le esperaba el resto de su tripulación. Un pensamiento fugaz, solo una pregunta efímera acudió a su mente: ¿Qué tal les estará yendo a sus compañeros? Sabía lo bueno que eran para meterse en problemas. Los únicos sensatos eran Therax y Spanner, pero ni juntos podían con el comportamiento imprudente de Zane o las fiestas llenas de droga de Luka. De alguna forma, era reconfortante alejarse de todo ello, pero también resultaba muy extraño. ¿Desde cuándo todo era tan tranquilo? La bruja llegó a la isla con la intención de tomarse unas pequeñas vacaciones, pero la inacción le carcomía por dentro. Tal vez las personas de las que hablaba la desconocida eran fuertes, rivales dignos para probar el filo de la guadaña de la bruja.
—Por cierto, soy Katharina. Katharina von Steinhell —mencionó sin cuidado. Hace un año habría mentido, habría dicho que su nombre era Selene como lo hizo cuando conoció a Zane, pero estar tanto tiempo con los Arashi había cambiado un tanto su arisco y cauteloso comportamiento.
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La mesera, una chica de dieciocho años de largos cabellos negros, llevó dos jarras de cerveza espumeante a la mesa de los marines. En un día lluvioso lo mejor era tomarse un café y disfrutar de un pastel, pero cuando se es joven lo único que se quiere es una buena birra. Karla, luego de cumplir con las órdenes de los marines, se apresuró en entregar un platillo de pollo asado en la mesa junto a la chimenea. El hombre se quitó el pesado chaquetón de cuero negro y miró con sus penetrantes ojos grises a la mesera, paralizándola por un segundo. Ignorando la mirada del cliente, Karla dejó el pedido en la mesa y se retiró nerviosa.
Valeria resultó ser su nombre, dueño de una chica que no sabía elegir bien sus palabras. La bruja jamás pidió algo específico, pues no le interesaba el dinero ni nada que llevara encima. Por supuesto que no, le interesaba el futuro, cultivar en el presente y guiar el crecimiento para, alguna vez, cosechar. No era dinero, sino una apuesta, un intercambio de favores, uno que se pagará por sí solo. Sin embargo, Valeria no comprendió la profundidad de sus palabras y, de hecho, sugirió que antes de tener que pagar por ayuda, era preferible buscar otra forma. Quizás solo pensó en darle el medio para salir de la isla, pero Katharina más bien se refería a deshacerse de quienes querían hacerle daño.
—No es dinero, Valeria —le aseguró tras terminar su platillo. Llamó a la mesera para preguntarle sobre el hombre que estaba sentado allá al fondo y, cuando llegó, aprovechó de pedirle otra ración más—. También puedes pedir algo por si quieres —le ofreció a la chica que tenía sentada en frente y una vez Karla se retiró, continuó con su explicación—. No necesito nada de lo que lleves contigo, solo que recuerdes la vez en que te ayudé. Puedo protegerte de la gente que quiere hacerte daño, Valeria, y una vez hayamos terminado podremos salir de Reino de Goa.
Luego de la respuesta de la bruja, apareció un hombre de aspecto ordinario que se dirigió hacia Valeria. En ese momento la pelirrosa comprendió que la chica que tenía frente a sus ojos estaba en serios aprietos. Le hubiera gustado averiguar más sobre los problemas de la desaparecida, pero ahora no era momento de hacer preguntas. En otra ocasión la bruja habría intimidado al hombre colocándole el filo de la guadaña en el cuello, pero prefirió ser más sutil. Había otros medios menos escandalosos para deshacerse del hombre, en caso de que quisiera hacerle algo a la chica.
—No puede ser —intervino la bruja mirando maliciosamente al desconocido—, conozco a esta chica hace años. Hasta podría decir que nos criamos juntas, y ninguna es de por aquí. Lo siento, espero que puedas encontrar luego a la persona que buscas —mintió con una naturalidad aterradora, completamente impávida.
