Taylor Fitzgerald
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La vista ante sus ojos robóticos se enturbiaba cada vez. Había salido ilesa de su primera guerra y por algún motivo, se sentía extraña. No estaba con esa tranquilidad cuando todo había comenzado y algo le preocupaba demasiado, quizá fuera por estar desconectada desde hace mucho rato, pero se sentía libre. Extraña y libre, y por primera vez sentía emociones que jamás llegaría a poder sentir. Miró de nuevo al horizonte, viendo como la Aguja se desmoronaba dejando un rastro de polvo que se dirigía hacia el cielo y con ello, un nuevo amanecer. Un nuevo día para millones de personas inocentes que no sabían de lo que habían sido salvadas. Suspiró aliviada y se dio la vuelta, adentrándose en el interior del buque en el que habían huido. Ahora solo debían esperar hasta poder llegar al Reino de Lvneel, que sería la primera parada de una larga travesía hasta Ennies Lobby.
Los días que duró el viaje la agente apenas se mostró visible con sus compañeros e incluso apenas mantuvo contacto con estos. Tenía demasiadas cosas en su cabeza como para relacionarse socialmente. Durante el tiempo que permaneció encerrada estuvo investigando la información que le había dado tanto Shintaro como Dexter Black. Estaba claro que ella nunca delataría al peliverde, pero su actuación en la Aguja, sobre todo en los momentos finales, había sido bastante deplorable.
Por otro lado, cada vez tenía más dudas sobre el comportamiento del Yonkou Dexter Black, pero enseguida se disiparon cuando los revolucionarios vinieron a su mente, haciendo que florecieran pensamientos de odio hacia ellos. Al no poder recibir avisos en su base de datos por parte de sus superiores se sentía bien por no estar controlada con lo que pensaba y poder actuar libremente, pero aquello no duraría eternamente y cuanto más tardara en reconectarse, más cruel sería el castigo. Solo de pensar que podían arrebatarle la autonomía total como a Doce le aterraba profundamente.
Una fuerte bocina indicó que ya estaban cerca de su destino. Taylor recogió los documentos y, al ver su pistola sobre la cama, la dejó allí. Estaba harta de las armas y derramamiento de sangre, era momento de celebrar que la gente seguía viviendo. Abandonó el camarote y llegó hasta la cubierta. Buscó con la mirada a sus compañeros, pero no le pareció verlos a simple vista y tras eso, se acercó hasta la barandilla. El mar estaba en calma y permitió que el buque atracara con suma facilidad y rapidez. Corrieron las pasarelas y numerosos agentes fueron bajando, pero ella debía esperar por sus compañeros de la división. ¿Dónde se habían metido?
Los días que duró el viaje la agente apenas se mostró visible con sus compañeros e incluso apenas mantuvo contacto con estos. Tenía demasiadas cosas en su cabeza como para relacionarse socialmente. Durante el tiempo que permaneció encerrada estuvo investigando la información que le había dado tanto Shintaro como Dexter Black. Estaba claro que ella nunca delataría al peliverde, pero su actuación en la Aguja, sobre todo en los momentos finales, había sido bastante deplorable.
Por otro lado, cada vez tenía más dudas sobre el comportamiento del Yonkou Dexter Black, pero enseguida se disiparon cuando los revolucionarios vinieron a su mente, haciendo que florecieran pensamientos de odio hacia ellos. Al no poder recibir avisos en su base de datos por parte de sus superiores se sentía bien por no estar controlada con lo que pensaba y poder actuar libremente, pero aquello no duraría eternamente y cuanto más tardara en reconectarse, más cruel sería el castigo. Solo de pensar que podían arrebatarle la autonomía total como a Doce le aterraba profundamente.
Una fuerte bocina indicó que ya estaban cerca de su destino. Taylor recogió los documentos y, al ver su pistola sobre la cama, la dejó allí. Estaba harta de las armas y derramamiento de sangre, era momento de celebrar que la gente seguía viviendo. Abandonó el camarote y llegó hasta la cubierta. Buscó con la mirada a sus compañeros, pero no le pareció verlos a simple vista y tras eso, se acercó hasta la barandilla. El mar estaba en calma y permitió que el buque atracara con suma facilidad y rapidez. Corrieron las pasarelas y numerosos agentes fueron bajando, pero ella debía esperar por sus compañeros de la división. ¿Dónde se habían metido?
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Aquella mañana, nada parecía distinto a lo habitual. Casi nada. Tan solo alguien muy aburrido, cuya vista se dirigiera hacia el cielo, habría logrado darse cuenta de la ingente afluencia de gaviotas que se agolpaban sobre mástiles y aparejos de estribor. Nadie salvo Myke Stroncio, un joven recluta que transportaba la colada recién planchada del capitán y miraba a las aves con ojos recelosos. Craso error.
No muy lejos de allí, un hastiado Dretch Buerganor hacia balance sobre sus desventuras en el mar norteño. No tenía ni idea de cómo había logrado huir del Jinete del North Blue, pero si sabía la razón. Estaba harto de la grandilocuencia del almirantazgo, harto de tanto secretismo, harto de todo. Era comprensible. Hasta para un agente de la Cipher Pol. Durante su última misión había aprendido que había formas menos cruentas con las que de ganarse la vida, suponiendo que tuviera el valor de tomar algún día esa decisión. Sea como fuere, ahora se encontraba atrapado en un navío de línea marine sin gran cosa que hacer ¿Su único aliciente? Poner en jaque a los cocineros encargados de realizar el inventario de las despensas. Podía parecer un juego de críos, pero el joven búho mataba sus horas muertas realizando impecables incursiones en las despensas, más por puro aburrimiento que por hambre. Aun así, las horas se le hacían eternas.
Justo en aquel preciso instante, nuestro afable protagonista se encontraba apoyado en uno de los mamparos de estribor comiéndose una pequeña bolsa de pipas de calabaza, su último y preciado botín de las cocinas, cuyo consumo pasaba desapercibido bajo los pliegues de su bufanda. Aunque bueno, quizás tan solo inadvertido a ojos humanos, pues cada vez más y más gaviotas comenzaban a posarse a sus alrededores, mirando con ojos golosones su ansiado almuerzo. Pero, para alguien que no tuviese ni la más remota idea de lo que allí estaba sucediendo, tan solo podrían a ver a un hombre ensimismado en sus propios pensamientos y a toda una bandada de fieles lacayos que esperaban tan solo una orden de su amo.
Bajo aquel manto de misticismo, las miradas de Buerganor y Stroncio se cruzaron. Al voltearse el agente hacia el cadete, cerca de una decena de gaviotas alzaron el vuelo para volver a posarse nuevamente desde una posición en la que pudiesen tener contacto visual con la bolsa de pipas del agente. Sin embargo, las miradas inquisitivas de las aves lograron impresionar al joven cadete, cuya voz vibró con nerviosismo.
- ¿Qué demonios crees que haces? – preguntó sobresaltado el joven Myke Stroncio, mientras trataba de forcejear para apartarse de la posible línea de fuego de las aves – ¿Tienes idea de lo que nos harán si esos pollos llegan a machar este uniforme? Aléjate de…
Sus palabras fueron interrumpidas por las del agente, el cual le agarró y zarandeo firmemente por el brazo.
- Hay gaviotas… – confirmó con una vehemencia y con un tono de voz mortecino que casi daba miedo. Su rostro estaba más pálido de costumbre y unas marcadas ojeras destacaban en una expresión corporal que a todas luces reflejaba el malestar de una persona que no estaba acostumbrado a la vida en la mar – ¿Hemos llegado ya a Lvneel? ¿Cuánto falta para llegar?
Por desgracia para el agente, tendría que pasar al menos unas cuatro horas en aquel barco para pisar tierra firme. Pero, el joven Mike Stroncio, en su afán por quitarse de encima a semejante colgado, le mintió para poder proseguir con sus quehaceres.
Tan concentrado estaba en su ejercicio de introspección para reprimir el mareo y las nauseas, que cuando sonó la bocina que indicaba que el navío se aproximaba a puerto, este no reacciono. Para cuando se quiso dar cuenta de esto, la mayoría de militares ya habían puesto un pie en tierra firme y tan solo los reclutas y algún que otro sargento permanecían en cubierta. Acompañado de su legión de gaviotas, las cuales ya directamente no mostraban reparos en posarse sobre los hombros y la cabeza del agente, dirigió sus pasos hacia la pasarela de madera que daba acceso al muelle. Antes de llegar a ella, logró vislumbrar la cabellera rosa de Taylor Fitzgerald ¿Por qué estaba seguro que se trataba de ella? Bueno, cualquiera con aquella apuesta estilística nunca lograría encontrarse a esa distancia de un barco de la marina, a menos claro está, que se encontrase en los calabozos ¿Cómo era posible que hubiesen viajado todo el mismo tiempo en el mismo navio y no se hubiesen encontrado? ¿Acaso se estaban evitando? La respuesta por parte del agente era clara. Si. Escuchar la verdad sobre la naturaleza de su subordinada era algo que aún le costaba digerir y, sinceramente, no sabía cómo reaccionar ante un robot. Todo lo que sabía y había aprendido no servía de nada frente a un autómata como ella. No se sentía cómodo, es más, se sentía más juzgado y cuestionado que en compañía de sus superiores. Lo único cierto de aquella situación era que, Dretch no tenía ni la más remota idea de qué demonios hacia alguien como ella en la Karasu, ni que querían aquellos tipos de Kern obtener de todo aquello.
El desconocimiento sacaba lo peor del agente. De hecho, prácticamente sin ser consciente de ello, comenzó a escorarse ligeramente hacia su izquierda para salir del posible ángulo de visión de la pelirrosa y marcharse de aquel lugar sin que esta llegará a saber ni tan siquiera que se habían cruzada. Sin embargo, por muy sigiloso que el agente pudiese ser, nada ni nadie lograría calmar a la irritante bandada de gaviotas que lo acompañaban. Al quedar al descubierto a escasos metros de ella, no le quedó más remedio que saludar.
- Vaya, que coincidencia ¿No me digas que tú también estabas en este barco? – preguntó mientras deseaba con todas sus fuerzas que un agujero se abriera bajo sus pies, tragándoselo y sacándole de aquella incómoda situación.
No muy lejos de allí, un hastiado Dretch Buerganor hacia balance sobre sus desventuras en el mar norteño. No tenía ni idea de cómo había logrado huir del Jinete del North Blue, pero si sabía la razón. Estaba harto de la grandilocuencia del almirantazgo, harto de tanto secretismo, harto de todo. Era comprensible. Hasta para un agente de la Cipher Pol. Durante su última misión había aprendido que había formas menos cruentas con las que de ganarse la vida, suponiendo que tuviera el valor de tomar algún día esa decisión. Sea como fuere, ahora se encontraba atrapado en un navío de línea marine sin gran cosa que hacer ¿Su único aliciente? Poner en jaque a los cocineros encargados de realizar el inventario de las despensas. Podía parecer un juego de críos, pero el joven búho mataba sus horas muertas realizando impecables incursiones en las despensas, más por puro aburrimiento que por hambre. Aun así, las horas se le hacían eternas.
Justo en aquel preciso instante, nuestro afable protagonista se encontraba apoyado en uno de los mamparos de estribor comiéndose una pequeña bolsa de pipas de calabaza, su último y preciado botín de las cocinas, cuyo consumo pasaba desapercibido bajo los pliegues de su bufanda. Aunque bueno, quizás tan solo inadvertido a ojos humanos, pues cada vez más y más gaviotas comenzaban a posarse a sus alrededores, mirando con ojos golosones su ansiado almuerzo. Pero, para alguien que no tuviese ni la más remota idea de lo que allí estaba sucediendo, tan solo podrían a ver a un hombre ensimismado en sus propios pensamientos y a toda una bandada de fieles lacayos que esperaban tan solo una orden de su amo.
Bajo aquel manto de misticismo, las miradas de Buerganor y Stroncio se cruzaron. Al voltearse el agente hacia el cadete, cerca de una decena de gaviotas alzaron el vuelo para volver a posarse nuevamente desde una posición en la que pudiesen tener contacto visual con la bolsa de pipas del agente. Sin embargo, las miradas inquisitivas de las aves lograron impresionar al joven cadete, cuya voz vibró con nerviosismo.
- ¿Qué demonios crees que haces? – preguntó sobresaltado el joven Myke Stroncio, mientras trataba de forcejear para apartarse de la posible línea de fuego de las aves – ¿Tienes idea de lo que nos harán si esos pollos llegan a machar este uniforme? Aléjate de…
Sus palabras fueron interrumpidas por las del agente, el cual le agarró y zarandeo firmemente por el brazo.
- Hay gaviotas… – confirmó con una vehemencia y con un tono de voz mortecino que casi daba miedo. Su rostro estaba más pálido de costumbre y unas marcadas ojeras destacaban en una expresión corporal que a todas luces reflejaba el malestar de una persona que no estaba acostumbrado a la vida en la mar – ¿Hemos llegado ya a Lvneel? ¿Cuánto falta para llegar?
Por desgracia para el agente, tendría que pasar al menos unas cuatro horas en aquel barco para pisar tierra firme. Pero, el joven Mike Stroncio, en su afán por quitarse de encima a semejante colgado, le mintió para poder proseguir con sus quehaceres.
Tan concentrado estaba en su ejercicio de introspección para reprimir el mareo y las nauseas, que cuando sonó la bocina que indicaba que el navío se aproximaba a puerto, este no reacciono. Para cuando se quiso dar cuenta de esto, la mayoría de militares ya habían puesto un pie en tierra firme y tan solo los reclutas y algún que otro sargento permanecían en cubierta. Acompañado de su legión de gaviotas, las cuales ya directamente no mostraban reparos en posarse sobre los hombros y la cabeza del agente, dirigió sus pasos hacia la pasarela de madera que daba acceso al muelle. Antes de llegar a ella, logró vislumbrar la cabellera rosa de Taylor Fitzgerald ¿Por qué estaba seguro que se trataba de ella? Bueno, cualquiera con aquella apuesta estilística nunca lograría encontrarse a esa distancia de un barco de la marina, a menos claro está, que se encontrase en los calabozos ¿Cómo era posible que hubiesen viajado todo el mismo tiempo en el mismo navio y no se hubiesen encontrado? ¿Acaso se estaban evitando? La respuesta por parte del agente era clara. Si. Escuchar la verdad sobre la naturaleza de su subordinada era algo que aún le costaba digerir y, sinceramente, no sabía cómo reaccionar ante un robot. Todo lo que sabía y había aprendido no servía de nada frente a un autómata como ella. No se sentía cómodo, es más, se sentía más juzgado y cuestionado que en compañía de sus superiores. Lo único cierto de aquella situación era que, Dretch no tenía ni la más remota idea de qué demonios hacia alguien como ella en la Karasu, ni que querían aquellos tipos de Kern obtener de todo aquello.
El desconocimiento sacaba lo peor del agente. De hecho, prácticamente sin ser consciente de ello, comenzó a escorarse ligeramente hacia su izquierda para salir del posible ángulo de visión de la pelirrosa y marcharse de aquel lugar sin que esta llegará a saber ni tan siquiera que se habían cruzada. Sin embargo, por muy sigiloso que el agente pudiese ser, nada ni nadie lograría calmar a la irritante bandada de gaviotas que lo acompañaban. Al quedar al descubierto a escasos metros de ella, no le quedó más remedio que saludar.
