[Segunda Ronda] Katharina Von Steinhell vs. Ivan Markov

Antes de salir a la luz, observó el campo de batalla desde la puerta. El foso de agua tenía muy mala pinta, no le gustaba la idea de pelear rodeado de uno de sus elementos opuestos. Bueno, en realidad era el elemento opuesto de cualquier usuario de akuma. Igualmente le ponía nervioso porque sabía a quién se iba a enfrentar. Pelear contra su capitana... había sabido que era una posibilidad, desde luego. Pero no se había imaginado que pudiera ser tan pronto. Suspiró profundamente, inquieto. ¿Qué debía esperar de aquel combate? ¿Qué ocurriría si ganaba? ¿Seguirían tan amigos, con ella como capitana, o le exigiría su puesto? O sin ir más lejos, ¿podrían seguir siendo amigos sin rencores, ganara quien ganara? Amistad. Era un concepto curioso y casi ajeno para él. Lo había despreciado durante toda su vida, pero en los últimos años había aprendido a apreciarlo. Primero con Zero, luego Syxel. Y ahora se preocupaba de la posibilidad de que su mejor amiga y él pudieran dejar de serlo.

Espiró lentamente y atravesó el puente levadizo sobre el foso hacia la arena. El público comenzó a gritar al verlo. Algunos coreaban su nombre, mientras un grupo igualmente grande, si no mayor, le insultaban. Hijo del monstruo era lo más suave que le gritaban. Alguno más espabilado que había visto u oído su primer combate decidió replicar las palabras de Gerald, llamándole cobarde. Sin embargo, si algo no había cambiado en todos esos meses, si había una verdad que se mantenía imperturbable en su vida, era que la opinión de la escoria y las presas no importaba una mierda. Pero sin embargo, seguía siendo un cretino y no podía evitar querer llamar la atención. Sonrió, mientras sus colmillos crecían, y alzó el puño derecho al cielo. Una llama azul envolvió su brazo. Los gritos de la audiencia aumentaron en intensidad y cantidad. Satisfecho por el efecto causado, gritó:

- ¡¿Queréis sangre?! ¡¿Queréis un espectáculo?! - señaló al público - ¡Hoy tendréis la ocasión! Sé lo que me llamáis. ¡Bastardo, monstruo, asesino! Traidor - amplió su sonrisa - Y sin embargo, mis queridos espectadores, ¡aquí estáis, como testigos de aquel que escalará su camino hacia la victoria! Ahora sentaos, agarrad vuestra cerveza y mirad muy atentamente. Tal vez si prestáis atención... - alzó el vuelo todo lo rápido que pudo, deteniéndose a unos diez metros de altura - lleguéis a ver algo.

Entre vítores y abucheos, se giró y se dirigió levitando hacia el centro del campo, donde se posó suavemente. Ya no prestaba atención al público. Sus pensamientos volvían a estar centrados de nuevo en su amiga. ¿Realmente era la amistad tan frágil? Es decir, nunca la había visto puesta a prueba. Y dado que era consciente de que su capacidad para entender al resto era limitada, se preguntó cómo se sentiría él mismo. ¿Renegaría de su capitana si era derrotado? ¿O le exigiría su puesto si la vencía? Tras un momento, lo tuvo claro. No sería así. Si le vencía, entrenaría duramente hasta superarla, eso lo tenía claro. Pero antes que nada, era su compañera. Y Ivan había aprendido a perder mucho tiempo atrás. Y si era él el victorioso... bueno, la fuerza no lo era todo. Katharina seguía siendo la líder de la banda. Era ella quien los había unido a todos bajo una misma bandera, y la que los lideraría en la lucha contra Émile. Y él le había jurado lealtad, y romper ese juramento habría sido como traicionarse a sí mismo. Por eso, en cuanto la vio aparecer, tras mirarla con seriedad en un principio, le tendió la mano y le dirigió una sonrisa amistosa:

- Salga lo que salga de aquí, seguirás siendo mi mejor amiga. Que gane el mejor, Kath.

Cuando anunciaron la siguiente ronda se llevó una sorpresa que le dejó helada y sin saber exactamente cómo reaccionar a ello. Había intentado calmar sus pensamientos en la habitación designada, tal y como lo había hecho antes de enfrentarse a Therax. Pero esta vez era injustamente difícil puesto que lucharía con Ivan. Las dudas le atacaban desde todas direcciones y no tenía respuesta a ninguna de ellas. Era su mejor amigo. Y no tenía idea de cómo empuñar una espada sin ir a por la vida de su oponente. Podía intentar contenerse y no luchar en serio, pero ¿acaso no sería un insulto al orgullo y a las habilidades de su compañero? Sin embargo, fue cuando los gritos y los aplausos rugieron del otro lado que se le pasó un pensamiento por la cabeza, una idea que aplastaba a cuanta incertidumbre le aquejara por dentro. Y es que una vez cruzase el puente flotante que conducía al campo de batalla le demostraría a Ivan que podía confiar en ella, que podía creer en el poder que acabaría con Lion D. Émile.

Llevaba el fabuloso Gorro Mágico de Burbruja, un sombrero negro de ala ancha y punta ligeramente retorcida que caía sobre sí misma. Un largo haori del mismo tono y un firmamento estrellado bordado en él cumplía la función de capa. El kimono azul tan oscuro que podía confundirse con el negro era sujetado en la cintura por un obi escarlata. Este sostenía a Fushigiri y a la Hoja de Argoria transformada en una katana que parecía haber capturado a la misma noche tanto en su filo como en su vaina. Y una vez cruzó el puente el estadio estalló en vítores y gritos conducidos por el éxtasis de la batalla venidera. Frunció el ceño al escuchar que una parte del público recriminaba a Ivan. Eran unos verdaderos imbéciles sin los huevos necesarios para plantarse en la arena. Pero su expresión seria desapareció de su rostro cuando oyó las palabras del vampiro. Se lo estaba pasando muy bien, ¿verdad?

Caminó hasta el centro del cuadrilátero y aceptó la mano de Ivan.

—Y tú mi mejor amigo —respondió, levantando sólo el labio derecho a modo de sonrisa—. El que pierda invita al otro a cenar, ¿vale? Y más vale que te esfuerces porque de lo contrario tu bolsillo lo pasará muy mal.  

Una vez terminado el saludo, la espadachina se alejó hasta el extremo por el que había llegado y estudió el estadio. Asintió con la cabeza. Estaba al tanto de las habilidades extremadamente problemáticas de su contrincante, de su regeneración casi considerada divina. Sin embargo, había una forma para que nada de eso importase y el entorno se lo concedía. Sólo debía encontrar la manera indicada para llevar a cabo su estrategia, la cual había trazado nada más entrar a la arena. Era recurrir a esa idea, o si no estaría obligada a usar el elemento más poderoso y destructivo que tenía en su arsenal.

Desenvainaría a Fushigiri en menos de lo que tarda un parpadeo. Luego, canalizaría energía mágica y convocaría un círculo mágico rojo y de tamaño pequeño justo frente a su mano. No obstante, nada aparecería de este. Una vez pronunciase la palabra «Fuego» su propio cuerpo desprendería la onda flamígera convocada por Cuerpo Ardiente, generando la primera de sus condiciones sobre sí misma. Además, generaría de inmediato una runa elemental de fuego.

—Puedes comenzar cuando quieras, Ivan. Tengamos un duelo que nos enorgullezca a ambos.

Recordatorio personal:

Mientras Katharina se alejaba, desenvainó a Vanator como gesto de respeto. A diferencia de con Ichizake, no la pondría a prueba ni jugaría con ella antes de ponerse serio y sacar su mejor acero. Eran perfectamente consciente del enorme poder de su capitana, o nunca habría aceptado seguirla. No se alejó, sino que se quedó en el centro. No aspiraba a ganar en un combate de tiradores a una maga. Pero tampoco iba a seguirla antes de que hubiesen decidido empezar el combate. Su forma de combatir podía rozar e incluso rebasar lo deshonesto, pero eso no tenía nada que ver con cómo actuaría con una amiga. La dejó irse hasta el extremo del campo, y la observó hacer unos gestos. A pesar de su aguda vista, la lejanía impidió que lo viera bien por culpa de los rayos del sol, pero supuso que estaba conjurando. Sin embargo esperó hasta escuchar sus palabras. Asintió con solemnidad.

- Si gano, espero que no tengamos que volver a huir del restaurante. A la tercera va la vencida, ¿no? - se rió entre dientes.

Acto seguido se lanzó hacia delante como un misil. Su especialidad podía no ser la aceleración, pero su poder de celeridad le permitía pasar de cero a cien en muy poco tiempo. No tardó ni un instante en llegar hasta un punto cercano a su velocidad punta, recorriendo dos tercios de la distancia entre ambos en algo menos de un segundo. Mientras lo hacía, metió la mano izquierda dentro de la chaqueta y agarró una pequeña concha gris: un dial de humo. En cuanto estuvo a unos diez metros de ella se frenó de golpe, revelando el dial y activándolo. Una espesa nube de negra lo cubrió, momento que Ivan aprovechó para alzar a Vanator y concentrar su haki de armadura en esta. Del interior de la nube de humo salió una potente y veloz onda cortante azul con forma de media luna.

- ¡Königlicher Halbmond!

No terminó ahí. Rápidamente se guardó el dial y sacó otro: un dial de impacto. Ese último se lo guardó en la manga izquierda para futuros usos. Poniendo en juego toda su destreza para llevar a cabo todas las acciones en el menor lapso de tiempo posible, pulsó a continuación el botón oculto de su chaqueta que activaba el campo de mimetismo. Entonces empezó a moverse hacia su izquierda rápida pero silenciosamente, saliendo de la nube de humo con tanto cuidado que apenas la perturbó. Ayudó el hecho de que su onda cortante anterior había alterado tanto el aire que un cambio más apenas sería percibido. Y gracias a su experiencia en el sigilo y la ocultación, esperaba que ni siquiera Katharina fuese capaz de percibirlo. Vigiló a su rival en silencio, atento a sus movimientos. La trampa que estaba preparando había sido tendida. Faltaba por ver si la bruja actuaría como esperaba.

