Contratante: Gobierno mundial
Descripción de la misión: Vidrian, Senda del Paso de la Muerte. Es un lugar famoso por lo inhóspito que resulta. Sin embargo, la marina ha escuchado rumores acerca de un laboratorio de drogas de alta tecnología situado en algún punto de la base del volcán en el centro de la isla. Necesitan ayuda para desmantelarlo y están dispuestos a prestar hasta 3 trajes de protección a aquellos dispuestos a arriesgarse para ayudar a que los marines lleguen hasta ahí. Las malas lenguas dicen que buscan voluntarios sólo porque saben que es imposible llegar hasta el centro del lugar sin sufrir bajas, pero claro… ¿quién puede asegurarlo? Llega hasta el laboratorio en el centro de la isla y desmantela sus instalaciones, deteniendo a los culpables.
Objetivos secundarios o alternativos: Impide que el último cargamento del laboratorio deje la isla.
Recompensa: 10.000.000 y una muestra de la droga ''para que tengas de recuerdo''.
Recompensas por objetivo secundario o alternativo: Una palmadita en el hombro y la promesa por parte del marine a cargo de tenerte en cuenta para otras ocasiones.
Descripción de la misión: Vidrian, Senda del Paso de la Muerte. Es un lugar famoso por lo inhóspito que resulta. Sin embargo, la marina ha escuchado rumores acerca de un laboratorio de drogas de alta tecnología situado en algún punto de la base del volcán en el centro de la isla. Necesitan ayuda para desmantelarlo y están dispuestos a prestar hasta 3 trajes de protección a aquellos dispuestos a arriesgarse para ayudar a que los marines lleguen hasta ahí. Las malas lenguas dicen que buscan voluntarios sólo porque saben que es imposible llegar hasta el centro del lugar sin sufrir bajas, pero claro… ¿quién puede asegurarlo? Llega hasta el laboratorio en el centro de la isla y desmantela sus instalaciones, deteniendo a los culpables.
Objetivos secundarios o alternativos: Impide que el último cargamento del laboratorio deje la isla.
Recompensa: 10.000.000 y una muestra de la droga ''para que tengas de recuerdo''.
Recompensas por objetivo secundario o alternativo: Una palmadita en el hombro y la promesa por parte del marine a cargo de tenerte en cuenta para otras ocasiones.
Roland Oppenheimer
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- Y agente Openjaimer...
- Es Oppenheimer, imbécil - corrigió Roland.
- Disculpe, Oppenheimer. No se olvide de mantener el traje herméticamente sellado mientras se encuentra en la isla - explicaba el encargado de los trajes protectores del barco -. Tiene oxígeno para unas doce horas, hora arriba hora abajo, según su respiración se vea acelerada o no. El barco permanecerá en la costa esperando a vuestro regreso, pero si dentro de catorce horas no tenemos nada de información sobre ustedes, regresaremos a la base. Una vez entren, están solos.
- Si, sí. Todo claro, no me digas cómo hacer mi trabajo.
Hacía varios días el agente Pluto había contactado con Roland, explicándole la existencia de una misión en la que podía presentarse como voluntario ante la falta de personal. A principio no estuvo interesado; tenía cosas más importante entre manos. Sin embargo, tras explicarle en qué consistía al completo la misión junto a alguna indirecta sobre lo cobarde que era al rechazarlo además de la promesa de una nueva arma de gran calidad forjada por los herreros de Ennies Lobby, acabó accediendo a realizar la investigación del laboratorio ilegal y de su clausura en caso de existir.
A la misión parecía acompañarle una joven mujer, peliblanco y con tendencias a la desnudez, quién parecía que iba a participar junto a él en la misión. Durante la travesía en el barco no habló mucho con es y tan solo esperaba que no le entorpeciera.
Además, junto a ellos, habia un cazador, pero no uno cualquiera. Era un maldito mink león, y encima más blanco que la leche. ¿No podia tumbarse a coger un poco de sol? De verdad que derestaba tener compañeros.
- Vamos, directos hacia el centro - ordenó a sus compañeros una vez estuvieron juntos en tierra.
Bajo aquel traje protector se sentia incómodo. El uso de algunas técnicas del Rokushiki sería completamente engorroso. Por suerte llevaba su lanza y escudo en la espalda. Y con más suerte aún no habría nadie en la isla aparte de ellos y cobraría el dinero sin apenas esfuerzo. Eso sí tenía suerte...
- Es Oppenheimer, imbécil - corrigió Roland.
- Disculpe, Oppenheimer. No se olvide de mantener el traje herméticamente sellado mientras se encuentra en la isla - explicaba el encargado de los trajes protectores del barco -. Tiene oxígeno para unas doce horas, hora arriba hora abajo, según su respiración se vea acelerada o no. El barco permanecerá en la costa esperando a vuestro regreso, pero si dentro de catorce horas no tenemos nada de información sobre ustedes, regresaremos a la base. Una vez entren, están solos.
- Si, sí. Todo claro, no me digas cómo hacer mi trabajo.
Hacía varios días el agente Pluto había contactado con Roland, explicándole la existencia de una misión en la que podía presentarse como voluntario ante la falta de personal. A principio no estuvo interesado; tenía cosas más importante entre manos. Sin embargo, tras explicarle en qué consistía al completo la misión junto a alguna indirecta sobre lo cobarde que era al rechazarlo además de la promesa de una nueva arma de gran calidad forjada por los herreros de Ennies Lobby, acabó accediendo a realizar la investigación del laboratorio ilegal y de su clausura en caso de existir.
A la misión parecía acompañarle una joven mujer, peliblanco y con tendencias a la desnudez, quién parecía que iba a participar junto a él en la misión. Durante la travesía en el barco no habló mucho con es y tan solo esperaba que no le entorpeciera.
Además, junto a ellos, habia un cazador, pero no uno cualquiera. Era un maldito mink león, y encima más blanco que la leche. ¿No podia tumbarse a coger un poco de sol? De verdad que derestaba tener compañeros.
- Vamos, directos hacia el centro - ordenó a sus compañeros una vez estuvieron juntos en tierra.
Bajo aquel traje protector se sentia incómodo. El uso de algunas técnicas del Rokushiki sería completamente engorroso. Por suerte llevaba su lanza y escudo en la espalda. Y con más suerte aún no habría nadie en la isla aparte de ellos y cobraría el dinero sin apenas esfuerzo. Eso sí tenía suerte...
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El león se hallaba en un barco con destino a la isla de Vidrian. Aquella isla era conocida por lo inhóspita que resultaba. Su ambiente era poco menos que nocivo, y por ello ninguna civilización se había asentado allí. Y su objetivo era ni más ni menos que el lugar más inhabitable de toda la isla, el volcán. El Gobierno Mundial había solicitado voluntarios para, embutidos en un traje protector, averiguar si los rumores acerca de un laboratorio de drogas que llevaban unas semanas corriendo eran ciertos y, en caso afirmativo, desmantelarlos y llevar a los responsables ante la justicia.
El traje no era incómodo aunque, dado que era hermético, dificultaba algunas de las capacidades del mink como usuario logia que era. Eso si, teniendo en cuenta el hecho de que iban a trabajar en un torno tan tóxico que vivir en él era del todo imposible prefería llevarlo puesto, sin duda alguna.
Sus compañeros eran otro mink, aunque de aspecto ciertamente extravagante y con cara de pocos amigos, y una marine con pelo blanco que no paraba de fumar. Con el traje puesto ya no podría hacerlo, lo que probablamente implicaría que iba a comenzar a estar ansiosa durante la misión. Raion solo esperaba que aquello no llegase a convertirse en un problema.
Ya se encontraban en Vidrian, y se les animó a descender del barco tras ser informados de que disponían de oxígeno para un total de doce horas. Ante ellos se abría la vastedad de aquella deshabitada isla, donde si se hallaban en lo cierto les esperaba un grupo de narcotraficantes. ¿Qué se encontrarían en el interior de aquel volcán?
El traje no era incómodo aunque, dado que era hermético, dificultaba algunas de las capacidades del mink como usuario logia que era. Eso si, teniendo en cuenta el hecho de que iban a trabajar en un torno tan tóxico que vivir en él era del todo imposible prefería llevarlo puesto, sin duda alguna.
Sus compañeros eran otro mink, aunque de aspecto ciertamente extravagante y con cara de pocos amigos, y una marine con pelo blanco que no paraba de fumar. Con el traje puesto ya no podría hacerlo, lo que probablamente implicaría que iba a comenzar a estar ansiosa durante la misión. Raion solo esperaba que aquello no llegase a convertirse en un problema.
Ya se encontraban en Vidrian, y se les animó a descender del barco tras ser informados de que disponían de oxígeno para un total de doce horas. Ante ellos se abría la vastedad de aquella deshabitada isla, donde si se hallaban en lo cierto les esperaba un grupo de narcotraficantes. ¿Qué se encontrarían en el interior de aquel volcán?
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-De verdad me tengo que poner esta mierda- le solté al marine encargado de darnos los trajes herméticos.
-Si mi teniente, es necesario si no quiere morir- dijo aquel pobre marine.
Aún no me acostumbraba a mi nuevo ascenso. Ya era toda una Teniente de la marina, algo de lo que estar orgullosa, pero lejos de estar completamente satisfecha. Necesitaba llegar aun mas alto para ganar poder. A regañadientes me puse el traje, no me gustaba ir tan tapada, aun así debía de hacer un esfuerzo.
No tardamos en llegar a la isa de Vidrian y por el aspecto no parecía muy peligrosa. Pero unos comentarios de los tripulantes de la embarcación. Me hacían sentir un poco de peligro, lo que me puso un poco en tensión. ¿Ventiscas de cristales? Eso nunca suena bien, aun siendo usuaria de logia.
Me acompañaba un agente del CP y un cazador que se habían ofrecidos voluntarios para participar en esta pequeña misión. Teníamos que localizar un laboratorio de drogas cerca del volcán que había en el interior de la isla e impedir que su próximo cargamento saliera. Algo que no parecía nada fácil, por las condiciones de la isla.
Mis compañeros eran dos minks, era la primera vez que conocía a esta raza. Me habían hablado que eran los "FURROS" del nuevo mundo. Pero aun así me sorprendió verlos en persona. El del Cp parecía que era el que llevaría la misión. No tendría queja de ello, mejor para mi así me quitaba responsabilidades de encima. Ademas quería ver que tal era capaz de llevarlo, si algo sucediera tomaría el control de la situación.