- Vaya, que coincidencia ¿No me digas que tú también estabas en este barco? – preguntó mientras deseaba con todas sus fuerzas que un agujero se abriera bajo sus pies, tragándoselo y sacándole de aquella incómoda situación.
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Taylor se apartó hacia un lado, cada vez salían más personas del buque marine y no entendía de donde habían podido aparecer si en alta mar no parecía haber tantos. La joven esperó a que dejaran el paso libre y cuando se disponía a abandonar el barco, una vez más, otra bandada de marines apareció del interior. Cuando se giró se topó con quien menos esperaba. Su jefe. ¿Podía decirle así? Técnicamente lo era, pero a una persona como él no se le podía llamar jefe, no después de todo lo que le había hecho y dicho.
La agente sabía desde el primer momento que él también se encontraba en el buque, pero no tenía ni el más mínimo interés de hablarle o de estar a su lado. Su superior también se había comportado de un modo muy extraño últimamente y al ver sus ojeras ya pudo intuir que no se encontraba en muy buen estado. ¿Pero qué le importaba a ella? Tuvo muchos días para pensar sobre qué hacer en la Karasu si abandonarla del todo o permanecer y no sacó nada en claro, se había desconectado por ellos y eso implicaría un castigo muy grande. De hecho, ni siquiera habían intentando reconectarla lo cual le preocupaba. Quizás, cuando lo consiguieran, ella perdiese toda la autonomía de una vez por todas.
-Si, por raro que sea tuvimos que huir juntos - se encogió de hombros y se quedó mirándolo-. ¿Qué quieres? - preguntó cansada.
Por lo que sea, la conversación entre ambos siempre terminaba en una discusión y la agente estaba harta de no poder hablar las cosas con claridad. La última vez que este se disculpó fue con la Aguja desmoronándose, creía que todo se habría solucionado y pondría fin a las diferencias, pero no fue así. Todo derivó en que ninguno de los dos quería verse mutuamente y aun así, allí estaban, de cara a cara.
La joven se giró, con las manos en los bolsillos y bajó la pasarela. No iba vestida como agente del gobierno, si no como una chica normal con su día de permiso libre. Llevaba una camiseta de tirantes gris y unos pantalones holgados negros, dejando a la vista partes de su cuerpo metálicas. El brazo derecho ya no tenía ni una sola gota de piel, ella misma se la había arrancado poco a poco porque le molestaba.
Por delante de ella pasó un joven muchacho muy nervioso con un carro con numerosas perchas de las que colgaban trajes marines. Parecían importantes pues cualquiera que le rozaba enseguida les replicaba. Llegó hasta su lado y le dio una palmada en el hombro.
-Chico, deberías relajarte, si les gritas a todo el que pasa a tu alrededor te la van a acabar liando. - Este frunció el ceño ante el comentario de la pelirrosa y el joven se apartó del perchero para apuntarla con el dedo.
-¡Otra igual! ¿Es qué no ves que son trajes muy importantes para los altos mandos? Si les pasa algo perderé mi trabajo, ¿por qué a nadie les entra en la cabeza? - exclamó llevándose las manos a la frente, agobiado.
-¿Y por qué no esperas a que todo se despeje un poco? No sé, además ¿quién iba a querer hacerles algo a unos trajes? He visto a gente muy peligrosa, pero que alguien quisiera destrozar trajes por gusto, no.
La agente sabía desde el primer momento que él también se encontraba en el buque, pero no tenía ni el más mínimo interés de hablarle o de estar a su lado. Su superior también se había comportado de un modo muy extraño últimamente y al ver sus ojeras ya pudo intuir que no se encontraba en muy buen estado. ¿Pero qué le importaba a ella? Tuvo muchos días para pensar sobre qué hacer en la Karasu si abandonarla del todo o permanecer y no sacó nada en claro, se había desconectado por ellos y eso implicaría un castigo muy grande. De hecho, ni siquiera habían intentando reconectarla lo cual le preocupaba. Quizás, cuando lo consiguieran, ella perdiese toda la autonomía de una vez por todas.
-Si, por raro que sea tuvimos que huir juntos - se encogió de hombros y se quedó mirándolo-. ¿Qué quieres? - preguntó cansada.
Por lo que sea, la conversación entre ambos siempre terminaba en una discusión y la agente estaba harta de no poder hablar las cosas con claridad. La última vez que este se disculpó fue con la Aguja desmoronándose, creía que todo se habría solucionado y pondría fin a las diferencias, pero no fue así. Todo derivó en que ninguno de los dos quería verse mutuamente y aun así, allí estaban, de cara a cara.
La joven se giró, con las manos en los bolsillos y bajó la pasarela. No iba vestida como agente del gobierno, si no como una chica normal con su día de permiso libre. Llevaba una camiseta de tirantes gris y unos pantalones holgados negros, dejando a la vista partes de su cuerpo metálicas. El brazo derecho ya no tenía ni una sola gota de piel, ella misma se la había arrancado poco a poco porque le molestaba.
Por delante de ella pasó un joven muchacho muy nervioso con un carro con numerosas perchas de las que colgaban trajes marines. Parecían importantes pues cualquiera que le rozaba enseguida les replicaba. Llegó hasta su lado y le dio una palmada en el hombro.
-Chico, deberías relajarte, si les gritas a todo el que pasa a tu alrededor te la van a acabar liando. - Este frunció el ceño ante el comentario de la pelirrosa y el joven se apartó del perchero para apuntarla con el dedo.
-¡Otra igual! ¿Es qué no ves que son trajes muy importantes para los altos mandos? Si les pasa algo perderé mi trabajo, ¿por qué a nadie les entra en la cabeza? - exclamó llevándose las manos a la frente, agobiado.
-¿Y por qué no esperas a que todo se despeje un poco? No sé, además ¿quién iba a querer hacerles algo a unos trajes? He visto a gente muy peligrosa, pero que alguien quisiera destrozar trajes por gusto, no.
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Para su sorpresa, el encuentro de la iniciada resultó mucho menos incomodo de lo que a él le había parecido en un primer momento. Quizás esto se debería a que, su rol de jefe primaba por encima de el de camarada gubernamental. Al comprobar el estado en el que la piel de Fitzgerald había quedado tras el último enfrentamiento y la indiferencia de esta al no estar sujeta a sentimientos tales como el dolor o el decoro, un curioso tic surgió en su ojo izquierdo.
Mientras esta le dedicaba unas palabras al joven y prometedor Stroncio, acerca de sus hábitos en cubierta. El agente, en un tenue tono de voz, se dirigió hacia la iniciada.
- ¿Qué que quiero? – preguntó casi indignado mientras estudiaba con su ojo sano a la iniciada – Esta claro que no te has echado un vistazo, mírate ¿Es que quieres aterrorizar a medio Lvneel y salir mañana en la portada de todos los periódicos locales? tápate Miss Daisy, que vas enseñando mucho chasis. Los habitantes de North Blue no son famosos por su tolerancia y apertura hacia las costumbres del exterior, no creo que necesites que te ponga ejemplos…
Su vista se fijó entonces en el jovencito Myke Stroncio, el cual a cada minuto que pasaba parecía más confuso e irritado.
- ¿Puedes conseguirnos algo de su talla? No creo que quieras pasarte los mejores años de tu vida haciendo la colada para otros ¿Verdad? Estoy seguro que Ennies Lobby hay uniformes de la tuya – comentó con tono casi cantarín que, para nada hacía sospechar de sus intenciones.
Una vez el marine se ausentó, este se dirigió nuevamente hacia la iniciada.
- Sé que sin una misión de por medio la jerarquía de mando carece de sentido, pero hasta donde yo tu nunca has estado en Ennies Lobby y no sabes cómo funciona la burocracia de despachos de allí. Bueno, quizás sí. Realmente no sé hasta dónde llegan tus conocimientos. Pero tanto Leblanc, como Shintaro y tantos otros agentes llevamos meses sin poner un pie en Enies Lobby… Siempre encuentran una excusa para no hacernos regresar. Habría que ser ciego para no saber que se está cociendo algo a nuestras espaldas –confensó, casi confirmando definitivamente algo que ya llevaba sospechando varios meses– Con lord Davis y Annette teníamos ciertas licencias y capacidad de negociación, pero si cambian a la directiva al completo se acabaran los favores y las concesiones… Bueno, yo con lo de Shintaro ya estoy bien jodido. Como Leblanc o tú os vayáis de la lengua con lo que sabéis o creéis saber, no estaré en mejor situación que ese marine. A fin de cuentas, yo fui quien le introdujo en la división y soy el responsable. Si, puedo contar con tu silencio, tan solo tendríamos que asegurarnos de que Giotto no cante y meter en vereda a esa sabandija de Shintaro. Piénsalo de esta forma, es un favor. Si tú me ayudas con esto, tendrás vía libre de pedirme lo que quieras en un futuro – sin embargo, durante su petición recordó algo que le dejo petrificado – ¿No estarás grabando esto verdad?
Mientras esta le dedicaba unas palabras al joven y prometedor Stroncio, acerca de sus hábitos en cubierta. El agente, en un tenue tono de voz, se dirigió hacia la iniciada.
- ¿Qué que quiero? – preguntó casi indignado mientras estudiaba con su ojo sano a la iniciada – Esta claro que no te has echado un vistazo, mírate ¿Es que quieres aterrorizar a medio Lvneel y salir mañana en la portada de todos los periódicos locales? tápate Miss Daisy, que vas enseñando mucho chasis. Los habitantes de North Blue no son famosos por su tolerancia y apertura hacia las costumbres del exterior, no creo que necesites que te ponga ejemplos…
Su vista se fijó entonces en el jovencito Myke Stroncio, el cual a cada minuto que pasaba parecía más confuso e irritado.
- ¿Puedes conseguirnos algo de su talla? No creo que quieras pasarte los mejores años de tu vida haciendo la colada para otros ¿Verdad? Estoy seguro que Ennies Lobby hay uniformes de la tuya – comentó con tono casi cantarín que, para nada hacía sospechar de sus intenciones.
Una vez el marine se ausentó, este se dirigió nuevamente hacia la iniciada.
- Sé que sin una misión de por medio la jerarquía de mando carece de sentido, pero hasta donde yo tu nunca has estado en Ennies Lobby y no sabes cómo funciona la burocracia de despachos de allí. Bueno, quizás sí. Realmente no sé hasta dónde llegan tus conocimientos. Pero tanto Leblanc, como Shintaro y tantos otros agentes llevamos meses sin poner un pie en Enies Lobby… Siempre encuentran una excusa para no hacernos regresar. Habría que ser ciego para no saber que se está cociendo algo a nuestras espaldas –confensó, casi confirmando definitivamente algo que ya llevaba sospechando varios meses– Con lord Davis y Annette teníamos ciertas licencias y capacidad de negociación, pero si cambian a la directiva al completo se acabaran los favores y las concesiones… Bueno, yo con lo de Shintaro ya estoy bien jodido. Como Leblanc o tú os vayáis de la lengua con lo que sabéis o creéis saber, no estaré en mejor situación que ese marine. A fin de cuentas, yo fui quien le introdujo en la división y soy el responsable. Si, puedo contar con tu silencio, tan solo tendríamos que asegurarnos de que Giotto no cante y meter en vereda a esa sabandija de Shintaro. Piénsalo de esta forma, es un favor. Si tú me ayudas con esto, tendrás vía libre de pedirme lo que quieras en un futuro – sin embargo, durante su petición recordó algo que le dejo petrificado – ¿No estarás grabando esto verdad?
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Ante la respuesta del agente se dio la vuelta, sin sacar las manos de los bolsillos y arqueando las cejas. Las palabras que pronunció no fueron nada agradables para la autómata, tanto que tuvo la tentación de acercarse a él y darle un guantazo en toda la cara por hablarle así. Merecía respeto después de todo lo que había pasado y con aquellas acusaciones se comportaba como un niño pequeño.
Por primera vez en mucho tiempo a Taylor no le importaba enseñar partes de su cuerpo sin miedo a pensar que la juzgarían o la echarían del lugar a pesar de ser una agente del gobierno. Estaba harta de esconderse y agachar la cabeza ante aquellas personas que se creían superiores por ser normales, pero no era así. La superior siempre había sido ella, había sido creada para ser perfecta y aunque las personas la rechazaran, seguiría siendo superior en todos los sentidos.
-No quiero ponerme nada - reprochó, pero el joven marine ya se había rápidamente con las percheras.
Taylor se cruzó de brazos y en cuanto vio que su superior volvía a hablarle rodó los ojos, seguramente se tratara de otra nueva turra que aguantar. Aun así, no tuvo más opción que escuchar atentamente pues en cuanto vio que se trataba sobre Ennies Lobby no podía ignorarlo. Que también estuviera involucrado con lo de Midorima no le auguraba nada bueno y, respecto a la última pregunta se quedó boquiabierta.
-Te dije que me había desconectado de los servidores de Kern, nadie puede controlarme de momento - replicó -. Respecto a lo de Shintaro, ¿es que acaso no te molestaste en investigar? Eso deja mucho que desear, pero no te preocupes, yo misma contendré a Giotto y me aseguraré de que no hable. Respecto a Ennies Lobby... nunca he estado allí, nuestra base de trabajo solo reside en Kern, pero mi maestro y padre si ha viajado allí muchas veces, quizás cuando lo vea podría ir con él y averiguar que está pasando, solo tendrías que darme las directrices. Nadie desconfiaría de mi - guardó silencio un momento - No hago esto por ti, hago esto por la Karasu, porque me han demostrado que hay personas sin prejuicios y por tu culpa has involucrado a todos en tu despiste. Si los altos cargos se enteran de lo que está pasando os pondrán un buen precio por la cabeza y a mi me desconectarán, espero que sepas lo que estás haciendo y que recaiga en tu conciencia.
Tras eso, el joven marine regresó corriendo con una chaqueta roja muy bien cuidada entre las manos. No era ropa de agente ni mucho menos, pero era algo decente para no ir enseñando sus articulaciones de robot. Taylor le agradeció al joven y cogió la chaqueta, poniéndosela al instante, al menos no parecía ir hecha un desastre.
-Estoy deseando utilizar el favor que me debes - comentó con cierta burla a lo que el marine puso una mueca de confusión -. Bueno jefe, ¿cuál es el plan? ¿Nos llevamos a este joven para instruirlo?
Por primera vez en mucho tiempo a Taylor no le importaba enseñar partes de su cuerpo sin miedo a pensar que la juzgarían o la echarían del lugar a pesar de ser una agente del gobierno. Estaba harta de esconderse y agachar la cabeza ante aquellas personas que se creían superiores por ser normales, pero no era así. La superior siempre había sido ella, había sido creada para ser perfecta y aunque las personas la rechazaran, seguiría siendo superior en todos los sentidos.
-No quiero ponerme nada - reprochó, pero el joven marine ya se había rápidamente con las percheras.
Taylor se cruzó de brazos y en cuanto vio que su superior volvía a hablarle rodó los ojos, seguramente se tratara de otra nueva turra que aguantar. Aun así, no tuvo más opción que escuchar atentamente pues en cuanto vio que se trataba sobre Ennies Lobby no podía ignorarlo. Que también estuviera involucrado con lo de Midorima no le auguraba nada bueno y, respecto a la última pregunta se quedó boquiabierta.
