Contratante: Katrina Yúdkovich
Descripción: Ese maldito Elrik quería hacerme daño. Me ha enviado fotos de la paliza que le ha pegado al pobre Volken. Tiene un ojo amoratado tan hinchado que vete a saber tú si se recupera, cicatrices por todo el cuerpo y quemaduras por el pecho. Creo que le queda poca sangre, o como mínimo lo han sangrado a base de bien y le han partido el labio; tal vez necesite cirugía para recuperar la funcionalidad. También me ha enviado una nota, y aunque no explica todas las aberraciones que le ha hecho sí menciona que su “aleccionamiento” termina en Vidrian, un desierto letal de cristal. Lo ha mandado desnudo, o al menos eso es lo que podemos entender dado que me ha mandado todas sus pertenencias a mí. No tengo tiempo de ir a rescatarlo, pero perdería mucho tiempo.
Objetivos: Rescatar a Volken.
Premios: El favor de la familia Yúdkovich y una cita con cualquier miembro de mi familia. No, Volken; por mucho que vuelvas no voy a tener una cita contigo.
Nota: Esta misión se adapta a los requisitos del usuario que decida realizarla.
Descripción: Ese maldito Elrik quería hacerme daño. Me ha enviado fotos de la paliza que le ha pegado al pobre Volken. Tiene un ojo amoratado tan hinchado que vete a saber tú si se recupera, cicatrices por todo el cuerpo y quemaduras por el pecho. Creo que le queda poca sangre, o como mínimo lo han sangrado a base de bien y le han partido el labio; tal vez necesite cirugía para recuperar la funcionalidad. También me ha enviado una nota, y aunque no explica todas las aberraciones que le ha hecho sí menciona que su “aleccionamiento” termina en Vidrian, un desierto letal de cristal. Lo ha mandado desnudo, o al menos eso es lo que podemos entender dado que me ha mandado todas sus pertenencias a mí. No tengo tiempo de ir a rescatarlo, pero perdería mucho tiempo.
Objetivos: Rescatar a Volken.
Premios: El favor de la familia Yúdkovich y una cita con cualquier miembro de mi familia. No, Volken; por mucho que vuelvas no voy a tener una cita contigo.
Nota: Esta misión se adapta a los requisitos del usuario que decida realizarla.
Ryuichi Ichiban
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El gigante no solía llevar zapatos. Le gustaba ir descalzo. Sin embargo, ni de coña iba a ir descalzo a ese sitio. Había cristales en el suelo y era todo bastante punzante, por lo que llevó unas gruesas botas hechas con piel de oso. Además, no solo el suelo estaba lleno de cristales, sino que había varias estalactitas de cristal que subían y dificultaban algo el camino. Sin embargo, el gigante era grande y resistente. Iba con la gentileza suficiente como para no cortarse a la par que con la fuerza necesaria como para partir cualquier cristal que tuviese delante.
En una mano llevaba un saco que era en realidad una manta atada, para poder envolver al tal Volken y poder llevárselo, mientras que en la otra llevaba una foto del mismo. Le habían dejado la cara hecha un cristo, lo cual no entendía por qué. Si tanto había cabreado a... no se quien, podrían haberlo matado simplemente, ¿no? No le dio muchas vueltas, después de todo él estaba allí para rescatar y nada más.
¿Por qué había accedido a ello? Porque tal vez tendría que pelear con algún mafioso que se hubiese quedado a asegurarse de la muerte del zagal. Porque tal vez tener trato con aquella mujer le abriese puertas en el Paraíso. O tal vez quiso ser buen samaritano por una vez. ¿Quién sabe? Lo que importaba ahora es que iba a salvar a alguien. Iba caminando entre los cristales, buscando algún indicio de alguna persona, mientras canturreaba una canción por lo bajo.
—La cucaraaacha, la cucaraaaacha... nananananaaaa... Ah... por aquí, creo... Porque no tieeeeneee... Oh.
Lo vio, a lo lejos. Lo que parecía ser el cuerpo tumbado bocabajo de alguien. ¿Sería Volken? No esperaba que nadie viniese a tomar el sol a un lugar lleno de cristales. Empezó a caminar hacia el mismo, sin dejar de canturrear.
En una mano llevaba un saco que era en realidad una manta atada, para poder envolver al tal Volken y poder llevárselo, mientras que en la otra llevaba una foto del mismo. Le habían dejado la cara hecha un cristo, lo cual no entendía por qué. Si tanto había cabreado a... no se quien, podrían haberlo matado simplemente, ¿no? No le dio muchas vueltas, después de todo él estaba allí para rescatar y nada más.
¿Por qué había accedido a ello? Porque tal vez tendría que pelear con algún mafioso que se hubiese quedado a asegurarse de la muerte del zagal. Porque tal vez tener trato con aquella mujer le abriese puertas en el Paraíso. O tal vez quiso ser buen samaritano por una vez. ¿Quién sabe? Lo que importaba ahora es que iba a salvar a alguien. Iba caminando entre los cristales, buscando algún indicio de alguna persona, mientras canturreaba una canción por lo bajo.
—La cucaraaacha, la cucaraaaacha... nananananaaaa... Ah... por aquí, creo... Porque no tieeeeneee... Oh.
Lo vio, a lo lejos. Lo que parecía ser el cuerpo tumbado bocabajo de alguien. ¿Sería Volken? No esperaba que nadie viniese a tomar el sol a un lugar lleno de cristales. Empezó a caminar hacia el mismo, sin dejar de canturrear.
Los días pasaban como una eternidad para el mercenario. Sus contratistas no tenían ningún trabajo y la única opción que le quedaba era llamar a la Emperatriz para demandar trabajo. ¿Problema? Que se supone que era ella quién debía de contactar con él en caso de tener algún encargo. Mientras se debatía entre si llamar o no, Yuu se hallaba en paños menores con los pies encima de su escritorio. Lentamente, mientras pensaba, iba dando caladas largas a un cigarro. El criminal, con la mirada perdida en ninguna parte, empezó a preguntarse qué le habría hecho el tal Elrik al chico. No es que le preocupara en lo más mínimo, de hecho, pero… Seguía sin entender por qué un magnate como Viktor Elrik había mandado a cazar a ese chaval.
—Lo mismo al final le ha matado… —dijo en voz baja, pensativo, mientras apagaba su cigarro en el cenicero que tenía al lado—. Debería asegurarme de que la oferta sigue en pie… —miró el caracol que le había brindado la Emperatriz del Bajo Mundo. Efectuó la llamada pensando que probablemente sería mala idea hacerlo tan pronto. Pero necesitaba salir de dudas.
—¿Hola? ¿Quién llama? —dijo una melódica voz al otro lado de la línea.
—Soy Yuu, mercenario. ¿Katrina?
—No, señor. Soy la secretaria de la asistenta personal de la Directora de Relaciones del despacho de la filial de Katrina, señor. ¿Tiene usted alguna relación con ella?
—Bueno… Se supone que hace unos días hablé con ella sobre una sustitución de un tal… Volken no se qué. Sí, Volken von algo.
—¿El señor Volken von Goldschläger? ¿Fue usted quien asaltó la Torre Géminis? —dijo, con un tono confuso.
—Sí, básicamente. Hice un trato con la Emperatriz, ella te lo puede confirmar.
—Ahora mismo… Se encuentra indispuesta. Emitió un contrato hará hace unas horas muy importante respecto al señorito Volken.
—¿Eh? ¿Katrina ha emitido un contrato? ¿De qué hablas? —quitó las piernas de encima de la mesa y su semblante se volvió más serio de lo normal. No entendía a qué se refería aquella mujer—. ¿Han matado al chico? ¿Sigue vivo?
—Sigue vivo, pero en condiciones deplorables. Al parecer su captor lo envió a la isla de Vidrian y la Emperatriz quiere que alguien vaya en su busca. Ha emitido el contrato públicamente, pero supongo que usted no ha llegado a enterarse. ¿Me equivoco?
—Así que el chico ha salido vivo de esa, ¿eh? No, no tenía ni idea. ¿Qué paga Katrina por rescatarle?
—Nada monetario, si es a lo que se refiere. La Emperatriz ha dicho claramente que aquel que rescate al señorito Volken le será otorgado el favor de la familia Yúdkovich.
—El favor… ¿Eh? Vale. Me pensaré el traeros al chaval con vida, supongo.
—Si al final decide ir a por él… Por favor, dese prisa. Volken corre muchísimo peligro.
—Ya, ya. Cuento con ello. Vale… Cuelgo, señorita.
—Tenga una buena noc… —y Yuu finalmente colgó.
Salvara o no a Volken, su puesto de sustituto desaparecería si él muriera o fuera rescatado por otro. Bajo ninguna circunstancia podía dejar que aquel favor se lo diesen a otro. Tenía que hacerlo él y solo él, si quería llevar a Yggdrasil al siguiente eslabón. Necesitaba Casino Island, y la Emperatriz del Bajo Mundo era su billete de oro para tenerla… A largo plazo. Por eso mismo, si perdía aquella oportunidad no se lo perdonaría jamás. Se vistió rápidamente mientras efectuaba una llamada con su agenda en manos libres al Centro de Mando.
—¿Capitán?
—Preparad el Ragnarok para un nuevo rumbo. Prioridad máxima. Nos dirigimos hacia Vidrian. Estaré allí en menos de cinco minutos.
—¡Entendido, Capitán Blade! ¡Inmediatamente! —colgó.
Una vez vestido con su traje habitual, se dirigió a un ritmo bastante acelerado hacia su destino. Después de un par de viajes en ascensor, llegó allí antes de cinco minutos, como acordó. Él mismo dio las órdenes y todas las pautas necesarias para llegar allí, estimando que su llegada a la isla sería en aproximadamente un día a máxima velocidad. Si tardaba demasiado, alguien podría rescatarle antes que él o incluso el chaval podría morir. Con el tiempo que tenía, con la ayuda de alguno de sus tripulantes más sabiondos y con Lance, si es que se encontrara en el barco, investigó acerca de la isla. Informantes hablaban de fuertes ventiscas y de que se necesitaba sí o sí un traje para protegerse del frío y de posibles cristales, además de requerir llevar un respirador blindado a cal y canto. Con los recursos de Yggdrasil y de Yuu, logró hacerse con ambas cosas en el tiempo tan limitado que tenía. Con todo listo… solo quedaba pensar en la inserción en la isla y la posterior extracción del objetivo, que sería lo más complicado de todo.
La fecha aproximada fue realmente certera. El Ragnarok llegó a la zona circundante de la isla en el tiempo estimado. El mercenario ya se hallaba preparado en el hangar con sus espadas y todo el equipo necesario, pertrechado de arriba a abajo. Un traje protector negro con capucha cubría todo su cuerpo, y unas gafas de nieve y un respirador blindado de dos grandes filtros —de los cuales solo contaba con dos recambios dentro de su chaqueta protectora— cubrían completamente su rostro. El momento adecuado fue cuando la ventisca pareció amainar durante un rato. En ese lapso de tiempo, Yuu se lanzó en picado hacia la isla con el paracaídas puesto. Los vientos seguramente dificultarían muchísimo el uso del paracaídas, pero Yuu no contempló otra opción posible de inserción. Total, tampoco sabía donde se encontraba Volken, así que le daba igual donde caer siempre que no fuera en el océano.
Tiró para que este se abriera en el momento que él considero adecuado. La dirección del paracaídas empezó a variar bruscamente a cada segundo que pasaba, mientras Yuu intentaba controlarlo. «Mierda, joder, joder. Puto viento de los cojones», maldijo para sus adentros. Con la suerte siempre de su lado, logró pisar el suelo de aquella mortífera isla por primera vez. Su mochila con el paracaídas desapareció, y Yuu se tomó unos segundos para respirar gracias a los filtros. Empezó a caminar hacia una dirección cualquiera, refunfuñando por dentro de que nadie le hubiera dicho en qué parte de la isla se encontraba.
—Lo mismo al final le ha matado… —dijo en voz baja, pensativo, mientras apagaba su cigarro en el cenicero que tenía al lado—. Debería asegurarme de que la oferta sigue en pie… —miró el caracol que le había brindado la Emperatriz del Bajo Mundo. Efectuó la llamada pensando que probablemente sería mala idea hacerlo tan pronto. Pero necesitaba salir de dudas.
—¿Hola? ¿Quién llama? —dijo una melódica voz al otro lado de la línea.
—Soy Yuu, mercenario. ¿Katrina?
—No, señor. Soy la secretaria de la asistenta personal de la Directora de Relaciones del despacho de la filial de Katrina, señor. ¿Tiene usted alguna relación con ella?
