[Misión osada-South Blue] El Bip Bop de nuestros corazones

Volver al South Blue siempre era complicado. No ya solo porque siempre había evitado volver desde hacía años, sino también porque desde la muerte de Fred le traía una serie de amargos recuerdos que no quería revivir. Sin embargo en ocasiones ni siquiera él podía escurrir el bulto, y frente a la limpieza que pretendían encasquetarle de Ennies Lobby había firmado el primer papel que se le había puesto delante. Mala suerte, vaya; una cosa mala de estar al mando era que nunca se podía culpar al de arriba.

Habían ido en un pequeño barco, casi una chalupa, pero mejor eso que no ir de acá para allá en el opulento barco de la brigada. Había convencido a Galhard de ir con él, lo cual había sido relativamente fácil, y la exxperiencia serviría al chaval para curtirse un poco. Bueno, chaval... tenía apenas un par de años menos que él, pero todavía tenía ese brillo infantil e inocente en la mirada. Ay, lo que le quedaba por ver.

Al caer la noche se acercaron a la isla. Según las cartas de navegación estaban en la correcta, y la falta total de luz dejaba entrever que sin duda estaban en el lugar correcto. Sí, era cierto que la electricidad no estaba totalmente extendida en los Blues, pero de no tenerla allí usarían fuego para iluminar los exteriores, cosa que no sucedía.

- Debe ser -asintió, acercándose a la proa-. O podemos ir directamente a buscar la central eléctrica. Al final detenemos al amigo, vemos si es una bestia o un loco y si procede lo detenemos.

El barco atracó, y Al bajó al muelle. Se trataba de una isla interesante, aunque bajo el cielo nocturno distinguía poco más que las formas generales de los edificios. Lo mejor sería guiarse por su instinto.

- Si es una central eléctrica estará en un sitio lejano, donde pueda quemar carbón sin molestar a nadie. ¡Vamos!

Se puso en marcha, asegurándose de seguir el camino más abierto dentro de lo posible.

Casi no se lo creía, aunque a toro pasado tenía bastante sentido: La zona más abierta debía ser la más transitada, por lo que seguirla era, indudablemente, la mejor opción. Además no sabía mucho de plantas, pero estaba seguro de que con la gente moviéndose por ahí la reproducción se le complicaba un poco a los árboles, por lo que el tránsito evitaba en gran medida que fuese tan denso en los caminos... ¡Era un genio!

- ¡Nada puede pararnos! ¡Yay! -gritó, dando un saltito en el aire. A veces acertar hacía que se emocionase, aunque por un momento tuvo miedo de que la bestia se asustase y huyese. Al fin y al cabo, si la dejaban irse, habían ido allí para nada.

Se cuadró inmediatamente, por supuesto, como si no hubiese pasado nada. Un mal disimulo, Galhard lo había visto todo, pero allí frente a la puerta de la central eléctrica Al solo podía desear que lo que se encontrasen dentro fuese una especie de pájaro lleno de electricidad estática, uno al que podrían nombrar por, por ejemplo... ¿Zumbido? ¿Parpadeo? Ojalá su graznido fuese como un "zap"; podría llamarlo "Zapos" o algo así.

Agitó la cabeza, saliendo de ese estúpido mundo de fantasía que se había montado. Solo faltaba que aquel sitio estuviese lleno de esferas bicolor para sentirse raro. En cualquier caso decidió abrir la puerta delicadamente e hizo un gesto a Galhard, como preguntándole si quería ir él delante o detrás.

- Quien va detrás, recibe detrás. Recuerda.

Al no pudo evitar soltar un gritito cuando vio aquel enorme ser, negro entre lo negro, mirarlos fijamente. Sus ojos estaban algo rojos, seguramente por la ceniza, y su aspecto era similar a un hombre. Aunque no tenía muy claro a quién demonios le recordaba, la calva le hacía sospechar que el negro entre los negros solo podía ser una persona: ¡Anders D. Thawne! Aunque algo fallaba; hasta donde él recordaba Thawne era un puto enano, y ese mogambo le sacaba al menos dos metros.

- También deberíamos intentar lavarlo, ¿no crees? -preguntó-. Está lleno de mierda.

