Problemas en Sabaody | { Privado Dark, Astartea}

Un día como otro a las doce de la mañana. Soleado, buen clima; viento favorable, mar sin ajetrear. Los días que más le gustaban al peliblanco a la hora de viajar ilegalmente en bodegas de barcos mercantes. No le molestaba demasiado el oleaje; gracias a aquello, podía estar parado tranquilo en la bodega del navío. Se encontraba colocado contra la pared, cabizbajo y con algo de sueño. Tenía el rostro cansado, algo normal al estar de vigía durante casi una noche. Iba de vez en cuando observando hacia fuera mientras se le caía la baba; quería salir, disfrutar del sol y dejar de aburrirse en la parte baja del barco. Se apartó de la pared y se estiró brevemente, soltando un pequeño bostezo algo vago. No tenía ni energía para gesticular algo con la boca. Dejó caer los brazos algo desanimado y volvió a su barril, cerrando la tapa por dentro y colocándose al fondo sentado. Se encurvó lo mejor que pudo e intentó conciliar el sueño. No tardó en lograrlo.

Un zarandeo intenso lo despertó varias horas después; abrió los ojos de golpe e intentó hacer el mínimo ruido posible. Parecían llevarle entre dos personas que no parecían tener dificultad a la hora de levantar su peso. "¿Dónde me habrá llevado la fortuna?" se preguntó mientras se cruzaba de brazos dentro del barril. Siempre que llegase a un lugar nuevo, ya habría cumplido su objetivo. Se concentró brevemente y visualizó las auras a su alrededor, esperando un buen momento para salir. Tras varios minutos visualizando su alrededor, salió de golpe pegando un puñetazo a la tapa del barril y cerró los ojos, centrando su voluntad sobre los dos tripulantes que le llevaban. No tardaron en caer debido a los efectos del haoshoku. Salió rápidamente esbozando una sonrisa y estirándose del todo; parecía estar en Sabaody. O por lo menos eso creía según lo que había leído en libros.

-¿Con que Sabaody, eh? - Se preguntó en voz alta, mirando a los tripulantes desmayados.

Estiró las piernas del todo, movió el torso de un lado para otro y empezó a andar hacia la isla. Había tenido siempre curiosidad por ver cómo era Sabaody, era un lugar parecía más especial de lo normal. Nada le impediría a ir hasta allí gratis, exceptuando por una cosa. Una sirena sonó por todos los lados, lo que le hizo girarse alarmado. "No jodas..." pensó. ¿Quién le había podido ver al salir y qué hacía delante de una base de la marine? Miró algo nervioso hacia el barco y vio el logo de la infame organización. Era una tripulación de la marine. El barril en el que iba también tenía la estampa. Miró hacia sus botas, comprobando si tenía algún cordón desatado o el pantalón mal metido y comenzó a correr hacia los árboles.

Astartea había llegado a ese lugar por azares del destino, y voy a llamarlo azar ya que manipulación premeditada y planeada suena terriblemente mal.

La dama de cabellos de plata y orbes de sangre había llegado apenas aquella mañana en uno de los barcos, se había presentado en el cuartel para hacerse cargo de un par de labores médicos y había empezado con su trabajo de investigación. Libreta en mano, capucha puesta y la firme posición de pasar desapercibidos, una de esas cosas que la gente cree que es imposible al verla. Nuestra señorita había conseguido llenar ya un par de páginas de su curiosa enciclopedia.

Continuó su patrulla por el puerto, notando la agradable brisa marina jugar con los pliegues de aquella túnica. No era muy fan del calor, su piel albina le recordaba con una queja que no habían nacido para ello, la brisa fue un agradable respiro.

Respiro que duró hasta que en uno de los barcos, un muchacho salió corriendo con toda la clara intención de que lo que estaba haciendo, no era nada bueno. Astartea pestañeó de forma calmada, mientras comenzaba a retirarse la túnica de forma tranquila, guardándola doblada en su bolso.

Unos botas altas negras, llegando casi a la rodilla, unos pantalones cortos negros y una blusa sin mangas, de color blanco, que se perdía en suaves pliegues y volantes. Con un gesto distraído intentó poner calma a la maraña de plata que era su cabello, dejando caer aquellos bucles de forma desordenada. Suspiró un segundo y decidió dejar la chaqueta de la marina junto con la túnica, donde nadie pudiera verla.

Un poco de cuidado, seguir la trayectoria, y antes de que se diera cuenta estaba viendo al muchacho subir a los árboles. Cruzó los brazos bajo el pecho, ladeo el rostro dejando que el cabello comenzara a caer por sus hombros, mientras sus ojos, rojizo y curiosos lo miraron a él.- ¿No cree que está algo mayor para subirse a los árboles, señor gato? Puede que se rompa una pata como no tenga cuidado.- Sus labios se curvan en una suave y divertida sonrisa, mientras que su relajaba su pose para indicarle que no venía a causarle problemas.

La verdad es que le había parecido curioso como el hombre había podido escapar de aquella forma, y todos sabemos que esa palabra unido a su nombre, trae un montón de problemas que el chico está deseando esquivar. Pues como dice su dicho favorito:

La curiosidad mató al gato, y al demonio, le dio alas.

Colocó la mano sobre uno de los árboles, notando una vibración intensa. Las sirenas parecían ir en aumento y podía notar su mantra distorsionado; un montón de presencias salían corriendo de la base hacia su lugar, la isla, los barcos...
Todo para buscarle. No le apetecía tener una recompensa sobre su cabeza, así que se dedicó a clavar la mano con fuerza en el tronco e impulsarse. Conforme se iba impulsando, iba clavando otra vez más la mano dracónica para seguir escalando. Iba dejando pequeñas marcas en las que podía verse cómo se deslizaba la savia lentamente. Cada vez que subía más alto, se sentía más estúpido. Posiblemente sería capaz de luchar contra cualquiera de los marines, le viniesen uno a uno o en grupo. Sonrió mientras giraba el cuello lentamente, y clavó su mirada sobre la base. ¿No era muy mala idea ir, entonces? Algo por dentro le bullía, pidiendo tener la experiencia de pegarle una paliza a unos marines. Empezó a soltar poco a poco la mano hasta que tuvo que agarrarse de golpe al escuchar la voz de una fémina.

- ¿No cree que está algo mayor para subirse a los árboles, señor gato? Puede que se rompa una pata como no tenga cuidado.

