Contratante:Pérez Troita
Descripción: En esta isla la crispación es cada vez mayor. Los partidarios de nuestra causa están casi equiparados con las fuerzas leales a la usurpadora, pero eso no es halagüeño en absoluto. Si bien parece que sus fuerzas son leales, como mínimo, al dinero, nosotros solo podemos fiarnos de su devoción a una causa justa. Por eso, en esta ocasión, necesitamos ayuda. En breves vamos a trasladar un cargamento de armas desde el Cuartel General hasta las catacumbas de la gran catedral de Joy Boy, aún a medio construir. Sin embargo, este se va a enviar en dos etapas: La primera llevará los materiales más valiosos, mientras la segunda las armas comunes y que, realmente, podríamos no necesitar.
Objetivos: Consigue que el cargamento llegue a salvo a su destino.
Objetivo alternativo: Si todo va mal, requisa el cargamento para ganarte la confianza de Hipatia y así tener un agente doble en sus filas.
Premios: En ambos casos, Troita os obsequiará con una cruz de categoría mítica a cada participante (objeto vivo).
Descripción: En esta isla la crispación es cada vez mayor. Los partidarios de nuestra causa están casi equiparados con las fuerzas leales a la usurpadora, pero eso no es halagüeño en absoluto. Si bien parece que sus fuerzas son leales, como mínimo, al dinero, nosotros solo podemos fiarnos de su devoción a una causa justa. Por eso, en esta ocasión, necesitamos ayuda. En breves vamos a trasladar un cargamento de armas desde el Cuartel General hasta las catacumbas de la gran catedral de Joy Boy, aún a medio construir. Sin embargo, este se va a enviar en dos etapas: La primera llevará los materiales más valiosos, mientras la segunda las armas comunes y que, realmente, podríamos no necesitar.
Objetivos: Consigue que el cargamento llegue a salvo a su destino.
Objetivo alternativo: Si todo va mal, requisa el cargamento para ganarte la confianza de Hipatia y así tener un agente doble en sus filas.
Premios: En ambos casos, Troita os obsequiará con una cruz de categoría mítica a cada participante (objeto vivo).
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A Luka le había llegado la información sobre el cargamento que estaba a punto de llegar a la isla. Según el último conteo de uno de los espías unidos a la causa, las fuerzas leales a Hipatia y las que apoyaban a la causa estaban muy parejas. Y aquello significaba que cualquier detalle, por pequeño que pareciese, fuese importante.
El habitante del mar recabó más información por parte de sus compañeros, y empezó a pensar en cómo proteger el cargamento. Aquello de pensar no era su fuerte, pero en determinadas situaciones era capaz de tener algún atisbo de idea relativamente inteligente. Caminó por la casa hasta llegar a la cocina y se preparó un par de tazones de leche con algunos cereales y tras ello fué hasta la habitación de invitados, donde estaba Ryuu.
Quizá saltándose el protocolo de buen huésped, Luka subió las persianas y abrió la ventana de par en par, dejándole el tazón en la mesita que se encontraba en un lateral de la cama. Tras ello, por si no había sido suficiente como para despertarlo, comenzó a hablar en voz baja, trasladando la función de pensar en su compañero.
- Parece que los últimos informes indican que las fuerzas de ambos bandos están bastante igualadas. Y me he enterado de algo que, viendo lo que pasó hace unos días con el discurso de Troita… Seguro que los fieles a Hipatia intentan sabotear. En unos días llegará un cargamento muy importante procedente del cuartel general, con armas y demás enseres necesarios para la guerra que se viene. Y un par de días después, mandarán un segundo cargamento, con objetos menos valiosos. Los dos tendrán como destino la gran catedral de Joy Boy. Tenemos que trazar un plan, coger a algún hombre más y escoltar la mercancía. ¿Qué piensas?
El tiburón se tomaría su desayuno mientras su compañero se levantaba. Probablemente fuese una escena un poco incómoda, pero solo sería la primera de tantas que Ryuu tendría que soportar, así que quizá fuese buena idea que se hiciese a la idea cuanto antes. Por su bien.
