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Contratante: Albert Zerg, Alcalde de Villa Dom, un pueblo cercano a la ciudad.
Descripción: Los aldeanos están inquietos, han desaparecido tres niños en el pueblo, el último de ellos un joven de nueve años y su perro. Todas estas desapariciones se dan al atardecer y nadie parece haber visto nada. Algunos afirman haber visto a lo lejos un extraño forastero, aunque otros afirman que simplemente es un mercante de paso. Los nervios los han vuelto paranoicos y ahora todo el mundo les parece sospechoso, sin pruebas ya no saben en quien confiar. El objetivo es encontrar a los niños y devolverlos al pueblo con sus familias.
Objetivos secundarios o alternativos: Asegurarse de que los niños no han sufrido daños y detener al culpable.
Recompensa: 3.000.000 de berries, información privilegiada de cumplirse el objetivo secundario.
Descripción: Los aldeanos están inquietos, han desaparecido tres niños en el pueblo, el último de ellos un joven de nueve años y su perro. Todas estas desapariciones se dan al atardecer y nadie parece haber visto nada. Algunos afirman haber visto a lo lejos un extraño forastero, aunque otros afirman que simplemente es un mercante de paso. Los nervios los han vuelto paranoicos y ahora todo el mundo les parece sospechoso, sin pruebas ya no saben en quien confiar. El objetivo es encontrar a los niños y devolverlos al pueblo con sus familias.
Objetivos secundarios o alternativos: Asegurarse de que los niños no han sufrido daños y detener al culpable.
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La noticia había llegado a sus oídos y antes de que se diera cuenta, había levantado aquel teléfono para ponerse en contacto con la vaquera. Podía ser que Astartea no fuera una fanática de los niños, pero sabía reconocer a la escoria en cuanto esta se le ponía demasiado cerca.
Alguien que se aprovechaba de personas tan débiles e indefensas, quería decir que no tenía valor para apuntar a algo más grande, o tal vez que necesitaba algo concreto de ellos.
En lugar de llamar a cualquier marine, nuestra dama de plata y sangre había levantado el aparato para ponerse en contacto con su última adquisición, nuestra adorada vaquera, Ash y su facilidad para el gatillo. Adoraba la mala sangre de la mujer y era la primera en disfrutar de su fuego, alteración y olor de pólvora. Le evitaba mancharse las manos, adoraba hacerlo todo ella misma y podía ser la pasional de las dos sin necesidad de que Astartea tuviera que causar mucho drama.
-Es el Alcalde, nos veremos en la puerta del ayuntamiento, te explicare los detalles y veremos que hacemos, pero algo me huele mal en este lugar.- Y que lo dijera ella que era el horror en persona era francamente preocupante. Pero siguiendo en su cómoda línea de mujer que pasa desapercibida, nuestra albina tira de su capucha y se encamina hacia la zona donde ha pedido reunirse con su nueva amiga.
Tres niños desaparecidos, un montón de problemas y un montón de incógnitas. Notaba el miedo, la desconfianza, como la gente parecía mirarle de reojo temiendo lo peor y decidió quitarse la capucha por esa simple razón. La gente había empezado a actuar como si ella misma fuera sospechosa de algo y se dio cuenta de que empezaban a incurrir en la paranoia grupal.
Arrugó suavemente el gesto y espero que se dieran cuenta de su aspecto, de sus facciones lisas y calmadas, de aquella nariz arrugada suavemente con algo de pena. La gente se calmó al darse cuenta de que no era más que una chiquilla, y ella supo que iban a tener más de un secreto con el que lidiar en aquel lugar.-Me huele a un pueblo de locos…- Finalmente, frente al ayuntamiento nuestra dama encontró finalmente a su cazadora.
Había muchas cosas a medias en aquel caso, cosas que no le gustaban, momentos que se le escapaban y odiaba cuando eso pasaba. Había pedido expedientes médicos de los chavales desaparecidos, buscando datos, nombres, apellidos y finalmente se dio cuenta de que lo que más le preocupaba, era precisamente aquello.
Si tenía la sensación de que todo aquello estaba a medias, era porque aún no había terminado.
Alguien que se aprovechaba de personas tan débiles e indefensas, quería decir que no tenía valor para apuntar a algo más grande, o tal vez que necesitaba algo concreto de ellos.
En lugar de llamar a cualquier marine, nuestra dama de plata y sangre había levantado el aparato para ponerse en contacto con su última adquisición, nuestra adorada vaquera, Ash y su facilidad para el gatillo. Adoraba la mala sangre de la mujer y era la primera en disfrutar de su fuego, alteración y olor de pólvora. Le evitaba mancharse las manos, adoraba hacerlo todo ella misma y podía ser la pasional de las dos sin necesidad de que Astartea tuviera que causar mucho drama.
-Es el Alcalde, nos veremos en la puerta del ayuntamiento, te explicare los detalles y veremos que hacemos, pero algo me huele mal en este lugar.- Y que lo dijera ella que era el horror en persona era francamente preocupante. Pero siguiendo en su cómoda línea de mujer que pasa desapercibida, nuestra albina tira de su capucha y se encamina hacia la zona donde ha pedido reunirse con su nueva amiga.
Tres niños desaparecidos, un montón de problemas y un montón de incógnitas. Notaba el miedo, la desconfianza, como la gente parecía mirarle de reojo temiendo lo peor y decidió quitarse la capucha por esa simple razón. La gente había empezado a actuar como si ella misma fuera sospechosa de algo y se dio cuenta de que empezaban a incurrir en la paranoia grupal.
Arrugó suavemente el gesto y espero que se dieran cuenta de su aspecto, de sus facciones lisas y calmadas, de aquella nariz arrugada suavemente con algo de pena. La gente se calmó al darse cuenta de que no era más que una chiquilla, y ella supo que iban a tener más de un secreto con el que lidiar en aquel lugar.-Me huele a un pueblo de locos…- Finalmente, frente al ayuntamiento nuestra dama encontró finalmente a su cazadora.
Había muchas cosas a medias en aquel caso, cosas que no le gustaban, momentos que se le escapaban y odiaba cuando eso pasaba. Había pedido expedientes médicos de los chavales desaparecidos, buscando datos, nombres, apellidos y finalmente se dio cuenta de que lo que más le preocupaba, era precisamente aquello.
Si tenía la sensación de que todo aquello estaba a medias, era porque aún no había terminado.
Ashlyn Blake
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Había recibido la llamada de Astartea mientras estaba tomando un descanso y ajustando sus armas. Limpieza y puesta a punto era lo que necesitaban después de todo lo que las había utilizado últimamente. La idea de reencontrarse con la mujer no le era para nada desagradable, el encuentro que habían compartido de forma completamente casual había dado unos maravillosos beneficios. Así que no lo pensó demasiado cuando acepto el encargo con ella. Se reunieron en aquel pueblucho de mala muerte, se notaba que esos aldeanos estaban más locos de lo que realmente querían demostrar.
Podía ver en sus ojos el desprecio, el miedo y la confusión que reinaba en ellos. No le gustaba demasiado tratar con ese tipo de gente, pues Ash siempre había tenido la mecha corta y joder, no le dudaría el pulso en pegarle un tiro a alguno que quisiera pasarse de listo. Pero sabía que tenía que comportarse, tenía que ser una buena niña que por el momento investigara. No le gustaba que desaparecieran niños, le traía malos recuerdos y al menos, los padres parecían lo suficientemente preocupados por ellos como para poder llamar a alguien profesional que buscara a sus hijos.
— Esta gente me pone de los nervios — escupió una vez al suelo mientras sacaba un cigarro y lo metía en su boca. Saco entonces su zippo y lo encendió para dar una profunda calada. Tras recibir la llamada de Astartea ella había llamado a John, en este tipo de juegos siempre era mejor tener varios puntos de vista. Y joder, tener una marine y un Cp trabajando en esto podía ser interesante. Se crujió los nudillos mientras miraba a ambos lados esperando que apareciera el vaquero, era una persona bastante impaciente y no le gustaba tener que esperar. Pero bueno, teniendo en cuenta que ni siquiera sabia donde estaba el vaquero cuando lo llamo, era lógico que tardara un poco.
— Si alguno se pasa de listo le vuelo una oreja — se la notaba de mal humor por aquellas miradas, pero suspirando saco la petaca y en un momento que saco el cigarro bebió de su whisky tras dejar salir el humo y suspiro largamente. — Pero por ahora intentare que no quieran arrestarme a mi — se estiro un poco y entonces a lo lejos, vio aparecer al vaquero y le hizo una señal con el sombrero. Tenían que seguir investigando todo aquello, era demasiado sospechoso y tenía un mal presentimiento, un cosquilleo de lo más incomodo que le decía que algo no estaba bien en absoluto con aquella gente.
Podía ver en sus ojos el desprecio, el miedo y la confusión que reinaba en ellos. No le gustaba demasiado tratar con ese tipo de gente, pues Ash siempre había tenido la mecha corta y joder, no le dudaría el pulso en pegarle un tiro a alguno que quisiera pasarse de listo. Pero sabía que tenía que comportarse, tenía que ser una buena niña que por el momento investigara. No le gustaba que desaparecieran niños, le traía malos recuerdos y al menos, los padres parecían lo suficientemente preocupados por ellos como para poder llamar a alguien profesional que buscara a sus hijos.
— Esta gente me pone de los nervios — escupió una vez al suelo mientras sacaba un cigarro y lo metía en su boca. Saco entonces su zippo y lo encendió para dar una profunda calada. Tras recibir la llamada de Astartea ella había llamado a John, en este tipo de juegos siempre era mejor tener varios puntos de vista. Y joder, tener una marine y un Cp trabajando en esto podía ser interesante. Se crujió los nudillos mientras miraba a ambos lados esperando que apareciera el vaquero, era una persona bastante impaciente y no le gustaba tener que esperar. Pero bueno, teniendo en cuenta que ni siquiera sabia donde estaba el vaquero cuando lo llamo, era lógico que tardara un poco.
— Si alguno se pasa de listo le vuelo una oreja — se la notaba de mal humor por aquellas miradas, pero suspirando saco la petaca y en un momento que saco el cigarro bebió de su whisky tras dejar salir el humo y suspiro largamente. — Pero por ahora intentare que no quieran arrestarme a mi — se estiro un poco y entonces a lo lejos, vio aparecer al vaquero y le hizo una señal con el sombrero. Tenían que seguir investigando todo aquello, era demasiado sospechoso y tenía un mal presentimiento, un cosquilleo de lo más incomodo que le decía que algo no estaba bien en absoluto con aquella gente.
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Llevaba gafas de sol reflectantes. Normalmente iba a todas partes con su indumentaria de vaquero, aunque no en ese momento. Llevaba una chupa de cuero negra y unos pantalones igualmente oscuros. En el cuello llevaba un pañuelo rojo que bailaba con los golpes de aire que recibía al ir a tanta velocidad. Su sombrero, atado a su cuello, se sacudía a su espalda por el mismo motivo. En la misma, en la chupa de cuero, había una calavera con alas, como si de una banda de moteros se tratase, y la propia chupa estaba llena de varios parches con variados símbolos. También llevaba unos negros guantes de motorista.
