Dark Satou
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Al final el plan había salido como deseaba. Astartea le había ayudado a llegar hasta el barco y había pagado los cinco millones para poder usarlo con libertad. Ante tal noticia todos los tripulantes se encontraban muy felices, con un júbilo increíble. Decidieron hacer una fiesta aquella noche para invitarles a un gran banquete, pero se quedó en su camarote leyendo hasta la noche. No aguantaba las aglomeraciones tan felices, y menos como se sentía ahora. Una vez se hizo el alba y dio paso a la medianoche, dejó de escuchar ruidos y vio cómo las luces dejaban de reflejarse en las olas. Aprovechó para subir a la cubierta con el mayor sigilo posible y se dirigió hacia la barandilla del lado de la proa.
La noche en alta mar le parecía muy bonita. No sólo el oleaje golpeando contra el barco que le relajaba escuchar; también ver la luna en todo su esplendor. Las estrellas relucientes y el reflejo del satélite contra el agua. Los del barco ya estaban durmiendo tras una gran fiesta celebrando los cinco millones de berries, y habían apagado casi todos los candiles. Sólo quedaba uno que estaba al lado de él que soltaba una luz cálida, contrastando con la de color frío que salía de su brazo dracónico. Estaba sentado en la baranda mientras agitaba las piernas y miraba hacia el horizonte contemplando el cielo. No llevaba la gabardina puesta, simplemente estaba con una camiseta de tirantes que había cogido por ahí, pudiendo notarse el tatuaje del brazo. En el otro sin embargo, no le gustaba enseñar la unión del antebrazo dracónico con el resto, ya que no era muy bonito de ver. Había escamas superpuestas por su piel y a cualquier persona aquello le daría repelús verlo. Pero era parte de su identidad. Era Dark, el que ahora tendría una recompensa astronómica por su cabeza. Se hundió la cara entre las palmas de su mano y empezó a deprimirse.
Era la primera vez que había cometido un mal en sí. Y ahora su vida no iba a ser la misma; tendría que preocuparse por cazarrecompensas, por la marine en sí… O lo que más le preocupaba, la opinión de Xiba y Sharp. Quizás Sharp se alegraría y le diría lo bien que lo había dicho, pero Xiba era un monje, y estos buscaban la paz por encima de todo. Levantó la cara un poco y se llevó la mano al bolsillo, sacando el casete. Estiró los cables y los desenredó, colocándose los cascos y apretando los botones del aparato. Adelantó la cinta hasta que logró encontrar la canción que quería. Empezó a escucharla y a menear la cabeza mientras dirigía la vista una vez más al horizonte. Cada vez que se sentía mal, o triste, recurría a esa canción. Le hacía sentirse bien, e incluso recordaba vagamente un nombre cada vez que sonaba la melodía. Louise, ese era el nombre. No sabía ni cómo ni por qué, pero se le venía ese nombre a la cabeza. Sonrió y dejó de cuestionarse qué le iba a pasar. Había gato encerrado en sus recuerdos a los cuales no tenía acceso, por mucho que pensase.
La noche en alta mar le parecía muy bonita. No sólo el oleaje golpeando contra el barco que le relajaba escuchar; también ver la luna en todo su esplendor. Las estrellas relucientes y el reflejo del satélite contra el agua. Los del barco ya estaban durmiendo tras una gran fiesta celebrando los cinco millones de berries, y habían apagado casi todos los candiles. Sólo quedaba uno que estaba al lado de él que soltaba una luz cálida, contrastando con la de color frío que salía de su brazo dracónico. Estaba sentado en la baranda mientras agitaba las piernas y miraba hacia el horizonte contemplando el cielo. No llevaba la gabardina puesta, simplemente estaba con una camiseta de tirantes que había cogido por ahí, pudiendo notarse el tatuaje del brazo. En el otro sin embargo, no le gustaba enseñar la unión del antebrazo dracónico con el resto, ya que no era muy bonito de ver. Había escamas superpuestas por su piel y a cualquier persona aquello le daría repelús verlo. Pero era parte de su identidad. Era Dark, el que ahora tendría una recompensa astronómica por su cabeza. Se hundió la cara entre las palmas de su mano y empezó a deprimirse.
Era la primera vez que había cometido un mal en sí. Y ahora su vida no iba a ser la misma; tendría que preocuparse por cazarrecompensas, por la marine en sí… O lo que más le preocupaba, la opinión de Xiba y Sharp. Quizás Sharp se alegraría y le diría lo bien que lo había dicho, pero Xiba era un monje, y estos buscaban la paz por encima de todo. Levantó la cara un poco y se llevó la mano al bolsillo, sacando el casete. Estiró los cables y los desenredó, colocándose los cascos y apretando los botones del aparato. Adelantó la cinta hasta que logró encontrar la canción que quería. Empezó a escucharla y a menear la cabeza mientras dirigía la vista una vez más al horizonte. Cada vez que se sentía mal, o triste, recurría a esa canción. Le hacía sentirse bien, e incluso recordaba vagamente un nombre cada vez que sonaba la melodía. Louise, ese era el nombre. No sabía ni cómo ni por qué, pero se le venía ese nombre a la cabeza. Sonrió y dejó de cuestionarse qué le iba a pasar. Había gato encerrado en sus recuerdos a los cuales no tenía acceso, por mucho que pensase.
Astartea Shikei
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Las cosas habían ido bastante bien. Desde el primer momento en que Astartea había entrado en el barco todos y cada uno de los hombres habían actuado como caballeros con ella, y no se había quejado del trato. Le habían dejado el camarote individual, habían respetado su espacio y ella a cambio había ayudado con algún que otro problema médico que alguno pudiera tener en el camino. Al final entre una cosa y otra había caído la noche y ella se había preparado para dormir.
Sorpresa, no lo había conseguido.
Se había vestido con un fino camisón blanco de tirantes, largo y fresco, se abrazaba a su figura y quizás dejaba algo a la imaginación, pero ella siempre había buscado estar cómoda en aquellas situaciones, el resto no le importaba. Tal vez por eso agarró un chal blanco cuando decidió ver si el aire del mar la calmaba. Se pasó la tela por los hombros, la cerró en el pecho y salió a caminar descalza. La oscuridad era rota por la luna, y no pudo evitar sonreír en cuanto la vio brillar para ella. Era una extensión suya, como si la plata de sus cabellos y el brillo del astro se fundieran y mezclaran, como si su piel se entrelazara, y no hubiera nada más.
Astartea siempre había sido una luna demasiado misteriosa, Annabelle siempre había sido un cálido sol, en aquellas noches frías y hermosas, sin duda extrañaba su calor.
Volvió a la realidad cuando se dio cuenta de que no estaba sola, la luz parpadeante de una llama la devolvió a la tierra, y mientras se cruzaba de brazos se acercó tranquilamente a su compañero de viaje.- Veo que no soy la única que no consigue dormir esta noche.-Aunque nuestra marine era sigilosa, sabía de sobra que aquel hombre podría escucharla, sin embargo no le importó demasiado, es más por ello se había asegurado que la escuchara al tocar suavemente su hombro al pasar por su lado. Luego se colocó al otro lado de aquel faro y perdió sus ojos de rubí en el mar.
La luna y el mar se mezclaban hasta cierto punto, uno dominado por el otro, perdido y enamorado, necesitado. Astartea se preguntó si alguna vez encontraría alguien así, pero entonces recordó algo aún más peligroso todavía. El mar era sin duda aquello que más fácilmente podía matarla.
-Es una noche demasiado bonita como para que tengas esa cara de deprimido y esos morros, vamos…- Le mira de reojo, sabiendo que está perdiendo en lo acontecido en la isla que están dejando atrás. Nuestra dama no necesita ser una buena psicóloga para saber que aquel chico tiene demasiadas cosas en la cabeza, buenas y malas y que un gran porcentaje de ellas se está encargando de matarlo por dentro.
La cosa era si tendría la capacidad de domar y dominar sus demonios o si simplemente sería reducido por ellos hasta que no dejaran atrás más que un cadáver. Tal y como ella había hecho hacía años.
Sorpresa, no lo había conseguido.
Se había vestido con un fino camisón blanco de tirantes, largo y fresco, se abrazaba a su figura y quizás dejaba algo a la imaginación, pero ella siempre había buscado estar cómoda en aquellas situaciones, el resto no le importaba. Tal vez por eso agarró un chal blanco cuando decidió ver si el aire del mar la calmaba. Se pasó la tela por los hombros, la cerró en el pecho y salió a caminar descalza. La oscuridad era rota por la luna, y no pudo evitar sonreír en cuanto la vio brillar para ella. Era una extensión suya, como si la plata de sus cabellos y el brillo del astro se fundieran y mezclaran, como si su piel se entrelazara, y no hubiera nada más.
Astartea siempre había sido una luna demasiado misteriosa, Annabelle siempre había sido un cálido sol, en aquellas noches frías y hermosas, sin duda extrañaba su calor.