-Te dije que me había desconectado de los servidores de Kern, nadie puede controlarme de momento - replicó -. Respecto a lo de Shintaro, ¿es que acaso no te molestaste en investigar? Eso deja mucho que desear, pero no te preocupes, yo misma contendré a Giotto y me aseguraré de que no hable. Respecto a Ennies Lobby... nunca he estado allí, nuestra base de trabajo solo reside en Kern, pero mi maestro y padre si ha viajado allí muchas veces, quizás cuando lo vea podría ir con él y averiguar que está pasando, solo tendrías que darme las directrices. Nadie desconfiaría de mi - guardó silencio un momento - No hago esto por ti, hago esto por la Karasu, porque me han demostrado que hay personas sin prejuicios y por tu culpa has involucrado a todos en tu despiste. Si los altos cargos se enteran de lo que está pasando os pondrán un buen precio por la cabeza y a mi me desconectarán, espero que sepas lo que estás haciendo y que recaiga en tu conciencia.
Tras eso, el joven marine regresó corriendo con una chaqueta roja muy bien cuidada entre las manos. No era ropa de agente ni mucho menos, pero era algo decente para no ir enseñando sus articulaciones de robot. Taylor le agradeció al joven y cogió la chaqueta, poniéndosela al instante, al menos no parecía ir hecha un desastre.
-Estoy deseando utilizar el favor que me debes - comentó con cierta burla a lo que el marine puso una mueca de confusión -. Bueno jefe, ¿cuál es el plan? ¿Nos llevamos a este joven para instruirlo?
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El agente escucho pacientemente lo que Taylor tenía que decir y aunque estaba de acuerdo con lo que decía, detestaba lo que la agente le estaba diciendo. Sin embargo, al escuchar aquella palabra, el gesto serio de su rostro desapareció para dar lugar a una mueca de desagrado, mientras un estremecimiento le recorría el cuerpo. Jefe. No le gustaba nada el liderazgo; a decir verdad, lo detestaba. Sin apenas pensar demasiado, se le ocurrían miles de razones por las que un tipo como el no debería estar al cargo de nada en absoluto.
- Cada cual tiene sus defectos y uno de los míos es confiar en las personas, no ayude a entrar a Shintaro precisamente porque fuese un activo valioso para la división… Parecía un buen agente, ya sabes, no como Thawne y me pidió un favor personal ¿Qué más podía hacer? Si ya se la coló a los de la oficina de reclutamiento, conmigo no iba a ser distinto ¿Acaso habrías hecho algo distinto? Es decir, contando con la misma información con la que contaba yo en ese momento.
No es que tratase de justificar sus acciones, pues era evidente que buena parte de la culpa era suya, pero ¿Acaso no podía Shintaro, si es que alguna vez se había llamado así, ser un buen tipo y no un infiltrado peligroso?
- En fin, da igual. Creo que a ambos nos conviene estar ilocalizables por un tiempo, tenemos cabos que atar y no nos conviene volver a ciegas al cuartel general – susurró de forma que el jovencito Myke no se enterase de los pormenores de sus problemas internos – Y en cuanto a lo que nuestro joven cadete respecta, si, nadie entra al Cipher Pool sin la burocracia pertinente y, puesto que no hay ninguna oficina de reclutamiento a mano en nuestra nueva hoja de ruta, somos sus instructores. Así pues, joven Myke, si tienes la bondad de acompañarnos, te llevaremos hasta tu prueba de acceso.
Realmente no tenía muy claro que era lo que estaba haciendo, pero rodeó al cadete con su brazo biónico y le obligó a caminar junto a él. Para ser un norteño, no tenía demasiados recuerdos del reino de Lvneel, aunque si recordaba la ubicación del pequeño parquecillo donde conoció por primera vez a Eric Zor-El y al pirata de cabellos rubios y perros escandalosos. Therax Palatiard, tan solo pensar en que había compartido el mismo suelo de un tipo ridículo que ahora poseía una recompensa de al menos setecientos millones... De haberlo sabido en aquel entonces, no le habría dejado escapar tan fácilmente. Pero ahora todo eso daba igual, seguro que por el camino hallaban alguna forma de poner a prueba a su recién hallado becario y, más importante aún, lograr cubrir sus huellas para que nada o nadie lograse adivinar hacia donde se habían dirigido.
- Cada cual tiene sus defectos y uno de los míos es confiar en las personas, no ayude a entrar a Shintaro precisamente porque fuese un activo valioso para la división… Parecía un buen agente, ya sabes, no como Thawne y me pidió un favor personal ¿Qué más podía hacer? Si ya se la coló a los de la oficina de reclutamiento, conmigo no iba a ser distinto ¿Acaso habrías hecho algo distinto? Es decir, contando con la misma información con la que contaba yo en ese momento.
No es que tratase de justificar sus acciones, pues era evidente que buena parte de la culpa era suya, pero ¿Acaso no podía Shintaro, si es que alguna vez se había llamado así, ser un buen tipo y no un infiltrado peligroso?
- En fin, da igual. Creo que a ambos nos conviene estar ilocalizables por un tiempo, tenemos cabos que atar y no nos conviene volver a ciegas al cuartel general – susurró de forma que el jovencito Myke no se enterase de los pormenores de sus problemas internos – Y en cuanto a lo que nuestro joven cadete respecta, si, nadie entra al Cipher Pool sin la burocracia pertinente y, puesto que no hay ninguna oficina de reclutamiento a mano en nuestra nueva hoja de ruta, somos sus instructores. Así pues, joven Myke, si tienes la bondad de acompañarnos, te llevaremos hasta tu prueba de acceso.
Realmente no tenía muy claro que era lo que estaba haciendo, pero rodeó al cadete con su brazo biónico y le obligó a caminar junto a él. Para ser un norteño, no tenía demasiados recuerdos del reino de Lvneel, aunque si recordaba la ubicación del pequeño parquecillo donde conoció por primera vez a Eric Zor-El y al pirata de cabellos rubios y perros escandalosos. Therax Palatiard, tan solo pensar en que había compartido el mismo suelo de un tipo ridículo que ahora poseía una recompensa de al menos setecientos millones... De haberlo sabido en aquel entonces, no le habría dejado escapar tan fácilmente. Pero ahora todo eso daba igual, seguro que por el camino hallaban alguna forma de poner a prueba a su recién hallado becario y, más importante aún, lograr cubrir sus huellas para que nada o nadie lograse adivinar hacia donde se habían dirigido.
Taylor Fitzgerald
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Taylor rodó los ojos ante todo lo que tenía que decir su superior. Para ella no eran más que excusas, solo trataba de echar balones fuera cuando perfectamente tenía toda la responsabilidad de lo sucedido con Shintaro. Se había dejado engañar y, aunque no quisiera reconocerlo excusándose, se había metido en un buen lío. Aun así, Taylor le ayudaría, pero en el fondo sabía que Shintaro no era tan malo como lo pintaban, el gobierno era muy radical con esos temas y aquello no le agradaba en absoluto.
El joven Myke se quedó mirándolos confuso, parecía no saber como reaccionar a su futuro trabajo, pero la agente veía potencial en él como para llegar ser un buen alto cargo del gobierno mundial en el futuro. Le dio una palmada en la espalda, pasándose de fuerza quizás y señaló hacia el frente. Quería que espabilara.
-La prueba es bastante sencilla, de hecho, en comparación con la mía diría que hasta esta es aburrida. La hice con él - señaló a su superior -. Consistía en encontrar a una muchacha con amnesia y al parecer una banda de ladrones estaba involucrada en su desaparición, pero al final descubrimos que era una fuga romántica con el líder criminal. Obviamente ella fue devuelta a su familia y él y su banda a la cárcel - Tomó una pausa, bajando la cabeza -. Te daré un consejo Myke, a veces puede que sea duro llevar a cabo acciones contra personas que parecen estar haciendo el bien aunque su estatus indique todo lo contrario, pero no puedes ablandarte con nadie, el gobierno siempre tiene que ganar contra el mal; siempre debe prevalecer.
Con aquellas últimas palabras Taylor no se había sentido a gusto. No se sentía nada orgullosa de aquel consejo, pero si sabía seguirlo sería un buen miembro para el gobierno. En aquella misión le hubiera gustado dejar escapar a los amantes hacia un lugar desconocido, en donde no tuvieran que preocuparse por lo que les rodeaba, pero el deber era más importante que un simple encaprichamiento humano. ¿Que habría pensado el profesor si fallase en su primera prueba oficial?
La agente guió a los dos hombres por las angostas calles de Lvneel hasta llegar a una zona bastante despoblada, pero aun así con gran alboroto de gente. Taylor se detuvo, buscando con la mirada a la persona que había solicitado ayuda del gobierno. Su nombre era Bob, un afamado comerciante del mar del norte que al parecer había sido robado. Finalmente, le encontró haciendo diversos ademanes sobre algunas personas.
-Allí está la persona que necesitamos - indicó con la cabeza-, según los informantes ha sido robado así que deberías empezar con una presentación adecuada y la ronda de preguntas para proceder a buscar. Solo necesitas saber que se llama Bob y es comerciante, así que te acompañaremos en caso de que no sepas desenvolverte.
El joven Myke se quedó mirándolos confuso, parecía no saber como reaccionar a su futuro trabajo, pero la agente veía potencial en él como para llegar ser un buen alto cargo del gobierno mundial en el futuro. Le dio una palmada en la espalda, pasándose de fuerza quizás y señaló hacia el frente. Quería que espabilara.
-La prueba es bastante sencilla, de hecho, en comparación con la mía diría que hasta esta es aburrida. La hice con él - señaló a su superior -. Consistía en encontrar a una muchacha con amnesia y al parecer una banda de ladrones estaba involucrada en su desaparición, pero al final descubrimos que era una fuga romántica con el líder criminal. Obviamente ella fue devuelta a su familia y él y su banda a la cárcel - Tomó una pausa, bajando la cabeza -. Te daré un consejo Myke, a veces puede que sea duro llevar a cabo acciones contra personas que parecen estar haciendo el bien aunque su estatus indique todo lo contrario, pero no puedes ablandarte con nadie, el gobierno siempre tiene que ganar contra el mal; siempre debe prevalecer.
Con aquellas últimas palabras Taylor no se había sentido a gusto. No se sentía nada orgullosa de aquel consejo, pero si sabía seguirlo sería un buen miembro para el gobierno. En aquella misión le hubiera gustado dejar escapar a los amantes hacia un lugar desconocido, en donde no tuvieran que preocuparse por lo que les rodeaba, pero el deber era más importante que un simple encaprichamiento humano. ¿Que habría pensado el profesor si fallase en su primera prueba oficial?
La agente guió a los dos hombres por las angostas calles de Lvneel hasta llegar a una zona bastante despoblada, pero aun así con gran alboroto de gente. Taylor se detuvo, buscando con la mirada a la persona que había solicitado ayuda del gobierno. Su nombre era Bob, un afamado comerciante del mar del norte que al parecer había sido robado. Finalmente, le encontró haciendo diversos ademanes sobre algunas personas.
-Allí está la persona que necesitamos - indicó con la cabeza-, según los informantes ha sido robado así que deberías empezar con una presentación adecuada y la ronda de preguntas para proceder a buscar. Solo necesitas saber que se llama Bob y es comerciante, así que te acompañaremos en caso de que no sepas desenvolverte.
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El agente se dejó guiar por al igual que el joven Myke, por la pelirrosa hasta el lugar en el que se encontraba el carromato de Bob. Si bien escuchó las palabras de ánimo que esta le dedicó al marine, enseguida comprendió que se trataba más de pura palabrería que de verdadera fe en el recluta. Y, lo cierto es que no le faltaba razón, pensó el agente mientras le daba un par de palmaditas complices en su espalda y le instaba a presentarse ante el mercader. Si la marina le tenía haciendo de niñera del capitán, por algo sería. Asi pues, mientras observaba la solemne marcha de este hasta su nuevo destino de espionajes, asesinatos y tracion, no pudo dejar escapar un suspiro.
- Esto es aún más irregular que ese maletín de pelucas de drag queen de Leblanc – confesó, mientras sonreía forzosamente en dirección hacia el recluta - Eres consciente de que nos la va a liar ¿verdad? Tenemos que hacer que supere la prueba y que crea que todo ha sido obra suya…
En aquel momento, el jovencito Myke echó una mirada atrás para comprobar que ambos agentes no habian huido, a lo cual el norteño correspondió alzando la mano de forma cordial.
- Aunque es la única persona que nos ha visto bajar del barco, siempre podemos... – comenzó a argumentar, aunque hizo una breve pausa – Déjalo, no he dicho nada.
Fuera como fuera, solo había un plan viable para tener callado al jovencito Myke Stroncio y se sustentaba en que este estuviese oficialmente a su cargo y no le quedase otra que obedecer sus órdenes. Mientras este último se demoraba en la que parecía ser la conversación más lenta y pasiva de la historia, la mente de Dretch no paraba de dar vueltas a un asunto que, por más que hiciese por ignorarlo, volvía una y otra vez a su mente.
- Oye, Fitzgerald, hasta ahora no me has dado ningún motivo para desconfiar de tu palabra, pero quiero suponer que ese brazo tuyo no se puede reparar en un taller cualquiera ¿Verdad? – dejó escapar el agente, dando finalmente rienda a sus temores – Recuerdo que cuando era muy pequeño y aún vivía con mi familia, de vez en cuando alguna de las máquinas de coser del taller se averiaba. Cuando esto sucedía, mi padre solía decir “Añorar el pasado, es correr tras el viento” y apenas le daba importancia al asunto porque, a la semana siguiente, un mensajero nos traía una máquina de coser nueva. No es que me interese lo que esos cerebritos quieran hacer contigo, pero más tarde que temprano tendrás que volver a Kern y eso… Bueno, yo no sé hasta qué punto esa gente tiene influencia sobre ti y me gustaría tener algún tipo de garantía de que nuestro acuerdo perdure en el tiempo.
- Esto es aún más irregular que ese maletín de pelucas de drag queen de Leblanc – confesó, mientras sonreía forzosamente en dirección hacia el recluta - Eres consciente de que nos la va a liar ¿verdad? Tenemos que hacer que supere la prueba y que crea que todo ha sido obra suya…
En aquel momento, el jovencito Myke echó una mirada atrás para comprobar que ambos agentes no habian huido, a lo cual el norteño correspondió alzando la mano de forma cordial.
- Aunque es la única persona que nos ha visto bajar del barco, siempre podemos... – comenzó a argumentar, aunque hizo una breve pausa – Déjalo, no he dicho nada.
Fuera como fuera, solo había un plan viable para tener callado al jovencito Myke Stroncio y se sustentaba en que este estuviese oficialmente a su cargo y no le quedase otra que obedecer sus órdenes. Mientras este último se demoraba en la que parecía ser la conversación más lenta y pasiva de la historia, la mente de Dretch no paraba de dar vueltas a un asunto que, por más que hiciese por ignorarlo, volvía una y otra vez a su mente.