El habitante del mar recabó más información por parte de sus compañeros, y empezó a pensar en cómo proteger el cargamento. Aquello de pensar no era su fuerte, pero en determinadas situaciones era capaz de tener algún atisbo de idea relativamente inteligente. Caminó por la casa hasta llegar a la cocina y se preparó un par de tazones de leche con algunos cereales y tras ello fué hasta la habitación de invitados, donde estaba Ryuu.
Quizá saltándose el protocolo de buen huésped, Luka subió las persianas y abrió la ventana de par en par, dejándole el tazón en la mesita que se encontraba en un lateral de la cama. Tras ello, por si no había sido suficiente como para despertarlo, comenzó a hablar en voz baja, trasladando la función de pensar en su compañero.
- Parece que los últimos informes indican que las fuerzas de ambos bandos están bastante igualadas. Y me he enterado de algo que, viendo lo que pasó hace unos días con el discurso de Troita… Seguro que los fieles a Hipatia intentan sabotear. En unos días llegará un cargamento muy importante procedente del cuartel general, con armas y demás enseres necesarios para la guerra que se viene. Y un par de días después, mandarán un segundo cargamento, con objetos menos valiosos. Los dos tendrán como destino la gran catedral de Joy Boy. Tenemos que trazar un plan, coger a algún hombre más y escoltar la mercancía. ¿Qué piensas?
El tiburón se tomaría su desayuno mientras su compañero se levantaba. Probablemente fuese una escena un poco incómoda, pero solo sería la primera de tantas que Ryuu tendría que soportar, así que quizá fuese buena idea que se hiciese a la idea cuanto antes. Por su bien.
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El radiante sol de la mañana le despertó bruscamente al abrirse las ventanas, y el samurái abrió los ojos, confuso:
- ¿Pero qué cojones? - Dijo, sorprendido al ver a Luka ante él tendiéndole un tazón de leche. - ¿Acaso no sabes lo que es la intimidad?
No obstante las palabras del tiburón pronto captaron su atención. Habló acerca de la igualdad existente por el momento entre las fuerzas de la rebelión y las de la usurpadora, y de cómo los cargamentos de armas que iban a trasladar desde el Cuartel General a las catacumbas bajo la nueva Catedral que Rod seguía construyendo podrían ayudar a desequilibrar la balanza. La cosa era que, si Hipatia tenía infiltrados en la organización, como parecía, era probable que se hubiera enterado de dicho traslado y quisiera aprovechar para dar un gran golpe a la rebelión. Al parecer tendría lugar en dos etapas, de las cuales la primera de ellas era vital. Por lo tanto, como expuso el gyojin, debían encargarse de que llegase a buen puerto.
- Tienes razón, suena a una tarea indicada para nosotros. Somos lo suficientemente fuertes para defender los cargamentos de armas, y más si como dices reclutamos a un par de ayudantes. Tal vez los luchadores que frecuentan el gimnasio de Tom y que se han unido a la causa sean una buena opción, ¿qué opinas?
Si el tiburón, que a juzgar por la forma en que le había despertado y por cómo se había tomado la leche mientras él se desperezaba no tenía muy claros los límites de la hospitalidad y la intimidad, se mostraba de acuerdo, el samurái se tomaría su tazón de leche. Una vez acabase propondría a su compañero dirigirse al gimnasio de Tom y, posteriormente, al Cuartel General para hablar con Troita y ofrecerse como protectores de las armas.
- ¿Pero qué cojones? - Dijo, sorprendido al ver a Luka ante él tendiéndole un tazón de leche. - ¿Acaso no sabes lo que es la intimidad?
No obstante las palabras del tiburón pronto captaron su atención. Habló acerca de la igualdad existente por el momento entre las fuerzas de la rebelión y las de la usurpadora, y de cómo los cargamentos de armas que iban a trasladar desde el Cuartel General a las catacumbas bajo la nueva Catedral que Rod seguía construyendo podrían ayudar a desequilibrar la balanza. La cosa era que, si Hipatia tenía infiltrados en la organización, como parecía, era probable que se hubiera enterado de dicho traslado y quisiera aprovechar para dar un gran golpe a la rebelión. Al parecer tendría lugar en dos etapas, de las cuales la primera de ellas era vital. Por lo tanto, como expuso el gyojin, debían encargarse de que llegase a buen puerto.