-Si mi teniente, es necesario si no quiere morir- dijo aquel pobre marine.
Aún no me acostumbraba a mi nuevo ascenso. Ya era toda una Teniente de la marina, algo de lo que estar orgullosa, pero lejos de estar completamente satisfecha. Necesitaba llegar aun mas alto para ganar poder. A regañadientes me puse el traje, no me gustaba ir tan tapada, aun así debía de hacer un esfuerzo.
No tardamos en llegar a la isa de Vidrian y por el aspecto no parecía muy peligrosa. Pero unos comentarios de los tripulantes de la embarcación. Me hacían sentir un poco de peligro, lo que me puso un poco en tensión. ¿Ventiscas de cristales? Eso nunca suena bien, aun siendo usuaria de logia.
Me acompañaba un agente del CP y un cazador que se habían ofrecidos voluntarios para participar en esta pequeña misión. Teníamos que localizar un laboratorio de drogas cerca del volcán que había en el interior de la isla e impedir que su próximo cargamento saliera. Algo que no parecía nada fácil, por las condiciones de la isla.
Mis compañeros eran dos minks, era la primera vez que conocía a esta raza. Me habían hablado que eran los "FURROS" del nuevo mundo. Pero aun así me sorprendió verlos en persona. El del Cp parecía que era el que llevaría la misión. No tendría queja de ello, mejor para mi así me quitaba responsabilidades de encima. Ademas quería ver que tal era capaz de llevarlo, si algo sucediera tomaría el control de la situación.
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Al bajar a la isla no habían tenido ningún inconveniente. El suelo frío y azul podía llegar a ser resbaladizo, pero eso no suponía mucha dificultad; era algo con lo que podía lidiar. Sin embargo, lo que le costaba más era ir acompañado. En cualquier otra ocasión no le hubiese dado demasiada importancia, pero en aquel momento cada vez que giraba la cabeza y se topaba con el otro mink sentía un gran desprecio hacia su persona, dándole ganas hasta de renunciar a la misión.
Recuerda la lanza Roland, recuerda la lanza se decía para obligarse a seguir el camino teniendo en mente la promesa del agente Pluto. Cada vez se iban internando más en la isla, la cual se volvía más escarpada, con mayores desniveles y caminos más difíciles de seguir. Hasta que llegó lo peor. Un fuerte viento que empujaba a los voluntarios en contra de su dirección deseada. El mink avanzaba empleando todas sus fuerzas, pero tuvo que ir a buscar refugio en cuanto un vendaval de cuchillas blancas y grises acompañó a los fuertes vientos.
- Hay que resguardarse - gritó a sus compañeros intentando hacerse oír por encima del viento -. Allí - señaló hacia una especia de hueco entre dos piedras que hacía las veces de cueva y refugio.
Una vez estuvieron allí Roland siquiera se atrevió a quitarse el traje. Si habían cuchillas volando por todas partes, ¿quién le aseguraba que no hubiera partículas afiladas mas pequeñas que le dañasen si respiraba el aire de aquella isla? Lo más seguro era esperar a que el clima infernal que aquella isla perdiera potencia para terminar de adentrarse.
Al cabo de una hora parecía que la tormenta estaba en calma. Era el momento adecuado para continuar la investigación de la isla en busca del laboratorio ilegal. Roland hizo una señal a sus acompañantes para que le siguieran. Si se perdían en aquella isla y acababan muriendo, el papeleo que tendría que rellenar le impediría estar libre en meses. Era mejor mantenerlos cerca para poder vigilarlos, pero lo suficientemente apartados para que no le causaran molestias.
Tras pasar un rato, Roland ya no estaba seguro de por donde continuar. Todos los caminos parecían iguales y no tenían un puñetero mapa del lugar. Claro, no existía nadie interesado en explorar aquel habitat inhabitable para poder hacer dibujitos en un papel.
- Joder, ¿dónde cojones estará el laboratorio? No veo ningún volván por aquí - gritó airado.
Recuerda la lanza Roland, recuerda la lanza se decía para obligarse a seguir el camino teniendo en mente la promesa del agente Pluto. Cada vez se iban internando más en la isla, la cual se volvía más escarpada, con mayores desniveles y caminos más difíciles de seguir. Hasta que llegó lo peor. Un fuerte viento que empujaba a los voluntarios en contra de su dirección deseada. El mink avanzaba empleando todas sus fuerzas, pero tuvo que ir a buscar refugio en cuanto un vendaval de cuchillas blancas y grises acompañó a los fuertes vientos.
- Hay que resguardarse - gritó a sus compañeros intentando hacerse oír por encima del viento -. Allí - señaló hacia una especia de hueco entre dos piedras que hacía las veces de cueva y refugio.
Una vez estuvieron allí Roland siquiera se atrevió a quitarse el traje. Si habían cuchillas volando por todas partes, ¿quién le aseguraba que no hubiera partículas afiladas mas pequeñas que le dañasen si respiraba el aire de aquella isla? Lo más seguro era esperar a que el clima infernal que aquella isla perdiera potencia para terminar de adentrarse.
Al cabo de una hora parecía que la tormenta estaba en calma. Era el momento adecuado para continuar la investigación de la isla en busca del laboratorio ilegal. Roland hizo una señal a sus acompañantes para que le siguieran. Si se perdían en aquella isla y acababan muriendo, el papeleo que tendría que rellenar le impediría estar libre en meses. Era mejor mantenerlos cerca para poder vigilarlos, pero lo suficientemente apartados para que no le causaran molestias.
Tras pasar un rato, Roland ya no estaba seguro de por donde continuar. Todos los caminos parecían iguales y no tenían un puñetero mapa del lugar. Claro, no existía nadie interesado en explorar aquel habitat inhabitable para poder hacer dibujitos en un papel.
- Joder, ¿dónde cojones estará el laboratorio? No veo ningún volván por aquí - gritó airado.
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El viento era tan fuerte que dificultaba enormemente su avance, enlenteciendo cada uno de sus pasos hasta el extremo. Para colmo no pasó demasiado tiempo hasta que ese mismo aire que les impedía caminar con rapidez comenzó a arrastrar una auténtica lluvia de cristales. Lógicamente estos cristales eran un increíble peligro, además de un fenómeno que, al menos según Raion imaginaba, no se producía en ningún otro lugar de los siete mares.
Forzados a refugiarse ante la posibilidad de que aquellos cristales afilados como cuchillas dañasen sus trajes y quedasen expuestos al tóxico ambiente de aquella isla, el grupo aguardó durante lo que parecieron horas a ojos del león a que la tormenta amainase. Una vez escampó retomaron la marcha. El mink que trabajaba para el Gobierno Mundial lideraba la expedición. Inicialmente parecía muy seguro de la dirección a seguir y les guiaba con rápidos gestos que parecían confiados. Sin embargo pronto pareció no tener la menor idea de por dónde estaba yendo, hasta que un exabrupto salió de sus labios fruto probablemente del hartazgo.
El león, viendo la poca paciencia de su congénere, suspiró. Si todos los hombres del Gobierno eran así no le extrañaba que los cazarrecompensas como él fuesen a menudo tan necesarios. Él tampoco tenía la menor idea de dónde estaba exactamente el supuesto laboratorio de drogas, pero sí tenía clara una cosa: les habían dicho que se sospechaba que estuviese en el interior del volcán. Y la silueta de la gran montaña escupefuego se veía aún a lo lejos con claridad. El mink señalo en dicha dirección y continuó caminando, adelantando a su congénere gubernamental mientras decía:
- Creo que esa montaña a lo lejos es el volcán. Es muy grande como para no verlo, ¿no crees?
Otra cosa era que la entrada a su interior estuviese escondida, cosa de la que, si él fuese un narcotraficante que ha montado un laboratorio secreto, sin duda se hubiese encargado. Y eso que a él no se le daba bien planificar cosas concienzudamente, pero aquello era de primero de criminal.
Forzados a refugiarse ante la posibilidad de que aquellos cristales afilados como cuchillas dañasen sus trajes y quedasen expuestos al tóxico ambiente de aquella isla, el grupo aguardó durante lo que parecieron horas a ojos del león a que la tormenta amainase. Una vez escampó retomaron la marcha. El mink que trabajaba para el Gobierno Mundial lideraba la expedición. Inicialmente parecía muy seguro de la dirección a seguir y les guiaba con rápidos gestos que parecían confiados. Sin embargo pronto pareció no tener la menor idea de por dónde estaba yendo, hasta que un exabrupto salió de sus labios fruto probablemente del hartazgo.
El león, viendo la poca paciencia de su congénere, suspiró. Si todos los hombres del Gobierno eran así no le extrañaba que los cazarrecompensas como él fuesen a menudo tan necesarios. Él tampoco tenía la menor idea de dónde estaba exactamente el supuesto laboratorio de drogas, pero sí tenía clara una cosa: les habían dicho que se sospechaba que estuviese en el interior del volcán. Y la silueta de la gran montaña escupefuego se veía aún a lo lejos con claridad. El mink señalo en dicha dirección y continuó caminando, adelantando a su congénere gubernamental mientras decía:
- Creo que esa montaña a lo lejos es el volcán. Es muy grande como para no verlo, ¿no crees?
Otra cosa era que la entrada a su interior estuviese escondida, cosa de la que, si él fuese un narcotraficante que ha montado un laboratorio secreto, sin duda se hubiese encargado. Y eso que a él no se le daba bien planificar cosas concienzudamente, pero aquello era de primero de criminal.
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Bajamos a aquella isla y empezamos nuestra pequeña excursión en busca del laboratorio oculto. No tardó mucho en levantarse una pequeña tormenta de viento, este arrastraba consigo pequeños fragmentos de cristales que para una persona normal supondría una muerte instantánea. Por algo habían insistido tanto en que usáramos aquellos trajes. El paso que llevábamos era lento pero seguro. El furro del CP nos dijo que descansáramos un poco tras unas rocas, por lo menos hasta que cesara la tormenta. Aquello suponía una buena idea, si continuábamos en aquel vendaval había riesgo de que se rompieran nuestros trajes.
Nada más resguardarnos me quité el casco. Saqué uno de mis enormes puros, lo encendí y empecé a fumármelo tranquilamente mientras descansábamos un poco. El mono del tabaquismo había hecho mella en mí. No le tenía miedo a clavarme los cristales, después de todo, gracias a la logia, era inmune a los ataques físicos. Aquellos cristales atravesarían mi cuerpo sin más.
