Contratante: Viktor Elrik
Descripción de la misión: Hace no mucho alguien… Un amigo, pidió amablemente a determinado sujeto no matar a nadie, bajo el riesgo de enfadar a alguien. Lo ha enfadado.
Objetivos: Dar caza y llevar ante mí a ese tal Volken.
Objetivos secundarios: No me molestaría si muriese.
Premios: 250 millones de berries.
Premios por objetivos secundarios: La mitad de la recompensa.
Cosas a tener en cuenta: Para seguir esta misión coherentemente no se debe romper lo establecido en esta misión
Nota: Este contrato puede realizarlo cualquiera, pero solo criminales y mercenarios del bajo mundo pueden hacer uso de su ventaja de facción para obligar a Volken a participar.
Descripción de la misión: Hace no mucho alguien… Un amigo, pidió amablemente a determinado sujeto no matar a nadie, bajo el riesgo de enfadar a alguien. Lo ha enfadado.
Objetivos: Dar caza y llevar ante mí a ese tal Volken.
Objetivos secundarios: No me molestaría si muriese.
Premios: 250 millones de berries.
Premios por objetivos secundarios: La mitad de la recompensa.
Cosas a tener en cuenta: Para seguir esta misión coherentemente no se debe romper lo establecido en esta misión
Nota: Este contrato puede realizarlo cualquiera, pero solo criminales y mercenarios del bajo mundo pueden hacer uso de su ventaja de facción para obligar a Volken a participar.
Plácidamente, el mercenario dormía en su cómodo colchón. Esa noche, soñaba que era uno de los más famosos criminales, intocable por absolutamente nadie, y rodeado de mujeres que hacían todo aquello que él quería y les ordenase. Allí se hallaba Yuu, babeando toda la almohada por la fama, el dinero, y el poder. Su agenda electrónica llevaba sonando un buen rato, sin que él siquiera se enterase. Al final… los golpes en la puerta de su habitación fueron lo que hizo que abriera el ojo. No estaba contento, precisamente. Enfadado, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta.
—¡¿Pero qué coño os pasa, gilipollas?! —abrió la puerta, cabreado. Delante de él se hallaba un joven, casi temblando. De su tripulación, vaya—. ¿Qué? ¿Qué es tan importante para despertarme? ¿Eh?
—Capitán… Esto… Nos ha llamado su contratista, ya que no le ha podido contactar. Bueno, solo quería… avisarle de que le han llamado. Nada… Nada más, señor.
—¿Qué contratista? ¿Cuál de todos? He hablado con muchos ya. ¿Lucio? ¿Steven?
—Nos dijo que se llamaba… Oswa… ¿Oswaldo? Oswaldo.
—¿Oswaldo? Hostia tú, ese tío es importante. Vale, chaval. Ahora le llamaré, puedes irte.
—¡Vale, señor! ¡Vuelvo a mi puesto! —se marchó, aliviado tras girarse, a seguir trabajando en lo que fuera que estuviera haciendo antes de ir a avisar a Yuu.
—Anda que vaya chaval… Si casi se pone a llorar delante de mí. En fin, a ver… ¡Hola, OTP! —activó el comando de voz para que su agenda electrónica pudiese recibir órdenes vía oral— Llamar a «Oswaldo Contratista» —dijo en voz alta, reconociendo el dispositivo el comando y efectuando la acción indicada. Yuu se acercó a esta y la cogió en manos, sentándose en la silla y colocando la agenda encima del escritorio. La línea de la llamada se abrió, y la estática al otro lado dio a entender que ya estaba en comunicación con su contratista—. Blade al habla. Estaba atendiendo unos asuntos importantes, ¿qué ocurre? —mintió.
—Vale, Blade, escucha atentamente. Ha entrado en nuestra red un contrato de captura por parte de Viktor Elrik. Imagino que sabes quién es a estas alturas. Vale, esto no es todo. Está dispuesto a pagar doscientos cincuenta millones por la entrega del sujeto en cuestión.
—Me interesa. Sigue hablando. Detalles, por favor.
—Sabía que te interesaría. El objetivo es Volken von Goldschläger, y según nuestras fuentes de información, se conoce que ahora mismo está en Casino Island. Los medios que pongas y el cómo lo hagas ya es cosa tuya, como es habitual. Eso sí, en palabras propias del propio Elric, la muerte de este chico conllevaría a perder la mitad de la recompensa.
—Vale… dos cosas. ¿Cuánto me debería preocupar por ese chaval? —puso los pies encima de la mesa, mientras se encendía un cigarro con su maravilloso mechero intermitente.
—Lo mínimo. Según nuestra fuente, es un cazador novato que ha jodido a quién no tenía que joder.
—¿Novato, eh? A saber qué ha hecho ese tío para joder a un pavo como Elrik. En fin, eh… ¿Y se sabe la ubicación exacta del objetivo? —le dio una leve calada a su cigarro.
—Sorprendentemente, sí. ¿Sabiendo que el contrato viene del mismo Elrik? No me sorprende tanto. Ese hombre sabe demasiadas cosas y tiene muy buenos contactos. Según él, está en una torre de una altura considerable llamada «Torre de Géminis». Supongo que podrás identificarla rápidamente, o simplemente preguntar. Es lo único que te puedo decir que yo ahora mismo sepa. Si me entero de alguna información más te contacto cuanto antes, si es que no has acabado el trabajo para entonces. ¿Alguna cosa más, Blade?
—Absolutamente nada más. Te contactaré cuando monte al chico a mi barco, para saber dónde tengo que llevarlo.
—Perfecto. Buena suerte, Blade. —Finalizó la llamada.
El mercenario contactó a sus tripulantes, y les ordenó que pusieran rumbo a Casino Island a la máxima velocidad posible. Con mucha suerte, podrían llegar allí al día siguiente por la noche.
El Ragnarok quedó por encima de las nubes aparcado. Como siempre, para descender a la isla utilizarían el barco volador más pequeño. Embarcados en el Loki, unos pocos tripulantes y Yuu bajaron a la ciudad. Los rascacielos eran muy grandes, pero habían varios que destacaban bastante. En especial… uno que medía más de setecientos mil metros de altura aproximadamente.
—Joder, no sabía que podían construir cosas tan altas, tú —dijo Yuu en voz alta, asomándose por la borda— ¿Cómo coño vamos a saber cuál es la torre donde está el chaval?
—Capitán.
—¿Qué?
—Ahí hay un rascacielos que pone «Géminis» en lo alto.
—No me jodas —miró rápidamente hacia donde señalaba uno de sus hombres—. Coño, es verdad. Bueno, vale. Aparcamos en lo más alto y ya. Si nos dicen algo ya me encargo yo.
El Loki maniobró debidamente para colocarse justo encima de aquel edificio. Yuu cogió el timón y, con su destreza a los mandos de embarcaciones, bajó cuidadosamente para dejar el barco casi tocando el suelo. Gracias a los mecanismos avanzados del vehículo, pudo mantenerse en el aire perfectamente sin colisionar y sin moverse prácticamente. Yuu dejó a cargo de sus hombres este, y bajó de un salto al edificio. Allí arriba había menos seguridad de lo esperado, pues solo habían dispuesto dos guardias para las puertas que daban acceso al interior del edificio. Se acercó a ellos con una tranquilidad envidiable.
—Buenas —apoyó su brazo izquierdo en las empuñaduras de las tres espaldas que colgaban en su costado siniestro.
—Si no se identifica, señor, no podemos dejarle entrar. ¿Quién es usted y qué le trae a este edificio? Y además osando entrar de una forma tan destacable —dijo uno de los guardias, un poco más pequeño que el mercenario. Su tono parecía bastante molesto, cabe decir.
—Pues a ver… Por ser quién soy, no me dejaríais entrar. ¿Pero sabéis una cosa?
—Si no tiene identificación, por favor váyase de aquí inmediatamente —le advirtió el guardia que aún no había hablado. Este era bastante más robusto que su compañero, y también más brusco a la hora de elegir sus palabras.
—¿Me dejas hablar, puto subnormal?
—¿Cómo me ha llamado? —llevó su mano derecha a la pistola, la cual se hallaba en una cartuchera que tenía en su costado.
—Las manos donde yo pueda verlas, chavalote. Arriba, a poder ser.
—¿Está atracándonos o me lo está pareciendo? —el otro llevó también su mano a su arma. Craso error.
—Joder, mira que sois todos iguales —creó un pequeño cubo de metal que hizo impactar en el cráneo de uno de los guardias. En un rápido movimiento, se puso detrás del otro y le sacó el arma de la cartuchera, para apuntarle a la cabeza directamente con esta. Con la otra mano le amenazaba con cortarle el cuello con un cuchillo que había creado— Volken. ¿En qué piso está y cómo de custodiado está? Tienes cinco segundos antes de que te raje la garganta. Tú decides. Vivir o morir.
—Ah… Ah… Eh… Planta cincuenta y dos. Toda la Familia está custodiando este sitio… y está bien cuidado. No lograrás pasar más allá, cabrón.
—Buen chico —le golpeó con la culata en el cráneo. El cuchillo desapareció y el arma cayó al suelo. El mercenario abrió las puertas que le llevarían al interior del edificio. Una vez dentro, le tocaba buscar un ascensor y sortear la seguridad para llegar hasta Volken.
—¡¿Pero qué coño os pasa, gilipollas?! —abrió la puerta, cabreado. Delante de él se hallaba un joven, casi temblando. De su tripulación, vaya—. ¿Qué? ¿Qué es tan importante para despertarme? ¿Eh?
—Capitán… Esto… Nos ha llamado su contratista, ya que no le ha podido contactar. Bueno, solo quería… avisarle de que le han llamado. Nada… Nada más, señor.
—¿Qué contratista? ¿Cuál de todos? He hablado con muchos ya. ¿Lucio? ¿Steven?
—Nos dijo que se llamaba… Oswa… ¿Oswaldo? Oswaldo.
—¿Oswaldo? Hostia tú, ese tío es importante. Vale, chaval. Ahora le llamaré, puedes irte.
—¡Vale, señor! ¡Vuelvo a mi puesto! —se marchó, aliviado tras girarse, a seguir trabajando en lo que fuera que estuviera haciendo antes de ir a avisar a Yuu.
—Anda que vaya chaval… Si casi se pone a llorar delante de mí. En fin, a ver… ¡Hola, OTP! —activó el comando de voz para que su agenda electrónica pudiese recibir órdenes vía oral— Llamar a «Oswaldo Contratista» —dijo en voz alta, reconociendo el dispositivo el comando y efectuando la acción indicada. Yuu se acercó a esta y la cogió en manos, sentándose en la silla y colocando la agenda encima del escritorio. La línea de la llamada se abrió, y la estática al otro lado dio a entender que ya estaba en comunicación con su contratista—. Blade al habla. Estaba atendiendo unos asuntos importantes, ¿qué ocurre? —mintió.
—Vale, Blade, escucha atentamente. Ha entrado en nuestra red un contrato de captura por parte de Viktor Elrik. Imagino que sabes quién es a estas alturas. Vale, esto no es todo. Está dispuesto a pagar doscientos cincuenta millones por la entrega del sujeto en cuestión.
—Me interesa. Sigue hablando. Detalles, por favor.
—Sabía que te interesaría. El objetivo es Volken von Goldschläger, y según nuestras fuentes de información, se conoce que ahora mismo está en Casino Island. Los medios que pongas y el cómo lo hagas ya es cosa tuya, como es habitual. Eso sí, en palabras propias del propio Elric, la muerte de este chico conllevaría a perder la mitad de la recompensa.
—Vale… dos cosas. ¿Cuánto me debería preocupar por ese chaval? —puso los pies encima de la mesa, mientras se encendía un cigarro con su maravilloso mechero intermitente.
—Lo mínimo. Según nuestra fuente, es un cazador novato que ha jodido a quién no tenía que joder.
—¿Novato, eh? A saber qué ha hecho ese tío para joder a un pavo como Elrik. En fin, eh… ¿Y se sabe la ubicación exacta del objetivo? —le dio una leve calada a su cigarro.
—Sorprendentemente, sí. ¿Sabiendo que el contrato viene del mismo Elrik? No me sorprende tanto. Ese hombre sabe demasiadas cosas y tiene muy buenos contactos. Según él, está en una torre de una altura considerable llamada «Torre de Géminis». Supongo que podrás identificarla rápidamente, o simplemente preguntar. Es lo único que te puedo decir que yo ahora mismo sepa. Si me entero de alguna información más te contacto cuanto antes, si es que no has acabado el trabajo para entonces. ¿Alguna cosa más, Blade?
—Absolutamente nada más. Te contactaré cuando monte al chico a mi barco, para saber dónde tengo que llevarlo.
—Perfecto. Buena suerte, Blade. —Finalizó la llamada.
El mercenario contactó a sus tripulantes, y les ordenó que pusieran rumbo a Casino Island a la máxima velocidad posible. Con mucha suerte, podrían llegar allí al día siguiente por la noche.
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El Ragnarok quedó por encima de las nubes aparcado. Como siempre, para descender a la isla utilizarían el barco volador más pequeño. Embarcados en el Loki, unos pocos tripulantes y Yuu bajaron a la ciudad. Los rascacielos eran muy grandes, pero habían varios que destacaban bastante. En especial… uno que medía más de setecientos mil metros de altura aproximadamente.
—Joder, no sabía que podían construir cosas tan altas, tú —dijo Yuu en voz alta, asomándose por la borda— ¿Cómo coño vamos a saber cuál es la torre donde está el chaval?
—Capitán.
—¿Qué?
—Ahí hay un rascacielos que pone «Géminis» en lo alto.
—No me jodas —miró rápidamente hacia donde señalaba uno de sus hombres—. Coño, es verdad. Bueno, vale. Aparcamos en lo más alto y ya. Si nos dicen algo ya me encargo yo.
El Loki maniobró debidamente para colocarse justo encima de aquel edificio. Yuu cogió el timón y, con su destreza a los mandos de embarcaciones, bajó cuidadosamente para dejar el barco casi tocando el suelo. Gracias a los mecanismos avanzados del vehículo, pudo mantenerse en el aire perfectamente sin colisionar y sin moverse prácticamente. Yuu dejó a cargo de sus hombres este, y bajó de un salto al edificio. Allí arriba había menos seguridad de lo esperado, pues solo habían dispuesto dos guardias para las puertas que daban acceso al interior del edificio. Se acercó a ellos con una tranquilidad envidiable.
—Buenas —apoyó su brazo izquierdo en las empuñaduras de las tres espaldas que colgaban en su costado siniestro.
—Si no se identifica, señor, no podemos dejarle entrar. ¿Quién es usted y qué le trae a este edificio? Y además osando entrar de una forma tan destacable —dijo uno de los guardias, un poco más pequeño que el mercenario. Su tono parecía bastante molesto, cabe decir.
—Pues a ver… Por ser quién soy, no me dejaríais entrar. ¿Pero sabéis una cosa?
—Si no tiene identificación, por favor váyase de aquí inmediatamente —le advirtió el guardia que aún no había hablado. Este era bastante más robusto que su compañero, y también más brusco a la hora de elegir sus palabras.
—¿Me dejas hablar, puto subnormal?
—¿Cómo me ha llamado? —llevó su mano derecha a la pistola, la cual se hallaba en una cartuchera que tenía en su costado.
—Las manos donde yo pueda verlas, chavalote. Arriba, a poder ser.
—¿Está atracándonos o me lo está pareciendo? —el otro llevó también su mano a su arma. Craso error.
—Joder, mira que sois todos iguales —creó un pequeño cubo de metal que hizo impactar en el cráneo de uno de los guardias. En un rápido movimiento, se puso detrás del otro y le sacó el arma de la cartuchera, para apuntarle a la cabeza directamente con esta. Con la otra mano le amenazaba con cortarle el cuello con un cuchillo que había creado— Volken. ¿En qué piso está y cómo de custodiado está? Tienes cinco segundos antes de que te raje la garganta. Tú decides. Vivir o morir.
—Ah… Ah… Eh… Planta cincuenta y dos. Toda la Familia está custodiando este sitio… y está bien cuidado. No lograrás pasar más allá, cabrón.
—Buen chico —le golpeó con la culata en el cráneo. El cuchillo desapareció y el arma cayó al suelo. El mercenario abrió las puertas que le llevarían al interior del edificio. Una vez dentro, le tocaba buscar un ascensor y sortear la seguridad para llegar hasta Volken.
- “Inventario actual”:
- Ahora mismo, al ser un rol ubicado después del evento de La Gran Ruta, dispongo de mi arsenal habitual. Todo lo que está en el inventario de mi ficha y, además, llevo conmigo dos armas (Hanami no Ryu y Aki no Hikari), un guante con garras retráctiles en mi mano izquierda, y el Fraternity Ring H en mi dedo índice de la mano diestra.
Volken von Goldschläger
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me siento… ¿Cómo decirlo…? Bueno, como una puta rata a punto de caer en una trampa. No es la primera vez que pienso así de mí, es decir, la gente suele decirme cosas feas todo el tiempo. «¡Muere, rata asquerosa!». «¡A la hoguera la rata leprosa!». A mí me parecen muy idiotas; nunca he tenido lepra, al menos no que yo sepa. En fin, con todo este asunto de la cacería creo que me saldrán un par de canas en el culo. Y eso que soy lampiño ahí abajo. Hasta el momento ha habido un par de imbéciles que se creen lo suficientemente buenos como para intentar capturarme, pero todos han acabado muertos. A medida que pasan los días los ataques a mi persona cada vez se vuelven más y más regulares, como si esta gente no se cansara de intentarlo. No es que vaya a pelear eternamente, pero estoy esperando el momento indicado para entregarme y decirle un par de cosas a Viktor.
Ahora mismo estoy en el piso de los videojuegos, frente a una gigantesca pantalla moviendo el puto mando a ver si consigo ganarle a este guardaespaldas que me han puesto. ¿Quién iba a decir que este punki de mierda fuera un crack de los juegos de pelea? Está usando a un maldito ninja rubio gritón que me tira sapos a la cara y yo… Bueno, creo que usar al emo no es la mejor idea del mundo. No hace una puta mierda y encima le sangran los ojos. Llevo treinta partidas con el mismo personaje y aún no he aprendido a desenvainar la espada. ¿Para qué trae un arma si no se puede usar? Qué desperdicio de juego, en serio.
—Creo que ya no puedo tolerar más derrotas… Iré a fumarme un porro, ¿quieres?
El chico de la cresta verde y traje elegante me niega con la cabeza casi con dolor.
—La señorita me dijo que no consumiera mierdas cuando esté trabajando, así que lo siento, compañero, tengo que pasar.
—Una puta mierda… Por cierto, ¿dónde está ella?
—Ha ido a arreglar unos asuntos con los pandilleros del distrito sur, pero tú no te preocupes. Dimitri ha ido con ella y no hay nadie en toda la isla que pueda con ese monstruo.
—Ni con su olor a culo —añado enseguida, sacando un cigarrillo y encendiéndolo de una—. ¿Crees que alguien sea tan imbécil como para venir a la torre y darme caza?
—Bueno, puede que haya algún tonto suelto por ahí con aires de genio. —No sé por qué pienso que se está refiriendo a mí—. En todo caso, es imposible que vayan a hacerte algo aquí. Deben subir 52 malditos pisos hasta acá y la seguridad es buena, eso seguro.
