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Annie fijó la vista al frente y a lo lejos se encontraba la isla Leaping, un lugar extraño. Las malas lenguas decían que nadie quería hacerse cargo de la isla por lo rara que era. Según los informes que les había dado el oficial Giorgio Di Pesto, habitaba una tribu indígena muy celosa de su territorio y aquí entraba el objetivo de la arquera, junto con el gyojin revolucionario Maki debían hacer entrar en razón a la tribu para poder asentar una base revolucionaria. No era fácil y tampoco le agradaba tener que convencer a una tribu de que podrían unirse a las filas. De hecho, creía que eso podía salir muy mal, pero no estaba ahí para cuestionar las decisiones de su superior.
El barco en el que se encontraba pertenecía al oficial Giorgio y todo su comando, este navegaba a la máxima velocidad posible y de vez en cuando solicitaban la ayuda del viento de la arquera para aumentar los nudos. Esta vez no había podido traer consigo a la Estrella del Viento. Su barco estaba perfectamente preparado para todo tipo de situaciones e iba más rápido que el, pero al parecer no lo iban a necesitar ya que ni iban a luchar ni nada. Tras eso, alguien silbó y Annie se giró, el oficial estaba haciendo señas a ella y a Maki para que se acercaran.
-Esto es muy importante, si no ganamos una nueva base nuestra autoridad se resentirá así que más os vale cumplirlo. Confío en vosotros, por eso os he elegido. - Tras eso, señaló al horizonte -. Os preguntaréis por qué tanta velocidad, la isla no es estable, cada doce horas asciende hasta tres mil metros de altura. Tenéis que convencerlos antes de que se alce o si no, en caso de peligro , no podremos rescataros.
-No hará falta, a unas malas siempre podremos escapar volando - comentó Annie con seguridad -. ¿Estás listo Maki?
Annie chasqueó un dedo e hizo que el gyojin comenzara a levantarse lentamente gracias al poder de su viento. Sabía que al revolucionario no le gustaba moverse por el aire debido al miedo a caerse, lo había experimentado en la Aguja, pero le resultaba gracioso ver cómo se comportaba en esas situaciones. Él fue primero y, ella, tras él, alzándose en el aire. En muy poco tiempo llegaron a la cala abandonada y, cuando sus pies tocaron la arena miró a su alrededor.
-Deberíamos idear un plan mientras vamos de camino a buscarlos. Si son indígenas dudo que accedan a hablar tan fácilmente con unos forasteros - se llevó la mano a la barbilla, pensando mientras se disponía a caminar.
El barco en el que se encontraba pertenecía al oficial Giorgio y todo su comando, este navegaba a la máxima velocidad posible y de vez en cuando solicitaban la ayuda del viento de la arquera para aumentar los nudos. Esta vez no había podido traer consigo a la Estrella del Viento. Su barco estaba perfectamente preparado para todo tipo de situaciones e iba más rápido que el, pero al parecer no lo iban a necesitar ya que ni iban a luchar ni nada. Tras eso, alguien silbó y Annie se giró, el oficial estaba haciendo señas a ella y a Maki para que se acercaran.
-Esto es muy importante, si no ganamos una nueva base nuestra autoridad se resentirá así que más os vale cumplirlo. Confío en vosotros, por eso os he elegido. - Tras eso, señaló al horizonte -. Os preguntaréis por qué tanta velocidad, la isla no es estable, cada doce horas asciende hasta tres mil metros de altura. Tenéis que convencerlos antes de que se alce o si no, en caso de peligro , no podremos rescataros.
-No hará falta, a unas malas siempre podremos escapar volando - comentó Annie con seguridad -. ¿Estás listo Maki?
Annie chasqueó un dedo e hizo que el gyojin comenzara a levantarse lentamente gracias al poder de su viento. Sabía que al revolucionario no le gustaba moverse por el aire debido al miedo a caerse, lo había experimentado en la Aguja, pero le resultaba gracioso ver cómo se comportaba en esas situaciones. Él fue primero y, ella, tras él, alzándose en el aire. En muy poco tiempo llegaron a la cala abandonada y, cuando sus pies tocaron la arena miró a su alrededor.