Sonrió una última vez ante las palabras de su amigo, recordando lo sucedido en su reencuentro. Lamentablemente para él, la hechicera no tenía ninguna intención de perder y debía demostrarle la diferencia de fuerzas que había. Incluso tenía pensado acabar lo antes posible el combate, aunque no estaba segura de poder lograrlo. Era consciente de la fuerza de su oponente y por ello debía ir en serio desde el segundo cero; nada de tanteos ni pruebas estúpidas. Nada de ello era necesario. Además, estaba en la absoluta responsabilidad de quedarse con la victoria, pues Katharina era la capitana de The Sinners. Necesitaba que toda su banda comprendiese que era capaz de protegerles a todos sin excepción alguna, así que tenía un motivo de peso para ganar. Ya no sólo era cuestión de darle al público un espectáculo como ningún otro, cosa que tampoco le importaba demasiado, sino de proteger su propio orgullo como capitana.

El combate comenzó inmediatamente después de que las palabras de la bruja escapasen como balas por su boca, indicándole a su amigo que podía realizar el primer movimiento. Era rápido, mucho. Pero no lo suficiente para opacar los sentidos de la espadachina, quien podía ver el mundo casi en cámara lenta. Se quedó quieta, en posición de defensa aguardando el ataque de su oponente. Y fue entonces que su manta permanentemente activo, manifestándose en forma de Presagio, le avisó de las intenciones del vampiro. Una nítida y alarmante imagen llegó a su cabeza, casi sintiendo el dolor de ser cortada por la mitad. Cuando imbuyó de haki a Fushigiri, las Llamas del Remordimiento nacieron como un peligroso destello expresado en forma de fuego azul. Bloqueó con fuerza la onda cortante de su adversario, desviándola hacia la derecha, aunque no sin antes sentir un profundo y doloroso hormigueo que realmente no pasó a mayores. El cabrón tenía la fuerza de un gigante; debía andarse con mucho, mucho cuidado. Ahora, no esperaba que usase una táctica tan rastrera como impedirle la visión en una nube de humo. Así que instantáneamente después, aun defendiéndose, canalizó rápidamente energía mágica para generar un vórtice de viento de treinta metros de radio esférico cuyo centro era ella misma con la intención de dispersar el humo. Pero aprovechó la oportunidad y elevó la temperatura del aire cortante hasta los mil grados centígrados.  

El suelo bajo los pies de la hechicera quedó chamuscado, dejando una clara capa ennegrecida por el paso del viento ardiente. Como una consecuencia inevitable, dispersó la nube de humo que tanto le molestaba a la vista, llevándose una preocupante sorpresa. ¿Dónde mierda estaba Ivan? ¿Desde cuándo tenía la capacidad de volverse invisible…? Encima ni siquiera podía notar su presencia; era muy bueno ocultándose, debía felicitarlo por ello. Frunció el ceño, buscando con la mirada a su oponente. Nada; se había esfumado como un verdadero mago. ¿En serio iba a recorrer ese sendero? Perfecto, si no podía verle ni ubicarle simplemente haría reventar todo el estadio.

—¡Te arrepentirás de jugar este juego, Ivan! —anunció a los cuatro vientos sin saber exactamente hacia donde gritar. ¿Estaba en su espalda? ¿En frente? La paranoia comenzaba a atacarle como una daga afilada, una serpiente que se enroscaba en su cuello. ¿Cuándo atacaría? ¿Y desde qué flanco? No había duda alguna de que su oponente se estaba comportando como un auténtico depredador, pero no era el único con trucos.

Luego de que la runa elemental de viento surgiese en su cuerpo en forma de inscripción, volvió a reunir energía mágica. Esta fluyó a través de su cuerpo a una velocidad impresionante para luego alterar la roca que se hallaba bajo sus pies. Transformaría el campo de batalla en un verdadero puercoespín a veinte metros a la redonda, generando afiladas estalagmitas hechas de piedra con una longitud de dos metros cada una, aunque las de la zona periférica alcanzarían los cuatro metros. Si estaba cerca no le quedaba otra que retroceder, o bien bloquear y deshacerse de todas ellas. Entonces, revelaría su posición. Daba igual si no podía encontrarle, Katharina poseía un poder destructivo inmenso que abarcaba fácilmente una extensión más que considerable. ¿Se había protegido del viento cortante y ardiente? ¿Y cómo reaccionaría ante la cúpula de estacas?

Recordatorio personal:

Era curioso cómo la gente perdía los papeles cuando se ocultaba a su vista. Unos le llamaban cobarde, otros le amenazaban, algunos incluso se reían de él. Era una manera de intentar ganar la batalla psicológica, de intentar ocultar el miedo que les causaba no saber dónde estaba su enemigo. Ivan podía entender eso... al menos desde el punto de vista del cazador. Para él, acechar a su presa era algo totalmente natural, tanto como para Katharina emplear sus conjuros. Si ella iba a actuar de esa manera, ¿qué impedía que él usase sus propias tácticas? Nada. Si hubiese querido un combate "justo" y sin tretas, debería haberse quedado en el centro del campo y enfrentarle acero a acero. En ese caso hubiese peleado sin trucos. Pero aquello no le molestaba. Era otra manera de pelear y tras haberse enfrentado en un duelo de espadas contra Ichizake, estaba bien varias un poco.

Vio a Katharina conjurar, y cuando el humo comenzó a moverse decidió que era hora de apartarse de la zona. Desconocía la naturaleza del hechizo, pero era evidente lo que hacía decidido hacer: si no podía verle, recurriría al uso de ataques de área. Correr hubiese delatado su posición, así que comenzó a volar tratando de alejarse de la zona, cuando el viento le alcanzó. Había esperado dolor, sí. Los cortes fueron una pequeña sorpresa. El calor lo pilló totalmente desprevenido. Contuvo un grito de dolor, forzándose a permanecer callado mientras el tornado lo zarandeaba, y cerró los ojos para no quemárselos. Sin embargo no perdió el buen juicio. Aprovechó el propio impulso del aire, volando en la misma dirección de rotación, para salir del torbellino. Por suerte la táctica de Katharina había jugado contra ella misma. Las heridas podrían haberle delatado por la sangre, pero el intensísimo calor las había cauterizado. "He navegado por el Grand Line, Katharina. Entiendo cómo funciona el viento" pensó. La parte mala de ocultar su posición es que era un bocazas y le costaba mantener la boca cerrada.

Las quemaduras y heridas comenzaron a cerrarse. Por suerte solo era calor y no fuego. En caso contrario tendría un asunto feo entre manos. Observó a Katharina volver a lanzar un conjuro, esta vez creando un montón de pinchos de tierra en torno a ella. ¿Se le había olvidado que podía volar? Se fijó entonces en que el nivel del agua empezó a subir violentamente, mientras en cinco puntos del campo (las esquinas y el centro) se levantaban plataformas. Curioso. Había pensado que el agua sería un problema, pero ahora veía que podía usarla a su favor. Katharina se había arrinconado a sí misma entre la entrada al estadio, el agua y las estalagmitas. Y sabía que ella podía volar, así que sólo quedaba por saber en qué dirección lo haría. "Conjurar el hechizo que le de alas le llevará unos valiosos segundos." Así que la obligaría a elegir. No podía defenderse, huir del agua y crear sus alas al mismo tiempo. Menos si el ataque la pillaba tan de sorpresa como la subida del agua. Nuevamente se lanzó todo lo rápido que pudo hacia ella, trazando un vuelo parabólico para situarse sobre ella al golpear. Lanzaría una estocada con Vanator con toda su fuerza y destreza, en la que combinaría su haki de armadura y su técnica de haki del rey. Con ella, su golpe se vería complementado por un estallido de seis metros de radio.

- ¡Macht des Königs! - gritó, desactivado su mimetismo.

Chasqueó la lengua. ¿En serio ninguno de sus ataques había afectado al vampiro…? Sabía que era un hombre astuto e inteligente en partes iguales, así que tampoco debía sorprenderle que hubiese supuesto correctamente que la hechicera contraatacaría con conjuros de área. Le echó un rápido vistazo al campo de batalla. La zona por donde había ingresado estaba completamente desfigurada y llena de afiladas estacas. Si le hubiera dado con al menos una de estas habría sangre en su punta, pero no había rastro que le permitiese asumirlo. «Recuerda tu formación, Katharina», se dijo a sí misma en sus pensamientos. Siempre debía suponer el peor de los panoramas y encontrar la solución más sencilla, viable y sólida. Y definitivamente lo terminaría haciendo; tarde o temprano la invisibilidad de su oponente acabaría.

De un momento a otro, el agua comenzó a inundar el estadio y una sensación de miedo invadió el cuerpo de la bruja durante un instante: estuvo a punto de morir ahogada hace menos de un año. Encima, una nítida imagen llegó a su cabeza en forma de Presagio, advirtiéndole de que el vampiro había decidido atacar. Pero le bastó un respiro para callar su mente y calmar su corazón, volviendo a la tranquilidad imperturbable que solía reinar en ella. Como el mundo se movía ante sus ojos prácticamente en cámara lenta pudo notar los pilares que se alzaban en distintos puntos del campo de batalla: uno en cada esquina; otro en el centro. Estaba en graves problemas puesto que se había encerrado a sí misma y en ningún momento llegó a pensar que el agua comenzaría a ascender. Bloquear el ataque de su contrincante suponía un temprano término del combate puesto que sería sepultada bajo el agua. Sin embargo, tenía un as bajo la manga a usar en momentos en donde no tenía más opciones; realizaría el mismo movimiento que ejecutó contra Therax.

En menos de lo que tarda un pestañeo, incluso antes de que el agua le alcanzase y Ivan hubiese acabado de ejecutar su alarmante técnica, la hábil espadachina flexionó momentáneamente las piernas y concentró una gran fuerza en ellas. Entonces, ejecutó a la perfección la Octava Danza: Corte en un intento de trazar una trayectoria diagonal directamente hacia el pilar de su izquierda. Hubiese quitado de en medio las estacas que ella misma había creado, pero no hubo tiempo para hacerlo, así que sencillamente se limitó a cortarlas con Fushigiri imbuida en haki de armadura. No obstante, algunas puntas rasgaron sus ropas y arañaron su pálida piel, causándole un molesto dolor. El veloz movimiento le permitió esquivar el poderoso ataque de Ivan; su precisión, llegar adecuadamente a la columna y clavar su espada en casi lo más alto de esta para evitar caer. Le resultó un juego de niños saltar hacia la superficie del pilar.

