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Hayden Ashworth
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Colocó un ala frente a si mismo endurecida en haki a modo de escudo a la par que empezaba a correr hacia delante. Las balas impactaron contra sus duras membranas endurecidas. Abrió el ala, golpeando con la misma al primero con el que se cruzó, lanzándolo de un golpe contra la pared. Esquivó entonces una bala que venía desde su izquierda y, con fuerza, mandó una onda de choque en dirección del tirador, que al estar tan cerca la recibió de lleno y cayó. Aquella gente era basicamente morralla, tal vez recién metidos a esa banda, tal vez su líder valoraba más los números que las fuerzas de los mismos.
Y Zuko estaba acostumbrado a pelear contra grandes números. Debía encargarse de los débiles antes de que apareciesen los fuertes, pues un puñado de abejas picándote mientras combates contra un oso puede llegar a suponer un grave problema. Dio un salto hacia un lado, justo conectando el puño con la mejilla de otro de los piratas con la fuerza justa como para dejarlo inconsciente. Sin detenerse un segundo, se lanzó al suelo apoyándose al mismo con las manos, estirando las piernas hacia los lados en el aire. Entonces las cargó de fuego y empezó a girar con las manos, enviando rankyakus ígneos a su alrededor para acabar con los que quedaban.
Aquello fue suficiente, acentuando así lo que el dragón predecía. Eran la morralla. Por lo tanto, se mantuvo alerta todo el rato. Cabía la posibilidad de que justamente contratasen a ese mercenario porque aquello era todo lo que tenían, pero nunca podía estar muy seguro. Se acercó a uno que se encontraba en el suelo, todavía despierto aunque dolorido, quejándose en voz alta. Zuko lo cogió del cuello de la camisa y lo levantó en el aire sin problemas.
—Dime donde está la sala de control del arma.
Y frunció el ceño mirándolo a los ojos, proyectando su voluntad en sus palabras. El hombre dejó entonces de sacudirse en el aire y tragó saliva, aparentemente aterrado.
—E... Es esa sala de allí... —dijo señalando una puerta al otro lado de la habitación.
Zuko dejó al tipo de nuevo en el suelo, sin delicadeza, y empezó a caminar hacia esa puerta. Era de hierro. Le dio una patada con todas sus fuerzas y la abolló, arrancándola del marco y haciéndola caer al otro lado. Había una sala llena de pantallas y teclados que no entendía. El dragón no estaba muy ducho en la tecnología, por lo que descubrir como desactivar aquello sería un dolor en el culo. Tal vez lo mejor sería cargárselo todo y...
Algo le golpeó en la nuca de manera desprevenida, con tanta fuerza que consiguió enviarlo volando por toda la habitación, impactando con fuerza contra la pared.
Y Zuko estaba acostumbrado a pelear contra grandes números. Debía encargarse de los débiles antes de que apareciesen los fuertes, pues un puñado de abejas picándote mientras combates contra un oso puede llegar a suponer un grave problema. Dio un salto hacia un lado, justo conectando el puño con la mejilla de otro de los piratas con la fuerza justa como para dejarlo inconsciente. Sin detenerse un segundo, se lanzó al suelo apoyándose al mismo con las manos, estirando las piernas hacia los lados en el aire. Entonces las cargó de fuego y empezó a girar con las manos, enviando rankyakus ígneos a su alrededor para acabar con los que quedaban.
Aquello fue suficiente, acentuando así lo que el dragón predecía. Eran la morralla. Por lo tanto, se mantuvo alerta todo el rato. Cabía la posibilidad de que justamente contratasen a ese mercenario porque aquello era todo lo que tenían, pero nunca podía estar muy seguro. Se acercó a uno que se encontraba en el suelo, todavía despierto aunque dolorido, quejándose en voz alta. Zuko lo cogió del cuello de la camisa y lo levantó en el aire sin problemas.
—Dime donde está la sala de control del arma.
Y frunció el ceño mirándolo a los ojos, proyectando su voluntad en sus palabras. El hombre dejó entonces de sacudirse en el aire y tragó saliva, aparentemente aterrado.
—E... Es esa sala de allí... —dijo señalando una puerta al otro lado de la habitación.
Zuko dejó al tipo de nuevo en el suelo, sin delicadeza, y empezó a caminar hacia esa puerta. Era de hierro. Le dio una patada con todas sus fuerzas y la abolló, arrancándola del marco y haciéndola caer al otro lado. Había una sala llena de pantallas y teclados que no entendía. El dragón no estaba muy ducho en la tecnología, por lo que descubrir como desactivar aquello sería un dolor en el culo. Tal vez lo mejor sería cargárselo todo y...
