[Misión épica-Paraíso] Manos atadas

Contratante: Viktor Elrik

Descripción: Salvación tiene un nombre interesante, ¿verdad? Resulta muy evocador, como si fuese a erigirse en paradigma del bien y la justicia… No lo es. Es un puñetero laboratorio de drogas. Se llevan a una pandilla de muchachos con la mente algo perturbada y La vuelven poco más que bestias arrogantes con más poder del que pueden soñar con controlar. Casi me duele la mano de sacar información a uno de nuestros buenos amigos, pero por lo menos hemos sacado en claro que el Aliento de oro existe; se trata de una extraña droga que hasta los más crueles villanos se niegan a trabajar… Y estos hijos de puta lo están usando como arma. Me han enfadado. La Mano está haciendo quedar mal a mi sindicato tanto por su forma de actuar como por su irritante manía de no dejarse localizar. Es hora de hacerle salir.

Objetivos: Localizar a La Mano o, como mínimo, descubrir cómo se comunica con los Ojos Dorados y Capuchas Negras.

Objetivos secundarios: Me gustaría que nadie supiese esta información además de mí.

Premios: Doscientos millones de berries y una bella mansión en Casino Island, en zona neutral.

Premios por objetivos secundarios: A cambio de, por esta razón, renunciar a la fama, se quintuplica la cantidad de dinero que daré: Mil millones de berries por un poco de información.

Datos: A esta misión no se accede de forma especial. A efectos de rol, Elrik solo ha ofrecido una audiencia para la cual asistir implica aceptar una misión que él encargará. Solo quien la acepte podrá conocerla.

Tras la ultima misión recibí una carta de Viktor a la cual contesté con la siguiente:

Estimado señor Viktor Elric:

Me complace bastante que aceptara mi propuesta, espero poder serle de ayuda en todo lo que necesite y llegado el caso ser de utilidad para, si fuera necesario, crear una alianza con mi capitán. Acepto de buen grado todas sus condiciones y espero poder trabajar mas con usted.

Un cordial saludo.

Moja

Tras enviar la carta recibí el entrenamiento ampliado que le había solicitado, por parte de uno de los miembros de la organización. A los pocos días recibí un mensaje de este, haciéndome un llamado para una misión especial. Era todo con un poco de secreto, lo que me daba entender que debía de ser bastante importante, ademas de que iríamos a una audiencia para recibir personalmente esta misión.

Esta extraña reunión se iba a celebrar en Water Seven, cerca del puerto donde siempre recibíamos nuestra recompensas de parte del señor Elric. Yo no me había movido de Water Seven después del entrenamiento, me había quedado a disfrutar de la ciudad. Había dejado a cargo del barco al pobre de Clark, como siempre, algún día terminaría matándome por dejarle todo siempre al pobre. Llegué a la hora acordada para la reunión con casi media hora de antelación. Me llevaron hasta una sala donde esperé a que fuera la hora acordada para la audiencia y nos dieran los detalles de la misión.

Viktor Elrik no había aceptado los términos que el samurái le había ofrecido, pero a este no le importaba demasiado. No quería estar subordinado a él ni a nadie, y aunque oficialmente el líder criminal no aceptase aliados externos era perfecto conocedor del poder y la fiabilidad de Ryuu, y lo más seguro era que si necesitaba ayuda en algún momento acabase recurriendo a él. Luego al fin y al cabo que hubiera rechazado su oferta no hacía una gran diferencia.

De hecho, poco después de terminar de entrenar en las cercanías de la propia Water Seven el Rey del Bajo Mundo ofreció una audiencia cuyo motivo era secreto, alegando que quien quisiera saber de qué iba debía asistir a la misma. Y el semigyojin, que tenía el presentimiento de que aquella reunión secreta iba a tener algo que ver con sus descubrimientos en Salvación, decidió acudir.

A su llegada al lugar indicado, una pequeña nave situada muy cerca del muelle que solían utilizar para entregar información a Elrik, Moja ya estaba allí. El pirata no se sorprendió lo más mínimo, pues su amigo felino le había acompañado en todas aquellas aventuras. Todos los descubrimientos acerca de La Mano y su organización criminal habían sido hechos por ellos dos. Le saludó, visiblemente alegre de verle, y tomó asiento a su lado.

No tardó en aparecer un hombre que irradiaba un aura de poder y confianza pese a su notablemente baja estatura. Su rostro estaba cubierto por una máscara de kitsune, y por encima de la misma sobresalían unos mechones de pelo gris. Si se trataría o no de Elrik el samurái no lo sabía, y aunque le preguntó tan solo obtuvo una evasiva por respuesta. Se tratase o no de él, no cabía duda de que era alguien verdaderamente cauteloso, algo que resultaba lógico teniendo en cuenta su posición. Les habló acerca de lo que había encontrado en Salvación. Tan solo un laboratorio de drogas, un lugar donde producían una sustancia conocida en el Bajo Mundo como "aliento de oro", que al parecer era la que producía aquella extraña transformación en los Ojos Dorados. A parte de ese detalle, el rastreo de la isla no había servido para nada más, y las actividades de La Mano estaban convirtiéndose en una molestia importante para los intereses de Elrik. Por lo tanto este les pedía que encontrasen a ese hombre o, al menos, la forma que tenía de comunicarse con los Ojos Dorados y los Capuchas Negras. Y por supuesto, todo en el más absoluto de los secretos.

Cuando la reunión terminó Ryuu tenía claro cuál debía ser su siguiente paso, y así se lo hizo saber a la pantera una vez hubieron abandonado aquella nave:

- Creo que lo mejor sería volver a Casino Island. Allí es donde parece que La Mano y sus seguidores se muestran más activos, y lo lógico sería pensar que es donde más posibilidades tenemos de averiguar dónde está o quién es realmente La Mano o, al menos, qué medios utiliza para dar instrucciones a los Ojos Dorados. ¿Tú qué opinas?

Ryuu apareció al poco al que saludé efusivamente, me gustaba trabajar con él. Pues era un tipo en el que se podía confiar. Viktor nos había llamado para una misión y esperamos un poco para saber que era. No tardó en aparecer un hombre con pelo blanco que portaba una máscara de kitsune. Cuando mi compañero le pregunto si él era Viktor este solamente evadió la pregunta, yo en cambio no quise preguntar, sabía de sobra que si hacías enojar a Viktor podrías encontrarte con una recompensa de más de doscientos cincuenta millones como le había pasado a Volken hacia un tiempo.

