- Descripción aproximada de la arena del torneo:
- Se trata de un campo de batalla circular de cien metros de radio, recubierto por un suelo de hormigón de un grosor de cinco metros a prueba de golpes (el menos en teoría). En definitiva, un coliseo clásico que huele a sangre.
¡Comienza el de menor nivel!
Luka Rooney
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El gyojin llegó visiblemente enfadado a su siguiente combate. El que había tenido contra Bleyd la semana anterior se había saldado con una victoria por su parte gracias al veredicto de los jueces, pero tras ver la tabla de participantes, el pirata se mosqueó al ver que le habían encasquetado dos derrotas. ¿Cómo era posible? Solo había disputado un combate, por lo que aquello era demasiado extraño. ¿Habían contado como derrotas los combates que no había disputado? Debía ser eso.
Intentó no pensar más en el tema, ya que su próximo rival era un antiguo conocido. Uno de sus mejores amigos, y su gran compañero de peleas en los Arashi. El gran Therax, cuyo voluminoso y rubio pelo ondeaba cual bandera pirata en cada rincón del globo.
De nuevo, había sido el primero en llegar al campo de batalla. Aplaudió mirando a cámara al ver que no había ni gota de arena por allí. Aquél lugar era demasiado… Básico. Una superficie circular, de unos doscientos metros de diámetro y cuyo suelo era sólido. El típico lugar donde te das de hostias sin cubrirte con nada. Un lugar aprobado por Luka.
Se sentó a la par que ojeaba su anillo, que ya estaba cargado con un tercio de su capacidad. Estaba bastante excitado por volver a ver a su ex-nakama, pero por otro lado algo preocupado por cómo éste reaccionaría. Su pulsera comenzó a brillar y quemarle ligeramente, quizá fruto de ese nerviosismo por ver a su amigo de nuevo.
Una vez Therax llegase, el pirata le tendería la mano y, si veía receptivo al humano, le daría un fuerte abrazo. Al fin y al cabo, no podía olvidar todas las crudas situaciones que habían pasado juntos.
Intentó no pensar más en el tema, ya que su próximo rival era un antiguo conocido. Uno de sus mejores amigos, y su gran compañero de peleas en los Arashi. El gran Therax, cuyo voluminoso y rubio pelo ondeaba cual bandera pirata en cada rincón del globo.
De nuevo, había sido el primero en llegar al campo de batalla. Aplaudió mirando a cámara al ver que no había ni gota de arena por allí. Aquél lugar era demasiado… Básico. Una superficie circular, de unos doscientos metros de diámetro y cuyo suelo era sólido. El típico lugar donde te das de hostias sin cubrirte con nada. Un lugar aprobado por Luka.
Se sentó a la par que ojeaba su anillo, que ya estaba cargado con un tercio de su capacidad. Estaba bastante excitado por volver a ver a su ex-nakama, pero por otro lado algo preocupado por cómo éste reaccionaría. Su pulsera comenzó a brillar y quemarle ligeramente, quizá fruto de ese nerviosismo por ver a su amigo de nuevo.
Una vez Therax llegase, el pirata le tendería la mano y, si veía receptivo al humano, le daría un fuerte abrazo. Al fin y al cabo, no podía olvidar todas las crudas situaciones que habían pasado juntos.
Había asistido desde el barco a el monumental despliegue de medios por parte de Lord William. Debía haber previsto que, con semejante congregación de bestias de los mares, los coliseos que había edificado iban a acabar reducidos a escombros más tarde o más temprano. Además, cambiar los entornos de combate no dejaba incrementar notablemente el espectáculo que se podía ofrecer al público.
Cada día le gustaba menos la idea de haber asumido el papel de un mono de circo, pero era demasiado tarde para echarse atrás. Por otro lado, ¿en qué otra ocasión tendría la oportunidad de medir sus fuerzas con los mayores poderes imaginables? Nunca, probablemente, La clasificación reflejaba el sensacional desempeño de Zane, mientras que relegaba su actuación a una participación poco menos que anecdótica. No dejaba de acumular empates, lo que se le antojaba como un fracaso en toda regla. Los enfrentamientos tenían la mala costumbre de concluir antes de que se llegase a proclamar un vencedor claro. Pero pensaba poner fin a su racha con el próximo duelo que se le presentase.
No había podido evitar sorprenderse al conocer quién sería su rival a continuación. La noticia había llegado cuando, ya recuperado de las heridas infligidas por el terrorífico Ichizake, contemplaba la isla abarrotada de grúas y operarios: Luka Rooney. Había sido notificado de su incorporación la ronda anterior, teniendo que plantar cara a Bleyd, el famoso revolucionario. Había ganado, el muy desgraciado, superándole en la clasificación con una única aparición.
—Voy a traerlo de vuelta —le había dicho al pelirrojo—, incluso si tengo que arrastrarlo, inconsciente, hasta aquí.—Justo después, se había retirado para preparar todo lo necesario.
Por otro lado, el torneo había acaparado todas la miradas a lo largo y ancho del mundo —como si sus participantes no reclamasen ya suficiente atención—. Diversos patrocinadores y personas influyentes del globo se habían esforzado por conseguir un pedazo del pastel. En ese sentido, una famosa firma textil pretendía que el rubio fuese su nueva cara, una suerte de modelo que luciese las prendas que confeccionaban. Le habían propuesto elaborarle un traje diferente según sus preferencias para cada lance. No le disgustaba la idea, de modo que había terminado por acceder.
El extravagante traje de tres piezas de un precioso color azul cielo resplandeció cuando los rayos del sol incidieron sobre él. El marrón de sus mocasines era lo único que rompía la elegante línea cromática, así como una corbata lisa de un azul más oscuro que resaltaba sobre una camisa blanca. Su intención era que el atuendo sobreviviese para poder usarlo más adelante, aunque, en el peor de los casos, siempre podía solicitar que fuese reparado o sustituido por otro igual.
Una estructura circular le recibió, en principio libre de elementos que pudiesen condicionar el combate. No había ni rastro de listones de madera, columnas, mármol o nieve, que habían dominado los anteriores entornos de batalla. El manto de Heimdall y la copa de moda caían con cierta pereza en su espalda, mientras que todos los filos de su colección le concedían un imponente aire marcial. Iría con todo, eso lo tenía claro; Luka no merecía menos.
Therax caminó con calma hasta el centro de la arena, donde el gyojin aguardaba por él. No dudó en estrechar su mano y tirar del hombre-pez hacia él, regalándole un abrazo de una sinceridad sin precedentes. Le había echado de menos, y mucho. La sardina era la responsable de que muchas de las cicatrices que adornaban su cuerpo hubiesen quedado sólo en eso, fieles testigos de las incontables adversidades y peligros que el contramaestre había afrontado.
—Esto no puede ser casualidad —dijo en voz baja—. Que tengamos que combatir hoy, aquí y ahora debe tener una explicación y, aunque no quieras, yo voy a dársela. Volverás con nosotros aun si tengo que llevarte a la fuerza —sonrió, consciente de que aquel objetivo guardaría más dificultades de las que sus palabras sugerían—. Comencemos.
Se alejó, separándose varios metros de su contrincante y desenfundando en el camino a Kaze no Michi. Al igual que había hecho contra Ichizake, hundió su filo en el hormigón medio metro y la dejó allí, plantada como el lejano recuerdo de una leyenda casi olvidada. Con Byakko y Yuki-onna en sus manos, clavó sus ojos en el pirata y lanzó una única onda cortante. Fue impulsada por una veloz ráfaga de viento que, durante un breve instante, distorsionó el azul de sus ojos para salpicarlo con matices verdosos.
Cada día le gustaba menos la idea de haber asumido el papel de un mono de circo, pero era demasiado tarde para echarse atrás. Por otro lado, ¿en qué otra ocasión tendría la oportunidad de medir sus fuerzas con los mayores poderes imaginables? Nunca, probablemente, La clasificación reflejaba el sensacional desempeño de Zane, mientras que relegaba su actuación a una participación poco menos que anecdótica. No dejaba de acumular empates, lo que se le antojaba como un fracaso en toda regla. Los enfrentamientos tenían la mala costumbre de concluir antes de que se llegase a proclamar un vencedor claro. Pero pensaba poner fin a su racha con el próximo duelo que se le presentase.
No había podido evitar sorprenderse al conocer quién sería su rival a continuación. La noticia había llegado cuando, ya recuperado de las heridas infligidas por el terrorífico Ichizake, contemplaba la isla abarrotada de grúas y operarios: Luka Rooney. Había sido notificado de su incorporación la ronda anterior, teniendo que plantar cara a Bleyd, el famoso revolucionario. Había ganado, el muy desgraciado, superándole en la clasificación con una única aparición.
—Voy a traerlo de vuelta —le había dicho al pelirrojo—, incluso si tengo que arrastrarlo, inconsciente, hasta aquí.—Justo después, se había retirado para preparar todo lo necesario.
Por otro lado, el torneo había acaparado todas la miradas a lo largo y ancho del mundo —como si sus participantes no reclamasen ya suficiente atención—. Diversos patrocinadores y personas influyentes del globo se habían esforzado por conseguir un pedazo del pastel. En ese sentido, una famosa firma textil pretendía que el rubio fuese su nueva cara, una suerte de modelo que luciese las prendas que confeccionaban. Le habían propuesto elaborarle un traje diferente según sus preferencias para cada lance. No le disgustaba la idea, de modo que había terminado por acceder.
***
El extravagante traje de tres piezas de un precioso color azul cielo resplandeció cuando los rayos del sol incidieron sobre él. El marrón de sus mocasines era lo único que rompía la elegante línea cromática, así como una corbata lisa de un azul más oscuro que resaltaba sobre una camisa blanca. Su intención era que el atuendo sobreviviese para poder usarlo más adelante, aunque, en el peor de los casos, siempre podía solicitar que fuese reparado o sustituido por otro igual.
Una estructura circular le recibió, en principio libre de elementos que pudiesen condicionar el combate. No había ni rastro de listones de madera, columnas, mármol o nieve, que habían dominado los anteriores entornos de batalla. El manto de Heimdall y la copa de moda caían con cierta pereza en su espalda, mientras que todos los filos de su colección le concedían un imponente aire marcial. Iría con todo, eso lo tenía claro; Luka no merecía menos.
Therax caminó con calma hasta el centro de la arena, donde el gyojin aguardaba por él. No dudó en estrechar su mano y tirar del hombre-pez hacia él, regalándole un abrazo de una sinceridad sin precedentes. Le había echado de menos, y mucho. La sardina era la responsable de que muchas de las cicatrices que adornaban su cuerpo hubiesen quedado sólo en eso, fieles testigos de las incontables adversidades y peligros que el contramaestre había afrontado.
—Esto no puede ser casualidad —dijo en voz baja—. Que tengamos que combatir hoy, aquí y ahora debe tener una explicación y, aunque no quieras, yo voy a dársela. Volverás con nosotros aun si tengo que llevarte a la fuerza —sonrió, consciente de que aquel objetivo guardaría más dificultades de las que sus palabras sugerían—. Comencemos.
Se alejó, separándose varios metros de su contrincante y desenfundando en el camino a Kaze no Michi. Al igual que había hecho contra Ichizake, hundió su filo en el hormigón medio metro y la dejó allí, plantada como el lejano recuerdo de una leyenda casi olvidada. Con Byakko y Yuki-onna en sus manos, clavó sus ojos en el pirata y lanzó una única onda cortante. Fue impulsada por una veloz ráfaga de viento que, durante un breve instante, distorsionó el azul de sus ojos para salpicarlo con matices verdosos.
Luka Rooney
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Y allí estaba. El rubio que en tantas ocasiones le había guardado la espalda, ahora estaba de frente, y sus intenciones probablemente fuesen bastante contrarias a las de antaño. Se miraron, y un solo gesto fue necesario para, tras chocarse la mano, abrazarse en un sincero gesto que emocionó al gyojin. Durante esos segundos pasaron multitud de escenas por su cabeza. Aquél barco asqueroso en el que se encontraron, sus vivencias en Sabaody, las disputas en Eriu Land, la visita a la Isla Gyojin… Qué pena que se hubieran visto obligados a separar sus destinos. Aunque, caprichoso o no, el propio destino les había vuelto a situar en un mismo escenario.
- Yo también os he echado de menos -susurró-. Pero eso de volver… Lo veo complicado, hermano.