—Por un momento me tuviste entre la espada y la pared, Ivan…

El salir despedida como un misil tuvo sus consecuencias, y es que tenía tantas heridas que era imposible sentir un dolor localizado. No había forma humana de amortiguar el daño en un movimiento como ese. Se había cortado las piernas y los muslos, los brazos y el abdomen, y sus prendas estaban hecha un desastre. Lo bueno es que, al ser heridas en su mayoría superficiales o moderadas debido a su alta resistencia, no tardaron en cerrarse y el dolor acabó por desaparecer. La runa elemental de hielo estaba trabajando como debía hacerlo y al cabo de unos instantes casi no había muestra de haber sido cortada. «Como ves, vampiro, no eres el único con capacidades regenerativas que rozan lo absurdo», pensó para sí misma con una sonrisa de satisfacción.

Con la intención de generar una runa elemental de fuego, la hechicera dejó que la energía mágica fluyese por su cuerpo y conjuró Meteoro. Una explosión con un radio de cinco metros surgiría justo encima del vampiro, haciendo nacer un mar de llamas que le aterraría. Era la devuelta del favor por haberle puesto en una situación tan peligrosa, así que de nada. Debía agradecer que no había provocado una explosión de ajo porque ahí sí que Ivan lo pasaría mal.

La velocidad de Katharina lo tomó totalmente por sorpresa. Aquella forma de moverse no era normal, aunque tuvo su coste. Lanzarse tan a lo loco entre las estalagmitas que ella misma había convocado le causó heridas. Pudo sentir el olor de la sangre derramada tan claramente como la veía a ella u oía el movimiento del agua. Interrumpió su carga para evitar precipitarse sobre las aguas y en su lugar se redirigió en el aire hacia uno de los pinchos, alargando la mano hacia una de las manchas de sangre. La recogió con los dedos y probó su sabor, paladeándolo. Ahora tenía el sabor de Katharina. Ya no se le escaparía fácilmente. Se giró hacia ella con una mirada digna de un depredador, cuando vio algo que le sorprendió: las heridas estaban cerrándose. Sabía que tenía un conjuro para cerrar heridas, pero no había visto esa luz dorado que lo caracterizaba. ¿Podía regenerarse? Frunció el ceño, molesto. Eso iba a ser un problema serio. Normalmente esa era su carta del triunfo. Ganaba los combates a la larga no por cansarse menos, sino por no acumular heridas. Pero eso no iba servir contra Katharina.

El nivel del agua comenzaba a disminuir cuando lo percibió: iba a ser atacado desde arriba con fuego. Tuvo por un instante la clara imagen de su cuerpo siendo golpeado por un infierno de llamas, y el terror hizo que se pusiera en guardia. Katharina estaba ya haciendo gestos arcanos. Comenzó a moverse, pero seguía percibiendo que el ataque iba a ser sobre él. Entonces, a la desesperada, hizo lo único que se le ocurrió: lanzarse a las aguas en picado, con Vanator por delante. Los pinchos le hicieron algunos cortes en el proceso, pero le dio igual. Ya se curarían; el fuego en cambio sería un problema si le daba. En cuanto su cuerpo estuvo sumergido notó la debilidad apoderarse de él y sus fuerzas comenzar a desvanecerse, pero la inercia hizo el trabajo por él y la espada se clavó en el suelo de la arena. Su cuerpo se hundió hasta el fondo, pesado como una roca por culpa de la maldición de la akuma no mi. Sin embargo no necesitaba respirar, así que se limitó a agarrarse al arma con sus escasas fuerzas. Por suerte no era agua salada, lo que le hubiese impedido incluso agarrarse y hubiese acabado alejado de Vanator. El agua vibró cuando se generó la explosión, y el destello de las llamas llegó distorsionado a través de esta. El conjuro fue tan intenso que percibió la temperatura del agua elevarse hasta volverse realmente insoportable. Se había librado por los pelos; si hubiese vacilado un instante más... cuando el agua terminó de irse, se levantó tambaleándose y arrancó la espada del suelo.

- Eso ha sido peligroso, lo admito - sonrió ferozmente y la señaló por la espada - ¿Vas a seguir usando truquitos de magia, o vamos a pelear de verdad?

Aprovechando que su levitación seguía activa, se alzó en el aire para colocarse sobre las estalagmitas y comenzó a moverse hacia ella con la espada sujeta en una mano, en una pose de esgrima. Iba a una velocidad prudencial, como si estuviese tanteándola. La verdad es que sólo estaba esperando al momento justo. En cuanto estuvieron a suficiente distancia, su mano izquierda se movió veloz como un relámpago y sacó un dial amarillo. Apuntó hacia Katharina, dispuesto a freírla viva: era un dial de rayo. En cuanto la descarga eléctrica fue disparada, se lanzó a por la bruja canalizando su endurecimiento a través de Vanator. Su espada descendió, trazando una veloz filigrana para evitar un posible bloqueo. ¿Su objetivo? El hombro derecho de Katharina, desde donde trazaría un corte a través de su torso. Mientras lo hacía pulsaría uno de los botones ocultos de la guarda: el mecanismo de succión. Así el arma robaría parte de la sangre de ella. Y no había escogido el lugar del corte al azar. Conocía el sistema circulatorio humano como vampiro que era. Había tenido años para estudiar a sus víctimas y saber por dónde circulaba la sangre. Aunque la arteria de esa zona no estaba fácilmente accesible a sus colmillos, la había oído tantas veces que sabía que ahí había una. Quedaba por ver si lograría alcanzarla.

Era difícil describir el desesperado intento de Ivan por refugiarse de la explosión de llamas que generó encima de él. Al parecer le tenía mucho miedo al fuego, y ahora mismo la hechicera dudaba de si seguir usando dicho elemento para quedarse con la victoria. ¿Realmente lo necesitaba? Es decir, podía conducir el combate a un enfrentamiento entre dos hábiles espadachines y aun así acabaría ganando. Sin embargo, de la misma manera que ella esperaba que su oponente no se contuviese, supuso que Ivan deseaba lo mismo: un duelo en condiciones. Sonrió cuando le vio esconderse en el agua, siendo tal su temor que incluso prefirió sumergirse en su principal debilidad; bueno, la de todos los usuarios de Fruta del Diablo. Y cuando el vampiro emergió del agua, las heridas de la nigromante habían cerrado por completo.

Así que Ivan consideraba sus conjuros como meros truquitos de magia, ¿eh? Nada ni nadie tenía el derecho de ridiculizar así el poder que había heredado de su difunta madre, ni siquiera su mejor amigo. Incluso sabiendo que el comentario no había sido con intenciones de ofenderle, no se lo tomó a bien. ¿Quería una pelea de verdad? ¿O más bien quería que le enseñase cómo era una pelea de verdad?

—Te arrepentirás de haberme desafiado a un duelo de espadas, Ivan —respondió con expresión seria, sosteniendo la Hoja de Argoria en la mano derecha y a Fushigiri en la izquierda. Pero pronto su tono se volvió mucho más blando—. Te aviso desde ya que me gusta el chocolate, y mucho.

Aguardó el movimiento de su contrincante donde mismo estaba: en lo alto de la columna que le había salvado del agua. El vampiro surcó el aire a una velocidad impresionante, seguramente imperceptible ante el ojo humano, aunque aún le faltaba para ser tan veloz como la propia espadachina. Y para quien podía ver el mundo como si todo transcurriese más lento de lo normal, el movimiento del oponente tampoco era de sorprender. Las espadas de Katharina continuaban imbuidas en haki de armadura, desplegando con salvajismo las Llamas del Remordimiento, manifestándose en un fulgor de llamas azules con chispas carmesíes que amenazaban con congelarlo todo. Incluso una llama violácea apareció, fluctuando entre sus espadas, y expresando la voluntad de Corazón de Fantasma, la habilidad innata de Katharina capaz de ignorar el haki de armadura enemigo ¿Cuál era la estrategia del vampiro? ¿Qué pasaba por esa astuta mente destinada a reinar sobre el rebaño? Las preguntas fueron tan inútiles como la búsqueda de respuestas, puesto que estas llegaron por sí solas cuando el vampiro reveló sus intenciones. Su mantra permanentemente activo acudió a su cabeza en forma de Presagio, advirtiéndole de las intenciones de Ivan. Incluso, gracias a su vista prodigiosa, consiguió ver el rápido movimiento en donde sacaba algo, aunque le era difícil saber con certeza la naturaleza del objeto. Sin embargo, daba igual de lo que tratase: nunca nadie le tomaría por sorpresa teniendo las habilidades que tenía.

La espadachina alzó la Hoja de Argoria hacia delante y, por cuestiones meramente químicas, la descarga eléctrica fue atraída por el metal. Esta se deslizó libremente por la hoja del arma, aunque se detuvo al llegar a la tsuba puesto que esta estaba constituida por materiales aislantes. Soltó una sonrisa de satisfacción al ver que el ataque de su adversario había sido reducido a nada, no obstante, jamás esperó que la electricidad, bailarina y traiciona en partes iguales, saltase hacia Fushigiri. Un molesto hormigueo, mucho más débil de lo que debió haber sido en su intensidad inicial, recorrió su brazo izquierdo y contrajo su mano, aferrándose a la empuñadura del arma. Pero fue en ese momento que Ivan mostró la verdadera naturaleza de su ofensiva, como un depredador enseñando los colmillos. Una rápida espada descendió hacia ella, sin embargo, el ataque ya estaba en la cabeza de Katharina.

Fue una combinación perfecta entre su experiencia como espadachina y sus capacidades físicas sobrehumanas que le permitieron reaccionar al arma ennegrecida. «Lo siento, Ivan, pero poseo una maestría inigualable en duelos. No tienes oportunidad si decides buscar un combate así», se dijo a sí misma en sus pensamientos al mismo tiempo que sus espadas eran endurecidas al máximo de la capacidad de su haki de armadura. En una fracción de segundos adoptó una perfecta postura para ejecutar la Sexta Danza: Sol, interponiendo la Hoja de Argoria, en una inclinación diagonal, entre la espada del oponente y su propio cuerpo. El choque entre voluntades produjo una onda que desmayó a una parte del público e, incluso, una lluvia de rayos negros fue desprendida hacia todos lados. Inmediatamente después contraatacó, potenciando a Fushigiri con la fuerza de su haki del rey. Trazó un corte horizontal que buscaba cortar al vampiro por la mitad —era muy consciente de sus altas capacidades regenerativas; algo así no lo mataría, aunque sí le causaría muchísimo dolor—, y luego uno completamente vertical con la misma intención. No obstante, el entumecimiento provocado por la descarga eléctrica minimizó ligeramente la potencia de su ataque. Incluso su velocidad.