Bajó la mirada y observó a su alrededor. Si era alguien de la marine caería encima de ella dejándola inconsciente al momento. Pero no llevaba el infame uniforme blanco. De hecho, desde la copa del árbol, no podía fijarse entre dónde se dividía su tez con su pelo. Echó una última ojeada alrededor y se dejó caer, pegando una pequeña voltereta al caer para suavizar la caída y no hacerse daño. Agitó el brazo para limpiarse la savia restante de haber estado escalando y observó la chavala. Parecía alguien fuera de lo común; empezando por el pelo, blanco como la nieve, muy parecido al de él. Se fijó sin reparo poco a poco en todo el cuerpo de la chica mientras se llevaba la mano al mentón sonriendo. "No está nada mal" se dijo a él mismo mientras se fijaba en la combinación de ropa que llevaba. De abajo para arriba, desde unas botas que se perdían hasta sus rodillas, de un color azabache intenso. Unos pantalones que parecían ir a conjunto de las botas; le sorprendió que no llevase mallas, pero eso no importaba ya que la blusa que llevaba contrastaba con todo lo demás. Tenía unos hermosos pliegues que más que arrugas, parecían hechos mágicamente para que le quedasen bien. Observó la postura de sus hombros mientras desactivaba el mantra; no parecía tener ninguna actitud que fuese a incriminarle o en contra de él.

-Espero que no sea el único por aquí que sepa montarse a las cosas - Exclamó con un tono pícaro y manteniendo la sonrisa. -, soy Dark, encantado.

Solo esperaba que no le confundiese, como todos, con el vice-almirante Dark Satou. O quizás aquello iría para su ventaja: no podría incriminarle contra la marine si se creía que formaba parte de ella. Relajó los hombros también tras soltar un suspiro y colocó sus manos ante su cintura, pasando a esperar una respuesta mientras la miraba fijamente. A parte de albina, parecía tener los ojos del mismo color que su izquierdo. Quizás no tendría las pupilas rasgadas como él, pero la verdad es que eran unos ojos fuera de lo normal. No había conocido a nadie hasta ahora con ese color de iris. Algo por dentro se le retorció, como gritando cuidado. Lo ignoró. Conforme esperaba una respuesta unos marines pasaron por en medio de ellos, corriendo en formación hacia los árboles. Les observaron con el ceño fruncido y parecieron dedicarle la mirada más larga a la albina, antes que al peliblanco. Si quería incriminarle, entre aquellos segundos que pasaban entre los dos era el momento perfecto. Dark cerró el puño ligeramente y esperó a ver el resultado. No se podía permitir pelear tan cerca de la base, y menos si no llevaba las armas encima.

Astartea estaba acostumbrada a la mirada de la gente. Tener esa sensación de que queman su piel con la mirada, que la analizan buscando algo, quizás un punto débil, un fallo o simplemente un gesto que demuestre algo. Sabe de sobra que tiene por tendencia una expresión demasiado neutra, una mirada demasiado tranquila y una postura relajada, pero es exactamente lo que quiere.

La gente no suele relajarse cuando ven a alguien que grita la palabra peligro por todos y cada uno de sus poros.

Le vio bajar del hombro de forma tranquila, como si fuera un juego de niños y la sonrisa de la albina confirmaba con cierta burla el apodo de gato. Cruzó los brazos suavemente bajo el pecho, mientras seguía esperando su respuesta. Vamos a aceptar que no fue la cosa más original del mundo, pero siendo sinceros le han dicho cosas bastante peores. Simplemente lleva el dedo índice a sus propios labios, en una pose ligeramente pensativa, ligeramente coqueta, mientras sus labios se curvan en una sonrisa demasiado misteriosa.- Soy más de montar que de que me monten, pero no creo que eso sea algo de lo que tengas que preocuparte en este momento.- Baja suavemente la mano, encogiendo suavemente los hombros con calma.

Entonces se presenta, ella ficha su nombre y comienza a pasar la información por su cabeza y aunque le suena, prefiere dejarlo estar. No es algo en lo que quiera pensar en aquel momento, así que opta por hacer lo mismo.- Astartea, un placer.- Una suave inclinación de cabeza a modo de saludo, y antes de que sigan con esa conversación, llega la gente a su cargo, aquellos que la han ayudado. Se quedan mirándola un momento y niega de forma suave, haciendo que se alejen de esa manera.

Lejos de mostrar preocupación o inquietud de ser reconocida, la dama muestra una expresión ligeramente triste.

-Lo siento, soy una noble que ha venido a visitar esta zona, y tengo demasiada vigilancia…Espero no le molestara.- Una sonrisa suave, y una verdad que lo es. Es la única que tiene el apellido Von Castle que sigue con vida. La nobleza más alta de English Garden, la viuda de un hombre demasiado rico, era normal que incluso cuando había acudido a la marina para ayudar con sus poderes y su capacidad como médico, quisieran cuidarla demasiado.- Puedo ver que es usted un buen hombre, seguro que simplemente se han puesto nerviosos.- Una sonrisa suave, sincera y casi dulce, en un rostro tan suave como aquel nombre de ángel que esconde cientos de infiernos bajo su significado.

Si no tenía cuidado, aquella curiosidad acabaría con aquel muchacho con algo más que un apodo felino.

Le impresionó que adoptase la postura que adoptó; le siguió el flirteo o eso creía él. Tampoco es que fuese experto coqueteando ni mucho menos, quizás había llegado a un punto en el que no supo qué contestar. Prefirió guardar silencio y corresponderle con el mismo tipo de mueca, casi imitando la postura de la albina. Después se presentó y les interrumpieron los infames marines, pero no pareció delatarle. De hecho, parecían tratarla con respeto, como si tuviese algún tipo de renombre. Explicó que era una noble y después se fueron, como si se sintieran aliviados de que la peliblanca estuviese en buen estado. Dark, en algún modo, sintió que iba a pasar aquello. ¿Quizás en el temperamento nulo que traía la chica? Todo su lenguaje corporal gritaba en que estaba en control de la situación, parecía que incluso más que él. Le rebotó por la cabeza la idea de preguntar a los marines para confirmar su identidad, pero supo que era mejor simplemente dejarles ir.

Se llevó la mano al mentón mientras pensaba en el nombre de la chavala y la seguía observando. No tenía demasiada experiencia con la gente de fuera, pero poco a poco conforme iba conociendo a más gente se adaptaba a cubrir sus necesidades. Decía lo que la gente quería oír, si eso es lo que necesitaba en aquel momento. La peliblanca no parecía tonta: de hecho, parecía extremadamente inteligente. Y él sabía que a la gente de ese estatus les ponía a mil tener poder sobre otras personas. Era bueno pillando las intenciones de la gente, pero lo único que se le pasaba por la cabeza es que quería divertirse de alguna forma. Como no le importaba el resultado y él también era alguien del cual aborrecía las situaciones triviales, decidió actuar como creía que ella quería que actuase.

-Nee, ¿te importaría acompañarme, Astartea-chan? - Susurró de forma dulce, pero en el tono no faltaba la autoridad -Estoy seguro de que habernos conocido de esta forma puede ser un gran inicio para divertirnos un rato.

Le tendió la mano tras una sonrisa y señaló con la otra hacia dentro del bosque, orientándola hacia la ciudad. Tenía que conseguir algún traje nuevo si quería pasar desapercibido ante los marines que le estaban buscando. Y eso es lo que haría; si parecía que simplemente respaldaba a la peliblanca, no tendrían por qué pararle. La usaría por ahora, como sabía que él estaba siendo usado para romper una tarde de aburrimiento. Si decidía ir con él, simplemente la acompañaría hasta el centro de la ciudad. Ir a su lado le proporcionaría un viaje seguro, y si las cosas se tornaban en su contra, podría cogerla como rehén si hacía falta para salir de allí cagando leches.

