Hamlet vs el Oso

Hamlet vs El Oso.

La visión del peluche convirtiéndose en un enorme autómata fue sorprendente, de eso no cabía duda, pero a estas alturas ya no me resultaba inesperado que me atacara. No por nada acababa de cubrir mi puño con Haki. No obstante, sí que me decepcionaba el hecho de que realmente estuviera compinchada con Krauser y los suyos. Ahora tendría que corregirla forzosamente, de modo que volviera al camino de la Justicia... Aunque eso requiriese que destrozase su juguetito.

Apretando el puño y frunciendo el ceño, interpuso su puño cerrado ante al golpe que le iba a propinar el mamífero mecánico. Había decidido aumentar el estrés que ponía sobre su cuerpo con cada movimiento, pero ahora notaba como cada golpe se volvería un martillazo contra aquel yunque enorme. Me permití sonreír y mirar con cierta condescendencia a la niña al lograr detener el golpe -aunque no sin esfuerzo o sin recibir, aunque fuera, un mínimo de dolor.

-Muy bien, ¡impresionante! -comenté con aire sarcástico, intentando minar su confianza-. Ahora bájate de ahí. La hora de jugar se ha terminado.

Manteniendo su puño derecho conteniendo el impacto que antes iba dirigido hacia él, usó su otra mano -también cubierta en Haki- para golpear el brazo del oso, aunque esta vez lo haría con una onda de choque a quemarropa. Con esa ofensiva podría inutilizar -aunque no romper- la extremidad del animal metálico.

-Niña mala -prosiguió, riendo con malicia-. He venido a castigarte. Si no bajas ahora mismo, te arrepentirás.

Cosas Usadas:

- ¡No! ¡Tú no me mandas!

La niña hace un mohín y se agarra más fuerte a la cabeza del bicho metálico. El oso trata de esquivar tu golpe, pero es algo lento y termina recibiéndolo. Le has hecho un buen abollón, gran parte del brazo está hundida y casi plana, menos la mano y el hombro. Al ver eso, la niña grita con confianza:

- ¡Estoy siendo mu buena! ¡Poncho, salta!

Y Poncho salta. El oso se eleva mas o menos dos metros en el aire y eleva las piernas antes de caer, con toda la intención de aplastar tu cara con su culo metálico. Y no parece precisamente ligero.

No podía creer que aquello hubiera funcionado. El brazo había quedado destrozado por el golpe, de modo que el bicho cada vez resultaba menos peligroso. No obstante, sabía que si no acababa rápidamente con él acabaría agotándome, y de nada servía desfallecido en aquel lugar. Cuanto antes pudiera ayudar a los míos, mejor. Hice un enorme esfuerzo por volver a introducirme en la persona de aquel adulto abusón y dije:

-Niiiiiiiña. Se va a romper tu juguete si sigues así. Bájate antes de que te hagas daño.

Hizo caso a mi petición, aunque desde lo alto del oso. El autómata descendió sobre mí, amenazando con aplastarme bajo su trasero metálico. Aprovechando la enorme velocidad que poseía ahora y la previsibilidad del ataque, pude hacerme hacia atrás antes de acabar hecho pedazos bajo aquel amenazador juguete. Por un instante pensé en la ternura de la situación, aunque en ese momento existían otras prioridades.

Tan pronto como aquel bicho acabó delante de mí, me impulsé contra su torso para rociarle a puñetazos, que todavía cubría con Haki y aprovechaba para lanzar una onda de choque a quemarropa con cada uno de ellos. Si el resultado era similar al que había sucedido con el brazo, con un poco de esfuerzo acabaría seccionado en dos partes.

-Pequeña, ¿no ves que ya se acabó la hora de jugar? -pregunté con voz cansina-. Mañana será otro día.

Realmente aborrecía tener que actuar de este modo. No se me dan bien los niños.

Cosas Usadas:

El oso intenta cubrirse con los brazos, pero es inútil. Acaba sentadito sobre su trasero de nuevo mientras le llueven tus golpes y se va abollando poco a poco. La niña chilla y se baja por fin, cayendo sobre ti y quedándose agarrada a tu cuello. Tiene lágrimas en los ojos y te pide gritando:

- PARA, PARA. No le toques más, ¡es mi amigo!

La niña también intenta clavarte en la espalda una daga que no tienes muy claro de dónde ha sacado. Y todo sin mudar de expresión, o es una excelente actriz o de verdad es una niña trastornada.

En cuanto aquel juguete mecanizado empezó a mostrar visiblemente que mis golpes lo estaban dañando, la niña decidió rendirse y bajar de aquel trasto. Al final lo había conseguido: gracias a las experiencias por las que había pasado me había convertido en un hábil defensor de la Justicia. Sonreí, complacido por el resultado de mi esfuerzo. Esta vez no sería una decepción. Bajé la guardia y dejé de cubrir mis puños con Haki.

Tan pronto como hice esto, la niña descendió hasta subirse encima de mí. Aquel gesto causó que mis músculos se tensasen por un momento, mas luego conseguí relajar mi postura. Aquella niña, aunque había actuado como una criminal, se había arrepentido en el momento justo. Además, su edad quizás nublaba su perspectiva sobre el orden y la ley, le faltaba discernimiento. La escena resultaba hasta tierna, si uno se paraba a pensarlo. Pensar en esta situación me había hecho olvidar la crisis que amenazaba a la Justicia y a mi hogar.

Sumido en estos profundos divagares sobre la inocencia de la niña, no pude reaccionar al golpe que sentí en mi costado. Por un momento me vi en el suelo, jadeante y con un pulmón perforado, mientras la sangre ahogaba mis últimos estertores.

Por suerte para mí, el impacto no tenía ni de lejos la fuerza suficiente como para atravesar el Army Armor V.2 que me había cedido el Gobierno Mundial en pos de un mejor desempeño de mis funciones. Apenas recibí el leve impacto de la poca fuerza de la niña, muy mitigado por la armadura.

Lo que aquella pieza de protección no pudo detener fue la rabia emergiendo de lo más profundo de mi ser, completamente decepcionado por la acción de la pequeña.

-¡CRIMINAL! -ladré, iracundo.

Con fuerza, tomé con la mano uno de sus bracitos y tiré hacia un lado. Tan pronto como se hubiera descolgado de mí -pues no debía de tener mucha fuerza- la estamparía, ciego de ira, contra el suelo, aprovechando toda la inercia que me daría balancearla del brazo contra el suelo.

Aquel golpe la iba a romper. Lo sabía, pero mi cuerpo actuó solo. Tan solo podía prepararme para inmovilizarla con una llave si aquel golpe no acababa con ella.

Cosas usadas:

Recargando:

La niña se hace una bola y cae sobre su brazo derecho. Intenta levantarse y te queda claro que no está en buen estado. Como mínimo el brazo está roto y sus movimientos errantes sugieren que se ha roto una o varias costillas. No puede oponer resistencia cuando la inmovilizas contra el suelo. Ves que está llorando, pero aún así trata de escupirte a la cara.

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