[Misión heroica-Paraíso] La mano del rey

Contratante: Viktor Elrik

Descripción de la misión: Han llegado a mis manos determinados papeles. Lo cierto, de hecho, es que también hemos escuchado algo (aunque ha costado) gracias a un interesante gato y su pez espada, pero hemos tenido que esforzarnos mucho. Al parecer por encima de los capuchas negras hay una nueva organización, los ojos dorados, que forman la verdadera organización de la Mano, aunque a estas alturas ya no me fío. Por tanto, centrémonos en los papeles: Señalan a una pequeña isla en el Paraíso, Groviard, un reducto donde solo impera la ley del más fuerte pero con grandes reservas de carbón y acero. Solo por esta vez, aseguraos de que todos en esa isla sepan que Viktor Elrik está muy enfadado.

Objetivos: Asesinar al gobernante local, Maël Langstrump, y otorgarme el control de ese notable recurso.

Objetivos secundarios: No me enfadaré si matas a alguien por el camino, pero asegúrate primero de que es un capucha negra. Y si puedes, consigue información del Ojo dorado.

Premios: Un diamante azul del tamaño de un gato adulto, además de las hachas gemelas de Langstrump.

Premios por objetivos secundarios: Un millón de berries por cada hombre muerto. Cinco si sufren. Si encontráis información… Pedid algo, y veremos si puedo dároslo.

Cosas a tener en cuenta: Para seguir esta misión coherentemente no se debe romper lo establecido en esta misión

Un nuevo encargo había llegado a mis manos de parte de Viktor Elrik. Teníamos que encargarnos de gobernante local en su nombre. Una tarea un tanto complicada, pero no imposible. Nuestro destino era la isla de Groviad, donde reinaba la ley del más fuerte. El viaje en barco solo duró unos días que aproveché para descansar y relajarme. Esta misión sin duda iba a ser dura.

Había quedado con Ryuu en el puerto para hacernos cargo de esto. Llegamos al alba, atracamos y hablé con Clark para que dispusiera todo por si fuera necesario una huida rápida de la isla. Cualquier precaución era poca para lo que nos venía encima. Estos días atrás había estado dándole vueltas a cómo realizar el encargo. Realmente no me gustaba matar si no fuera necesario, tendría que dejarle esa parte a Ryuu. También teníamos que encargarnos de algún miembro que otro del Ojo dorado. Eso nos daba un plus al premio de la misión, algo bastante tentador.

Bajé del barco dispuesto a encontrarme con mi compañero, no sabía muy bien dónde encontrarlo. El puerto era bastante grande, pero confiaba en mi suerte para ello. Últimamente dependía de ella mucho, quizás tendría que ser más precavido. No quería sufrir una muerte horrible por confiar demasiado en mi suerte.

Avancé por aquel puerto hasta una pequeña taberna, “el pony legendario” decía el letrero. No se a quien se le ocurren esos nombres pero me parecían totalmente ridículos. Me senté en la terraza a esperar un poco mientras me bebía un buen vaso de leche. Delante pasó un vendedor ambulante con chirimoyas frescas. Putas chirimoyas las odiare toda la vida, no pienso gastarme un berrie más en esa mierda. Aun me dolían los treinta millones que me costó aquella fruta falsa.

Al parecer el anónimo interesado en información sobre La Mano no era otro que el célebre Viktor Elrik, el afamado Rey del Bajo Mundo. Que alguien tan poderoso anduviese tras aquel tipo dejaba muy a las claras el peligro que suponía para mucha gente, pues Elrik tenía fama de no actuar sin una razón de peso para ello. Debían andarse con cuidado de ahí en adelante. Además corrían el riesgo de liarla y enfurecer a alguien como él, cosa que, como Volken había demostrado, no era en absoluto buena idea. Sobre el prepotente ricachón pesaba ahora una orden de busca y captura emitida por el propio Viktor Elrik, con una recompensa de nada menos que doscientos cincuenta millones de berries para quien lo llevase ante él.

Sus pasos les llevaban ahora a la pequeña isla de Groviard, un lugar que casi era más una jungla que parte de una civilización. El pez grande allí devoraba al pequeño sin el menor escrúpulo, y solo el poder militar o el del dinero podían hacer que alguien sobreviviese más de unos días allí. Por lo visto los capuchas negras y, sobre todo, los ojos dorados, que eran los verdaderos subordinados de La Mano, habían hecho de aquel lugar uno de sus centros principales de operaciones. O al menos eso decían los papeles que Ryuu había entregado. Viktor pedía ahora que asesinasen al gobernante de la isla, ya que deseaba obtener el control sobre las grandes cantidades de carbón y acero que poseía y que, según los papeles, eran la razón de la presencia de hombres de La Mano allí.

Encontró a Moja sentado en la terraza de un bar llamado "El Pony Legendario". Era un nombre un tanto raro, a decir verdad, pero no importaba demasiado. El felino estaba disfrutando de un vaso de leche, así que el samurái, para hacer tiempo hasta que se lo terminara, pidió una pinta de cerveza tostada bien fría. Una vez la tuvo delante dio un buen trago y, tras disfrutar de su sabor, preguntó a su amigo:

- ¿Qué te parece ya que aquí en teoría los encapuchados y los ojos dorados campan a sus anchas saquemos partido de las túnicas que poseemos? Tal vez con ellas consigamos llamar la atención de personas que crean que somos "aliados".