En caso de que su contraataque no fuese suficiente para detener el devastador poder del vampiro, ya fuese porque lo había fallado o este había reaccionado —cuestión que tampoco le parecería sorprendente—, comenzaría la verdadera ofensiva con el propósito de sentenciar el combate. La condición puesta en el inicio del combate era todo lo que necesitaba para quedarse con la victoria. De su boca escaparía una sola palabra: «Fuego». Inmediatamente después su cuerpo desprendería un espectáculo pirómano nunca antes visto, un mar de llamas capaz de derretir hasta la roca más resistente, una explosión flamígera que se extendería en un radio de cuarenta metros y en menos de un segundo. Había una distancia mínima entre Ivan y ella; ¿sería capaz de reaccionar apropiadamente a ello?  

Nota:

Recordatorio para mí:

Antes de golpear, soltó el dial para agarrar a Vanator con ambas manos. La dos espadas chocaron y así lo hicieron también sus voluntades. Chispas negras brotaron de las armas y un fuerte vendaval les rodeó, silbando ferozmente entre las agujas de piedra. Pudo oír con su haki cómo algunas de las voces más cercanas eran totalmente ahogadas en el pesado choque entre las suyas. El mismo cielo se removió y quejó por el choque. El día ligeramente nublado pasó a cubrirse, y un trueno resonó como contestando a la ferocidad de los dos combatientes. Sabía que Katharina era poderosa con la espada, pero aquello le sorprendió. Siempre había supuesto que su auténtico fuerte era la magia. Ahora veía que subestimar su habilidad con la espada sería un terrible error en el que no debía caer. Y efectivamente, ella estaba lista para contraatacar de inmediato. Así se lo advirtió su haki de observación, y así lo vio en el rápido movimiento de su brazo. Sin embargo, había elegido comenzar con un golpe horizontal.

- Mala idea...

Ella era más ágil, pero él más diestro. Y la posición en que estaba facilitaba bloquear un golpe como aquel. Apoyó los pies en el suelo para aumentar la firmeza de su postura, al tiempo que se echaba ligeramente hacia el lado contrario al que venía la espada. Mientras tanto, deslizó hacia abajo a Vanator sobre el Filo de Argoria para seguir bloqueándolo, bajando la espada lo justo para interponer el fuerte (el lado más cercano a la guarda) en la trayectoria de Fushigiri. De esta manera con un movimiento mínimo logró reaccionar justo a tiempo, interponiendo el acero por milésimas de segundo. El segundo choque volvió a generar un furioso intercambio de chispazos negros y las baldosas bajo ellos se agrietaron. Ahora venía la parte importante: la zona del fuerte de Vanator era un filo dentado. Y no era algo meramente estético. Con un giro de muñeca intentó trabar la hoja de Fushigiri entre los dientes y la guarda de su espada. Sabiéndose suficientemente fuerte por los intercambios de golpes entre ambos, soltó la mano izquierda y la llevó hacia su pistola. Sin embargo algo falló; se dio cuenta de que se sentía mucho más pesado. Había una presión en el ambiente que ralentizó sus movimientos lo justo para que no completase la maniobra a tiempo, no logrando atrapar a tiempo a Fushigiri.

- Mierd...

Se echó hacia atrás levitando, pero aunque era rápido gracias a su celeridad, el segundo corte le alcanzó. Tal vez no de lleno, pero aún así le trazó una herida desde el hombro izquierdo hasta la cadera tan profunda que estuvo a punto de partirlo a la mitad. El brazo le colgó inerte, y aunque su regeneración entró en acción al momento era simplemente demasiado grande. Estaba en aprietos. Pero no se acabó ahí. Su mantra le alertó de que volvía a estar en peligro mortal. Percibió la ola de fuego, y supo que esta vez haría parecer a la primera explosión un juego de niños. Un petardo al lado de un incendio. No le daría tiempo a huir, menos con semejante herida. No podía bloquearla. Y si le daba... eso sí que serían problemas muy serios. Solo le quedaba una salida. Le dolió un poco en el orgullo que le fuesen a obligar a usarlo por segundo combate consecutivo. Pero no tenía intención de convertirse en vampiro a la parilla.

Clavó su mirada en los ojos de la pirata. En sus ojos había desafío y algo de dolor por las heridas, pero durante apenas un instante, le sonrió burlonamente y le guiñó un ojo. Al momento siguiente Ivan ya no estaba ahí. En su lugar su cuerpo se deshizo en un espeso banco de niebla que comenzó a cubrir la zona durante un instante. Entonces el fuego atravesó la zona, cubriendo totalmente la niebla e incluso yendo más allá. Durante un instante parte del ring se convirtió en un mar de llamas, y estuvo a punto de alcanzar al público, pero unas protecciones se alzaron para cubrirles mientras duraba la onda. A pesar de ser niebla en ese momento, no pudo evitar sentir auténtico pánico ante lo que estaba viendo, y tuvo que contenerse para no retroceder. El fuego tuvo un efecto que Katharina no había previsto. Y tenía sentido que no lo hiciera, porque aún no había visto su forma de niebla. Calentó la masa que ahora era Ivan. Y mucho. No era científico ni tenía un termómetro, pero viendo cómo humeaban las baldosas y la distorsión en el aire por el calor extremo, diría que ahora mismo era un banco de niebla a más temperatura de la que un humano normal podía soportar. De hecho era casi más vapor que niebla, con lo que no tapaba mucho la visión. Y entonces empezó a darse cuenta de algo: sentía dolor pese a todo. Estaba tan caliente que su masa de niebla había cambiado de consistencia y forma. Aquello dejaría quemaduras horribles cuando se destransformara. Pero por ahora... soportó el dolor y se limitó a mantener a Katharina rodeada por su cuerpo gaseoso. Ahora le tocaría soportar quemaduras horribles, y... ¿cómo respiraría cuando el aire debía estar a cientos de grados de temperatura? Se centró en mantener el centro del banco sobre la bruja, dispuesto a moverlo si intentaba alejarse.

Jamás imaginó que Ivan fuese capaz de hacer algo así y demostrar una destreza inhumana, que fuese capaz de detener la destructiva trayectoria de Fushigiri con la parte dentada de Vanator. La hechicera chasqueó la lengua al ver interrumpido su contraataque, pero no era todo lo que tenía y se lo demostraría en el siguiente segundo. Cuando la palabra clave escapó de su boca como una predicción de un desolador futuro, el estadio fue invadido por el más ardiente infierno que alguien vería alguna vez en su vida. El estallido de llamas salió disparado hacia todos lados, en todas direcciones. Y no tardó en alcanzar al público, provocando que algunos se moviesen aterrados en un intento de escapar del fuego. Pero el mecanismo defensivo que había preparado el organizador del evento detuvo el mar de llamas y protegió a la gente. A Katharina, por su parte, jamás le importó lo que llegase a ocurrirles.

Lo importante era saber qué había pasado exactamente con su oponente, pues no estaba en ningún lugar visible. Oh, no, de ninguna manera… ¡¿Lo había desintegrado y el viento se había llevado sus cenizas?! No, no, no. No podría vivir con la culpa de haber quemado vivo al vampiro. ¡Era su mejor amigo, joder! Lo buscó con la mirada casi dejándose dominar por la desesperación, pero fue en ese momento que vio un banco de niebla prácticamente incandescente que se aproximaba hacia ella. Soltó un suspiro, aliviada. ¿Se había transformado en esa… cosa? Qué maravilla, ahora no tendría que explicarle a Brianna que su novio fue reducido a vampiro a las brasas. Sin embargo, lo primero que notó fue un doloroso ardor que quemó su garganta. Y enseguida fue su piel. ¡¿El muy cabrón había absorbido la temperatura de sus propias llamas?! Se arrepentía de todo lo pensado anteriormente: Brianna ya podía ponerse a llorar.

Dejó de respirar al instante después de que notase el banco ardiente; si bien había absorbido una buena parte del calor de su conjuro, no estuvo expuesto el suficiente tiempo para alcanzar una temperatura excesivamente peligrosa. Pero sí infernalmente dolorosa, en serio dolía. Pero hizo un gran esfuerzo para reprimir un humillante grito, para evitar cualquier muestra de debilidad; jamás dejaría que Ivan escuchase algo así. Y nunca permitiría que alguien mancillase su orgullo. Al mismo tiempo que su piel se derretía, la runa elemental de hielo la regeneraba para volver a ser quemada. Se concentró para convocar un vórtice de viento, generando también una runa elemental de viento, que comenzó a arremolinarse en torno a su cuerpo, y en cuestión de centésimas de segundos alcanzó una velocidad descomunalmente destructiva. Incluso la misma columna empezó a colapsar. Y prácticamente en un instante hubo una barrera de aire entre la neblina ardiente y la hechicera, la cual se expandió rápidamente hasta repeler por completo al vampiro transformado en ese vapor infernal.

Quiso hablar para reprender a Ivan por haberle hecho tal cosa —algo curioso puesto que planeaba hacer lo mismo con él—, pero ningún sonido salió por su boca: aún tenía las cuerdas vocales medianamente quemadas. Había secciones de su piel enrojecidas por las quemaduras e incluso el paso del viento le irritaba, escociéndole. «Acabarán sanándose; da igual», se dijo a sí misma. Era consciente de que, si en realidad lo deseaba, podía regenerar todas esas heridas al instante, pero aún era demasiado pronto para usar esa técnica. Así que se contentaría con reunir maná para adoptar su Forma Bestial antes de que la columna acabase por desmoronarse. De su espalda nacerían dos gigantescas alas de dragón tan negras como la noche. Sus extremidades y estómago se verían provistas de duras escamas capaces de soportar prácticamente cualquier cosa, incluso el calor al que se había expuesto recién. Las quemaduras aún seguirían ahí, pero serían cubiertas por su nueva armadura.