- Oye, Fitzgerald, hasta ahora no me has dado ningún motivo para desconfiar de tu palabra, pero quiero suponer que ese brazo tuyo no se puede reparar en un taller cualquiera ¿Verdad? – dejó escapar el agente, dando finalmente rienda a sus temores – Recuerdo que cuando era muy pequeño y aún vivía con mi familia, de vez en cuando alguna de las máquinas de coser del taller se averiaba. Cuando esto sucedía, mi padre solía decir “Añorar el pasado, es correr tras el viento” y apenas le daba importancia al asunto porque, a la semana siguiente, un mensajero nos traía una máquina de coser nueva. No es que me interese lo que esos cerebritos quieran hacer contigo, pero más tarde que temprano tendrás que volver a Kern y eso… Bueno, yo no sé hasta qué punto esa gente tiene influencia sobre ti y me gustaría tener algún tipo de garantía de que nuestro acuerdo perdure en el tiempo.
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Taylor se cruzó de brazos observando al futuro miembro del Gobierno Mundial. Tuvo que agudizar el oído para saber qué estaban hablando y apreció que el muchacho no sabía comunicarse especialmente bien. Tartamudeaba cuando le preguntaba a Bob a dónde había ido a parar el carromato y la agente no pudo evitar llevarse la mano a la frente para suspirar. Iba a ser una difícil tarea ayudar al muchacho a meterse en la agencia si este no ponía de su parte. ¿Pero que clase de preguntas eran esas? ¿Es que acaso no pensaba con claridad que lo que preguntaba era totalmente incoherente?
Por suerte Taylor se quedó con las pistas suficientes que había dado Bob, al menos tendrían una idea sobre dónde empezar, pero aun así, el joven Myke permaneció un par de minutos más preguntando datos irrelevantes. Sin embargo, las palabras de su superior la hicieron girarse. Taylor escuchó atentamente todo lo que este tenía que decir y arqueó las cejas. Si no había entendido mal la estaba comparando con una máquina de coser, la verdad es que no comprendía a qué venía ese pequeño discurso sobre los aparatos que se estropean, pero al fin y al cabo todo derivó en lo más importante, que el trato se cumpliera si o si.
-Seguramente dentro de un mes me toque regresar a Kern aunque no quiera - miró su brazo dañado-. Sé que soy totalmente funcional aunque no lleve la piel sintética, pero debo mantener las apariencias de una persona normal. Respecto a las garantías... ¿crees que no es suficiente con que todo esté calmado? Dentro de una semana me espera un viaje con Giotto, tendremos que infiltrarnos con los revolucionarios y te mantendré informado de los avances con él. Si confías en mí, no necesitas ninguna garantía más. Yo siempre cumplo mi palabra. - Guardó silencio y miró al joven Myke, para después dirigirse de brazos cruzados al agente -. Y gracias por mostrar interés en lo que me pase - replicó con sarcasmo.
¿Por qué no podían llevarse como los demás agentes? Taylor no entendía que pasaba por la cabeza de su superior, desde el primer momento chocaron, pero cuando descubrió que ella era un robot todo se torció más. La agente estaba harta y lo más probable era que con el tiempo acabase solicitando un cambio de equipo cuando todo estuviese solucionado en la Karasu. Lo sentía por los demás compañeros a los que había llegado a apreciar, pero que una persona la tratara así cuando solo quería realizar su trabajo bien le molestaba demasiado. Tras eso Myke regresó junto a los agentes con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Vale! Bob me ha dicho que los asaltantes eran cinco, intentaron llevarse las tres carretas, pero solo lo lograron con una. ¡Oh! Y se han ido hacia el norte, por el camino principal - la ilusión se le notaba en su rostro y Taylor sonrió.
-Eres un genio - comentó con un poco de sarcasmo, aunque seguramente el recluta no llegase a pillarlo. La información que habían recibido, la agente ya la poseía de los informantes por lo que debían actuar enseguida. - Vayamos hacia el camino del norte pues.
Y la pelirrosa encabezó la marcha, dejando tras de sí un silencio sepulcral bastante difícil de romper salvo por el bullicio de los pueblerinos que los rodeaban. Atravesaron la multitud de caravanas a las que se les impedía el paso y continuaron hasta perder de vista la multitud. Cerca había mas guardias del comerciante. En mitad del camino había unas marcas de rueda muy clavadas en la tierra que dibujaban una curva muy cerrada. Taylor se asomó hasta el borde del camino y en la planicie se extendían restos de partes del carromato.
-Parece que quisieron tomar un atajo a las prisas, Myke, investiga en el suelo si hay alguna pista más - Ordenó la agente y el joven asintió con la cabeza, para después acercarse hasta los restos.
Por suerte Taylor se quedó con las pistas suficientes que había dado Bob, al menos tendrían una idea sobre dónde empezar, pero aun así, el joven Myke permaneció un par de minutos más preguntando datos irrelevantes. Sin embargo, las palabras de su superior la hicieron girarse. Taylor escuchó atentamente todo lo que este tenía que decir y arqueó las cejas. Si no había entendido mal la estaba comparando con una máquina de coser, la verdad es que no comprendía a qué venía ese pequeño discurso sobre los aparatos que se estropean, pero al fin y al cabo todo derivó en lo más importante, que el trato se cumpliera si o si.
-Seguramente dentro de un mes me toque regresar a Kern aunque no quiera - miró su brazo dañado-. Sé que soy totalmente funcional aunque no lleve la piel sintética, pero debo mantener las apariencias de una persona normal. Respecto a las garantías... ¿crees que no es suficiente con que todo esté calmado? Dentro de una semana me espera un viaje con Giotto, tendremos que infiltrarnos con los revolucionarios y te mantendré informado de los avances con él. Si confías en mí, no necesitas ninguna garantía más. Yo siempre cumplo mi palabra. - Guardó silencio y miró al joven Myke, para después dirigirse de brazos cruzados al agente -. Y gracias por mostrar interés en lo que me pase - replicó con sarcasmo.
¿Por qué no podían llevarse como los demás agentes? Taylor no entendía que pasaba por la cabeza de su superior, desde el primer momento chocaron, pero cuando descubrió que ella era un robot todo se torció más. La agente estaba harta y lo más probable era que con el tiempo acabase solicitando un cambio de equipo cuando todo estuviese solucionado en la Karasu. Lo sentía por los demás compañeros a los que había llegado a apreciar, pero que una persona la tratara así cuando solo quería realizar su trabajo bien le molestaba demasiado. Tras eso Myke regresó junto a los agentes con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Vale! Bob me ha dicho que los asaltantes eran cinco, intentaron llevarse las tres carretas, pero solo lo lograron con una. ¡Oh! Y se han ido hacia el norte, por el camino principal - la ilusión se le notaba en su rostro y Taylor sonrió.
-Eres un genio - comentó con un poco de sarcasmo, aunque seguramente el recluta no llegase a pillarlo. La información que habían recibido, la agente ya la poseía de los informantes por lo que debían actuar enseguida. - Vayamos hacia el camino del norte pues.
Y la pelirrosa encabezó la marcha, dejando tras de sí un silencio sepulcral bastante difícil de romper salvo por el bullicio de los pueblerinos que los rodeaban. Atravesaron la multitud de caravanas a las que se les impedía el paso y continuaron hasta perder de vista la multitud. Cerca había mas guardias del comerciante. En mitad del camino había unas marcas de rueda muy clavadas en la tierra que dibujaban una curva muy cerrada. Taylor se asomó hasta el borde del camino y en la planicie se extendían restos de partes del carromato.
-Parece que quisieron tomar un atajo a las prisas, Myke, investiga en el suelo si hay alguna pista más - Ordenó la agente y el joven asintió con la cabeza, para después acercarse hasta los restos.
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Cinco personas, evidentemente armadas y con un carro robado ¿En serio había necesitado al menos quince minutos para sacar unos datos tan simples? Pese a que no pudo evitar disimular su cara de disgusto, cosa que probablemente el marine notará, continúo actuando como si aquello simplemente se tratara de un contratiempo menor ¿Y de que otra forma podía tratarse? Eran bandidos locales, torpes y desorganizados. En comparación con sus habituales misiones de dar caza a disidentes y revolucionarios, aquello casi era un juego de niños.
Así pues, y sin demasiada premura, dirigieron sus pasos hacia el camino del norte, dejando en todo momento que, por cortesía profesional, el jovencito Myke Stroncio liderara la marcha. No era especialmente avispado y perdía la concentración en cuanto le daban algo de conversación. Si iba a convertirse en un miembro de la Cipher Pol, su formación sería tan larga como frustrante. De hecho, de no ser por la ayuda de Taylor, probablemente el marine hubiese pasado por alto las huellas, así como las partes de carromato desperdigadas por una llanura cercana.
El ceño del norteño seguía fruncido. Mas fruncido de lo habitual. Pero esta vez no eran ni Fitzgerald ni Stroncio el foco de su intranquilidad, sino que el único culpable de los pesares que iban y venían por su cabeza era el mismo. Durante su paseo monitorizando los pasos del joven Myke, se había dado poco a poco cuenta de algo bastante obvio. La pelirrosa parecía gozar de libre albedrio y de un juicio tan nefasto y cuestionable como cualquier ser humano. Es más, de no ser por esa extremidad suya cromada de un extraño metal azul, nada hacía presagiar que la agente fuese en realidad un robot. De hecho, a lo largo del camino, el propio Dretch se había sorprendido a si mismo ignorando este hecho y mantenido conversaciones triviales con ella. Puede, y solo puede, que inconscientemente y pese a sus muchas pataletas, finalmente hubiese aceptado que la autómata ahora formase parte de la Karasu con todas sus consecuencias.
- Oye Fiz… Taylor – se corrigió precipitadamente, ligeramente harto de ser siempre tan poco ducho con el don de gentes. Dejó que sus pulmones se llenasen de aire y comenzó a expirar lentamente, mientras ponía sus ideas en orden – Creo que te debo una disculpa. La primera vez que te vi ya estaba sugestionado a odiarte y, lo peor es que no había nada que pudieras hacer para remediarlo ¿Recuerdas aquella travesía hacia el Reino de Dawn? Apenas nos prestamos atención hasta que el vigía dio el aviso de tierra a la tripulación… Por aquel entonces, no hacia ni dos semanas que había perdido a alguien especial – aunque no dijo el nombre de Nanami, sospechaba que la base de datos de la cyborg estaba al día en cuanto a los sucesos acontecidos en Gray Rock por manos de los miembros de su división. Se percató entonces de que inconscientemente había bajado su mirada al suelo, vaciló un instante y continuó – Que tras aquello me asignaran a una misión con una iniciada tan… perfecta – perfecta no era precisamente el adjetivo que quería usar, pero por temor a extralimitarse, se censuró – Pensé que alguien de los de arriba quería echarse unas risas a mi costa. No fue hasta que vi ese brazo tuyo que no me di cuenta que nada de este tenía que ver conmigo y supongo que me deje llevar por la frustración del momento.
Una sonrisa amarga se esbozó fugazmente en sus labios, para levantar la vista del suelo y a continuación tender su mano siniestra hacia la agente.
- No he sido justo contigo y lamento que tan solo hayas conocido la que probablemente sea la peor versión de mí. Humana o máquina, tanto da, ahora formas parte del equipo. Lo sie…
- ¡Señor Buerganor! ¡Señorita Fitzgerald! ¡Lo tengo! ¡Lo he encontrado! – gritó una voz familiar
La estridente voz del jonvecito Myke irrumpió a lo lejos con una voz tan escandalosa como inoportuna que hizo que el agente enseguida retirase su mano y comenzase a actuar como si aquella conversación nunca hubiese tenido lugar y evitar así posibles malentendidos.
- Mira tú que bien... – rezongó el norteño por lo bajo – Comprueba si aún queda algo de valor en el carro y no hagas ninguna tontería.
Para el agente aquello carecía de sentido. Evidentemente no habría nada de valor en el carro, pero ¿Por qué deshacerse del vehículo? Aquello no tena sentido, a menos que… Supiesen que tarde o temprano alguien acudiese a la llamada de auxilio del mercader y les estuviese esperando con la guardia baja. Una deducción muy acertada, pero algo lenta. Un grito de dolor reverberó en el aire, casi como un eco distante. Alguien había atacado a Myke.
Así pues, y sin demasiada premura, dirigieron sus pasos hacia el camino del norte, dejando en todo momento que, por cortesía profesional, el jovencito Myke Stroncio liderara la marcha. No era especialmente avispado y perdía la concentración en cuanto le daban algo de conversación. Si iba a convertirse en un miembro de la Cipher Pol, su formación sería tan larga como frustrante. De hecho, de no ser por la ayuda de Taylor, probablemente el marine hubiese pasado por alto las huellas, así como las partes de carromato desperdigadas por una llanura cercana.
El ceño del norteño seguía fruncido. Mas fruncido de lo habitual. Pero esta vez no eran ni Fitzgerald ni Stroncio el foco de su intranquilidad, sino que el único culpable de los pesares que iban y venían por su cabeza era el mismo. Durante su paseo monitorizando los pasos del joven Myke, se había dado poco a poco cuenta de algo bastante obvio. La pelirrosa parecía gozar de libre albedrio y de un juicio tan nefasto y cuestionable como cualquier ser humano. Es más, de no ser por esa extremidad suya cromada de un extraño metal azul, nada hacía presagiar que la agente fuese en realidad un robot. De hecho, a lo largo del camino, el propio Dretch se había sorprendido a si mismo ignorando este hecho y mantenido conversaciones triviales con ella. Puede, y solo puede, que inconscientemente y pese a sus muchas pataletas, finalmente hubiese aceptado que la autómata ahora formase parte de la Karasu con todas sus consecuencias.
- Oye Fiz… Taylor – se corrigió precipitadamente, ligeramente harto de ser siempre tan poco ducho con el don de gentes. Dejó que sus pulmones se llenasen de aire y comenzó a expirar lentamente, mientras ponía sus ideas en orden – Creo que te debo una disculpa. La primera vez que te vi ya estaba sugestionado a odiarte y, lo peor es que no había nada que pudieras hacer para remediarlo ¿Recuerdas aquella travesía hacia el Reino de Dawn? Apenas nos prestamos atención hasta que el vigía dio el aviso de tierra a la tripulación… Por aquel entonces, no hacia ni dos semanas que había perdido a alguien especial – aunque no dijo el nombre de Nanami, sospechaba que la base de datos de la cyborg estaba al día en cuanto a los sucesos acontecidos en Gray Rock por manos de los miembros de su división. Se percató entonces de que inconscientemente había bajado su mirada al suelo, vaciló un instante y continuó – Que tras aquello me asignaran a una misión con una iniciada tan… perfecta – perfecta no era precisamente el adjetivo que quería usar, pero por temor a extralimitarse, se censuró – Pensé que alguien de los de arriba quería echarse unas risas a mi costa. No fue hasta que vi ese brazo tuyo que no me di cuenta que nada de este tenía que ver conmigo y supongo que me deje llevar por la frustración del momento.
Una sonrisa amarga se esbozó fugazmente en sus labios, para levantar la vista del suelo y a continuación tender su mano siniestra hacia la agente.
- No he sido justo contigo y lamento que tan solo hayas conocido la que probablemente sea la peor versión de mí. Humana o máquina, tanto da, ahora formas parte del equipo. Lo sie…
- ¡Señor Buerganor! ¡Señorita Fitzgerald! ¡Lo tengo! ¡Lo he encontrado! – gritó una voz familiar
La estridente voz del jonvecito Myke irrumpió a lo lejos con una voz tan escandalosa como inoportuna que hizo que el agente enseguida retirase su mano y comenzase a actuar como si aquella conversación nunca hubiese tenido lugar y evitar así posibles malentendidos.