Tras una breve explicación de lo que teníamos que hacer nos dio ciertas directrices a seguir, de las cuales la más importante era no hablar con nadie sobre esta misión y menos aún divulgar algo de lo que averiguáramos. Se trataba de nuevo de “La mano”, esta vez no había que hacer otra cosa más que buscar cómo se comunicaba con “los capuchas negras” o “los ojos dorados” o averiguar la localización de “la mano”, algo fácil verdad. Pues todo lo contrario, ya que la información que poseíamos de ellos no era mucho y era realmente complicado sacar un hilo del cual tirar para sacar algo en concreto. Estos tipos ni tras ser torturados soltaban prenda, teníamos que buscar una manera mejor de sacarles la información.

Mi compañero sugirió la idea de empezar a buscar por Casino Island, la verdad no era mala idea ya que era donde era más fácil toparse con ellos. Acepté la idea de este y tomamos rumbo de nuevo a la isla del despilfarre. Un lugar que no me hacía mucha gracia, dado la cantidad de mafias que había. Tras una semana de viaje llegamos a nuestro destino y como siempre ordené a Clark que hiciera cargo de la tripulación, mientras Ryuu y yo nos hacíamos cargo de la misión en concreto. De la cual no dije nada a nadie de mi tripulación ya que quería mantenerlo todo en secreto como nos había pedido Viktor.

Sobre la cubierta del navío del felino, Ryuu pensaba en lo acontecido en la reunión que habían mantenido con Viktor Elrik. Tras la petición del Rey del Bajo Mundo, y después de que este (o quien fuera la persona que había hablado con ellos) anunciase el pago por la tarea que les había encomendado, el samurái decidió arriesgarse y negociar. La fama de Elrik podía intimidar a la gran mayoría de la gente, pero él no era una de esas personas. Además, su carácter lanzado, extrovertido e irreflexivo hacía que tampoco se parase a pensar mucho en las consecuencias de intentar regatear con una de las personas más influyentes de los siete mares.

- Me parece un pago justo a nivel económico. - Dijo el semigyojin. - No obstante, considero que se trata de una misión de la suficiente envergadura y delicadeza como para añadir algún aliciente más. Seguro que alguien con tu poder y tus influencias puede conseguir con facilidad un poco de piedra del mar. No necesito mucha cantidad, tan solo la suficiente para forjar una espada, pero me gustaría que se tratase de una veta de mineral puro. Agradecería muchísimo una recompensa así, y serviría también para hacer que, a cualquiera que me preguntase, le garantizase que Viktor Elrik es un hombre de honor, y que sabe recompensar adecuadamente el trabajo bien hecho.

No había obtenido una respuesta concreta del criminal, que se había limitado a mascullar un "ya veremos" entre dientes. No obstante, tenía un buen presentimiento. Estaba seguro de que el Rey del Bajo Mundo sabía de su valía y de su fiabilidad, y de que sabría apreciarlas en su justa medida. Al fin y al cabo eran ya unas cuantas las tareas que había realizado a petición suya.

Cuando finalmente arribaron en Casino Island, Moja parecía nervioso. Tal vez fuese por no poder hablar acerca de la misión que les aguardaba con sus hombres, o quizá por volver a aquel lugar, donde probablemente los incidentes que habían provocado no habrían pasado desapercibidos. Había oído que las diferentes familias de la ciudad habían empezado a moverse, y que comenzaba a haber con cierta frecuencia altercados de considerable relevancia. La tensión en la isla había crecido, y la guerra parecía próxima. No era, desde luego, el mejor momento para llegar a ella.

Sin embargo, era probable que aquel ambiente de caos hubiera sido beneficioso para La Mano y sus seguidores, que seguramente ahora podrían operar con mayor facilidad. Por lo tanto también les resultaría a ellos más sencillo dar con ellos, o al menos eso pensaba Ryuu.

- ¿Hacia dónde vamos, compañero? - Preguntó al mink. - Creo que lo mejor sería empezar rastreando la zona neutral, ¿tú qué opinas?

Tras llegar a Casino Island mi compañero pudo ver que no me hacía mucha gracia esta isla. Y era algo totalmente cierto, tras el intento de robo que sufrí y el como la lie la última vez que estuvimos allí. No tenía claro si llegaba a ser bienvenido en ese lugar, pero bueno ya que Viktor nos había encargado esta misión no quedaba de otra. Además que sin duda era el mejor lugar para empezar a investigar. Ryuu me preguntó que hacia dónde íbamos e incluso dio la idea de empezar por la zona neutral, cosa con la que estaba de acuerdo, pues lo mejor era empezar por donde nos habíamos encontrados a aquellos capas negras. Aunque ciertos rumores habían llegado a mis oídos, los cuales le conté a mi compañero.

-Si me parece buena idea empezar por la zona neutral guau. Además he escuchado ciertos rumores de que hay túneles secretos debajo de la ciudad, estos son utilizados por las mafias y al igual también hay posibilidades de que nuestros amigos los capuchas negras lo utilicen guau- le comente a Ryuu, -lo mejor será empezar por el lugar donde encontramos la anterior vez a aquellos tipos, es posible que con las prisas pasáramos por alto algo guau-

Tras lo que le comenté a Ryuu tomamos camino hacia la zona neutral, justamente al bar donde la había liado aquella noche, tirándolo todo por los suelos. No me hacía gracia volver, pero dado que no teníamos otro sitio por dónde empezar era la única opción. No tardamos mucho en llegar a la puerta de aquel antro, con un poco de suerte esperaba encontrar algo que nos sirviera y salir rápidamente de allí.

El Museo de las Cartas, el gran complejo de casinos, hoteles, bares y restaurantes que se alzaba en la zona central y donde habían dado inicialmente con los capuchas negras fue el lugar sugerido por Moja para comenzar a buscar. Y a Ryuu le pareció bien, con una pequeña salvedad. La primera, en lugar de acudir al bar donde habían tomado algo y el felino estuvo a punto de causar un desastre sería mejor empezar por otro de los múltiples locales que allí había. Así evitarían la posibilidad de que alguien les reconociera, de que reclamaran una compensación al mink o, peor aún, de que intentasen atacarles.