Al poco el viento amainó, dándonos así la oportunidad de continuar nuestro pequeño viaje. Al cabo de un rato el furro del Cp parecía estar desorientado, sin saber muy bien por dónde ir. Algo que percibió el furro cazador y al verlo decidió tomar algo de iniciativa también. Señalando el volcán, en el que supuestamente estaba escondido el laboratorio. Yo por el contrario disfrutaba de ver como aquellos furros se peleaban por donde ir.
Nada más resguardarnos me quité el casco. Saqué uno de mis enormes puros, lo encendí y empecé a fumármelo tranquilamente mientras descansábamos un poco. El mono del tabaquismo había hecho mella en mí. No le tenía miedo a clavarme los cristales, después de todo, gracias a la logia, era inmune a los ataques físicos. Aquellos cristales atravesarían mi cuerpo sin más.
Al poco el viento amainó, dándonos así la oportunidad de continuar nuestro pequeño viaje. Al cabo de un rato el furro del Cp parecía estar desorientado, sin saber muy bien por dónde ir. Algo que percibió el furro cazador y al verlo decidió tomar algo de iniciativa también. Señalando el volcán, en el que supuestamente estaba escondido el laboratorio. Yo por el contrario disfrutaba de ver como aquellos furros se peleaban por donde ir.
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Si había algo que podía cabrearle era que cuestionaran sus habilidades. Y que lo hiciera otro mink, ya le enervaba. En tan solo unos segundos había pasado del odio incomprensible a declararlo su enemigo jurado número 3. El primero era Omega, el segundo Bleyd, y ahora el gato blanco, Rayón. Si no estuvieran en una misión y tuvieran que darse prisa para cumplirla, le hubiera dado una paliza en aquel preciso instante para demostrar quién estaba al mando y quién sabía más. Sin embargo, se contentó con responderle y reprenderle, emitiendo furia con cada palabra.
- ¿Qué es muy grande para qué? Tú sí que tienes la cabeza grande y poco cerebro - empezó a berrear -. Primero, aquí el agente gubernamental soy yo. El experto en situaciones de riesgo máximo. ¿Comprendes? Así que no cuestiones mis acciones. Y segundo, ya iba a decir yo que aquello era el volcán, pero no me dejas hablar, irrespetuoso. La próxima vez respeta a tus superiores y al Gobierno.
De no haber tenido el traje puesto, hubiera lanzado un escupitajo al suelo, demostrando su hostilidad. ¿Por qué le había tenido que colocar otro mink en la misión? Hubiera sido más fácil enviarle solo. Hacer su trabajo sin nadie que le llevase la contraria, sin estúpidos que no sabían acatar órdenes y sin minks paletos sin idea de como operan los profesionales de verdad.
Y la marine tampoco se quedaba cortar. Por un lado había estado callada sin molestar, pero su participación en la misión era nula, y encima cuando se echan a descansar no se le ocurre nada mejor que quitarse el traje y fumarse un puro de los gordos. No le tocaban más que ineptos que no sabían hacer nada. Y después el gobierno quería que realizase misiones en conjunto. Nunca más aceptaría nada igual.
Adelantó al mink y se dirigió a la masa gigantesca que se observaba al fondo, apresurando el paso y dejándolos atrás, para voltearse y darse el placer de gritarles.
- ¿Vais a seguirme o qué, panda de tortugas? - les gritó -. Si os queréis quedar, por mí mejor, menos lastre. Y ya si os morís sería una maravilla, pero eso conlleva mucho papeleo. Daos prisa.
- ¿Qué es muy grande para qué? Tú sí que tienes la cabeza grande y poco cerebro - empezó a berrear -. Primero, aquí el agente gubernamental soy yo. El experto en situaciones de riesgo máximo. ¿Comprendes? Así que no cuestiones mis acciones. Y segundo, ya iba a decir yo que aquello era el volcán, pero no me dejas hablar, irrespetuoso. La próxima vez respeta a tus superiores y al Gobierno.
De no haber tenido el traje puesto, hubiera lanzado un escupitajo al suelo, demostrando su hostilidad. ¿Por qué le había tenido que colocar otro mink en la misión? Hubiera sido más fácil enviarle solo. Hacer su trabajo sin nadie que le llevase la contraria, sin estúpidos que no sabían acatar órdenes y sin minks paletos sin idea de como operan los profesionales de verdad.
Y la marine tampoco se quedaba cortar. Por un lado había estado callada sin molestar, pero su participación en la misión era nula, y encima cuando se echan a descansar no se le ocurre nada mejor que quitarse el traje y fumarse un puro de los gordos. No le tocaban más que ineptos que no sabían hacer nada. Y después el gobierno quería que realizase misiones en conjunto. Nunca más aceptaría nada igual.
Adelantó al mink y se dirigió a la masa gigantesca que se observaba al fondo, apresurando el paso y dejándolos atrás, para voltearse y darse el placer de gritarles.
- ¿Vais a seguirme o qué, panda de tortugas? - les gritó -. Si os queréis quedar, por mí mejor, menos lastre. Y ya si os morís sería una maravilla, pero eso conlleva mucho papeleo. Daos prisa.
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La respuesta del agente, a todas luces desproporcionada y mostrando ser totalmente incapaz de asumir el más mínimo error, enervó al cazarrecompensas, que apretó con fuerza los puños, lleno de rabia. Ese autoritarismo mal entendido, ese abuso de su posición social de poder tan propio de los peores déspotas, como si los demás fuesen de su propiedad... Por un momento le vinieron a la cabeza imágenes de su vida como esclavo. La sangre le hervía. Pero no podía perder los estribos. Se hallaba en una isla desierta y muy peligrosa frente a dos miembros del Gobierno Mundial. Si atacaba al agente, la marine no tendría más remedio que tomar partido por él. Y enfrentarse a dos personas que en teoría eran lo suficientemente capaces como para ofrecerse voluntarios para una misión como aquella en un terreno como aquel... era poco menos que un suicidio. Y Raion no tenía pensado morir allí.
Así que, haciendo un soberano esfuerzo, el león se tragó su ira. Ya ajustaría cuentas con aquel agente inepto y arrogante más adelante. Eso sí, no pudo evitar un comentario que dejó muy a las claras lo que pensaba de su congénere:
- No creo que el Gobierno Mundial cuente entre sus filas con muchos inútiles con ínfulas de grandeza como tú, o al menos eso espero por su bien. Es más, alguien con tu posición debería dar ejemplo de liderazgo y compromiso en lugar de comportarse como un déspota. Así que no vuelvas a hablarme así.
En sus ojos había un destello de ferocidad que dejaba implícita una amenaza. Miró también, de forma mucho menos intensa, a la marine, expectante ante su reacción. ¿Se pondría del lado del agente simplemente por el hecho de ser parte del mismo Gobierno Mundial? ¿O por el contrario le despreciaría como el trozo de mierda que había mostrado ser? No era capaz de decirlo. Hasta ese momento la mujer había mostrado ser una adicta al tabaco y o bien muy poderosa, o poseedora de una habilidad no muy diferente a la suya, o bien muy inconsciente del peligro que reinaba en aquella isla.
El mink continuó su camino, haciendo caso omiso de los despreciativos comentarios que su congénere dirigió nuevamente tanto a él como a la marine. Cuando llegaron a la base del volcán el león miró hacia arriba. Debían buscar alguna clase de entrada disimulada entre las rocas, un camino que les llevase a su interior. Aunque no lo dijo en voz alta. No sabía si sería capaz de contenerse una segunda vez si el orgullo del resabiado agente volvía a sentirse herido al no ser él quien llevaba la voz cantante.
Así que, haciendo un soberano esfuerzo, el león se tragó su ira. Ya ajustaría cuentas con aquel agente inepto y arrogante más adelante. Eso sí, no pudo evitar un comentario que dejó muy a las claras lo que pensaba de su congénere:
- No creo que el Gobierno Mundial cuente entre sus filas con muchos inútiles con ínfulas de grandeza como tú, o al menos eso espero por su bien. Es más, alguien con tu posición debería dar ejemplo de liderazgo y compromiso en lugar de comportarse como un déspota. Así que no vuelvas a hablarme así.
En sus ojos había un destello de ferocidad que dejaba implícita una amenaza. Miró también, de forma mucho menos intensa, a la marine, expectante ante su reacción. ¿Se pondría del lado del agente simplemente por el hecho de ser parte del mismo Gobierno Mundial? ¿O por el contrario le despreciaría como el trozo de mierda que había mostrado ser? No era capaz de decirlo. Hasta ese momento la mujer había mostrado ser una adicta al tabaco y o bien muy poderosa, o poseedora de una habilidad no muy diferente a la suya, o bien muy inconsciente del peligro que reinaba en aquella isla.
El mink continuó su camino, haciendo caso omiso de los despreciativos comentarios que su congénere dirigió nuevamente tanto a él como a la marine. Cuando llegaron a la base del volcán el león miró hacia arriba. Debían buscar alguna clase de entrada disimulada entre las rocas, un camino que les llevase a su interior. Aunque no lo dijo en voz alta. No sabía si sería capaz de contenerse una segunda vez si el orgullo del resabiado agente volvía a sentirse herido al no ser él quien llevaba la voz cantante.
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La pelea de ese par de “furros” por ser el cabecilla era cada vez más graciosa. Llegue a pensar que aquellos animales contaran con pocas neuronas. Pero verlos así se me pasó por la cabeza irritarlos aún más. Me acerqué al CP y le dije.
-Oye, vosotros los “furros” sois todos primos o algo por el estilo- le solté.
Quería ver cuánto podía llegar a picar a aquellos dos. Pero antes de continuar hubo algo que me llamó completamente la atención. Avanzando por allí pude ver una sombra entrando en una cueva. ¿Eso era un humano? Sin duda merecía la pena investigarlo, dar vueltas como idiotas alrededor de aquella montaña no conducía a ningún sitio.
-Par de “furros”, he visto entrar a alguien en esa cueva. Qué tal si lo comprobamos y dejamos de dar vueltas como idiotas- les dije a los dos picados por ver quien llevaba las riendas de la misión.
Si me seguían o no, me daba completamente igual. No estaba allí para aguantar a un par de críos con ansias de poder. Con esta misión podría conseguirme un buen ascenso y subir un poco mi sueldo. Pero con aquellos dos dando por saco no sería fácil completarla.
-Yo voy a investigarlo, ustedes hacer lo que queráis- ya me había divertido suficiente era hora de trabajar.