Therax no perdió el tiempo. Seguro que estaba tan deseoso de combatir contra su compañero como él mismo. El gyojin observó cómo su compañero dejaba un espacio entre ambos a la par que desefundaba una de sus katanas para después clavarla en el suelo. Interesante. Eso no se lo había visto hacer al espadachín… ¿Qué tramaba? El tiburón sonrió a la par que aplaudía y se concentraba en el combate. Su anillo estaba a dos tercios de carga, mientras que la pulsera volvía a hacer de las suyas, iluminándose y elevando su temperatura, quemando levemente su muñeca. El habitante del mar estaba completamente excitado, deseando comenzar el combate. A diferencia del primero, en el que Bleyd le cedió el gusto de empezar, esta vez fué el espadachín el que decidió iniciar la contienda.
Con un fluido movimiento, el espadachín realizó una rápida onda cortante. El gyojin se desplazó hacia la derecha en un rápido intento por evadir la onda, a la par que concentraba haki en sus puños. Sin embargo, una brisa le golpeó, y con ello el golpe de su rival. Un corte superficial en el brazo izquierdo, pero ponía en aviso al pirata. Hacía tanto que no veía a su rival que había olvidado cómo se las gastaba. El uso del viento para acelerar una onda, e incluso una embarcación, era algo que el humano solía utilizar, y aquello había pillado desprevenido al gyojin.
Aún así, Luka no cesó su carrera, y, enfilando al rubio, marcó el puño derecho a la altura de la cadera mientras que el izquierdo estaba a la del pecho. Al llegar a la posición del espadachín, daría un puñetazo con la diestra a la altura del estómago y con la siniestra buscaría el antebrazo diestro de su rival, que presumiblemente, cubriría el primer golpe. Si no lo hacía, el golpe iría a la altura de la cintura. Sus golpes llevarían una firme potencia.
El tiburón tenía claro que lo daría todo por el combate, ya que estaba completamente seguro de que su compañero haría lo mismo. Tenían una gran amistad, y si el destino había decidido cruzarlos en el torneo, tendrían que dar lo máximo el uno del otro. Al fin y al cabo, así conseguirían aprender del contrario y hacerse más fuertes, ¿no?
Una vez hubiese realizado sus movimientos, Luka miraría a su rival, lanzándole una pregunta y esperando una posible respuesta, tanto física como dialéctica de él.
- Y dime, compañero, ¿con quién me pones los cuernos en la sala de curas ahora que yo no estoy?
- Yo también os he echado de menos -susurró-. Pero eso de volver… Lo veo complicado, hermano.
Therax no perdió el tiempo. Seguro que estaba tan deseoso de combatir contra su compañero como él mismo. El gyojin observó cómo su compañero dejaba un espacio entre ambos a la par que desefundaba una de sus katanas para después clavarla en el suelo. Interesante. Eso no se lo había visto hacer al espadachín… ¿Qué tramaba? El tiburón sonrió a la par que aplaudía y se concentraba en el combate. Su anillo estaba a dos tercios de carga, mientras que la pulsera volvía a hacer de las suyas, iluminándose y elevando su temperatura, quemando levemente su muñeca. El habitante del mar estaba completamente excitado, deseando comenzar el combate. A diferencia del primero, en el que Bleyd le cedió el gusto de empezar, esta vez fué el espadachín el que decidió iniciar la contienda.
Con un fluido movimiento, el espadachín realizó una rápida onda cortante. El gyojin se desplazó hacia la derecha en un rápido intento por evadir la onda, a la par que concentraba haki en sus puños. Sin embargo, una brisa le golpeó, y con ello el golpe de su rival. Un corte superficial en el brazo izquierdo, pero ponía en aviso al pirata. Hacía tanto que no veía a su rival que había olvidado cómo se las gastaba. El uso del viento para acelerar una onda, e incluso una embarcación, era algo que el humano solía utilizar, y aquello había pillado desprevenido al gyojin.
Aún así, Luka no cesó su carrera, y, enfilando al rubio, marcó el puño derecho a la altura de la cadera mientras que el izquierdo estaba a la del pecho. Al llegar a la posición del espadachín, daría un puñetazo con la diestra a la altura del estómago y con la siniestra buscaría el antebrazo diestro de su rival, que presumiblemente, cubriría el primer golpe. Si no lo hacía, el golpe iría a la altura de la cintura. Sus golpes llevarían una firme potencia.
El tiburón tenía claro que lo daría todo por el combate, ya que estaba completamente seguro de que su compañero haría lo mismo. Tenían una gran amistad, y si el destino había decidido cruzarlos en el torneo, tendrían que dar lo máximo el uno del otro. Al fin y al cabo, así conseguirían aprender del contrario y hacerse más fuertes, ¿no?
Una vez hubiese realizado sus movimientos, Luka miraría a su rival, lanzándole una pregunta y esperando una posible respuesta, tanto física como dialéctica de él.
- Y dime, compañero, ¿con quién me pones los cuernos en la sala de curas ahora que yo no estoy?
Apenas un rasguño, aunque, a decir verdad, en ningún momento había esperado obtener mejores resultados de su onda cortante. No dejaba de ser una débil tentativa que sólo pretendía dar comienzo al combate, una señal que abría la veda para que comenzase el intercambio de golpes. El ser de escamas recorrió la distancia que separaba a ambos contendientes, lanzando una sucesión de dos puñetazos.
El primero, dirigido al abdomen del espadachín, fue interceptado por la empuñadura de Byakko sin mayores dificultades. Sus sables iban más allá de lo que hacía el simple acero; eran espada y escudo y el rubio era capaz de darles uso hasta el extremo. Su abdomen estaba protegido, pero no el antebrazo con el que lo había salvado de cualquier daño. El otro puño incidió en él, generando una suerte de descarga que recorrió proximalmente su extremidad. Estuvo cerca de verse forzado a soltar a Byakko, pero se obligó a aferrar con fuerza sus dedos en torno a ella para no perderla.
El gyojin atesotaba una fuerza increíble. Therax lo sabía y en ningún momento había perdido de vista ese detalle. Aun así, esperaba tener que esperar algo más de tiempo para intentar igualarle en ese aspecto. Se había visto obligado a flexionar las rodillas para no verse desplazado hacia atrás, gesto tan simple y básico como útil en cualquier enfrentamiento.
—No he dicho que vaya a ser fácil, sino que vas a venir —replicó al tiempo que un manto de energía azulada comenzaba a desprenderse de los poros de su piel. Recubrió su silueta al completo como si el mismísimo Hræsvelgr le hubiese incluido en su interior, condensándose con más intensidad en su espalda para dar forma a dos alas—. Tengo muchas sorpresas que enseñarte, y no sólo en casa —añadió con fanfarronería.
Sus alas, completamente formadas poco después de que hubiese estado a punto de soltar a Byakko, cortaron el aire en sendos tajos oblicuos dirigidos a sus hombros. No sólo eran capaces de cortar por sí mismas, sino que, previendo que Luka no pudiese encontrarse allí cuando alcanzasen el lugar indicado, sacudieron el aire cercano para generar un par afiladas descargas. Como de costumbre, el viento rugía tras ellas y las guiaban con ansiosa furia hacia su destino.
Simultáneamente, Yuki-onna realizó un corte horizontal a nivel de su abdomen. Teniendo en cuenta que existía la posibilidad de que Luka reculase —lo que reduciría su corte horizontal a un acto ridículo y carente de sentido—, estaría atento para lanzarse hacia delante, siguiendo su recorrido para, a falta de uno, realizar un tajo vertical con ambos sables. Esperó hasta ese preciso instante para responder a su segunda pregunta:
—Pues desde no hace mucho tenemos una nueva compañera. Es una de los tuyos... Bueno, un pulpo, y puede que esté más zumbada que tú. Digamos que pasa bastante tiempo allí —sonrió con malicia.
El primero, dirigido al abdomen del espadachín, fue interceptado por la empuñadura de Byakko sin mayores dificultades. Sus sables iban más allá de lo que hacía el simple acero; eran espada y escudo y el rubio era capaz de darles uso hasta el extremo. Su abdomen estaba protegido, pero no el antebrazo con el que lo había salvado de cualquier daño. El otro puño incidió en él, generando una suerte de descarga que recorrió proximalmente su extremidad. Estuvo cerca de verse forzado a soltar a Byakko, pero se obligó a aferrar con fuerza sus dedos en torno a ella para no perderla.
El gyojin atesotaba una fuerza increíble. Therax lo sabía y en ningún momento había perdido de vista ese detalle. Aun así, esperaba tener que esperar algo más de tiempo para intentar igualarle en ese aspecto. Se había visto obligado a flexionar las rodillas para no verse desplazado hacia atrás, gesto tan simple y básico como útil en cualquier enfrentamiento.
—No he dicho que vaya a ser fácil, sino que vas a venir —replicó al tiempo que un manto de energía azulada comenzaba a desprenderse de los poros de su piel. Recubrió su silueta al completo como si el mismísimo Hræsvelgr le hubiese incluido en su interior, condensándose con más intensidad en su espalda para dar forma a dos alas—. Tengo muchas sorpresas que enseñarte, y no sólo en casa —añadió con fanfarronería.
Sus alas, completamente formadas poco después de que hubiese estado a punto de soltar a Byakko, cortaron el aire en sendos tajos oblicuos dirigidos a sus hombros. No sólo eran capaces de cortar por sí mismas, sino que, previendo que Luka no pudiese encontrarse allí cuando alcanzasen el lugar indicado, sacudieron el aire cercano para generar un par afiladas descargas. Como de costumbre, el viento rugía tras ellas y las guiaban con ansiosa furia hacia su destino.
Simultáneamente, Yuki-onna realizó un corte horizontal a nivel de su abdomen. Teniendo en cuenta que existía la posibilidad de que Luka reculase —lo que reduciría su corte horizontal a un acto ridículo y carente de sentido—, estaría atento para lanzarse hacia delante, siguiendo su recorrido para, a falta de uno, realizar un tajo vertical con ambos sables. Esperó hasta ese preciso instante para responder a su segunda pregunta:
—Pues desde no hace mucho tenemos una nueva compañera. Es una de los tuyos... Bueno, un pulpo, y puede que esté más zumbada que tú. Digamos que pasa bastante tiempo allí —sonrió con malicia.
Luka Rooney
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Características
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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El gyojin observó cómo su rival caía en su pequeña trampa. Al usar la espada como defensa del primer golpe, descuidó su brazo y recibió un golpe en el antebrazo. Sin duda, Therax sabía lo que hacía, no dejó caer el arma y flexionó las rodillas para contrarrestar su fuerza. El pirata sonrió a la par que ojeaba al rubio, al cual se le notaba el esfuerzo tras su golpe. No deja de ser curioso tener enfrente a alguien que tantas veces has tenido al lado. Afortunadamente en aquella ocasión era por una buena causa, y no es que ninguno de los dos se hubieran traicionado entre sí.
Y llegó el turno de Therax, y lo cierto es que no defraudó. El habitante del mar no tenía muy claro si su ex-nakama mostraba más seguridad combatiendo o dando por hecho que volvería a ser un Arashi de nuevo. Tras la charleta, un azulado manto recubrió todo el cuerpo del humano, a la par que dos grandes alas aparecían en su espalda.
El pirata había vivido infinidad de combates con su compañero, y rara vez le había defraudado. Se temía que aquella ocasión no sería una excepción, sobre todo viendo la de sorpresas que le tenía preparado.
- No hace falta que lo jures… Ya veo que quieres jugar… Pues juguemos.
El gyojin empezó a mover los piés a una velocidad increíblemente rápida, y en cuestión de un parpadeo empezó a moverse a veinticinco metros por segundo. Cuando las ondas de choque se dirigían hacia su posición, él ya se encontraba en el lateral derecho del humano, aunque… Jodidas sorpresas. Una especie de chispa a gran velocidad impactó sobre su antebrazo izquierdo, produciéndole una extraña sensación de quemadura y un cosquilleo intermitente en la zona que le impidió mover la mano durante un breve periodo de tiempo. La pulsera del habitante del mar empezó a quemarle y vibrar, como si estuviera rugiendo en un intento por salir fuera, sin embargo, no era el momento.