Ryuu apareció al poco de que me trajeran mi leche. Este se sentó a mi lado y nos pusimos a hablar de cómo abordaríamos las cosas. La idea del samurái era sin duda la mejor opción que teníamos, así que acepte el plan.

-Esa es una muy buena idea, hagámoslo y sembremos un poco el caos en esa extraña secta guau- le dije a mi compañero.

Menos mal que había traído mi capa conmigo. Sabía que en algún momento sería útil y sin duda tras la idea de mi compañero era el momento de usarla. Me había preocupado más en pensar quién mataría al hombre, que en cómo nos infiltraríamos. Gracias a que tenía un buen compañero que pensaba, porque muchas veces mi ingenuidad me pasaba malas facturas. Como había ocurrido en la anterior misión, que aunque estábamos disfrazados me lance encima de aquellos tipos a reducirlos, cosa que no hubiera echo falta si nos hubiéramos presentado como miembros de “La mano”. Bueno eso era cosa del pasado tocaba centrarse en la tarea que teníamos entre manos.

Una vez terminamos nuestras respectivas bebidas nos dispusimos a hacernos pasar por miembros de aquel grupo. Me puse la capa y empecé a caminar por las calles de esa ciudad sin ley. Aún era temprano, debía de ser media mañana cuando iniciamos nuestra búsqueda. El sol pegaba fuerte y llevar la capa negra puesta no ayudaba en absoluto, así que una pequeña idea pasó por mi cabeza. Le dije a mi compañero que siguiera hasta un callejón y una vez fuera de la vista de la gente utilicé mi forma híbrida. En esta forma era un poco más grande, pero mi resistencia al calor era mucho mayor y así podría estar preparado ante cualquier situación. Además dado que era un mink daba igual que estuviera en mi forma nórmalo la híbrida, daría el cante igualmente. Después de ese pequeña espera nos dispusimos a continuar nuestro paseo en busca de aquellos encapuchados.

Moja se mostró de acuerdo con la idea expuesta por Ryuu, así que en cuanto hubieron terminado sus consumiciones ambos piratas buscaron un sitio apartado y se pusieron las túnicas. Además de servir para pasar por miembros de los capuchas negras, tenían otra utilidad. El rostro felino de su compañero llamaba demasiado la atención en casi cualquier lugar, y tapado por la capucha les resultaría mucho más sencillo pasar desapercibidos.

El sol pegaba fuerte a esas horas, e ir cubiertos completamente de ropas de color negro no hacía sino amplificar el calor. Había hecho bien en pedir una botella de agua de dos litros para llevar antes de abandonar "El Pony Legendario", de lo contrario corría riesgo de deshidratarse, teniendo en cuenta que tendrían que luchar contra más de un enemigo. No tenía la acuciante necesidad de permanecer en ambientes húmedos de los gyojin al ser en parte humano, pero eso no quería decir que no fuese más sensible al calor que una persona promedio.

- Bueno, ahora tenemos que encontrar al gobernante Langstrump. No creo que sea difícil dar con él, en teoría es el hombre más poderoso del lugar, por lo que lo lógico sería que la casa más grande y lujosa fuese la suya, ¿no crees? - Preguntó a su compañero. - Sin embargo, dar con algún integrante de los ojos dorados... eso probablemente sea más complicado. Ni siquiera sabemos si tienen algún tipo de indumentaria habitual o algo que delate su condición.

Poco después de hablar con su compañero, apenas unos metros más allá, se encontraron en una de las entradas de la playa mayor de la ciudad. El lugar bullía de actividad, pues al parecer era día de mercado y múltiples vendedores ambulantes habían montado puestos allí. Y al otro lado de ella pudo ver dos túnicas negras con capucha iguales que las suyas. Las dos personas abandonaban la plaza por el extremo contrario al que ellos ocupaban, por lo que debían moverse con rapidez si no querían perderles.

- ¡Vamos! - Apremió al felino mientras comenzaba a correr esquivando transeúntes. - ¡Que se nos escapan!

Estaba claro que encontrar al gobernante del lugar no sería difícil, pero también estaba seguro que tendría un equipo de seguridad bastante fuerte. Algo con lo que nos sería difícil lidiar, pero no era el momento de preocuparse por eso. Delante de nosotros pasaron dos tipos encapuchados, estaban en la otra punta del mercado. Sin duda llevaban las mismas capas que nosotros, lo que nos decía que debía de ser miembros de “la mano”. Había que atraparlos y hacerles hablar, esta vez por suerte si se nos iba la mano y nos lo cargábamos no pasaba nada. Al revés nos darían una buena bonificación. Había que darse prisa.

Por suerte en mi forma hibrida era bastante más rápido. Me adelante a mi compañero haciendo uso de ella y fui tras aquellos tipos. Gracias a mi precisión y mi agilidad podía moverme fácilmente entre la multitud de la gente en el mercado. Esquivándolos en el momento justo sin perder nada de velocidad. Tras unos cinco minutos corriendo tras ellos conseguí alcanzarlos en un estrecho callejón. De un salto me puse delante de ellos cortándoles el paso. Esperaba que mi compañero hubiera sido lo bastante rápido para seguirnos y cortarles el paso a la retaguardia.