—Bueno… Se supone que hace unos días hablé con ella sobre una sustitución de un tal… Volken no se qué. Sí, Volken von algo.
—¿El señor Volken von Goldschläger? ¿Fue usted quien asaltó la Torre Géminis? —dijo, con un tono confuso.
—Sí, básicamente. Hice un trato con la Emperatriz, ella te lo puede confirmar.
—Ahora mismo… Se encuentra indispuesta. Emitió un contrato hará hace unas horas muy importante respecto al señorito Volken.
—¿Eh? ¿Katrina ha emitido un contrato? ¿De qué hablas? —quitó las piernas de encima de la mesa y su semblante se volvió más serio de lo normal. No entendía a qué se refería aquella mujer—. ¿Han matado al chico? ¿Sigue vivo?
—Sigue vivo, pero en condiciones deplorables. Al parecer su captor lo envió a la isla de Vidrian y la Emperatriz quiere que alguien vaya en su busca. Ha emitido el contrato públicamente, pero supongo que usted no ha llegado a enterarse. ¿Me equivoco?
—Así que el chico ha salido vivo de esa, ¿eh? No, no tenía ni idea. ¿Qué paga Katrina por rescatarle?
—Nada monetario, si es a lo que se refiere. La Emperatriz ha dicho claramente que aquel que rescate al señorito Volken le será otorgado el favor de la familia Yúdkovich.
—El favor… ¿Eh? Vale. Me pensaré el traeros al chaval con vida, supongo.
—Si al final decide ir a por él… Por favor, dese prisa. Volken corre muchísimo peligro.
—Ya, ya. Cuento con ello. Vale… Cuelgo, señorita.
—Tenga una buena noc… —y Yuu finalmente colgó.
Salvara o no a Volken, su puesto de sustituto desaparecería si él muriera o fuera rescatado por otro. Bajo ninguna circunstancia podía dejar que aquel favor se lo diesen a otro. Tenía que hacerlo él y solo él, si quería llevar a Yggdrasil al siguiente eslabón. Necesitaba Casino Island, y la Emperatriz del Bajo Mundo era su billete de oro para tenerla… A largo plazo. Por eso mismo, si perdía aquella oportunidad no se lo perdonaría jamás. Se vistió rápidamente mientras efectuaba una llamada con su agenda en manos libres al Centro de Mando.
—¿Capitán?
—Preparad el Ragnarok para un nuevo rumbo. Prioridad máxima. Nos dirigimos hacia Vidrian. Estaré allí en menos de cinco minutos.
—¡Entendido, Capitán Blade! ¡Inmediatamente! —colgó.
Una vez vestido con su traje habitual, se dirigió a un ritmo bastante acelerado hacia su destino. Después de un par de viajes en ascensor, llegó allí antes de cinco minutos, como acordó. Él mismo dio las órdenes y todas las pautas necesarias para llegar allí, estimando que su llegada a la isla sería en aproximadamente un día a máxima velocidad. Si tardaba demasiado, alguien podría rescatarle antes que él o incluso el chaval podría morir. Con el tiempo que tenía, con la ayuda de alguno de sus tripulantes más sabiondos y con Lance, si es que se encontrara en el barco, investigó acerca de la isla. Informantes hablaban de fuertes ventiscas y de que se necesitaba sí o sí un traje para protegerse del frío y de posibles cristales, además de requerir llevar un respirador blindado a cal y canto. Con los recursos de Yggdrasil y de Yuu, logró hacerse con ambas cosas en el tiempo tan limitado que tenía. Con todo listo… solo quedaba pensar en la inserción en la isla y la posterior extracción del objetivo, que sería lo más complicado de todo.
Un día después…
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La fecha aproximada fue realmente certera. El Ragnarok llegó a la zona circundante de la isla en el tiempo estimado. El mercenario ya se hallaba preparado en el hangar con sus espadas y todo el equipo necesario, pertrechado de arriba a abajo. Un traje protector negro con capucha cubría todo su cuerpo, y unas gafas de nieve y un respirador blindado de dos grandes filtros —de los cuales solo contaba con dos recambios dentro de su chaqueta protectora— cubrían completamente su rostro. El momento adecuado fue cuando la ventisca pareció amainar durante un rato. En ese lapso de tiempo, Yuu se lanzó en picado hacia la isla con el paracaídas puesto. Los vientos seguramente dificultarían muchísimo el uso del paracaídas, pero Yuu no contempló otra opción posible de inserción. Total, tampoco sabía donde se encontraba Volken, así que le daba igual donde caer siempre que no fuera en el océano.
Tiró para que este se abriera en el momento que él considero adecuado. La dirección del paracaídas empezó a variar bruscamente a cada segundo que pasaba, mientras Yuu intentaba controlarlo. «Mierda, joder, joder. Puto viento de los cojones», maldijo para sus adentros. Con la suerte siempre de su lado, logró pisar el suelo de aquella mortífera isla por primera vez. Su mochila con el paracaídas desapareció, y Yuu se tomó unos segundos para respirar gracias a los filtros. Empezó a caminar hacia una dirección cualquiera, refunfuñando por dentro de que nadie le hubiera dicho en qué parte de la isla se encontraba.
Volken von Goldschläger
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Un profesional se dedica completamente a su trabajo, nunca involucra su vida íntima ni sus caprichos en una misión. Las lecciones de mi antiguo maestro deben perdurar hasta el día en que me reúna con la Muerte, sin embargo, he decidido renunciar a todo lo que me diferencia de un pandillero de mierda. Jamás olvidaré lo que se me ha hecho ni daré la espalda a la promesa que me acompañará hasta que este cuerpo caiga marchito. Esta vez no será por trabajo ni por dinero, tampoco por placer ni caprichos. Lo único que me ha mantenido con vida estos días es un juramento hecho con sangre y dolor: mataré a Viktor Elric.
Mis costillas se quejan cada vez que un gemido escapa de mi boca, el pecho me arde y aún me es imposible abrir mi ojo derecho. Si no he muerto desangrado es porque han cauterizado con fuego todas mis heridas. Estos hijos de puta me han arrastrado cual animal por esta tierra de vidrio. Mi piel ha sido cortada tantas veces que he perdido la cuenta. Recuerdo haber caído al suelo con el primer puñetazo que me dieron, el mismo que me rompió el labio. Me protegí cuanto pude, pero acabé perdiendo la consciencia antes de que la paliza hubiera acabado. Y me torturaron desde Water Seven hasta esta isla de mierda. Grité tanto que mis cuerdas vocales acabaron desgarradas y sólo el destino sabe si podré vivir para ver otro amanecer. A Viktor Elric no le conviene porque me da igual cuán poderoso y escurridizo sea, lo buscaré, lo encontraré y definitivamente lo mataré.
Estoy en un lugar frío y húmedo, tan oscuro que apenas puedo ver mi propia mano, es una especie de… cueva-refugio, no sé. ¿Cuánto ha pasado desde que me dejaron caer en esta isla de mierda…? Dijeron que mi aleccionamiento acaba aquí, no obstante, han continuado torturándome como si les pagasen por ello. Ya ni energías me quedan para seguir gritando, lo único que he hecho ha sido acumular más y más resentimiento. Aunque, oye, las bromas pesadas siguen estando ahí y parece que a este parcito no les gustan en lo absoluto. Me he inventado que somos una familia a la antigua: el señor calvo es el papá que cada vez que llega borracho golpea a su hijo como si se fuesen a solucionar todos sus problemas. Y el puto obeso de mierda es la esposa sumisa que se queda ahí sin hacer nada. Todos felices, ¿verdad?
—Deberíamos volver a la base, ¿no? Ya ha pasado bastante tiempo y podemos dejar a este imbécil aquí, total no es como si alguien esperase que viva después de la paliza que le hemos dado —le dice papá a mamá con una cerveza en la mano. En realidad, es un odre de agua, pero imaginarse cosas está bastante bien.
—Si van… a dejarme… morir aquí… —Hago una pequeña pausa para toser sangre, y es que apenas puedo hablar—, ¿me… convidan un… cigarrillo?
Papá se me acerca con el ceño fruncido; no le gusta que le pida cosas. Me da una patada en las costillas y suelto un grito acompañado de lágrimas. Tengo casi todas las putas costillas rotas, igual debería tener un poco más de cuidado. Me he grabado su puto rostro en la cabeza: será uno de los primeros hijos de puta que mate. Me da igual cuánto tiempo me tome, cuánto esfuerzo deba poner en ello, acabaré matándolo y lo disfrutaré. Todo esto me lo he ganado por matar a un vigilante de mierda, toda esta paliza por algo tan nimio. Me han jodido bien feo, pronto llegaré el momento en que yo haga lo mismo.
—Cierra la puta boca antes de que te la cosamos a cuchillazos, puto retrasao’ de mierda.
Mis costillas se quejan cada vez que un gemido escapa de mi boca, el pecho me arde y aún me es imposible abrir mi ojo derecho. Si no he muerto desangrado es porque han cauterizado con fuego todas mis heridas. Estos hijos de puta me han arrastrado cual animal por esta tierra de vidrio. Mi piel ha sido cortada tantas veces que he perdido la cuenta. Recuerdo haber caído al suelo con el primer puñetazo que me dieron, el mismo que me rompió el labio. Me protegí cuanto pude, pero acabé perdiendo la consciencia antes de que la paliza hubiera acabado. Y me torturaron desde Water Seven hasta esta isla de mierda. Grité tanto que mis cuerdas vocales acabaron desgarradas y sólo el destino sabe si podré vivir para ver otro amanecer. A Viktor Elric no le conviene porque me da igual cuán poderoso y escurridizo sea, lo buscaré, lo encontraré y definitivamente lo mataré.
Estoy en un lugar frío y húmedo, tan oscuro que apenas puedo ver mi propia mano, es una especie de… cueva-refugio, no sé. ¿Cuánto ha pasado desde que me dejaron caer en esta isla de mierda…? Dijeron que mi aleccionamiento acaba aquí, no obstante, han continuado torturándome como si les pagasen por ello. Ya ni energías me quedan para seguir gritando, lo único que he hecho ha sido acumular más y más resentimiento. Aunque, oye, las bromas pesadas siguen estando ahí y parece que a este parcito no les gustan en lo absoluto. Me he inventado que somos una familia a la antigua: el señor calvo es el papá que cada vez que llega borracho golpea a su hijo como si se fuesen a solucionar todos sus problemas. Y el puto obeso de mierda es la esposa sumisa que se queda ahí sin hacer nada. Todos felices, ¿verdad?
—Deberíamos volver a la base, ¿no? Ya ha pasado bastante tiempo y podemos dejar a este imbécil aquí, total no es como si alguien esperase que viva después de la paliza que le hemos dado —le dice papá a mamá con una cerveza en la mano. En realidad, es un odre de agua, pero imaginarse cosas está bastante bien.
—Si van… a dejarme… morir aquí… —Hago una pequeña pausa para toser sangre, y es que apenas puedo hablar—, ¿me… convidan un… cigarrillo?
Papá se me acerca con el ceño fruncido; no le gusta que le pida cosas. Me da una patada en las costillas y suelto un grito acompañado de lágrimas. Tengo casi todas las putas costillas rotas, igual debería tener un poco más de cuidado. Me he grabado su puto rostro en la cabeza: será uno de los primeros hijos de puta que mate. Me da igual cuánto tiempo me tome, cuánto esfuerzo deba poner en ello, acabaré matándolo y lo disfrutaré. Todo esto me lo he ganado por matar a un vigilante de mierda, toda esta paliza por algo tan nimio. Me han jodido bien feo, pronto llegaré el momento en que yo haga lo mismo.
—Cierra la puta boca antes de que te la cosamos a cuchillazos, puto retrasao’ de mierda.
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A lo lejos, al lado contrario del tipo tirado en el suelo, se veían las siluetas de dos personas marchándose. Ya estaban demasiado lejos y no los verían. El gigante, durante un instante, se preguntó si tenían algo que ver con aquello. Sin embargo, no le dio demasiada importancia. Estaba allí para hacer un trabajo y poco más. Se acercó al tipo tumbado y se agachó ante él, procurando no apoyar la rodilla en el suelo lleno de cristales. Le dio un par de toquecitos en el hombro, comprobando si estaba despierto o si estaba vivo siquiera. Obtuviese la respuesta que obtuviese, buscaría ponerlo bocarriba en la mejor posición posible, aunque sin delicadeza ninguna. Los gigantes de Lerngaf no eran conocidos por su delicadeza.
—Te han dejado hecho un cromo, amigo. Debe haber sido la pelea del siglo, espero que lo hayas pasado bien —dijo con una leve carcajada.
