Por primera vez en mucho tiempo, Al Naion no portaba espada. Fuego helado estaba a buen recaudo en el cuartel de Ciudad Celeste, y el resto de sus armas en el interior de su barco. Por no llevar, no llevaba ningún distintivo de la Marina más allá de un den den mushi en la funda de su violín, oculto en un doble fondo tras Oro de luna. Es más, por no llevar no llevaba ni siquiera ropa formal, sustituyendo su habitual camisa roja y la corbata que ceñía en torno a su cuello por una -bastante llamativa- camisa rosa con estampado de flores en blanco. Por primera vez en mucho tiempo, por primera vez desde que había aceptado el cargo de Almirante, Al Naion estaba de vacaciones; e iba a disfrutarlas como un ciudadano normal. Había llevado como equipaje tan solo un traje por si acaso y un par de mudas limpias, además del violín y un par de libretos que tenía pendiente revisar para el espectáculo Pagiaci para estrenar en Dark Dome durante el año siguiente. No podía dirigirlo una vez de vuelta en el cuerpo, por mera imposibilidad física, pero le gustaba seguir en contacto con la gente del auditorio.
Se encontraba en Johota, y más concretamente en la muy pequeña villa de Ciudad Índigo... Bueno, pequeña en comparación a las dos grandes ciudades, las cuales podían compararse en tecnología y superficie con las grandes áreas de Grand Line. Sin embargo él estaba allí en busca de paz y tranquilidad, de una calma de la que no había podido gozar desde hacía casi un año. Según el convenio, entre vacaciones y boscosos le correspondían casi dos meses libres y, aunque solo iba a gastar un par de días, había subido a su moto con entusiasmo. Había recorrido una noche entera y casi una mañana completa el mar hasta llegar, y había pasado durmiendo las nueve horas siguientes. Pero en aquella isla a las apenas diez y media de la noche se sentía tan bien despertar que el viaje había valido la pena. Incluso había remoloneado un poco antes de bajar hasta recepción y consultar las posibilidades del lugar.
- Tenga cuidado si sale de noche, señor -recomendó un joven recepcionista con la barba más cuidada que nunca había visto-. Hace unas semanas la criminalidad ha aumentado mucho en esta ciudad. Se ha asentado una banda pirata cerca del puerto y si no toma alguna precaución podría llevarse un susto.
- Gracias, eh... -Miró el nombre en su placa-. Heráclito. Pero estoy de vacaciones, y a los turistas nunca nos pasa nada malo.
Aquello despertó varias preguntas en Al. Una de ellas, "¿quién demonios llamaba Heráclito a su hijo?", aunque la más importante era si debía intervenir en aquello. Había pros y contras de hacerlo, pero estaba bastante seguro de que entre todos los papeles que había firmado antes de tomarse unas merecidas vacaciones -y con firmarlos quería decir ojeado mientras Arthur firmaba- había uno destinado a equipar un equipo de búsqueda y asalto para asegurar la isla. Igual por eso, inconscientemente, la había elegido. Tal vez también por ser una de las islas más cálidas al norte, o por su gastronomía variada y gentes encantadoras... La verdad era que el folleto había vendido muy bien aquel lugar. Así que, confiando en que el Cuartel General del North Blue hubiese tomado medidas, decidió ir a tumbarse en la playa.
- Esto sin alcohol es un poco más aburrido -dijo para sí, tirado sobre una toalla mientras leía el libreto. A su lado llevaba el violín del que nunca se separaba, pero le faltaba el chupito por cada vez que alguien cantase al morir en la obra: Ya llevaría por lo menos siete. En cualquier caso el sonido de la marea y su vaivén resultaba relajante, y no había visto ni un solo pirata en todo el tiempo que llevaba fuera. Salvo... Tal vez... Ese señor que amablemente le apuntaba con una pistola hacía un rato y no había dicho nada por no interrumpir su lectura.
- Podrías dejar de ignorarme, ¿no? Te estoy atracando y eso.
- Solo un capítulo más, por favor.
Se encontraba en Johota, y más concretamente en la muy pequeña villa de Ciudad Índigo... Bueno, pequeña en comparación a las dos grandes ciudades, las cuales podían compararse en tecnología y superficie con las grandes áreas de Grand Line. Sin embargo él estaba allí en busca de paz y tranquilidad, de una calma de la que no había podido gozar desde hacía casi un año. Según el convenio, entre vacaciones y boscosos le correspondían casi dos meses libres y, aunque solo iba a gastar un par de días, había subido a su moto con entusiasmo. Había recorrido una noche entera y casi una mañana completa el mar hasta llegar, y había pasado durmiendo las nueve horas siguientes. Pero en aquella isla a las apenas diez y media de la noche se sentía tan bien despertar que el viaje había valido la pena. Incluso había remoloneado un poco antes de bajar hasta recepción y consultar las posibilidades del lugar.
- Tenga cuidado si sale de noche, señor -recomendó un joven recepcionista con la barba más cuidada que nunca había visto-. Hace unas semanas la criminalidad ha aumentado mucho en esta ciudad. Se ha asentado una banda pirata cerca del puerto y si no toma alguna precaución podría llevarse un susto.
- Gracias, eh... -Miró el nombre en su placa-. Heráclito. Pero estoy de vacaciones, y a los turistas nunca nos pasa nada malo.
Aquello despertó varias preguntas en Al. Una de ellas, "¿quién demonios llamaba Heráclito a su hijo?", aunque la más importante era si debía intervenir en aquello. Había pros y contras de hacerlo, pero estaba bastante seguro de que entre todos los papeles que había firmado antes de tomarse unas merecidas vacaciones -y con firmarlos quería decir ojeado mientras Arthur firmaba- había uno destinado a equipar un equipo de búsqueda y asalto para asegurar la isla. Igual por eso, inconscientemente, la había elegido. Tal vez también por ser una de las islas más cálidas al norte, o por su gastronomía variada y gentes encantadoras... La verdad era que el folleto había vendido muy bien aquel lugar. Así que, confiando en que el Cuartel General del North Blue hubiese tomado medidas, decidió ir a tumbarse en la playa.
- Esto sin alcohol es un poco más aburrido -dijo para sí, tirado sobre una toalla mientras leía el libreto. A su lado llevaba el violín del que nunca se separaba, pero le faltaba el chupito por cada vez que alguien cantase al morir en la obra: Ya llevaría por lo menos siete. En cualquier caso el sonido de la marea y su vaivén resultaba relajante, y no había visto ni un solo pirata en todo el tiempo que llevaba fuera. Salvo... Tal vez... Ese señor que amablemente le apuntaba con una pistola hacía un rato y no había dicho nada por no interrumpir su lectura.
- Podrías dejar de ignorarme, ¿no? Te estoy atracando y eso.
- Solo un capítulo más, por favor.
Siempre era reconfortarte el poder hacer el trabajo que piensas que es el que más te gusta, porque estás haciendo algo por la sociedad, y como no, empezarlo a hacer por la región cercana que te vió nacer. Si bien, esto no era la gran ciudad, la joya del North Blue, Lyneel, sin duda alguna, muy bulliciosa y con mucho trabajo que hacer por la cantidad de gente... la pequeña en comparación, ciudad Índigo, como el color del propio océano que bañaba estas costas.
Era más que una ciudad, más bien un pueblo, que no era tan diferente del que nació. Justo en ese instante, pensamientos melancólicos invadían la mente de la joven recluta, Naitlyn.
El camino de la ciudad principal de aquella isla, hasta su destino actual no había tenido muchas complicaciones. Lo único que el Sol empezaba a ponerse y seguramente al llegar casi habría ya anochecido. La situación actual del sitio es que al parecer en los últimos días, los lugareños habían sufrido ataques, robos y similares porque al parecer, una banda de piratas habían decidido arribar cerca del pueblo. ¿A qué le recordaba eso? Sí, a su niñez cuando piratas asaltaron su preciada villa. Y eso era algo que no debería de repetirse nunca.
Por lo que poniéndonos al día, ella había sido enviada desde la central en Lyneel, como refuerzos a otros marines que ya estaban allí destinados, a investigar y a poder ser, dar fin a tales fechorías.
El caso es que por lo poco que sabía del asunto, es que estaban ocultos y cuando caía la noche era justamente que eran más activos. Así que quizás el crepúsculo del momento, era un posible aviso de lo que pudiera pasar.
Esperó simplemente que su transporte, que era un carro, tirada por dos yeguas de carga, con patas pequeñas pero robustas, que no servían para correr, pero si para tirar sin problema de bastante peso, porque además del cochero, y ella que estaba en la parte de atrás, llevaba mercancía, ya examinada previamente, para comprar y vender como hacían muchos mercaderes que viajaban por los caminos entre ciudad y ciudad.
Ella, estaba sentada en la parte trasera, con las piernas colgando, viendo como los árboles y otra flora se alejaban lentamente, con el chirriar de las ruedas de madera cuando pasaban por algún surco del camino de tierra delimitado. Se ajustó los guantes de cuero, ciñéndoselos aún más si cabe. Se ajustó las gafas antiventista encima de la gorra del uniforme oficial de la marina, echándose hacia atrás algún flequillo revoltoso por detrás de la oreja izquierda, dejando a la vista los tres aros que atravesaban el lóbulo, y un trozo metalico negro alargado que estaba agarrado al cartílago superior. Soltó un suspiro cuando entonces...
-Señorita, ya casi estamos llegando, y menos mal, porque ya casi anochece, y por lo que escuchado de mis camaradas de profesión, los caminos son menos seguros. Menos mal que me acompaña toda una marine y gracias a eso, me da una mayor sensación de seguridad. Dijo el cochero, un hombre de que tendría más de cuatro décadas vividas a sus espaldas, con un bigote de color castaño pero con puntos blancos, así como su cabeza que empezaba a tener fuertes entradas en los laterales de la cabeza. Vestido con una muda normal de viajero. En ese instante, prácticamente dio un brinco para ponerse de pie, ya que aquel carro no tenía techo, por lo que era fácil cambiar de sitio entre mercancía y asiento del cochero.
-Oh no, gracias a usted buen hombre que si no es por usted, me hubiera quedado esta noche en la capital, y cuando antes llegara, antes podría a ponerme manos a la obra. Gracias una vez más.- Dijo tranquilamente la recluta mientra daba un par de pasos colocándose casi a la altura del hombre que arriaba a los caballos. Entonces pudo ver a lo lejos los rubores rojizos del final del día, así como la aldea, realmente pequeña comparándola con otras vecinas, así como el susurro lejano del oleaje marítimo. La verdad es que sin haber llegado y ya le traía recuerdos de otros tiempos y otros lugares, que sin darse cuenta se le dibujó una pequeña sonrisilla en la comisura de sus rosados labios. Había llegado a Ciudad Índigo.
Cuando el transporte frenó, habiendo ya entrado en dicha pequeña urbe, la mujer de cabellos albicelestes, dio un salto del carro al suelo, flexionando ligeramente las rodillas -Déjeme que le ayude con estas cajas buen hombre- Casi parecía una orden más que una pregunta, donde acto seguido echó el cuerpo hacia adelante, para sacar un par de cajas que amontonó una encima de otra y las cogió como si nada, haciendo acopio de la fuerza que poseía su cuerpo trabajado, llevándolas en dirección donde el chófer de aquel humilde carro, se iba a hospedar. -¡Oh, no hacia falta señora! Pero veo que los jóvenes estáis llenos de energía. Agradecido.- Dijo finalmente cuando esta, terminó de darle la ayuda. -Un gusto poder ayudarle aunque sea con esto. Pero si me disculpa, he de encontrarme con mis compañeros. Mucha suerte.- Y se despidió moviendo su diestra, mientras caminaba por el pueblo, queriendo familiarizarse con la zona, aunque a decir verdad no había mucho que decir.
Era el típico pueblo que se abastecía de lo que el mar le regalaba, la tierra que cultivaban y de los animales que criaban. Que por eso era normal que alguna zona del pueblo, hubiera ese olor fuerte a almizcle de algunos animales de tiro. Pero nada fuera de lo común. Así que avanzó, prácticamente llegando a la playa, mientras inconscientemente se ajustaba el nudo de la camisa marine por encima de su vientre, que hacia que lo dejara perfectamente a al vista, hasta que... -¿Mmmmm?- Y entrecerró los ojos como para agudizar la vista. Ya que sus iris de color vino tinto habían captado una escena un tanto inusual que no se esperaba encontrar prácticamente llegando a Índigo.
Parpadeó varias veces quedando atónita unos momentos ¿Había una figura apuntando a otra al parecer que no ofrecía ninguna resistencia, con una pistola? ¿Esto era real? Y como un chaquillo en su cabeza la hizo reaccionar prácticamente de forma automática.
Salió corriendo en dirección al suceso, sin pensar, sin meditar, sí, era novata, pero eso era el pecado de cualquiera que pensaba que podría arreglar todo en este mundo. Mientras con cada paso, dejaba pisadas de la suela de sus botas en la arena de la playa, porque prácticamente estaban a la orilla del mar, meciéndose lentamente por la voluble marea, tiñiéndose del los últimos fulgores rojizos para dar paso a la noche... -¡Señor, por favor, baje el arma!- Habló fuerte, directa, concisa y clara, para que no hubiera mal entendidos. Frenando a una distancia prudencial, quedándose en posición defensiva, con ambos puños cerrados, piernas ligeramente flexionadas, y cuerpo en completa tensión.
Sí, el hecho de que anochezca, no significa que su jornada había terminado...
Era más que una ciudad, más bien un pueblo, que no era tan diferente del que nació. Justo en ese instante, pensamientos melancólicos invadían la mente de la joven recluta, Naitlyn.
El camino de la ciudad principal de aquella isla, hasta su destino actual no había tenido muchas complicaciones. Lo único que el Sol empezaba a ponerse y seguramente al llegar casi habría ya anochecido. La situación actual del sitio es que al parecer en los últimos días, los lugareños habían sufrido ataques, robos y similares porque al parecer, una banda de piratas habían decidido arribar cerca del pueblo. ¿A qué le recordaba eso? Sí, a su niñez cuando piratas asaltaron su preciada villa. Y eso era algo que no debería de repetirse nunca.
Por lo que poniéndonos al día, ella había sido enviada desde la central en Lyneel, como refuerzos a otros marines que ya estaban allí destinados, a investigar y a poder ser, dar fin a tales fechorías.
El caso es que por lo poco que sabía del asunto, es que estaban ocultos y cuando caía la noche era justamente que eran más activos. Así que quizás el crepúsculo del momento, era un posible aviso de lo que pudiera pasar.
Esperó simplemente que su transporte, que era un carro, tirada por dos yeguas de carga, con patas pequeñas pero robustas, que no servían para correr, pero si para tirar sin problema de bastante peso, porque además del cochero, y ella que estaba en la parte de atrás, llevaba mercancía, ya examinada previamente, para comprar y vender como hacían muchos mercaderes que viajaban por los caminos entre ciudad y ciudad.
Ella, estaba sentada en la parte trasera, con las piernas colgando, viendo como los árboles y otra flora se alejaban lentamente, con el chirriar de las ruedas de madera cuando pasaban por algún surco del camino de tierra delimitado. Se ajustó los guantes de cuero, ciñéndoselos aún más si cabe. Se ajustó las gafas antiventista encima de la gorra del uniforme oficial de la marina, echándose hacia atrás algún flequillo revoltoso por detrás de la oreja izquierda, dejando a la vista los tres aros que atravesaban el lóbulo, y un trozo metalico negro alargado que estaba agarrado al cartílago superior. Soltó un suspiro cuando entonces...
-Señorita, ya casi estamos llegando, y menos mal, porque ya casi anochece, y por lo que escuchado de mis camaradas de profesión, los caminos son menos seguros. Menos mal que me acompaña toda una marine y gracias a eso, me da una mayor sensación de seguridad. Dijo el cochero, un hombre de que tendría más de cuatro décadas vividas a sus espaldas, con un bigote de color castaño pero con puntos blancos, así como su cabeza que empezaba a tener fuertes entradas en los laterales de la cabeza. Vestido con una muda normal de viajero. En ese instante, prácticamente dio un brinco para ponerse de pie, ya que aquel carro no tenía techo, por lo que era fácil cambiar de sitio entre mercancía y asiento del cochero.