Valeria resultó ser su nombre, dueño de una chica que no sabía elegir bien sus palabras. La bruja jamás pidió algo específico, pues no le interesaba el dinero ni nada que llevara encima. Por supuesto que no, le interesaba el futuro, cultivar en el presente y guiar el crecimiento para, alguna vez, cosechar. No era dinero, sino una apuesta, un intercambio de favores, uno que se pagará por sí solo. Sin embargo, Valeria no comprendió la profundidad de sus palabras y, de hecho, sugirió que antes de tener que pagar por ayuda, era preferible buscar otra forma. Quizás solo pensó en darle el medio para salir de la isla, pero Katharina más bien se refería a deshacerse de quienes querían hacerle daño.
—No es dinero, Valeria —le aseguró tras terminar su platillo. Llamó a la mesera para preguntarle sobre el hombre que estaba sentado allá al fondo y, cuando llegó, aprovechó de pedirle otra ración más—. También puedes pedir algo por si quieres —le ofreció a la chica que tenía sentada en frente y una vez Karla se retiró, continuó con su explicación—. No necesito nada de lo que lleves contigo, solo que recuerdes la vez en que te ayudé. Puedo protegerte de la gente que quiere hacerte daño, Valeria, y una vez hayamos terminado podremos salir de Reino de Goa.
Luego de la respuesta de la bruja, apareció un hombre de aspecto ordinario que se dirigió hacia Valeria. En ese momento la pelirrosa comprendió que la chica que tenía frente a sus ojos estaba en serios aprietos. Le hubiera gustado averiguar más sobre los problemas de la desaparecida, pero ahora no era momento de hacer preguntas. En otra ocasión la bruja habría intimidado al hombre colocándole el filo de la guadaña en el cuello, pero prefirió ser más sutil. Había otros medios menos escandalosos para deshacerse del hombre, en caso de que quisiera hacerle algo a la chica.
—No puede ser —intervino la bruja mirando maliciosamente al desconocido—, conozco a esta chica hace años. Hasta podría decir que nos criamos juntas, y ninguna es de por aquí. Lo siento, espero que puedas encontrar luego a la persona que buscas —mintió con una naturalidad aterradora, completamente impávida.
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El hombre de los ojos grises, luego de devorar la carne asada, se quedó en el puesto observando a la chica de cabellos castaños. Sin embargo, su mirada era muy diferente a la del hombre que se acababa de acercar a ella. Parecía que calculaba algo, parecía que su mente maquineaba los planes más macabros. Y, de un momento a otro, una sonrisa se dibujó en su arrugado e impávido rostro cuando sus ojos se posaron sobre Katharina. Por otra parte, los marines continuaron bebiendo y contando historias, hablando sobre cómo el otro día atraparon a un pirata que intentó pasarse de listo. La música cada vez se volvía más motivada e invitaba a los presentes a la pista de baile.
El desconocido no terminó tragándose las palabras de la pelirrosa, de hecho, la ignoró por completo. Decidió recorrer el camino más escarpado y peligroso de los que había, sacando un arma de entre sus prendas y apuntando a Valeria directamente a la cabeza. A esa distancia ni siquiera la bruja podía reaccionar a tiempo para impedir lo inevitable. Sus reflejos estaban a un nivel muy por encima del promedio, pero aún le faltaba entrenamiento. No obstante, se mantuvo tranquila ante la situación, decidiendo en solo unos pocos segundos lo que hacía falta para detener al agresor. Su voluntad era tal que con desearlo y concentrándose con mucho esfuerzo podía hender la madera. Seguramente el brazo del pistolero estaba lejos de oponer una resistencia similar.
El marine de cabello violeta, quien presenció con sus propios ojos la escandalosa escena, no tardó en levantarse y correr hacia el hombre que apuntaba a Valeria. Justo antes de embestirle, se escuchó un disparo que provocó que los bardos dejasen de tocar y la gente corriese a la salida, amontonándose y empujándose entre sí para salir cuanto antes. El compañero de cabello castaño, Isaac, socorrió al marine y le propinó un fuerte puñetazo al desconocido para luego quitarle el arma. Definitivamente no había sido buena idea amenazar tan abiertamente a Valeria, menos en presencia de dos héroes que ahora tenían otra historia más para contar. Sus hijos y los hijos de sus hijos sabrían cómo Marcos salvó a una hermosa chica de ser asesinada por un lunático. Salvar una vida siempre traía honor consigo, pero también implicaba un riesgo. El marine, luego de derribar al sujeto, se desplomó en el suelo y apoyó la mano a la altura del riñón, mientras la sangre se filtraba por entre medio de sus dedos. Aterrado, miró a su compañero.