-Oye, vosotros los “furros” sois todos primos o algo por el estilo- le solté.
Quería ver cuánto podía llegar a picar a aquellos dos. Pero antes de continuar hubo algo que me llamó completamente la atención. Avanzando por allí pude ver una sombra entrando en una cueva. ¿Eso era un humano? Sin duda merecía la pena investigarlo, dar vueltas como idiotas alrededor de aquella montaña no conducía a ningún sitio.
-Par de “furros”, he visto entrar a alguien en esa cueva. Qué tal si lo comprobamos y dejamos de dar vueltas como idiotas- les dije a los dos picados por ver quien llevaba las riendas de la misión.
Si me seguían o no, me daba completamente igual. No estaba allí para aguantar a un par de críos con ansias de poder. Con esta misión podría conseguirme un buen ascenso y subir un poco mi sueldo. Pero con aquellos dos dando por saco no sería fácil completarla.
-Yo voy a investigarlo, ustedes hacer lo que queráis- ya me había divertido suficiente era hora de trabajar.
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El león ignoraba el significado de la palabra que la marine utilizaba constantemente para referirse a los dos minks, pero la verdad era que, al menos de sus labios, no le sonaba especialmente peyorativo. No sabía si "furros" sería alguna clase de expresión coloquial para denominar a los miembros de su raza, y tampoco le importaba especialmente. O al menos en ese momento, en mitad de una isla de atmósfera irrespirable tratando de localizar un laboratorio clandestino de drogas, no le parecía el tema más importante a tratar. Por lo tanto decidió ignorar aquel particular calificativo y centrarse en lo que les había dicho la mujer.
Siguió sus pasos hasta dar con una estrecha cavidad en la rocosa pared del volcán de la que no se veía el fondo desde el exterior. Raion, inasequible al desaliento, se adentró en ella sin pensárselo dos veces. No era alguien que se acobardase fácilmente, y aquella cueva, por oscura que fuese, no era una excepción.
La casi total ausencia de luz hacía que resultase muy difícil ver algo más allá de un par de metros a su alrededor, por lo que el león se concentró en sus otros sentidos que, además, podía potenciar gracias a los poderes de su akuma. Manipulando las corrientes de aire en el interior de aquella gruta logró identificar un aroma extraño. No era el olor propio de la ceniza, del magma, de la roca hirviendo, sino más bien algo sintético, algo que olía no muy distinto a una manzana verde, pero con un matiz que no dejaba muchas dudas. Tenía que ser de creación humana, pues aquel extraño toque no podía ser natural.
Así pudo averiguar la dirección en la que debía avanzar y, tras casi diez minutos recorriendo aquellos estrechos pasillos y sus bifurcaciones, se encontraron con una luz al fondo de su campo de visión. No parecía luz solar, sino más bien eléctrica, por lo que debía de tratarse de alguna sala cerrada en el interior de la montaña. ¿Con qué se encontrarían al salir de aquel largo túnel?
Siguió sus pasos hasta dar con una estrecha cavidad en la rocosa pared del volcán de la que no se veía el fondo desde el exterior. Raion, inasequible al desaliento, se adentró en ella sin pensárselo dos veces. No era alguien que se acobardase fácilmente, y aquella cueva, por oscura que fuese, no era una excepción.
La casi total ausencia de luz hacía que resultase muy difícil ver algo más allá de un par de metros a su alrededor, por lo que el león se concentró en sus otros sentidos que, además, podía potenciar gracias a los poderes de su akuma. Manipulando las corrientes de aire en el interior de aquella gruta logró identificar un aroma extraño. No era el olor propio de la ceniza, del magma, de la roca hirviendo, sino más bien algo sintético, algo que olía no muy distinto a una manzana verde, pero con un matiz que no dejaba muchas dudas. Tenía que ser de creación humana, pues aquel extraño toque no podía ser natural.
Así pudo averiguar la dirección en la que debía avanzar y, tras casi diez minutos recorriendo aquellos estrechos pasillos y sus bifurcaciones, se encontraron con una luz al fondo de su campo de visión. No parecía luz solar, sino más bien eléctrica, por lo que debía de tratarse de alguna sala cerrada en el interior de la montaña. ¿Con qué se encontrarían al salir de aquel largo túnel?
Roland Oppenheimer
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Aquel mink había osado encararle. Y no solo eso, sino que no además no hizo más que humillarle. Roland estaba enojado, más de lo que cualquier gyojin baboso pudiera hacerle enfadar, y el único motivo por el que no le había partido todavía la cara era porque no tenía tiempo para ello. Pero que se andara con ojo, porque la paciencia del agente tenía un límite, y su furia podía llegar a rozar la locura y la enajenación.
Y para colmo aquella mujer indecente con problemas de adicción al tabaco les llamaba furros. FURROS. Que barbaridad. En lo más hondo de su ser Roland estaba convencido de que aquellos eran los peores compañeros que había tenido nunca. Incluso prefería la compañía del estúpido y siempre malhumorado Omega. Sí, le hacía perder la paciencia, pero tenía cierta profesionalidad y siempre podía reírse de él.
- Insolentes. Insolentes e ineptos. Vaya fiasco de compañeros - decía agachando la cabeza, maldiciendo su mala suerte -. Acabemos con esto pronto.
Roland se adentró en la cueva con sus dos compañeros, siempre un paso por delante, como si hubiera sido idea suya. De no haber perdido la paciencia por culpa del mink, hubiera visto la cueva antes, sin duda alguna. Pero aquel ser peludo y maleducado que no sabía dónde estaba su lugar y que no sabía hacer nada más que ser detestable e irrespetuoso le había hecho enojar hasta tal punto que llegaba a desorientarse. Puto gato.
- ¿Hm? - murmuró levantando la cabeza mientras una de sus orejas se agitaba lentamente -. Me ha parecido escuchar voces humanas por allí - dijo, señalando la única dirección posible -. Vamos a ver de qué se trata. Y por el amor de una madre, no me estorbéis.
Y para colmo aquella mujer indecente con problemas de adicción al tabaco les llamaba furros. FURROS. Que barbaridad. En lo más hondo de su ser Roland estaba convencido de que aquellos eran los peores compañeros que había tenido nunca. Incluso prefería la compañía del estúpido y siempre malhumorado Omega. Sí, le hacía perder la paciencia, pero tenía cierta profesionalidad y siempre podía reírse de él.
- Insolentes. Insolentes e ineptos. Vaya fiasco de compañeros - decía agachando la cabeza, maldiciendo su mala suerte -. Acabemos con esto pronto.
Roland se adentró en la cueva con sus dos compañeros, siempre un paso por delante, como si hubiera sido idea suya. De no haber perdido la paciencia por culpa del mink, hubiera visto la cueva antes, sin duda alguna. Pero aquel ser peludo y maleducado que no sabía dónde estaba su lugar y que no sabía hacer nada más que ser detestable e irrespetuoso le había hecho enojar hasta tal punto que llegaba a desorientarse. Puto gato.
- ¿Hm? - murmuró levantando la cabeza mientras una de sus orejas se agitaba lentamente -. Me ha parecido escuchar voces humanas por allí - dijo, señalando la única dirección posible -. Vamos a ver de qué se trata. Y por el amor de una madre, no me estorbéis.
Silvia Parker
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Al leon no pareció afectarle que le llamase furro, en cambio al del cp si se le notaba bastante enfadado. Aquello realmente me hacía gracia. Entramos en la cueva y el cazador tomó la delantera para guiarnos a través. Parecía bastante convencido de que podía llegar al laboratorio. Yo lo dejé adelante, al fin y al cabo no me apetecía mucho tomar el mando de esa misión. Prefería ver cómo lo hacían aquellos dos. Aquel el furro del cp ya sabía que no podía dar la talla o eso me había demostrado hasta el momento.
Según íbamos avanzando pude comprobar que aquella cueva no había sido hecha de forma natural. Más bien parecía haber sido construida por maquinaria especializada. Sin duda ese era el camino al laboratorio. Las paredes se alisaban según avanzábamos, mi deteriorado olfato, debido al tabaco, detectó un olor a sintético que echaba para atrás. Estábamos bastante cerca, así que decidí esparcir mi humo de forma casi imperceptible, para poder determinar la cantidad o cercanía de enemigos.
Me concentré un instante para utilizar lo mejor posible mi habilidad. Pude sentir una puerta cerca, pero necesitaba acercarme más para poder sentir lo que había en el interior. Llame la atención de mis furros compañeros para avisarles de que nos aproximábamos a nuestro destino.
-Señores furros, hay una puerta cerca a unos cincuenta metros. Deberíamos prepararnos por lo que pudiera suceder. Por eso compartiré con ustedes cuál es mi poder. Soy usuaria de la moku moku no mi, la logia de humo. Espero que podamos dejar atrás nuestras diferencias y terminar pronto con esos criminales- dije guiñándole un ojo al furro del cp. Nunca había probado a un mink, quizás pudiera tener una oportunidad después de la misión.
Según íbamos avanzando pude comprobar que aquella cueva no había sido hecha de forma natural. Más bien parecía haber sido construida por maquinaria especializada. Sin duda ese era el camino al laboratorio. Las paredes se alisaban según avanzábamos, mi deteriorado olfato, debido al tabaco, detectó un olor a sintético que echaba para atrás. Estábamos bastante cerca, así que decidí esparcir mi humo de forma casi imperceptible, para poder determinar la cantidad o cercanía de enemigos.
Me concentré un instante para utilizar lo mejor posible mi habilidad. Pude sentir una puerta cerca, pero necesitaba acercarme más para poder sentir lo que había en el interior. Llame la atención de mis furros compañeros para avisarles de que nos aproximábamos a nuestro destino.
-Señores furros, hay una puerta cerca a unos cincuenta metros. Deberíamos prepararnos por lo que pudiera suceder. Por eso compartiré con ustedes cuál es mi poder. Soy usuaria de la moku moku no mi, la logia de humo. Espero que podamos dejar atrás nuestras diferencias y terminar pronto con esos criminales- dije guiñándole un ojo al furro del cp. Nunca había probado a un mink, quizás pudiera tener una oportunidad después de la misión.
