Ellie
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Aún maltrecha con las heridas de la batalla, la mink ojeó al resto de tripulantes de su barco, que no estaban mucho mejor. El desgaste de la aguja había sido tan intenso, que algunos de sus compañeros deberían guardar reposo durante meses.
Cuando la historia en la aguja acabó, los agentes fueron los primeros en llegar al barco, y una vez lo hicieron, fueron atendidos por un despliegue de medios increíble. Un par de barcos repletos de médicos de gran prestigio se fueron repartiendo en los distintos buques gubernamentales.
Cuando le tocó a Ellie, bufó ligeramente, pero se dejó tratar mientras recordaba todo lo que había pasado aquél día. Sin duda, el más intenso de su vida. Allí había vivido de todo, desde peleas contra extraños seres, a mutar y conocer algo de su raza. Había hecho amigos y enemigos por partes iguales, y, sobre todo, se había conocido más así misma. Aquella peculiar transformación que la dotaba de poderes aún más peligrosos, incluso para ella misma, era algo de lo que debería ahondar, tanto en cuanto a teoría como a práctica.
De cualquier manera, la joven loba ya estaba tratada con distintos vendajes -alguno que otro más aparatoso que el anterior-, y notaba como algunas partes de su cuerpo parecían estar comprimiéndose fruto de la presión que estos ejercían.
- Señorita Ellie, debería visitar a su compañero, se aloja en el camerino 205. Le ha dejado una nota, y ha insistido en verle.
Ellie afirmó a la par que seguía lamiendo su pata, algo que hacía continuamente sin darse cuenta.
Aquel compañero era Giotto, y tal como pasó en la aguja, les tocó compartir barco. No habían podido cruzar palabra alguna, pero no había hecho falta. Ahora tendrían todo el tiempo del mundo. Podrían contarse las sensaciones vividas, o el futuro que les quedaba ahora. Pero si Giotto le llamaba con tanta insistencia… ¿Quizá quería algo más? Muy pronto lo sabría.
Cuando la historia en la aguja acabó, los agentes fueron los primeros en llegar al barco, y una vez lo hicieron, fueron atendidos por un despliegue de medios increíble. Un par de barcos repletos de médicos de gran prestigio se fueron repartiendo en los distintos buques gubernamentales.
Cuando le tocó a Ellie, bufó ligeramente, pero se dejó tratar mientras recordaba todo lo que había pasado aquél día. Sin duda, el más intenso de su vida. Allí había vivido de todo, desde peleas contra extraños seres, a mutar y conocer algo de su raza. Había hecho amigos y enemigos por partes iguales, y, sobre todo, se había conocido más así misma. Aquella peculiar transformación que la dotaba de poderes aún más peligrosos, incluso para ella misma, era algo de lo que debería ahondar, tanto en cuanto a teoría como a práctica.
De cualquier manera, la joven loba ya estaba tratada con distintos vendajes -alguno que otro más aparatoso que el anterior-, y notaba como algunas partes de su cuerpo parecían estar comprimiéndose fruto de la presión que estos ejercían.
- Señorita Ellie, debería visitar a su compañero, se aloja en el camerino 205. Le ha dejado una nota, y ha insistido en verle.
Ellie afirmó a la par que seguía lamiendo su pata, algo que hacía continuamente sin darse cuenta.
Aquel compañero era Giotto, y tal como pasó en la aguja, les tocó compartir barco. No habían podido cruzar palabra alguna, pero no había hecho falta. Ahora tendrían todo el tiempo del mundo. Podrían contarse las sensaciones vividas, o el futuro que les quedaba ahora. Pero si Giotto le llamaba con tanta insistencia… ¿Quizá quería algo más? Muy pronto lo sabría.
Giotto Leblanc
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Despechado, ultrajado y con las manos manchadas de sangre. El joven agente abandono la aguja y se fue en un navío distinto al del resto de sus compañeros de agencia. Allí, malherida y siendo atendida por los médicos, se encontraba la agente del gobierno de la raza mink que había conocido hacía pocas horas, Ellie. Le dejó una nota para que fuera a su despacho, y se fue a descansar. Al cabo de media hora llamaron a su habitación. Giotto pensó que sería la mink, pero resulto que era una de sus superiores, la agente reina.