Los rumores sobre la existencia de una red de túneles bajo la ciudad circulaban desde hacía muchos años, pero nunca habían sido confirmados, o al menos no públicamente. Sin embargo, el semigyojin coincidía con su amigo en que la probabilidad de que así fuera era elevada, y en ese caso no era nada descabellado pensar que los hombres de La Mano pudieran moverse de esa forma por la ciudad. Por lo tanto, cualquier información que pudieran obtener al respecto sería muy bien recibida.

- Vamos a tener que sacar a relucir nuestro encanto y nuestro carisma. - Comentó a su compañero cuando estuvieron cerca de un bar llamado "La Botella de Anna". Probablemente su mejor opción en aquel momento fuese hablar con personas que conociesen bien el Bajo Mundo de la isla y, entre copas y risas, tratar de sonsacarles poco a poco y disimuladamente la información que buscaban.

En aquel local abundaban los clientes con aspecto elegante pero peligroso, gente con aspecto de estar involucrados en unos u otros negocios. Seguramente sin afiliación oficial con ninguna de las grandes familias, pero probablemente con lealtades ocultas hacia alguna de ellas. El joven llegó hasta la barra y apoyó su codo derecho en ella, indicando que quería pedir algo.

- Hello, amigos. - Dijo la camarera, en una extraña mezcla de idiomas. - ¿What do you quiere, caballero? ¿A relaxing cup of café con leche?

- Una cerveza de trigo bien fría, por favor. - Contestó Ryuu, algo descolocado ante aquella peculiar forma de hablar.

- Okey, Okey, marchando a cold birra, señor. ¿And you, qué quiere? - Preguntó entonces mirando a Moja.

La idea de empezar donde los encontramos la otra vez no era mala, pero Ryuu tenía toda la razón. Si nos reconocían podríamos ser presa de reclamaciones o incluso algún ataque furtivo. Aun así una pequeña idea paso por mi cabeza, con la que no sería reconocido, ni visto incluso. Le dije a mi compañero que esperara un momento antes de ir otro lugar. M e metí en un callejón y haciendo uso de mi invisibilidad me introduje en aquel lugar de la primera vez. Con sumo cuidado de no ser des cubierto me dirigí hacia el lugar donde se encontraban las escaleras que daban acceso a la sala secreto. Por desgracia para mí, la entrada que daba a las escaleras estaba completamente tapiada. Busque algo interruptor oculto o alguna forma de abrirlo, aunque sin éxito, aquello estaba tapiado a conciencia y no tenía pinta de que se pudiera abrir de ninguna forma, ni incluso con mis conocimientos de saqueador.

A los cinco minutos volví donde había dejado a mi compañero y le explique lo que había encontrado, nada en absoluto. Y tomamos rumbo a otro lugar, concretamente a “La botella de Anna”, otro bar de la zona donde podríamos encontrar algún tipo de información. Ryuu insinuó de sacar nuestro carisma y encanto, algo que en mi brillaba por su ausencia. Ya que me costaba entablar una conversación con desconocidos. Así que esa parte iba dejársela a él, ya que no podía contar con Clark, el cual hablaba por mí siempre.

Entramos a aquel bar y la camarera de una forma un tanto peculiar, nos preguntó que queríamos de beber. No sé por qué me recordaba a una mink oveja que se hacía pasar por política en Zou, la cual deliraba acerca de unos juegos olímpicos en la isla. Algo que era realmente extraño pues todo el mundo se reía de ella en la isla. Mi compañero pidió una jarra de cerveza. Yo como siempre no podía beber alcohol, así que me pedí mi bebida favorita.

-Un vaso de leche caliente, por favor guau- le dije a aquella camarera, la cual se me quedo mirando con una cara extraña.

De nuevo el mink rechazó pedir cualquier tipo de bebida espirituosa, optando en su lugar por un vaso de leche, igual que había hecho siempre. ¿Qué pretendía ocultar permaneciendo siempre totalmente sobrio? Aquello solo hacía que aumentar su curiosidad por verle ebrio en algún momento. Algún día, más pronto que tarde, le emborracharía. No le cabía duda. Si tanto se esforzaba por no beber nada tenía que ser debido a problemas con el alcohol en el pasado, y el semigyojin por algún motivo encontraba esa posibilidad tremendamente divertida.

Pero no era el momento de pensar en eso, pues debían conseguir información que les llevase hasta los Ojos Dorados o, al menos, hasta los capuchas negras. Cualquiera de los múltiples desgraciados que ahogaban sus penas en aquel bar serviría para su propósito. La gran mayoría tenían una mirada triste, melancólica, que reflejaba ira y dolor. La situación de la isla, llena de tensión y con la amenaza de una inminente guerra entre las grandes familias, era tremendamente desalentadora para los criminales independientes, las personas que intentaban hacerse un hueco en el Bajo Mundo de aquella gran ciudad. Todo se volvía mucho más complicado cuando los capos más poderosos alcanzaban tal grado de paranoia que dejaban de confiar en nadie salvo en sí mismos y sus consejeros más cercanos, y muchas personas dependían de que aquella situación se solucionase pronto.

- Por el fin de las hostilidades. - Dijo en alto el espadachín, levantando su jarra al aire.

Muchos de los allí presentes se sumaron a su brindis, elevando así mismo sus copas antes de darles un largo trago. Casi todos ellos tenían en sus ojos la desesperanza de quien ve su pequeño negocio languidecer lenta pero inexorablemente, camino de la más absoluta ruina. Entre ellos, uno de los tipos masculló algo:

- Maldi... Dorados. Si no... nada de esto ... ado.

El hombre, de una altura similar a la del propio Ryuu pero bastante más delgado, tenía unas piernas anormalmente largas y fuertes. Vestía con un traje azul, camisa blanca y corbata granate, y llevaba un bombín del mismo tono que su traje. Aparentaba poco más de treinta años, y parecía no estar pasando por su mejor momento. Cuatro grandes jarras de cerveza vacías se amontonaban en la pequeña mesa circular en la que se apoyaba, y parecía por su forma de pronunciar algo más afectado por la bebida de lo que le gustaría estar.

La camarera no tardo en servirnos a mi compañero y a mí. Ryuu se me quedó mirando con cara de no entender porque no bebía alcohol. Era raro ver que un pirata no se pudiera ni tomar una cerveza, pero ahí estaba yo la excepción que confirma la regla. Por desgracia desde pequeño nunca había conseguido tolerarlo, con un simple sorbo mi cuerpo automáticamente cae inconsciente. No entendía muy bien el porqué de aquello, debían de ser cosa de genética.

