El Gremio OPD
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- Descripción aproximada de la arena del torneo:
- Se trata de un campo completamente circular de ochenta metros de diámetro. Lo curioso de este campo es que cada cierto tiempo (una vez cada tres turnos) el campo comienza a girar rápidamente hasta el final del turno, haciendo que los combatientes que estén encima pierdan estabilidad.
¡Comienza el de menor nivel!
Ivan Markov
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Al final Katharina había vuelto a presentarse en la isla. Cuando acabara aquel combate iba a tener una larga charla con ella sobre ir dejando notas y desaparecer misteriosamente sin explicaciones. En cualquier caso, ahora tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Como del hecho de que no contentos con emparejarle con su capitana y luego contra Zane D. Kenshin, ahora lo mandaban contra el puto Dexter Black en persona. ¿Se había convertido en el saco de boxeo favorito de la organización del torneo? Sí, eso parecía. En fin, qué demonios iba a hacerle... mientras Dexter no usase fuego, todo debería ir bien. A diferencia de en los combates anteriores había aprovechado para hacer un par de preguntas y enterarse de qué había hecho el Zafiro Negro hasta ahora. No demasiado de todos modos, no quería estropearse la sorpresa de ver qué poderes tenía, solo quería saber qué estilo había seguido. No parecía que estuviera yendo a saco, a diferencia de la bruta de Kath. Eso era un alivio, porque no le apetecía llevarse un golpe serio de la persona que había levantado a pulso Impel Down. Seguramente ni él pudiera regenerarse de eso.
Una compañía quería que publicitase su nueva línea de gafas de sol. Normalmente hubiera pasado, pero el dinero le venía bien, así que había aceptado. Le habían proporcionado unas cuantos modelos extra resistentes, porque de nada les servía que publicitara sus gafas si a los cinco segundos iban a estar rotas, ¿no? Otro motivo por el que había aceptado era porque evitaría que un destello fortuito del sol le deslumbrara, y eso nunca le venía mal. Una parte mala es que no sabía si podía usar su hipnosis a través de los cristales tintados (y lo dudaba), pero llegado el momento se las quitaría. Acudió al estadio con las susodichas gafas, su Manto de Sombras convertido en una chaqueta roja como acostumbraba, pantalones y botas. Ya no se molestó en ponerse una camisa, porque con la suerte que tenía Dexter sacaría un lanzallamas y se la destrozaría. De hecho en tres combates había perdido tres mudas de ropa. Se habría quedado hasta sin el Manto si no se reparase solo.
Entró en el estadio entre las aclamaciones del público, levantando a Vanator en el aire con una sonrisa. Aún había grupos de detractores, tal vez incluso más ruidosos que antes si cabía, pero se había hecho un buen número de fans. Era curioso cómo la gente podía disfrutar de un espectáculo sangriento, de ver a dos personas destrozándose, en lugar de hacerlo ellas mismas. La cobardía, la falta de fuerza o no estar en las condiciones para hacerlo sin arriesgarse a las represalias de la ley solían ser motivos disuasorios... o más bien excusas. Por una parte le parecía lamentable que no tuviesen el coraje de ir a buscar ellos mismos una buena pelea y tuviesen que pagar por ver a otros haciéndolo, pero, qué diablos. Estaba bien tener público, y Ivan era más engreído que un pavo real. Crecido por las ovaciones y abucheos, avanzó hacia el centro con un paso elegante y felino. Ahora faltaba que apareciera el bueno de Dexter.
Una compañía quería que publicitase su nueva línea de gafas de sol. Normalmente hubiera pasado, pero el dinero le venía bien, así que había aceptado. Le habían proporcionado unas cuantos modelos extra resistentes, porque de nada les servía que publicitara sus gafas si a los cinco segundos iban a estar rotas, ¿no? Otro motivo por el que había aceptado era porque evitaría que un destello fortuito del sol le deslumbrara, y eso nunca le venía mal. Una parte mala es que no sabía si podía usar su hipnosis a través de los cristales tintados (y lo dudaba), pero llegado el momento se las quitaría. Acudió al estadio con las susodichas gafas, su Manto de Sombras convertido en una chaqueta roja como acostumbraba, pantalones y botas. Ya no se molestó en ponerse una camisa, porque con la suerte que tenía Dexter sacaría un lanzallamas y se la destrozaría. De hecho en tres combates había perdido tres mudas de ropa. Se habría quedado hasta sin el Manto si no se reparase solo.
Entró en el estadio entre las aclamaciones del público, levantando a Vanator en el aire con una sonrisa. Aún había grupos de detractores, tal vez incluso más ruidosos que antes si cabía, pero se había hecho un buen número de fans. Era curioso cómo la gente podía disfrutar de un espectáculo sangriento, de ver a dos personas destrozándose, en lugar de hacerlo ellas mismas. La cobardía, la falta de fuerza o no estar en las condiciones para hacerlo sin arriesgarse a las represalias de la ley solían ser motivos disuasorios... o más bien excusas. Por una parte le parecía lamentable que no tuviesen el coraje de ir a buscar ellos mismos una buena pelea y tuviesen que pagar por ver a otros haciéndolo, pero, qué diablos. Estaba bien tener público, y Ivan era más engreído que un pavo real. Crecido por las ovaciones y abucheos, avanzó hacia el centro con un paso elegante y felino. Ahora faltaba que apareciera el bueno de Dexter.
Dexter Black
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Dexter no había salido de su habitación en varios días. Le habían contactado varias empresas que, por algún motivo, estaban empeñadas en que su cuerpo era el maniquí adecuado para mostrar al mundo sus mejores productos; sin embargo él no podía, en conciencia, aceptar publicitar algo que no utilizaba.
- Pero te regalaremos un poncho -le había dicho un subsecretario de organización cualquiera con tanta importancia en la empresa como en esta historia.
