[b]Contratante: [b/]Una misteriosa mujer que responde al nombre de Índice.
[b]Descripción: [b/]El acorazado “Furia de Akainu” navega patrullando los mares del Nuevo Mundo en las cercanías de la nueva base de Marineford. Un bastión flotante de última generación de casi trescientos metros de eslora con tres mil almas a bordo. El contraalmirante Shikishima está al mando de este leviatán de madera y metal. El objetivo del contratante es que alguien se infiltre en este barco aprovechando su siguiente repostaje, buscando en sus entrañas un antiguo mapa envuelto en cuero negro con cinta dorada. Tras encontrarlo hacerse con él y escapar con éxito para entregarlo a Índice. En caso se completada es muy probable que esta persona o algún contacto suyo vuelva a comunicarse con el o los participantes
[b]Objetivos secundarios o alternativos: [b/]No ser descubierto, o en caso de serlo derrotar al contraalmirante.
[b]Clasificación: [b/]Infiltración y robo.
[b]Recompensa: [b/]Un prototipo de destructor de la marina, algo desfasado, dado que se abandonó el proyecto hace años. De todas formas es un barco de líneas modernas y motorizado, de 108 metros de eslora, maniobrable y rápido.
[b]Descripción: [b/]El acorazado “Furia de Akainu” navega patrullando los mares del Nuevo Mundo en las cercanías de la nueva base de Marineford. Un bastión flotante de última generación de casi trescientos metros de eslora con tres mil almas a bordo. El contraalmirante Shikishima está al mando de este leviatán de madera y metal. El objetivo del contratante es que alguien se infiltre en este barco aprovechando su siguiente repostaje, buscando en sus entrañas un antiguo mapa envuelto en cuero negro con cinta dorada. Tras encontrarlo hacerse con él y escapar con éxito para entregarlo a Índice. En caso se completada es muy probable que esta persona o algún contacto suyo vuelva a comunicarse con el o los participantes
[b]Objetivos secundarios o alternativos: [b/]No ser descubierto, o en caso de serlo derrotar al contraalmirante.
[b]Clasificación: [b/]Infiltración y robo.
[b]Recompensa: [b/]Un prototipo de destructor de la marina, algo desfasado, dado que se abandonó el proyecto hace años. De todas formas es un barco de líneas modernas y motorizado, de 108 metros de eslora, maniobrable y rápido.
Era impresionantemente grande. ¿Cuántos pistachos harían falta para llenar sus bodegas? Probablemente muchos más de los que podría llegar a comer en toda una vida. 'Furia de Akainu' había atracado tras incontables semanas surcando los mares. Gozaba de una autonomía digna de elogio, lo que implicaba que, a la hora de repostar, necesitaba más tiempo que cualquier embarcación al uso.
El vicealmirante Zuko me había solicitado —ordenado, mejor dicho— que le acompañase en aquella ocasión, haciendo las veces de asistente y representante de sus hombres en la brigada. Eric era en teoría el segundo al mando, pero desconocía por qué había optado por elegirme a mí. Cabía la posibilidad de que fuese por su tendencia salvaje a destruir todo lo que pasaba frente a sus ojos. Aun así, Kenzo era una opción perfectamente válida y tampoco le había escogido. Tal vez tuviese una misión.
No había escuchado con demasiada atención las palabras de mi superior, pero sabía que tenía un asunto que tratar con el oficial al mando del navío. Había escuchado su nombre en alguna ocasión. El contralmirante Shikishima se había ganado su puesto a base de un excelente y diligente servicio a la Marina y el Gobierno Mundial. Héroe de incontables batallas a lo largo y ancho del mundo, le había sido encomendada la labor de dirigir el buque insignia de la fuerza militar más grande jamás conocida.
—¿Estará en la torre de mando, señor? —pregunté con cierta inocencia, pues no sabía si, al ostentar Zuko un rango mayor, el otro oficial debía ir a recibirle una vez pusiese un pie en la cubierta del barco. Claro que coordinar la actividad en semejante armatoste, así como gestionar el desempeño de los miles de hombre que navegaban en él, debía ser una tarea titánica que requería todo su esfuerzo y atención.
Dejando a un lado mis consideraciones, varias pasarelas habían sido tendidas hacia el muelle. A través de ellas subía y bajaba un reguero incesante de uniformados. Del mismo modo, sin pausa pero sin prisa, varias grúas de considerable tamaño cargaban las mercancías que deberían ser introducidas en las bodegas. Era consciente del poderío militar y humano de la organización a la que pertenecía, pero en momentos como aquél me daba cuenta de la magnitud de los mismos y lo insignificante que yo y cualquiera de los presentes éramos a su lado.
El vicealmirante Zuko me había solicitado —ordenado, mejor dicho— que le acompañase en aquella ocasión, haciendo las veces de asistente y representante de sus hombres en la brigada. Eric era en teoría el segundo al mando, pero desconocía por qué había optado por elegirme a mí. Cabía la posibilidad de que fuese por su tendencia salvaje a destruir todo lo que pasaba frente a sus ojos. Aun así, Kenzo era una opción perfectamente válida y tampoco le había escogido. Tal vez tuviese una misión.
No había escuchado con demasiada atención las palabras de mi superior, pero sabía que tenía un asunto que tratar con el oficial al mando del navío. Había escuchado su nombre en alguna ocasión. El contralmirante Shikishima se había ganado su puesto a base de un excelente y diligente servicio a la Marina y el Gobierno Mundial. Héroe de incontables batallas a lo largo y ancho del mundo, le había sido encomendada la labor de dirigir el buque insignia de la fuerza militar más grande jamás conocida.
—¿Estará en la torre de mando, señor? —pregunté con cierta inocencia, pues no sabía si, al ostentar Zuko un rango mayor, el otro oficial debía ir a recibirle una vez pusiese un pie en la cubierta del barco. Claro que coordinar la actividad en semejante armatoste, así como gestionar el desempeño de los miles de hombre que navegaban en él, debía ser una tarea titánica que requería todo su esfuerzo y atención.
Dejando a un lado mis consideraciones, varias pasarelas habían sido tendidas hacia el muelle. A través de ellas subía y bajaba un reguero incesante de uniformados. Del mismo modo, sin pausa pero sin prisa, varias grúas de considerable tamaño cargaban las mercancías que deberían ser introducidas en las bodegas. Era consciente del poderío militar y humano de la organización a la que pertenecía, pero en momentos como aquél me daba cuenta de la magnitud de los mismos y lo insignificante que yo y cualquiera de los presentes éramos a su lado.
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—Este es el barco del contraalmirante, nosotros estamos de escolta. Él manda.
Le habían asignado como escolta, más que como persona al mando. Había decidido llevarse a Iulio en aquella misión de supervisión, pues sabía era el más útil para ello. Era alguien tranquilo que no solía buscar cualquier excusa para montar un espectáculo, y no esperaba que hubiesen muchos problemas a bordo. Y aún así, de haberlos, el poder y capacidad destructiva iban en un buen equilibrio con su tranquila personalidad. Ya habían llegado a la parada en la que iban a repostar.