—No, no, no —dijo una y otra vez Isaac, presionando la herida—. No te preocupes, Marcos, estarás bien. Lo prometo.
Si Valeria realmente había huido, ella era la responsable de lo sucedido. Nada de esto habría ocurrido de no ser por ella. Pero también podía culparse al hombre de la pistola, puesto que, si no hubiera actuado con tal imprudencia, un marine no habría resultado herido. Aunque las opciones no acababan allí, ya que si Marcos se hubiera quedado sentado, mirando cómo le volaban los sesos a la dulce chica, no habría resultado herido. Encontrar responsables era lo más fácil de la vida, pero hacerse cargo de los problemas era la parte complicada. Katharina pudo haber interferido antes, puesto que conocía las intenciones del hombre. Antes de siquiera haber sacado la pistola pudo haberle cortado en dos y acabar con todo antes de haber empezado.
—Tal vez te sientas responsable de lo que le sucedió al marine, Valeria. Puedo hacerme cargo de él, pero eso depende de ti —le mencionó con los ojos clavados en ella—. Acepta mi ayuda y me desharé de tus problemas.
Únicamente en caso de que Valeria aceptara la ayuda de Katharina, la mano de la bruja emitiría un brillo dorado. Enseguida, la bala dentro del cuerpo de Marcos comenzaría a salir como si los mismos músculos la empujasen y, luego, la herida habría sanado por completo.
El desconocido no terminó tragándose las palabras de la pelirrosa, de hecho, la ignoró por completo. Decidió recorrer el camino más escarpado y peligroso de los que había, sacando un arma de entre sus prendas y apuntando a Valeria directamente a la cabeza. A esa distancia ni siquiera la bruja podía reaccionar a tiempo para impedir lo inevitable. Sus reflejos estaban a un nivel muy por encima del promedio, pero aún le faltaba entrenamiento. No obstante, se mantuvo tranquila ante la situación, decidiendo en solo unos pocos segundos lo que hacía falta para detener al agresor. Su voluntad era tal que con desearlo y concentrándose con mucho esfuerzo podía hender la madera. Seguramente el brazo del pistolero estaba lejos de oponer una resistencia similar.
El marine de cabello violeta, quien presenció con sus propios ojos la escandalosa escena, no tardó en levantarse y correr hacia el hombre que apuntaba a Valeria. Justo antes de embestirle, se escuchó un disparo que provocó que los bardos dejasen de tocar y la gente corriese a la salida, amontonándose y empujándose entre sí para salir cuanto antes. El compañero de cabello castaño, Isaac, socorrió al marine y le propinó un fuerte puñetazo al desconocido para luego quitarle el arma. Definitivamente no había sido buena idea amenazar tan abiertamente a Valeria, menos en presencia de dos héroes que ahora tenían otra historia más para contar. Sus hijos y los hijos de sus hijos sabrían cómo Marcos salvó a una hermosa chica de ser asesinada por un lunático. Salvar una vida siempre traía honor consigo, pero también implicaba un riesgo. El marine, luego de derribar al sujeto, se desplomó en el suelo y apoyó la mano a la altura del riñón, mientras la sangre se filtraba por entre medio de sus dedos. Aterrado, miró a su compañero.
—No, no, no —dijo una y otra vez Isaac, presionando la herida—. No te preocupes, Marcos, estarás bien. Lo prometo.
Si Valeria realmente había huido, ella era la responsable de lo sucedido. Nada de esto habría ocurrido de no ser por ella. Pero también podía culparse al hombre de la pistola, puesto que, si no hubiera actuado con tal imprudencia, un marine no habría resultado herido. Aunque las opciones no acababan allí, ya que si Marcos se hubiera quedado sentado, mirando cómo le volaban los sesos a la dulce chica, no habría resultado herido. Encontrar responsables era lo más fácil de la vida, pero hacerse cargo de los problemas era la parte complicada. Katharina pudo haber interferido antes, puesto que conocía las intenciones del hombre. Antes de siquiera haber sacado la pistola pudo haberle cortado en dos y acabar con todo antes de haber empezado.