Cabreado, Luka se dispuso a lanzar una ofensiva, pero antes de que pudiera siquiera avanzar el pie, un tajo horizontal se acercaba hacia su posición. Por inercia, desplazó la mano derecha envuelta en una película negruzca hasta él, y una vez consiguió agarrar el sable, tiró fuerte, atrayendo al humano hacia él a la par que realizaba un contundente giro de cuello hacia la frente del rubio. Le hubiera gustado dar algún puñetazo también, pero la descarga había afectado a su brazo izquierdo y, aunque parecía estar bien, decidió reservarse para más adelante. Al fin y al cabo, todo aquello parecía un simple calentamiento.
El pirata daría un par de pasos hacia atrás después, midiendo la distancia contra su rival y escuchando sus palabras. ¿Le habían reemplazado por alguien de su misma raza? Luka solo había uno. Era único e inimitable, y una gyojin pulpo, por muy masoca que fuese, no le llegaría ni a la suela de los zapatos.
Mientras observaba a su rival, notó cómo su anillo ya estaba cargado al cien por cien de su capacidad. Adoptó una pose defensiva, flexionando ligeramente las rodillas, colocando la siniestra al frente y diestra debajo y emprendió otra nueva conversación con su rival. Esta vez se mostró más confiado y sereno.
- Creo que va siendo hora de que dejemos de jugar y nos mostremos tal y como somos, ¿no? Ha pasado tiempo, y he perfeccionado muchas cosas… También mis dotes de médico -finalizó a la par que soltaba una sonora carcajada-. Te harán falta después.
Y llegó el turno de Therax, y lo cierto es que no defraudó. El habitante del mar no tenía muy claro si su ex-nakama mostraba más seguridad combatiendo o dando por hecho que volvería a ser un Arashi de nuevo. Tras la charleta, un azulado manto recubrió todo el cuerpo del humano, a la par que dos grandes alas aparecían en su espalda.
El pirata había vivido infinidad de combates con su compañero, y rara vez le había defraudado. Se temía que aquella ocasión no sería una excepción, sobre todo viendo la de sorpresas que le tenía preparado.
- No hace falta que lo jures… Ya veo que quieres jugar… Pues juguemos.
El gyojin empezó a mover los piés a una velocidad increíblemente rápida, y en cuestión de un parpadeo empezó a moverse a veinticinco metros por segundo. Cuando las ondas de choque se dirigían hacia su posición, él ya se encontraba en el lateral derecho del humano, aunque… Jodidas sorpresas. Una especie de chispa a gran velocidad impactó sobre su antebrazo izquierdo, produciéndole una extraña sensación de quemadura y un cosquilleo intermitente en la zona que le impidió mover la mano durante un breve periodo de tiempo. La pulsera del habitante del mar empezó a quemarle y vibrar, como si estuviera rugiendo en un intento por salir fuera, sin embargo, no era el momento.
Cabreado, Luka se dispuso a lanzar una ofensiva, pero antes de que pudiera siquiera avanzar el pie, un tajo horizontal se acercaba hacia su posición. Por inercia, desplazó la mano derecha envuelta en una película negruzca hasta él, y una vez consiguió agarrar el sable, tiró fuerte, atrayendo al humano hacia él a la par que realizaba un contundente giro de cuello hacia la frente del rubio. Le hubiera gustado dar algún puñetazo también, pero la descarga había afectado a su brazo izquierdo y, aunque parecía estar bien, decidió reservarse para más adelante. Al fin y al cabo, todo aquello parecía un simple calentamiento.
El pirata daría un par de pasos hacia atrás después, midiendo la distancia contra su rival y escuchando sus palabras. ¿Le habían reemplazado por alguien de su misma raza? Luka solo había uno. Era único e inimitable, y una gyojin pulpo, por muy masoca que fuese, no le llegaría ni a la suela de los zapatos.
Mientras observaba a su rival, notó cómo su anillo ya estaba cargado al cien por cien de su capacidad. Adoptó una pose defensiva, flexionando ligeramente las rodillas, colocando la siniestra al frente y diestra debajo y emprendió otra nueva conversación con su rival. Esta vez se mostró más confiado y sereno.
- Creo que va siendo hora de que dejemos de jugar y nos mostremos tal y como somos, ¿no? Ha pasado tiempo, y he perfeccionado muchas cosas… También mis dotes de médico -finalizó a la par que soltaba una sonora carcajada-. Te harán falta después.
Cuando quiso darse cuenta, el gyojin había hecho uso de su voluntad para aferrar a Yuki-onna sin mayores repercusiones y atraerle hacia él. ¿Un cabezazo? No, se negaba a recibir un golpe de semejante mole de músculo y escamas. El desplazamiento ofensivo de la testa quedó reducido a una caricia que habría dañado a cualquiera que no fuese capaz de recibirlo, no siendo ése el caso del rubio. Therax había apartado su frente de la trayectoria de la de Luka, pero la afilada y peligrosa nariz del ser de escamas era algo con lo que no había contado.
La sierra laceró su hombro derecho, cortando y mordiendo a partes iguales. La profundidad no era algo que tuviese que tomar demasiado en cuenta para el resto del enfrentamiento, pero servía de aviso para el futuro. Concebir los puños y piernas de su antiguo compañero como la única amenaza era un error, y se aseguraría de que ese detalle no abandonase su mente.
El hombre del mar interpuso a continuación una mínima distancia entre ambos contendientes y adoptó una posición defensiva. No era demasiado margen de maniobra, a decir verdad, pero mucho más del que el contramaestre necesitaba.
—Que se acabe el juego, entonces —replicó el espadachín, aleteando una única vez para elevarse a una distancia de cuatro metros. Sabía que el gyojin podría alcanzar esa altura sin demasiadas dificultades, pero allí seria él quien tuviera la ventaja—. Luego me ocuparé de tus heridas.
Durante su ascenso, haciendo gala de un grácil y elegante movimiento, enfundó a Byakko y desenvainó a Wirapuru. Era perfectamente consciente de que podría necesitarla más tarde o más temprano. El viento que acompañó su ascenso comenzó a moverse antinaturalmente a su alrededor. Cuando al fin se detuvo en las alturas, se había condensado en nada menos que veinticinco esferas de cinco centímetros de diámetro.
Apenas un suave bamboleo de Yuki-onna, probablemente incapaz de revelar por sí mismo la naturaleza de la ofensiva, fue la orden de ataque. Quince de los proyectiles de aire iniciaron su movimiento en orden sucesivo, quedando los otras diez suspendidas en torno al rōnin alado. Cada una de ellos se desplazaba a la máxima velocidad que el domador podía imprimirles, albergando potencia suficiente para traspasar por sí mismos una plancha de acero sin mayores dificultades. Etesio figuraba, más allá de cualquier duda, entre sus habilidades más polivalentes. Guiaba cada una de las esferas, que se alargaban al empezar a desplazarse, teniendo en cuenta los movimientos de su contrincante. Para ello las dirigía hacia la posición que el morador de las profundidades ocupaba en cada momento.
La sierra laceró su hombro derecho, cortando y mordiendo a partes iguales. La profundidad no era algo que tuviese que tomar demasiado en cuenta para el resto del enfrentamiento, pero servía de aviso para el futuro. Concebir los puños y piernas de su antiguo compañero como la única amenaza era un error, y se aseguraría de que ese detalle no abandonase su mente.
El hombre del mar interpuso a continuación una mínima distancia entre ambos contendientes y adoptó una posición defensiva. No era demasiado margen de maniobra, a decir verdad, pero mucho más del que el contramaestre necesitaba.
—Que se acabe el juego, entonces —replicó el espadachín, aleteando una única vez para elevarse a una distancia de cuatro metros. Sabía que el gyojin podría alcanzar esa altura sin demasiadas dificultades, pero allí seria él quien tuviera la ventaja—. Luego me ocuparé de tus heridas.
Durante su ascenso, haciendo gala de un grácil y elegante movimiento, enfundó a Byakko y desenvainó a Wirapuru. Era perfectamente consciente de que podría necesitarla más tarde o más temprano. El viento que acompañó su ascenso comenzó a moverse antinaturalmente a su alrededor. Cuando al fin se detuvo en las alturas, se había condensado en nada menos que veinticinco esferas de cinco centímetros de diámetro.
Apenas un suave bamboleo de Yuki-onna, probablemente incapaz de revelar por sí mismo la naturaleza de la ofensiva, fue la orden de ataque. Quince de los proyectiles de aire iniciaron su movimiento en orden sucesivo, quedando los otras diez suspendidas en torno al rōnin alado. Cada una de ellos se desplazaba a la máxima velocidad que el domador podía imprimirles, albergando potencia suficiente para traspasar por sí mismos una plancha de acero sin mayores dificultades. Etesio figuraba, más allá de cualquier duda, entre sus habilidades más polivalentes. Guiaba cada una de las esferas, que se alargaban al empezar a desplazarse, teniendo en cuenta los movimientos de su contrincante. Para ello las dirigía hacia la posición que el morador de las profundidades ocupaba en cada momento.
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La capacidad de improvisación del gyojin no tenía parangón. Lo mismo se liaba a hostias en una iglesia sin venir a cuento, que te contaba un chiste en un tanatorio. O quizá más que improvisación podríamos decir que se trataba de locura, puede que también algo de temeridad. Pero Luka prefería llamarlo improvisación.
Y es que, si un golpe calculado fallaba, siempre tenía que haber un plan B. En aquella ocasión, cuando la cabeza del habitante del mar rozó la del rubio sin llegar a impactar, el pirata se decidió por atacar con algo que, en situaciones normales y con un combatiente estándar, no sería un arma. Su nariz.
La sangre recorrió su surco nasal hasta llegar a sus labios. El gyojin se relamió y sonrió con gusto. La sangre le hacía segregar más adrenalina, y la adrenalina en Luka era un arma de doble filo. Arma, que por otra parte, conocía bastante bien el espadachín que tenía enfrente.
La distancia entre ambos no era demasiado amplia, pero su ex-nakama se encargó de hacerla más grande aún. Utilizó sus enormes alas para impulsarse y ganar altura, algo que Luka estaba resignado a ver en cada ocasión que tenía el gusto -o la desgracia- de enfrentarse a un ser alado.
- Hay que ver… Si se os da espacio a los bichos con alas, lo usáis para coger más aún…
Pero, como de costumbre, el habitante del mar no era un cerebrito. Su plan hacía aguas por todos lados, y, pese a que la idea en su cabeza era espectacular, pronto se dió cuenta que había subestimado a su rival. Y quizá aquello le había dolido más que cualquier golpe que pudiera recibir.
Cuando el rubio se encontraba en lo alto, empezó a alterar la naturaleza del viento, produciendo un efecto que se cargaba su plan al completo. El tiburón aprovechó para movilizar las partículas de agua de su interior, ayudándose con el anillo y llevándolas a los costados, las manos y los piés. De los propios costados crecerían cuatro brazos acuáticos cuyo flujo de agua seguiría incrementándose, y tras ello, empezaría el tiro al blanco.
Luka empezó a ver algo extraño. Pero antes de querer darse cuenta, un proyectil se dirigía hacia su posición. Sin casi tiempo para pensar, el pirata empezó a mover los piés lo más rápido que pudo, desplazándose en direcciones alternas e intentando evadir cada esfera que su amigo lanzaba. Lo que en un principio era un único proyectil, pronto fueron dos, y tres y cuatro… Y ahí cesó la cuenta del pirata. Cada vez que el gyojin tocaba el suelo, veía bastante factible evadir cada uno de los proyectiles de su compañero, sin embargo, la alteración del viento producida por el espadachín, no hacía sino golpear duramente, tanto física como emocionalmente al pirata.
Cuanto la lluvia de proyectiles cesó, el pirata hizo una breve evaluación de daños sobre su cuerpo. Había notado un impacto mucho más intenso que los demás. De un simple vistazo se dió cuenta que tenía gran parte del brazo izquierdo lleno de sangre, el corte más feo estaba situado en el costado derecho y tenía una profundidad que limitaría los movimientos del ex-Arashi. También tenía algunos cortes superficiales en las piernas, que pese a no revestir mayor gravedad, no le permitirían entablar el combate al cien por cien.
Pero había un corte en especial que hizo que el tiburón enfocase su mirada. De su cuello manaba un pequeño río de sangre. La mano derecha del pirata fue testigo de su hemorragia. No era un corte excesivamente profundo, sin embargo, había debido dar con algún tipo de vena o arteria. Luka lamió su propia sangre a la par que su pulsera le quemaba, llamándole a salir. Y entonces… Su estado emocional cambió por completo. Aquella fue la señal que le hizo ver que su reencuentro con Therax no era un juego, que cualquier golpe mal recibido podría desencadenar en una tragedia.