El dragón miró a todo el mundo que subía. Si alguien quería entrar a robar, sabotear o lo que fuese ciertamente ese era el mejor momento para ello. Se rascó el mentón, dudando. Entonces, hizo una señal a Iulio para que le siguiera, empezando a caminar hacia donde estaba el contraalmirante para hablar con él. Era lo que se le ocurría que podrían hacer ahora que tal vez pudiese evitar problemas en el futuro. Quitaría algo de tiempo a los trabajadores, pero era algo que podía sacrificarse en pos de la seguridad.
—Contraalmirante— dijo al verle—. ¿Tiene usted un registro de todos los soldados que están en este barco y que tenían que subir en esta parada? Tal vez tengamos que hacer una revisión completa.
Sabía lo metida que estaba la marina en la burocracia y en los registros milimétricos. Era muy probable que llevasen un registro con las fichas de reclutamiento de los soldados, fotos incluidas. No costaría mucho encontrar a alguien que no esté en la lista o que esté haciéndose pasar por alguien de la lista. A menos que su disfraz fuese excepcional, claro.
Le habían asignado como escolta, más que como persona al mando. Había decidido llevarse a Iulio en aquella misión de supervisión, pues sabía era el más útil para ello. Era alguien tranquilo que no solía buscar cualquier excusa para montar un espectáculo, y no esperaba que hubiesen muchos problemas a bordo. Y aún así, de haberlos, el poder y capacidad destructiva iban en un buen equilibrio con su tranquila personalidad. Ya habían llegado a la parada en la que iban a repostar.
El dragón miró a todo el mundo que subía. Si alguien quería entrar a robar, sabotear o lo que fuese ciertamente ese era el mejor momento para ello. Se rascó el mentón, dudando. Entonces, hizo una señal a Iulio para que le siguiera, empezando a caminar hacia donde estaba el contraalmirante para hablar con él. Era lo que se le ocurría que podrían hacer ahora que tal vez pudiese evitar problemas en el futuro. Quitaría algo de tiempo a los trabajadores, pero era algo que podía sacrificarse en pos de la seguridad.
—Contraalmirante— dijo al verle—. ¿Tiene usted un registro de todos los soldados que están en este barco y que tenían que subir en esta parada? Tal vez tengamos que hacer una revisión completa.
Sabía lo metida que estaba la marina en la burocracia y en los registros milimétricos. Era muy probable que llevasen un registro con las fichas de reclutamiento de los soldados, fotos incluidas. No costaría mucho encontrar a alguien que no esté en la lista o que esté haciéndose pasar por alguien de la lista. A menos que su disfraz fuese excepcional, claro.
Shikishima tenía fama de ser un hombre bastante recto y severo, por lo que no lo dudé ni un instante antes de cuadrarme en su presencia. Un simple gesto como aquél podía ahorrarme mucho trabajo y problemas en el futuro, así que no estaba de más realizarlo. Por otro lado, el vicealmirante me había dejado claro que no había sido enviado allí para hacer uso de su rango, sino de su fuerza. Estaba seguro de que en algún momento me habían dicho qué debíamos hacer con exactitud, pero, como de costumbre, yo había desconectado tras la palabra 'proteger'. ¿El barco? ¿Al contralmirante? A saber, pero estaba convencido de que mi superior habría retenido todos y cada uno de los detalles de la operación.
Pese a que sus galones no valiesen de nada en aquel contexto, el oficial al mando del buque no dejó de saludar con respeto a Zuko. Al igual que había hecho yo con él, se cuadró y aguardó la orden del lagartijo para descansar y responder a su pregunta. Era un tipo metódico, quizás demasiado, y ese hecho quedaba patente al contemplar la multitud de archivadores que abarrotaban su despacho en lo más alto de la torre de mando.
—¿Quiere la versión larga o la corta? —preguntó al tiempo que señalaba los ficheros—. Lo imaginaba —sonrió al contemplar los semblantes de sus interlocutores. Abrió uno de los múltiples cajones, extrayendo una montaña de papeles guardados en una carpeta. Un simple vistazo valió para comprobar que en cada folio había seis identidades, tres por carilla. Únicamente había una imagen del marine en cuestión y un breve resumen de sus datos. Aun así, el grosor del cúmulo de documentos reflejaba la ingente cantidad de marines que había a bordo—. Están por orden alfabético, así que no deberías tener problemas para encontrar a quien sea. —Unas pequeñas etiquetas señalaban en qué punto concreto comenzaba cada letra.
—¿Y dónde está eso que debemos proteger? —pregunté, obviando por un momento que, tal vez, lo más apropiado sería que permaneciese callado—. ¿Habéis organizado ya alguna defensa?
El silencio reinó durante algunos instantes en la sala, pero el contralmirante Shikishima no tardó en hacer uso de la palabra para responder a mi cuestión:
—Está en el tercer nivel de las bodegas del barco. Hay cinco en total. Pensamos que sería buena idea no dejarlo cerca del exterior del barco; ni por arriba ni por abajo. Hay un total de cinco bodegas, así que el punto medio venía a ser el tercer nivel. Es un antiguo pergamino cuya información, lamentándolo mucho, es confidencial por el momento. No sería de extrañar que la Revolución o cualquier delincuente quisiese hacerse con él, de ahí que hayamos solicitado escolta hasta que pueda ser llevado hasta un lugar donde nadie lo encuentre. La teniente Kimura os acompañará hasta él. Sintiéndolo de verdad, tengo mucho trabajo aquí y no puedo ir con vosotros.
La teniente Kimura, una joven morena de baja estatura y piel bronceada, nos condujo a través de las profundidades del 'Furia de Akainu' hasta nuestro destino. Una sala cúbica con dos puertas enfrentadas entre sí cobijaba una vitrina de pequeñas dimensiones. En su interior, un pergamino plegado era el objeto a proteger.
—Varias patrullas pasean por los pasillos cercanos y comprueban que todo vaya bien cada cinco minutos. Con ellos y vosotros, además del cristal que hemos empleado para salvaguardar el pergamino, esperamos que sea suficiente por el momento. ¿Qué opináis? —La media melena de pelo rizado enmarcó su cara risueña cuando, alegre y segura a partes iguales, dirigió su mirada al dragón.
Pese a que sus galones no valiesen de nada en aquel contexto, el oficial al mando del buque no dejó de saludar con respeto a Zuko. Al igual que había hecho yo con él, se cuadró y aguardó la orden del lagartijo para descansar y responder a su pregunta. Era un tipo metódico, quizás demasiado, y ese hecho quedaba patente al contemplar la multitud de archivadores que abarrotaban su despacho en lo más alto de la torre de mando.
—¿Quiere la versión larga o la corta? —preguntó al tiempo que señalaba los ficheros—. Lo imaginaba —sonrió al contemplar los semblantes de sus interlocutores. Abrió uno de los múltiples cajones, extrayendo una montaña de papeles guardados en una carpeta. Un simple vistazo valió para comprobar que en cada folio había seis identidades, tres por carilla. Únicamente había una imagen del marine en cuestión y un breve resumen de sus datos. Aun así, el grosor del cúmulo de documentos reflejaba la ingente cantidad de marines que había a bordo—. Están por orden alfabético, así que no deberías tener problemas para encontrar a quien sea. —Unas pequeñas etiquetas señalaban en qué punto concreto comenzaba cada letra.
—¿Y dónde está eso que debemos proteger? —pregunté, obviando por un momento que, tal vez, lo más apropiado sería que permaneciese callado—. ¿Habéis organizado ya alguna defensa?