-Buenas compañeros de “los ojos dorados”, ¿serían tan amables de prestarme algo de su tiempo para hablar con ustedes? Guau- mi ladrido sonó más como un gruñido, haciendo que aquellas personas se pararan. Parecían sorprendidos de verme allí y más aún tras escuchar de mí el nombre de “los ojos dorados”. Parecían bastante inquietos y parecían que no se fiaban mucho de mí. Bueno, es normal, no todos los días te encuentras con un zorro encapuchado.

Había que reconocer que la velocidad de Moja era asombrosa, y aparentemente tras haber crecido (se imaginaba que temporalmente) no había hecho sino aumentar más aún. Tanto era así que el semigyojin se vio en serios problemas ya no para seguirle el ritmo, sino para no perderle la pista. Y para colmo pese a su gran capacidad para ver venir posibles obstáculos y evitarlos llegó un punto en el que esquivar a los múltiples transeúntes se volvió un verdadero reto. A punto estuvo de tropezar un par de veces, y hasta en tres ocasiones algún sobresaltado ciudadano le dedicó un improperio que no tuvo tiempo de pararse a escuchar.

En un momento dado, nada más salir de la plaza, vio cómo giraba por una calle diferente a la que habían tomado en un principio los encapuchados. No sabía si se había perdido o pretendía adelantarles e interceptarles, pero tampoco tenía posibilidad de avisarle en caso de que se tratase de la primera opción, así que no le quedaba más remedio que continuar por el camino que él creía era el correcto.

No tardó mucho en encontrarse con una curiosa escena. El felino había interceptado a los dos encapuchados, cortándoles el paso, y se dirigió a ellos con voz calmada pero diciendo algo que para Ryuu no tenía ningún sentido. ¿Cómo que compañeros de los ojos dorados? Las indumentarias de aquellos tipos no dejaban lugar a duda de que eran capuchas negras, seguidores de La Mano que no eran verdaderos miembros de su organización. Sobre el aspecto de los ojos dorados aún no sabían nada, pero desde luego no sería igual al de aquellos tipos.

Los encapuchados, como era esperable, parecían sorprendidos y confusos ante las palabras de lo que, por su aspecto, parecía un compañero. Tras unos segundos de duda parecieron darse cuenta de que aquel tipo no era uno de ellos y se dieron la vuelta, tan solo para encontrarse frente a frente con otra figura encapuchada que portaba una katana en la cintura.

- ¿Qui-quiénes sois? - Preguntó uno de ellos, temblando de miedo.

Ryuu, sin decir una sola palabra, comenzó a acercarse a ellos paso a paso, sin ademanes bruscos para evitar sobresaltarles. Sin embargo uno de ellos, presa del pánico, comenzó a correr en un desesperado intento de huir de aquella situación. Como respuesta, el samurái avanzó velozmente hacia él y desenfundó su espada trazando un perfecto arco. La cabeza del tipo, separada de su cuerpo, voló tres o cuatro metros antes de caer al suelo con un sonido sordo.

Su compañero, aterrado, se tiró al suelo. De rodillas comenzó a llorar y suplicar por su vida. La escena, a ojos del espadachín, era vergonzante. ¿Qué clase de persona se rebajaba a aquello? Quedaba claro, tras lo visto tanto en Casino Island como en aquel momento, que los capuchas negras no eran luchadores. Y en concreto aquel pobre desgraciado no merecía ser tratado con ningún honor, pues había demostrado ser un cobarde y carecer de él.

- Si quieres vivir vas a tener que contestar a unas preguntas. - Dijo con voz amenazante el semigyojin. - Queremos que nos digas todo lo que sepas sobre los ojos dorados, sobre las actividades de La Mano en esta isla y sobre el gobernante del lugar, el señor Langstrump.

El tipo temblaba, evidentemente aterrorizado ante aquella situación. Ryuu no sabía si era el miedo lo que atenazaba su garganta y le impedía hablar, pero tras unos segundos no había emitido el más mínimo sonido más allá de un par de sollozos. Así que el samurái, tras quitarle la capucha, le puso el filo de su katana en el cuello y volvió a tomar la palabra:

- Habla o morirás lentamente, a diferencia de tu compañero.

El hombre tragó saliva y, con voz temblorosa, comenzó a decir:

- D-de acuerdo. No sé mucho sobre los ojos dorados, solo que dos de ellos vienen de vez en cuando a nuestro piso franco y dan instrucciones a nuestro líder local. Después él nos las transmite a nosotros y, quien sea capaz de llevar a cabo la misión asignada con éxito y se gane su aprobación, se va con ellos de la isla la próxima vez que regresan. No hemos vuelto a ver a ninguno de los que se han ido, pero el jefe dice que han sido salvados, y que es el mayor honor al que podemos aspirar. Incluso él intenta complacerles y ser salvado, pero aún no lo ha conseguido. Hace una semana nos pidieron que saboteáramos un trato comercial entre Langstrump y unos comerciantes extranjeros que supuestamente tendrá lugar esta noche. Nos dirigíamos al piso franco para preparar la estrategia.

Interesante... cuanto más sabía al respecto más le parecía aquella organización una extraña secta que seguía ciegamente las órdenes de un líder sin rostro a quien consideraban un ser superior. ¿Cómo podía haber alguien tan simple para creerse una patraña como aquella? Le indignaba que hubiese tantas personas con tan poca dignidad y amor propio. Aunque aquello no era lo importante. Lo más interesante de todo era el hecho de que los otros capuchas negras podían saber dónde iba a estar Langstrump aquella noche. La oportunidad perfecta para acabar con él.