Estaba acostumbrada a que la gente se pensara capaz de hacer aquellas cosas con ella. Usar un tono imponente camuflado, pedir algo simple y sencillo disfrazado de muchas cosas, entonces solo tenía que asentir y seguirle la corriente. Fue lo que hizo, no nos vamos a engañar, alzó la mano suavemente para agarrarse a la suya, rozando sus dedos con suavidad.- Claro… Estoy segura de que alguien te puso en mi camino por alguna razón.- Y a todos ojos y para ella, era el diablo deseando darle un juguete nuevo de lo más interesante.

Cuanto más cerca estuviera de ella, más fácil sería aprovecharse de su estupidez.

Empezó a pensar en una complicadísima operación médica que había tenido la semana pasada, en cómo el sujeto de pruebas no había soportado la extracción y en cómo había apuntado el tiempo con un puchero en los labios. Quizás un muchacho joven y sano como él pudiera aguantar que le restara el corazón completo, lo clonara, atravesara el real y el clon lo activara a tiempo. Todo era cuestión de matizar, pero aquel día su enciclopedia tendría una nueva página llamada Dark. Del chico dependía que tan interesante resultara ser aquello.

Entonces comenzaron su ruta, entre los árboles, entre las calles. Se perdieron entre la gente, mientras ella simplemente continuaba disfrutando del agradable paseo. Le gustaba perder la mirada entre algunas personas, escaparates, ver como algún que otro curioso seguía mirándola de forma distraída y ella le devuelve el gesto con una sonrisa. En ese momento decidió que estaba cansada de ser arrastrada de un lado a otro.- ¿Qué te apetece hacer entonces? ¿Tienes algo interesante en mente?-Ladea la mirada con algo de curiosidad, clavando sus ojos en los contrarios, parando la caminata para ver la dirección que tomaban en aquel momento.

Su mente se había cansado de pensar en el trabajo pendiente, en las investigaciones a medias y en sus nuevos sujetos de prueba, aunque tenía que saber qué quería aquel muchacho de alguien como ella, aunque lo principal fuera evidente.- Si era por alejarte de la marina, ya estamos bastante lejos del puerto o del cuartel.- Una sonrisa suave, agradable, levanta las esquinas de su boca pintando lo que podría ser cualquier cuadro de museo. Es un gesto tranquilizador, de confianza, mientras espera a que el hombre decida que desea hacer en aquel momento.

Después de todo hay que seguir haciéndole creer que decide.

Sabaody era una ciudad de lo más interesante. Habían recorrido las calles del mercado; mostrándose especialmente interesado el peliblanco en observar la estructura de los edificios, la forma en la que se movía la gente o las tiendas que montaban. Su sed de conocimiento se saciaba parcialmente, sintiéndose bien de tener una nueva experiencia en una isla remota. La noble acabó aclarándole que ya estaban lo suficientemente lejos de todo mientras se mostraba especialmente coqueta, así que creyó que la chica estaba sugiriendo que él moviese ficha. Llevó la mano hacia su bolsillo y sacó su cassette, tirando de los cables de los cascos mientras se los ofrecía a la peliblanca. Estos parecían relucientes: los tenía muy bien cuidados y no tenían ningún indicio de suciedad. Si accedía a escucharlos sonaría esto.

-Sí, estamos lo suficiente lejos. ¿Qué es lo que estás sugiriendo? - Preguntó mientras se llevaba la mano al mentón. -Si es lo que creo que es, una buena cena y alquilamos una habitación des...

Alguien se chocó con ellos desde atrás, cosa que agradeció al pensar sus palabras y sentir lo bruto que había sido. Miró con el rabillo del ojo hacia el individuo y pudo ver que hacía un movimiento bastante extraño con el brazo. Conforme intentaron meter la mano en el bolsillo de Astartea, una pequeña corriente de aire se alzó y, después de agitarse violentamente la hierba de su alrededor, sonó el golpe seco de algo cayendo. El carterista abrió la boca con terror mientras se fijaba en el suelo, pudiendo observar su propia mano yaciendo allí. El peliblanco colocó la espada con cuidado en el cinturón de la espalda y observó al hombre con asco, que parecía encogerse de terror mientras taponaba su brazo como podía.

-Nee, ¿qué opinas de los ladrones, Astartea-chan? - Le preguntó mientras se giraba hacia ella, ignorando completamente al ladrón.

Tenía la sensación de que no iba a impresionarle lo que había hecho; más no era su intención hacerlo. Le dejó la elección de ver qué harían con él; quizás aquello podría romper la proposición indecente que había hecho anteriormente. Volvió a observar, esta vez con el rabillo del ojo cómo agonizaba el ladronzuelo, y se llevó la mano a la boca; pasando la mano por esta e intentando disimular como una de sus comisuras se había levantado completamente; parecía disfrutar hacer justicia por su mano, pero no quería aterrorizar a la chavala. El peliblanco era el tipo de persona que le gustaba guardar sus apariencias ante todos, ya que sabía que aquello era moralmente incorrecto.

Astartea había preguntado ya que pensaba que el hombre se apartaría de ella en cuanto estuviera lejos de los problemas. Lejos de su pensamiento, el hombre le ofreció calmadamente un casco y ella empezó a escuchar con tranquilidad la canción. Sonríe de forma tranquila, mientras empieza a bajarlo para escuchar sus palabras.

Alguien sin embargo los interrumpe al chocar, y vais a reíros, pero nuestra demonio sabe perfectamente lo que le están haciendo.

Siempre tiene las cosas bien atadas dentro de su bolso para evitar que se las roben y seguramente, aquel hombre había quedado con la mano enganchada en cuanto hubiera agarrado la cartera. Sin embargo nuestro acompañante se movió mucho más rápido y ella detectó aquella sensación tan peligrosa para ambos, pero a la vez tan divertida.
Un fuerte olor a peligro y curiosidad.

Viendo la sangre, el terror en el hombre, la mujer se agachó y agarró aquel brazo con calma, antes de mirar al ladrón.- No te muevas, soy médico.- Ya, pero que fuera médico no quería decir que pudiera hacer algo con aquello… ¿O sí? Ante la mirada aterrada del hombre y casi de forma mágica, su brazo se volvió a unir a su cuerpo, mientras ella tocaba su hombro con calma, suspirando.- Muévelo… Así, perfecto.- Una sonrisa dulce, un acto cariñoso y tranquilo, el hombre no pudo evitar derramar un par de lágrimas al ver su brazo intacto.- No haga movimientos demasiado bruscos.- Le riñe casi de forma divertida, mientras sube sus manos por sus brazos, su cuello, se asegura de que todo esté bien.