Estoy a punto de darme la media vuelta y salir a la terraza para quemar de la buena cuando el caracolito de mi compañero suena. ¿Por qué estos animales hacen sonidos tan raros? Ya me gustaría a mí tener sexo telefónico con una chica usando una de estas mierdas…
—¡Un hombre se ha infiltrado en la torre! —anuncia una voz desde el otro lado—. ¡Es fuerte y va bien armado! ¡Escolten al señor Goldschläger!
—Parece que hemos encontrado a este tonto con aires de genio —comento con una sonrisa en el rostro. Debo verlo con mis propios ojos para saber si es la persona que estoy esperando; no cualquier imbécil debe entregarme a Elric—. ¿Recuerdas el plan, hermano?
—Vale, Rondi, no te preocupes. Acá está todo controlado —responde el punki y luego voltea la mirada hacia mí—. Tengo buena memoria, siempre ganaba los concursos de la escuela. ¿Crees que finalmente ha llegado el momento? A la señorita no le gustará que te marches sin despedirte de ella, sabes que este puede ser el fin para ti.
—Bueno, todo dependerá del tonto útil que venga a visitarme. Y me gustaría darle un abrazo de despedida a Katrina, pero si no puede ser tampoco pasa nada. Al menos le he escrito una bonita carta.
—Vale, vale, si es tu voluntad… ¿Nos vamos preparando, entonces? —Asiento con la cabeza—. Perfecto. ¡Muevan el puto culo, holgazanes de mierda! ¡Apaguen las putas consolas y saquen las pistolas, tenemos visita!
Ahora mismo estoy en el piso de los videojuegos, frente a una gigantesca pantalla moviendo el puto mando a ver si consigo ganarle a este guardaespaldas que me han puesto. ¿Quién iba a decir que este punki de mierda fuera un crack de los juegos de pelea? Está usando a un maldito ninja rubio gritón que me tira sapos a la cara y yo… Bueno, creo que usar al emo no es la mejor idea del mundo. No hace una puta mierda y encima le sangran los ojos. Llevo treinta partidas con el mismo personaje y aún no he aprendido a desenvainar la espada. ¿Para qué trae un arma si no se puede usar? Qué desperdicio de juego, en serio.
—Creo que ya no puedo tolerar más derrotas… Iré a fumarme un porro, ¿quieres?
El chico de la cresta verde y traje elegante me niega con la cabeza casi con dolor.
—La señorita me dijo que no consumiera mierdas cuando esté trabajando, así que lo siento, compañero, tengo que pasar.
—Una puta mierda… Por cierto, ¿dónde está ella?
—Ha ido a arreglar unos asuntos con los pandilleros del distrito sur, pero tú no te preocupes. Dimitri ha ido con ella y no hay nadie en toda la isla que pueda con ese monstruo.
—Ni con su olor a culo —añado enseguida, sacando un cigarrillo y encendiéndolo de una—. ¿Crees que alguien sea tan imbécil como para venir a la torre y darme caza?
—Bueno, puede que haya algún tonto suelto por ahí con aires de genio. —No sé por qué pienso que se está refiriendo a mí—. En todo caso, es imposible que vayan a hacerte algo aquí. Deben subir 52 malditos pisos hasta acá y la seguridad es buena, eso seguro.
Estoy a punto de darme la media vuelta y salir a la terraza para quemar de la buena cuando el caracolito de mi compañero suena. ¿Por qué estos animales hacen sonidos tan raros? Ya me gustaría a mí tener sexo telefónico con una chica usando una de estas mierdas…
—¡Un hombre se ha infiltrado en la torre! —anuncia una voz desde el otro lado—. ¡Es fuerte y va bien armado! ¡Escolten al señor Goldschläger!
—Parece que hemos encontrado a este tonto con aires de genio —comento con una sonrisa en el rostro. Debo verlo con mis propios ojos para saber si es la persona que estoy esperando; no cualquier imbécil debe entregarme a Elric—. ¿Recuerdas el plan, hermano?
—Vale, Rondi, no te preocupes. Acá está todo controlado —responde el punki y luego voltea la mirada hacia mí—. Tengo buena memoria, siempre ganaba los concursos de la escuela. ¿Crees que finalmente ha llegado el momento? A la señorita no le gustará que te marches sin despedirte de ella, sabes que este puede ser el fin para ti.
—Bueno, todo dependerá del tonto útil que venga a visitarme. Y me gustaría darle un abrazo de despedida a Katrina, pero si no puede ser tampoco pasa nada. Al menos le he escrito una bonita carta.
—Vale, vale, si es tu voluntad… ¿Nos vamos preparando, entonces? —Asiento con la cabeza—. Perfecto. ¡Muevan el puto culo, holgazanes de mierda! ¡Apaguen las putas consolas y saquen las pistolas, tenemos visita!
Las puertas se abrieron de par en par, y su plan de incursión empezó de inmediato. No obstante, para su frustración, le esperaban dos guardias más al otro lado. ¿Por qué demonios había dos parejas de vigilantes a cada lado? ¿Se habían vuelto locos con la seguridad o qué? En cualquier caso… ambos se giraron para ver quién había entrado. Ambos sacaron su pistola al ver a una persona desconocida entrar. Sí, estaban apuntando al mercenario y ordenándole a gritos que se fuera de allí inmediatamente si no quería que le agujerearan la cabeza. Muy amable de su parte, sí. Pero, ¿y la infiltración? Básicamente se fue al garete al gritar estos. Un trío de guardias del piso de abajo accedió con rapidez a la ubicación de Yuu, preguntando qué pasaba antes de también empezar a apuntar a este.
—No me jodas, loco… ¿Pero cuánta seguridad tenéis aquí, cabrones? Bueno, yo ya me iba.
Echó marcha atrás y cerró las puertas rápidamente. Pues, al parecer, parecía que le habían descubierto más rápido de lo que pensaba. Había sido descuidado, pero eso no quería decir que el trabajo hubiese salido mal. De hecho, iba a meterse de nuevo. Intentó abrir la puerta de una patada, pero esta se abría de la forma contraria. ¡Pero si acababa de cerrar! ¿Cómo no se había dado cuenta? Yuu se cagó en los muertos de aquella entrada, cabe decir. En respuesta al golpe, estos abrieron la puerta bastante enfadados, volviendo a apuntar al mercenario.
—¡Alto ahí! ¿Quién eres tú? —le amenazó en voz alta—. Un momento… ¡¿Qué hacen esos dos en el suelo?! —sí, efectivamente, vio a sus dos compañeros inconscientes afuera. Y sí, eso solo hizo que el enfado que tenía encima solo se viese incrementado— ¿Has venido a por él, verdad?
—¿A por Volken, dices? Sí, para qué engañarnos. ¿Me podéis llevar hasta él?
—Que lo tienes claro, chaval… —seguía apuntando al pecho del criminal—. Vete por donde has venido y no te coseremos a tiros.
—¿Eh? ¿Vosotros qué vais a coser, parguelas? ¿De verdad no me vais a dejar pasar tranquilamente? En fin… dejaros inconscientes me da muchísima pereza, que lo sepáis. Así que… os vais a tener que joder. ¿Os parece bien?
—¿Pero qué dices, chaval? ¿Crees que estás en posición de…?
Y efectivamente, lo estaba. Desenvainó rápidamente su mejor arma, moviéndose y cortando a los guardias de una forma tan rápida y diestra que casi ni se podía apreciar que estaba haciendo. En cuestión de segundos, cuatro de los cinco vigilantes se hallaban en el suelo. Otro, que estaba más alejado, era el siguiente. ¿Problema para él? Iba a morir. ¿Problema para Yuu? Acababa de dar la voz de alarma a todo el edificio, al parecer, por sus gritos a su comunicador. Su garganta fue cortada de un tajo limpio y rápido, como siempre. Dejó su espada desenvainada en su mano derecha, y se dirigió al ascensor para llamarlo. Este se demoraría unos segundos, pero acabaría llegando a lo alto de la torre. Eso sí, plagado de guardias. Que acabaron muertos antes de siquiera tener tiempo a reaccionar, cabe decir. El mercenario subió, pisando los cuerpos de los fallecidos, al ascensor. Miró todos los pisos que había, siendo estos alrededor de ciento veinte. Apretó el botón del cincuenta y dos, para luego sacarse un cigarro de su bolsillo mientras aguantaba su espada con el brazo en vez de empuñarla. Mientras el cacharro aquel bajaba, se encendió este con tranquilidad. Este se detuvo en el piso ochenta y cinco, gracias a una pareja de guardias que parecían ya alertados por la incursión de Yuu. Por suerte para él, ya tenía su cigarro encendido y el mechero guardado, así que tenía los brazos completamente libres. Otra garganta rajada y, esta vez, dejó vivir a uno de ellos. Agarró a este del cuello y le amenazó con la espada en la garganta.
—A ver… Volken está en la planta cincuenta y dos, ¿no? ¿En qué lugar exactamente? —dijo, con dificultad para hablar debido a que tenía un tubo de papel en la boca en esos precisos instantes.
—¿Y por qué iba a decírtelo, sabandija?
—¿Sabandija? Coño, tío, vaya mierda de insulto… Eh… Bueno, pues podrías decírmelo si no quieres que te raje la garganta. Yo no te juzgo, tío, pero… Igual te viene bien y eso hacerme caso. Solo te patearé del ascensor y seguirás viviendo. Me da igual si me delatas más de lo que ya me han delatado, porque total, sois unos completos mierdas todos y cada uno de vosotros.
—¿Tanto te importa Volken, cabrón asqueroso?
—¿Ves? Ese insulto me gusta más, oye. Y no, ese chaval no me importa una mierda. ¿El precio que hay por él? Sí, eso sí que me importa. Pero ni te ralles, hombre. No me lo voy a cargar, solo me lo voy a llevar un rato. Por cierto, tienes tres segundos para hablar antes de que te corte la garganta, tú verás.
—¡No sé dónde está, joder!
—Esa no es la respuesta que quería —deslizó el filo de su espada por su yugular—. Para tu completa desgracia. En fin… Eh… ¿Cincuenta y nueve? Hostia, si ya casi estoy. Podría… No, no me apetece. ¿Busco puerta por puerta y a ver qué pasa? Aunque también podría… Sí, mejor —cuando llegó a la planta objetivo, salió del ascensor. Allí le recibía un grupo de seis guardias, apuntándole todos. Con toda la tranquilidad del mundo, sacó su agenda y, por comando de voz, llamó a los tripulantes que estaban en el Loki— Chavales, ¿podrías ir a la planta cincuenta y dos? Si dais vueltas al edificio hasta que me veáis mejor, que no tengo ni idea de dónde está el chico en esta planta. ¿Podéis? —Le dieron una respuesta afirmativa y, tras esto, colgó y guardó su agenda. Sorprendentemente, seguían apuntándole, gritándole y tal—. A ver, chavales, uno a uno —uno de ellos disparó cuando no debería.
Un grueso muro de acero rodeó a Yuu, parando la bala y quitándoles la visual del mercenario a los guardias. Abrió un hueco delante de él y lanzó una granada cegadora por este, que cegaría posteriormente a todos menos al criminal. El muro desapareció, y rápidamente Yuu se deshizo de todos ellos con su espada. El pelinegro suspiró, y se puso a buscar puerta por puerta a su objetivo. Realmente no le habían dado una descripción física de cómo era, y Yuu cometió un error al no preguntar. De todas formas, era cuestión de tiempo que una de las salas estuviera más custodiada que de costumbre para delatarle. Después de varios intentos fallidos de encontrar una sala bien vigilada, llegó a una en la que afuera esperaban cuatro guardias, con las armas desenfundadas. Asomándose por una esquina, Yuu corrió hacia ellos rápidamente y acabó con ellos sin despeinarse. Tras esto, cerró el ojo y se concentró en la habitación que tenía delante de él. Pudo detectar a unos cinco o seis enemigos, sumando a otro que estaba en la terraza, detrás de ellos. Abrió el ojo, y siguió concentrado en todos aquellos enemigos. Cabe decir que el que estaba detrás parecía el más poderoso de todos. Sin embargo, no podía dar eso por sentado, así que tendría que andarse con ojo cuando entrara por aquella puerta. Creó un escudo antidisturbios que colocó justo delante de él. Abrió la puerta de una patada y, con su defensa en la vanguardia, entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí.
—Buenas noches, chavales. Vale, dos cosas. La primera, si alguno de vosotros es Volken von no se qué, que levante la mano. Gracias. La otra… si me tocáis los cojones, como han hecho la mayoría de gente desde que estoy en el edificio, morís en dos segundos. Entendido eso, volvamos a la primera cosa. Si nadie levanta la mano, os la cortaré a todos y cada uno de vosotros. Luego os volveré a preguntar, y si no levantáis la otra, os cercenaré esa también. ¿Qué pasará luego? Que lo siguiente será vuestra cabeza. Y eso no me rentaría, os lo puedo asegurar. ¡Así que, Volken, levanta la puta mano ahora mismo o me vas a tocar los cojones tan fuertemente que no te va a gustar lo que pasa después!
—No me jodas, loco… ¿Pero cuánta seguridad tenéis aquí, cabrones? Bueno, yo ya me iba.
Echó marcha atrás y cerró las puertas rápidamente. Pues, al parecer, parecía que le habían descubierto más rápido de lo que pensaba. Había sido descuidado, pero eso no quería decir que el trabajo hubiese salido mal. De hecho, iba a meterse de nuevo. Intentó abrir la puerta de una patada, pero esta se abría de la forma contraria. ¡Pero si acababa de cerrar! ¿Cómo no se había dado cuenta? Yuu se cagó en los muertos de aquella entrada, cabe decir. En respuesta al golpe, estos abrieron la puerta bastante enfadados, volviendo a apuntar al mercenario.
—¡Alto ahí! ¿Quién eres tú? —le amenazó en voz alta—. Un momento… ¡¿Qué hacen esos dos en el suelo?! —sí, efectivamente, vio a sus dos compañeros inconscientes afuera. Y sí, eso solo hizo que el enfado que tenía encima solo se viese incrementado— ¿Has venido a por él, verdad?
—¿A por Volken, dices? Sí, para qué engañarnos. ¿Me podéis llevar hasta él?
—Que lo tienes claro, chaval… —seguía apuntando al pecho del criminal—. Vete por donde has venido y no te coseremos a tiros.
—¿Eh? ¿Vosotros qué vais a coser, parguelas? ¿De verdad no me vais a dejar pasar tranquilamente? En fin… dejaros inconscientes me da muchísima pereza, que lo sepáis. Así que… os vais a tener que joder. ¿Os parece bien?
—¿Pero qué dices, chaval? ¿Crees que estás en posición de…?
Y efectivamente, lo estaba. Desenvainó rápidamente su mejor arma, moviéndose y cortando a los guardias de una forma tan rápida y diestra que casi ni se podía apreciar que estaba haciendo. En cuestión de segundos, cuatro de los cinco vigilantes se hallaban en el suelo. Otro, que estaba más alejado, era el siguiente. ¿Problema para él? Iba a morir. ¿Problema para Yuu? Acababa de dar la voz de alarma a todo el edificio, al parecer, por sus gritos a su comunicador. Su garganta fue cortada de un tajo limpio y rápido, como siempre. Dejó su espada desenvainada en su mano derecha, y se dirigió al ascensor para llamarlo. Este se demoraría unos segundos, pero acabaría llegando a lo alto de la torre. Eso sí, plagado de guardias. Que acabaron muertos antes de siquiera tener tiempo a reaccionar, cabe decir. El mercenario subió, pisando los cuerpos de los fallecidos, al ascensor. Miró todos los pisos que había, siendo estos alrededor de ciento veinte. Apretó el botón del cincuenta y dos, para luego sacarse un cigarro de su bolsillo mientras aguantaba su espada con el brazo en vez de empuñarla. Mientras el cacharro aquel bajaba, se encendió este con tranquilidad. Este se detuvo en el piso ochenta y cinco, gracias a una pareja de guardias que parecían ya alertados por la incursión de Yuu. Por suerte para él, ya tenía su cigarro encendido y el mechero guardado, así que tenía los brazos completamente libres. Otra garganta rajada y, esta vez, dejó vivir a uno de ellos. Agarró a este del cuello y le amenazó con la espada en la garganta.
—A ver… Volken está en la planta cincuenta y dos, ¿no? ¿En qué lugar exactamente? —dijo, con dificultad para hablar debido a que tenía un tubo de papel en la boca en esos precisos instantes.
—¿Y por qué iba a decírtelo, sabandija?
—¿Sabandija? Coño, tío, vaya mierda de insulto… Eh… Bueno, pues podrías decírmelo si no quieres que te raje la garganta. Yo no te juzgo, tío, pero… Igual te viene bien y eso hacerme caso. Solo te patearé del ascensor y seguirás viviendo. Me da igual si me delatas más de lo que ya me han delatado, porque total, sois unos completos mierdas todos y cada uno de vosotros.
—¿Tanto te importa Volken, cabrón asqueroso?
—¿Ves? Ese insulto me gusta más, oye. Y no, ese chaval no me importa una mierda. ¿El precio que hay por él? Sí, eso sí que me importa. Pero ni te ralles, hombre. No me lo voy a cargar, solo me lo voy a llevar un rato. Por cierto, tienes tres segundos para hablar antes de que te corte la garganta, tú verás.
—¡No sé dónde está, joder!
—Esa no es la respuesta que quería —deslizó el filo de su espada por su yugular—. Para tu completa desgracia. En fin… Eh… ¿Cincuenta y nueve? Hostia, si ya casi estoy. Podría… No, no me apetece. ¿Busco puerta por puerta y a ver qué pasa? Aunque también podría… Sí, mejor —cuando llegó a la planta objetivo, salió del ascensor. Allí le recibía un grupo de seis guardias, apuntándole todos. Con toda la tranquilidad del mundo, sacó su agenda y, por comando de voz, llamó a los tripulantes que estaban en el Loki— Chavales, ¿podrías ir a la planta cincuenta y dos? Si dais vueltas al edificio hasta que me veáis mejor, que no tengo ni idea de dónde está el chico en esta planta. ¿Podéis? —Le dieron una respuesta afirmativa y, tras esto, colgó y guardó su agenda. Sorprendentemente, seguían apuntándole, gritándole y tal—. A ver, chavales, uno a uno —uno de ellos disparó cuando no debería.
Un grueso muro de acero rodeó a Yuu, parando la bala y quitándoles la visual del mercenario a los guardias. Abrió un hueco delante de él y lanzó una granada cegadora por este, que cegaría posteriormente a todos menos al criminal. El muro desapareció, y rápidamente Yuu se deshizo de todos ellos con su espada. El pelinegro suspiró, y se puso a buscar puerta por puerta a su objetivo. Realmente no le habían dado una descripción física de cómo era, y Yuu cometió un error al no preguntar. De todas formas, era cuestión de tiempo que una de las salas estuviera más custodiada que de costumbre para delatarle. Después de varios intentos fallidos de encontrar una sala bien vigilada, llegó a una en la que afuera esperaban cuatro guardias, con las armas desenfundadas. Asomándose por una esquina, Yuu corrió hacia ellos rápidamente y acabó con ellos sin despeinarse. Tras esto, cerró el ojo y se concentró en la habitación que tenía delante de él. Pudo detectar a unos cinco o seis enemigos, sumando a otro que estaba en la terraza, detrás de ellos. Abrió el ojo, y siguió concentrado en todos aquellos enemigos. Cabe decir que el que estaba detrás parecía el más poderoso de todos. Sin embargo, no podía dar eso por sentado, así que tendría que andarse con ojo cuando entrara por aquella puerta. Creó un escudo antidisturbios que colocó justo delante de él. Abrió la puerta de una patada y, con su defensa en la vanguardia, entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí.
