Otro entrenamiento no por dios...[Priv. Silvia e Inferno]

Dios, me duele tanto la tripa que voy a vomitar la comida. Tampoco he comido mucho, pero es que esos puñetazos me han destrozado por completo... ¡Dios, como duele! Es más bajita que yo y me saca mucha mas ventaja. Joder, tengo que entrenar el doble de duro, y todos los días, y comer más. Últimamente estoy comiendo poco y de esa forma no podré desarrollarme bien y volverme más fuerte. Silvia me pidió acompañarla a la misma tienda de ayer para poder conseguir sus zapas con forma de tacón de combate to guapas y tal.

-Claro, Silvia! Pero primero, acompáñame a la enfermeria... Creo que voy a potar.-. Me dieron una aspirina rara y me mandaron fuera de la enfermería con mala leche, menos mal que esa señora se jubila pronto... Fuimos directos a la tienda y pillamos las zapas de combate de Silvia, pero había algo que me llamaba muchísimo la atención. Eran unos guantes de combate completamente nuevos y mejorados, mas ligeros y más resistentes, y con lucecitas guapísimas. El problema es que valía un pastón que no me podía permitir...

Aquello me había jodido, esperaba conseguir esos zapatos nuevos para pelear cuanto antes. Pero aparte de que aun no estaban, el precio que me había propuesto aquel hombre era excesivo. Unos diez millones de berries por unos zapatos de mejorados, solo un poco, era algo que no me podía permitir. Si cobrara la recompensa por capturar a un pirata, podría sacármelo fácilmente, por desgracia la marina no podía cobrar esas recompensas, lo que me jodía enormemente. Finalmente decidí retirar el encargo, cosa que me costó casi todo el dinero que llevaba encima. Pagar por algo que no iba tener me molestaba muchísimo, pero no quería quedar mal con ese tipo. Tendría que ser mas adelante, cuando consiguiera algo de dinero.

Salí de allí un poco cabizbaja, al volver al cuartel me despedí de Samuel y me fui a buscar una buena distracción para pasar la noche. Necesitaba un buen meneo para levantarme el animo. Repasé mi lista de memoria, hasta que caí en la cuenta de que solo había uno. Un cadete llamado Michael, el cual era el único que me había llegado a complacer. El cual encontré en su habitación.

Al día siguiente volví a encontrar con Samuel en el comedor para el desayuno, al que le propuse hacer de nuevo el entrenamiento del día anterior. Pero esta vez con un par de diferencias.

A Silvia también le pasó lo mismo que a mi, ¡Esto del dinero es un coñazo! Sin duda, no ha sido nuestro mejor día... Nos fuimos de vuelta a la base otra vez, y decidimos despedirnos y quedar al día siguiente en la cafetería. Volví a notar que se iba en dirección contraria y esta vez decidí seguirla desde lejos para ver lo que hacía. Es que se me acabaron las ideas para Ascuas, y no tenía nada de sueño. La chica se metió en la habitación de un cadete, y sabía que era un cadete debido a el pasillo en el que nos encontrábamos.

En ese momento me dí cuenta de que Silvia tenía un noviete o algo. Me pareció guay por ella y me fui a mi dormitorio como si nada, con ganas de repasar mi libro de como hacer amigos para ver si había alguna forma de caerle aún mejor a Silvia y no perder a mi única amiga. Al parecer para que tus amigos se sientan importantes y seguros te tienes que mostrar interesado en su día a día y preguntarles que tal les va...

Dormí con el libro en la cara y me desperté con el sonido del despertador. Me vestí rápidamente y me fui directo a desayunar, donde me esperaba Silvia. Me dí cuenta de que los abusones habían salido de la enfermería  por fin, pero esta vez no eran tan chulitos como para ponerme una zancadilla. Bueno, me seguían dando miedito por como me miraban y tal, pero bueno. Se lo tienen merecido en verdad, así no se meterán más conmigo. Me senté junto con Silvia y le esbocé una sonrisa. En ese momento me acordé de lo que dice el libro, y se me ocurrió decirle: -Bueno, ¿Que tal con tu noviete?-.