Volvió a la realidad cuando se dio cuenta de que no estaba sola, la luz parpadeante de una llama la devolvió a la tierra, y mientras se cruzaba de brazos se acercó tranquilamente a su compañero de viaje.- Veo que no soy la única que no consigue dormir esta noche.-Aunque nuestra marine era sigilosa, sabía de sobra que aquel hombre podría escucharla, sin embargo no le importó demasiado, es más por ello se había asegurado que la escuchara al tocar suavemente su hombro al pasar por su lado. Luego se colocó al otro lado de aquel faro y perdió sus ojos de rubí en el mar.
La luna y el mar se mezclaban hasta cierto punto, uno dominado por el otro, perdido y enamorado, necesitado. Astartea se preguntó si alguna vez encontraría alguien así, pero entonces recordó algo aún más peligroso todavía. El mar era sin duda aquello que más fácilmente podía matarla.
-Es una noche demasiado bonita como para que tengas esa cara de deprimido y esos morros, vamos…- Le mira de reojo, sabiendo que está perdiendo en lo acontecido en la isla que están dejando atrás. Nuestra dama no necesita ser una buena psicóloga para saber que aquel chico tiene demasiadas cosas en la cabeza, buenas y malas y que un gran porcentaje de ellas se está encargando de matarlo por dentro.
La cosa era si tendría la capacidad de domar y dominar sus demonios o si simplemente sería reducido por ellos hasta que no dejaran atrás más que un cadáver. Tal y como ella había hecho hacía años.
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Estaba perdido con la mirada fija en el horizonte, disfrutando de la música que salía del casete. No tenía el mantra activado ni sentía la necesidad de tenerlo; lo único que le pedía su corazón en aquel momento era ser normal. Agitaba la cabeza de vez en cuando al compás de la canción, y tarareaba en ocasiones el ritmo de la música. Su mente era de lo más curiosa: a pesar de no tener ningún recuerdo de su pasado más que el de un nombre, podía sentir en lo más profundo de su ser aquellas melodías. Dark podía estar totalmente distraído en aquel momento, quizás encerrado en su propio mundo. Y lo demostró rápidamente al notar algo rozar su brazo, quizás con la suavidad de una pequeña brisa que agitaba unas cortinas de seda. Aquello lo alarmó, gritando un pequeño: —¡Ah!—, y perdiendo el equilibrio totalmente. Se abalanzó hacia delante, pero rápidamente agarró la baranda con una mano. Tenía todo el cuerpo fuera de la cubierta, a lo cual se subió impulsándose con facilidad. Si era algún pasajero lo habría insultado en aquel momento con certeza, pero simplemente reaccionó abriendo ligeramente la boca.
—Es una noche demasiado bonita como para que tengas esa cara de deprimido y esos morros, vamos… —Le dijo Astartea, mientras lo miraba de reojo.
La observó brevemente. No sólo parecía que la misma luna se reflejaba en sus hebras blanquecinas; la luz del farol contrastaba con la de su piel, que también era especialmente pálida. Sonrió brevemente y agarró el faro con la mano izquierda, para ponerlo a su derecha y acercarse más a ella. Agitó brevemente los pies y se quitó los cascos del todo, guardándolos con cuidado en uno de los bolsillos auxiliares de su pantalón. Después imitó su gesto y la miró de reojo, intentando no fijarse demasiado en su camisón. A pesar de estar tapado por un chal, quizás mirarla de más podría enviarle el mensaje erróneo. Y no es que no le gustase lo que estaba viendo —de hecho, quizás estaba ligeramente sonrojado; su piel también pálida le delataba al momento con un pequeño sonrojeo por todos los pómulos—, si no que no quería ser irrespetuoso con ella.
—Uf, ha sido un día duro —confesó mientras dejaba soltar un largo suspiro—. No llevo demasiado bien lo de matar todavía. No es la primera vez que lo he hecho, y dios sabe bien que una vez decidí explorar los mares me condené a arrebatar más vidas…
Colocó la mano en la baranda y volvió a dedicarle otra mirada, girando totalmente la cabeza hacia ella. Quizás si se hubiesen conocido en otras condiciones ahora le habría invitado a beber algo y habría intentado cortejar con ella. Pero aquello sería un insulto, e incluso le sentaba mal quizás pensar en una situación así. Veía cómo el viento le agitaba el cabello y entre todo lo blanco, destacaban sus dos rubíes. Él también compartía, tanto en uno de sus ojos como en el pelo, los colores. Soltó una pequeña y silenciosa carcajada ante las probabilidades de que aquello fueran posibles y volvió a dedicar la vista al horizonte. Pensaba que pasaría la noche sólo ahí, y no estaba preparado del todo como para tener contacto con otra persona. Pero quizás su interior quería abrirse en aquel momento y no callar, como solía hacer. Le apetecía tener una entrañable conversación bajo la luz de la luna con alguien a quien apreciaba.
—Nee, Tea-chan, ¿por qué no puedes dormir? —Le acabó preguntando, mientras sonreía vagamente. Parecía interesado y extrañamente alegre de que le hiciese la peliblanca compañía en ese momento.
Astartea Shikei
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Pestañea lentamente, sorprendida por todo el revuelo que ha causado. Pues no, no la han notado llegar y sabe que es buena siendo sigilosa pero esta vez no buscaba serlo, así que el chico debía de estar perdido en sus cosas realmente. Nuestra señorita se cruza de brazos, dudando un momento de si ayudarlo o puede encargarse solo de todo aquello. Finalmente lo ve recuperarse y sonríe.- Bien, no voy a tener que justificar tu asesinato, hubiera sido raro teniendo en cuenta la situación.- Sonríe ligeramente divertida, mientras le mira acomodarse tranquilamente.
Nota su sonrojo, pero no dice nada al respecto, simplemente se queda en su posición, pasando a mirar el mar y el cielo. Es una manera que tiene de abstraerse, pero a la vez sabe de sobra que no puede ignorar las palabras del joven a su lado.- Todo es cuestión de perspectiva, de cómo te toma las cosas y como decides que estas te afecten, yo hace tiempo que deje de preocuparme por eso.-Era médico, pero había segado vidas desde que tenía uso de razón y no os miento si os digo que actualmente no sabe si ha salvado más vidas de las que ha segado, sea como sea, ahora mismo están hablando del pirata.
Hasta que el pirata decidió lo contrario y nuestra dama frunce ligeramente el ceño, alzando luego una ceja ante sus confianzas.- No recuerdo haberte dado permiso para que me llames Tea, mucho menos Tea-chan.- Era algo demasiado personal, actualmente solo había dos personas que podían llamarla así y Dark no era ninguna de ellas.- Los fantasmas no me dejan dormir esta noche, cosas que pasan.- Eso no era cierto, nunca había tenido remordimientos como para no poder dormir, es más, nunca ha tenido remordimientos sobre ningún tema en general. Pero era una buena manera de resumir el que su mente trabajara más que su cuerpo aquella noche.
-Digamos que tengo la mente acelerada, ando pensando en muchas cosas y eso impide que pueda dormir, trabajo demasiado.- Esa era una verdad como un templo, como un castillo, como una isla. Vivía por y para su trabajo y no me refiero especialmente a la marina. La medicina ocupaba el cien por cien de su vida y no había otra cosa que se encontrara en su mente en aquel momento.
Su método para evitar pensar en la gente que le importaba, su método para alejar las tonterías de su mente, su forma de vivir la vida.
Nota su sonrojo, pero no dice nada al respecto, simplemente se queda en su posición, pasando a mirar el mar y el cielo. Es una manera que tiene de abstraerse, pero a la vez sabe de sobra que no puede ignorar las palabras del joven a su lado.- Todo es cuestión de perspectiva, de cómo te toma las cosas y como decides que estas te afecten, yo hace tiempo que deje de preocuparme por eso.-Era médico, pero había segado vidas desde que tenía uso de razón y no os miento si os digo que actualmente no sabe si ha salvado más vidas de las que ha segado, sea como sea, ahora mismo están hablando del pirata.
Hasta que el pirata decidió lo contrario y nuestra dama frunce ligeramente el ceño, alzando luego una ceja ante sus confianzas.- No recuerdo haberte dado permiso para que me llames Tea, mucho menos Tea-chan.- Era algo demasiado personal, actualmente solo había dos personas que podían llamarla así y Dark no era ninguna de ellas.- Los fantasmas no me dejan dormir esta noche, cosas que pasan.- Eso no era cierto, nunca había tenido remordimientos como para no poder dormir, es más, nunca ha tenido remordimientos sobre ningún tema en general. Pero era una buena manera de resumir el que su mente trabajara más que su cuerpo aquella noche.