El silencio reinó durante algunos instantes en la sala, pero el contralmirante Shikishima no tardó en hacer uso de la palabra para responder a mi cuestión:
—Está en el tercer nivel de las bodegas del barco. Hay cinco en total. Pensamos que sería buena idea no dejarlo cerca del exterior del barco; ni por arriba ni por abajo. Hay un total de cinco bodegas, así que el punto medio venía a ser el tercer nivel. Es un antiguo pergamino cuya información, lamentándolo mucho, es confidencial por el momento. No sería de extrañar que la Revolución o cualquier delincuente quisiese hacerse con él, de ahí que hayamos solicitado escolta hasta que pueda ser llevado hasta un lugar donde nadie lo encuentre. La teniente Kimura os acompañará hasta él. Sintiéndolo de verdad, tengo mucho trabajo aquí y no puedo ir con vosotros.
La teniente Kimura, una joven morena de baja estatura y piel bronceada, nos condujo a través de las profundidades del 'Furia de Akainu' hasta nuestro destino. Una sala cúbica con dos puertas enfrentadas entre sí cobijaba una vitrina de pequeñas dimensiones. En su interior, un pergamino plegado era el objeto a proteger.
—Varias patrullas pasean por los pasillos cercanos y comprueban que todo vaya bien cada cinco minutos. Con ellos y vosotros, además del cristal que hemos empleado para salvaguardar el pergamino, esperamos que sea suficiente por el momento. ¿Qué opináis? —La media melena de pelo rizado enmarcó su cara risueña cuando, alegre y segura a partes iguales, dirigió su mirada al dragón.
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Los archivos que requirió eran abundantes. Tal vez serían demasiados como para llevar un control riguroso e impenetrable. Ciertamente, sería complicado ir por esos derroteros. Iulio preguntó donde se encontraban los planos que pretendían proteger. A Zuko ya se lo habían dicho, pero no venía mal cierto recordatorio. Una teniente los guió hacia donde estaban guardados dichos planos. El camino fue algo largo, teniendo en cuenta las enormes dimensiones de la embarcación. La sala era cúbica, con dos puertas, guardadas en pequeñas vitrinas de cristal. La mujer habló de las patrullas y el cristal en si, para después mirarle esperando una respuesta.
—Se me ha ocurrido algo —dijo rascándose el mentón—. Podemos sustituir eso por un pergamino falso. Los planos auténticos puedo llevarlos yo encima en todo momento. Podríamos incluso repartirnos otros papeles falsos entre nosotros, por si acaso. Si soy atacado por los planos podré defenderme. ¿Qué os parece?
La teniente se paró un segundo, pensativa.
—Tal vez pueda servir. Esperad.
Y se fue. Zuko se cruzó de brazos esperando. Seguramente habría ido a buscar los pergaminos falsos para prepararlo todo. Esperaba que fuese lo suficientemente lista como para saber que no podía llevarlos al aire libre, que viese todo el mundo como llevaba pergaminos. Por suerte lo hizo bien. Volvió con un pequeño cofre en brazos y una llave en la mano. Abrió la vitrina con la llave y, con cuidado, sacó el pergamino y se lo dio a Zuko, que se lo guardó en el interior de su chaqueta, bien cerrada para que nadie pudiera meter la mano sin que se diese cuenta. Entonces abrió el cofre y sacó de allí unos tres pergaminos vacíos. Colocó uno en la vitrina, dio otro a Iulio y se quedó con el tercero.
—Se me ha ocurrido algo —dijo rascándose el mentón—. Podemos sustituir eso por un pergamino falso. Los planos auténticos puedo llevarlos yo encima en todo momento. Podríamos incluso repartirnos otros papeles falsos entre nosotros, por si acaso. Si soy atacado por los planos podré defenderme. ¿Qué os parece?
La teniente se paró un segundo, pensativa.
—Tal vez pueda servir. Esperad.
Y se fue. Zuko se cruzó de brazos esperando. Seguramente habría ido a buscar los pergaminos falsos para prepararlo todo. Esperaba que fuese lo suficientemente lista como para saber que no podía llevarlos al aire libre, que viese todo el mundo como llevaba pergaminos. Por suerte lo hizo bien. Volvió con un pequeño cofre en brazos y una llave en la mano. Abrió la vitrina con la llave y, con cuidado, sacó el pergamino y se lo dio a Zuko, que se lo guardó en el interior de su chaqueta, bien cerrada para que nadie pudiera meter la mano sin que se diese cuenta. Entonces abrió el cofre y sacó de allí unos tres pergaminos vacíos. Colocó uno en la vitrina, dio otro a Iulio y se quedó con el tercero.
La idea del vicealmirante me pareció excepcionalmente buena. No había vitrina ni cristal reforzado que superase la protección que podía dar un dragón, y mucho menos uno como Zuko. Si había llegado tan alto dentro de la jerarquía de la Marina no era por simple causalidad. Eran muy numerosos los militares cuya preparación y valía les posicionaba como una buena opción para ostentar aquel rango y, entre todos ellos, el lagartijo se había impuesto gracias a sus gestas.
La teniente Kimura no tardó en regresar tras la sugerencia del oficial, llevando consigo más pergaminos y una llave para extraer el verdadero. Cogí el mío y comprobé cómo mi jefe se guardaba el auténtico en la chaqueta. «No hay modo de que lo saquen de ahí ni de que averigüen dónde se encuentra si es que alguien asalta el barco», me dije, convencido, antes de dirigirme a la pequeña y risueña mujer.
—¿Tenéis una silla para mí? —pregunté, consciente de que mi pregunta no caería demasiado bien a los presentes. No obstante, pretendía hacer algo útil por una vez y el suelo era un lugar demasiado incómodo y rígido para sentarme. Esperé a que me la trajesen bajo la suspicaz mirada de la teniente. ¿Y si ella estaba implicada en las sospechas que sugerían que el pergamino interesaba a los enemigos del Gobierno Mundial? No, no podía ser. Deseché la idea al recordar la confianza que el contralmirante Shikishima había depositado en ella—. Yo me encargo de ver qué sucede en las bodegas —dije sin más, posicionando la silla en medio de la estancia, justo ante la vitrina.
Deposité el pergamino falso sobre mi regazo, de modo que sólo el guardado en la vitrina y el mío fuesen visibles. Un instante después extendí la palma de la mano y ésta comenzó a brillar. Un sinfín de diminutas luciérnagas comenzaron a materializarse. Se contaban por una veintena y no tardaron en inundar el ambiente con su mágica luz.
—Haibu —susurré, y los pequeños insectos comenzaron a abandonar la estancia y a distribuirse por las bodegas. De las veinte que había generado, dos se dirigieron al quinto nivel de las bodegas y otras dos al primero. Del mismo modo, otras ocho se distribuyeron entre los niveles segundo y cuarto y las últimas ocho quedaron pululando por el que nosotros ocupábamos. Para hacer aquello necesitaba quietud, calma y tranquilidad, así que respiré hondo y me enfoqué en la naturaleza que compartíamos. Yo era luz y ellas habían nacido de mí, así que me afané por hacer que la idiosincrasia de todas ellas coincidiese con la mía.