Raion
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Su congénere tomó rápidamente la delantera cuando entraron en la cueva, como queriendo hacerse el héroe y el líder nuevamente. A Raion no le importó. Sin embargo, pudo notar que ante cada bifurcación se detenía durante un momento y esperaba a que el león, que sentía el aroma que el viento le traía gracias a los poderes de su akuma, hiciera un amago de elegir una dirección. En ese momento se volvía a lanzar hacia delante como si hubiera sido idea suya. Raion le dejó hacer. Le parecía absurdo enfrascarse en una inútil lucha por ver quién la tenía más grande con aquel inútil. A los farsantes siempre se les acababa pillando, y el momento de Oppenheimer llegaría tarde o temprano.
Desde que habían entrado en la cueva el león había retraído la pantalla de su casco para poder captar bien los olores que el aire le traía. Gracias a su control sobre el mismo podía hacer que los vapores tóxicos no se acercaran a él, respirando únicamente aire no contaminado. Y ya que allí dentro, al parecer, no había lluvias de cristales, no pasaba nada por dejar su rostro al descubierto.
Finalmente llegaron a un lugar con un único camino, momento en el que el agente habló por primera vez desde que habían entrado en la cueva para señalar una obviedad: que ese era el camino a seguir. Aderezad, cómo no, con una nueva puya a sus dos compañeros. Desde luego, si el Gobierno Mundial contaba en sus filas con muchos tipos cómo aquel no le extrañaba que hubiese tantos criminales campando a sus anchas. Era difícil aunar un peor carácter junto a una mayor ineptitud que el agente Oppenheimer.
La marine anunció la cercanía de una puerta, comentando también que era una usuaria logia, en concreto de la que permitía transformarse y controlar el humo. Raion quedó sorprendido, pues era la primera vez que conocía a otro usuario logia además de sí mismo. Y con poder sobre un elemento bastante relacionado con el suyo, nada menos.
El león, una vez llegaron a la puerta, hecha de piedra, se hizo evidente que estaba cerrada. Él podía colarse por las rendijas en su forma elemental, y seguramente la marine también, pero el agente probablemente tendría que esperar a que le abriesen desde el otro lado. Dudaba de que su ego pudiese soportar aquella afrenta, pero no tenían otro remedio si no querían montar un escándalo, así que anunció:
- Yo también soy usuario logia. De viento, en concreto.
En ese momento miró a la marine y dijo:
- Tú y yo podemos colarnos por las rendijas con facilidad y abrir a Oppenheimer desde el otro lado. Así evitaremos hacer ruido tratando de forzarla.
Una vez hubo terminado de hablar se deshizo en su forma elemental y aprovechó su ausencia de corporeidad para colarse por el pequeño hueco que la puerta dejaba con el resto de la rocosa pared. Una vez en el otro lado, le siguiera Silvia o no, abriría la puerta para dejar entrar al gato gruñón. Estaban en el lugar que buscaban, de eso no cabía duda.
Desde que habían entrado en la cueva el león había retraído la pantalla de su casco para poder captar bien los olores que el aire le traía. Gracias a su control sobre el mismo podía hacer que los vapores tóxicos no se acercaran a él, respirando únicamente aire no contaminado. Y ya que allí dentro, al parecer, no había lluvias de cristales, no pasaba nada por dejar su rostro al descubierto.
Finalmente llegaron a un lugar con un único camino, momento en el que el agente habló por primera vez desde que habían entrado en la cueva para señalar una obviedad: que ese era el camino a seguir. Aderezad, cómo no, con una nueva puya a sus dos compañeros. Desde luego, si el Gobierno Mundial contaba en sus filas con muchos tipos cómo aquel no le extrañaba que hubiese tantos criminales campando a sus anchas. Era difícil aunar un peor carácter junto a una mayor ineptitud que el agente Oppenheimer.
La marine anunció la cercanía de una puerta, comentando también que era una usuaria logia, en concreto de la que permitía transformarse y controlar el humo. Raion quedó sorprendido, pues era la primera vez que conocía a otro usuario logia además de sí mismo. Y con poder sobre un elemento bastante relacionado con el suyo, nada menos.
El león, una vez llegaron a la puerta, hecha de piedra, se hizo evidente que estaba cerrada. Él podía colarse por las rendijas en su forma elemental, y seguramente la marine también, pero el agente probablemente tendría que esperar a que le abriesen desde el otro lado. Dudaba de que su ego pudiese soportar aquella afrenta, pero no tenían otro remedio si no querían montar un escándalo, así que anunció:
- Yo también soy usuario logia. De viento, en concreto.
En ese momento miró a la marine y dijo:
- Tú y yo podemos colarnos por las rendijas con facilidad y abrir a Oppenheimer desde el otro lado. Así evitaremos hacer ruido tratando de forzarla.
Una vez hubo terminado de hablar se deshizo en su forma elemental y aprovechó su ausencia de corporeidad para colarse por el pequeño hueco que la puerta dejaba con el resto de la rocosa pared. Una vez en el otro lado, le siguiera Silvia o no, abriría la puerta para dejar entrar al gato gruñón. Estaban en el lugar que buscaban, de eso no cabía duda.
Roland Oppenheimer
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- ¿Una puerta? Eso tendré que verlo yo mismo - no se terminaba de fiar de los poderes de aquella mujer, los cuáles eran sumamente extraños. Al final alcanzó con la vista la susodicha puerta, confirmando así las palabras de la marine -. Conque una puerta, vale.
Escuchó las palabras de Raion, mientras empezaba a padecer un tic nervioso en el ojo. ¿Pero qué diantres ocurría en el mundo? ¿Cual era la probabilidad de que enviaran a dos personas a invadir su misión y que encima ambas poseyeran logias, las más extrañas akumas? Aquello era inaudito, y no le sentó nada bien. Qué ganas le entraban de golpearle al gato en el rostro para romperle todos los colmillos. O quemarle la melena blanca alrededor de su cuello. Lástima que no tuviera un mechero a mano. Apuntó mentalmente que debía conseguir algo con lo que hacer fuego y se acercó a la puerta, para estudiarla. Era de piedra, perfectamente pulida y pesada. Quizás consiguiera romperla, pero haría un ruido exagerado, llamando la atención y dando pie a que los traficantes que pudieran haber tras ella escapasen. Ni hasta las trancas de alcohol permitiría que eso ocurriese con aquella extraña pareja juzgándole a cada paso.
- Perfecto, así me quitan trabajo. Adelante - dijo con un además de manos que significaba que lo hicieran rápidamente.
El león no tardó mucho en volverse casi tan trasparente como el aire, para filtrase por las ranuras de la puerta y llegar al otro lado. Una vez hecho, abrió la puerta. Roland la cruzó, premiándolo como a una mascota cuando cruzó al lado suyo.
- Bien hecho - le dijo estirando el brazo hacia arriba y dando dos palmaditas sobre su cabeza -. Te mereces un vasito de leche.
Después de la humillación, Roland se adentró en el lugar. Tras cruzar un corto pasillo, se encontró en una habitación llena de instrumental con el que estaba familiarizado. El olor de las sustancias químicas inundaba sus fosas nasales y la basura y los filtros de café desparramados ocultaban el piso, de piedra volcánica. Unos hombres con batas blancas sobre unos trajes protectores similares a los suyos le miraron, anonadados.
- Un puto laboratorio de drogas, estupendo. Esto es lo mío - sonrió, y sin dudar ni un segundo se abalanzó sobre el cocinero que tenía más cerca, clavando una rodilla en su cara con la suficiente fuerza bruta para enviarlo por el aire varios metros.
Los más avispados cogieron rápidamente lo que pudieron con sus manos y salieron corriendo. Los que no tuvieron tanta suerte fueron atrapados por Roland, quien iba despachando uno a uno a todos los de la sala. La codicia les había traicionado, pero el mink les estaba enseñando una lección. En realidad dos. La primera era que si se metían con el Gobierno Mundial, el Gobierno Mundial se metía con ellos. Y la otra es que un gato malhumorado se acercase a ellos. Sobretodo si se llamaba Roland. El agente estaba rabioso desde su encontronazo con el cazador, pero gracias a aquellos pobres desgraciados desafortunados empezó a relajarse. Sin embargo, el laboratorio de drogas era de un tamaño mayor al que creía Roland, y había una cantidad de cocineros muy superior a la que vio al entrar. La mayoría estaban escapando en todas las direcciones posibles, huyendo del peso de la ley. Ahí Roland supuso que debía dividir sus fuerzas; usó su Doble Real para crear una copia especular de sí mismo, así su copia se encargaría de los que quedasen en la sala mientras el real perseguiría al grupo con más personas, para detener su huida.
- Vamos, si tanto logia sois, hacedlo mejor - espetaría la copia a sus compañeros, bien hubieran empezado a detener gente o no hubieran hecho nada.
Por su parte, Roland corrió por el interior de un pasadizo, siguiendo el eco de las pisadas, mientras un fuerte calor empezaba a apoderase de su cuerpo. ¿Acaso...? No, no podía estar acercándose al interior del volcán. Vegapunk bendito no quisiera que así fuera.
Escuchó las palabras de Raion, mientras empezaba a padecer un tic nervioso en el ojo. ¿Pero qué diantres ocurría en el mundo? ¿Cual era la probabilidad de que enviaran a dos personas a invadir su misión y que encima ambas poseyeran logias, las más extrañas akumas? Aquello era inaudito, y no le sentó nada bien. Qué ganas le entraban de golpearle al gato en el rostro para romperle todos los colmillos. O quemarle la melena blanca alrededor de su cuello. Lástima que no tuviera un mechero a mano. Apuntó mentalmente que debía conseguir algo con lo que hacer fuego y se acercó a la puerta, para estudiarla. Era de piedra, perfectamente pulida y pesada. Quizás consiguiera romperla, pero haría un ruido exagerado, llamando la atención y dando pie a que los traficantes que pudieran haber tras ella escapasen. Ni hasta las trancas de alcohol permitiría que eso ocurriese con aquella extraña pareja juzgándole a cada paso.
- Perfecto, así me quitan trabajo. Adelante - dijo con un además de manos que significaba que lo hicieran rápidamente.
El león no tardó mucho en volverse casi tan trasparente como el aire, para filtrase por las ranuras de la puerta y llegar al otro lado. Una vez hecho, abrió la puerta. Roland la cruzó, premiándolo como a una mascota cuando cruzó al lado suyo.
- Bien hecho - le dijo estirando el brazo hacia arriba y dando dos palmaditas sobre su cabeza -. Te mereces un vasito de leche.