Dexter no había tenido más remedio que aceptar. No es que hubiese usado poncho antes, ni que en general utilizase cualquier prenda que no fuesen sus trajes o los disfraces de carnaval que el Gobierno utilizaba para las imágenes de sus carteles de "se busca". No le molestaba particularmente que utilizasen los del bicornio de pirata y camisola abierta, pero le extrañaba que no hubiesen preferido captarlo ese año en el que se había disfrazado de piña. De todos modos, un poncho era una alternativa funcional y elegante para protegerse en días fríos y mantener la total autonomía de las extremidades sin verse constreñido por el mayor enemigo de cualquier artista marcial: Las mangas.
En realidad que le regalasen un poncho tenía cosas buenas. Ponchos gratis, por ejemplo, y... Bueno, ¿acaso necesitaba algo más? Eran ponchos gratis, no podía pedir más. Aunque, por la cara de fascinación y sorpresa de aquel hombre, tal vez debería haber pedido dos ponchos. Pero bueno, todo el mundo fallaba a veces a la hora de negociar.
Su siguiente rival era el único e inigualable hijo de Derian Markov, Ivan, que en una suerte de mal chiste había consumido la misma fruta que su padre y, si las imágenes no lo engañaban, empuñaba la misma espada. No era la primera vez que llegaban a sus oídos historias de familias reales enteras conectadas por una fruta del diablo, aunque estaba seguro de que en ese caso particular -sobre todo teniendo en cuenta el estado de Hallstat tras la guerra y esa tal Iliana en el trono- había mucha más miga. Sin embargo, nada tenía más miga que los...
- ¡Ponchos!
El grito restalló en todo el estadio. Diría que en toda la isla, pero en realidad solo había sido un grito completamente normal en una ilusión a gran escala, de manera que se escuchaba en todos sus puntos con la misma intensidad. Dada la anticipación, Dexter estaba seguro de que cualquiera estaría esperando su llegada, pero lo que estaba convencido de que nadie habría osado imaginar era lo que pasó a continuación:
La gran puerta pareció romperse para dar cabida a una gigantesca alpaca de al menos doce metros de altura, tirando de un carro no mucho más pequeño lleno de emblemas y dibujos indígenas que rayaban en lo irrespetuoso, desde hombres morenos en falda de hojas fumando tabaco con cacao hasta llamas intentando liderar imperios pasando por, obviamente, la colosal figura de un mariachi con el bigote más espectacular que nadie jamás hubiese visto, desde el que sonaba la famosa canción "Canta y no llores". Obviamente el mariachi, como debía ser, llevaba un poncho "El llanero" con su clásico lema, "famoso en el mundo entero".
Sin embargo cuando el carro llegó hasta el centro se desvaneció, como un espejismo al caer la noche. No había puerta a medio romper, ni mariachis gigantes ni una alpaca colosal. Solo Dexter montado en una alpaca relativamente grande, vestido con un poncho y falda de hojas -y todo su armamento, aparte de una vieja confiable y un mechero, colgados en su cinturón-, cargando sobre el hombro un radiocasette con altavoces gigantes.
- ¡Y todo esto patrocinado por Ponchos "El Llanero", famosos en el mundo entero! -exclamó, bajándose de la aplaca y dándole un golpecito con Nadia, que llevaba en su mano izquierda, para hacerla volver hacia la salida. El público parecía no decidirse entre la ovación, el aplauso o la risa.
Aún con la canción sonando, Dexter observó a Ivan. Parecía poderoso, pero él conocía su mayor debilidad. También era la de su padre, y los vídeos de su combate contra Katharina lo habían dejado muy claro. Por ello, el primer ataque, iba a ir encaminado a testear su resistencia al fuego.
- Dame un segundito, por favor -le pidió, cambiando la cara del casette.
En cuanto lo hizo sonó otra canción totalmente distinta y, ni corto ni perezoso, le lanzó el reproductor a la cabeza con fuerza suficiente como para volcar un barco. De ese modo probaría no solo su resistencia, sino también su tolerancia a las llamas. Un plan impecable, perfecto, sin fisuras... Y seguramente, estúpidamente molesto si funcionaba.
- Pero te regalaremos un poncho -le había dicho un subsecretario de organización cualquiera con tanta importancia en la empresa como en esta historia.
Dexter no había tenido más remedio que aceptar. No es que hubiese usado poncho antes, ni que en general utilizase cualquier prenda que no fuesen sus trajes o los disfraces de carnaval que el Gobierno utilizaba para las imágenes de sus carteles de "se busca". No le molestaba particularmente que utilizasen los del bicornio de pirata y camisola abierta, pero le extrañaba que no hubiesen preferido captarlo ese año en el que se había disfrazado de piña. De todos modos, un poncho era una alternativa funcional y elegante para protegerse en días fríos y mantener la total autonomía de las extremidades sin verse constreñido por el mayor enemigo de cualquier artista marcial: Las mangas.
En realidad que le regalasen un poncho tenía cosas buenas. Ponchos gratis, por ejemplo, y... Bueno, ¿acaso necesitaba algo más? Eran ponchos gratis, no podía pedir más. Aunque, por la cara de fascinación y sorpresa de aquel hombre, tal vez debería haber pedido dos ponchos. Pero bueno, todo el mundo fallaba a veces a la hora de negociar.
Su siguiente rival era el único e inigualable hijo de Derian Markov, Ivan, que en una suerte de mal chiste había consumido la misma fruta que su padre y, si las imágenes no lo engañaban, empuñaba la misma espada. No era la primera vez que llegaban a sus oídos historias de familias reales enteras conectadas por una fruta del diablo, aunque estaba seguro de que en ese caso particular -sobre todo teniendo en cuenta el estado de Hallstat tras la guerra y esa tal Iliana en el trono- había mucha más miga. Sin embargo, nada tenía más miga que los...
- ¡Ponchos!