-Deberíamos idear un plan mientras vamos de camino a buscarlos. Si son indígenas dudo que accedan a hablar tan fácilmente con unos forasteros - se llevó la mano a la barbilla, pensando mientras se disponía a caminar.
Maki
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-¿No os encanta el olor a panqueques por la mañana? -preguntó el Oficial Makintosh tras inhalar profundamente y llenarse los pulmones del aroma dulzón del sirope de tortuga.
-Por supuesto que sí, Oficial.
-Es delicioso, jefe.
-¿De verdad has hecho mermelada con una tortuga?
Maki asintió complacido. Aunque Charlie el Turras no colaboraba mucho, había sido buena idea llevar a sus pelotas a la misión. Al fin y al cabo, debía dejar claro que allí quien mandaba era él, y no el tal Pesto. Mira que pretender darle órdenes. ¡A él! Por suerte, a Maki se le daba muy bien la intimidación pasivo-agresiva. Había puesto todo su esfuerzo en mostrar su autoridad mediante todo tipo de gestos sutiles. El primero de ellos, invitar a la misión a quien le dio la gana. No solo había traído a algunos miembros de los Centellas, sino que también había buscado camarotes para la bibliotecaria de Báltigo, un par de vendedores ambulantes de libros y todo el club de costura de los lunes por la tarde. Aunque debía admitir que a lo mejor se había pasado al traer a todos los dueños de perros del parque de mascotas.
-Ya hemos llegado, jefe.
-Muy bien. Preparad mis zancos.
Maki metió tripa para poder salir de la mesa de desayuno y se subió a los zancos -todo el mundo sabía que el jefe era el que más alto estaba-. Se acercó tambaleándose sobre los maderos y miró desde arriba al pomposo oficial. El pobre Pesto no era Oficial como él, no tenía derecho a las mayúsculas. Para demostrar que no recibía órdenes de nadie, se puso a cantar mientras Pesto les daba las instrucciones sobre la misión.
-¿Has terminado? -Las gafas de sol, el bigote postizo y la boina del Oficial Makintosh no daban pie a réplica-. Bien.
Su compañera iba a ser esa chica-serpiente-almohada-de-plumas con la que se marcó un tango en la Torre Malvada. No es que molase mucho, pero si cumplía con su trabajo llevando una compañera mucho menos condecorada que él, su reputación subiría como la espuma.
-Ponte esto, Escamas -Maki le tendió las camisetas oficiales de la misión. En la del gyojin ponía "Pa' jefe, yo"; en la de la chica ponía "Voy con el jefazo".
No debieron gustarle mucho, porque no se le ocurrió otra cosa más que hacerle volar. Dioses, cómo odiaba eso. Alguien tan blandurrio como él no estaba hecho para pulular por el aire como un globo pinchado. Tuvo que contener las ganas de vomitar durante el breve viajecito hasta la playa, pero trató de que no se notase su malestar cuando por fin pudo clavar los zancos en la arena.
-Pues venga... -Hizo una pausa larga para retomar el aliento y se mentalizó para el mando-. ¡Vamos pallá! -ordenó.
"No debí comer tanta tortuga".
-Por supuesto que sí, Oficial.
-Es delicioso, jefe.
-¿De verdad has hecho mermelada con una tortuga?
Maki asintió complacido. Aunque Charlie el Turras no colaboraba mucho, había sido buena idea llevar a sus pelotas a la misión. Al fin y al cabo, debía dejar claro que allí quien mandaba era él, y no el tal Pesto. Mira que pretender darle órdenes. ¡A él! Por suerte, a Maki se le daba muy bien la intimidación pasivo-agresiva. Había puesto todo su esfuerzo en mostrar su autoridad mediante todo tipo de gestos sutiles. El primero de ellos, invitar a la misión a quien le dio la gana. No solo había traído a algunos miembros de los Centellas, sino que también había buscado camarotes para la bibliotecaria de Báltigo, un par de vendedores ambulantes de libros y todo el club de costura de los lunes por la tarde. Aunque debía admitir que a lo mejor se había pasado al traer a todos los dueños de perros del parque de mascotas.
-Ya hemos llegado, jefe.
-Muy bien. Preparad mis zancos.