Después de la humillación, Roland se adentró en el lugar. Tras cruzar un corto pasillo, se encontró en una habitación llena de instrumental con el que estaba familiarizado. El olor de las sustancias químicas inundaba sus fosas nasales y la basura y los filtros de café desparramados ocultaban el piso, de piedra volcánica. Unos hombres con batas blancas sobre unos trajes protectores similares a los suyos le miraron, anonadados.
- Un puto laboratorio de drogas, estupendo. Esto es lo mío - sonrió, y sin dudar ni un segundo se abalanzó sobre el cocinero que tenía más cerca, clavando una rodilla en su cara con la suficiente fuerza bruta para enviarlo por el aire varios metros.
Los más avispados cogieron rápidamente lo que pudieron con sus manos y salieron corriendo. Los que no tuvieron tanta suerte fueron atrapados por Roland, quien iba despachando uno a uno a todos los de la sala. La codicia les había traicionado, pero el mink les estaba enseñando una lección. En realidad dos. La primera era que si se metían con el Gobierno Mundial, el Gobierno Mundial se metía con ellos. Y la otra es que un gato malhumorado se acercase a ellos. Sobretodo si se llamaba Roland. El agente estaba rabioso desde su encontronazo con el cazador, pero gracias a aquellos pobres desgraciados desafortunados empezó a relajarse. Sin embargo, el laboratorio de drogas era de un tamaño mayor al que creía Roland, y había una cantidad de cocineros muy superior a la que vio al entrar. La mayoría estaban escapando en todas las direcciones posibles, huyendo del peso de la ley. Ahí Roland supuso que debía dividir sus fuerzas; usó su Doble Real para crear una copia especular de sí mismo, así su copia se encargaría de los que quedasen en la sala mientras el real perseguiría al grupo con más personas, para detener su huida.
- Vamos, si tanto logia sois, hacedlo mejor - espetaría la copia a sus compañeros, bien hubieran empezado a detener gente o no hubieran hecho nada.
Por su parte, Roland corrió por el interior de un pasadizo, siguiendo el eco de las pisadas, mientras un fuerte calor empezaba a apoderase de su cuerpo. ¿Acaso...? No, no podía estar acercándose al interior del volcán. Vegapunk bendito no quisiera que así fuera.
Silvia Parker
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Sorprendentemente el león también era usuario de logia, concretamente de la de viento. Que probabilidad había de que dos usuarios de logia se encontraran en esta misión. Probablemente muy pocas, pero ahí estábamos a punto de meternos en la boca del lobo para detener a esos traficantes de drogas. La idea del cazador era bastante buena he de decir, transformarnos en nuestro elemento gaseoso y entrar por las rendijas de esta. Mientras el incompetente furro del CP esperaba que le abriéramos la puerta.
-Te sigo señor león- le dije al cazador.
Raion se convirtió en viento y atravesó la puerta, yo hice lo mismo y lo seguí. Una vez dentro volví a mi forma humana y abrí la puerta junto al cazador para dejar entrar al furro inútil. Estaba claro que el furro cazador era un poco más listo que el del CP. Pero bueno esperaba que por lo menos peleara mejor de lo que pensara. El recinto se encontraba lleno de científico de la droga o cocineros, como prefiráis llamarlo. El del CP se abalanzó sobre uno, lo que hizo que muchos de ellos salieran huyendo. Sin duda este tipo se lanzó sin cabeza, sin siquiera preparar aunque fuera un pequeño plan de ataque, bueno a lo hecho pecho. Acto seguido creó un doble suyo y empezó a seguir al grupo que huía.
No podía dejar huir al resto, así que expandí una pequeña capa de humo a ras del suelo hacia los maleantes. La cual endurecí atrapando sus piernas, si alguno conseguía liberarse a base de fuerza bruta sin duda había que acabar con él o podría darnos problemas.
-Cazador, acaba con el que consiga escapar de mi humo- le dije.
Manteniendo mi humo endurecido me lancé contra el primero que se consiguió soltar, dándole una tremenda patada endurecida con haki que lo dejó ko. Esperaba que su compañero hiciera lo mismo si alguno más se soltaba.
-Te sigo señor león- le dije al cazador.
Raion se convirtió en viento y atravesó la puerta, yo hice lo mismo y lo seguí. Una vez dentro volví a mi forma humana y abrí la puerta junto al cazador para dejar entrar al furro inútil. Estaba claro que el furro cazador era un poco más listo que el del CP. Pero bueno esperaba que por lo menos peleara mejor de lo que pensara. El recinto se encontraba lleno de científico de la droga o cocineros, como prefiráis llamarlo. El del CP se abalanzó sobre uno, lo que hizo que muchos de ellos salieran huyendo. Sin duda este tipo se lanzó sin cabeza, sin siquiera preparar aunque fuera un pequeño plan de ataque, bueno a lo hecho pecho. Acto seguido creó un doble suyo y empezó a seguir al grupo que huía.
No podía dejar huir al resto, así que expandí una pequeña capa de humo a ras del suelo hacia los maleantes. La cual endurecí atrapando sus piernas, si alguno conseguía liberarse a base de fuerza bruta sin duda había que acabar con él o podría darnos problemas.
-Cazador, acaba con el que consiga escapar de mi humo- le dije.
Manteniendo mi humo endurecido me lancé contra el primero que se consiguió soltar, dándole una tremenda patada endurecida con haki que lo dejó ko. Esperaba que su compañero hiciera lo mismo si alguno más se soltaba.
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El león ignoró el nuevo comentario despectivo del gato. Ya llegaría el momento de darle su merecido, no le cabía duda de aquello, pero aquel no era el día indicado. El agente se abalanzó sin pararse a pensar sobre el más cercano de los fabricantes de droga, lo que provocó que el resto huyeran.
El albino se llevó la mano al rostro ante la nueva exhibición de idiotez del miembro del Gobierno Mundial. Sin embargo, poco después este hizo algo que le dejó sorprendido. No supo cómo, pero creó una copia exacta de él mismo para poder dividirse entre perseguir a los que estaban abandonando la sala por otro de los estrechos pasillos y seguir atacando a los que permanecían allí.
Era el momento de pasar a la acción, y la marine también lo había entendido así. Logró atrapar a varios de los hombres que había allí, facilitando su eliminación. Varios de los demás habían cogido unas armas que, por lo visto, tenían en un extremo de la sala y comenzaron a disparar sobre ellos, así que el león pasó a su forma elemental para evitar ser alcanzado. No solo debían cuidarse de que sus cuerpos no fuesen heridos, sino también de que sus trajes saliesen indemnes. De lo contrario los efectos tóxicos de los gases del exterior sobre la piel podrían jugarles una muy mala pasada en el camino de vuelta.
Avanzó, tan veloz que para un ojo humano normal habría sido difícil seguirle, hacia los tipos que estaban disparando, y creó una fuerte ráfaga de viento en su dirección. A varios de ellos se les escaparon las armas de las manos, e incluso tres perdieron la estabilidad y salieron despedidos unos metros. Aprovechando la distracción el cazarrecompensas pasó entre ellos con su arma en la mano y acabó con la mayoría.
Cuando miró a su alrededor en la sala apenas quedaban unos pocos hombres en pie además de ellos tres. Era el momento de terminar con aquello, regresar y cobrar su recompensa.
El albino se llevó la mano al rostro ante la nueva exhibición de idiotez del miembro del Gobierno Mundial. Sin embargo, poco después este hizo algo que le dejó sorprendido. No supo cómo, pero creó una copia exacta de él mismo para poder dividirse entre perseguir a los que estaban abandonando la sala por otro de los estrechos pasillos y seguir atacando a los que permanecían allí.
Era el momento de pasar a la acción, y la marine también lo había entendido así. Logró atrapar a varios de los hombres que había allí, facilitando su eliminación. Varios de los demás habían cogido unas armas que, por lo visto, tenían en un extremo de la sala y comenzaron a disparar sobre ellos, así que el león pasó a su forma elemental para evitar ser alcanzado. No solo debían cuidarse de que sus cuerpos no fuesen heridos, sino también de que sus trajes saliesen indemnes. De lo contrario los efectos tóxicos de los gases del exterior sobre la piel podrían jugarles una muy mala pasada en el camino de vuelta.
Avanzó, tan veloz que para un ojo humano normal habría sido difícil seguirle, hacia los tipos que estaban disparando, y creó una fuerte ráfaga de viento en su dirección. A varios de ellos se les escaparon las armas de las manos, e incluso tres perdieron la estabilidad y salieron despedidos unos metros. Aprovechando la distracción el cazarrecompensas pasó entre ellos con su arma en la mano y acabó con la mayoría.
Cuando miró a su alrededor en la sala apenas quedaban unos pocos hombres en pie además de ellos tres. Era el momento de terminar con aquello, regresar y cobrar su recompensa.
Silvia Parker
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El león se hizo cargo rápidamente de los tipos que fueron a coger las armas de fuego. Como el hice mi cuerpo etéreo ya que tampoco quería dañar el traje. No podría soportar los gases venenosos por mucha logia que fuera. Solo quedaban tres tipos en pie tras la actuación de mi compañero. El furro del CP no parecía tener intenciones de hacer algo, o quizás fuera que su copia no podría hacer gran cosa. Me lancé encima de ellos con una serie de patadas los dejé KO rápidamente. No fue nada complicado, cosa que me sorprendió, ¿Estos tipos eran demasiado débiles? Bueno da igual, no era momento de ponerme a pensar en tonterías. Aún quedaban unos cuantos tipos y la verdad no confiaba mucho en el furro que había salido tras ellos.
-Tenemos que ayudar al furro del CP, no sé si será capaz de enfrentarlos el solo- le solté al cazador. Tras eso salí corriendo para ayudar al del CP, no quería que la cagara y se nos escaparan aquellos tipos.
-Tenemos que ayudar al furro del CP, no sé si será capaz de enfrentarlos el solo- le solté al cazador. Tras eso salí corriendo para ayudar al del CP, no quería que la cagara y se nos escaparan aquellos tipos.
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Los condenados fabricantes de droga corrían como alma que se lleva el diablo. Al conocer mejor el lugar, podían llegar a dar esquinazo al mink al girar por estrechos pasillos e ir por pasadizos que él mismo desconocía. Había momentos en los que los perdía de vista y después volvía a verlos, más lejos, saliendo de algún cruce. Debía concentrarse para no perderlos, siguiendo su olor y sonido al correr. ¿Y qué era aquello que empezaba a notar? ¿Calor? Tal vez se estuvieran acercando al volcán… Eso no era bueno. Pero aún así Roland no detuvo su persecución.