- Mira tú que bien... – rezongó el norteño por lo bajo – Comprueba si aún queda algo de valor en el carro y no hagas ninguna tontería.
Para el agente aquello carecía de sentido. Evidentemente no habría nada de valor en el carro, pero ¿Por qué deshacerse del vehículo? Aquello no tena sentido, a menos que… Supiesen que tarde o temprano alguien acudiese a la llamada de auxilio del mercader y les estuviese esperando con la guardia baja. Una deducción muy acertada, pero algo lenta. Un grito de dolor reverberó en el aire, casi como un eco distante. Alguien había atacado a Myke.
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Taylor observó de manera constante todos los movimientos de Myke. Era muy poco avispado viendo las pistas para su gusto, pero con un poco de constancia quizás podría ir mejorando con el tiempo. Aun así, el tiempo pasaba lo suficientemente despacio para la agente. Tampoco es que tuviera prisa por ir a ningún sitio, pero el hecho de estar en un interrogatorio que se repetía cada minuto no le resultaba cómodo.
Cuando estaba a punto de llamar la atención al futuro agente sobre como destrozaba una de las prueba, su superior la hizo girarse. La había llamado por su nombre en vez del apellido y su tono de voz estaba incluso cambiado. Taylor ladeó la cabeza confusa, ¿a qué venía ese arrebato de confianza? Escuchó atentamente todo lo que el agente tenía que decir y, tras eso se quedó en silencio. ¿Cómo se supone que debía responder a eso?
Las palabras no eran capaces de brotar de su interior y se formó un silencio incómodo durante unos cuantos segundos. Jamás pensó en recibir una pequeña charla como esa por parte de su compañero, por algún motivo tenía la certeza de que esa relación siempre sería tan fría como distante y, seguramente con el tiempo acabase rompiéndose en pedazos por culpa de la falta de confianza, pero sus esquemas se habían roto, ya no había nada en sus planes que indicaran lo contrario y al escuchar que ahora formaba parte del equipo esbozó una sonrisa.
-Me alegra que hayas recapacitado tu opinión sobre mí. Nunca entré a esta división para hacer daño y mucho menos a ti. Si no se hubiera desvelado mi secreto, nunca habría habido problemas por si soy un robot o no. Lo único que quería al entrar en la Karasu era sentirme humana, poder... sentir aunque fuera un poco lo que sentís vosotros, pero ya viste cómo salió la jugada - se encogió de hombros -. Supongo que ahora ya no puede ir a peor, así que estaría bien conocer tu mejor versión.
Tras aquellas palabras extendió su mano junto con la de él para formalizar su disculpa; sin embargo, no llegó a decirlo. El joven Myke apareció en escena tras un buen rato investigando y Taylor, sin darse cuenta, no había soltado la mano del agente. Cuando Myke se acercó a ellos gritando y los miró a ambos, decidió soltarla rápidamente. La joven arqueó las cejas cuando le mandó a investigar el carromato, ¿qué sentido tenía eso?
Cuando estaba a punto de formular la pregunta un disparo captó su atención. Se giró rápidamente al escuchar el grito del novato y miró a su alrededor. Myke se encontraba arrodillado junto al carromato, con la mano apoyada en el antebrazo. Desde su posición no parecía que fuera una herida de gravedad, si no una simple rozadura.
-Espera ahí - le dijo a Dretch - A mi las balas no me afectan, pero observa la situación y fíjate bien, no han disparado a matar, ha sido un aviso para que nos retiremos y les dejemos ganar. Quienes sean los que han robado la mercancía no buscan hacer daño de primeras, pero creo que si seguimos investigando deberemos ir con mucho cuidado.
Tras eso, Taylor se acercó rápidamente hasta el joven Myke y observó su herida. Como había predicho, solo resultaría en una pequeña molestia temporal. Rompió un pedazo de la camisa del muchacho y envolvió con fuerza la parte de la herida para que esta no fuese a empeorar. La bala había rozado hasta el punto de dejar un poco de carne a la vista, pero por suerte pasó de largo y se incrustó en una de las ruedas del carromato volcado.
-Venga campeón, que son gajes del oficio - animó la autómata para que este se sintiera mejor y, tras eso se levantó, moviendo su brazo entre quejidos.
Taylor, sin embargo permaneció de rodillas un poco más, observando el casquillo. Lo extrajo de la rueda y lo analizó detenidamente. No pertenecía a un arma de buena calidad, quienes robaron debían ser unos campesinos pobres que solo intentaban subsistir, ¿pero qué sería la mercancía entonces? Se levantó, limpiándose la inferior de su cuerpo y se acercó de nuevo a sus compañeros.
-Tenemos que internarnos en el bosque - Myke abrió los ojos como platos ante aquella idea y se negó rotundamente -. No nos van a hacer nada y si pasa, nos encargaremos de protegerte. Tengo la teoría de que solo son personas que necesitan ayuda. Sea lo que sea lo que llevara el carromato... no han herido a nadie. El arma que han utilizado por las balas que usa es un modelo de hace veinte años por lo menos, ya os podéis imaginar que tan mal está la cosa. Además - señaló hacia el norte - el disparo provenía de allí.
Tras aquello, la agente emprendió la marcha hasta internarse en el espeso bosque. En ningún momento su plan era buscar culpables, si no devolver la mercancía robada por medio del diálogo. Tenía fe en sus planes, aunque a juzgar por la cara del novato, este no parecía muy animado así que decidió darle una palmada en la espalda para que espabilase, con bastante fuerza.
Cuando estaba a punto de llamar la atención al futuro agente sobre como destrozaba una de las prueba, su superior la hizo girarse. La había llamado por su nombre en vez del apellido y su tono de voz estaba incluso cambiado. Taylor ladeó la cabeza confusa, ¿a qué venía ese arrebato de confianza? Escuchó atentamente todo lo que el agente tenía que decir y, tras eso se quedó en silencio. ¿Cómo se supone que debía responder a eso?
Las palabras no eran capaces de brotar de su interior y se formó un silencio incómodo durante unos cuantos segundos. Jamás pensó en recibir una pequeña charla como esa por parte de su compañero, por algún motivo tenía la certeza de que esa relación siempre sería tan fría como distante y, seguramente con el tiempo acabase rompiéndose en pedazos por culpa de la falta de confianza, pero sus esquemas se habían roto, ya no había nada en sus planes que indicaran lo contrario y al escuchar que ahora formaba parte del equipo esbozó una sonrisa.
-Me alegra que hayas recapacitado tu opinión sobre mí. Nunca entré a esta división para hacer daño y mucho menos a ti. Si no se hubiera desvelado mi secreto, nunca habría habido problemas por si soy un robot o no. Lo único que quería al entrar en la Karasu era sentirme humana, poder... sentir aunque fuera un poco lo que sentís vosotros, pero ya viste cómo salió la jugada - se encogió de hombros -. Supongo que ahora ya no puede ir a peor, así que estaría bien conocer tu mejor versión.
Tras aquellas palabras extendió su mano junto con la de él para formalizar su disculpa; sin embargo, no llegó a decirlo. El joven Myke apareció en escena tras un buen rato investigando y Taylor, sin darse cuenta, no había soltado la mano del agente. Cuando Myke se acercó a ellos gritando y los miró a ambos, decidió soltarla rápidamente. La joven arqueó las cejas cuando le mandó a investigar el carromato, ¿qué sentido tenía eso?
Cuando estaba a punto de formular la pregunta un disparo captó su atención. Se giró rápidamente al escuchar el grito del novato y miró a su alrededor. Myke se encontraba arrodillado junto al carromato, con la mano apoyada en el antebrazo. Desde su posición no parecía que fuera una herida de gravedad, si no una simple rozadura.
-Espera ahí - le dijo a Dretch - A mi las balas no me afectan, pero observa la situación y fíjate bien, no han disparado a matar, ha sido un aviso para que nos retiremos y les dejemos ganar. Quienes sean los que han robado la mercancía no buscan hacer daño de primeras, pero creo que si seguimos investigando deberemos ir con mucho cuidado.
Tras eso, Taylor se acercó rápidamente hasta el joven Myke y observó su herida. Como había predicho, solo resultaría en una pequeña molestia temporal. Rompió un pedazo de la camisa del muchacho y envolvió con fuerza la parte de la herida para que esta no fuese a empeorar. La bala había rozado hasta el punto de dejar un poco de carne a la vista, pero por suerte pasó de largo y se incrustó en una de las ruedas del carromato volcado.
-Venga campeón, que son gajes del oficio - animó la autómata para que este se sintiera mejor y, tras eso se levantó, moviendo su brazo entre quejidos.
Taylor, sin embargo permaneció de rodillas un poco más, observando el casquillo. Lo extrajo de la rueda y lo analizó detenidamente. No pertenecía a un arma de buena calidad, quienes robaron debían ser unos campesinos pobres que solo intentaban subsistir, ¿pero qué sería la mercancía entonces? Se levantó, limpiándose la inferior de su cuerpo y se acercó de nuevo a sus compañeros.
-Tenemos que internarnos en el bosque - Myke abrió los ojos como platos ante aquella idea y se negó rotundamente -. No nos van a hacer nada y si pasa, nos encargaremos de protegerte. Tengo la teoría de que solo son personas que necesitan ayuda. Sea lo que sea lo que llevara el carromato... no han herido a nadie. El arma que han utilizado por las balas que usa es un modelo de hace veinte años por lo menos, ya os podéis imaginar que tan mal está la cosa. Además - señaló hacia el norte - el disparo provenía de allí.
Tras aquello, la agente emprendió la marcha hasta internarse en el espeso bosque. En ningún momento su plan era buscar culpables, si no devolver la mercancía robada por medio del diálogo. Tenía fe en sus planes, aunque a juzgar por la cara del novato, este no parecía muy animado así que decidió darle una palmada en la espalda para que espabilase, con bastante fuerza.
Dretch
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No demasiado convencido de eso de que no le hiciesen daño las balas, a Dretch no le quedó más remedio que aceptar la propuesta de la pelirrosa y dejar que esta se adelantase para hacer un análisis de lo ocurrido. Para una vez que se sinceraba y trataba de poner las cosas en órdenes entre Taylor y él… No pudo evitar lanzar una mirada de odio hacia el lugar en el que se encontraba Myke y, supuestamente, los asaltantes de carromatos. Tenía un extraño don para que siempre algo o alguien interrumpiese aquel tipo de momentos.
Desde allí observó cómo su subordinada atendía al marine y le da daba palabras de aliento, para al poco después, mirar al bosque cercano y volverse hacia el norteño. Algo en su interior le decía que si por ella fuera habría salido pitando hacia el interior del bosque. Autómata o no, la disciplina no parecía el punto fuerte de la muchacha. Ambos escucharon la teoría de esta y, aunque reaccionaron de formas distintas, el planteamiento parecía correcto.
- Sean o no buenas personas, la ley es la ley – matizó, el norteño - Si resulta que tan solo necesitan una mano amiga, eso no les librará de que les entreguemos a las autoridades.
¿Quién se lo iba a decir? Al final iba a resultar que el mismo era más inflexible aun que un autómata, después de todo lo que habían pasado resultaba irónico.
Tal y como Fitzgerald les había indicado, los tres avanzaron hacia el norte, internándose en el bosque cercano. La verdad era que Dretch no esperaba encontrarse a nadie. Fueran quienes fueran aquellos ladrones, si tu veías a dos tipos de negro y un marine husmeando cerca… No había que ser muy listo pasara saber que algo habías hecho mal y que lo más conveniente sería desaparecer por una larga temporada. Conforme se internaban en el bosque, cada vez más pensamientos similares se agolpaban en su cabeza y es que no le faltaba razón ¿Qué sentido tenia llamar la atención de tal forma? Si había alguno, él no lo sabía. Al principio caminaron buscando senderos por los que un carro pudiera acceder al interior del bosque, pero enseguida todo a su alrededor comenzó a llenarse de arbustos, ramas bajas y zarzas. Sinceramente, tenían más probabilidades de ser emboscados que de encontrar a nadie dispuesto a hablar y razonar con ellos.
- Si es cierto que están aquí, esta gente sabe lo que se hace y, a menos que así lo quieran, no se van a mostrar – concedió finalmente, siendo el primero en rajarse, sorprendiendo al propio Myke – Si jugamos a su juego con sus reglas podemos pasar aquí horas hasta que cometan un error, si es que lo comenten… Si queremos hacer que salgan, tenemos que ser más listos que ellos.
Se acercó entonces al grupo y bajando la voz hizo inquirió:
- Con todo el alboroto de antes apenas me fije, pero ¿Recordáis que era lo que se habían llevado del carro?
Desde allí observó cómo su subordinada atendía al marine y le da daba palabras de aliento, para al poco después, mirar al bosque cercano y volverse hacia el norteño. Algo en su interior le decía que si por ella fuera habría salido pitando hacia el interior del bosque. Autómata o no, la disciplina no parecía el punto fuerte de la muchacha. Ambos escucharon la teoría de esta y, aunque reaccionaron de formas distintas, el planteamiento parecía correcto.
- Sean o no buenas personas, la ley es la ley – matizó, el norteño - Si resulta que tan solo necesitan una mano amiga, eso no les librará de que les entreguemos a las autoridades.
¿Quién se lo iba a decir? Al final iba a resultar que el mismo era más inflexible aun que un autómata, después de todo lo que habían pasado resultaba irónico.
Tal y como Fitzgerald les había indicado, los tres avanzaron hacia el norte, internándose en el bosque cercano. La verdad era que Dretch no esperaba encontrarse a nadie. Fueran quienes fueran aquellos ladrones, si tu veías a dos tipos de negro y un marine husmeando cerca… No había que ser muy listo pasara saber que algo habías hecho mal y que lo más conveniente sería desaparecer por una larga temporada. Conforme se internaban en el bosque, cada vez más pensamientos similares se agolpaban en su cabeza y es que no le faltaba razón ¿Qué sentido tenia llamar la atención de tal forma? Si había alguno, él no lo sabía. Al principio caminaron buscando senderos por los que un carro pudiera acceder al interior del bosque, pero enseguida todo a su alrededor comenzó a llenarse de arbustos, ramas bajas y zarzas. Sinceramente, tenían más probabilidades de ser emboscados que de encontrar a nadie dispuesto a hablar y razonar con ellos.
- Si es cierto que están aquí, esta gente sabe lo que se hace y, a menos que así lo quieran, no se van a mostrar – concedió finalmente, siendo el primero en rajarse, sorprendiendo al propio Myke – Si jugamos a su juego con sus reglas podemos pasar aquí horas hasta que cometan un error, si es que lo comenten… Si queremos hacer que salgan, tenemos que ser más listos que ellos.
Se acercó entonces al grupo y bajando la voz hizo inquirió:
- Con todo el alboroto de antes apenas me fije, pero ¿Recordáis que era lo que se habían llevado del carro?
Taylor Fitzgerald
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Taylor bufó cansada, no por su estado ya que no podía cansarse como un humano como tal si no que estaba harta. Llevaban horas rastreando el lugar, buscando pistas sin sentido y no encontraban nada. El joven Myke de vez en cuando gritaba por la atención de los dos agentes, pero al final nunca demostraba nada interesante. Por ver un árbol tirado, o algún animal muerto enseguida daba la voz de alarma. Taylor se detuvo finalmente junto con sus compañeros y escuchó atentamente la pregunta de Dretch. En ningún momento había recibido información por parte de Bob, pero al parecer debía ser un carruaje importante si solo robaron uno de tres.