No tardé en sincronizarme con dos, una situada en el quinto nivel y otra en el primero. Ocuparon posiciones en los puntos que permitían un acceso más rápido a los niveles próximos, de modo que pudiese monitorizar si algo iba mal en esas zonas. Veía lo que ellas veían y escuchaba lo que ellas escuchaban, así que confié en que mi idea diese sus frutos si las cosas se torciesen.
La teniente Kimura no tardó en regresar tras la sugerencia del oficial, llevando consigo más pergaminos y una llave para extraer el verdadero. Cogí el mío y comprobé cómo mi jefe se guardaba el auténtico en la chaqueta. «No hay modo de que lo saquen de ahí ni de que averigüen dónde se encuentra si es que alguien asalta el barco», me dije, convencido, antes de dirigirme a la pequeña y risueña mujer.
—¿Tenéis una silla para mí? —pregunté, consciente de que mi pregunta no caería demasiado bien a los presentes. No obstante, pretendía hacer algo útil por una vez y el suelo era un lugar demasiado incómodo y rígido para sentarme. Esperé a que me la trajesen bajo la suspicaz mirada de la teniente. ¿Y si ella estaba implicada en las sospechas que sugerían que el pergamino interesaba a los enemigos del Gobierno Mundial? No, no podía ser. Deseché la idea al recordar la confianza que el contralmirante Shikishima había depositado en ella—. Yo me encargo de ver qué sucede en las bodegas —dije sin más, posicionando la silla en medio de la estancia, justo ante la vitrina.
Deposité el pergamino falso sobre mi regazo, de modo que sólo el guardado en la vitrina y el mío fuesen visibles. Un instante después extendí la palma de la mano y ésta comenzó a brillar. Un sinfín de diminutas luciérnagas comenzaron a materializarse. Se contaban por una veintena y no tardaron en inundar el ambiente con su mágica luz.
—Haibu —susurré, y los pequeños insectos comenzaron a abandonar la estancia y a distribuirse por las bodegas. De las veinte que había generado, dos se dirigieron al quinto nivel de las bodegas y otras dos al primero. Del mismo modo, otras ocho se distribuyeron entre los niveles segundo y cuarto y las últimas ocho quedaron pululando por el que nosotros ocupábamos. Para hacer aquello necesitaba quietud, calma y tranquilidad, así que respiré hondo y me enfoqué en la naturaleza que compartíamos. Yo era luz y ellas habían nacido de mí, así que me afané por hacer que la idiosincrasia de todas ellas coincidiese con la mía.
No tardé en sincronizarme con dos, una situada en el quinto nivel y otra en el primero. Ocuparon posiciones en los puntos que permitían un acceso más rápido a los niveles próximos, de modo que pudiese monitorizar si algo iba mal en esas zonas. Veía lo que ellas veían y escuchaba lo que ellas escuchaban, así que confié en que mi idea diese sus frutos si las cosas se torciesen.
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Vio a Iulio hacer su magia. El poder de la fruta del diablo que tenía su subordinado era envidiable y aquello era algo que el dragón valoraba. De entre toda su brigada, Iulio era el que estaba más cerca de igualar a su líder en poder, si es que no lo había igualado ya. Ser capaz de moverse a la velocidad de la luz y utilizar esta misma para atacar podría hacerle practicamente invencible, aunque su fuerza física no alcanzase a la del dragón y su fuego. Asintió con la cabeza, felicitando sin palabras la idea que había tenido Iulio. Si no recordaba mal, con ese poder sería demasiado fácil detectar a un intruso. Abrió la boca para hablar cuando de golpe...
Sonó un estallido desde el exterior, seguido de un golpe. Zuko alzó una mano, pidiendo silencio y quietud a todo el mundo que allí se encontraba. Fue entonces cuando el pecho pareció temblar, con un fuerte sonido metálico. En completo silencio miró a Iulio, esperando que le confirmase con un silencioso movimiento de cabeza si había alguien arriba o no, gracias a su poder. Sin embargo, daría igual la respuesta pues había que ser precavido.
Movió la mano dando señales, pidiendo a varios marines de los que estaban allí que le siguieran, incluido Iulio. A otros les ordenó quedarse. Entonces empezó a caminar, seguido de unos cuatro marines armados con un rifle y de Iulio si iba con él. Subió las escaleras y se acercó a la puerta de la bodega que estaba justo encima de ellos. De un tirón abrió la puerta y señaló, ordenando a los marines que entraran a toda velocidad a registrar la bodega por si el posible intruso se había escondido.
Ciertamente, había que ser inepto para ser tan cantoso en una infiltración. Por el ruido metálico que hizo temblar todo el techo de la otra bodega, el suelo de esta, dedujo que debía ser alguien muy pesado que llevaba una armadura, o alguien que llevaba una armadura demasiado pesada. Fuera como fuere, tenía que cumplir la misión, por inepta que fuese la persona que intentaba truncarla. Aunque mantuvo la posibilidad de que fuese una distracción, dejando a varios marines en la bodega de abajo, aunque los planos buenos los llevaba él ocultos y encima.
Sonó un estallido desde el exterior, seguido de un golpe. Zuko alzó una mano, pidiendo silencio y quietud a todo el mundo que allí se encontraba. Fue entonces cuando el pecho pareció temblar, con un fuerte sonido metálico. En completo silencio miró a Iulio, esperando que le confirmase con un silencioso movimiento de cabeza si había alguien arriba o no, gracias a su poder. Sin embargo, daría igual la respuesta pues había que ser precavido.
Movió la mano dando señales, pidiendo a varios marines de los que estaban allí que le siguieran, incluido Iulio. A otros les ordenó quedarse. Entonces empezó a caminar, seguido de unos cuatro marines armados con un rifle y de Iulio si iba con él. Subió las escaleras y se acercó a la puerta de la bodega que estaba justo encima de ellos. De un tirón abrió la puerta y señaló, ordenando a los marines que entraran a toda velocidad a registrar la bodega por si el posible intruso se había escondido.
Ciertamente, había que ser inepto para ser tan cantoso en una infiltración. Por el ruido metálico que hizo temblar todo el techo de la otra bodega, el suelo de esta, dedujo que debía ser alguien muy pesado que llevaba una armadura, o alguien que llevaba una armadura demasiado pesada. Fuera como fuere, tenía que cumplir la misión, por inepta que fuese la persona que intentaba truncarla. Aunque mantuvo la posibilidad de que fuese una distracción, dejando a varios marines en la bodega de abajo, aunque los planos buenos los llevaba él ocultos y encima.
Acababa de sincronizarme con las luciérnagas situadas en los niveles segundo y cuarto de las bodegas cuando un contundente 'clonk' resonó en el lugar. La procedencia no estaba del todo clara para mí, pero los pocos marines que se encontraban en la zona habían percibido el contundente y pesado sonido metálico, lo que reflejaba que no habían sido imaginaciones mías. Haibu se apagó, quedando las luciérnagas reducidas a la nada en el lugar donde antes habían regalado su luz.
—En el segundo nivel ha sonado algo, pero no he sido capaz de ver qué o quién ha sido. De cualquier modo, los hombres que ahora mismo se encuentran allí se han extrañado, así que dudo mucho que ellos hayan sido los que hayan generado el sonido.