- Tienes razón, suena a una tarea indicada para nosotros. Somos lo suficientemente fuertes para defender los cargamentos de armas, y más si como dices reclutamos a un par de ayudantes. Tal vez los luchadores que frecuentan el gimnasio de Tom y que se han unido a la causa sean una buena opción, ¿qué opinas?
Si el tiburón, que a juzgar por la forma en que le había despertado y por cómo se había tomado la leche mientras él se desperezaba no tenía muy claros los límites de la hospitalidad y la intimidad, se mostraba de acuerdo, el samurái se tomaría su tazón de leche. Una vez acabase propondría a su compañero dirigirse al gimnasio de Tom y, posteriormente, al Cuartel General para hablar con Troita y ofrecerse como protectores de las armas.
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El gyojin observó cierta reticencia por parte de su compañero para que mantuviese su presencia en la habitación, así que tras escucharle, y asentir ante su propuesta de buscar a gente del dojo de Tom, salió y fue a su cuarto a cambiarse.
Se puso un elegante traje, porque le apetecía. Bajó hasta abajo y esperó a que su compañero estuviera preparado. Cuando lo estuvo, ambos salieron dirección al dojo. Era relativamente pronto, y la gente aún no había empezado a salir a hacer sus quehaceres, por lo que fue un paseo la mar de tranquilo.
- Yo creo que con dos estará bien -comentó, intentando amenizar el paseo-. Quizá Tom nos ayude a establecer algún plan.
Finalmente, un par de minutos más tarde acabaron llegando al dojo. Tras tocar en la puerta un par de veces, salió Tom, visiblemente cansado y con una ropa bastante deportiva. Tras invitarles a entrar, empezó a pensar ante la propuesta del pirata.
- Bowen y Lark son de mis alumnos más avanzados, y se apuntaron los primeros. Son de fiar, y están entrenando ahora mismo. Os los puedo presentar.
Luka observó a Ryuu, y si este no tenía nada que decir, irían hasta la zona de entrenamiento, donde dos de los que estaban entrenando se presentaron como los propios Bowen y Lark.
El primero era un fornido tiburón ballena, mientras que el segundo era un fino y casi siniestro gyojin anguila. Los dos estaban entusiasmados con la idea de ayudar, y pronto empezaron a dar ideas, aunque Luka fue bastante conciso.
- Antes de nada Troita nos tiene que autorizar a ofrecernos como protectores, quizá tenga otros planes.
Cabizbajos, los dos nuevos integrantes del grupo caminaron y cuchichearon entre ellos mientras el tiburón y el semigyojin iban algo más atrás. El cuartel general estaba relativamente cerca del dojo, por lo que no tardaron más de tres o cuatro minutos en llegar. Una vez ahí, el pirata invitó a Ryuu a entrar y solicitar el permiso ante Pérez, mientras tanto se quedaría para hablar con Bowen y Lark.
- Sé que no os ha gustado que no os hiciéramos caso antes, pero tenéis que esperar. Antes de aportar, debemos saber si seremos los encargados de llevar a cabo esta tarea, de lo contrario solo perderemos el tiempo.
Se puso un elegante traje, porque le apetecía. Bajó hasta abajo y esperó a que su compañero estuviera preparado. Cuando lo estuvo, ambos salieron dirección al dojo. Era relativamente pronto, y la gente aún no había empezado a salir a hacer sus quehaceres, por lo que fue un paseo la mar de tranquilo.
- Yo creo que con dos estará bien -comentó, intentando amenizar el paseo-. Quizá Tom nos ayude a establecer algún plan.
Finalmente, un par de minutos más tarde acabaron llegando al dojo. Tras tocar en la puerta un par de veces, salió Tom, visiblemente cansado y con una ropa bastante deportiva. Tras invitarles a entrar, empezó a pensar ante la propuesta del pirata.
- Bowen y Lark son de mis alumnos más avanzados, y se apuntaron los primeros. Son de fiar, y están entrenando ahora mismo. Os los puedo presentar.