-Digamos que tengo la mente acelerada, ando pensando en muchas cosas y eso impide que pueda dormir, trabajo demasiado.- Esa era una verdad como un templo, como un castillo, como una isla. Vivía por y para su trabajo y no me refiero especialmente a la marina. La medicina ocupaba el cien por cien de su vida y no había otra cosa que se encontrara en su mente en aquel momento.
Su método para evitar pensar en la gente que le importaba, su método para alejar las tonterías de su mente, su forma de vivir la vida.
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Frunció el ceño cuando dijo de que no le había dado permiso para llamarla así. Suspiró pesadamente e intentó no ofenderse, en parte tenía razón. Tampoco se conocían demasiado como para tomarse la libertad de llamarle de forma amistosa, pero sentía que podían tener la suficiente confianza como para permitir un pequeño apodo. Se encogió de hombros y continuó escuchándola atentamente mientras la miraba de reojo. ¿Que trabajaba demasiado? Menuda putada. Él no trabajaba, si no más bien solía estudiar sobre el mundo y la historia del mismo. Su gran objetivo, a parte del nuevo de huir de la marine y cazadores, era investigar sobre el siglo vacío.
—Gracias por salvarme antes, Astartea-san. —Dijo enfatizando el san mientras se cruzaba de brazos—. Ahora dime, si no te importa... ¿Qué fantasmas te atormentan? Supongo que ya hemos hablado demasiado de mí en todo el día, y no sé casi nada de ti.
Se sacó un paquete de tabaco del bolsillo y le ofreció uno. Independientemente de que lo cogiese o no, se puso uno en la boca y se lo encendió usando la mano por encima para parar el viento. Pegó una larga calada y echó todo el humo hacia fuera, mirando hacia la luna. Después dejó de estar sentado en la baranda, girándose en su propio eje y bajando de un salto hacia la cubierta. Se apoyó con el codo en la estructura y la miró fijamente. Sentía curiosidad por los secretos que ocultaba la chica, pero sentía de que no iba a desvelarlos tan fácilmente. Él también tenía los suyos, pero la ironía es que no podía desvelarlos por sí mismo. Los temas de memoria eran tan complejos que no podían arreglarse por métodos convencionales.
—¿Tú crees que hay alguna solución práctica a la amnesia? Porque yo, en toda mi carrera de psicólogo, todavía no he encontrado ninguna que el tiempo. Pero ya... —Tomó una pequeña pausa en la que bajó la cabeza y separó el cigarro de su boca— Es que son seis años ya, ¿sabes?
Llevaba mucho tiempo ignorando el hecho de que no tuviese memoria, pero lo que acababa de pasar en Shabaody podía estar directamente relacionado con su amnesia. Y le daba un miedo horrendo de que le pasase delante de sus hermanos, ya que no se perdonaría en vida hacerles algún tipo de daño. Cerró el puño, para disimular una mano ligeramente temblorosa y volvió a dar otra pausa para dejarla hablar.
—Gracias por salvarme antes, Astartea-san. —Dijo enfatizando el san mientras se cruzaba de brazos—. Ahora dime, si no te importa... ¿Qué fantasmas te atormentan? Supongo que ya hemos hablado demasiado de mí en todo el día, y no sé casi nada de ti.
Se sacó un paquete de tabaco del bolsillo y le ofreció uno. Independientemente de que lo cogiese o no, se puso uno en la boca y se lo encendió usando la mano por encima para parar el viento. Pegó una larga calada y echó todo el humo hacia fuera, mirando hacia la luna. Después dejó de estar sentado en la baranda, girándose en su propio eje y bajando de un salto hacia la cubierta. Se apoyó con el codo en la estructura y la miró fijamente. Sentía curiosidad por los secretos que ocultaba la chica, pero sentía de que no iba a desvelarlos tan fácilmente. Él también tenía los suyos, pero la ironía es que no podía desvelarlos por sí mismo. Los temas de memoria eran tan complejos que no podían arreglarse por métodos convencionales.
—¿Tú crees que hay alguna solución práctica a la amnesia? Porque yo, en toda mi carrera de psicólogo, todavía no he encontrado ninguna que el tiempo. Pero ya... —Tomó una pequeña pausa en la que bajó la cabeza y separó el cigarro de su boca— Es que son seis años ya, ¿sabes?
Llevaba mucho tiempo ignorando el hecho de que no tuviese memoria, pero lo que acababa de pasar en Shabaody podía estar directamente relacionado con su amnesia. Y le daba un miedo horrendo de que le pasase delante de sus hermanos, ya que no se perdonaría en vida hacerles algún tipo de daño. Cerró el puño, para disimular una mano ligeramente temblorosa y volvió a dar otra pausa para dejarla hablar.
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-Odio los sufijos en los nombres, pero si tienes que usar uno conmigo, al menos que sea el sama.- Una sonrisa ladeada, una expresión que no parece cambiar o preocuparse de sus palabras y un leve movimiento de hombros como respuesta a sus preguntas.- Soy viuda, desde los veinte años o cosa así, el fantasma del marido que mate me atormenta todas las noches.- Se llevó la mano al pecho de forma dramática, antes de perder la mirada en el mar, el hombre se daría cuenta de que sí, sí que había dicho que era viuda y era verdad.
Encontró más interesante el tema de la amnesia que el de sus demonios, no vamos a negar que nuestra dama no es especialmente reveladora con ella misma, pero adora saber cosas sobre los demás y estudiarles.- ¿Sabes la razón del inicio de la amnesia? Eso es lo primero, si es por un trauma físico, psicológico, médico, si fue provocado o inducido por alguien o si tú mismo te lo causaste.-Astartea era un médico prodigio, pero sus estudios sobre la psicología tampoco se habían quedado atrás en cuanto su cabeza había tenido curiosidad por saber que escondía la gente debajo del cerebro.
-Una vez se encuentra el origen de la amnesia hay formas de tratarlas, experimentales claro, ya que cada persona es un mundo y reacciona de una forma, pero podría ayudarte.- Su akuma le permitía ampliar, reducir y comprender los sentimientos de la gente. Quizás si hacia un sondeo podría ver qué clase de sentimientos y emociones esconde Dark, incluso esas que se esconde a sí mismo.- Digamos que mi akuma me permite hacer con tus emociones y sentimientos lo que hago con tu cuerpo, por ende debería ser capaz de ver si tienes alguna emoción reprimida, aunque sea leve.-Apenas estaba comenzando a usar aquella clase de poder, pero si podía aprovecharlo para aquella de cosas, pensaba hacerlo.
Nunca se disfruta lo suficiente de un sujeto de estudio.
Encontró más interesante el tema de la amnesia que el de sus demonios, no vamos a negar que nuestra dama no es especialmente reveladora con ella misma, pero adora saber cosas sobre los demás y estudiarles.- ¿Sabes la razón del inicio de la amnesia? Eso es lo primero, si es por un trauma físico, psicológico, médico, si fue provocado o inducido por alguien o si tú mismo te lo causaste.-Astartea era un médico prodigio, pero sus estudios sobre la psicología tampoco se habían quedado atrás en cuanto su cabeza había tenido curiosidad por saber que escondía la gente debajo del cerebro.
-Una vez se encuentra el origen de la amnesia hay formas de tratarlas, experimentales claro, ya que cada persona es un mundo y reacciona de una forma, pero podría ayudarte.- Su akuma le permitía ampliar, reducir y comprender los sentimientos de la gente. Quizás si hacia un sondeo podría ver qué clase de sentimientos y emociones esconde Dark, incluso esas que se esconde a sí mismo.- Digamos que mi akuma me permite hacer con tus emociones y sentimientos lo que hago con tu cuerpo, por ende debería ser capaz de ver si tienes alguna emoción reprimida, aunque sea leve.-Apenas estaba comenzando a usar aquella clase de poder, pero si podía aprovecharlo para aquella de cosas, pensaba hacerlo.
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Parecía mostrarse increíblemente interesado a todo lo que le decía la albina. Le miraba fijamente, quizás algo ilusionado: ¿en base a sus emociones reprimidas, podría averiguar algo? Si la amnesia a efecto práctico estaba reteniendo lo que una vez sintió, plasmar lo que una vez pensaba le acercaría a algo. Llevó la mano al pecho y agarró todo el aire que pudo. Era una decisión difícil, aquello no podía negarlo, pero una decisión que si era acertada… Sería el jackpot. Le dio varias vueltas a la cabeza mientras decidía una repuesta, y rompió el silencio cuando tiró la colilla al mar. Giró la cabeza totalmente ante ella e hizo un pequeño gesto de aprobación con el pulgar.
—No sé si funcionará, pero tras pensarlo… —Levantó la mirada para mirar hacia el cielo—. Accedo. Me has demostrado de sobras en unas horas de que puedo confiar en ti. Haz lo que tengas que hacer.