Sus ojos se volvieron rojizos, y también lo hicieron dos de sus brazos acuáticos, fruto de la sangre de sus fluidos. Su mirada cambió a una mucho más agresiva, y sus afilados dientes salieron a morder. Luka estaba de cacería, y Therax podría ser sus nueva presa. Poco a poco su musculatura fue incrementándose, dejando ver su trabajado cuerpo en un instante. Y entonces, el pirata continuó moviéndose a gran velocidad alrededor del circular escenario mientras unas gotas de agua recorrían sus palmas reales y las acuáticas.
Y… ¡Bum! Seis brazos realizó unos movimientos firmes y alternos con sus articulaciones superiores, lanzando cada partícula de agua de sus brazos en la dirección del rubio. Las partículas eran diminutas como gotas de agua, y llevaban una velocidad endiablada. Además, su potencia podría compararse con balas de cañón.
Y es que, si un golpe calculado fallaba, siempre tenía que haber un plan B. En aquella ocasión, cuando la cabeza del habitante del mar rozó la del rubio sin llegar a impactar, el pirata se decidió por atacar con algo que, en situaciones normales y con un combatiente estándar, no sería un arma. Su nariz.
La sangre recorrió su surco nasal hasta llegar a sus labios. El gyojin se relamió y sonrió con gusto. La sangre le hacía segregar más adrenalina, y la adrenalina en Luka era un arma de doble filo. Arma, que por otra parte, conocía bastante bien el espadachín que tenía enfrente.
La distancia entre ambos no era demasiado amplia, pero su ex-nakama se encargó de hacerla más grande aún. Utilizó sus enormes alas para impulsarse y ganar altura, algo que Luka estaba resignado a ver en cada ocasión que tenía el gusto -o la desgracia- de enfrentarse a un ser alado.
- Hay que ver… Si se os da espacio a los bichos con alas, lo usáis para coger más aún…
Pero, como de costumbre, el habitante del mar no era un cerebrito. Su plan hacía aguas por todos lados, y, pese a que la idea en su cabeza era espectacular, pronto se dió cuenta que había subestimado a su rival. Y quizá aquello le había dolido más que cualquier golpe que pudiera recibir.
Cuando el rubio se encontraba en lo alto, empezó a alterar la naturaleza del viento, produciendo un efecto que se cargaba su plan al completo. El tiburón aprovechó para movilizar las partículas de agua de su interior, ayudándose con el anillo y llevándolas a los costados, las manos y los piés. De los propios costados crecerían cuatro brazos acuáticos cuyo flujo de agua seguiría incrementándose, y tras ello, empezaría el tiro al blanco.
Luka empezó a ver algo extraño. Pero antes de querer darse cuenta, un proyectil se dirigía hacia su posición. Sin casi tiempo para pensar, el pirata empezó a mover los piés lo más rápido que pudo, desplazándose en direcciones alternas e intentando evadir cada esfera que su amigo lanzaba. Lo que en un principio era un único proyectil, pronto fueron dos, y tres y cuatro… Y ahí cesó la cuenta del pirata. Cada vez que el gyojin tocaba el suelo, veía bastante factible evadir cada uno de los proyectiles de su compañero, sin embargo, la alteración del viento producida por el espadachín, no hacía sino golpear duramente, tanto física como emocionalmente al pirata.
Cuanto la lluvia de proyectiles cesó, el pirata hizo una breve evaluación de daños sobre su cuerpo. Había notado un impacto mucho más intenso que los demás. De un simple vistazo se dió cuenta que tenía gran parte del brazo izquierdo lleno de sangre, el corte más feo estaba situado en el costado derecho y tenía una profundidad que limitaría los movimientos del ex-Arashi. También tenía algunos cortes superficiales en las piernas, que pese a no revestir mayor gravedad, no le permitirían entablar el combate al cien por cien.
Pero había un corte en especial que hizo que el tiburón enfocase su mirada. De su cuello manaba un pequeño río de sangre. La mano derecha del pirata fue testigo de su hemorragia. No era un corte excesivamente profundo, sin embargo, había debido dar con algún tipo de vena o arteria. Luka lamió su propia sangre a la par que su pulsera le quemaba, llamándole a salir. Y entonces… Su estado emocional cambió por completo. Aquella fue la señal que le hizo ver que su reencuentro con Therax no era un juego, que cualquier golpe mal recibido podría desencadenar en una tragedia.
Sus ojos se volvieron rojizos, y también lo hicieron dos de sus brazos acuáticos, fruto de la sangre de sus fluidos. Su mirada cambió a una mucho más agresiva, y sus afilados dientes salieron a morder. Luka estaba de cacería, y Therax podría ser sus nueva presa. Poco a poco su musculatura fue incrementándose, dejando ver su trabajado cuerpo en un instante. Y entonces, el pirata continuó moviéndose a gran velocidad alrededor del circular escenario mientras unas gotas de agua recorrían sus palmas reales y las acuáticas.
Y… ¡Bum! Seis brazos realizó unos movimientos firmes y alternos con sus articulaciones superiores, lanzando cada partícula de agua de sus brazos en la dirección del rubio. Las partículas eran diminutas como gotas de agua, y llevaban una velocidad endiablada. Además, su potencia podría compararse con balas de cañón.
Luka se había enfadado, de eso no cabía duda. Había pasado a crear las nuevas extremidades por las que se había hecho conocido en el pasado y, del mismo modo, el rojo de la sangre se había apoderado de sus ojos. Le observaba con furia, casi con instinto asesino a ojos de Therax, pero estaba muy equivocado si pensaba que eso podía intimidarle de algún modo, si creía que por mirarle mal o atacarle con toda su ira el rubio recularía. No lo había hecho nunca; ¿por qué debería ser aquélla la primera ocasión?
De un modo u otro, el contramaestre podía visualizar a la perfección las heridas de su compañero desde las alturas. Le había visto mucho peor en numerosas ocasiones y el condenado siempre se las había ingeniado para salir adelante. Aquello no era nada por lo que debiera preocuparse. En cambio, el movimiento que Luka comenzaba a efectuar merecía toda su atención.
Vio cómo el ser de escamas se movía a una nada despreciable velocidad en torno a él, trazando un perímetro circular no mucho más pequeño que el propio estadio. Y comenzaron a nacer. Las palmas de sus seis manos comenzaron a golpear el aire sin descanso, desplazando el agua que había acumulando frente a ellas. Gotas transparentes recorrían con celeridad la distancia que las separaba del rōnin alado, constituyendo una firme amenaza para su integridad física.
Podría haber intentado esquivarlo, pero aquello le habría dado la iniciativa a Luka, ya que su ofensiva no dejaba de prolongarse hacia cierto punto en el tiempo. Plegó parcialmente sus alas y las orientó mínimamente hacia delante, de modo que la superficie corporal expuesta se redujo considerablemente. Yuki-onna y Wirapuru ocupaban el espacio entre ambas, dispuestas a interceptar cuantos proyectiles les fuese posible.
Therax fue pivotando en todo momento, asegurándose de girar a la velocidad exacta para mantener el habitante del mar en su campo de visión. Muchas gotas morían en el acero de sus sables, mientras que otras hacían vibrar las grandes y robustas alas con las que se protegía. El dolor se reflejaba hacia su espalda, obligándole a apretar los dientes para ahogar un gemido. Tal vez una única bala acuática no fuese suficiente para dañarle realmente, pero semejante cúmulo era harina de otro costal.
La sangra goteaba desde sus manos cuando el gyojin al fin se detuvo. Más allá de la defensa y el considerable daño que había mitigado o incluso hecho desaparecer, varios proyectiles habían perforado su hombro derecho. Del mismo modo, una molesta punzada cada vez que respiraba le informaba de que había algunas costillas fracturadas. Se llevó el dorso de la mano izquierda a la mejilla, manchándolo de la sangre que corría por ella. Lo había evitado por poco, pero una de las gotas lanzadas por Luka había estado cerca de darle de lleno en la cara. Se había apartado en el último momento, quedando aquel recordatorio en su rostro.
—Así que a tirarnos cosas, ¿no? —dijo entre jadeos, obviando el hecho de que él había sido quien había dado comienzo a los términos de esa disputa. Respiró hondo, dejando que un vaho de naturaleza inequívocamente gélida comenzase a abandonar su piel. Mientras lo hacía, los diez proyectiles restantes de Etesio avanzaron hacia el morador de las profundidades con toda su potencia.
Unos instantes después, el vaho se había condensado para dar lugar a una infinidad de virotes de hielo de veinte centímetros de largo y un centímetro de grosor. Se contaban por doscientos cincuenta, pero cincuenta de ellos comenzaron a moverse nada más nacer.
Cada uno de ellos era propulsado por una feroz ráfaga de aire que los guiaba hacia Luka con firme decisión. Los otros doscientos, por el contrario, se fueron organizando para formar una estructura defensiva en torno al espadachín. Una suerte de cúpula afilada, más similar a la forma de un erizo que a la de una cúpula como tal, se formó en torno al invocador de los virotes.
De un modo u otro, el contramaestre podía visualizar a la perfección las heridas de su compañero desde las alturas. Le había visto mucho peor en numerosas ocasiones y el condenado siempre se las había ingeniado para salir adelante. Aquello no era nada por lo que debiera preocuparse. En cambio, el movimiento que Luka comenzaba a efectuar merecía toda su atención.
Vio cómo el ser de escamas se movía a una nada despreciable velocidad en torno a él, trazando un perímetro circular no mucho más pequeño que el propio estadio. Y comenzaron a nacer. Las palmas de sus seis manos comenzaron a golpear el aire sin descanso, desplazando el agua que había acumulando frente a ellas. Gotas transparentes recorrían con celeridad la distancia que las separaba del rōnin alado, constituyendo una firme amenaza para su integridad física.
Podría haber intentado esquivarlo, pero aquello le habría dado la iniciativa a Luka, ya que su ofensiva no dejaba de prolongarse hacia cierto punto en el tiempo. Plegó parcialmente sus alas y las orientó mínimamente hacia delante, de modo que la superficie corporal expuesta se redujo considerablemente. Yuki-onna y Wirapuru ocupaban el espacio entre ambas, dispuestas a interceptar cuantos proyectiles les fuese posible.
Therax fue pivotando en todo momento, asegurándose de girar a la velocidad exacta para mantener el habitante del mar en su campo de visión. Muchas gotas morían en el acero de sus sables, mientras que otras hacían vibrar las grandes y robustas alas con las que se protegía. El dolor se reflejaba hacia su espalda, obligándole a apretar los dientes para ahogar un gemido. Tal vez una única bala acuática no fuese suficiente para dañarle realmente, pero semejante cúmulo era harina de otro costal.
La sangra goteaba desde sus manos cuando el gyojin al fin se detuvo. Más allá de la defensa y el considerable daño que había mitigado o incluso hecho desaparecer, varios proyectiles habían perforado su hombro derecho. Del mismo modo, una molesta punzada cada vez que respiraba le informaba de que había algunas costillas fracturadas. Se llevó el dorso de la mano izquierda a la mejilla, manchándolo de la sangre que corría por ella. Lo había evitado por poco, pero una de las gotas lanzadas por Luka había estado cerca de darle de lleno en la cara. Se había apartado en el último momento, quedando aquel recordatorio en su rostro.
—Así que a tirarnos cosas, ¿no? —dijo entre jadeos, obviando el hecho de que él había sido quien había dado comienzo a los términos de esa disputa. Respiró hondo, dejando que un vaho de naturaleza inequívocamente gélida comenzase a abandonar su piel. Mientras lo hacía, los diez proyectiles restantes de Etesio avanzaron hacia el morador de las profundidades con toda su potencia.
Unos instantes después, el vaho se había condensado para dar lugar a una infinidad de virotes de hielo de veinte centímetros de largo y un centímetro de grosor. Se contaban por doscientos cincuenta, pero cincuenta de ellos comenzaron a moverse nada más nacer.
Cada uno de ellos era propulsado por una feroz ráfaga de aire que los guiaba hacia Luka con firme decisión. Los otros doscientos, por el contrario, se fueron organizando para formar una estructura defensiva en torno al espadachín. Una suerte de cúpula afilada, más similar a la forma de un erizo que a la de una cúpula como tal, se formó en torno al invocador de los virotes.
