Yo soy Drama Queen [Privado][Pasado]

Había sido un día largo y con bastante actividad. Ya nada de escaparse de restaurantes sin pagar. Peleas con cangrejos gigantescos como rascacielos, o algo así. Si bien la pelea no fue dura, el viaje sí que lo fue. Montar a un hediondo camello durante horas no era un buen tratamiento para mantener un trasero envidiable. Bueno, tenía sus increíbles capacidades mágicas para hacer lo que ella quisiese con su cuerpo, pero prefería que fuera… natural. ¿Y desde cuándo le importaban cosas como esas? Katharina era una chica seria, responsable y la superficialidad carnal distaba mucho de sus intereses. En fin…, había llegado la noche y el grupo entero se encontraba festejando, compartiendo historias y haciendo todo lo que una banda pirata hace justo antes de dormir. Había pillado un grupo muy extraño y no había duda de ello.

Emprendió una apocalíptica batalla contra la puta tienda de campaña, intentando armarla por todos los medios humanos posibles. Y no pudo aguantar más. Le dio una orden mágica para que esta se montase sola. Bien, así las cosas eran más sencillas. El único gran problema era que se estaba volviendo muy dependiente de la magia y temía que un día fuese incluso incapaz de escribir sin recurrir a un hechizo, o algo por el estilo.

Soltó un suspiro rebosante de cansancio. La noche anterior había tenido una larga conversación con Ivan y era momento de cumplir con lo que le había prometido. Debía hablar con Brianna para aclarar las cosas, para aclarar que el problema no era con ella. Así que esperaría el momento perfecto para buscarle, esperaría a cuando todos estuvieran durmiendo. Luego de comer cangrejo hasta más no poder, entró a su gigantesca tienda y encendió las velas del interior con un solo chasquido de dedos. Se sentó frente al improvisado escritorio hecho de arena compacta y comenzó a leer.

—Supongo que es hora de darle otra vuelta al Necronomicón…

La delicada y medio destartalada hoja del Necronomicón guardaba secretos horrorosos que harían caer en demencia a cualquiera que no estuviera preparado mentalmente. Habían pasado ya cuatro años desde que lo encontró en ese maldito templo abandonado, e incluso después de tanto tiempo no conseguía descifrar todos sus misterios. Conservaba hechizos espeluznantes, artes tétricas y una filosofía espantosamente inhumana. ¿Acaso lo había escrito un antiguo hechicero de las artes oscuras? Era altamente probable puesto que la historia había comenzado hacía miles de años, y no podía siquiera imaginarse cuántos usuarios de su Fruta del Diablo hubo en el pasado. ¿Había una forma de acceder a los “recuerdos” de su propio poder? ¿Una manera de encontrar las respuestas mirando hacia atrás en el tiempo? Vaya, su mente ya comenzaba a divagar.

Dio vuelta la página y sus ojos vieron una espantosa ilustración de un hombre con cabeza de chivo, cuatro brazos y seis horripilantes patas de carnero. En una de sus manos tenía la cabeza de una mujer y en la otra un gran tridente. Como el resto de los grandes misterios del horroroso libro este estaba escrito en otra lengua, y tampoco era cuestión sencilla traducirla incluso para alguien con las habilidades lingüísticas de Katharina. Suspiró. ¿Por qué no podía concentrarse? Ah, sí. Porque tenía demasiadas cosas en la cabeza. Podía ponerse a pintar cualquier cosa, pero era una lástima que no llevase lienzos ni pinturas encima.

—Debería irme a la cama…

Sí, era lo que debía hacer. Pero el Necronomicón le llamaba como una sirena a un marinero, le imploraba que le echase un último vistazo, le convencía a descifrar un misterio más. Y así lo hizo. Luego de traducir el primer párrafo entendió una cosa: se trataba de un conjuro horripilante y muy oscuro, potencialmente mortal. Se imaginó a sí misma estando en esa piscina de… ácido y veneno. Repugnante, doloroso y sádico. Continuó leyendo y los párrafos siguientes indicaban el procedimiento para moldear la magia de tal manera que formase esa superficie mortífera. No obstante, sus pensamientos fueron interrumpidos por un canto, un murmuro que llegó a su tienda y que le sacó de la lectura. Espera, ¿no conocía esa melodía…? Oh, sí, era la que Ivan le había tocado la noche anterior.