El hombre se sonroja suavemente, y ella simplemente se queda mirándole, sacando de su bolso un pañuelo para limpiar la sangre que mancha sus manos.- Con esto deberías estar bien, ten cuidado y a la siguiente… No robes a la gente.- Ella, de espaldas al hombre que acababa de cortarle la mano, miró al ladrón fijamente. El miedo lo envolvió de pronto, mientras ella simplemente seguía quitándose la sangre, era como si de pronto hubiera pasado algo.- Créeme que yo podría haberte hecho algo peor que él.-Le guiña el ojo, se levanta, tira el pañuelo y mira calmadamente a su acompañante, que le pregunta algo sobre los ladrones.

-Oh Dark-kun, verás… Se cuidarme sola, y siempre vengo bien protegida, así que ese hombre nunca se hubiera llevado mi cartera, y era necesario llenarlo todo de sangre.- Se encoge suavemente de hombros. Con un gesto de su cabeza le indica que continúe, y luego se acercó a un hombre que había observado la escena, le susurró algo, le dio un papel y se despidió calmadamente.- Bueno, ¿qué hablábamos? -Le había dado el número del cuartel, le había dicho que llamara para que fueran a recoger al ladrón y el hombre no entendió la razón.

Hasta que cuando Astartea y Dark se alejaran, el hombre empezaría a separarse, parte por parte, poco a poco. Ahogó un grito, viendo como todo lugar que ella le había tocado se separaba ahora de su cuerpo. Sin una gota de sangre, si nada extraño, pero antes de que pudiera darse cuenta de que él mismo podía pegarlos, la falta de sangre y los nervios le hicieron perder el conocimiento.

Bueno, por partes sería más fácil que lo llevaran a la cárcel.

Conforme el chaval se retorcía y gritaba de pánico, llevó un ojo hacia la noble. Parecía que ya estaba atenta a que le habían intentado robar, y si ella no había reaccionado, significaba que quizás le habría dejado reaccionar a él. No le molestó en lo más absoluto; es más, incluso se sintió bien rebanar la mano de alguien que no tenía moral alguna. Llevó una mano hacia su cintura y continuó mirando cómo la peliblanca lo trataba. Hasta que algo raro pasó, algo que le hizo fruncir el ceño.

-Vaya, parece que hoy es tu día de suerte. - Comentó mientras estaba atento a la situación en la que se encontraban.

Dark observó con disimulo el aura de la chavala mientras le juntaba el brazo y aclamaba ser médico. Se mantenía imperturbable en todo momento, a pesar de haber hecho algo moralmente muy dudoso. Siguió haciéndolo conforme le explicaba que no necesitaba ayuda, quizás con un tono ligeramente orgulloso. "Eso no es algo que niegue" resonó en su cabeza. Simplemente intentaba ponerla a prueba, y ya le había demostrado que era una persona fuera de lo común. No con todo lo anterior, si no con qué había usado para juntarle la mano cortada al ladronzuelo. Estaba tratando como a un paciente normal alguien que le había intentado robar minutos antes. Él observaba todo cruzado de brazos, quizá refunfuñando un poco. No le parecía justo que se saliese de rositas después de sus actos.

Más tarde, una vez ya se separaron, comenzó su plan. Extendió el brazo y agarró su arma firmemente. Miró mientras se mordía el labio, y de un raudo movimiento lo cortó totalmente. Intentó hacerse el duro aguantando la respiración, pero acabó soltando un gemido y echando todo el aire hacia fuera. No había sentido nunca la pérdida de una parte de su cuerpo, y dolía de santos cojones. La sangre empezó a salir rauda y endureció la parte que le faltaba con haki para no desangrarse. Hincó la rodilla en el suelo y levantó su brazo, ofreciéndoselo a la noble. "Si reacciona normal a esto, esta chica debe encerrar algo muy raro." pensó mientras temblaba ligeramente por el dolor. Se sentía ligeramente mareado y parecía una proeza que se mantuviese de pie aguantando su postura.

-¿E-entonces puedes juntar partes? ¿Me harías una demostra-tración? - Le preguntó intentando mantener el rostro sereno, como si aquella situación hubiese sido de lo corriente.

Astartea no sabía de que si se negaba, solo tendría que depender de su regeneración para juntárselo. Cada vez sentía más curiosidad sobre lo serena que estaba en todo momento, y esto había evolucionado de un simple juego de flirteo a ver si podía perturbarla. Sin duda la actitud que tenía no era la de un médico o marine normal. Algo tenía que esconder detrás de aquella postura imperturbable. E iba a desvelarlo, costase lo que costase. Cuando algo se le metía en la cabeza, lo conseguía o lo resolvía. Una peliblanca no iba a ser obstáculo para que se saliese con la suya. "Que empiece el juego" acabó diciéndose a sí mismo mientras imitaba la postura de la chica, mantenerse sereno ante algo extremadamente bizarro.

Nuestra mujer escondía demasiadas cosas. Nuestro ángel con cuerpo de demonio era demasiado listo, demasiado peligroso, demasiado oscuro. Por eso quizás no pestañea, su expresión no cambia, simplemente mira como la sangre empieza a disminuir del corte, él está haciendo algo. Se queda pensando un instante, una sonrisa tan tétrica pinta su rostro que parece no ir con ella.- Oh… Me estás regalando un trozo de ti, que bonito.- Se lleva la mano al pecho, como si su gesto hubiera sido total y plenamente hermoso.- Pero gracias, con un dedo me sirve.- Agarra uno de los dedos y delante de sus ojos, vería una copia exacta de su dedo entre sus manos.

Solo que este poseía un símbolo inscrito, uno de multiplicación. Con toda la calma y parsimonia del mundo, como si torturara calmadamente al hombre o le molestara el hecho de que parara la sangre a su manera. Saca una bolsa, mete el dedo, lo cierra, escribe el nombre del hombre en la bolsa, saca el cuaderno y toma apuntes de aquello.- Bien, sé que tienes que tener una forma de hacerlo tú, pero lo haré.- Alza la mano antes de que empiece a ponerle excusas.- Estás cortando la cantidad de sangre por minuto, y no eres tan estúpido como para dejar que en caso de que no quiera, pierdas un brazo.- Se lo unió en un simple gesto, haciendo aparecer la marca en la unión de una suma.

Luego comenzó a subir tranquilamente las manos por todo su cuerpo, asegurándose de que todo estuviera en su sitio. Dejó pequeños toques en su hombro, en su cuello y finalmente cuando todo estuvo conectado, ella no pudo evitar sonreír.- Perfecto, ya tienes el brazo puesto y perfectamente colocado.- Y si el hombre se había dejado hacer aquello, sería entonces cuando ella se cruzaría de brazos.

-¿Algo más? Dame una razón por la que me sirva ahora de algo seguir contigo… Ya tengo lo que quería.- Se mordió suavemente la esquina del labio, entrecerró los ojos con suavidad, pensando que sin duda aquella clase de gente escondía muchas cosas.

Aunque a ella era la que más trucos le quedaban guardados debajo de la manga y nada ni nadie podía imaginárselos. Ni siquiera aquel hombre que aunque había visto como le unía el brazo al hombre, no había visto todo lo demás que le había hecho.

Y puedo prometeros que a él lo ha tocado mucho más a fondo de lo que ha tocado a ese pobre y solitario ladrón.