Luka Rooney
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Akuma no mi
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Cuando el gyojin cesó su ataque no era el único que jadeaba. Su rival, con alguna que otra mancha de sangre, le incitaba a seguir lanzándose cosas. Pero espera, ¿qué más iba a lanzar el habitante del mar? Su pulsera de la diosa fortuna le quemó parcialmente la muñeca, respondiendo a su pregunta.
Pero no, el pirata negó con la cabeza. Su fuerte no era el combate a distancia, simplemente tenía algún que otro recurso para ganar tiempo mientras se acercaba. Lo cierto era que Therax le había sorprendido al haberse quedado parado repeliendo su ofensiva. Si tan solo se hubiera movido… Le hubiera ido encerrando en la dirección que hubiese querido. Había peleado tantas veces a su lado, y, sin embargo, no había visto esa inteligencia bélica en él. Quizá porque tenía rivales enfrente que no cesarían su intentona por acabar con su vida. En cualquier caso, tenía que reconocer que Therax era mucho más duro de lo que ya pensaba, y aquello no hacía sino motivarle más aún.
Cuando se disponía a hacer un movimiento, el rubio se le adelantó, lanzándole el resto de esferas que había dejado “olvidadas”. Empleando su karate gyojin, el pirata empezó a golpear las partículas de agua de sus piés, cogiendo altura poco a poco y desplazándose lateralmente en el aire a medida que cada una de las esferas del Arashi volaban hacia él. A decir verdad, parecían algo más lentas que las primeras. O quizá es que ya había visto el truco y no parecían tan dañinas.
Tres de ellas habían impactado en su cuerpo. Una en el costado derecho, otra en el hombro izquierdo y la tercera cerca del fémur derecho. Todas habían causado unos feos cortes de una profundidad ligeramente preocupante. Pero la adrenalina del momento hizo que el tiburón apenas notase el daño. Sin embargo… Aquello parecía haber sido un juego para lo que se venía.
Cuando Luka se encontraba a unos cinco metros de su rival, una gran cantidad de virotes de hielo se dirigían hacia él, mientras otros tantos formaban una especie de escudo humano alrededor de Therax. El tiburón se impulsó hacia el frente, centrando su haki en los brazos, y golpeando cada virote que pudo con firmeza. Pero eran muchos. Demasiados para la agilidad del ex-Arashi, que notó como algunos atravesaban sus brazos acuáticos, otros eran repelidos y un total de siete impactaron en su cuerpo. Y en ese preciso momento, no había adrenalina posible que hiciese más ameno el dolor. Gritó internamente a la par que apretaba los dientes. El primer virote se incrustó en la parte externa de la pierna derecha, el segundo y tercero se clavaron cerca de la rodilla de la pierna izquierda, el cuarto en la derecha, a la altura del fémur, mientras que los otros tres provocaron duras contusiones en sus costillas, aunque afortunadamente la dura piel del pirata hizo que no se incrustasen de lleno.
Todas las partículas de su organismo empezaron a moverse de una manera acelerada, dejando entrever una especie de vapor que salía de su fuero interno. Y entonces, volvió a impulsarse, llegando hasta la ubicación del espadachín. El dolor alrededor de todo el cuerpo cada vez pesaba más, y lo que antes era un simple pinchazo, entonces era un aluvión de agujas en cada zona afectada. No quedaba otra que rematar con la habilidad más característica del tiburón; La ira. Con la fiereza que le caracterizaba, realizó un fluido combo -teniendo en cuenta los golpes sufridos- de dieciséis golpes alternos con los cuatro brazos acuáticos, que golpearían la coraza del espadachín a una temperatura de cuatrocientos grados. A la par, sus brazos reales recubiertos de haki emplearían una serie de ocho contundentes golpes que proyectarían unas pequeñas ondas de choque fruto de la potencia de cada golpe.
La intención del habitante del mar era clara, abrirse paso entre la armadura de su rival. Aunque cabía esperar que éste reaccionara a sus movimientos. Desafortunadamente, no podría mantener demasiado tiempo su estado, ya que el mantener las partículas de su organismo moviéndose todo el rato le producía un cansancio enorme, además de un gasto de agua increíble. Afortunadamente, su anillo aún se mantenía casi lleno.
Pero no, el pirata negó con la cabeza. Su fuerte no era el combate a distancia, simplemente tenía algún que otro recurso para ganar tiempo mientras se acercaba. Lo cierto era que Therax le había sorprendido al haberse quedado parado repeliendo su ofensiva. Si tan solo se hubiera movido… Le hubiera ido encerrando en la dirección que hubiese querido. Había peleado tantas veces a su lado, y, sin embargo, no había visto esa inteligencia bélica en él. Quizá porque tenía rivales enfrente que no cesarían su intentona por acabar con su vida. En cualquier caso, tenía que reconocer que Therax era mucho más duro de lo que ya pensaba, y aquello no hacía sino motivarle más aún.
Cuando se disponía a hacer un movimiento, el rubio se le adelantó, lanzándole el resto de esferas que había dejado “olvidadas”. Empleando su karate gyojin, el pirata empezó a golpear las partículas de agua de sus piés, cogiendo altura poco a poco y desplazándose lateralmente en el aire a medida que cada una de las esferas del Arashi volaban hacia él. A decir verdad, parecían algo más lentas que las primeras. O quizá es que ya había visto el truco y no parecían tan dañinas.
Tres de ellas habían impactado en su cuerpo. Una en el costado derecho, otra en el hombro izquierdo y la tercera cerca del fémur derecho. Todas habían causado unos feos cortes de una profundidad ligeramente preocupante. Pero la adrenalina del momento hizo que el tiburón apenas notase el daño. Sin embargo… Aquello parecía haber sido un juego para lo que se venía.
Cuando Luka se encontraba a unos cinco metros de su rival, una gran cantidad de virotes de hielo se dirigían hacia él, mientras otros tantos formaban una especie de escudo humano alrededor de Therax. El tiburón se impulsó hacia el frente, centrando su haki en los brazos, y golpeando cada virote que pudo con firmeza. Pero eran muchos. Demasiados para la agilidad del ex-Arashi, que notó como algunos atravesaban sus brazos acuáticos, otros eran repelidos y un total de siete impactaron en su cuerpo. Y en ese preciso momento, no había adrenalina posible que hiciese más ameno el dolor. Gritó internamente a la par que apretaba los dientes. El primer virote se incrustó en la parte externa de la pierna derecha, el segundo y tercero se clavaron cerca de la rodilla de la pierna izquierda, el cuarto en la derecha, a la altura del fémur, mientras que los otros tres provocaron duras contusiones en sus costillas, aunque afortunadamente la dura piel del pirata hizo que no se incrustasen de lleno.
Todas las partículas de su organismo empezaron a moverse de una manera acelerada, dejando entrever una especie de vapor que salía de su fuero interno. Y entonces, volvió a impulsarse, llegando hasta la ubicación del espadachín. El dolor alrededor de todo el cuerpo cada vez pesaba más, y lo que antes era un simple pinchazo, entonces era un aluvión de agujas en cada zona afectada. No quedaba otra que rematar con la habilidad más característica del tiburón; La ira. Con la fiereza que le caracterizaba, realizó un fluido combo -teniendo en cuenta los golpes sufridos- de dieciséis golpes alternos con los cuatro brazos acuáticos, que golpearían la coraza del espadachín a una temperatura de cuatrocientos grados. A la par, sus brazos reales recubiertos de haki emplearían una serie de ocho contundentes golpes que proyectarían unas pequeñas ondas de choque fruto de la potencia de cada golpe.
La intención del habitante del mar era clara, abrirse paso entre la armadura de su rival. Aunque cabía esperar que éste reaccionara a sus movimientos. Desafortunadamente, no podría mantener demasiado tiempo su estado, ya que el mantener las partículas de su organismo moviéndose todo el rato le producía un cansancio enorme, además de un gasto de agua increíble. Afortunadamente, su anillo aún se mantenía casi lleno.
Therax podía ver qué sucedía más allá del erizo de hielo que había generado mirando a través de los virotes. Luka, como no podía ser de otro modo, hacía gala de una entrega y tesón dignos de elogio. Los virotes se quebraban uno tras otro ante el empuje de sus puños, que, cubiertos firmemente por su voluntad, no encontraban en el hielo una resistencia digna.
Y entonces llegó el ataque. el gyojin golpeó el aire hasta en ocho ocasiones y de cada impacto nació una onda de choque que avanzó sin clemencia hacia Therax. El rubio comenzó a condensar el viento en torno a él al tiempo que alzaba sus sables para cruzarlos ante su cuerpo. Las primeras apenas lograron desplazarle de su posición, pero las siguientes, que llegaban, casi cronometradas, cuando aún no se había recompuesto de las previas, lograron obligarle a abandonar su firme posición.
El contramaestre fue obligado a retroceder a la fuerza. Primero unos pocos centímetros, después unos cuantos más, y la última le repelió hasta una distancia acumulada de ocho metros. Cuando volvió a bajar la guardia, sudoroso y dolorido por la energía absorbida por sus brazos, el viento se había condensado en torno a él hasta generar un pequeño tornado. Tal vez sus dimensiones no resultasen llamativas, pero la velocidad con la que giraba resultaba vertiginosa hasta tal punto que la silueta del espadachín quedaba distorsionada.
—Eye of the storm —susurró. Y allí, en el ojo de la tormenta, estaba seguro de ser capaz de hacer frente a cualquier cosa que Luka hubiese planeado. Además, el hecho de permanecer combatiendo en lo alto le proporcionaba una indudable ventaja estratégica. El habitante del mar era capaz de alcanzarle allí, sin duda, pero tenía claro que eso debía generarle un desgaste que más tarde o más temprano le pasaría factura.
Dejando eso a un lado, el ser de escamas había destruido buena parte de su prisión y, desde dentro de ella, le había atacado. En consecuencia, los virotes que aún no había destruido —los situados sobre él y bajo sus pies, así como los que Therax había apartado para retroceder sin ser dañado por su misma creación— permanecían suspendidos como silenciosos depredadores, esperando una orden de su amo para pasar a la acción.
Lo hicieron. Therax aferró las empuñaduras de Wirapuru y Yuki-onna con toda la fuerza que atesoraba, como si de ese modo pudiese atrapar también al morador de las profundidades. Las agujas de hielo respondieron a su mandato. Propulsadas por corrientes de viento gracias a la propulsión selectiva que podía concederles, devoraron el aire al unísono en dirección al gyojin. Iban hacia él desde arriba, desde abajo y de frente, dejando una única vía de escape hacia atrás que Therax no tardó en cubrir.
Sus espadas cotaron el aire frente a él en sendos tajos horizontales, separado uno del otro por una distancia de un metro. Vomitaron con rabia dos ráfagas cortantes que, siguiendo de cerca a los virotes de hielo, emergerían tras ellos sin previo aviso y con toda la intención de alcanzar al habitante del mar.
Y entonces llegó el ataque. el gyojin golpeó el aire hasta en ocho ocasiones y de cada impacto nació una onda de choque que avanzó sin clemencia hacia Therax. El rubio comenzó a condensar el viento en torno a él al tiempo que alzaba sus sables para cruzarlos ante su cuerpo. Las primeras apenas lograron desplazarle de su posición, pero las siguientes, que llegaban, casi cronometradas, cuando aún no se había recompuesto de las previas, lograron obligarle a abandonar su firme posición.
El contramaestre fue obligado a retroceder a la fuerza. Primero unos pocos centímetros, después unos cuantos más, y la última le repelió hasta una distancia acumulada de ocho metros. Cuando volvió a bajar la guardia, sudoroso y dolorido por la energía absorbida por sus brazos, el viento se había condensado en torno a él hasta generar un pequeño tornado. Tal vez sus dimensiones no resultasen llamativas, pero la velocidad con la que giraba resultaba vertiginosa hasta tal punto que la silueta del espadachín quedaba distorsionada.
—Eye of the storm —susurró. Y allí, en el ojo de la tormenta, estaba seguro de ser capaz de hacer frente a cualquier cosa que Luka hubiese planeado. Además, el hecho de permanecer combatiendo en lo alto le proporcionaba una indudable ventaja estratégica. El habitante del mar era capaz de alcanzarle allí, sin duda, pero tenía claro que eso debía generarle un desgaste que más tarde o más temprano le pasaría factura.
