Miko
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El sol comenzaba a despuntar una vez más en la isla, mientras el cielo con escasas nubes que pudieran opacarlo, se teñía de los colores que brindaba el amanecer. Era una vista nostálgica, como siempre. Desde su "colina secreta" Miko observaba esa transición en solitario preguntándose por cuanto más tendría que esperar para poder volver a ese lugar con Ayden. Habían pasado ya casi seis años desde su despedida. En ese tiempo, la joven albina había crecido mucho. Se había esforzado por volverse fuerte. Pero no había perdido su típico "brillo" y su amabilidad. Sin embargo, incluso su paciencia tenía un límite y no podría esperar por siempre.
-Estás tardando mucho Ayden...- Se quejó con una leve mueca en sus labios, antes de estirarse. -A este paso tendré que ir yo a buscarte. Un héroe no puede quedarse simplemente sentado en su pacifico hogar sin hacer nada. No cuando sabe que el mundo requiere de su fuerza.- Añadió en voz alta, como si su amigo de verdad pudiera escuchar sus palabras. Tras un rato más ahí sentada, se dispuso a recorrer de nuevo el camino oculto que daba al bosque y regresar como siempre, a la ciudad. Iba fantaseando mientras sobre como quizás, ese fuera el día en que el rubio se plantase en casa con su típica sonrisa, y la saludase llamándola enana. Bueno, no había crecido mucho en altura así que poco podría quejarse. Pensaba en que clase de aventuras estaría viviendo. Y sobretodo en como le iba a cantar las cuarenta. Seis años eran mucho tiempo.
Llegando a la pequeña ciudad, como siempre, lo primero que hizo fue pasearse hasta el puerto de la misma, con la excusa de que era un camino "más rápido" antes de llegar a la panadería para la que trabajaba, repartiendo sus pedidos a las otras casas. Así podía aprovechar para ver si había algún barco nuevo, ya que dos o tres años atrás con el apoyo de su benefactor y de su abuelo paterno -abuelo al que aún no había llegado a conocer- se había instaurado un sistema de comercio. Aunque ese apenas afectaba aún a la vida en la ciudad, por lo que realmente no tenía "necesidad" de trabajar. Pero si podía ayudar. Tras terminar el trabajo, iría a ver si Charlie había decidido pasarse por la ciudad para supervisar todo como solía hacer de vez en cuando, a pesar de vivir en el pueblo ahora. Quizás hasta se encontrase con el Sargento Conan que venía a veces de visita e intentaba persuadirles a ambos... Al mayor para que volviera a la marina y a ella para que se alistara.
Sabía que seguramente si le viera volvería a insistir con lo mismo, y que volvería a rechazar dicha oferta, como siempre. Para luego pedirle que la entrenase un poco más o volviera a contarle cosas. En parte se sentía culpable. No era un mal hombre. De no ser por él ella no estaría viva. Pero sus ideales estaban claros. Así que esperaba el día que el marine lo aceptase y dejara de intentar persuadirla. Mientras tanto, y mientras su espera continuase, seguirían con esa longeva rutina.
-Oh, ya se ve el puerto.-
-Estás tardando mucho Ayden...- Se quejó con una leve mueca en sus labios, antes de estirarse. -A este paso tendré que ir yo a buscarte. Un héroe no puede quedarse simplemente sentado en su pacifico hogar sin hacer nada. No cuando sabe que el mundo requiere de su fuerza.- Añadió en voz alta, como si su amigo de verdad pudiera escuchar sus palabras. Tras un rato más ahí sentada, se dispuso a recorrer de nuevo el camino oculto que daba al bosque y regresar como siempre, a la ciudad. Iba fantaseando mientras sobre como quizás, ese fuera el día en que el rubio se plantase en casa con su típica sonrisa, y la saludase llamándola enana. Bueno, no había crecido mucho en altura así que poco podría quejarse. Pensaba en que clase de aventuras estaría viviendo. Y sobretodo en como le iba a cantar las cuarenta. Seis años eran mucho tiempo.