-Se negaron a decirme lo que había dentro -dijo Myke en voz alta -. Me dijeron varias veces que no era de nuestra incumbencia, que solo debíamos entregar el carruaje robado y detener a los maleantes.
Taylor arqueó las cejas y se llevó el dedo índice al labio inferior, palpándolo varias veces. Le resultaba muy sospechoso que un mercader se comportara así con su mercancía, pero había varias incógnitas que no conseguía despejar de su mente. ¿Por qué solo un carruaje? Fuere lo que fuere que llevara dentro, ya no estaba. Hacía horas que habían abandonado el carro destrozado a la vera del camino y estaba vigilado por los guardias del mercader, sería un suicidio que los propios secuestradores regresaran a él.
-No entiendo nada - comentó la autómata -. Es tan sospechoso todo, el comportamiento del mercader, de los maleantes... Esa mercancía tenía que ser muy importante, podríamos estar ante contrabando de drogas, pero esto no tiene sentido si los maleantes solo buscan espantar y usan armas muy antiguas, por lo que descarto esta teoría. Así que... o bien tenemos escasez de víveres, un pueblo harto de los impuestos abusivos por parte de los comerciantes y no tienen otra manera de llevar a cabo sus planes o bien, contrabando de esclavos - guardó silencio unos segundos -. Hemos visto un carruaje elegante y con demasiados ornamentos, ¿quién sospecharía de algo así?
-¡Es verdad! - Exclamó Myke de nuevo - El carruaje no tenía ventanas y la puerta de la entrada se bloqueaba desde fuera con una palanca. Dentro de ese carruaje a ojo cabrían más o menos unas diez o doce personas, apretados y seguramente en condiciones horribles. Me gusta más esta teoría, pero no tenemos evidencias algunas.
Taylor sonrió al ver como el muchacho poco a poco iba adaptándose y espabilando. Recordaba datos importantes y parecía tener muy buen ojo para los detalles. Unas aptitudes claras que valdrían de recompensa para el Gobierno Mundial.
-Como sea, Myke tantea la zona, cualquier rastro de cuerda, hierro o madera que encuentres nos servirá como pista. Tienen que haber dejado algo a la vista, estoy segura. Con el olor puedo rastrearlos hasta su posición.
En cuanto el muchacho se puso a investigar, la agente se giró hacia Dretch con los brazos cruzados.
-¿Sigues creyendo que es gente a la que debemos llevar ante la justicia? Estoy segura de que no son más que personas que necesitan ayuda - Taylor se acercó lo suficiente hasta él y lo miró a los ojos - Primero quiero descubrir qué ha pasado aquí, pero por un momento párate a pensar, ya separamos una vez a una chica y a un muchacho inocente que solo querían ser felices, ¿de verdad es tan cruel la ley? Sabes que apoyo al gobierno como la que más, pero no me gustan las injusticias y estamos aquí para ser justos, ¿no?
Tras eso, de nuevo se escuchó un disparo. La agente se apartó rápidamente y miró en todas direcciones. Myke, pensó. Myke estaba tanteando el terreno cerca, pero no deberían haberse separado de él. Y tras el segundo disparo, Taylor corrió en dirección del sonido.
-Se negaron a decirme lo que había dentro -dijo Myke en voz alta -. Me dijeron varias veces que no era de nuestra incumbencia, que solo debíamos entregar el carruaje robado y detener a los maleantes.
Taylor arqueó las cejas y se llevó el dedo índice al labio inferior, palpándolo varias veces. Le resultaba muy sospechoso que un mercader se comportara así con su mercancía, pero había varias incógnitas que no conseguía despejar de su mente. ¿Por qué solo un carruaje? Fuere lo que fuere que llevara dentro, ya no estaba. Hacía horas que habían abandonado el carro destrozado a la vera del camino y estaba vigilado por los guardias del mercader, sería un suicidio que los propios secuestradores regresaran a él.
-No entiendo nada - comentó la autómata -. Es tan sospechoso todo, el comportamiento del mercader, de los maleantes... Esa mercancía tenía que ser muy importante, podríamos estar ante contrabando de drogas, pero esto no tiene sentido si los maleantes solo buscan espantar y usan armas muy antiguas, por lo que descarto esta teoría. Así que... o bien tenemos escasez de víveres, un pueblo harto de los impuestos abusivos por parte de los comerciantes y no tienen otra manera de llevar a cabo sus planes o bien, contrabando de esclavos - guardó silencio unos segundos -. Hemos visto un carruaje elegante y con demasiados ornamentos, ¿quién sospecharía de algo así?
-¡Es verdad! - Exclamó Myke de nuevo - El carruaje no tenía ventanas y la puerta de la entrada se bloqueaba desde fuera con una palanca. Dentro de ese carruaje a ojo cabrían más o menos unas diez o doce personas, apretados y seguramente en condiciones horribles. Me gusta más esta teoría, pero no tenemos evidencias algunas.
Taylor sonrió al ver como el muchacho poco a poco iba adaptándose y espabilando. Recordaba datos importantes y parecía tener muy buen ojo para los detalles. Unas aptitudes claras que valdrían de recompensa para el Gobierno Mundial.
-Como sea, Myke tantea la zona, cualquier rastro de cuerda, hierro o madera que encuentres nos servirá como pista. Tienen que haber dejado algo a la vista, estoy segura. Con el olor puedo rastrearlos hasta su posición.
En cuanto el muchacho se puso a investigar, la agente se giró hacia Dretch con los brazos cruzados.
-¿Sigues creyendo que es gente a la que debemos llevar ante la justicia? Estoy segura de que no son más que personas que necesitan ayuda - Taylor se acercó lo suficiente hasta él y lo miró a los ojos - Primero quiero descubrir qué ha pasado aquí, pero por un momento párate a pensar, ya separamos una vez a una chica y a un muchacho inocente que solo querían ser felices, ¿de verdad es tan cruel la ley? Sabes que apoyo al gobierno como la que más, pero no me gustan las injusticias y estamos aquí para ser justos, ¿no?
Tras eso, de nuevo se escuchó un disparo. La agente se apartó rápidamente y miró en todas direcciones. Myke, pensó. Myke estaba tanteando el terreno cerca, pero no deberían haberse separado de él. Y tras el segundo disparo, Taylor corrió en dirección del sonido.
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- Nosotros no hacemos las leyes, ni tampoco dictamos sentencia, tan solo hacemos nuestro trabajo sin preguntar. Puede que dada tu condición de… bueno, de máquina, no hayas pasado por el adiestramiento convencional, pero créeme, no eres la primera ni la última que se ha planteado si lo que hacemos está bien o mal. Hazme caso, no querrías recorrer ese camino – advirtió y aunque sus palabras parecían serias, en su tono también había cierta tristeza – Que curioso, nunca pensé que hablaría de moralidad contigo, en cuanto al caso ¿Quieres mi opinión? Creo que nos están utilizando. Creo que ese vendedor es un cabrón, que vende productos exóticos, que cobra una parte por adelantado y que el mismo finge que asaltan sus carromatos para poder revenderlos en otras islas – confesó - ¿De qué otra forma se explica que tardase tanto tiempo Myke en hacer sus averiguaciones? El chico no es muy avispado, pero sabe hilar una palabra detrás de la otra. Estoy al noventa y nueve por ciento seguro de que Bob le vendió esa historia de los robos al mocoso y que, en caso de encontrar a unos asaltantes, no sean más peleles en esta historia que nosotros mismos…
El sonido de un disparo reverberó entre las ramas y matorrales del bosque, quedando en evidencia que o bien Mike había dado con los supuestos saltadores de caravanas o bien que ellos lo habían encontrado primero. Sin embargo, una extraña calma parecía haberse apoderado del agente.
- En parte tienes algo de razón, Taylor – reconoció – Da igual como de antigua sea un arma, están hechas para el mismo propósito que las de hoy en día y de haber querido acabar con el chico, lo habrían hecho. Les estamos poniendo nerviosos y tan solo quieren echarnos de aquí… Estamos en un bosque alejados de cualquier mirada indiscreta, ya está bien de jueguecitos – dijo, dejando escapar un suspiro – Si realmente tienes razón, no habrá derramamiento de sangre y se dejaran arrestar en cuanto vean quienes somos y lo que podemos hacer. Probablemente no tengan ni idea de quien fue su contratante, así que será difícil de relacionarlos con Bob, pero ya se nos ocurrirá algo en el camino de vuelta a la ciudad.
Aunque estas últimas palabras tuvo que gritárselas a su compañera pues, al oír un segundo disparó, salió corriendo hacia el origen de este. El norteño taconeó el aire con uno de sus pies y, haciendo apoyo en este de forma inverosímil en la nada, comenzó a ascender hacia las copas de los arboles con la misma facilidad como si estuviera subiendo por una escalera de peldaños invisibles. La caminata y el aire libre habían estado bien, pero no podían esconderse permanentemente de sus obligaciones. Taylor debía de viajar de vuelta a Kern y responder por su insubordinación y Dretch, por su parte, debía de regresar a Ennies Loby y comunicar a la Karasu la fraudulenta contratación del falso agente Shintaro y asumir las consecuencias impulsivas de sus actos. Muy el fondo, sabía que echaría de menos aquel bosque y la compañía de, la que hasta hace no tanto había sido su dolor de muelas de la división, Taylor. Pero como bien había señalado la pelirrosa, la ley era cruel hasta para aquellos que la impartían.
El agente se limitó a seguir desde el aire los pasos de su compañera hasta que esta dio con el joven Myke. Si Dretch, con el hándicap de divisar el panorama valiéndose tan solo de su ojo sano y sorteando las ramas de los árboles, había sido capaz de vislumbrar a las seis figuras que permanecían “escondidas” en torno a los dos, no dudaba ni por un momento que Fitzgerald estaba fingiendo que no los había visto, mientras atendía a Myke, que una vez más estaba al borde de un ataque de pánico. Consciente de que probablemente estaba analizando la situación para minimizar el número de bajas, Buerganor aguardó a que esta le diese alguna señal entrar en acción. Con suerte quizás pudiese tomar a un par de aquellos sujetos de rehenes con sus agujas e hilos antes de que se diesen cuenta de lo que acababa de ocurrir. Aunque, algo en su interior le decía que Taylor trataría de negociar con ellos. Fuera como fuera, permanecería en espera deseando que no se escucharan nuevos disparos.
El sonido de un disparo reverberó entre las ramas y matorrales del bosque, quedando en evidencia que o bien Mike había dado con los supuestos saltadores de caravanas o bien que ellos lo habían encontrado primero. Sin embargo, una extraña calma parecía haberse apoderado del agente.
- En parte tienes algo de razón, Taylor – reconoció – Da igual como de antigua sea un arma, están hechas para el mismo propósito que las de hoy en día y de haber querido acabar con el chico, lo habrían hecho. Les estamos poniendo nerviosos y tan solo quieren echarnos de aquí… Estamos en un bosque alejados de cualquier mirada indiscreta, ya está bien de jueguecitos – dijo, dejando escapar un suspiro – Si realmente tienes razón, no habrá derramamiento de sangre y se dejaran arrestar en cuanto vean quienes somos y lo que podemos hacer. Probablemente no tengan ni idea de quien fue su contratante, así que será difícil de relacionarlos con Bob, pero ya se nos ocurrirá algo en el camino de vuelta a la ciudad.
Aunque estas últimas palabras tuvo que gritárselas a su compañera pues, al oír un segundo disparó, salió corriendo hacia el origen de este. El norteño taconeó el aire con uno de sus pies y, haciendo apoyo en este de forma inverosímil en la nada, comenzó a ascender hacia las copas de los arboles con la misma facilidad como si estuviera subiendo por una escalera de peldaños invisibles. La caminata y el aire libre habían estado bien, pero no podían esconderse permanentemente de sus obligaciones. Taylor debía de viajar de vuelta a Kern y responder por su insubordinación y Dretch, por su parte, debía de regresar a Ennies Loby y comunicar a la Karasu la fraudulenta contratación del falso agente Shintaro y asumir las consecuencias impulsivas de sus actos. Muy el fondo, sabía que echaría de menos aquel bosque y la compañía de, la que hasta hace no tanto había sido su dolor de muelas de la división, Taylor. Pero como bien había señalado la pelirrosa, la ley era cruel hasta para aquellos que la impartían.
El agente se limitó a seguir desde el aire los pasos de su compañera hasta que esta dio con el joven Myke. Si Dretch, con el hándicap de divisar el panorama valiéndose tan solo de su ojo sano y sorteando las ramas de los árboles, había sido capaz de vislumbrar a las seis figuras que permanecían “escondidas” en torno a los dos, no dudaba ni por un momento que Fitzgerald estaba fingiendo que no los había visto, mientras atendía a Myke, que una vez más estaba al borde de un ataque de pánico. Consciente de que probablemente estaba analizando la situación para minimizar el número de bajas, Buerganor aguardó a que esta le diese alguna señal entrar en acción. Con suerte quizás pudiese tomar a un par de aquellos sujetos de rehenes con sus agujas e hilos antes de que se diesen cuenta de lo que acababa de ocurrir. Aunque, algo en su interior le decía que Taylor trataría de negociar con ellos. Fuera como fuera, permanecería en espera deseando que no se escucharan nuevos disparos.
Taylor Fitzgerald
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A pesar de que se había marchado corriendo, escuchó con atención lo que le gritaba su compañero. Obviamente él era mucho más duro que ella y no parecía comprender lo que ella quería. Como siempre, si se enteraban de que incumplía las normas del gobierno por ayudar a personas inocentes el castigo sería realmente grande, pero estaba harta de ver como la gente con influencia o poder siempre se salía con la suya, y aquel comerciante Bob, no terminaba de caerle de bien.
Corrió, centrándose en Myke que se encontraba de nuevo tirado en el suelo, resguardándose de las posibles balas. Taylor negó con la cabeza, lamentándose de haber traído al joven recluta. Aun no sabía cómo defenderse en situaciones así, pero con un poco de práctica se volvería todo un experto. En el fondo, muy en el fondo, estaba orgullosa de él, si bien no era muy espabilado estaba demostrando ser bastante inteligente con algunas acciones y quizá en un tiempo lograse escalar unos rangos más altos, pero para eso primero debían abandonar aquella isla.
Habían disparado más veces, seis en total desde diferentes posiciones. Taylor los había localizado y miró al cielo para ver a su compañero ponerse en posición. Si pudiera hablar con él mediante un transmisor, podría comentarle que se situara detrás de ellos en silencio para tenerles rodeados, pero no había la comunicación suficiente como para rodearlos. La agente esperó, protegiendo a Myke de los posibles tiros; sin embargo, en cuanto hubo un silencio en toda la zona Taylor se levantó, apoyando la mano en su arma.
-Queremos hablar - ordenó.
Pero nadie dijo nada. Dos disparos vinieron otra vez del arbusto y rozaron su brazo, rasgando la chaqueta que llevaba y dejando a la vista de nuevo parte de su brazo mecánico. Ni se inmutó y caminó hacia delante. Empezaron a escucharse murmullos y dispararon más veces, contra su pecho, pero aquellas balas de tan poca calidad no hacían más que rebotar contra ellos.