Dejando eso a un lado, el ser de escamas había destruido buena parte de su prisión y, desde dentro de ella, le había atacado. En consecuencia, los virotes que aún no había destruido —los situados sobre él y bajo sus pies, así como los que Therax había apartado para retroceder sin ser dañado por su misma creación— permanecían suspendidos como silenciosos depredadores, esperando una orden de su amo para pasar a la acción.
Lo hicieron. Therax aferró las empuñaduras de Wirapuru y Yuki-onna con toda la fuerza que atesoraba, como si de ese modo pudiese atrapar también al morador de las profundidades. Las agujas de hielo respondieron a su mandato. Propulsadas por corrientes de viento gracias a la propulsión selectiva que podía concederles, devoraron el aire al unísono en dirección al gyojin. Iban hacia él desde arriba, desde abajo y de frente, dejando una única vía de escape hacia atrás que Therax no tardó en cubrir.
Sus espadas cotaron el aire frente a él en sendos tajos horizontales, separado uno del otro por una distancia de un metro. Vomitaron con rabia dos ráfagas cortantes que, siguiendo de cerca a los virotes de hielo, emergerían tras ellos sin previo aviso y con toda la intención de alcanzar al habitante del mar.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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No había nada que le diese más placer al tiburón que ver a sus rivales retroceder. Más aún si a ello se le sumaba que, para conseguirlo, tenía que romper la gélida armadura de su rival. Aquello, en la lucha animal significaba que alguien iba venciendo, y en un combate era una ventaja que, bien aprovechada, te permitiría seguir con vida.
Pero su ofensiva no se quedaba ahí. Sabía que el rubio estaba tramando algo al observar desde su posición que el viento que había creado estaba formando una especie de tornado a su alrededor. Una vez más, sin pensar mucho en las consecuencias, llevó su puño izquierdo al frente y marcó con el diestro a la altura de la cintura, adoptando una pose ofensiva sin saber muy bien lo que le deparaba su rival.
Su diosa de la fortuna ya estaba lista, y era el momento para sacarla a relucir. Tan solo tenía que esperar, y aquello no se le daba demasiado bien al gyojin. Pero lo hizo, golpeando suavemente las partículas de agua de sus piés y manteniéndose en una posición lo más estática posible. El sudor corría por su frente a la par que la sangre recorría cada uno de los cortes y heridas provocadas por el que hacía unos meses era su nakama.
Tenía fisuras en las costillas, el hombro dañado, las piernas maltrechas, pero su voluntad permanecía por encima de todo. Aquél golpe tendría que hacer mella en su rival, y si lo conseguía, quizá podría continuar el resto de combate en un terreno más favorable.
Y la señal llegó en forma de las gélidas estacas que el rubio había dejado preparadas, las cuales salieron en su dirección. Pese a la concentración del habitante del mar, el tener un huracán cercano funcionó como distracción y no pudo reaccionar todo lo a tiempo que quiso. Aunque quizá su maltrecho cuerpo también tuvo algo que ver en aquello.
El vapor fruto del calor de su interior empezó a nublar la escena a la par que su brazo derecho empezaba a aumentar su musculatura, como consecuencia del golpe que estaba a punto de dar. Esperó un momento más, inmóvil, y se impulsó ligeramente hacia arriba unos ochenta centímetros. Justo en el punto más alto de su impulso, apretó el puño con fuerza y dio un contundente puñetazo al aire, generando lo que a él le gustaba llamar La madre de todas las ondas.
Una gigantesca onda de choque que multiplicaría por siete su tamaño y poder normal gracias a la voluntad de su pulsera, y cuya temperatura sería más elevada de lo normal -unos ochenta grados centígrados- fruto del calor de su cuerpo, se dirigía hacia el tornado creado por el espadachín. Cuando el pirata la vió salir no pudo evitar sentirse mal por su compañero. Aunque pronto notó un punzante dolor en distintas partes del cuerpo que le hicieron caer al suelo. Pese a intentar frenar un poco la caída, el golpe le dejó maltrecho durante unos segundos, sin poder ver el resultado de su impacto.
Se levantó despacio mientras ojeaba su estado. Una veintena de agujas de hielo se le habían clavado antes de realizar su golpe. Las tenía por todo el cuerpo, y para más inri, su brazo no respondía a sus movimientos. Afortunadamente, no era la primera vez que le pasaba tras realizar un golpe tan devastador, pero probablemente tendría que afrontar unos minutos más sin poder usar esa parte de su cuerpo.
Empezó a mover las partículas de agua de su cuerpo, recubriendo sus escamas de más agua gracias a su anillo a la par que miraba a su rival, intentando averiguar qué había pasado, si tanto sufrimiento estaba teniendo algún tipo de beneficio y si el huracán seguía en pié. Y, sobre todo, esperando el siguiente movimiento de su magnífico rival.
Pero su ofensiva no se quedaba ahí. Sabía que el rubio estaba tramando algo al observar desde su posición que el viento que había creado estaba formando una especie de tornado a su alrededor. Una vez más, sin pensar mucho en las consecuencias, llevó su puño izquierdo al frente y marcó con el diestro a la altura de la cintura, adoptando una pose ofensiva sin saber muy bien lo que le deparaba su rival.
Su diosa de la fortuna ya estaba lista, y era el momento para sacarla a relucir. Tan solo tenía que esperar, y aquello no se le daba demasiado bien al gyojin. Pero lo hizo, golpeando suavemente las partículas de agua de sus piés y manteniéndose en una posición lo más estática posible. El sudor corría por su frente a la par que la sangre recorría cada uno de los cortes y heridas provocadas por el que hacía unos meses era su nakama.
Tenía fisuras en las costillas, el hombro dañado, las piernas maltrechas, pero su voluntad permanecía por encima de todo. Aquél golpe tendría que hacer mella en su rival, y si lo conseguía, quizá podría continuar el resto de combate en un terreno más favorable.
Y la señal llegó en forma de las gélidas estacas que el rubio había dejado preparadas, las cuales salieron en su dirección. Pese a la concentración del habitante del mar, el tener un huracán cercano funcionó como distracción y no pudo reaccionar todo lo a tiempo que quiso. Aunque quizá su maltrecho cuerpo también tuvo algo que ver en aquello.
El vapor fruto del calor de su interior empezó a nublar la escena a la par que su brazo derecho empezaba a aumentar su musculatura, como consecuencia del golpe que estaba a punto de dar. Esperó un momento más, inmóvil, y se impulsó ligeramente hacia arriba unos ochenta centímetros. Justo en el punto más alto de su impulso, apretó el puño con fuerza y dio un contundente puñetazo al aire, generando lo que a él le gustaba llamar La madre de todas las ondas.
Una gigantesca onda de choque que multiplicaría por siete su tamaño y poder normal gracias a la voluntad de su pulsera, y cuya temperatura sería más elevada de lo normal -unos ochenta grados centígrados- fruto del calor de su cuerpo, se dirigía hacia el tornado creado por el espadachín. Cuando el pirata la vió salir no pudo evitar sentirse mal por su compañero. Aunque pronto notó un punzante dolor en distintas partes del cuerpo que le hicieron caer al suelo. Pese a intentar frenar un poco la caída, el golpe le dejó maltrecho durante unos segundos, sin poder ver el resultado de su impacto.
Se levantó despacio mientras ojeaba su estado. Una veintena de agujas de hielo se le habían clavado antes de realizar su golpe. Las tenía por todo el cuerpo, y para más inri, su brazo no respondía a sus movimientos. Afortunadamente, no era la primera vez que le pasaba tras realizar un golpe tan devastador, pero probablemente tendría que afrontar unos minutos más sin poder usar esa parte de su cuerpo.
Empezó a mover las partículas de agua de su cuerpo, recubriendo sus escamas de más agua gracias a su anillo a la par que miraba a su rival, intentando averiguar qué había pasado, si tanto sufrimiento estaba teniendo algún tipo de beneficio y si el huracán seguía en pié. Y, sobre todo, esperando el siguiente movimiento de su magnífico rival.
Más allá de Eye of the storm, Therax podía ver cómo Luka no aguardaba pacientemente a que él hiciera su movimiento. No cabía esperar otra cosa, por otro lado. El gyojin ganó algo más de altura, elevándose aún más cuando sus virotes de hielo avanzaron hacia él. No sabía qué clase de daños habría sufrido por el momento, aunque tenía claro que aquello no era suficiente para detener la obstinada determinación de su antiguo compañero.
Entonces golpeó el aire con toda su furia. La ira del mar se materializó en forma de una imponente onda de choque que avanzó hacia él sin misericordia. Aquello no sería algo que el tornado pudiese detener por sí mismo. Alzó sus sables frente a él, aferrando con toda su fuerza las empuñaduras e impregnando los aceros con su voluntad. El reluciente resplandor grisáceo quedó salpicado por una oscura película negra, igual de reluciente y amenazadora.
La onda de choque colisionó con el feroz vendaval que envolvía a Therax, haciéndolo retroceder al tiempo que perdía parte de su potencia. El resto del colosal despliegue de poderío chocó contra los sables, haciendo gritar al espadachín de puro éxtasis. Se esforzaba por repelerlo, pero una fuente aparentemente inagotable de empuje no cejaba en su empeño de vencer cualquier resistencia.
Salió despedido con una sorprendente violencia, colisionando con toda la energía que no había sido capaz de contener contra los márgenes del coliseo. El granito de la suerte de muralla que separaba a los espectadores de la lucha se agrietó a su paso, liberando gruesos fragmentos pétreos que quedaron parcialmente ocultos por la nube de polvo que no tardó en levantarse.
Unos segundos transcurrieron antes de que el cuerpo del contramaestre volviese ser apreciable, parcialmente oculto por la polvareda y, como no podía ser de otro modo, visiblemente lastimado. Estaba seguro de que, como mínimo, su húmero izquierdo y su muslo derecho habían sufrido una nada desdeñable fisura. Del mismo modo, su cuerpo sangraba en numerosos puntos, salpicando su nuevo atuendo del carmesí que manaba de sus vasos sanguíneos sin pausa, aunque sin demasiada velocidad.
Necesitaría atención médica cuando todo concluyese, pero podría continuar combatiendo hasta que ese momento llegase. Se apoyó en una de las rocas, contemplando a Luka a lo lejos. Varias estacas heladas habían mordido sus escamas, deshaciéndose un instante después hasta no dejar pruebas de qué o quién había causado semejantes daños.
—No sabes cómo echaba de menos esto —gritó desde la distancia, pero su comentario no tardó en ser ahogado por el público. Los espectadores habían permanecido en silencio durante todo el combate, pero la tremenda fuerza desplegada por ambos contendientes había terminado por encender la llama de la emoción.
El rubio realizó tres fugaces cortes con sus espadas, reduciendo dos piedras a fragmentos mucho más pequeños que no dudaría en usar a su favor. Un instante después las enfundó y, firmemente decidido, se dispuso a mostrarse como no recordaba haber hecho en muchísimo tiempo. Luka no merecía nada que no fuera lo mejor de él.
Su figura mutó inexorablemente, perdiendo su naturaleza humana para adoptar la forma de una inmensa ave que obsequió a todos los presentes con su agudo chillido de águila. Una inconmensurable águila observaba a su rival a través de unos ojos verdosos. Su altura alcanzaba los siete metros y, con las alas extendidas, abarcaba un tamaño de once metros. El brillante negro de su ambición teñía sus alas, reflejando la afilada naturaleza que encarnaban. El resto de su figura, por el contrario, se encontraba salpicada de matices blancos y de un refulgente celeste que le proporcionaban una naturaleza sobrenatural que rozaba lo divino
El viento sopló con más furia que nunca, levantando los fragmentos pétreos que había generado y arrojándolos con una velocidad inédita hasta el momento hacia el ser de escamas. Cada uno de ellos era conducido por una única e increíblemente precisa ráfaga de aire, pero aquello no era más que el comienzo.
Hræsvelgr también se propulsó hacia su contrincante. El viento golpeaba sus alas con rabia, haciéndole recorrer la distancia que separaba a ambos contendientes en apenas un instante. Su cuerpo aullaba de dolor. Cada átomo de su ser comenzaba a suplicar por un descanso, pero Therax sabía que no era el momento.
Las alas del águila trazaron sendos cortes oblicuos un instante antes de que llegase hasta la posición del morador de las profundidades, generando dos ondas cortantes de cinco metros de longitud que avanzaron hacia él. Del mismo modo, sus garras intentaron lacerar las extremidades y el torso de su adversario en un feroz gesto.