—Buenas noches, chavales. Vale, dos cosas. La primera, si alguno de vosotros es Volken von no se qué, que levante la mano. Gracias. La otra… si me tocáis los cojones, como han hecho la mayoría de gente desde que estoy en el edificio, morís en dos segundos. Entendido eso, volvamos a la primera cosa. Si nadie levanta la mano, os la cortaré a todos y cada uno de vosotros. Luego os volveré a preguntar, y si no levantáis la otra, os cercenaré esa también. ¿Qué pasará luego? Que lo siguiente será vuestra cabeza. Y eso no me rentaría, os lo puedo asegurar. ¡Así que, Volken, levanta la puta mano ahora mismo o me vas a tocar los cojones tan fuertemente que no te va a gustar lo que pasa después!
Volken von Goldschläger
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Características
fuerza
Fortaleza
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Estoy acostumbrado a que los asesinos sean sigilosos y pasen desapercibido, pero el tonto este ha montado un concierto de rock allá arriba. Y no literal, claro. Escucho los gritos y todas esas mierdas; me sorprende que llegue vivo hasta la terraza. Supongo que ya le habrán dicho que estoy en el piso 52. Una vez lo vea con mis propios ojos sabré si es la persona indicada para entregarme. El primer requisito es que me caiga bien, y eso creo que ya es algo complicado. El segundo es que tenga tremendos huevos como para darme cara en un lugar repletísimo de mafiosos. Y el tercero… Espera, ahora mismo me invento uno. Ya, ya sé: que tenga estilo. Prefiero que me viole un burro a ser apresado por un puto nerd de mierda.
Le doy una calada al porro y el sabor a tierra inunda a mi boca. Le han hecho un mal lavado de raíces, ¿eh? Pero igual está buena. Toso como si tuviera neumonía y mis ojos se van achicando a medida que el bullicio aumenta. Puede que parezca imbécil o medio retardado, pero no lo soy. Bajo mis prendas llevo un montón de herramientas útiles que me permitirían huir en caso de verme en problemas. Si hasta traigo conmigo a Freedom, un rifle de francotirador lo suficientemente potente para cargarme de una a un puto elefante.
—No es necesario que te entregues, ¿sabes?
Mi compa de juegos está mirando el cielo. Parece preocupado, como si pensara que todo va a salir horriblemente mal. Suelto un largo suspiro.
—La señorita tiene planes, hermano, y lo mínimo que puede hacer alguien como yo es devolverle la mano que me ha tendido un millón de veces. Sólo me estoy entregando, no es como si vaya a morir —le respondo con una sonrisa tras darle una calada al porro—. Además, tengo un plan por si todo sale mal —miento. La verdad es que no tengo nada, pero les he dicho a todos que sí para que no se preocupen. No quiero que derramen una sola lágrima si llegase a morir.
—A la mierda todo, dame un poco de esa shit.
Hablamos de la vida y compartimos nuestra aversión por los putos enanos de la mierda. ¿Cómo se le ocurre a dios crear semejantes aberraciones? Enanos, peludos, agresivos y hediondos, siempre acabo topándome con esas criaturas hostiles y malintencionadas. Me cagaría en toda mi existencia si el cazador bullicioso resulta ser de ese clan maldito. ¿Qué? En mi opinión, todos los enanos están relacionados de alguna manera, como si compartieran lazos sanguíneos, no sé.
Es entonces que la puerta se abre de golpe y aparece un puto tuerto. ¿En serio este es el pavo que les ha dado problemas a mis compas? Entra con un escudo anti-disturbio, como si jamás hubiese imaginado que aquí tenemos armas de grueso calibre. Al menos lo ha hecho con estilo, así que punto bueno para él. Y lo encuentro extrañamente parecido a mí, lo que lo hace guapo. Me gusta: es prepotente y malhablado; tiene personalidad, no como otras mierdas que se andan haciendo los justicieros. Sin embargo, lamento informarle que no es suficiente para que me vaya a entregar así como así.
—¿No tendrás tú un fetiche con las manos? —le pregunto con una sonrisa burlesca en el rostro, haciendo un pequeño truco de magia y sacando de cada manga dos manos adicionales—. Aquí tengo más pa’ que te masturbes de pana. Soy el hombre que buscas, Volken von no sé qué, aunque estoy seguro de que mi apellido es von Goldschläger; ya sabes, con estilo y esas mierdas. —Le doy una calada al porro y camino hacia él. A la primera que haga algo el punki lo revienta; ese hombre es tan fuerte como para sobrevivir en el Nuevo Mundo—. ¿Quieres? Es el porro más largo de la puta vida, y está buenísimo. Relaja la vena y sácate el ají del culo, conversemos y lleguemos a algo bueno para los dos. Tú quieres dinero y yo la paz mundial.
Le doy una calada al porro y el sabor a tierra inunda a mi boca. Le han hecho un mal lavado de raíces, ¿eh? Pero igual está buena. Toso como si tuviera neumonía y mis ojos se van achicando a medida que el bullicio aumenta. Puede que parezca imbécil o medio retardado, pero no lo soy. Bajo mis prendas llevo un montón de herramientas útiles que me permitirían huir en caso de verme en problemas. Si hasta traigo conmigo a Freedom, un rifle de francotirador lo suficientemente potente para cargarme de una a un puto elefante.
—No es necesario que te entregues, ¿sabes?
Mi compa de juegos está mirando el cielo. Parece preocupado, como si pensara que todo va a salir horriblemente mal. Suelto un largo suspiro.
—La señorita tiene planes, hermano, y lo mínimo que puede hacer alguien como yo es devolverle la mano que me ha tendido un millón de veces. Sólo me estoy entregando, no es como si vaya a morir —le respondo con una sonrisa tras darle una calada al porro—. Además, tengo un plan por si todo sale mal —miento. La verdad es que no tengo nada, pero les he dicho a todos que sí para que no se preocupen. No quiero que derramen una sola lágrima si llegase a morir.
—A la mierda todo, dame un poco de esa shit.
Hablamos de la vida y compartimos nuestra aversión por los putos enanos de la mierda. ¿Cómo se le ocurre a dios crear semejantes aberraciones? Enanos, peludos, agresivos y hediondos, siempre acabo topándome con esas criaturas hostiles y malintencionadas. Me cagaría en toda mi existencia si el cazador bullicioso resulta ser de ese clan maldito. ¿Qué? En mi opinión, todos los enanos están relacionados de alguna manera, como si compartieran lazos sanguíneos, no sé.
Es entonces que la puerta se abre de golpe y aparece un puto tuerto. ¿En serio este es el pavo que les ha dado problemas a mis compas? Entra con un escudo anti-disturbio, como si jamás hubiese imaginado que aquí tenemos armas de grueso calibre. Al menos lo ha hecho con estilo, así que punto bueno para él. Y lo encuentro extrañamente parecido a mí, lo que lo hace guapo. Me gusta: es prepotente y malhablado; tiene personalidad, no como otras mierdas que se andan haciendo los justicieros. Sin embargo, lamento informarle que no es suficiente para que me vaya a entregar así como así.
—¿No tendrás tú un fetiche con las manos? —le pregunto con una sonrisa burlesca en el rostro, haciendo un pequeño truco de magia y sacando de cada manga dos manos adicionales—. Aquí tengo más pa’ que te masturbes de pana. Soy el hombre que buscas, Volken von no sé qué, aunque estoy seguro de que mi apellido es von Goldschläger; ya sabes, con estilo y esas mierdas. —Le doy una calada al porro y camino hacia él. A la primera que haga algo el punki lo revienta; ese hombre es tan fuerte como para sobrevivir en el Nuevo Mundo—. ¿Quieres? Es el porro más largo de la puta vida, y está buenísimo. Relaja la vena y sácate el ají del culo, conversemos y lleguemos a algo bueno para los dos. Tú quieres dinero y yo la paz mundial.
Nadie parecía decir nada cuando Yuu les amenazó. Estaba atento a lo que todos en aquella sala pudieran llegar a hacer. Tardarían unos segundos en romper el silencio. Y, en especial, quien lo hizo era quien le interesaba de verdad que hablara. Volken von Goldschläger, allí estaba. Tenía delante a un tío que prácticamente se había cargado a más de diez guardias en tan solo unos minutos, y ni siquiera parecía nervioso. Es más, incluso se acercó a Yuu pacíficamente. ¿Acaso pretendía entregarse? Yuu no entendía nada, pero quería acabar aquel trabajo cuanto antes y largarse. El chaval le ofreció un cigarro que ya había visto con anterioridad. Por lo que este decía, aquello no era tabaco sino droga. Y bastante buena, según él. El mercenario cayó por unos instantes en la tentación de aceptar su oferta, pero prefirió pensárselo detenidamente.
—Chaval… no sé cuantas caladas llevas, pero tienes que llevar muchas para hablarme así. —Suspiró profundamente, mientras miraba fijamente a su objetivo—. Por una nunca me pasa nada, así que… —extendió la mano izquierda para coger el porro y darle un breve calo, echando el humo a los pocos segundos de catar la esencia de la hierba en su garganta— Buena mierda, la verdad. En fin… A lo importante —apoyó el escudo en el suelo, y acto seguido su hombro en el objeto—. En primer lugar, chico… Lo único bueno que puedes llevarte tú es que te entregue a Elrik sin matarte. Igual así alargas un poco tus horas de vida o mira, igual ni siquiera te mata él. A saber. Pero bueno, tampoco he venido hasta aquí para irme con las manos vacías, así que te diré lo que hay. Ahora mismo, podemos hacer las cosas de dos maneras. Verás, la primera es que vengas conmigo, tranquilamente, sin ofrecer ninguna resistencia. Te llevo con Elrik, me dan mi dinero y cada uno con lo suyo. ¿Suena de puta madre, a que sí? Vale, igual la segunda ya no te mola tanto. Tus amigos me disparan, y mueren. Tú no te entregas y ofreces resistencia y, ¡oh! Puede que los dos salgamos jodidos. Yo jodiéndome por perder pasta y tú, bueno, por irte al otro barrio. Así que eh, yo si fuera tú no me lo pensaba dos veces. Si te entregas ahora mismo, yo no te toco ni un puto pelo y todos contentos.
La agenda de Yuu vibró en su bolsillo de la chaqueta. Lo sacó de su escondite, sin dejar de fijarse en los posibles movimientos de los que estaban en la habitación. La línea se abrió y al otro lado de llamada empezaron a hablar. Se escuchaba todo y bastante alto, como era de esperar.
—Jefe, ya estamos rodeando el piso que nos dijo. ¿Puede decirnos cuándo parar o dónde está?
—Vosotros seguid girando, yo os aviso. Por cierto, una cosa —dijo, con mucha tranquilidad, haciéndole un gesto a Volken para que esperase para retomar su conversación previa.
—¿Qué ocurre, jefe?
—Podríais, no sé… ¿No llamarme mientras puedo estar ocupado? Estaría de putísima madre.
—Pero, jefe… si lo ha cogido es que no está ocup…
—¿Quieres que te parta una pierna cuando te vea por llevarme la contraria? —cambió un poco su tono. La verdad es que estaba empezando a molestarse bastante.
—No, no, no… Perdóneme. Vale, lo siento —se disculpó, al mismo tiempo que el barco aparecía en la terraza.
—Parad el barco, ya. ¡Ya!
—¡Ah! ¡Parad el barco, chicos! ¡Hemos encontrado al jefe! —les dijo a sus compañeros, los cuales hicieron que la embarcación se detuviera justo al lado de la barandilla de la terraza.
—Vale, ahora esperad ahí hasta que resuelva este asunto.—Cortó la llamada y, acto seguido, tosió para continuar la conversación—. Lo dicho. Mis hombres están esperando ahí delante. Eso que te he dicho es mi oferta. Lo tomas o lo dejas. Siempre puedes hacerme cambiar de opinión o proponerme algo más interesante, pero… Está complicado, dadas las circunstancias, la verdad. Tú verás —dejó de apoyarse y envainó su espada. Confiaba en que aquel zagal pudiera tener dos dedos de frente para ver que la situación no jugaba mucho en su favor y que debería de hacer lo que el mercenario planteaba si no quería espicharla.
—Chaval… no sé cuantas caladas llevas, pero tienes que llevar muchas para hablarme así. —Suspiró profundamente, mientras miraba fijamente a su objetivo—. Por una nunca me pasa nada, así que… —extendió la mano izquierda para coger el porro y darle un breve calo, echando el humo a los pocos segundos de catar la esencia de la hierba en su garganta— Buena mierda, la verdad. En fin… A lo importante —apoyó el escudo en el suelo, y acto seguido su hombro en el objeto—. En primer lugar, chico… Lo único bueno que puedes llevarte tú es que te entregue a Elrik sin matarte. Igual así alargas un poco tus horas de vida o mira, igual ni siquiera te mata él. A saber. Pero bueno, tampoco he venido hasta aquí para irme con las manos vacías, así que te diré lo que hay. Ahora mismo, podemos hacer las cosas de dos maneras. Verás, la primera es que vengas conmigo, tranquilamente, sin ofrecer ninguna resistencia. Te llevo con Elrik, me dan mi dinero y cada uno con lo suyo. ¿Suena de puta madre, a que sí? Vale, igual la segunda ya no te mola tanto. Tus amigos me disparan, y mueren. Tú no te entregas y ofreces resistencia y, ¡oh! Puede que los dos salgamos jodidos. Yo jodiéndome por perder pasta y tú, bueno, por irte al otro barrio. Así que eh, yo si fuera tú no me lo pensaba dos veces. Si te entregas ahora mismo, yo no te toco ni un puto pelo y todos contentos.
La agenda de Yuu vibró en su bolsillo de la chaqueta. Lo sacó de su escondite, sin dejar de fijarse en los posibles movimientos de los que estaban en la habitación. La línea se abrió y al otro lado de llamada empezaron a hablar. Se escuchaba todo y bastante alto, como era de esperar.
—Jefe, ya estamos rodeando el piso que nos dijo. ¿Puede decirnos cuándo parar o dónde está?
—Vosotros seguid girando, yo os aviso. Por cierto, una cosa —dijo, con mucha tranquilidad, haciéndole un gesto a Volken para que esperase para retomar su conversación previa.
—¿Qué ocurre, jefe?
—Podríais, no sé… ¿No llamarme mientras puedo estar ocupado? Estaría de putísima madre.
—Pero, jefe… si lo ha cogido es que no está ocup…
—¿Quieres que te parta una pierna cuando te vea por llevarme la contraria? —cambió un poco su tono. La verdad es que estaba empezando a molestarse bastante.
—No, no, no… Perdóneme. Vale, lo siento —se disculpó, al mismo tiempo que el barco aparecía en la terraza.
—Parad el barco, ya. ¡Ya!
—¡Ah! ¡Parad el barco, chicos! ¡Hemos encontrado al jefe! —les dijo a sus compañeros, los cuales hicieron que la embarcación se detuviera justo al lado de la barandilla de la terraza.
—Vale, ahora esperad ahí hasta que resuelva este asunto.—Cortó la llamada y, acto seguido, tosió para continuar la conversación—. Lo dicho. Mis hombres están esperando ahí delante. Eso que te he dicho es mi oferta. Lo tomas o lo dejas. Siempre puedes hacerme cambiar de opinión o proponerme algo más interesante, pero… Está complicado, dadas las circunstancias, la verdad. Tú verás —dejó de apoyarse y envainó su espada. Confiaba en que aquel zagal pudiera tener dos dedos de frente para ver que la situación no jugaba mucho en su favor y que debería de hacer lo que el mercenario planteaba si no quería espicharla.
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Enciendo un cigarrillo y miro con una sonrisa divertida al sicario este. Hacen falta dos buenos ojos para mandarme al otro barrio. Espera, ¿qué es ese olor? ¿Por qué me da la impresión de que este asesino huele a Murasaki? Como le haya puesto un dedo encima… Mira que no soy celoso y probablemente todo me lo esté imaginando porque, madre mía, estoy drogadísimo, pero con mi pelirroja de la vida no. Si hasta veo elefantes de mil colores bailar y cantar en mi cabeza. Ay, no, me cago en los muertos del tuerto. Me estoy empezando a asustar con mis propias alucinaciones, y el sonido de la trompeta resuena dentro de mi cabeza.
—¿Soy el único que escucha esta musiquita clásica…? —El punki asiente con la cabeza. Qué va, mejor la ignoro—. Pareces que andas medio enojado, no sé, igual como que deberías darle otra quemada. Mira, compa, las cosas son fáciles: demuéstrame que no eres como los otros retrasados que han intentado cazarme, o nos cagamos a trompadas hasta que alguien muera. Puedes hacerte todo el Juan Güick que quieras, pero cuando llegue el goriposa desearás tener los dos ojos malos para no ver las patadas en el culo que te va a meter.
Ah, vale. Ahora el lindo quiere que lo espere porque está ocupado hablando por teléfono. ¿Así es como les habla a sus subordinados…? No vaya a ser que después su propia tripulación le traicione por ser tan insolente. Que alguien lea mis pensamientos y me diga que yo soy mucho más educado con la gente. Puede que piense mal de la mayoría de las personas, y eso es porque casi todos son unos putos inútiles, pero no les ando ofendiendo en la cara. En todo caso, igual he preparado la daga por si al listo este se le ocurre sorprenderme o algo así.
—Déjame explicarte mi punto, teletubi. Quiero entregarme sin ocasionar problemas, yo entiendo que toda esta mierda es parte del trabajo, pero no quiero que me lleve cualquier pelagatos que luego no vaya a servirnos de nada; alguien debe ocupar mi puesto mientras ando fuera, ¿me sigues? —respondo y le doy otra calada más al cigarro, tirando el humo lejos del tuerto. Soy un hombre educado, ¿sabes?—. Has demostrado tener los huevos de un puto Rey Marino y, oye, eso es bueno. Ahora demuéstrame que tienes la decencia de un caballero, la decencia que todo hombre necesita y merece. ¿Has oído de la convención Pene-Pene? Es como la de Ano-Ano, pero más glamurosa. ¿No me sigues? Vale, te explico. Es un tratado internacional que no todos los machos conocen y uno de sus artículos, el 87, dice que todo hombre merece despedirse de su noviecita antes de irse para el patio de los callados.
Menos mal he podido explicarle un poco mi punto a este hombre. Creo que a la familia Yúdkovich le será de utilidad mientras yo juego al espía con Elric. He intentado hablar con los otros idiotas que han venido, pero nada. Estaban demasiado ocupados intentando rajarme la puta yugular en vez de escucharme. Y este, aunque apenas tiene un 2% de mi capacidad intelectual, sabe escuchar. ¿Será porque le falta un ojo? Vaya a saber uno con los tuertos, hasta puede que sean como los enanos.