Salió de la tienda y se encontró a la pelinegra sentada frente al fuego con un libro en las manos. Suspiró una vez más. Una sensación extraña invadió su estómago; era realmente mala para hablar las cosas. ¿Debía dispararlo todo inmediatamente y esperar que las cosas se aclarasen solas? ¿O comenzar con algo más… casual? Joder, las relaciones humanas eran un verdadero desafío para Katharina. Ni siquiera se percató de que ya se había puesto el pijama cuando avanzó hacia Brianna. Iba descalza y el cabello le caía en largos mechones rosados hasta el culo.

—H-Hey —le saludó, intentando sonar amable—. ¿Qué estás leyendo?

Venga, ¿no se le había ocurrido algo más inteligente que decir? Tenía el presentimiento de que todo eso era una mala idea, pero se lo había prometido a Ivan. Y la bruja no era de esas que faltaba a su palabra, mucho menos romper una promesa a un amigo.

Aguardó su respuesta y luego negó con la cabeza ante las palabras de la pelinegra. Podía concentrarse lo suficiente para ignorar cualquier ruido, así que no le molestaba el hecho de que estuviese cantando. Y el que le encontrase despierta resultaba… conveniente, pues tenía una conversación pendiente con ella. No se iba a disculpar por su comportamiento maleducado, pero le aclararía que realmente no tenía ningún problema con ella. Lo había demostrado al dejar inconsciente al matón del restaurante que intentó agarrarle del brazo, ¿no? Era la primera vez que estaba al mando de un grupo numeroso y con personalidades tan distintas, no tenía experiencia en el tema y lo único que podía hacer era improvisar, cosa en lo que era muy mala. Protegería a cada uno de los miembros de la banda como si formasen parte de la familia que ya no tenía.

—No, está bien. De todos modos no estaba intentando dormir, sólo estaba… estudiando. Llevo años dedicándome a la interpretación y traducción de textos tan antiguos que podrían desmoronarse con solo mirarlos —respondió, sentándose al lado de Brianna—. No sé lo que será esa infusión de valeriana con camomila, pero creo no necesitarla. Aún no tengo problemas para conciliar el sueño —mintió sobre esto último.

Era momento de comenzar la conversación de verdad, explicarle el motivo por el que estaba ahí sentada junto a ella. Iba más allá de sólo decirle que se había comportado de una manera… injusta, también quería escuchar la historia de Brianna. Ya sabía cómo había conocido al vampiro, pero era obvio que su vida no había comenzado ahí. ¿Quién era realmente esa joven de cabellos negros? Lucía amable, tranquila, y no suponía ningún peligro para ninguno de la banda.

Suspiró. Era difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía, lo que pensaba. Por una parte, su orgullo le impedía soltar unas disculpas explícitas; por otra, estaba la promesa que le había hecho a Ivan sobre aclarar las cosas. Y vaya que lo haría, pero a su modo. Tenía la mirada puesta en el fuego que danzaba al compás de la brisa nocturna, fluctuando de allá para acá y viceversa. Pensaba en la facilidad que algunas personas tenían para mostrar lo que sentían, haciendo un sensato símil entre el fuego y la pasión. La única conclusión a la que podía llegar era la inevitable destrucción: el fuego siempre acababa por consumirlo todo.

—C-Creo que… Ejem… ¿Cómo decirlo…? Hoy fui un poco maleducada contigo sin siquiera conocerte. Mi problema nunca fue contigo, sino con ese vampiro idiota —dijo finalmente, dejando que las palabras se deslizaran por su boca—. Tenemos una promesa por cumplir y cuando te vi llegar asumí que se había olvidado de ello, y me molesté mucho. Las promesas tienen mucho valor y deben ser cumplidas sin importar qué, de lo contrario, simplemente serían… palabras. Creo que me estoy desviando del asunto y lo que quiero decir es que puedes sentirte tranquila aquí, te cuidaremos como si fueras una de nosotros.

Esperaba que sus palabras calmasen la posible inquietud que había nacido en el corazón de Brianna. Todavía era demasiado pronto para preguntarle sobre su pasado; si se tratase de otra persona sencillamente haría una pregunta directa, pero parte de la promesa que le había hecho a Ivan era hacer sentir segura a su novia. Y ese era el motivo principal por el cual no había mencionado el rescate de Iliana.