-Oh no, gracias a usted buen hombre que si no es por usted, me hubiera quedado esta noche en la capital, y cuando antes llegara, antes podría a ponerme manos a la obra. Gracias una vez más.- Dijo tranquilamente la recluta mientra daba un par de pasos colocándose casi a la altura del hombre que arriaba a los caballos. Entonces pudo ver a lo lejos los rubores rojizos del final del día, así como la aldea, realmente pequeña comparándola con otras vecinas, así como el susurro lejano del oleaje marítimo. La verdad es que sin haber llegado y ya le traía recuerdos de otros tiempos y otros lugares, que sin darse cuenta se le dibujó una pequeña sonrisilla en la comisura de sus rosados labios. Había llegado a Ciudad Índigo.
Cuando el transporte frenó, habiendo ya entrado en dicha pequeña urbe, la mujer de cabellos albicelestes, dio un salto del carro al suelo, flexionando ligeramente las rodillas -Déjeme que le ayude con estas cajas buen hombre- Casi parecía una orden más que una pregunta, donde acto seguido echó el cuerpo hacia adelante, para sacar un par de cajas que amontonó una encima de otra y las cogió como si nada, haciendo acopio de la fuerza que poseía su cuerpo trabajado, llevándolas en dirección donde el chófer de aquel humilde carro, se iba a hospedar. -¡Oh, no hacia falta señora! Pero veo que los jóvenes estáis llenos de energía. Agradecido.- Dijo finalmente cuando esta, terminó de darle la ayuda. -Un gusto poder ayudarle aunque sea con esto. Pero si me disculpa, he de encontrarme con mis compañeros. Mucha suerte.- Y se despidió moviendo su diestra, mientras caminaba por el pueblo, queriendo familiarizarse con la zona, aunque a decir verdad no había mucho que decir.
Era el típico pueblo que se abastecía de lo que el mar le regalaba, la tierra que cultivaban y de los animales que criaban. Que por eso era normal que alguna zona del pueblo, hubiera ese olor fuerte a almizcle de algunos animales de tiro. Pero nada fuera de lo común. Así que avanzó, prácticamente llegando a la playa, mientras inconscientemente se ajustaba el nudo de la camisa marine por encima de su vientre, que hacia que lo dejara perfectamente a al vista, hasta que... -¿Mmmmm?- Y entrecerró los ojos como para agudizar la vista. Ya que sus iris de color vino tinto habían captado una escena un tanto inusual que no se esperaba encontrar prácticamente llegando a Índigo.
Parpadeó varias veces quedando atónita unos momentos ¿Había una figura apuntando a otra al parecer que no ofrecía ninguna resistencia, con una pistola? ¿Esto era real? Y como un chaquillo en su cabeza la hizo reaccionar prácticamente de forma automática.
Salió corriendo en dirección al suceso, sin pensar, sin meditar, sí, era novata, pero eso era el pecado de cualquiera que pensaba que podría arreglar todo en este mundo. Mientras con cada paso, dejaba pisadas de la suela de sus botas en la arena de la playa, porque prácticamente estaban a la orilla del mar, meciéndose lentamente por la voluble marea, tiñiéndose del los últimos fulgores rojizos para dar paso a la noche... -¡Señor, por favor, baje el arma!- Habló fuerte, directa, concisa y clara, para que no hubiera mal entendidos. Frenando a una distancia prudencial, quedándose en posición defensiva, con ambos puños cerrados, piernas ligeramente flexionadas, y cuerpo en completa tensión.
Sí, el hecho de que anochezca, no significa que su jornada había terminado...
El mar estaba en calma y los últimos rayos de sol daban a su cabello rubio un carácter ígneo, inconfundible. Cobijados sus pies en unas simples chanclas, las dejó caer para sentir la arena rozarlos desde el talón hasta la punta. No todos los días tenía la oportunidad de relajarse en un ambiente tan tranquilo, aunque la presencia de aquel hombre empezaba a ser insidiosamente molesta. Decidió ignorarlo y centrarse en la lectura, pero no tenía ningún sentido tratar de disfrutar mientras un voyeur siniestro observaba sin una finalidad concreta.
- ¡Sí tengo una finalidad concreta! -gritó el tipo, que seguía apuntándole con el arma. ¿No se le cansaba el brazo?-. ¡Y rumias al pensar!
- Oh, perdona. Es que cuando estoy solo a veces pienso en voz alta -contestó, sumergiéndose de nuevo en la lectura.
Eran solo ellos dos: El libreto y él, unidos en una apasionante aventura mientras Al entonaba mentalmente las partes cantadas, así como repiqueteaba en su propio brazo el ritmo exacto de la obra. Bien pensado, Pagliacci era una obra deprimente pese al vissage de comedia bajo el que torpemente se ocultaba. Una pareja de comediantes en un viaje por el mundo, una trágica turné en la que nada podía salir bien. Era una forma algo triste de ver la vida, aunque en parte se asemejaba a la que él había llevado antes de alistarse en la Marina y, también, un poco después. El cambio había sido a mejor, pero en cierto modo no dejaba de ser un payaso, como aquel tipo que le apuntaba. ¿Por qué no se marchaba de una vez a molestar a otro?
- Vuelves a hablar en voz alta. Mira, me he cansado -entonó, con cierta molestia-. O me das todo lo que tienes o te pego un tiro y me lo llevo. Tú eliges.
- No. Tú eliges.
Sabía que no iba a suceder nada: Ni ese tipo estaba acostumbrado a la resistencia pasiva ni él tenía la más mínima intención de moverse. Al fin y al cabo la ópera estaba interesante y había llegado al punto climático, una canción que sonaba tan épica como trágica la obra; un discurso antisistema y pesimista, un desgarrador monólogo cantado y que, en sí mismo, ya era una pieza maestra dentro de una pieza maestra. Era hermoso.
- De verdad, tendrías que leerlo tú también -comentó a su improvisado amigo-. De verdad que es una maravilla.
Sentía cierta duda en el atracador. No quería hacerle daño, y seguramente no estuviera asaltándolo por gusto. Pero es que él no iba a darle dinero ni mucho menos el violín; estaba perdiendo el tiempo, y esperaba que se diese cuenta... O que disparase y se diese cuenta de que, en caso de querer, tampoco podría hacerle daño. El Haki era una habilidad poco común en los mares cardinales, casi rara hasta en el mismísimo Paraíso. Y, de poseerlo, entraba en juego la agilidad de Al. Y, si bien era un usuario aceptable de Haki, nadie podía ganarle en una competición de hacer el mono.
Pero en medio de sus pensamientos se inmiscuyó una voz. Había notado las pisadas, pero había creído que sería un compañero del piratuelo... Y no. Elevó la vista para observar a la mujer que trataba de salvarle la vida. Era atractiva, con grandes pechos y formas muy marcadas por lo que parecía un duro entrenamiento. La ropa, ceñida, parecía a punto de explotar en algunos puntos mientras otras prendas menos ortodoxas llamaban su atención, casi haciéndolo sonrojar. Volvió a su libro por un instante y lo cerró, guardándolo de nuevo en el maletín mientras la pistola apuntaba alternativamente a ambos, indeciso su propietario.
- No se preocupe, señorita -dijo, levantándose mientras ignoraba el bailoteo del arma-. Está todo bajo control. Este buen hombre no me va a disparar. ¿Verdad?
Sacó su cartera. Como siempre, lo único que llevaba en ella era un número de teléfono y un preservativo, pero en sí era un complemento de diseño con un valor de casi trescientos mil berries. Se la lanzó en bolea para que el tipo la cogiese, pero por los nervios del momento -o algo así- la pistola fue disparada. Contra él. Y no fue gracioso. Pudo esquivarla sin muchas dificultades, pero podría haberle dado un susto a alguien.
- ¡Ey! ¡Eso es de muy mala educación!
¿Cuál sería la reacción de la chica?
- ¡Sí tengo una finalidad concreta! -gritó el tipo, que seguía apuntándole con el arma. ¿No se le cansaba el brazo?-. ¡Y rumias al pensar!
- Oh, perdona. Es que cuando estoy solo a veces pienso en voz alta -contestó, sumergiéndose de nuevo en la lectura.
Eran solo ellos dos: El libreto y él, unidos en una apasionante aventura mientras Al entonaba mentalmente las partes cantadas, así como repiqueteaba en su propio brazo el ritmo exacto de la obra. Bien pensado, Pagliacci era una obra deprimente pese al vissage de comedia bajo el que torpemente se ocultaba. Una pareja de comediantes en un viaje por el mundo, una trágica turné en la que nada podía salir bien. Era una forma algo triste de ver la vida, aunque en parte se asemejaba a la que él había llevado antes de alistarse en la Marina y, también, un poco después. El cambio había sido a mejor, pero en cierto modo no dejaba de ser un payaso, como aquel tipo que le apuntaba. ¿Por qué no se marchaba de una vez a molestar a otro?
- Vuelves a hablar en voz alta. Mira, me he cansado -entonó, con cierta molestia-. O me das todo lo que tienes o te pego un tiro y me lo llevo. Tú eliges.
- No. Tú eliges.
Sabía que no iba a suceder nada: Ni ese tipo estaba acostumbrado a la resistencia pasiva ni él tenía la más mínima intención de moverse. Al fin y al cabo la ópera estaba interesante y había llegado al punto climático, una canción que sonaba tan épica como trágica la obra; un discurso antisistema y pesimista, un desgarrador monólogo cantado y que, en sí mismo, ya era una pieza maestra dentro de una pieza maestra. Era hermoso.
- De verdad, tendrías que leerlo tú también -comentó a su improvisado amigo-. De verdad que es una maravilla.
Sentía cierta duda en el atracador. No quería hacerle daño, y seguramente no estuviera asaltándolo por gusto. Pero es que él no iba a darle dinero ni mucho menos el violín; estaba perdiendo el tiempo, y esperaba que se diese cuenta... O que disparase y se diese cuenta de que, en caso de querer, tampoco podría hacerle daño. El Haki era una habilidad poco común en los mares cardinales, casi rara hasta en el mismísimo Paraíso. Y, de poseerlo, entraba en juego la agilidad de Al. Y, si bien era un usuario aceptable de Haki, nadie podía ganarle en una competición de hacer el mono.
Pero en medio de sus pensamientos se inmiscuyó una voz. Había notado las pisadas, pero había creído que sería un compañero del piratuelo... Y no. Elevó la vista para observar a la mujer que trataba de salvarle la vida. Era atractiva, con grandes pechos y formas muy marcadas por lo que parecía un duro entrenamiento. La ropa, ceñida, parecía a punto de explotar en algunos puntos mientras otras prendas menos ortodoxas llamaban su atención, casi haciéndolo sonrojar. Volvió a su libro por un instante y lo cerró, guardándolo de nuevo en el maletín mientras la pistola apuntaba alternativamente a ambos, indeciso su propietario.
- No se preocupe, señorita -dijo, levantándose mientras ignoraba el bailoteo del arma-. Está todo bajo control. Este buen hombre no me va a disparar. ¿Verdad?
Sacó su cartera. Como siempre, lo único que llevaba en ella era un número de teléfono y un preservativo, pero en sí era un complemento de diseño con un valor de casi trescientos mil berries. Se la lanzó en bolea para que el tipo la cogiese, pero por los nervios del momento -o algo así- la pistola fue disparada. Contra él. Y no fue gracioso. Pudo esquivarla sin muchas dificultades, pero podría haberle dado un susto a alguien.
- ¡Ey! ¡Eso es de muy mala educación!
¿Cuál sería la reacción de la chica?
Pronto empezó a notar que aquí algo no cuadraba bien. Todo parecía ser un atraco con todas las de la ley. Un hombre, apuntando a otro hombre, pareciendo pedir las pertenencias de este último. Hasta ahí todo correcto. Pero lo único que parecía estas fuera de escena, era realmente el atracado. Porque a pesar de estar encañonado en todo momento, parecía emitir un aura de tranquilidad. Echado en la arena, con un libro y un objeto que a primera vista no había sido capaz. Era como... si realmente no estuviera ocurriendo nada, ¿qué era lo que se le escapaba a Naitlyn? Fruncía el ceño, moviendo rápidamente los ojos de lado a lado, observando ambas figuras e intentar sacarle toda la lógica de aquella escena.
El hombre en el suelo se levantó, de aquella arena, seguro algunas particulas se le habrían quedado en el pantalón, y eso a veces era muy molesto, pero no era momento para fijarse en esas minucias. Sin embargo aquel enigmático chico de cabellos rubios que ahora se teñían de un rubor más ambarino por la poca luminosidad que empezaba a ofrecer el ambiente, seguía con aquel porte tan calmado y tranquilo. Como si estuviera seguro de sí mismo, como si a pesar de que le apuntaran con una pistola, no se sentía amenazado. Es más, se dio el lujo de incluso decirle que ni se preocupara de nada ¿Lo tiene bajo control y como? La marine escuchaba y le seguía con la mirada una vez levantado, así como el cañón también seguía los pasos del mismo. Sin dejar de apuntarlo en ningún momento.
La tensión del lugar se podía mascar, o cortar con cuchillo, cuando el tranquilo hombre sacaba algo de su bolsillo, al menos tensión por parte de Naitlyn y del atracador. No distinguía bien que podría ser, pero lo que sabía es que el otro hombre, se le notaba algo nervioso, claro, intentar robar a alguien y te aparece un marine para estropearte la fechoría. Sin embargo casi sin poder esperarlo, aquello que había sacado, se lo lanzó a este último lo que generó prácticamente una reacción peligrosa por parte del ladrón.
El graznido de algunas aves asustadas en algún árbol no muy lejano tierra a dentro, fue ocasionado por la explosión emitida por el arma cuando apretó el gatillo disparándole, haciendo que la muchacha abriera muchos los ojos al escuchar el disparo, pero por alivio de la muchacha, no dio con la diana. Ya que el disparo pasó de largo y seguramente diese a dar a la superficie del agua, de forma inocua. Incluso el hombre que había sido víctima del ataque ni si quiera parecía ni enfadado, no salía de su sorpresa aquella novata cadete, pero... su instinto de marine, hizo que la empezara bombearla sangre.
Había disparado, sí, justo en ese momento era en el que debía de actuar si o sí, en ese instante que había una pequeña apertura, además aprovechando la conmoción de que todo eso estaba siendo muy rápido. Así que con las rodillas que ya estaban flexionadas y en tensión, salió hacia adelante, en un explosivo salto, aprovechando ese momento de incertidumbre para cuando a medio camino, copiar el movimiento del chico y lanzarle la gorra a modo de distracción, cuando a su vez se deslizó por la fina arena de la playa, a modo de barrido para intentar chocar contra las piernas del maleante.
La intención era simple, una cutre distracción que tuviese a mano, mientras quería zancadillar al atacante, usando ambas piernas para cerrarlas y tirarlo al suelo y así intentar inmovilizarlo. Sabía que era una estrategia muy apresurada y casi sin pensarlo. Pero ella debía de hacer algo, no podía ver alguien peligrar la vida y no intentar socorrer. Ese era su vocación marine.
El hombre en el suelo se levantó, de aquella arena, seguro algunas particulas se le habrían quedado en el pantalón, y eso a veces era muy molesto, pero no era momento para fijarse en esas minucias. Sin embargo aquel enigmático chico de cabellos rubios que ahora se teñían de un rubor más ambarino por la poca luminosidad que empezaba a ofrecer el ambiente, seguía con aquel porte tan calmado y tranquilo. Como si estuviera seguro de sí mismo, como si a pesar de que le apuntaran con una pistola, no se sentía amenazado. Es más, se dio el lujo de incluso decirle que ni se preocupara de nada ¿Lo tiene bajo control y como? La marine escuchaba y le seguía con la mirada una vez levantado, así como el cañón también seguía los pasos del mismo. Sin dejar de apuntarlo en ningún momento.
La tensión del lugar se podía mascar, o cortar con cuchillo, cuando el tranquilo hombre sacaba algo de su bolsillo, al menos tensión por parte de Naitlyn y del atracador. No distinguía bien que podría ser, pero lo que sabía es que el otro hombre, se le notaba algo nervioso, claro, intentar robar a alguien y te aparece un marine para estropearte la fechoría. Sin embargo casi sin poder esperarlo, aquello que había sacado, se lo lanzó a este último lo que generó prácticamente una reacción peligrosa por parte del ladrón.