El grito restalló en todo el estadio. Diría que en toda la isla, pero en realidad solo había sido un grito completamente normal en una ilusión a gran escala, de manera que se escuchaba en todos sus puntos con la misma intensidad. Dada la anticipación, Dexter estaba seguro de que cualquiera estaría esperando su llegada, pero lo que estaba convencido de que nadie habría osado imaginar era lo que pasó a continuación:
La gran puerta pareció romperse para dar cabida a una gigantesca alpaca de al menos doce metros de altura, tirando de un carro no mucho más pequeño lleno de emblemas y dibujos indígenas que rayaban en lo irrespetuoso, desde hombres morenos en falda de hojas fumando tabaco con cacao hasta llamas intentando liderar imperios pasando por, obviamente, la colosal figura de un mariachi con el bigote más espectacular que nadie jamás hubiese visto, desde el que sonaba la famosa canción "Canta y no llores". Obviamente el mariachi, como debía ser, llevaba un poncho "El llanero" con su clásico lema, "famoso en el mundo entero".
Sin embargo cuando el carro llegó hasta el centro se desvaneció, como un espejismo al caer la noche. No había puerta a medio romper, ni mariachis gigantes ni una alpaca colosal. Solo Dexter montado en una alpaca relativamente grande, vestido con un poncho y falda de hojas -y todo su armamento, aparte de una vieja confiable y un mechero, colgados en su cinturón-, cargando sobre el hombro un radiocasette con altavoces gigantes.
- ¡Y todo esto patrocinado por Ponchos "El Llanero", famosos en el mundo entero! -exclamó, bajándose de la aplaca y dándole un golpecito con Nadia, que llevaba en su mano izquierda, para hacerla volver hacia la salida. El público parecía no decidirse entre la ovación, el aplauso o la risa.
Aún con la canción sonando, Dexter observó a Ivan. Parecía poderoso, pero él conocía su mayor debilidad. También era la de su padre, y los vídeos de su combate contra Katharina lo habían dejado muy claro. Por ello, el primer ataque, iba a ir encaminado a testear su resistencia al fuego.
- Dame un segundito, por favor -le pidió, cambiando la cara del casette.
En cuanto lo hizo sonó otra canción totalmente distinta y, ni corto ni perezoso, le lanzó el reproductor a la cabeza con fuerza suficiente como para volcar un barco. De ese modo probaría no solo su resistencia, sino también su tolerancia a las llamas. Un plan impecable, perfecto, sin fisuras... Y seguramente, estúpidamente molesto si funcionaba.
Ivan Markov
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En sus años navegando, Ivan había visto mucha mierda. Es decir, era difícil no hacerlo navegando Grand Line. Desde islas que eran en realidad cagadas de peces gigantes como Nanimonai a árboles que hablan y pelean encima de pompas voladoras. Y eso pasando por hombres gato subiditos de tono, gente con múltiples extremidades, hombres que se visten como mujeres y se empeñan en intentar secuestrar y violar hombres... el caso es que tras ver tantas cosas no era fácil que se sorprendiera. Que se sorprendiera de verdad, vaya. Encontrarse algo inesperado es algo que le pasa a todo el mundo casi todos los días de su vida. Sin embargo la verdadera sorpresa, esa que hace a la gente abrir la boca de par en par, deja sin palabras y hace que todo pensamiento coherente sea sustituido por un gemido embobado era una reacción que muy rara vez Ivan había sacado. Y sin embargo cuando la rocambolesca aberración mariachi-fusión entró por la puerta del estadio, Ivan abrió la boca en una mueca de estupefacción y se sacó lentamente las gafas de sol.
- Eh... ¿eh?
Podría decir que se lo tendría que haber esperado. Ya conocía a Dexter y le había visto conversar con su propio clon ilusorio, intentar pasar desapercibido poniéndose un mostacho y beberse un cubo de frapuccino del Cubo de Estrellas de unos cuantos galones de una sentada. Pero aun con todo eso, nada podría haber preparado su mente contra la violación mental y audiovisual (y probablemente ética también) que supuso el espectáculo que montó el antiguo Yonkou al entrar en la puerta. Probablemente si Dexter le hubiese atacado en ese mismísimo momento, mientras sonaba "canta y no llores" con todo el espectáculo de la llama gigante y el mariachi estereotipado, hubiese estado tan estupidizado que le hubiera ganado en el acto. Cuando la ilusión se desvaneció y apareció simplemente su rival sobre una llama de tamaño sensiblemente más lógico, soltó un gruñido confuso y se frotó los ojos.
- Quéee cojoooooneeees...
Volvió a ponerse las gafas y observó al revolucionario mientras mandaba al animal de vuelta a la puerta. Aún no tenía claro qué decir o cómo reaccionar. ¡Ni siquiera tenía claro aún qué diablos había ocurrido! Había sido todo tan estúpidamente surrealista que aún lo estaba asimilando. Probablemente Dexter no podría haber escogido un ataque mental más eficaz. Y eso no que no había sido un ataque. Al menos enterarse de que había sido publicidad le daba un poco más de lógica a todo. UN POCO, que no demasiada.
- Buenas Dexter, ¿cuánto hacía que no...?
El hombre le interrumpió pidiéndole un segundo y empezó a toquetear su reproductor de música. ¿Pretendía poner música de ambiente para el combate? Oye... mientras no fuese algo de mariachis de nuevo casi hasta podría estar bien. Bueno, parecía que el estilo no es demasiado diferente. Eh, ¿por qué estaba levantando así el aparato? ¿Pretendía acaso...? Reaccionando más por reflejos que conscientemente, movió la espada bateando el reproductor como si estuviese en un partido de Bola Base. La maquinaria destrozada salió volando recorriendo el estadio, pasando por encima de las gradas y siguiendo su trayectoria hasta perderse de la vista. En algún punto lejano se escuchó el chillido de un gato. Sin embargo no todo había salido bien, porque notaba un dolor punzante en la frente. Se llevó la mano y se arrancó un trozo de casette que se le había clavado por la fuerza. Demasiado atontado para siquiera atacar, repitió, sinceramente confuso:
- Qué cojooooneeeees...
- Eh... ¿eh?