Algo le golpeó en la nuca de manera desprevenida, con tanta fuerza que consiguió enviarlo volando por toda la habitación, impactando con fuerza contra la pared.
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Bueno, el trato parecía haber quedado sellado. Volvimos a beber una copa de sake para sellar el trato y luego nos pusimos en camino al laboratorio. Por el camino seguimos charlando. Hablamos más detalladamente de las misiones y trabajos que habían realizado. Todos ellos sin duda curiosos y bastante varios, rozando muchas veces con la legalidad.
Por mi parte, durante el camino también les conté algunas de mis peripecias. Con muchas de las cuales se rieron y con otras parecieron bastante asombrados. Siempre que contaba una historia evitaba contarles cosas que fueran demasiado comprometidas o que fuesen explicitas de algo relacionado con la marina o la brigada. Aun debía de cerciorarme de que cumplirían con su parte del trato.
Mientras caminábamos varias veces me tuvieron que guiar para dirigirme de forma correcta hacia el laboratorio y no perdernos. Sin embargo, a mi parecer, Zuko había ido en la dirección por la que les estaba guiando.
-Es mejor por aquí. – Dijo de pronto el hijo – Papá y yo siempre vamos por aquí, descubrimos hace un tiempo una especie de pasadizo secreto en uno de los pasillos.
Decidí dejarme guiar por los mercenarios por aquel camino hacia el laboratorio. El camino fue rápido y la entra a las instalaciones se encontraba bien oculta. Una vez dentro, caminamos por los pasillos de las instalaciones, buscando cual era el centro desde el que operaban los piratas que lo habían asaltado.
Por mi parte, durante el camino también les conté algunas de mis peripecias. Con muchas de las cuales se rieron y con otras parecieron bastante asombrados. Siempre que contaba una historia evitaba contarles cosas que fueran demasiado comprometidas o que fuesen explicitas de algo relacionado con la marina o la brigada. Aun debía de cerciorarme de que cumplirían con su parte del trato.
Mientras caminábamos varias veces me tuvieron que guiar para dirigirme de forma correcta hacia el laboratorio y no perdernos. Sin embargo, a mi parecer, Zuko había ido en la dirección por la que les estaba guiando.
-Es mejor por aquí. – Dijo de pronto el hijo – Papá y yo siempre vamos por aquí, descubrimos hace un tiempo una especie de pasadizo secreto en uno de los pasillos.
Decidí dejarme guiar por los mercenarios por aquel camino hacia el laboratorio. El camino fue rápido y la entra a las instalaciones se encontraba bien oculta. Una vez dentro, caminamos por los pasillos de las instalaciones, buscando cual era el centro desde el que operaban los piratas que lo habían asaltado.
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Zuko se quitó de encima el enorme archivador que había caído sobre él al impactar con la pared. Ahí estaba, aquello que esperaba, la figura de poder que comandaba la morralla. ¿El líder de los piratas? No lo sabía, pero bien podría serlo. Fuera como fuese, aquella persona iba a caer hoy. El dragón se levantó agitando un poco las alas para quitarse de estas los escombros que le habían caído y miró hacia la puerta, donde debería estar su atacante. Y allí estaba. Alto, vestido como un típico pirata, de hombros anchos y piel verd... ¿Piel verde? ¿Aquello era una cola?
Las fauces del lagarto de tres metros se abrieron en un siseo de reptil. El dragón maldijo. Tenía delante a un usuario de zoan o... tal vez una especie de lagarto parlante. Años atrás el vicealmirante habría jurado que tal cosa no existía, sin embargo ya había visto de todo. Hombres pez, mapaches pilotando robots de combate, perros que hablaban y caminaban a dos patas, capaces de conjurar la electricidad en sus manos sin ser usuarios de una fruta del diablo.
Escupió sangre a un lado. Duelo de reptiles. Intentó esconder sus ganas de combatir, pues aquello no dejaba de ser una misión. El lagarto empezó a correr, a cuatro patas, hacia el dragón. Este no se movió, en cambio respondió al ataque frontal moviéndose a un lado para evitar el zarpazo a la par que conectaba el puño con fuerza contra la mandíbula del reptil, el cual encajó el golpe con la cara ennegrecida por haki y simplemente lo miró.
La cola del animal lo apresó por la cintura y, con fuerza, el lagarto cogió su cabeza con una de sus garras. Levantándolo del suelo con la fuerza de su cola lo acercó a su propio rostro, mirándolo con sus ojos de reptil.