El tipo no se mostraba hostil, más bien desorientado, como si no fuese capaz de entender nada de lo que decía, aunque eso podía fácilmente deberse a un retraso mental severo, a que se había chamuscado los sesos o a que simplemente hablaba otro idioma. Pero todo el mundo entendía el idioma de la higiene.

Sacó un pañuelo del bolsillo. Era blanco con bordado plateado de sus iniciales, aunque eso pareció que no terminó de gustar a la bestia... O tal vez le gustó demasiado. Sin decir nada se lo quitó de entre las manos y se limpió, dejando a la vista que en realidad no medía cuatro metros sino poco más de metro setenta. ¡Era Thawne! No, espera, solo era un tipo calvo desnudo y lleno de hollín, y aunque lo que acababa de hacer enfrentaba a toda lógica anatómica, casi le preocupó más que el pobre Galhard tuviese toda la ceniza encima.

- Graaaaaaaa-cias -pronunció con dificultad-. Mí... ¿Amigo?

Retrasado. Un puto tarado. Lo que les faltaba por ver. Por lo menos podrían llevarlo al cuartel más cercano y buscar a sus padres, o a alguien que se hiciera cargo.

- Está bien, amigo. Está bien. -Sacó las esposas, tratando de ponérselas. Podía llegar a ser muy peligroso, particularmente si había sido capaz de causar tal problema-. Galhard, creo que vamos a tener problemas con este.

- Espera un momento, Galhard...

En realidad, aunque en el informe se mencionaba la presencia de la "bestia colosal", el objetivo de ese viaje era restaurar la electricidad. Esperaba que el tipo estuviese sucio de antes, porque como se hubiese cargado algo a ver quién lo solucionaba; el encargado de la electricidad solía ser Arthur, o Xemnas cuando aún estaba vivo. ¿A cuántos compañeros había perdido ya? Suspiró. Estar allí no le hacía bien.

Le puso las esposas con facilidad. Afortunadamente para ambos Galhard había sabido controlar la situación con algo de labia, pero de pronto se oyó un ruido fuera y Al volvió la cabeza hacia él. Había notado al calvo gruñir, nervioso, así que no tenía claro si sería lo mejor sacarlo de allí en esas circunstancias. No obstante, siempre podían explorar el exterior y... Un momento; primero debían dar la luz.

- Hemos venido aquí a dar la luz, Galhard. Si nuestro amigo... ¿Cómo te llamas?

- Mí... No recuerda.

Meneó la cabeza, un poco molesto. Todo era demasiado difícil, y eso que estaban en un Blue. Un tipo salido de ninguna parte en una central eléctrica, ruidos sospechosos en el exterior, Galhard actuando con responsabilidad... Señales que advenían el desastre, sin duda. Encima allí dentro se veía entre poco y nada, y no se había acordado de llevar nada que pudiese dar luz. Menudo día.

- Permíteme, amigo -le pidió al calvo cogiéndole el trapo de vuelta y puliendo la calva hasta que la poca luz que entraba desde una ventana se reflejó en su cráneo hasta dar una pobre, pero al menos aceptable, cantidad de luz.

Miró hacia Galhard, arqueando una ceja.

- El próximo cadete espero que sea calvo. Vamos a buscar el interruptor y luego nos ocupamos de lo que haya fuera, ¿qué opinas?

La verdad era que, bajo la luz de la luna reflejada en esa calva, la central se veía grande y megalítica, pero seguramente fuese fácil encontrar el mecanismo de activación. No sabía mucho de electricidad, pero sí sabía reconocer los enormes botones rojos de "freno de seguridad" y las grandes palancas de encendido. No sabía por qué era así, pero lo era.

Un superior responsable habría reprendido a Galhard por una conducta desganada y bastante precipitada, pero Al no era la clase de persona que castigase comportamientos... Normalmente. Apoyarse en medio de la oscuridad podría haber acabado con ambos saltando por los aires, y si bien él podría haber sobrevivido fácilmente no tenía muy claro que el cadete lo hiciera. No obstante, ya tendría una conversación con él cuando todo terminase; tampoco quería que Brilloso, su nuevo "amigo", se pusiese nervioso al ver una bronca.

- Esa bestia es muy feroz -sonó en el exterior- y una noche atacará.