- ¿Y dónde está ese piso franco? Habla o morirás a aquí mismo. - Amenazó el samurái mientras aumentaba la presión del filo de Kirisame contra el cuello del tipo. Un fino hilillo de sangre comenzó a manar.

- Tres calles más allá, todo recto. Al lado de la farmacia abandonada, no tiene pérdida. Por favor, no me mate.

- No mereces una muerte digna, eres un cobarde. - Le espetó con desprecio el semigyojin. Acto seguido giró la cabeza hacia Moja y preguntó:

- ¿Tienes algo con que atarle y amordazarle? Le dejaremos en algún sitio donde no pueda delatarnos.

Una vez solucionado el problema de qué hacer con aquel tipo, propondría ponerse en marcha hacia el piso franco. Si el felino prefería silenciarle para siempre no iba a poner pegas, pero no iba a ser él quien terminara con el sufrimiento de aquel cobarde.

Mi cabeza me había hecho una mala pasada, al confundir a aquellos tipos los ojos dorados. Menos mal que mi compañero había llegado justo a tiempo para ayudarme y sacarle la información necesaria. Que he de decir que aunque fue un poco bruta pos su parte, resulto ser bastante efectiva. Ya lo conocía de hacía algún tiempo y francamente este tipo de agresiones no me sorprendían. Pero yo no era nadie para juzgarlo ya que en mi vida había cometido muchos errores. Se cargó a uno de los tipos sin pestañear, seguía sin gustarme matar. El otro tipo cantó bastante rápido. Nos contó acerca de un piso franco donde su jefe recibía a dos de los ojo dorados.

Una vez terminado de sacarle toda la información Ryuu me pidió que lo atara. Me acerque al tipo y le metí con un poco con mi electro para dejarlo ko. Después busque entre la basura unas cuantas cuerdas para atarlo fuertemente para que no nos delatara. Lo escondí entre la basura y me dispuse a hablar con mi compañero.

-¿Cómo quieres hacerlo a partir de ahora? Guau- le pregunté.

Después empecé a dirigirme hacia el piso franco que nos habían indicado aquellos amables caballeros. No fue muy difícil encontrar el lugar, estaba justo donde dijo, al lado de la farmacia abandonada.

Por suerte Moja tenía unas cuerdas con las que pudo atar y amordazar al encapuchado, al que previamente aturdió con su electricidad. Era curioso, pero el mink utilizaba muy a menudo y con bastante habilidad aquella peculiar capacidad de su raza. Si alguna vez se enfrentaba a un mink debería tener cuidado al usar sus técnicas basadas en agua contra él, porque de lo contrario podría encontrarse con sorpresas bastante desagradables.

Minutos más tarde, mientras caminaban en dirección al piso franco de los capuchas negras, el felino le preguntó acerca del siguiente paso del plan, a lo que Ryuu, sonriente, contestó:

- Debemos entrar allí como si fuésemos dos miembros de la organización. El hecho de que lleven esas capuchas hará más fácil que no nos reconozcan. Una vez allí escucharemos el plan para evitar que el trato comercial se produzca y aprovecharemos ese momento para acabar con Langstrump y cuantos capuchas negras podamos.

No tardaron demasiado en llegar al edificio indicado. Era un lugar viejo y destartalado, que a priori parecía abandonado como la farmacia que había a su lado. La puerta, metálica y oxidada, parecía cerrada. El semigyojin llamó, y unos segundos después se abrió. Una persona vestida con una túnica idéntica a las suyas les saludó con una ligera inclinación de cabeza y diciendo:

- Bienvenidos, camaradas. Solo faltabais vosotros dos por llegar.

El samurái respondió inclinando así mismo la cabeza para devolver el saludo antes de avanzar al interior del edificio. El tipo les guió escaleras arriba hasta una sala en la que un total de diecinueve personas les esperaba. Todas formaban un círculo salvo una de ellas, que estaba en el centro del mismo. Esta figura llevaba sobre la túnica un collar dorado con forma de mano. Les invitó con un gesto a situarse en el círculo, terminando de completarlo, y cuando hubieron ocupado sus puestos, se llevó la mano dorada de su colgante a los labios, lo besó suavemente y habló:

- Bienvenidos a todos, camaradas. Ahora que estáis aquí los veinte podemos comenzar. Debemos prepararnos para evitar que trato económico que Langstrump pretende cerrar esta noche en el puerto se lleve a cabo. Así algunos de nosotros, los más destacados, se ganarán el favor de La Mano y serán llevados a la Salvación por los ojos dorados.

La reunión acababa de comenzar y ya estaba volviéndose muy interesante. ¿Qué tendría el líder local de los capuchas negras planeado para impedir el intercambio? Al samurái le podía la curiosidad.

El plan era sencillo, hacernos pasar por dos de ellos y una vez dentro sacar toda la información posible. Evitar el trato comercial y aprovecharlo para matar a Langstrump. Sencillo, pero nada fácil de llevar a cabo. Había que ponerse serio y no dejar que nos descubrieran, hasta que tuviéramos que declarar la mina de carbón propiedad del señor Viktor Elrik. Nos dirigimos a entrar en el piso franco una vez estuvimos preparados.