Dicho aquello deshizo el saco y extendió la manta por el suelo. Entonces, como si de un niño pequeño se tratase, trataría de agarrar por el torso con ambas manos al malherido, colocándolo sobre la manta con toda la delicadeza que un semigigante podría tener. Cerró la manta para envolverlo, buscando que aquello le protegiese un poco si había una ventisca inesperada. Después de todo, no debería tardar mucho hasta llevarlo a la barcaza en la que había venido.
Lo llevó en brazos y empezó a caminar en la dirección por la que había venido. Estuvo atento, pues no sabía si vendría alguien a rematar el trabajo o si vendría alguien que también quisiese venir a salvarle. Esperaba que aquello último fuese lo más probable, después de todo... Dos cabezas piensan mejor que una. Sobre todo si una de las cabezas no es Braud.
—¿Se puede saber que has hecho para que te dejen así, colega?
—Te han dejado hecho un cromo, amigo. Debe haber sido la pelea del siglo, espero que lo hayas pasado bien —dijo con una leve carcajada.
Dicho aquello deshizo el saco y extendió la manta por el suelo. Entonces, como si de un niño pequeño se tratase, trataría de agarrar por el torso con ambas manos al malherido, colocándolo sobre la manta con toda la delicadeza que un semigigante podría tener. Cerró la manta para envolverlo, buscando que aquello le protegiese un poco si había una ventisca inesperada. Después de todo, no debería tardar mucho hasta llevarlo a la barcaza en la que había venido.
Lo llevó en brazos y empezó a caminar en la dirección por la que había venido. Estuvo atento, pues no sabía si vendría alguien a rematar el trabajo o si vendría alguien que también quisiese venir a salvarle. Esperaba que aquello último fuese lo más probable, después de todo... Dos cabezas piensan mejor que una. Sobre todo si una de las cabezas no es Braud.
—¿Se puede saber que has hecho para que te dejen así, colega?
El mercenario paseaba con calma por el mortífero desierto de cristal, alerta de cualquier indicio de la ubicación de Volken. Su visión era bastante reducida pues, además de porque seguía llevando el parche, el polvo que había en el aire creaba una densa neblina que dificultaba bastante la vista. Aquel lugar fácilmente podría ser el sitio más peligroso en el que posiblemente Yuu hubiera estado en toda su vida. Su semblante, pese a no poder verse a simple vista, era consecuente con ello. El mercenario estaba completamente serio y concentrado en la misión, por su propio bien y el de su futuro como criminal. Tenía activado su haki, buscando presencias por los alrededores. No había rastro de nada ni nadie. Ni animales, ni personas, ni siquiera flora. Aquella isla solo era cristal y más cristal. Recorrió un largo tramo, haciendo paradas en algunas cuevas donde la presencia de la ventisca no era tan fuerte. A sus filtros aún les quedaría por lo menos una hora antes de tener que cambiarlos, así que de momento no tendría que preocuparse por ello. En aquellos momentos lo mejor que le podría venir al mercenario era un buen cigarro pero, para su desgracia, iba a ser imposible debido a las condiciones climatológicas.
Tras su tercera parada, atisbó dos siluetas muy difusas en la lejanía. Aún estando concentrado, no pudo cerciorarse de que aquello eran presencias humanoides y no un espejismo. Decidió moverse hacia allá, pero cuando llegó ya no había nadie. Ni presencias, ni rastros… Nada. El criminal atribuyó a que aquello fue una mala pasada de su mente o alguna cosa similar. En cualquier caso… cambió su dirección. En vez de seguir recto, siguió por una ruta distinta por si acaso podría encontrar algo útil allí. Volvió a caminar un largo trecho y, de nuevo, tuvo que detenerse a hacer un cuarto descanso antes de seguir. Aquello estaba agotando sus fuerzas, y el respirador no ayudaba en nada. Bajó a una cueva que, curiosamente, contaba con algunas estructuras. Sorprendentemente, y sin saberlo siquiera, posiblemente había dado con aquello que buscaba.
Su haki captó un par de presencias por la zona, así que decidió entrar en un estado de máxima alerta. Agachado y pegado a las paredes —yendo con cuidado de no cortarse con ningún cristal— avistó finalmente a uno de los sujetos que, si su vista no le fallaba, no era para nada humano. ¿Sería un monstruo? ¿Un terrorífico Yeti de cristal? Su presencia indicaba que no. Se acercó lentamente hasta ver que se hallaba recogiendo lo que parecía ser un cuerpo del suelo. El aura de este último chaval le resultaba familiar… Bastante, de hecho. Intentó fijarse en su rostro antes de que el gigante lo posicionara entre sus brazos. No le dio tiempo a identificarlo pero… Su presencia parecía decirlo todo para el mercenario. Fuera quien fuera aquella mole, no le dejaría llevarse a Volken de rositas. Un tiro en el lugar adecuado o un corte en la yugular podría acabar con la vida de casi cualquier persona, y ese sujeto enorme no sería una excepción.
Esperó a que le diera la espalda, y en ese preciso instante, el mercenario cruzó a gran velocidad la cueva. Con la ayuda de unas plataformas de metal que Yuu creó en el aire para hacerlas desaparecer en cuanto dejara de pisarlas, alcanzó el hombro del gigantesco sujeto. Se sentó en él y desenvainó su espada para colocarla justo delante de su yugular.
—Suelta ahora mismo a ese chaval. Tienes tres segundos para hacerlo e irte de aquí, si no quieres desangrarte en medio minuto cuando te raje la puta yugular de una. Empezaré a contar desde ahora… Uno… —sí, Yuu sabía contar. No era tan tonto como muchos pensaban.
Tras su tercera parada, atisbó dos siluetas muy difusas en la lejanía. Aún estando concentrado, no pudo cerciorarse de que aquello eran presencias humanoides y no un espejismo. Decidió moverse hacia allá, pero cuando llegó ya no había nadie. Ni presencias, ni rastros… Nada. El criminal atribuyó a que aquello fue una mala pasada de su mente o alguna cosa similar. En cualquier caso… cambió su dirección. En vez de seguir recto, siguió por una ruta distinta por si acaso podría encontrar algo útil allí. Volvió a caminar un largo trecho y, de nuevo, tuvo que detenerse a hacer un cuarto descanso antes de seguir. Aquello estaba agotando sus fuerzas, y el respirador no ayudaba en nada. Bajó a una cueva que, curiosamente, contaba con algunas estructuras. Sorprendentemente, y sin saberlo siquiera, posiblemente había dado con aquello que buscaba.
Su haki captó un par de presencias por la zona, así que decidió entrar en un estado de máxima alerta. Agachado y pegado a las paredes —yendo con cuidado de no cortarse con ningún cristal— avistó finalmente a uno de los sujetos que, si su vista no le fallaba, no era para nada humano. ¿Sería un monstruo? ¿Un terrorífico Yeti de cristal? Su presencia indicaba que no. Se acercó lentamente hasta ver que se hallaba recogiendo lo que parecía ser un cuerpo del suelo. El aura de este último chaval le resultaba familiar… Bastante, de hecho. Intentó fijarse en su rostro antes de que el gigante lo posicionara entre sus brazos. No le dio tiempo a identificarlo pero… Su presencia parecía decirlo todo para el mercenario. Fuera quien fuera aquella mole, no le dejaría llevarse a Volken de rositas. Un tiro en el lugar adecuado o un corte en la yugular podría acabar con la vida de casi cualquier persona, y ese sujeto enorme no sería una excepción.
Esperó a que le diera la espalda, y en ese preciso instante, el mercenario cruzó a gran velocidad la cueva. Con la ayuda de unas plataformas de metal que Yuu creó en el aire para hacerlas desaparecer en cuanto dejara de pisarlas, alcanzó el hombro del gigantesco sujeto. Se sentó en él y desenvainó su espada para colocarla justo delante de su yugular.
—Suelta ahora mismo a ese chaval. Tienes tres segundos para hacerlo e irte de aquí, si no quieres desangrarte en medio minuto cuando te raje la puta yugular de una. Empezaré a contar desde ahora… Uno… —sí, Yuu sabía contar. No era tan tonto como muchos pensaban.
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Hay una cosa que yo no entiendo y es por qué esta gente se ha ido. Oh, no, espera. ¿Se habrán ido a fornicar por ahí? Al menos papá y mamá han tenido la decencia de no enseñar cosas indecentes a su hijo apaleado aquí. ¿Y ahora cómo hago yo para conseguir un traje? Tenía pensado pedírselos por favor, pero ahora que se han largado vaya a saber uno por qué no tengo nada claro. Es entonces que una sombra, una figura ennegrecida que encarna el peor de mis miedos aparece en la entrada de la cueva. Quiero gritarle que se aleje, que se vaya y no me toque con sus putos dedos hediondos a pene, pero las palabras no salen de mi boca. Intento retroceder cual gusano sin piernas, sin embargo, el cuerpo me duele un montón.
—¡Sale! ¡Quítate, monstruo de los vidrios! ¡Aléjate de mí! —le grito, aguantando el dolor en mis costillas mientras sus pisadas retumban en el suelo. Ay, no, temo lo peor; lo que faltaba: ahora le toca sufrir a mi culito.
Me dice que me han dejado hecho un cromo… ¡¿Y qué mierda se supone que es eso?! ¿Acaso está hablando en código retrasado-del-siglo o algo por el estilo? Quita, monstruo, quita. Lucho sin poder conseguir zafarme de sus apestosas manos —oye, en realidad huelen a jabón del bueno, pero necesito exagerar—. Me coloca en una manta roñosa que pincha al contacto y yo me pregunto pa’ qué. Oh, espera, ya lo entiendo todo… ¡Me hará un taco humano! ¡O un hotdog! Maldita sea, me cago en tu padre y hasta en tu abuela, Viktor Elric, te juro que algún día mandaré a alguien a profanar sexualmente su cadáver.
—¡Soy inocente! —Las palabras me salen medio deformadas porque, oye, adivina a quién le han dado una paliza—. ¡Soy la vístima en todo esto! ¡LA VÍSTIMA!
En realidad, lo soy. Esa es una cuestión indiscutible, nadie ni nada puede negar la realidad: aquí yo soy el que más ha sufrido. ¿Que he matado a un mierdas que no vale para nada? Pues oye, no es mi culpa que haya estado en el lugar equivocado.
Escucho una voz, una voz que resuena en mi cabeza y me hace sentir una sola cosa: esperanza. Es como cuando estás teniendo sexo, a punto de irte, pero entonces llega una imagen a tu mente, la imagen de un ogro verde y feo que te dice: tú puedes seguir, campeón. ¡Y no te vas, loco! ¡No te vas! He usado ese truco un par de ocasiones para aumentar mi desempeño sexual y vaya que las chicas me lo han agradecido. A lo que voy, sé de quién es esa voz y sé qué está haciendo aquí. ¿Creían que este sex idol iba a morir hoy? Pf, ilusos.
—¡Ayuda! ¡Me secuestran! ¡Un violador me ha metido en una manta con manchas blancas! —Esto último también es mentira, pero necesito dramatismo en mi vida. Y creo que estoy llamando demasiado la atención, a ver si esos tipos vuelven y nos regalan uno de esos trajes.
—¡Sale! ¡Quítate, monstruo de los vidrios! ¡Aléjate de mí! —le grito, aguantando el dolor en mis costillas mientras sus pisadas retumban en el suelo. Ay, no, temo lo peor; lo que faltaba: ahora le toca sufrir a mi culito.
Me dice que me han dejado hecho un cromo… ¡¿Y qué mierda se supone que es eso?! ¿Acaso está hablando en código retrasado-del-siglo o algo por el estilo? Quita, monstruo, quita. Lucho sin poder conseguir zafarme de sus apestosas manos —oye, en realidad huelen a jabón del bueno, pero necesito exagerar—. Me coloca en una manta roñosa que pincha al contacto y yo me pregunto pa’ qué. Oh, espera, ya lo entiendo todo… ¡Me hará un taco humano! ¡O un hotdog! Maldita sea, me cago en tu padre y hasta en tu abuela, Viktor Elric, te juro que algún día mandaré a alguien a profanar sexualmente su cadáver.
—¡Soy inocente! —Las palabras me salen medio deformadas porque, oye, adivina a quién le han dado una paliza—. ¡Soy la vístima en todo esto! ¡LA VÍSTIMA!
En realidad, lo soy. Esa es una cuestión indiscutible, nadie ni nada puede negar la realidad: aquí yo soy el que más ha sufrido. ¿Que he matado a un mierdas que no vale para nada? Pues oye, no es mi culpa que haya estado en el lugar equivocado.