Pocas eran las veces que se le veía sin su poncho, aunque... le había llamado Ashlyn. No podía dejar que lo viese con vestimentas tan parecidas tres veces seguidas. Debía lucirse un poco, aunque sea. Que no se arrepintiese de haber empezado aquella extraña, pero satisfactoria, relación de complicidad con él. Los altavoces de Secretaria, su moto, soltaban a todo trapo un potente tema rockero, con un abuso considerable de la guitarra y voces gritonas que decían "nacido para ser salvaje".
Todo el mundo a su alrededor se salía de su camino, a gritos y saltos, al escuchar su música a lo lejos y escuchar su motor rugir. La mirada del agente se mantenía oculta tras sus gafas de sol reflectantes, aunque no pudo evitar que su boca se torciese en una sonrisa de satisfacción. Le gustaba sentir el aire en el rostro de esa manera, se sentía... libre.
Finalmente la vio, a lo lejos. La albina estaba en medio de la calle junto a otra persona, otra mujer. Era bastante mona, ciertamente, pero no podía compararse a la vaquera. Al menos para él. Giró el manillar y empezó a girar alrededor de las dos, levantando el polvo y casi tocando el suelo con la rodilla. Tras dar una vuelta a su alrededor frenó la moto en seco, levantando la rueda de atrás unos segundos para luego caer. Se irguió en el asiento, pasándose la mano no metálica por el pelo para peinarse y, directamente, coger el sombrero de su espalda y ponérselo. Dándole a un botón apagó la música y las miró desde detrás de las gafas, viéndose ellas reflejadas en las mismas.
—Hey.
- Vestimenta:
Pocas eran las veces que se le veía sin su poncho, aunque... le había llamado Ashlyn. No podía dejar que lo viese con vestimentas tan parecidas tres veces seguidas. Debía lucirse un poco, aunque sea. Que no se arrepintiese de haber empezado aquella extraña, pero satisfactoria, relación de complicidad con él. Los altavoces de Secretaria, su moto, soltaban a todo trapo un potente tema rockero, con un abuso considerable de la guitarra y voces gritonas que decían "nacido para ser salvaje".
- Canción, para los interesados <3:
Todo el mundo a su alrededor se salía de su camino, a gritos y saltos, al escuchar su música a lo lejos y escuchar su motor rugir. La mirada del agente se mantenía oculta tras sus gafas de sol reflectantes, aunque no pudo evitar que su boca se torciese en una sonrisa de satisfacción. Le gustaba sentir el aire en el rostro de esa manera, se sentía... libre.
Finalmente la vio, a lo lejos. La albina estaba en medio de la calle junto a otra persona, otra mujer. Era bastante mona, ciertamente, pero no podía compararse a la vaquera. Al menos para él. Giró el manillar y empezó a girar alrededor de las dos, levantando el polvo y casi tocando el suelo con la rodilla. Tras dar una vuelta a su alrededor frenó la moto en seco, levantando la rueda de atrás unos segundos para luego caer. Se irguió en el asiento, pasándose la mano no metálica por el pelo para peinarse y, directamente, coger el sombrero de su espalda y ponérselo. Dándole a un botón apagó la música y las miró desde detrás de las gafas, viéndose ellas reflejadas en las mismas.
—Hey.
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La dama de cabellos platinados y seductores orbes de sangre no pudo evitar que su expresión neutra se desencajara un poco. Las palabras de su compañera no podrían haber sido más acertadas, ambas habían pensado exactamente al llegar a la escena.- Entiendo la parte de que estén asustados y todo eso, pero no van a conseguir nada viendo fantasmas en todas partes.- Ella los creaba para distraer a los demás, funcionaba maravillosamente, si se dejaban distraer por ello simplemente serían confundidos por un montón de sartas de mentiras sobre extranjeros.
El culpable siempre conocía el lugar donde actuaba, y si lo conocía, no era de tan lejos.
Entonces viene el tercero, y no solo piensa que sean multitud, si no que sin duda tienen a la vista al mayor fantasma de todos. La gente del pueblo se altera, cuchichea, Astartea se acaricia la sien con los pulgares en un intento de calmar su dolor de cabeza.- Ash cariño, de todas las cosas que te follas en una semana… ¿No pudiste traer nada mejor?- Una calma y un gesto demasiado neutro para una frase tan atacante, pero sin duda era como la que acababa de decir que llovía.
Palabras demasiado destrozadoras para una mujer con un rostro tan suave y una expresión tan distante.- Tendremos que conformarnos con él, pero agradecería que te relajaras un poco, no me apetece visitar la cárcel o arrasar a un pueblo paranoico… De momento.- Puntualizo con cierta realidad, encogiéndose suavemente de hombros para tirar de la capucha y hacerles un gesto, era el momento de moverse.
-Vamos, tengo cosas de las que hablaros y cuanto menos a la vista estemos mejor, tengo las instrucciones del Alcalde y poco tiempo para perder.- Alzó calmadamente un par de carpetas, indicándoles que era el momento de empezar a investigar toda aquella mierda. Sin duda no eran el mejor equipo del mundo, Satán sabe que son la mezcla más bizarra del universo, pero es la única esperanza que tiene esa ciudad de salir bien parada.
A veces si Dios no te escucha, siempre puedes probar con rezarle al diablo.
El culpable siempre conocía el lugar donde actuaba, y si lo conocía, no era de tan lejos.
Entonces viene el tercero, y no solo piensa que sean multitud, si no que sin duda tienen a la vista al mayor fantasma de todos. La gente del pueblo se altera, cuchichea, Astartea se acaricia la sien con los pulgares en un intento de calmar su dolor de cabeza.- Ash cariño, de todas las cosas que te follas en una semana… ¿No pudiste traer nada mejor?- Una calma y un gesto demasiado neutro para una frase tan atacante, pero sin duda era como la que acababa de decir que llovía.
Palabras demasiado destrozadoras para una mujer con un rostro tan suave y una expresión tan distante.- Tendremos que conformarnos con él, pero agradecería que te relajaras un poco, no me apetece visitar la cárcel o arrasar a un pueblo paranoico… De momento.- Puntualizo con cierta realidad, encogiéndose suavemente de hombros para tirar de la capucha y hacerles un gesto, era el momento de moverse.
-Vamos, tengo cosas de las que hablaros y cuanto menos a la vista estemos mejor, tengo las instrucciones del Alcalde y poco tiempo para perder.- Alzó calmadamente un par de carpetas, indicándoles que era el momento de empezar a investigar toda aquella mierda. Sin duda no eran el mejor equipo del mundo, Satán sabe que son la mezcla más bizarra del universo, pero es la única esperanza que tiene esa ciudad de salir bien parada.
A veces si Dios no te escucha, siempre puedes probar con rezarle al diablo.
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No era difícil notar la molestia de Astartea al ver aparecer al vaquero. Por un lado podía entenderlo. Había llegado como un motero chuloputas que busca lucirse delante de unas chicas y es lógico que aquella mujer se sintiera un poco insultada incluso. Por su parte Ash se rió y simplemente se colocó bien el sombrero mientras le miraba de arriba abajo — espero que sigas en forma vaquero, nos espera una misión divertida — después bufo un poco al ver esas carpetas. Se notaba que no le hacía demasiada gracia, ella era más una mujer de acción pero tendría que conformarse.
Habian quedado en que se hospedarian los tres juntos en una posada en el pueblo, bastante cerca de una casa imponente donde al parecer vivían un matrimonio bastante conocido en el lugar. Aunque aún no se habían puesto a investigar a fondo, habían buscado al menos a las familias que más cerca tenían para empezar a investigar. Una vez llegaron al lugar pidieron las habitaciones y fueron a una de ellas para poder hablar más calmadamente y sin que nadie pudiera interrumpir o cotillear o al menos eso esperaban. Se tiro en la cama y luego tras quitarse las botas y el sombrero se sentó mirando a Astartea.
— Bien, ¿que es lo primero que tenemos que investigar exactamente? por qué este pueblo parecen todos locos — cuando se trataba de abusos a niños Ash se lo solía tomar bastante enserio. Después de todo ella había sido una niña de la calle de la que el mundo se había desentendido y la habían arrojado a la boca del lobo como si realmente no importara nada. Al menos ahora, los padres de los niños desaparecidos habían mostrado intereses y querían que sus hijos volvieran sanos y salvos y eso era lo que ellos pretendían. Por el momento parecía que habían desaparecido tres niños en sospechosas circunstancias y sin nada aparente que pudiera relacionarlos y eso indicaba que tendrían que haber muchas preguntas y dios sabe que Ash no tiene paciencia.
Habian quedado en que se hospedarian los tres juntos en una posada en el pueblo, bastante cerca de una casa imponente donde al parecer vivían un matrimonio bastante conocido en el lugar. Aunque aún no se habían puesto a investigar a fondo, habían buscado al menos a las familias que más cerca tenían para empezar a investigar. Una vez llegaron al lugar pidieron las habitaciones y fueron a una de ellas para poder hablar más calmadamente y sin que nadie pudiera interrumpir o cotillear o al menos eso esperaban. Se tiro en la cama y luego tras quitarse las botas y el sombrero se sentó mirando a Astartea.
— Bien, ¿que es lo primero que tenemos que investigar exactamente? por qué este pueblo parecen todos locos — cuando se trataba de abusos a niños Ash se lo solía tomar bastante enserio. Después de todo ella había sido una niña de la calle de la que el mundo se había desentendido y la habían arrojado a la boca del lobo como si realmente no importara nada. Al menos ahora, los padres de los niños desaparecidos habían mostrado intereses y querían que sus hijos volvieran sanos y salvos y eso era lo que ellos pretendían. Por el momento parecía que habían desaparecido tres niños en sospechosas circunstancias y sin nada aparente que pudiera relacionarlos y eso indicaba que tendrían que haber muchas preguntas y dios sabe que Ash no tiene paciencia.
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Se quitó las gafas. No le molestaba la reacción de la otra mujer, que por lo que recordaba cuando le llamó Ash se llamaba Astartea. Después de todo, el rollo de la moto lo había montado por la albina, pues sabía que como mínimo le haría cierta gracia. Observó las carpetas que sacaba la otra mujer mientras caminaban hacia la posada que habían elegido, llevando la moto a paso lento para aparcarla en su exterior.
—Avísame si te roban, ¿eh? —le dijo a Secretaria después de dejarla bien atada.
"Siempre, John" —le contestó una robótica voz femenina.
Entró a la habitación detrás de las chicas y buscó enseguida una silla en la que sentarse, al lado de una mesa. Se sentó y enseguida se cruzó de piernas de forma despreocupada mientras dejaba sus gafas de sol reflectantes en la propia mesa, después de todo por mucho que molaran no quería dar una imagen de persona que oculta cosas por la cual desconfiar. Se llevó la mano al bolsillo y se sacó un puro, colocándolo en su boca y quitándose el guante que cubría la mano metálica, para poder utilizar el encendedor de su pulgar para encender el puro.
—Estuve mirando la petición de ayuda cuando me llamó Ash, pero no había mucha información. Seguro que vosotras tenéis más idea. ¿Han desaparecido unos niños?
John sabía de alguien que tenía por costumbre llevarse a niños. Su "padre", el profesor Fitzgerald, los arrancaba cuando estaban en su momento más débil, ampliando así el número de sus sujetos de experimentación. O al menos eso creía, pues la versión oficial era que Fitzgerald creaba soldados y asesinos. Pero si no era para experimentar, ¿Por qué motivo le mentiría y le dijera que ya no tiene sentimientos? La albina de aquella habitación le había confirmado que aquello era una vil mentira, aunque todavía no había confrontado a su padre por el tema. Esperaba que tras los secuestros de aquellos niños no hubiese una mente igual de retorcida.