Luka observó a Ryuu, y si este no tenía nada que decir, irían hasta la zona de entrenamiento, donde dos de los que estaban entrenando se presentaron como los propios Bowen y Lark.
El primero era un fornido tiburón ballena, mientras que el segundo era un fino y casi siniestro gyojin anguila. Los dos estaban entusiasmados con la idea de ayudar, y pronto empezaron a dar ideas, aunque Luka fue bastante conciso.
- Antes de nada Troita nos tiene que autorizar a ofrecernos como protectores, quizá tenga otros planes.
Cabizbajos, los dos nuevos integrantes del grupo caminaron y cuchichearon entre ellos mientras el tiburón y el semigyojin iban algo más atrás. El cuartel general estaba relativamente cerca del dojo, por lo que no tardaron más de tres o cuatro minutos en llegar. Una vez ahí, el pirata invitó a Ryuu a entrar y solicitar el permiso ante Pérez, mientras tanto se quedaría para hablar con Bowen y Lark.
- Sé que no os ha gustado que no os hiciéramos caso antes, pero tenéis que esperar. Antes de aportar, debemos saber si seremos los encargados de llevar a cabo esta tarea, de lo contrario solo perderemos el tiempo.
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Tras ducharse y vestirse Luka y Ryuu se dirigieron al dojo en busca de dos guerreros cualificados y comprometidos con la rebelión que quisieran ayudarles en aquella misión. Una vez allí Tom, tras saludarles afectuosamente, les recomendó a dos de sus hombres: Bowen y Lark. Ambos eran dos de sus más experimentados alumnos, y también habían sido de los primeros entre todos ellos en declararse partidarios de la rebelión.
No obstante antes de hacer nada necesitaban la autorización de Troita, por lo que tras pedir a los dos guerreros que les acompañasen se pusieron en camino hacia el Cuartel General. Una vez en las inmediaciones del mismo Luka se quedó fuera junto a sus dos voluntariosos ayudantes mientras el samurái entraba en el edificio en busca del líder de la rebelión. No tardó en encontrarle, supervisando el entrenamiento de un grupo de unos veinte reclutas. Al verle, el enorme gyojin pez globo le saludó con efusividad:
- ¡Ryuu! ¡Me alegro mucho de verte, chico! ¿Qué te trae por aquí?
- Buenos días, señor Troita. - Contestó el semigyojin, esbozando una sonrisa. - He venido junto a Luka y a dos de los más poderosos guerreros del dojo de Tom, Bowen y Lark, a ofrecerme para proteger los cargamentos de armas que se van a trasladar hasta las catacumbas de la nueva catedral.
El pez globo se quedó en silencio y se llevó la mano derecha a la barbilla mientras le miraba con expresión dubitativa.
- No sé... - Dijo. - Exponer a dos de los más valiosos apoyos de la rebelión de esa manera me parece muy arriesgado. ¿Qué pasaría si os atacan con tantas fuerzas que alguno o los dos de vosotros acabéis muertos? Sería una pérdida aún más catastrófica que la de las armas.
Su rostro dejaba ver a las claras el estrés constante y la preocupación a las que el líder de la rebelión gyojin estaba sometido en aquellas fechas. Su cometido era de vital importancia y el menor error podía echarlo todo al traste, por lo que la presión era máxima. Y la mayor parte de esa carga descansaba sobre los hombros de Pérez Troita, lo que no debía de ser nada sencillo de soportar.
- Pero piense, ¿quién iba a ser capaz de defender esas armas de forma más eficaz que nosotros? No hay otros dos luchadores con tanto poder en la rebelión, y si además contamos con la ayuda de dos grandes combatientes como Bowen y Lark estoy seguro de que no tendremos demasiados problemas para llevar a cabo la tarea con éxito. ¿No cree que merece la pena arriesgarse aunque solo sea un poco para evitar que los hombres de Hipatia se hagan con tan valioso cargamento?