—Oe, punki, llama a la señorita. Dile que es hora —le ordeno amablemente y con una sonrisa. No me pondré sentimental, no ahora—. Tu gente puede estacionarse en el helipuerto, tampoco tardaré mucho. Y de paso te explico cómo funciona este trueque: tú ganas 250 millones, y yo un sustituto.
—¿Soy el único que escucha esta musiquita clásica…? —El punki asiente con la cabeza. Qué va, mejor la ignoro—. Pareces que andas medio enojado, no sé, igual como que deberías darle otra quemada. Mira, compa, las cosas son fáciles: demuéstrame que no eres como los otros retrasados que han intentado cazarme, o nos cagamos a trompadas hasta que alguien muera. Puedes hacerte todo el Juan Güick que quieras, pero cuando llegue el goriposa desearás tener los dos ojos malos para no ver las patadas en el culo que te va a meter.
Ah, vale. Ahora el lindo quiere que lo espere porque está ocupado hablando por teléfono. ¿Así es como les habla a sus subordinados…? No vaya a ser que después su propia tripulación le traicione por ser tan insolente. Que alguien lea mis pensamientos y me diga que yo soy mucho más educado con la gente. Puede que piense mal de la mayoría de las personas, y eso es porque casi todos son unos putos inútiles, pero no les ando ofendiendo en la cara. En todo caso, igual he preparado la daga por si al listo este se le ocurre sorprenderme o algo así.
—Déjame explicarte mi punto, teletubi. Quiero entregarme sin ocasionar problemas, yo entiendo que toda esta mierda es parte del trabajo, pero no quiero que me lleve cualquier pelagatos que luego no vaya a servirnos de nada; alguien debe ocupar mi puesto mientras ando fuera, ¿me sigues? —respondo y le doy otra calada más al cigarro, tirando el humo lejos del tuerto. Soy un hombre educado, ¿sabes?—. Has demostrado tener los huevos de un puto Rey Marino y, oye, eso es bueno. Ahora demuéstrame que tienes la decencia de un caballero, la decencia que todo hombre necesita y merece. ¿Has oído de la convención Pene-Pene? Es como la de Ano-Ano, pero más glamurosa. ¿No me sigues? Vale, te explico. Es un tratado internacional que no todos los machos conocen y uno de sus artículos, el 87, dice que todo hombre merece despedirse de su noviecita antes de irse para el patio de los callados.
Menos mal he podido explicarle un poco mi punto a este hombre. Creo que a la familia Yúdkovich le será de utilidad mientras yo juego al espía con Elric. He intentado hablar con los otros idiotas que han venido, pero nada. Estaban demasiado ocupados intentando rajarme la puta yugular en vez de escucharme. Y este, aunque apenas tiene un 2% de mi capacidad intelectual, sabe escuchar. ¿Será porque le falta un ojo? Vaya a saber uno con los tuertos, hasta puede que sean como los enanos.
—Oe, punki, llama a la señorita. Dile que es hora —le ordeno amablemente y con una sonrisa. No me pondré sentimental, no ahora—. Tu gente puede estacionarse en el helipuerto, tampoco tardaré mucho. Y de paso te explico cómo funciona este trueque: tú ganas 250 millones, y yo un sustituto.
Yuu no entendía nada. Aquel tipo… ¿estaba vacilándole o simplemente iba tan fumado que no sabía ni dónde estaba? Sin duda, hasta la fecha, aquello se estaba convirtiendo por momentos en su contrato más extraño. Es decir, para llegar al punto en el que el mercenario esté confuso en si soltarle una hostia o en seguirle el juego para ver hasta donde podría llegar… Muy bizarro tenía que ser todo. Aquel tipo tenía intrigado al criminal, que no conseguía entender para qué lo quería el tal Elrik. «¿Música clásica…? ¿Pero qué dice este tío…?», pensó el pelinegro, confundido hasta el extremo. Por suerte para Volken, al mercenario le hizo un mínimo efecto el porro. Este hizo que se calmase bastante y que su ira se redujera, así que todo aquello realmente le estaba haciendo gracia, después de todo.
Yuu escuchó con mayor atención de lo normal lo que tenía que decir. Obviamente, todo gracias al cannabis. En cualquier caso, él se encendió un cigarro para ir tirando y quitarse el mono. Hizo desaparecer el escudo y se apoyó en una de las paredes, presuponiendo que aquello no iba a acabar con sangre, después de todo. Su objetivo le habló de un trato, o algo parecido. Algo de ocupar su puesto mientras esté fuera. Ante esto, alzó la ceja en señal de interés. ¿Pagarían bien allí si se quedaba un tiempo? Igual aquel contrato le salía hasta más rentable de lo imaginado.
También dijo algo de… despedirse de una novia. Habló también de una extraña convención y de no se qué de la decencia de un hombre. El pelinegro suspiró fuerte, echando el humo al aire. Aquel hombre no hacía más que confundirle más y más con sus fumadas. Por suerte, pareció llegar al grano del asunto y dejó al Loki estacionarse en su terraza. Supuso que todo aquello tenía la condición de que el parcheado aceptase su proposición.
—Eres un tío muy raro, Volken. Vale, voy a acercarme y a decirles que se vayan arriba. Pero ya sabes, si alguien les toca un pelo a ellos o a mi barco, esta torre se quedará vacía. En cualquier caso… sigue hablando de esa cosa del sustituto. Si me pagan por hacerlo, yo encantado —le comentó mientas alzaba la voz y se dirigía hacia la terraza. Una vez allí, llamó la atención de uno de sus tripulantes con la mano—. Hey, parece que tenemos un cambio de planes. La captura se va a alargar un poco más, por lo visto. Nos han dado permiso para aparcar sin que nos digan nada en la terraza, como antes. Si os hacen algo dadme un toque.
—Vale, Capitán. ¿Le esperamos arriba pues?
—Eso mismo acabo de decir, sí.
—Entendido. ¡Chicos, volvemos a la terraza! ¡Venga, venga, venga! —dijo, poniéndose en marcha y desapareciendo de la vista de los presentes.
—Vale, chaval. Avisa a tus hombres, hazme el favor. Que que me digas eso tú no quiere decir que ellos lo sepan, ¿sabes? —se acercó de nuevo a su objetivo—. Te doy media hora y ni un minuto más, también te digo. Y escúchame atentamente… No sé lo que significará «teletubi», ni si es un insulto o qué mierdas. Pero… Vuélveme a llamar eso y no te daré ni un segundo para «despedirte de tu novieta», ¿me entiendes? Vale. Dicho esto… ¿tengo que acompañarte a algún sitio o nos quedamos aquí, chaval? —se volvió a apoyar en la pared, calmado y observando a Volken mientras seguía fumando.
Yuu escuchó con mayor atención de lo normal lo que tenía que decir. Obviamente, todo gracias al cannabis. En cualquier caso, él se encendió un cigarro para ir tirando y quitarse el mono. Hizo desaparecer el escudo y se apoyó en una de las paredes, presuponiendo que aquello no iba a acabar con sangre, después de todo. Su objetivo le habló de un trato, o algo parecido. Algo de ocupar su puesto mientras esté fuera. Ante esto, alzó la ceja en señal de interés. ¿Pagarían bien allí si se quedaba un tiempo? Igual aquel contrato le salía hasta más rentable de lo imaginado.
También dijo algo de… despedirse de una novia. Habló también de una extraña convención y de no se qué de la decencia de un hombre. El pelinegro suspiró fuerte, echando el humo al aire. Aquel hombre no hacía más que confundirle más y más con sus fumadas. Por suerte, pareció llegar al grano del asunto y dejó al Loki estacionarse en su terraza. Supuso que todo aquello tenía la condición de que el parcheado aceptase su proposición.
—Eres un tío muy raro, Volken. Vale, voy a acercarme y a decirles que se vayan arriba. Pero ya sabes, si alguien les toca un pelo a ellos o a mi barco, esta torre se quedará vacía. En cualquier caso… sigue hablando de esa cosa del sustituto. Si me pagan por hacerlo, yo encantado —le comentó mientas alzaba la voz y se dirigía hacia la terraza. Una vez allí, llamó la atención de uno de sus tripulantes con la mano—. Hey, parece que tenemos un cambio de planes. La captura se va a alargar un poco más, por lo visto. Nos han dado permiso para aparcar sin que nos digan nada en la terraza, como antes. Si os hacen algo dadme un toque.
—Vale, Capitán. ¿Le esperamos arriba pues?
—Eso mismo acabo de decir, sí.
—Entendido. ¡Chicos, volvemos a la terraza! ¡Venga, venga, venga! —dijo, poniéndose en marcha y desapareciendo de la vista de los presentes.
—Vale, chaval. Avisa a tus hombres, hazme el favor. Que que me digas eso tú no quiere decir que ellos lo sepan, ¿sabes? —se acercó de nuevo a su objetivo—. Te doy media hora y ni un minuto más, también te digo. Y escúchame atentamente… No sé lo que significará «teletubi», ni si es un insulto o qué mierdas. Pero… Vuélveme a llamar eso y no te daré ni un segundo para «despedirte de tu novieta», ¿me entiendes? Vale. Dicho esto… ¿tengo que acompañarte a algún sitio o nos quedamos aquí, chaval? —se volvió a apoyar en la pared, calmado y observando a Volken mientras seguía fumando.
Volken von Goldschläger
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Akuma no mi
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El único problema en todo esto es que yo tampoco sé lo que significa teletubi, lo escuché en la den den tele y se me quedó grabado. ¿Será algo bueno? ¿Malo? Ni idea, alguno lo descubrirá en su momento. La buena noticia es que el tuerto es listo, lo suficiente para escucharme. A veces puedo llegar a ser muy letal, pero definitivamente mi arma más poderosa es mi lengua de plata. ¿Este hombre? Tiene huevos, estilo y respeta la convención Pene-Pene; es el sujeto idóneo para reemplazarme el tiempo que vaya a estar fuera, espiando a Elric para conveniencia de Katrina. Ella debe entender que todo esto es por el bien de nuestro propósito, aunque si este mercenario le llega a tocar un solo pelo a mi señorita, yo le mato la mamá, el papá, los tíos, los amigos de allá arriba, mejor dicho, hasta su abuelita. Y si su abuelita está muerta, yo se la desentierro y se la vuelvo a matar.
—Sé que no tengo la autoridad necesaria para ordenarles nada, pero, por favor, no le hagan nada a la gente de este hombre ni a su barco. —Espero que los hombres entiendan la gravedad de esta situación—. Y tú… ¿Cuál es tu nombre? Ya sabes mucho de mí, pero yo nada de ti. En fin, de aquí no nos movemos hasta que la señorita llegue. Tomemos asiento, vamos, que me cagaré en los pantalones como siga todo el rato en pie.
Le pido por favor a uno de los muchachos que nos traiga whisky y más yerba. Así son los negocios entre las grandes personalidades del mundo, ¿sabes? Hasta el punki se ha sentado con nosotros. Normal, su trabajo es que a mí no me pase nada malo. No pasa demasiado tiempo y el hombre vuelve con una botella exquisitamente trabajada, un par de vasos y un frasco de vidrio lleno de la buena cepa.
—Vale, comencemos. Primero que todo, las razones de mi comportamiento no te interesan ni te afectarán en lo absoluto, así que quédate tranquilo con eso. —Le doy un sorbo al vaso para lubricar la garganta y sigo—. Lo que debes saber es que te pagarán bien y debes hacer todo lo que yo hago aquí, es decir, seguir las órdenes de la señorita. Si ella quiere que te cargues a alguien, lo harás. Y habrá recompensa por ello. Si ella quiere que vigiles uno de sus casinos, lo harás. Cuando la señorita llegue verás la clase de persona que es, así que no vayas a preocuparte porque no estás metiéndote con gente sin principios. Te llevarás la paga del contrato que hay por mí y la promesa de que recibirás dinero por trabajar para los Yúdkovich.
Se escuchan gritos del otro lado y entonces la puerta de la terraza se abre de golpe. Una jovencita de cabellos negros y ojos grises entra, llevando una blusa blanca seguida de una minifalda. Sonrío cuando la veo. Estoy seguro de que la señorita es la mujer más linda de este planeta. Como siempre, su aura es imponente e incluso llama más la atención del hombre que le escolta, Dimitri. El gorila de dos metros y experto en lecciones filosóficas debe agacharse para pasar a la terraza. Inmediatamente, uno de los muchachos que está bebiendo con nosotros se levanta de su asiento y se lo ofrece a su jefa, colocando la espalda recta y disimulando lo borracho que está.
—Maldita sea, Volken, tuve que venir corriendo porque oí que estás a punto de entregarte. ¿Este es el mercenario que has elegido? —Asiento con la cabeza—. Vale, un tuerto. ¿Le has explicado las reglas?
—En eso estamos, discutiendo las cosas y-
—¿Estás drogado? —Vuelvo a asentir—. ¿Cuántas veces te he dicho que dejes esa porquería? Tú nunca vas a cambiar… ¿Estás seguro de lo que haces y no es un efecto de las drogas?
—Perfectamente seguro, señorita.
Katrina toma asiento y mira analíticamente al asesino.
—Soy Katrina Yúdkovich, Emperatriz del Bajo Mundo y jefa de la familia Yúdkovich, un gusto. Si vas a trabajar como sustituto de Volken debes saber que él hace toda clase de trabajo, desde asesinatos hasta encargos —le dice con su voz que me fascina—. A Volken no le pago, de hecho, todo lo que hace por mí es… Sigo sin entender del todo bien por qué hace lo que hace. A lo que voy: te pagaré siempre y cuando estés a la altura de la situación y no comprometas a la familia.
—Sé que no tengo la autoridad necesaria para ordenarles nada, pero, por favor, no le hagan nada a la gente de este hombre ni a su barco. —Espero que los hombres entiendan la gravedad de esta situación—. Y tú… ¿Cuál es tu nombre? Ya sabes mucho de mí, pero yo nada de ti. En fin, de aquí no nos movemos hasta que la señorita llegue. Tomemos asiento, vamos, que me cagaré en los pantalones como siga todo el rato en pie.
Le pido por favor a uno de los muchachos que nos traiga whisky y más yerba. Así son los negocios entre las grandes personalidades del mundo, ¿sabes? Hasta el punki se ha sentado con nosotros. Normal, su trabajo es que a mí no me pase nada malo. No pasa demasiado tiempo y el hombre vuelve con una botella exquisitamente trabajada, un par de vasos y un frasco de vidrio lleno de la buena cepa.
—Vale, comencemos. Primero que todo, las razones de mi comportamiento no te interesan ni te afectarán en lo absoluto, así que quédate tranquilo con eso. —Le doy un sorbo al vaso para lubricar la garganta y sigo—. Lo que debes saber es que te pagarán bien y debes hacer todo lo que yo hago aquí, es decir, seguir las órdenes de la señorita. Si ella quiere que te cargues a alguien, lo harás. Y habrá recompensa por ello. Si ella quiere que vigiles uno de sus casinos, lo harás. Cuando la señorita llegue verás la clase de persona que es, así que no vayas a preocuparte porque no estás metiéndote con gente sin principios. Te llevarás la paga del contrato que hay por mí y la promesa de que recibirás dinero por trabajar para los Yúdkovich.
Veinte minutos después…
Se escuchan gritos del otro lado y entonces la puerta de la terraza se abre de golpe. Una jovencita de cabellos negros y ojos grises entra, llevando una blusa blanca seguida de una minifalda. Sonrío cuando la veo. Estoy seguro de que la señorita es la mujer más linda de este planeta. Como siempre, su aura es imponente e incluso llama más la atención del hombre que le escolta, Dimitri. El gorila de dos metros y experto en lecciones filosóficas debe agacharse para pasar a la terraza. Inmediatamente, uno de los muchachos que está bebiendo con nosotros se levanta de su asiento y se lo ofrece a su jefa, colocando la espalda recta y disimulando lo borracho que está.
—Maldita sea, Volken, tuve que venir corriendo porque oí que estás a punto de entregarte. ¿Este es el mercenario que has elegido? —Asiento con la cabeza—. Vale, un tuerto. ¿Le has explicado las reglas?
—En eso estamos, discutiendo las cosas y-
—¿Estás drogado? —Vuelvo a asentir—. ¿Cuántas veces te he dicho que dejes esa porquería? Tú nunca vas a cambiar… ¿Estás seguro de lo que haces y no es un efecto de las drogas?
—Perfectamente seguro, señorita.
Katrina toma asiento y mira analíticamente al asesino.
—Soy Katrina Yúdkovich, Emperatriz del Bajo Mundo y jefa de la familia Yúdkovich, un gusto. Si vas a trabajar como sustituto de Volken debes saber que él hace toda clase de trabajo, desde asesinatos hasta encargos —le dice con su voz que me fascina—. A Volken no le pago, de hecho, todo lo que hace por mí es… Sigo sin entender del todo bien por qué hace lo que hace. A lo que voy: te pagaré siempre y cuando estés a la altura de la situación y no comprometas a la familia.
Le dio una extensa calada a su cigarro, y luego soltó una gran bocanada de humo por la boca. Todo esto, mientras escuchaba lo que Volken le decía. Parecía algo más razonable y menos ido de la chota, cabe decir. ¿El porro le había bajado o es que realmente se había puesto serio? Era algo que Yuu desconocía, pero que al mismo tiempo tampoco le importaba demasiado. El tema es que aquella faceta de su objetivo lo hacía más tragable como ser humano que antes. En cualquier caso, le acababa de preguntar por su nombre y, tras esto, quiso que ambos tomaran asiento. Las cosas parecían calmadas, o al menos de momento.
—No sé en qué momento esto se ha convertido en una conversación casual como para decirte algo de mí. Pero en fin, me puedes llamar Yuu —le comentó, mientras se sentaba a una distancia prudencial de Volken. Uno de los hombres de la sala, con un aspecto bastante macarra, también parece tomar asiento cerca de ellos. Otro de ellos trae una botella de lo que parece ser un whisky de gran calidad, junto con un par de vasos de cristal. Además, brinda a los presentes un frasco lleno de hierba— Con esto sí que se puede hablar de negocios… —le dio un leve sorbo a su vaso, degustándolo y quedando maravillado ante tal excepcional alcohol. Hecho esto, escuchó con atención lo que el zagal tenía que decir—. Entonces vas a dejar que te lleve ante Elrik y encima me vais a ofrecer trabajo. Joder, vaya ganga —se acomodó en su asiento, abriendo las piernas y colocando un brazo por detrás de este— Pues entonces vamos a esperar a esa señorita. Ahora ha despertado mi curiosidad e interés.
Tras un gran rato de espera, la puerta se abrió de sopetón. Una pequeña joven entra, acompañada de un enorme sujeto de robusta apariencia. La zagala despierta el interés de Yuu, tanto por su presencia como por lo joven que era para dirigir todo aquel percal. Y bueno, de no ser porque estaba trabajando, su interés se habría desviado por el lado equivocado para la situación. Sabía controlarse en ese aspecto, por suerte, y su mera entrada solo ocasionó un discreto levantamiento de ceja, que representaba la atracción momentánea por esa mujer. No obstante, cuando se sienta la susodicha, el criminal no muestra ningún signo de coqueteo o atracción hacia esta, aunque por dentro se esté muriendo ante tal belleza. Justo cuando empezó a referirse a él como «Un tuerto», perdió todo el interés en ese aspecto, y suspiró. Omitió la pequeña conversación que tuvieron esos dos, hasta que llegó lo que le interesaba y escuchó con atención lo que tenía que decir. Con solo un nombre y dos estatus, aquella mujer había despertado por completo y a unos límites insospechados el interés del mercenario. Sí, era su oportunidad de oro. Era su día de suerte, y a cada segundo que pasaba se reafirmaba más y más en ello.
