La orden había sido dada, y tras una abrupta evacuación Al había salido disparado en su moto. La furia lo impulsaba mientras el surco que dejaba en el mar se iba poco a poco desvaneciendo tras él. Demasiado lejos para controlarlo, el hielo se iba derritiendo poco a poco. Miró por un instante hacia el cielo, donde el Flying Kai iluminaba la noche con sus reactores. Más despacio, o tal vez más deprisa de lo que él avanzaba, pero en una maniobra que respondía apenas a una distracción. Esperaba que lograse detenerlo, claro, pero debía ser realista: Anders D. Thawne era un rival temible a quien nadie desearía enfrentar en ninguna circunstancia, y frente al que un recién aparecido Kai tras tanto tiempo de permiso tenía pocas opciones. Quizá lo más responsable habría sido ir él mismo contra aquel cobarde, pero debía coordinar a su flota y asegurarse de que, ya a su llegada, el traidor encontrase una calurosa bienvenida.
Avanzó durante toda la noche sin descanso y atravesó el Calm Belt tan raudo como pudo, sumido en una rabia profunda que no sabía bien si enfocar en los demás o en sí mismo. ¿De verdad había ordenado una Buster Call? Aun sin que aquello hubiese trascendido, ¿tan crispado o podrido estaba como para haber clamado, de buenas a primeras, una solución tan devastadora? Una vez más, y por mucho que le pesara, tenía que dar las gracias a Dexter Black. Aunque eso no impediría que lo atrapase en cuanto tuviese opción.
Cuando llegó a Water Seven ya había pasado casi un día, pero todo parecía transcurrir con normalidad. Nadie le miraba con miedo aunque sí con cierta incredulidad, por lo que decidió quitarse el abrigo y llevar el estuche del violín en la mano. No era muy incómodo, y todavía le quedaban algunas energías para encontrar un buen hotel con alguna que otra vista... Aunque lo que más le apetecía era dormir toda la noche; y eso hizo.
Cuando despertó por la mañana la ciudad olía a limpio y Al a sucio. Se duchó, pidió al servicio de habitaciones un traje de su talla y, armado solo con su violín y Fuego, salió a la calle. De cualquier manera, ¿por qué alguien se extrañaría por un arma? Casi todo el mundo llevaba en aquel lugar, y que un violinista se protegiese no era algo extraño si viajaba solo.
Sabía adónde lo llevaban sus pasos, como siempre a la misma esquina de aquella calle transitada donde nunca había nadie. Abrió el maletín de Oro de luna, sacó el instrumento y comenzó a tocar mientras las monedas iban cayendo en la funda. Para cuando la primera canción terminó, ya había un buen grupo de gente a su alrededor.
Avanzó durante toda la noche sin descanso y atravesó el Calm Belt tan raudo como pudo, sumido en una rabia profunda que no sabía bien si enfocar en los demás o en sí mismo. ¿De verdad había ordenado una Buster Call? Aun sin que aquello hubiese trascendido, ¿tan crispado o podrido estaba como para haber clamado, de buenas a primeras, una solución tan devastadora? Una vez más, y por mucho que le pesara, tenía que dar las gracias a Dexter Black. Aunque eso no impediría que lo atrapase en cuanto tuviese opción.
Cuando llegó a Water Seven ya había pasado casi un día, pero todo parecía transcurrir con normalidad. Nadie le miraba con miedo aunque sí con cierta incredulidad, por lo que decidió quitarse el abrigo y llevar el estuche del violín en la mano. No era muy incómodo, y todavía le quedaban algunas energías para encontrar un buen hotel con alguna que otra vista... Aunque lo que más le apetecía era dormir toda la noche; y eso hizo.
Cuando despertó por la mañana la ciudad olía a limpio y Al a sucio. Se duchó, pidió al servicio de habitaciones un traje de su talla y, armado solo con su violín y Fuego, salió a la calle. De cualquier manera, ¿por qué alguien se extrañaría por un arma? Casi todo el mundo llevaba en aquel lugar, y que un violinista se protegiese no era algo extraño si viajaba solo.