Se quitó la camisa, dejando a ver una gran cicatriz que recorría todo su esternón en horizontal. Aquello era algo que desconocía; e increíblemente, era la única herida que poseía. Su regeneración le reparaba cualquier daño, pero aquello era una situación de la que no poseía recuerdo. No sabía si hacía bien quitándose la parte del torso ante ella, pero tampoco sabía qué procedimiento tenía que hacer con él. ¿Iba a volver a dibujar símbolos? Quizás ni siquiera tenía que tocarle y estaba haciendo el gilipollas. “Espero que pueda sacar algo de esto, y sobre todo, que no lo utilice en mi contra. Si llegase a utilizarlo en mi contra… Estaría apostando mi vida.” pensó mientras bajaba una vez más la mirada para centrar sus ojos en los suyos. Se sentía con desconfianza, pero ansioso por ver el resultado.
—Nee, si te sirve para algo, tengo un millar de similitudes con un ex vice-almirante que desapareció más o menos tres años desde que tengo control de mí. —Lo dijo con un tono dudoso, más remarcándolo como una teoría que como algo posible—. Me saca treinta y cinco años y compartimos el mismo brazo, pierna y cicatriz según he podido estudiar de él. Fue antaño el rey de Jaya, echando todos los piratas de esta. Quizás puedas usarlo de alguna forma… Astartea… sama.
Sabía que dar información sobre Dark E. Satou era inútil, y que había una posibilidad de que ella misma, como marine, lo conociese. En su día se labró una fama que pasó a la historia, escuchándose su nombre por muchas partes. Si podía ayudar a Astartea a acercarse a sus emociones pasadas, las reprimidas, podría ayudar de algo. Podría descubrir aquella voz que escuchó en Shabaody.
—No sé si funcionará, pero tras pensarlo… —Levantó la mirada para mirar hacia el cielo—. Accedo. Me has demostrado de sobras en unas horas de que puedo confiar en ti. Haz lo que tengas que hacer.
Se quitó la camisa, dejando a ver una gran cicatriz que recorría todo su esternón en horizontal. Aquello era algo que desconocía; e increíblemente, era la única herida que poseía. Su regeneración le reparaba cualquier daño, pero aquello era una situación de la que no poseía recuerdo. No sabía si hacía bien quitándose la parte del torso ante ella, pero tampoco sabía qué procedimiento tenía que hacer con él. ¿Iba a volver a dibujar símbolos? Quizás ni siquiera tenía que tocarle y estaba haciendo el gilipollas. “Espero que pueda sacar algo de esto, y sobre todo, que no lo utilice en mi contra. Si llegase a utilizarlo en mi contra… Estaría apostando mi vida.” pensó mientras bajaba una vez más la mirada para centrar sus ojos en los suyos. Se sentía con desconfianza, pero ansioso por ver el resultado.
—Nee, si te sirve para algo, tengo un millar de similitudes con un ex vice-almirante que desapareció más o menos tres años desde que tengo control de mí. —Lo dijo con un tono dudoso, más remarcándolo como una teoría que como algo posible—. Me saca treinta y cinco años y compartimos el mismo brazo, pierna y cicatriz según he podido estudiar de él. Fue antaño el rey de Jaya, echando todos los piratas de esta. Quizás puedas usarlo de alguna forma… Astartea… sama.
Sabía que dar información sobre Dark E. Satou era inútil, y que había una posibilidad de que ella misma, como marine, lo conociese. En su día se labró una fama que pasó a la historia, escuchándose su nombre por muchas partes. Si podía ayudar a Astartea a acercarse a sus emociones pasadas, las reprimidas, podría ayudar de algo. Podría descubrir aquella voz que escuchó en Shabaody.
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-¿Sabes? Cuando me dices esa clase de cosas, me haces darme cuenta de que eres más inocente de lo que crees.- Pestañea tranquila, consciente de que la gente suele arrepentirse de decirle a ella esas palabras. Una carta blanca al demonio más oscuro, un lienzo para que ella bañe en tinta y sangre. Pero bueno, seamos positivos, de momento su curiosidad está controlada y centrada en algo que no incluye diseccionarlo mientras sigue con vida.
La dama de cabellos plateados y ojos de sangre ladea el rostro al ver al hombre quitarse la camisa. No es que cause nada especial en ella, pero una sonrisa divertida pinta sus labios mientras niega con calma. No es nada necesario, con tocarle la mano le hubiera servido, pero quizás le hacía ilusión al muchacho. Ella simplemente examina el brazo de diferente color, la unión y mientras anda perdida a lo suyo le dice algo fruto de su naturaleza.- ¿Puedo hacerle una copia a tu brazo? -Señaló con calma el brazo de color violáceo, mientras pestañea de forma inocente.- Como pago por mis servicios de psicóloga.- La sonrisa comienza a estirarse, y la marca demoníaca parece subir por sus labios con la misma maldad que se ve en sus ojos.
Tiene planes muy divertidos para esa cosa.
-No tienes que darme muchos detalles, dame la mano y relájate.- Ella no tenía que tener datos de esas cosas para leer los sentimientos y emociones, es como ver una bruma y empezar poco a poco. Se preparó para ello hasta que ve al chico ceder a sus burlas, y ante el sama no puede evitar alzar una ceja. Sonrisa amplia, ojos rojos brillando con cierto regocijo y la duquesa sabe que le ha faltado darle la patita.- Ah, extrañaba que un hombre me dijera sama, aunque se me hace raro que me supliquen… De pie.-Apretó calmadamente su mano, mientras cerraba los ojos y las imágenes aparecían en su mente.
Pudo notar los sentimientos de la superficie, alegría, bastante, una luz tenue, recuerdos felices con dos personas aparecieron en su cabeza y Astartea se estremeció suavemente. Era la primera vez que las emociones de alguien venían con imágenes. Tomó aire, empezó a entrar poco a poco, interés, algo de admiración. Poco a poco, a medida que sacó todo aquello de su camino, vio una segunda parte.
Algo así como una puerta.
La abrió mientras poco a poco iba entrando en aquella habitación y se sorprendió al ver a un hombre igual que Dark… Pero algo más mayor. Melancolía, enfado, remordimiento… La marea negra la erizó y soltó rápidamente al joven, mientras las imágenes mareaban su cabeza un instante.
-Joder…¿Qué demonios te pasa, Dark?
La dama de cabellos plateados y ojos de sangre ladea el rostro al ver al hombre quitarse la camisa. No es que cause nada especial en ella, pero una sonrisa divertida pinta sus labios mientras niega con calma. No es nada necesario, con tocarle la mano le hubiera servido, pero quizás le hacía ilusión al muchacho. Ella simplemente examina el brazo de diferente color, la unión y mientras anda perdida a lo suyo le dice algo fruto de su naturaleza.- ¿Puedo hacerle una copia a tu brazo? -Señaló con calma el brazo de color violáceo, mientras pestañea de forma inocente.- Como pago por mis servicios de psicóloga.- La sonrisa comienza a estirarse, y la marca demoníaca parece subir por sus labios con la misma maldad que se ve en sus ojos.
Tiene planes muy divertidos para esa cosa.
-No tienes que darme muchos detalles, dame la mano y relájate.- Ella no tenía que tener datos de esas cosas para leer los sentimientos y emociones, es como ver una bruma y empezar poco a poco. Se preparó para ello hasta que ve al chico ceder a sus burlas, y ante el sama no puede evitar alzar una ceja. Sonrisa amplia, ojos rojos brillando con cierto regocijo y la duquesa sabe que le ha faltado darle la patita.- Ah, extrañaba que un hombre me dijera sama, aunque se me hace raro que me supliquen… De pie.-Apretó calmadamente su mano, mientras cerraba los ojos y las imágenes aparecían en su mente.
Pudo notar los sentimientos de la superficie, alegría, bastante, una luz tenue, recuerdos felices con dos personas aparecieron en su cabeza y Astartea se estremeció suavemente. Era la primera vez que las emociones de alguien venían con imágenes. Tomó aire, empezó a entrar poco a poco, interés, algo de admiración. Poco a poco, a medida que sacó todo aquello de su camino, vio una segunda parte.
Algo así como una puerta.
La abrió mientras poco a poco iba entrando en aquella habitación y se sorprendió al ver a un hombre igual que Dark… Pero algo más mayor. Melancolía, enfado, remordimiento… La marea negra la erizó y soltó rápidamente al joven, mientras las imágenes mareaban su cabeza un instante.
-Joder…¿Qué demonios te pasa, Dark?