—Encantado. —¿Cortesía? ¿Yuu? Y sin estar coqueteando, encima. Su ojo parecía más brillante de lo normal e, imaginariamente en la cabeza de este, el símbolo del «berrie» reemplazaba a su pupila. A esto le acompañaba una agradable y simpática sonrisa, muy pero que muy poco habitual en el criminal— Soy Yuu, esto… —intentó pensar un estatus. ¡Pero se suponía que Yggdrasil era una organización secreta hasta la fecha! ¿O quizás le rentaba decirlo…? Pero es que sino no tenía nada que decir, y parecería un completo don nadie ante tal mujer de renombre en el Bajo Mundo. Aunque espera, realmente lo era. ¡Mierda!— Jefe de una pequeña asociación de mercenarios y oportunista a tiempo completo —eso le había quedado que ni pintado. Pero no, la próxima cosa que dijera tenía que ser completamente seria. El dinero le perdía, y se notaba demasiado. Respiró hondo y se volvió a centrar—. Soy un profesional en prácticamente todos los campos, así que te aseguro que en ese aspecto soy uno de los mejores que podrías contratar —se echó todas las flores existentes en el planeta, él solito—. De todas formas, necesito saber detalles —cambió su expresión. Su seriedad había vuelto por completo—. ¿Esto implica que solo podré trabajar para ti en ese tiempo? ¿O solo tendré que acudir cuando tú me asignes un contrato? —dejó el vaso en la mesa. No iba borracho, pero sí un poco contento. Quizás por eso la reacción que tuvo al conocer quién era Katrina—. Es decir, no siempre tengo disponibilidad, así que mejor preguntar si tendré que centrarme exclusivamente en tus contratos. Pero bueno, de todas formas, por lo que veo no es que tengáis problemas con los pagos. ¿De cuánto dinero estaríamos hablando? Digamos que tengo unos mínimos, actualmente —se cruzó de brazos, mientras miraba fijamente a aquella mujer—. Y por cierto… ¿Qué pasará si Elrik mata a Volken? Porque vamos, a mí me están pagando por llevarlo ante él, pero ni idea de lo que piensa hacer cuando lo tenga delante. Si lo matan, ¿tendría que trabajar para vosotros hasta el fin de los tiempos? Es decir, en ese caso igual no me gusta tanto la idea, pese a lo bien que paguéis. Mejor no descartar posibilidades, porque Elrik parece bastante imprevisible, ¿no?
—No sé en qué momento esto se ha convertido en una conversación casual como para decirte algo de mí. Pero en fin, me puedes llamar Yuu —le comentó, mientras se sentaba a una distancia prudencial de Volken. Uno de los hombres de la sala, con un aspecto bastante macarra, también parece tomar asiento cerca de ellos. Otro de ellos trae una botella de lo que parece ser un whisky de gran calidad, junto con un par de vasos de cristal. Además, brinda a los presentes un frasco lleno de hierba— Con esto sí que se puede hablar de negocios… —le dio un leve sorbo a su vaso, degustándolo y quedando maravillado ante tal excepcional alcohol. Hecho esto, escuchó con atención lo que el zagal tenía que decir—. Entonces vas a dejar que te lleve ante Elrik y encima me vais a ofrecer trabajo. Joder, vaya ganga —se acomodó en su asiento, abriendo las piernas y colocando un brazo por detrás de este— Pues entonces vamos a esperar a esa señorita. Ahora ha despertado mi curiosidad e interés.
Veinte minutos después…
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Tras un gran rato de espera, la puerta se abrió de sopetón. Una pequeña joven entra, acompañada de un enorme sujeto de robusta apariencia. La zagala despierta el interés de Yuu, tanto por su presencia como por lo joven que era para dirigir todo aquel percal. Y bueno, de no ser porque estaba trabajando, su interés se habría desviado por el lado equivocado para la situación. Sabía controlarse en ese aspecto, por suerte, y su mera entrada solo ocasionó un discreto levantamiento de ceja, que representaba la atracción momentánea por esa mujer. No obstante, cuando se sienta la susodicha, el criminal no muestra ningún signo de coqueteo o atracción hacia esta, aunque por dentro se esté muriendo ante tal belleza. Justo cuando empezó a referirse a él como «Un tuerto», perdió todo el interés en ese aspecto, y suspiró. Omitió la pequeña conversación que tuvieron esos dos, hasta que llegó lo que le interesaba y escuchó con atención lo que tenía que decir. Con solo un nombre y dos estatus, aquella mujer había despertado por completo y a unos límites insospechados el interés del mercenario. Sí, era su oportunidad de oro. Era su día de suerte, y a cada segundo que pasaba se reafirmaba más y más en ello.
—Encantado. —¿Cortesía? ¿Yuu? Y sin estar coqueteando, encima. Su ojo parecía más brillante de lo normal e, imaginariamente en la cabeza de este, el símbolo del «berrie» reemplazaba a su pupila. A esto le acompañaba una agradable y simpática sonrisa, muy pero que muy poco habitual en el criminal— Soy Yuu, esto… —intentó pensar un estatus. ¡Pero se suponía que Yggdrasil era una organización secreta hasta la fecha! ¿O quizás le rentaba decirlo…? Pero es que sino no tenía nada que decir, y parecería un completo don nadie ante tal mujer de renombre en el Bajo Mundo. Aunque espera, realmente lo era. ¡Mierda!— Jefe de una pequeña asociación de mercenarios y oportunista a tiempo completo —eso le había quedado que ni pintado. Pero no, la próxima cosa que dijera tenía que ser completamente seria. El dinero le perdía, y se notaba demasiado. Respiró hondo y se volvió a centrar—. Soy un profesional en prácticamente todos los campos, así que te aseguro que en ese aspecto soy uno de los mejores que podrías contratar —se echó todas las flores existentes en el planeta, él solito—. De todas formas, necesito saber detalles —cambió su expresión. Su seriedad había vuelto por completo—. ¿Esto implica que solo podré trabajar para ti en ese tiempo? ¿O solo tendré que acudir cuando tú me asignes un contrato? —dejó el vaso en la mesa. No iba borracho, pero sí un poco contento. Quizás por eso la reacción que tuvo al conocer quién era Katrina—. Es decir, no siempre tengo disponibilidad, así que mejor preguntar si tendré que centrarme exclusivamente en tus contratos. Pero bueno, de todas formas, por lo que veo no es que tengáis problemas con los pagos. ¿De cuánto dinero estaríamos hablando? Digamos que tengo unos mínimos, actualmente —se cruzó de brazos, mientras miraba fijamente a aquella mujer—. Y por cierto… ¿Qué pasará si Elrik mata a Volken? Porque vamos, a mí me están pagando por llevarlo ante él, pero ni idea de lo que piensa hacer cuando lo tenga delante. Si lo matan, ¿tendría que trabajar para vosotros hasta el fin de los tiempos? Es decir, en ese caso igual no me gusta tanto la idea, pese a lo bien que paguéis. Mejor no descartar posibilidades, porque Elrik parece bastante imprevisible, ¿no?
Volken von Goldschläger
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¿Oportunista a tiempo completo? Este hombre tiene huevos; me cae bien. No niega la clase de hombre que es y eso es bueno. Una persona individualista y oportunista tiene mayores oportunidades de sobrevivir y conseguir el éxito, siempre ha sido así. Respeto los valores y el honor porque la señorita es una chica así, pero en lo personal no sigo ningún código moral. Creo que todo lo voy decidiendo en el momento, mi vida entera ha sido una completa improvisación y mira a lo que me ha conducido: tengo una cita programada con el Rey del Bajo Mundo. Puedo perder una pierna en el proceso, incluso la vida, pero no pasa nada. Algunos me considerarán complicado, pero la verdad es que soy bastante sencillo: hago lo que quiero porque así soy yo, no hay más vueltas que eso.
El tuerto también tiene el ego de una puta montaña, creo que se parece a una señora que conozco. La teletubi de los gatos, le dicen. ¿Por qué no pueden ser humildes como yo? Soy realista, pragmático, conozco a la perfección mis límites. Lo que pasa es que inconscientemente necesito peligro para sentirme vivo, para sentir esa adrenalina tan adictiva. Por otra parte, el mercenario está negociando de lo lindo con la reina de los negocios. Yo no le cobro un solo berrie porque al final me los termina dando igual. Nah, broma. Supongo que me siento en deuda con ella, y creo que lo estaré hasta el fin de mis días. Un perro fiel que ha decidido meterse voluntariamente en la boca del lobo, ¿eh?
—Al parecer Volken no te ha explicado cómo funciona exactamente su trabajo… Él se encarga de tareas que no impliquen directamente a la familia, tiene toda la libertad que él quiere y no le obligo a estar en Casino Island —comienza a responder con su hermosísimo timbre de voz. Ay, soy como un hombre enamorado que todo le encuentra bueno—. Tendrás prioridad para futuros contratos y me da igual que estés en Shabaody como en Raftel. Si te pido que estés en tal lugar a tal hora, harás lo imposible por estar ahí. Es exigente e incluso puede sonar prepotente, pero estas son mis reglas y créeme que traen beneficios. Llegado el momento hablaremos de tus pagas, aunque a Volken jamás le he pagado menos de 50 millones. —De pronto, su semblante se oscurece y sus expresiones se endurecen—. Él no morirá, así que saca esa duda de tu cabeza.
—Venga, señorita, no seas tan dura con el compañero… Nadie tiene el futuro asegurado y es lo divertido de la vida, ¿no crees? Si llegase a morir no te haré sustituir a un muerto, es imposible reemplazar a alguien que ya no vive, ¿verdad? —respondo y le doy un sorbo al vaso. Intento estar lo más tranquilo que puedo, pero parece que mi mano temblorosa me está traicionando—. La señorita te ha dicho que tienes vía libre, pero intenta no trabajar para sus enemigos. El mundo en el que nos movemos es envidioso y muchos quieren su puesto de Emperatriz, pero ya te habrás dado cuenta de lo lista y hermosa que es: ella puede con todo el mundo —agrego de inmediato, guiñándole un ojo a Katrina. Me encanta cuando mis palabras la ruborizan.
Si Yuu no tiene más preguntas ni mierdas parecidas, es hora de decirle que me espere dentro. Necesito despedirme; puede que sea la última vez. Dimitri es el primero que se mueve a la habitación contigua, abriendo la puerta y ordenándoles a todos que esperasen ahí. Le doy la mano al punki y me acerca hacia él para darme un fuerte abrazo.
—Lo hemos pasado bastante bien, hermano —le digo con una sonrisa en el rostro, tomándole de la nuca y mirándolo—. Cuídala como siempre lo has hecho.
—No hables como si esto fuera el adiós, idiota. —Jin siempre ha sido de los tíos duros, pero se le han humedecido un poco los ojos—. Esta vez no cometas errores, no estará la señorita detrás de ti para limpiar tu mierda, ¿vale?
Antes de marcharse me pone algo en el bolsillo y me susurra que lo use sólo en caso de emergencia. Ya lo abriré en su momento; parece una buena sorpresa de despedida. Y es cuando el adiós más duro tiene turno. ¿Dimitri? Nah, él me importa una puta mierda. Desde que me aplastó con su culo hediondo que le perdí el respeto. Por supuesto que hablo de la señorita. Está mirando el cielo con los brazos apoyados en la barandilla de metal, mientras el viento mece sus cabellos.
—Aún puedes retractarte, Volken. Puedo encontrar lo que busco sin necesidad de que te expongas a este peligro.
Sonrío. Le doy una calada al cigarrillo y me apoyo en la barandilla.
—Debo pagarte todo lo que te debo, a ti y a tu familia —respondo, mirándola de reojo. No necesito verla directamente para saber que está muy preocupada—. Me salvaste la vida, Katrina.
—Y tú la mía, no sientas que estás en deuda conmigo. Sabes que los Yúdkovich jamás abandonan a los suyos; la familia siempre será familia.
—¿Eso significa que Yuu entrará a la familia? Parece prometedor, aunque no sabe lo que es un teletubi.
—Y tú tampoco, no te hagas el listo —me dice de inmediato, dándome un suave golpe en el costado y soltando una sonrisa—. Dependerá de cómo lo haga, no cualquiera tiene el derecho de ser llamado familia, pero tú te lo has ganado. —De pronto guarda silencio y su expresión alegre desaparece—. Prométeme que volverás, Volken.
—¿Tan enamorada estás de mí? Por favor, si tienes a un montón de pretendientes. —La señorita se da vuelta y me mira. Sus ojos me dejan gélido, diciéndome una cosa: «Estoy hablando en serio». Suelto un suspiro y boto las cenizas del cigarrillo—. Jamás te he mentido y no lo haré ahora, Katrina, no te prometeré algo que no estoy seguro de poder cumplir. Haré lo que mejor pueda por el bien de la familia, eso te lo aseguro, verás lo útil que es este perro fiel.
Sus pequeños brazos me rodean el cuerpo y su cara se pega a mi pecho. Puedo sentir su calidez y su perfume favorito, una perfecta combinación entre dulce y cítrico. Le acaricio la cabeza y le correspondo el abrazo. Permanecemos así unos largos minutos, minutos que jamás quiero que acaben. Soy enamoradizo, lo sé, pero la única mujer por la que daría mi corazón es por la señorita. Y mira que me estoy poniendo romanticón; no me gusta.
—El tuerto me espera y parece que está impaciente por cobrar esos millones. ¿Vamos?
—Sí, vamos.
El tuerto también tiene el ego de una puta montaña, creo que se parece a una señora que conozco. La teletubi de los gatos, le dicen. ¿Por qué no pueden ser humildes como yo? Soy realista, pragmático, conozco a la perfección mis límites. Lo que pasa es que inconscientemente necesito peligro para sentirme vivo, para sentir esa adrenalina tan adictiva. Por otra parte, el mercenario está negociando de lo lindo con la reina de los negocios. Yo no le cobro un solo berrie porque al final me los termina dando igual. Nah, broma. Supongo que me siento en deuda con ella, y creo que lo estaré hasta el fin de mis días. Un perro fiel que ha decidido meterse voluntariamente en la boca del lobo, ¿eh?
—Al parecer Volken no te ha explicado cómo funciona exactamente su trabajo… Él se encarga de tareas que no impliquen directamente a la familia, tiene toda la libertad que él quiere y no le obligo a estar en Casino Island —comienza a responder con su hermosísimo timbre de voz. Ay, soy como un hombre enamorado que todo le encuentra bueno—. Tendrás prioridad para futuros contratos y me da igual que estés en Shabaody como en Raftel. Si te pido que estés en tal lugar a tal hora, harás lo imposible por estar ahí. Es exigente e incluso puede sonar prepotente, pero estas son mis reglas y créeme que traen beneficios. Llegado el momento hablaremos de tus pagas, aunque a Volken jamás le he pagado menos de 50 millones. —De pronto, su semblante se oscurece y sus expresiones se endurecen—. Él no morirá, así que saca esa duda de tu cabeza.
—Venga, señorita, no seas tan dura con el compañero… Nadie tiene el futuro asegurado y es lo divertido de la vida, ¿no crees? Si llegase a morir no te haré sustituir a un muerto, es imposible reemplazar a alguien que ya no vive, ¿verdad? —respondo y le doy un sorbo al vaso. Intento estar lo más tranquilo que puedo, pero parece que mi mano temblorosa me está traicionando—. La señorita te ha dicho que tienes vía libre, pero intenta no trabajar para sus enemigos. El mundo en el que nos movemos es envidioso y muchos quieren su puesto de Emperatriz, pero ya te habrás dado cuenta de lo lista y hermosa que es: ella puede con todo el mundo —agrego de inmediato, guiñándole un ojo a Katrina. Me encanta cuando mis palabras la ruborizan.
Si Yuu no tiene más preguntas ni mierdas parecidas, es hora de decirle que me espere dentro. Necesito despedirme; puede que sea la última vez. Dimitri es el primero que se mueve a la habitación contigua, abriendo la puerta y ordenándoles a todos que esperasen ahí. Le doy la mano al punki y me acerca hacia él para darme un fuerte abrazo.
—Lo hemos pasado bastante bien, hermano —le digo con una sonrisa en el rostro, tomándole de la nuca y mirándolo—. Cuídala como siempre lo has hecho.
—No hables como si esto fuera el adiós, idiota. —Jin siempre ha sido de los tíos duros, pero se le han humedecido un poco los ojos—. Esta vez no cometas errores, no estará la señorita detrás de ti para limpiar tu mierda, ¿vale?
Antes de marcharse me pone algo en el bolsillo y me susurra que lo use sólo en caso de emergencia. Ya lo abriré en su momento; parece una buena sorpresa de despedida. Y es cuando el adiós más duro tiene turno. ¿Dimitri? Nah, él me importa una puta mierda. Desde que me aplastó con su culo hediondo que le perdí el respeto. Por supuesto que hablo de la señorita. Está mirando el cielo con los brazos apoyados en la barandilla de metal, mientras el viento mece sus cabellos.
—Aún puedes retractarte, Volken. Puedo encontrar lo que busco sin necesidad de que te expongas a este peligro.
Sonrío. Le doy una calada al cigarrillo y me apoyo en la barandilla.
—Debo pagarte todo lo que te debo, a ti y a tu familia —respondo, mirándola de reojo. No necesito verla directamente para saber que está muy preocupada—. Me salvaste la vida, Katrina.
—Y tú la mía, no sientas que estás en deuda conmigo. Sabes que los Yúdkovich jamás abandonan a los suyos; la familia siempre será familia.
—¿Eso significa que Yuu entrará a la familia? Parece prometedor, aunque no sabe lo que es un teletubi.
—Y tú tampoco, no te hagas el listo —me dice de inmediato, dándome un suave golpe en el costado y soltando una sonrisa—. Dependerá de cómo lo haga, no cualquiera tiene el derecho de ser llamado familia, pero tú te lo has ganado. —De pronto guarda silencio y su expresión alegre desaparece—. Prométeme que volverás, Volken.
—¿Tan enamorada estás de mí? Por favor, si tienes a un montón de pretendientes. —La señorita se da vuelta y me mira. Sus ojos me dejan gélido, diciéndome una cosa: «Estoy hablando en serio». Suelto un suspiro y boto las cenizas del cigarrillo—. Jamás te he mentido y no lo haré ahora, Katrina, no te prometeré algo que no estoy seguro de poder cumplir. Haré lo que mejor pueda por el bien de la familia, eso te lo aseguro, verás lo útil que es este perro fiel.
Sus pequeños brazos me rodean el cuerpo y su cara se pega a mi pecho. Puedo sentir su calidez y su perfume favorito, una perfecta combinación entre dulce y cítrico. Le acaricio la cabeza y le correspondo el abrazo. Permanecemos así unos largos minutos, minutos que jamás quiero que acaben. Soy enamoradizo, lo sé, pero la única mujer por la que daría mi corazón es por la señorita. Y mira que me estoy poniendo romanticón; no me gusta.