Por fuera se mantuvo impávida, serena, imperturbable. Pero por dentro era todo un caos al haber escuchado el nombre de Iliana. Mantendría la promesa que le había hecho el vampiro y, pese a que la pelinegra era consciente del pacto que tenía con él, evitaría mencionar a su medio hermana. Y ahora mismo se hacía una pregunta: ¿cómo acabaría «Una historia de verano» si es que Brianna intervenía en el desarrollo normal de la historia? Oh, espera, no. Era el plot twist que todo el mundo necesitaba, que todos los lectores merecían. Una vez el espíritu amante de las novelas románticas aparecía era muy difícil pararle, y la hechicera ya había comenzado a maquinear… cosas. ¿Un triángulo amoroso? Podía resultar perfectamente, de hecho, volvía todo aún más interesante. ¿Cómo no lo había pensado antes? Era la dosis de drama que necesitaba para darle una chispa adicional a la trama.

Sonrió cuando Brianna llamó idiota a Ivan: tenía toda la razón. Le había conocido hacía años y se había mostrado como una… bestia. En ese entonces jamás imaginó que llegarían a ser amigos tan cercanos, y era la prueba que necesitaba para darse cuenta lo mucho que había cambiado el hombre. Todos cambian, ¿eh? Incluso Katharina no era la misma de hace un año. Podía echar un rápido vistazo a su alrededor y percatarse de ello: estaba rodeada de gente que había decidido seguirle por alguna extraña razón que no comprendía del todo. No se consideraba a sí misma lo suficientemente carismática o agradable como para ser el farol de otras personas, pero ahí estaba. Había dejado atrás ese tortuoso comportamiento cruel y despiadado, esa oscura conducta que conducía a la muerte a cualquiera que se mostrase hostil con ella. Y si fuese siendo de esa manera, Kaya hubiese muerto por su propia espada.

Le miró con una expresión seria pero afable al mismo tiempo.

—No eres ninguna molestia ni nadie necesita que tengas un inmenso poder de combate —le aclaró, esperando que creyese en sus palabras porque había una verdad intrínseca en ellas—. Mira a tu alrededor por un minuto, Brianna, y luego pregúntate si lo que buscamos es gente fuerte. Es cierto que iremos contra un Emperador del Mar, pero mientras esté yo aquí a nadie le pasará nada. Es mi responsabilidad velar por la seguridad de todos los miembros que han decidido voluntariamente seguirme.

Lo decía muy en serio y no quería que nadie tuviera duda de ello, ni Brianna ni Kaya, tampoco Selene ni Inosuke. Mucho menos Ivan. Comenzaba a entender un poco mejor el peso que Zane tenía sobre los hombros al decidir cuestiones tan importantes. ¿Quién iba a imaginar que Katharina acabase formando una banda pirata? Pero ahí estaba, rodeada de gente extraña y que se salía fácilmente de los estándares de la normalidad.

—¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti? Pudo haberlo hecho Ivan, pero lo correcto es que tú lo hagas.

Se acomodó en el asiento y lo transmutó de tal manera que fuese acolchado, casi esponjoso. Cosas de magia, no lo entenderías. Prestó oído a las palabras de Brianna y pronto supo que, de la misma manera que Iliana, era oriunda de esa tierra maldita conocida como Hallstat. Y ya surgió la primera similitud entre la pelirroja y la hechicera: ambas tenían linaje nobiliario. Si bien ella misma era una pirata odiada y amada en partes iguales, aunque esto último aún no conseguía entenderlo, jamás sería capaz de asaltar una isla para secuestrar gente y venderlas como objetos. No es que tuviese un impedimento moral sobre lo que está bien o no, pero simplemente no era su estilo; sobre todo teniendo en cuenta que su propia hermana había sufrido en carne propia el inhumano castigo de la esclavitud.