Las intalaciones de paredes metálicas iluminadas por luces eléctricas se estaban terminando, dando lugar a grutas de piedra oscura donde la única luz que había para orientarse eran unas pocas antorchas ancladas a las paredes, con muchos metros de separación entre ellas. Por suerte el camino se había vuelto recto y sin bifurcaciones, facilitando la persecución. Roland no iba a dejar escapar a esos rufianes. Pero cada vez el calor se hacía más intenso; quizás hasta respirar fuera difícil, pero Roland no podía confirmarlo debido a que aún portaba su traje de protección. Una pena que aquel traje no fuera resistente al calor. Entre eso y su pelaje, lo estaba empezando a pasar mal.
Al final alcanzó a ver una luz mayor que la de las rudimentarias fuentes de luz del túnel, y forzó un último spring para llegar al final. Lo que le esperaba al otro lado era algo que no se esperaba: un hombre con una pala golpeándole la cara con fuerza. Roland pareció desmayarse tras el golpe, por lo que su clon reflejo debería haber desaparecido también, estuviera donde estuviera. Cuando el agente volvió a abrir los ojos estaba atado con una cuerda que rodeaba todo su torso, restringiendo sus brazos.
Se encontraba en el mismo sitio al que había llegado al salir del túnel; altas paredes de piedra volcánica, columnas de humo que surgían de piscinas de magma y un hueco en lo alto de la caverna. Los traficantes estaban terminando de preparar unos paquetes, atandolos a lo que parecían ser paracaídas en miniatura. Cuando hubieron terminado empezaron a colocarlo sobre las columnas de humo, haciendo que flotasen y se escaparan al exterior por el hueco del techo. Roland, que había recobrado el sentido y se encontraba lo suficiente espabilado para reaccionar, analizó la situación con presteza y soltura. Vale, las piernas libres. Con eso me basta pensó poniéndose en pie de un salto. Dando una patada al aire, lanzó una onda cortante que rompió el paracaidas e hizo que el paquete cayera en la lava, destruyéndose en el proceso. Los traficantes que quedaban le miraron, algunos asustados y otros enojados. Parecía que no lo iba a tener fácil.
Las intalaciones de paredes metálicas iluminadas por luces eléctricas se estaban terminando, dando lugar a grutas de piedra oscura donde la única luz que había para orientarse eran unas pocas antorchas ancladas a las paredes, con muchos metros de separación entre ellas. Por suerte el camino se había vuelto recto y sin bifurcaciones, facilitando la persecución. Roland no iba a dejar escapar a esos rufianes. Pero cada vez el calor se hacía más intenso; quizás hasta respirar fuera difícil, pero Roland no podía confirmarlo debido a que aún portaba su traje de protección. Una pena que aquel traje no fuera resistente al calor. Entre eso y su pelaje, lo estaba empezando a pasar mal.
Al final alcanzó a ver una luz mayor que la de las rudimentarias fuentes de luz del túnel, y forzó un último spring para llegar al final. Lo que le esperaba al otro lado era algo que no se esperaba: un hombre con una pala golpeándole la cara con fuerza. Roland pareció desmayarse tras el golpe, por lo que su clon reflejo debería haber desaparecido también, estuviera donde estuviera. Cuando el agente volvió a abrir los ojos estaba atado con una cuerda que rodeaba todo su torso, restringiendo sus brazos.
Se encontraba en el mismo sitio al que había llegado al salir del túnel; altas paredes de piedra volcánica, columnas de humo que surgían de piscinas de magma y un hueco en lo alto de la caverna. Los traficantes estaban terminando de preparar unos paquetes, atandolos a lo que parecían ser paracaídas en miniatura. Cuando hubieron terminado empezaron a colocarlo sobre las columnas de humo, haciendo que flotasen y se escaparan al exterior por el hueco del techo. Roland, que había recobrado el sentido y se encontraba lo suficiente espabilado para reaccionar, analizó la situación con presteza y soltura. Vale, las piernas libres. Con eso me basta pensó poniéndose en pie de un salto. Dando una patada al aire, lanzó una onda cortante que rompió el paracaidas e hizo que el paquete cayera en la lava, destruyéndose en el proceso. Los traficantes que quedaban le miraron, algunos asustados y otros enojados. Parecía que no lo iba a tener fácil.
Raion
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Los pocos enemigos que quedaron en pie tras el ataque de Raion fueron eficazmente eliminados por la marine, que mostró ser también una hábil combatiente. Acto seguido esta sugirió seguir al gato idiota, cosa que cobró aún más sentido cuando el clon de este se esfumó bruscamente en el aire. El mink no sabía si su congénere había hecho eso de forma voluntaria o le había ocurrido algo que le había hecho perder el control de sus poderes. Su integridad física no le importaba lo más mínimo, pero no ocurría lo mismo con el desenlace de la misión. Si alguien le había derrotado significaría que aún les quedaba trabajo por hacer, así que ni corto ni perezoso siguió a la marine por el estrecho pasadizo que había seguido el agente.
Tras un par de minutos de carrera constante llegaron a lo que parecía una comunicación entre el interior del volcán y el exterior. Un lugar estrecho, pero que en las alturas dejaba ver el cielo a través de una abertura entre las rocas de la ladera. Allí se encontraba Roland, maniatado pero en posición de combate, junto a seis tipos que, con total seguridad, eran personal de aquel laboratorio clandestino. Ignoraba qué había ocurrido exactamente, pero parecía que aquellos tipos se las habían ingeniado para atrapar al gato, aunque habían cometido el error de dejar sus piernas libres.
El león se encaró con dos de los hombres. Uno de ellos portaba un hacha, y el otro un largo machete, y ambos trataron de atacarle al mismo tiempo. Se colocó entre ambos y, aprovechando que su arma poseía filos en ambos extremos del asta, detuvo su acometida. Tras esto continuó moviéndose, girando sobre sí mismo, agachándose, saltando, avanzando y retrocediendo, mientras enfrentaba a los dos enemigos al mismo tiempo.
El del machete lanzó entonces un tajo horizontal a la altura de su cuello que le pilló a contrapié. Viéndose incapaz de detenerlo, el león se deshizo en el viento adoptando su forma elemental y se desplazó hasta situarse a su espalda. Antes de que pudiera reaccionar hundió el filo de su arma en la columna del hombre, acabando con su vida. Al ver aquella escena, su compañero trató de escapar. Se dio la vuelta y comenzó a correr por la única salida, el pasadizo por el que Raion, Silvia y Roland habían entrado. Sin embargo el mink no le permitió escapar. Las órdenes eran claras, y debían desarticular por completo aquel equipo fabricante de drogas, así que trazó un veloz arco con su arma, de la que salió una poderosa onda cortante en dirección al corredor. Al ser alcanzado, cayó al suelo. La herida infringida sangraba abundantemente, aunque no parecía que fuera a ser letal.
El león se acercó a él caminando. No sería mala idea entregar a alguno de los miembros de aquel laboratorio con vida. De ese modo, si sabía algo acerca de otras instalaciones, de quién les pagaba para fabricar aquello o alguna otra cosa de interés era posible que se les recompensara aún mejor.
Tras un par de minutos de carrera constante llegaron a lo que parecía una comunicación entre el interior del volcán y el exterior. Un lugar estrecho, pero que en las alturas dejaba ver el cielo a través de una abertura entre las rocas de la ladera. Allí se encontraba Roland, maniatado pero en posición de combate, junto a seis tipos que, con total seguridad, eran personal de aquel laboratorio clandestino. Ignoraba qué había ocurrido exactamente, pero parecía que aquellos tipos se las habían ingeniado para atrapar al gato, aunque habían cometido el error de dejar sus piernas libres.
El león se encaró con dos de los hombres. Uno de ellos portaba un hacha, y el otro un largo machete, y ambos trataron de atacarle al mismo tiempo. Se colocó entre ambos y, aprovechando que su arma poseía filos en ambos extremos del asta, detuvo su acometida. Tras esto continuó moviéndose, girando sobre sí mismo, agachándose, saltando, avanzando y retrocediendo, mientras enfrentaba a los dos enemigos al mismo tiempo.
El del machete lanzó entonces un tajo horizontal a la altura de su cuello que le pilló a contrapié. Viéndose incapaz de detenerlo, el león se deshizo en el viento adoptando su forma elemental y se desplazó hasta situarse a su espalda. Antes de que pudiera reaccionar hundió el filo de su arma en la columna del hombre, acabando con su vida. Al ver aquella escena, su compañero trató de escapar. Se dio la vuelta y comenzó a correr por la única salida, el pasadizo por el que Raion, Silvia y Roland habían entrado. Sin embargo el mink no le permitió escapar. Las órdenes eran claras, y debían desarticular por completo aquel equipo fabricante de drogas, así que trazó un veloz arco con su arma, de la que salió una poderosa onda cortante en dirección al corredor. Al ser alcanzado, cayó al suelo. La herida infringida sangraba abundantemente, aunque no parecía que fuera a ser letal.
El león se acercó a él caminando. No sería mala idea entregar a alguno de los miembros de aquel laboratorio con vida. De ese modo, si sabía algo acerca de otras instalaciones, de quién les pagaba para fabricar aquello o alguna otra cosa de interés era posible que se les recompensara aún mejor.
Silvia Parker
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El clon del furro del CP desapareció sin explicación, no sabíamos muy bien si era que lo había desecho el o no, aun así daba igual, solo estaba allí para mirar como lo hacíamos. Tras eso decidimos correr en dirección donde lo había hecho el del CP. Más que nada por ver si había hecho algo o seguía holgazaneando. Al llegar nos lo encontramos maniatado, cosa que nos venía a decir que este tipo no era muy útil que digamos. Casi deja escapar a los tipos que estaba persiguiendo y la verdad no quise preguntar la razón detrás de estar maniatado, prefería no saberlo.
Quitando la locura del CP aparte, teníamos a seis tipos delante. Rápidamente el hombre de viento se fue a hacer cargo de dos de ellos, a mí me tocaban otros dos y los últimos iban para el del CP, aunque llegados a este punto no tenía muy claro si pudiera hacerse cargo de aquellos tipos. Actué casi a la par que Raion y me lancé hacia aquellos tipos, uno de ellos llevaba una pistola y el otro una espada. El de la pistola empezó a dispararme, a lo que respondí haciendo mi cuerpo etéreo, atravesándome las balas el cuerpo. El de la espada se lanzó contra mí como pollo sin cabeza, sin hacer mucho caso al ver cómo me atravesaban las balas de su compañero. No parecía muy inteligente la verdad.