—Avísame si te roban, ¿eh? —le dijo a Secretaria después de dejarla bien atada.
"Siempre, John" —le contestó una robótica voz femenina.
Entró a la habitación detrás de las chicas y buscó enseguida una silla en la que sentarse, al lado de una mesa. Se sentó y enseguida se cruzó de piernas de forma despreocupada mientras dejaba sus gafas de sol reflectantes en la propia mesa, después de todo por mucho que molaran no quería dar una imagen de persona que oculta cosas por la cual desconfiar. Se llevó la mano al bolsillo y se sacó un puro, colocándolo en su boca y quitándose el guante que cubría la mano metálica, para poder utilizar el encendedor de su pulgar para encender el puro.
—Estuve mirando la petición de ayuda cuando me llamó Ash, pero no había mucha información. Seguro que vosotras tenéis más idea. ¿Han desaparecido unos niños?
John sabía de alguien que tenía por costumbre llevarse a niños. Su "padre", el profesor Fitzgerald, los arrancaba cuando estaban en su momento más débil, ampliando así el número de sus sujetos de experimentación. O al menos eso creía, pues la versión oficial era que Fitzgerald creaba soldados y asesinos. Pero si no era para experimentar, ¿Por qué motivo le mentiría y le dijera que ya no tiene sentimientos? La albina de aquella habitación le había confirmado que aquello era una vil mentira, aunque todavía no había confrontado a su padre por el tema. Esperaba que tras los secuestros de aquellos niños no hubiese una mente igual de retorcida.
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Durante un momento recordó que ella era el cerebro y los otros dos eran el musculo y el mal genio para equilibrar su retorcida cabeza. Bueno, era lo divertido, elegir a gente lo suficientemente diferente a ti como para que antes de que te des cuenta, te acaben complementando de alguna manera. Nuestra dama de cabellos de plata había conseguido sus expedientes médicos del doctor del pueblo tras una interesante charla con él y había pensado como pensaría alguien de mente retorcida.- No son secuestros aleatorios, hay decenas de niños por aquí, y estos tres tienen algo en común… Y eso precisamente es lo que me hace pensar que esto está todo planeado.-En rojo, rodeado con un permanente estaban las fechas de nacimiento de los tres niños secuestrados.
Nacidos el seis del mes seis, y aunque podría ser una coincidencia, era demasiado retorcido para que fuera así.
-No sé la razón de esa fecha, y el diablo sabe que no quiero pensar cual va a ser el otro seis que reúnan… -Arrugó suavemente el gesto, cruzándose de brazos.- Pero pensé en empezar por la capilla del lugar, quizás el cura sepa si hay alguna clase de culto satánico o algo por este lugar.- Se encogió suavemente de hombros, las posibilidades eran varias, eso era innegable.- También cabe la posibilidad de que nuestro amigo el cura le rece a un Dios diferente del que predica.- Los curas y los niños y su extraña, mórbida y siniestra relación, todo un caso de lo más interesante y estudiado.
Quería pensar que esta vez se iban a encontrar con algo más interesante, pero había contado aquello también porque era lo único que había sacado en dos días estando allí antes que ellos. Pensaba que por una vez un par de cabezas más la ayudarían con todo aquello, pero no estaba segura de los resultados.- La gente está asustada, piensa que hay un forastero que viene al caer la noche a llevarse a sus hijos, y somos forasteros.-Les puntúa a los dos, es la cosa más obvia del mundo, pero se lo recuerda por si acaso.- Intentad parecer amigables, o al menos no disparéis tan rápido… Llegará el momento donde podamos hacerlo.- Se cruzó de brazos y miró a ambas personas, esperando su veredicto, si tenían algo en mente. Aunque Astartea lo desconocía pues no les interesaba tanto su historia, tenía delante a dos “niños” de infancias jodidas.
Que irónico todo.
Nacidos el seis del mes seis, y aunque podría ser una coincidencia, era demasiado retorcido para que fuera así.
-No sé la razón de esa fecha, y el diablo sabe que no quiero pensar cual va a ser el otro seis que reúnan… -Arrugó suavemente el gesto, cruzándose de brazos.- Pero pensé en empezar por la capilla del lugar, quizás el cura sepa si hay alguna clase de culto satánico o algo por este lugar.- Se encogió suavemente de hombros, las posibilidades eran varias, eso era innegable.- También cabe la posibilidad de que nuestro amigo el cura le rece a un Dios diferente del que predica.- Los curas y los niños y su extraña, mórbida y siniestra relación, todo un caso de lo más interesante y estudiado.
Quería pensar que esta vez se iban a encontrar con algo más interesante, pero había contado aquello también porque era lo único que había sacado en dos días estando allí antes que ellos. Pensaba que por una vez un par de cabezas más la ayudarían con todo aquello, pero no estaba segura de los resultados.- La gente está asustada, piensa que hay un forastero que viene al caer la noche a llevarse a sus hijos, y somos forasteros.-Les puntúa a los dos, es la cosa más obvia del mundo, pero se lo recuerda por si acaso.- Intentad parecer amigables, o al menos no disparéis tan rápido… Llegará el momento donde podamos hacerlo.- Se cruzó de brazos y miró a ambas personas, esperando su veredicto, si tenían algo en mente. Aunque Astartea lo desconocía pues no les interesaba tanto su historia, tenía delante a dos “niños” de infancias jodidas.
Que irónico todo.
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Miro por encima aquellos expedientes, malditos fueran los que usaban cualquier excusa tétrica para hacer lo que les daba la gana. Suspirando le quito el puro al vaquero de la boca tras estirarse un poco en la cama y le dio una calada larga antes de devolvérselo tranquilamente dejando salir el humo poco a poco. Las cosas estaban un poco jodidas si tenía que hacerse pasar por alguien amigable, no se le daba demasiado bien la actuación pero al menos lo intentaría. Un suspiro largo salió de sus labios en el momento en que había expulsado completamente el humo que le quedaba y se estiro.
— Bien, en ese caso necesito un cambio de look, así vestida estoy segura de que les doy mal fario — se levanto y se quito la chaqueta dejándola bien guardada en un lugar seguro y el sombrero junto a esta. Se ajusto un poco la corbata y se quito también el chaleco quedando solo en una camisa blanca. Se peino un poco el pelo con los dedos tras quitarse el sombrero y se estiro los pantalones guardando la pistola en un lugar menos a la vista para evitar que la gente pudiera sentirse amenaza pero aún así estaba accesible en cualquier momento.
— Bueno, prometo que intentare ser buena, pero sabes lo que me jode que me hagan esperar así que espero que los locos del pueblo realmente quieran colaborar y pillemos a esos cabrones antes de que les hagan daño a los niños — frunció el entrecejo mientras los miraba a los dos. — Vaaaamos levantad esas nalgas del asiento y tirando a ver al cura, dios no quiera que cuando entre a esa puta iglesia salga yo ardiendo — nunca había entrado a una iglesia y dudaba que su madre la hubiera bautizado, pero bueno, en el infierno se encontraría con todos sus más queridos amigos. Y allegados y no había nada mejor que hacer una reunión familiar al calor de una buena hoguera ¿verdad?
En más de una ocasión pensó incluso que ese era el final que merecía su madre, quemada en una jodida hoguera por bruja, pero luego recordaba lo que la vieja siempre le decía. "La venganza no es buena" si, puede que no lo fuera, pero joder, que ganas tenía de meterle una bala entre las cejas. Pero ese ahora mismo no era el asunto que debía preocuparle, en este momento tenía que preocuparse por los niños que habían sido secuestrados y centrarse en que debía hacer para rescatarlos. Sabía que de los tres por el momento Astartea era la más espabilada para esas cosas, tampoco le importaba, confiaba en la albina y eso es algo complicado teniendo en cuenta que la vaquera, no confía ni en su propia sombra.
— Bien, en ese caso necesito un cambio de look, así vestida estoy segura de que les doy mal fario — se levanto y se quito la chaqueta dejándola bien guardada en un lugar seguro y el sombrero junto a esta. Se ajusto un poco la corbata y se quito también el chaleco quedando solo en una camisa blanca. Se peino un poco el pelo con los dedos tras quitarse el sombrero y se estiro los pantalones guardando la pistola en un lugar menos a la vista para evitar que la gente pudiera sentirse amenaza pero aún así estaba accesible en cualquier momento.
— Bueno, prometo que intentare ser buena, pero sabes lo que me jode que me hagan esperar así que espero que los locos del pueblo realmente quieran colaborar y pillemos a esos cabrones antes de que les hagan daño a los niños — frunció el entrecejo mientras los miraba a los dos. — Vaaaamos levantad esas nalgas del asiento y tirando a ver al cura, dios no quiera que cuando entre a esa puta iglesia salga yo ardiendo — nunca había entrado a una iglesia y dudaba que su madre la hubiera bautizado, pero bueno, en el infierno se encontraría con todos sus más queridos amigos. Y allegados y no había nada mejor que hacer una reunión familiar al calor de una buena hoguera ¿verdad?
En más de una ocasión pensó incluso que ese era el final que merecía su madre, quemada en una jodida hoguera por bruja, pero luego recordaba lo que la vieja siempre le decía. "La venganza no es buena" si, puede que no lo fuera, pero joder, que ganas tenía de meterle una bala entre las cejas. Pero ese ahora mismo no era el asunto que debía preocuparle, en este momento tenía que preocuparse por los niños que habían sido secuestrados y centrarse en que debía hacer para rescatarlos. Sabía que de los tres por el momento Astartea era la más espabilada para esas cosas, tampoco le importaba, confiaba en la albina y eso es algo complicado teniendo en cuenta que la vaquera, no confía ni en su propia sombra.
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Sonrió con picardía cuando la vaquera le quitó el puro.Era algo que habían convertido en costumbre en sus encuentros y cada vez que John se encendía un puro delante de ella, por lo que había empezado a encontrar cierto jugueteo en ello. Volvió a aceptarlo cuando se lo devolvió, dedicándole una mirada que bien podría hablar por si sola, casi como si se hubiese olvidado de que no estaban solos en esa habitación. Se reincorporó escuchando a Astartea y sus observaciones, así como una pequeña idea de por donde empezar. El vaquero no sabía mucho sobre religión, más allá de aquellos ejemplos leídos en una de sus novelas sobre forajidos. Sin embargo, algo sobre cultos podía saber.
Si bien todo lo que leía tenía que ver con forajidos, sheriffs y tiradores, había una novela que salía de aquella norma. El protagonista era un vaquero, por supuesto, pero el ambiente era... distinto. Un siniestro pueblo que no era amigable con los forasteros escondía un terrible secreto. Una secta cuyo objetivo era despertar a un antiguo dios. Dio una calada al puro.
—Aunque no lo parezca estoy algo entrenado en el arte de la discreción, así que... Haré lo que pueda.
Se levantó, dejando el puro en el cenicero, e igual que había hecho la vaquera, empezó a cambiar ligeramente su aspecto. Se quitó la chaqueta de cuero, quedándose en una camisa de color granate oscuro y el pañuelo de su cuello. Estiró las mangas y se colocó bien los guantes, para que el brazo mecánico no se viese a siempre vista, pues estaba diseñado de forma que podía ocultarse bajo la ropa con facilidad. Se quitó las protecciones de cuero de los pantalones, de forma que estos pareciesen unos tejanos oscuros normales. Dejó la pistola en su cintura, bien sujeta, para que pareciese que solo era un hombre que buscaba protegerse.