—Tal vez te sientas responsable de lo que le sucedió al marine, Valeria. Puedo hacerme cargo de él, pero eso depende de ti —le mencionó con los ojos clavados en ella—. Acepta mi ayuda y me desharé de tus problemas.
Únicamente en caso de que Valeria aceptara la ayuda de Katharina, la mano de la bruja emitiría un brillo dorado. Enseguida, la bala dentro del cuerpo de Marcos comenzaría a salir como si los mismos músculos la empujasen y, luego, la herida habría sanado por completo.
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La magia siempre conlleva un precio, recordó con los ojos puestos en la chica de cabellos castaños que tenía en frente, solo que esta vez no sería la bruja quien lo pagaría. Luego de usar Sanación, uno de los pocos hechizos curativos de su largo repertorio de conjuros, el estado del marine volvió a la normalidad. Ahora más bien estaba sorprendido, mirando a Katharina con los ojos abiertos de par en par, intentando encontrar las palabras adecuadas para lo que acababa de vivir. En el mismo día había recibido un disparo y, enseguida, una desconocida le sanó sin siquiera haberle tocado. Marcos se incorporó, completamente aliviado, y agradeció a la bruja por lo que hizo.
—Nos llevaremos a este hombre al cuartel. Pasará una larga temporada tras las rejas luego de haberte amenazado y herir a un marine —sentenció Isaac con el ceño fruncido, conteniendo las ganas de darle una paliza.
Los marines se retiraron de la taberna y, pronto, la música volvió.
—Como puedes ver, Valeria, puedo solucionar tus problemas nada más lo pidas. Quito del camino a la gente que quiere hacerte daño y luego nos largamos de este país —mencionó algo aburrida, pues le estaba cansando que la chica solo soltara palabras al aire y no diera ninguna respuesta en concreto.
El hombre de los ojos grises, cuyo nombre era Kyros, se levantó y el largo chaquetón de cuero siguió sus movimientos. Al descubrir que la muchacha de cabellos rosas que acompañaba a Valeria era un premio mucho más gordo, decidió cambiar de objetivo. Derrotar y entregar al a Marina a una Supernova era el camino directo a la fama, el método más rápido para ascender en el mundo de los cazarrecompensas. Pronto, su nombre sería conocido en todo el mundo por ser el hombre que consiguió derrotar a la bruja. Cualquiera que supiera algo de ella tendría en cuenta sus poderes, la forma en la que creó un tornado de llamas en Gray Rock y cómo lideró un ejército de no muertos. No obstante, Kyros creía que no eran más que patrañas, cuentos inventados por la gente para asustar a los inocentes. Estaba convencido de que no había nada, ni siquiera una fruta del diablo, capaz de otorgar poderes como esos. Pero aún era demasiado pronto para luchar contra ella, pues necesitaba más información, requería calcular con mayor precisión sus siguientes movimientos.
—¿Y bien? ¿Qué me dices? —preguntó por última vez Katharina.
—Nos llevaremos a este hombre al cuartel. Pasará una larga temporada tras las rejas luego de haberte amenazado y herir a un marine —sentenció Isaac con el ceño fruncido, conteniendo las ganas de darle una paliza.
Los marines se retiraron de la taberna y, pronto, la música volvió.
—Como puedes ver, Valeria, puedo solucionar tus problemas nada más lo pidas. Quito del camino a la gente que quiere hacerte daño y luego nos largamos de este país —mencionó algo aburrida, pues le estaba cansando que la chica solo soltara palabras al aire y no diera ninguna respuesta en concreto.