Escucho una voz, una voz que resuena en mi cabeza y me hace sentir una sola cosa: esperanza. Es como cuando estás teniendo sexo, a punto de irte, pero entonces llega una imagen a tu mente, la imagen de un ogro verde y feo que te dice: tú puedes seguir, campeón. ¡Y no te vas, loco! ¡No te vas! He usado ese truco un par de ocasiones para aumentar mi desempeño sexual y vaya que las chicas me lo han agradecido. A lo que voy, sé de quién es esa voz y sé qué está haciendo aquí. ¿Creían que este sex idol iba a morir hoy? Pf, ilusos.
—¡Ayuda! ¡Me secuestran! ¡Un violador me ha metido en una manta con manchas blancas! —Esto último también es mentira, pero necesito dramatismo en mi vida. Y creo que estoy llamando demasiado la atención, a ver si esos tipos vuelven y nos regalan uno de esos trajes.
Ryuichi Ichiban
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Varios
El pobre Volken se retorcía un poco. Podía escuchar su ahogada voz intentando decir algo entre las mantas, lo cual era un problema. Si hacía eso se iba a hogar. Sin embargo, mientras se estaba yendo, de golpe alguien aterrizó en su hombro, llegando a gran velocidad y colocando una espada en su cuello, demandando que soltara a Volken. Aquello, sin embargo, no era un problema. Era de hecho algo bueno. Por lo visto, el pobre muchacho al que habían apalizado si tenía amigos, más allá de la mujer que puso el trabajo de rescatarlo.
—¿Es amigo tuyo? Espera —dijo separando los brazos, sujetando al cazador en uno solo mientras con el otro apartaba las mantas para dejar libre su rostro—. Escucha, amigo, si intentas gritar con las mantas y todo te vas a asfixiar, no la líes —le dijo al muchacho antes de dirigirse al tipo de su hombro—. ¿Puedes tranquilizarlo si es tu amigo? Así podremos sacarlo de aquí más rápido.
Esperó a que el recién llegado confirmase que era aliado y no enemigo mientras dejaba a Volken en el suelo con toda la delicadeza que pudo, como le pidió. No era la primera vez que alguien se sentía ciertamente intimidado por su tamaño y lo tomaba como un enemigo de primeras, por lo que no se lo echaría en cara, empezaba a ser algo normal. Una vez lo hubiese confirmado y hubiese dejado de amenazarle, Braud se quedaría de cuclillas no solo para estar más cerca de Volken sino para poder mirar a los ojos al recién llegado mientras hablaba con él.
—Me llamo Braudbrüthgael, pero puedes llamarme Braud. Viajo por el Grand Line aceptando trabajos y buscando ganarme la vida. Pedían ayuda para sacar a este tío de aquí antes de que muriese y me ofrecí. ¿Y tú como te llamas? Si trabajamos juntos tal vez tengamos más probabilidades de éxito.
Ciertamente, Braud adoraba la pelea. Pero no tenía ganas de pelear en ese sitio, no mientras llevaba a su cuidado un herido. Si podía salir de aquella de la forma diplomática mejor, siempre y cuando se confirmase que aquel hombre era aliado de Volken.
—¿Es amigo tuyo? Espera —dijo separando los brazos, sujetando al cazador en uno solo mientras con el otro apartaba las mantas para dejar libre su rostro—. Escucha, amigo, si intentas gritar con las mantas y todo te vas a asfixiar, no la líes —le dijo al muchacho antes de dirigirse al tipo de su hombro—. ¿Puedes tranquilizarlo si es tu amigo? Así podremos sacarlo de aquí más rápido.
Esperó a que el recién llegado confirmase que era aliado y no enemigo mientras dejaba a Volken en el suelo con toda la delicadeza que pudo, como le pidió. No era la primera vez que alguien se sentía ciertamente intimidado por su tamaño y lo tomaba como un enemigo de primeras, por lo que no se lo echaría en cara, empezaba a ser algo normal. Una vez lo hubiese confirmado y hubiese dejado de amenazarle, Braud se quedaría de cuclillas no solo para estar más cerca de Volken sino para poder mirar a los ojos al recién llegado mientras hablaba con él.
—Me llamo Braudbrüthgael, pero puedes llamarme Braud. Viajo por el Grand Line aceptando trabajos y buscando ganarme la vida. Pedían ayuda para sacar a este tío de aquí antes de que muriese y me ofrecí. ¿Y tú como te llamas? Si trabajamos juntos tal vez tengamos más probabilidades de éxito.
Ciertamente, Braud adoraba la pelea. Pero no tenía ganas de pelear en ese sitio, no mientras llevaba a su cuidado un herido. Si podía salir de aquella de la forma diplomática mejor, siempre y cuando se confirmase que aquel hombre era aliado de Volken.
La cuenta atrás no consiguió llegar a su fin. El enorme sujeto contestó con tranquilidad y, al parecer, también con intenciones de colaborar de una forma pacífica. Sin mediar palabra con este, Yuu esperó a que bajara a Volken al suelo para descender este al mismo. Al demostrarse que no era peligroso a simple vista, el mercenario decidió envainar su espada. Para ser un semigigante, era bastante inteligente como para no buscar pelea con el veterano criminal. Ignoró diversas frases de su parte, mas estaba centrado en asegurar la protección de su objetivo ante todo. Creó un respirador como el suyo y se puso de cuclillas, delante de Volken. Se lo colocó con cuidado y empezó a hablar con él.
—Vuelve al mundo real, chaval —terminó de colocarle aquella especie de máscara con los filtros ya puestos—. ¿Voy a tener que cargar contigo todo el viaje o puedes andar? —se quedó pensativo durante unos segundos, mientras miraba al zagal—. En fin, este ni de coña va a poder caminar después de… Aunque no va a hacer mucha falta. Puedo… sí —pensó en un plan para extraer a Volken rápidamente. Se puso de pie y miró al semigigante, respondiendo a lo que le había comentado segundos atrás—. Y tú, gigantón… ¿Quién coño te ha preguntado? He venido aquí a sacar a este pavo de la isla, no a hacer amigos. Puedes largarte por donde has venido y no volver a vernos jamás o puedes no largarte y ser un obstáculo para mí y mi trabajo. ¿Entiendes por dónde voy? No voy a compartir mi jornal con una… cosa como tú —le avisó, mientras ponía una cara de asco que era imposible de ver a través de las gafas y el respirador—. Dicho esto… Largo.
Tras aquellas palabras, el mercenario estaría atento a cualquier movimiento sospechoso del sujeto. Esperaba que se fuera y no le causara más problemas, puesto que la situación en aquella isla no era la más propicia para combatir. En cualquier caso, creó las mismas ropas que él llevaba y se las colocó a Volken como pudo. El chaval estaba reventado completamente, y solo hacía más que desvariar. Cuando subieran al Ragnarok tendría que avisar a un equipo médico para que le ayudase si no quería que el zagal acabase muerto de viaje a Casino Island.
—Vale… Con esto deberías aguantar si la ventisca vuelve. Aunque no creo que tengamos que caminar mucho si todo sale como pienso que va a salir. Quédate aquí un segundo, necesito darles una señal a mis hombres. Si ves que el gigantón da problemas, grita y ya —le advirtió de antemano, por si acaso al tal Braud se le cruzaran los cables y decidiera no seguir la recomendación del criminal. Yuu salió a la entrada de la cueva, presenciando el cese de la ventisca. Creó una bengala en su mano y la clavó en el suelo. Acto seguido, sacó su agenda y llamó al Loki—. Voy a lanzar una bengala roja para que sepáis donde estoy. Si la veis, confirmad. —La encendió con su mechero y guardó este instantes después. La bengala salió disparada hacia arriba, desprendiendo una incandescente luz roja.
—Confirmamos visual, Capitán. Llegaremos allí en cinco minutos. ¿Podrá tener listo al objetivo en ese tiempo?
—Si nada sale mal… Sí. Os avisaré si todo se desmadra, pero en principio venid ya y bajad ahora que la ventisca ha desaparecido. Si bajáis y no salgo… volved al Ragnarok y ya os avisaré.
—¡Entendido! —se cortó la transmisión.
El criminal volvió donde había dejado a Volken. Era hora de llevarle a la entrada para realizar la extracción de una vez por todas. Todo esto… Si el gigantesco hombre no había decidido liarla.
—Vuelve al mundo real, chaval —terminó de colocarle aquella especie de máscara con los filtros ya puestos—. ¿Voy a tener que cargar contigo todo el viaje o puedes andar? —se quedó pensativo durante unos segundos, mientras miraba al zagal—. En fin, este ni de coña va a poder caminar después de… Aunque no va a hacer mucha falta. Puedo… sí —pensó en un plan para extraer a Volken rápidamente. Se puso de pie y miró al semigigante, respondiendo a lo que le había comentado segundos atrás—. Y tú, gigantón… ¿Quién coño te ha preguntado? He venido aquí a sacar a este pavo de la isla, no a hacer amigos. Puedes largarte por donde has venido y no volver a vernos jamás o puedes no largarte y ser un obstáculo para mí y mi trabajo. ¿Entiendes por dónde voy? No voy a compartir mi jornal con una… cosa como tú —le avisó, mientras ponía una cara de asco que era imposible de ver a través de las gafas y el respirador—. Dicho esto… Largo.
Tras aquellas palabras, el mercenario estaría atento a cualquier movimiento sospechoso del sujeto. Esperaba que se fuera y no le causara más problemas, puesto que la situación en aquella isla no era la más propicia para combatir. En cualquier caso, creó las mismas ropas que él llevaba y se las colocó a Volken como pudo. El chaval estaba reventado completamente, y solo hacía más que desvariar. Cuando subieran al Ragnarok tendría que avisar a un equipo médico para que le ayudase si no quería que el zagal acabase muerto de viaje a Casino Island.
—Vale… Con esto deberías aguantar si la ventisca vuelve. Aunque no creo que tengamos que caminar mucho si todo sale como pienso que va a salir. Quédate aquí un segundo, necesito darles una señal a mis hombres. Si ves que el gigantón da problemas, grita y ya —le advirtió de antemano, por si acaso al tal Braud se le cruzaran los cables y decidiera no seguir la recomendación del criminal. Yuu salió a la entrada de la cueva, presenciando el cese de la ventisca. Creó una bengala en su mano y la clavó en el suelo. Acto seguido, sacó su agenda y llamó al Loki—. Voy a lanzar una bengala roja para que sepáis donde estoy. Si la veis, confirmad. —La encendió con su mechero y guardó este instantes después. La bengala salió disparada hacia arriba, desprendiendo una incandescente luz roja.
—Confirmamos visual, Capitán. Llegaremos allí en cinco minutos. ¿Podrá tener listo al objetivo en ese tiempo?
—Si nada sale mal… Sí. Os avisaré si todo se desmadra, pero en principio venid ya y bajad ahora que la ventisca ha desaparecido. Si bajáis y no salgo… volved al Ragnarok y ya os avisaré.
—¡Entendido! —se cortó la transmisión.
El criminal volvió donde había dejado a Volken. Era hora de llevarle a la entrada para realizar la extracción de una vez por todas. Todo esto… Si el gigantesco hombre no había decidido liarla.
Volken von Goldschläger
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La vida jamás es tan fácil como te la plantea un vendedor de esponjas a tiempo completo. Por favor, quiero que te pongas los cascos, escuches alguna melodía pianística y escuches mi reflexión. Hace dos semanas era una persona muy feliz, tenía todo cuanto un hombre de mi edad pudiera desear: dinero, sexo y fiestas por doquier. No me hacía falta nada, pero el destino decidió jugarme chueco y acabé cometiendo un error, aunque desde mi punto de vista no es así: yo no tuve la culpa, fue él. Lo juro, yo soy inocente. Fui golpeado hasta el cansancio y me quemaron el pecho, tuve que convencerles de que no me cortaran los pezones porque no vuelven a crecer. Y ninguna chica quiere estar con un chico sin pezones. Fui trasladado hasta esta isla donde mis músculos han sido rasgados por el vidrio un millón de veces, tengo tantas heridas que me tomaría sesenta y seis vidas contarlas todas.
Sin embargo, lo peor de todo esto es la vuelta de este cruel juego llamado vida. Siempre fui bueno enrolando, ¿sabes? Y con eso me refiero a armar porros. Los sé armar en las formas que tú quieras: a modo de cruz, en cono y en tubo, incluso como un diamante. No importa cuán rebuscada sea la forma que tú quieras que arme un buen porro, soy el arquitecto universal cuando se trata de todo esto. El resultado es siempre el mismo: aplicas algo de fuego y a los segundos estás volando. A estas alturas ya entiendes a lo que me refiero, ¿verdad? Lo único que quiero saber, porque la angustia me está carcomiendo los testículos, es cómo puede haber alguien tan cruel como para hacer de ti un porro-humano. Hombre, sé que tengo THC en la sangre, pero no es para que me fumes… Te maldigo, Viktor Elric, me has dado donde más me duele y aun así mandas a un hombrón con pintas de violador.