—Fallassssteisss en protegerla y ahora essss nuessstra—dijo arrastrando las palabras de forma bastante inquietante.
El dragón movió su propia cola y la enrolló en la muñeca del lagarto, a la par que generaba fuego desde la misma para quemar su mano y que lo soltara. Empezaba a sentir la presencia de Jack acercarse.
Las fauces del lagarto de tres metros se abrieron en un siseo de reptil. El dragón maldijo. Tenía delante a un usuario de zoan o... tal vez una especie de lagarto parlante. Años atrás el vicealmirante habría jurado que tal cosa no existía, sin embargo ya había visto de todo. Hombres pez, mapaches pilotando robots de combate, perros que hablaban y caminaban a dos patas, capaces de conjurar la electricidad en sus manos sin ser usuarios de una fruta del diablo.
Escupió sangre a un lado. Duelo de reptiles. Intentó esconder sus ganas de combatir, pues aquello no dejaba de ser una misión. El lagarto empezó a correr, a cuatro patas, hacia el dragón. Este no se movió, en cambio respondió al ataque frontal moviéndose a un lado para evitar el zarpazo a la par que conectaba el puño con fuerza contra la mandíbula del reptil, el cual encajó el golpe con la cara ennegrecida por haki y simplemente lo miró.
La cola del animal lo apresó por la cintura y, con fuerza, el lagarto cogió su cabeza con una de sus garras. Levantándolo del suelo con la fuerza de su cola lo acercó a su propio rostro, mirándolo con sus ojos de reptil.
—Fallassssteisss en protegerla y ahora essss nuessstra—dijo arrastrando las palabras de forma bastante inquietante.
El dragón movió su propia cola y la enrolló en la muñeca del lagarto, a la par que generaba fuego desde la misma para quemar su mano y que lo soltara. Empezaba a sentir la presencia de Jack acercarse.
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Los pasillos eran bastante grandes a pesar de estar escondida como lo estaba. El semigigante podía caminar de pie sin encorvarse.
Desde que entramos en las instalaciones, nuestra conversación se redujo pues íbamos todos pendientes de cualquier ruido que se escuchase preparados para atacar en caso de ser necesario.
-Chicos, tengo una propuesta. – Mencioné y ambos dos mercenarios se giraron - ¿Y si finjo que me habéis capturado? De esa forma podríamos ir más relajados y desapercibidos en caso de que alguien nos viese.
-No es mala idea. – Dijo el viejo mercenario.
No dije nada más y cree una cadena y unos grilletes que rodearon mis muñecas, la cadena se la pasé al hijo del mercenario y proseguimos nuestro camino. Sin duda era una situación relativamente nueva, cierto era que las veces que me habían puesto unos grilletes era porque me habían confundido con un pirata y no les culpaba por ello.
Tras un rato de caminata llegamos a una sala más grande que otras. Al pasar inspeccioné la sala y reconocer el terreno. Allí se encontraba Zuko y un tipo raro con forma de lagarto de escamas verdes. Parecía que se entretenía de lo lindo, aunque un par de golpes si parecía haberse llevado. Debía hacerme notar allí.
-¡Ánimo Zukoooo! – Grité como si fuese una animadora levantando los brazos con los grilletes aún puestos. - ¡Tú puedes con él! Por cierto, ¿Ya terminaste el trabajo o lo hago yo mientras juegas un rato?
Desde que entramos en las instalaciones, nuestra conversación se redujo pues íbamos todos pendientes de cualquier ruido que se escuchase preparados para atacar en caso de ser necesario.
-Chicos, tengo una propuesta. – Mencioné y ambos dos mercenarios se giraron - ¿Y si finjo que me habéis capturado? De esa forma podríamos ir más relajados y desapercibidos en caso de que alguien nos viese.
-No es mala idea. – Dijo el viejo mercenario.
No dije nada más y cree una cadena y unos grilletes que rodearon mis muñecas, la cadena se la pasé al hijo del mercenario y proseguimos nuestro camino. Sin duda era una situación relativamente nueva, cierto era que las veces que me habían puesto unos grilletes era porque me habían confundido con un pirata y no les culpaba por ello.
Tras un rato de caminata llegamos a una sala más grande que otras. Al pasar inspeccioné la sala y reconocer el terreno. Allí se encontraba Zuko y un tipo raro con forma de lagarto de escamas verdes. Parecía que se entretenía de lo lindo, aunque un par de golpes si parecía haberse llevado. Debía hacerme notar allí.