-He dicho que queremos hablar, podéis gastar todas vuestra munición conmigo e intentar huir, pero no tendréis escapatoria de mi compañero, él también es como yo - en el fondo, así aseguraba protegerlo de disparos -. No vamos a ejercer ningún tipo de violencia contra vosotros, podéis estar tranquilos.
Taylor no desenfundó su arma. Las seis personas salieron temerosas de los arbustos. Gente pobre, demacrada y con el rostro en las peores condiciones que se podrían ver. La autómata sintió pena. Tiraron sus armas al suelo, asustados y se acercaron unos a otros. No parecía gente espabilada, con estudios suficientes si no que se atemorizaban muy rápido. Cuatro hombres y dos mujeres que enseguida se rindieron.
-¿Por qué nos disparasteis? ¿Robasteis vosotros el carruaje? - Taylor esperó respuestas mientras le hacía una seña a Dretch para que bajara junto a ella mientras que Myke permaneció atrás.
Corrió, centrándose en Myke que se encontraba de nuevo tirado en el suelo, resguardándose de las posibles balas. Taylor negó con la cabeza, lamentándose de haber traído al joven recluta. Aun no sabía cómo defenderse en situaciones así, pero con un poco de práctica se volvería todo un experto. En el fondo, muy en el fondo, estaba orgullosa de él, si bien no era muy espabilado estaba demostrando ser bastante inteligente con algunas acciones y quizá en un tiempo lograse escalar unos rangos más altos, pero para eso primero debían abandonar aquella isla.
Habían disparado más veces, seis en total desde diferentes posiciones. Taylor los había localizado y miró al cielo para ver a su compañero ponerse en posición. Si pudiera hablar con él mediante un transmisor, podría comentarle que se situara detrás de ellos en silencio para tenerles rodeados, pero no había la comunicación suficiente como para rodearlos. La agente esperó, protegiendo a Myke de los posibles tiros; sin embargo, en cuanto hubo un silencio en toda la zona Taylor se levantó, apoyando la mano en su arma.
-Queremos hablar - ordenó.
Pero nadie dijo nada. Dos disparos vinieron otra vez del arbusto y rozaron su brazo, rasgando la chaqueta que llevaba y dejando a la vista de nuevo parte de su brazo mecánico. Ni se inmutó y caminó hacia delante. Empezaron a escucharse murmullos y dispararon más veces, contra su pecho, pero aquellas balas de tan poca calidad no hacían más que rebotar contra ellos.
-He dicho que queremos hablar, podéis gastar todas vuestra munición conmigo e intentar huir, pero no tendréis escapatoria de mi compañero, él también es como yo - en el fondo, así aseguraba protegerlo de disparos -. No vamos a ejercer ningún tipo de violencia contra vosotros, podéis estar tranquilos.
Taylor no desenfundó su arma. Las seis personas salieron temerosas de los arbustos. Gente pobre, demacrada y con el rostro en las peores condiciones que se podrían ver. La autómata sintió pena. Tiraron sus armas al suelo, asustados y se acercaron unos a otros. No parecía gente espabilada, con estudios suficientes si no que se atemorizaban muy rápido. Cuatro hombres y dos mujeres que enseguida se rindieron.
-¿Por qué nos disparasteis? ¿Robasteis vosotros el carruaje? - Taylor esperó respuestas mientras le hacía una seña a Dretch para que bajara junto a ella mientras que Myke permaneció atrás.
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Atento a los movimientos de su subordinada, el agente pudo contemplar como los seis asaltadores abrían fuego indiscriminadamente contra la pelirrosa. Por un instante un repentino terror se apodero del norteño, su sangre se heló en sus venas y un profundo suspiro de agonía se exhaló desde el fondo de su corazón, revelando el peor de sus temores. Durante aquellas horas se había acostumbrado tanto a humanizar a la autómata que, a veces, el mismo se sorprendía de la naturaleza de esta y de que, al igual que un agente de alto rango, las armas de fuego no suponían peligro alguno para Taylor. Aliviado, contemplo como esta, tras un breve cruce de palabras, le comenzaba a hacer gestos para que se mostrara. El peligro, si es que alguna vez lo hubo, ya había pasado.
Algo más tranquilo, descendió hasta que quedar a escasos metros del jovencito Myke y, ayudándole a ponerse en pie, se llevó su mano siniestra a la boca, ocultando así sus labios.
- ¿En serio preferías seguir siendo el chico de los recados? Pase lo que pase, te has ganado un puesto entre los nuestros, Myke – concedió dándole un par de palmaditas en la espalda.
Puede que fuera algo torpe, pero había sobrevivido a un par de emboscadas, le había echado coraje. Sin embargo, aún tenían un caso por resolver antes de verse obligados a rendir cuentas. Asi pues, se acercó hacia el lugar en el que se encontraban Taylor y los asaltantes e inclinando la cabeza respetuosamente hacia su compañera, en señal de aprobación, chasqueó la lengua y observó a la chusma desarmada que se encontraba frente a él.
Desde el primero hasta el último de los hombres y mujeres que allí se encontraban tenían la mirada perdida, vacía, casi como si hubiesen renunciado a toda esperanza. Se trataba de gente terriblemente pobre, marginada y, probablemente, enferma. Todos iban terriblemente mal vestidos, sucios y su olor corporal distaba bastante de lo que un sabueso llamaría aceptable. Sin embargo, no era criminales lo que Dretch veía, sino gente temerosa y contra la espada y la pared ¿Qué sentido tenia para aquellas personas robar una caravana que no estuviera cargada de ropa, alimentos o productos sanitarios básicos? Pues evidentemente ninguno, ni tan siquiera se habían molestado en darles unas armas para una posible escaramuza.
El agente se agachó para examinar una de las arcaicas armas de chispa y, chasqueando una vez más la lengua, finalmente rompió el silencio.
- ¿Quién es el que habla en vuestro nombre? – inquirió en tono serio, sacudiéndose la tierra que se le había quedado en las manos.
Uno de los asaltantes, un anciano aparentemente sexagenario, dio un paso al frente para horror del resto de sus compañeros.
- ¡Yo! – Exclamó – Si alguien debe pagar por esta injusticia, yo seré vuestro chivo expiatorio, pero por favor no les hagáis daño a mi familia ¡Lo suplico!
El anciano se abrió la camisa dejando a la visa su pecho desnudo en espera de lo que parecía un golpe de gracia.
- No será necesaria tanta… teatralidad – confesó, empleando a su brazo biónico para poner en pie al anciano – No sé qué es lo que creéis que hacemos, pero no vamos por ahí cobrándonos vidas ajenas. Escúchame bien, anciano ¿Quién sois? ¿Para quién trabajáis? ¿A dónde ibais a llevar los bienes robados? – ladró, ignorando en todo momento la existencia de Bob.
- Mi nombre es Vaclav Orelik y estos son mi mujer y mis hijos – balbuceó el anciano – No sabemos quién nos contrató ¡Nunca lo sabemos! – chilló al ver la mirada inquisitiva del agente – Se nos dijo que desmontásemos el carromato y que recogiéramos algunos artículos, nos amenazaron con cortarnos las manos y arrancarnos los ojos si se nos ocurría robar algo… - confesó mientras comenzaba a sollozar y su mujer se abrazaba a él.
El agente suspiró, detestaba ser el malo de la película, se abrió la gabardina mostrando su revolver.
- ¿Y bien? El punto de entrega Vaclav, no me hagas tener que repetirlo.
- ¡Soyka! ¡El callejón de la Calle Soyka, en el barrio viejo de la ciudad! – exclamó uno de los hijos al ver que su padre había entrado en shock.
- ¿Veis que fácil es todo cuando la gente coopera? – dijo relajadamente el agente, volviendo a ocultar su arma – Pues a menos que queráis quedaros sin manos y ojos, tenéis un encargo por terminar. Recoged, los pertrechos y en marcha.
Como si de un demonio se tratase, los asaltantes se santiguaron y comenzaron a depender como si su vida dependiera de ello. Sin embargo, nunca en su vida había estado más seguro de que en aquel instante.
- Taylor, puedes echar un ojo para ver si hay alguna recompensa para algún criminal del Nort Blue con los presuntos cargos de nuestro buen amigo “Bob”, busca coincidencias. Debe de haber algo que lo incrimine…
Dretch nunca había sido especialmente interesado en el dinero, sin embargo, si capturaban a un criminal cuya cabeza tuviese precio, quizás pudiesen ayudar a aquella familia con algo que más que buenas palabras.
Algo más tranquilo, descendió hasta que quedar a escasos metros del jovencito Myke y, ayudándole a ponerse en pie, se llevó su mano siniestra a la boca, ocultando así sus labios.
- ¿En serio preferías seguir siendo el chico de los recados? Pase lo que pase, te has ganado un puesto entre los nuestros, Myke – concedió dándole un par de palmaditas en la espalda.
Puede que fuera algo torpe, pero había sobrevivido a un par de emboscadas, le había echado coraje. Sin embargo, aún tenían un caso por resolver antes de verse obligados a rendir cuentas. Asi pues, se acercó hacia el lugar en el que se encontraban Taylor y los asaltantes e inclinando la cabeza respetuosamente hacia su compañera, en señal de aprobación, chasqueó la lengua y observó a la chusma desarmada que se encontraba frente a él.
Desde el primero hasta el último de los hombres y mujeres que allí se encontraban tenían la mirada perdida, vacía, casi como si hubiesen renunciado a toda esperanza. Se trataba de gente terriblemente pobre, marginada y, probablemente, enferma. Todos iban terriblemente mal vestidos, sucios y su olor corporal distaba bastante de lo que un sabueso llamaría aceptable. Sin embargo, no era criminales lo que Dretch veía, sino gente temerosa y contra la espada y la pared ¿Qué sentido tenia para aquellas personas robar una caravana que no estuviera cargada de ropa, alimentos o productos sanitarios básicos? Pues evidentemente ninguno, ni tan siquiera se habían molestado en darles unas armas para una posible escaramuza.
El agente se agachó para examinar una de las arcaicas armas de chispa y, chasqueando una vez más la lengua, finalmente rompió el silencio.
- ¿Quién es el que habla en vuestro nombre? – inquirió en tono serio, sacudiéndose la tierra que se le había quedado en las manos.
Uno de los asaltantes, un anciano aparentemente sexagenario, dio un paso al frente para horror del resto de sus compañeros.
- ¡Yo! – Exclamó – Si alguien debe pagar por esta injusticia, yo seré vuestro chivo expiatorio, pero por favor no les hagáis daño a mi familia ¡Lo suplico!
El anciano se abrió la camisa dejando a la visa su pecho desnudo en espera de lo que parecía un golpe de gracia.
- No será necesaria tanta… teatralidad – confesó, empleando a su brazo biónico para poner en pie al anciano – No sé qué es lo que creéis que hacemos, pero no vamos por ahí cobrándonos vidas ajenas. Escúchame bien, anciano ¿Quién sois? ¿Para quién trabajáis? ¿A dónde ibais a llevar los bienes robados? – ladró, ignorando en todo momento la existencia de Bob.
- Mi nombre es Vaclav Orelik y estos son mi mujer y mis hijos – balbuceó el anciano – No sabemos quién nos contrató ¡Nunca lo sabemos! – chilló al ver la mirada inquisitiva del agente – Se nos dijo que desmontásemos el carromato y que recogiéramos algunos artículos, nos amenazaron con cortarnos las manos y arrancarnos los ojos si se nos ocurría robar algo… - confesó mientras comenzaba a sollozar y su mujer se abrazaba a él.
El agente suspiró, detestaba ser el malo de la película, se abrió la gabardina mostrando su revolver.
- ¿Y bien? El punto de entrega Vaclav, no me hagas tener que repetirlo.
- ¡Soyka! ¡El callejón de la Calle Soyka, en el barrio viejo de la ciudad! – exclamó uno de los hijos al ver que su padre había entrado en shock.
- ¿Veis que fácil es todo cuando la gente coopera? – dijo relajadamente el agente, volviendo a ocultar su arma – Pues a menos que queráis quedaros sin manos y ojos, tenéis un encargo por terminar. Recoged, los pertrechos y en marcha.
Como si de un demonio se tratase, los asaltantes se santiguaron y comenzaron a depender como si su vida dependiera de ello. Sin embargo, nunca en su vida había estado más seguro de que en aquel instante.
- Taylor, puedes echar un ojo para ver si hay alguna recompensa para algún criminal del Nort Blue con los presuntos cargos de nuestro buen amigo “Bob”, busca coincidencias. Debe de haber algo que lo incrimine…
Dretch nunca había sido especialmente interesado en el dinero, sin embargo, si capturaban a un criminal cuya cabeza tuviese precio, quizás pudiesen ayudar a aquella familia con algo que más que buenas palabras.
Taylor Fitzgerald
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
En un principio los aldeanos ignoraron su pregunta, pues parecían estar ensimismados al ver como Dretch baja hasta el suelo. Se cruzó de brazos, esperando una respuesta, pero finalmente su compañero optó por tomar las riendas del diálogo. Taylor se entristeció al escuchar como esa gente se encontraba entre la espada y la pared, por un momento se contuvo las ganas de objetarle al agente que se lo dijo, que tenía razón, pero no era ni el momento ni la ocasión.
El anciano llamado Vaclav se abrió el pecho arrodillándose y la autómata no dudó en ayudarlo a levantarse también, por el lado izquierdo. Puede que les hubieran perseguido sin tregua, pero en ningún momento demostraron ir de malas contra ellos o mostrar violencia y eso en el fondo le apenaba, pues la imagen que existía sobre el gobierno o cualquier cuerpo de seguridad era cuanto menos buena. El temor se apoderaba de la gente al creer que las vidas podían arrebatarse sin ton ni son.
El señor se acomodó su camisa medio rota de nuevo y le hizo una seña a sus hijos para que se pusieran en marcha. Uno de ellos se introdujo un poco en el bosque y Taylor sacó la pistola, pero el Vaclav le hizo un aspaviento para que la bajara, pues solo iba a buscar la mercancía. Al cabo de unos minutos regresó agarrando dos caballos que portaban a sus espaldas varios sacos. La mercancía debía estar allí dentro y parecía pesada, pero no logró ver nada de su interior. Vaclav agarró uno de los caballos por las riendas y su hijo el otro, poniéndose así en marcha hacia el callejón Soyka.
-¿Deberíamos fiarnos? - Comentó Taylor viendo como se marchaban en el horizonte -. Como sea, Myke, sígueles la pista desde lejos por si acaso nos engañan con la localización. En caso de que nos engañen, sé más inteligente y amenázalos, no deberían hacerte nada si han dejado aquí todas sus armas. Cualquier avance avísanos por este den den mushi - La agente se lo puso en la mano y el joven recluta asintió, poniéndose en marcha.
La muchacha se giró y miró a su compañero, esbozando una sonrisa. Parecía que finalmente volvían a estar solos y una extraña paz se había apoderado del momento. Taylor no quería que terminara, a pesar de que el viaje en la isla había comenzado más sentía que la relación con su superior se había afianzado un poco, pero todo lo bueno se terminaba y cuando estuvo a punto de decirle algo sus palabras se negaron a salir de la boca, por lo que se contuvo y se giró.
Decidió ponerse a buscar la información que necesitaba sobre criminales del North Blue que tuviesen delitos o tuvieran cierto parecido con Bob el mercader. En un principio en su base de datos solo encontraba gente peligrosa hasta que por fin encontró un criminal con una sustanciosa recompensa. Solía trabajar tanto en Lvneel como Hallstat y alguna villa más causando delitos de falsificación, robo, estafa y extorsión bajo el sobrenombre de Redblade.