Sabía adónde lo llevaban sus pasos, como siempre a la misma esquina de aquella calle transitada donde nunca había nadie. Abrió el maletín de Oro de luna, sacó el instrumento y comenzó a tocar mientras las monedas iban cayendo en la funda. Para cuando la primera canción terminó, ya había un buen grupo de gente a su alrededor.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Llevaba ya un par de semanas en Water Seven y lo cierto es que había comenzado a cogerle cariño a la ciudad. Era grande y sus habitantes no eran siempre los más amables, pero era un lugar relativamente tranquilo. Por no hablar de los amplios canales que recorrían la ciudad y le hacían sentirse tremendamente a gusto. Cada mañana, antes de dirigirse al cuartel, pasaba una hora larga nadando en ellos. A veces, alguno de los Yagaras que esperaban a un dueño un tanto remolón le acompañaban un rato. Luego volvía al hotel en el que se hospedaba, fresca y bastante hambrienta, y se preparaba para otro día de trabajo.
Le habían mandado allí horas después de que sucediese el Agua Laguna anual. Elya había oído hablar del fenómeno, pero nunca lo había vivido. Llegó lo más rápido que pudo, dispuesta a echar una mano, y quedó pasmada con la destrucción que había sufrido el lugar. Cada año los protocolos de seguridad eran más y más estrictos, pero algo siempre parecía ir mal. Había habido varios heridos y numerosos edificios se habían derrumbado, incluso con todas las precauciones tomadas. Pero lo que más le había sorprendido era la actitud de la gente. La mayoría parecían resignados y el resto se encontraba lleno de energía y deseoso de atacar las reparaciones. Durante varios días Elya había corrido de aquí para allá, porque las obras tras el tsunami mantenían ocupada a mucha gente y por lo visto solían coincidir con una epidemia de robos y otros incidentes menores. En las dos semanas que llevaba ya había multado a tres alborotadores de no más de quince años y detenido a dos atracadores y algún que otro ratero. Por suerte, las obras estaban ya a punto de terminar y las cosas parecían irse calmando paulatinamente.
Aquella mañana, su rutina comenzó como de costumbre. Se despertó al amanecer y dejó el hotel en el que se hospedaba para nadar en los canales. Por supuesto, había habitaciones en el cuartel, pero prefería la intimidad y sábanas de verdad. Se zambulló en el agua como un día cualquiera, algo pensativa. Había escuchado todo lo acontecido en la Aguja, pero sus superiores no le habían dejado acudir. No tenía clara la razón, pero suponía que querrían conservar efectivos a salvo en caso del peor escenario. Por suerte, todo parecía haber salido bien y el peligro había pasado. Por el momento, al menos.
Lo oyó justo cuando salió del agua. Una música deliciosa salía de algún lado y se alzaba entre las callejuelas. Un violín, reconoció. No estaba lejos del hotel, pero podía dar un ligero rodeo. Cogió su toalla y se secó rápidamente, antes de perderse en busca de la música misteriosa. No le costó mucho; podía ver a otra gente dirigiéndose al lugar a un paso que trataba de ocultar su anhelo. Cuando al fin encontró al músico, no pudo verlo. La gente lo ocultaba. Se abrió paso poco a poco hasta ver al artista. Por un momento dudó, pero en seguida supo que le conocía. De hecho, había peleado contra él. Al Naion, Almirante de la marina y, aparentemente, grandioso solista. No le extrañaba la multitud que había a su alrededor. La bella melodía también le había atraído a ella hasta él. Aguardó hasta que el concierto terminó y se quedó algo rezagada para abordarle una vez la gente se hubiera dispersado.
- Almirante. No estaba informada de su llegada, pero le doy la bienvenida. Elya Edelweiss, a su servicio.