—Agente nueve —dijo ella. Cerró la puerta, dejándose caer sobre ella y clavó una mirada pícara, mientras sonreía, sobre los ojos de Giotto—. He venido a entregarte tu nueva misión —Y le entregó una hoja de papel.
—Dile a As que no estoy para tonterías —le increpó el agente, quemando la hoja de papel.
—Sabía qué harías eso —le dijo, caminando hacia él y sentándose sobre su regazo, pasando su brazo por el hombro. Se cruzó de piernas, y justo después llevo sus labios a la oreja de Giotto—. Eres tan predecible… —le susurró—. A la par que confiado —Y la joven le apuntó con un pequeño machete en el pecho, imbuido en haki y apuntando directamente a su corazón—. No olvides tu posición en este lugar, ¿entendido? Te damos una orden. La cumples y obedeces. Así que vas a leer este papel y vasa cumplir con tu cometido.
El cuchillo desapareció como por arte de magia, y en su lugar había un sobre con el logo de la agencia.
—Entendido —le respondió Giotto, mosqueado—. Pero tras esto voy a coger mi derecho constitucional a una excedencia.
La joven sonrió y se fue de allí.
Entonces, pegaron de nuevo en la puerta.
—Adelante —dijo él.
—Agente nueve —dijo ella. Cerró la puerta, dejándose caer sobre ella y clavó una mirada pícara, mientras sonreía, sobre los ojos de Giotto—. He venido a entregarte tu nueva misión —Y le entregó una hoja de papel.
—Dile a As que no estoy para tonterías —le increpó el agente, quemando la hoja de papel.
—Sabía qué harías eso —le dijo, caminando hacia él y sentándose sobre su regazo, pasando su brazo por el hombro. Se cruzó de piernas, y justo después llevo sus labios a la oreja de Giotto—. Eres tan predecible… —le susurró—. A la par que confiado —Y la joven le apuntó con un pequeño machete en el pecho, imbuido en haki y apuntando directamente a su corazón—. No olvides tu posición en este lugar, ¿entendido? Te damos una orden. La cumples y obedeces. Así que vas a leer este papel y vasa cumplir con tu cometido.
El cuchillo desapareció como por arte de magia, y en su lugar había un sobre con el logo de la agencia.
—Entendido —le respondió Giotto, mosqueado—. Pero tras esto voy a coger mi derecho constitucional a una excedencia.
La joven sonrió y se fue de allí.
Entonces, pegaron de nuevo en la puerta.
—Adelante —dijo él.
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La mink se dispuso a tocar la puerta, pero en ese preciso momento, una mujer salió de ella. Sorprendida, la joven loba dio un salto hacia atrás, e intentó fijarse en el rostro de la mujer. Pero ésta pareció ignorarla, y no tardó en alejarse por el pasillo.
-Hasta luego -susurró-.
Tras el peculiar momento vivido, Ellie tocó con firmeza la puerta. Quizá con más de la que debía, ya que los dos primeros impactos le respondieron en forma de un intenso calambre, recordándole que su estado no era el más idóneo.
-¿Gio? -preguntaría justo antes de entrar- No sé qué le habrás hecho a esa mujer… Pero vaya cara de pocos amigos llevaba. ¿Habéis hecho sexo? -susurró a la par que se lamía la pata- No sé si es una pregunta muy íntima. No he hablado nunca de sexo con nadie, la verdad -comentó a la par que llevaba su pata más vendada a su mentón- ¿A ti qué te gusta que te hagan cuando haces sexo? A mi me gustan tantas cosas…
Pero la mente de Ellie le recordó por un instante que no estaban allí para hablar de hacer sexo -o sí, al fin y al cabo quien quería hablar era Gio-, así que dio un brusco giro en la conversación.
-Esto… Gio, para qué me has llamado? -le preguntó con una pícara sonrisa a la par que daba unos lametones cada vez más lentos a su pata.
Quizá en la próxima clase de protocolo alguien le tendría que decir a la loba que estaba insinuandose de una manera muy poco sutil. Frente a una persona menos sutil aún. ¿Qué podía pasar?
-Hasta luego -susurró-.
Tras el peculiar momento vivido, Ellie tocó con firmeza la puerta. Quizá con más de la que debía, ya que los dos primeros impactos le respondieron en forma de un intenso calambre, recordándole que su estado no era el más idóneo.