Zuko comenzó entonces a repartir silenciosas órdenes que los presentes nos dedicamos a acatar sin rechistar y sin hacer el menor ruido. Nuestros movimientos serían descubiertos más tarde o más temprano, eso estaba claro, pero cuanto más tiempo pudiésemos posponer ese momento, mejor para nosotros.
Bien pensado, de significar algún tipo de incursión enemiga, aquel sonido podría haber actuado como una mera distracción para sacarnos del lugar donde se guardaba el pergamino. Ése no sería un mal plan, pero el documento verdadero se encontraba a buen resguardo entre las ropas del lagartijo, por lo que se encontraría bien protegido sin importar hacia dónde fuésemos. Aún más, si alguien se llevaba el falso me haría un enorme favor: el pergamino auténtico seguiría en nuestro poder y yo no tendría que levantar una mano para protegerlo.
Caminaba cerca del vicealmirante, apenas unos pasos por detrás y procurando adaptar mi paso para irrumpir en la bodega justo cuando fuese necesario. Zuko la abrió violentamente, empezando a dar indicaciones para que los hombres que había reclutado para la pequeña expedición irrumpiesen ordenadamente y rastreasen la zona. Yo aguardé en la puerta, dispuesto a brillar con intensidad en un santiamén para cegar a cualquier que osase poner sus pies en el 'Furia de Akainu' sin tener permiso para hacerlo.
—En el segundo nivel ha sonado algo, pero no he sido capaz de ver qué o quién ha sido. De cualquier modo, los hombres que ahora mismo se encuentran allí se han extrañado, así que dudo mucho que ellos hayan sido los que hayan generado el sonido.
Zuko comenzó entonces a repartir silenciosas órdenes que los presentes nos dedicamos a acatar sin rechistar y sin hacer el menor ruido. Nuestros movimientos serían descubiertos más tarde o más temprano, eso estaba claro, pero cuanto más tiempo pudiésemos posponer ese momento, mejor para nosotros.
Bien pensado, de significar algún tipo de incursión enemiga, aquel sonido podría haber actuado como una mera distracción para sacarnos del lugar donde se guardaba el pergamino. Ése no sería un mal plan, pero el documento verdadero se encontraba a buen resguardo entre las ropas del lagartijo, por lo que se encontraría bien protegido sin importar hacia dónde fuésemos. Aún más, si alguien se llevaba el falso me haría un enorme favor: el pergamino auténtico seguiría en nuestro poder y yo no tendría que levantar una mano para protegerlo.
Caminaba cerca del vicealmirante, apenas unos pasos por detrás y procurando adaptar mi paso para irrumpir en la bodega justo cuando fuese necesario. Zuko la abrió violentamente, empezando a dar indicaciones para que los hombres que había reclutado para la pequeña expedición irrumpiesen ordenadamente y rastreasen la zona. Yo aguardé en la puerta, dispuesto a brillar con intensidad en un santiamén para cegar a cualquier que osase poner sus pies en el 'Furia de Akainu' sin tener permiso para hacerlo.
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No sabía muy bien que era la monstruosidad que tenía delante. Un hombre increiblemente alto en una armadura que tenía pinta de ser horriblemente pesada, muy posiblemente era el origen de aquel metálico sonido. Zuko frunció el ceño, escuchando su parafernalia, tentado a ordenar que lo disparasen en el acto. Había tenido la osadía de aparecer allí y amenazarlos con destruir el barco si no le daban los planos. Sin embargo, una vez terminó de hablar, desapareció. En el aire, como si nunca hubiese estado ahí. El dragón no tardó en dar órdenes, pidiendo a todo el mundo allí que registrara la bodega en busca suya.
Salió fuera a toda prisa, pidiendo que registraran el barco entero en busca de un hombre gigante con armadura. Seguro que era fácil de encontrar.
—¿Tenéis equipos de buceo? Hay que mirar el barco, por dentro y por fuera, en busca de esas cargas explosivas —le preguntó a la mujer que había traído los pergaminos falsos.
La mujer asintió y enseguida empezó a movilizar a todo el mundo. El dragón miró a Iulio, como esperando que le dijese si veía algo con sus extrañas luciérnagas espía. Suspiró, empezando a estresarse.
—Quiero saber quien era ese. Si no lo encontramos pienso buscar entre todos los carteles de Se Busca, lo juro.
No le gustaba ese tipo de revolucionarios. Que decían luchar por la paz y los inocentes, pero luego hacían actos de terrorismo, sin importarles que jovenes reclutas que todavía no han vivido suficiente como para siquiera tener la oportunidad de corromperse y oprimir desde la marina pagasen con su vida. Ya se había enfrentado a ese tipo de personas antes y volvería a hacerlo.
Salió fuera a toda prisa, pidiendo que registraran el barco entero en busca de un hombre gigante con armadura. Seguro que era fácil de encontrar.
—¿Tenéis equipos de buceo? Hay que mirar el barco, por dentro y por fuera, en busca de esas cargas explosivas —le preguntó a la mujer que había traído los pergaminos falsos.
La mujer asintió y enseguida empezó a movilizar a todo el mundo. El dragón miró a Iulio, como esperando que le dijese si veía algo con sus extrañas luciérnagas espía. Suspiró, empezando a estresarse.
—Quiero saber quien era ese. Si no lo encontramos pienso buscar entre todos los carteles de Se Busca, lo juro.
No le gustaba ese tipo de revolucionarios. Que decían luchar por la paz y los inocentes, pero luego hacían actos de terrorismo, sin importarles que jovenes reclutas que todavía no han vivido suficiente como para siquiera tener la oportunidad de corromperse y oprimir desde la marina pagasen con su vida. Ya se había enfrentado a ese tipo de personas antes y volvería a hacerlo.
Arqueé una ceja, visiblemente confundido por el comentario del desconocido. ¿Cómo que guardaran sus armas? Había irrumpido con una pesada armadura y un grueso espadón a su espalda. A nadie se le podía escapar que no estaba allí para negociar sin más. ¡Se había colado en un lugar donde no podía estar! ¡Ni él ni nadie, por Dios!
Zuko, como no podía ser de otro modo, no creyó ni una palabra de lo que decía aquel sujeto. Fuera como fuese, no dio tiempo a que diese comienzo una conversación, porque no tardó en desaparecer. Las órdenes de rastreo y confirmación del estado del 'Furia de Akainu' no tardaron en llegar, proferidas con la imponente, marcial y diligente voz del vicealmirante.
—Aseguraos también de que no haya nadie más en las demás bodegas. Este hombre podría ser sólo una distracción para que otras personas se infiltren entre nosotros. Ha entrado con una armadura y haciendo más ruido que un elefante en una cacharrería —añadí a las palabras del lagartijo, complementando sus órdenes para cubrir cualquier posibilidad—. No se había detectado ninguna intrusión más cuando este hombre entró —dije, intentando satisfacer las demandas del oficial—. Para emplear Haibu tengo que estar completamente concentrado, así que tuve que deshacer las luciérnagas cuando comenzamos a movernos hacia aquí. Aun así, no me extrañaría que hubiese alguien más a bordo, porque el sigilo de esta estrategia brilla por su ausencia. —Y yo entendía bastante de brillos y fulgores—. Voy a comprobar que nadie haya entrado en la cámara del pergamino —concluí, abandonando el segundo nivel de las bodegas.