Evidentemente sus dudas habían sido resueltas: parecía tener alguna clase de poder que le permitía juntar partes. Con la segunda demostración con su propio brazo demostró abiertamente lo que parecía haber escondido a primera vista. Sus expresiones, la forma de actuar; todo aquello encaminaban al protagonista a que estaba más cerca de descubrir lo que realmente escondía. La forma en la que se tomaba calma y aquella sonrisa tan tétrica le animaron aún más a seguir. Si paraba en aquel momento todo lo que habría hecho no tenía sentido. Siguió observando con pausa y silencio todo lo que hacía, desde el símbolo que pegó su brazo hasta los pequeños toqueteos que fue haciendo por su cuerpo. Algo le gritó cuidado; no le estaría tocando solo para comprobar algo. Esa chica parecía dar, irónicamente, un símbolo a cada frase o acción que hacía. Le permitió que le tocase pero preparado por si tenía que endurecer su piel con buoshoku.

-Esos símbolos... - Dijo por lo bajo mientras observaba el proceso.

Tras un pequeño calambrazo, como si sus propios nervios se hubiesen conectado una vez más, notó cómo el brazo le respondía con normalidad. Lo giró brevemente en el aire y después hizo varias comprobaciones más, tanto estirándoselo como golpeando al pie de un árbol. Una de sus dudas había sido resuelta, pero gracias a aquella deducción mil más rondaban por su cabeza. Quizás podría ayudarle con lo que sentía dentro de él. Aquella voz que resonaba una y otra vez y parecía devorarle por dentro. La razón por la que se separaba de sus compañeros y se metía en más de un lío. Su búsqueda por el poder absoluto. La miró fijamente y decidió pedir ayuda, quizás ella podría hacer algo para despejar toda la incógnita de su ser.

-Nee, Astartea-chan. Siento como si tuviese otra persona dentr...

Se llevó la mano a la cabeza algo confundido, como si algo le hubiese obligado a callarse. Se tambaleó ligeramente y se apoyó contra el árbol. Cerró los ojos y su rostro se descompuso ligeramente; parecía una expresión peor a la que puso al perder el brazo. Agarró aire y se separó, abriendo los ojos y fijándose en algo que le perturbó ligeramente. Quizás por la conversación o los acontecimientos ocurridos, no se había podido dar cuenta de una fila de personas que iban una detrás de la otra con cadenas. "¿Por qué mierda hay esclavos aquí? se preguntó mientras dirigía su mirada hacia el colectivo. Intentó agarrar la mano de la peliblanca y arrastrarla con él a ver qué hacían allí. Si era una persona tan curiosa como él, le seguiría el rollo y podrían entramar dónde iban. Quizás Dark no se podría dar cuenta ya que no sabía de la naturaleza de los tenryūbito, pero si la chica se fijaba, podría ver la marca de que eran esclavos de una familia de nobles mundiales.

Que la reconociese o no, y que siguiese por el camino del chico era su elección. Él parecía muy convencido sobre ver qué pasaba.

Se acomodó calmadamente el bolso, escuchó lo que dijo y aunque el hombre no había acabado las palabras, ella supo al instante acabar lo que estaba diciendo. Alzó una ceja bastante extrañada, ya que de pronto empezó a encontrarse mal. Nuestra dama interpretó enseguida que era debido a lo que acababa de decirle, a veces esas cosas podían pasar cuando la cabeza era expuesta al estrés.

-Dark…-No pudo seguir, no pudo acabar, el tirón en su mano la desplazó sin ningún problema, sin que ella apenas pudiera poder resistencia. Nuestra dama albina comenzó a seguirle, más por inercia que por otra cosa, se encontró corriendo detrás de su figura, hasta finalmente posicionarse para ver qué demonios pasaba. En cuanto vio la marca, la expresión de su rostro comenzó a cambiar, frunció el ceño y se dio cuenta enseguida de que nada de aquello le gustaba.

Le dio un tirón a la mano del hombre, mirándole, clavando aquellos orbes de sangre en él.- Estás loco si crees que voy a meterme en problemas con esa clase de gente, no escapé de la nobleza para tirarme en su cara a la primera de cambio.- Los Von Castle eran la familia más poderosa y conocida de English Garden, luego estaba su pequeña aventura con la realeza de algunos sitios, incluidos Arabasta , Lvneel… También recuerda haberle roto el corazón a otros nobles con su boda, y asegurarse de que no todos supieran que se había quedado viuda. Aquel hombre iba a meterla en la boca del lobo de la cual ella misma había escapado al meterse en la marina.

Pero bueno, la vida estaba hecha para ser interesante y a aquellas alturas no era el mejor momento para alejarse de aquel hombre. Sabía de sobra en la clase de problemas en los que podía terminar metido.- Pero todo lo divino y satánico junto sabe que va a pasar como te deje solo…-Suspira derrotada, acabando por ponerse a su lado, al tanto de qué demonios pudiera estar pasando. Era normal traer esclavos, pero no que hicieran semejante espectáculo por mitad de las calles, normalmente guardaban cierta apariencia hasta que podían llevarlos por donde no ser vistos.

Y también solían llevar marines para asegurarse de que nada ni nadie interfirieran en aquella clase de movimientos o transacciones. Pero bueno, mejor no preocuparse demasiado de aquello y asegurarse de que no pasara nada raro que pudiera acabar con ella y una bronca.

¿La nobleza? Recordó algo que leyó en un libro hace unos meses. Hablaba sobre la crueldad de los dragones celestiales. Una casta de nobles que se habían originado antaño, con un ego tan grande que portaban esferas de cristal para no respirar el mismo aire que los demás. Cerró el puño con fuerza mientras le temblaba ligeramente y dejaba que Astartea se colocase en su lado tras decir que no lo dejaría solo. Si iba a ir con él para arrestarle o pararlo de alguna forma no lo iba a conseguir. Una vez se empeñaba en algo llegaba hasta el final, por muy costoso que fuese. Pero tenía el presentimiento que, al igual que él, la necesidad de saciar el aburrimiento y la curiosidad de la mujer de ojos carmín iban por encima de la razón. No la iba a obligar que fuese con él, pero conforme iban andando parecían dirigirse a lo que Dark había visto antes, por su estancia en la ciudad, como una subasta.

Tras seguir el grupo de esclavos notó que ya no estaban muy lejos del edificio. Dark paró por un segundo para hacer una llamada, la cual duró unos minutos. Informó sobre dónde estaba y exclamó que estaría listo en una hora. Su plan era llevárselos en la nave; no merecían ser tratados de esa forma. Le repugnaba la simple idea de que fuesen vendidos como simples objetos. Entonces su duda se resolvió del todo; abrieron las puertas de la subasta y aparecieron varios marines saliendo hacia fuera y resguardando la puerta. Miró de reojo a la chica y suspiró pesadamente.

-Aquí es donde nos separamos, Astartea. Por lo menos por tu seguridad. - Exclamó mientras se le desfiguraba poco a poco la cara y fruncía el ceño.