Podría decir que se lo tendría que haber esperado. Ya conocía a Dexter y le había visto conversar con su propio clon ilusorio, intentar pasar desapercibido poniéndose un mostacho y beberse un cubo de frapuccino del Cubo de Estrellas de unos cuantos galones de una sentada. Pero aun con todo eso, nada podría haber preparado su mente contra la violación mental y audiovisual (y probablemente ética también) que supuso el espectáculo que montó el antiguo Yonkou al entrar en la puerta. Probablemente si Dexter le hubiese atacado en ese mismísimo momento, mientras sonaba "canta y no llores" con todo el espectáculo de la llama gigante y el mariachi estereotipado, hubiese estado tan estupidizado que le hubiera ganado en el acto. Cuando la ilusión se desvaneció y apareció simplemente su rival sobre una llama de tamaño sensiblemente más lógico, soltó un gruñido confuso y se frotó los ojos.
- Quéee cojoooooneeees...
Volvió a ponerse las gafas y observó al revolucionario mientras mandaba al animal de vuelta a la puerta. Aún no tenía claro qué decir o cómo reaccionar. ¡Ni siquiera tenía claro aún qué diablos había ocurrido! Había sido todo tan estúpidamente surrealista que aún lo estaba asimilando. Probablemente Dexter no podría haber escogido un ataque mental más eficaz. Y eso no que no había sido un ataque. Al menos enterarse de que había sido publicidad le daba un poco más de lógica a todo. UN POCO, que no demasiada.
- Buenas Dexter, ¿cuánto hacía que no...?
El hombre le interrumpió pidiéndole un segundo y empezó a toquetear su reproductor de música. ¿Pretendía poner música de ambiente para el combate? Oye... mientras no fuese algo de mariachis de nuevo casi hasta podría estar bien. Bueno, parecía que el estilo no es demasiado diferente. Eh, ¿por qué estaba levantando así el aparato? ¿Pretendía acaso...? Reaccionando más por reflejos que conscientemente, movió la espada bateando el reproductor como si estuviese en un partido de Bola Base. La maquinaria destrozada salió volando recorriendo el estadio, pasando por encima de las gradas y siguiendo su trayectoria hasta perderse de la vista. En algún punto lejano se escuchó el chillido de un gato. Sin embargo no todo había salido bien, porque notaba un dolor punzante en la frente. Se llevó la mano y se arrancó un trozo de casette que se le había clavado por la fuerza. Demasiado atontado para siquiera atacar, repitió, sinceramente confuso:
- Qué cojooooneeeees...
Dexter Black
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El fuego no le había hecho nada, claro, pero estaba seguro de que estaba cerca de descubrir alguna forma de verdaderamente hacerle daño. Un daño que no pudiese curarse, claro, no como aquella ígnea esquirla de cassette que se había arrancado sin ningún esfuerzo de la frente. Claro, era poderoso, no estaría en ese torneo si no lo fuese, pero había dejado a la vista su mayor debilidad, la de verdad: Era incapaz de lidiar o gestionar bien sus palabras cuando el fuego estaba cerca, así que lo único que debía hacer para derrotarlo era tener con él un duelo dialéctico, una batalla filosófica en la que se lanzarían silogismos el uno al otro con la ventaja, para Dexter claro, de que sus silogismos eran duros y contundentes en la más razonable de sus acepciones.
Entre ellos surgieron dos atriles ilusorios. En el de Ivan había además un emblema de fondo rojo, como la sangre del guerrero, al que se superponían una hoz -dado que en Hallstat había una buena cosecha de trigo- cruzada con un martillo. Era la burla perfecta, dado que el martillo era imprescindible para clavar la estaca en su corazón. Aunque aquello era solo un mito, estaba seguro de que Ivan percibiría la burla de forma nociva y en su mente algo se rompería.
- Espero, señor, que haya traído sus notas -comentó, fingiendo golpear unos papeles que surgieron mágicamente en sus manos. No se tocaban realmente y el aspecto de colisión debía ser algo cutre, pero a esa distancia realmente solo necesitaba que se viese su gesto- porque en el siguiente debate no pienso dejarle ni un solo minuto de descanso. Como podrá ver por mi atril, yo represento a...
No lo dijo, pero en la bandera podía verse: Un piolet, porque Dexter había escalado a lo más alto, y una barba. Porque sí, en realidad, pero Dexter siempre había pensado en dejarse barba. Quizá algún día -durante un segundo, de hecho, tuvo una larga barba blanca-. Ese emblema representaba todo aquello por lo que luchaba: Escalada y vello facial... O algo así. La verdad, con lo que le habían pagado los de "El llanero" se había comprado un par de cubos de Frapucino y, debía reconocer, la cafeína empezaba a afectarle.
- Verá, hace siete lustros y veinte minutos, mi padre dijo... -Paró de hablar. Hacía treinta y cinco años él no había nacido-. A la mierda.
Antes de dejarle razonarlo se abalanzó sobre él con la intención de darle un puñetazo en la cara. Sí, en la cara. Con relativa fuerza, moderadamente rápido, una prueba a ver qué tal encajaba los golpes. Lo que estaba seguro de que Ivan no esperaría era que, en el momento en que estuviese a punto de golpear sus ojos, trataría de sisarle con la otra mano las gafas y ponérselas él mismo. De conseguirlo, lo cual no descartaba dada su habilidad para las tareas delicadas... ¡Un momento! ¡Llevaba gafas de sol porque era un vampiro! ¡Ese era el secreto de su inmunidad a las llamas! En cualquier caso, solo podía decir una cosa si hacía a Ivan salir despedido y todo iba bien:
- Este hurto ha sido patrocinado por ponchos "El llanero". -Puso el oído y coreó el resto con el público-. ¡Famoso en el mundo entero!
Entre ellos surgieron dos atriles ilusorios. En el de Ivan había además un emblema de fondo rojo, como la sangre del guerrero, al que se superponían una hoz -dado que en Hallstat había una buena cosecha de trigo- cruzada con un martillo. Era la burla perfecta, dado que el martillo era imprescindible para clavar la estaca en su corazón. Aunque aquello era solo un mito, estaba seguro de que Ivan percibiría la burla de forma nociva y en su mente algo se rompería.