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¿Que si podía hacerle una copia a su brazo? Dios, aquello era muy extraño. Le tendría que haber dicho que no directamente, ¿pero qué daño podía hacer aquello? Tenía curiosidad sí podía iluminarse fuera de él. Frunció el ceño mientras debatía mentalmente y siguió hablando, hasta el pequeño comentario sobre el sama. Bajó un poco la cabeza, ladeándola sin mirarla directamente; no tenía la mayor experiencia del mundo flirteando, y aunque fuese de tirar fichas a más no poder, no sabía cómo responder ante ese tipo de situaciones. Decidió callar y extender el brazo como le pidió, esta vez mirándole directamente. Le tocó la palma de la mano y en un instante de segundo un pequeño fogonazo le pasó por la cabeza. No pudo distinguir la figura que se le presenció, pero sentía algo familiar en ella. Y no sólo eso; pudo sentir, en un único segundo, un dolor increíble en el pecho. Aquel momento pareció eterno: furia, tras melancolía, rabia, tristeza... Hasta el punto de quedarse brevemente con la mirada perdida.
Por suerte para él, algo quebró aquel estado: la peliblanca se había separado casi instantáneamente, quizás con algo de fuerza hacia atrás. La observó y notó que el dolor del pecho no se le separaba. Algo había hecho con él que hacía que se sintiese fatal. Empezó a jadear pesadamente, hasta el punto de tener que apoyarse en la baranda del barco. Miró hacia el mar y observó las olas detenidamente. Escuchó de fondo cómo le preguntaba de forma algo brusca sobre qué le pasaba. No supo responder, ya que no tenía nada que decir. Agarró los cascos con el pulso tembloroso y se los puso, presionando al botón de la canción que siempre escuchaba. De alguna forma podía relacionar el dolor que sentía con esa melodía, la cual le hacía encontrarse aún peor. Empezaron a escapársele las lágrimas sin parar, sin saber el por qué del llanto.
—N-no lo sé... —le respondió con un tono de voz totalmente quebrado—. He visto... He visto a alguien. Y he sentido. Ha sido un segundo pero me ha parecido una eternidad. —Acabó diciendo mientras apretaba los cascos contra sus orejas con fuerza.
Si tenía algo que decir, no le contestaría; estaba en un minishock, en el cual se le podía ver merciendo la cabeza de atrás hacia adelante sin parar. Necesitó varios segundos para salir de éste: de un momento para otro dejó de sentir el dolor y volvió a encontrarse normal. Retiró los cascos y se secó las lágrimas, volviendo a guardar estos en el bolsillo del pantalón. Pausó el cassette y volvió a girarse. Aún no le había contestado sobre el brazo, y tenía que hacerlo. Si se ayudaban mutuamente podrían llegar a algo en común, y necesitaba armarse de valor para afrontar esta prueba. Se sacó las botas rápidamente y se quitó los pantalones, elevando la pierna izquierda y enseñándosela.
—Nee... Si me ayudas no sólo te quedarás con una copia de mi brazo. También una de mi pierna. Pero te necesito. —Le suplicó con la pierna en alto.
No sabía si se impresionaría por eso, ya que al tener unos pantalones algo anchos y botas altas era imposible de fijarse en ella. Pero tenía el mismo estilo del brazo, incluso con los brillos característicos de éste. Estaba totalmente escamada con fisuras, las cuales brillaban con intensidad en parpadeos constantes.
Pero necesitaba a Astartea, o no podría acercarse a quien una vez fue.
Por suerte para él, algo quebró aquel estado: la peliblanca se había separado casi instantáneamente, quizás con algo de fuerza hacia atrás. La observó y notó que el dolor del pecho no se le separaba. Algo había hecho con él que hacía que se sintiese fatal. Empezó a jadear pesadamente, hasta el punto de tener que apoyarse en la baranda del barco. Miró hacia el mar y observó las olas detenidamente. Escuchó de fondo cómo le preguntaba de forma algo brusca sobre qué le pasaba. No supo responder, ya que no tenía nada que decir. Agarró los cascos con el pulso tembloroso y se los puso, presionando al botón de la canción que siempre escuchaba. De alguna forma podía relacionar el dolor que sentía con esa melodía, la cual le hacía encontrarse aún peor. Empezaron a escapársele las lágrimas sin parar, sin saber el por qué del llanto.
—N-no lo sé... —le respondió con un tono de voz totalmente quebrado—. He visto... He visto a alguien. Y he sentido. Ha sido un segundo pero me ha parecido una eternidad. —Acabó diciendo mientras apretaba los cascos contra sus orejas con fuerza.
Si tenía algo que decir, no le contestaría; estaba en un minishock, en el cual se le podía ver merciendo la cabeza de atrás hacia adelante sin parar. Necesitó varios segundos para salir de éste: de un momento para otro dejó de sentir el dolor y volvió a encontrarse normal. Retiró los cascos y se secó las lágrimas, volviendo a guardar estos en el bolsillo del pantalón. Pausó el cassette y volvió a girarse. Aún no le había contestado sobre el brazo, y tenía que hacerlo. Si se ayudaban mutuamente podrían llegar a algo en común, y necesitaba armarse de valor para afrontar esta prueba. Se sacó las botas rápidamente y se quitó los pantalones, elevando la pierna izquierda y enseñándosela.
—Nee... Si me ayudas no sólo te quedarás con una copia de mi brazo. También una de mi pierna. Pero te necesito. —Le suplicó con la pierna en alto.
No sabía si se impresionaría por eso, ya que al tener unos pantalones algo anchos y botas altas era imposible de fijarse en ella. Pero tenía el mismo estilo del brazo, incluso con los brillos característicos de éste. Estaba totalmente escamada con fisuras, las cuales brillaban con intensidad en parpadeos constantes.
Pero necesitaba a Astartea, o no podría acercarse a quien una vez fue.
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Nuestra dama frunce el ceño, se soba la sien siendo total y plenamente consciente del problema que tiene entre manos. No sabe si es que aquel caso es particularmente intenso, o que su akuma está reaccionando de alguna manera nueva que no comprende. Es la primera vez que cuando entra en la cabeza de alguien, entre sus emociones y sentimientos, puede ver imágenes de los momentos y situaciones que han causado esto. Es una sensación extraña, no vamos a negar que le fascina tanto como le escama, pero sabe que tal vez es algo que pueda llegar a usar a futuro.
Tal vez es por eso que ni pestañea cuando Dark acaba de despelotarse en mitad del barco.
-¿Sabes que con enseñarme el tobillo me hubiera bastado, verdad? -Pestañea calmadamente, viendo al hombre casi desnudo que meneaba la pierna de un lado para otro, causándole una sonrisa oscura pintar sus labios.- Menuda manera de coquetear más rara que tienes, pero supongo que tenemos un trato.- Asiente ligeramente divertida, ladeando el rostro para aceptar aquel trato tan oscuro que ambos habían empezado. Nuestra dama se apoya en la barandilla, mientras cruza los brazos, rascándose el mentón mientras calcula en su cabeza.
-Habría que hacerlo por partes, en días, no puedo someter a tu cabeza a tanto estrés, ni a tu cuerpo e incluso yo misma no puedo ser tan bruta.- Si era una cantidad de sentimientos tan grande, ella iba a tener que empezar poco a poco a modular sus poderes para que no la consumiera con toda aquella potencia.- ¿Te parece si te ayudo a dormir mejor, y mañana seguimos? Tómalo como un acercamiento - Le extiende la mano con calma, mientras sonríe como si nada, ofreciéndole un pacto que quizás el muchacho no era consciente que estaba firmando.- Prometo no cobrar nada hasta que terminemos…
O quizás ya se había cobrado algo y el chico no lo sabía.
Tal vez es por eso que ni pestañea cuando Dark acaba de despelotarse en mitad del barco.
-¿Sabes que con enseñarme el tobillo me hubiera bastado, verdad? -Pestañea calmadamente, viendo al hombre casi desnudo que meneaba la pierna de un lado para otro, causándole una sonrisa oscura pintar sus labios.- Menuda manera de coquetear más rara que tienes, pero supongo que tenemos un trato.- Asiente ligeramente divertida, ladeando el rostro para aceptar aquel trato tan oscuro que ambos habían empezado. Nuestra dama se apoya en la barandilla, mientras cruza los brazos, rascándose el mentón mientras calcula en su cabeza.
-Habría que hacerlo por partes, en días, no puedo someter a tu cabeza a tanto estrés, ni a tu cuerpo e incluso yo misma no puedo ser tan bruta.- Si era una cantidad de sentimientos tan grande, ella iba a tener que empezar poco a poco a modular sus poderes para que no la consumiera con toda aquella potencia.- ¿Te parece si te ayudo a dormir mejor, y mañana seguimos? Tómalo como un acercamiento - Le extiende la mano con calma, mientras sonríe como si nada, ofreciéndole un pacto que quizás el muchacho no era consciente que estaba firmando.- Prometo no cobrar nada hasta que terminemos…
O quizás ya se había cobrado algo y el chico no lo sabía.