La túnica ondeaba mínimamente en mi espalda, arrastrándose por el suelo cuando no levitaba y arrebataba un susurro al metálico suelo. Jamás había estado en un navío tan grande, y presenciar semejante monstruo artificial no hacía sino confirmar el abrumador poder e infraestructura del que hacía gala la Marina. Al margen de cualquier convencimiento moral, estaba claro que aquél era el bando en el que querría estar cualquiera con un mínimo sentido de la autoconservación.
El silencio reinaba en la estancia, que se había quedado abandonada tras la rápida intervención en la bodega situada sobre mi cabeza. Si era una distracción, no cabía duda de que había surtido efecto a la perfección. De cualquier modo, la copia falsa del pergamino seguía en su posición y, del mismo modo, el que me había sido entregado yacía en el suelo frente a la silla que yo mismo había ocupado. Lo cogí por pura inercia, pero, un instante después, un chasquido al otro lado de una de las puertas atrajo mi atención.
—He escuchado algo —susurré al Den Den Mushi que había extraído velozmente de un bolsillo interior de mi túnica para, acto seguido, volver a guardarlo con un movimiento igual de rápido.
Zuko, como no podía ser de otro modo, no creyó ni una palabra de lo que decía aquel sujeto. Fuera como fuese, no dio tiempo a que diese comienzo una conversación, porque no tardó en desaparecer. Las órdenes de rastreo y confirmación del estado del 'Furia de Akainu' no tardaron en llegar, proferidas con la imponente, marcial y diligente voz del vicealmirante.
—Aseguraos también de que no haya nadie más en las demás bodegas. Este hombre podría ser sólo una distracción para que otras personas se infiltren entre nosotros. Ha entrado con una armadura y haciendo más ruido que un elefante en una cacharrería —añadí a las palabras del lagartijo, complementando sus órdenes para cubrir cualquier posibilidad—. No se había detectado ninguna intrusión más cuando este hombre entró —dije, intentando satisfacer las demandas del oficial—. Para emplear Haibu tengo que estar completamente concentrado, así que tuve que deshacer las luciérnagas cuando comenzamos a movernos hacia aquí. Aun así, no me extrañaría que hubiese alguien más a bordo, porque el sigilo de esta estrategia brilla por su ausencia. —Y yo entendía bastante de brillos y fulgores—. Voy a comprobar que nadie haya entrado en la cámara del pergamino —concluí, abandonando el segundo nivel de las bodegas.
La túnica ondeaba mínimamente en mi espalda, arrastrándose por el suelo cuando no levitaba y arrebataba un susurro al metálico suelo. Jamás había estado en un navío tan grande, y presenciar semejante monstruo artificial no hacía sino confirmar el abrumador poder e infraestructura del que hacía gala la Marina. Al margen de cualquier convencimiento moral, estaba claro que aquél era el bando en el que querría estar cualquiera con un mínimo sentido de la autoconservación.
El silencio reinaba en la estancia, que se había quedado abandonada tras la rápida intervención en la bodega situada sobre mi cabeza. Si era una distracción, no cabía duda de que había surtido efecto a la perfección. De cualquier modo, la copia falsa del pergamino seguía en su posición y, del mismo modo, el que me había sido entregado yacía en el suelo frente a la silla que yo mismo había ocupado. Lo cogí por pura inercia, pero, un instante después, un chasquido al otro lado de una de las puertas atrajo mi atención.
—He escuchado algo —susurré al Den Den Mushi que había extraído velozmente de un bolsillo interior de mi túnica para, acto seguido, volver a guardarlo con un movimiento igual de rápido.
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No tardaron en informarle de que habían encontrado artefactos pegados al barco desde bajo el agua y que ya estaban buscando la manera de desacoplarlos de forma segura. Todo el mundo a su alrededor estaba ajetreado, yendo de un lado a otro como pollo sin cabeza, buscando cualquier señal de un posible intruso. El contraalmirante incluso había empezado a revisar uno por uno a los reclutas de rango más bajo, asegurándose de que se encontraban en el registro y no había impostores.
La aparición de aquel hombre enlatado había provocado el caos. Tal vez era eso lo que quería, más que llevarse los planos y ya. Aquel tipo de cosas aumentaban el rencor que podría sentir hacia los métodos del ejército revolucionario. Violentos y destructivos, sin darse cuenta de que hacían más daño que bien. Al único que podía llegar a respetar era a Dexter, aunque tenía sus diferencias ideológicas con él. ¿Pero gente como ese hombre con armadura? No merecían mucho menos castigo que un pirata que solo buscaba matar por diversión.
Recibió el aviso de Iulio. Fue rapidamente hacia donde se encontraba, a paso ligero. Llegó hasta la bodega donde estaban los planos, donde habían colocado los falsos. Allí estaba Iulio, observando.
—¿Dónde lo has escuchado? —le susurró.
Una vez se lo dijese, el dragón se acercaría a la puerta y colocaría mano en la misma. Podría echarla abajo de un simple empujón y sorprender a lo que sea que allí se encontrase. De hecho... Estaba cabreado. Tal vez un susto no vendría mal. Empujaría con fuerza y la puerta se saldría de sus bisagras, cayendo en un ruido sordo al suelo, revelando lo que allí había escondido.
La aparición de aquel hombre enlatado había provocado el caos. Tal vez era eso lo que quería, más que llevarse los planos y ya. Aquel tipo de cosas aumentaban el rencor que podría sentir hacia los métodos del ejército revolucionario. Violentos y destructivos, sin darse cuenta de que hacían más daño que bien. Al único que podía llegar a respetar era a Dexter, aunque tenía sus diferencias ideológicas con él. ¿Pero gente como ese hombre con armadura? No merecían mucho menos castigo que un pirata que solo buscaba matar por diversión.
Recibió el aviso de Iulio. Fue rapidamente hacia donde se encontraba, a paso ligero. Llegó hasta la bodega donde estaban los planos, donde habían colocado los falsos. Allí estaba Iulio, observando.
—¿Dónde lo has escuchado? —le susurró.
Una vez se lo dijese, el dragón se acercaría a la puerta y colocaría mano en la misma. Podría echarla abajo de un simple empujón y sorprender a lo que sea que allí se encontrase. De hecho... Estaba cabreado. Tal vez un susto no vendría mal. Empujaría con fuerza y la puerta se saldría de sus bisagras, cayendo en un ruido sordo al suelo, revelando lo que allí había escondido.
Cuando Zuko irrumpió en la estancia, señalé hacia la puerta de la que él no había hecho uso para acceder a la sala cúbica. Había escuchado un par de sonidos más, como si alguien tantease la puerta de acero antes de adentrarse en la habitación que guardaba lo que querían. El vicealmirante no lo dudó y se dirigió hacia el ruido, derribando la puerta de un violento golpe. No sabía hasta qué punto era necesario, pero estaba hecho.
Dos sombras irrumpieron desde la nada. Una de ellas se abalanzó sobre el oficial de mayor rango, mientras que otra se lanzó hacia la vitrina que contenía el supuesto pergamino. Por un momento pareció dudar acerca de si el que tenía en mi mano sería el verdadero, pero finalmente se decidió y consideró que lo más sensato sería tratar de hacerse con el más custodiado. Ése era, por supuesto, el protegido por el cristal.