Se quitó el sombrero de la cabeza y lo miró unos instantes. No le gustaba mucho separarse de él, sin embargo poco podía hacer. Lo dejó justo encima del sombrero de Ash, guiñándole el ojo a esta cuando lo hacía. Entonces cogió sus gafas de sol reflectantes y las colgó desde la patilla en uno de sus bolsillos.
—¿Vamos a la iglesia, pues?
Si bien todo lo que leía tenía que ver con forajidos, sheriffs y tiradores, había una novela que salía de aquella norma. El protagonista era un vaquero, por supuesto, pero el ambiente era... distinto. Un siniestro pueblo que no era amigable con los forasteros escondía un terrible secreto. Una secta cuyo objetivo era despertar a un antiguo dios. Dio una calada al puro.
—Aunque no lo parezca estoy algo entrenado en el arte de la discreción, así que... Haré lo que pueda.
Se levantó, dejando el puro en el cenicero, e igual que había hecho la vaquera, empezó a cambiar ligeramente su aspecto. Se quitó la chaqueta de cuero, quedándose en una camisa de color granate oscuro y el pañuelo de su cuello. Estiró las mangas y se colocó bien los guantes, para que el brazo mecánico no se viese a siempre vista, pues estaba diseñado de forma que podía ocultarse bajo la ropa con facilidad. Se quitó las protecciones de cuero de los pantalones, de forma que estos pareciesen unos tejanos oscuros normales. Dejó la pistola en su cintura, bien sujeta, para que pareciese que solo era un hombre que buscaba protegerse.
Se quitó el sombrero de la cabeza y lo miró unos instantes. No le gustaba mucho separarse de él, sin embargo poco podía hacer. Lo dejó justo encima del sombrero de Ash, guiñándole el ojo a esta cuando lo hacía. Entonces cogió sus gafas de sol reflectantes y las colgó desde la patilla en uno de sus bolsillos.
—¿Vamos a la iglesia, pues?
Astartea Shikei
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Astartea estaba tranquila, como siempre. La palabra iglesia le saca una de esas sonrisas que hacer que curve los labios, pero la expresión deja mucho que desear de la felicidad. Tiene esa oscuridad, esa negrura de demonio que va tan perfectamente atado a aquel cuerpo, pero contrasta tanto con aquella hermosa cara.
Se deshace suavemente de aquella túnica, lleva un vestido negro largo, se ajusta a su cuerpo en una caída suave, bordea sus hombros y cae hasta su pecho. No expone demasiado, pero da esa imagen de mujer de luto o incluso de bruja. Bueno, todo dependía del ojo con el que lo miraras, y ella sabía cómo asegurarse de que la miraran con el que a ella le interesaba.
Se dio la libertad de rodear suavemente el brazo de Ash, como viejas complices y amigas mientras escuchaba sus palabras.- Solo he entrado dos veces a una iglesia.-Le contó a los dos, con una sonrisa en el rostro.- Con un hermoso vestido blanco para casarme.- Y la negrura pinto la travesura de sus ojos cuando continuo.- Y con un vestido negro mucho más bonito para enterrarle.- Agarra con el otro brazo al vaquero, y sin duda son uno de esos cuadros que aunque te girarás a ver dos veces, no descantan tanto.
Una mujer viuda, solitaria y rica y sus acompañantes. Si estiraba un poco la historia incluso Ash podía pasar por una pariente cercana y el vaquero como el juguete de un par de mujeres demasiado caprichosas.
No tardaron demasiado en llegar al lugar, los miró a ambos y los soltó suavemente.- Mirad por la zona, yo hablaré con el cura… Y seguidme el rollo, el gobierno no cae muy bien en estas zonas.- Sobre todo si les hacía pensar que no iban a ayudarle, que solo eran un montón de perros que actuaban por el dinero y nada más. Nuestra dama se acerca al cura, hace una inclinación en el altar y mira al hombre.
-Padre… -Una conversación tranquila, un par de gestos suaves. Ella le habla al cura de su estado de viudedad, de los tiempos difíciles y finalmente entre sinceramiento e historia, el cura comienza a hablar sobre los niños desaparecidos.- Rezamos todos los días porque aparezcan sanos y salvos, tenemos miedo de que más niños acaben de la misma manera.- Astartea palmea suavemente su espalda en un símbolo de confianza, y mientras escucha lo que le interesa saber.
Todos los niños habían sido secuestrados a la misma hora, justo a la hora en que la misa del pueblo comenzaba y todos los feligreses marchaban por las calles. O el secuestrador era muy listo y usaba aquello de tapadera para que no le viera, o tenía algo que ver con todo aquello.
Se deshace suavemente de aquella túnica, lleva un vestido negro largo, se ajusta a su cuerpo en una caída suave, bordea sus hombros y cae hasta su pecho. No expone demasiado, pero da esa imagen de mujer de luto o incluso de bruja. Bueno, todo dependía del ojo con el que lo miraras, y ella sabía cómo asegurarse de que la miraran con el que a ella le interesaba.
Se dio la libertad de rodear suavemente el brazo de Ash, como viejas complices y amigas mientras escuchaba sus palabras.- Solo he entrado dos veces a una iglesia.-Le contó a los dos, con una sonrisa en el rostro.- Con un hermoso vestido blanco para casarme.- Y la negrura pinto la travesura de sus ojos cuando continuo.- Y con un vestido negro mucho más bonito para enterrarle.- Agarra con el otro brazo al vaquero, y sin duda son uno de esos cuadros que aunque te girarás a ver dos veces, no descantan tanto.
Una mujer viuda, solitaria y rica y sus acompañantes. Si estiraba un poco la historia incluso Ash podía pasar por una pariente cercana y el vaquero como el juguete de un par de mujeres demasiado caprichosas.
No tardaron demasiado en llegar al lugar, los miró a ambos y los soltó suavemente.- Mirad por la zona, yo hablaré con el cura… Y seguidme el rollo, el gobierno no cae muy bien en estas zonas.- Sobre todo si les hacía pensar que no iban a ayudarle, que solo eran un montón de perros que actuaban por el dinero y nada más. Nuestra dama se acerca al cura, hace una inclinación en el altar y mira al hombre.
-Padre… -Una conversación tranquila, un par de gestos suaves. Ella le habla al cura de su estado de viudedad, de los tiempos difíciles y finalmente entre sinceramiento e historia, el cura comienza a hablar sobre los niños desaparecidos.- Rezamos todos los días porque aparezcan sanos y salvos, tenemos miedo de que más niños acaben de la misma manera.- Astartea palmea suavemente su espalda en un símbolo de confianza, y mientras escucha lo que le interesa saber.
Todos los niños habían sido secuestrados a la misma hora, justo a la hora en que la misa del pueblo comenzaba y todos los feligreses marchaban por las calles. O el secuestrador era muy listo y usaba aquello de tapadera para que no le viera, o tenía algo que ver con todo aquello.
Ashlyn Blake
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Sonrió de medio lado mirando como el vaquero se iba quitando ropa. Joder, recordar esos músculos completamente al aire la hicieron calentarse por momentos, pero por su bien era mejor relajarse por que ahora mismo no tenían tiempo que perder en calenturas. Pero sus ojos no perdieron ni uno solo de sus movimientos. Dejó que Astartea se sujetara a su brazo y entonces cuando el vaquero estuvo listo, salieron de allí rumbo a la iglesia del pueblo. No estaba segura de si quería o no quería entrar allí y cuando al fin se decidió que ella no tenía por que entrar respiró con cierto alivio y entonces se sujeto al brazo del vaquero dejando que la albina entrara a hablar con el cura.
Ella fingiría ser la amiga o la familiar que acompaña a la más joven en su luto y en su dolor y aquel vaquero macizo pensaba hacerlo pasar por su pareja, por que oye, ¿por que no? podía aprovechar aquellos momentos para tontear un poco. Pasearon un poco juntos alrededor de la iglesia mientras sus ojos rojos como la más furiosa llama, como un rubí pulido y hermosamente tallado se paseaban con cierto cuidado por la gente que pululaba alrededor del edificio. Buscaba gente que pudiera ser sospechoso, que pudiera comportarse de manera extraña o tal vez que algo pudiera delatar nerviosismo o un comportamiento peculiar.
Fue entonces cuando se fijo en un hombre, un hombre que jugueteaba con un par de niños, que al parecer tenían una mezcla de edades bastante peculiares. Señaló al hombre con la cabeza de manera relajada mientras tiraba un poco del vaquero para acercarse al grupo aunque quedándose lo suficientemente lejos como para que no sospecharan de ellos. Tan solo quería escuchar lo que el hombre decía y de paso lo que decían los pueblerinos sobre él, por que sabía que andaban cuchicheando algo sobre ellos y sobre el otro hombre ya que lo miraban con cierta intensidad. No con sospecha, que era lo más extraño teniendo en cuenta la situación en la que vivían, si no como si aquella escena les enterneciera.
Al parecer la gente hablaba sobre ellos con desconfianza, pero ella los ignoraba, era normal y sobre aquel hombre decían que era alguien amable y maravilloso, que su esposa era joven y bastante atenta. Que se notaba que adoraba a los niños y que era una desgracia que hubieran perdido a su pobre hijo tan pequeño. Que había sido una terrible desgracia y que ojala aquello nunca hubiera ocurrido porque aquella pareja tenían mucho amor que dar y además de ser una pareja ejemplar se notaba que querían formar una gran familia. Lástima que la mujer hubiera quedado estéril tras parir a su primer hijo, el mismo que falleció de forma terrible — vaya, ese hombre es un santo o más falso y peliculero que mi puta madre — bufo aunque le hablo al vaquero en voz baja. Tenía que contarle aquello a Astartea, algo de aquel hombre no le gustaba, le olía a chamusquina.
Ella fingiría ser la amiga o la familiar que acompaña a la más joven en su luto y en su dolor y aquel vaquero macizo pensaba hacerlo pasar por su pareja, por que oye, ¿por que no? podía aprovechar aquellos momentos para tontear un poco. Pasearon un poco juntos alrededor de la iglesia mientras sus ojos rojos como la más furiosa llama, como un rubí pulido y hermosamente tallado se paseaban con cierto cuidado por la gente que pululaba alrededor del edificio. Buscaba gente que pudiera ser sospechoso, que pudiera comportarse de manera extraña o tal vez que algo pudiera delatar nerviosismo o un comportamiento peculiar.
Fue entonces cuando se fijo en un hombre, un hombre que jugueteaba con un par de niños, que al parecer tenían una mezcla de edades bastante peculiares. Señaló al hombre con la cabeza de manera relajada mientras tiraba un poco del vaquero para acercarse al grupo aunque quedándose lo suficientemente lejos como para que no sospecharan de ellos. Tan solo quería escuchar lo que el hombre decía y de paso lo que decían los pueblerinos sobre él, por que sabía que andaban cuchicheando algo sobre ellos y sobre el otro hombre ya que lo miraban con cierta intensidad. No con sospecha, que era lo más extraño teniendo en cuenta la situación en la que vivían, si no como si aquella escena les enterneciera.