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Dark, aún siendo bastante maduro en según qué temas, en otros parecía demasiado inocente. Para él, habiéndose criado entre hombres, despelotarse no le suponía nada de esfuerzo o vergüenza. Quizás cuando mencionó que con una única parte de la pierna hubiese bastado, y comparó aquel intento como un coqueteo raro, se dio cuenta de que estaba haciendo el estúpido. Continuó escuchándola con la pierna aún en alto, procesando toda la información de golpe. ¿Necesitaban días para lograr eso? En parte tenía razón, pero quizás él era demasiado impaciente en ese sentido. Se sintió decepcionado cuando le comentó todo, exceptuando el último momento. ¿Cómo iba a ayudarle a dormir? ¿Y por qué extendía la mano hacia él? Bajó la pierna con un movimiento perfecto, y después extendió el brazo hacia ella imitando el movimiento. ¿Aquello era algún poder de su akuma? ¿Quizás podría copiarle el sueño, o algo así? Porque el peliblanco tenía los ojos como platos, y más después de aquella experiencia.
—Nee, Astartea, acepto. Si hace falta nos tiramos días para hacer esto. Para mí es muy importante, y te lo agradezco. —Le comentó con una ligera sonrisa en la cara—. ¿Y cuál es tu idea para que agarre el sueño? —Acabó preguntando con el ceño fruncido.
Notó una vez más las olas golpeando contra el costado del navío. Se abalanzó hacia delante para coger el farol, apoyándose brevemente en el hombro de la peliblanca. Una vez lo tuvo en la mano lo llevó hacia lo alto, iluminando a los dos a la vez. La vela parecía estar algo consumida ya, dando más espacio a que saliese la luz. La observó por última vez, viendo cómo su tez pálida se veía ligeramente más cálida por el fuego del candil. Quizás no debería de presionarla tanto y dejar simplemente que hiciese lo que quisiera. Pero en el fondo, algo le decía que no había tomado ninguna decisión en esa conversación.
—Nee, Astartea, acepto. Si hace falta nos tiramos días para hacer esto. Para mí es muy importante, y te lo agradezco. —Le comentó con una ligera sonrisa en la cara—. ¿Y cuál es tu idea para que agarre el sueño? —Acabó preguntando con el ceño fruncido.
Notó una vez más las olas golpeando contra el costado del navío. Se abalanzó hacia delante para coger el farol, apoyándose brevemente en el hombro de la peliblanca. Una vez lo tuvo en la mano lo llevó hacia lo alto, iluminando a los dos a la vez. La vela parecía estar algo consumida ya, dando más espacio a que saliese la luz. La observó por última vez, viendo cómo su tez pálida se veía ligeramente más cálida por el fuego del candil. Quizás no debería de presionarla tanto y dejar simplemente que hiciese lo que quisiera. Pero en el fondo, algo le decía que no había tomado ninguna decisión en esa conversación.
Astartea Shikei
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-El caso de que vaya a necesitar días es que para obtener una imagen nítida de esto, tendré que ir practicando poco a poco todas las noches para no estresar tu mente y tu cuerpo, la idea es ayudar no causar un desastre.- Es cierto que tal vez solo acabara siendo una forma de ayudar a los demás, pero era algo interesante que poder explorar, y si a ellos les ayudaba a recordar cosas perdidas a ella le podía dar beneficios. Fuera como fuera ahora mismo Dark era como un cachorro moviendo la cola de un lado a otro mientras espera un premio o una caricia en la cabeza.
Sin embargo, la solución de Astartea fue mucho más sencilla y práctica.
Agarró su mano con calma, mientras le miraba fijamente a los ojos sin demasiado problema o complicación. Le metió a su cuerpo un combo de relajación, cansancio y pereza y bien podría parecer que aquel hombre acababa de salir de fumarse algo muy duro o de correr y nadar una maratón en varios sentidos y formas. Luego de eso sonreiría, le miraría y se despediría de nuestro muchacho, esperando que se las apañara para llegar a la cama.- Buenas noches Dark, que descanses, mañana nos espera un gran día.- Más para ella que para él, pero siempre había que mantener contentos a los experimentos y sujetos de pruebas.
A la mañana siguiente Astartea se levantaría fresca como una lechuga, agradecería el té que le habían traído como si de perros bien entrenados fueran y esperaría a que Dark resucitara después de la dosis de cansancio que le había metido. Mientras pasaba distraída las páginas del periódico y curioseaba los últimos acontecimientos, no pudo evitar pensar que tal vez debería tardar menos de una semana con aquello. Suspira pensando en la cantidad de trabajo acumulado que va a tener la marina esperando para ella, pero bueno.
No todos los días encontraba un proyecto tan interesante.
Sin embargo, la solución de Astartea fue mucho más sencilla y práctica.
Agarró su mano con calma, mientras le miraba fijamente a los ojos sin demasiado problema o complicación. Le metió a su cuerpo un combo de relajación, cansancio y pereza y bien podría parecer que aquel hombre acababa de salir de fumarse algo muy duro o de correr y nadar una maratón en varios sentidos y formas. Luego de eso sonreiría, le miraría y se despediría de nuestro muchacho, esperando que se las apañara para llegar a la cama.- Buenas noches Dark, que descanses, mañana nos espera un gran día.- Más para ella que para él, pero siempre había que mantener contentos a los experimentos y sujetos de pruebas.
A la mañana siguiente Astartea se levantaría fresca como una lechuga, agradecería el té que le habían traído como si de perros bien entrenados fueran y esperaría a que Dark resucitara después de la dosis de cansancio que le había metido. Mientras pasaba distraída las páginas del periódico y curioseaba los últimos acontecimientos, no pudo evitar pensar que tal vez debería tardar menos de una semana con aquello. Suspira pensando en la cantidad de trabajo acumulado que va a tener la marina esperando para ella, pero bueno.
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Conforme le tocó la mano, empezó a sentir el cansancio multiplicarse de forma extraña. Sentía su cuerpo con mayor peso, con dificultades. Intentó mantener el brazo en alto, pero fue bajándolo en contra de su voluntad. Y en cuando pudo darse cuenta, ella ya no estaba allí. Se apoyó de forma pesada en la barandilla y miró hacia adelante. Esa era la gracia, que estaba solo. Vuelta a como antes, vamos. Cabezeó hacia delante y acabó mirando la palma de sus manos. Miró al oleaje y recordó algo por primera vez. Casi como si lo tuviese delante, vio una persona. Una persona hundirse en el mar. E hizo el mismo movimiento, exacto del que un día fue él. Estiró las manos e intentó agarrar a la chica que veía. Sentía una melancolía y pena terribles, que, junto al cansancio, le destrozaron la cabeza. Agitó de izquierda a derecha su cuerpo y corrió con todas las dificultades que tuvo hacia la peliblanca, pero ya era demasiado tarde. Le daba pánico quedarse en la cubierta solo, y recordar. Necesitaba algo en lo que apoyarse en aquel momento, y ni siquiera servían los cascos. Así que liberó una potente onda de haki del rey, tan potente que quebró en parte la madera de la cubierta.
—Astartea tiene razón. ¿Qué mierda soy? —Dijo en voz alta mientras conducía su marcha hasta su camarote.
Una vez se metió en éste, se tiró a la cama con un movimiento algo vago, dejando caer su peso sobre esta. Estaba extremadamente cansado, y no ayudaba en nada ver la misma imagen grabada a fuego en su cabeza. A pesar de que cerraba los ojos, no podía dormirse. Aún estando increíblemente cansado, no lograba conciliar el sueño. Así que tuvo que esperar, con todo en contra de su favor. Y al final acabó dormido, pero no descansó las horas suficientes. No recordaba la hora exacta, pero fue muy tarde. Y se despertó con algo de ojeras y una cara de mala gana. El ojo de buey le conducía el sol hasta la cara, lo que provocó que se levantase bastante gruñón. Y se dirigió directamente hacia la presencia de Astartea, agarrándola de la mano con algo de fuerza y llevándola a su pecho.
—Continuemos, Astartea. —Exclamó con una determinación digna de elogio.
Porque él deseaba ser, y llegar hasta el fondo de aquel asunto. Su voluntad se lo pedía a gritos.
—Astartea tiene razón. ¿Qué mierda soy? —Dijo en voz alta mientras conducía su marcha hasta su camarote.
Una vez se metió en éste, se tiró a la cama con un movimiento algo vago, dejando caer su peso sobre esta. Estaba extremadamente cansado, y no ayudaba en nada ver la misma imagen grabada a fuego en su cabeza. A pesar de que cerraba los ojos, no podía dormirse. Aún estando increíblemente cansado, no lograba conciliar el sueño. Así que tuvo que esperar, con todo en contra de su favor. Y al final acabó dormido, pero no descansó las horas suficientes. No recordaba la hora exacta, pero fue muy tarde. Y se despertó con algo de ojeras y una cara de mala gana. El ojo de buey le conducía el sol hasta la cara, lo que provocó que se levantase bastante gruñón. Y se dirigió directamente hacia la presencia de Astartea, agarrándola de la mano con algo de fuerza y llevándola a su pecho.
—Continuemos, Astartea. —Exclamó con una determinación digna de elogio.