—Lo siento, pero no —comenté al tiempo que me interponía en su camino. Tal vez aquél no fuese el papel que realmente estaban buscando, pero dejar que se lo llevasen sin más podría resultar cuanto menos sospechoso. Había que protegerlo y, de ser posible, impedirlo, vencerles y capturarles para averiguar quién demonios era el responsable de aquello.
La mano desnuda del desconocido surcó el aire para golpearme en la cabeza, pero ésta se deshizo en un sinfín de fragmentos lumínicos que no tardaron en reagruparse como si nada hubiese sucedido. Respondí con un puñetazo en su abdomen, que le lanzó hacia atrás y le hizo golpearse contra la pared. No tardó en levantarse, enfrentándome de nuevo en un gesto que demostraba que no abandonaría su empeño así como así.
Dos sombras irrumpieron desde la nada. Una de ellas se abalanzó sobre el oficial de mayor rango, mientras que otra se lanzó hacia la vitrina que contenía el supuesto pergamino. Por un momento pareció dudar acerca de si el que tenía en mi mano sería el verdadero, pero finalmente se decidió y consideró que lo más sensato sería tratar de hacerse con el más custodiado. Ése era, por supuesto, el protegido por el cristal.
—Lo siento, pero no —comenté al tiempo que me interponía en su camino. Tal vez aquél no fuese el papel que realmente estaban buscando, pero dejar que se lo llevasen sin más podría resultar cuanto menos sospechoso. Había que protegerlo y, de ser posible, impedirlo, vencerles y capturarles para averiguar quién demonios era el responsable de aquello.
La mano desnuda del desconocido surcó el aire para golpearme en la cabeza, pero ésta se deshizo en un sinfín de fragmentos lumínicos que no tardaron en reagruparse como si nada hubiese sucedido. Respondí con un puñetazo en su abdomen, que le lanzó hacia atrás y le hizo golpearse contra la pared. No tardó en levantarse, enfrentándome de nuevo en un gesto que demostraba que no abandonaría su empeño así como así.
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Nada más caer la puerta dos sombras se cernieron sobre ellos. Zuko colocó con velocidad el brazo enfrente, bloqueando el ataque dado por la figura misteriosa, mientras que la otra iba directo hacia Iulio. Un cilindro de metal golpeó su brazo y su portador dio un paso atrás. Era un hombre vestido con un extraño mono ajustado de color amarillo y llevaba unos nunchakus, que giraba y movía a una velocidad bastante alta, mientras miraba a Zuko con ira en la mirada. El dragón le devolvió la mirada, como esperando a que atacase.
—Estoy de muy mal humor por culpa de tu compañero de la armadura, no te recomiendo hacer esto. Ríndete, dime quien era y tal vez tu sentencia sea menor.
El hombre no hizo caso. Con un grito saltó hacia delante dando una patada giratoria propia de artes marciales, directa hacia su cabeza. El dragón, utilizando el kami-e, movió el cuerpo hacia atrás esquivándolo. La patada golpeó el marco de la puerta y lo destrozó limpiamente, demostrando que su contrincante era bastante fuerte. Aunque puede que no tanto como el dragón. El hombre empezó a atacar velozmente, encadenando puñetazos, patadas y golpes con los nunchakus. El dragón lo esquivaba todo con cierta elegancia, como había hecho antes. Finalmente, se cansó y agarró con la mano el nunchaku en el aire.
—Basta.
Pero el hombre sonrió, como si estuviese esperando eso. Le dio a un botón en su lado del nunchaku y, de golpe, varios voltios de electricidad recorrieron el cuerpo de Zuko. Se resistió como pudo, pero fue doloroso. Notó sus músculos tensarse, provocando un dolor en todos ellos que superaba su resistencia al mismo, puede que no por intensidad pero si por una extensión por todo su cuerpo. Apretó con fuerza, destrozando el nunchaku y parando la corriente. Lo miraba mientras respiraba con profundidad una vez la electricidad dejó de recorrer su cuerpo, aunque todavía le quedaban restos de la estática.
—Te di la oportunidad...
Y cerró el puño, dirigiendo un golpe directo a su rostro.
—Estoy de muy mal humor por culpa de tu compañero de la armadura, no te recomiendo hacer esto. Ríndete, dime quien era y tal vez tu sentencia sea menor.
El hombre no hizo caso. Con un grito saltó hacia delante dando una patada giratoria propia de artes marciales, directa hacia su cabeza. El dragón, utilizando el kami-e, movió el cuerpo hacia atrás esquivándolo. La patada golpeó el marco de la puerta y lo destrozó limpiamente, demostrando que su contrincante era bastante fuerte. Aunque puede que no tanto como el dragón. El hombre empezó a atacar velozmente, encadenando puñetazos, patadas y golpes con los nunchakus. El dragón lo esquivaba todo con cierta elegancia, como había hecho antes. Finalmente, se cansó y agarró con la mano el nunchaku en el aire.
—Basta.
Pero el hombre sonrió, como si estuviese esperando eso. Le dio a un botón en su lado del nunchaku y, de golpe, varios voltios de electricidad recorrieron el cuerpo de Zuko. Se resistió como pudo, pero fue doloroso. Notó sus músculos tensarse, provocando un dolor en todos ellos que superaba su resistencia al mismo, puede que no por intensidad pero si por una extensión por todo su cuerpo. Apretó con fuerza, destrozando el nunchaku y parando la corriente. Lo miraba mientras respiraba con profundidad una vez la electricidad dejó de recorrer su cuerpo, aunque todavía le quedaban restos de la estática.
—Te di la oportunidad...
Y cerró el puño, dirigiendo un golpe directo a su rostro.
Un pasamontañas negro cubría su rostro, impidiéndome ver nada que no fuesen unos ojos marrones repletos de obcecado compromiso con un objetivo idealizado. El resto de su atuendo también era completamente negro, buscando el sigilo y el amparo de los tonos oscuros para colaborar en la discreción de su portador. El otro sujeto, por el contrario, empleaba una estridente vestimenta que no dejaba de suponer un insulto a la vista y el buen gusto.
Mi oponente extrajo dos pequeñas dagas que enarboló con maestría frente a mí, confirmando que aquel golpe tan sencillo de propinar había sido fruto de un descuido por su parte; un exceso de confianza. Se lanzó de nuevo hacia mí, y un brillante reflejo en su arma me indicó que no debía recibir sin más aquel corte. Bloqueé con mi antebrazo la trayectoria descendente que realizaba, evitando que se hundiese con furia sobre mi clavícula. Aquel tipo sabía dónde tenía que atacar para maximizar los daños. No obstante, el recorrido horizontal que realizó a continuación con su brazo libre logró infligir un corte poco profundo en mi torso, justo donde tórax y abdomen entraban en contacto.
No había tiempo para pararme a evaluar los daños recibidos, así que lancé un golpe hacia delante con el talón de la mano libre. Acertó a detenerlo con su propio brazo, pero no logró evadir el puñetazo que lancé a continuación con el brazo empleado para impedir su anterior ofensiva. La saliva salió disparada de su boca para manchar la vitrina; alguien tendría que limpiarla más adelante, aunque estaba claro que esa persona no sería yo.