Tras deliberar en su fuero interno durante lo que debieron ser un par de minutos, la expresión en el rostro de Troita cambió, volviéndose más decidida. Entonces el enorme gyojin dijo:
- De acuerdo, me has convencido. Aunque no me guste tener que tirar de vosotros para una misión tan arriesgada, debo reconocer que tienes razón, Ryuu. El primer cargamento saldrá de aquí esta noche a la una de la madrugada. El trayecto a pie, teniendo en cuenta el peso que será transportado, debería durar aproximadamente una hora y media. La noche siguiente se trasladará el segundo cargamento, pero esta vez la hora de salida será las dos y cinco.
El joven samurái agradeció a Troita su confianza y abandonó el local, informando sobre sus hallazgos a Luka y sus dos acompañantes y animándoles a prepararse a conciencia para ello, pues la situación iba a requerir de todas sus habilidades.
No obstante antes de hacer nada necesitaban la autorización de Troita, por lo que tras pedir a los dos guerreros que les acompañasen se pusieron en camino hacia el Cuartel General. Una vez en las inmediaciones del mismo Luka se quedó fuera junto a sus dos voluntariosos ayudantes mientras el samurái entraba en el edificio en busca del líder de la rebelión. No tardó en encontrarle, supervisando el entrenamiento de un grupo de unos veinte reclutas. Al verle, el enorme gyojin pez globo le saludó con efusividad:
- ¡Ryuu! ¡Me alegro mucho de verte, chico! ¿Qué te trae por aquí?
- Buenos días, señor Troita. - Contestó el semigyojin, esbozando una sonrisa. - He venido junto a Luka y a dos de los más poderosos guerreros del dojo de Tom, Bowen y Lark, a ofrecerme para proteger los cargamentos de armas que se van a trasladar hasta las catacumbas de la nueva catedral.
El pez globo se quedó en silencio y se llevó la mano derecha a la barbilla mientras le miraba con expresión dubitativa.
- No sé... - Dijo. - Exponer a dos de los más valiosos apoyos de la rebelión de esa manera me parece muy arriesgado. ¿Qué pasaría si os atacan con tantas fuerzas que alguno o los dos de vosotros acabéis muertos? Sería una pérdida aún más catastrófica que la de las armas.
Su rostro dejaba ver a las claras el estrés constante y la preocupación a las que el líder de la rebelión gyojin estaba sometido en aquellas fechas. Su cometido era de vital importancia y el menor error podía echarlo todo al traste, por lo que la presión era máxima. Y la mayor parte de esa carga descansaba sobre los hombros de Pérez Troita, lo que no debía de ser nada sencillo de soportar.
- Pero piense, ¿quién iba a ser capaz de defender esas armas de forma más eficaz que nosotros? No hay otros dos luchadores con tanto poder en la rebelión, y si además contamos con la ayuda de dos grandes combatientes como Bowen y Lark estoy seguro de que no tendremos demasiados problemas para llevar a cabo la tarea con éxito. ¿No cree que merece la pena arriesgarse aunque solo sea un poco para evitar que los hombres de Hipatia se hagan con tan valioso cargamento?
Tras deliberar en su fuero interno durante lo que debieron ser un par de minutos, la expresión en el rostro de Troita cambió, volviéndose más decidida. Entonces el enorme gyojin dijo:
- De acuerdo, me has convencido. Aunque no me guste tener que tirar de vosotros para una misión tan arriesgada, debo reconocer que tienes razón, Ryuu. El primer cargamento saldrá de aquí esta noche a la una de la madrugada. El trayecto a pie, teniendo en cuenta el peso que será transportado, debería durar aproximadamente una hora y media. La noche siguiente se trasladará el segundo cargamento, pero esta vez la hora de salida será las dos y cinco.
El joven samurái agradeció a Troita su confianza y abandonó el local, informando sobre sus hallazgos a Luka y sus dos acompañantes y animándoles a prepararse a conciencia para ello, pues la situación iba a requerir de todas sus habilidades.