Porque él deseaba ser, y llegar hasta el fondo de aquel asunto. Su voluntad se lo pedía a gritos.
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Hay gente que parecen monstruos, muertos y cadáveres por la mañana, luego esta nuestra demonio de rostro de ángel que parece acabar de salir de un spa. No está especialmente inmutada por nada de lo que pasa, de hecho se está acercando al muchacho con la taza de té entre los dedos, un fino chal encima de sus hombros para que la brisa marinera no moleste y un vestido oscuro.- Veo que has dormido mal, tienes una cara horrible.- Diciéndoselo con su tranquilidad característica, la dama se acaba su taza, se la da a uno de los hombres que pasa por su lado y le sonríe.
Luego de ver que estaba preparado, ella simplemente desliza la tela por sus hombros y suspira con calma.- Cuantas prisas tan de buena mañana, tienes ganas de caer en coma por lo que veo a este paso.- La dama parece ligeramente molesta, pero quizás tiene que ver con las prisas, el trato o el hecho de que no le gusta trabajar tan de buena mañana. Pero en fin, sea como sea toca a Dark y empiezan a entrar al mundo de las pesadillas fantásticas, oscuras y divinas en las que va a tardar horas en navegar.
Fue tocarle y comenzar a adentrarse en su mente, la angustia que sentía le dio en toda la cara con la imagen de una mujer, vestido blanco, cabello claro en un extraño mar negro del color de la sangre.- ¿La conoces, Dark? –Intenta hablarle mientras entra poco a poco en su cabeza, tal vez para evitar que se pierda y se desmaye, o quizás con la esperanza de que eso evite que aparezca el otro Dark.
No sabe si llamarlo de esa manera, son dos consciencias, pero parece más una verdadera personalidad escondida por una bruma de dolor y odio. –Sigue hablando Dark, quiero que me hables y me digas lo que ves…- Le está diciendo aquello para ver si pueden andar juntos por ese camino, ayudarlo.
La gracia de aprender aquella extraña técnica era poder ayudar a ver recuerdos unidos a pensamientos y emociones que el cerebro relacionaba estrechamente. No solo le ayudaría a él a recordar con más precisión aquellas cosas, si no que le permitiría a ella ver lo que él había visto.
Luego de ver que estaba preparado, ella simplemente desliza la tela por sus hombros y suspira con calma.- Cuantas prisas tan de buena mañana, tienes ganas de caer en coma por lo que veo a este paso.- La dama parece ligeramente molesta, pero quizás tiene que ver con las prisas, el trato o el hecho de que no le gusta trabajar tan de buena mañana. Pero en fin, sea como sea toca a Dark y empiezan a entrar al mundo de las pesadillas fantásticas, oscuras y divinas en las que va a tardar horas en navegar.
Fue tocarle y comenzar a adentrarse en su mente, la angustia que sentía le dio en toda la cara con la imagen de una mujer, vestido blanco, cabello claro en un extraño mar negro del color de la sangre.- ¿La conoces, Dark? –Intenta hablarle mientras entra poco a poco en su cabeza, tal vez para evitar que se pierda y se desmaye, o quizás con la esperanza de que eso evite que aparezca el otro Dark.
No sabe si llamarlo de esa manera, son dos consciencias, pero parece más una verdadera personalidad escondida por una bruma de dolor y odio. –Sigue hablando Dark, quiero que me hables y me digas lo que ves…- Le está diciendo aquello para ver si pueden andar juntos por ese camino, ayudarlo.
La gracia de aprender aquella extraña técnica era poder ayudar a ver recuerdos unidos a pensamientos y emociones que el cerebro relacionaba estrechamente. No solo le ayudaría a él a recordar con más precisión aquellas cosas, si no que le permitiría a ella ver lo que él había visto.
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Tras reunirse y comentar esta sobre su estado, accedió a ayudarle. No le importaba caer en coma si aquello le ayudaba a recuperar su memoria. Se dejó tocar y cerró los ojos, entrando en algún tipo de trance. No le sentía a él, sino más bien se sentía reunido con el otro Dark. Cuando abrió los ojos pudo verla. Se llevó la mano a la cara para evitar los copos de nieve cayendo por encima de él. Miró a su brazo y vio que estaba normal. Entonces notó la voz de la peliblanca retumbar por su cabeza. No la podía ver directamente, pero sentía que estaba con él ahí. Aquello le dio algo de valor para seguir adelante, ya que se sentía desolado de estar ahí. Notaba tristeza y melancolía, pero tenía que ser fuerte. Por ayudar a la marine y ayudarse a él mismo. Agarró aire y preguntó.
—¿Astartea? —Dijo en voz alta mientras se daba media vuelta.
—¿Desde cuándo me llamas así, Dark? —Le contestó otra mujer.
—Digo... Louise, perdona —exclamó llevándose la mano a la cabeza. Estaba muy confuso, y no sabía por qué había llamado a Louise por otro nombre.
Agarró de la mano a la chica y la ayudó a sentarse al borde de un balcón, viendo unos páramos helados y el cielo por delante. No se podía ver demasiado lejos, de hecho quizás veía partes negras, como con huecos. ¿Quizás aquello era que su memoria se estaba reconstruyendo y tenía que llenar los huecos que no recordaba con oscuridad? Era raro a más no poder, pero tampoco entendía por qué se cuestionaba ese tipo de cosas. ¿Para qué quería recuperar la memoria si la tenía a su lado? Se había levantado aquel día casi como cualquier otro, y tocaba buscar algo de leña. Pero los dos siempre observaban a primera hora de la mañana salir el sol a través de las montañas. Pasó el brazo por detrás de Louise y esta se apoyó en su hombro.
—¿Qué bonito se ve todo esto, eh? —Exclamó la chica mientras agarraba a Dark y los tiraba a los dos por el barranco—. Me mataste. Morí por tu culpa. No te perdonaré.
Abrió los ojos de golpe y buscó desesperado los carmines de la marine. Se llevó los dedos a la sien y volvió a notar todas las emociones de la noche anterior. Se sentía mal, muy mal. ¿Por qué sentía que era su culpa de que Louise había muerto? No la recordaba, sólo el nombre. Pero su cara se veía clara, la nieve se sentía real. ¿Qué clase de poder tenía aquella chiquilla? ¿Y cómo se sentiría ahora? La miró fijamente e intentó analizar su cara. ¿Estaría cansada o habría sentido algo raro? Pegó un largo suspiro y apoyó la cabeza en su hombro. No sabía si aquello le importaría, pero necesitaba calor. Se sentía helado de haber estado en sus recuerdos.
—¿Astartea? —Dijo en voz alta mientras se daba media vuelta.
—¿Desde cuándo me llamas así, Dark? —Le contestó otra mujer.
—Digo... Louise, perdona —exclamó llevándose la mano a la cabeza. Estaba muy confuso, y no sabía por qué había llamado a Louise por otro nombre.
Agarró de la mano a la chica y la ayudó a sentarse al borde de un balcón, viendo unos páramos helados y el cielo por delante. No se podía ver demasiado lejos, de hecho quizás veía partes negras, como con huecos. ¿Quizás aquello era que su memoria se estaba reconstruyendo y tenía que llenar los huecos que no recordaba con oscuridad? Era raro a más no poder, pero tampoco entendía por qué se cuestionaba ese tipo de cosas. ¿Para qué quería recuperar la memoria si la tenía a su lado? Se había levantado aquel día casi como cualquier otro, y tocaba buscar algo de leña. Pero los dos siempre observaban a primera hora de la mañana salir el sol a través de las montañas. Pasó el brazo por detrás de Louise y esta se apoyó en su hombro.
—¿Qué bonito se ve todo esto, eh? —Exclamó la chica mientras agarraba a Dark y los tiraba a los dos por el barranco—. Me mataste. Morí por tu culpa. No te perdonaré.
Abrió los ojos de golpe y buscó desesperado los carmines de la marine. Se llevó los dedos a la sien y volvió a notar todas las emociones de la noche anterior. Se sentía mal, muy mal. ¿Por qué sentía que era su culpa de que Louise había muerto? No la recordaba, sólo el nombre. Pero su cara se veía clara, la nieve se sentía real. ¿Qué clase de poder tenía aquella chiquilla? ¿Y cómo se sentiría ahora? La miró fijamente e intentó analizar su cara. ¿Estaría cansada o habría sentido algo raro? Pegó un largo suspiro y apoyó la cabeza en su hombro. No sabía si aquello le importaría, pero necesitaba calor. Se sentía helado de haber estado en sus recuerdos.
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Astartea comenzó a hablarle, de forma tranquila y lenta, mientras intentaba dejarle claro a Dark que ella estaba allí, pero sus palabras no llegaban a ninguna parte, el hombre no respondía, perdido en una ilusión con una mujer. Ella lo observaba de manera algo ida, mientras intentaba que su akuma redirigiera todos y cada uno de esos sentimientos a su origen.