- Espero, señor, que haya traído sus notas -comentó, fingiendo golpear unos papeles que surgieron mágicamente en sus manos. No se tocaban realmente y el aspecto de colisión debía ser algo cutre, pero a esa distancia realmente solo necesitaba que se viese su gesto- porque en el siguiente debate no pienso dejarle ni un solo minuto de descanso. Como podrá ver por mi atril, yo represento a...
No lo dijo, pero en la bandera podía verse: Un piolet, porque Dexter había escalado a lo más alto, y una barba. Porque sí, en realidad, pero Dexter siempre había pensado en dejarse barba. Quizá algún día -durante un segundo, de hecho, tuvo una larga barba blanca-. Ese emblema representaba todo aquello por lo que luchaba: Escalada y vello facial... O algo así. La verdad, con lo que le habían pagado los de "El llanero" se había comprado un par de cubos de Frapucino y, debía reconocer, la cafeína empezaba a afectarle.
- Verá, hace siete lustros y veinte minutos, mi padre dijo... -Paró de hablar. Hacía treinta y cinco años él no había nacido-. A la mierda.
Antes de dejarle razonarlo se abalanzó sobre él con la intención de darle un puñetazo en la cara. Sí, en la cara. Con relativa fuerza, moderadamente rápido, una prueba a ver qué tal encajaba los golpes. Lo que estaba seguro de que Ivan no esperaría era que, en el momento en que estuviese a punto de golpear sus ojos, trataría de sisarle con la otra mano las gafas y ponérselas él mismo. De conseguirlo, lo cual no descartaba dada su habilidad para las tareas delicadas... ¡Un momento! ¡Llevaba gafas de sol porque era un vampiro! ¡Ese era el secreto de su inmunidad a las llamas! En cualquier caso, solo podía decir una cosa si hacía a Ivan salir despedido y todo iba bien:
- Este hurto ha sido patrocinado por ponchos "El llanero". -Puso el oído y coreó el resto con el público-. ¡Famoso en el mundo entero!
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Algo se rompió definitivamente dentro de Ivan. No le había bastado con lanzarle toda esa cantidad de mierda ilusoria a la cara (figuradamente) y luego un radiocasette, también a la cara (literalmente), sino que ahora había creado... ¿qué había creado? Asomó la cabeza por encima de su atril y vio que su símbolo era algo así como una especie de bandera campesina. O algo. Sobre rojo, una hoz y un martillo. Estaba claro, el rojo era porque era un vampiro, la hoz porque ante él sus enemigos caían como la cosecha recién cortada, y el martillo porque su arma era contundente y letal. ¡Ajá! ¡Parecía que Dexter había decidido al fin respetar su habilidad como guerrero! ¡Por eso le retaba a un duelo con palabras! Por... por... algo. Seguro que había una conexión entre las espadas y discutir. Porque era como una pelea pero con gente chillándose. O sin chillarse. Ah, qué diablos.
- ¡Protesto, señoría! - gritó hacia el juez de campo - ¡Mi oponente solo dice sandeces! ¿Ha visto su bandera? Una barba y un pico. ¡Evidentemente se mofa de los mineros enanos! Porque todo el mundo sabe que los mineros con barba larga son bajitos. ¡Mirad! ¡Se ha puesto barba! ¡Es apropiación cultural!
Dio un fuerte golpe sobre su atril. O lo intentó. En realidad como era ilusorio su mano lo atravesó y se acabó dando un tortazo en la entrepierna. Pero un orador se mantenía impertérrito frente a las adversidades. Como tal, se limitó a dejar escapar el dolor en forma de un chillidito lo más masculino que pudo. Igual fue cinco tonos más agudo de lo que había pretendido, pero seguro que su rival lo interpretaría como su ardiente determinación por ganar. ¡Siéntete intimidado, Dexter! ¡Ese puñetazo es lo que te espera a ti! Sí, ya vería lo que se le venía encima. Le tenía muchas sorpresas reservadas, y... espera, ¿eso que tenía frente a su cara era un puño? Mientras volaba por los aire, se dio cuenta por el resplandor en sus ojos: ¡ya no tenía las gafas! Sin embargo traía unas de repuesto. En medio de su vuelo se metió las manos en la chaqueta y se puso rápidamente un nuevo par de gafas de sol. Luego se recolocó en el aire para caer de lado, con la cabeza apoyada sobre el puño y una sonrisa seductora. Eso sin soltar a Vanator, con lo que uno de los lados de la cruz quedaba pinchándole en la cara. Y bueno, con la nariz destrozada y la marca del puño de Dexter en mitad de la cara.
- Y las lentes han sido aportadas por Gafas Okey - hizo una corta pero dramática pausa - No me podéis admirar, si no me veis.
Ya está, seguro que se había ganado al público con eso. Las risas de fondo eran claramente de admiración. Seguro. Se levantó de golpe y se sacudió el polvo, cuando de repente el suelo bajo él tembló. ¿Una nueva táctica de Dexter? ¿Qué sería ahora? ¿Hombres topo? Maldito tramposo. El suelo no siguió temblando, sino que empezó a moverse y girar. Por un momento estuvo a punto de perder el equilibrio, pero logró mantenerse en pie clavando la punta de Vanator y usándola de punto de apoyo. Malditos hombres top... espera, los hombres topo no existía. Al menos que él supiera. Entonces no era una trampa de Dexter, sino una de esas chorradas que estaban poniendo en todos los combates para hacerlos más espectaculares. Y podía intentar sacarle partido. Adaptándose al giro del escenario, se movió usando la espada de bastón hasta acabar en la misma línea que el Zafiro Negro. Entonces simplemente saltó hacia él, dejando que el escenario lo llevara hacia él, y sacaría su arma secreta: una concha color verde.
- ¡Sufre el poder de los olores estridentes! - y activó el dial de pedo en su cara.