Al llegar a la puerta había un encapuchado esperándonos, el cual dijo que nos estaba esperando y nos invitó a entrar, Ryuu asintió con la cabeza así que hice lo mismo. No sé si fue suerte o lo que fuera, pero había colado y estábamos dentro de aquel lugar. Ahora solo faltaba ver de qué manera podíamos hacer el trabajo. Dentro encontramos como a una veintena de capuchas negras, excepto por una que llevaba un extraño collar dorado con una mano. Sin duda ese debía de ser un ojo dorado.

Nos sentamos alrededor de aquel tipo y empezó a hablar. Hablo sobre que había que detener un trato económico y quienes destacaran serian salvados. No me hacía mucha gracia lo de la salvación, pero bueno eso no era para mí. Continuó hablando sobre que el trato era esta noche y nos asignó diferentes puesto que adquirir. Nos pondrían por parejas y tendríamos que vigilar cierta ruta. En el momento indicado nos avisarían por den den mushi de que debíamos entrar a un almacén del puerto y romper el trato.

Por desgracia nos separaron a Ryuu y a mí, poniéndonos una pareja diferente a cada uno. Me mandaron a la zona norte del almacén. Vigilando uno de los caminos que llevaban al lugar, pasé toda la tarde allí parado sin hacer nada, ni siquiera hablé con el tipo que me acompañaba. La noche se nos echó encima, teníamos en frente a otros dos enmascarados, pero ninguno de ellos era Ryuu. En el momento justo tendría que deshacerme de aquellos tipos. Se acercaba media noche y al fondo pudimos ver unas luces que se acercaban hacia nosotros. Aunque estos no era el gobernante sino los hombres que venían a hacer el trato.

Nos dieron ordenes de acabar con ellos por el den den mushi, así que mi compañero se preparó para atacarlos. Yo hice lo mismo, pero al contrario me prepare hacer otra cosa. Los otros dos que estaban en frente saltaron a por aquellas personas que justamente pasaban por debajo de nosotros. Y antes de que mi compañero hiciera lo mismo lo electrocuté con mi electro. Odiaba matar, pero si no lo hacia ese tipo vendría tras de mi más adelante. Así que hundí una de mis dagas en su pecho esperando que así acabar con su vida.

Al parecer la idea de los capuchas negras consistía en emboscar a Langstrump y a quienes pensaban reunirse con él en un almacén del puerto y hacerse con la mercancía que pretendían comprar, que al parecer era un lote bastante grande de alguna clase de armas de fuego de alta potencia. Para ello, y dado que aquellos tipos no eran guerreros, llevarían ametralladoras. El plan era sencillo, al menos sobre el papel. Se apostarían alrededor de la nave en parejas de forma que viesen llegar a los hombres que iban a vender sus armas a Langstrump, y en el momento adecuado se coordinarían para acabar con ellos y robar el cargamento. El gobernante de la isla parecería el culpable y nadie sospecharía de ellos, con lo que estarían un paso más cerca de controlar la isla.

Ryuu y Moja fueron enviados en parejas diferentes. El semigyojin estaba cerca de la puerta principal junto al compañero que le habían asignado cuando dieron el aviso de la llegada de los vendedores de armas a través del Den Den Mushi. El encapuchado comenzó a moverse sigilosamente, ametralladora en mano, mientras el pirata, por su parte, utilizaba el agua del mar para lanzar dos proyectiles al hombre, potentes como disparos de un rifle.

El encapuchado fue atravesado por ambos y, en escasos segundos, dejó de moverse. Pronto en el interior de la nave comenzaron a oírse disparos, que sin embargo apenas duraron menos de un minuto. Cuando Ryuu entró se encontró con los ocho vendedores de armas muertos, así como nueve de los encapuchados, entre ellos el que portaba el colgante con la mano dorada. Sin embargo aún quedaban ocho con vida. El pirata, reticente a utilizar armas de fuego dado que consideraba a quien se valía de ese tipo de artilugios un cobarde incapaz para combatir de verdad, desenvainó su espada y, antes de que pudieran darse cuenta, decapitó a uno de ellos y atravesó el pecho de otro.

Para cuando empezaron a disparar al verse traicionados el semigyojin ya estaba dirigiéndose hacia el tercero de ellos. Un molesto pitido en los oídos le advirtió de la amenaza que se avecinaba, y cubrió su cuerpo por completo con aquella armadura negra que no hacía mucho que había aprendido a convocar. El poder de su voluntad le protegió de los disparos mientas se movía a gran velocidad. Con un preciso tajo horizontal en el abdomen las vísceras del tercer encapuchado asomaron al exterior mientras este caía al suelo, y escasos instantes después el cuatro se desplomó también tras ver su pecho atravesado por completo por Kirisame.

Mi compañero el encapuchado murió sin hacer ruido y  al poco tras unos golpes escuche una voz que venía de la calle por donde estaban pasando los tipos que iban al encuentro. Me asomé y pude verlo claramente. Los encapuchados se habían cargado a aquellos tipos que venían a hacer el trato. Uno de ellos me miró y con tono de desagrado me dijo.