—El tuerto me espera y parece que está impaciente por cobrar esos millones. ¿Vamos?
—Sí, vamos.
Katrina empezó a explicarle al parcheado cómo irían las cosas trabajando para ella. Básicamente, Yuu haría lo mismo que antes pero ahora con ciertas prioridades por los contratos que esta le diera. Parecía un trato justo, sobre todo porque la suma que ofrecía por sus trabajos era cuantiosa y, bueno, se mantenía por encima de los mínimos del mercenario. De momento, el parcheado estaba de acuerdo con sus reglas. Cuando la Emperatriz dejó de hablar, el criminal le dio otra leve calada a su cigarro, que ya se hallaba casi a punto de perecer. Volken siguió a la mujer en la conversación, siendo realista ante la rotunda negación de su propia muerte por parte de la chica. Aquel chico parecía tener la situación bajo control y estar seguro de sí mismo, pero… En lo que poco que estaba viendo Yuu en él, tenía la intuición de que no era así. Pero bueno, a él que más le daba, ¿no?
—Bueno, el destino es una chorrada así que no podemos saber si morirá o no. Por eso la duda, pero… Vaya, si tan segura estás bueno, olvida la pregunta. En fin… Vale, por mi parte acepto el trato. Me parece justo. Eso sí… Necesitaré que me deis un caracol para contactaros o que me contactéis, que sino no hacemos absolutamente nada. Aunque mira que me gustan poco estos animaluchos… —se rascó la cabeza por detrás.
Supuso que se lo darían después de despedirse, que iba a ser lo que estaban a punto de hacer ahora. Yuu se levantó de su asiento y apagó el cigarro en un cenicero cercano. Suspiró, y se dirigió al pasillo para esperar a Volken. Una vez allí, se apoyó en la pared de al lado de la puerta, y se cruzó de brazos. Sacó su agenda y llamó a los subordinados del Loki. La llamada tardó al menos diez segundos en ser respondida, pero al final lo cogieron y la línea se abrió.
—¿Estáis en la terraza ya, no? —preguntó el mercenario, calmado.
—Sí, Capitán. Estamos aquí arriba. ¿Viene ya? —contestó una de las voces más jóvenes de la tripulación.
—No tardaremos demasiado. Tenedlo todo listo para entonces. Y contactad con el Ragnarok para informar de nuestra llegada y que bajen unos cuantos kilómetros para que el Loki pueda subir, anda.
—Recibido. Ahora les informaremos, señor.
—Vale, perfecto. Corto. —finalizó la llamada y se volvió a guardar en el bolsillo su agenda. A los pocos minutos aparecería Volken junto con la Emperatriz, dispuesto a subir ya y a entregarse a Elrik—. ¿Ya? Vamos —le señaló el ascensor con un movimiento de cabeza, mientras se reincorporaba y empezaba a caminar hacia el mismo—. Emperatriz, nos mantendremos en contacto. Un placer hacer negocios. Y tranquila, hasta que lleguemos con Elrik, Volken está en las mejores manos —finalizó, seguro de sí mismo. Tras esto, se le fue entregado un pequeño caracol bastante ostentoso y que se parecía a la mujer. Supuso que era mucho pedir que le diesen el contacto directo para su agenda, así que se las tendría que ingeniar y, por el momento, utilizar aquel baboso medio de comunicación.
El ascensor llegó relativamente pronto a la planta más alta y, desde allí, sin mediar palabra y llevando a Volken detrás, subieron encima del Loki. Todos los tripulantes se pusieron a trabajar y a hacer que el barco empezase a volar, rumbo al Ragnarok. Con Yuu al timón, no tardarían más de media hora en llegar a la gran embarcación. Por el camino, como el criminal no hablaba demasiado con gente que no se ganaba su confianza, no medió ninguna palabra con su objetivo. Quizás cuando estuviera en el barco, con más tranquilidad, intentaría sonsacarle algo acerca de la Familia.
Media hora después…
━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━
Unas luces se atisbaban en la oscura noche estrellada. El Ragnarok lucía grandioso, como siempre, en lo alto de los cielos. Este había bajado a una altura adecuada para el Loki, puesto que este último no podía soportar la altitud que la gran barcaza sí podía. La pequeña embarcación entró al hangar y se ancló a este rápidamente, dada la experiencia de Yuu al timón. Una vez el barco cesó su movimiento, Yuu empezó a estirarse, para acto seguido apoyarse en los mandos de la nave durante unos segundos.
—Hemos llegado. Chavales, sois libres por hoy. —Bostezó, mientras veía como sus tripulantes bajaban del barco. Algunos se iban juntos charlando, y otros seguramente se iban a sus respectivos camarotes— Bueno, Volken, tengo que hablar con alguien para saber dónde hay que ir, así que… Igual tardo un poco, pero vaya. Como hemos hecho ese trato y tal te voy a dar más libertad de la que podría haberte dado de cogerte a la fuerza. Así que… Bueno, te asignaré un camarote y no tendrás que pudrirte en una celda toda la noche. Eso sí, ya sabes qué pasa si se te va la mano tocando cosas de mi barco. Pero bueno, mientras no te muevas por las zonas que no debes todo irá bien —se puso erguido y bajó las escaleras que llevaban a la cubierta. Cruzó la plataforma con barandillas que había bajado cuando atracaron y se dirigió al ascensor, mientras le hacía un gesto con la mano a Volken para que le siguiera— De momento te voy a llevar al Salón, vaya. Allí puedes fumar, beber, o lo que te dé la gana. En cuanto haga unas llamadas creo que haré lo mismo, vaya. Depende de dónde te tenga que entregar tardaremos menos o más, eso sí. Pero vaya, bienvenido al Ragnarok.
Tras esto, Yuu llevaría a Volken por una serie de pasillos y luego cogerían el ascensor. Tras otros muchos pasillos, llegarían al Salón Con todas las comodidades posibles, esa inmensa habitación albergaba tanto televisión, chimenea, alcohol para decir basta, máquinas traga–perras e incluso de «arcade». ¡Y demasiada droga! En una vitrina de cristal, había diversos cuencos con cocaína, marihuana, y diferentes estupefacientes de los que, en la mayoría de los casos, solo consumía el capitán del barco. Esta estaba cerrada con candado, y la llave solo la tenía Yuu en su camarote personal.
—Cuando vuelva, si logras convencerme, igual te dejo probar de la mierda que tengo ahí expuesta —señaló con la cabeza la vitrina—. Aunque por mi parte creo que hoy solo voy a pillar un pedal de la hostia y ya. Los negocios lo merecen, aunque para entregarte tenga una resaca del quince. Pero bueno, quédate aquí entreteniéndote —se marchó a su camarote, dispuesto a hablar sobre el lugar de entrega con Oswaldo… Si seguía despierto.
La verdad es que Yuu parecía bastante… ¿feliz? La nueva oportunidad que tanto su objetivo como la Emperatriz le habían brindado era sumamente jugosa como para no ponerse a dar saltos de alegría. ¿A quién no le entusiasmaría ganar un contacto con tanto poder? La organización tenía como objetivo principal el crear la mayor red de contactos del mundo, y Katrina era un punto tremendo para empezar desde lo más alto a generar dicha red.
—Bueno, el destino es una chorrada así que no podemos saber si morirá o no. Por eso la duda, pero… Vaya, si tan segura estás bueno, olvida la pregunta. En fin… Vale, por mi parte acepto el trato. Me parece justo. Eso sí… Necesitaré que me deis un caracol para contactaros o que me contactéis, que sino no hacemos absolutamente nada. Aunque mira que me gustan poco estos animaluchos… —se rascó la cabeza por detrás.
Supuso que se lo darían después de despedirse, que iba a ser lo que estaban a punto de hacer ahora. Yuu se levantó de su asiento y apagó el cigarro en un cenicero cercano. Suspiró, y se dirigió al pasillo para esperar a Volken. Una vez allí, se apoyó en la pared de al lado de la puerta, y se cruzó de brazos. Sacó su agenda y llamó a los subordinados del Loki. La llamada tardó al menos diez segundos en ser respondida, pero al final lo cogieron y la línea se abrió.
—¿Estáis en la terraza ya, no? —preguntó el mercenario, calmado.
—Sí, Capitán. Estamos aquí arriba. ¿Viene ya? —contestó una de las voces más jóvenes de la tripulación.
—No tardaremos demasiado. Tenedlo todo listo para entonces. Y contactad con el Ragnarok para informar de nuestra llegada y que bajen unos cuantos kilómetros para que el Loki pueda subir, anda.
—Recibido. Ahora les informaremos, señor.
—Vale, perfecto. Corto. —finalizó la llamada y se volvió a guardar en el bolsillo su agenda. A los pocos minutos aparecería Volken junto con la Emperatriz, dispuesto a subir ya y a entregarse a Elrik—. ¿Ya? Vamos —le señaló el ascensor con un movimiento de cabeza, mientras se reincorporaba y empezaba a caminar hacia el mismo—. Emperatriz, nos mantendremos en contacto. Un placer hacer negocios. Y tranquila, hasta que lleguemos con Elrik, Volken está en las mejores manos —finalizó, seguro de sí mismo. Tras esto, se le fue entregado un pequeño caracol bastante ostentoso y que se parecía a la mujer. Supuso que era mucho pedir que le diesen el contacto directo para su agenda, así que se las tendría que ingeniar y, por el momento, utilizar aquel baboso medio de comunicación.
El ascensor llegó relativamente pronto a la planta más alta y, desde allí, sin mediar palabra y llevando a Volken detrás, subieron encima del Loki. Todos los tripulantes se pusieron a trabajar y a hacer que el barco empezase a volar, rumbo al Ragnarok. Con Yuu al timón, no tardarían más de media hora en llegar a la gran embarcación. Por el camino, como el criminal no hablaba demasiado con gente que no se ganaba su confianza, no medió ninguna palabra con su objetivo. Quizás cuando estuviera en el barco, con más tranquilidad, intentaría sonsacarle algo acerca de la Familia.
Media hora después…
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Unas luces se atisbaban en la oscura noche estrellada. El Ragnarok lucía grandioso, como siempre, en lo alto de los cielos. Este había bajado a una altura adecuada para el Loki, puesto que este último no podía soportar la altitud que la gran barcaza sí podía. La pequeña embarcación entró al hangar y se ancló a este rápidamente, dada la experiencia de Yuu al timón. Una vez el barco cesó su movimiento, Yuu empezó a estirarse, para acto seguido apoyarse en los mandos de la nave durante unos segundos.
—Hemos llegado. Chavales, sois libres por hoy. —Bostezó, mientras veía como sus tripulantes bajaban del barco. Algunos se iban juntos charlando, y otros seguramente se iban a sus respectivos camarotes— Bueno, Volken, tengo que hablar con alguien para saber dónde hay que ir, así que… Igual tardo un poco, pero vaya. Como hemos hecho ese trato y tal te voy a dar más libertad de la que podría haberte dado de cogerte a la fuerza. Así que… Bueno, te asignaré un camarote y no tendrás que pudrirte en una celda toda la noche. Eso sí, ya sabes qué pasa si se te va la mano tocando cosas de mi barco. Pero bueno, mientras no te muevas por las zonas que no debes todo irá bien —se puso erguido y bajó las escaleras que llevaban a la cubierta. Cruzó la plataforma con barandillas que había bajado cuando atracaron y se dirigió al ascensor, mientras le hacía un gesto con la mano a Volken para que le siguiera— De momento te voy a llevar al Salón, vaya. Allí puedes fumar, beber, o lo que te dé la gana. En cuanto haga unas llamadas creo que haré lo mismo, vaya. Depende de dónde te tenga que entregar tardaremos menos o más, eso sí. Pero vaya, bienvenido al Ragnarok.
Tras esto, Yuu llevaría a Volken por una serie de pasillos y luego cogerían el ascensor. Tras otros muchos pasillos, llegarían al Salón Con todas las comodidades posibles, esa inmensa habitación albergaba tanto televisión, chimenea, alcohol para decir basta, máquinas traga–perras e incluso de «arcade». ¡Y demasiada droga! En una vitrina de cristal, había diversos cuencos con cocaína, marihuana, y diferentes estupefacientes de los que, en la mayoría de los casos, solo consumía el capitán del barco. Esta estaba cerrada con candado, y la llave solo la tenía Yuu en su camarote personal.
—Cuando vuelva, si logras convencerme, igual te dejo probar de la mierda que tengo ahí expuesta —señaló con la cabeza la vitrina—. Aunque por mi parte creo que hoy solo voy a pillar un pedal de la hostia y ya. Los negocios lo merecen, aunque para entregarte tenga una resaca del quince. Pero bueno, quédate aquí entreteniéndote —se marchó a su camarote, dispuesto a hablar sobre el lugar de entrega con Oswaldo… Si seguía despierto.
La verdad es que Yuu parecía bastante… ¿feliz? La nueva oportunidad que tanto su objetivo como la Emperatriz le habían brindado era sumamente jugosa como para no ponerse a dar saltos de alegría. ¿A quién no le entusiasmaría ganar un contacto con tanto poder? La organización tenía como objetivo principal el crear la mayor red de contactos del mundo, y Katrina era un punto tremendo para empezar desde lo más alto a generar dicha red.
Volken von Goldschläger
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Menos mal tengo la maleta preparada para estos “viajes de emergencia”, aunque tampoco tiene demasiadas cosas. Mi yo del pasado pensó que era innecesario meter muchas mierdas si tenía comprado un boleto a la muerte. Un par de mudas y un montón de cosillas para mis trucos. Quizás Elric sea un fanático de la magia y hasta termine contratándome como bufón, quién sabe. Lo importante son los cincuenta gramos de yerba que traigo en un frasco de vidrio. Y el bong de 30 centímetros. Ahora, creo que tengo todas las cosas resueltas aquí en Casino Island y me he despedido de toda la gente que considero importante.
—Estaremos en contacto —le dijo la señorita al del parche, entregándole uno de esos escalofriantes caracoles—. No cometas ninguna estupidez y ten presente siempre con quién estás tratando, Volken, esto no es un chiste.
—Puede que hace nueve meses esto no me habría importado demasiado, pero ahora… Bueno, supongo que tengo un lugar donde volver. Mejor dicho, gente con la que volver —le respondo con una sonrisa a Katrina mientras la miro a sus ojos. Me acerco hacia ella y le doy un beso en la mejilla muy cerca de los labios, haciendo que se sonroje—. De verdad quiero volverte a ver, Katrina.
Este hombre es un puto millonario, yo es que no sé pa’ qué quiere más dinero. ¡Tiene un puto barco volador! Me advierte de que no toque sus cosas; yo lo veo bien, tampoco soy un ladrón cualquiera. Igual sigo con mis armas escondidas bajo la chaqueta y los pantalones por si decide que es buena idea darme una paliza. Un suspiro de Mimosa y tiño las paredes de rojo, aunque no quiero llegar a algo así. Yuu es el encargado de sustituirme mientras no esté en Casino Island. Ya tengo ganas de volver a trabajar para la señorita, es la mejor jefa que he tenido en toda la vida, joder que sí.
Después de un largo paseo por el barco volador acabamos en una habitación que tiene de todo, y mi instinto masculino me dice que debo tocar las botellas que tiene ahí guardadas, aunque dudo que al tuerto le haga demasiada gracia… A todo esto, me pregunto si la señorita ya habrá puesto en marcha su plan. En principio parece amable y honorable, pero es muy astuta y por ningún motivo se fía de este hombre. Probablemente está investigando todo lo que ha hecho hasta la fecha, buscando amigos o familiares a los que usar por si se pone medio tonto. Y yo, por mi parte, puedo parecer confiado y hasta idiota, pero ya tengo preparada una ruta de huida en caso de necesitarlo. ¿La maleta que traigo? Bueno, tiene un paracaídas en caso de emergencia.
—Tú no te preocupes que para algo he traído esto, hermano —respondo a sus palabras, sacando un gigantesco bong de 30 centímetros. Le echo un poco de agua, pongo unos cuatro cubos de hielo y dejo caer cuidadosamente la yerba recién molida, poniéndola sobre la rejilla de alambre. Y luego le pongo el soplete donde corresponde—. ¿No quieres un poco? —le pregunto tras soltar una gigantesca nube de humo.
Siento de una los efectos de la droga, relajándome con mis ojos enrojecidos y mi sonrisa boba. Me echo en el sillón y coloco los pies sobre la mesa, saco un cigarrillo y me pongo a fumar. Puedo parecer tranquilo y todo, pero la verdad es que tengo miedo. Me estoy entregando voluntariamente a un hombre peligrosísimo, y no todo acaba ahí, sino que me he comprometido a espiarle. Debo hacerlo por el bien de la familia Yúdkovich; sé que tienen muchísimos recursos, pero dudo que puedan hacerle la guerra a Viktor Elric. Necesitamos aliados fuertes, gente con la que contar cuando todo se vaya a la mierda. Y el primero en la lista es el tuerto.
—Tienes un bonito barco, bro, y hasta pareces ser de los poderosos. Pero nunca he oído nada de ti, jamás he visto tu rostro en alguna parte. ¿Por qué no me cuentas un poco tu historia? Así nos vamos conociendo un poco mejor, creo que nuestro viaje no será corto, ¿eh?
—Estaremos en contacto —le dijo la señorita al del parche, entregándole uno de esos escalofriantes caracoles—. No cometas ninguna estupidez y ten presente siempre con quién estás tratando, Volken, esto no es un chiste.
—Puede que hace nueve meses esto no me habría importado demasiado, pero ahora… Bueno, supongo que tengo un lugar donde volver. Mejor dicho, gente con la que volver —le respondo con una sonrisa a Katrina mientras la miro a sus ojos. Me acerco hacia ella y le doy un beso en la mejilla muy cerca de los labios, haciendo que se sonroje—. De verdad quiero volverte a ver, Katrina.
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Este hombre es un puto millonario, yo es que no sé pa’ qué quiere más dinero. ¡Tiene un puto barco volador! Me advierte de que no toque sus cosas; yo lo veo bien, tampoco soy un ladrón cualquiera. Igual sigo con mis armas escondidas bajo la chaqueta y los pantalones por si decide que es buena idea darme una paliza. Un suspiro de Mimosa y tiño las paredes de rojo, aunque no quiero llegar a algo así. Yuu es el encargado de sustituirme mientras no esté en Casino Island. Ya tengo ganas de volver a trabajar para la señorita, es la mejor jefa que he tenido en toda la vida, joder que sí.
Después de un largo paseo por el barco volador acabamos en una habitación que tiene de todo, y mi instinto masculino me dice que debo tocar las botellas que tiene ahí guardadas, aunque dudo que al tuerto le haga demasiada gracia… A todo esto, me pregunto si la señorita ya habrá puesto en marcha su plan. En principio parece amable y honorable, pero es muy astuta y por ningún motivo se fía de este hombre. Probablemente está investigando todo lo que ha hecho hasta la fecha, buscando amigos o familiares a los que usar por si se pone medio tonto. Y yo, por mi parte, puedo parecer confiado y hasta idiota, pero ya tengo preparada una ruta de huida en caso de necesitarlo. ¿La maleta que traigo? Bueno, tiene un paracaídas en caso de emergencia.