No sé qué será de mí ni de ti, no sé qué será del mundo sin este muchacho que les da felicidad a todos. Ya no sé nada. Lo único que sé es que mi buen compadre de copas y el masturbador compulsivo están demasiado ocupados discutiendo como para darse cuenta de que mamá y papá han vuelto. El señor calvo de casi dos metros y medio lleva la cremallera abierta y el gordo… Oh, no, qué puto asco: ¿por qué tiene mayonesa en la boca? Y tú sabes qué tipo de mayonesa me refiero. ¡¿Por qué, papá, mamá?! ¡¿Por qué se presentan así en frente de su hijo enfermo y maltratado?! Papá —el calvo— lleva una gigantesca pala en su espalda y créeme que la sabe usar bastante bien. Mamá —la gorda transexual y con pelos en la axila— tiene unas enormes tijeras.
—¡¿Se puede saber qué mierda está pasando aquí?!
—¡Papá! ¡Mamá! ¡El viejo del saco me está secuestrando! —les grito con unas lágrimas falsas en los ojos, apenas pudiendo pronunciar—. ¡Ayúdenme, por favor!
—¡¿Cuántas veces te tenemos que decir que pares con esos cuentos raros tuyos?! ¡Joder, qué puto cringe! —se queja mamá.
—¡¿Por qué me odias, mamá?! ¡¿Me estás diciendo que preferiste haberme abortado antes que tenerme?! Qué dolor, mamá, qué dolor…
Esta broma me está gustando bastante porque no tiene un puto sentido y no he ganado nada más que palizas extras, pero, oye, el sentido del humor jamás hay que perderlo. Es la única forma de… Ay, no, papá está enfadado. Puedo verlo porque está empuñando su maldita pala que usó para romperle la cabeza a un tipo que intentó salvarme hace unos días. Creo que le quiere pegar al hombre con problemas de crecimiento… Ah, y mamá se ha lanzado a Yuu.
—¡Párteles la madre, Yuu! ¡Vamos, tú puedes!
Sin embargo, lo peor de todo esto es la vuelta de este cruel juego llamado vida. Siempre fui bueno enrolando, ¿sabes? Y con eso me refiero a armar porros. Los sé armar en las formas que tú quieras: a modo de cruz, en cono y en tubo, incluso como un diamante. No importa cuán rebuscada sea la forma que tú quieras que arme un buen porro, soy el arquitecto universal cuando se trata de todo esto. El resultado es siempre el mismo: aplicas algo de fuego y a los segundos estás volando. A estas alturas ya entiendes a lo que me refiero, ¿verdad? Lo único que quiero saber, porque la angustia me está carcomiendo los testículos, es cómo puede haber alguien tan cruel como para hacer de ti un porro-humano. Hombre, sé que tengo THC en la sangre, pero no es para que me fumes… Te maldigo, Viktor Elric, me has dado donde más me duele y aun así mandas a un hombrón con pintas de violador.
No sé qué será de mí ni de ti, no sé qué será del mundo sin este muchacho que les da felicidad a todos. Ya no sé nada. Lo único que sé es que mi buen compadre de copas y el masturbador compulsivo están demasiado ocupados discutiendo como para darse cuenta de que mamá y papá han vuelto. El señor calvo de casi dos metros y medio lleva la cremallera abierta y el gordo… Oh, no, qué puto asco: ¿por qué tiene mayonesa en la boca? Y tú sabes qué tipo de mayonesa me refiero. ¡¿Por qué, papá, mamá?! ¡¿Por qué se presentan así en frente de su hijo enfermo y maltratado?! Papá —el calvo— lleva una gigantesca pala en su espalda y créeme que la sabe usar bastante bien. Mamá —la gorda transexual y con pelos en la axila— tiene unas enormes tijeras.
—¡¿Se puede saber qué mierda está pasando aquí?!
—¡Papá! ¡Mamá! ¡El viejo del saco me está secuestrando! —les grito con unas lágrimas falsas en los ojos, apenas pudiendo pronunciar—. ¡Ayúdenme, por favor!
—¡¿Cuántas veces te tenemos que decir que pares con esos cuentos raros tuyos?! ¡Joder, qué puto cringe! —se queja mamá.
—¡¿Por qué me odias, mamá?! ¡¿Me estás diciendo que preferiste haberme abortado antes que tenerme?! Qué dolor, mamá, qué dolor…
Esta broma me está gustando bastante porque no tiene un puto sentido y no he ganado nada más que palizas extras, pero, oye, el sentido del humor jamás hay que perderlo. Es la única forma de… Ay, no, papá está enfadado. Puedo verlo porque está empuñando su maldita pala que usó para romperle la cabeza a un tipo que intentó salvarme hace unos días. Creo que le quiere pegar al hombre con problemas de crecimiento… Ah, y mamá se ha lanzado a Yuu.
—¡Párteles la madre, Yuu! ¡Vamos, tú puedes!
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La posible sonrisa interna que pudiese tener Braud se borró enseguida. Se cruzó de brazos mientras el enano empezaba con su reprimenda de desagradecido, demostrando que ni siquiera era digno de decirle su nombre al gigante. Y, de todas formas, aunque se lo dijese el gigante no lo iba a recordar después de aquella actitud deshonrosa. Era obvio que aquel tipo con parche se creía el más fuerte de la isla, y tal vez lo fuera, pero que alguien fuese más fuerte que el gigante nunca había sido un obstáculo para su valentía. El gigante nunca se callaba las cosas y, durante un instante, sintió ganas de cerrar el puño y clavarle un buen Plutón Impacto en la nuca al tuerto. No podría volver a utilizar su aura potenciadora en el caso de que les atacasen después mientras llevaba al tal Volken a un sitio seguro, claro, pero habría valido la pena. Mucho y muy fuerte.
Sin embargo, no lo hizo. El tipo que tenía delante no había demostrado ser merecedor de recibir siquiera uno de sus puñetazos. Ni siquiera podía tener claro el gigante de que fuese capaz de hacer que se lo pase bien combatiendo. Tenía toda la pinta de ser alguien que daba golpes bajos y utilizaba tácticas deshonrosas para vencer. O peor, de utilizar su bravuconería para intentar evitar peleas. Perro ladrador, poco mordedor, supuso el gigante. Empezó a caminar hacia delante, pasando una pierna por encima del tal Volken antes de girarse y mirar al tuerto desde lo alto.
—¿Y has llegado tan lejos siendo así de gilipollas? Sin saber absolutamente nada de mí, alguien que... bueno, bien podría tener el tamaño de tres personas como tú, has decidido que era buena idea hacerte el gallito. Delante de la persona que querías proteger. Podría haber sido casi tan gilipollas como tú y haber caído ante tus provocaciones. ¿Que crees que habría pasado? ¿Crees que tu amigo medio muerto habría podido siquiera aguantar a dos gilipollas peleando? Siendo uno de ellos un puto ogro capaz de hacer temblar el suelo con un pisotón. Me importa una mierda tu jornal, tío duro. Ofrecieron un trabajo y lo cogí, no hay más. Y tiene cojones que en esta misión el más bravucón y temerario no sea yo, créeme. ¿Quieres dar opciones? Juguemos a eso, pues. Uno, dejas tu puto orgullo de mierda de gallito a un lado y me dejas ayudarte y combatir a tu lado por si acaso alguien quiere venir a terminar el trabajo. Dos, me mandas a tomar por culo y yo me marcho a decirle a la jefa que quería hablar con este que confía demasiado en gilipollas tuertos... O tres. Dejas de ladrar, empezamos a morder, tu amigo muere y tú acabas más feo que él.
Antes de que pudiera responder empezaron a oirse pasos. Y voces. Dos personas hablando entre sí. Por si fuera poco, desde la entrada de la cueva se proyectaban unas ominosas sombras, siendo estas pertenecientes a los dueños de las voces. El gigante miró hacia ese lado y movió el cuello, haciéndolo crujir. Tal vez aquello era bueno y todo, si podía descargar su ira contra aquellos recién llegados.
—Parece que tienes poco tiempo para decidir, tuerto.
Tal vez aquello le sirviese como incentivo para tomar una decisión. Después de todo, un dos contra dos era bastante mejor que un uno contra dos... O un uno contra tres, claro.
Sin embargo, no lo hizo. El tipo que tenía delante no había demostrado ser merecedor de recibir siquiera uno de sus puñetazos. Ni siquiera podía tener claro el gigante de que fuese capaz de hacer que se lo pase bien combatiendo. Tenía toda la pinta de ser alguien que daba golpes bajos y utilizaba tácticas deshonrosas para vencer. O peor, de utilizar su bravuconería para intentar evitar peleas. Perro ladrador, poco mordedor, supuso el gigante. Empezó a caminar hacia delante, pasando una pierna por encima del tal Volken antes de girarse y mirar al tuerto desde lo alto.
—¿Y has llegado tan lejos siendo así de gilipollas? Sin saber absolutamente nada de mí, alguien que... bueno, bien podría tener el tamaño de tres personas como tú, has decidido que era buena idea hacerte el gallito. Delante de la persona que querías proteger. Podría haber sido casi tan gilipollas como tú y haber caído ante tus provocaciones. ¿Que crees que habría pasado? ¿Crees que tu amigo medio muerto habría podido siquiera aguantar a dos gilipollas peleando? Siendo uno de ellos un puto ogro capaz de hacer temblar el suelo con un pisotón. Me importa una mierda tu jornal, tío duro. Ofrecieron un trabajo y lo cogí, no hay más. Y tiene cojones que en esta misión el más bravucón y temerario no sea yo, créeme. ¿Quieres dar opciones? Juguemos a eso, pues. Uno, dejas tu puto orgullo de mierda de gallito a un lado y me dejas ayudarte y combatir a tu lado por si acaso alguien quiere venir a terminar el trabajo. Dos, me mandas a tomar por culo y yo me marcho a decirle a la jefa que quería hablar con este que confía demasiado en gilipollas tuertos... O tres. Dejas de ladrar, empezamos a morder, tu amigo muere y tú acabas más feo que él.
Antes de que pudiera responder empezaron a oirse pasos. Y voces. Dos personas hablando entre sí. Por si fuera poco, desde la entrada de la cueva se proyectaban unas ominosas sombras, siendo estas pertenecientes a los dueños de las voces. El gigante miró hacia ese lado y movió el cuello, haciéndolo crujir. Tal vez aquello era bueno y todo, si podía descargar su ira contra aquellos recién llegados.
—Parece que tienes poco tiempo para decidir, tuerto.
Tal vez aquello le sirviese como incentivo para tomar una decisión. Después de todo, un dos contra dos era bastante mejor que un uno contra dos... O un uno contra tres, claro.
El mercenario volvió al lugar donde se encontraba Volken. Cuando se acercó para levantarle y llevarle a la salida, el semigigante comenzó a hablar. El tono de este parecía haber cambiado por completo tras la última intervención de Yuu. Quería que dejase su bocaza cerrada, pero no. Él seguía hablando, y seguía cavando más y más su propia tumba. «Cállate, parguela… Cállate… Me has llamado dos veces gilipollas… La estás cagando, chaval… La estás puto cagando… No estás en posición de decirme toda esa puta basura, puto deforme de mierda… Te voy a cortar las putas piernas, putísimo gilipollas de mierda… ¡Cállate, joder! ¡Cállate!», la vena del criminal estaba a punto de explotar en mil pedazos. Yuu se había cansado de escuchar a aquel tío, y dirigió su mano a una de las empuñaduras de sus espadas. Justo cuando empezó a desenvainarla, escuchó voces procedentes de la entrada de la cueva. Volteó su cabeza, apretando los dientes y frunciendo el ceño como el que más. Aquel gigante había osado provocarle, e iba a hacerle saber lo que pensaba acerca de su parloteo de mierda cuando se deshiciese de los intrusos.
—Te vas a arrepentir de lo que has dicho, putísimo imbécil de mierda —dijo, sacando solo un cinco por ciento de la bilis que tenía acumulada.