Al parecer la gente hablaba sobre ellos con desconfianza, pero ella los ignoraba, era normal y sobre aquel hombre decían que era alguien amable y maravilloso, que su esposa era joven y bastante atenta. Que se notaba que adoraba a los niños y que era una desgracia que hubieran perdido a su pobre hijo tan pequeño. Que había sido una terrible desgracia y que ojala aquello nunca hubiera ocurrido porque aquella pareja tenían mucho amor que dar y además de ser una pareja ejemplar se notaba que querían formar una gran familia. Lástima que la mujer hubiera quedado estéril tras parir a su primer hijo, el mismo que falleció de forma terrible — vaya, ese hombre es un santo o más falso y peliculero que mi puta madre — bufo aunque le hablo al vaquero en voz baja. Tenía que contarle aquello a Astartea, algo de aquel hombre no le gustaba, le olía a chamusquina.
John Wayne
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Finalmente se prepararon para salir y dar los primeros pasos de su investigación. Astartea parecía una mujer de luto con sus dos acompañantes, que bien podrían ser familiares. Por color de pelo, Ash colaba como una hermana o una primera, mientras que John podría ser la pareja de esta, acompañando a su cuñada enviudada. Salió junto a ellas, con su brazo sujeto al suyo. El pueblo parecía tranquilo y la iglesia era grande. Nunca había visto una así de cerca, por lo que se fijó bastante en su arquitectura. Astartea entró en la iglesia, hablando con el cura, mientras Ash se sujetaba a su brazo mientras estaban fuera. Se aseguró de que se sujetase a su brazo no-metálico, para poder sentir su tacto y cercanía, aunque solo sea en ese momento.
Ash no tardó en fijarse en alguien que estaba cerca de la iglesia. Alguien que parecía estar hablando con unos niños, de forma un poco... sospechosa. Se dejó llevar por la albina, acercándose a esa persona para poder ver que hacía. El vaquero asintió cuando la albina le susurró sus impresiones del hombre y fingió mirar con interés la iglesia. El hombre, que había dejado de hablar con los niños, se posicionó a su lado mirando también la religiosa estructura.
—Hola. No me suenan, ¿son nuevos en el pueblo? —les dijo desde su lado. ¿Se había dado cuenta de que le espiaban?
El vaquero lo miró, con una expresión que denotaba la alegría que podría sentir alguien normal pasando unos días con su pareja.
—Bueno, estamos buscando iglesia para... Ya sabe... Atar por fin el lazo. Unirnos en sagrado matrimonio. Buscamos el lugar perfecto.
El hombre asintió, mirando la iglesia.
—Este lugar es perfecto, la verdad. Sobre todo si... bueno. Si cumplen los requisitos del Señor. Mantenerse casto y puro hasta el matrimonio, tener hijos... Siempre y cuando sigan sus designios, espero que tengan unos hijos hermosos.
Y les dedicó una sonrisa que a John le dio ganas de arrancarle de un puñetazo. Aunque no lo hizo.
Ash no tardó en fijarse en alguien que estaba cerca de la iglesia. Alguien que parecía estar hablando con unos niños, de forma un poco... sospechosa. Se dejó llevar por la albina, acercándose a esa persona para poder ver que hacía. El vaquero asintió cuando la albina le susurró sus impresiones del hombre y fingió mirar con interés la iglesia. El hombre, que había dejado de hablar con los niños, se posicionó a su lado mirando también la religiosa estructura.
—Hola. No me suenan, ¿son nuevos en el pueblo? —les dijo desde su lado. ¿Se había dado cuenta de que le espiaban?
El vaquero lo miró, con una expresión que denotaba la alegría que podría sentir alguien normal pasando unos días con su pareja.
—Bueno, estamos buscando iglesia para... Ya sabe... Atar por fin el lazo. Unirnos en sagrado matrimonio. Buscamos el lugar perfecto.
El hombre asintió, mirando la iglesia.
—Este lugar es perfecto, la verdad. Sobre todo si... bueno. Si cumplen los requisitos del Señor. Mantenerse casto y puro hasta el matrimonio, tener hijos... Siempre y cuando sigan sus designios, espero que tengan unos hijos hermosos.
Y les dedicó una sonrisa que a John le dio ganas de arrancarle de un puñetazo. Aunque no lo hizo.
Astartea Shikei
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Astartea se enteró entonces por el cura, mientras le tendía los papeles con una profunda cara de tristeza que dos chicos más habían desaparecido aquella tarde. Las noticias no habían llegado a todos lados aun, pero al parecer habían intentado agarrar a otro chico más, pero no habían logrado atraparlo.
El pequeño no había salido a la calle para la misa porque se encontraba enfermo, sus padres se habían quedado con él, pero habían notado algo raro moviéndose por la zona.
Los dos muchachos habían nacido el mismo día, el seis de junio, uno tenía doce años y otro cuatro. Astartea frunció el ceño, sabiendo que su próximo objetivo cumplía con el mismo requisito y entonces finalmente supo qué demonios estaba pasando, confirmándolo en su mente al recordar cuantos niños iban en la cuenta.
Salió de la iglesia viendo el espectáculo de los otros, y quiso vomitar ante la actuación del par, sin embargo no lo reflejó en el rostro. Con una suave inclinación se despide del hombre y se acerca a ellos.-Han desaparecido dos niños más hoy, misma fecha de nacimiento, doce y cuatro años.- Aprieta suavemente la mandíbula y entonces se lo dice lo suficientemente alto como para que ambos se enteren.- Seis niños… Quieren seis niños, nacidos el día seis del mes seis.- Y el escalofrío tétrico es acompañado de su expresión salida del mismo infierno.
-Tenemos que hacer algo… -Se cruza de brazos, intentando relajar la cabeza, negando.- El resto debe estar vivo, hasta que agarren al sexto, tenemos que tenderle una trampa, dejar que agarren al niño y seguirlo.- Era lo único que se le había ocurrido, quizás convencer a los padres de que confiaran en ellos, entonces seguirle, ver donde estaban los demás niños y matarlos a todos por desgraciados que querían hacer alguna clase de rito satánico a la costa de niños inocentes.
Sin duda su paciencia comenzaba a evaporarse, y a diferencia del par de polvorillas que tenía como compañeros, eso sí que era peligroso.
El pequeño no había salido a la calle para la misa porque se encontraba enfermo, sus padres se habían quedado con él, pero habían notado algo raro moviéndose por la zona.
Los dos muchachos habían nacido el mismo día, el seis de junio, uno tenía doce años y otro cuatro. Astartea frunció el ceño, sabiendo que su próximo objetivo cumplía con el mismo requisito y entonces finalmente supo qué demonios estaba pasando, confirmándolo en su mente al recordar cuantos niños iban en la cuenta.
Salió de la iglesia viendo el espectáculo de los otros, y quiso vomitar ante la actuación del par, sin embargo no lo reflejó en el rostro. Con una suave inclinación se despide del hombre y se acerca a ellos.-Han desaparecido dos niños más hoy, misma fecha de nacimiento, doce y cuatro años.- Aprieta suavemente la mandíbula y entonces se lo dice lo suficientemente alto como para que ambos se enteren.- Seis niños… Quieren seis niños, nacidos el día seis del mes seis.- Y el escalofrío tétrico es acompañado de su expresión salida del mismo infierno.
-Tenemos que hacer algo… -Se cruza de brazos, intentando relajar la cabeza, negando.- El resto debe estar vivo, hasta que agarren al sexto, tenemos que tenderle una trampa, dejar que agarren al niño y seguirlo.- Era lo único que se le había ocurrido, quizás convencer a los padres de que confiaran en ellos, entonces seguirle, ver donde estaban los demás niños y matarlos a todos por desgraciados que querían hacer alguna clase de rito satánico a la costa de niños inocentes.
Sin duda su paciencia comenzaba a evaporarse, y a diferencia del par de polvorillas que tenía como compañeros, eso sí que era peligroso.
Ashlyn Blake
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Casí suelta una carcajada cuando escucho a John decirle todas aquellas patrañas a ese hombre, pero entendía que debían guardar las apariencias así que simplemente sonrió de manera relajada mientras se aferraba un poco más al brazo del vaquero — llevamos tiempo planeando nuestro día especial, pero me temo que soy un poco caprichosa en lo que a lugar se refiere — intentaba mostrarse como una mujer comprometida feliz y de lo más encantadora. Por suerte, pareció que el teatrillo que estaban haciendo daba sus frutos y el hombre tras hablar un poco con él se esfumaba sin más. Cuando llego Astartea hasta ellos casi le dieron ganas de vomitar a la mujer, joder, ¿ritos sátanicos a estas alturas?
Suspiro con cierta molesta y movió un poco la cabeza — ese tipo es sospechoso hasta decir basta, al parecer los aldeanos murmuran que tanto él como su esposa son la pareja "ideal" pero que han sufrido demasiadas tragedias juntas, ella quedo estéril tras dar a luz a su hijo y ¿adivina que? murió con seis años — tampoco hacía falta ser demasiado listo maldita sea, aquello era blanco y e en botella. Gruño un poco y después respiro pensando en que debía tranquilizarse antes de empezar a pegar tiros.
— No van a dejar que el niño corra peligro, menos teniendo en cuenta que nuestras profesiones no estan del todo bien vistas — cazarrecompensas, marine y CP — a no ser, que nos aprovechemos de tu encanto y tu bien hacer como médico, el niño esta enfermo, nos acercamos y decimos que el cura nos hablo de la enfermedad y que crees que puedes ayudar y entonces tú, una dulce e "indefensa" mujercita viuda se lo lleva de paseo para que le de el aire mientras nosotros vigilamos — el cabronazo aquel caería en la trampa y entonces sería su momento de actuar. Estaba segura de que ese cabrón tenía algo que ver y no pensaba dejarlo escapar. Tenían que encontrar a los niños sanos y salvos, por que si les había hecho algo, se encargaría personalmente de partirle todos y cada uno de sus putos huesos hasta que los gritos despertaran al mismísimo satanás para que se cobrara su alma.
Suspiro con cierta molesta y movió un poco la cabeza — ese tipo es sospechoso hasta decir basta, al parecer los aldeanos murmuran que tanto él como su esposa son la pareja "ideal" pero que han sufrido demasiadas tragedias juntas, ella quedo estéril tras dar a luz a su hijo y ¿adivina que? murió con seis años — tampoco hacía falta ser demasiado listo maldita sea, aquello era blanco y e en botella. Gruño un poco y después respiro pensando en que debía tranquilizarse antes de empezar a pegar tiros.
— No van a dejar que el niño corra peligro, menos teniendo en cuenta que nuestras profesiones no estan del todo bien vistas — cazarrecompensas, marine y CP — a no ser, que nos aprovechemos de tu encanto y tu bien hacer como médico, el niño esta enfermo, nos acercamos y decimos que el cura nos hablo de la enfermedad y que crees que puedes ayudar y entonces tú, una dulce e "indefensa" mujercita viuda se lo lleva de paseo para que le de el aire mientras nosotros vigilamos — el cabronazo aquel caería en la trampa y entonces sería su momento de actuar. Estaba segura de que ese cabrón tenía algo que ver y no pensaba dejarlo escapar. Tenían que encontrar a los niños sanos y salvos, por que si les había hecho algo, se encargaría personalmente de partirle todos y cada uno de sus putos huesos hasta que los gritos despertaran al mismísimo satanás para que se cobrara su alma.