-¿Pensáis bajar algún día? Ya hemos acabado con estos tipos-

Acto seguido se escucharon disparos provenientes del interior del almacén que estábamos vigilando. La jarana estaba dando lugar y yo me estaba retrasando. Los dos encapuchados se iban a ponerse en marcha hacia el lugar. Yo que aún seguía en mi forma hibrida aproveché que estaban despistados para canalizar una enorme bola de fuego, que al instante siguiente lance contra aquellos dos tipos. La bola de fuego explotó al impactar contra uno de ellos, haciendo que los dos salieran prendidos en llamas.

Di un salto y baje a la calle y mientras gritaban de dolor, me acerqué a ellos y con mis dagas acabé con ellos, con precisos cortes en la yugular de cada uno. Era mejor acabar rápidamente con su sufrimiento antes de que empezaran a correr y prendieran fuego a todo el lugar. Dejé ardiendo aquellos dos cuerpos sin vidas y me apremié en ir hacia el almacén. De camino a este me encontré con otro grupo de cuatro encapuchados.

Antes de que pudieran preguntar siquiera que había pasado, hice acopio de mi velocidad y me lance contra aquellos tipos. Portaba mis fieles dagas, Narya y Nenya, las cargué con electro a la par que las imbuía en haki brevemente. Un leve corte a cada uno fue más que suficiente para que el electro hiciera el efecto deseado, paralizando a aquellos individuos. Tras dejarlos paralizados acabé con la vida de aquellas cuatro personas cortándoles el cuello para que no pudieran gritar. Metí los cuerpos en un callejón para que tardaran en encontrarlos

Tras eso salí corriendo rápidamente hacia el almacén, pero para cuando llegué Ryuu ya había acabado con todos los demás. Ahora solo tocaba esperar al señor Langstrump, que hiciera su aparición y acabar con su vida. Antes de eso una pequeña idea se me pasó por la cabeza, así que me acerqué a mi compañero y se la comenté.

-Le he estado dando vueltas a cómo hacer que el señor Viktor se haga con todas estas tierras de forma legal guau. Me puedo hacer pasar por el señor Langstrump y pasarle todos su poder a nuestro contratista de forma totalmente legal guau. Creo que es una buena idea y una forma de hacerlo evitando más muertes innecesarias guau. Tú solo tendrás que hacerte pasar por mi nuevo guardaespaldas, del resto me encargo yo guau- comenté.

Moja no tardó en aparecer, y por lo visto había dado buena cuenta de los otros cuatro encapuchados restantes. De ese modo, y una vez desarticulada la célula de capuchas negras de aquella isla al completo, ya solo les quedaba una cosa por hacer. Debían esperar a que Langstrump y sus hombres llegasen, cosa que probablemente no tardaría mucho en suceder, y emboscarles.

- De acuerdo, me parece perfecto si podemos conseguir transferir a la propiedad de Elrik los recursos de esta isla sin más violencia una vez nos hayamos deshecho de Langstrump. - Contestó el samurái tras escuchar la propuesta de su amigo. La verdad es que era un plan ingenioso y que tenía muchas posibilidades de funcionar, o eso pensaba Ryuu.

- Eso sí, hay que tener en cuenta que Elrik advirtió que no matásemos a nadie que no fuese un capucha negra además de Langstrump, luego debemos dejar fuera de combate a sus hombres. ¿Crees que podrías encargarte? Mientras tanto yo me ocuparé de él.

No hubieron de esperar mucho tiempo antes de que el gobernante hiciera su aparición. Rodeado por cuatro hombres armados con ametralladoras no muy diferentes a las que habían utilizado los capuchas negras, se trataba de un tipo de gran altura y corpulencia vestido con un pantalón de pana verde y una camiseta blanca de tirantes por dentro del mismo. Su pelo, que caía en una larga melena castaña casi hasta la cintura, clareaba considerablemente en la parte superior de la cabeza, y llevaba una curiosa perilla que le hacía parecer un viejo chivo. Tendría poco más de treinta años, y a juzgar por sus voluminosos músculos, parecía estar en muy buena forma.

Cuando entraron en el almacén y vieron el panorama, con todos los cuerpos en el suelo, se pusieron rápidamente en guardia. Ryuu, vestido aún con la túnica negra y la capucha ocultando su rostro, salió de su escondite y, mientras su mano izquierda acariciaba el pomo de Kirisame, dijo:

- Al fin estás aquí, Langstrump. Te estaba esperando.

Los cuatro guardaespaldas apuntaron con sus armas al semigyojin, a quien súbitamente comenzaron a pitarle los oídos en señal de peligro. Cerró los ojos un instante, concentrándose en reunir el agua existente en el ambiente en las plantas de sus pies. Un momento después los abrió, y al mismo tiempo se impulsó hacia delante con toda la fuerza de dicho agua. La velocidad que alcanzó súbitamente fue tan grande que ninguno de los cuatro guardaespaldas tuvo tiempo de apretar el gatillo antes de que Ryuu llegase hasta su jefe y, trazando un arco con su espada, le atacase con fuerza.

El tipo, no obstante, mostró unos sorprendentes reflejos y cubrió su piel con una transparente armadura casi invisible que logró frenar en gran medida su ataque. La sangre manó de la herida provocada en el pecho del gobernante, pero gracias al Haki era muy superficial. Sorprendido al encontrar alguien allí capaz de utilizar el Haki, el semigyojin dudó un instante. Ese pequeño momento fue suficiente para que Langstrump conectase un puñetazo directo a su rostro.