Aún no estaba completamente cegado por la rabia, pero le quedaba poco. En los instantes que le quedaban antes de caer por completo en cólera, echó un vistazo y escuchó lo que el magullado Volken decía y conversaba con aquellos dos. No tenía mucho sentido y el chaval seguía divagando, así que decidió hacer caso omiso de aquello. No obstante, sabía muy bien que su objetivo no debía de salir herido de aquella reyerta que se avecinaba, así que tendría que actuar rápido y calcular bien las distancias. El mercenario cogió con una mano la cabeza de Volken, y la otra la colocó por debajo de su trasero. Corrió hacia uno de los extremos de la cueva —en dirección contraria a los hombres— mientras miraba hacia atrás y creó una bomba de impacto que golpearía el suelo que estaba pisando el enorme sujeto. Al impactar, generaría el humo suficiente como para que perdieran el rastro de Yuu por unos segundos. Eso le daría unos instantes para dejar a Volken seguro y apartado de lo que iba a pasar allí. Tumbó al chaval con cuidado y acto seguido se volteó, llevando sus dos manos a dos de sus empuñaduras. Para ese entonces, el humo se habría disipado y podría ver bien el campo que se mostraba ante él.
Uno de los hombres que acababan de entrar se hallaba confuso. Fue el mismo que al parecer se había lanzado a por él antes de que este desapareciese entre la explosión. No se iba a centrar solo en él, puesto que el mercenario tenía un ejército que podía arrasar a aquellos tipos de una vez. Su rabia le impedía cebarse solo con uno. Necesitaba ver a aquel trío de enemigos desangrándose y con sus cabezas completamente cercenadas y esparcidas por el cristalino suelo. Si el gigante se hallara distraído con su oponente, crearía una red de alambre completamente electrificada a dos metros encima de él — de unos tres metros de área— que bajaría con la gravedad y apresaría a Braud en esta. No le dificultaría los movimientos, pero lo electrocutaría y entumecería la cabeza, el cuello, y la parte superior del tronco —que sería lo que la red alcanzaría a tocar de su cuerpo si este no se movía—. Del oponente que intentaba enfrentarse a él se ocuparía el último, pues en esos instantes se hallaba acercando el otro con unas tijeras en la mano a atacarle.
—Quítate de en medio.
—¿Quién coño eres tú y qué coño hacéis aquí? ¿Habéis venido a por el retrasado ese? ¿Eh? ¡Responde antes de morir, subnormal!
—Apártate. Segundo aviso —seguía conteniendo su furia, canalizándola en una seriedad inquietante.
—¡Pero que me respondas, joder! ¡Ah! —alcanzó al mercenario e intentó darle un tijeretazo con fuerza en el brazo.
—Retrasado —cerró los ojos mientras seguía conteniendo su cólera. Desenvainó sus dos espadas con rapidez, cortándole las dos manos al sujeto de cuajo.
—¡No! ¡No! ¡No! —de su boca salió un grito de dolor que resonó por toda la cueva. Este se vio interrumpido por tres tajos más que se llevaron sus dos brazos por delante, además de separarle la cabeza del cuello. El cuerpo caería como un árbol al suelo en cuestión de segundos. Para rematar, y sacando un cuarto de su ira a relucir, el criminal le propinó una patada al cuerpo en las costillas, lanzándolo un par de metros más allá.
—Estoy rodeado de… putos… ¡Imbéciles! —dejó salir toda su rabia contenida en un colérico grito y centró toda su atención en Braud. Tendría que lidiar con él y con el otro tío hasta que el Loki descendiera para la extracción de Volken.
—Te vas a arrepentir de lo que has dicho, putísimo imbécil de mierda —dijo, sacando solo un cinco por ciento de la bilis que tenía acumulada.
Aún no estaba completamente cegado por la rabia, pero le quedaba poco. En los instantes que le quedaban antes de caer por completo en cólera, echó un vistazo y escuchó lo que el magullado Volken decía y conversaba con aquellos dos. No tenía mucho sentido y el chaval seguía divagando, así que decidió hacer caso omiso de aquello. No obstante, sabía muy bien que su objetivo no debía de salir herido de aquella reyerta que se avecinaba, así que tendría que actuar rápido y calcular bien las distancias. El mercenario cogió con una mano la cabeza de Volken, y la otra la colocó por debajo de su trasero. Corrió hacia uno de los extremos de la cueva —en dirección contraria a los hombres— mientras miraba hacia atrás y creó una bomba de impacto que golpearía el suelo que estaba pisando el enorme sujeto. Al impactar, generaría el humo suficiente como para que perdieran el rastro de Yuu por unos segundos. Eso le daría unos instantes para dejar a Volken seguro y apartado de lo que iba a pasar allí. Tumbó al chaval con cuidado y acto seguido se volteó, llevando sus dos manos a dos de sus empuñaduras. Para ese entonces, el humo se habría disipado y podría ver bien el campo que se mostraba ante él.
Uno de los hombres que acababan de entrar se hallaba confuso. Fue el mismo que al parecer se había lanzado a por él antes de que este desapareciese entre la explosión. No se iba a centrar solo en él, puesto que el mercenario tenía un ejército que podía arrasar a aquellos tipos de una vez. Su rabia le impedía cebarse solo con uno. Necesitaba ver a aquel trío de enemigos desangrándose y con sus cabezas completamente cercenadas y esparcidas por el cristalino suelo. Si el gigante se hallara distraído con su oponente, crearía una red de alambre completamente electrificada a dos metros encima de él — de unos tres metros de área— que bajaría con la gravedad y apresaría a Braud en esta. No le dificultaría los movimientos, pero lo electrocutaría y entumecería la cabeza, el cuello, y la parte superior del tronco —que sería lo que la red alcanzaría a tocar de su cuerpo si este no se movía—. Del oponente que intentaba enfrentarse a él se ocuparía el último, pues en esos instantes se hallaba acercando el otro con unas tijeras en la mano a atacarle.
—Quítate de en medio.
—¿Quién coño eres tú y qué coño hacéis aquí? ¿Habéis venido a por el retrasado ese? ¿Eh? ¡Responde antes de morir, subnormal!
—Apártate. Segundo aviso —seguía conteniendo su furia, canalizándola en una seriedad inquietante.
—¡Pero que me respondas, joder! ¡Ah! —alcanzó al mercenario e intentó darle un tijeretazo con fuerza en el brazo.
—Retrasado —cerró los ojos mientras seguía conteniendo su cólera. Desenvainó sus dos espadas con rapidez, cortándole las dos manos al sujeto de cuajo.
—¡No! ¡No! ¡No! —de su boca salió un grito de dolor que resonó por toda la cueva. Este se vio interrumpido por tres tajos más que se llevaron sus dos brazos por delante, además de separarle la cabeza del cuello. El cuerpo caería como un árbol al suelo en cuestión de segundos. Para rematar, y sacando un cuarto de su ira a relucir, el criminal le propinó una patada al cuerpo en las costillas, lanzándolo un par de metros más allá.
—Estoy rodeado de… putos… ¡Imbéciles! —dejó salir toda su rabia contenida en un colérico grito y centró toda su atención en Braud. Tendría que lidiar con él y con el otro tío hasta que el Loki descendiera para la extracción de Volken.
- ”Cosas a tener en cuenta”:
- La red estaría electrificada gracias a la siguiente mejora por tabla de fruta:
Tesla: El usuario es capaz de imbuir la mitad del máximo de los objetos que puede crear con electricidad. Esto puede llegar a entumecer una parte completa del cuerpo durante medio minuto, y la electricidad que podría llegar a generar podría cargar una pila hasta llenarla.
Volken von Goldschläger
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Ay, amigo, tú no puedes ir por la vida soltándole esas palabras tan feas a alguien que sólo ha venido a ayudarme. ¿Acaso eres un monstruo insensible que no tiene corazón? Y sí, te lo digo a ti, Señor de la Manta Pegajosa. No te ha bastado con intentar violarme —¿o en serio querías ayudarme? Yo es que ya no sé nada— ni con hacerme un porro humano, ¡te has desquitado con el bueno de Yuu! Vale, ha estado un poco feo que te haya llamado cosa, pero tú también debes entender la otra postura y si el hombre es racista, pues qué le vamos a hacer. En todo caso, yo me he estado preguntando una sola cosa y es que en serio no me cabe en la cabeza. No sé si es porque me han golpeado mucho o porque de verdad la marihuana me está haciendo efecto, pero quiero que analicemos una cosa.
En esta isla todo está patas pa’ arriba, es decir, erupciones volcánicas todo el tiempo y un montón de vidrio por todos lados. No hay que ser científico para darse cuenta de que esto es peligroso. ¡Si hasta hay un letrero en la entrada de la isla que lo pone! ¡Y está escrito en rojo! ¿Cómo? ¿Los gigantes no saben leer…? Madre mía, el Señor de la Manta Pegajosa es analfabeto; si se porta bien con nosotros le enseñaré a juntar un par de letras, ya verás tú lo fácil que es. A lo que voy… ¡Amigo, date cuenta! ¡Has traído unas putas botas de cuero a una puta isla donde lo único que respiramos son unas putas partículas de vidrio, loco! ¿Ah? ¿Que no me crees? ¡Hazme una puta ecotomografía y te vas a dar cuenta de que tengo los putos riñones cortados, hijo de…! Yo es que doy gracias a dios que mi pene no respira porque de lo contrario tendría cortados los huevos, y ahí sí que no. ¡¿Y tú no te preocupas por eso?! Hombre, hombre, hombre… Debes tener hasta vidrio en el culo, si es que esas putas botas no sirven de mucho.
Me gustaría seguir con mis divagaciones, pero soy tomado cual princesa y el guapo de Yuu me coloca… Bueno, en realidad no sé ni dónde estoy. Sé que la gente se ha vuelto loca, se han insultado los unos con los otros y ahora están partiéndose las madres. Dedos y brazos cortados, cosas apareciendo de la nada, mamá gritando que ha perdido las extremidades antes de caer muerta. Vamos, la vida que todo adolescente merece tener. Eso sí, no me gusta que Yuu haya dicho que está rodeado de putos imbéciles porque yo también le rodeo y, oye, yo no soy imbécil. Puede que meterle un cohete en el culo a un enano no haya sido lo más listo que he hecho, pero al menos puedo decir que fue para un experimento de ciencias cuando iba a la escuela. ¿Eh? ¿Cómo que está mal mentir…? Venga, lo admito: odio a los putos enanos. Si el amor fuera proporcional como las matemáticas significaría que debo amar al gigante este… Puaj, me dan arcadas de solo pensarlo, loco.
—S-Sabía… Sabía que vendrías… —le digo al tuerto con un tono excesivamente dramático que no se sabe que es tuerto porque lleva una máscara que oculta su… ¿tuertez? ¿tuertorez?—. No dejes… que ese gigante… vuelva a poner sus manos sucias en mi cuerpecito de cristal…
En esta isla todo está patas pa’ arriba, es decir, erupciones volcánicas todo el tiempo y un montón de vidrio por todos lados. No hay que ser científico para darse cuenta de que esto es peligroso. ¡Si hasta hay un letrero en la entrada de la isla que lo pone! ¡Y está escrito en rojo! ¿Cómo? ¿Los gigantes no saben leer…? Madre mía, el Señor de la Manta Pegajosa es analfabeto; si se porta bien con nosotros le enseñaré a juntar un par de letras, ya verás tú lo fácil que es. A lo que voy… ¡Amigo, date cuenta! ¡Has traído unas putas botas de cuero a una puta isla donde lo único que respiramos son unas putas partículas de vidrio, loco! ¿Ah? ¿Que no me crees? ¡Hazme una puta ecotomografía y te vas a dar cuenta de que tengo los putos riñones cortados, hijo de…! Yo es que doy gracias a dios que mi pene no respira porque de lo contrario tendría cortados los huevos, y ahí sí que no. ¡¿Y tú no te preocupas por eso?! Hombre, hombre, hombre… Debes tener hasta vidrio en el culo, si es que esas putas botas no sirven de mucho.
Me gustaría seguir con mis divagaciones, pero soy tomado cual princesa y el guapo de Yuu me coloca… Bueno, en realidad no sé ni dónde estoy. Sé que la gente se ha vuelto loca, se han insultado los unos con los otros y ahora están partiéndose las madres. Dedos y brazos cortados, cosas apareciendo de la nada, mamá gritando que ha perdido las extremidades antes de caer muerta. Vamos, la vida que todo adolescente merece tener. Eso sí, no me gusta que Yuu haya dicho que está rodeado de putos imbéciles porque yo también le rodeo y, oye, yo no soy imbécil. Puede que meterle un cohete en el culo a un enano no haya sido lo más listo que he hecho, pero al menos puedo decir que fue para un experimento de ciencias cuando iba a la escuela. ¿Eh? ¿Cómo que está mal mentir…? Venga, lo admito: odio a los putos enanos. Si el amor fuera proporcional como las matemáticas significaría que debo amar al gigante este… Puaj, me dan arcadas de solo pensarlo, loco.