Su rostro ya no era el que había mantenido en toda su estancia en la isla. Algo parecía corromperlo, como si por dentro lo estuviese consumiendo. Algo que iba por encima de la razón de su ser, como si alguien estuviera moviendo los hilos detrás de él. Él no era una persona de matar a la mínima, es más, siempre tenía piedad ante la mayoría de personas que pasaban por delante de él. Conforme se iba acercando la subasta podía notarse algo desprenderse de él, como una especie de aura negra que se desvanecía en el mismo aire. Cada vez que daba un paso el suelo ante él se marcaba y agrietaba, así como las cosas que tuviera alrededor. No podía controlar de forma alguna su voluntad; si había gente débil cerca de él caían al suelo inconscientes. No pensaba en lo que podía acarrear su acción ni si la peliblanca le iba a intentar detener. En toda su cabeza resonaba la palabra "muerte". En una hora estarían ahí para recogerle en la nave, así que tenía simplemente que aguantar sesenta minutos para cumplir su deseo.

-Voy a matar a esos cabrones. - Acabó diciendo mientras abría la puerta de la subasta y entraba. Los marines que resguardaban en la entrada yacían encogiéndose de terror delante de él.

Hay momentos en los que te das cuenta de que alguien no puede mantener la cabeza fría, te das cuenta ya que normalmente tu siempre la mantienes sobre tus hombros. Es ciertamente desquiciante, casi patético, pero sabes que hay gente que no puede evitar meter el culo en una batidora y menearlo hasta que sale destrozado. Pero claro, todas y cada una de estas cosas que pasaban por la cabeza de nuestra Astartea no salieron por sus labios, al menos no hasta que se dio cuenta de que el hombre empezaba a entrar modo Berserker.

Le dijo algo sobre que no quería meterla en problemas y nuestra albina supo de sobra que aquel hombre no se había dado cuenta de la realidad, ella era el problema. Claro que ella tenía que pararle y evitar que hiciera una estupidez, fue por eso quizás que se armó de toda la paciencia del mundo.- Dark… Espero que no te enfades mucho.- En cuanto la apariencia del hombre pareció trastocar, en cuanto todo en su cabeza y en su cuerpo pareció alterarse, nuestro médico hizo aquello que había preparado con anterioridad.

-Resta…-La palabra salió de su boca, aunque no era necesario, pero era uno de esos avisos que le había hecho al hombre. El brazo unido se desprendió de pronto, la sangre volvió a correr al ser una unión no natural… Pero no era lo único que buscaría desprenderse. La mujer le había tocado el hombro a conciencia, y este también buscaría desprenderse de su cuerpo, resonando de forma sorda en el suelo, junto quizás con lo más llamativo de todo.

¿Recuerdas esa suave caricia que subía por el hombro? ¿Esa sutil forma de decirte que la estabas dejando tocarte demasiado?

¿Recuerdas las suaves caricias en el cuello? Las recuerdas quizás en el momento en el que el cuello busca separarse de tu cabeza y durante un momento todo queda suspendido en el aire. Si eres listo, si no te ha entrado el pánico o si esa mirada de demonio no te ha alterado todo, te das cuenta de los símbolos de restar que han aparecido en las piezas originales. En el brazo que te cortaste ya no hay nada, pero algo nos dice que tienes tu propia forma de encargarte de todo esto.

Astartea solo está allí donde la dejaste, de brazos cruzados, alzando una ceja de forma desafiante y esperando que decidas dejar de hacer el idiota. Hay cosas peores en esa subasta que ella.

-¡¿Qué haces?! - Gritó de forma ahogada. Aquella ni siquiera parecía su voz. Se colocó la cabeza como pudo y, con la única mano, se ató el cuello ayudándose de la boca. Ignoró las demás partes en el suelo.

Los hombres que temblaban al lado de él se cayeron del todo. No le había dado tiempo a abrir la puerta, pero esta se había partido por la mitad sólo con su voluntad. Agarró su espada y esta empezó a transformarse en oscuridad pura; estaba dejándole drenar su propio haki. Partió por la mitad a cada uno de los marines inconscientes e hizo un círculo con el arma en el aire, como dibujando algo. Después apuntó hacia Astartea y se preparó para tirarle una onda. Empezó a acumular energía en el filo mientras sonreía tétricamente; parecía que algo había hecho click en él. Dejar fluir todo su haki de forma descontrolada, y no tener que reprimir su presencia le hacía sentir bien. Le hacía sentir poderoso. El poder era lo único que podía llenarle por dentro. Él se negaba a admitirlo, pero era la cruda verdad. Levantó el arma una vez más levantando sus comisuras y enseñó los dientes mientras le temblaba la mandíbula. Le daba igual que perdiese la cabeza, que tuviese símbolos de restar o sumar. Si la mataba el poder de su fruta se desvanecería. Y él no tenía ningún problema en matar a nadie en aquel momento. Cerró los ojos por un momento mientras cogía aire.

-No, esto no está bien. Quizás no me ha parado para joderme. Quizás me ha parado para ayudarme. Si mato al tenryubito puede aparecer un almirante de la nada...

-¿Tú crees? Podría matarte ahora, no deberías de confiar en ella.

-Esto no es una cuestión de confiar o no. Me estoy dejando llevar por ti.

-La forma más rápida de ganar poder es matar gente con la que creas vínculos.

Abrió los ojos y giró el arma, soltando la onda hacia un lado. Esta partió varios edificios en cadena por la mitad. Se llevó la única mano que tenía a la cabeza y se colocó de rodillas. Miró hacia los lados y observó a los dos marines agonizando. Se llevó la mano a la boca y comenzaron a salir lágrimas de su rostro. Se sentía avergonzado, y sobretodo, con una rabia hacia él mismo increíble. Levantó la mano dejando caer la espada y miró una vez más a la mujer de hebras cenicientas. No podía mirarla directamente a los ojos, y menos después de haber demostrado quién era en realidad. Sabía que la había cagado con ella; ahora huiría como cualquier otro que lograba conocerle mínimamente. Se quedó cabizbajo mirando el suelo agrietado y levantó la voz, lo suficiente como para que pudiese escucharle.

-Detenme. - Acabó ordenando. Si no lo hacía ella lo haría la gente que estaba dentro de la subasta.

Debería de haber tenido miedo, temblado, quebrado, dejar que aquel terror que sentían todos la acabara por asfixiar. Había tantas cosas que debería de haber sentido, pero como siempre, Astartea las retiene apretando los puños, tragando grueso y recordándose eso que sabe de sobra.

No hay forma de que alguien como ella viva demasiado, y si su vida acababa allí, no dejaría que nada ni nadie agachara su cabeza de aquella manera.

No había matado a tanta gente a lo largo de su vida como para que lo consiguieran, no había luchado tanto a lo largo de los años para que la doblegaran. Nada ni nadie conseguiría destruirla, nada ni nadie sacaría sus miedos a flote. No amenazándola con una muerte que le susurra al oído todos los días y todos los noches.