La fuerza del impacto fue brutal, y el joven salió despedido hacia atrás, cayendo al suelo sobre su espalda. No sabía si Moja había logrado dejar fuera de combate a los guardaespaldas, pero esperaba de corazón que así fuera. De lo contrario, acababa de convertirse en un blanco enormemente fácil.

Ryuu estuvo de acuerdo con mi proposición, lo cual era perfecto. Solo tocaba esperar a que llegara el señor Langstrump, el cual no tardó en hacer su aparición. Justo en el momento en el que escuche como llegaban con mi agudo oído, hice uso de mi invisibilidad. Para así poder emboscarles con mayor facilidad. El samurái empezó a enfrentarse a aquellos tipos, lanzándose hacia ellos haciendo brotar agua de sus pies, que hizo que los guardaespaldas no pudieran dispararle a tiempo. Me acerque a ellos, aprovechando la oportunidad que mi compañero creo, hice circular mi electro a máxima potencia por mis hermosas dagas e hice unos pequeños cortes en sus piernas. Los cuatro guardaespaldas cayeron paralizados al instante, ¿de verdad se les puede llamar guardaespaldas a esos tipo? No me duraron ni medio asalto. Mientras mi compañero empezó a luchar con el señor Langstrump, momento que aproveche para dejar KO a los cuatro acompañantes de un golpe en la cabeza con el mango de mis dagas.

Mi compañero no lo estaba teniendo fácil con aquel tipo, así decidí ayudarlo haciendo uso de mi invisibilidad la cual aún no había desactivado. Me acerqué al tipo por la espalda sigilosamente y cuando estuvo a mi disposición le hice una llave, metiéndole los brazos por las axilas desde atrás y cerrando las manos detrás de su nuca, a la par que hacia circular mi electro, paralizándolo momentáneamente. Salí de mi invisibilidad y le dije a mi compañero.

-¡Acabalo! ¡Rápido! Guau- mientras lo sujetaba con todas mis fuerzas.

Esperé a que mi compañero hiciera su movimiento acto seguido soltaría el cuerpo de aquel hombre. Me aleje por si acaso y espere pacientemente por si necesitaba ayuda de nuevo. Había hecho demasiado uso de mi electro esa noche y prácticamente no me quedaba más. Necesitaba descansar antes de usarlo de nuevo, así que decidí esperar y ver que hacia mi compañero y darle apoyo con mi fusil si fuera necesario.

Una vez Ryuu acabara con ese hombre, era hora de ir a su mansión a completar el plan. Esperaba que mi compañero me siguiera como guardaespaldas, me transformé en el gobernante y marché hacia la mansión de este. Desde ese momento disponía de ocho horas para dejarlo todo hecho. Llegué a la mansión de aquel gobernante y al verme me abrieron la puerta inmediatamente. Un hombre con pinta de mayordomo se me acercó y me dijo.

-Bienvenido señor, espero que la reunión haya sido satisfactoria- comentó aquel hombre.

-Ha ido según lo planeado, pero quiero que reúnas a los abogados ahora mismo y por cierto este es mi nuevo guardaespaldas guaejem- le dije imitando la voz. Intenté que mi ladrido sonara como una tos, cosa que resultaba bastante complicado. El hombre se me quedó mirando con cara de extrañado, pero no era solo por mi ladrido.

-Pero señor ya es pasada la media noche, ¿no será mejor esperar a mañana?- me contestó, - Y ¿Se encuentra bien?-

-Me da igual despiértalos a todos y que estén en mi despacho en media hora, es algo de suma importancia y no puede esperar a mañana, y si me encuentro bien solo es una simple tos guaejem-

Después de la corta conversación aquel tipo salió disparado a hacer lo que había dicho. No era mala idea hacerme pasar por alguien influyente. Hice que una de las sirvientas de la casa me guiara hasta el despacho y una vez allí me senté en un enorme sillón que había y me dispuse a esperar a que vinieran los abogados.  Mientras esperaba busqué algún papel con la firma de Langstrump y en un folio en blanco me puse a intentar copiar, esta no era muy difícil por suerte y en quince minutos la tenía dominada. Tras otros quince minutos la sala se llenó con media docena de abogados, los cuales permanecían atentos, aunque algunos tenían cara de medio dormido.

Tras una larga conversación y varias discusiones de una hora, en los cuales intenté disimular mi ladrido como podía, aquellos hombres accedieron a hacer lo que pedía. Esto no era más que traspasar todo el poder de Langstrump al señor Viktor Elrik. La mayoría no entendía que el gobernante de la isla cediera así de fácil, pero aun así conseguí convencerlos. Pasó otras dos hora más, cuando los abogados me trajeron una montaña de documentos y un notario. Empecé a firmar documentos como un loco y el notario los certificaba todo mientras se lo entregaba. Aquella firma de papeles duro casi otras dos horas más y al final estaba amaneciendo. Una vez terminado todo el papeleo me dispuse a hacer como que daba un paseo y si Ryuu aún seguía conmigo seria quien me acompañaría. Al poco de salir de la mansión y en un callejón oscuro deshice la transformación, volviendo a mi forma pantera. Para después volver como un loco hasta mi barco, haciéndolo partir lo antes posible, antes de que se dieran cuenta de la desaparición de Langstrump.