-¡Ánimo Zukoooo! – Grité como si fuese una animadora levantando los brazos con los grilletes aún puestos. - ¡Tú puedes con él! Por cierto, ¿Ya terminaste el trabajo o lo hago yo mientras juegas un rato?
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El lagarto gritó en un fuerte siseó cuando su cola ardió, soltando a Zuko. Este aterrizó de nuevo en el suelo y enseguida se irguió, mirando fijamente al hombre reptil que tenía delante. Sin embargo, no apagó el fuego que estaba generando su cola. El calor y las llamas solían venir bien como táctica de intimidación. El reptil jadeaba, mirando al dragón mientras su mano humeaba. Fue entonces cuando oyó a sus espaldas la voz de Jack, que por fin había llegado. Y estaba con... ¿los mercenarios? Bueno, parecía estar bien. Ya se encargaría de ellos en otro momento. El dragón, sin girarse, se dirigió al vicealmirante entonces.
—Desactiva el arma mientras yo acabo con este, debería ser el último.
El lagarto, al oír eso, saltó hacia Jack para evitar que tocase el arma. Sin embargo, al hacerlo tenía que pasar junto a Zuko que lo detuvo en el aire dándole un golpe en la nuca con la mano y estampando su morro contra el suelo. No iba a permitirle interrumpir a Jack y la mejor manera de hacerlo era alejarlo de allí. Y tenía el método perfecto para ello. Sin soltarle, empezó a correr hacia delante, la salida de aquella sala, justo al pasillo y a una de las ventanas. Con fuerza lanzó al lagarto por esta, rompiendo los cristales. El dragón saltó detrás de él.
Vio como el reptil estiraba los brazos y sus áxilas salían de golpe unas membranas que le permitieron planear y evitar la caída. El dragón también planeó, estirando sus propias alas, mientras se acercaba a donde estaba el reptil que ya había aterrizado. Antes de tocar el suelo le dio una patada en la cara, haciendo que su rostro chocase contra el suelo volcánico que se había formado en aquella zona de la isla. El dragón entonces tocó tierra por fin, con la mirada fija en el reptil.
—No pienso dejarte volver allí, así que ni lo intentes. Entrégate o te llevaré a Impel Down inconsciente. Tú eliges.
El lagarto lo miró, jadeando. Entonces miró de nuevo hacia el laboratorio. Finalmente, alzó los brazos en señal de rendición. Zuko tomó una postura relajada y se llevó las manos a la espalda, cogiendo las esposas de Kairoseki con cuidado, sintiéndose algo débil al hacerlo. Sin embargo, todo terminaría en cuanto se las pusiese. Se acercó a él y cuando llevó las manos hacia las del reptil, este cerró su fuerte mandíbula en su brazo.
Zuko gritó. El contacto con el kairoseki hacía que aquello fuese peor de lo que podría haber sido. El lagarto no se soltaba, apretaba con fuerza y movía la cabeza. Agarró el brazo del dragón con ambas garras y, de un giro, se lo rompió. El dragón gritó de dolor. Llevó la otra mano a la nuca del reptil y, de un fuerte tirón, llevó su morro a su rodilla, dándole un golpe en el mismo que le hizo sangrar por la nariz y caer al suelo de espaldas. El dragón se maldijo, mirándose el brazo herido, torcido de manera imposible y sangrando. Con la mano buena enseguida le puso las esposas al reptil y colocó un pie en su espalda. En cuanto Jack terminase podrían marcharse y tratarse ese brazo.
—Desactiva el arma mientras yo acabo con este, debería ser el último.
El lagarto, al oír eso, saltó hacia Jack para evitar que tocase el arma. Sin embargo, al hacerlo tenía que pasar junto a Zuko que lo detuvo en el aire dándole un golpe en la nuca con la mano y estampando su morro contra el suelo. No iba a permitirle interrumpir a Jack y la mejor manera de hacerlo era alejarlo de allí. Y tenía el método perfecto para ello. Sin soltarle, empezó a correr hacia delante, la salida de aquella sala, justo al pasillo y a una de las ventanas. Con fuerza lanzó al lagarto por esta, rompiendo los cristales. El dragón saltó detrás de él.
Vio como el reptil estiraba los brazos y sus áxilas salían de golpe unas membranas que le permitieron planear y evitar la caída. El dragón también planeó, estirando sus propias alas, mientras se acercaba a donde estaba el reptil que ya había aterrizado. Antes de tocar el suelo le dio una patada en la cara, haciendo que su rostro chocase contra el suelo volcánico que se había formado en aquella zona de la isla. El dragón entonces tocó tierra por fin, con la mirada fija en el reptil.