-Si crees que tu demostración me asusta, te diré una cosa.- Sus orbes del color de la sangre mantuvieron el tipo, dio un paso al frente sin apartar la mirada o el gesto.- No sabes qué clase de marine estoy hecha.- Le dijo la realidad, lo que era, chasqueó los dedos y dejó que su akuma se desactivara, devolviéndole los trozos  que antes había perdido. Uno de los guardias se acercó apresurado a ayudarla, alejaron la espada del hombre y ella colocó su mano para ayudarle a levantarse.- Colabora… Algo me dice que no soy rival para ti, pero no quiero que mates a más gente.- Agarró la espada, le hizo un gesto al hombre y le dijo que ella se encargaría de aquello.

Estaba siendo realista, por mucho que le encantara esposarlo, ponerle un par de grilletes y darle una tunda, aquel hombre podría arrancarle la cabeza de una palmada. Y aunque volvemos a decir que la idea de morir le da igual, se supone que tiene que evitar lo principal, y es que siga matando a gente.

-Sé que después de decirte que soy marine es complicado, y Dios sabe que no quiero romper las reglas contigo, pero también sé que si te sigues descontrolando morirán personas inocentes, yo entre ellas.- Quitando el matiz de que no era para nada inocente, estaba llegando al punto principal de todo aquello.- ¿Confías en mí?... Al menos para sacarte de aquí, y date prisa, antes de que tu yo malvado decida que le apetece rajarme de nuevo.- Alza una ceja, esperando la aprobación del hombre, si no y por si acaso, nuestra dama volvería a pasar su mano con calma por la espalda del hombre.

-Creo que... Perdí la memoria voluntariamente... - Dijo en voz vaga mientras se apoyaba en la marine. Quizás aquello ello no lo entendería, ni tampoco era su intención; se lo estaba diciendo a él mismo.

No sabía si dejaría que se apoyase en su hombro, pero en aquel momento necesitaba algo en lo que confiar. Le dolía haberla traicionado de aquella forma, pero ni siquiera sentía que era él. Había mencionado de que era marine, y de que podía morir gente inocente. "Genial. Cuando había dicho que me detuviese, quizás no me refería al sentido exacto de la palabra." pensó mientras intentaba apoyarse en ella. El haber hecho el click y la sangre que había perdido al separársele la parte le habían debilitado bastante. El marine pareció agitarse cuando se acercó a la peliblanca, pero no tardó en sucumbir al haoshoku de Dark y caer al suelo inconsciente. Miró a los dos cadáveres y el edificio que había partido. De hecho, estaban sonando sirenas por toda la isla. Si les pillaban iba a tener que usar la fuerza para salir de ahí, pero tenía que mantenerse un rato más descansando.

-Nee, Astartea-chan... Lo siento. Quizás soy una persona demasiado complicada. Sé que parecerá una excusa, pero esto no me había pasado antes. No por lo menos desde que perdí la memoria... - Le explicó mientras intentaba no mirar el destrozo. - Sí, confío en ti. Podrías haber huido, podrías haberme delatado o haberme parado en seco con tu akuma. Pero decidiste no hacerlo. Y yo admiro tu valía, o como quieras llamarlo. - Acabó diciendo.

¿Tenía que sentir miedo en confiar en alguien que no fuese Xiba o Sharp? Algo dentro de él se revolvía completamente. Parecía intentar contenerlo, pero se le podía notar confusión en el rostro; como la de un cachorrillo que acababa de ser separado de su madre. De ella dependía que le ayudase a salir de ahí, y si era una persona de palabra, lo haría. No tenía que meterse en asuntos ajenos. ¿Y por qué cojones le tenían que importar unos esclavos? ¿Por qué se tuvo que poner de esa forma? Los brazos le temblaban conforme se hacía aquellas preguntas. De hecho, todo le temblaba. Tenía miedo de él mismo, o de lo que podía llegar a hacer. Él había entrenado para usar su fuerza para ayudar a los suyos, no para matar marines que estaban de guardia. O para destrozar viviendas.

-Necesito que me ayudes. Quizás con tu akuma podemos hacer algo. - Acabó proponiendo.

-No eres tan complicado… Creo que simplemente has pasado por demasiadas cosas, y tu cuerpo y tu cerebro están actuando de mala manera ante ellas.- Quizás no era la más adecuada para hablar de aquello, aunque fuera médico, aunque fuera psicóloga, ella misma tenía demasiados problemas , demasiados miedos, demasiadas inseguridades.

Pero todas y cada una de ellas estaban enterradas bajo la cantidad adecuada de mentira y destrucción. Sobre una capa de oscuridad, soledad y dolor lo suficientemente grande como para que nada ni nadie sea capaz de ver debajo de ella. Era una mentira con patas, peor que cualquier personalidad doble, peor que cualquiera enfermedad que pudiera justificar la cantidad de problemas que tenía realmente. Sin embargo no podía culpar a aquel hombre por romperse y matar a gente en aquella situación, ella había segado la vida de cientos de personas en un arrebato similar.

Todo para hacerse más fuerte, todo bajo la excusa de que era mala gente, pero seguían siendo vidas, seguían siendo gente.

-Poco aprecio a mi vida.-Admite, con algo parecido a una sonrisa leve, mientras corte la hemorragia de su brazo, mientras piensa que esa es la razón de todas sus decisiones, de todos sus errores.- No viviré demasiado… Así puedo permitirme vivir al máximo, y ahora no te muevas.- Cerró los ojos y siguió deslizando su mano por su costado, cerrando los ojos para concentrarse, para asegurarse de que aquello funcionaba realmente. Poco a poco Dark vería como su tamaño se reducía, y antes de que se diera cuenta, era del tamaño de una figura de acción.- Vale… Por eso te dije que confiaras en mí, pero pórtate bien, tu fuerza sigue siendo la misma en ese tamaño.-Lo dejó dentro de su bolso para que no llamara demasiado la atención y salió de allí rápidamente.

No paró de correr hasta que llegaron de nuevo al puerto, hasta que finalmente la brisa marina le dio una bofetada y su respiración se cortó de forma brusca. Maldita sea, ella no estaba acostumbrada al ejercicio, era más una asesina entre las sombras, un verdugo, un jodido ratón de librería si te ponías muy fino con las palabras. Abrió el bolso, antes de mirarle, suspirando con cansancio mientras se sentaba en un banco.- Siento el viaje movido… Pero fue lo que se me ocurrió con todo el revuelo que habías causado.-Lo dejó en el asiento, antes de chasquear los dedos para quitar el símbolo de restar y dejar que volviera a su tamaño normal.

-¿Todo bien?...-Pregunto con algo de duda, bueno, todo lo que pudiera estarlo claro.

Le había acompañado lo suficiente como para que no fuese un peligro estar por ahí. Las sirenas seguían sonando y parecían advertir del ataque contra un tenryubito. Escondieron la identidad de éste en el mensaje, casi como que no quisieran que la isla se enterase de que estuviera ahí. Pero tanto él como la peliblanca habían visto el grupo de esclavos con la marca. Y entre el transtorno de Dark, los pocos segundos que abrió la puerta de la casa de subastas, pudo ver aquellos cascos transparentes tan característicos.