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El pirata recibió la información por parte de su compañero justo cuando este salió, aunque a juzgar por la sonrisa que traía, iban a ser buenas noticias. Efectivamente, Pérez había accedido a que tanto Ryuu, como Luka y Bowen y Lark fueran los protectores del cargamento en aquella misión. El semigyojin comentó que al principio había sido un poco reticente, ya que valoraba mucho a dos de sus piezas principales como para ponerlas en primera línea tan pronto. El tiburón negó con la cabeza, ya que no compartía la visión del mandamás en aquella ocasión. Si tienes piezas importantes, las debes usar, y cuanto más puedas, mejor. Y eso era algo que Troita debía aprender. Además, el espadachín le transmitió un mensaje muy valioso, ya que el propio Pérez le había dicho que el cargamento saldría de allí a la una de la madrugada, algo que sin duda debía ser un dato a ocultar.
- Bowen, Lark, dejadnos un momento a solas. Tenéis cinco minutos para recapitular todas esas ideas que teníais y elegir una. Tenemos que trazar un plan lo antes posible.
Cuando Bowen y Lark se hubiesen alejado un poco, el gyojin suspiraría, y tras ello entablaría una conversación con Ryuu que esperaba que no cobrase demasiada importancia.
- Me intriga mucho que Pérez te haya dado esa información de manera tan sencilla. Sabemos que tenemos algún topo dentro, y hace unos días esos topos eran la propia escolta del mandamás… ¿Te lo ha dicho en alto? ¿Cuánta gente había delante?
El semblante del gyojin empezaba a lucir cierta preocupación, aunque tenía muy claro que intentarían abordar la carga, le preocupaba que lo hicieran antes de que ellos entrasen en escena.
- Te voy a ser sincero. Sé que van a intentar robarnos la mercancía. Es algo con lo que contaba desde el primer momento, pero me preocupa mucho que, si la información de la que disponemos llega a esa maldita reina, intenten algo antes de que nosotros entremos en escena, y ahí estaremos perdidos -comentó a la par que se llevaba la mano a la barbilla-. Esos dos tenían algún plan, pero no me fío de ellos. No compartas ninguna información con ellos, e intentemos cazarlos si nos mienten. Debemos andar con pies de plomo y no fiarnos de absolutamente nadie. Solo de nosotros dos.
La paranoia de Luka iba en aumento, y estaba empezando a desconfiar de todos los que le rodeaban. Si aquello seguía así, no tardaría mucho tiempo en empezar a desconfiar del propio Pérez Troita e incluso de Ryuu.
- Bowen, Lark, dejadnos un momento a solas. Tenéis cinco minutos para recapitular todas esas ideas que teníais y elegir una. Tenemos que trazar un plan lo antes posible.
Cuando Bowen y Lark se hubiesen alejado un poco, el gyojin suspiraría, y tras ello entablaría una conversación con Ryuu que esperaba que no cobrase demasiada importancia.
- Me intriga mucho que Pérez te haya dado esa información de manera tan sencilla. Sabemos que tenemos algún topo dentro, y hace unos días esos topos eran la propia escolta del mandamás… ¿Te lo ha dicho en alto? ¿Cuánta gente había delante?
El semblante del gyojin empezaba a lucir cierta preocupación, aunque tenía muy claro que intentarían abordar la carga, le preocupaba que lo hicieran antes de que ellos entrasen en escena.
- Te voy a ser sincero. Sé que van a intentar robarnos la mercancía. Es algo con lo que contaba desde el primer momento, pero me preocupa mucho que, si la información de la que disponemos llega a esa maldita reina, intenten algo antes de que nosotros entremos en escena, y ahí estaremos perdidos -comentó a la par que se llevaba la mano a la barbilla-. Esos dos tenían algún plan, pero no me fío de ellos. No compartas ninguna información con ellos, e intentemos cazarlos si nos mienten. Debemos andar con pies de plomo y no fiarnos de absolutamente nadie. Solo de nosotros dos.
La paranoia de Luka iba en aumento, y estaba empezando a desconfiar de todos los que le rodeaban. Si aquello seguía así, no tardaría mucho tiempo en empezar a desconfiar del propio Pérez Troita e incluso de Ryuu.