Agitó sus alas para mantenerse en el aire justo antes de que el pilar se derrumbase, provocando un estruendoso ruido al caer. Se mantendría pendiente de la aparición del vampiro para hacerle caer de una vez por todas; joder, estaba resultando frustrante. Ahora, especulaba que el estadio tenía un mecanismo programado con base en un patrón para sumergirlo en agua, tal y como había sucedido hacía unos minutos antes. Así que, una vez apareciese su oponente, crearía una plataforma de hielo bajo sus pies para ejecutar la Undécima Danza: Vuelo e impulsarse en ella. Era una versión mucho más potente y rápida que la técnica usada al salir del campo de estalagmitas, y las quemaduras habían disminuido lo suficiente su gravedad como para no interferir drásticamente en la velocidad alcanzada. ¿Su propósito? Posicionarse casi tan rápida como una bala sobre Ivan para darle una patada con todas sus fuerzas con la intención de lanzarlo hacia el suelo, imbuyéndola en haki de armadura y endureciéndola. En caso de que cayese al agua como lo suponía —una apuesta para nada arriesgada, siendo sinceros— generaría electricidad en la superficie líquida.

Recordatorio:

El vendaval convocado por Katharina hizo más que destrozar el pilar y alejar la niebla ardiente de ella. Había otro factor que había pasado desapercibido: incapaz de transformar la espada por culpa del kairoseki de su punta, había tenido que soltar a Vanator en el momento en que se transformó en niebla. La espada había quedado abandonada en el campo de batalla, y ahora volaba sin control en medio de los vientos de la bruja. El vampiro en cambio estaba muy pendiente del arma, pero no podía rematerializarse fácilmente junto al arma. Allí por donde pasaba, el kairoseki dispersaba la niebla de la zona en medio de los enloquecidos cortes del arma. Dispuesto a recuperarla antes de que acabase fuera del escenario o peor, en el agua, recuperó su forma unos metros por detrás de la espada. Al momento a sus quemaduras se sumaron un ciento de cortes que comenzaron a destrozar su cuerpo. Pero no se dejó amilanar. Envolvió su cuerpo en haki de armadura para protegerlo y voló en el mismo sentido que el vendaval, aprovechándolo para alcanzar su acero y recogerlo al vuelo.


Fue entonces cuando vio la transformación de Katharina. Fuego, viento, curación, runas por su cuerpo, hielo... y ahora se volvía una híbrida de dragón. ¿Cuántos poderes guardaba la Magi Magi? Era simple y llanamente un poder supremo. Una paramecia que incluía los poderes de las zoan y las logia. Bueno, no la había visto aún convertirse en un elemento, pero a ese paso lo veía factible. Sin embargo, él no se iba a quedar atrás. Había un poder que aún no le había enseñado a la bruja y era el momento de ilustrarla al respecto. Estaba echo un despojo. Ropa destrozada, cortes aún cerrándose por el cuerpo y quemaduras en prácticamente todo este. Y sin embargo sonrió.

- Tu akuma es poderosa y la dominas bien. Pero hay un poder que marca la diferencia entre un buen usuario y un maestro de las akuma no mi. La sintonía suprema entre demonio y portador. El Despertar de la akuma.

Mientras iba hablando, una niebla negra comenzó a brotar de él y extenderse por la zona cercana. Sus uñas se alargaron hasta convertirse en garras y dos enormes alas de murciélago salieron de su espalda. Normalmente sus pupilas eran doradas, pero ahora se tiñeron de rojo sangre. Oculto de momento a la vista de ella, dos bocas surgieron en las palmas de sus manos. El vampiro observó a la bruja con una mirada fría y calmada; su actitud era totalmente diferente a la anterior. Ahora parecía verdaderamente un monstruo inhumano salido de una oscura leyenda: altivo, impasible y orgulloso. Observó a la mujer impulsarse velozmente hacia él mientras bajo ellos se extendía de nuevo el agua. Iba a atacar con una patada... cuanto menos curioso. Su intención era evidente, quería tirarlo al agua. ¿Pero realmente sería capaz?

- Ven - dijo simplemente.

No la esquivaría. Comprobaría su poder de frente y le devolvería el favor. En cuanto la pierna estuvo a punto de abatirse sobre él, respondió con una veloz cuchillada potenciada con haki, lanzándole un corte ascendente hacia el torso. Si lograba alcanzarla, pulsaría el botón de succión para robar su sangre. La pierna potenciada por el endurecimiento le golpeó de lleno, deformando su torso por la fuerza del golpe y lanzándolo hacia abajo. El vampiro simplemente desplegó las alas y dio un poderoso aletazo que generó varias pequeñas olas bajo él, deteniéndose en el aire por la potencia de su musculatura. Tras eso miró hacia la bruja, mientras concentraba sus energías, dejando que su sed de sangre potenciara su fuerza. Activó el Verstärkung para reunir el resto de sus fuerza y evitar que el cansancio le hiciera mella. Tras eso se lanzó a una velocidad superior a la anterior en su dirección, pero en lugar de ir directamente a ella, hizo un movimiento con las alas para dar un quiebro unos metros antes y zigzaguear en torno a ella. Entonces descargó una sucesión de cuatro tajos a sus brazos, espalda y abdomen, intentando buscar punto débiles en la armadura de escamas. El aumento de su destreza por la sangre gastada aún perduraba y pensaba exprimirlo.

La runa elemental de hielo, expresada como una pequeña inscripción celeste y brillante en su cuerpo, continuaba sanando las heridas de la hechicera y por fin había recuperado el habla. Las quemaduras de su cuerpo ya no tenían ese intenso color rojo, sino que su piel volvía a ser perlada y casi tan blanca como la nieve. ¿Sería capaz de igualar la regeneración del vampiro? Qué pregunta más estúpida: de ninguna manera. No conocía criatura capaz de sanar más rápido y por muy poderosa que fuese su magia jamás le alcanzaría. Sonrió. Pese al dolor y la frustración por no haber ganado ya, se estaba divirtiendo incluso más que con Therax Palatiard. Y sin tener en cuenta el resultado del combate se abalanzó sobre su oponente, destruyendo la plataforma de hielo creada hace unos segundos y posicionándose encima de este. Al mismo tiempo que su pierna se dirigía hacia Ivan, Presagio le advirtió de las intenciones del pirata: un contraataque.

Ambas katanas tenían un brillo oscuro y azul metálico, evidenciando el férreo endurecimiento ofrecido por su haki de armadura, y las Llamas del Remordimiento junto a Corazón de Fantasma fluctuaban como un espectáculo de llamas y chispas de distintos colores. Nada más ver el movimiento de su contrincante, el fulgor ardiente en su mirada y las intenciones con una hostilidad tan clara como el agua que invadía el estadio, reaccionó. Acomodó de tal manera su propio cuerpo que pudo ejecutar a la perfección la Segunda Danza: Espíritu, interponiendo la Hoja de Argoria entre Vanator y su torso. El choque entre aceros produjo un estallido de voluntad que se propagó por el campo de batalla, liberando una lluvia de rayos tan oscuros como el furioso cielo que se cernía sobre ellos. Un profundo dolor recorrió su brazo, soltando una mueca de dolor que le fue imposible reprimir. Pero se mantuvo fuerte y majestuosa para demostrarle cómo se realizaba un verdadero contraataque. Justo antes de patearle casi como si fuera un balón de fútbol, blandió a Fushigiri para ejecutar un tajo diagonal y descendente.

—Tienes razón, Ivan, ni siquiera he estado cerca de encontrar el Despertar de mi Fruta del Diablo, pero ¿crees que lo necesito para vencerte? —le preguntó con una sonrisa rebosante de arrogancia—. Hay un truco que no le he enseñado a nadie y como muestra de respeto serás el primero en verlo.

Todo estaba en su cabeza: no había una sola cosa que escapase de la perfecta visión de su mantra. Las intenciones de Ivan fueron reveladas por Presagio, y casi no pudo sentir el dolor en su cuerpo de sus brazos cercenados. Su oponente se movió a una velocidad sobrehumana, propia del monstruo en que se había convertido. Bloqueó el primer tajo que iba a su brazo con Fushigiri, sintiendo un dolor que recorrió su brazo a causa de la fuerza de Ivan. Hizo gala de su Quinta Danza: Estrella, reaccionando a tiempo para esquivar el corte que buscó su estómago, echándolo hacia atrás y demostrando poseer un control perfecto sobre su cuerpo. La Hoja de Argoria se interpuso a tiempo para resistir el que fue hacia su otro brazo. El vampiro, seguramente gracias a la velocidad concedida por su Despertar, flanqueó a la espadachina y se posicionó en su espalda. Maldita sea, no había tiempo para voltearse y protegerse. Sin embargo, la espadachina, una vez más haciendo acopio de su agilidad magistral y dándose un empujón con sus alas, giró en 180° y dejó que Vanator surcase el aire con una potencia destructiva. Finalmente, se alejó unos cuantos metros y contempló a su contrincante.

—¡Así es como debe ser un combate de verdad, Ivan! ¡El mundo entero conocerá los monstruos que conforman The Sinners! —anunció de pronto con una sonrisa impropia de ella, dejando que el calor de la batalla irrumpiese en su calma natural por primera vez.

Tardó poco más que un instante en reunir una cantidad ingente de maná para usar una de sus técnicas más poderosas: Runificación. Unas marcas rúnicas aparecieron en su rostro, siendo estas tan brillantes como el sol que se escondía tras las nubes convocadas por el choque de voluntades entre Ivan y ella. Generó dos runas elementales de cada tipo, consiguiendo un poder incluso por encima al que tenía hacía un segundo. Era consciente de que sus músculos no conservaban la misma fuerza de antes; sabía muy bien que había usado una buena cantidad de energía, pero la gestionaba de una manera tan eficiente que podía continuar luchando a ese ritmo un buen rato más. Además, ¿cómo detenerse ahora cuando las cosas estaban siendo tan interesantes? Y luego de que las runas apareciesen, todas sus heridas sanaron y el dolor desapareció de su cuerpo.

Desplegó por completo su poderosa voluntad y esta, comportándose casi como un huracán, provocó un violento oleaje en el agua que yacía bajo ella. Ahora podía sentirse en la libertad de decir que lo estaba dando todo, así que esperaba que su oponente pudiese estar a la altura. Entonces, la bruja canalizaría energía mágica para convocar un círculo mágico carmesí a dos metros por encima de Ivan, e instantáneamente después emergería una peligrosa Bola de Fuego con una temperatura capaz de derretir casi cualquier cosa en cuestión de centésimas de segundo. Pero su ofensiva acababa de comenzar. Golpearía el propio aire como si este fuese una superficie sólida para realizar la Octava Danza: Corte. Dependiendo de hacia dónde esquivaba su anterior hechizo, aparecería en la espalda de Ivan para lanzar cinco cortes como si fueran uno solo. De manera descendente, Fushigiri buscaría cortarle verticalmente desde la cabeza al recto; el segundo, y con la Hoja de Argoria desprendiendo electricidad, iría directamente a por su corazón a modo de estaca; el tercero, sería un giro horizontal en 360° a la altura de la cadera. Y el resto sería un doble tajo cruzado.