Maki metió tripa para poder salir de la mesa de desayuno y se subió a los zancos -todo el mundo sabía que el jefe era el que más alto estaba-. Se acercó tambaleándose sobre los maderos y miró desde arriba al pomposo oficial. El pobre Pesto no era Oficial como él, no tenía derecho a las mayúsculas. Para demostrar que no recibía órdenes de nadie, se puso a cantar mientras Pesto les daba las instrucciones sobre la misión.
-¿Has terminado? -Las gafas de sol, el bigote postizo y la boina del Oficial Makintosh no daban pie a réplica-. Bien.
Su compañera iba a ser esa chica-serpiente-almohada-de-plumas con la que se marcó un tango en la Torre Malvada. No es que molase mucho, pero si cumplía con su trabajo llevando una compañera mucho menos condecorada que él, su reputación subiría como la espuma.
-Ponte esto, Escamas -Maki le tendió las camisetas oficiales de la misión. En la del gyojin ponía "Pa' jefe, yo"; en la de la chica ponía "Voy con el jefazo".
No debieron gustarle mucho, porque no se le ocurrió otra cosa más que hacerle volar. Dioses, cómo odiaba eso. Alguien tan blandurrio como él no estaba hecho para pulular por el aire como un globo pinchado. Tuvo que contener las ganas de vomitar durante el breve viajecito hasta la playa, pero trató de que no se notase su malestar cuando por fin pudo clavar los zancos en la arena.
-Pues venga... -Hizo una pausa larga para retomar el aliento y se mentalizó para el mando-. ¡Vamos pallá! -ordenó.
"No debí comer tanta tortuga".
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Annie observó el rostro de Maki y no pudo evitar reírse. El hecho de que no le gustara volar le resultaba demasiado gracioso sobre todo por sus gestos y comportamientos. La revolucionaria no estaba a favor de ponerse una camiseta cuyo logo era "voy con el jefazo", pero aun así decidió quedársela por si algún día la necesitaba. Ella era su propio jefe y puede que recibiese órdenes de otros superiores, pero las que recibiera solo lo haría por la revolución en momentos oportunos.
-No ha sido para tanto - comentó la muchacha - ¿Quieres un poco de aire para ver si te despejas? - Inquirió con burla.
Ante ellos se abrían numerosos caminos en un estado bastante deplorable. Los caminos contenían agujeros de gran tamaño como si pasaran a menudo por ellos y en otros los zarzales se abrían paso para dominarlo todo. Annie accedió a ir por el que más despejado estaba a pesar del estado de este.
-Antes de llegar aquí estuve estudiando el mapa de la isla, se compone principalmente de bosques y hay al menos tres asentamientos tribales. El más importante está en el centro, por lo que llegar a él no será muy fácil y podrían tendernos emboscadas.
Annie sabía el peligro que entrañaba atravesar un bosque desconocido, pero confiaba en sus habilidades para salir bien parados. Cualquier vibración en el viento que sintiera, ya fuera en el suelo o en las copas de los árboles, estaría atenta y alertaría a Maki del peligro. Ir por los alrededores de la isla era una tontería, solo atrasarían más y corrían la mala suerte de que los isleños no les permitiesen avanzar hacia el interior.
-¿Sabes ya qué decirles cuando nos los encontremos? - Preguntó mientras apartaba unos zarzales con la pierna derecha.
-No ha sido para tanto - comentó la muchacha - ¿Quieres un poco de aire para ver si te despejas? - Inquirió con burla.
Ante ellos se abrían numerosos caminos en un estado bastante deplorable. Los caminos contenían agujeros de gran tamaño como si pasaran a menudo por ellos y en otros los zarzales se abrían paso para dominarlo todo. Annie accedió a ir por el que más despejado estaba a pesar del estado de este.
-Antes de llegar aquí estuve estudiando el mapa de la isla, se compone principalmente de bosques y hay al menos tres asentamientos tribales. El más importante está en el centro, por lo que llegar a él no será muy fácil y podrían tendernos emboscadas.