- ¡Protesto, señoría! - gritó hacia el juez de campo - ¡Mi oponente solo dice sandeces! ¿Ha visto su bandera? Una barba y un pico. ¡Evidentemente se mofa de los mineros enanos! Porque todo el mundo sabe que los mineros con barba larga son bajitos. ¡Mirad! ¡Se ha puesto barba! ¡Es apropiación cultural!
Dio un fuerte golpe sobre su atril. O lo intentó. En realidad como era ilusorio su mano lo atravesó y se acabó dando un tortazo en la entrepierna. Pero un orador se mantenía impertérrito frente a las adversidades. Como tal, se limitó a dejar escapar el dolor en forma de un chillidito lo más masculino que pudo. Igual fue cinco tonos más agudo de lo que había pretendido, pero seguro que su rival lo interpretaría como su ardiente determinación por ganar. ¡Siéntete intimidado, Dexter! ¡Ese puñetazo es lo que te espera a ti! Sí, ya vería lo que se le venía encima. Le tenía muchas sorpresas reservadas, y... espera, ¿eso que tenía frente a su cara era un puño? Mientras volaba por los aire, se dio cuenta por el resplandor en sus ojos: ¡ya no tenía las gafas! Sin embargo traía unas de repuesto. En medio de su vuelo se metió las manos en la chaqueta y se puso rápidamente un nuevo par de gafas de sol. Luego se recolocó en el aire para caer de lado, con la cabeza apoyada sobre el puño y una sonrisa seductora. Eso sin soltar a Vanator, con lo que uno de los lados de la cruz quedaba pinchándole en la cara. Y bueno, con la nariz destrozada y la marca del puño de Dexter en mitad de la cara.
- Y las lentes han sido aportadas por Gafas Okey - hizo una corta pero dramática pausa - No me podéis admirar, si no me veis.
Ya está, seguro que se había ganado al público con eso. Las risas de fondo eran claramente de admiración. Seguro. Se levantó de golpe y se sacudió el polvo, cuando de repente el suelo bajo él tembló. ¿Una nueva táctica de Dexter? ¿Qué sería ahora? ¿Hombres topo? Maldito tramposo. El suelo no siguió temblando, sino que empezó a moverse y girar. Por un momento estuvo a punto de perder el equilibrio, pero logró mantenerse en pie clavando la punta de Vanator y usándola de punto de apoyo. Malditos hombres top... espera, los hombres topo no existía. Al menos que él supiera. Entonces no era una trampa de Dexter, sino una de esas chorradas que estaban poniendo en todos los combates para hacerlos más espectaculares. Y podía intentar sacarle partido. Adaptándose al giro del escenario, se movió usando la espada de bastón hasta acabar en la misma línea que el Zafiro Negro. Entonces simplemente saltó hacia él, dejando que el escenario lo llevara hacia él, y sacaría su arma secreta: una concha color verde.
- ¡Sufre el poder de los olores estridentes! - y activó el dial de pedo en su cara.
Dexter Black
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Por fin se había coronado como el más guay del combate: Poncho, gafas de sol épicas y con la marca de su puño lejos de su cara -concretamente, en la de Ivan-. La vida le sonreía, y a medida que miraba de un lado a otro iba guiñando un ojo al público de vez en cuando, aunque no verían ese gesto dado que estos iban cubiertos por las gafas... ¿Qué marca eran? Daba igual, molaban un montón. Y si las gafas molaban y el poncho molaban él, que molaba más que una muela -no sabía por qué, pero tenían pinta de molar-, tenía que reinar sobre todas las cosas que molaban en la grandiosa y molona molonidad.
Empezó a hacer el baile de la molonidad, que era una modificación del baile del cangrejo que a su vez era una modificación de quedarse quieto en el sitio moviendo los brazos como si pidiese limosna, pero de forma constante y con cara de superioridad. Aquello molaba, molaba mucho, y si las risas llegaban desde el público desde luego era a causa de Ivan y no de su molongo baile, que molaba mucho.
- ¡Ríndete, Ivan, tengouooooooooooooooooooo...!
Se cayó con todo el equipo. No se esperaba que el escenario empezase a girar mientras él bailaba -lo cual era, por cierto, una descortesía- y no consiguió mantener el equilibrio. O a lo mejor sí y no se había molestado en intentarlo, o le estaba dando una hipoglucemia. ¿Ivan tendría un plátano? Aunque dado que acababa de pelear contra Aki y Ivan tenía cara de vicioso -esa marca roja en la cara solo salía cuando eras un pervertido- prefirió no preguntarle. Ya cuando ganase el combate tomaría la dosis recomendada diaria de potasio.
Se levantó. No fue fácil, tampoco difícil, pero fue un alzamiento. No militar, no bolchevique, pero un alzamiento a fin de cuentas. Sin embargo, Ivan tenía una idea rastrera para intentar mermar su molonidad que ejecutó a través de una pequeña concha. Acercándose cual anciano apoyado sobre Vanator como bastón de pronto puso el dial en su cara y lo activó.
Definitivamente no podría hacer sido un movimiento más eficaz, dado que fuese el olor o él mismo para alejarse, su cuerpo salió disparado contra el muro, quedando totalmente tieso en paralelo con el suelo como si de un dardo se tratase. Las gafas se habían roto, lógicamente, pero él se desencajó y puso una ilusión de las mismas sobre su cabeza.
- ¡Estoy bien! -tranquilizó a su público-. ¡Todo gracias a ponchos "El llanero"!
Dejó que el público continuase el eslogan mientras él se remangaba. Estaba claro que podía derrotarlo con su arma secreta, así que de nuevo se abalanzó sobre él con la intención de, en ese instante, hacerle una presa por la espalda que tuviese su brazo hábil sujeto, con su propia mano bajo el codo con el mechero encendido bajo su codo.
- Ríndete ante el poder del fuego o sufre las consecuencias -amenazaría, forcejeando para evitar que se soltase durante todo el tiempo que pudiese.