La reducción del tiempo de canalización ofrecida por sus runas elementales de tierra le permitirían canalizar maná casi al instante para conjurar la versión más poderosa de Cuerpo Ardiente. Intentaría seguir de cerca los movimientos de Ivan para desprender una vez más la onda flamígera, la cual alcanzaría temperaturas de 3250°C y se expandiría a una velocidad de 315 m/s. Si era capaz de sobrevivir a ese devastador despliegue de poder… Bueno, lo veía posible: el vampiro era un adversario digno de luchar contra una Katharina a su máxima capacidad.

Recordatorio para mí:

Lo primero que le vino el aviso de su mantra. ¿Cómo podía ser que no hubiese logrado darle ni un golpe ni usando el poder de su Despertar? Y ahora percibía la imagen... iba a volver a intentar quemarle. Katharina sabía que el fuego era su debilidad y que le tenía pánico. Estaba bien que explotase lo que sabía de él para intentar ganar, pero, ¿no empezaba a pasarse? Con un rápido movimiento extrajo del interior de su capa una segunda espada, esta una normal sin ninguna clase de adorno. Era era su primera mano y media, la que había estado empuñando durante años antes de conseguir a Vanator. La había empuñado en la guerra de Síderos, la había usado para cazar a Billeno y al resto de criminal de la Roca del Rey y le había servido fielmente. Sin embargo era una espada normal y había decidido jubilarla para conservarla por los recuerdos, evitando que rompiese. Pero estaba visto que iba a tener que darle un último servicio. Apretó ambas espadas mirando desafiantemente a la bruja mientras ella hacía los gestos y el símbolo rojo aparecía sobre él.

- Dritter Mond.

Ambos aceros se recubrieron de llamas azules. Era irónico que una de sus técnicas insignia simulase fuego cuando era todo lo opuesto. Irónico, pero apropiado. Con sus armas protegidas del calor por el frío de su técnica, se preparó para enfrentar la bola de fuego. Fue veloz, muy veloz... pero el vampiro estaba listo. Dos ondas cortantes se estrellaron contra el ataque, haciendo detonar las llamas antes de tiempo. Sin embargo no fue todo lo rápido que había esperado, y explotó demasiado cerca. Sus brazos y la cara sufrieron quemaduras que por culpa de su debilidad no se regeneraron al momento. Dolían, dolían mucho. Pero no tenía tiempo a lamentarse, porque ya había visto que a continuación ella golpearía desde su espalda. Y entonces una segunda alerta llegó a través de su haki: después de atacar, volvería a atacar con fuego. Esta vez, el ataque sería tan poderoso que en la premonición se vio a sí mismo siendo calcinado hasta las cenizas. ¿Qué diablos pretendía hacer? ¡Iba a matarlo!

- ¡Idiota!

Se giró para encararla. Tenía que frenarla como fuese. Y sólo se le ocurría una opción: kairoseki. Aquellas runas habían aumentado su poder más allá de lo que él había creído posible. Esa bola de fuego había sido muy veloz, y tan potente que apenas rozándole le había causado graves y dolorosas quemaduras. Su rostro estaba desfigurado por las llamas y buena parte de su melena había ardido. Así que se preparó para realizar un contraataque a la desesperada. Imbuyendo su espada vieja en haki de armadura, bloqueó el primer golpe. Saltaron chispas y el acero gimió, no saltando en pedazos únicamente por el haki. O eso creyó al principio. Demasiado tarde ya, comprendió al fin por qué sus espadas adquirían esa tonalidad azul, y por qué cada vez que chocaban sus armas sentía algo raro: debilitaban su haki. Su fiel arma de quebró y Fushigiri descendió igualmente, aunque desviada y habiendo perdido fuerzas. Cortó su hombro derecho y se hundió en este, bajando bastante antes de frenarse del todo. Entonces vino la Hoja de Argoria, refulgiendo chispas y directa a su pecho.

Pero él estaba listo. No había sacrificado su arma para nada. Se movió apenas lo justo para evitar que la estocada fuese contra su corazón, no necesitaba más. Dispuesto a soportar el dolor, respondió al mismo tiempo con una estocada potenciada por su endurecimiento, directa a un punto entre escamas bajo el pecho. Puso todo su empeño, toda su fuerza en ese contraataque. Toda su voluntad. No iba a perder ahí. Si lo hacía, las llamas le calcinaría y moriría. No volvería a ver a Brianna. Ese pensamiento le dio fuerzas. Aquello ya no era un torneo ni una lucha entre amigos. Luchaba por sobrevivir. Sobreponiéndose al dolor, al cansancio, a la falta de sangre y al temor al fuego que atacaba desde el interior de su mente. No llegó a ver si el ataque fue exitoso, pero esperaba que sí. ¡Tenía que serlo! Una de sus armas acababa de golpear y hundirse en su hombro y la otra estaba golpeando. La Hoja atravesó su pecho y la electricidad recorrió su cuerpo, quemándolo y empeorando el dolor. Miró su espada. Si no había logrado tocarle con el kairoseki, lanzaría un segunda y una tercera últimas estocadas a la desesperada, tratando de alcanzarla y dejar el arma clavada.

Toda su vida había sido una sola cosa: sobrevivir. Se le enseñó a matar, no a pelear honorablemente entre amigos. Se le inculcó a quitarle la vida al objetivo, no a divertirse en un torneo. Se le dijo que desenvainara su arma únicamente para asesinar, no para demostrar nimiedades. Y así había sido durante tantísimos años que no conocía otra manera de luchar. ¿Un duelo amistoso? ¿Una competencia entre amigos? Durante años se vio obligada a elegir entre matar o ser asesinada, y quizás su mente era consciente de que ahora mismo estaba peleando con Ivan Markov, pero su cuerpo no. Podía pasarse todo el día buscando alguna justificación, pero lo cierto es que se había dado cuenta de una cosa: estaba blandiendo sus espadas para matar, no para entretenerse. Y pudo comprobarlo cuando la Bola de Fuego derritió gran parte del rostro de Ivan. Ahora mismo tenía tanto poder que, incluso sin desearlo, estuvo a punto de asesinar a su amigo. Y si acababa por conjurar Cuerpo Ardiente no quedarían siquiera sus cenizas.

Su mantra le mostró el miedo y la desesperación que invadía el cuerpo del vampiro, y una fugaz expresión nacida de su boca lo corroboró. Era una verdadera idiota. ¿Desde cuándo su oponente tenía otra espada…? Jamás la había visto, pero tampoco cambió el resultado de su primera acometida. Fushigiri la cortó como si fuese un juguete y acabó hundiéndose en el cuerpo del contrincante. Los movimientos de la espadachina eran rápidos, tan veloces que resultaban imperceptibles al ojo humano. Eran cuatro cortes en uno. Y aun así su haki de observación le advirtió del contraataque que Ivan realizaría en la próxima fracción de segundos. ¿Cómo era posible que, en medio del dolor y su cuerpo medio destrozado, tuviera la voluntad de hacer semejante acto de valentía? «Supervivencia», oyó en su mente. Cada espadazo lanzado por Katharina tomaba apenas una centésima de segundo, y simplemente no podía entender cómo alguien podía reaccionar a eso. Sin embargo, ahora mismo era lo que menos importaba.

El presagio de una sensación de debilidad extrema invadió su cuerpo, y el miedo a morir se hizo latente. Entonces lo entendió: kairoseki. Era la única manera de explicar el patrón repetitivo de esa sensación de debilidad. Sus escamas no serían capaces de detener la estocada ni su cuerpo acabaría regenerándose tan rápido para sobrevivir. Iba dirigida abajo del pecho, pero con la fuerza de Ivan acabaría destrozada. Si no moría a causa de Vanator, lo haría en la caída de varios metros que le sería imposible amortiguar. Por supuesto, ese era el peor panorama posible y quizás su propio cuerpo acabase anteponiéndose a la situación. Sin embargo, su Espíritu del Conquistador hacía que el entorno se deformase y cualquier cosa dentro de este fuese más pesada de lo normal. Su sentido de la velocidad le permitía ver el mundo casi en cámara lenta, y Ivan no movía su cuerpo tan rápido como ella. Pero aun así era momento de admitirlo: era un contraataque perfecto, calculado con una precisión envidiable. Podía intentar alejarse, pero su oponente era más grande y tenía más alcance. Podía intentar girar, pero se arriesgaba a ser alcanzada de igual manera.

Fushigiri estaba hundida en el cuerpo del vampiro, y la Hoja de Argoria se movía como una bala hacia el corazón de este. No podía usar sus katanas para bloquear. Y ninguno de sus hechizos le sacaría de esa situación prácticamente de vida o muerte. Pero su agilidad llegaba a un punto ilógico. Cada extremidad de su cuerpo se movía de manera independiente. Incluso era tan coordinada como para atacar y defenderse al mismo tiempo. Era exageradamente flexible, al menos lo necesario para improvisar una defensa casi absurda. Su pierna derecha reflejó el color de la noche en un intenso brillo metálico prueba del endurecimiento. Soltó a Fushigiri para acomodarse mejor, y su pie ascendió a toda velocidad para golpear la espada y desviar su trayectoria, sacrificando la potencia de la estocada. Un estallido de rayos sucedió el choque, y el público enloqueció.

—Lo siento —dejó escapar en un susurro.

Los nanobots del arma hicieron su trabajo y desprendieron una poderosa descarga eléctrica capaz de paralizar a un hombre casi tan grande como el propio Ivan. Era consciente de las estocadas venideras, pero esperaba que la electricidad hiciese su trabajo. Sin embargo, había estado trabajando en el peor de los casos. Si el vampiro sacaba fuerzas de algún lado, Vanator acabaría encontrado su cuerpo. Sólo necesitaba un instante para conjurar Cuerpo Ardiente y finiquitar el combate, llevándose la victoria. Pero optaría por posicionarse en la espalda de su oponente y juntaría toda su fuerza para lanzarle una patada endurecida con haki de armadura en dirección a las estalagmitas creadas hacía un rato. Le golpearía con la fuerza suficiente para derribar un tren de cien toneladas. La patada no sólo se vería potenciada por el endurecimiento, sino también por ser un impacto crítico al golpearle desde un flanco. Si la parálisis hacía efecto no podría defenderse ni desplegar las alas como lo había hecho. Esperaba que la fuerza empleada le lanzase como un misil. Y las estalagmitas perforarían su cuerpo para restringir sus movimientos. Incluso usaría la Cúpula de Hipermagia para apresar su cuerpo en una verdadera prisión de roca.