-Han tirado un edificio encima de la casa de subastas tras matar a varios marines que resguardaban en la puerta. Creemos que el culpable es Dark E. Satou, desaparecido durante nueve años. Ex-vicealmirante. Cualquiera que encuentre a alguien con el brazo derecho distinto, que llame a la marine inmediatamente.

La grabación sonaba en bucle y toda la isla parecía agitarse. Se sacó la gabardina para ponérsela por encima y así tapar su brazo. Sólo viéndole la cara parecían pasar de él los marines que corrían de arriba para abajo. Se quedó pensando en cómo salir de la isla sin ser visto y, entre aquel debate interior, Astartea pareció dedicarle unas palabras. No parecía tener la sonrisa amplia de la cual siempre presumía. Era más pesada, casi como forzándola. No podía culparla de sentirse así, y menos después de haberla intentado matar en un arrebato. Bajó la cabeza y siguió escuchándola.

-¿Que te queda poco por vivir? - Le preguntó algo confuso.

¿A qué se refería con eso? A la cantidad física de edad por algún problema... ¿O por su actitud? De la forma como hablaba, quizás sería más por cómo actuaba. Le había ayudado a escapar de su cagada enorme, intentar matar a un tenryubito. Se llevó la mano al pecho y agarró la esmeralda que tenía encima. Por mucho que no le gustase admitirlo, una persona ajena a sus amigos lo había protegido. Y volvería a hacerlo, esta vez reduciendo su tamaño. No puso resistencia ninguna y se dejó meter en el bolso, para después ir dentro chocándose cada dos por tres. Parecía estar corriendo y desde fuera, tenía que dar la pinta de que estaba sola. Aquella chica le acababa de salvar de una forma que quizás ni entendería. O sí, debía hacerlo. Arriesgarse de esa forma sin pensarlo era algo estúpido. Y ella no parecía un tipo de persona que se dedicase a hacer estupideces. Una vez dejó de sonar tanto barullo y pasos hacia todos los lados, lo sacó del bolso y liberó el control de su fruta sobre él. Después se disculpó por el viaje y le acabó preguntando si todo estaba bien.

-¿Que si yo estoy bien...? Parece que se te van a salir los pulmones... - Dijo mientras miraba hacia un lado; era una persona que le costaba dar mucho las gracias, pero podía vérsele rojo como un tomate. - Nee... Gracias. - Acabó diciendo.

Se quitó la gabardina y levantó el brazo dracónico, aseñalando hacia el astillero. Había pensado en un plan y gracias a que le había enseñado que podía volverlo más pequeño podría ayudarle una vez más. Le iba a dar dos elecciones, y tenía que elegir por sí misma si iba a ayudarle una última vez.

-Vale, Astartea-chan. Me has ayudado mucho y te quiero dar las gracias de corazón. Sé que lo he dicho dos veces, pero esto es bastante importante para mí. - Explicó otra vez evitando la mirada, aquellos ojos carmín no iban a dejarle concentrarse. -Tengo dos opciones. Te doy cinco millones de berries y le ofreces a aquellos navegantes que nos dejen irnos con ellos y que decidiremos el destino. En este caso me quitarás el brazo con tu fruta, el dracónico, y lo guardarás hasta que estemos en alta mar y sin peligro. - Paró para tomar aire brevemente mientras pensaba en qué pasaba si perdía el brazo, aquello le horroizaba... - La otra es, si no quieres acompañarme, cosa la cual me fastidiaría... Es que me vuelvas otra vez pequeño y, cuando me haya colado en el barco desactives el control de tu fruta una vez haya pasado el horizonte. Yo me encargaré de esconderme bien. - Volvió a tomarse esta pausa, para decirle lo último; estaba hablando demasiado y no le estaba dejando hablar a ella. - Lo último es que me gustaría conocerte. Creo que tú también estás sufriendo de alguna forma y me gustaría devolverte el gran favor que me has hecho tú ahora. Sé que no será muy de ayuda, pero soy psicólogo. Te dejo la oferta ahí. Si no quieres ahondar en tus problemas, me serviría con que pasásemos unos días juntos. Me encantaría saber más de ti. - Acabó diciendo.

Menudo monólogo se había marcado. Ya sabía bien la respuesta que le iba a dar, y esperaba equivocarse. Era muy raro que después de sus acciones ella tomase la decisión de acompañarle para conocerse mejor.

Astartea era una persona complicada, lo gente lo sabía y aunque se encandilaban de ella rápidamente solían retirarse de la misma forma. Cuando llegaba el momento en el que las capas se caían y esa forma retorcida de ver el mundo brillaba en los ojos, la gente dejaba que el miedo estrangulara cualquier cosa buena que ella pudiera tener.

Entonces el miedo de ellos la escondía, y la buena de Tea se perdía en aquellas plumas negras, en aquellas heridas, en aquellas alas rotas y no veías nada de ella, salvo lo que convenientemente quería mostrarte. Dependía del momento, de la situación, quizás ese ángel que se esconde al comienzo o ese demonio que destroza sin miramiento, la humana que esconde temores y miedos, o la todopoderosa marine que no teme nada.

¿Cómo va a tener miedo de algo que conoce tan bien? ¿Cómo va a tener miedo a la muerte cuando la abraza, la besa y la duerme cada noche? Es lo único eterno que lleva con ella desde el momento que nació y es lo único que sabe que nunca va a abandonarla.

Esa pregunta hace que encoja los hombros, que apoye la espalda en el banco y que sus ojos miren el cielo que comienza a pintarse de noche. La luna comienza a salir, y es quizás el embrujo de la luna perdiéndose en su cabello, pero Astartea siempre tiene un aire diferente rodeándola al caer la noche.- Bueno… No es como si los marines viviéramos demasiado.- Tira por ese lado, mientras se levanta del banco, escuchando sus palabras sobre su aliento, no dice nada, no puede negar que su estado físico no es el mejor.

El agradecimiento le hizo alzar una ceja, sonreír levemente y negar, antes de que el hombre entrara en ese estado de jefe de nuevo. Le habló sobre las opciones, y la realidad fue que ella las escuchó, siendo consciente de que no podía dejarlo solo. Si de verdad era el ex-vicealmirante, si de verdad había perdido la cabeza o algo, no podía dejar que de nuevo acabara matando a alguien al azar. Al menos ella tenía formas originales de defenderse de toda aquella locura.

-No intentes psicoanalizarme, si lo intentas, seré yo la que destruya tu mente primero…-Una sonrisa torcida, ligeramente oscura y perdida pinto sus labios, y mientras estos se curvaban la sangre de sus ojos pareció moverse con burla.- Y puedo decirte que soy realmente buena en ello.- La mejor, sin duda, y quizás por eso no iba a separarse de él de momento, tenía su bolso con ella y todo lo que podía llegar a necesitar. Así que tomó su opción, los cinco millones y se aseguró de no perder de vista a su presa más grande hasta el momento.

Quizás el mar cambiara las cosas a su favor.