—No pienso dejarte volver allí, así que ni lo intentes. Entrégate o te llevaré a Impel Down inconsciente. Tú eliges.
El lagarto lo miró, jadeando. Entonces miró de nuevo hacia el laboratorio. Finalmente, alzó los brazos en señal de rendición. Zuko tomó una postura relajada y se llevó las manos a la espalda, cogiendo las esposas de Kairoseki con cuidado, sintiéndose algo débil al hacerlo. Sin embargo, todo terminaría en cuanto se las pusiese. Se acercó a él y cuando llevó las manos hacia las del reptil, este cerró su fuerte mandíbula en su brazo.
Zuko gritó. El contacto con el kairoseki hacía que aquello fuese peor de lo que podría haber sido. El lagarto no se soltaba, apretaba con fuerza y movía la cabeza. Agarró el brazo del dragón con ambas garras y, de un giro, se lo rompió. El dragón gritó de dolor. Llevó la otra mano a la nuca del reptil y, de un fuerte tirón, llevó su morro a su rodilla, dándole un golpe en el mismo que le hizo sangrar por la nariz y caer al suelo de espaldas. El dragón se maldijo, mirándose el brazo herido, torcido de manera imposible y sangrando. Con la mano buena enseguida le puso las esposas al reptil y colocó un pie en su espalda. En cuanto Jack terminase podrían marcharse y tratarse ese brazo.
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El Vicealmirante, parecía no estar disfrutando del tiempo libre, sino que estaba peleando sin que le hubiese dado tiempo a deshabilitar el láser. El dragón me pidió que fuese yo el que lo hiciese mientras él se enfrentaba al otro lagarto. Los mercenarios me miraron como preguntando si quisiesen ir a ayudarle.
-Tranquilos. El Vicealmirante lagarto puede encargarse del otro lagarto, aunque creo que el fresco le vendría mejor que el calor. – Les informé. – Será mejor que sigamos antes de que nos quemen.
El laboratorio tenía una sala contigua a la que se estaba dando el enfrentamiento. Nos dirigimos sin problemas hasta esta y la inspeccionamos. Ninguno de los tres teníamos ni la más remota idea de donde podría estar la forma de desconectar aquella arma.
Tras unos minutos, el hijo del mercenario, nos llamó para preguntar si un panel de control con pantalla podría ser lo que controlase el artefacto, y tras mirar unos minutos más los botones, controles y ver a través de la pantalla que efectivamente se trataban de los controles del arma, extendí mi mano sobre el panel y comencé a liberar azúcar que se fue infiltrando por las rendijas y ranuras, tanto dentro de la máquina como en los botones y unos momentos después la transformé en caramelo inutilizándola por completo.
-Bueno, se necesitará un buen técnico para arreglar este trasto. – dije satisfecho con el resultado – Pero creo que le falta algo.
El semigigante pareció entenderlo a la primera, y con un par de golpes potentes la máquina quedó para el arrastre, no solo se necesitaría un técnico, sino también un ingeniero para que arreglara la máquina de cero. Terminada la misión era el momento de hablar con Zuko y explicarle la nueva situación de los mercenarios.
-Tranquilos. El Vicealmirante lagarto puede encargarse del otro lagarto, aunque creo que el fresco le vendría mejor que el calor. – Les informé. – Será mejor que sigamos antes de que nos quemen.
El laboratorio tenía una sala contigua a la que se estaba dando el enfrentamiento. Nos dirigimos sin problemas hasta esta y la inspeccionamos. Ninguno de los tres teníamos ni la más remota idea de donde podría estar la forma de desconectar aquella arma.
Tras unos minutos, el hijo del mercenario, nos llamó para preguntar si un panel de control con pantalla podría ser lo que controlase el artefacto, y tras mirar unos minutos más los botones, controles y ver a través de la pantalla que efectivamente se trataban de los controles del arma, extendí mi mano sobre el panel y comencé a liberar azúcar que se fue infiltrando por las rendijas y ranuras, tanto dentro de la máquina como en los botones y unos momentos después la transformé en caramelo inutilizándola por completo.
-Bueno, se necesitará un buen técnico para arreglar este trasto. – dije satisfecho con el resultado – Pero creo que le falta algo.
El semigigante pareció entenderlo a la primera, y con un par de golpes potentes la máquina quedó para el arrastre, no solo se necesitaría un técnico, sino también un ingeniero para que arreglara la máquina de cero. Terminada la misión era el momento de hablar con Zuko y explicarle la nueva situación de los mercenarios.
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