El graznido de algunas aves asustadas en algún árbol no muy lejano tierra a dentro, fue ocasionado por la explosión emitida por el arma cuando apretó el gatillo disparándole, haciendo que la muchacha abriera muchos los ojos al escuchar el disparo, pero por alivio de la muchacha, no dio con la diana. Ya que el disparo pasó de largo y seguramente diese a dar a la superficie del agua, de forma inocua. Incluso el hombre que había sido víctima del ataque ni si quiera parecía ni enfadado, no salía de su sorpresa aquella novata cadete, pero... su instinto de marine, hizo que la empezara bombearla sangre.
Había disparado, sí, justo en ese momento era en el que debía de actuar si o sí, en ese instante que había una pequeña apertura, además aprovechando la conmoción de que todo eso estaba siendo muy rápido. Así que con las rodillas que ya estaban flexionadas y en tensión, salió hacia adelante, en un explosivo salto, aprovechando ese momento de incertidumbre para cuando a medio camino, copiar el movimiento del chico y lanzarle la gorra a modo de distracción, cuando a su vez se deslizó por la fina arena de la playa, a modo de barrido para intentar chocar contra las piernas del maleante.
La intención era simple, una cutre distracción que tuviese a mano, mientras quería zancadillar al atacante, usando ambas piernas para cerrarlas y tirarlo al suelo y así intentar inmovilizarlo. Sabía que era una estrategia muy apresurada y casi sin pensarlo. Pero ella debía de hacer algo, no podía ver alguien peligrar la vida y no intentar socorrer. Ese era su vocación marine.
La reacción de la chica fue, cuanto menos, esperable. Aunque no entendía del todo bien por qué le había lanzado la gorra a la cara el hecho era que aquella muchacha se había abalanzado sobre el asaltante con una furia antinatural, como si le hubiesen disparado a ella. De hecho, llegó a preguntarse si, de haber estado en su lugar, no se habría lanzado como un imbécil a parar la bala con los dientes... Aunque, claro, ser un usuario casi invulnerable abría nuevas perspectivas de heroicidad. En cualquier caso, y a pesar de que en otras situaciones habría querido estarlo, se alegraba de no estar debajo de ella... Bueno, la verdad es que lo habría estado.
- Bueno, entonces supongo que puedo recoger esto.
Se aproximó hasta el lugar donde su cartera reposaba, medio enterrada en la arena, y comprobó que el contenido seguía íntegro en su lugar. Ya por culpa de Nailah había perdido su sexta cartera favorita y, aunque había valido la pena, no querría perder la segunda mejor. De paso recogió la gorra de... Comprobó si tenía su nombre en la etiqueta -y a punto estuvo de ponérsela-. La nostalgia era real al tener una de esas entre manos. ¿Cuánto tiempo hacía ya de eso? ¿Once, tal vez doce años? No, había estado en la Marina desde los trece y medio... Trece o catorce, por lo menos, unos once desde que había obtenido su primer ascenso... Casi se sentía ajena en sus manos, aunque por otro lado era extrañamente familiar.
- Creo que esto es tuyo... ¿Suyo? No se me da muy bien tratar con la autoridad. -Bajó un poco la mirada, como avergonzado. No tenía demasiadas ganas de dar a conocer su identidad, mucho menos tras haber hecho trabajar a la pobre chiquilla. Le tendió la gorra.
Esperó por un momento a ver qué hacía la cadete con el criminal que acababa de neutralizar. Lo más lógico sería que lo esposase, dejase en un lugar seguro y según el turno que le correspondiese iniciar la ronda o, esperaba que cenar con él.
- La verdad, muchas gracias por su ayuda. ¿Me permite acompañarla un rato? Y si quiere podría invitarla a tomar algo por las molestias. Al fin y al cabo me avisaron en el hotel de que tuviese cuidado y no hice caso.
Lo cierto era que si una persona podía hacer que se viera sexy el traje de cadete con otra ropa -o sin ella- tan solo podía mejorar. Aunque le resultaba muy llamativo que tuviese unos abdominales tan definidos, era raro que una mujer quisiera estar tan marcada. Aunque le daba cierto atractivo, como algo exótico y único. Definitivamente, pasara lo que pasase, iba a ir con ella.
- Bueno, entonces supongo que puedo recoger esto.
Se aproximó hasta el lugar donde su cartera reposaba, medio enterrada en la arena, y comprobó que el contenido seguía íntegro en su lugar. Ya por culpa de Nailah había perdido su sexta cartera favorita y, aunque había valido la pena, no querría perder la segunda mejor. De paso recogió la gorra de... Comprobó si tenía su nombre en la etiqueta -y a punto estuvo de ponérsela-. La nostalgia era real al tener una de esas entre manos. ¿Cuánto tiempo hacía ya de eso? ¿Once, tal vez doce años? No, había estado en la Marina desde los trece y medio... Trece o catorce, por lo menos, unos once desde que había obtenido su primer ascenso... Casi se sentía ajena en sus manos, aunque por otro lado era extrañamente familiar.
- Creo que esto es tuyo... ¿Suyo? No se me da muy bien tratar con la autoridad. -Bajó un poco la mirada, como avergonzado. No tenía demasiadas ganas de dar a conocer su identidad, mucho menos tras haber hecho trabajar a la pobre chiquilla. Le tendió la gorra.
Esperó por un momento a ver qué hacía la cadete con el criminal que acababa de neutralizar. Lo más lógico sería que lo esposase, dejase en un lugar seguro y según el turno que le correspondiese iniciar la ronda o, esperaba que cenar con él.
- La verdad, muchas gracias por su ayuda. ¿Me permite acompañarla un rato? Y si quiere podría invitarla a tomar algo por las molestias. Al fin y al cabo me avisaron en el hotel de que tuviese cuidado y no hice caso.
Lo cierto era que si una persona podía hacer que se viera sexy el traje de cadete con otra ropa -o sin ella- tan solo podía mejorar. Aunque le resultaba muy llamativo que tuviese unos abdominales tan definidos, era raro que una mujer quisiera estar tan marcada. Aunque le daba cierto atractivo, como algo exótico y único. Definitivamente, pasara lo que pasase, iba a ir con ella.
Pues vaya, parecía que a pesar de lo apresurada que fue la acción de la recluta, salió justo como esperaba. Porque una vez las dos piernas de Naitlyn al deslizar su cuerpo por la arena, llegaron a la altura del hombre, esta las cerró con fuerza como una tijera, golpeándole justo con la derecha detrás de la rodilla que hizo que obligara arquearla hacia adelante, pero como tenía la pierna izquierda obstruyendo el paso, lo que generó es que sin poder remediarlo, se cayera de bocas hacia adelante, golpeando el rostro con la arena de aquella playa. Quedando ambos en el suelo, pero él boca abajo, y ella de forma atravesada con ambas piernas cerrada contra las del bandido.
En ese momento la mano siniestra de aquella novata, pero que desde luego tenía la teoría bien aprendida en estos caso, dio un golpe seco en la del atacante, justo la que agarraba el arma de fuego, y así intentar que la soltara, con otro movimiento alejarla de su alcance.
Éste, como respuesta, intentó revolverse para levantarse, pero con el pie diestro, hizo un arco de derecha a izquierda, para justamente impactar con la nuca de quién estaba siendo víctima de una presa. Entonces dejó de moverse. Rápidamente, se apoyó en sus rodillas, agarrándole ambas manos y juntándolas detrás de la espalda, acto seguido de su bolsillo derecho sacó una especie de tira negra fina dentellada. Rodeó las muñecas de aquel hombre, y lo cerró. No era otra cosa más simple que unas bridas, pero lo suficiente para mantenerlo bajo control, entonces fue cuando la muchacha se levantó, agarró al susodicho y le dio la vuelta, no vaya a ser que se ahogara con tanta arena en la cara, una mala suerte.
Una vez terminó el proceso de inmovilización, se puso finalmente de pie, donde instintivamente se sacudió las piernas y el trasero para quitarse así, la arena pegada en esas respectivas zonas. Entonces alzó la mirada buscando al chico de cabellos rubios, cuando al parecer iba a tomar de nuevo la pertenencia que había lanzado previamente al hombre ya preso, seguidamente, la gorra que la marine había usado como repentina distracción.
Como en momentos antes, aquel muchacho, que a simple vista no podría ser mucho más mayor que Naitlyn, quizá pocos años, no sabría decir con exactitud, pero era joven igualmente. Al acercarse, se pudo fijar mejor en él, dado que el poco espectro luminoso que ofrecía el ambiente, no había dejado mucho margen cuando estaba en el suelo y encañonado. También había que destacar la altura, alto por decirlo de alguna forma simple, y eso que la marine casi rozaba el metro ochenta, pero desde luego que este le sacaría un par de cabezas como mínimo. Parpadeó varias veces, examinando cada detalle, cuando bajó ligeramente la vista y este, le tendía el gorro que minutos antes había recogido.
-Gracias pero... ¿Se encuentra bien? No le han dado de puro milagro. Puesto que no se imaginaba que la habría podido haber esquivado, sino que simplemente creía que el atracador no atinó con la puntería. Ladeó un momento la cabeza, observando una última vez la silueta del desconocido, cerciorándose de que realmente no estuviese herido. [-Puede llamarme Naitlyn.- Respondió cuando alargó la mano y tomó la gorra con la mano enguantada izquierda. Fue en ese entonces que con la otra mano, tomó sus gafas antiventiscas que tenía en el rostro, y se las quitó por encima de la cabeza, haciendo que se le levantaran los flequillos rebeldes que a veces le tapaba el ojo derecho, para que acto seguido, se colocase la gorra, la oficial del uniforme, pues se leía perfectamente MARINE encima de la visera. Y una vez puesta en su sitio, se ajustó las gafas igualmente por encima de la misma, quedando los cristales reposando también en la visera.
Se agachó ligeramente hacia quien estaba en el suelo y agarrándolo de los brazos y parte de la ropa, lo levantó. -Arriba rufián, tienes una cita con la justicia-. Espetó cuando éste solo respondía con un gruñido que mezclaba ira y frustración. Después de eso, también agarró la pistola aún con el olor a pólvora entre los remaches de metal y madera requemada, ajustándosela en el lado derecho del vaquero, a la altura de uno de los pliegues negros que sobresalían de la ropa interior. -Esto se lo entregaré a quién esté a mando en el cuartel, con esto y su denuncia, haremos que gente como este reflexione sobre sus actos en una celda y se replantee volver a hacerlo en un futuro. Dijo finalmente, puesto que lo normal era seguir el procedimiento que había aprendido tras apresar a un sospechoso. Entonces fue cuando escuchó la pregunta del joven pelirrubio, lo que hiciera que la chica arqueara su fina ceja izquierda, o al menos lo que el flequillo dejaba ver. Parpadeó varias veces, considerando la propuesta.
Respiró suavemente y ligeramente asintió con la cabeza. -Claro, puede acompañarme, bueno de hecho eso era lo que esperaba, porque hay que reportar este hecho a la autoridad local, y así también ponerme al día. Sin embargo, témome que tendré que declinar su oferta a la invitación.- Tomó un pequeño respiro a la vez que se humedecía un poco la comisura de los labios con la lengua en un rápido movimiento de la misma, no parecer una maleducada.-No porque no quiera entiéndame, pero creo que primero he de resolver esto, puesto que estoy de servicio. Muy amable por su parte igualmente, señor.... Dejó un momento espacio a que respondiera para conocer el nombre de aquel chico. Luego sin más, con la mano izquierda agarrando el brazo del bandido, y con la derecha en el cuello para mantenerlo bien apresado, comenzó a andar en dirección al pueblo, esperando que a su vez, el que se había ofrecido a invitarla, la siguiera igualmente hacia seguramente el cuartelillo de aquel pequeño pueblo, o al menos al alguacil del sitio.
En ese momento la mano siniestra de aquella novata, pero que desde luego tenía la teoría bien aprendida en estos caso, dio un golpe seco en la del atacante, justo la que agarraba el arma de fuego, y así intentar que la soltara, con otro movimiento alejarla de su alcance.
Éste, como respuesta, intentó revolverse para levantarse, pero con el pie diestro, hizo un arco de derecha a izquierda, para justamente impactar con la nuca de quién estaba siendo víctima de una presa. Entonces dejó de moverse. Rápidamente, se apoyó en sus rodillas, agarrándole ambas manos y juntándolas detrás de la espalda, acto seguido de su bolsillo derecho sacó una especie de tira negra fina dentellada. Rodeó las muñecas de aquel hombre, y lo cerró. No era otra cosa más simple que unas bridas, pero lo suficiente para mantenerlo bajo control, entonces fue cuando la muchacha se levantó, agarró al susodicho y le dio la vuelta, no vaya a ser que se ahogara con tanta arena en la cara, una mala suerte.
Una vez terminó el proceso de inmovilización, se puso finalmente de pie, donde instintivamente se sacudió las piernas y el trasero para quitarse así, la arena pegada en esas respectivas zonas. Entonces alzó la mirada buscando al chico de cabellos rubios, cuando al parecer iba a tomar de nuevo la pertenencia que había lanzado previamente al hombre ya preso, seguidamente, la gorra que la marine había usado como repentina distracción.
Como en momentos antes, aquel muchacho, que a simple vista no podría ser mucho más mayor que Naitlyn, quizá pocos años, no sabría decir con exactitud, pero era joven igualmente. Al acercarse, se pudo fijar mejor en él, dado que el poco espectro luminoso que ofrecía el ambiente, no había dejado mucho margen cuando estaba en el suelo y encañonado. También había que destacar la altura, alto por decirlo de alguna forma simple, y eso que la marine casi rozaba el metro ochenta, pero desde luego que este le sacaría un par de cabezas como mínimo. Parpadeó varias veces, examinando cada detalle, cuando bajó ligeramente la vista y este, le tendía el gorro que minutos antes había recogido.
-Gracias pero... ¿Se encuentra bien? No le han dado de puro milagro. Puesto que no se imaginaba que la habría podido haber esquivado, sino que simplemente creía que el atracador no atinó con la puntería. Ladeó un momento la cabeza, observando una última vez la silueta del desconocido, cerciorándose de que realmente no estuviese herido. [-Puede llamarme Naitlyn.- Respondió cuando alargó la mano y tomó la gorra con la mano enguantada izquierda. Fue en ese entonces que con la otra mano, tomó sus gafas antiventiscas que tenía en el rostro, y se las quitó por encima de la cabeza, haciendo que se le levantaran los flequillos rebeldes que a veces le tapaba el ojo derecho, para que acto seguido, se colocase la gorra, la oficial del uniforme, pues se leía perfectamente MARINE encima de la visera. Y una vez puesta en su sitio, se ajustó las gafas igualmente por encima de la misma, quedando los cristales reposando también en la visera.
Se agachó ligeramente hacia quien estaba en el suelo y agarrándolo de los brazos y parte de la ropa, lo levantó. -Arriba rufián, tienes una cita con la justicia-. Espetó cuando éste solo respondía con un gruñido que mezclaba ira y frustración. Después de eso, también agarró la pistola aún con el olor a pólvora entre los remaches de metal y madera requemada, ajustándosela en el lado derecho del vaquero, a la altura de uno de los pliegues negros que sobresalían de la ropa interior. -Esto se lo entregaré a quién esté a mando en el cuartel, con esto y su denuncia, haremos que gente como este reflexione sobre sus actos en una celda y se replantee volver a hacerlo en un futuro. Dijo finalmente, puesto que lo normal era seguir el procedimiento que había aprendido tras apresar a un sospechoso. Entonces fue cuando escuchó la pregunta del joven pelirrubio, lo que hiciera que la chica arqueara su fina ceja izquierda, o al menos lo que el flequillo dejaba ver. Parpadeó varias veces, considerando la propuesta.