La mujer se agarraba a él, mientras hablaban, mientras que cambiaban de escenario hasta que al caer por aquel balcón todo explotaba en cierta manera. Los recuerdos, las palabras y las emociones la golpean.
Su cuerpo nota todo como si de una descarga eléctrica se tratase y cae sentada en el suelo, notando el terror en la cara de alguno de los marineros que están allí presentes. Levanta la mano y la lleva hasta su rostro, notando la sangre que ha bajado de sus labios, de su nariz, puede que incluso de sus ojos.- Esto es ciertamente molesto.- Pero era precisamente la razón de que tuvieran que hacer aquello en varios días, nada de apresurar las cosas.
Las emociones y los recuerdos podían ser lo suficiente intensos como para causarle dolor a ella y sobre todo a él. Se levantó como pudo, notando que Dark aún no había reaccionado y cuando sacó un pañuelo para detener la sangre, notó al muchacho apoyarse suavemente en su hombro.- Casi me matas de un infarto, no sabía que te había dado por el puenting en tu otra vida.- Lo fulmina con la mirada, visiblemente molesta por todo aquello y luego simplemente suspira.
Están cerca, bastante a ser sinceros, pero bueno, poco a poco acabaran encontrando la respuesta a todo aquello.- ¿Quién es Louise? – Alza una ceja, con curiosidad completa y plena sobre esa mujer, sobre todo por el hecho de que se sienta culpable de su muerte.
La mujer se agarraba a él, mientras hablaban, mientras que cambiaban de escenario hasta que al caer por aquel balcón todo explotaba en cierta manera. Los recuerdos, las palabras y las emociones la golpean.
Su cuerpo nota todo como si de una descarga eléctrica se tratase y cae sentada en el suelo, notando el terror en la cara de alguno de los marineros que están allí presentes. Levanta la mano y la lleva hasta su rostro, notando la sangre que ha bajado de sus labios, de su nariz, puede que incluso de sus ojos.- Esto es ciertamente molesto.- Pero era precisamente la razón de que tuvieran que hacer aquello en varios días, nada de apresurar las cosas.
Las emociones y los recuerdos podían ser lo suficiente intensos como para causarle dolor a ella y sobre todo a él. Se levantó como pudo, notando que Dark aún no había reaccionado y cuando sacó un pañuelo para detener la sangre, notó al muchacho apoyarse suavemente en su hombro.- Casi me matas de un infarto, no sabía que te había dado por el puenting en tu otra vida.- Lo fulmina con la mirada, visiblemente molesta por todo aquello y luego simplemente suspira.
Están cerca, bastante a ser sinceros, pero bueno, poco a poco acabaran encontrando la respuesta a todo aquello.- ¿Quién es Louise? – Alza una ceja, con curiosidad completa y plena sobre esa mujer, sobre todo por el hecho de que se sienta culpable de su muerte.
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—¿Louise? Tras perder la memoria, era lo único que recordaba. Ese nombre. No sé decirte más de eso, pero algo tuve que tener con ella. Por cómo me siento ahora mismo, sé que murió. Puedo recordar vagamente cómo murió. Lo que no me cuadra es el lugar. Y empieza a darme miedo algo.
Se llevó las manos a la sien, frotándosela brevemente. Tenía que hacer un par de encargos, pero después se encargaría de buscar a la tal Diana. Quizás ella podría desvelarle algo sobre su pasado, y volver a ser el que una vez fue. Pero lo que había hecho Astartea le había ayudado en gran medida: podía haber recordado varias cosas de su pasado. Arqueó los brazos por encima de ella y se ofreció para abrazarla. Si aceptaba, la apretaría con fuerza y gratitud, pero no hasta el punto de hacerle daño.
—Gracias, Astartea. Me has ayudado mucho más de lo que crees. Gracias a todo esto sé un lugar en el que quizás pueda relacionar cabos. Toma mi den den mushi, cuando haya logrado saber algo te llamaré, si no te importa. —Le tendió una hoja con su número marcado.
Se reincorporó y volvió a ir hacia la barandilla, observando brevemente el horizonte. La próxima isla parecía estar ahí, así que cada uno podrían ir por el camino que tuviesen que tomar. Ya le había secuestrado bastante, y encima le había ayudado. Sabía que había gato encerrado con la chica, y que muy seguramente ella estaría sacando algo de todo esto —su brazo y su pierna, para ser exactos— pero era un precio a pagar. Uno que no le importaba en absoluto.
Se llevó las manos a la sien, frotándosela brevemente. Tenía que hacer un par de encargos, pero después se encargaría de buscar a la tal Diana. Quizás ella podría desvelarle algo sobre su pasado, y volver a ser el que una vez fue. Pero lo que había hecho Astartea le había ayudado en gran medida: podía haber recordado varias cosas de su pasado. Arqueó los brazos por encima de ella y se ofreció para abrazarla. Si aceptaba, la apretaría con fuerza y gratitud, pero no hasta el punto de hacerle daño.
—Gracias, Astartea. Me has ayudado mucho más de lo que crees. Gracias a todo esto sé un lugar en el que quizás pueda relacionar cabos. Toma mi den den mushi, cuando haya logrado saber algo te llamaré, si no te importa. —Le tendió una hoja con su número marcado.
Se reincorporó y volvió a ir hacia la barandilla, observando brevemente el horizonte. La próxima isla parecía estar ahí, así que cada uno podrían ir por el camino que tuviesen que tomar. Ya le había secuestrado bastante, y encima le había ayudado. Sabía que había gato encerrado con la chica, y que muy seguramente ella estaría sacando algo de todo esto —su brazo y su pierna, para ser exactos— pero era un precio a pagar. Uno que no le importaba en absoluto.
Astartea Shikei
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Se notaba que era una mujer importante para ti y muy guapa, por cierto.- Admite tras acabar de limpiar cualquier rastro de sangre que hubiera. Habían pasado unos tres días con aquel lio, quizás algo más, pero había dejado de contar en el momento en que su cabeza había desconectado presa del dolor y el mareo. Ambos habían visto lo mismo, las imágenes unidas al dolor, la tristeza y la desesperación que envolvían al hombre.
Nuestra dama de cabellos albinos se dejó abrazar, acariciando de manera tranquila la espalda del muchacho que en aquel momento y sin duda parecía necesitarlo. No sería ella la que le negara aquel pequeño momento de calma.
-No tienes que darme las gracias, ha sido una transacción por ambas partes.- Admite ligeramente divertida, sonriendo sin poder evitarlo, era consciente de que había usado ligeramente al muchacho. Pero también le había servido para conocerlo, entenderlo y estudiarlo algo más a fondo.- Me parece bien, tengo trabajo que hacer y estoy segura de que cuando nos encontremos… Las cosas habrán cambiado bastante para ti.- Le sonríe con cierto misterio, como si hubiera visto algo más que no quería decirle al muchacho, o que tal vez no debía saber aún.
Fuera como fuera, la mujer había conseguido llevarse un brazo y una pierna de lo más interesantes y que pensaba estudiar tan a fondo que sacaría de ellos el misterio de su extrañeza. Pero bueno, eso era algo que pasaría en otra aventura que ahora mismo no era adecuado contar.
Se despediría con un gesto calmado, mientras sus orbes del color de la sangre parecían menguar ligeramente hasta tornarse de un tono algo más oscuro. A veces incluso los secretos que uno guarda pueden llegar a perseguirnos… Y Dark iba a ser consumido y devorado por todos y cada uno de ellos.
Nuestra dama de cabellos albinos se dejó abrazar, acariciando de manera tranquila la espalda del muchacho que en aquel momento y sin duda parecía necesitarlo. No sería ella la que le negara aquel pequeño momento de calma.
-No tienes que darme las gracias, ha sido una transacción por ambas partes.- Admite ligeramente divertida, sonriendo sin poder evitarlo, era consciente de que había usado ligeramente al muchacho. Pero también le había servido para conocerlo, entenderlo y estudiarlo algo más a fondo.- Me parece bien, tengo trabajo que hacer y estoy segura de que cuando nos encontremos… Las cosas habrán cambiado bastante para ti.- Le sonríe con cierto misterio, como si hubiera visto algo más que no quería decirle al muchacho, o que tal vez no debía saber aún.
Fuera como fuera, la mujer había conseguido llevarse un brazo y una pierna de lo más interesantes y que pensaba estudiar tan a fondo que sacaría de ellos el misterio de su extrañeza. Pero bueno, eso era algo que pasaría en otra aventura que ahora mismo no era adecuado contar.
Se despediría con un gesto calmado, mientras sus orbes del color de la sangre parecían menguar ligeramente hasta tornarse de un tono algo más oscuro. A veces incluso los secretos que uno guarda pueden llegar a perseguirnos… Y Dark iba a ser consumido y devorado por todos y cada uno de ellos.
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