Wanted to meet me? [Priv] [Zuko - Astartea]

-Te dije que ando disfrutando de la cena y de tu compañía, no tengo razón alguna para salir corriendo después de la cena, y me gusta pasear después de ella.- Alza una ceja con una sonrisa divertida, sabiendo de sobra que el hombre tiene esa misma sonrisa debido a que le agrada lo que ha escuchado.

Aunque nuestra dama está consiguiendo de forma lenta pero segura volver a sus andadas, no puede evitar querer conocer en cierta medida más de aquel hombre. Saber si es tanto como habla, conocer si realmente esconde algo o si esa nobleza no es más que una fachada demasiado bien puesta. Algo le molesta a ella y no va a parar hasta que logre finalmente deshacerse de ella.

-Para nada Zuko, creo que no habría podido pedir mejor compañero para la cena.- Le dice con sinceridad, mientras mira el lugar ante su pregunta.- Es bonito, me siento algo incomoda ya que no dejan de mirarnos pero más por ti que por mí, desde que llegué nueva no paran de mirarme, la marina no está acostumbrada a sus nuevos fichajes.- También era raro que un noble entrara a sus filas, que fuera mujer, que fuera un genio médico, que tuviera akuma y eso sin entrar en todos y cada uno de los aspectos físicos que podían hacer que un hombre o mujer se partiera el cuello para mirarla.

-Vaya, yo pensando que sería todo un conquistador y que más de una de sus subordinadas habría tenido el placer de compartir una cena romántica con usted.- Mete un poco el dedo para pincharle, buscando tirar de algún hilo que encuentre convenientemente suelto, o simplemente disfrutar de todo lo que está pasando y haciendo.

Sabe que es un hombre serio, algo tímido y bastante cauteloso, tiene la autoestima por el suelo aunque no lo parezca y duda cuarenta veces de todo antes de pensarlo. Desconfiado, mucho, incluso aunque ella se esté mostrando amable y cariñosa con él no llega a clavarse del todo. Eso también le está molestando desde hace rato, pero quizás solo necesita pasar algo más de tiempo para que pueda abrirse finalmente con ella.

—¿Conquistador? ¿Yo? No, la vida del vicealmirante no da para tanto.

Aún así se sintió halagado. Empezaba a sentirse cada vez más cómodo, pues se lo estaba pasando bien con aquella mujer. El arrepentimiento por dejar de lado el trabajo y simplemente pasar un buen rato de ocio con alguien estaba desapareciendo, lo cual agradecía. Cuanto más desapareciese, más cómodo estaría e imaginaba que si Astartea sentía que estaba más cómodo se sentiría mejor igual. La noche avanzó y el dragón ya ignoraba por completo las miradas. No le importaba lo más mínimo.

La noche avanzó durante la cena. Por suerte el tema de conversación había dejado atrás las depresiones y los recuerdos tristes. Zuko le había contado ya un par de anécdotas divertidas que había vivido, como aquella vez que le ordenasen que marchase hacia el Este y estaba tan distraído que empezó a volar hacia el Oeste y no se dio cuenta hasta que ya había avanzado unos diez kilómetros. También le contó varias historias de antes a que empezara a volcarse solo en su trabajo, que solían incluir pequeñas salidas por diversión Kus. Escuchó con atención también cualquier cosa que pudiese contarle ella.

La cena terminó. El vicealmirante pagó la cuenta encantado y tendió el brazo a la mujer para que saliese del restaurante con él. Ya era de noche y empezaba a hacer frío, por lo que el dragón no tardó en quitarse la chaqueta y ofrecérsela a Astartea, por si acaso tenía frío. A partir de ahora no tenía muy claro que hacer, por desgracia.

—Bueno... —le dijo ya fuera—. ¿Que quieres hacer? ¿Te llevo a casa? ¿Quieres ir a otro sitio?

Si bien era de noche, todavía no era muy tarde. Tal vez pudiesen encontrar algo más que hacer antes de terminar la cita.

-No creo que sea tanto el que no le da, como el que no quiere, si quisiera estoy segura de que más de una persona aceptaría.- Había notado la mirada de algunas de las subordinadas del hombre, pero sospechaba que era él quien no notaba nada de aquello.

Quizás inconscientemente, quizás pensaba que no las merecía, si había algo que hubiera notado era el poco amor propio que se tenía el marine. Una autentica pena, ya que en si su personalidad era bastante buena y era guapo, pero por su historia, mucha gente se había encargado de minar toda aquella posible confianza.

Intercambiaron historias divertidas, como aquella vez que Astartea se metió en líos en medio de un baile lleno de reyes y reinas por corretear detrás de Annabelle y todo terminó en una batalla de tarta, o como cuando en su primera misión marine se había olvidado de la cara de su superior por tercera vez en el mismo día.