Se notaba que la guerra entre las mafias estaba haciendo mella en la gente, ya que todos tenían caras de estar cansados de ella. Ryuu alzó la copa y brindo con todo el mundo por que la guerra acabase. Yo lo acompañé y brinde con mi vaso de leche, di un buen sorbo y apoyé el vaso en la mesa. Entonces pude escuchar como alguien hablaba sobre los ojos dorado. Eso nos venía perfecto. Hice una señal a mi compañero esperando que él también lo hubiera escuchado. Quizás pudiéramos sacar algo de información de ese tipo y poder tener al fin un hilo del cual tirar. Solo faltaba ver cómo sacarle la información, esperaba que pudiera encargarse de ello mi compañero.

El joven semigyojin se acercó al tipo de las piernas largas con el objetivo de entablar una conversación y, si sabía algo que pudiera serles de ayuda, sonsacárselo. Se sentó junto a él y con voz suave comenzó a hablar, tratando de hacerle ver que empatizaba con él y que entendía por lo que estaba pasando:

- Esos cabrones de ojos amarillos... Desde que empezaron a hacer de las suyas esto ha ido de mal en peor.

El hombre le miró, expresando una profunda rabia y desolación. Sin embargo, parecía aliviado de encontrarse con alguien que compartía su punto de vista, y apenas un par de segundos después respondió:

- Y que lo digas. Con su llegada las grandes familias empezaron a ponerse nerviosas y los negocios de los comerciantes independientes como nosotros comenzaron a sufrir las consecuencias. Y después de los asesinatos todo empeoró, ahora mismo nadie confía en nadie y la guerra es inminente. Las personas como nosotros solo podemos esperar que esto pase pronto y no acabe con nosotros en el proceso, pero aunque tengamos esa suerte las pérdidas van a ser millonarias.

El hombre parecía estar al límite, en esa fina línea en que uno corre el riesgo de que la desesperación se adueñe de ti y te empuje a cometer actos que de otra manera ni te plantearías. Y tal vez aquello pudiera serles de ayuda. Si le espoleaba un poco más era posible que soltase todo lo que supiera.

- Qué razón tienes, amigo. - Dijo Ryuu, asintiendo con la cabeza. Su mirada intentaba transmitir indignación. - Ojalá alguien acabase con ellos. Son los únicos culpables de toda esta situación. De hecho si supiera dónde encontrarlos yo mismo acabaría con ellos sin dudarlo un segundo, aunque muriese en el intento.

El hombre le miró, sorprendido. Por un momento el samurái se arrepintió de haber sido tan efusivo, tal vez había ido demasiado lejos. Sin embargo, pronto el gesto del piernas largas cambió. Su expresión se endureció y asintió con firmeza antes de decir:

- Suelen utilizar los túneles que hay bajo la ciudad para moverse. Probablemente tengan alguna base a la que se pueda acceder desde ellos, pero pocos conocen realmente cómo acceder a esos túneles, y hoy en día casi nadie se atreve a entrar por miedo a encontrarse con los Ojos Dorados.

- ¿Y tú sabes cómo se puede entrar a los túneles? - Inquirió el pirata, que habiendo comenzado ya aquella conversación se veía incapaz de detenerla hasta conseguir su objetivo.

- Si. Una de las entradas, la más cercana de las que conozco, está a dos manzanas del Museo de las Cartas. Saliendo por la puerta principal, si giras a la derecha verás una calle no muy ancha. Si continúas por ahí tras caminar esas dos manzanas verás un callejón oscuro y con mala pinta. Allí, al fondo, hay una escalera que desciende hasta una puerta. Esa es una de las entradas a los túneles.

Tenían lo que buscaban. Una forma de entrar en el entramado de túneles subterráneos de Casino Island, desde donde podrían buscar de forma más eficiente la información que necesitaban.

- Muchas gracias, camarada. - Contestó el semigyojin, apoyando la mano derecha en su hombro y asintiendo con firmeza. - Esos bastardos van a sufrir en sus carnes lo que llevamos sufriendo nosotros estos últimos meses.

Dicho esto se levantó, miró a Moja indicándole que era el momento de abandonar el local y echó a andar hacia la puerta. Cuando salieran contaría a su compañero todo lo que había averiguado y propondría adentrarse en los túneles haciéndose pasar por capuchas negras, vistiendo las túnicas que ambos poseían.

Ryuu se acercó a aquel tipo para hablar con él y tras unos minutos de conversación me miró. Me hizo un gesto insinuando que había encontrado algo y que me esperaba fuera. Llamé a la camarera y le pagué las copas que nos habíamos tomado, dejando eso si una pequeña propina. Tras salir del local el samurái me contó lo que había averiguado. Consiguió la localización de una de las entradas a los túneles. Yo sin duda no lo hubiera conseguido así de fácil como él. Acto seguido nos pusimos en marcha hacia el lugar que le habían indicado a Ryuu.

El camino hacia el lugar que le habían indicado a mi compañero no fue muy largo. Pues en menos de quince minutos nos encontrábamos en la puerta que nos daba acceso a los túneles. Donde comenzaba nuestra pequeña aventura dentro de ellos. Nos pusimos nuestras capas negras y entramos dentro de aquel laberintico túnel.

No habíamos ni andado doscientos metros cuando nos encontramos con otros dos capuchas negras. Los cuales pasaron a nuestro lado sin decir nada y con la cabeza agachada, algo que me parecía bastante extraño. No me iba a hablar por temor a cagarla y ser descubiertos. Nuestra misión era averiguar cómo se comunicaban esa gente y a ser posible conseguir la ubicación de “la mano”. Continuamos andando y llegamos a una encrucijada, el túnel se dividía en otros tres y sin saber muy bien que hacer miré a mi compañero esperando que el dijera por cuál de ellos ir o si era mejor separarnos, aunque esto último no lo tenía claro, ya que dividiríamos nuestras fuerzas si fuera necesario luchar.

Poco después de adentrarse en los túneles los piratas se cruzaron con dos capuchas negras, que pasaron junto a ellos sin hacerles el menor caso. Sus disfraces, dado que enmascaraban su identidad por completo y les daban un aspecto idéntico al de los verdaderos capuchas negras, les permitían pasar sin ningún problema por dos de ellos. Siguieron adelante hasta que dieron con una encrucijada, un punto en el que el túnel se dividía en tres.