Apretó el puño y frunció el ceño tras oír que había sido presa de los deseos sexuales del capitán pirata. Durante ocho años, Brianna vivió un verdadero infierno y le sorprendía que fuese capaz de sonreír como lo hacía. Ahora tenía un motivo más para odiar al resto de la piratería, y una vez se enterase de quiénes fueron los culpables de hacerle pasar por semejante calvario, dejaría caer sobre ellos toda la fuerza de quien prontamente se coronaría como la nueva Emperatriz del Mar. Ocho malditos años fue despojada de su humanidad para ser tratada como un… animal. No, como un saco de carne y huesos carente de voluntad. ¿Cómo evitar sentirse culpable por haberle tratado de esa forma maleducada nada más verle? Si bien el vampiro tenía responsabilidad en el actuar de Katharina, no era motivo suficiente para justificar su comportamiento. Mucho menos ahora que comenzaba a entender los horrorosos recuerdos del pasado de Brianna.

Se mantuvo en silencio puesto que la historia continuaba, y casi deseaba que hubiese acabado ahí. ¿Por qué, en vez de alegrarse por el regreso, esa estúpida mujer había decidido acabar con su vida? La madre de la hechicera jamás hubiera hecho algo así; por supuesto que no. Conociendo a esa poderosa mujer, habría sido capaz de destruir el mundo entero con tal de recuperar a alguna de sus hijas. Podía considerarse a Katharina como una hechicera injustamente fuerte, pero aun así no se le comparaba a Shaelyn von Steinhell.

Intentando reprimir cualquier muestra de emoción para no interrumpir el relato, siguió escuchando las dolorosas palabras que escapaban casi por si solas de la boca de Brianna. ¿No había sufrido ya lo suficiente como para que la gente que le rodease continuara lastimándole? ¿Por qué, si es que no había obrado mal, era sentenciada a un destino inhumanamente cruel? Las mismas preguntas se había conjurado ella durante años cuando la Orden apareció en su casa, despojándola de su calidad de niña y convirtiéndola en una auténtica máquina de matar. Y vaya que lo hicieron bien. Si bien la madre de la pelinegra era una imbécil por haberse quitado la vida, su padre era aún peor. ¿Casarle con un noble ricachón únicamente por conveniencia? Eso rompía toda la visión romántica que Katharina tenía sobre el amor. Sin embargo, dentro de esa vida rebosante de injusticias, al parecer Brianna pudo encontrar una razón por la que seguir adelante, dar un paso y luego otro, y otro hasta refugiarse en el corazón de su amigo.

—Con nosotros estarás a salvo y ninguno permitirá que tu padre ponga un dedo sobre ti. Puedes sentirte segura teniendo a Ivan como tu protector; definitivamente no dejará que nada te pase. Y para que no quede duda alguna, cree en el acero de mis espadas, porque lo juro ante el destino que está de testigo, que te protegerán como si fueras un miembro de mi familia —acabó por decir, tal cual lo había hecho con el propio vampiro. Brianna era una desconocida hasta ese momento, y ningún argumento pragmático basado en la racionalidad justificaría la decisión de la bruja. Pero tenía la fuerza para protegerle, el coraje y un motivo de peso que trascendía casi cualquier cosa: era la novia de su mejor amigo.

Empezaba a tener una opinión sobre la personalidad de Brianna, aunque no era la indicada para hablar de cómo eran las otras personas cuando su propio comportamiento muchas veces era un desastre. Las cosas siempre iban bien hasta que abría la boca para soltar algún comentario lleno de arrogancia y desprecio. Era su manera de mantener a raya a los demás; odiaba que se inmiscuyeran en sus asuntos. Siempre había sido reservada y podía contar con los dedos de una mano las veces que se había abierto ante otra persona. Se avergonzaba hablar de sus propios sentimientos y, en cualquier caso, tampoco nunca nadie preguntaba. Tal vez era por la imagen que proyectaba, esa muralla invisible que había entre los demás y ella, una cúpula de espinas que mantenía la rosa fuera del alcance de la gente.

Miró a la mujer, preguntándose cómo es que podía viajar con piratas. Sabía que eran distintos a las otras bandas, de hecho, la hechicera sentía especial repudio a la piratería. Aun así, no entendía las razones de Brianna. Ivan era tan pirata como los hombres que la secuestraron y ninguno de los que dormía en el campamento, salvo Selene o Inosuke, podían decir lo contrario. Si ella tuviera la oportunidad de viajar con marines o miembros del Gobierno Mundial, la usaría únicamente para desquitarse con ellos y hacer cosas de brujas.