Respiró suavemente y ligeramente asintió con la cabeza. -Claro, puede acompañarme, bueno de hecho eso era lo que esperaba, porque hay que reportar este hecho a la autoridad local, y así también ponerme al día. Sin embargo, témome que tendré que declinar su oferta a la invitación.- Tomó un pequeño respiro a la vez que se humedecía un poco la comisura de los labios con la lengua en un rápido movimiento de la misma, no parecer una maleducada.-No porque no quiera entiéndame, pero creo que primero he de resolver esto, puesto que estoy de servicio. Muy amable por su parte igualmente, señor.... Dejó un momento espacio a que respondiera para conocer el nombre de aquel chico. Luego sin más, con la mano izquierda agarrando el brazo del bandido, y con la derecha en el cuello para mantenerlo bien apresado, comenzó a andar en dirección al pueblo, esperando que a su vez, el que se había ofrecido a invitarla, la siguiera igualmente hacia seguramente el cuartelillo de aquel pequeño pueblo, o al menos al alguacil del sitio.
- Sí, bueno... -Levantó la cabeza, como mirando al cielo-. Yo no creo en los milagros, solo en la mala puntería.
Se llevó la mano al pecho, como palpando el cuerpo en una suerte de broma pretendiendo buscar su agujero de bala. La realidad era que no había, aunque de no ser por lo caro de la camisa tal vez le habría dejado atravesarlo; pero no iba a tirar medio millón de berries a la basura solo por hacerse el chulo. Además, en aquel momento prefería ser mínimamente discreto hasta que sus vacaciones terminasen. Incluso había renunciado a su vehículo temporalmente en pos de un descanso reparador, tranquilo y sin incidencias. Aunque estaba claro que no había elegido el mejor destino... Normal que los hoteles fuesen tan baratos allí.
Además la muchacha se llamaba Naitlyn. Tenía el cabello de un blanco azulado y unos ojos entre burdeos y borgoña. El botón de su camisa parecía estar sufriendo, como si esta fuese un par de tallas más pequeña de lo necesario, aunque seguramente eso se debiera a que los trajes de cadete seguían un estricto estándar de tallaje bajo el cual una talla "pequeña" asumía que se era pequeño en todo. Aunque cómo culpar a los estándares, si aquello estaba fuera de toda estadística. Por el resto se trataba de una chica normal -extraordinariamente alta-, aunque frente a él seguía pareciendo bajita. "Aunque es más alta que Thawne". Lo único que no terminaba de entender era por qué llevaba tacones en un conjunto pensado para correr, aunque si era capaz de hacerlo debía reconocer que le ponía un poco.
- Al -respondió, tendiéndole la mano mientras evitaba con todas sus fuerzas mirar más abajo de su pupila-. Y no... ¿Te preocupes? -trató de tutearla. Apenas sería un par de años más joven que él, tal vez una quinta. ¿Por qué debía tratarla de usted? Eso era muy frío-. Para resolver esto igual podría ayudar un poco. La verdad es que me quedan varios días de vacaciones y no me gustaría tener que aguantar más esta clase de incidentes.
Iba siguiéndola un par de pasos por detrás, aunque cuando decidió que ya había visto bastante se puso a su altura. Sabía adónde quería dirigirse, aunque prefirió dejar que fuese ella quien guiara; al fin y al cabo ella era la que estaba de servicio y él el que estaba allí, básicamente, de tonto. Bueno, de tonto no, pero si hubiese reducido al atracador antes ahora no tendría que estar yendo a un cuartel donde probablemente desvelasen su identidad. O igual no, pero capaz se veía de pasar un par de noches en el calabozo por no dar su apellido. Y como abriesen el maletín y no lo reconociesen, definitivamente estaba jodido. Ya como lo pulsaran se enfrentaba a un consejo de guerra casi seguro. Pero tampoco estaba verdaderamente preocupado, dado que por suerte llevaba una identificación civil que al introducirla en los registros saltaría la gran sorpresa... Bueno, en verdad eso le preocupaba bastante: Quería sus puñeteras vacaciones.
- Y... Oye, ¿sería mucha molestia si me tomas la declaración tú? No me importa ayudarte, pero los cuarteles de la Marina me dan un poco de cosilla.
Se llevó la mano al pecho, como palpando el cuerpo en una suerte de broma pretendiendo buscar su agujero de bala. La realidad era que no había, aunque de no ser por lo caro de la camisa tal vez le habría dejado atravesarlo; pero no iba a tirar medio millón de berries a la basura solo por hacerse el chulo. Además, en aquel momento prefería ser mínimamente discreto hasta que sus vacaciones terminasen. Incluso había renunciado a su vehículo temporalmente en pos de un descanso reparador, tranquilo y sin incidencias. Aunque estaba claro que no había elegido el mejor destino... Normal que los hoteles fuesen tan baratos allí.
Además la muchacha se llamaba Naitlyn. Tenía el cabello de un blanco azulado y unos ojos entre burdeos y borgoña. El botón de su camisa parecía estar sufriendo, como si esta fuese un par de tallas más pequeña de lo necesario, aunque seguramente eso se debiera a que los trajes de cadete seguían un estricto estándar de tallaje bajo el cual una talla "pequeña" asumía que se era pequeño en todo. Aunque cómo culpar a los estándares, si aquello estaba fuera de toda estadística. Por el resto se trataba de una chica normal -extraordinariamente alta-, aunque frente a él seguía pareciendo bajita. "Aunque es más alta que Thawne". Lo único que no terminaba de entender era por qué llevaba tacones en un conjunto pensado para correr, aunque si era capaz de hacerlo debía reconocer que le ponía un poco.
- Al -respondió, tendiéndole la mano mientras evitaba con todas sus fuerzas mirar más abajo de su pupila-. Y no... ¿Te preocupes? -trató de tutearla. Apenas sería un par de años más joven que él, tal vez una quinta. ¿Por qué debía tratarla de usted? Eso era muy frío-. Para resolver esto igual podría ayudar un poco. La verdad es que me quedan varios días de vacaciones y no me gustaría tener que aguantar más esta clase de incidentes.
Iba siguiéndola un par de pasos por detrás, aunque cuando decidió que ya había visto bastante se puso a su altura. Sabía adónde quería dirigirse, aunque prefirió dejar que fuese ella quien guiara; al fin y al cabo ella era la que estaba de servicio y él el que estaba allí, básicamente, de tonto. Bueno, de tonto no, pero si hubiese reducido al atracador antes ahora no tendría que estar yendo a un cuartel donde probablemente desvelasen su identidad. O igual no, pero capaz se veía de pasar un par de noches en el calabozo por no dar su apellido. Y como abriesen el maletín y no lo reconociesen, definitivamente estaba jodido. Ya como lo pulsaran se enfrentaba a un consejo de guerra casi seguro. Pero tampoco estaba verdaderamente preocupado, dado que por suerte llevaba una identificación civil que al introducirla en los registros saltaría la gran sorpresa... Bueno, en verdad eso le preocupaba bastante: Quería sus puñeteras vacaciones.
- Y... Oye, ¿sería mucha molestia si me tomas la declaración tú? No me importa ayudarte, pero los cuarteles de la Marina me dan un poco de cosilla.
Así que su nombre era Al, bueno quizás algo corto ¿O era el diminutivo del real? ¿Alfonso? ¿Alcapone? ¿Alpaccino? Era una tontería buscarle más significado del que ya tenía. Así que no le daría más vueltas. Por lo que asintió con su cabeza tras escuchar como se llamaba. -Un placer señor Al- Respondió, tan cordialmente, como siempre. Cuando comenzaba a caminar dirección contraria del mar, hacia el pequeño pueblo con el mismo nombre que el color oceánico, que a su vez, llevaba al preso con las manos hacia atrás bien agarradas por una brida de color negro, y así evitarse males mayores. Por el momento parecía que la tensión se había disipado, pero todavía no había terminado el asunto y como buena representante de la ley, tenía que atar todos los cabos, por muy simple que pudiera resultar el delito.
Ladeó la cabeza un momento para observarle por el rabillo del ojo, puesto que se había quedado atrás unos momentos ¿quizás estaría en estado de shock? O algo así de inocente se le podría pasar por la cabeza de Naitlyn, puesto que ella le gustaba pensar primero en la buena fe de la gente, hasta que se demostrara lo contrario. Escuchó lo que le dijo, sin tomar ninguna pausa en sus pasos. -Ni a usted, ni a nadie le gusta que sucedan estas cosas, o al menos eso quiero pensar. Se de primera mano el mal trago que se pasa cuando está siendo víctima de algo así. Sin embargo también hay que urdir en la mente de quién lo hace y cual es la causa que lleva a tomar tal decisión.- Miró hacia el hombre que ahora tenía la cabeza gacha sin decir ni una palabra, endureciéndose ligeramente el rostro de la muchacha. Si bien el hecho de que la necesidad a veces te hacía actuar de forma deshonesta, eso ni quitaba de que estuviera muy mal. Siempre habrá otra solución mejor, que no la más fácil, claro está.
Continuaron hasta que finalmente Al, se colocó a la altura de la marine, parecía que ya se recuperaba, o eso pensaba ella, porque no se imaginaba ni de lejos quién podría estar de aquel sujeto desconocido, al menos para la recluta, que casi no había visto mundo pues nunca había salido del "Mar del Norte" y bueno, si quieres explorar, empieza por tu propia casa. -¿Molestia? Ninguna, pero a decir verdad será la primera declaración que tome, hace no mucho que salí de la academia y aunque conozca la teoría, sigo aprendiendo cada día, así que si se la tomo yo, le pediré por favor un poco de paciencia conmigo. Pero lo haré una vez deje al sujeto en las autoridades, y entonces se la tomaré con mucho gusto, señor Al.- Era obvio que no se iba a poner a tomar nota con el sospechoso ahí frente suya; si, estaba atado pero desde luego que no inmovilizado, y sería muy tedioso que se pusiera a correr. Así que continuaron un par de pasos cuando entonces se frenó en seco, mirando a la lejanía, al menos las luces que bailaban por culpa de las lámparas de aceite que iluminaban el pueblo.
Chaqueó la lengua cuando volvió la vista al hombre de cabellos rubios. -¿Lleva tiempo por esta región? Ahora que caigo, con tantas emociones en un momento, me acabo de dar cuenta que no sé donde está el cuartelillo exactamente ni quien es el que está al mando, si usted es tan amable de indicarme donde es, podré tomarle las declaraciones son suma tranquilidad. Gracias.- Era verdad, no quería estar deambulando por el pueblo hasta dar con el edificio deseado, así contra antes se sacara esto de encima, antes podría continuar y así seguir atrapando malos.
Menudo ideal tenía en la mente la joven novata, se notaba que todavía le quedaba mucho por aprender y sobre todo, por vivir.
Ladeó la cabeza un momento para observarle por el rabillo del ojo, puesto que se había quedado atrás unos momentos ¿quizás estaría en estado de shock? O algo así de inocente se le podría pasar por la cabeza de Naitlyn, puesto que ella le gustaba pensar primero en la buena fe de la gente, hasta que se demostrara lo contrario. Escuchó lo que le dijo, sin tomar ninguna pausa en sus pasos. -Ni a usted, ni a nadie le gusta que sucedan estas cosas, o al menos eso quiero pensar. Se de primera mano el mal trago que se pasa cuando está siendo víctima de algo así. Sin embargo también hay que urdir en la mente de quién lo hace y cual es la causa que lleva a tomar tal decisión.- Miró hacia el hombre que ahora tenía la cabeza gacha sin decir ni una palabra, endureciéndose ligeramente el rostro de la muchacha. Si bien el hecho de que la necesidad a veces te hacía actuar de forma deshonesta, eso ni quitaba de que estuviera muy mal. Siempre habrá otra solución mejor, que no la más fácil, claro está.
Continuaron hasta que finalmente Al, se colocó a la altura de la marine, parecía que ya se recuperaba, o eso pensaba ella, porque no se imaginaba ni de lejos quién podría estar de aquel sujeto desconocido, al menos para la recluta, que casi no había visto mundo pues nunca había salido del "Mar del Norte" y bueno, si quieres explorar, empieza por tu propia casa. -¿Molestia? Ninguna, pero a decir verdad será la primera declaración que tome, hace no mucho que salí de la academia y aunque conozca la teoría, sigo aprendiendo cada día, así que si se la tomo yo, le pediré por favor un poco de paciencia conmigo. Pero lo haré una vez deje al sujeto en las autoridades, y entonces se la tomaré con mucho gusto, señor Al.- Era obvio que no se iba a poner a tomar nota con el sospechoso ahí frente suya; si, estaba atado pero desde luego que no inmovilizado, y sería muy tedioso que se pusiera a correr. Así que continuaron un par de pasos cuando entonces se frenó en seco, mirando a la lejanía, al menos las luces que bailaban por culpa de las lámparas de aceite que iluminaban el pueblo.
Chaqueó la lengua cuando volvió la vista al hombre de cabellos rubios. -¿Lleva tiempo por esta región? Ahora que caigo, con tantas emociones en un momento, me acabo de dar cuenta que no sé donde está el cuartelillo exactamente ni quien es el que está al mando, si usted es tan amable de indicarme donde es, podré tomarle las declaraciones son suma tranquilidad. Gracias.- Era verdad, no quería estar deambulando por el pueblo hasta dar con el edificio deseado, así contra antes se sacara esto de encima, antes podría continuar y así seguir atrapando malos.
Menudo ideal tenía en la mente la joven novata, se notaba que todavía le quedaba mucho por aprender y sobre todo, por vivir.
Las ciudades pequeñas resultaban acogedoras. Ciudad Índigo, tal vez llamada así por los tejados de pizarra y la madera de bengue que a lo largo del día resplandecían de ese color, era una villa de pocos habitantes con un escueto complejo turístico pensado para unas veinte o treinta personas. Había un modesto hospital, un cuartel de la Marina que se comunicaba diariamente con el Gran cuartel de Ciudad Celeste... Y Naitlyn. No tenía muy claro por qué cuando él se alistó no había chicas como ella aunque, claro, tal vez las hubiese y él fuese un mocoso de trece años y medio más interesado en la música que en las muchachas. Había perdido tanto tiempo...
Siguió avanzando a su lado, escuchando cómo la chiquilla no dejaba de tratarlo de usted y casi sintiendo que le salían canas por momentos. ¡No era tan mayor! Estaba en la flor de la vida, tan joven y lozando como una manzana a punto de caer del árbol. Pero en cualquier caso atendió a sus palabras como merecían, un poco preguntándose por qué podría sentir inseguridad acerca de anotar palabras en una libreta; se trataba de una habilidad básica de la comunicación humana, y Al no hablaba lo suficientemente deprisa como para impedir de alguna forma una aceptable caligrafía. Igual no permitía la mejor, pero desde luego... ¿Eh?
- Oh, ¿no sabes dónde está? -preguntó, parándose en seco. Él sabía dónde se encontraba exactamente, al fin y al cabo lo había ubicado en su plano apenas un rato antes, pero tenía ciertas dudas de dónde se encontraban ellos. Estaba claro que cerca de la playa, pero... A saber-. La verdad es que yo he llegado hoy, pero estoy seguro de haber visto una casa cuartel muy cerca de la entrada sur -evitó añadir "justo al lado contrario que los piratas".
Señaló con la mano la dirección a seguir, aunque ya no recordaba la secuencia de calles exacta ni estaba muy seguro de su posición. No obstante echó a andar esperando que la marine la siguese a paso ligero, reduciendo su velocidad poco a poco según se iba acercando a la primera encrucijada. Siguió recto y luego se fue por la derecha, dejando a su izquierda una preciosa mansión de estilo art-deco con jardín y pista de tenis -tal vez se tratase de la vivienda del gobernador civil-, además de un temible pomerania que ladraba como si tuviese la rabia, aunque imponía más bien poco. Por lo que Al sabía de los pomerania, en esa casa vivía un culturista: Pomerania era la raza oficial de los tipos desmesuradamente grandes.
- Lo cierto es que viajo mucho -mencionó mientras cambiaba momentáneamente de dirección en medio de una calle confusa-. Por temas de trabajo y demás, pero nunca tengo tiempo de hacer turismo y me encanta la playa. Cuando me recomendaron pasar por aquí dijeron que sería un lugar muy tranquilo y, hasta ahora, es hasta satisfactorio.
Le dedicó una sonrisa a la muchacha. Tardó en darse cuenta de que habían tardado muy poco en atracarlo y que, de hecho, le habían disparado. Sin embargo era refrescante en comparación a tener que lidiar con dragones o aves de fuego, máquinas destructoras de mundos o amenazas de un poder inenarrable. Por un momento, no pudo evitar mirar en dirección a la aguja. Pero el acuartelamiento ya estaba a la vista.