-¿Gio? -preguntaría justo antes de entrar- No sé qué le habrás hecho a esa mujer… Pero vaya cara de pocos amigos llevaba. ¿Habéis hecho sexo? -susurró a la par que se lamía la pata- No sé si es una pregunta muy íntima. No he hablado nunca de sexo con nadie, la verdad -comentó a la par que llevaba su pata más vendada a su mentón- ¿A ti qué te gusta que te hagan cuando haces sexo? A mi me gustan tantas cosas…
Pero la mente de Ellie le recordó por un instante que no estaban allí para hablar de hacer sexo -o sí, al fin y al cabo quien quería hablar era Gio-, así que dio un brusco giro en la conversación.
-Esto… Gio, para qué me has llamado? -le preguntó con una pícara sonrisa a la par que daba unos lametones cada vez más lentos a su pata.
Quizá en la próxima clase de protocolo alguien le tendría que decir a la loba que estaba insinuandose de una manera muy poco sutil. Frente a una persona menos sutil aún. ¿Qué podía pasar?
Giotto Leblanc
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La idea principal de Giotto era ofrecerle a la agente tomar algo en cuanto llegaran a tierra, y saber más de como llego a convertirse en agente siendo de la noble raza mink. Sin embargo, la aparición de jota en el barco trastocó todos sus planes.
—Me han mandado una misión y he pensado en ti para completarla, ¿te interesa? —le preguntó, enseñándole la carta—. Aún no la he abierto, pero me han comunicado que es urgente.
El rubio esperaba que la joven cánida accediera a realizar aquella empresa junto a él, ya que de no hacerlo tendría que ir seguramente solo. Su relación con Drech no pasaba por el mejor momento por culpa del maldito pelomoco. Tan solo pensar en él, hacía que la temperatura de su cuerpo aumentara y tuviera ganas de arremeter con sus llamas a alguien. Y entonces, la joven dijo que sí.
”Señor nueve,
A las 20:00 p.m. del próximo día, en el reino de Lyvneel, en el lugar donde convergen todos los caminos, el cuervo traerá la buena nueva.”
Era una carta concisa, simple y, desde su punto de vista, demasiado corta. Odiaba cuando As le enviaba ese tipo de mensajes, ya que no le llevaban a ningún lado concreto.
—Tenemos que saber cuándo pasaremos cerca del reino de Lyvneel —dijo Giotto—. ¿Alguna idea? —le preguntó.
—Me han mandado una misión y he pensado en ti para completarla, ¿te interesa? —le preguntó, enseñándole la carta—. Aún no la he abierto, pero me han comunicado que es urgente.
El rubio esperaba que la joven cánida accediera a realizar aquella empresa junto a él, ya que de no hacerlo tendría que ir seguramente solo. Su relación con Drech no pasaba por el mejor momento por culpa del maldito pelomoco. Tan solo pensar en él, hacía que la temperatura de su cuerpo aumentara y tuviera ganas de arremeter con sus llamas a alguien. Y entonces, la joven dijo que sí.
”Señor nueve,
A las 20:00 p.m. del próximo día, en el reino de Lyvneel, en el lugar donde convergen todos los caminos, el cuervo traerá la buena nueva.”
Era una carta concisa, simple y, desde su punto de vista, demasiado corta. Odiaba cuando As le enviaba ese tipo de mensajes, ya que no le llevaban a ningún lado concreto.
—Tenemos que saber cuándo pasaremos cerca del reino de Lyvneel —dijo Giotto—. ¿Alguna idea? —le preguntó.
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Durante un momento la loba se sintió ignorada, aunque tardó poco en darse cuenta que quizá Gio le estaba haciendo un favor no contestando a sus preguntas un tanto... explícitas.
- Claro, compañero. Estoy más que dispuesta a ayudarte.
El rubio abrió el sobre con delicadeza, aunque mientras lo hacía empezó a emanar más temperatura que hasta ese momento. La mink empezó a lamerse la pata mientras se alejaba un par de pasos, por si su nuevo amigo estallaba. Aunque... ¿Qué le haría el fuego a la lava? Una pregunta químicamente muy interesante. Puede que los puntos de fusión...
Ellie, vale ya. La clase de química puede esperar. Este hombre ha dejado de emanar tanta calor, y ya ha abierto el sobre. Lo está leyendo. Acercate y lee tú también.