—Tú no te preocupes que para algo he traído esto, hermano —respondo a sus palabras, sacando un gigantesco bong de 30 centímetros. Le echo un poco de agua, pongo unos cuatro cubos de hielo y dejo caer cuidadosamente la yerba recién molida, poniéndola sobre la rejilla de alambre. Y luego le pongo el soplete donde corresponde—. ¿No quieres un poco? —le pregunto tras soltar una gigantesca nube de humo.
Siento de una los efectos de la droga, relajándome con mis ojos enrojecidos y mi sonrisa boba. Me echo en el sillón y coloco los pies sobre la mesa, saco un cigarrillo y me pongo a fumar. Puedo parecer tranquilo y todo, pero la verdad es que tengo miedo. Me estoy entregando voluntariamente a un hombre peligrosísimo, y no todo acaba ahí, sino que me he comprometido a espiarle. Debo hacerlo por el bien de la familia Yúdkovich; sé que tienen muchísimos recursos, pero dudo que puedan hacerle la guerra a Viktor Elric. Necesitamos aliados fuertes, gente con la que contar cuando todo se vaya a la mierda. Y el primero en la lista es el tuerto.
—Tienes un bonito barco, bro, y hasta pareces ser de los poderosos. Pero nunca he oído nada de ti, jamás he visto tu rostro en alguna parte. ¿Por qué no me cuentas un poco tu historia? Así nos vamos conociendo un poco mejor, creo que nuestro viaje no será corto, ¿eh?
Al parecer, el chaval traía ya de casa su propia droga. No le pareció del todo mal al mercenario, pues en parte no le gustaba que nadie tocara la suya propia. Y él era un desconocido, así que pese a que por cortesía y negocios sentía el impulso de ofrecerle… Seguía sin gustarle la idea. De todas formas, el joven si que parecía dispuesto a darle un poco de lo suyo, a lo que negó con la cabeza y la mano antes de marcharse por la puerta principal del Salón. Cogió el ascensor hasta su habitación, y cuando llegó allí tras un par de minutos, cerró la puerta tras de sí. Se acercó a su armario, donde dejó colgada su chaqueta. Dejó sus espadas en sus respectivos soportes y se quitó toda su ropa tras esto, vistiéndose acto seguido con una camisa básica negra y unos pantalones de chándal.
—Ah, joder. Me meo —dijo en voz baja, mientras corría hacia su baño privado, abría la tapa del váter rápidamente y se bajaba los pantalones y la ropa interior. Ruidoso a más no poder, el sonido de la orina impactando con el agua recorrió toda la habitación—. Ahora sí, joder… —se los volvió a subir.
Aliviado, se dirigió hacia el armario a recoger su agenda electrónica del bolsillo de su chaqueta. Una vez en mano, fue a sentarse en la silla de su escritorio. Llamó a su contratista inmediatamente, mientras colocaba sus piernas encima de su mesa. La llamada tardó más de diez segundos en ser respondida, y una voz ronca preguntó quién le llamaba a esas horas.
—Oswaldo, Blade al habla.
—Por poco me pillas durmiendo. ¿Qué pasa? ¿Has completado el trabajo?
—Y perfectamente, además. ¿Qué te iba a comentar? Esto… ¿Dónde hay que llevar al chaval este?
—Ah, sí. Un segundo, ahora te lo digo. Lo dejé escrito en algún lugar, pero ahora mismo… —se escucharon ruidos de cajones abriéndose segundo tras otro, y de papeles volando por los aires. Al final, volvió con lo que parecía ser la respuesta—. Aquí está. Menos mal, pensaba que no lo tenía. A ver… aquí pone que tienes que dirigirte al puerto «6K-70R» en Water Seven. Allí supongo que estará esperándote Elrik o alguno de sus hombres.
—Vale, perfecto. Pues marcho hacia allí ahora mismo. Estamos en contacto.
—Entendido. Corto.
La llamada finalizó. El mercenario no se movió del sitio, y llamó directamente al Centro de Mando del Ragnarok, donde tardaron bastante poco en cogérselo. Les anunció la nueva ruta, y estos le informaron que la IA había determinado que el viaje hasta allí duraría alrededor de un día o medio, quizás dos si las condiciones climáticas no eran las propicias. Una vez establecido el objetivo, Yuu colgó inmediatamente y se dirigió al Salón para vigilar a su objetivo, además de para tomarse varias copas. Tomó el mismo ascensor de antes y la misma ruta, y llegó rápidamente hasta allí.
—Tienes un bonito barco, bro, y hasta pareces ser de los poderosos. Pero nunca he oído nada de ti, jamás he visto tu rostro en alguna parte. ¿Por qué no me cuentas un poco tu historia? Así nos vamos conociendo un poco mejor, creo que nuestro viaje no será corto, ¿eh? —dijo su objetivo, minutos después de que Yuu entrara al lugar.
—¿No? Bueno, no es de extrañar. Últimamente he decidido no exponerme demasiado, por si acaso. Pero bueno, ¿qué te voy a contar de exponerse? Si he entrado a la torre donde estabas dando voces. Depende del día me da por una cosa u otra, pero en fin —dijo mientras sacaba una botella de whisky de la estantería. En un vaso pequeño, echó un poco de aquella bebida— Y no, no te voy a contar mi historia. Ni es interesante ni tampoco confío en ti como para contártela. No es nada personal, ya sabes. —Se bebió el vaso de una—. Uf, buenísimo. Por cierto, llegaremos en un día o dos, más o menos —se puso otro vaso y se llevó la botella y este al sofá. Los colocó en una mesilla que había al lado y ocupó el sofá con todo su cuerpo, apoyando su cabeza en un cojín—. Seguramente te vigile yo o alguno de mis chavales. Por si acaso, ya sabes. No sería profesional ni coherente tenerte sin vigilancia campando a tus anchas por mi barco. Hay zonas restringidas y, bueno, a fin de cuentas… técnicamente, eres una especie de prisionero. Aunque te hayas entregado, vaya —dijo, con un tono tranquilo pero sin sonar contundente— Pero bueno, no suelo preguntar cosas de mis contratos, pero hay varias cosas que me inquietan. ¿Cómo exactamente te has ganado que Elrik pida tu cabeza?
—Ah, joder. Me meo —dijo en voz baja, mientras corría hacia su baño privado, abría la tapa del váter rápidamente y se bajaba los pantalones y la ropa interior. Ruidoso a más no poder, el sonido de la orina impactando con el agua recorrió toda la habitación—. Ahora sí, joder… —se los volvió a subir.
Aliviado, se dirigió hacia el armario a recoger su agenda electrónica del bolsillo de su chaqueta. Una vez en mano, fue a sentarse en la silla de su escritorio. Llamó a su contratista inmediatamente, mientras colocaba sus piernas encima de su mesa. La llamada tardó más de diez segundos en ser respondida, y una voz ronca preguntó quién le llamaba a esas horas.
—Oswaldo, Blade al habla.
—Por poco me pillas durmiendo. ¿Qué pasa? ¿Has completado el trabajo?
—Y perfectamente, además. ¿Qué te iba a comentar? Esto… ¿Dónde hay que llevar al chaval este?
—Ah, sí. Un segundo, ahora te lo digo. Lo dejé escrito en algún lugar, pero ahora mismo… —se escucharon ruidos de cajones abriéndose segundo tras otro, y de papeles volando por los aires. Al final, volvió con lo que parecía ser la respuesta—. Aquí está. Menos mal, pensaba que no lo tenía. A ver… aquí pone que tienes que dirigirte al puerto «6K-70R» en Water Seven. Allí supongo que estará esperándote Elrik o alguno de sus hombres.
—Vale, perfecto. Pues marcho hacia allí ahora mismo. Estamos en contacto.
—Entendido. Corto.
La llamada finalizó. El mercenario no se movió del sitio, y llamó directamente al Centro de Mando del Ragnarok, donde tardaron bastante poco en cogérselo. Les anunció la nueva ruta, y estos le informaron que la IA había determinado que el viaje hasta allí duraría alrededor de un día o medio, quizás dos si las condiciones climáticas no eran las propicias. Una vez establecido el objetivo, Yuu colgó inmediatamente y se dirigió al Salón para vigilar a su objetivo, además de para tomarse varias copas. Tomó el mismo ascensor de antes y la misma ruta, y llegó rápidamente hasta allí.
—Tienes un bonito barco, bro, y hasta pareces ser de los poderosos. Pero nunca he oído nada de ti, jamás he visto tu rostro en alguna parte. ¿Por qué no me cuentas un poco tu historia? Así nos vamos conociendo un poco mejor, creo que nuestro viaje no será corto, ¿eh? —dijo su objetivo, minutos después de que Yuu entrara al lugar.
—¿No? Bueno, no es de extrañar. Últimamente he decidido no exponerme demasiado, por si acaso. Pero bueno, ¿qué te voy a contar de exponerse? Si he entrado a la torre donde estabas dando voces. Depende del día me da por una cosa u otra, pero en fin —dijo mientras sacaba una botella de whisky de la estantería. En un vaso pequeño, echó un poco de aquella bebida— Y no, no te voy a contar mi historia. Ni es interesante ni tampoco confío en ti como para contártela. No es nada personal, ya sabes. —Se bebió el vaso de una—. Uf, buenísimo. Por cierto, llegaremos en un día o dos, más o menos —se puso otro vaso y se llevó la botella y este al sofá. Los colocó en una mesilla que había al lado y ocupó el sofá con todo su cuerpo, apoyando su cabeza en un cojín—. Seguramente te vigile yo o alguno de mis chavales. Por si acaso, ya sabes. No sería profesional ni coherente tenerte sin vigilancia campando a tus anchas por mi barco. Hay zonas restringidas y, bueno, a fin de cuentas… técnicamente, eres una especie de prisionero. Aunque te hayas entregado, vaya —dijo, con un tono tranquilo pero sin sonar contundente— Pero bueno, no suelo preguntar cosas de mis contratos, pero hay varias cosas que me inquietan. ¿Cómo exactamente te has ganado que Elrik pida tu cabeza?
Volken von Goldschläger
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A veces me pregunto qué pasa si todo esto sale mal, es decir, el futuro es demasiado incierto como para tener certeza de cualquier mierda. Caso uno: el tuerto me entrega y me ponen plomo en la cabeza; caso dos: me dan la paliza de la vida, me cortan un brazo y me dejan desangrándome por ahí, ay qué dolor… Podría pasarme todo el viaje suponiendo casos, aunque ya voy sabiendo que no es nada sano para mí. Sin embargo, no puedo evitar inquietarme al pensar qué sucedería si Viktor Elric decide castigarme sin poder trabajar para él. Todo lo que la señorita y yo planeamos se iría a la mierda… Bueno, espera, no. Soy muy listo y seguro que se me ocurre otra idea para hacer caer a ese imbécil, acabaré sabiéndolo todo de él y yo mismo me encargaré de matarlo.
Problemas humanitarios requieren medidas drásticas, así que vamos por otro bongazo. Echo la yerba en el quemador y me pego otro, sintiendo ese exquisito sabor en mi boca y tosiendo como si tuviera la gripe del año. Mis ojos se achinan más y parece que todo está muy feliz hoy. La vida nunca es tan mala, ¿verdad? Una lástima que el tuerto no quiera de esta cosa, me está pareciendo demasiado serio. Los tontos y los inútiles dicen que no se puede trabajar drogado ni borracho, pero yo he hecho ambas. Bueno, prefiero evitar contar esa parte en la que maté al objetivo equivocado… Igual poco importa, era un viejo con cáncer, tampoco le quedaba demasiado tiempo de vida.
Todo sería mejor si Yuu no rechazase mis intentos de drogarnos juntos y hacer locuras, no sé, igual resulta entretenido tirarse sin paracaídas del barco y usar los calzoncillos para frenar la caída. Un poco loco, sí; espera, bastante loco y suicida diría yo. Ay, la buena distorsión… Todo eso se acabará si es que llegase a morir, así que debo aferrarme a la vida con uñas y dientes. El rico este tampoco quiere contarme su historia, es decir, no quiere na’. Ni lo uno ni lo otro, parece de esas mujeres que no saben ni una puta mierda de lo que quieren. Literalmente le he regalado 250 millones de berries y se viene a hacer el interesante. Si él no responde, yo tampoco.
—Bueno, ¿quién sabe? —contesto con los ojos idos y una sonrisa boba en la cara—. Creo que a los reyes no les gusta que uno se meta con sus mujeres. ¿No me vas a ofrecer? —le pregunto, apuntando la botella. Me parece de mala educación no ofrecer algo que estás bebiendo. Yo le he ofrecido de todo y este nada, ¿cómo espera que nos llevemos bien si no pone de su parte?—. No me molestaría que todo este lugar sea mi celda, al menos hay maquinitas graciosas y puedo fumar tranquilo. Si no me vas a contar nada de tu historia, por lo menos dime qué hace un excéntrico millonario que vuela por los cielos haciendo de mercenario.
Problemas humanitarios requieren medidas drásticas, así que vamos por otro bongazo. Echo la yerba en el quemador y me pego otro, sintiendo ese exquisito sabor en mi boca y tosiendo como si tuviera la gripe del año. Mis ojos se achinan más y parece que todo está muy feliz hoy. La vida nunca es tan mala, ¿verdad? Una lástima que el tuerto no quiera de esta cosa, me está pareciendo demasiado serio. Los tontos y los inútiles dicen que no se puede trabajar drogado ni borracho, pero yo he hecho ambas. Bueno, prefiero evitar contar esa parte en la que maté al objetivo equivocado… Igual poco importa, era un viejo con cáncer, tampoco le quedaba demasiado tiempo de vida.
Todo sería mejor si Yuu no rechazase mis intentos de drogarnos juntos y hacer locuras, no sé, igual resulta entretenido tirarse sin paracaídas del barco y usar los calzoncillos para frenar la caída. Un poco loco, sí; espera, bastante loco y suicida diría yo. Ay, la buena distorsión… Todo eso se acabará si es que llegase a morir, así que debo aferrarme a la vida con uñas y dientes. El rico este tampoco quiere contarme su historia, es decir, no quiere na’. Ni lo uno ni lo otro, parece de esas mujeres que no saben ni una puta mierda de lo que quieren. Literalmente le he regalado 250 millones de berries y se viene a hacer el interesante. Si él no responde, yo tampoco.
—Bueno, ¿quién sabe? —contesto con los ojos idos y una sonrisa boba en la cara—. Creo que a los reyes no les gusta que uno se meta con sus mujeres. ¿No me vas a ofrecer? —le pregunto, apuntando la botella. Me parece de mala educación no ofrecer algo que estás bebiendo. Yo le he ofrecido de todo y este nada, ¿cómo espera que nos llevemos bien si no pone de su parte?—. No me molestaría que todo este lugar sea mi celda, al menos hay maquinitas graciosas y puedo fumar tranquilo. Si no me vas a contar nada de tu historia, por lo menos dime qué hace un excéntrico millonario que vuela por los cielos haciendo de mercenario.
El objetivo no quiso responder a sus preguntas con exactitud. Supuso que era coherente, debido a que él tampoco había resuelto las suyas. De todas formas, tampoco le interesaba tanto para tirarle de la lengua. Respondería a su siguiente pregunta, eso sí. No quería darle mucha confianza al chaval, ya que bueno, por la mente de Yuu rondaba la idea de que este acabara debajo del mar gracias a un ajuste de cuentas de Elrik. Todo se podía barajar, y el mercenario siempre se ponía en lo peor. Pero bueno, él también esperaba que viviese para poder conseguir la oportunidad que la Emperatriz le había servido en bandeja.
—¿Ofrecer? —miró a Volken con la ceja levantada. Intentó pensar a qué se estaba refiriendo. Se tuvo que dar cuenta sí o sí cuando este señaló la botella—. Oh, coño… —empezó a reírse—. Claro, tío, claro… —el efecto del whisky empezaba a hacer efecto en él—. A ver, que me levante… —se incorporó en el sofá un poco mareado, con una sonrisa de oreja a oreja—. Eh… espera, espera. ¿Cómo que excéntrico millonario? —dijo mientras cogía la botella con su derecha y creaba un vaso de cristal en la mesa. Mientras le ponía un poco de whisky a Volken, siguió hablando—. Pues mira, chaval… Yo me he ganado siempre la vida matando, robando y haciendo… ¡Todo! ¡Todo por dinero! —exclamó, seguido de una carcajada. Terminó de ponerle el vaso y se lo acercó a través de la mesa—. Toma, ¡disfruta de esta mierda! Es la gloria. En fin, lo que iba… Diciendo. Sí, a ver. ¿Qué estaba diciendo? Eh… ¡Ah, sí! Mercenario —se volvió a acostar en el sillón y miró al techo—. Verás, chaval… ¿Recuerdas lo que le dije a…? ¿Katrina era? Sí, creo que era Katrina. La Emperatriz de la torre, vaya. Vale, le dije algo de una asociación de mercenarios, bla, bla, bla. ¿No? ¡Pues mira! Resulta que, me dije un día una cosa. ¡Hostia! Ya que tengo tantos medios, tanta pasta… ¿Por qué no lidero una organización poderosa de estas? Claro, yo siempre he trabajado solo, ¿sabes? —estaba, básicamente, soltando todo lo que no había contado antes a Volken porque aún no le había subido el alcohol. Los secretos de Yggdrasil y de su creación, en pocas palabras. Sí, el alcohol hace maravillas en las personas. El suero de la verdad, decían las malas lenguas—. Y bueno, yo… Quiero hacer una red de contactos enorme. ¡Que todo el Bajo Mundo y lo que no es el Bajo Mundo acudan a nosotros para sus trabajos! Pero espera, no te he respondido la pregunta, ¿no? No, creo que no. Pues eso, yo encontré este barco en una cueva enorme, enorme, enorme. Y dentro lo flipé de toda la mierda que había. Y ahí me vino toda la idea de empezar a moverme de verdad. De formar Yggdrasil, y toda la pesca… Aunque el nombre me vino después, cuando uno de estos chavales me leyó una historia de Elbaf. Pero yo nunca he sido un… «excéntrico millonario» como dices tú. Soy un chaval que empezó en la inmundicia y que, bueno, se ganó la vida haciendo contratos para gente, vendiendo cosas ilegales… ese tipo de cosas, ¿sabes? Pues anda que no he vivido, yo… si me ha pasado de todo. ¡Y mira! De hecho, el lugar al que vamos ahora fue mi puta casa durante… ¿Veintisiete? Sí, veintisiete años. Y lo dejé hace unos dos años, así que imagínate, loco —y él seguía, y seguía hablando. Ya le había contado toda su vida sin darse cuenta. Desde luego, Yuu en estado ebrio era alguien totalmente diferente a lo que normalmente era. Mucho menos cascarrabias, eso sobre todo.
Yuu había hablado mucho y se había ido demasiado de la lengua. Pero totalmente. Seguramente, al día siguiente se arrepentiría de haber soltado toda su vida a un desconocido, si es que siquiera se acordaba de ello. Pero bueno, de todas formas, como aquel tipo le medio caía bien… pues tampoco había mucho problema, ¿no? En cualquier caso, ya lidiaría con ello el Yuu de la mañana siguiente. Ahora mismo, él se hallaba ahí, tumbado en el sofá con un mareo del copón, pero contento a más no poder. ¡Y encima rondando por su cabeza que iba a conseguir nada más y nada menos que doscientos cincuenta millones! Toda una fantasía para un mercenario de su calibre.