- Bueno, parece que otro truhan dormirá entre rejas esta noche -dijo-. No seáis duros con él, me disparó porque yo le ataqué primero -sacó la cartera con una mirada pícara-. No hay arma más poderosa.
Rio.
Siguió avanzando a su lado, escuchando cómo la chiquilla no dejaba de tratarlo de usted y casi sintiendo que le salían canas por momentos. ¡No era tan mayor! Estaba en la flor de la vida, tan joven y lozando como una manzana a punto de caer del árbol. Pero en cualquier caso atendió a sus palabras como merecían, un poco preguntándose por qué podría sentir inseguridad acerca de anotar palabras en una libreta; se trataba de una habilidad básica de la comunicación humana, y Al no hablaba lo suficientemente deprisa como para impedir de alguna forma una aceptable caligrafía. Igual no permitía la mejor, pero desde luego... ¿Eh?
- Oh, ¿no sabes dónde está? -preguntó, parándose en seco. Él sabía dónde se encontraba exactamente, al fin y al cabo lo había ubicado en su plano apenas un rato antes, pero tenía ciertas dudas de dónde se encontraban ellos. Estaba claro que cerca de la playa, pero... A saber-. La verdad es que yo he llegado hoy, pero estoy seguro de haber visto una casa cuartel muy cerca de la entrada sur -evitó añadir "justo al lado contrario que los piratas".
Señaló con la mano la dirección a seguir, aunque ya no recordaba la secuencia de calles exacta ni estaba muy seguro de su posición. No obstante echó a andar esperando que la marine la siguese a paso ligero, reduciendo su velocidad poco a poco según se iba acercando a la primera encrucijada. Siguió recto y luego se fue por la derecha, dejando a su izquierda una preciosa mansión de estilo art-deco con jardín y pista de tenis -tal vez se tratase de la vivienda del gobernador civil-, además de un temible pomerania que ladraba como si tuviese la rabia, aunque imponía más bien poco. Por lo que Al sabía de los pomerania, en esa casa vivía un culturista: Pomerania era la raza oficial de los tipos desmesuradamente grandes.
- Lo cierto es que viajo mucho -mencionó mientras cambiaba momentáneamente de dirección en medio de una calle confusa-. Por temas de trabajo y demás, pero nunca tengo tiempo de hacer turismo y me encanta la playa. Cuando me recomendaron pasar por aquí dijeron que sería un lugar muy tranquilo y, hasta ahora, es hasta satisfactorio.
Le dedicó una sonrisa a la muchacha. Tardó en darse cuenta de que habían tardado muy poco en atracarlo y que, de hecho, le habían disparado. Sin embargo era refrescante en comparación a tener que lidiar con dragones o aves de fuego, máquinas destructoras de mundos o amenazas de un poder inenarrable. Por un momento, no pudo evitar mirar en dirección a la aguja. Pero el acuartelamiento ya estaba a la vista.
- Bueno, parece que otro truhan dormirá entre rejas esta noche -dijo-. No seáis duros con él, me disparó porque yo le ataqué primero -sacó la cartera con una mirada pícara-. No hay arma más poderosa.
Rio.
-No, no sé donde está, como ya le dije, acabo de llegar y no esperaba tener que empezar a ejercer tan rápido la fuerza de la justicia. Por lo que no me ha dado tiempo de explorar la villa- Respondiendo, a forma de disculpa por su ahora mismo desorientación. Así que escuchó atentamente a las palabras de Al, dando las indicaciones pertinentes, donde entonces mirando la mano de aquel, que se estiraba para señalar la dirección correcta, en la que sus iris recorrieron el brazo hasta el dedo índice estirado mientras su mirada continuaba el recorrido hasta donde se supondría que estaría el cuartel. [color=skyblie-Muy bien entonces en marcha.[/color] Respondió enérgicamente, mientras comenzaron a avanzar nuevamente, sin soltar claro está al hombre maniatado por detrás.
Una vez abandonaron la playa y ya dentrándose lo que era el pueblo, caminaron por algunas calles de piedra trabajada, mirando las casas bajas, donde ella observaba bien todo a su alrededor, conociendo cada esquina de los lugares que pisaba, hasta dar con otra bastante llamativa, oyendo la voz del muchacho que la sacó de su ensimismamiento. Lo miró un momento, centrando su atención en él mientras hablaba, y luego al terminar, giró el rostro en dirección a la mansión. -Demasiado ostentosa para mi gusto, para vivir prefiero algo más hogareño y humilde, que me recuerde a mi casa de la infancia, sin necesidad de tantísimo lujo innecesario.- Contestó con una medio sonrisilla en sus labios rosados, adquiriendo sus ojos un brillo de nostalgia en ellos -Oh vaya, el perro guardián- Quitándole hierro ante el estruendoso ladrido constante. Entonces sin más continuaron por la calle, dejando así atrás el palacete lujoso.
Simplemente seguía el paso del joven pelirrubio cuando giraban por una u otra calle, asi que mientras aprovechó éste ultimo para seguir conversando, volviendo a centrar la atención en él. Así que tras terminar, ella respiró profundamente. -La verdad a mi me pasa lo contrario, realmente es de las pocas veces que he salido de Lyneel tras acabar la academia Marine, y ahora es cuando empiezo a explorar un poco más de mundo.- Tomó una pequeñísima pausa, humedeciéndose la comisura de los labios. -A mi también me gusta la playa, el mar, disfruto nadando en él, lo hago cada vez que puedo permitírmelo. Confesó la muchacha de cabello celeste. -A mi me lo parece, un lugar tranquilo digo, aunque al parecer cualquier sitio no está exento de gente que no obra de forma adecuada. La mano diestra que sujetaba la parte del pescuezo del preso, la apretó ligeramente al soltar estas últimas palabras. -Espero que por un pequeño contratiempo, no sienta que se le hayan arruinado sus vacaciones, señor Al- Terminó de hablar cuando se dio cuenta que lo que avistaban era claramente el cuartelillo del lugar. -Al parecer ya hemos llegado, ha pasado de turista atracado a guía en tan solo un momento Se permitió hacer una pequeña broma, queriendo disipar posibles tensiones ante lo acontecido previamente. -Bueno, al parecer hemos llegado, lo llevaré ante las autoridades, reportando el suceso y le tomaré declaración. Parpadeó varias veces pero luego asintiendo antes la palabras del turista frustrado. -Pasar un tiempo en rejas le hará reflexionar sobre sus actos.- Seguidamente negó suavemente con la cabeza -Prefiero una cartera que una pistola cargada. Y esbozó una sonrisa, desde la completa inocencia de que no dependía del arma, sino de quien portase dicha cosa, y seguro que en ese instante, en las manos de para Naitlyn, desconocido, podría ser un arma de destrucción masiva.
Aceleró el paso para llegar al cuartelillo, un edificio de un solo piso, con una oficina en la entrada, custiodada por un marine quizás de su mismo rango, y con el fusil reglamentario de madera y hierro sobre el hombro derecho. Hizo un gesto de saludo bastante militar cuando entró. Agilizando las cosas, contó lo que había sucedido cuando entregaba al supuesto ladrón o mas bien, atracador frustrado al alguacil, avisando que ahora traería la declaración escrita de la víctima, para la consecuente denuncia, que pero que quizás por el shock, no deseaba ahora entrar al cuartel, lo que ella lo pudo comprender. Así que sin más salio de allí, caminando en dirección a Al.
Cuando casi llegaba a la altura del muchacho, sacó del bolsillo trasero del vaguero, una fina libreta con un lápiz, quizás cabroncillo, envuelto, para ponerse frente a él, tomando la hoja con la izquierda y el lápiz con la derecha. -Bien señor Al, dígame ¿cuál es su nombre completo y a que se dedica?- Dejó el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierdo mientras esperaba a que respondiera, acercando la punta negra hacia la superficie blanca. -¿Cuales son sus intereses en este lugar? ¿Conocía de algo a ese hombre? ¿Qué fue exactamente lo que le pasó desde un principio?- Preguntas y más preguntas, para ir apuntando todo lo que le iría diciendo, y que quedase todo en acta.
Una vez abandonaron la playa y ya dentrándose lo que era el pueblo, caminaron por algunas calles de piedra trabajada, mirando las casas bajas, donde ella observaba bien todo a su alrededor, conociendo cada esquina de los lugares que pisaba, hasta dar con otra bastante llamativa, oyendo la voz del muchacho que la sacó de su ensimismamiento. Lo miró un momento, centrando su atención en él mientras hablaba, y luego al terminar, giró el rostro en dirección a la mansión. -Demasiado ostentosa para mi gusto, para vivir prefiero algo más hogareño y humilde, que me recuerde a mi casa de la infancia, sin necesidad de tantísimo lujo innecesario.- Contestó con una medio sonrisilla en sus labios rosados, adquiriendo sus ojos un brillo de nostalgia en ellos -Oh vaya, el perro guardián- Quitándole hierro ante el estruendoso ladrido constante. Entonces sin más continuaron por la calle, dejando así atrás el palacete lujoso.
Simplemente seguía el paso del joven pelirrubio cuando giraban por una u otra calle, asi que mientras aprovechó éste ultimo para seguir conversando, volviendo a centrar la atención en él. Así que tras terminar, ella respiró profundamente. -La verdad a mi me pasa lo contrario, realmente es de las pocas veces que he salido de Lyneel tras acabar la academia Marine, y ahora es cuando empiezo a explorar un poco más de mundo.- Tomó una pequeñísima pausa, humedeciéndose la comisura de los labios. -A mi también me gusta la playa, el mar, disfruto nadando en él, lo hago cada vez que puedo permitírmelo. Confesó la muchacha de cabello celeste. -A mi me lo parece, un lugar tranquilo digo, aunque al parecer cualquier sitio no está exento de gente que no obra de forma adecuada. La mano diestra que sujetaba la parte del pescuezo del preso, la apretó ligeramente al soltar estas últimas palabras. -Espero que por un pequeño contratiempo, no sienta que se le hayan arruinado sus vacaciones, señor Al- Terminó de hablar cuando se dio cuenta que lo que avistaban era claramente el cuartelillo del lugar. -Al parecer ya hemos llegado, ha pasado de turista atracado a guía en tan solo un momento Se permitió hacer una pequeña broma, queriendo disipar posibles tensiones ante lo acontecido previamente. -Bueno, al parecer hemos llegado, lo llevaré ante las autoridades, reportando el suceso y le tomaré declaración. Parpadeó varias veces pero luego asintiendo antes la palabras del turista frustrado. -Pasar un tiempo en rejas le hará reflexionar sobre sus actos.- Seguidamente negó suavemente con la cabeza -Prefiero una cartera que una pistola cargada. Y esbozó una sonrisa, desde la completa inocencia de que no dependía del arma, sino de quien portase dicha cosa, y seguro que en ese instante, en las manos de para Naitlyn, desconocido, podría ser un arma de destrucción masiva.
Aceleró el paso para llegar al cuartelillo, un edificio de un solo piso, con una oficina en la entrada, custiodada por un marine quizás de su mismo rango, y con el fusil reglamentario de madera y hierro sobre el hombro derecho. Hizo un gesto de saludo bastante militar cuando entró. Agilizando las cosas, contó lo que había sucedido cuando entregaba al supuesto ladrón o mas bien, atracador frustrado al alguacil, avisando que ahora traería la declaración escrita de la víctima, para la consecuente denuncia, que pero que quizás por el shock, no deseaba ahora entrar al cuartel, lo que ella lo pudo comprender. Así que sin más salio de allí, caminando en dirección a Al.
Cuando casi llegaba a la altura del muchacho, sacó del bolsillo trasero del vaguero, una fina libreta con un lápiz, quizás cabroncillo, envuelto, para ponerse frente a él, tomando la hoja con la izquierda y el lápiz con la derecha. -Bien señor Al, dígame ¿cuál es su nombre completo y a que se dedica?- Dejó el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierdo mientras esperaba a que respondiera, acercando la punta negra hacia la superficie blanca. -¿Cuales son sus intereses en este lugar? ¿Conocía de algo a ese hombre? ¿Qué fue exactamente lo que le pasó desde un principio?- Preguntas y más preguntas, para ir apuntando todo lo que le iría diciendo, y que quedase todo en acta.
- Hasta ahora -se despidió, sentándose a la orilla de una bocacalle.
Sacó de nuevo el libreto de su maletín y siguió leyéndolo durante un buen momento mientras Naitlyn no llegaba. Estaba en el clímax de la ópera, cuando el protagonista descubría la infidelidad -una de las- de su esposa y, antes de darse cuenta, estaba canturreando. Aunque su registro fónico habitual rozaba el barítono y había logrado abarcar un arreglo agudo casi al nivel de una soprano ligera, se sentía más cómodo trabajando un registro estable de tenor heroico, a veces dándole un matiz lirista si la ocasión lo requería. Su timbre era depurado aunque con una rasgadura característica que siempre le había recordado al re de un violín en pizzicato.
Cuando la chica llegó lo primero de lo que se percató fueron sus botas. Ascendió por sus piernas lentamente y, evitando pasar más de un segundo mirando sus pechos, siguió hasta dar con su cara. Llevaba ya en sus manos material de escritura y estaba lista para tomarle declaración, y él debía reconocer que le excitaba la idea de pasar por un interrogatorio con ella. Además era diestra, lo que se abría a muchas y excitantes fantasías que con una persona zurda resultarían, cuanto menos, inviables.
- Al es mi nombre completo -contestó. Estaba seguro de que la pregunta no era tan literal, pero por otro lado prefería contestar de la manera más telegráfica posible. Al fin y al cabo mentir a la autoridad estaba mal, aun si su finalidad era tan noble como salvaguardar sus vacaciones-. Trabajo como coordinador de un equipo... digamos peculiar. En esta isla buscaba pasar buenas vacaciones, aunque al parecer mi estilo de vida ha molestado a alguien. -Cabeceó hacia el cuartel mientras palmeaba el suelo con la mano, invitándola a sentarse-. Me gusta la playa, el calor, las... -Por un momento se replanteó hasta qué punto serviría de algo decirle que estaba, entre otras cosas, en busca de sexo-. Las noches de dormir a pierna suelta.
Había sido una excusa de mierda, pero por lo menos había salido del paso. Por un instante se dejó caer sobre la acera con un resoplido, mirando el cielo índigo a juego con los tejados de las casas. Las estrellas refulgían en el cielo nocturno dibujando historias que nunca había visto desde ese mar: Carros en llamas, espadas cruzadas y dragones se entrelazaban en un tapiz majestuoso... En cualquier caso, debía seguir respondiéndole:
- No conozco de nada a ese tipo, aunque calo muy deprisa a la gente. -En realidad no tendía a calarla del todo, y su carácter confiado muchas veces le hacía pensar lo mejor, pero cuando el mayor miedo de una persona era que otra sufriese no podía ser muy mala. Por otro lado, había temblado más el atracador mientras le apuntaba de lo que él podría haberlo hecho ante un peligro real-. Sin embargo, la historia comienza conmigo saliendo del hotel. Me avisaron de que era peligroso estar en la calle dado que hay pocos efectivos y la criminalidad asciende por momentos a causa de una especie de base pirata que se ha montado. Yo, lógicamente, lo ignoré; ¿por qué iban a atracarme? Y más importante, ¿qué me iban a robar? Valen más mis chanclas que todo el dinero que he traído a este viaje, pero no es algo que se pueda vender fácilmente por un precio razonable... No sé, me sentía seguro; al fin y al cabo, la Marina me protege por una vez. -Suspiró con los ojos cerrados-. Antes de que me diese cuenta apareció este hombre, pero si algo he aprendido en todos estos años es que si no te disparan a la primera de cambio es porque no quieren herirte. Pasó cerca de quince minutos con el brazo en ristre hasta que has aparecido. Por cierto, ¿Cuál es tu rango? Creí que los oficiales teníais que llevar identificación.
Sabía que era una cadete por la gorra, pero hacerse el tonto nunca estaba de más para saber de qué pie cojeaba. Perezosamente volvió a erguirse mientras le dedicaba una sonrisa cómplice; tenían una larga noche por delante y, si no iba a cenar con él, desayunarían tras atrapar a los maleantes.