—S-Sabía… Sabía que vendrías… —le digo al tuerto con un tono excesivamente dramático que no se sabe que es tuerto porque lleva una máscara que oculta su… ¿tuertez? ¿tuertorez?—. No dejes… que ese gigante… vuelva a poner sus manos sucias en mi cuerpecito de cristal…
Ryuichi Ichiban
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La respuesta del tuerto lo dijo todo. Fue entonces cuando Braud abandonó cualquier postura de combate o incluso ganas de combatir que pudiese tener. El tuerto, además, cogió al otro de la cabeza y después tiraba algo a los pies de Braud. Algo que empezó a expulsar una enorme cantidad de humo. El gigante simplemente se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la salida de la cueva, en dirección contraria al humo. Allí se cruzó con aquellos dos extraños que venían, con cara de pocos amigos y de tener ganas de liarla. El gigante simplemente señaló a su espalda.
—Los gilipollas que buscáis están ahí dentro.
Y siguió caminando. Se lo quedaron mirando un instante, con la boca abierta, seguramente por su tamaño. Sin embargo, debieron tener sus prioridades listas, pues en seguida debieron decidir que aquel gigante, al estarse marchando, no suponía un obstáculo. Se adentraron más todavía, directos a donde estaba el humo. Braud empezó a escuchar ruidos y gritos que venían del interior. Llegó al extremo de la cueva, donde ya la luz del día era prominente.
Sin embargo, no salió de la cueva. Se acercó a la pared, llevó los puños hacia atrás y su cuerpo se vio rodeado de una translúcida aura rojiza. Sus puños empezaron a golpear la pared, con gran fuerza e impacto potenciados. Conectó puño tras puño, haciendo temblar la pared y el suelo. Cada puño agrietaba más todavía la pared, subiendo hacia el techo de la cueva. Empezaron a caer trozos de piedra y cristal del techo, cada vez más grandes. Finalmente, el gigante llevó el puño derecho hacia atrás. Toda su aura rojiza se concentró en su puño, volviéndose casi opaca.
Su Plutón Impacto golpeó la pared, mucho más fuerte que cualquier golpe anterior. Saltó hacia afuera enseguida, quedando fuera de la cueva y a salvo. Todo temblaba mientras la cueva se desmoronaba y provocaba un desprendimiento de enormes rocas y cristales que dejaron la entrada sepultada. Aquellos dos no habían demostrado más que ser unos desagradecidos de mierda... Bueno, el tuerto. El otro estaba demasiado hecho mierda como para siquiera pensar bien, aunque por culpa del tuerto el otro no le importaba lo más mínimo. Si era su destino sobrevivir a aquel día, serían capaces de salir de la cueva. Fuera como fuese, ya no era su problema. Cuando todo hubo dejado de temblar apagó su aura y movió el brazo.
—Haber escogido la primera opción —murmuró para si mismo.
Entonces se dio la vuelta y se alejó de la cueva, para no volver.
—Los gilipollas que buscáis están ahí dentro.
Y siguió caminando. Se lo quedaron mirando un instante, con la boca abierta, seguramente por su tamaño. Sin embargo, debieron tener sus prioridades listas, pues en seguida debieron decidir que aquel gigante, al estarse marchando, no suponía un obstáculo. Se adentraron más todavía, directos a donde estaba el humo. Braud empezó a escuchar ruidos y gritos que venían del interior. Llegó al extremo de la cueva, donde ya la luz del día era prominente.
Sin embargo, no salió de la cueva. Se acercó a la pared, llevó los puños hacia atrás y su cuerpo se vio rodeado de una translúcida aura rojiza. Sus puños empezaron a golpear la pared, con gran fuerza e impacto potenciados. Conectó puño tras puño, haciendo temblar la pared y el suelo. Cada puño agrietaba más todavía la pared, subiendo hacia el techo de la cueva. Empezaron a caer trozos de piedra y cristal del techo, cada vez más grandes. Finalmente, el gigante llevó el puño derecho hacia atrás. Toda su aura rojiza se concentró en su puño, volviéndose casi opaca.
Su Plutón Impacto golpeó la pared, mucho más fuerte que cualquier golpe anterior. Saltó hacia afuera enseguida, quedando fuera de la cueva y a salvo. Todo temblaba mientras la cueva se desmoronaba y provocaba un desprendimiento de enormes rocas y cristales que dejaron la entrada sepultada. Aquellos dos no habían demostrado más que ser unos desagradecidos de mierda... Bueno, el tuerto. El otro estaba demasiado hecho mierda como para siquiera pensar bien, aunque por culpa del tuerto el otro no le importaba lo más mínimo. Si era su destino sobrevivir a aquel día, serían capaces de salir de la cueva. Fuera como fuese, ya no era su problema. Cuando todo hubo dejado de temblar apagó su aura y movió el brazo.
—Haber escogido la primera opción —murmuró para si mismo.
Entonces se dio la vuelta y se alejó de la cueva, para no volver.
- Cosas a mencionar:
- He ignorado la red eléctrica de Yuu puesto que este puso, de forma condicional, que la tiraría si estaba distraído con mi oponente. Al irme antes del retorno de Yuu y de todo lo demás, se entiende que no estoy y que, por tanto, no hay red.
Y además este es mi último post en la misión, seguramente. Depende, supongo.
El aura potenciadora sube un rango mi fuerza (quedando en 7), mientras que el Plutón Impacto me permite dar un puñetazo con un aumento de dos rangos (quedando en 8)
Cuando su mirada se centró en Braud, el mercenario atisbó que este se hallaba llegando a la entrada de la cueva. El otro tío parecía haberle ignorado e iba a por Yuu directamente. Envainó sus espadas y, al mismo tiempo que se giraba, ensartó una navaja a lo lejos en el cráneo del tipo que avanzaba hacia él. Le daba mala espina que el gigante se hubiera ido tan fácilmente. Le daba muy mala espina. Se cargó a Volken al hombro como pudo, puesto que tampoco es que pesara tanto.
—Venga, chaval. Un tramo más. Aguan… —todo empezó a temblar en aquella cueva. Las sospechas de Yuu se confirmaron justo cuando el criminal se volteó para dirigir su vista hacia la entrada. Allí estaba el sujeto, haciendo lo único que su raza solo sabía hacer— Puto anormal de mierda… A ver si os extinguís de una puta vez, putos deformes de puta mierda.
No le dio tiempo a pensar nada más. Empezó a correr hacia la entrada mientras esta empezó a quedar bloqueada por enormes piedras y cristales. Él mismo creó un bloque gigante de hierro que bloqueó tanto el desprendimiento allí como la posible salida. Justo travesando este enorme bloque se hallaba un pasillo que otorgaría una vía de escape a los dos. Además, el grosor de aquello sería suficiente como para no verse afectado por ningún desprendimiento. Acabaría por romperse si estuviera mucho tiempo soportando aquel peso, pero sería el suficiente como para que Yuu y Volken estuvieran ya muy lejos. En cualquier caso, aquello aceleró el cese de los temblores. Cuando ambos sujetos cruzaron aquel estrecho pasadizo, allí no había nadie ya. El semigigante se había ido por fin.
—Encima estúpido. Este imbécil no sabe quién mierdas soy —se alejó de la cueva aún cargando a Volken e hizo desaparecer el gran bloque. Los temblores volvieron y de la cueva empezó a salir muchísimo polvo. Yuu hizo una pared de hierro entre ellos dos y la entrada de aquella cavidad subterránea y tumbó a Volken en una camilla que él mismo había creado y clavado en el suelo—. Asqueroso subnormal… Puto gigante de mierda… —seguía farfullando. Seguía aún furioso por todo lo que acababa de pasar, y de hecho tardaría como mínimo media hora en que se le pasase—. ¿Cuándo vienen estos, joder? ¡Venga! —y así seguiría hasta que, tras dos minutos, el Loki descendería hasta su posición. Sus tripulantes, pertrechados por si acaso con la protección necesaria para esa isla, ayudaron a Yuu a subir a Volken al barco. Llevaron al objetivo a reposar en la cama del camarote de Yuu y, acto seguido, el mercenario se puso a los mandos del timón dando las órdenes necesarias para volver al Ragnarok—. Hey, Morris. Acércate —le dijo a su tripulante más confiable y veterano.
—Dígame, señor —subió rápidamente y se colocó al lado del criminal.
—¿Puedes apuntar una cosa por mí? Como se me olvide no me lo perdono en mi puta vida.
—Sí, claro. Un segundo —el sujeto se dirigió al camarote del Capitán a coger un papel y un lápiz. Luego, volvió a la ubicación de Yuu—. Listo, Capitán. ¿Qué quiere que apunte?
—Apunta… Braudbrüthgael.
—¿Cómo se escribe eso, señor?
—Pues… No sé. Mierda. Apunta Braud solo.
—Vale, ya está. ¿Algo más? —se acomodó el lápiz en su mano, puesto que escribir con los guantes de protección no era tarea fácil.
—Mide lo mismo que una farola y tiene el pelo gris. Muy, muy peludo y musculoso. ¿Lo tienes?
—Sí, todo apuntado. ¿Cuando lleguemos al Ragnarok quiere que lo apunte en algún sitio?
—Si puedes dejarlo en la sala de guerra o en algún sitio donde no quede en el olvido mejor. Ese imbécil va a palmar cuando tenga un hueco o, si hace falta, mandaré a alguien para que se encargue de él. Recordará mi cara hasta el puto día de su muerte.
—Veo que no lo ha tenido fácil allí abajo. Está bien, lo guardaré. ¿Quiere algo más?
—No, puedes irte.
Tras esto, se marchó. Cuando llegaron al Ragnarok, Yuu dispondría de todos los medios disponibles para mantener estable a Volken. No podrían curarle, pero sí que podrían hacer que aguantara el largo viaje ingresado y a salvo.
El Loki descendió hasta la terraza de la Torre Géminis. De él, bajaron por una pasarela —creada previamente por Yuu— tres de sus hombres, arrastrando una camilla reforzada y cómoda que transportaba a Volken junto a los goteros y demás que le mantenían con vida. Yuu comandaba por detrás a aquella tropa, y les hizo ir hasta la puerta de acceso al edificio de la azotea. Él, por su parte, se encararía a los guardias que allí estaban. Uno de ellos pareció reconocerle.
—Otra vez tú… ¡Alto ahí! —se llevó la mano a su cartuchera.
—Tengo tratos con Katrina. No desenfundes. Traigo a Volken, como especificaba el contrato que emitió la Emperatriz.
—Pero… Pero… —detuvo su acción y miró a Yuu extrañado— ¿Pero no fuiste tú quien vino a secuestrarlo? ¿Qué puto sentido ti…?
—Chaval… Ahórrate las preguntas. Los negocios son negocios. ¿Me vas a dejar pasar o no?
—Claro, claro —tartamudeó un poco y abrió las puertas que habían tras de sí, dejando paso a la tropa que transportaba a Volken y a Yuu.
—¿Dónde lo dejamos? Quiero hablar con Katrina en persona si puede ser.
Tras esto, la misión había sido un éxito. Solo el destino sabría lo que le depararía a Yuu en las próximas horas. Quizás se marchaba sin ver a la Emperatriz, o quizás conseguía una audiencia con ella. En cualquier caso… Esperaba recibir el favor de esta de una forma u otra. Su objetivo principal estaba cada vez más cerca.
—Venga, chaval. Un tramo más. Aguan… —todo empezó a temblar en aquella cueva. Las sospechas de Yuu se confirmaron justo cuando el criminal se volteó para dirigir su vista hacia la entrada. Allí estaba el sujeto, haciendo lo único que su raza solo sabía hacer— Puto anormal de mierda… A ver si os extinguís de una puta vez, putos deformes de puta mierda.
No le dio tiempo a pensar nada más. Empezó a correr hacia la entrada mientras esta empezó a quedar bloqueada por enormes piedras y cristales. Él mismo creó un bloque gigante de hierro que bloqueó tanto el desprendimiento allí como la posible salida. Justo travesando este enorme bloque se hallaba un pasillo que otorgaría una vía de escape a los dos. Además, el grosor de aquello sería suficiente como para no verse afectado por ningún desprendimiento. Acabaría por romperse si estuviera mucho tiempo soportando aquel peso, pero sería el suficiente como para que Yuu y Volken estuvieran ya muy lejos. En cualquier caso, aquello aceleró el cese de los temblores. Cuando ambos sujetos cruzaron aquel estrecho pasadizo, allí no había nadie ya. El semigigante se había ido por fin.