Por suerte para su integridad física su compañero felino se había deshecho con mucha rapidez de los cuatro guardaespaldas, lo que salvó al semigyojin de ser convertido en un colador por sus ametralladoras mientras estaba en el suelo. Al levantarse, de hecho, Moja se acercó por detrás al tipo aprovechando su invisibilidad y le hizo una especie de llave, animando a Ryuu a atacarle aprovechando de ello, a lo que el samurái contestó:

- Un combate como este, contra un oponente digno, es sagrado. No usaré ninguna táctica deshonrosa para vencerle, prefiero la muerte al deshonor en la batalla. Suéltale, por favor, yo me ocupo de él.

El felino, asintiendo, soltó rápidamente al cacique. De todas formas, aunque no lo hubiese hecho sin duda aquella mole de músculos habría podido deshacerse de su agarre muy pronto, así que Moja se había ahorrado probablemente ser lanzado duramente contra el suelo al soltarle.

Tras coger aire profundamente, el espadachín se lanzó sobre su enemigo y descargó un poderoso tajo oblicuo descendente al tiempo que expulsaba todo el aire de sus pulmones. El poder de su Haki imbuyó la hoja de Kirisame, tornándola negra. El cacique se cubrió con el brazo izquierdo, que brillaba debido a su armadura semitransparente. Sin embargo su defensa fue sobrepasada por el ataque del samurái, y la katana segó la extremidad a nivel del antebrazo proximal.

Sangrando de forma incontenible, Langstrump se dio cuenta de que no iba a vencer. Su rostro reflejó por primera vez el miedo de quien veía cercana la muerte en lugar de la seguridad del que se sabe el jefe del lugar, y desesperadamente buscó golpear con su puño al espadachín que, viendo venir su movimiento, se agachó ligeramente al tiempo que se inclinaba hacia su izquierda para esquivar el poderoso puñetazo. Esto le permitió quedar en una posición muy ventajosa, con ambos combatientes separados por apenas centímetros y Langstrump vendido debido a la inercia de su propio ataque.

Con un giro de su arma, aún cubierta por la negra armadura de su voluntad, se estiró hacia delante, hundiendo la hoja de Kirisame en el estómago del cacique local hasta que la tsuba quedó en contacto con su piel. El hombre cayó de rodillas, malherido, y poco a poco fue dejando de moverse hasta que su respiración dejó de escucharse.

No obstante, cuando miró a su alrededor, vio que el líder de los capuchas negras de la isla, el tipo con el colgante de la mano dorada, aún vivía. Aprovechando el fragor de la batalla había comenzado a arrastrarse por el suelo en un intento desesperado de salir del almacén. Cuando le detuvo, Ryuu pudo ver que estaba malherido. No sobreviviría más allá de unas horas en el mejor de los casos, y así se lo hizo saber, haciéndose pasar por uno de sus hombres dado que estaba aún ataviado con su uniforme:

- Jefe, está malherido. No creo que pueda sobrevivir más de dos o tres horas en esas condiciones, y no parece que ningún doctor vaya a poder serle de ayuda. Pero no se preocupe, hemos logrado el objetivo. Ahora solo falta comunicar nuestro éxito, pese a las numerosas bajas, a los ojos dorados. Pero debe decirnos cómo reconocerlos.

El hombre, entre toses en las que expulsaba pequeñas cantidades de sangre, le contestó con voz débil:

- Es sencillo reconocerlos. Les llaman así porque sus ojos, en la parte que debería ser blanca, poseen un color dorado. Según lo que me dijeron es uno de los cambios que sufren los cuerpos de quienes beben del Divino Néctar y, por su gracia, son salvados. No sé más. Vendrán a buscaros, no os preocupéis. Tienen ojos en todas partes, y seguramente no tarden en saber de nuestro éxito.

- Gracias, compañero. De verdad. Ahora descansa en paz. - Dijo con voz suave y tranquila Ryuu mientras introducía la punta de Kirisame en el cuello del tipo. Les había dado la información que necesitaban, no era propio de un samurái dejarle sufriendo durante a saber cuántas horas sin posibilidad alguna de salvación. Acabar con su tormento era un acto de piedad y honor.

- Tenemos que deshacernos del cuerpo, no pueden quedar pruebas de la muerte de Langstrump si pretendemos llevar a cabo tu plan. - Dijo el semigyojin.

Por suerte estaban en el puerto y a esas horas ya estaba oscuro, por lo que les resultó sencillo sacarlo del almacén y, sin que nadie les viera, lanzarlo al mar. Nadie pasaba por esa parte del puerto tan tarde, motivo por el que aquel había sido el lugar elegido para llevar a cabo aquel negocio, y eso ahora jugaba a su favor.

Después de haberse deshecho de él acompañó a Moja, que había tomado el aspecto del cacique, hasta su mansión. Allí la pantera escenificó casi a la perfección el papel de líder criminal, encubriendo sus característicos ladridos con toses o estornudos. Finalmente, tras una larga conversación durante la que el semigyojin, en su papel de guardaespaldas, estuvo a punto de quedarse dormido en varias ocasiones, consiguieron que todos los documentos para el traspaso estuvieran firmados. Ya solo quedaba informar a Elrik de sus logros y descubrimientos y cobrar la recompensa.