Creé dos enormes manos de humo solidificado y atrapé al tipo de la espada que corría hacia mí sin mucha dificultad. Con rapidez me acerqué al de la pistola, mientras arrastraba al otro con la mano gigante, agarré al de la pistola y empecé a hacer girar las manos alrededor de mí cogiendo cierta velocidad. En el momento justo los solté y estos salieron volando hacia la enorme piscina de magma que había cerca. Tras acabar con ellos me dirigí hacia donde estaba el del CP esperando que este hubiera podido acabar con los dos tipos que quedaban.
Quitando la locura del CP aparte, teníamos a seis tipos delante. Rápidamente el hombre de viento se fue a hacer cargo de dos de ellos, a mí me tocaban otros dos y los últimos iban para el del CP, aunque llegados a este punto no tenía muy claro si pudiera hacerse cargo de aquellos tipos. Actué casi a la par que Raion y me lancé hacia aquellos tipos, uno de ellos llevaba una pistola y el otro una espada. El de la pistola empezó a dispararme, a lo que respondí haciendo mi cuerpo etéreo, atravesándome las balas el cuerpo. El de la espada se lanzó contra mí como pollo sin cabeza, sin hacer mucho caso al ver cómo me atravesaban las balas de su compañero. No parecía muy inteligente la verdad.
Creé dos enormes manos de humo solidificado y atrapé al tipo de la espada que corría hacia mí sin mucha dificultad. Con rapidez me acerqué al de la pistola, mientras arrastraba al otro con la mano gigante, agarré al de la pistola y empecé a hacer girar las manos alrededor de mí cogiendo cierta velocidad. En el momento justo los solté y estos salieron volando hacia la enorme piscina de magma que había cerca. Tras acabar con ellos me dirigí hacia donde estaba el del CP esperando que este hubiera podido acabar con los dos tipos que quedaban.
Roland Oppenheimer
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Tras detener el peculiar envío de droga los otros dos compañeros aparecieron en aquel extraño sitio, desbaratando los planes de los traficantes. Enseguida empezó una batalla, que si no fue larga, fue gloriosa. ¿A quién quería engañar? Aquello no tuvo nada de glorioso. El mink cazador y la mujer marine eran unos abusadores, aprovechando los poderes que les había otorgado el caprichoso destino. Hasta llegaron a darle lástima los cocineros de la droga. Y puede que también sintiera envidia de aquellos poderes, pero de eso no estaba seguro y nunca jamás diría algo semejante en voz alta.
Roland se enfocó en los dos hombres que aún no habían enfrentado a la pareja de logias. Estos pa´mí pensó mientras se abalanzaba contra ellos. No podía hacer mucho, aún tenía los brazos inmovilizados a causa de las ataduras, pero aquello no le impedía combatir. Corrió contra aquellos hombres y saltó, maniobrando en el aire con el Geppou para situarse a sus espaldas y golpear con un rodillazo al que ahora estaba a su izquierda. Se cayó al suelo, a lo que el otro hombre reaccionó con un corte lateral de espada. Roland murmuró la palabra "Tekkai" y se quedó inmovil, pero cuando el ataque impactó sobre su cuerpo, el único efecto que tuvo fue cortar las cuerdas y rasguñar el traje protector.
- Así mucho mejor - dijo girando las muñecas una vez se había desecho de todas las cuerdas -. Vamos, venid a por mi - le dijo a los hombres, puesto que el primero se había vuelto a poner en pie.
Los dos atacaron, a la vez, sin contemplaciones, y Roland respondió de la misma forma. Retrocedió varios pasos hacia atrás y empezó a esquivar sus golpes con el Kami-e, volviéndose un objetivo difícil de alcanzar. ¿No podían hacer más aquellos hombres? El combate empezaba a volverse aburrido, y no quería que los demás pensaran que era tan débil que no podía acabar con dos personas tan poco relevantes que no recordaría sus rostros nunca. Decidió terminar con todo. Al esquivar el último ataque, respondió a este con un Rankyaku directo al abdomen del primero al que había atacado. El segundo no se quedó quieto, pero Roland fue más rápido que él, agachando su cuerpo para evitar una estocada y acercándose lo suficiente para Realizar un Shigan en el pecho del agresor. Ninguno de los dos se volverían a levantar.
Cuando alzó la vista, parecía que habían terminado el trabajo. Resultó que al final sí que había un laboratorio y un volcán. Era muy curioso, y un sitio interesante para montarse una base secreta. Mientras Roland seguía extrayendo ideas que quizás nunca llevara a cabo de aquel lugar, se volvió a sus compañeros:
- Pues ya está la faena. El último en levantar la mano se encarga de los cadáveres - alzó la mano antes de terminar la frase -. Pues ala, me he librado. Yo me voy yendo, para informar de la situación y esas cosas. Adiós - y se dio la vuelta, caminando a un paso altanero, como si el mundo le perteneciera.
Roland se enfocó en los dos hombres que aún no habían enfrentado a la pareja de logias. Estos pa´mí pensó mientras se abalanzaba contra ellos. No podía hacer mucho, aún tenía los brazos inmovilizados a causa de las ataduras, pero aquello no le impedía combatir. Corrió contra aquellos hombres y saltó, maniobrando en el aire con el Geppou para situarse a sus espaldas y golpear con un rodillazo al que ahora estaba a su izquierda. Se cayó al suelo, a lo que el otro hombre reaccionó con un corte lateral de espada. Roland murmuró la palabra "Tekkai" y se quedó inmovil, pero cuando el ataque impactó sobre su cuerpo, el único efecto que tuvo fue cortar las cuerdas y rasguñar el traje protector.
- Así mucho mejor - dijo girando las muñecas una vez se había desecho de todas las cuerdas -. Vamos, venid a por mi - le dijo a los hombres, puesto que el primero se había vuelto a poner en pie.
Los dos atacaron, a la vez, sin contemplaciones, y Roland respondió de la misma forma. Retrocedió varios pasos hacia atrás y empezó a esquivar sus golpes con el Kami-e, volviéndose un objetivo difícil de alcanzar. ¿No podían hacer más aquellos hombres? El combate empezaba a volverse aburrido, y no quería que los demás pensaran que era tan débil que no podía acabar con dos personas tan poco relevantes que no recordaría sus rostros nunca. Decidió terminar con todo. Al esquivar el último ataque, respondió a este con un Rankyaku directo al abdomen del primero al que había atacado. El segundo no se quedó quieto, pero Roland fue más rápido que él, agachando su cuerpo para evitar una estocada y acercándose lo suficiente para Realizar un Shigan en el pecho del agresor. Ninguno de los dos se volverían a levantar.
Cuando alzó la vista, parecía que habían terminado el trabajo. Resultó que al final sí que había un laboratorio y un volcán. Era muy curioso, y un sitio interesante para montarse una base secreta. Mientras Roland seguía extrayendo ideas que quizás nunca llevara a cabo de aquel lugar, se volvió a sus compañeros:
- Pues ya está la faena. El último en levantar la mano se encarga de los cadáveres - alzó la mano antes de terminar la frase -. Pues ala, me he librado. Yo me voy yendo, para informar de la situación y esas cosas. Adiós - y se dio la vuelta, caminando a un paso altanero, como si el mundo le perteneciera.
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Tanto la marine como el insoportable mink del Gobierno lograron deshacerse del resto de los enemigos, e incluso en el proceso este último pudo liberar sus manos, por lo que la misión había sido cumplida. El león se echó al hombro al tipo herido, no sin antes propinarle un fuerte golpe en la sien para dejarle inconsciente de forma que no se resistiera, y echó a andar hacia el exterior de aquella gruta.
Su odioso congénere había sido el primero en abandonar el lugar, tan rápido como pudo y diciendo otra de sus ya habituales tonterías. No le sorprendía en absoluto, pero no pudo evitar pensar nuevamente en la inutilidad y el difícil carácter de aquel tipo y lo incongruente de que alguien como él trabajase para el Gobierno Mundial. Si en algún momento se cruzaban de nuevo era posible que si su actitud seguía siendo la misma el león lo pasara mal para contenerse y no golpearle con todas sus fuerzas.
El tipo con el que cargaba seguía teniendo el casco hermético y el depósito de oxígeno íntegro, por lo que no se ahogaría en el camino de vuelta. Su traje estaba roto a nivel de la parte baja de la espalda, pero el posible efecto tóxico que los gases y las sustancias presentes en el aire de aquella isla pudieran tener sobre él a raíz del contacto con su piel no le interesaba lo más mínimo. Al fin y al cabo, con que aguantase con vida unos días para que fuese interrogado era suficiente.
Ahora tocaba cobrar la recompensa y relajarse un poco. Necesitaba desconectar un poco tras tantas emociones, y sobre todo olvidarse de las barbaridades que había oído y visto por parte de su congénere. Nunca había imaginado que el primer mink con el que se encontraba tras tantos años siendo un esclavo iba a resultar un patán como aquel. Esperaba que el próximo fuese diferente.
Su odioso congénere había sido el primero en abandonar el lugar, tan rápido como pudo y diciendo otra de sus ya habituales tonterías. No le sorprendía en absoluto, pero no pudo evitar pensar nuevamente en la inutilidad y el difícil carácter de aquel tipo y lo incongruente de que alguien como él trabajase para el Gobierno Mundial. Si en algún momento se cruzaban de nuevo era posible que si su actitud seguía siendo la misma el león lo pasara mal para contenerse y no golpearle con todas sus fuerzas.
El tipo con el que cargaba seguía teniendo el casco hermético y el depósito de oxígeno íntegro, por lo que no se ahogaría en el camino de vuelta. Su traje estaba roto a nivel de la parte baja de la espalda, pero el posible efecto tóxico que los gases y las sustancias presentes en el aire de aquella isla pudieran tener sobre él a raíz del contacto con su piel no le interesaba lo más mínimo. Al fin y al cabo, con que aguantase con vida unos días para que fuese interrogado era suficiente.
Ahora tocaba cobrar la recompensa y relajarse un poco. Necesitaba desconectar un poco tras tantas emociones, y sobre todo olvidarse de las barbaridades que había oído y visto por parte de su congénere. Nunca había imaginado que el primer mink con el que se encontraba tras tantos años siendo un esclavo iba a resultar un patán como aquel. Esperaba que el próximo fuese diferente.
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