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Akuma no mi
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El hombre se marchó, por suerte. No tardó en volver Astartea, compartiendo lo que había descubierto en la iglesia. Se pasó una mano por la barba, pensando en lo que decían las chicas y en como podrían actuar. De nuevo, el vaquero no sabía mucho de religión, por lo que no tenía claro que relación tenía el número seis con todo ello, pero confió en los conocimientos de las chicas. Asintió ante las observaciones de Ash, estando de acuerdo en lo sospechoso que era aquel hombre. Oyó su plan con cierto interés.
—Es una buena idea, pero puede ser muy complicado. Después de que casi se llevasen al niño... No confiarán en nadie tan fácilmente. Hay que ganarse su confianza de algún modo, puede que incluso podamos conseguir información. Astartea puede fingir ser una médico preocupada, como bien ha dicho Ash, y nosotros... —Se llevó la mano al interior de la chaqueta y sacó de su bolsillo su identificación—... Agentes de la ley. Tal vez estén más dispuestos a dejar que una doctora saque a su hijo a pasear si van con ellos dos guardaespaldas de fiar —dijo guardándose de nuevo la identificación—. Tal vez así puedan además decirnos si vieron algo, si sospechan de alguien... ¿Qué os parece?
Le gustaba mucho la idea que había tenido Ash, así que quiso aprovecharla al máximo, añadiendo algo de verdad a la mentira para hacerla más creíble, a la par que añadía más capas de engaño con el propósito de ganarse la confianza de aquel matrimonio. Mientras esperaba respuesta se sacó un puro del bolsillo, después de todo llevaba bastante rato sin fumar, y lo encendió con un mechero, por no sacar a relucir su brazo metálico. Dio una calada hacia arriba, pues tampoco quería molestar con el humo a Astartea, ya que no sabía si le sería demasiado incómodo.
—Es una buena idea, pero puede ser muy complicado. Después de que casi se llevasen al niño... No confiarán en nadie tan fácilmente. Hay que ganarse su confianza de algún modo, puede que incluso podamos conseguir información. Astartea puede fingir ser una médico preocupada, como bien ha dicho Ash, y nosotros... —Se llevó la mano al interior de la chaqueta y sacó de su bolsillo su identificación—... Agentes de la ley. Tal vez estén más dispuestos a dejar que una doctora saque a su hijo a pasear si van con ellos dos guardaespaldas de fiar —dijo guardándose de nuevo la identificación—. Tal vez así puedan además decirnos si vieron algo, si sospechan de alguien... ¿Qué os parece?
Le gustaba mucho la idea que había tenido Ash, así que quiso aprovecharla al máximo, añadiendo algo de verdad a la mentira para hacerla más creíble, a la par que añadía más capas de engaño con el propósito de ganarse la confianza de aquel matrimonio. Mientras esperaba respuesta se sacó un puro del bolsillo, después de todo llevaba bastante rato sin fumar, y lo encendió con un mechero, por no sacar a relucir su brazo metálico. Dio una calada hacia arriba, pues tampoco quería molestar con el humo a Astartea, ya que no sabía si le sería demasiado incómodo.
Astartea Shikei
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-No va a funcionar de esa manera.- Fue sincera, directa. Se cruzó de brazos recordando las palabras del cura.- Ese hombre sería capaz de drogarme o golpearme para sacar a ese niño, y no estoy dispuesta a recibir ni un palo ni un chutazo de algo, a saber que hacéis sin mi.- Alza una ceja dejando claro que nada de golpetazos, drogas raras o sangre de muerto tocándola en un intento de ponerla a mirar a vete tu saber dónde.- Simplifiquemos, la clave de todo buen plan es hacerlo sencillo.- Se encoge suavemente de hombros, sabiendo que hay una manera mucho más sencilla de hacer todo aquello.
-Vamos con la familia, les interrogamos, le hago un chequeo al niño, un poco antes de que sea la hora de misa.- Se rascó suavemente el mentón, dejando que una sonrisa maliciosa pintase sus labios.- Sedo a los padres, los dejamos dormidos en sus camas, que entre el hombre, se lleve al niño y lo seguimos-Astartea sabía que era sencillo, tenía una capacidad monstruosa para jugar con la mente y con el cuerpo de la gente.- Con los padres drogados podemos asegurar posiciones y que no interfieran.- Suspira levemente, la idea de drogar o sedar a gente sin intención de meterles el bisturí era aburrida, pero era lo que tocaba.- De otra forma, con su paranoia, olvidaos y aparte, por mucho que quieran proteger a su hijo, hay cinco más esperándonos.- Les miró como esperando que aceptaran la simplificación del plan, era una mezcla del de los tres después de todo, pero más a su manera.
Nada de acabar con porrazos, golpetazos o drogada, no señor, no tenía ella ganas de fingir ser una hermanita de la caridad a la que le habían dado un palo al cruzar la calle. Había demasiadas posibilidades de que el hombre se asustara al ver a una extraña, si era alguien del pueblo sabría cómo tratarlo y si se lo hacían tan fácil… Hasta un idiota podía robarle el niño a un par de padres drogados.
-Vamos con la familia, les interrogamos, le hago un chequeo al niño, un poco antes de que sea la hora de misa.- Se rascó suavemente el mentón, dejando que una sonrisa maliciosa pintase sus labios.- Sedo a los padres, los dejamos dormidos en sus camas, que entre el hombre, se lleve al niño y lo seguimos-Astartea sabía que era sencillo, tenía una capacidad monstruosa para jugar con la mente y con el cuerpo de la gente.- Con los padres drogados podemos asegurar posiciones y que no interfieran.- Suspira levemente, la idea de drogar o sedar a gente sin intención de meterles el bisturí era aburrida, pero era lo que tocaba.- De otra forma, con su paranoia, olvidaos y aparte, por mucho que quieran proteger a su hijo, hay cinco más esperándonos.- Les miró como esperando que aceptaran la simplificación del plan, era una mezcla del de los tres después de todo, pero más a su manera.
Nada de acabar con porrazos, golpetazos o drogada, no señor, no tenía ella ganas de fingir ser una hermanita de la caridad a la que le habían dado un palo al cruzar la calle. Había demasiadas posibilidades de que el hombre se asustara al ver a una extraña, si era alguien del pueblo sabría cómo tratarlo y si se lo hacían tan fácil… Hasta un idiota podía robarle el niño a un par de padres drogados.
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Vale, debía admitir que esa era una forma más rápida y puede que más eficaz, también bastante mas invasiva y que podría meterles en muchos más líos. Aunque teniendo en cuenta que ella era marine y el vaquero del CP la única que podría meterse en líos era ella y esperaba que esos dos le salvaran el culo si una situación así se presentaba ante ella. Suspiro y asintió sin más mientras se encogía de hombros. — Bueno, si te a ti te parece lo más correcto adelante, solo espero no meter la pata y que los niños paguen las consecuencias — por que todo aquello podía salir bien o jodidamente mal.
Tras esperar la respuesta del vaquero al nuevo plan se pusieron en funciones. Tendrían que ir a que Astartea preparase sus sedantes y después a casa de los señores en cuestión. Dejarían que fuera ella por el momento, después de todo sería bastante extraño que se presentaran los tres en aquella casa sin más. Ash había comentado que sería mejor idea que ella llamara primero a la casa y que después "llamara" a su hermana para pedirle que le trajera de la posada su maletín de médico que se había dejado por un descuido. De esa forma tendrían la excusa de que entrase Ash también.
Para que entrase el vaquero, puedo, no era necesario realmente que entrase él también. Podía quedarse inspeccionando los alrededores con cuidado de no parecer sospechosos y ver un lugar en el que pudieran quedarse esperando a que el secuestrador apareciera una vez estuvieran todos sedados en aquella casa. Después de todo debían seguirlo hasta llegar al lugar donde tenían encerrados a los otros chicos. Aquella misión tenía que salir bien, Ash no se perdonaría que por un error absurdo o por una metedura de pata aquellos chiquillos terminasen sufriendo bajo las manos de aquellos desalmados. Jamás entendería la capacidad que tenía la gente de herir a aquello que era más débil o que no podía defenderse.
Tras esperar la respuesta del vaquero al nuevo plan se pusieron en funciones. Tendrían que ir a que Astartea preparase sus sedantes y después a casa de los señores en cuestión. Dejarían que fuera ella por el momento, después de todo sería bastante extraño que se presentaran los tres en aquella casa sin más. Ash había comentado que sería mejor idea que ella llamara primero a la casa y que después "llamara" a su hermana para pedirle que le trajera de la posada su maletín de médico que se había dejado por un descuido. De esa forma tendrían la excusa de que entrase Ash también.
Para que entrase el vaquero, puedo, no era necesario realmente que entrase él también. Podía quedarse inspeccionando los alrededores con cuidado de no parecer sospechosos y ver un lugar en el que pudieran quedarse esperando a que el secuestrador apareciera una vez estuvieran todos sedados en aquella casa. Después de todo debían seguirlo hasta llegar al lugar donde tenían encerrados a los otros chicos. Aquella misión tenía que salir bien, Ash no se perdonaría que por un error absurdo o por una metedura de pata aquellos chiquillos terminasen sufriendo bajo las manos de aquellos desalmados. Jamás entendería la capacidad que tenía la gente de herir a aquello que era más débil o que no podía defenderse.
John Wayne
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El vaquero asintió. El plan de Astartea era arriesgado, sí, pero tenía más posibilidades de ponerse en marcha que el otro. Y si había algo que John no era. Las miró hablar, a ambas, y durante un instante se dio cuenta de la verdad: Iba a ser por ellas por quienes esta operación saldrá bien. El vaquero era útil, sin duda, pero las cabezas pensantes eran ellas. John era una máquina de pensar fría y calculadora, pero que debido a eventos recientes estaba... algo inestable. Astartea podía suplir perfectamente su lado calculador. Ash, por otro lado, era astuta e inteligente, pero con fuego en sus intenciones y emociones.
John iba a ser tan solo un dedo en un gatillo y aquellas dos mujeres iban a ser la clave. Y aquello no era precisamente algo que dañase su orgullo. Sin embargo, eso le hizo decidirse a querer ser útil. No añadió nada más al plan, simplemente lo aceptó, tan solo puntualizando que él no iba a entrar en la casa, que se quedaría fuera. Mientras Astartea se preparaba, adquiriendo sus sedantes, John volvió a la posada, con el propósito de recuperar su chupa de cuero negra y su sombrero. Estaba anocheciendo y podía aprovechar la oscuridad de la noche a su favor. Cuando estuvieron todos listos, cerca de la casa del objetivo, John tiró al suelo lo que le quedaba del puro y lo apagó.
—Si cuando salís no me veis ni me oís, no os preocupéis. Sigo vuestros movimientos.
Dicho aquello, se fundió en la oscuridad que había en el espacio entre casas, apoyándose en silencio en la pared del edificio donde vivía el matrimonio al que iban a engañar. Se cruzó de brazos y bajó la cabeza, escondiendo su rostro bajo el ala del sombrero. Su respiración era tranquila, imperceptible, casi como si fuese una máquina controlada, y la oscuridad de sus ropas le hacían difícil de detectar a simple vista. Simplemente, se quedaría ahí, atento a cuando saliesen las chicas y empezase la siguiente fase del plan.