Sacó de nuevo el libreto de su maletín y siguió leyéndolo durante un buen momento mientras Naitlyn no llegaba. Estaba en el clímax de la ópera, cuando el protagonista descubría la infidelidad -una de las- de su esposa y, antes de darse cuenta, estaba canturreando. Aunque su registro fónico habitual rozaba el barítono y había logrado abarcar un arreglo agudo casi al nivel de una soprano ligera, se sentía más cómodo trabajando un registro estable de tenor heroico, a veces dándole un matiz lirista si la ocasión lo requería. Su timbre era depurado aunque con una rasgadura característica que siempre le había recordado al re de un violín en pizzicato.
Cuando la chica llegó lo primero de lo que se percató fueron sus botas. Ascendió por sus piernas lentamente y, evitando pasar más de un segundo mirando sus pechos, siguió hasta dar con su cara. Llevaba ya en sus manos material de escritura y estaba lista para tomarle declaración, y él debía reconocer que le excitaba la idea de pasar por un interrogatorio con ella. Además era diestra, lo que se abría a muchas y excitantes fantasías que con una persona zurda resultarían, cuanto menos, inviables.
- Al es mi nombre completo -contestó. Estaba seguro de que la pregunta no era tan literal, pero por otro lado prefería contestar de la manera más telegráfica posible. Al fin y al cabo mentir a la autoridad estaba mal, aun si su finalidad era tan noble como salvaguardar sus vacaciones-. Trabajo como coordinador de un equipo... digamos peculiar. En esta isla buscaba pasar buenas vacaciones, aunque al parecer mi estilo de vida ha molestado a alguien. -Cabeceó hacia el cuartel mientras palmeaba el suelo con la mano, invitándola a sentarse-. Me gusta la playa, el calor, las... -Por un momento se replanteó hasta qué punto serviría de algo decirle que estaba, entre otras cosas, en busca de sexo-. Las noches de dormir a pierna suelta.
Había sido una excusa de mierda, pero por lo menos había salido del paso. Por un instante se dejó caer sobre la acera con un resoplido, mirando el cielo índigo a juego con los tejados de las casas. Las estrellas refulgían en el cielo nocturno dibujando historias que nunca había visto desde ese mar: Carros en llamas, espadas cruzadas y dragones se entrelazaban en un tapiz majestuoso... En cualquier caso, debía seguir respondiéndole:
- No conozco de nada a ese tipo, aunque calo muy deprisa a la gente. -En realidad no tendía a calarla del todo, y su carácter confiado muchas veces le hacía pensar lo mejor, pero cuando el mayor miedo de una persona era que otra sufriese no podía ser muy mala. Por otro lado, había temblado más el atracador mientras le apuntaba de lo que él podría haberlo hecho ante un peligro real-. Sin embargo, la historia comienza conmigo saliendo del hotel. Me avisaron de que era peligroso estar en la calle dado que hay pocos efectivos y la criminalidad asciende por momentos a causa de una especie de base pirata que se ha montado. Yo, lógicamente, lo ignoré; ¿por qué iban a atracarme? Y más importante, ¿qué me iban a robar? Valen más mis chanclas que todo el dinero que he traído a este viaje, pero no es algo que se pueda vender fácilmente por un precio razonable... No sé, me sentía seguro; al fin y al cabo, la Marina me protege por una vez. -Suspiró con los ojos cerrados-. Antes de que me diese cuenta apareció este hombre, pero si algo he aprendido en todos estos años es que si no te disparan a la primera de cambio es porque no quieren herirte. Pasó cerca de quince minutos con el brazo en ristre hasta que has aparecido. Por cierto, ¿Cuál es tu rango? Creí que los oficiales teníais que llevar identificación.
Sabía que era una cadete por la gorra, pero hacerse el tonto nunca estaba de más para saber de qué pie cojeaba. Perezosamente volvió a erguirse mientras le dedicaba una sonrisa cómplice; tenían una larga noche por delante y, si no iba a cenar con él, desayunarían tras atrapar a los maleantes.
Cuando volvío con el chico, antes de que empezara la ronda de preguntas, cual deportista famoso justo después de jugar, se fijó que estaba sentado practicamente en el suelo, mientras esperaba supuso, o quizá por el agotamiento ya más que física, mental de lo sucedido y sus consecuencias. La verdad es que se te fastidie un día casi entero de vacaciones por terceros, debería de ser cuanto menos, frustrante, pero claro esto eran solo suposiciones de aquella marine, ya que nunca había viajado por placer ¿Los berrys? Desde la muerte de su padre, siempre había ayudado a la madre en todo lo posible, sobre todo económicamente cuando se mudaron a Lyneel, por lo que jamás se había planteado que más gastarse si llegase ahorrar alguna considerable cantidad como para un viaje de ocio. Debería de replanteárselo, pero no quería seguir cavilando tontamente, el rubio la esperaba.
-Perdón, se que este procedimiento es aburrido pero es necesario. Dando a entender que al escuchar el tarareo del hombre quizás era por simple aburrimiento, así que confiaba en ella misma para que esto fuese fluido.
Verlo sentado hizo que la mujer de forma casi instintiva se colocara a su altura, quedándose en cuclillas frente a él, que tras haberle preguntado de forma prácticamente continua y casi ininterrumpidamente, tan solamente se limitó a escuchar las respuestas del muchacho. ¿Al, y ya? Enarcó la fina ceja izquierda o al menos lo que podía dejar ver entre los flequillos, alzándola ligeramente. -Bueno, pues Al. Y encongiéndose un momento de hombros, apuntó, generando un casi ínfimo susurro cuando la punta oscura se deslizaba por la frágil superficie del papel, escribiendo. -Ahá Con cada palabra que Al terminaba tras responder a las preguntas. Coordinado...r de un equipo... ¿Peculiar? Ahora mismo estaba un poco confusa cuando hizo el apunte ¿Un equipo peculiar de que, de deporte, de alguna matera musical, y peculiar por qué? Con cada respuesta de aquel chico, se convertían en veinte dudas para la mujer por lo que lo volvía con el paso de los segundos, cada vez más enigmático.
Siguió apuntando las cosa que decía, cuando se percató que el chico, porque realmente aún era joven, no le sacaría muchos años a Naitlyn que apenas pasaba la veintena; le ofreció a sentarse, ya que actualmente el estaba sentado y ella de cuchillas junto a él, para tener la conversación a la misma altura, pero después de fijarse de como la mano del turista se movía de forma mecánica tocando con la palma varias veces justo a su lado, ésta asintió. Se colocó el lápiz detrás de la oreja visible, como siempre ornamentada con el piercing que le cubría parte del cartílago de la misma, así como los tres aros que atravesaban el lóbulo, apoyó la zurda un momento en el suelo y acto seguido se sentó cerca de él. A la diestra de la mujer, y siniestra del hombre. Seguidamente retomó el lápiz y moviéndolo un poco entre sus dedos tomándolo con su mano buena, la derecha, volvió a acercar la punta al papel, ladeando el rostro hacia Al, para seguir escuchando sus respuestas, de manera antenta.
Siguió apuntando cuando en la comisura de los labios se le dibujó una ínfima sonrisa ante la broma sobre calar a la gente, al menos hacía que restara tensión y hierro al asunto mientras seguía escribiendo, huelga decir que con buena caligrafía, aunque no perfecta. -Algunas personas gozan de ese talento, de calar pronto, ser rápidamente confiable, carles bien, aunque haya cierta parte que lo utilicen de manera dudosa.- Tomó una pausa, tragando algo de saliva, notando un poco de resequedad.-Personalmente intento caer lo mejor que pueda a la gente, al menos aquellos que sobre todo necesitan un apoyo, aquellos que han podido sufrir... por culpa de personas sin escrúpulos, sin empatía ninguna- Negó para sí misma cerrando los ojos un segundo. -Y aunque no sea mucho, por lo menos que en malos momentos, regalarles una compañía agradable, una charla reconfortante, o quizás con el mero de hecho de estar al lado.- Se encogió de hombros -No me parece mal calar rápido a la gente, lo importante es como se usa ¿no?- Medio sonrió negando otra vez con la cabeza. -Perdonad mis divagaciones tontas, no quería interrumpir- Se disculpó mientras volvñia a centrarse en escribir.
Con el relato del muchacho, Naitlyn continuó escribiendo según lo que había sucedido, escuchando cada palabra que salía de la boca de Al, instintivamente mirando hacia sus pies cuando hizo alusión a las chanclas playeras que usaba. Ella obviamente no sabía distinguir precios ni mucho menos si eran caras o baratas con tan solo mirarlas desde su posición. Y eso que cuando era niña, ayudando a su madre lavandera y costurera, habría aprendido un par de cosillas sobre telas, pero nada que no fuese muy lujoso, así que ese tema aún la pillaba en "pañales".
Volvió a alzar la mirada ¿Si algo que había aprendido en estos años? Parpadeó varias veces dubitativa. -¿No es la primera vez que le apuntan con un arma? Suena como si esto ya lo hubieráis vivido con anterioridad. Entonces debéis ser alguien de mucho mundo.- No era normal que mientras descansas te encañonen, o al menos así lo pensaba la mujer, por lo que si para este chico lo tenía aprendido, era porque lo habría vivido en sus propias carnes. Un sujeto enigmático y a la par interesante.
Una vuelta de tuerca sucedió en el interrogario. Una pregunta hacia mujer de cabellos celestes que la pilló un momento de imprevisto, cambiando su rostro más tranquilo, a otro de sorpresa, alzando las cejas y abriendo un poco más los ojos. -¿Mi... rango? Y echó la mirada hacia al frente, observando la "nada", mas bien con los iris perdidos en la inmensidad del aire. Quedándose pensativa un segundo, mientras se colocaba la parte posterior del lápiz sobre los labios, cual colegiala mirando un examen sin responder.-Bueno, yo... verá, hace no mucho que salí de la academia para convertirme en una marine oficialmente. Por lo que ahora mismo no ostento otro cargo que no sea el más bajo, soy una cadete, el soldado raso del cuerpo militar.- Respondió cuando se echó la diestra hacia la gorra, donde tenía las gafas antiventiscas apoyada sobre la visera. en ese momento. -Se que no es algo muy imponente, pero todos empezamos por abajo, y por eso quiero trabajar duro, porque sé que si quiero ayudar a todo el mundo posible e de escalar. En ese entonces giró el rostro para mirar a Al fijamente a los ojos, con un brillo de decisión en ellos. -Así que respondiendo a vuestra pregunta, soy una Cadete de la Marina, de momento. Sabía que ella estaba decidida a trabajar duro para no estancarse en lo más bajo, la cuestión era si sería lo suficientemente apta para ser recompensada por sus actos.
Tras responderle, finiquitó el informe haciendo un garabato en la parte inferior del papel, como forma de firma, ofreciéndole a él, el lápiz y colocando el papel sobre el muslo derecho de la marine, señalando otro punto, en paralelo a la de la mujer, que curiosamente no ponía Nailtyn, sino más bien lo había cortado, ya que se leía pefectamente "Nait" mezclado con una floritura. Y tan simplemente esperó a que Al hiciera lo mismo.
-Perdón, se que este procedimiento es aburrido pero es necesario. Dando a entender que al escuchar el tarareo del hombre quizás era por simple aburrimiento, así que confiaba en ella misma para que esto fuese fluido.
Verlo sentado hizo que la mujer de forma casi instintiva se colocara a su altura, quedándose en cuclillas frente a él, que tras haberle preguntado de forma prácticamente continua y casi ininterrumpidamente, tan solamente se limitó a escuchar las respuestas del muchacho. ¿Al, y ya? Enarcó la fina ceja izquierda o al menos lo que podía dejar ver entre los flequillos, alzándola ligeramente. -Bueno, pues Al. Y encongiéndose un momento de hombros, apuntó, generando un casi ínfimo susurro cuando la punta oscura se deslizaba por la frágil superficie del papel, escribiendo. -Ahá Con cada palabra que Al terminaba tras responder a las preguntas. Coordinado...r de un equipo... ¿Peculiar? Ahora mismo estaba un poco confusa cuando hizo el apunte ¿Un equipo peculiar de que, de deporte, de alguna matera musical, y peculiar por qué? Con cada respuesta de aquel chico, se convertían en veinte dudas para la mujer por lo que lo volvía con el paso de los segundos, cada vez más enigmático.
Siguió apuntando las cosa que decía, cuando se percató que el chico, porque realmente aún era joven, no le sacaría muchos años a Naitlyn que apenas pasaba la veintena; le ofreció a sentarse, ya que actualmente el estaba sentado y ella de cuchillas junto a él, para tener la conversación a la misma altura, pero después de fijarse de como la mano del turista se movía de forma mecánica tocando con la palma varias veces justo a su lado, ésta asintió. Se colocó el lápiz detrás de la oreja visible, como siempre ornamentada con el piercing que le cubría parte del cartílago de la misma, así como los tres aros que atravesaban el lóbulo, apoyó la zurda un momento en el suelo y acto seguido se sentó cerca de él. A la diestra de la mujer, y siniestra del hombre. Seguidamente retomó el lápiz y moviéndolo un poco entre sus dedos tomándolo con su mano buena, la derecha, volvió a acercar la punta al papel, ladeando el rostro hacia Al, para seguir escuchando sus respuestas, de manera antenta.
Siguió apuntando cuando en la comisura de los labios se le dibujó una ínfima sonrisa ante la broma sobre calar a la gente, al menos hacía que restara tensión y hierro al asunto mientras seguía escribiendo, huelga decir que con buena caligrafía, aunque no perfecta. -Algunas personas gozan de ese talento, de calar pronto, ser rápidamente confiable, carles bien, aunque haya cierta parte que lo utilicen de manera dudosa.- Tomó una pausa, tragando algo de saliva, notando un poco de resequedad.-Personalmente intento caer lo mejor que pueda a la gente, al menos aquellos que sobre todo necesitan un apoyo, aquellos que han podido sufrir... por culpa de personas sin escrúpulos, sin empatía ninguna- Negó para sí misma cerrando los ojos un segundo. -Y aunque no sea mucho, por lo menos que en malos momentos, regalarles una compañía agradable, una charla reconfortante, o quizás con el mero de hecho de estar al lado.- Se encogió de hombros -No me parece mal calar rápido a la gente, lo importante es como se usa ¿no?- Medio sonrió negando otra vez con la cabeza. -Perdonad mis divagaciones tontas, no quería interrumpir- Se disculpó mientras volvñia a centrarse en escribir.
Con el relato del muchacho, Naitlyn continuó escribiendo según lo que había sucedido, escuchando cada palabra que salía de la boca de Al, instintivamente mirando hacia sus pies cuando hizo alusión a las chanclas playeras que usaba. Ella obviamente no sabía distinguir precios ni mucho menos si eran caras o baratas con tan solo mirarlas desde su posición. Y eso que cuando era niña, ayudando a su madre lavandera y costurera, habría aprendido un par de cosillas sobre telas, pero nada que no fuese muy lujoso, así que ese tema aún la pillaba en "pañales".
Volvió a alzar la mirada ¿Si algo que había aprendido en estos años? Parpadeó varias veces dubitativa. -¿No es la primera vez que le apuntan con un arma? Suena como si esto ya lo hubieráis vivido con anterioridad. Entonces debéis ser alguien de mucho mundo.- No era normal que mientras descansas te encañonen, o al menos así lo pensaba la mujer, por lo que si para este chico lo tenía aprendido, era porque lo habría vivido en sus propias carnes. Un sujeto enigmático y a la par interesante.
Una vuelta de tuerca sucedió en el interrogario. Una pregunta hacia mujer de cabellos celestes que la pilló un momento de imprevisto, cambiando su rostro más tranquilo, a otro de sorpresa, alzando las cejas y abriendo un poco más los ojos. -¿Mi... rango? Y echó la mirada hacia al frente, observando la "nada", mas bien con los iris perdidos en la inmensidad del aire. Quedándose pensativa un segundo, mientras se colocaba la parte posterior del lápiz sobre los labios, cual colegiala mirando un examen sin responder.-Bueno, yo... verá, hace no mucho que salí de la academia para convertirme en una marine oficialmente. Por lo que ahora mismo no ostento otro cargo que no sea el más bajo, soy una cadete, el soldado raso del cuerpo militar.- Respondió cuando se echó la diestra hacia la gorra, donde tenía las gafas antiventiscas apoyada sobre la visera. en ese momento. -Se que no es algo muy imponente, pero todos empezamos por abajo, y por eso quiero trabajar duro, porque sé que si quiero ayudar a todo el mundo posible e de escalar. En ese entonces giró el rostro para mirar a Al fijamente a los ojos, con un brillo de decisión en ellos. -Así que respondiendo a vuestra pregunta, soy una Cadete de la Marina, de momento. Sabía que ella estaba decidida a trabajar duro para no estancarse en lo más bajo, la cuestión era si sería lo suficientemente apta para ser recompensada por sus actos.