-¡Lo tengo! - Exclamó emocionada acercándose a su superior -. Los tíos como él son unos avispados de cuidado, pero siempre caen muy fácilmente. Se llama Redblade y tiene un montón de cargos a su nombre. La imagen que he recibido coincide con él aunque este intente ocultarse. Debemos esperarle en el callejón, ¡sígueme!
Taylor activó sus propulsores para llegar lo más rápido posible al centro de Lvneel y así esperarles desde un punto cercano. Contaba con que su compañero le siguiera. De vez en cuando también recibía mensajes informativos del joven Myke, al parecer no se habían desviado en ningún momento y tenían previsto ir al destino dicho. La agente buscó en su base de datos el callejón Soyka y a medida que sobrevolaban desde lo más alto los campos, así como algunas aldeas finalmente llegaron a un lugar no muy cercano a este. Taylor aterrizó en el tejado más cercano para observar desde más arriba dónde se encontraba el criminal.
-Tocará esperar - musitó, mirando a Dretch de reojo. Aunque no dijo nada más, ¿por qué se le habían ido las palabras de repente? Si el resto del día todo había estado bien.
Estuvieron un buen rato esperando hasta que finalmente vio llegar a Vaclav y su familia con las mercancías y a Myke, a lo lejos, cumpliendo como siempre con el deber. Taylor estaba orgullosa en el fondo del muchacho y su camino en la agencia no había hecho más que comenzar. Se asomó y esperó. El anciano golpeó a la puerta haciendo un movimiento en clave y tardaron unos segundos en abrir. Una voz áspera surgió del interior, saliendo Bob el mercader con uno de sus secuaces.
-¡Ya era hora! - Exclamó para después jactarse de su poder -. A la próxima en vez de dejaros vivir me llevo tu hija como castigo. ¿Sabéis lo que he tenido que esperar? Tengo a los del gobierno husmeando y dándole largas.
Era el momento, Taylor saltó del tejado y se lanzó sobre Bob, dejándolo inmovilizado mientras que uno de sus secuaces apuntó a la muchacha, pero como siempre le daba igual. Sin embargo, Myke, en un momento de lucidez le arrebató la pistola al matón y lo redujo hasta dejarlo de rodillas.
-Te hemos pillado, Redblade - objetó, encadenándolo.
El anciano llamado Vaclav se abrió el pecho arrodillándose y la autómata no dudó en ayudarlo a levantarse también, por el lado izquierdo. Puede que les hubieran perseguido sin tregua, pero en ningún momento demostraron ir de malas contra ellos o mostrar violencia y eso en el fondo le apenaba, pues la imagen que existía sobre el gobierno o cualquier cuerpo de seguridad era cuanto menos buena. El temor se apoderaba de la gente al creer que las vidas podían arrebatarse sin ton ni son.
El señor se acomodó su camisa medio rota de nuevo y le hizo una seña a sus hijos para que se pusieran en marcha. Uno de ellos se introdujo un poco en el bosque y Taylor sacó la pistola, pero el Vaclav le hizo un aspaviento para que la bajara, pues solo iba a buscar la mercancía. Al cabo de unos minutos regresó agarrando dos caballos que portaban a sus espaldas varios sacos. La mercancía debía estar allí dentro y parecía pesada, pero no logró ver nada de su interior. Vaclav agarró uno de los caballos por las riendas y su hijo el otro, poniéndose así en marcha hacia el callejón Soyka.
-¿Deberíamos fiarnos? - Comentó Taylor viendo como se marchaban en el horizonte -. Como sea, Myke, sígueles la pista desde lejos por si acaso nos engañan con la localización. En caso de que nos engañen, sé más inteligente y amenázalos, no deberían hacerte nada si han dejado aquí todas sus armas. Cualquier avance avísanos por este den den mushi - La agente se lo puso en la mano y el joven recluta asintió, poniéndose en marcha.
La muchacha se giró y miró a su compañero, esbozando una sonrisa. Parecía que finalmente volvían a estar solos y una extraña paz se había apoderado del momento. Taylor no quería que terminara, a pesar de que el viaje en la isla había comenzado más sentía que la relación con su superior se había afianzado un poco, pero todo lo bueno se terminaba y cuando estuvo a punto de decirle algo sus palabras se negaron a salir de la boca, por lo que se contuvo y se giró.
Decidió ponerse a buscar la información que necesitaba sobre criminales del North Blue que tuviesen delitos o tuvieran cierto parecido con Bob el mercader. En un principio en su base de datos solo encontraba gente peligrosa hasta que por fin encontró un criminal con una sustanciosa recompensa. Solía trabajar tanto en Lvneel como Hallstat y alguna villa más causando delitos de falsificación, robo, estafa y extorsión bajo el sobrenombre de Redblade.
-¡Lo tengo! - Exclamó emocionada acercándose a su superior -. Los tíos como él son unos avispados de cuidado, pero siempre caen muy fácilmente. Se llama Redblade y tiene un montón de cargos a su nombre. La imagen que he recibido coincide con él aunque este intente ocultarse. Debemos esperarle en el callejón, ¡sígueme!
Taylor activó sus propulsores para llegar lo más rápido posible al centro de Lvneel y así esperarles desde un punto cercano. Contaba con que su compañero le siguiera. De vez en cuando también recibía mensajes informativos del joven Myke, al parecer no se habían desviado en ningún momento y tenían previsto ir al destino dicho. La agente buscó en su base de datos el callejón Soyka y a medida que sobrevolaban desde lo más alto los campos, así como algunas aldeas finalmente llegaron a un lugar no muy cercano a este. Taylor aterrizó en el tejado más cercano para observar desde más arriba dónde se encontraba el criminal.
-Tocará esperar - musitó, mirando a Dretch de reojo. Aunque no dijo nada más, ¿por qué se le habían ido las palabras de repente? Si el resto del día todo había estado bien.
Estuvieron un buen rato esperando hasta que finalmente vio llegar a Vaclav y su familia con las mercancías y a Myke, a lo lejos, cumpliendo como siempre con el deber. Taylor estaba orgullosa en el fondo del muchacho y su camino en la agencia no había hecho más que comenzar. Se asomó y esperó. El anciano golpeó a la puerta haciendo un movimiento en clave y tardaron unos segundos en abrir. Una voz áspera surgió del interior, saliendo Bob el mercader con uno de sus secuaces.
-¡Ya era hora! - Exclamó para después jactarse de su poder -. A la próxima en vez de dejaros vivir me llevo tu hija como castigo. ¿Sabéis lo que he tenido que esperar? Tengo a los del gobierno husmeando y dándole largas.
Era el momento, Taylor saltó del tejado y se lanzó sobre Bob, dejándolo inmovilizado mientras que uno de sus secuaces apuntó a la muchacha, pero como siempre le daba igual. Sin embargo, Myke, en un momento de lucidez le arrebató la pistola al matón y lo redujo hasta dejarlo de rodillas.
-Te hemos pillado, Redblade - objetó, encadenándolo.
Dretch
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Satisfecho con cómo se iban sucediendo los acontecimientos, el agente se limitó a observar como los miembros de la familia Orelik iban y venían de un lado para otro reuniendo sus escasos enseres personales, así como los bienes robados. Aquella fachada de férrea autoridad crispaba al agente, pero mientras estuviera de servicio y vistiese con las insignias gubernamentales, no podía permitirse el lujo de actuar más por su propia cuenta. Que más le habría gustado a él que ser una cara amable y conciliadora, pero había un largo camino hasta Enies Lobby y necesitaba hallar la forma de hacerse útil para la Karasu si no quería que estos aplicaran el todo el peso de la justicia también sobre él. En contraste con su compañera, casi parecía él un frio e indolente autómata mientras que la pelirrosa era la que más empatizaba con aquellos pobres diablos. Avergonzado, no le quedó más remedio que esconder su rostro bajo los pliegues de su bufanda, ocultando así su malestar.
Taylor se acercó al norteño algo preocupada por la palabra de Vaclav y los suyos y, ordenando al joven Myke que avanzase hacia la vanguardia de la caravana así se lo hizo saber.
- Tan solo se tienen los unos a los otros – respondió – Prefiero ser optimista y creer que no nos han mentido, no se arriesgarán a perder lo único que les queda.
Tras aquel pequeño cruce de palabras, ambos continuaron a la zaga de la caravana, mas sumidos en sus propios pensamientos que en una verdadera escolta. A fin de cuentas, estaban en el North Blue. Nadie en su sano juicio se atrevería a cruzarse con tres tipos de negro, los tipos como ellos no podían hacer otra cosa más que ganar mala fama a cada paso que daban. A veces aquello resultaba un incordio, pero en este caso aquello era una garantía de tranquilidad.
Tras algunos minutos de marcha, Taylor dio con el hombre que estaban buscando, un rufián norteño llamada Redblade, probablemente uno de los tantos seudónimos de Bob. Haciendo caso a su subordinada, ambos agentes abandonaron la caravana y emprendieron la marcha hacia el callejón de la calle Soyka. Gracias a la guía de esta, ambos se situaron estratégicamente sobre unos de los tejados del callejón y permanecieron en un incómodo silencio. Los segundos parecían horas debido a la ventaja que les habían sacado a los miembros de la familia Orelik.
Sin embargo, cuando estaba a punto de pensar que habían sido engañados, la voz del viejo Vaclav y Bob sonaron en el callejón. En apenas unos segundos, entre Taylor y Mike, tanto Bob como su matón personal fueron reducidos.
- Me estoy volviendo un lento – masculló el norteño al bajar perezosamente de lo alto del tejado – Señor Bob, o mejor dicho, Señor Redblade, que agradable coincidencia. No me diga más, estaba tomando el fresco apaciblemente cuando esta turba de indigentes se le echó encima y claro la señorita y el mozalbete lejos de ayudar al ciudadano de a pie arremetieron con violencia policial… - comenzó a divagar en voz alta mientras se iba acercando a paso lento hacia el bandido – ¿Sabes para quien trabajamos? Yo creo que no… De saberlo, no habrías tratado de instrumentalizarnos para que te hiciésemos el trabajo sucio… Despídete del Lvneel compañero, ese culo tuyo no pisará ninguna prisión norteña, por desgracia para ti has tratado de engañar a los tipos equivocados, te gustará el clima de la Isla Judicial.
Una incoherente verborrea surgió de la boca del rufián mientras que trataba de soltarse inútilmente de la presa de Taylor. Teniendo en cuenta que había amenazado con mutilar a los Orelik si ponían las manos en su mercancía, podía dar gracias de mantener sus manos y ojos intactos, aunque no así su orgullo.
- Podéis quedaros con sus cosas, por lo que al mundo respecta, este tipo ha dejado de existir y podéis llevar a ese otro idiota al cuartel de la marina más cercano. Decidles que vais de parte del activo 2398-H del CP6 – le dijo al anciano Vaclav, mientras anotaba su número de activo en un papel y se lo tendía – Os permitirán cobrar su recompensa y una generosa prima por colaborar con la justicia, por las molestias.
Ni corto ni perezoso y ante la mirada furibunda del estafador, el norteño se acercó al caballo y recogió con su brazo biónico una de las alforjas como pago por sus servicios a Lvneel.
- Tenemos un largo viaje y no abundan los transportes, en marcha cuervos – ordenó poniendo rumbo al puerto en compañía de dos valientes agentes del Cipher Pol.
Taylor se acercó al norteño algo preocupada por la palabra de Vaclav y los suyos y, ordenando al joven Myke que avanzase hacia la vanguardia de la caravana así se lo hizo saber.
- Tan solo se tienen los unos a los otros – respondió – Prefiero ser optimista y creer que no nos han mentido, no se arriesgarán a perder lo único que les queda.
Tras aquel pequeño cruce de palabras, ambos continuaron a la zaga de la caravana, mas sumidos en sus propios pensamientos que en una verdadera escolta. A fin de cuentas, estaban en el North Blue. Nadie en su sano juicio se atrevería a cruzarse con tres tipos de negro, los tipos como ellos no podían hacer otra cosa más que ganar mala fama a cada paso que daban. A veces aquello resultaba un incordio, pero en este caso aquello era una garantía de tranquilidad.
Tras algunos minutos de marcha, Taylor dio con el hombre que estaban buscando, un rufián norteño llamada Redblade, probablemente uno de los tantos seudónimos de Bob. Haciendo caso a su subordinada, ambos agentes abandonaron la caravana y emprendieron la marcha hacia el callejón de la calle Soyka. Gracias a la guía de esta, ambos se situaron estratégicamente sobre unos de los tejados del callejón y permanecieron en un incómodo silencio. Los segundos parecían horas debido a la ventaja que les habían sacado a los miembros de la familia Orelik.
Sin embargo, cuando estaba a punto de pensar que habían sido engañados, la voz del viejo Vaclav y Bob sonaron en el callejón. En apenas unos segundos, entre Taylor y Mike, tanto Bob como su matón personal fueron reducidos.
- Me estoy volviendo un lento – masculló el norteño al bajar perezosamente de lo alto del tejado – Señor Bob, o mejor dicho, Señor Redblade, que agradable coincidencia. No me diga más, estaba tomando el fresco apaciblemente cuando esta turba de indigentes se le echó encima y claro la señorita y el mozalbete lejos de ayudar al ciudadano de a pie arremetieron con violencia policial… - comenzó a divagar en voz alta mientras se iba acercando a paso lento hacia el bandido – ¿Sabes para quien trabajamos? Yo creo que no… De saberlo, no habrías tratado de instrumentalizarnos para que te hiciésemos el trabajo sucio… Despídete del Lvneel compañero, ese culo tuyo no pisará ninguna prisión norteña, por desgracia para ti has tratado de engañar a los tipos equivocados, te gustará el clima de la Isla Judicial.
Una incoherente verborrea surgió de la boca del rufián mientras que trataba de soltarse inútilmente de la presa de Taylor. Teniendo en cuenta que había amenazado con mutilar a los Orelik si ponían las manos en su mercancía, podía dar gracias de mantener sus manos y ojos intactos, aunque no así su orgullo.
- Podéis quedaros con sus cosas, por lo que al mundo respecta, este tipo ha dejado de existir y podéis llevar a ese otro idiota al cuartel de la marina más cercano. Decidles que vais de parte del activo 2398-H del CP6 – le dijo al anciano Vaclav, mientras anotaba su número de activo en un papel y se lo tendía – Os permitirán cobrar su recompensa y una generosa prima por colaborar con la justicia, por las molestias.
Ni corto ni perezoso y ante la mirada furibunda del estafador, el norteño se acercó al caballo y recogió con su brazo biónico una de las alforjas como pago por sus servicios a Lvneel.
- Tenemos un largo viaje y no abundan los transportes, en marcha cuervos – ordenó poniendo rumbo al puerto en compañía de dos valientes agentes del Cipher Pol.
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- Dretch y Taylor vs Rude y Reno
- [Privado - Genji S., Ker'Shar & Éinkil] Dos náufragos, un humano con complejo de gallina, una banda de delincuentes y tres agentes de paisano. Disturbios en el nuevo Baratie.
- Llamada a los valientes
- ¿Esto no eran unas vacaciones?[Priv Silvia y Elya]
- Combate de valientes. Ronda 1
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