Llegando a la pequeña ciudad, como siempre, lo primero que hizo fue pasearse hasta el puerto de la misma, con la excusa de que era un camino "más rápido" antes de llegar a la panadería para la que trabajaba, repartiendo sus pedidos a las otras casas. Así podía aprovechar para ver si había algún barco nuevo, ya que dos o tres años atrás con el apoyo de su benefactor y de su abuelo paterno -abuelo al que aún no había llegado a conocer- se había instaurado un sistema de comercio. Aunque ese apenas afectaba aún a la vida en la ciudad, por lo que realmente no tenía "necesidad" de trabajar. Pero si podía ayudar. Tras terminar el trabajo, iría a ver si Charlie había decidido pasarse por la ciudad para supervisar todo como solía hacer de vez en cuando, a pesar de vivir en el pueblo ahora. Quizás hasta se encontrase con el Sargento Conan que venía a veces de visita e intentaba persuadirles a ambos... Al mayor para que volviera a la marina y a ella para que se alistara.
Sabía que seguramente si le viera volvería a insistir con lo mismo, y que volvería a rechazar dicha oferta, como siempre. Para luego pedirle que la entrenase un poco más o volviera a contarle cosas. En parte se sentía culpable. No era un mal hombre. De no ser por él ella no estaría viva. Pero sus ideales estaban claros. Así que esperaba el día que el marine lo aceptase y dejara de intentar persuadirla. Mientras tanto, y mientras su espera continuase, seguirían con esa longeva rutina.
-Oh, ya se ve el puerto.-
Hayden Ashworth
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
–¿Pero qué pinta aquí un capitán? –cuchicheaban algunas voces al verlo pasar.
El dragón había sido llamado a aquella isla en el South Blue para una inspección rutinaria. Simplemente, le había tocado por sorteo. Sabía que aquel lugar sería pacífico por lo que no le importó, siempre y cuando pudiese seguir con su trabajo. Se encontraba mirando un fichero, perteneciente a un recluta que haría poco tiempo conociese en una misión. Un recluta al cual le tenía el ojo echado como posible candidato a la brigada que quería formar. Tan solo buscaba a los hombres más capaces, por lo que tenía archivados los expedientes de los marines más prometedores que había conocido o de los que había oído hablar. En la otra mano tenía una manzana, a la cual daba mordiscos de vez en cuando, ignorando los cuchicheos de la gente.
Se terminó la manzana justo cuando llegó a su destino: el puerto. Los barcos estaban posicionados, siendo la mayoría de estos barcos mercantes o de civiles. El dragón observaba como sus tripulantes subían y bajaban cajas, pegando gritos para que todo estuviese en orden de una vez por todas. Lo único que tenía que hacer el capitán era hablar con los dueños de aquellos barcos para comprobar el cargamento y ver que no llevaban nada fuera de lo habitual. Sin embargo, no pudo evitar notar como a su alrededor se formaba una marabunta.
Por lo visto no estaban acostumbrados en aquella isla a la presencia de capitanes y el hecho de que el dragón estuviese allí les extrañaba. ¿Por qué habían traído a alguien tan conocido solo para revisar barcos? Se preguntaban algunos. El dragón procuraba ignorarlos mientras hacía su revisión con total tranquilidad.
El dragón había sido llamado a aquella isla en el South Blue para una inspección rutinaria. Simplemente, le había tocado por sorteo. Sabía que aquel lugar sería pacífico por lo que no le importó, siempre y cuando pudiese seguir con su trabajo. Se encontraba mirando un fichero, perteneciente a un recluta que haría poco tiempo conociese en una misión. Un recluta al cual le tenía el ojo echado como posible candidato a la brigada que quería formar. Tan solo buscaba a los hombres más capaces, por lo que tenía archivados los expedientes de los marines más prometedores que había conocido o de los que había oído hablar. En la otra mano tenía una manzana, a la cual daba mordiscos de vez en cuando, ignorando los cuchicheos de la gente.
Se terminó la manzana justo cuando llegó a su destino: el puerto. Los barcos estaban posicionados, siendo la mayoría de estos barcos mercantes o de civiles. El dragón observaba como sus tripulantes subían y bajaban cajas, pegando gritos para que todo estuviese en orden de una vez por todas. Lo único que tenía que hacer el capitán era hablar con los dueños de aquellos barcos para comprobar el cargamento y ver que no llevaban nada fuera de lo habitual. Sin embargo, no pudo evitar notar como a su alrededor se formaba una marabunta.
