[Misión común-South Blue] Pequeños desparecidos

Había conseguido librar a todos los niños de aquella gente y se acercó para llevar al más pequeño en brazos, mientras este lloraba desconsolado agarrado a ella. Ese instinto que tenía la gente débil, esa forma en que los niños se agarraban a ella como si fuera la solución de todos los males cuando normalmente era el mal en persona. No quiso pensar mucho en ello, se dedicó a calmarle y a arroparlo contra ella, colocándole su túnica.

-Los seis están bien, asustados, eso sin duda… Han usado al perro para hacer el círculo de sangre.- Dijo algo apenada al ver como el niño de nueve años se agarraba a su pierna, llorando desconsolado tras haber visto como aquel par de locos hacían todo aquello. Astartea como psicóloga era consciente de las repercusiones que podía causar aquello en la mente de los niños, pero prefirió no pensar demasiado en ello.- Saquémoslos de aquí, quiero dejar al pequeño que sigue dormido con sus padres, con suerte no tendrá que digerir nada de esto.- Y es que efectivamente, el pequeño enfermo había permanecido dormido, igual que sus padres hasta el día siguiente.

La idea era dejarlo en cama junto con sus padres dormidos y hacer ver que no había pasado nada ni habían hecho nada malo con ellos. Dejar a los pequeños con sus padres y con el alcalde y cobrar la recompensa.- Vaquero, ¿te importaría llevar al pequeño enfermo y meterlo en casa de sus padres? Yo llevaré a los niños y Ash puede vigilar a este par .- Todos podían andar, quitando el que Astartea llevaba en brazos y un pequeño rubio de seis años que se había agarrado al faldón de la albina y comenzaba a hacerle ojitos para que la llevara en brazos.

-¿Alguna vez te he dicho que soy un imán para los niños y no entiendo la razón? –Pestañea sin saber cómo seguir con todo aquello, pero bueno, era el momento de que aquellas familias recuperaran a sus hijos y que aquel par terminara en la cárcel o en la ahorca, muertos era mucho más interesante y sin duda, se lo merecían.

La pareja sollozaba e intentaba excusarse continuamente, pero Ash les dejaba claro que ya era demasiado tarde. Astartea le pidió que llevase al niño de vuelta con sus padres, a lo que el vaquero respondió asintiendo sujetándose el ala del sombrero. Se quitó el puro de la boca y lo apagó contra su mano de metal para luego tirarlo al suelo. No quería tirarle ceniza o humo al niño sin querer mientras seguía en aquel estado. Guardó la pistola y cogió al niño en brazos y, mientras Astartea llevaba al resto de niños y Ash vigilaba a la pareja atada, se fue directo hacia la casa del pequeño.

Entró con cuidado, buscando hacer el menor ruido posible, sabiendo que los padres se encontraban dormidos por la droga que les había dado la marine. Lo llevó hasta la habitación donde estaba los padres, en aquella enorme cama de matrimonio. Con cuidado dejó al niño dormido entre ambos y fue directo hacia la salida, antes de que despertasen y lo viesen allí. Se quedó unos instantes, pensativo.

Aunque no lo hubiese mostrado aquello le había molestado bastante. Los actos de esas personas. Había visto varios actos e incluso hecho cosas despiadadas, pero nunca se había sentido de esa manera. Cabreado con ellos e incluso horrorizado. ¿Por qué? ¿Es por qué las víctimas eran niños? ¿Por qué había visto de primera mano a las víctimas? ¿Por qué él también fue un niño secuestrado en su día? Suspiró. Lo mejor sería que su expresión no mostrase aquellos sentimientos.

Empezó a caminar hacia donde habían dejado a Ash y, cuando llegó, la saludó guiñándole un ojo. Reprimió las ganas de darles un puñetazo a la pareja, pero se mantuvo allí, de brazos cruzados, esperando a Astartea en silencio.

-En fila, dame la mano… No cariño, no puedo agarrarte, bueno.- Se rindió, llevando un niño enganchado a cada cadera, rodando los ojos mientras entraba al Ayuntamiento y los niños se quejaban. Había amanecido con la tontería, y la ciudad comenzaba a despertarse, la secretaria del alcalde chilló al ver a los niños y salió corriendo a abrazar a uno de los pequeños.