Y bueno, ambos estarían en el mismo barco el próximo día. En lo que respecta a Yuu, al día siguiente tuvo que aguantar un resacón del quince que le mantuvo aislado en su habitación prácticamente todo el día. Y bueno, hasta que llegaran a Water Seven no pasearía mucho por el barco y solo atendería a llamadas de sus tripulantes por cosas importantes. Que, bueno, en el periodo de tiempo que pasó hasta llegar a su destino no pasó absolutamente nada destacable.
Yuu ya estaba mejor cuando se declaró por megafonía que ya estaban llegando a Water Seven. Inmediatamente, se dirigió hacia donde se hallara Volken para avisarle de que había llegado la hora de encontrarse con Elric —y de conseguir su maldito dinero de una vez por todas—. Aquel día no estaba muy hablador, así que le llevó, sin mediar palabra alguna, al Loki. Una vez allí, recorrerían los cielos hasta llegar al puerto designado, donde dejarían el barco flotando y a la espera de que Yuu volviese tras completar la entrega.
—Vamos, chaval. Se supone que este es el puerto. El tal Elrik debería estar por aquí —le dijo a Volken, mientras saltaba al puerto. Echó un vistazo a su alrededor, pero no vio nada a simple vista. Anduvo, esperando que su objetivo le siguiera, hasta encontrar a un par de hombres trajeados con pinta de pocos amigos—. Eh… No sé si seréis vosotros lacayos de Elrik o si me he equivocado, pero… He traído a Volken —les dijo, sin tener muy claro si eran ellos o no, ya que no le habían especificado cómo serían. En cualquier caso, si no eran ellos, seguirían buscando hasta dar con los buenos.
—¿Ofrecer? —miró a Volken con la ceja levantada. Intentó pensar a qué se estaba refiriendo. Se tuvo que dar cuenta sí o sí cuando este señaló la botella—. Oh, coño… —empezó a reírse—. Claro, tío, claro… —el efecto del whisky empezaba a hacer efecto en él—. A ver, que me levante… —se incorporó en el sofá un poco mareado, con una sonrisa de oreja a oreja—. Eh… espera, espera. ¿Cómo que excéntrico millonario? —dijo mientras cogía la botella con su derecha y creaba un vaso de cristal en la mesa. Mientras le ponía un poco de whisky a Volken, siguió hablando—. Pues mira, chaval… Yo me he ganado siempre la vida matando, robando y haciendo… ¡Todo! ¡Todo por dinero! —exclamó, seguido de una carcajada. Terminó de ponerle el vaso y se lo acercó a través de la mesa—. Toma, ¡disfruta de esta mierda! Es la gloria. En fin, lo que iba… Diciendo. Sí, a ver. ¿Qué estaba diciendo? Eh… ¡Ah, sí! Mercenario —se volvió a acostar en el sillón y miró al techo—. Verás, chaval… ¿Recuerdas lo que le dije a…? ¿Katrina era? Sí, creo que era Katrina. La Emperatriz de la torre, vaya. Vale, le dije algo de una asociación de mercenarios, bla, bla, bla. ¿No? ¡Pues mira! Resulta que, me dije un día una cosa. ¡Hostia! Ya que tengo tantos medios, tanta pasta… ¿Por qué no lidero una organización poderosa de estas? Claro, yo siempre he trabajado solo, ¿sabes? —estaba, básicamente, soltando todo lo que no había contado antes a Volken porque aún no le había subido el alcohol. Los secretos de Yggdrasil y de su creación, en pocas palabras. Sí, el alcohol hace maravillas en las personas. El suero de la verdad, decían las malas lenguas—. Y bueno, yo… Quiero hacer una red de contactos enorme. ¡Que todo el Bajo Mundo y lo que no es el Bajo Mundo acudan a nosotros para sus trabajos! Pero espera, no te he respondido la pregunta, ¿no? No, creo que no. Pues eso, yo encontré este barco en una cueva enorme, enorme, enorme. Y dentro lo flipé de toda la mierda que había. Y ahí me vino toda la idea de empezar a moverme de verdad. De formar Yggdrasil, y toda la pesca… Aunque el nombre me vino después, cuando uno de estos chavales me leyó una historia de Elbaf. Pero yo nunca he sido un… «excéntrico millonario» como dices tú. Soy un chaval que empezó en la inmundicia y que, bueno, se ganó la vida haciendo contratos para gente, vendiendo cosas ilegales… ese tipo de cosas, ¿sabes? Pues anda que no he vivido, yo… si me ha pasado de todo. ¡Y mira! De hecho, el lugar al que vamos ahora fue mi puta casa durante… ¿Veintisiete? Sí, veintisiete años. Y lo dejé hace unos dos años, así que imagínate, loco —y él seguía, y seguía hablando. Ya le había contado toda su vida sin darse cuenta. Desde luego, Yuu en estado ebrio era alguien totalmente diferente a lo que normalmente era. Mucho menos cascarrabias, eso sobre todo.
Yuu había hablado mucho y se había ido demasiado de la lengua. Pero totalmente. Seguramente, al día siguiente se arrepentiría de haber soltado toda su vida a un desconocido, si es que siquiera se acordaba de ello. Pero bueno, de todas formas, como aquel tipo le medio caía bien… pues tampoco había mucho problema, ¿no? En cualquier caso, ya lidiaría con ello el Yuu de la mañana siguiente. Ahora mismo, él se hallaba ahí, tumbado en el sofá con un mareo del copón, pero contento a más no poder. ¡Y encima rondando por su cabeza que iba a conseguir nada más y nada menos que doscientos cincuenta millones! Toda una fantasía para un mercenario de su calibre.
Y bueno, ambos estarían en el mismo barco el próximo día. En lo que respecta a Yuu, al día siguiente tuvo que aguantar un resacón del quince que le mantuvo aislado en su habitación prácticamente todo el día. Y bueno, hasta que llegaran a Water Seven no pasearía mucho por el barco y solo atendería a llamadas de sus tripulantes por cosas importantes. Que, bueno, en el periodo de tiempo que pasó hasta llegar a su destino no pasó absolutamente nada destacable.
Un día y medio después…
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Yuu ya estaba mejor cuando se declaró por megafonía que ya estaban llegando a Water Seven. Inmediatamente, se dirigió hacia donde se hallara Volken para avisarle de que había llegado la hora de encontrarse con Elric —y de conseguir su maldito dinero de una vez por todas—. Aquel día no estaba muy hablador, así que le llevó, sin mediar palabra alguna, al Loki. Una vez allí, recorrerían los cielos hasta llegar al puerto designado, donde dejarían el barco flotando y a la espera de que Yuu volviese tras completar la entrega.
—Vamos, chaval. Se supone que este es el puerto. El tal Elrik debería estar por aquí —le dijo a Volken, mientras saltaba al puerto. Echó un vistazo a su alrededor, pero no vio nada a simple vista. Anduvo, esperando que su objetivo le siguiera, hasta encontrar a un par de hombres trajeados con pinta de pocos amigos—. Eh… No sé si seréis vosotros lacayos de Elrik o si me he equivocado, pero… He traído a Volken —les dijo, sin tener muy claro si eran ellos o no, ya que no le habían especificado cómo serían. En cualquier caso, si no eran ellos, seguirían buscando hasta dar con los buenos.
Volken von Goldschläger
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A ver, no sé si yo estoy muy drogado o de verdad este hombre ha sacado un vaso de la nada. Vamos, yo sé eso: cualquier truco de magia trae consigo un movimiento que, por muy desapercibido que pase, siempre está ahí. Joder, el parcheado es de esos raritos que comen frutas podridas. Meneo la cabeza negativamente: una pena que le haya tocado un poder tan basura, mira que crear vasos… Dios es bastante cruel, primero le quita un ojo y luego la dignidad. ¿Cómo que estoy sacando conclusiones apresuradas? Bah, da igual. Él tiene un poder que le deja hacer cosas, ya está. Lo importante es que ahora tengo un buen whisky acercándose a mi boca.
—Pero qué buen whisky, señor —le comento, impresionado ante ese ardor que se desliza por la garganta, tan suave que acentúa las notas del destilado—. Uf, menos mal este viaje será divertido, sí que he elegido bien a mi secuestrador.
Me armo un porro mientras pienso en que este hombre se parece un poco a mí. Ambos hemos tenido que hacer cosas feas para sobrevivir, pero puedo decir con seguridad que han dado frutas. Espera, ¿sería de muy mala educación si le pido otro vaso? Parece que el que me dio tiene un hoyo, no sé, es que está vacío ya. En todo caso, no lo voy a negar: se le ve bastante contento tirado ahí en el sofá con esa sonrisa de borracho. Le doy una calada al bate que me he hecho. Definitivamente es del tipo que se le cae el casete y comienza a sacar todo como si lo tuviera muy dentro, ¿será que también es del tipo solitario? Seré sincero: tengo muy buenos amigos conocidos al compartir copas.
—¡Salud, camarada! Este mundo necesita gente ambiciosa, gente que tenga la vista puesta en lo más alto —le digo sonriente y levanto el vaso, es que yo también ando medio loco. Saco este pequeño aparatito que reproduce música, no tengo idea cómo se llama, pero yo ahí lo pongo—. Si llegase a salir vivo de esta te echo una mano cuando lo necesites, puede que esta vez la haya cagado, pero normalmente soy muy profesional. —El alcohol aún no es suficiente para que se me trabe la lengua, pero ya casi—. Sé lo que es empezar en la puta mierda, vivir en un mundo que la mayoría de la gente ni siquiera sabe que existe. Disculpa que te haya llamado excéntrico millonario, pero es lo primero que se le ocurre a alguien cuando ve a una persona en un puto barco volador, ¿sabes? —Otra calada y se la ofrezco a mi nuevo compa—. Yo también te contaré una historia, es algo que tengo muy metido acá dentro y necesito soltarlo.
Es lo más justo, si este secuestrador me está contando su vida entera, corresponde que yo haga lo mismo. Además, esto no se lo he contado a nadie… Ni siquiera a Katrina porque, bueno, a ella no le gustará esta historia cuando la sepa. ¿Qué puedo decir? Soy un espíritu aventurero y libre.
—Hace unos dos meses conocí a una chica, hermosísima y con unas caderas que, uf, mejor no te cuento —comienzo a decirle con una sonrisa boba en el rostro—. Saki se llama, aunque desde el minuto cero supe que era mentira; ya sabes, bro, las mujeres son mentirosas, les gusta manipularnos y tenernos ahí comiendo de su mano. Tampoco me molesta, es un juego… Eh, muy divertido. —Siento que el alma se me sale poco a poco con cada palabra que escapa de mi boca—. En fin, pasamos una noche genial y nos divertimos en el casino. Ella tenía que hacer otra presentación, es una bailarina de primera categoría, así que la invité a mi habitación cuando terminase y aproveché el rato para asearme, ya sabes. No te voy a dar más la lata y seré breve: la cosa se desmadró. ¿Puedes creer que había un puto enano en mi suite? ¡Un puto enano en llamas corriendo por el pasillo! —le grito casi dominado por el miedo sin poder abrir totalmente los ojos—. Creo que no le gustó que hubiera convertido nuestra cita en una fiesta con putas y cocaína, pero de que estuvo bueno, estuvo bueno. Tengo una laguna mental, no sé nada de lo que hice durante un rato y desperté en la cama con un puma. ¡¿Puedes creer que la maldita bailarina se transformó en un gato?! Bueno, bueno, luego de saber que era una persona con unas bonitas lolas intenté besarla, pero ella me golpeó. Creo que sigue enfadada, no sé, me echó de su habitación sin siquiera dejarme vestir. Mira, tuve que usar su sujetador para cubrirme las bolas —termino, sacando un sostén bien lavado y cuidado. Algún día se lo voy a devolver—. La vida es una hija de perra, yo pensé que estaba enamorada de mí… Sí, no recalces el haberla conocido esa misma noche, pero igual. Las mujeres son muy complicadas, en serio…
Una historia igual de buena que la del parcheado, una forma de responder educadamente a su sinceridad. Ay, yo me pregunto qué será de la bonita de Akane… ¿Me habrá perdonado? Tengo una cita pendiente con ella y la próxima vez sí que la impresionaré. Lo que pasa es que es demasiado seria y necesito que algo: la vida es para divertirse, pasarlo bien. Hay suficiente mierda en todos lados como para preocuparse tanto por los problemas, no sé, igual yo es que soy un irresponsable de mierda.
—Sigamos bebiendo, la noche es joven…
Me duele bastante la cabeza… La maldita resaca me ha durado varios días ya y no hay aspirina que me alivie este malestar. ¿Será que acabe vomitándole al Rey del Bajo Mundo? No, no, por favor no me traiciones cuerpo mío. Cuando bajo del barco volador siento por primera vez el peso de lo que estoy enfrentando, y ya me estoy arrepintiendo de trabajar como espía para los Yúdkovich. ¿Estoy a tiempo de abandonar el plan y huir? Ay, creo que no. Yuu ya está hablando con esos tipos; quiero que me traten bien, es decir, tampoco es que haya hecho algo tan malo… Hombres mueren todos los días. No, espera, esa filosofía me pone en una situación muy desventajosa.
—Supongo que aquí nos despedimos, compa. Veré cómo sale todo y ya estaremos en contacto, espero conservar mis brazos —le digo, tendiéndole mi mano a modo de despedida—. Cuida a la señorita y no la hagas rabiar, te lo digo por tu propio bien. Tampoco intentes coquetearle, ella tiene ojos para un solo hombre. —Acabo soltándole una mirada fulminante, aunque poco seria—. Estaremos al habla, Yuu.
—Pero qué buen whisky, señor —le comento, impresionado ante ese ardor que se desliza por la garganta, tan suave que acentúa las notas del destilado—. Uf, menos mal este viaje será divertido, sí que he elegido bien a mi secuestrador.
Me armo un porro mientras pienso en que este hombre se parece un poco a mí. Ambos hemos tenido que hacer cosas feas para sobrevivir, pero puedo decir con seguridad que han dado frutas. Espera, ¿sería de muy mala educación si le pido otro vaso? Parece que el que me dio tiene un hoyo, no sé, es que está vacío ya. En todo caso, no lo voy a negar: se le ve bastante contento tirado ahí en el sofá con esa sonrisa de borracho. Le doy una calada al bate que me he hecho. Definitivamente es del tipo que se le cae el casete y comienza a sacar todo como si lo tuviera muy dentro, ¿será que también es del tipo solitario? Seré sincero: tengo muy buenos amigos conocidos al compartir copas.
—¡Salud, camarada! Este mundo necesita gente ambiciosa, gente que tenga la vista puesta en lo más alto —le digo sonriente y levanto el vaso, es que yo también ando medio loco. Saco este pequeño aparatito que reproduce música, no tengo idea cómo se llama, pero yo ahí lo pongo—. Si llegase a salir vivo de esta te echo una mano cuando lo necesites, puede que esta vez la haya cagado, pero normalmente soy muy profesional. —El alcohol aún no es suficiente para que se me trabe la lengua, pero ya casi—. Sé lo que es empezar en la puta mierda, vivir en un mundo que la mayoría de la gente ni siquiera sabe que existe. Disculpa que te haya llamado excéntrico millonario, pero es lo primero que se le ocurre a alguien cuando ve a una persona en un puto barco volador, ¿sabes? —Otra calada y se la ofrezco a mi nuevo compa—. Yo también te contaré una historia, es algo que tengo muy metido acá dentro y necesito soltarlo.
Es lo más justo, si este secuestrador me está contando su vida entera, corresponde que yo haga lo mismo. Además, esto no se lo he contado a nadie… Ni siquiera a Katrina porque, bueno, a ella no le gustará esta historia cuando la sepa. ¿Qué puedo decir? Soy un espíritu aventurero y libre.
—Hace unos dos meses conocí a una chica, hermosísima y con unas caderas que, uf, mejor no te cuento —comienzo a decirle con una sonrisa boba en el rostro—. Saki se llama, aunque desde el minuto cero supe que era mentira; ya sabes, bro, las mujeres son mentirosas, les gusta manipularnos y tenernos ahí comiendo de su mano. Tampoco me molesta, es un juego… Eh, muy divertido. —Siento que el alma se me sale poco a poco con cada palabra que escapa de mi boca—. En fin, pasamos una noche genial y nos divertimos en el casino. Ella tenía que hacer otra presentación, es una bailarina de primera categoría, así que la invité a mi habitación cuando terminase y aproveché el rato para asearme, ya sabes. No te voy a dar más la lata y seré breve: la cosa se desmadró. ¿Puedes creer que había un puto enano en mi suite? ¡Un puto enano en llamas corriendo por el pasillo! —le grito casi dominado por el miedo sin poder abrir totalmente los ojos—. Creo que no le gustó que hubiera convertido nuestra cita en una fiesta con putas y cocaína, pero de que estuvo bueno, estuvo bueno. Tengo una laguna mental, no sé nada de lo que hice durante un rato y desperté en la cama con un puma. ¡¿Puedes creer que la maldita bailarina se transformó en un gato?! Bueno, bueno, luego de saber que era una persona con unas bonitas lolas intenté besarla, pero ella me golpeó. Creo que sigue enfadada, no sé, me echó de su habitación sin siquiera dejarme vestir. Mira, tuve que usar su sujetador para cubrirme las bolas —termino, sacando un sostén bien lavado y cuidado. Algún día se lo voy a devolver—. La vida es una hija de perra, yo pensé que estaba enamorada de mí… Sí, no recalces el haberla conocido esa misma noche, pero igual. Las mujeres son muy complicadas, en serio…
Una historia igual de buena que la del parcheado, una forma de responder educadamente a su sinceridad. Ay, yo me pregunto qué será de la bonita de Akane… ¿Me habrá perdonado? Tengo una cita pendiente con ella y la próxima vez sí que la impresionaré. Lo que pasa es que es demasiado seria y necesito que algo: la vida es para divertirse, pasarlo bien. Hay suficiente mierda en todos lados como para preocuparse tanto por los problemas, no sé, igual yo es que soy un irresponsable de mierda.
—Sigamos bebiendo, la noche es joven…
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Me duele bastante la cabeza… La maldita resaca me ha durado varios días ya y no hay aspirina que me alivie este malestar. ¿Será que acabe vomitándole al Rey del Bajo Mundo? No, no, por favor no me traiciones cuerpo mío. Cuando bajo del barco volador siento por primera vez el peso de lo que estoy enfrentando, y ya me estoy arrepintiendo de trabajar como espía para los Yúdkovich. ¿Estoy a tiempo de abandonar el plan y huir? Ay, creo que no. Yuu ya está hablando con esos tipos; quiero que me traten bien, es decir, tampoco es que haya hecho algo tan malo… Hombres mueren todos los días. No, espera, esa filosofía me pone en una situación muy desventajosa.
—Supongo que aquí nos despedimos, compa. Veré cómo sale todo y ya estaremos en contacto, espero conservar mis brazos —le digo, tendiéndole mi mano a modo de despedida—. Cuida a la señorita y no la hagas rabiar, te lo digo por tu propio bien. Tampoco intentes coquetearle, ella tiene ojos para un solo hombre. —Acabo soltándole una mirada fulminante, aunque poco seria—. Estaremos al habla, Yuu.
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