John iba a ser tan solo un dedo en un gatillo y aquellas dos mujeres iban a ser la clave. Y aquello no era precisamente algo que dañase su orgullo. Sin embargo, eso le hizo decidirse a querer ser útil. No añadió nada más al plan, simplemente lo aceptó, tan solo puntualizando que él no iba a entrar en la casa, que se quedaría fuera. Mientras Astartea se preparaba, adquiriendo sus sedantes, John volvió a la posada, con el propósito de recuperar su chupa de cuero negra y su sombrero. Estaba anocheciendo y podía aprovechar la oscuridad de la noche a su favor. Cuando estuvieron todos listos, cerca de la casa del objetivo, John tiró al suelo lo que le quedaba del puro y lo apagó.
—Si cuando salís no me veis ni me oís, no os preocupéis. Sigo vuestros movimientos.
Dicho aquello, se fundió en la oscuridad que había en el espacio entre casas, apoyándose en silencio en la pared del edificio donde vivía el matrimonio al que iban a engañar. Se cruzó de brazos y bajó la cabeza, escondiendo su rostro bajo el ala del sombrero. Su respiración era tranquila, imperceptible, casi como si fuese una máquina controlada, y la oscuridad de sus ropas le hacían difícil de detectar a simple vista. Simplemente, se quedaría ahí, atento a cuando saliesen las chicas y empezase la siguiente fase del plan.
Astartea Shikei
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Astartea acomodó calmadamente las cosas en su brazo, al final había preferido que la mujer fuera con ella desde un comienzo. Simplemente había preferido decir que las cosas en el pueblo estaban alteradas y le daba miedo ir sola por el lugar.
Llamó a la puerta, y aunque los padres se mostraron bastante preocupados, en cuanto la mujer les comentó que era médico, y que pensaba revisar al muchacho completamente gratis, la dejaron pasar. Nuestra dama de cabellos albinos se acercó a inspeccionar al niño, algo de fiebre, un poco de tos, un resfriado por los cambios de temperatura. Lo arropó con tranquilidad, le susurro palabras bonitas, le aseguró que todo saldría bien y se prometió que iba a hacer que todo fuera así.
Solo ella podía permitirse el lujo de ser el monstruo para todos los demás, el resto de monstruos debían permanecer escondidos o en su defecto, morir.
-Déjenme que les sirva una infusión para los nervios, sé que se acerca la hora de la misa y están ustedes atacados.-Le hizo un gesto a su compañera, y en un par de minutos la médico les sirvió el té con aquel sedante. Sabía de sobra que aquel hombre hubiera sido capaz de matar a ambos padres con tal de llegar al niño, y que no hubieran confiado en ellos como para dejar que usaran a su hijo de cebo. Por eso, cuando ambos dieron el primer cabezazo y se quedaron plácidamente dormidos, suspiró finalmente.
-Vamos a dejarlos en su cuarto, y luego vamos a irnos, quedan apenas quince minutos para que empiecen a sonar las campanas.- Con ayuda de la vaquera llevarían uno a uno a la mujer y al hombre, sabiendo de sobra que la medicina para el resfriado habría dejado al pequeño tan dormido como a sus padres.
Llamó a la puerta, y aunque los padres se mostraron bastante preocupados, en cuanto la mujer les comentó que era médico, y que pensaba revisar al muchacho completamente gratis, la dejaron pasar. Nuestra dama de cabellos albinos se acercó a inspeccionar al niño, algo de fiebre, un poco de tos, un resfriado por los cambios de temperatura. Lo arropó con tranquilidad, le susurro palabras bonitas, le aseguró que todo saldría bien y se prometió que iba a hacer que todo fuera así.
Solo ella podía permitirse el lujo de ser el monstruo para todos los demás, el resto de monstruos debían permanecer escondidos o en su defecto, morir.
-Déjenme que les sirva una infusión para los nervios, sé que se acerca la hora de la misa y están ustedes atacados.-Le hizo un gesto a su compañera, y en un par de minutos la médico les sirvió el té con aquel sedante. Sabía de sobra que aquel hombre hubiera sido capaz de matar a ambos padres con tal de llegar al niño, y que no hubieran confiado en ellos como para dejar que usaran a su hijo de cebo. Por eso, cuando ambos dieron el primer cabezazo y se quedaron plácidamente dormidos, suspiró finalmente.
-Vamos a dejarlos en su cuarto, y luego vamos a irnos, quedan apenas quince minutos para que empiecen a sonar las campanas.- Con ayuda de la vaquera llevarían uno a uno a la mujer y al hombre, sabiendo de sobra que la medicina para el resfriado habría dejado al pequeño tan dormido como a sus padres.
Ashlyn Blake
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Al final Ash había accedido a ir directamente con Astartea con la escusa de que le daba miedo ir sola por aquel pueblecillo. Cuando llegaron a aquella casa entraron y dejo que ella hablara mientras la vaquera simplemente sonreía de forma relajada y dulce. Todo lo dulce que podía aparentar esa mujer. Dejo que los drogara después de revisar al niño y dejarle tan dormido como lo estaban sus padres. No estaba del todo segura de si le gustaba aquel plan, pero no podía hacer nada ya que lo habían aceptado entre todos. Solo esperaba que las cosas salieran bien, solo esperaba que encontraran a los niños antes de que esos degenerados pudieran hacerles daño.
Salieron de la casa y se ocultaron para esperar a aquel sujeto. No tardo demasiado en aparecer, allí estaba el muy cabrón entrando en la casa aprovechando que los padres estaban dormidos para llevarse al niño. No tardaron demasiado en ir tras él, con cuidado, con precaución para que no los descubrieran mientras iban tras aquella maldita sombra que se estaba llevando al chiquillo. Le siguieron gasta lo que parecía una entrada secreta a alguna parte. No estaba segura de si le estaba llevando hasta su casa o hasta un lugar oculto donde mantenía presos al resto de niños.
La segunda idea era la más lógica, parecía una entrada oculta a unas viejas catacumbas. ¿Como no? si querían hacer un rito satánico lo más divertido y lo más lógico era hacerlo en unas catacumbas chungas e innecesarias para darle un poco más de tensión al escenario. Suspiro y miro a los dos mientras sacaba la pistola haciendo un par de señas. Indicaba que entrase primero el vaquero, después de todo al ser de metal si le disparaban no podían hacerle demasiado daño. Tras él entraría Astartea y Ash se quedaría en la retaguardia pero básicamente irían los tres tan juntos como pudieran.
Podían escucharse voces a lo lejos, la voz de una mujer y un hombre discutiendo, hablando sobre los niños. Hablando de la mejor forma de llevar a cabo el ritual y que debían ser rápidos por que el tiempo corría y no podían permitirse ningún fallo. Necesitaban hacer todo aquello en una hora concreta y cuanto antes llegaran hasta el lugar donde estaban mejor, se estaba poniendo un poco nerviosa. No le gustaba en absoluto la idea de que los niños pudieran sufrir ningún tipo de percance antes de que ellos llegaran a salvarlos.
Salieron de la casa y se ocultaron para esperar a aquel sujeto. No tardo demasiado en aparecer, allí estaba el muy cabrón entrando en la casa aprovechando que los padres estaban dormidos para llevarse al niño. No tardaron demasiado en ir tras él, con cuidado, con precaución para que no los descubrieran mientras iban tras aquella maldita sombra que se estaba llevando al chiquillo. Le siguieron gasta lo que parecía una entrada secreta a alguna parte. No estaba segura de si le estaba llevando hasta su casa o hasta un lugar oculto donde mantenía presos al resto de niños.
La segunda idea era la más lógica, parecía una entrada oculta a unas viejas catacumbas. ¿Como no? si querían hacer un rito satánico lo más divertido y lo más lógico era hacerlo en unas catacumbas chungas e innecesarias para darle un poco más de tensión al escenario. Suspiro y miro a los dos mientras sacaba la pistola haciendo un par de señas. Indicaba que entrase primero el vaquero, después de todo al ser de metal si le disparaban no podían hacerle demasiado daño. Tras él entraría Astartea y Ash se quedaría en la retaguardia pero básicamente irían los tres tan juntos como pudieran.
Podían escucharse voces a lo lejos, la voz de una mujer y un hombre discutiendo, hablando sobre los niños. Hablando de la mejor forma de llevar a cabo el ritual y que debían ser rápidos por que el tiempo corría y no podían permitirse ningún fallo. Necesitaban hacer todo aquello en una hora concreta y cuanto antes llegaran hasta el lugar donde estaban mejor, se estaba poniendo un poco nerviosa. No le gustaba en absoluto la idea de que los niños pudieran sufrir ningún tipo de percance antes de que ellos llegaran a salvarlos.
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La oscuridad de la noche era su aliada en aquel instante. Mientras seguían al hombre, que ya había efectuado su secuestro, guiaba a las chicas por las sombras, siendo esa su utilidad en aquel instante. Su camino los llevó hasta una entrada oculta. El vaquero se mantuvo en las sombras mientras el hombre entraba y cerraba tras de si, dejándola tan oculta como estaba antes. Sin embargo, ellos ya la habían visto. No tardó en salir de las sombras y dirigirse a la entrada, que no era más que un agujero que daba a un túnel, oculto por un matorral. Siguiendo la indicación de Ash entró él primero.
Todo estaba oscuro. No tardó en activar su visión térmica, tomando la señal de calor del hombre en el interior del túnel. Parecía que el camino era recto. Empezó a caminar, sin perder de vista la señal de calor. No tardó en aparecer una segunda señal de calor... y varias más. Más pequeñas. Volvió a dejar su visión normal cuando unas antorchas empezaron a iluminar el túnel, revelando que se encontraban en unas catacumbas.
La sala a la que habían llegado era circular y olía a humedad. Todos los que debían ser los niños desaparecidos descansaban en un círculo, totalmente dormidos, aunque quedaba uno para que estuviese completo. Uno que el hombre llevaba en brazos, recién secuestrado. Estaba hablando con una mujer. Sabiendo que podía servir como distracción, dio un par de pasos hacia delante, saliendo de las sombras.
—Podríais haber adoptado, lo sabéis, ¿verdad?
Su voz rasposa resonó con eco por las catacumbas, habiendo dejado atrás la idea de ocultarse. Se estaba llevando un puro a la boca y encendiéndolo mientras la pareja dejó de discutir para mirarlo sorprendidos.
—¡¿Q... quién eres tú?!
—¿Acaso importa? Os he pillado, en medio de... Esto. En dos segundos voy a desenfundar la pistola, a menos que empecéis a explicarme algo que haga que la deje guardada.
Llevó la mano al mango de su arma, pero enseguida el hombre le pidió que se detuviese.
—Es... Está bien. Te lo contaremos.
Esperaba que, mientras estuviesen distraídos contando sus milongas, las chicas empezasen a moverse mientras se mantenían indetectadas.
Todo estaba oscuro. No tardó en activar su visión térmica, tomando la señal de calor del hombre en el interior del túnel. Parecía que el camino era recto. Empezó a caminar, sin perder de vista la señal de calor. No tardó en aparecer una segunda señal de calor... y varias más. Más pequeñas. Volvió a dejar su visión normal cuando unas antorchas empezaron a iluminar el túnel, revelando que se encontraban en unas catacumbas.
La sala a la que habían llegado era circular y olía a humedad. Todos los que debían ser los niños desaparecidos descansaban en un círculo, totalmente dormidos, aunque quedaba uno para que estuviese completo. Uno que el hombre llevaba en brazos, recién secuestrado. Estaba hablando con una mujer. Sabiendo que podía servir como distracción, dio un par de pasos hacia delante, saliendo de las sombras.