Por lo visto no estaban acostumbrados en aquella isla a la presencia de capitanes y el hecho de que el dragón estuviese allí les extrañaba. ¿Por qué habían traído a alguien tan conocido solo para revisar barcos? Se preguntaban algunos. El dragón procuraba ignorarlos mientras hacía su revisión con total tranquilidad.
Miko
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los acelerados pasos de Miko se detuvieron ante un cumulo de personas que se habían amontonado, aparentemente, para curiosear una de las nuevas embarcaciones amaradas en el puerto. Con su menuda estatura era difícil ver de qué se trataba, aunque la esperanza de que fuera su mejor amigo seguía ahí. Ansiosa por saber la respuesta, se acercó a uno de los hombres que habían dejado su puesto de trabajo para acercarse a mirar. –Disculpe. ¿Sabe a qué viene tanto escandalo? – El hombre agachó la cabeza encontrandose con la chica, de unos diecisiete años en el momento. Sorprendido por la interrumpción, no tardó mucho en reconocer la cabellera albina de la chica que hablaba desde abajo. Toda persona proveniente de Samia conocía a Miko, y esta también era amiga de varios comerciantes que paraban habitualmente por la ciudad portuaria desde los inicios de su construcción, así que tampoco era algo raro.
–Oh, ¿Miko? La verdad es que yo tampoco termino de entenderlo pero parece que ha llegado un barco marine. Y este es más grande que de costumbre. –Contestó el hombre. –Pero creo que solo están revisando los barcos, dudo que se queden mucho.
–Ya veo... –La cara de la albina denotaba cierta decepción. La marina no le interesaba, aunque últimamente solía pasearse por la isla más de lo que se podía esperar. Esto no molestaba a la chica ya que cualquiera era bienvenido en la isla, siempre y cuando no entraran en conflicto con la pacífica vida de sus vecinos. Pero consideraba que tanta vigilancia sobre ellos podría llamar más atención al peligro que el que simplemente les dejaran estar. Bueno, con el puerto al lado esas cosas no se podían evitar. Miko suspiro. –La verdad es que es una decepción... –
–¿Sigues esperando a tu amigo? – Miko asintió.
–Y ya han pasado cuatro años... –Se detuvo ante su pesimismo, dandose un par de palmadas en la cara. –Pero no importa, también tengo cosas que hacer aquí. Ya me encargaré de tirarle de las orejas. –Se apresuró a animarse. Y, efectivamente tenía cosas que hacer, como acabar con ese coágulo de gente que impedía el transito en la calle. Ese día sería el héroe de los comerciantes que quieren poder cargar y descargar cosas tranquilamente.
–Esa es nuestra heroína. –Dijo para si mismo el hombre con una sonrisa mientras la observaba dando un rodeo por un estrecho espacio con total facilidad, con intención de ponerse en frente de la multitud. Tras eso, fue el primero en regresar a sus quehaceres.
Tardó unos dos minutos en atravesar el mar de gente, aunque la mayor parte del tiempo lo había perdido por tratar de escurrirse entre ellos más que otra cosa. No quería llamar la atención saltando desde un tejado, después de todo. Aunque si que tuvo que pasar por encima del último tramo de cabezas, subiendose sobre un baril que había por ahí colocado, con la tapa puesta. Menos mal que tenía ya práctica por sus entrenamientos en el bosque con el Ex-teniente o algún pobre desdichado se hubiera llevado una patada en la nuca. Su salto no paso desapercibido, ni su caída perfecta de pie, con las piernas flexionadas. Varias personas se quedaron mirandola sorprendida y hasta empezaron a aplaudir, abochornando a la menor.