Moja miró al samurái, esperando que este tomase una decisión. El joven no tenía la menor idea de a dónde llevaba cada uno de ellos, pero desde luego quedarse allí parados no iba a ayudarles a encontrar lo que buscaban. Por lo tanto hizo lo que su compañero esperaba y decidió. Tomó el camino de la izquierda, no por un motivo concreto sino simplemente porque era el que mejor espina le daba. Él era un hombre de acción, alguien que no perdía el tiempo en meditar excesivamente antes de tomar una decisión, y hasta aquel momento le había ido bien de esa forma.

Durante varios minutos continuaron, siguiendo el sinuoso trayecto de aquel túnel, hasta que se encontraron frente a frente con dos capuchas negras. A diferencia de los anteriores, estos se detuvieron ante ellos. El joven ya estaba en tensión, listo para desenvainar y atacar en caso necesario, cuando uno de ellos habló:

- Saludos, compañeros. ¿No os dirigís a la central para recibir las nuevas órdenes? A nosotros nos llegó el mensaje esta mañana.

- Si, claro. - Se apresuró a contestar Ryuu. - En un rato íbamos a ir hacia allí. Pero bueno, si no os importa vamos con vosotros. Es cierto que cuanto antes vayamos mejor.

Los dos hombres guardaron silencio durante unos segundos, dubitativos, hasta que finalmente el que había hablado antes alzó nuevamente la voz para mostrarse de acuerdo con lo expresado por el pirata:

- Si, eso es verdad. Los Ojos Dorados no suelen tomarse demasiado bien que les hagan esperar.

La intuición del samurái no fue mala al final, decidió tomar la ruta de la izquierda. Lo que nos llevó hasta otros dos capuchas negras. Estos parecían más amigables que los que nos habíamos encontrado al principio. Pues tras unos momentos de charla con Ryuu nos hicieron prácticamente de guía hasta la central, donde en teoría recibiríamos nuevas órdenes. Me quede atrás junto a Ryuu mientras caminábamos por aquel laberintico lugar. No tardamos en llegar a una sala bastante amplia he de decir. En ella había varias butacas, así como una pequeña tarima al final. Era como una pequeña sala de conferencias, los capuchas negras que nos guiaron se sentaron, yo los imité y me acomode en uno de los asientos del lugar.

La sala se empezó a llenar de capuchas negras en un abrir y cerrar de ojos. Eran casi cuarenta grosso modo, si tuviéramos que pelear allí sería complicado salir con vida de ese lugar. Al poco una persona un poco más peculiar se subió al escenario, al fijarme bien sus ojos estabas inyectados en color dorado, igual que aquel tipo que nos encontramos en la isla de salvación. Era bastante imponente y hacia que no me fiera ni un pelo de aquel tipo. Pero habíamos venido a sacar información y estaba claro que peleando no la conseguiríamos. Debíamos de encontrar la guarida de “la mano” lo antes posible.

Los dos capuchas negras, creyendo que eran dos miembros más de su organización, les guiaron por los túneles hasta llegar a una puerta escondida en la roca. Cuando la cruzaron se encontraron en una estancia rectangular considerablemente amplia, llena de asientos y con una pequeña tarima de madera en la zona frontal. Parecía un lugar muy apropiado para reuniones, conferencias, clases y toda clase de eventos en los que una o unas pocas personas tuviesen que comunicar algo a una multitud.

Poco a poco la sala se fue llenando hasta alcanzar en torno a la mitad del aforo. Unas cuarenta personas, cuyos rasgos se hallaban tapados por las negras túnicas con capucha que vestían, habían acudido a aquella cita. Pronto una persona se dejó ver en la tarima. Un hombre vestido por completo de blanco, y cuyos ojos refulgían con un brillante tono dorado. Su rostro era casi inexpresivo, como si estuviese privado de cualquier emoción intensa, y aunque miraba hacia el público sus ojos parecían no estar fijos en ningún punto concreto. Entonces comenzó a hablar:

- Compañeros, os hemos reunido aquí porque el momento de la verdad se acerca. Pronto todo el mundo conocerá la magnificencia de La Mano y alabará su sabiduría. Y para contribuir a ello y ser parte de la Salvación del Mundo, debemos continuar cumpliendo con nuestro deber. Nuevas instrucciones han llegado. A excepción de cuatro voluntarios entre vosotros que no teman a la muerte, a los que se les encargará un cometido especial que incluirá una reasignación temporal en otra isla, el resto vais a cumplir un papel fundamental aquí, en Casino Island. Como todos sabéis, la tensión entre las grandes familias ha escalado enormemente durante estas últimas semanas, y vosotros vais a ser la chispa que encienda finalmente la llama de la guerra. ¿Y cómo, os preguntaréis? Es sencillo. Los Shapiro y O'Reilly, dos de las familias más poderosas tienen desde hace generaciones una rivalidad cuyo origen ya nadie recuerda pero que ha seguido generando disputas cíclicamente a lo largo de décadas entre ambas. Pues bien, en el clima actual estas disputas se han reavivado, y probablemente a la mínima provocación se desatará la guerra, a la que posteriormente irán sumándose el resto de familias. Para ello el objetivo es el Gran Hotel Dublín, uno de los dos edificios principales de los O`Reilly. Debéis infiltraros allí gracias a los túneles subterráneos y colocar un explosivo el día de su gran fiesta anual, San Parcitio, que es dentro de dos semanas. Además, tenéis que sustituir la bandera del trébol de cuatro hojas de la plaza principal de su distrito por la de la estrella de seis puntas de los Shapiro. De ese modo parecerá que son ellos quienes están detrás del atentado y al fin la guerra estallará.

Aquellas declaraciones eran gravísimas, pues el plan para provocar una verdadera guerra civil en Casino Island estaba ya en su fase final. Ryuu, nervioso, miró de reojo a su amigo. No podía ver su rostro debido a la capucha, pero estaba seguro de que escuchar esas palabras tampoco estaba siendo plato de buen gusto para él.

En ese momento el Ojos Dorados pidió cuatro voluntarios para la misión especial. El samurái, esperando que se tratase de una tarea de mayor importancia que les permitiera averiguar más sobre aquella organización, se levantó de su asiento casi al instante, presentándose voluntario. Esperaba que Moja, al verle, también lo hiciese, pues le vendría bien tener un aliado en lo que quiera que le hubiesen mandado hacer. Dos hombres más se pusieron en pie. Ya solo faltaba uno.