Fue entonces que se enteró que uno de los primeros secuestrados era su sobrino, no pudo evitar arrugar el gesto en una especie de sonrisa al ver a ambos abrazarse.- Bueno, sanos y salvos, como prometimos.-El alcalde mando a llamar a las familias, ella dejó allí a los niños y se negó a recibir a los padres o a las familias. Le explicó que no le parecía bien, después de todo, sus compañeros seguían esperando para entregar a aquel par, y así fue que el alcalde mandaría a los guardias a por ellos, para juzgarlos luego.

Contarle la historia fue complicado, al principio la gente la vio con recelo, hasta que el pequeño de nueve años empezó a llorar diciéndoles que había pasado con su pobre mascota en aquel lugar. Astartea acarició suavemente su cabeza y espero se tranquilizara, luego partiría junto con sus compañeros, el tema de la recompensa estaba arreglado y todos sabrían quienes habían solucionado aquello una vez se reunieran.

-Pues sí que hemos hecho un buen trabajo, no somos un mal grupo después de todo.- La sonrisa burlona pintó los labios de Astartea después de llegar con la guardia y los ayudantes del alcalde al lugar. Esperaba que aquel par hubiera mantenido a aquellos dos a raya y que ahora finalmente pudieran ir a recibir las alabanzas y todas esas mierdas por parte del alcalde y su gente, incluyendo las recompensas que era lo que le importaba.

Es cierto que no había nada como el sabor en los labios del trabajo bien hecho, de saber que los niños estaban bien, pero ella hubiera preferido irse sabiendo que aquel par iba a ser sentenciado a muerte por sus pecados. Pero bueno, no pensaba quedarse al juicio para ver toda esa cosa, tenía trabajo pendiente que realizar en otras islas, le gustara o no aún era un agente de la marina y tenía patrullas, barcos en los que navegar. También tenía piratas que encontrar para poder lograr seguir con su investigación, cosa que le hizo recordar algo interesante.

Quizás aún tenía tiempo de robarle un dedo al vaquero.

Sonrió cuando sintió que la albina se acercaba a él y la daba una palmada. Se la devolvió brevemente, calmándose un poco de todo lo que estaba ocurriendo. Finalmente llegó Astartea, seguida por las personas encargadas que habían pedido ayuda en aquel asunto. Se llevaron a la pareja, por mucho que estos intentaran lloriquear y justificar sus monstruosidades. Entonces un pensamiento oscuro invadió a John: Eran ricos. Era muy probable que con dinero pudiesen comprar su libertad en poco tiempo. Sin embargo... Daba igual que la comprasen, no podrían recuperar su imagen pública.

Al final del día, se alegraba de haber visto a Ash una vez más. Su amiga, Astartea, si bien al principio parecía no haberle caído bien el vaquero, parecía una mujer capaz, habiendo mantenido la cabeza fría y habiendo sido basicamente la cabeza pensante del trío. Merecía ese respeto. Una vez hubiesen salido de las catacumbas, acompañado a aquella gente para asegurarse de que la pareja era encarcelada y de haber cobrado lo prometido, suspiró.

Por el camino se había encendido otro puro. Lo cogió con dos dedos, aspiró el humo y después, sin dejarlo ir, tiró el puro. Se acercó a Ash y colocó ambas manos en sus mejillas, acercándola a su rostro para besarla, cosa que quería hacer desde el momento en que se reunió con ella una vez más, pasándole el humo. En cuanto se separó se llevó la mano al bolsillo y se sacó las gafas de sol reflectantes, tendiéndoselas a Ash.

—Toma, para que me recuerdes —dijo, imitando lo que dijo el día que se conocieron, cuando le dio su poncho, guiñando el ojo y esperando que ella lo recordase también. Después le tendió la mano a Astartea para estrechársela —. Ha sido un placer conocerte y trabajar contigo. Si algún día necesitas ayuda con algo que necesite disparar desde lejos... Llama a Ash. Aunque puedes llamarme a mí también, no me quejaré.