Pero si, por algún motivo, Ivan quería continuar luchando y tenía las fuerzas para ello… Katharina se rendiría. Dejaría a un lado su orgullo; no volvería a blandir sus armas para luchar con su mejor amigo. Ya había quedado claro, ¿no? La hechicera era una máquina de guerra, y estuvo a punto de matar al pirata. Si hubiese desplegado el verdadero infierno en el campo de batalla… No, ni siquiera quería pensar en ello. Era un maldito torneo, nada más.

No fue suficiente. Siempre tenía una defensa más, siempre reaccionaba una milésima antes, siempre tenía aún un as más bajo la manga para intentar pillarle por sorpresa. Por primera vez en mucho tiempo se sintió verdaderamente inferior a alguien. Y se rebeló con todas sus fuerzas contra aquel pensamiento. ¡Él iba a ser el cazador supremo, el guerrero más poderoso en el mar, la tierra y los cielos! Y tenía que volver con Brianna... sin embargo la electricidad que recorrió su cuerpo fue tan intensa y potente que paralizó totalmente su cuerpo, incapacitándole para volver a atacar. Ella desapareció de su vista, y antes de que pudiera siquiera pensar en lo que estaba ocurriendo sintió dolor en la espalda. Dolor como pocas veces hubiera notado... y luego dejó de notar nada desde el lugar del impacto hacia abajo. Las dos mitades de Ivan, piernas y tronco, cayeron independientemente a gran velocidad, hasta que el torso se empaló contra una de las agujas.

- No... siento las piernas.

Estaba apenas ahí. El Despertar era lo único que evitaba que estuviese ya muerto. La roca había destrozado el interior de su cuerpo, llegando incluso a rasgar su corazón. Una herida letal hasta para un vampiro. Y sin embargo, no era su único problema. Fue incapaz de reaccionar cuando vio la roca moldearse y moverse en torno a él, aprisionando sus extremidades y formando una esfera perfecta a su alrededor. Por un momento pensó en volverse murciélagos, pero... estaba paralizado. No podrían volar y sólo se desparramarían en el interior de la esfera mientras esta se cerraba. Era inútil. Observó con impotencia el último rayo de luz desvaneciéndose cuando la trampa terminó de formarse. Intentó gritar y forcejear, pero la estalagmita había destrozado sus pulmones. Ni siquiera podía tomar aire. ¿Había perdido? No... no había perdido. Cada fibra de su ser se negaba a ello. Si perdía, lo haría fuera de esa prisión y en pie.

No tenía fuerzas, pero tenía voluntad. Voluntad de no ceder, de seguir luchando y peleando. De sobreponerse al dolor y las heridas. Al miedo. A cada problema que surgiera en su camino. La misma voluntad que le había permitido aguantar la batalla contra Kodama y sobrevivir, aun acabando destrozado y reducido prácticamente a medio torso con cabeza... situación irónicamente similar a la de ese momento. Y si había sobrevivido una vez, volvería a hacerlo. Reunió el poder de su Voz y la liberó, no en un estallido, sino en una presión concentrada. La esfera comenzó a vibrar con fuerza, con tanta que el suelo alrededor se agrietó. Y entonces toda la roca estalló en mil pedazos ante su haoshoku, y el vampiró (o lo que quedaba de él) cayó al suelo. La niebla oscura de su Despertar lo envolvió, y para cuando se desvaneció, Ivan se levantó de nuevo, regenerado... pero de nuevo humano. Habían desaparecido sus alas, garras y el brillo rojizo de sus ojos. Curar sus heridas y regenerar su cuerpo había agotado todas sus energías, hasta el punto de acabar prematuramente su Despertar. Apenas se tenía en pie. Ni siquiera tenía fuerzas para asumir su forma completa. Se agachó tambaleándose para recoger a Vanator y la empuñó.

- Venga... ¿a qué... esperas? Baja aquí y acabemos con esto - apretó los dientes - ¡Baja! - ordenó de un grito - ¡Aún sigo en pie! ¡Esto no ha terminado!

Respiraba cansadamente por la boca. El combate había sido intenso desde el comienzo y, si bien podía seguir luchando sin ningún problema, realmente esperaba que ese ataque hubiese dejado inconsciente del vampiro. Lo deseaba casi tanto como volver a ver a Freya. Pero incluso a esa distancia sintió la férrea voluntad del Guerrero del Nuevo Mundo. La roca empezó a ceder ante el poder del haoshoku, descubriendo un cuerpo destrozado y en un estado deplorable. Chasqueó la lengua, pero mantuvo la mirada. Ella lo había causado, y si Ivan no tuviese los poderes que tenía, ahora estaría muerto. Le vio regenerarse una vez más, mostrando ser un monstruo sacado de las leyendas más terroríficas que había leído alguna vez en su vida, y se preguntó una sola cosa: «¿Por qué quieres seguir luchando?».

El combate había terminado; era obvio. Y hasta los idiotas del público lo sabían. El estadio estaba en silencio, e incluso el cielo había postergado sus rugidos. Ivan apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie y coger a Vanator. Es más: era sorprendente que pudiera empuñar el arma. No podía creer lo arrogante y egoísta que podía ser el vampiro para obligarle a acabar lo que había empezado. Pero haría caso a sus palabras, y no porque sintiese que debía acatar su orden; ya estaba demostrado quién de los dos era más fuerte. Ahora le demostraría por qué era la capitana de The Sinners.

La Forma Bestial que le hacía verse como una híbrida de dragón desapareció cuando sus pies tocaron el suelo. Y también lo hizo Runificación. No tenía ningún arma en sus manos, pero tampoco las necesitaba: la segunda ronda del torneo había acabado. Todo el mundo que había visto el combate sabía quién era el ganador. La ganadora, mejor dicho. Pero si no podía hacer caer a Ivan con sus espadas, lo haría con sus palabras. El vampiro quería seguir luchando, pero carecía de las fuerzas para hacerlo. ¿Cómo un hombre tan listo como él no podía verlo? ¿Cuánto le había cegado el orgullo para llegar a una situación tan… penosa? Si no se tratase de su amigo, su mejor amigo, habría atacado. Bastaba convocar una simple ráfaga de viento para echarle al suelo.

—«Salga lo que salga de aquí, seguirás siendo mi mejor amiga. Que gane el mejor, Kath» —repitió las palabras de Ivan, acercándose a él y mirándole con dolor—. ¿Lo dijiste en serio? Porque no parece que lo hayas hecho. Mírate, por favor. ¿Cómo puedes pretender luchar en tu estado…? ¡Estuve a punto de matarte, maldita sea! ¡¿Quieres que siga enfrentándome a ti sabiendo que puedes morir, maldito idiota?! ¡¿Me estás diciendo que una victoria de mierda vale más que nuestra promesa?! —Le gritó, y sus palabras arrastraron un genuino dolor combinado agriamente con la culpa. Y el cielo, como si respondiera a ellas, comenzó a llorar.

—¡Dejen de hablar y vuelvan a la pelea! —gritó un hombre del público.

La hechicera desvió una mirada furiosa hacia el origen de la voz y desplegó descontroladamente su voluntad, haciendo que una gran parte del público se desmayara.

—El combate ha terminado, Ivan, ya está. He ganado —sentenció Katharina, buscando la mirada del vampiro—. «Que gane el mejor», dijiste. ¿No ha quedado claro ya? ¿O es que tu orgullo te impide aceptar la realidad? Y si aún no te ha quedado claro, podemos comprobarlo… —mencionó, y su devastadora se extendió en forma de onda que destrozó el suelo—. Pero no te daré el gusto. Soy tu capitana, pero por sobre todo soy tu amiga. Y digo que el combate acaba aquí; prefiero despojarme de mi orgullo antes que lidiar con la culpa de haberte matado. Si tanto quieres alimentar tu egocentrismo puedes quedarte con la victoria. Me da igual —le dijo con suavidad, intentando tomarle del brazo no para detenerle, sino para que viera que no tenía intención alguna de seguir peleando—. Eres un hombre inteligente y debes hacerte responsable de tus propias palabras. Si crees que eres mejor que yo, declárate vencedor.

Jamás volvería a blandir la espada contra un amigo, no cuando había quedado demostrado que era una máquina de matar. Todo lo que hacía era destruir. Pero si podía abandonar su orgullo para mantener la amistad de Ivan, bueno, le significaba mucho más que unos puntos en un torneo sin sentido.

Le dolía el pecho, el corazón le latía a mil por hora y jadeaba. Estaba cansado como no lo había estado en mucho tiempo. Pero igualmente mantuvo el tipo y la pose. Su orgullo le impedía retroceder ni un paso, no tras todo lo que había ocurrido. Cuando ella descendió y empezó a hablar, sus palabras fueron como un dardo. ¿Se atrevía a sermonearle? ¿Era siquiera consciente de que había intentado matarle tres veces? ¿De que casi lo había logrado? Oh, sí. Sus palabras lo confirmaron. Cuando terminó de hablar, dejó caer a Vanator y se acercó a ella lentamente. En realidad intentó ser rápido, pero se movió tanto como se lo permitió su machacado cuerpo. Al llegar a su altura, la miró a los ojos con una mezcla de dolor e ira. Negó con la cabeza y dijo:

- Cuando dije eso, no imaginaba que pudieses intentar matarme por una victoria - dijo, con frialdad - Pensé que eras mejor que eso, o que la amistad importaba más. En realidad veo ahora cuánto me había equivocado y qué razón tenía mi padre. Un cazador no debe confiar en nadie, porque todos se mueven por sus propios intereses. Muéstrales la espalda y cuando ganen algo con ello te apuñalarán.

Al principio había sentido una intensa furia y se había acercado con intención de darle un puñetazo, pero su lentitud y la agonía que eran cada paso habían calmado su ira y le habían permitido reflexionar. No estaba furioso. Se sentía dolido y traicionado. Respiró hondo, tratando de calmar el torrente de emociones que sentía en su interior. Odiaba aquello. Se había vuelto débil. El Ivan del pasado no hubiese dejado que alguien le hiriera de esa manera, porque no le habría abierto su corazón de esa manera a nadie. Antes les hubiera desgarrado el cuello. Y ahora sin embargo se sentía tan destrozado que preferiría que le arrancasen de nuevo las piernas a tener que afrontar eso.