Aquel tipo de ojos dorados empezó a hablar sobre el plan que iban a llevar a cabo. No era nada más y nada menos que empezar una guerra civil en Casino Island entre dos de las grandes familias de esta. Eso era algo que perjudicaría bastante a la isla, la cual vivía prácticamente del turismo, el cual se vería mermado si una guerra así empezara. También el ojos dorados requirió de cuatro voluntarios para otra tarea en otra isla. A esto Ryuu levantó la mano ofreciéndose voluntario, así que lo imité y la levanté también esperando que supiera lo que hacia mi compañero. Otros dos capuchas más la levantaron también así que ya estábamos los cuatros.

Nos separaron del grupo y empezaron a guiarnos por aquellos estrechos, y en ocasiones, húmedos túneles. Tras una caminata de media hora conseguimos salir a la superficie a través de un edificio, el cual se encontraba en la zona neutral. Al salir me sentía totalmente liberado, no me hacía mucha gracia estar bajo tierra durante tanto tiempo. Allí nos esperaban tres ojos dorados, los cuales nos empezaron a llevar a través de la ciudad hasta el puerto. Donde se suponía que pillaríamos un barco para ser trasladados a otra isla. No quería dejar a Clark y la tripulación tirados en la isla, pero la misión lo requería y en cuanto encontrara un momento a solas lo llamaría por el den den mushi de que tardaría un poco más en llegar para que estuviera atento.

Tras un largo camino llegaron a una puerta que daba a unas escaleras. Tras ascender por ellas la suave brisa que acarició sus caras indicó que se hallaban en la superficie de nuevo. Aquel lugar debía ser un piso franco de la organización de La Mano, pues allí les esperaban tres Ojos Dorados. Estos, sin mediar apenas palabra les guiaron entre estrechas calles hasta un apartado puerto. Allí, al amparo de la oscuridad, se detuvieron justo delante de uno de los barcos que había allí atracados. Entonces uno de ellos tomó la palabra:

- Vosotros cuatro habéis demostrado un gran valor y compromiso con nuestra causa al presentaros voluntarios para tan crucial misión, y como tal, La Mano en su magnificencia sabrá recompensaros. Ahora es el momento de que veáis el mensaje con sus órdenes, que ni siquiera nosotros hemos leído. Cuando llegó el mensaje destinado a nosotros se nos dijo que veinticuatro horas después le seguiría otro destinado a cuatro valientes capuchas negras que aceptasen tomar parte en un cometido de extrema importancia, y que dichas órdenes serían secretas salvo para quienes fuesen a llevarlo a cabo. Tan solo nos fue indicado que esta tarea implicaría un viaje a otra isla, por lo que debíamos proporcionaros un navío. Así que os entrego la misiva del puño y letra de La Mano.

Diciendo esto, el Ojos Dorados silbó suavemente. A los pocos instantes una diminuta grulla de papel se posó sobre la palma de su mano, atravesando el aire desde el barco y moviendo las alas como si realmente estuviese viva. El semigyojin estaba verdaderamente impresionado por aquello. ¿Sería el poder de alguna akuma no mi? Había frutas del diablo que otorgaban habilidades realmente peculiares, y aquel fenómeno no parecía explicable de ninguna otra forma a priori. Sin embargo, en el mundo había suficientes maravillas y sucesos extraordinarios como para no poder dar nada por sentado.

El pirata se adelantó ligeramente y extendió también la mano derecha, ante lo que la pequeña figura de papiroflexia levantó nuevamente el vuelo, posándose finalmente en ella. El joven la abrió, invadido por la curiosidad. No obstante sus expectativas se diluyeron en cuanto, al leer la primera línea del mensaje, se dio cuenta de que estaba escrito en alguna clase de código secreto. Todo el texto se componía únicamente de consonantes y números del uno al cinco, sin formar palabras inteligibles en ningún momento.

Su momento de duda debió de ser lo suficientemente evidente para que uno de los Ojos Dorados comenzase a mirarle de forma particularmente intensa. Entonces uno de los dos capuchas negras que se habían presentado voluntarios junto a Moja y él mismo se adelantó también, dando un paso hacia él mientras decía:

- ¿Qué pasa? ¿No sabes leer nuestro lenguaje o qué?

El espadachín, bloqueado ante aquella pregunta y aturullado al verse ante un mensaje que no tenía forma de descifrar en tan poco tiempo, no pudo pensar con claridad y actuó, desenvainando a Kirisame y segando la cabeza del capucha negra. Esta voló varios metros mientras el cuerpo sin vida caía al suelo.

Al momento, el semigyojin se dio cuenta de que la había liado, pero ya era demasiado tarde para remediarlo. No les quedaba otra opción que eliminar a los cuatro Ojos Dorados y al capucha negra restante antes de que acabasen con ellos o de que atrajesen miradas indiscretas, aunque siendo de noche aquella posibilidad era mucho más lejana. Se acababan de meter en un problema muy gordo.

Nos guiaron por callejones y calles estrechas hasta llegar a un puerto apartado. En el cual uno de los ojos dorados empezó a explicarnos que admiraba nuestro valor y compromiso al ofrecernos voluntarios para esa peculiar misión. Este explico que ni ellos sabían que misión tenían para nosotros y que un mensaje nos llegaría cuando llegáramos a ese lugar. Entonces fue cuando al silbido del ojos dorados una grulla de papel apareció volando y se posó en su mano. Me encontraba anonadado por lo que había visto, sin lugar a dudas debía de ser algún tipo de poder proveniente de una akuma, sino podría buscarle otra explicación.

Mi compañero abrió su mano, una grulla voló hasta esta posándose lentamente. Hice lo mismo y otra grulla apreció, posándose esta en mi mano. Aún seguía sorprendido por aquella habilidad, la abrí y dentro había algún tipo de código. Los ojos dorados enseguida se dieron cuenta que no teníamos idea de cómo interpretar ese mensaje. Uno de los dos capuchas negras que nos acompañaban nos puso al descubierto, al preguntar si no sabíamos leerlo. Mi compañero actuó desesperadamente y desenvainando su espada le cortó la cabeza al tipo que habló. Aquel desliz hizo que empezara una batalla contra aquellos tipos.