No estaba segura de si él le reconocería, por lo que comentó su nombre para evitarle la vergüenza si era el caso. Aunque tan pronto lo pensó otros recuerdos asaltaron su mente y comenzó a dudar que ese hombre sintiera vergüenza por nada. Recordaba la insana cantidad de bufandas que llevaba la última vez que sus caminos se habían cruzado y todos los eventos que habían sucedido. Peleaba bien y era efectivo, pero también estaba convencida de que le faltaban un par de tornillos. De todas formas, era su superior y su deber era respetarle, así que lo haría. Compuso una pequeña sonrisa amable antes de preguntarle:
- ¿Puedo ayudarle en algo?
Le habían mandado allí horas después de que sucediese el Agua Laguna anual. Elya había oído hablar del fenómeno, pero nunca lo había vivido. Llegó lo más rápido que pudo, dispuesta a echar una mano, y quedó pasmada con la destrucción que había sufrido el lugar. Cada año los protocolos de seguridad eran más y más estrictos, pero algo siempre parecía ir mal. Había habido varios heridos y numerosos edificios se habían derrumbado, incluso con todas las precauciones tomadas. Pero lo que más le había sorprendido era la actitud de la gente. La mayoría parecían resignados y el resto se encontraba lleno de energía y deseoso de atacar las reparaciones. Durante varios días Elya había corrido de aquí para allá, porque las obras tras el tsunami mantenían ocupada a mucha gente y por lo visto solían coincidir con una epidemia de robos y otros incidentes menores. En las dos semanas que llevaba ya había multado a tres alborotadores de no más de quince años y detenido a dos atracadores y algún que otro ratero. Por suerte, las obras estaban ya a punto de terminar y las cosas parecían irse calmando paulatinamente.
Aquella mañana, su rutina comenzó como de costumbre. Se despertó al amanecer y dejó el hotel en el que se hospedaba para nadar en los canales. Por supuesto, había habitaciones en el cuartel, pero prefería la intimidad y sábanas de verdad. Se zambulló en el agua como un día cualquiera, algo pensativa. Había escuchado todo lo acontecido en la Aguja, pero sus superiores no le habían dejado acudir. No tenía clara la razón, pero suponía que querrían conservar efectivos a salvo en caso del peor escenario. Por suerte, todo parecía haber salido bien y el peligro había pasado. Por el momento, al menos.
Lo oyó justo cuando salió del agua. Una música deliciosa salía de algún lado y se alzaba entre las callejuelas. Un violín, reconoció. No estaba lejos del hotel, pero podía dar un ligero rodeo. Cogió su toalla y se secó rápidamente, antes de perderse en busca de la música misteriosa. No le costó mucho; podía ver a otra gente dirigiéndose al lugar a un paso que trataba de ocultar su anhelo. Cuando al fin encontró al músico, no pudo verlo. La gente lo ocultaba. Se abrió paso poco a poco hasta ver al artista. Por un momento dudó, pero en seguida supo que le conocía. De hecho, había peleado contra él. Al Naion, Almirante de la marina y, aparentemente, grandioso solista. No le extrañaba la multitud que había a su alrededor. La bella melodía también le había atraído a ella hasta él. Aguardó hasta que el concierto terminó y se quedó algo rezagada para abordarle una vez la gente se hubiera dispersado.
- Almirante. No estaba informada de su llegada, pero le doy la bienvenida. Elya Edelweiss, a su servicio.
No estaba segura de si él le reconocería, por lo que comentó su nombre para evitarle la vergüenza si era el caso. Aunque tan pronto lo pensó otros recuerdos asaltaron su mente y comenzó a dudar que ese hombre sintiera vergüenza por nada. Recordaba la insana cantidad de bufandas que llevaba la última vez que sus caminos se habían cruzado y todos los eventos que habían sucedido. Peleaba bien y era efectivo, pero también estaba convencida de que le faltaban un par de tornillos. De todas formas, era su superior y su deber era respetarle, así que lo haría. Compuso una pequeña sonrisa amable antes de preguntarle:
- ¿Puedo ayudarle en algo?