Entonces golpeó el aire con toda su furia. La ira del mar se materializó en forma de una imponente onda de choque que avanzó hacia él sin misericordia. Aquello no sería algo que el tornado pudiese detener por sí mismo. Alzó sus sables frente a él, aferrando con toda su fuerza las empuñaduras e impregnando los aceros con su voluntad. El reluciente resplandor grisáceo quedó salpicado por una oscura película negra, igual de reluciente y amenazadora.
La onda de choque colisionó con el feroz vendaval que envolvía a Therax, haciéndolo retroceder al tiempo que perdía parte de su potencia. El resto del colosal despliegue de poderío chocó contra los sables, haciendo gritar al espadachín de puro éxtasis. Se esforzaba por repelerlo, pero una fuente aparentemente inagotable de empuje no cejaba en su empeño de vencer cualquier resistencia.
Salió despedido con una sorprendente violencia, colisionando con toda la energía que no había sido capaz de contener contra los márgenes del coliseo. El granito de la suerte de muralla que separaba a los espectadores de la lucha se agrietó a su paso, liberando gruesos fragmentos pétreos que quedaron parcialmente ocultos por la nube de polvo que no tardó en levantarse.
Unos segundos transcurrieron antes de que el cuerpo del contramaestre volviese ser apreciable, parcialmente oculto por la polvareda y, como no podía ser de otro modo, visiblemente lastimado. Estaba seguro de que, como mínimo, su húmero izquierdo y su muslo derecho habían sufrido una nada desdeñable fisura. Del mismo modo, su cuerpo sangraba en numerosos puntos, salpicando su nuevo atuendo del carmesí que manaba de sus vasos sanguíneos sin pausa, aunque sin demasiada velocidad.
Necesitaría atención médica cuando todo concluyese, pero podría continuar combatiendo hasta que ese momento llegase. Se apoyó en una de las rocas, contemplando a Luka a lo lejos. Varias estacas heladas habían mordido sus escamas, deshaciéndose un instante después hasta no dejar pruebas de qué o quién había causado semejantes daños.
—No sabes cómo echaba de menos esto —gritó desde la distancia, pero su comentario no tardó en ser ahogado por el público. Los espectadores habían permanecido en silencio durante todo el combate, pero la tremenda fuerza desplegada por ambos contendientes había terminado por encender la llama de la emoción.
El rubio realizó tres fugaces cortes con sus espadas, reduciendo dos piedras a fragmentos mucho más pequeños que no dudaría en usar a su favor. Un instante después las enfundó y, firmemente decidido, se dispuso a mostrarse como no recordaba haber hecho en muchísimo tiempo. Luka no merecía nada que no fuera lo mejor de él.
Su figura mutó inexorablemente, perdiendo su naturaleza humana para adoptar la forma de una inmensa ave que obsequió a todos los presentes con su agudo chillido de águila. Una inconmensurable águila observaba a su rival a través de unos ojos verdosos. Su altura alcanzaba los siete metros y, con las alas extendidas, abarcaba un tamaño de once metros. El brillante negro de su ambición teñía sus alas, reflejando la afilada naturaleza que encarnaban. El resto de su figura, por el contrario, se encontraba salpicada de matices blancos y de un refulgente celeste que le proporcionaban una naturaleza sobrenatural que rozaba lo divino
El viento sopló con más furia que nunca, levantando los fragmentos pétreos que había generado y arrojándolos con una velocidad inédita hasta el momento hacia el ser de escamas. Cada uno de ellos era conducido por una única e increíblemente precisa ráfaga de aire, pero aquello no era más que el comienzo.
Hræsvelgr también se propulsó hacia su contrincante. El viento golpeaba sus alas con rabia, haciéndole recorrer la distancia que separaba a ambos contendientes en apenas un instante. Su cuerpo aullaba de dolor. Cada átomo de su ser comenzaba a suplicar por un descanso, pero Therax sabía que no era el momento.
Las alas del águila trazaron sendos cortes oblicuos un instante antes de que llegase hasta la posición del morador de las profundidades, generando dos ondas cortantes de cinco metros de longitud que avanzaron hacia él. Del mismo modo, sus garras intentaron lacerar las extremidades y el torso de su adversario en un feroz gesto.
Luka Rooney
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Un contundente sonido y una nube de humo acompañada de trocitos de piedra cayendo hicieron que Luka observara en la dirección en la que teóricamente estaba su ex-compañero. El gyojin se dió cuenta de que había debido salir despedido unos metros hacia atrás, y a juzgar por el estado de la muralla, se había dado un buen golpe. Cuando la polvareda se levantó, el espadachín y el luchador cruzaron miradas. Ambos, visiblemente cansados y lastimados, seguían en pié para deleite de sus espectadores.
- Ya somos dos… Aunque hubiera preferido que estuvieses a mi lado y estuviésemos zurrando a dos ratas del gobierno. Pero supongo que eso no se elige, ¿no?
A pesar de que se esforzó en que su frase llegase al destinatario, lo cierto era que el público parecía totalmente fuera de sí. El combate, visto desde fuera, parecía ser un espectáculo lo suficientemente interesante como para que la gran mayoría de los presentes se levantasen de sus asientos y vitoreasen a su preferido sin cesar.
Y entonces, el rubio realizó una serie de cortes sobre dos piedras que estaban a su alrededor, dejando unos trozos más pequeños allí. El habitante del mar se temía que su rival tenía algo en mente, por lo que no dejó de observar lo que pretendía. Pero Therax no se iba a andar con chiquitas, no. Su figura empezó a mutar hasta convertirse en un gigantesco águila de una envergadura sin igual. Su pelaje, con distintos matices blancos y celestes, dejó entrever que estaba usando haki alrededor de sus alas, donde adoptó un color negro brillante.
El viento comenzó a soplar con más fuerza que antes, y el gyojin supo que ahí empezaba la ofensiva de su rival. Para prepararse, comenzó a manipular los millones de escamas que tenía su cuerpo y empezó a aumentar ligeramente su tamaño, dotándolas de una mayor resistencia y preparándose para lo que se le venía.
Y lo que se le venía eran una serie de piedras a una velocidad tan elevada que era complicada de seguir. Y no solo eso, el águila al que un día conoció como Therax continuó su ataque, batiendo las alas y yendo en su dirección.
A veces, para ganar una guerra había que dejar darse el primer golpe. Así que el pirata se preparó para recibir las piedras, y confiando en que su capa de escamas endurecidas fuese suficiente como para no salir volando. Las piedras golpearon a la mole marina, y éste fué notando pinchazos que poco a poco empezaron a ser puñetazos, para terminar siendo como balas de cañón impactando alrededor de todo su cuerpo. Algunos golpes habían sido tan severos que había empezado a sangrar, y la propia sangre se le iba hasta la boca, pidiendo salir al exterior. Pero el tiburón no podía dejar de seguir la estela de su rival, o de lo contrario, caería.
Se vió obligado a intentar contrarrestar lo que el rubio estaba haciendo. Tenía el brazo derecho tan maltrecho tras su último golpe, que tendría que reservarlo para usarlo cuando fuera estrictamente necesario. En un suspiro, el tiburón liberó una enorme masa de agua gracias a su anillo, y lo hizo en forma de un torrente de agua que fue dejando una figura similar a un zarcillo a su paso. La corriente tenía una anchura de tres cuartos de metro, y un total de doscientos litros. Y, a la par que las ondas del águila se dirigían hacia el tiburón, éste se introdujo en el torrente y adquirió una velocidad envidiable para sortearlas, acabando frente a su rival, que, por sorpresa para el ex-Arashi, utilizó sus garras para intentar hacer taquitos de tiburón.
Utilizando ambos brazos, el pirata se interpuso entre las garras y su cuerpo, aunque por poco tiempo. Cuando la enorme ave apretó sus extremidades con fuerza, el pirata no pudo hacer nada más que evitar un sonoro grito. El charco de agua formado al caer el torrente, poco a poco fue adoptando un color rosa, hasta llegar a uno rojizo.
Su cuerpo estaba repleto de cortes de distintas dimensiones, y su fuerza continuaba flaqueando cada vez más. Para continuar con las malas noticias, el pirata sentía que no podría hacer ningún esfuerzo más. Sin embargo, no dejaría de intentarlo hasta caer inconsciente. Así era Luka, y así había demostrado ser durante su andadura en los Arashi, por lo que quizá su rival estaba al tanto de qué podría llegar a intentar.
Aún forcejeando con la transformación del rubio, el gyojin retrasó un paso la pierna derecha a la par que la cubría con una película negruzca, para justo después, girar su cadera y dar una potente patada hacia su rival, intentando alejarlo lo suficiente como para darse un respiro. En caso de no conseguir desplazarle, daría un paso hacia atrás. Y daría lo que entendía que sería su último golpe. Para bien o para mal.
Con las manos ensangrentadas y repletas de su -quizás última- voluntad, el pirata daría tres golpes rápidos y lo más potentes que pudiese contra el suelo, intentando hacer un pequeño socavón para levantar una nube de polvo, y justo en ese momento, lanzaría una lluvia de partículas de sangre hacia la ubicación del águila, intentando así pillarle desprevenido. Aunque sabía que probablemente no sería suficiente, con su estado físico no podía hacer mucho más que esperar a que su rival estuviese de nuevo frente a él. Eso o que uno de los dos cayese, aunque aquello era altamente complicado.
- Ya somos dos… Aunque hubiera preferido que estuvieses a mi lado y estuviésemos zurrando a dos ratas del gobierno. Pero supongo que eso no se elige, ¿no?
A pesar de que se esforzó en que su frase llegase al destinatario, lo cierto era que el público parecía totalmente fuera de sí. El combate, visto desde fuera, parecía ser un espectáculo lo suficientemente interesante como para que la gran mayoría de los presentes se levantasen de sus asientos y vitoreasen a su preferido sin cesar.
Y entonces, el rubio realizó una serie de cortes sobre dos piedras que estaban a su alrededor, dejando unos trozos más pequeños allí. El habitante del mar se temía que su rival tenía algo en mente, por lo que no dejó de observar lo que pretendía. Pero Therax no se iba a andar con chiquitas, no. Su figura empezó a mutar hasta convertirse en un gigantesco águila de una envergadura sin igual. Su pelaje, con distintos matices blancos y celestes, dejó entrever que estaba usando haki alrededor de sus alas, donde adoptó un color negro brillante.
El viento comenzó a soplar con más fuerza que antes, y el gyojin supo que ahí empezaba la ofensiva de su rival. Para prepararse, comenzó a manipular los millones de escamas que tenía su cuerpo y empezó a aumentar ligeramente su tamaño, dotándolas de una mayor resistencia y preparándose para lo que se le venía.
Y lo que se le venía eran una serie de piedras a una velocidad tan elevada que era complicada de seguir. Y no solo eso, el águila al que un día conoció como Therax continuó su ataque, batiendo las alas y yendo en su dirección.
A veces, para ganar una guerra había que dejar darse el primer golpe. Así que el pirata se preparó para recibir las piedras, y confiando en que su capa de escamas endurecidas fuese suficiente como para no salir volando. Las piedras golpearon a la mole marina, y éste fué notando pinchazos que poco a poco empezaron a ser puñetazos, para terminar siendo como balas de cañón impactando alrededor de todo su cuerpo. Algunos golpes habían sido tan severos que había empezado a sangrar, y la propia sangre se le iba hasta la boca, pidiendo salir al exterior. Pero el tiburón no podía dejar de seguir la estela de su rival, o de lo contrario, caería.
Se vió obligado a intentar contrarrestar lo que el rubio estaba haciendo. Tenía el brazo derecho tan maltrecho tras su último golpe, que tendría que reservarlo para usarlo cuando fuera estrictamente necesario. En un suspiro, el tiburón liberó una enorme masa de agua gracias a su anillo, y lo hizo en forma de un torrente de agua que fue dejando una figura similar a un zarcillo a su paso. La corriente tenía una anchura de tres cuartos de metro, y un total de doscientos litros. Y, a la par que las ondas del águila se dirigían hacia el tiburón, éste se introdujo en el torrente y adquirió una velocidad envidiable para sortearlas, acabando frente a su rival, que, por sorpresa para el ex-Arashi, utilizó sus garras para intentar hacer taquitos de tiburón.