- Vamos a asumir que no lo hacías conscientemente - dijo, respirando fuerte al hacer una pausa para intentar mantenerse bajo control - Porque si asumo lo contrario, entonces no tenemos nada más que hablar. Vamos a asumir que te dejaste llevar por el calor del combate, que considerabas que era lo bastante fuerte para soportarlo, o yo que sé. Que no pretendías asesinarme. Una vez, pase. Es un combate, podemos excedernos y ambos sabemos que somos resistentes. Dos, un poco excesivo, ¿no? Pero de acuerdo, podría dejarlo pasar. Pero, ¿tres? - negó con la cabeza - Hagamos recuento. Sabes que el fuego es mi némesis. Te puse contra las cuerdas y me lanzaste una ola que, si no me hubiese convertido en niebla, bien podría haberme matado. En realidad no porque aún no había usado el Despertar de mi akuma y podría haberme curado, pero tú no sabías eso. Después decidiste que era buena idea lanzarme, en aproximadamente... ¿cuatro, tres segundos? Una bola de fuego que casi me carboniza, una serie de golpes que incluían una electrocutación capaz de paralizarme y una ola de fuego tan poderosa que me hubiese reducido a cenizas. ¿Es ese tu concepto de pelear contra tu... "mejor amigo"? - sonrió sarcásticamente, en una mueca carente totalmente de alegría - No te llegó con eso. Te impedí lanzar la segunda ola de fuego y decides partirme por la mitad y empalarme contra una roca. Te contaré un secreto, Katharina - bajó la voz, y continuó, con odio en su voz - Si me destrozas el corazón, me matas. Soy inmortal, no indestructible. Y estuviste muy cerca de hacerlo con este último golpe. La aguja de piedra rasgó el lado izquierdo de mi corazón. Sin contar el dolor de que te partan por la mitad, te revienten la caja torácica y destrocen los pulmones. Créeme, no es divertido. No es agradable sobrevivir a tales heridas y tener que sentirlas. Tampoco es agradable la sensación de tener que reconstruir la mitad de mi cuerpo, con órganos, huesos, músculos, piel y todo lo demás.

¿Por qué le decía todo eso? ¿Seguía importándole lo que pensara? ¿Tenía esperanzas de que rectificara y le pidiera perdón? Si realmente Katharina había demostrado no ser de fiar, ¿por qué tenía la deferencia de explicarle todo eso? Apretó el puño y tras dirigirle una última mirada, se giró y se alejó. Ignoró los quejidos de sus músculos y apretó el paso. Se agachó para volver a recoger su espada y se giró contra ella, poniéndose de nuevo en posición.

- Es simple. Me niego a conceder la victoria a alguien que ha demostrado ser capaz de pisotearme por una ambición indigna y estúpida. Por eso no quiero dejar de pelear. Y tampoco voy a aceptar ganarte porque te retires. Tienes dos opciones. O me das el último golpe y demuestras que no me equivoco, o esto queda en un empate, o a decisión de los jueces - había oído que algunos combates en empate técnico habían tenido igualmente ganador - Espero equivocarme, pero me disculparás si te digo que después de lo que he visto, prefiero una razonable duda y mantenerme alerta.

Se mantuvo impávida ante las palabras de Ivan. Puto arrogante de mierda. Si alguna vez hubiese tenido la decencia de preguntarle sobre su vida, si alguna vez hubiese intentado ver más allá de su propio dolor, sabría por qué había actuado como lo hizo. ¿Matarle por una victoria? Como si un torneo de mierda organizado por un imbécil le importase tanto. Era una decepción como cazador si pensaba que las armas estaban hechas para divertirse. Al parecer no lo entendía, pero ni el ánimo tenía de explicarle algo tan básico. Cada vez que se blandía una espada era para quitar una vida; así había sido durante años, y lo seguiría siendo hasta que el ser humano abandonase su naturaleza. Resistió las desgarradoras palabras del vampiro, siendo plenamente consciente del odio que desprendían.

Lo había sobreestimado, igual como pasó con Therax Palatiard. Había resultado tan frágil que fue un error tomarse en serio el combate, cuando el nivel de su subcapitán estaba para un torneo de niños. Si fuese la misma persona que era hace dos años, habría cercenado en ese mismo momento la cabeza de Markov. Pero ahí estaba: fría como la nieve. Ni su rostro ni su mirada reflejaban expresión alguna; casi parecía que se hubiera apagado por completo. Estaba haciendo lo imposible por contenerse y no cometer más errores. ¿Qué les diría a los demás cuando volviese ella sola del torneo? «He matado al puto vampiro porque resultó ser un debilucho de mierda que no puede soportar el calor del verano». Definitivamente no era una buena idea, y mucho menos quería enfrentar los llantos de Brianna.

«Este es el precio de la magia», supuso para sí misma antes de responder:

—Si hubiese querido matarte ni siquiera quedaría un cuerpo que enterrar, y si alguna vez te interesara escuchar las historias de los demás, sabrías los motivos de mi actuar. Pero no, todos debemos estar pendientes del grandísimo Ivan Markov, el hombre destinado a ser el cazador entre cazadores. —Sus palabras simplemente escapaban de su boca. Estaba molesta y no pensaba con claridad—. ¿Crees que quiero cargar con la culpa de haber asesinado en un torneo de mierda a quien sigo considerando un amigo? Lo admito: esta situación es mi responsabilidad. Por no querer pisotear tu orgullo me tomé demasiado en serio las cosas. Por no querer subestimarte peleé como siempre lo he hecho hasta ahora, como una asesina. Pensé que estaba respondiendo casi honorablemente a tu orgullo, pero acabé excediéndome. Sin embargo, si supieras quién soy realmente ni siquiera te sorprendería. Pero en todo este tiempo sólo has hablado de ti, y no sabes una mierda de mí o de los que te rodean.

Era la primera vez que hablaba libremente de sí misma, expresando lo que pensaba y sentía. ¡Por supuesto que estaba arrepentida de haber estado a punto de matarle! Pero le parecía injusto que él no considerase el hecho de que también estuvo a punto de matarla en un par de ocasiones. Sin embargo, dejaría esa estúpida disputa carente de sentido y no iría a por el empate: asumiría la responsabilidad, no como Katharina von Steinhell, sino como la capitana que era. Y cuánto le hubiese gustado que Zane D. Kenshin hubiese hecho lo mismo por ella cuando le dejó ir como si…, como si no valiese nada.

Siempre había sido fácil soltar y dejar ir, pero había iniciado una cruzada contra su propia inhumanidad y tenía pensado salir victoriosa. Así que pegó los brazos a su cuerpo y luego inclinó el torso hacia delante, tal como su madre le había enseñado hacía años. La melena rosa cayó conforme la gravedad lo ordenó, y se mordió tan fuerte el labio que llegó a sacarse sangre. Estaba enfadada por lo que había dicho Markov, pero reprimiría una vez más sus emociones y velaría por el bien de todos. Y teniendo en cuenta a Kaya; a Ino; también a Brianna y a Selene; y teniendo en cuenta a Alexandra, dijo:

—Pero aun así, lo siento, Ivan, por todo lo que te he hecho en este combate. Y más importante aún, lo siento por hacer que dudes de mi amistad. —La sangre que brotaba de sus labios acabó cayendo al suelo, pero mucho más le dolía tragarse todo el orgullo. Katharina se irguió y continuó hablando—: Me mantendré firme en mi decisión: el combate ya ha terminado. No quiero volver a empuñar una espada contra un amigo. Matar o morir, siempre ha sido así para mí. Los encuentros amistosos simplemente no están hechos para mí. Ya ha quedado demostrado lo que soy capaz de hacer… —susurró sin levantar la mirada, enterrándose las uñas en las manos al apretar—. Es mi culpa que estés en este estado, y me haré responsable de lo que he hecho. Si lo ves justo, atácame: no me defenderé ni esquivaré. Si quieres hacerme pagar con la misma moneda, adelante. Siéntete libre de olvidar o no el juramento que me hiciste alguna vez, pero lo hagas o no mantendré mi promesa.

¿Y cómo se suponía que tenía que tragarse eso ahora? ¿Con patatas fritas? Ofendía a su orgullo, le insultaba, le escupía en la cara y luego decidía comportarse de una manera razonable. Supuso que a su manera había decidido intentar arreglar las cosas, pero que hubiese elegido hacerlo con esas palabras le tocaba bastante la moral. En ese momento no tenía claro si quería abrazarla o hundirle el puño en la cara. "¿Las dos? Las dos." Suspiró, envainó a Vanator y se acercó a ella. La agarró por los hombros y la hizo alzarse. No tenía que humillarse así. Le dirigió una mirada tan calmada y conciliadora como pudo, teniendo en cuenta que estaba reventado. Sonrió suavemente, y de improviso le largó una bofetada. Se quedó un momento quieto y en silencio. "Aún no estoy desahogado" pensó, y le soltó otra con el dorso de la mano. Luego la abrazó con fuerza.

- De acuerdo. Tienes razón en que no he tenido en cuenta tus sentimientos, ni me he interesado por tu vida - se apartó de ella y le tendió la mano - ¿Amigos?

Para su sorpresa, una buena parte del público se puso a aplaudir. No lo había pensado, pero ciertamente una batalla épica seguida de un momento dramático y una reconciliación hacía el espectáculo más interesante. Lástima que Katharina hubiese desmayado a cerca de un quinto de los expectadores, a ojo. No era una mala idea para una de sus novelas... tal vez como una escena menor o algo. Podía estar bien para la redención de alguno de los personajes. ¿O era muy tópico? Sí, demasiado tópico. Idea descartada. Suspiró profundamente y se encogió de hombros.

- Y si me admites un último comentario levantaampollas, hay una diferencia entre tomarse en serio a alguien e intentar matarlo. En serio, hasta yo sé que es diferente ir en serio pero evitando puntos vitales y apuñalar repetidamente la cara con violencia - dijo, con cierta extrañeza - Deberías ir a un loquero - añadió con una sonrisa burlona. Luego se giró y dijo hacia los árbitros - ¡El espectáculo se ha acabado! ¡Decidid o algo! Necesito dormir dos días seguidos después de esto.