El concierto llegó a término y algunas personas se acercaron a felicitarlo. Un par incluso lo reconocieron de la casa de la ópera de Dark Dome, tanto como primer violín como por su invaluable papel como director de "uno de los mayores espectáculos musicales que jamás se han llevado a cabo". Al había fingido modestia, pero como buen músico era consciente de la tarea titánica que había llevado a cabo y, más aún, llevando casi veinte años aprendiendo a tocar el violín, ¿a quién no le gustaba regalarse los oídos?
- Gracias, de verdad -dijo-. Sus palabras me hacen muy feliz.
Habría iniciado una segunda canción, pero de entre sus admiradores salió aquella chica. Estaba húmeda, como si viniese de darse un baño, y parecía conocerlo. Es decir, sabía que le sonaba de algo pero no tenía muy claro de qué, aunque el hecho de que a simple vista lo reconociese como Almirante representaba la confirmación de que esa muchacha era marine. Es más, aquella chica marine probablemente lo conocía de algo. Y él no tenía ni idea de por qué.
- Una vez me dijeron eso -respondió al saludo-, pero se quejó cuando me vio desnudo en el baño.
Obviamente era una broma. Aquel día la técnica del "hombre desnudo" había dado un resultado espectacular, aunque parte del mérito se lo debía a que las tres muchachas que habían entrado en su despacho ya lo habían hecho con intenciones claramente de groupie, nada sanas y desde luego muy, muy sucias. No obstante los cuatro habían salido limpios de la ducha y nunca un recluta se había tomado con tanta alegría un correctivo. Desde luego habían aprendido muy bien la lección y, aunque el caballito canónico no era exactamente así pocas veces su manierismo había fallado cuando se requería su aplicación.
- La verdad, señorita Edelweiss -ignoró la cara de crispada frustración que probablemente estaba poniendo ante su chiste-, es que estoy aquí por una razón muy importante: Anders Thawne, un peligroso enemigo del Gobierno, viene en estos momentos hacia aquí. Aunque yo estoy esperando a que lleguen mis tropas para tomar la ciudad y darle una cálida bienvenida, porque se ha proclamado rey e igual hay que enseñarle modales antes de que se le suba a la cabeza.
Tras decir aquello empacó el violín y se guardó los cuatro mil berries en el bolsillo. Había sido una buena canción, estaba claro que en esa ciudad sabían apreciar el arte, y se preguntó por un momento cuánto podría ganar en un mes allí: Seguramente menos que en Dark Dome, pero bastante más que como marine.
- ¿Te apetece desayunar? Yo invito, que tengo suelto.
- Gracias, de verdad -dijo-. Sus palabras me hacen muy feliz.
Habría iniciado una segunda canción, pero de entre sus admiradores salió aquella chica. Estaba húmeda, como si viniese de darse un baño, y parecía conocerlo. Es decir, sabía que le sonaba de algo pero no tenía muy claro de qué, aunque el hecho de que a simple vista lo reconociese como Almirante representaba la confirmación de que esa muchacha era marine. Es más, aquella chica marine probablemente lo conocía de algo. Y él no tenía ni idea de por qué.
- Una vez me dijeron eso -respondió al saludo-, pero se quejó cuando me vio desnudo en el baño.
Obviamente era una broma. Aquel día la técnica del "hombre desnudo" había dado un resultado espectacular, aunque parte del mérito se lo debía a que las tres muchachas que habían entrado en su despacho ya lo habían hecho con intenciones claramente de groupie, nada sanas y desde luego muy, muy sucias. No obstante los cuatro habían salido limpios de la ducha y nunca un recluta se había tomado con tanta alegría un correctivo. Desde luego habían aprendido muy bien la lección y, aunque el caballito canónico no era exactamente así pocas veces su manierismo había fallado cuando se requería su aplicación.
- La verdad, señorita Edelweiss -ignoró la cara de crispada frustración que probablemente estaba poniendo ante su chiste-, es que estoy aquí por una razón muy importante: Anders Thawne, un peligroso enemigo del Gobierno, viene en estos momentos hacia aquí. Aunque yo estoy esperando a que lleguen mis tropas para tomar la ciudad y darle una cálida bienvenida, porque se ha proclamado rey e igual hay que enseñarle modales antes de que se le suba a la cabeza.