—Estés o no los problemas siempre nos perseguirán allá donde vayamos, así que tampoco te preocupes por eso —respondió, esbozando una débil sonrisa—. Aunque a veces me comporte como una idiota, intento ser justa con las personas que han decidido seguirme. Tampoco es que sepa cómo liderar a esta gente, apenas tengo veintiuno y llevo unos meses siendo capitana; creo que no sé mucho sobre estas cosas —confesó, soltando un suspiro. Por primera vez en mucho tiempo, y sin ser consciente de ello, estaba mostrando debilidad—. Pero para eso tengo a Ivan, cuando mi juicio falla él está ahí para enderezar las cosas y darme una opinión con otra perspectiva. Jamás pensé que acabaríamos siendo tan amigos cuando le vi por primera vez, y ya han pasado varios años desde entonces.

Había pasado cerca de un año desde que abandonó a los Arashi y estuvo navegando por sí sola, descubriendo el mundo por su propia cuenta. Cuando se sintió traicionada por Zane, volvió a cerrarse ante los demás y se cuidó de no confiar en nadie. Pero las cosas cambiaron cuando Ivan apareció. Podía no decirlo en voz alta, pero el vampiro era la persona en la que más confiaba. Y quería que siguiera siendo así, por eso estaba ahí hablando con Brianna, por eso había hablado con él la noche anterior. Odiaba equivocarse, pero más odiaba que la gente que quería se alejase de ella.

—Puede que hayas oído hablar alguna vez de mí, ¿no? La cruel bruja de 900 millones de recompensa, Katharina von Steinhell —continuó hablando—. Hay algunos ilusos que me creen una heroína, ¿sabes? He cometido demasiados errores y he hecho muchas atrocidades como para que piensen eso de mí. Y también soy odiada por los simpatizantes del Gobierno Mundial. ¿Tú qué crees, Brianna?

No estaba del todo segura de como debía sentirse en aquel momento, no le gustaba hablar de aquello, la historia que le había contado a la capitana de aquella peculiar banda era la historia cruel y complicada de su vida. De un pasado demasiado turbulento y confuso, no se le daba demasiado bien confiar aquellos secretos, pero suponía que era algo que necesitaba saber y que bueno, si había confiado en Ivan también podría hacerlo en ella. Esa mujer era compañera del vampiro y además eran amigos o eso le habían dejado claro los dos. De todos modos, aún no se sentía del todo cómoda en aquella situación y mucho menos teniendo sabiendo que no había sido bien recibida de primeras. Tampoco es que pudiera hacer mucho por ayudarles en sus planes o en sus deseos.

Por el momento Brianna simplemente estaba huyendo y usando esa oportunidad de unirse temporalmente a la banda para alejarse de sus perseguidores. Tenía claro que de algún modo, una banda pirata no era un lugar para ella. Sin embargo en aquel momento era una buena idea el ser una aliada temporal de aquellas personas. Podía navegar por los mares y ocultarse de quien deseaba hacerle mal, pero también tenía un poco de miedo, tenía un sentimiento extraño que no sabía identificar demasiado bien y que le daba un poco de mal rollo, pero por el momento no quería seguir indagando mucho más al respecto.

— Lo siento, pero la verdad es que no investigo mucho sobre piratas, prefiero mantenerme alejada de ellos, esta situación es algo particular e inesperada — era difícil explicar aquello. La necesidad la había llevado a acompañar a un pirata en sus aventuras y además unirse a su banda de forma temporal. ¿Era una locura? Seguramente, todos ellos eran piratas y estaba segura de que de alguna manera tenían muchas cosas turbias que ocultar y eso era lo que más le preocupaba, no saber que trapos sucios podrían tener escondidos aquellos individuos que se hacían llamar piratas, incluso el propio Ivan, no sabía que cosas había hecho aquel hombre y la asustaba un poco. — De todas formas no suelo juzgar a las personas hasta conocerlas, por el momento Ivan se a portado bien conmigo, pero no puedo negar que tengo un poco de miedo de descubrir algo que me haga temer de nuevo — por que aún no había podido olvidar la sensación de terror que invadió a Bri cuando supo que el vampiro era un pirata.