—Podríais haber adoptado, lo sabéis, ¿verdad?
Su voz rasposa resonó con eco por las catacumbas, habiendo dejado atrás la idea de ocultarse. Se estaba llevando un puro a la boca y encendiéndolo mientras la pareja dejó de discutir para mirarlo sorprendidos.
—¡¿Q... quién eres tú?!
—¿Acaso importa? Os he pillado, en medio de... Esto. En dos segundos voy a desenfundar la pistola, a menos que empecéis a explicarme algo que haga que la deje guardada.
Llevó la mano al mango de su arma, pero enseguida el hombre le pidió que se detuviese.
—Es... Está bien. Te lo contaremos.
Esperaba que, mientras estuviesen distraídos contando sus milongas, las chicas empezasen a moverse mientras se mantenían indetectadas.
Astartea Shikei
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Fue casi como si fuera magia.
Un simple tirón y la capucha negra tapó cualquier rastro de Astartea, casi como si ella y la oscuridad se fundieran, como si delante de alguien toda aquella belleza llamativa se convirtiera en una sombra.
-En cuanto entremos, intenta ponerte detrás de ellos… Acorrales junto con el vaquero, o intentaran usar a los niños de escudo.- Mientras tanto ella iría a soltarles, aunque no lo pareciera tenía pinta de que era la más sigilosa de los tres, si no, sin duda lo era tanto como aquel hombre.
Aunque ella contaba con una pequeña ventaja, claro estaba.
Redujo su tamaño con su akuma, tomándose algo de tiempo para reducir su tamaño hasta ser bastante pequeña. Luego de eso empezó a correr por el lugar, perdida en las sombras y en el lugar. Escuchó al vaquero salir, pero no fue capaz de escuchar las palabras del hombre o de su mujer, o las excusas que estos pudieran darle.
Ella estaba más centrada en llegar a los niños y soltarles, tenía que asegurarse de que no hicieran ruido mientras los sacaba. Finalmente logró colocarse detrás de una de las columnas donde alguno de los niños se encontraba.
Con un chasquido volvió a su tamaño habitual, ya que no podía utilizar demasiadas cuentas a la vez. Una vez uno de los niños la miró ella se llevó la mano a los labios, esperaba que la vaquera saliera también detrás de ellos para acorralarles, entonces podría moverse. La mujer seguía mirando a los niños, desesperada por encontrar una forma de llevárselos o de hacerles algo peor.
Astartea esperaría entonces a que la vaquera llegara hasta detrás de aquella gente, acorralándoles para contar aquella historia de la que no sabía si quería enterarse. Pero bueno, todo villano merecía contar sus malvados y retorcidos planes antes de que les dieran caza.
Un simple tirón y la capucha negra tapó cualquier rastro de Astartea, casi como si ella y la oscuridad se fundieran, como si delante de alguien toda aquella belleza llamativa se convirtiera en una sombra.
-En cuanto entremos, intenta ponerte detrás de ellos… Acorrales junto con el vaquero, o intentaran usar a los niños de escudo.- Mientras tanto ella iría a soltarles, aunque no lo pareciera tenía pinta de que era la más sigilosa de los tres, si no, sin duda lo era tanto como aquel hombre.
Aunque ella contaba con una pequeña ventaja, claro estaba.
Redujo su tamaño con su akuma, tomándose algo de tiempo para reducir su tamaño hasta ser bastante pequeña. Luego de eso empezó a correr por el lugar, perdida en las sombras y en el lugar. Escuchó al vaquero salir, pero no fue capaz de escuchar las palabras del hombre o de su mujer, o las excusas que estos pudieran darle.
Ella estaba más centrada en llegar a los niños y soltarles, tenía que asegurarse de que no hicieran ruido mientras los sacaba. Finalmente logró colocarse detrás de una de las columnas donde alguno de los niños se encontraba.
Con un chasquido volvió a su tamaño habitual, ya que no podía utilizar demasiadas cuentas a la vez. Una vez uno de los niños la miró ella se llevó la mano a los labios, esperaba que la vaquera saliera también detrás de ellos para acorralarles, entonces podría moverse. La mujer seguía mirando a los niños, desesperada por encontrar una forma de llevárselos o de hacerles algo peor.
Astartea esperaría entonces a que la vaquera llegara hasta detrás de aquella gente, acorralándoles para contar aquella historia de la que no sabía si quería enterarse. Pero bueno, todo villano merecía contar sus malvados y retorcidos planes antes de que les dieran caza.
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La vaquera se movió junto a Astartea mientras John se dedicaba a poner a esos dos nerviosos. Menuda pareja de sinverguenzas, al final si que había acertado respecto a aquel cabronazo. Los que parecen mas buenos siempre son un peligro o al menos casi siempre esconden algo. Tal y como habían quedado la albina se coloco detrás de la parejita mientras ellos estaban distraídos con la aparición del vaquero. No tardo mucho en acercarse lo suficiente como para sujetar con fuerza a la mujer y ponerle la pistola en la cabeza. — Perfecto, me muero de ganas por escuchar esa historia, ¿tu no vaquerito? — una sonrisa adorno los labios de Ash mientras cargaba la pistola.
El cañón estaba justo en la cabeza de aquella mujer, un disparo a quemarropa, imposible fallar. El hombre a su lado comenzó a ponerse un poco nervioso — deja al niño despacito en el suelo y empieza a hablar, cuando me pongo nerviosa tengo tics en las manos y podría apretar el gatillo sin querer — Astartea necesitaba una distracción y no había mejor distracción que una mujer apuntando a la cabeza de su esposita. Rápidamente el hombre comenzó a hacer lo que ella le había pedido dejando al niño en el suelo y alejándose lentamente de él unos cuantos pasos.
— Esta bien, os lo contare todo, pero tranquilos, no disparéis... — comenzaron entonces a contar aquella absurda historia. Habían perdido a su hijo cuando este cumplió los seis años por una extraña enfermedad que se lo llevo en poco tiempo. Habían escuchado que había una forma de traer de vuelta a los muertos, pero que exigía un sacrificio y se habían puesto en contacto con chamanes, gente que se hacía llamar magos y espiritistas para llevar acabo aquella locura. Sin embargo nadie se atrevía a asegurarles nada excepto un hombre que acudió a ellos contándoles historias de un dios pagano.
Les aseguro que de esa forma podrían recuperar a su hijo y que estaría sano y fuerte — entonces, me estáis diciendo que pretendéis asesinar y sacrificar a seis niños inocentes, que no tienen culpa de nada y destruir sus familias y a sus seres queridos por intentar traer a vuestro hijo de vuelta sin ninguna garantía de que funcione — dejo salir una risilla de esas amargas y llenas de desprecio. — Realmente sois unos monstruos — esperaba que aquel tiempo hubiera sido suficiente para que Astartea pudiera sacar a los niños de allí mientras ellos los entretenían. Después junto con John intentaría reducirlos para atarlos y llevárselos de allí, menudo par de sinvergüenzas.
El cañón estaba justo en la cabeza de aquella mujer, un disparo a quemarropa, imposible fallar. El hombre a su lado comenzó a ponerse un poco nervioso — deja al niño despacito en el suelo y empieza a hablar, cuando me pongo nerviosa tengo tics en las manos y podría apretar el gatillo sin querer — Astartea necesitaba una distracción y no había mejor distracción que una mujer apuntando a la cabeza de su esposita. Rápidamente el hombre comenzó a hacer lo que ella le había pedido dejando al niño en el suelo y alejándose lentamente de él unos cuantos pasos.
— Esta bien, os lo contare todo, pero tranquilos, no disparéis... — comenzaron entonces a contar aquella absurda historia. Habían perdido a su hijo cuando este cumplió los seis años por una extraña enfermedad que se lo llevo en poco tiempo. Habían escuchado que había una forma de traer de vuelta a los muertos, pero que exigía un sacrificio y se habían puesto en contacto con chamanes, gente que se hacía llamar magos y espiritistas para llevar acabo aquella locura. Sin embargo nadie se atrevía a asegurarles nada excepto un hombre que acudió a ellos contándoles historias de un dios pagano.
Les aseguro que de esa forma podrían recuperar a su hijo y que estaría sano y fuerte — entonces, me estáis diciendo que pretendéis asesinar y sacrificar a seis niños inocentes, que no tienen culpa de nada y destruir sus familias y a sus seres queridos por intentar traer a vuestro hijo de vuelta sin ninguna garantía de que funcione — dejo salir una risilla de esas amargas y llenas de desprecio. — Realmente sois unos monstruos — esperaba que aquel tiempo hubiera sido suficiente para que Astartea pudiera sacar a los niños de allí mientras ellos los entretenían. Después junto con John intentaría reducirlos para atarlos y llevárselos de allí, menudo par de sinvergüenzas.
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Cuando Ash apuntó a la cabeza de la mujer el brazo de John se movió y desenfundó la pistola, apuntando directamente al hombre, añadiendo dilema a la "persuasión". Sus ojos se mantenían fijos en esas dos personas, dispuesto a activar su sistema de apuntado en el momento que hiciesen un movimiento demasiado brusco. Escuchó sus palabras con el rostro totalmente serio e inmutable. Cualquier persona hubiese sentido pena por ellos, verlos tan desesperados por perder a su hijo que estaban dispuestos a cometer tan terribles actos. Pero el vaquero no lo veía así. Habían sido egoístas. Empezó a caminar hacia el hombre sin dejar de apuntarle.
—Podríais haber sido altruistas. Haber adoptado a un niño que podría haber tenido la misma mala suerte que vosotros, perdiendo a sus padres, en cambio decidisteis actuar en vuestro propio beneficio, pasando vuestro sufrimiento a otras familias por algo que ni estabais seguros de que iba a ocurrir. Y ahora, por vuestro egoísmo, los únicos que sufren sois vosotros. Enhorabuena.
El hombre rompió a llorar y el vaquero le dio la vuelta de un empujón, colocándole una de las esposas que llevaba encima como equipo del Cipher Pol, atando sus manos tras su espalda mientras Ash reducía a la otra mujer. Al darle la vuelta el hombre vio a Astartea estar ya tratando con los niños, pero ya no podía hacer nada. Se colocó tras él y pegó el cañón de la pistola a su espalda.
—Si intentas huir sabes lo que pasará, ¿no? —Miró entonces a las albinas—. ¿Están bien los niños? ¿Necesitan cuidados?
—Podríais haber sido altruistas. Haber adoptado a un niño que podría haber tenido la misma mala suerte que vosotros, perdiendo a sus padres, en cambio decidisteis actuar en vuestro propio beneficio, pasando vuestro sufrimiento a otras familias por algo que ni estabais seguros de que iba a ocurrir. Y ahora, por vuestro egoísmo, los únicos que sufren sois vosotros. Enhorabuena.
El hombre rompió a llorar y el vaquero le dio la vuelta de un empujón, colocándole una de las esposas que llevaba encima como equipo del Cipher Pol, atando sus manos tras su espalda mientras Ash reducía a la otra mujer. Al darle la vuelta el hombre vio a Astartea estar ya tratando con los niños, pero ya no podía hacer nada. Se colocó tras él y pegó el cañón de la pistola a su espalda.
—Si intentas huir sabes lo que pasará, ¿no? —Miró entonces a las albinas—. ¿Están bien los niños? ¿Necesitan cuidados?
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