Tras decir aquello empacó el violín y se guardó los cuatro mil berries en el bolsillo. Había sido una buena canción, estaba claro que en esa ciudad sabían apreciar el arte, y se preguntó por un momento cuánto podría ganar en un mes allí: Seguramente menos que en Dark Dome, pero bastante más que como marine.
- ¿Te apetece desayunar? Yo invito, que tengo suelto.
Elya Edelweiss
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fuerza
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
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- Si eso es cierto, me alegro de haberle encontrado vestido.
No estaba segura de que existiera otra manera educada de responder a esa frase. Tampoco le costaba creer que pese a ser una broma, hubiera sucedido. En todo caso, era su superior y lo mejor era o ignorarlo o seguirle la corriente, al menos por el momento. Por suerte para ella, no tardó en ponerse serio y comunicarle cuál era la situación. Anders Thawne estaba en camino. Elya asintió en silencio. Había oído el nombre antes, aunque ignoraba que Water Seven fuera su objetivo. De todas formas, si las tropas del Almirante estaban en camino, ese criminal no tenía muchas posibilidades de conseguir la victoria. Aún así...
- Deberíamos pasar antes por el cuartel y avisar; no hará daño que todos estén alerta.
Desayunar sonaba a plan y lo cierto es que estaba hambrienta, pero no podía simplemente ignorar lo que el Almirante acababa de decirle. Ese hombre podía llegar en cualquier momento y si estaban zampando magdalenas entretanto... no, había prioridades. Aguardó a que estuviera listo y comenzó a caminar con la esperanza de que le siguiera. Por suerte, el cuartel no estaba lejos.
- Cerca del cuartel, a unas dos calles, tienen una pastelería famosa por sus bollos de crema. Podríamos ir ahí, aunque si tiene otro lugar en mente cualquiera está bien.
La parada en el cuartel no fue muy larga. Elya llegó y puso al corriente a los tres reclutas que se encontraban allí. Había varios más repartidos por la ciudad, pero ellos correrían la voz. Como mínimo, que todos andasen con los ojos bien abiertos por si acaso. Una vez hecho, pasó por la pequeña oficina que le habían asignado y cogió su lanza antes de reunirse con Al en la puerta.
- Estoy lista. ¿Le apetece desayunar algo en especial?
No estaba segura de que existiera otra manera educada de responder a esa frase. Tampoco le costaba creer que pese a ser una broma, hubiera sucedido. En todo caso, era su superior y lo mejor era o ignorarlo o seguirle la corriente, al menos por el momento. Por suerte para ella, no tardó en ponerse serio y comunicarle cuál era la situación. Anders Thawne estaba en camino. Elya asintió en silencio. Había oído el nombre antes, aunque ignoraba que Water Seven fuera su objetivo. De todas formas, si las tropas del Almirante estaban en camino, ese criminal no tenía muchas posibilidades de conseguir la victoria. Aún así...
- Deberíamos pasar antes por el cuartel y avisar; no hará daño que todos estén alerta.
Desayunar sonaba a plan y lo cierto es que estaba hambrienta, pero no podía simplemente ignorar lo que el Almirante acababa de decirle. Ese hombre podía llegar en cualquier momento y si estaban zampando magdalenas entretanto... no, había prioridades. Aguardó a que estuviera listo y comenzó a caminar con la esperanza de que le siguiera. Por suerte, el cuartel no estaba lejos.
- Cerca del cuartel, a unas dos calles, tienen una pastelería famosa por sus bollos de crema. Podríamos ir ahí, aunque si tiene otro lugar en mente cualquiera está bien.
La parada en el cuartel no fue muy larga. Elya llegó y puso al corriente a los tres reclutas que se encontraban allí. Había varios más repartidos por la ciudad, pero ellos correrían la voz. Como mínimo, que todos andasen con los ojos bien abiertos por si acaso. Una vez hecho, pasó por la pequeña oficina que le habían asignado y cogió su lanza antes de reunirse con Al en la puerta.
- Estoy lista. ¿Le apetece desayunar algo en especial?
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