Empezó a hacer el baile de la molonidad, que era una modificación del baile del cangrejo que a su vez era una modificación de quedarse quieto en el sitio moviendo los brazos como si pidiese limosna, pero de forma constante y con cara de superioridad. Aquello molaba, molaba mucho, y si las risas llegaban desde el público desde luego era a causa de Ivan y no de su molongo baile, que molaba mucho.
- ¡Ríndete, Ivan, tengouooooooooooooooooooo...!
Se cayó con todo el equipo. No se esperaba que el escenario empezase a girar mientras él bailaba -lo cual era, por cierto, una descortesía- y no consiguió mantener el equilibrio. O a lo mejor sí y no se había molestado en intentarlo, o le estaba dando una hipoglucemia. ¿Ivan tendría un plátano? Aunque dado que acababa de pelear contra Aki y Ivan tenía cara de vicioso -esa marca roja en la cara solo salía cuando eras un pervertido- prefirió no preguntarle. Ya cuando ganase el combate tomaría la dosis recomendada diaria de potasio.
Se levantó. No fue fácil, tampoco difícil, pero fue un alzamiento. No militar, no bolchevique, pero un alzamiento a fin de cuentas. Sin embargo, Ivan tenía una idea rastrera para intentar mermar su molonidad que ejecutó a través de una pequeña concha. Acercándose cual anciano apoyado sobre Vanator como bastón de pronto puso el dial en su cara y lo activó.
Definitivamente no podría hacer sido un movimiento más eficaz, dado que fuese el olor o él mismo para alejarse, su cuerpo salió disparado contra el muro, quedando totalmente tieso en paralelo con el suelo como si de un dardo se tratase. Las gafas se habían roto, lógicamente, pero él se desencajó y puso una ilusión de las mismas sobre su cabeza.
- ¡Estoy bien! -tranquilizó a su público-. ¡Todo gracias a ponchos "El llanero"!
Dejó que el público continuase el eslogan mientras él se remangaba. Estaba claro que podía derrotarlo con su arma secreta, así que de nuevo se abalanzó sobre él con la intención de, en ese instante, hacerle una presa por la espalda que tuviese su brazo hábil sujeto, con su propia mano bajo el codo con el mechero encendido bajo su codo.
- Ríndete ante el poder del fuego o sufre las consecuencias -amenazaría, forcejeando para evitar que se soltase durante todo el tiempo que pudiese.
Ivan Markov
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Akuma no mi
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Jamás se hubiese esperado que hubiese sido una táctica tan eficaz, pero qué diablos. Si funcionaba, funcionaba. Había sufrido la ira del dial de pedo, tal y como había sido profetizado. Se guardó la concha y se llevó el pulgar a la boca para soplar y volver a inflarse la cara. Bueno, no. En realidad era que estaba notando que con su regeneración los huesos intentaban volver al sitio y era demasiado cretino como para no dejar pasar la ocasión de fingir que se inflaba el rostro. Una vez todo volvió al sitio, se giró hacia el público:
- ¡Gafas Okey les recuerda que no intenten hacer esto en casa!
Entonces notó que algo le agarraba por la espalda y lo abrazaba con fuerza. Podría haber pensado que Bri se había teleportado a su lado con una puerta, pero entonces tendría que haber pensado que Brianna medía dos metros y medio y tenía los músculos de un culturista. Por otro lado no se estaba tan mal ahí arriba, el tipo tenía buen cuerpo, pero ser el pasivo no era su estilo. Además tenía moza. ¿Qué se creía el desgraciado ese decidiendo aprovecharse de él así de repente? Dejó caer a Vanator y empezó a revolverse, tratando de escaparse de su fuerte presa sin mucho éxito.
- Me siento halagado, pero tengo moza, así que vas a tener que soltarme. ¡Que me sueltes! ¡No es no, y si sigues es violación!
No parecía que Dexter tuviese muchas intenciones de soltarlo, porque el siguiente apretón lo dejó sin aliento. Que no es que necesitase respirar en aquella forma, pero sin aire no podía dar rienda suelta a su incontinencia verbal. Así que en lugar de seguir resistiéndose hizo lo que todo hombre de pelo en pecho haría al verse asaltado sexualmente de esa manera: encogerse y esperar a que todo pasara. Y eso funcionaba especialmente cuando podías convertirte en una pequeña rata albina con gafas de sol, escurrirte entre los brazos de tu enemigo y caer al suelo.
- ¡Capullo! - dijo con una voz aguda y chillona.
Y entonces pasó a la siguiente parte de su plan: Ivan III, pequeño pero matón. Correteó hacia las piernas de Dexter con intención de colarse por los bajos de su pantalón y empezar a escalar pierna arriba. Recorrería su pierna en espiral para hacerle unas terribles cosquillas con su pelaje y patitas. No pararía hasta que pidiera piedad, derrotado totalmente por el terrible dios de las cosquillas, el suave y peludito Ivan-sama.
- ¡Gafas Okey les recuerda que no intenten hacer esto en casa!
Entonces notó que algo le agarraba por la espalda y lo abrazaba con fuerza. Podría haber pensado que Bri se había teleportado a su lado con una puerta, pero entonces tendría que haber pensado que Brianna medía dos metros y medio y tenía los músculos de un culturista. Por otro lado no se estaba tan mal ahí arriba, el tipo tenía buen cuerpo, pero ser el pasivo no era su estilo. Además tenía moza. ¿Qué se creía el desgraciado ese decidiendo aprovecharse de él así de repente? Dejó caer a Vanator y empezó a revolverse, tratando de escaparse de su fuerte presa sin mucho éxito.
- Me siento halagado, pero tengo moza, así que vas a tener que soltarme. ¡Que me sueltes! ¡No es no, y si sigues es violación!