Fuera como fuera y después de pelearse por pagar la cuenta, aunque al final el vicealmirante ganó antes de que pudiera decir nada, salieron con calma de aquel lugar. La dama aceptó la chaqueta con algo de queja, pensando quizás que el dragón ya lidiaba con el calor a su manera después de todo. - ¿Qué le parece si paseamos por el puerto? Aun me gustaría pasar algo más de tiempo hablando, creo que aún me esconde muchas cosas.

Al menos ella quería pensar que si, que aún no le había enseñado su lado oscuro, que escondía algo malo, algo que aquella imagen de marine absoluto e impoluto trataba de tapar antes de que se derrumbara en cientos de pequeñas partes. Pero bueno, solo el tiempo podría responder a aquello. Y por el bien de lo que le quedaba a la cordura de nuestra demonio angelical, esperaba que fuera cierto.

Ya habían terminado de cenar. Tras unos segundos de debate sobre quien debería pagar la cena ganó Zuko y pagó con gusto. Era caro, pero tampoco le molestaba demasiado. Llevaba años acumulando su sueldo y nunca salía ni hacía nada de ocio con él. Ya iba siendo hora, aunque solo fuese una vez hasta la próxima dentro de mucho tiempo. Aunque... Su mirada se clavó en Astartea unos segundos y sonrió. Tal vez no fuese tanto tiempo. Sonrió también cuando salieron y la chica aceptó su chaqueta. Ciertamente... estaba adorable con aquella chaqueta enorme sobre sus pequeños hombros.

—¿Que escondo muchas cosas? —le contestó con cierta picardía, aunque no sabía muy bien a que se refería—. Me parece bien pasear por el puerto, vamos.

La brisa nocturna era bastante fresca y, hasta cierto punto, calmante. La sensación de estar en el exterior de noche, aquel silencio y tranquilidad... Prácticamente se llevaron los nervios e inseguridades que Zuko podría sentir en aquel momento. Estar en tanta calma, con tal compañía... Cuando despertó no esperaba que su día terminase así, y estaba de lo más agradecido. En el puerto no había nadie, a excepción de un par de marines que acababan de empezar a trabajar ahora en su guardia nocturna.

Las aguas estaban tranquilas y reflejaban la luz de la luna, como si esta bailara en su tranquilo oleaje. El dragón respiró hondo, llenándose de ese olor a mar que aumentaba su calma ya provocada por el ambiente nocturno. Como si de un acto reflejo se tratase, rodeó a Astartea con el brazo, colocando la mano en su hombro con cierta delicadeza.

—La próxima vez iremos a otro sitio que no esté en Marineford, te lo prometo. Eso... si quieres que haya una próxima vez, claro.

Astartea agarraba con calma la chaqueta sobre sus hombros. Era agradable notar el suave calor residual del dragón en esta, ayudaba a que se adaptara mejor en aquella noche que se había cernido de pronto.

Le gustaba la sensación del puerto, el aire jugando con sus largos cabellos, la brisa marina entrando en sus pulmones y relajándola del todo. Su corazón se acompasaba con cada pequeña brisa y ella agradecía la sensación de aire libre y libertad que siempre sentía cuando llegaba a aquel lugar. En cierta medida necesitaba despejar la mente, que no se saturara demasiado y no pensar en lo que tenía entre manos.

Era cierto que no era un mal hombre, no vamos a negar lo evidente, no había intentado nada extraño comparado a los hombres que estaba acostumbrada. Y eso que teniendo en cuenta que era su jefe y por mucho no iba a poder simplemente negarse y darle una patada y correr, nada de eso. Fuera como fuera, continuo aquel paseo agarrada suavemente del brazo del hombre, mientras escuchaba sus palabras.

El tacto hace que le mire, esa forma de agarrarla hace que pestañee tranquilamente, que preste atención a su rostro, a su intención y a sus palabras. Una suave sonrisa sale de sus labios y no puede evitar mirarle algo divertida.- Estoy segura de que cualquier lugar estará bien, aún tenemos mucho que conocer el uno del otro. – Zuko no se acercaba siquiera al extremo de la realidad que ella le mostraba, nada de lo que hacía o decía era cierto del todo, y tal vez por eso seguía intranquila.

Notaba ese pellizco en el estómago, ese susurro de ansiedad que le recordaba que quizás por primera vez en años se estaba equivocando al juzgar a alguien. No le gustaba esa sensación, la aborrecía, el fracaso no era algo que pudiera permitirse y por eso simplemente enterró todo aquello esa noche. Mientras apoyaba suavemente la cabeza en su hombro y sus ojos se perdían en el mar.

No había nada más, no había nada menos.