Tras responderle, finiquitó el informe haciendo un garabato en la parte inferior del papel, como forma de firma, ofreciéndole a él, el lápiz y colocando el papel sobre el muslo derecho de la marine, señalando otro punto, en paralelo a la de la mujer, que curiosamente no ponía Nailtyn, sino más bien lo había cortado, ya que se leía pefectamente "Nait" mezclado con una floritura. Y tan simplemente esperó a que Al hiciera lo mismo.
- Sí -respondió a la pregunta de la marine-. Logística, resolución de conflictos, adaptación de entornos complicados... Esa clase de cosas.
Ella terminó por sentarse, todavía armada con sus útiles de escritura, y siguió anotando. Parecía estar desarrollando cierta simpatía por él y hasta hacía comentarios amigables, aunque pronto se dio cuenta de que estaba en medio de un servicio y al parecer no deseaba perderse en divagaciones. Aunque había notado una suerte de desconfianza en sus palabras se estaba abriendo a él de una manera íntima en cierto modo, explicándole cómo ella trataba de acercarse a la gente siendo un firme apoyo.
- No te preocupes, no molestas -la tranquilizó-. Es más entretenido así.
Siguió contando la historia mientras ella apuntaba, tratando de ignorar el cosquilleo que sentía con el roce del carbón contra el papel. Era como un escalofrío desde lo más profundo de su columna, y evitó comprobar si tenía una letra atractiva ya que solo haría las cosas peores. En cualquier caso, pareció que la chica era inocente pero no tonta e incidió en una parte de su declaración que daba pie a la pregunta más incómoda que podrían haberle hecho.
- A decir verdad he pasado por experiencias peores a un disparo. -Desabrochó su camisa a la altura del pecho dejando ver una cicatriz en su pectoral derecho y parte de la línea blanca que, perpendicular a ella, le recorría desde el hombro hasta la cintura-. La pequeña me perforó un pulmón, dejándome en cama por casi un mes. La grande casi podríamos decir que es un rasguño en comparación, aunque dolió muchísimo más. -Volvió a abrochársela sin dejar de sonreír. Que hubiese llegado vivo a donde estaba era casi un milagro teniendo en cuenta las temeridades que había realizado y los peligros que le habían obligado a enfrentar-. Seguramente antes o después tengas una o dos como estas también; tienes un trabajo muy peligroso.
Lo sabía por experiencia. En su primera misión podría haber muerto de no ser por la suerte que, de alguna forma, siempre lo había protegido. Una puerta entreabierta, un par de personas despistadas y una ráfaga de disparos errados habían sido los ingredientes necesarios para su supervivencia, aunque otros reclutas habían sufrido un destino mucho más siniestro. Heridos, mutilados... Se podían contar a cientos los compañeros de promoción con los que fue cadete, y solo un par de docenas seguían con vida. No se podía quejar, pues era la vida del soldado la vida que había elegido.
- Bueno, la verdad es que resulta casi gratificante encontrar sangre fresca en la Marina -terminó por decir-. De todos modos, parece que no podrías haber venido a un sitio mejor si querías iniciar tu camino hasta lo más alto. Al fin y al cabo, habiendo una banda de criminales en esta isla hay una oportunidad de oro para un meteórico ascenso.
Sacó su pluma de plata del bolsillo y dibujó una filigrana con él entre los dedos antes de posarlo sobre el papel, escribiendo su nombre y apellido envuelto en una rúbrica que casi reflejaba las letras para unirlos en un tachado. Le había costado años de práctica dar con una firma adecuada, pero había dado con una que le resultaba agradable y única a la par que elegante.
- Cuando entregues la declaración, ¿seguirás por aquí? -preguntó-. Me hace sentir más seguro saber que andas cerca.
Ella terminó por sentarse, todavía armada con sus útiles de escritura, y siguió anotando. Parecía estar desarrollando cierta simpatía por él y hasta hacía comentarios amigables, aunque pronto se dio cuenta de que estaba en medio de un servicio y al parecer no deseaba perderse en divagaciones. Aunque había notado una suerte de desconfianza en sus palabras se estaba abriendo a él de una manera íntima en cierto modo, explicándole cómo ella trataba de acercarse a la gente siendo un firme apoyo.
- No te preocupes, no molestas -la tranquilizó-. Es más entretenido así.
Siguió contando la historia mientras ella apuntaba, tratando de ignorar el cosquilleo que sentía con el roce del carbón contra el papel. Era como un escalofrío desde lo más profundo de su columna, y evitó comprobar si tenía una letra atractiva ya que solo haría las cosas peores. En cualquier caso, pareció que la chica era inocente pero no tonta e incidió en una parte de su declaración que daba pie a la pregunta más incómoda que podrían haberle hecho.
- A decir verdad he pasado por experiencias peores a un disparo. -Desabrochó su camisa a la altura del pecho dejando ver una cicatriz en su pectoral derecho y parte de la línea blanca que, perpendicular a ella, le recorría desde el hombro hasta la cintura-. La pequeña me perforó un pulmón, dejándome en cama por casi un mes. La grande casi podríamos decir que es un rasguño en comparación, aunque dolió muchísimo más. -Volvió a abrochársela sin dejar de sonreír. Que hubiese llegado vivo a donde estaba era casi un milagro teniendo en cuenta las temeridades que había realizado y los peligros que le habían obligado a enfrentar-. Seguramente antes o después tengas una o dos como estas también; tienes un trabajo muy peligroso.
Lo sabía por experiencia. En su primera misión podría haber muerto de no ser por la suerte que, de alguna forma, siempre lo había protegido. Una puerta entreabierta, un par de personas despistadas y una ráfaga de disparos errados habían sido los ingredientes necesarios para su supervivencia, aunque otros reclutas habían sufrido un destino mucho más siniestro. Heridos, mutilados... Se podían contar a cientos los compañeros de promoción con los que fue cadete, y solo un par de docenas seguían con vida. No se podía quejar, pues era la vida del soldado la vida que había elegido.
- Bueno, la verdad es que resulta casi gratificante encontrar sangre fresca en la Marina -terminó por decir-. De todos modos, parece que no podrías haber venido a un sitio mejor si querías iniciar tu camino hasta lo más alto. Al fin y al cabo, habiendo una banda de criminales en esta isla hay una oportunidad de oro para un meteórico ascenso.
Sacó su pluma de plata del bolsillo y dibujó una filigrana con él entre los dedos antes de posarlo sobre el papel, escribiendo su nombre y apellido envuelto en una rúbrica que casi reflejaba las letras para unirlos en un tachado. Le había costado años de práctica dar con una firma adecuada, pero había dado con una que le resultaba agradable y única a la par que elegante.
- Cuando entregues la declaración, ¿seguirás por aquí? -preguntó-. Me hace sentir más seguro saber que andas cerca.
-Suena a persona que resuelve varios tipos de problemas. Pinta difícil la verdad.- Dijo cuando se rascó la nuca ligeramente con la zurda mientras esperaba a que firmara, aún con el papel reposando sobre el muslo de la muchacha. Pero antes de que estampara el nombre ahí, le mostró ciertas consecuencias en tiempos pasados, como para preocuparse por un simple disparo de una maltrecha pistola de madera vieja y metal oxidado, y luego cuando Naitlyn se fijó bien en las cicatrices, podría entender su forma tranquila tan inusual para ella, de a acuerdo con los sucesos, a lo que finalmente éste añadió sobre que ella también podría acabar con algo similar, ya que los marines por normal general ponían constantemente la integridad física, lo que les convertía en blancos perfectos para acabar lleno de cicatrices, cortes o cosas peores como mutilados, cojos o mancos.
Deslizó su enguantada mano siniestra por la superficie del plano y trabajado vientre con suavidad, imaginándose como sería que una línea desigual y descolorida atravesara lo que ahora mismo sus dedos tocaban. -Es posible, pero es un riesgo que he de tomar y aceptar. Tan solo queda estar lo más atenta posible que mis sentidos me permitan.- Respondió finalmente. Era obvio que no se iba a dejar atravesar así porque sí, pero habían cosas que si no ponías toda concentración, sería un destino bastante inevitable.
Antes de que sacar la personalizada pluma estilográfica, Al, tuvo tiempo para dedicar unas palabras más a la joven recluta, ella como de costumbre, escuchó con atención, mirándole fijamente a los ojos, ya que ella tenía esa costumbre en las conversaciones, mirar siempre directamente al otro interlocutor. -Es cierto que las oportunidades están para aprovecharlas, pero dejando a parte mis metas personales, la prioridad son los civiles que viven aquí por ahora, seguidamente del inminente peligro que podría ser esos ciminales, por lo que se que si hago mi trabajo bien, lo demás irá llegando, como ya os dije anteriormente, trabajando duro, con fuerte empeño.- Esta vez, lejos de poner una cara mas seria, la suavizó y esbozó una amplia sonrisa ante Al. Era evidente que su Justicia Moral estaba bastante más definida que sus abdominales. Cuando acto seguido firmó finalmente aquel acta de reporte, par así levantar el papel y dando una pequeña ojeada que todo estuviera en orden, entrecerrando un segundo los ojos al leer la firma de Al. ¿Qué ponía exactamente? ¿Le sonaba de algo? Se encogió de hombros dejando de darle vueltas al asunto casi al instante, y lo dobló por la mitad, colocándoselo casi de forma insconsciente por el pliegue largo negro que sobre salía del pantalón, cual billete en la ropa interior de una stripper, dado que los bosillos de su vaquero al estar sentada estaban extremadamente apretados, mientras que lápiz se lo dejó en la oreja izquierda.
Finalmente se levantó, mirando en dirección hacia el cuartel a pocos metros de la posición actual de ambos, sacudiéndose el trasero con la diestra, el polvo o arenilla que se le podría haber quedado adherido ahí de estar sentada en el suelo. Entonces desvió la vista hacia el hombre de cabellos rubios. -Mi intención es quedarme en esta isla. Quiero investigar el problema de las cercanías y dejar todo resuelto. Así que dudo que no me vaya por el momento.- Asintió cuando sacó el papel de la tira del tanga y lo meneó un par de veces de forma rápida. -Iré a entregar esto y luego seguiré informándome por los alrededores del pueblo que información puedo sonsacar de los piratas que se han avistado cerca.- Con un andar tranquilo y cuidado, caminó hacía el cuartel para dejar el acta ya completa al agualcil y a los marines a cargo, informando a la vez que continuaría haciendo ronda para preguntar a los lugareños, aprovechando un poco el "guía turístico" accidental con el que se había topado.
Sin más, volvió a salir pasado unos minutos ¿Diez? No habría pasado mucho más, llegando nuevamente a la altura de Al, cuando posó las manos en cada lado de sus caderas, quedando los brazos en jarra como se dice esa posición. -He de seguir investigando... Alzó la mirada, viendo el cielo ya oscuro y estrellado, mientras al parecer ya comenzaban a encender las lámparas y farolas del pueblo. -Al menos recabar todo lo posible para lo poco que queda de día.- Se permitió una risilla. Con todo lo que había pasado, la noche caía ya prácticamente, ultimando un par de rayos de rosa tenue que se ahogaba en el horizonte.
Deslizó su enguantada mano siniestra por la superficie del plano y trabajado vientre con suavidad, imaginándose como sería que una línea desigual y descolorida atravesara lo que ahora mismo sus dedos tocaban. -Es posible, pero es un riesgo que he de tomar y aceptar. Tan solo queda estar lo más atenta posible que mis sentidos me permitan.- Respondió finalmente. Era obvio que no se iba a dejar atravesar así porque sí, pero habían cosas que si no ponías toda concentración, sería un destino bastante inevitable.
Antes de que sacar la personalizada pluma estilográfica, Al, tuvo tiempo para dedicar unas palabras más a la joven recluta, ella como de costumbre, escuchó con atención, mirándole fijamente a los ojos, ya que ella tenía esa costumbre en las conversaciones, mirar siempre directamente al otro interlocutor. -Es cierto que las oportunidades están para aprovecharlas, pero dejando a parte mis metas personales, la prioridad son los civiles que viven aquí por ahora, seguidamente del inminente peligro que podría ser esos ciminales, por lo que se que si hago mi trabajo bien, lo demás irá llegando, como ya os dije anteriormente, trabajando duro, con fuerte empeño.- Esta vez, lejos de poner una cara mas seria, la suavizó y esbozó una amplia sonrisa ante Al. Era evidente que su Justicia Moral estaba bastante más definida que sus abdominales. Cuando acto seguido firmó finalmente aquel acta de reporte, par así levantar el papel y dando una pequeña ojeada que todo estuviera en orden, entrecerrando un segundo los ojos al leer la firma de Al. ¿Qué ponía exactamente? ¿Le sonaba de algo? Se encogió de hombros dejando de darle vueltas al asunto casi al instante, y lo dobló por la mitad, colocándoselo casi de forma insconsciente por el pliegue largo negro que sobre salía del pantalón, cual billete en la ropa interior de una stripper, dado que los bosillos de su vaquero al estar sentada estaban extremadamente apretados, mientras que lápiz se lo dejó en la oreja izquierda.
Finalmente se levantó, mirando en dirección hacia el cuartel a pocos metros de la posición actual de ambos, sacudiéndose el trasero con la diestra, el polvo o arenilla que se le podría haber quedado adherido ahí de estar sentada en el suelo. Entonces desvió la vista hacia el hombre de cabellos rubios. -Mi intención es quedarme en esta isla. Quiero investigar el problema de las cercanías y dejar todo resuelto. Así que dudo que no me vaya por el momento.- Asintió cuando sacó el papel de la tira del tanga y lo meneó un par de veces de forma rápida. -Iré a entregar esto y luego seguiré informándome por los alrededores del pueblo que información puedo sonsacar de los piratas que se han avistado cerca.- Con un andar tranquilo y cuidado, caminó hacía el cuartel para dejar el acta ya completa al agualcil y a los marines a cargo, informando a la vez que continuaría haciendo ronda para preguntar a los lugareños, aprovechando un poco el "guía turístico" accidental con el que se había topado.
Sin más, volvió a salir pasado unos minutos ¿Diez? No habría pasado mucho más, llegando nuevamente a la altura de Al, cuando posó las manos en cada lado de sus caderas, quedando los brazos en jarra como se dice esa posición. -He de seguir investigando... Alzó la mirada, viendo el cielo ya oscuro y estrellado, mientras al parecer ya comenzaban a encender las lámparas y farolas del pueblo. -Al menos recabar todo lo posible para lo poco que queda de día.- Se permitió una risilla. Con todo lo que había pasado, la noche caía ya prácticamente, ultimando un par de rayos de rosa tenue que se ahogaba en el horizonte.
- Al final te acostumbras -dijo Al mientras ella pasaba la mano por su vientre. Sabía en qué estaba pensando, todo el mundo lo hacía al ver cicatrices así, y no podía culparla. Simplemente trató de sonreír, aunque por un instante su cara se congeló en una mueca siniestra-. Me consta que merece la pena el riesgo.
Naitlyn no dejaba de ser una caja de sorpresas. Más noble, si cabía, de lo que parecía hacía un momento demostraba tener un corazón que no le cabía entre los pechos, y eso era decir mucho. Ansiosa por ascender pero centrada en su misión, ante todo, de proteger al débil, la muchacha se contentaba con ser una herramienta de paz al servicio de la justicia mientras un ascenso llegaba. De no ser porque las palabras se las llevaba el viento y en el fondo no había demostrado ninguna habilidad más allá de placar a un hombre distraído se habría planteado recomendarla para un pequeño ascenso. Estaba claro, al fin y al cabo, que su instrucción estaba o bien a punto de llegar a su fin o estaba a espera de ingresar en uno de los tres cuerpos -probablemente el de vanguardia- para recibir destino permanente. Todavía recordaba cuando a él se le había asignado al South Blue mientras a Laura la habían enviado al Paraíso directamente.