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Poco después de salir y comentar con Luka, Bowen y Lark lo sucedido en el interior del cuartel, el tiburón se lo llevó a un aparte. Parecía terriblemente paranoico, sospechando de absolutamente todo el mundo. Primero le preguntó cuántas personas había alrededor cuando Troita le comunicó la hora del traslado. El semigyojin se detuvo a pensar hasta que, con convencimiento, fue capaz de asegurar:
- Había tres personas. Una sardina, una trucha y un bacalao. Cualquiera de ellos estaba lo suficientemente cerca para escucharlo, por lo que lo lógico es que sean hombres de confianza de Troita, pero tienes razón. Después de lo que pasó durante el discurso, cualquiera podría ser un traidor.
Poco después el pirata hizo extensiva su suspicacia a los dos guerreros del gimnasio de Tom, ante lo que Ryuu asintió y respondió:
- Estoy de acuerdo. No es que no me fíe de ellos, pero no sabemos lo suficiente sobre ellos como para contarles cada detalle. Yo también creo que vamos a ser atacados durante el trayecto, y debemos estar preparados para luchar en clara inferioridad numérica contra enemigos poderosos. Si tan valioso es ese cargamento e Hipatia es consciente de ello no se contentará con enviar a cualquiera a interceptarlo. Y como bien has mencionado, podría intentar algo antes de la hora. Deberíamos quedarnos aquí sin que nadie más que Troita y nosotros dos lo sepamos desde la cena, vigilando el cargamento desde unas horas antes de su traslado.
El samurái se dirigió entonces nuevamente hacia la posición de Bowen y Lark y, siendo consciente de lo que había propuesto a su compañero, les dijo que ya que era una tarea de vital importancia debían estar allí a las doce y media. No era descartable que les atacasen al comienzo del traslado, cuando más vulnerables serían, por lo que debían estar preparados para entonces.
El Cuartel General estaba fuertemente defendido, motivo por el que seguramente no se produjera ese ataque antes de abandonarlo, pero nada era descartable. Al fin y al cabo el almacén en el que guardaban las armas estaba bastante apartado y, si se tenía información sobre las horas de los cambios de guardia, era algo factible. Así que cuando Bowen y Lark se marcharon a descansr Ryuu se quedaría a cenar con Troita y, esperaba, Luka, para posteriormente ocupar su lugar dentro del almacén desde las diez de la noche.
- Había tres personas. Una sardina, una trucha y un bacalao. Cualquiera de ellos estaba lo suficientemente cerca para escucharlo, por lo que lo lógico es que sean hombres de confianza de Troita, pero tienes razón. Después de lo que pasó durante el discurso, cualquiera podría ser un traidor.
Poco después el pirata hizo extensiva su suspicacia a los dos guerreros del gimnasio de Tom, ante lo que Ryuu asintió y respondió:
- Estoy de acuerdo. No es que no me fíe de ellos, pero no sabemos lo suficiente sobre ellos como para contarles cada detalle. Yo también creo que vamos a ser atacados durante el trayecto, y debemos estar preparados para luchar en clara inferioridad numérica contra enemigos poderosos. Si tan valioso es ese cargamento e Hipatia es consciente de ello no se contentará con enviar a cualquiera a interceptarlo. Y como bien has mencionado, podría intentar algo antes de la hora. Deberíamos quedarnos aquí sin que nadie más que Troita y nosotros dos lo sepamos desde la cena, vigilando el cargamento desde unas horas antes de su traslado.
El samurái se dirigió entonces nuevamente hacia la posición de Bowen y Lark y, siendo consciente de lo que había propuesto a su compañero, les dijo que ya que era una tarea de vital importancia debían estar allí a las doce y media. No era descartable que les atacasen al comienzo del traslado, cuando más vulnerables serían, por lo que debían estar preparados para entonces.
El Cuartel General estaba fuertemente defendido, motivo por el que seguramente no se produjera ese ataque antes de abandonarlo, pero nada era descartable. Al fin y al cabo el almacén en el que guardaban las armas estaba bastante apartado y, si se tenía información sobre las horas de los cambios de guardia, era algo factible. Así que cuando Bowen y Lark se marcharon a descansr Ryuu se quedaría a cenar con Troita y, esperaba, Luka, para posteriormente ocupar su lugar dentro del almacén desde las diez de la noche.