El hombre de los ojos grises, cuyo nombre era Kyros, se levantó y el largo chaquetón de cuero siguió sus movimientos. Al descubrir que la muchacha de cabellos rosas que acompañaba a Valeria era un premio mucho más gordo, decidió cambiar de objetivo. Derrotar y entregar al a Marina a una Supernova era el camino directo a la fama, el método más rápido para ascender en el mundo de los cazarrecompensas. Pronto, su nombre sería conocido en todo el mundo por ser el hombre que consiguió derrotar a la bruja. Cualquiera que supiera algo de ella tendría en cuenta sus poderes, la forma en la que creó un tornado de llamas en Gray Rock y cómo lideró un ejército de no muertos. No obstante, Kyros creía que no eran más que patrañas, cuentos inventados por la gente para asustar a los inocentes. Estaba convencido de que no había nada, ni siquiera una fruta del diablo, capaz de otorgar poderes como esos. Pero aún era demasiado pronto para luchar contra ella, pues necesitaba más información, requería calcular con mayor precisión sus siguientes movimientos.
—¿Y bien? ¿Qué me dices? —preguntó por última vez Katharina.
Katharina von Steinhell
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Akuma no mi
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Finalmente, luego de que la chica hubiera dudado e incluso rechazado la ayuda de la bruja, terminó cediendo a su voluntad. La oferta era buena y muy tentadora, ¿por qué rechazarla? La pelirrosa veía ante ella una novata, una chica que creía ser capaz de obtener cualquier cosa sin dar nada a cambio, pero esos pensamientos pronto cambiarían. Ahora que había aceptado la colaboración de Katharina conocería el poder que le esperaba, vería con sus propios ojos lo que significaba acabar con sus propios enemigos y alcanzar la libertad. Sin embargo, para que lo sintiera de verdad no debía ser la pirata quien se encargara literalmente de quienes atormentaban a Valeria, sino ella misma. Afortunadamente, contaba con un par de trucos para lograr ese objetivo.
—Sabia decisión, Valeria —respondió a sus palabras y enseguida la muchacha de cabellos castaños se levantó para susurrarle algo al oído—. Así que una pirata, ¿eh? Las cosas se están poniendo más interesantes. Guíame, Valeria, llévame a tus enemigos.
Al mismo tiempo que la bruja terminaba por cerrar el trato con la pirata, el cazarrecompensas conocido como Kyros recogía información de todos lados. Y mientras el mercenario hacía lo suyo, el hombre que antes había amenazado a Valeria escapaba de las manos de los dos jóvenes marines, quienes fueron irrumpidos por un misterioso sujeto encapuchado.
La bruja quería ver de frente el poder de la muchacha, saber hasta qué punto había sido buena idea ofrecer su ayuda, descubrir si de verdad había sido una buena inversión. Reclamar el favor podía tardar años, incluso décadas, pero lo terminaría haciendo. Y mientras más fuerte se volviera Valeria, más podría exigir. Incluso uno de los piratas más conocidos y temidos del mundo, Arribor Neus, le debía un favor; uno que no había cobrado aún.
—Bien, ¿vamos?
—Sabia decisión, Valeria —respondió a sus palabras y enseguida la muchacha de cabellos castaños se levantó para susurrarle algo al oído—. Así que una pirata, ¿eh? Las cosas se están poniendo más interesantes. Guíame, Valeria, llévame a tus enemigos.
Al mismo tiempo que la bruja terminaba por cerrar el trato con la pirata, el cazarrecompensas conocido como Kyros recogía información de todos lados. Y mientras el mercenario hacía lo suyo, el hombre que antes había amenazado a Valeria escapaba de las manos de los dos jóvenes marines, quienes fueron irrumpidos por un misterioso sujeto encapuchado.
La bruja quería ver de frente el poder de la muchacha, saber hasta qué punto había sido buena idea ofrecer su ayuda, descubrir si de verdad había sido una buena inversión. Reclamar el favor podía tardar años, incluso décadas, pero lo terminaría haciendo. Y mientras más fuerte se volviera Valeria, más podría exigir. Incluso uno de los piratas más conocidos y temidos del mundo, Arribor Neus, le debía un favor; uno que no había cobrado aún.
—Bien, ¿vamos?
- Off:
- Puedes usar libremente a cualquier NPC creado en este rol a tu conveniencia para que no te limites a la hora de rolear. Por si querías sacarle más juego al hombre que te amenazó, puse que escapó. También creé un nuevo personaje (el encapuchado) por si quieres relacionarlo con tu historia. Podría ser perfectamente un asesino, o alguien contratado para secuestrarte y llevarte de vuelta.
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