La carta era escueta, quizá demasiado, pero al fin y al cabo no necesitaban mucha más información para acceder al sitio. Aunque... tenía una especie de jerogrífico que descifrar. "El cuervo traerá buena nueva".
- Vaya... Igual viene algo en el reverso -comentó la mink a la par que cogía la carta y le daba la vuelta-. Bueno vale... Pues no. Vaya tela...
Gio preguntó sobre qué hacer, la carta solo dejaba una cosa clara, había que ir a Lyvneel cuanto antes. Y Ellie creía saber cómo.
- El escuadrón veintitrés va a parar al reino Lyvneel, tienen que hacer una serie de comprobaciones en el cuartel de la marina, no sé mucho más. Me lo ha dicho Soto, de la brigada de artillería, que por lo visto van a una isla semi-desierta que está cerca de Lyvneel, pero no me ha querido detallar nada más. ¿Conoces a alguien del escuadrón veintitrés? Yo a Maren, que es una chica así rubia y con curvas, de esas que os gustan a los hombres. La conozco desde hace unos días, coincidí con ella en la enfermería y estuvimos hablando sobre costumbres de nuestros pueblos, quizá puedo preguntarle que cuando vamos a la isla. Aunque... ¿Dónde estamos exactamente, Gio? No sé si llegaremos. Mira, voy a preguntarle a Miren, ¿vale? Toma este walkie, cuando tenga información te cuento, mientras tanto intenta tu encontrar a alguien que te de ayuda. Me voy!
Y Ellie cerró la puerta corriendo, en dirección a la enfermería y como si no tuviera ninguna preocupación más. Con una cada vez más intensa sed, quizá fruto de no parar de hablar cuando podía resumir todo a una décima parte de lo que decía. Pero qué sería de Ellie sin sus interminables conversaciones.
- Claro, compañero. Estoy más que dispuesta a ayudarte.
El rubio abrió el sobre con delicadeza, aunque mientras lo hacía empezó a emanar más temperatura que hasta ese momento. La mink empezó a lamerse la pata mientras se alejaba un par de pasos, por si su nuevo amigo estallaba. Aunque... ¿Qué le haría el fuego a la lava? Una pregunta químicamente muy interesante. Puede que los puntos de fusión...
Ellie, vale ya. La clase de química puede esperar. Este hombre ha dejado de emanar tanta calor, y ya ha abierto el sobre. Lo está leyendo. Acercate y lee tú también.
La carta era escueta, quizá demasiado, pero al fin y al cabo no necesitaban mucha más información para acceder al sitio. Aunque... tenía una especie de jerogrífico que descifrar. "El cuervo traerá buena nueva".
- Vaya... Igual viene algo en el reverso -comentó la mink a la par que cogía la carta y le daba la vuelta-. Bueno vale... Pues no. Vaya tela...
Gio preguntó sobre qué hacer, la carta solo dejaba una cosa clara, había que ir a Lyvneel cuanto antes. Y Ellie creía saber cómo.
- El escuadrón veintitrés va a parar al reino Lyvneel, tienen que hacer una serie de comprobaciones en el cuartel de la marina, no sé mucho más. Me lo ha dicho Soto, de la brigada de artillería, que por lo visto van a una isla semi-desierta que está cerca de Lyvneel, pero no me ha querido detallar nada más. ¿Conoces a alguien del escuadrón veintitrés? Yo a Maren, que es una chica así rubia y con curvas, de esas que os gustan a los hombres. La conozco desde hace unos días, coincidí con ella en la enfermería y estuvimos hablando sobre costumbres de nuestros pueblos, quizá puedo preguntarle que cuando vamos a la isla. Aunque... ¿Dónde estamos exactamente, Gio? No sé si llegaremos. Mira, voy a preguntarle a Miren, ¿vale? Toma este walkie, cuando tenga información te cuento, mientras tanto intenta tu encontrar a alguien que te de ayuda. Me voy!
Y Ellie cerró la puerta corriendo, en dirección a la enfermería y como si no tuviera ninguna preocupación más. Con una cada vez más intensa sed, quizá fruto de no parar de hablar cuando podía resumir todo a una décima parte de lo que decía. Pero qué sería de Ellie sin sus interminables conversaciones.
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