Annie sabía el peligro que entrañaba atravesar un bosque desconocido, pero confiaba en sus habilidades para salir bien parados. Cualquier vibración en el viento que sintiera, ya fuera en el suelo o en las copas de los árboles, estaría atenta y alertaría a Maki del peligro. Ir por los alrededores de la isla era una tontería, solo atrasarían más y corrían la mala suerte de que los isleños no les permitiesen avanzar hacia el interior.
-¿Sabes ya qué decirles cuando nos los encontremos? - Preguntó mientras apartaba unos zarzales con la pierna derecha.
Maki
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Maki puso todo su empeño. Cuando quería algo no existía fuerza humana ni divina capaz de detenerlo, tan férrea era su testarudez. La gravedad, la tacañería de un heladero en verano y la fuerza de voluntad de Augustus Makintosh, en ese orden, representaban las más poderosas fuerzas del universo. Por desgracia, seguía sin ser suficiente.
-Antes de llegar aquí estuve estudiando el mapa de la isla -dijo Escamas, encaminándose hacia la selva.
Tiró hacia arriba, hacia un lado, hacia el otro. Nada. La chica siguió dando importantes detalles de la misión. Su voz cada vez menos audible según se internaba en la primera línea de follaje. Maki redobló sus esfuerzos. No podía permitirse un fracaso tan temprano en su misión, ni siquiera por culpa de un contratiempo de tamaña magnitud.
-¿Sabes ya qué decirles cuando nos los encontremos?
Al final, hizo lo único que podía hacer.
-¡Espera! -exclamó. Aún no se había movido del sitio donde había aterrizado-. Es que... los zancos se han clavado en la arena y no puedo sacarlos.
Maki tardó un buen rato en poder liberarse de la trampa mortal en la que él mismo se había metido. Los malditos zancos estaban hundidos veinte centímetros en la playa y no había dios que los moviera. Al final decidió desatárselos, pero el nudo era de los concienzudos. Y encima casi no tenía uñas. "Augustus, tienes que dejar de mordértelas", se reprobó como tantas otras veces. Sus dedos rollizos tuvieron muchos problemas para deshacer las ataduras, y el silencio incómodo se iba haciendo cada vez más... incómodo, según pasaban los minutos. Menos mal que no tenían prisa.
-Vale, ya está.
Saltó a la arena. Quemaba tanto que se planteó volver al barco a por sus zapatos, pero eso habría sido poco profesional. Caminó a saltitos hasta donde estaba Escamas, se alisó con calma las arrugas de su camiseta nueva y respiro hondo, mentalizándose para el comienzo de su misión.
-¿Qué decías?
-Antes de llegar aquí estuve estudiando el mapa de la isla -dijo Escamas, encaminándose hacia la selva.
Tiró hacia arriba, hacia un lado, hacia el otro. Nada. La chica siguió dando importantes detalles de la misión. Su voz cada vez menos audible según se internaba en la primera línea de follaje. Maki redobló sus esfuerzos. No podía permitirse un fracaso tan temprano en su misión, ni siquiera por culpa de un contratiempo de tamaña magnitud.
-¿Sabes ya qué decirles cuando nos los encontremos?
Al final, hizo lo único que podía hacer.
-¡Espera! -exclamó. Aún no se había movido del sitio donde había aterrizado-. Es que... los zancos se han clavado en la arena y no puedo sacarlos.
Maki tardó un buen rato en poder liberarse de la trampa mortal en la que él mismo se había metido. Los malditos zancos estaban hundidos veinte centímetros en la playa y no había dios que los moviera. Al final decidió desatárselos, pero el nudo era de los concienzudos. Y encima casi no tenía uñas. "Augustus, tienes que dejar de mordértelas", se reprobó como tantas otras veces. Sus dedos rollizos tuvieron muchos problemas para deshacer las ataduras, y el silencio incómodo se iba haciendo cada vez más... incómodo, según pasaban los minutos. Menos mal que no tenían prisa.
-Vale, ya está.
Saltó a la arena. Quemaba tanto que se planteó volver al barco a por sus zapatos, pero eso habría sido poco profesional. Caminó a saltitos hasta donde estaba Escamas, se alisó con calma las arrugas de su camiseta nueva y respiro hondo, mentalizándose para el comienzo de su misión.
-¿Qué decías?
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