Utilizando ambos brazos, el pirata se interpuso entre las garras y su cuerpo, aunque por poco tiempo. Cuando la enorme ave apretó sus extremidades con fuerza, el pirata no pudo hacer nada más que evitar un sonoro grito. El charco de agua formado al caer el torrente, poco a poco fue adoptando un color rosa, hasta llegar a uno rojizo.
Su cuerpo estaba repleto de cortes de distintas dimensiones, y su fuerza continuaba flaqueando cada vez más. Para continuar con las malas noticias, el pirata sentía que no podría hacer ningún esfuerzo más. Sin embargo, no dejaría de intentarlo hasta caer inconsciente. Así era Luka, y así había demostrado ser durante su andadura en los Arashi, por lo que quizá su rival estaba al tanto de qué podría llegar a intentar.
Aún forcejeando con la transformación del rubio, el gyojin retrasó un paso la pierna derecha a la par que la cubría con una película negruzca, para justo después, girar su cadera y dar una potente patada hacia su rival, intentando alejarlo lo suficiente como para darse un respiro. En caso de no conseguir desplazarle, daría un paso hacia atrás. Y daría lo que entendía que sería su último golpe. Para bien o para mal.
Con las manos ensangrentadas y repletas de su -quizás última- voluntad, el pirata daría tres golpes rápidos y lo más potentes que pudiese contra el suelo, intentando hacer un pequeño socavón para levantar una nube de polvo, y justo en ese momento, lanzaría una lluvia de partículas de sangre hacia la ubicación del águila, intentando así pillarle desprevenido. Aunque sabía que probablemente no sería suficiente, con su estado físico no podía hacer mucho más que esperar a que su rival estuviese de nuevo frente a él. Eso o que uno de los dos cayese, aunque aquello era altamente complicado.
¡El maldito anillo! Se había olvidado de él por completo. El componente más letal de su ataque fue esquivado por Luka gracias al torrente de agua que había nacido del abalorio, el cual le permitió sumergirse en su interior y adquirir una velocidad a la que habitualmente no tenía acceso.
No obstante, no sucedió lo mismo con sus garras. Los afilados extremos que las caracterizaban aferraron con furia los brazos del habitante del mar. Apretó con fuerza, obligando a su antiguo compañero, su mejor amigo, a clamar de dolor. Para cualquiera aquello habría sido un incentivo para abandonar el ataque, pero el rubio sabía perfectamente que Luka no le perdonaría que le soltase por simple y pura lástima. Habían peleado muchas veces antes con el único fin de fortalecerse, siendo siempre el resultado que ambos habían quedado seriamente maltrechos. Aquélla, una vez más, no sería una excepción.
Creía que lo había derrotado cuando la pierna del ser de escamas le golpeó. La ya de por sí increíble potencia del gyojin fue acompañada por la que le concedía su voluntad, lanzándole hacia atrás con violencia y obligándole a corregir su trayectoria en el aire. Sus garras y alas se clavaron en el suelo una y otra vez, buscando detener su desplazamiento para continuar atosigando al adversario.
Numerosos fragmentos de roca abandonaron el suelo ante la tenaz solidez de sus extremidades, quedando distribuidos a los lados de los surcos que habían pasado a romper la lisa monotonía del granito. Cuando se irguió de nuevo, liberando un feroz chillido que golpeó con rabia los oídos de los asistentes, una nube de polvo envolvía al gyojin. ¿Qué tramaba?
Los proyectiles rojizos comenzaron a abandonar la cortina de diminutos pedazos de piedra. Tres de las gotas de sangre golpearon su torso antes de que reaccionase, plegando sus alas para conformar un escudo frente a él. En el proceso, su anatomía volvió a ser golpeada por la sangre de su compañero. Aquello resultaba, cuanto menos, poético: la sangre de un viejo amigo golpeando al otro.
Se esforzó por acallar el dolor, por obligar a su cuerpo a olvidar las dentelladas que herían sus articulaciones y músculos, por seguir combatiendo. No podía parar; no todavía. Si aquella polvareda le impedía ver al gyojin, lo más sensato sería pensar que él tampoco pudiera verle a él.
En consecuencia, hizo que el viento soplase mucho antes de que su silueta volviese a ser apreciable, manteniendo el polvo suspendido al tiempo que aleteaba una única vez. Con ello esperaba que Luka no fuese capaz de apreciar qué sucedía frente a él. Los fragmentos de roca que había arrebatado al suelo en su intento por frenarse, una vez más, salieron despedidos hacia su oponente. No obstante, de nuevo, aquello no dejaba de ser una distracción.
El viento había comenzado a consolidarse frente a su pico con una violencia inusitada, adoptando la forma de una reluciente esfera blanquecina extremadamente amenazadora. No perdió de vista la polvareda, estando atento ante cualquier movimiento que pudiese hacer Luka. El único objetivo de esto era reconducir a Levante, una poderosa columna de viento cuyo poder resultaba aterrador sólo con ser contemplado. Nacería de la resplandeciente bola, recorriendo la distancia que la separaba de su objetivo con una velocidad extremadamente difícil de igualar.
Si Luka no abandonaba el pequeño tifón, la lanzaría hacia su interior, mientras que se esforzaría por intentar dirigirlo hacia su cuerpo si intentaba salir de él.
No obstante, no sucedió lo mismo con sus garras. Los afilados extremos que las caracterizaban aferraron con furia los brazos del habitante del mar. Apretó con fuerza, obligando a su antiguo compañero, su mejor amigo, a clamar de dolor. Para cualquiera aquello habría sido un incentivo para abandonar el ataque, pero el rubio sabía perfectamente que Luka no le perdonaría que le soltase por simple y pura lástima. Habían peleado muchas veces antes con el único fin de fortalecerse, siendo siempre el resultado que ambos habían quedado seriamente maltrechos. Aquélla, una vez más, no sería una excepción.
Creía que lo había derrotado cuando la pierna del ser de escamas le golpeó. La ya de por sí increíble potencia del gyojin fue acompañada por la que le concedía su voluntad, lanzándole hacia atrás con violencia y obligándole a corregir su trayectoria en el aire. Sus garras y alas se clavaron en el suelo una y otra vez, buscando detener su desplazamiento para continuar atosigando al adversario.
Numerosos fragmentos de roca abandonaron el suelo ante la tenaz solidez de sus extremidades, quedando distribuidos a los lados de los surcos que habían pasado a romper la lisa monotonía del granito. Cuando se irguió de nuevo, liberando un feroz chillido que golpeó con rabia los oídos de los asistentes, una nube de polvo envolvía al gyojin. ¿Qué tramaba?
Los proyectiles rojizos comenzaron a abandonar la cortina de diminutos pedazos de piedra. Tres de las gotas de sangre golpearon su torso antes de que reaccionase, plegando sus alas para conformar un escudo frente a él. En el proceso, su anatomía volvió a ser golpeada por la sangre de su compañero. Aquello resultaba, cuanto menos, poético: la sangre de un viejo amigo golpeando al otro.
Se esforzó por acallar el dolor, por obligar a su cuerpo a olvidar las dentelladas que herían sus articulaciones y músculos, por seguir combatiendo. No podía parar; no todavía. Si aquella polvareda le impedía ver al gyojin, lo más sensato sería pensar que él tampoco pudiera verle a él.
En consecuencia, hizo que el viento soplase mucho antes de que su silueta volviese a ser apreciable, manteniendo el polvo suspendido al tiempo que aleteaba una única vez. Con ello esperaba que Luka no fuese capaz de apreciar qué sucedía frente a él. Los fragmentos de roca que había arrebatado al suelo en su intento por frenarse, una vez más, salieron despedidos hacia su oponente. No obstante, de nuevo, aquello no dejaba de ser una distracción.
El viento había comenzado a consolidarse frente a su pico con una violencia inusitada, adoptando la forma de una reluciente esfera blanquecina extremadamente amenazadora. No perdió de vista la polvareda, estando atento ante cualquier movimiento que pudiese hacer Luka. El único objetivo de esto era reconducir a Levante, una poderosa columna de viento cuyo poder resultaba aterrador sólo con ser contemplado. Nacería de la resplandeciente bola, recorriendo la distancia que la separaba de su objetivo con una velocidad extremadamente difícil de igualar.
Si Luka no abandonaba el pequeño tifón, la lanzaría hacia su interior, mientras que se esforzaría por intentar dirigirlo hacia su cuerpo si intentaba salir de él.
Gareth Silverwing
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Buenas soy Arthur y hoy estamos aquí reunidos para dar respuesta a la ancestral pregunta que atormenta las mentes de los hombres desde que se inventó el Mac Auto ¿Quién es más fuerte, el pájaro o el pez? Supongo que a estas alturas ya estaréis más que familiarizados con el sistema de puntuación, así que pasemos al lío.
Victoria Bélica: El combate se ha decidido antes de poder tener un ganador claro, así que 0 Puntos.
Narración y estilo: Ambos poseéis vuestro propio estilo propio al que habéis sido fieles, así como a la personalidad de los personajes. Tampoco veo que a la hora de narrar uno lo haya hecho mucho mejor que el otro, así que en este apartado hay un empate. 0 Puntos.
Asunción de daños: Ambos habéis asumido de forma más o menos realista los daños, teniendo en cuenta las capacidades de vuestros personajes y el factor shonen. Ha habido algún que otro momento que he dicho "Hombre, tampoco hacía falta que recibieras tanto daño", pero he supuesto que es más cosa de la personalidad del personaje y cómo encarar las cosas. Dado que ambos habéis hecho un gran trabajo tenéis un empate, 0 Puntos.
Originalidad y entorno: Aquí ha sido un punto que me ha hecho dudar más. El entorno no daba mucho que usar, admitámoslo, tampoco esperaba que ninguno sacara gran cosa a no ser que se pusiera a romper el suelo y lanzar piedras al rival... Supongo que Therax aquí marca la diferencia. Por poco, pero he notado que la estrategia del hombre pollo ha sido superior. 2 puntos para Therax.
Pulcritud de escritura: Sin nada que añadir, no he visto faltas recurrentes en ninguno de los dos. 0 Puntos.
Faltas: Aquí... he de comentar una cosa. "Por inercia, desplazó la mano derecha envuelta en una película negruzca hasta él, y una vez consiguió agarrar el sable, tiró fuerte, atrayendo al humano hacia él a la par que realizaba un contundente giro de cuello hacia la frente del rubio." Puede que haya sido sin querer, pero Luka, eso es una acción cerrada. -1 Punto para Luka.
Resultado: Ganador Therax, obtiene 3 puntos de cara a la clasificación.
Si alguno tiene alguna queja con respecto a la moderación recordad que podéis reclamar una segunda.
Victoria Bélica: El combate se ha decidido antes de poder tener un ganador claro, así que 0 Puntos.
Narración y estilo: Ambos poseéis vuestro propio estilo propio al que habéis sido fieles, así como a la personalidad de los personajes. Tampoco veo que a la hora de narrar uno lo haya hecho mucho mejor que el otro, así que en este apartado hay un empate. 0 Puntos.
Asunción de daños: Ambos habéis asumido de forma más o menos realista los daños, teniendo en cuenta las capacidades de vuestros personajes y el factor shonen. Ha habido algún que otro momento que he dicho "Hombre, tampoco hacía falta que recibieras tanto daño", pero he supuesto que es más cosa de la personalidad del personaje y cómo encarar las cosas. Dado que ambos habéis hecho un gran trabajo tenéis un empate, 0 Puntos.
Originalidad y entorno: Aquí ha sido un punto que me ha hecho dudar más. El entorno no daba mucho que usar, admitámoslo, tampoco esperaba que ninguno sacara gran cosa a no ser que se pusiera a romper el suelo y lanzar piedras al rival... Supongo que Therax aquí marca la diferencia. Por poco, pero he notado que la estrategia del hombre pollo ha sido superior. 2 puntos para Therax.
Pulcritud de escritura: Sin nada que añadir, no he visto faltas recurrentes en ninguno de los dos. 0 Puntos.
Faltas: Aquí... he de comentar una cosa. "Por inercia, desplazó la mano derecha envuelta en una película negruzca hasta él, y una vez consiguió agarrar el sable, tiró fuerte, atrayendo al humano hacia él a la par que realizaba un contundente giro de cuello hacia la frente del rubio." Puede que haya sido sin querer, pero Luka, eso es una acción cerrada. -1 Punto para Luka.
Resultado: Ganador Therax, obtiene 3 puntos de cara a la clasificación.
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