Al ver actuar a mi compañero tan efusivamente, no me quedó de otra que hacer lo mismo. Me guarde la carta en el bolsillo de la chaqueta que tenía dentro de la capa y empecé a transformarme en mi forma hibrida de kitsune. Gracias a la velocidad que me daba esta forma, de un rápido movimiento acabé con la vida del otro capucha negra que quedaba. Ahora empezaba la parte complicada de la noche. Pues delante de nosotros teníamos a cuatro ojos dorados, los cuales si eran igual de fuertes que el que nos encontramos en la isla de salvación, la cosa iba a estar bastante complicada.

Moja se deshizo con bastante facilidad del otro capucha negra, pero aún les quedaba por delante la parte más complicada. Cuatro Ojos Dorados se encontraban frente a ellos, y tras un instante de duda producto del caos del momento, se lanzaron sobre ellos, dos contra cada uno. Ryuu evitó el puñetazo del primero con una inclinación del tronco hacia la izquierda acompañada de una ligera flexión de las rodillas, y bloqueó la patada del segundo con la parte roma del filo de Kirisame.

Acto seguido pasó al ataque con una sucesión de tres tajos, dos dirigidos al Ojos Dorados situado a su derecha, de pelo negro, y el último hacia el otro, de cabello color miel. Sin embargo los tres fueron evitados o bloqueados y, de hecho, al asestar el tercer golpe no pudo evitar que quedase una mínima abertura en su defensa que el moreno, haciendo gala de la sobrehumana velocidad que caracterizaba a esos hombres, aprovechó para asestarle un feroz puñetazo en las costillas. Su falta de técnica hizo que no acertase exactamente donde había apuntado y que solo alcanzase en parte su costado, pero aún así el poder del golpe le forzó a doblarse sobre sí mismo.

Dándose cuenta de que aquel combate iba a resultar un importante reto, el joven inspiró hondo. Se concentró profundamente, pensando en el código de honor de los samurái, de obligado cumplimiento en el combate. Una armadura de placas hecha de una extraña energía azul recubrió entonces su cuerpo. Era el Ryu Kenshi no Meiyo, la representación de su honor y su valentía, que en momentos difíciles acudía en su ayuda en batalla.

Protegido por la etérea armadura, el semigyojin reanudó el combate. Elevó del mar dos masas esféricas de agua del tamaño de sandías y las dirigió con fuerza hacia sus enemigos, que no obstante consiguieron evitarlos. Sin embargo, aprovechando esa distracción el pirata se abalanzó velozmente sobre el rubio consiguió ensartarle con su katana.

No tuvo tiempo de celebrar el hecho de haber acabado con uno de ellos, pues el superviviente le atacó con violencia cuando su espada aún atravesaba al Ojos Dorados caído y le asestó una serie de tres puñetazos, uno en el costado izquierdo, otro en el abdomen y un tercero en la mejilla izquierda. El samurái cayó al suelo, soltando incluso a Kirisame. El dolor le atenazaba. Tenía una pequeña brecha en el pómulo por la que la sangre manaba en abundancia, y los fuertes pinchazos en su costado indicaban que era posible que tuviese alguna costilla rota.

Se puso en pie con dificultad y cogió de nuevo su espada, poniéndose en guardia. Se concentró en la respiración para no hacer caso al dolor, poniendo su foco en inspirar profundamente y realizar espiraciones largas y lentas. El combate estaba siendo muy duro, pero no tenía la menor intención de ser derrotado, daba igual quién estuviera frente a él. El mundo iba a conocer su poder pronto, y para ello no podía permitirse perder.

Los cuatro ojos dorados no iban a ponérnoslo fácil, Ryuu se haría cargo de dos y yo de los dos restantes. Una tarea ardua pues tenía que pegarme con dos tipos ciclados hasta las trancas. Ya no había vuelta atrás, tocaba acabar con esos tipos. Antes de que pudieran hacer nada me adelante y empecé a crear una esfera de electricidad con mi electro. Esta empezó a crecer hasta hacerse una enorme esfera del tamaño de una pelota de gimnasio. Acto seguido la lancé al cielo, esta quedó flotando a unos cuatro metros de altura.

Aquellos dos tipos se lanzaron contra mí apenas dándome tiempo a reaccionar tras usar mi electro. Por suerte hice uso de mi armadura de voluntad a tiempo para parar los golpes. Los cuales he de decir que me hicieron bastante daño a pesar de haber usado el haki. De haberlo sabido los hubiera esquivado de hecho, pero ya no había vuelta atrás. El primer golpe me impacto en el estómago y el segundo me impactó directamente en la cara. El primer golpe no fue tan duro pero el segundo si, tal que me produjo un pequeño corte en el pómulo izquierdo, incluso con mi haki activado. Tras ese último ataque retrocedí un poco y haciendo un gesto con la mano, de la esfera que había lanzado al cielo anteriormente cayeron dos rayos, haciéndoles un impacto directo.

Dudaba que aquello acabara con ellos, pero al menos esperaba que los ralentizara un poco. Y por suerte así fue, los movimientos de aquellos dos tipos se habían reducido bastante. Lo cual me venía perfecto, pues el espacio que había tomado para lanzarle los rayos lo usé a modo de carrerilla para coger velocidad. Rápidamente saqué a “Quiebracuellos” y “Cercenadora” de debajo de mi capa. Estas eran las hachas que había conseguido del tipo que habíamos eliminado para Viktor. La “Quiebracuellos” drenó un poco de mi haki de observación, haciendo que el filo de esta creciera en forma de cristal de hielo. En cambio “Cercenadora” absorbió mi haki de armadura, haciendo que el filo de esta se pusiera al rojo vivo, adquiriendo un color rojo intenso.

Aunque ambas hachas pesaban bastante, tenían un equilibrio casi perfecto. Y al haber usado siempre dos armas a la vez para pelear no me resultaba muy complicado hacer uso de ambas a la vez. Me acerqué al mas cercano de los ojos dorados y con la hacha de hielo lancé un tajo en diagonal descendente, desde su hombro derecho. Por efecto del filo ampliado de hielo hizo que el corte fuera mas profundo, cortando las ropas del tipo y haciendo una herida bastante grave en el pecho de este, haciendo le casi imposible seguir luchando. Aquellos tipos solo tenían fuerza y velocidad extra, pero nada de entrenamiento de combate, lo que hacia que defenderse o esquivar ataques no lo llevaran tan bien como un luchador experimentado. El otro tipo aprovechó el ataque que realicé a su compañero como apertura para darme tal golpe en el costado que me lanzó por los aires unos diez metros. Eso no lo había visto venir y fue tan rápido que apenas me dio tiempo de usar mi armadura de voluntad.