El pequeño Samuel se sentó a mi lado con una sonrisa que me supo un poco rara. Y al escuchar aquella pregunta mi duda se resolvió, la cual me hizo expulsar la leche que me estaba tomando por la nariz, de la risa que me entró. Luego me limpié con una servilleta, la leche que había salpicado.
-¿Novio yo? Jajajajajaja- le respondí, -Yo no tengo de eso Samuel, si lo dices porque me has visto entrar a alguna de las habitaciones de los chicos, es porque con ellos libero mi tensión sexual acumulada. Yo solo me he enamorado una vez y fue un amor no correspondido, pero esa historia te la contare en otra ocasión-

Dio la casualidad que Michael apareció justamente por la puerta. Lo llamé para que desayunara con nosotros. Una vez pilló su bandeja se sentó en frente de mí, yo aproveché y le presenté a Samuel. Este hizo ademan de darle la mano. Una vez echas las presentaciones, le invité a que se uniera a nuestro entrenamiento. El cual íbamos a empezar después de desayunar. Michael aceptó unirse y ayudarnos. Después de llenar nuestras barriguitas de energía, nos fuimos al campo de entrenamiento.

Esta vez le pedí a Michael que me ayudara con el entrenamiento del día anterior. Esta vez les pedí que me lanzaran dos piedras cada uno. La teoría era que uno las tirara hacia mi persona y el otro hacia otra dirección. Mi intención era utilizar mis reflejos con las piedras que me lanzaban a mí y mi velocidad al intentar atrapar las otras piedras. Esta vez no solo cree el guante de humo, sino también las protecciones de cátcher. Después de aquello me paramos y nos tomamos un pequeño descanso. Por lo menos yo, ya que había corrido como una condenada.

Su reacción fue de sorpresa total, escupió leche y seguido se limpió con una servilleta. Después de su respuesta me quedé un poco avergonzado, porque yo me esperaba más bien un: "Si, es mi novio. Estamos genial bla bla bla llevamos tres meses bla bla bla". Pero me dijo básicamente que lo suyo era un ligue y que solo se enamoró una vez en el pasado, pero no fue correspondido. Me dejó con las ganas de saber quien era el afortunado, pero se nos acopló el noviete de Silvia.

Después de comer fuimos a entrenar todos juntos y empecé a pensar que estaba perdiendo el tiempo, porque estaba literalmente tirandole piedras a mi amiga junto con su rollo sin compromiso, lo cual me hizo sentir muy raro al pensarlo. Al acabar el entrenamiento de Silvia dije: -¿Sabéis que? Voy a ir al laboratorio a asistir a la clase de la mañana. O sea, no os lo toméis a mal, pero este entrenamiento solo beneficia a Silvia, y tirar piedras no es lo más entretenido del mundo...-. Me sentí mal por darle plantón a mi amiga, pero la cosa es que ese entrenamiento no me llenaba, y quería enterarme del tema de debate de hoy: Robótica.

Las palabras de aquel chico eran compresibles, lanzar piedras para que entrenara era una tarea tediosa. En el fondo lo comprendía y me jodía porque le estaba cogiendo gusto a entrenar con él. Su cara de aburrimiento era todo un poema. Pensaba ayudarlo a entrenar a él, pero por lo visto tenia cosas que hacer. Yo no era quien para juzgarlo, así que decidí dejarlo a su aire. Además contaba con la ayuda de Michael el cual estaba dispuesto a ayudarme. Samuel se fue y decidí seguir entrenando con Michael, yo entrenaba mi velocidad y el su fuerza lanzando las piedras. El día pasó como otro cualquiera. Después de entrenar nos fuimos a comer y más tarde poco más que contar.

Al día siguiente me encontré con Samuel y Michael en el comedor. El  moreno decidió entrenar pos su cuenta así que me fui de nuevo con el otro marine a entrenar. Y así pasamos una larga semana de entrenamiento. Al finalizar esta conseguí mejorar mi velocidad y avanzar algo en el entrenamiento de la tecnica.