–Bu-Bueno, no ha sido nada... –Musitó Miko antes de aclararse la garganta y alzar ambas manos como si tratase de defender a alguien o algo, aunque solo quería que le prestasen atención. –En cualquier caso. Esto es inadmisible para la gente de Samia. Estáis causando problemas a los comerciantes que vienen aceptando la amabilidad de nuestra isla con tanto barrullo. Aquí no hay nada impresionante que ver, así que por favor, volved a vuestro trabajo. –Su voz sonó alta y clara, causando que varias personas se miraran entre ellos. Lo cierto era que la situación debía ser aburrida para quienes empezaron a mirar, que no pudieron moverse simplemente porque más gente había ido a mirar y los de atrás solo iban aumentando en número por ver la cantidad de gente que había más que por la sorpresa de que ese marine llevase un abrigo más llamativo. Aunque Miko estaba de espaldas a él por lo que tampoco se había percatado. Como fuera, sus palabras calaron en la gente. Más porque eran personas tranquilas y con poco ego que porque hubiera soltado un emotivo discurso. Solo dijo la verdad. En otro lugar lo más seguro es que solo dos o tres personas le hubieran hecho caso y el resto se hubieran burlado o simplemente ignorado.
–Oh, ¿Miko? La verdad es que yo tampoco termino de entenderlo pero parece que ha llegado un barco marine. Y este es más grande que de costumbre. –Contestó el hombre. –Pero creo que solo están revisando los barcos, dudo que se queden mucho.
–Ya veo... –La cara de la albina denotaba cierta decepción. La marina no le interesaba, aunque últimamente solía pasearse por la isla más de lo que se podía esperar. Esto no molestaba a la chica ya que cualquiera era bienvenido en la isla, siempre y cuando no entraran en conflicto con la pacífica vida de sus vecinos. Pero consideraba que tanta vigilancia sobre ellos podría llamar más atención al peligro que el que simplemente les dejaran estar. Bueno, con el puerto al lado esas cosas no se podían evitar. Miko suspiro. –La verdad es que es una decepción... –
–¿Sigues esperando a tu amigo? – Miko asintió.
–Y ya han pasado cuatro años... –Se detuvo ante su pesimismo, dandose un par de palmadas en la cara. –Pero no importa, también tengo cosas que hacer aquí. Ya me encargaré de tirarle de las orejas. –Se apresuró a animarse. Y, efectivamente tenía cosas que hacer, como acabar con ese coágulo de gente que impedía el transito en la calle. Ese día sería el héroe de los comerciantes que quieren poder cargar y descargar cosas tranquilamente.
–Esa es nuestra heroína. –Dijo para si mismo el hombre con una sonrisa mientras la observaba dando un rodeo por un estrecho espacio con total facilidad, con intención de ponerse en frente de la multitud. Tras eso, fue el primero en regresar a sus quehaceres.
Tardó unos dos minutos en atravesar el mar de gente, aunque la mayor parte del tiempo lo había perdido por tratar de escurrirse entre ellos más que otra cosa. No quería llamar la atención saltando desde un tejado, después de todo. Aunque si que tuvo que pasar por encima del último tramo de cabezas, subiendose sobre un baril que había por ahí colocado, con la tapa puesta. Menos mal que tenía ya práctica por sus entrenamientos en el bosque con el Ex-teniente o algún pobre desdichado se hubiera llevado una patada en la nuca. Su salto no paso desapercibido, ni su caída perfecta de pie, con las piernas flexionadas. Varias personas se quedaron mirandola sorprendida y hasta empezaron a aplaudir, abochornando a la menor.
–Bu-Bueno, no ha sido nada... –Musitó Miko antes de aclararse la garganta y alzar ambas manos como si tratase de defender a alguien o algo, aunque solo quería que le prestasen atención. –En cualquier caso. Esto es inadmisible para la gente de Samia. Estáis causando problemas a los comerciantes que vienen aceptando la amabilidad de nuestra isla con tanto barrullo. Aquí no hay nada impresionante que ver, así que por favor, volved a vuestro trabajo. –Su voz sonó alta y clara, causando que varias personas se miraran entre ellos. Lo cierto era que la situación debía ser aburrida para quienes empezaron a mirar, que no pudieron moverse simplemente porque más gente había ido a mirar y los de atrás solo iban aumentando en número por ver la cantidad de gente que había más que por la sorpresa de que ese marine llevase un abrigo más llamativo. Aunque Miko estaba de espaldas a él por lo que tampoco se había percatado. Como fuera, sus palabras calaron en la gente. Más porque eran personas tranquilas y con poco ego que porque hubiera soltado un emotivo discurso. Solo dijo la verdad. En otro lugar lo más seguro es que solo dos o tres personas le hubieran hecho caso y el resto se hubieran burlado o simplemente ignorado.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.