No parecía que Dexter tuviese muchas intenciones de soltarlo, porque el siguiente apretón lo dejó sin aliento. Que no es que necesitase respirar en aquella forma, pero sin aire no podía dar rienda suelta a su incontinencia verbal. Así que en lugar de seguir resistiéndose hizo lo que todo hombre de pelo en pecho haría al verse asaltado sexualmente de esa manera: encogerse y esperar a que todo pasara. Y eso funcionaba especialmente cuando podías convertirte en una pequeña rata albina con gafas de sol, escurrirte entre los brazos de tu enemigo y caer al suelo.
- ¡Capullo! - dijo con una voz aguda y chillona.
Y entonces pasó a la siguiente parte de su plan: Ivan III, pequeño pero matón. Correteó hacia las piernas de Dexter con intención de colarse por los bajos de su pantalón y empezar a escalar pierna arriba. Recorrería su pierna en espiral para hacerle unas terribles cosquillas con su pelaje y patitas. No pararía hasta que pidiera piedad, derrotado totalmente por el terrible dios de las cosquillas, el suave y peludito Ivan-sama.
Abigail Mjöllnir
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Buenos días, soy Abigail y hoy seré vuestro árbitro. Es la primera vez en lo que va de torneo que os modero algo a vosotros, ¡qué nervios! Estaréis hartos de leer el tema de los puntos pero mi contrato me obliga a recordaros en cada ronda qué es lo que valoramos y cómo lo puntuamos:
Victoria bélica: 5 puntos para el ganador del combate según vuestra narración.
Narración y estilo: 2 puntos.
Asumir daños: 2 puntos.
Originalidad y entorno: 2 puntos.
Pulcritud de escritura: 1 punto.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción ilegal que no sea consentida por el motivo que sea.
También me gustaría recordaros que en los apartados en los que ambos recibáis 0 puntos no es que lo hagáis mal, es que se ha valorado como un empate.
Sin más, os dejo aquí el pequeño análisis de los distintos apartados, el veredicto final lo tendréis después de estas breves explicaciones, notas, consejos, o lo que vea necesario deciros.
Victoria bélica: Ningún vencedor claro en este épico enfrentamiento. Ambos empezáis con 0 puntos.
Narración y estilo: Mentiría si dijera que no me he reído casi todo el rato. Os mantenéis dentro de vuestros estilos y... bueno, no hay mucho que decir, en este combate en concreto se os nota más relajados y conseguís mezclar bien comedia y narrativa de acción. Juzgándoos solo en este aspecto estáis empate: 0 puntos.
Asumir daños: No hay prácticamente daños que asumir en este combate, y los poquitos que hay los he visto coherentes por ambas partes. 0 puntos.
Originalidad y entorno: He tenido mis dudas, explico brevemente: es cierto que Ivan usa el entorno para moverse, pero teniendo en cuenta que la arena se basa en girar rápidamente considero que, en este escenario en concreto, es una estrategia estándar que no puedo considerar "inesperada" y que no le ha concedido una ventaja real. Por esto, en este apartado mi veredicto es, de nuevo, un empate: 0 puntos.
Pulcritud de escritura: No tengo mucho que comentar en este apartado, ambos tenéis un nivel bastante pulido en cuanto a ortografía y no veo una ventaja clara. 0 puntos.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): Sin penalizaciones.
Dicho esto, paso a comunicar los puntos. Ambos tenéis cero mil millones de puntos, por lo que este combate se resuelve de la siguiente manera:
Ivan Markov vs Dexter Black: Empate
Os recuerdo lo de siempre. Si consideráis que esta moderación no es correcta por el motivo que sea, pedidlo cuanto antes y uno de mis compañeros se pasará a hacer una segunda moderación que deberéis acatar. Si no decís nada, asumiré que estáis de acuerdo y podremos proceder con las siguientes rondas.
Victoria bélica: 5 puntos para el ganador del combate según vuestra narración.
Narración y estilo: 2 puntos.
Asumir daños: 2 puntos.
Originalidad y entorno: 2 puntos.
Pulcritud de escritura: 1 punto.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción ilegal que no sea consentida por el motivo que sea.
También me gustaría recordaros que en los apartados en los que ambos recibáis 0 puntos no es que lo hagáis mal, es que se ha valorado como un empate.
Sin más, os dejo aquí el pequeño análisis de los distintos apartados, el veredicto final lo tendréis después de estas breves explicaciones, notas, consejos, o lo que vea necesario deciros.
Victoria bélica: Ningún vencedor claro en este épico enfrentamiento. Ambos empezáis con 0 puntos.
Narración y estilo: Mentiría si dijera que no me he reído casi todo el rato. Os mantenéis dentro de vuestros estilos y... bueno, no hay mucho que decir, en este combate en concreto se os nota más relajados y conseguís mezclar bien comedia y narrativa de acción. Juzgándoos solo en este aspecto estáis empate: 0 puntos.
Asumir daños: No hay prácticamente daños que asumir en este combate, y los poquitos que hay los he visto coherentes por ambas partes. 0 puntos.
Originalidad y entorno: He tenido mis dudas, explico brevemente: es cierto que Ivan usa el entorno para moverse, pero teniendo en cuenta que la arena se basa en girar rápidamente considero que, en este escenario en concreto, es una estrategia estándar que no puedo considerar "inesperada" y que no le ha concedido una ventaja real. Por esto, en este apartado mi veredicto es, de nuevo, un empate: 0 puntos.
Pulcritud de escritura: No tengo mucho que comentar en este apartado, ambos tenéis un nivel bastante pulido en cuanto a ortografía y no veo una ventaja clara. 0 puntos.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): Sin penalizaciones.
Dicho esto, paso a comunicar los puntos. Ambos tenéis cero mil millones de puntos, por lo que este combate se resuelve de la siguiente manera:
Ivan Markov vs Dexter Black: Empate
Os recuerdo lo de siempre. Si consideráis que esta moderación no es correcta por el motivo que sea, pedidlo cuanto antes y uno de mis compañeros se pasará a hacer una segunda moderación que deberéis acatar. Si no decís nada, asumiré que estáis de acuerdo y podremos proceder con las siguientes rondas.
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