—Encima estúpido. Este imbécil no sabe quién mierdas soy —se alejó de la cueva aún cargando a Volken e hizo desaparecer el gran bloque. Los temblores volvieron y de la cueva empezó a salir muchísimo polvo. Yuu hizo una pared de hierro entre ellos dos y la entrada de aquella cavidad subterránea y tumbó a Volken en una camilla que él mismo había creado y clavado en el suelo—. Asqueroso subnormal… Puto gigante de mierda… —seguía farfullando. Seguía aún furioso por todo lo que acababa de pasar, y de hecho tardaría como mínimo media hora en que se le pasase—. ¿Cuándo vienen estos, joder? ¡Venga! —y así seguiría hasta que, tras dos minutos, el Loki descendería hasta su posición. Sus tripulantes, pertrechados por si acaso con la protección necesaria para esa isla, ayudaron a Yuu a subir a Volken al barco. Llevaron al objetivo a reposar en la cama del camarote de Yuu y, acto seguido, el mercenario se puso a los mandos del timón dando las órdenes necesarias para volver al Ragnarok—. Hey, Morris. Acércate —le dijo a su tripulante más confiable y veterano.
—Dígame, señor —subió rápidamente y se colocó al lado del criminal.
—¿Puedes apuntar una cosa por mí? Como se me olvide no me lo perdono en mi puta vida.
—Sí, claro. Un segundo —el sujeto se dirigió al camarote del Capitán a coger un papel y un lápiz. Luego, volvió a la ubicación de Yuu—. Listo, Capitán. ¿Qué quiere que apunte?
—Apunta… Braudbrüthgael.
—¿Cómo se escribe eso, señor?
—Pues… No sé. Mierda. Apunta Braud solo.
—Vale, ya está. ¿Algo más? —se acomodó el lápiz en su mano, puesto que escribir con los guantes de protección no era tarea fácil.
—Mide lo mismo que una farola y tiene el pelo gris. Muy, muy peludo y musculoso. ¿Lo tienes?
—Sí, todo apuntado. ¿Cuando lleguemos al Ragnarok quiere que lo apunte en algún sitio?
—Si puedes dejarlo en la sala de guerra o en algún sitio donde no quede en el olvido mejor. Ese imbécil va a palmar cuando tenga un hueco o, si hace falta, mandaré a alguien para que se encargue de él. Recordará mi cara hasta el puto día de su muerte.
—Veo que no lo ha tenido fácil allí abajo. Está bien, lo guardaré. ¿Quiere algo más?
—No, puedes irte.
Tras esto, se marchó. Cuando llegaron al Ragnarok, Yuu dispondría de todos los medios disponibles para mantener estable a Volken. No podrían curarle, pero sí que podrían hacer que aguantara el largo viaje ingresado y a salvo.
Días después, en Casino Island…
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El Loki descendió hasta la terraza de la Torre Géminis. De él, bajaron por una pasarela —creada previamente por Yuu— tres de sus hombres, arrastrando una camilla reforzada y cómoda que transportaba a Volken junto a los goteros y demás que le mantenían con vida. Yuu comandaba por detrás a aquella tropa, y les hizo ir hasta la puerta de acceso al edificio de la azotea. Él, por su parte, se encararía a los guardias que allí estaban. Uno de ellos pareció reconocerle.
—Otra vez tú… ¡Alto ahí! —se llevó la mano a su cartuchera.
—Tengo tratos con Katrina. No desenfundes. Traigo a Volken, como especificaba el contrato que emitió la Emperatriz.
—Pero… Pero… —detuvo su acción y miró a Yuu extrañado— ¿Pero no fuiste tú quien vino a secuestrarlo? ¿Qué puto sentido ti…?
—Chaval… Ahórrate las preguntas. Los negocios son negocios. ¿Me vas a dejar pasar o no?
—Claro, claro —tartamudeó un poco y abrió las puertas que habían tras de sí, dejando paso a la tropa que transportaba a Volken y a Yuu.
—¿Dónde lo dejamos? Quiero hablar con Katrina en persona si puede ser.
Tras esto, la misión había sido un éxito. Solo el destino sabría lo que le depararía a Yuu en las próximas horas. Quizás se marchaba sin ver a la Emperatriz, o quizás conseguía una audiencia con ella. En cualquier caso… Esperaba recibir el favor de esta de una forma u otra. Su objetivo principal estaba cada vez más cerca.
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Entiendo que no todo el mundo esté hecho para actuar con profesionalismo cuando la situación lo merita, hasta te puedo aguantar fallos tan tontos como los que yo suelo cometer, pero ¿dejar tirada a la persona que supuestamente has venido a rescatar porque…? Bueno, ¿por qué ha sido en realidad? Oh, ya lo entiendo. El hombre de veinte metros este tiene corazón de cristal, es muy sensible y las palabras de mi compadre le han dolido muchísimo. Mira, amigo, si te hubieras quedado a ayudarnos igual podríamos haberlo solucionado, pero no, tenías que ser el puto subnormal de la clase y darle cabezazos a la maldita caverna para que se caiga sobre nosotros. ¿Es que tú piensas? ¡Esas putas rocas nos pueden matar! Ahora entiendo por qué Yuu odia a los gigantes, es decir, veo que son criaturas tontas que no saben hacer funcionar más de dos neuronas al mismo tiempo. Tranquilo, hombre, no todos estamos hechos para ser listos.
La buena noticia es que el tuerto sabe lo que hace y está bastante comprometido con rescatarme, si es que se nota que yo puedo confiar en él. Desde que bebimos esa noche en su barco volador que nos hicimos compadres; ya sabes, el alcohol une a la gente. Aunque a veces las separa, no sé, una vez una ex me terminó porque llegué tan borracho que me intenté follar a su madre. Estuvo feo, lo sé, pero en mi opinión fue culpa de las pastillas que me dio el cabrón de Bob. Ese puto rasta sí que sabe cosas, aunque si no fuera por él ahora mismo tendría una linda familia con Akane. ¡Pero no! ¡Tenía que montar una puta fiesta en mi apartamento justo cuando estaba a nada de tener una cita con ella!
Este momento es tan bueno como cualquier otro para ponerme a cantar mientras las explosiones suceden una tras otra —mentira, no hay ninguna, pero déjame creerme el cuento—. Lo que sí hay son un montón de escombros cayendo sobre nosotros, pero yo igual canto.
—No sé tú, pero yo… No dejo de pensar, ni un minuto que a este gigante lo voy a matar. ¡Romperé sus pelotas y sus brazos!
Quiero seguir cantando, pero me ha entrado un poco de polvo en la boca y acabo tosiendo tan fuerte que me duelen las putas costillas. Ay, madre mía, qué dolor… Yo entiendo las puteadas de Yuu, si es que cualquiera estaría cabreado con alguien que ha intentado matarte por las malas. Creo que mi corazón ya no puede más… Todo se empieza a volver negro como la otra vez, mi cuerpo está al límite y va siendo hora de dormir…
Me han dado unas muletas para poder caminar porque resulta que los hombres de Viktor me rompieron las putas piernas. Con razón solo podía arrastrarme cual serpiente… La señorita hizo lo posible para conseguir un pulmón para cambiarme el que tenía porque, bueno, quedó inutilizado. A pesar de que me haya tomado las cosas con poca seriedad, estuve a punto de morir. Si Yuu hubiera llegado unos días más tarde, no te estaría contando esta historia. Le debo la vida, vaya. Creo que jamás olvidaré la paliza que me dio ese bastardo hijo de puta, no sólo porque me han prohibido el alcohol y las drogas por tres meses, sino también porque yo no me merecía tanto castigo. ¿Maté al hombre equivocado? Sí, pero todos los días muere gente, joder, por qué tanto color.
La buena noticia es que he recuperado todo mi equipo; algo es algo. Echaba de menos un montón a mi linda Mimosa, aunque pasará un tiempo antes de que pueda blandirla de nuevo. Según el doctor, he perdido sensibilidad al dolor y lo comprobó pinchándome distintas partes del cuerpo. ¡Y mi cerebro no reaccionaba, loco! ¡Estaba como muerto, yo qué sé! En cualquier caso, y a pesar de que me ha prohibido el consumo de estupefacientes, lo he convencido de dejarme consumir marihuana para los dolores. «¡Pero te he dicho que apenas sientes dolor, Volken!», dijo él. Menos mal tengo buena labia porque terminé convenciéndole. En fin, a lo que iba: he estado buscando a Yuu un buen rato hasta que lo encuentro.
—Sé que me rescataste porque Katrina hizo un contrato, pero aun así… Gracias, hermano, me salvaste la vida. Probablemente hubiera muerto si ese estúpido gigante me sacaba de ese infierno —le digo con una sonrisa amable. Esta vez sí que no estoy mintiendo—. Si es que alguna vez llegases a necesitar algo a futuro, cuenta conmigo. Me tomará un tiempo recuperarme y volver a las pistas, pero volveré. Y cuando lo haga, mataré a Viktor Elric.
La buena noticia es que el tuerto sabe lo que hace y está bastante comprometido con rescatarme, si es que se nota que yo puedo confiar en él. Desde que bebimos esa noche en su barco volador que nos hicimos compadres; ya sabes, el alcohol une a la gente. Aunque a veces las separa, no sé, una vez una ex me terminó porque llegué tan borracho que me intenté follar a su madre. Estuvo feo, lo sé, pero en mi opinión fue culpa de las pastillas que me dio el cabrón de Bob. Ese puto rasta sí que sabe cosas, aunque si no fuera por él ahora mismo tendría una linda familia con Akane. ¡Pero no! ¡Tenía que montar una puta fiesta en mi apartamento justo cuando estaba a nada de tener una cita con ella!
Este momento es tan bueno como cualquier otro para ponerme a cantar mientras las explosiones suceden una tras otra —mentira, no hay ninguna, pero déjame creerme el cuento—. Lo que sí hay son un montón de escombros cayendo sobre nosotros, pero yo igual canto.
- Cancioncita:
—No sé tú, pero yo… No dejo de pensar, ni un minuto que a este gigante lo voy a matar. ¡Romperé sus pelotas y sus brazos!
Quiero seguir cantando, pero me ha entrado un poco de polvo en la boca y acabo tosiendo tan fuerte que me duelen las putas costillas. Ay, madre mía, qué dolor… Yo entiendo las puteadas de Yuu, si es que cualquiera estaría cabreado con alguien que ha intentado matarte por las malas. Creo que mi corazón ya no puede más… Todo se empieza a volver negro como la otra vez, mi cuerpo está al límite y va siendo hora de dormir…
Unos días después…
Me han dado unas muletas para poder caminar porque resulta que los hombres de Viktor me rompieron las putas piernas. Con razón solo podía arrastrarme cual serpiente… La señorita hizo lo posible para conseguir un pulmón para cambiarme el que tenía porque, bueno, quedó inutilizado. A pesar de que me haya tomado las cosas con poca seriedad, estuve a punto de morir. Si Yuu hubiera llegado unos días más tarde, no te estaría contando esta historia. Le debo la vida, vaya. Creo que jamás olvidaré la paliza que me dio ese bastardo hijo de puta, no sólo porque me han prohibido el alcohol y las drogas por tres meses, sino también porque yo no me merecía tanto castigo. ¿Maté al hombre equivocado? Sí, pero todos los días muere gente, joder, por qué tanto color.
La buena noticia es que he recuperado todo mi equipo; algo es algo. Echaba de menos un montón a mi linda Mimosa, aunque pasará un tiempo antes de que pueda blandirla de nuevo. Según el doctor, he perdido sensibilidad al dolor y lo comprobó pinchándome distintas partes del cuerpo. ¡Y mi cerebro no reaccionaba, loco! ¡Estaba como muerto, yo qué sé! En cualquier caso, y a pesar de que me ha prohibido el consumo de estupefacientes, lo he convencido de dejarme consumir marihuana para los dolores. «¡Pero te he dicho que apenas sientes dolor, Volken!», dijo él. Menos mal tengo buena labia porque terminé convenciéndole. En fin, a lo que iba: he estado buscando a Yuu un buen rato hasta que lo encuentro.
—Sé que me rescataste porque Katrina hizo un contrato, pero aun así… Gracias, hermano, me salvaste la vida. Probablemente hubiera muerto si ese estúpido gigante me sacaba de ese infierno —le digo con una sonrisa amable. Esta vez sí que no estoy mintiendo—. Si es que alguna vez llegases a necesitar algo a futuro, cuenta conmigo. Me tomará un tiempo recuperarme y volver a las pistas, pero volveré. Y cuando lo haga, mataré a Viktor Elric.
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