El sujeto aprovechó la inercia del golpe para inclinar su cuerpo aún más y lanzar una patada giratoria a mi cabeza, que evadí agachándome para encontrarme, esa vez sin filo amenazante, con su puño. Recibí un contundente puñetazo que causó que la sangre comenzase a nacer de mi nariz.
—Me vas a poner la ropa perdida —me quejé, usando el dorso de mi mano para retirar parte del carmesí y continuar combatiendo. Lancé dos nuevos puñetazos, que fueron bloqueados sin demasiada complicación por mi oponente. Aun así, aquél no era mi verdadero ataque. Dando unos pasos hacia atrás, alcé un dedo y dos láseres nacieron para recorrer la distancia que los separaba de su objetivo. Su abdomen y su hombro izquierdo fueron perforados sin misericordia, colocándome en una posición ventajosa que me permitió inmovilizar al tipo antes de ver la situación en la que se encontraba Zuko. Al comprobar la diferencia de poder entre ambos, evidente con sólo ver la maestría con la que el vicealmirante se movía en comparación con su rival, extraje un Den Den Mushi de uno de mis bolsillos—: ¿Contralmirante Shikishima? —pregunté para asegurarme de que había establecido la conexión adecuada—. Al parecer el de la armadura formaba parte de una maniobra de distracción. Hemos interceptado a otros dos infiltrados que intentaban hacerse con el pergamino, pero ya están neutralizados. —Mi superior aún no había concluido, pero saltaba a la vista que era una simple cuestión de tiempo—. Éste era de mentira —le dije a mi prisionero al tiempo que daba dos suaves golpes en la vitrina—; el verdadero lo lleva él encima.
Mi oponente extrajo dos pequeñas dagas que enarboló con maestría frente a mí, confirmando que aquel golpe tan sencillo de propinar había sido fruto de un descuido por su parte; un exceso de confianza. Se lanzó de nuevo hacia mí, y un brillante reflejo en su arma me indicó que no debía recibir sin más aquel corte. Bloqueé con mi antebrazo la trayectoria descendente que realizaba, evitando que se hundiese con furia sobre mi clavícula. Aquel tipo sabía dónde tenía que atacar para maximizar los daños. No obstante, el recorrido horizontal que realizó a continuación con su brazo libre logró infligir un corte poco profundo en mi torso, justo donde tórax y abdomen entraban en contacto.
No había tiempo para pararme a evaluar los daños recibidos, así que lancé un golpe hacia delante con el talón de la mano libre. Acertó a detenerlo con su propio brazo, pero no logró evadir el puñetazo que lancé a continuación con el brazo empleado para impedir su anterior ofensiva. La saliva salió disparada de su boca para manchar la vitrina; alguien tendría que limpiarla más adelante, aunque estaba claro que esa persona no sería yo.
El sujeto aprovechó la inercia del golpe para inclinar su cuerpo aún más y lanzar una patada giratoria a mi cabeza, que evadí agachándome para encontrarme, esa vez sin filo amenazante, con su puño. Recibí un contundente puñetazo que causó que la sangre comenzase a nacer de mi nariz.
—Me vas a poner la ropa perdida —me quejé, usando el dorso de mi mano para retirar parte del carmesí y continuar combatiendo. Lancé dos nuevos puñetazos, que fueron bloqueados sin demasiada complicación por mi oponente. Aun así, aquél no era mi verdadero ataque. Dando unos pasos hacia atrás, alcé un dedo y dos láseres nacieron para recorrer la distancia que los separaba de su objetivo. Su abdomen y su hombro izquierdo fueron perforados sin misericordia, colocándome en una posición ventajosa que me permitió inmovilizar al tipo antes de ver la situación en la que se encontraba Zuko. Al comprobar la diferencia de poder entre ambos, evidente con sólo ver la maestría con la que el vicealmirante se movía en comparación con su rival, extraje un Den Den Mushi de uno de mis bolsillos—: ¿Contralmirante Shikishima? —pregunté para asegurarme de que había establecido la conexión adecuada—. Al parecer el de la armadura formaba parte de una maniobra de distracción. Hemos interceptado a otros dos infiltrados que intentaban hacerse con el pergamino, pero ya están neutralizados. —Mi superior aún no había concluido, pero saltaba a la vista que era una simple cuestión de tiempo—. Éste era de mentira —le dije a mi prisionero al tiempo que daba dos suaves golpes en la vitrina—; el verdadero lo lleva él encima.
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El puño del dragón conectó con la cara del revolucionario, que chocó contra la pared haciendo temblar la habitación y cayó al suelo. El vicealmirante había contenido su puñetazo para no matarlo ni dañar el barco, pero parecía haber sido suficiente como para dejarlo inconsciente. Tiró al suelo el extraño nunchaku roto y se acercó al revolucionario luchador para colocarle las esposas y dejarlo sentado con la espalda apoyada en la pared. Suspiró, sintiendo aún la electricidad recorrer su cuerpo. Estaría dando calambres a todo el que tocara durante un tiempo, eso lo tenía claro, y bien podría ser una molestia.
No tardó en venir el contraalmirante, avisado por Iulio. El dragón no tardó en salir y asegurarle que los planos estaban en buen estado y a buen recaudo, todavía en su bolsillo interior. Varios marines cogieron a los infiltrados bien atados, aunque el hombre que había capturado Iulio parecía poder hablar todavía un poco más.
—Hemos perdido, pero... Nosotros no teníamos ninguna maniobra de distracción. No conocemos a ningún tío con armadura.
Frunció el ceño. Ciertamente era un poco extraño que alguien apareciese y llenase el barco de bombas solo para que dos hombres pudiesen entrar a robar. O bien había más infiltrados, o aquel tipo de la armadura no tenía nada que ver con esta gente. Se decidió. En cuanto volviese al barco miraría los archivos, revisaría todos y cada uno de los carteles hasta encontrar algo que le indicase de la identidad de ese sujeto. Iba a convertir en su misión personal el encontrarlo.
Se mantuvieron alerta durante lo poco que quedaba del viaje, por si quedaba algún otro infiltrado. Si lo había, no pareció atreverse a intentarlo después de lo sucedido. Los planos llegaron a su objetivo, intactos y sin robar.
No tardó en venir el contraalmirante, avisado por Iulio. El dragón no tardó en salir y asegurarle que los planos estaban en buen estado y a buen recaudo, todavía en su bolsillo interior. Varios marines cogieron a los infiltrados bien atados, aunque el hombre que había capturado Iulio parecía poder hablar todavía un poco más.
—Hemos perdido, pero... Nosotros no teníamos ninguna maniobra de distracción. No conocemos a ningún tío con armadura.
Frunció el ceño. Ciertamente era un poco extraño que alguien apareciese y llenase el barco de bombas solo para que dos hombres pudiesen entrar a robar. O bien había más infiltrados, o aquel tipo de la armadura no tenía nada que ver con esta gente. Se decidió. En cuanto volviese al barco miraría los archivos, revisaría todos y cada uno de los carteles hasta encontrar algo que le indicase de la identidad de ese sujeto. Iba a convertir en su misión personal el encontrarlo.
Se mantuvieron alerta durante lo poco que quedaba del viaje, por si quedaba algún otro infiltrado. Si lo había, no pareció atreverse a intentarlo después de lo sucedido. Los planos llegaron a su objetivo, intactos y sin robar.
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