Por un momento pensó que se había dado cuenta de quién era, pero no le dio más importancia y se guardó el papel como si un billete de mil se tratase. Al no pudo evitar que se le arquease una ceja, dedicándole una pícara sonrisa por un instante antes de seguir escuchándola; aunque duró poco. Casi al instante se la quitó del tanga y la ondeó para acto seguido marchar en dirección al cuartel. Al esperó mientras releía el libreto, aquella vez sin canturrear. Seguía sin entender el papel de la esposa en aquella tragedia, aunque era un refuerzo al carácter trágico del payaso que no podía obviar.
Naitlyn volvió antes de lo que habría esperado. Al estuvo a punto de cuadrarse como si de un saludo oficial se tratase, pero en su lugar hizo una leve inclinación de cabeza. Guardó el libro en la maleta y y la cerró rápidamente. En su interior se podía entrever el violín blanco como reflejo de la luna, aunque solo mientras no terminó de colocar Pagliacci, y dejando los hombros relajados se ofreció a ayudarla:
- Puedo echarte una mano si lo necesitas -respondió-. Siempre se me ha dado bien investigar, y esto podría parecerse a una especie de gymkana.
En realidad no se le daba tan bien investigar, pero desde luego seguramente no lo hiciera tan mal como para ser un lastre y, como bien sabía todo el mundo, el roce hacía el cariño. Además le estaba cayendo bien la muchacha, iba a disfrutar mucho intentando llevársela al huerto y, sobre todo, cuando lo consiguiese. Aunque estar cerca de una mujer tan atractiva ya era, en sí mismo, una gran razón para seguir en la isla. ¿Que podría encontrar una mujer más fácil? Probablemente. ¿Que no sería tan gratificante? Seguro.
Naitlyn no dejaba de ser una caja de sorpresas. Más noble, si cabía, de lo que parecía hacía un momento demostraba tener un corazón que no le cabía entre los pechos, y eso era decir mucho. Ansiosa por ascender pero centrada en su misión, ante todo, de proteger al débil, la muchacha se contentaba con ser una herramienta de paz al servicio de la justicia mientras un ascenso llegaba. De no ser porque las palabras se las llevaba el viento y en el fondo no había demostrado ninguna habilidad más allá de placar a un hombre distraído se habría planteado recomendarla para un pequeño ascenso. Estaba claro, al fin y al cabo, que su instrucción estaba o bien a punto de llegar a su fin o estaba a espera de ingresar en uno de los tres cuerpos -probablemente el de vanguardia- para recibir destino permanente. Todavía recordaba cuando a él se le había asignado al South Blue mientras a Laura la habían enviado al Paraíso directamente.
Por un momento pensó que se había dado cuenta de quién era, pero no le dio más importancia y se guardó el papel como si un billete de mil se tratase. Al no pudo evitar que se le arquease una ceja, dedicándole una pícara sonrisa por un instante antes de seguir escuchándola; aunque duró poco. Casi al instante se la quitó del tanga y la ondeó para acto seguido marchar en dirección al cuartel. Al esperó mientras releía el libreto, aquella vez sin canturrear. Seguía sin entender el papel de la esposa en aquella tragedia, aunque era un refuerzo al carácter trágico del payaso que no podía obviar.
Naitlyn volvió antes de lo que habría esperado. Al estuvo a punto de cuadrarse como si de un saludo oficial se tratase, pero en su lugar hizo una leve inclinación de cabeza. Guardó el libro en la maleta y y la cerró rápidamente. En su interior se podía entrever el violín blanco como reflejo de la luna, aunque solo mientras no terminó de colocar Pagliacci, y dejando los hombros relajados se ofreció a ayudarla:
- Puedo echarte una mano si lo necesitas -respondió-. Siempre se me ha dado bien investigar, y esto podría parecerse a una especie de gymkana.
En realidad no se le daba tan bien investigar, pero desde luego seguramente no lo hiciera tan mal como para ser un lastre y, como bien sabía todo el mundo, el roce hacía el cariño. Además le estaba cayendo bien la muchacha, iba a disfrutar mucho intentando llevársela al huerto y, sobre todo, cuando lo consiguiese. Aunque estar cerca de una mujer tan atractiva ya era, en sí mismo, una gran razón para seguir en la isla. ¿Que podría encontrar una mujer más fácil? Probablemente. ¿Que no sería tan gratificante? Seguro.
Hacia un buen rato que se fijó en la maleta de aquel chico, pero no había preguntado nada por no insmicuirse mucho en las pertenencias de los demás. Sin embargo, cuando volvió no pudo evitar por fijarse en lo que hizo, y fue que cuando Al guardó la libreta que al parecer leía al principio de todo en la fresca arena del atardecer en la playa, esta vez lo echó dentro de su equipaje, y la mujer sin poder remediarlo habiendo ya prácticamente dado el último paso para estar a la altura de rubio, siguió con sus grandes ojos vino tinto la mano de aquel, viendo como la libreta caía en el interior, a lo que pudo apreciar una clase de.. ¿instrumento? A decir verdad, ella no era una gran entendida en ese tema, conocía las típicas que eran fáciles de diferenciar, las más comunes, pero bien se sabía que habían muchos tipos, por lo cual, quedó un poco dubitativa. Pero antes de preguntar, le dejó hablar al hombre que rápidamente se ofreció en ayudar a la marine.
La mujer con la mano derecha sobre la cadera, y la izquierda en peso muerto, ladeó la cabeza, quedando en un gesto pensativo, mirando la nada de mientras. Luego parpadeó varias veces y se encogió de hombros. -Claro, por lo que me habéis contado sobre vuestro trabajo, más las marcas del cuerpo, seguro que tienes ya experiencia en el campo. Siempre es bienvenida una ayuda. Además ahora mismo trabajo a ciegas, necesito informarme y de ahí comenzar a investigar.- Respondió, tomando primero una pequeña pausa, prosiguió. -En el cuartel no han podido mayor información de la que al parecer ya se sabe... Quizás... Alzó el dedo índice derecho a la boca, mientras la mano sinientra sujetaba el codo de la diestra para así tenerlo apoyado mientras se quedaba en esa posición, claramente de divagaciones en su mente o buscando soluciones. -Quizás si buscamos a alguien que haya podido ser víctima de algún asalto reciente, podamos tener algo con lo que empezar.- Finalizó, buscando la manera de hallar algún indicio de donde podrían estar exactamente los rufianes ocupas de la isla.
Una vez había comentado sus intenciones, la mirada de la mujer de cabellos albicelestes se centraron nuevamente en el hombre, y luego bajó la vista hacia la maleta. -Disculpad mi atrevimiento, pero no he podido evitar fijarme que llevais algo similar a un instrumento ¿músical puede ser? No estoy muy entrada en materia pero ¿Tocáis como pasatiempo o algo?- Preguntó con aquel brillo de curiosidad en sus ojos, ya que era lo que sentía ella misma, al saber de que parecía un hombre de acción pero que además también podría ser músico o al menos eso daba a entender si de verdad fue eso lo que vió Naitlyn en la maleta. Toda una caja de sorpresas sin duda.
Mientras charlaban, la noche ya era completamente cerrada, tan solo siendo alumbrados por las antorchas y farolas de las calles , que hacían que los espectros sombríos sobre los cuerpos de ambos militares, bailaran al son del viento meciendo la candela crepitándose en cavidades metálicas y madera mientras se consumían lentamente
La mujer con la mano derecha sobre la cadera, y la izquierda en peso muerto, ladeó la cabeza, quedando en un gesto pensativo, mirando la nada de mientras. Luego parpadeó varias veces y se encogió de hombros. -Claro, por lo que me habéis contado sobre vuestro trabajo, más las marcas del cuerpo, seguro que tienes ya experiencia en el campo. Siempre es bienvenida una ayuda. Además ahora mismo trabajo a ciegas, necesito informarme y de ahí comenzar a investigar.- Respondió, tomando primero una pequeña pausa, prosiguió. -En el cuartel no han podido mayor información de la que al parecer ya se sabe... Quizás... Alzó el dedo índice derecho a la boca, mientras la mano sinientra sujetaba el codo de la diestra para así tenerlo apoyado mientras se quedaba en esa posición, claramente de divagaciones en su mente o buscando soluciones. -Quizás si buscamos a alguien que haya podido ser víctima de algún asalto reciente, podamos tener algo con lo que empezar.- Finalizó, buscando la manera de hallar algún indicio de donde podrían estar exactamente los rufianes ocupas de la isla.
Una vez había comentado sus intenciones, la mirada de la mujer de cabellos albicelestes se centraron nuevamente en el hombre, y luego bajó la vista hacia la maleta. -Disculpad mi atrevimiento, pero no he podido evitar fijarme que llevais algo similar a un instrumento ¿músical puede ser? No estoy muy entrada en materia pero ¿Tocáis como pasatiempo o algo?- Preguntó con aquel brillo de curiosidad en sus ojos, ya que era lo que sentía ella misma, al saber de que parecía un hombre de acción pero que además también podría ser músico o al menos eso daba a entender si de verdad fue eso lo que vió Naitlyn en la maleta. Toda una caja de sorpresas sin duda.
Mientras charlaban, la noche ya era completamente cerrada, tan solo siendo alumbrados por las antorchas y farolas de las calles , que hacían que los espectros sombríos sobre los cuerpos de ambos militares, bailaran al son del viento meciendo la candela crepitándose en cavidades metálicas y madera mientras se consumían lentamente
- Lo cierto es que durante mucho tiempo el violín fue mi medio de sustento -contestó mientras, abriendo lo menos posible el maletín, sacaba con un delicado movimiento su instrumento. Blanco brillante, pulido, con detalles en negro y un alma fina perfectamente rematada-. Este no es el primero que tuve; me lo regaló un amigo.
No dejaba de sentirse mal cuando pensaba en la muerte de Fred y que, pese a todo lo que había pasado junto a él, había caído por su culpa. Era un criminal retirado hacía más de treinta años, pero eso no bastó. Le había salvado la vida, pero aquello no sirvió. Sus últimas palabras antes de hundirse con su barco... Había muchas cosas que no terminaba de comprender, y tantas otras que preferiría no haber comprendido.
- Pero ya es historia antigua. Luego, si nos queda tiempo, podría tocarte un poco. -"Y el violín también", estuvo a punto de decir.
Los ojos de la marine tomaban un matiz ardiente cuando llegaba la noche. Bajo el manto negro de oscuridad y alumbrada por faroles y candiles la estilizada figura de Naitlyn resultaba aún más atractiva, coronada por un halo de llamas en las puntas de su corta melena azul. Estaba totalmente convencido de que era antirreglamentario vestirse así, aunque dado el clima cambiante de aquel mundo sabía que se podía hacer uso de un par de vacíos legales para añadir escote a cualquier conjunto. Sin embargo, provocar distracciones en el cuerpo marine -de formas tan literales como metafóricas- no era algo que un oficial de instrucción debiera permitir en las academias... Aunque se lo agradecía. Además no era cosa suya decidir cómo una mujer podía o no vestirse; y, como superior, estaba de vacaciones.
- Yo no he estado mucho por aquí, pero si las bandas están activas por la noche es probable que no se pueda trabajar con facilidad -dijo, imitando la postura de la muchacha-. No sería raro encontrar una taberna vacía con un camarero encantado de quejarse, o podríamos acercarnos al puerto y ver qué pasa. Al fin y al cabo, los trabajadores portuarios deben ser los más afectados teniendo en cuenta eso.
Si los bandidos se encontraban cerca del puerto aquello era una obviedad, y si la amenaza había llegado al punto en que hasta dentro del hotel le recomendaban no salir de noche estaba claro que existía, aunque fuese extraoficial, un toque de queda impuesto por la absurda escalada de criminalidad y violencia. De hecho, no se habían encontrado con nadie a lo largo de su camino -y eso que no había sido particularmente corto, teniendo en cuenta el tamaño de la villa-, lo que terminaba de demostrar que el miedo imperaba en el lugar. Aunque parecía bastante tranquilo el sitio, seguramente fuese miedo infundado a excepción de unas zonas deprimidas en concreto.
- Vale, creo que la mejor opción es pasar por una taberna cercana al puerto -terminó por decir-. Barman, operarios tal vez descansando un poco y nos exponemos ligeramente al riesgo. Aunque igual quieres ir de incógnito... -Se ahorró decir que, aun con otra ropa, seguiría siendo igualmente llamativa-. Porque no creo, dado que hay un cuartelillo y les da igual, pero podrían asustarse viendo a una marine.
Sin esperar mucha respuesta sacó un repuesto de su maletín, una camisa algo más formal que llevaba siempre encima por si casualmente se manchaba con algo. Aunque, debido a que no contaba con tener que usarla, había dejado una de sus habituales camisas rojas algo ajustadas, y no sabía si a Naitlyn le cabrían los pechos en ella. "Mejor que no", quiso pensar por un momento mientras se la tendía a Naitlyn. Luego, recogiéndola si ella rechazaba, comenzó a caminar en dirección al puerto.
No dejaba de sentirse mal cuando pensaba en la muerte de Fred y que, pese a todo lo que había pasado junto a él, había caído por su culpa. Era un criminal retirado hacía más de treinta años, pero eso no bastó. Le había salvado la vida, pero aquello no sirvió. Sus últimas palabras antes de hundirse con su barco... Había muchas cosas que no terminaba de comprender, y tantas otras que preferiría no haber comprendido.
- Pero ya es historia antigua. Luego, si nos queda tiempo, podría tocarte un poco. -"Y el violín también", estuvo a punto de decir.
Los ojos de la marine tomaban un matiz ardiente cuando llegaba la noche. Bajo el manto negro de oscuridad y alumbrada por faroles y candiles la estilizada figura de Naitlyn resultaba aún más atractiva, coronada por un halo de llamas en las puntas de su corta melena azul. Estaba totalmente convencido de que era antirreglamentario vestirse así, aunque dado el clima cambiante de aquel mundo sabía que se podía hacer uso de un par de vacíos legales para añadir escote a cualquier conjunto. Sin embargo, provocar distracciones en el cuerpo marine -de formas tan literales como metafóricas- no era algo que un oficial de instrucción debiera permitir en las academias... Aunque se lo agradecía. Además no era cosa suya decidir cómo una mujer podía o no vestirse; y, como superior, estaba de vacaciones.
- Yo no he estado mucho por aquí, pero si las bandas están activas por la noche es probable que no se pueda trabajar con facilidad -dijo, imitando la postura de la muchacha-. No sería raro encontrar una taberna vacía con un camarero encantado de quejarse, o podríamos acercarnos al puerto y ver qué pasa. Al fin y al cabo, los trabajadores portuarios deben ser los más afectados teniendo en cuenta eso.
Si los bandidos se encontraban cerca del puerto aquello era una obviedad, y si la amenaza había llegado al punto en que hasta dentro del hotel le recomendaban no salir de noche estaba claro que existía, aunque fuese extraoficial, un toque de queda impuesto por la absurda escalada de criminalidad y violencia. De hecho, no se habían encontrado con nadie a lo largo de su camino -y eso que no había sido particularmente corto, teniendo en cuenta el tamaño de la villa-, lo que terminaba de demostrar que el miedo imperaba en el lugar. Aunque parecía bastante tranquilo el sitio, seguramente fuese miedo infundado a excepción de unas zonas deprimidas en concreto.
- Vale, creo que la mejor opción es pasar por una taberna cercana al puerto -terminó por decir-. Barman, operarios tal vez descansando un poco y nos exponemos ligeramente al riesgo. Aunque igual quieres ir de incógnito... -Se ahorró decir que, aun con otra ropa, seguiría siendo igualmente llamativa-. Porque no creo, dado que hay un cuartelillo y les da igual, pero podrían asustarse viendo a una marine.
Sin esperar mucha respuesta sacó un repuesto de su maletín, una camisa algo más formal que llevaba siempre encima por si casualmente se manchaba con algo. Aunque, debido a que no contaba con tener que usarla, había dejado una de sus habituales camisas rojas algo ajustadas, y no sabía si a Naitlyn le cabrían los pechos en ella. "Mejor que no", quiso pensar por un momento mientras se la tendía a Naitlyn. Luego, recogiéndola si ella rechazaba, comenzó a caminar en dirección al puerto.
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