Ese golpe me hizo escupir sangre, incluso hubiera jurado que me rompió alguna costilla. No podía rendirme así como así, me levanté como pude, guardé a "Quiebracuellos" y usé esa mano para agarrarme el costado, el cual me ardía en dolor. Me volví a lanzar de nuevo contra aquel tipo, pero este ya estaba preparado para hacer un contraataque al corte que había lanzado con "Cercenadora". Este la esquivó a base de velocidad lanzó un par de puñetazos contra mi cara. De forma casi instintiva hice uso de mi barrera rápida de haki, la que de la propia inercia al crearla me lanzó varios metros hacia atrás, haciendo lo mismo con mi contrincante y parando los puñetazos que venían hacia mi persona. Aún habiendo sido golpeado por la esfera de rayos continuaba siendo bastante veloz, aunque por suerte esta aun seguía activa y con otro gesto de mi mano hice que otro rayo cayera en este. Reduciendo ahora si su movilidad bastante, de manera que en mi forma híbrida era mucho mas rápido, cosa que descubrí al realizar mi siguiente ataque. Pues a este no le dio tiempo de esquivar y con el filo de "Cercenadora" aun al rojo vivo, corté su cuello como si de mantequilla se tratase. Su cabeza rodó varios metros de su cuerpo y gracias al efecto del hacha no se derramó ni una sola gota de sangre, ya que el calor generada por esta cauterizo el corte instantáneamente.

El dolor en el costado tras mi ultimo ataque se multiplicó por diez, porque había forzado mi cuerpo hasta el limite para realizarlo. Aun así debía estar preparado por si mi compañero necesitaba ayuda con su ojos dorados. De no ser así tendría que volver al barco a que me miraran la herida del pómulo, la cual empezaba a sangrar bastante y el par de costillas que tenia rotas. Aparte de necesitar algún calmante para el dolor. Si Ryuu no acababa muy malherido por su parte, le pedí que al hacer entrega de la información le pidiera en mi nombre un cincuenta por ciento mas de recompensa. Ya que con mis costillas rotas no podría moverme mucho, al menos en unos días.

El combate entre el Ojos Dorados de cabello negro y el pirata se recrudeció, resultando en un feroz intercambio de golpes en el que cada uno trataba de superar al otro sin mucho éxito. Su oponente contaba con una fuerza mucho mayor y aquella aceleración tan impresionante, pero el semigyojin sacaba partido de su extraordinaria habilidad como combatiente y su agilidad. Así que ambos se enzarzaron en un continuo toma y daca en el que ninguno parecía tomar la delantera.

Pese a su pobre estilo de combate y a su total falta de técnica, el descomunal poder físico del Ojos Dorados hacía un tremendo reto conseguir aprovechar los muchos errores que cometía. De hecho, pese a que consiguió herirle superficialmente en varias ocasiones, fue Ryuu quien se llevó la peor parte en los primeros compases de aquel brutal duelo. En particular cuando una veloz e inesperada patada en el lateral de su muslo izquierdo le pilló desprevenido, forzándole a doblar ligeramente la pierna al recibir el golpe, lo que le dejó expuesto. El Ojos Dorados le asestó entonces un tremendo puñetazo en la mandíbula que le tumbó en el suelo cuan largo era.

El samurái se levantó, no sin ciertas dificultades, y se pasó el dorso de la mano derecha por la boca para limpiarse la sangre. Pese al dolor, en su mirada refulgía un poderoso fuego, un brillo que dejaba a las claras su firme decisión de no rendirse jamás. Adoptó nuevamente su posición de combate, adelantando el pie izquierdo y sosteniendo su espada en paralelo al suelo a la altura de sus ojos. Su mano izquierda, más pegada a la tsuba, dirigiría como siempre los movimientos del arma mientras que la derecha le daría apoyo y precisión.

Inspiró profundamente y esperó, contando en su mente los segundos. Cuando el Ojos Dorados se abalanzó sobre él el pirata no se movió ni un milímetro, manteniendo la postura hasta el último segundo. Aguantó, inmóvil como una estatua, hasta que el pelinegro estuvo prácticamente encima suyo, y entonces vio la abertura que había dejado al atacar, fruto de su pobre técnica. En ese instante el samurái actuó con gran velocidad y decisión. Dobló ligeramente las rodillas mientras realizaba un giro con Kirisame sobre su cabeza. Acto seguido desplazó ligeramente su pie izquierdo hacia delante e inclinó el tronco en la misma dirección, acompañando este movimiento con su arma. Notó como el filo de su katana seccionaba la piel y el músculo de la pared abdominal del Ojos Dorados, cuyas vísceras comenzaron a salir hacia el exterior mientras caía de rodillas sobre cubierta. Tumbado boca abajo, su cuerpo se quedó completamente inerte apenas unos segundos después.

El semigyojin jadeaba, agotado. Aquella batalla había supuesto un enorme esfuerzo, y probablemente iba a sentir sus consecuencias durante varios días. No obstante su misión no había terminado. Debían eliminar las pruebas de su presencia allí si querían evitar que La Mano sospechase. Debido a esto, pese al dolor y el cansancio, el pirata lanzó los seis cuerpos al mar y limpió la sangre de cubierta antes de abandonar aquel navío.

Moja también estaba bastante magullado, aunque no más que él. Pese a que le pidió que fuese en su nombre a entregar la información a Viktor Elrik, el semigyojin le convenció de que no era lo más adecuado. Si no le veía no tendría motivos para creer en su implicación en la misión, y podría incluso pensar que había gato encerrado, nunca mejor dicho. Y eso era algo que no les convenía a ninguno, pero en particular al mink. Así que ambos reaizaron el viaje de vuelta a Water Seven. Durante aquellos días de trayecto sus heridas y lesiones fueron sanando hasta quedar casi recuperadas por completo para cuando llegaron a la ciudad del agua. Allí, en la misma nave en la que el Rey del Bajo Mundo les había encargado aquel cometido, se reunieron con él en privado y le hicieron entrega de los mensajes que habían llegado escritos en las grullas de papel, así como le contaron lo que habían descubierto sobre los planes a corto plazo de La Mano.