Al giró la cabeza hacia la puerta. No habían sido ruidos casuales, sino gente que se estaba acercando al lugar tal vez siguiéndolos a ellos. ¡Maldición! Iba a tener problemas para salir.

- Nuestra aldea está perdida si esa bestia llega allí -dijo una segunda persona, como ignorando que el lugar empezaba a ponerse en marcha-. Tomemos ya las armas. ¡No dudéis!

Cruzó miradas con Galhard y Brilloso, preocupado. ¿Cómo podía hacer para sacarlos a todos de allí sin desenvainar la espada? Debería haberse llevado a Arthur consigo, él no sabía lidiar con aquellas situaciones. En fin...

- Galhard, ¿qué se te ocurre? Es más. Brilloso. -Se giró hacia el calvo-. ¿Este sitio tiene una salida trasera?

Mientras Brilloso fuese su prisionero él debía garantizar su seguridad, y eso iba a hacer. Pasase lo que pasara.

- Ñe -respondió. Era cierto que su nombre era bastante conocido, pero su cara no salía tanto en los periódicos como para que lo asociasen. Además, el sur estaba lleno de paletos que cambiarían a su madre por un par de berries y leían un libro cada año bisiesto... Si acababa en dos, claro.

Sin embargo, Galhard apuntó al techo con gran ingenio. Había un conducto de ventilación bastante accesible a apenas cinco metros de altura. No podía llegar hasta él con hielo, claro, pero sí podía aprovecharse de su gloriosa y hasta el momento nunca aprovechada habilidad para saltar con los codos... No, menuda chorrada. La idea de Galhard solo tenía un problema, y es que no podía alcanzar el lugar sin una escalera, y tampoco sabía si Brilloso aceptaría subir por ella.

- Sin embargo es nuestra mejor opción -dijo, finalmente, mientras generaba una escalera de mano rudimentaria, e invitaba a Brilloso a subir delante-. Vamos, amigo, por el bien de tu calva.

Brilloso no parecía tan tonto, y poco a poco iba cobrando una expresión más lúcida a medida que pasaba tiempo con gente. Parecía entenderle, lo cual ya era un comienzo muy interesante. Incluso sacó la tapa del conducto sin pedírselo, aunque trató de tirarla al suelo y Al tuvo que hacer una peripecia para alcanzarla.

Ambos pasaron y Al cerró el conducto, dejando caer la escalera al suelo para que estallara en mil pedazos, y siguieron el camino más recto hasta que por fin dieron con una salida. El aire era fresco y la luz había vuelto. Ahora solo debían recoger a Galhard, felicitarlo por su idea y salir pitando.

- Bien hecho, amigo -dijo en voz baja, aunque tenía la sensación de que el cadete podía percibir su orgullo.

Buscaron una salida, o más bien una bajada. La única estaba en la parte de atrás, y casualmente se cruzaron con Galhard mientras estaban a punto de llegar al suelo. Se alegraba de que todo le hubiese salido bien, aunque no sabía si había tenido algún contratiempo. De todos modos era un miembro entrenado de la Marina y estaba esperando a que en algún momento desease ascender, porque ya empezaba a molestarle tener que cargar él con todos los gastos de su opulenta vida como ricachón.

- ¡Galhard! ¡Estás vivo! -lo saludó, fingiendo incredulidad mientras lo abrazaba-. Vámonos al barco, que tenemos mucho que hacer todavía.

Muchas veces Al podía ponerse un poco mal cuando pisaba el mar que le vio nacer, pero intentaba encontrar siempre un motivo para recuperar la sonrisa. Verse arropado por sus compañeros, por ejemplo en aquel caso Galhard, era una de ellas. Apretó su medallón contra el pecho, recordando por qué luchaba. Nunca más iba a permitir que eso sucediese.

Comenzaron a caminar en medio de la oscuridad, apenas iluminada por un farol para excursionistas que salpicaba a ratos la inmensidad del bosque. Tras un rato caminando, Al cayó en cuenta de una cosa: El barco estaba hacia el otro lado. Pero también los paletos. Si tan solo hubiese un medio de comunicación para trasladar sus peticiones a distancia...

- Aquí almirante... Koneko -dijo eso último con vergüenza a través de su den den mushi-. Necesito mi transporte en la cara oeste de la isla en veinte minutos. Todo está bien, y no ha habido mayor problema.