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El tiburón escuchó lo que Ryuu tenía que decirle, y aunque estaba mucho menos paranóico que él, también se había sembrado la semilla de la incertidumbre y el rechazo ante cualquier ser que no formase un vínculo muy cercano a él. Así que siguiendo sus indicaciones, tanto Bowen como Lars fueron citados a las doce y media, hora en la que Luka, Ryuu y Troita ya deberían estar allí.
Desde su ubicación, tanto el semigyojin como el gyojin fueron a cenar junto a Troita. Eran las diez, y el movimiento por la zona era nulo, como un día cualquiera. Pérez los recibió con unos manjares propios de la isla, y durante la cena pudieron charlar de los perímetros de seguridad que habían trazado. El cargamento sería llevado por ocho gyojins, que lo transportarían en carros de gran tamaño. Parecían ser bastantes cercanos a Troita, y no era la primera vez que hacían algún trabajo para él.
Una vez terminaron la cena, Luka se aisló del resto de los allí presentes, salió por la puerta y empezó a evadirse fumándose un cigarrillo con la materia prima que había conseguido horas antes. Allí sentado, en la más profunda de las soledades, cabiló cada opción posible en el trayecto, pero no valdría de mucho. ¿Quién podía tener cubiertos todos los escenarios posibles? Quizá una mente privilegiada, pero Luka estaba lejos de parecer una.
Cuando apagó el cigarro contra la pared, escuchó un ruido en la lejanía, algo que hizo que pusiera los sentidos y fijase la mirada en aquella dirección. Pero un par de segundos después se tranquilizó, al ver cómo eran Lars y Bowen, que venían hablando a un tono casi imperceptible. El pirata los esperó y entró con el resto, y desde allí señaló a la puerta.
- Señores, creo que deberíamos empezar a ir pensando en salir. Hay una calma que no augura nada bueno, pero es lo que nos toca.
Cuando todos estuvieran listos, el tiburón saldría, encabezando el grupo.
Desde su ubicación, tanto el semigyojin como el gyojin fueron a cenar junto a Troita. Eran las diez, y el movimiento por la zona era nulo, como un día cualquiera. Pérez los recibió con unos manjares propios de la isla, y durante la cena pudieron charlar de los perímetros de seguridad que habían trazado. El cargamento sería llevado por ocho gyojins, que lo transportarían en carros de gran tamaño. Parecían ser bastantes cercanos a Troita, y no era la primera vez que hacían algún trabajo para él.
Una vez terminaron la cena, Luka se aisló del resto de los allí presentes, salió por la puerta y empezó a evadirse fumándose un cigarrillo con la materia prima que había conseguido horas antes. Allí sentado, en la más profunda de las soledades, cabiló cada opción posible en el trayecto, pero no valdría de mucho. ¿Quién podía tener cubiertos todos los escenarios posibles? Quizá una mente privilegiada, pero Luka estaba lejos de parecer una.
Cuando apagó el cigarro contra la pared, escuchó un ruido en la lejanía, algo que hizo que pusiera los sentidos y fijase la mirada en aquella dirección. Pero un par de segundos después se tranquilizó, al ver cómo eran Lars y Bowen, que venían hablando a un tono casi imperceptible. El pirata los esperó y entró con el resto, y desde allí señaló a la puerta.
- Señores, creo que deberíamos empezar a ir pensando en salir. Hay una calma que no augura nada bueno, pero es lo que nos toca.
Cuando todos estuvieran listos, el tiburón saldría, encabezando el grupo.
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La cena a la que Troita les convidó fue, a decir verdad, mucho más sofisticada de lo que el samurái había esperado del líder de la rebelión. Por supuesto, todo hecho a base de pescado y marisco, pero de una calidad excepcional. Aunque a decir verdad, tratándose de la Isla Gyojin no era raro encontrar excelentes productos marinos. Mientras tanto les confió que el cargamento sería llevado por ocho gyojin de máxima confianza y que, como protectores asignados, debían asegurarse de que este llegaba a su destino sin importar quién tratase de impedírselo.
Una vez la cena hubo concluido Luka salió al exterior del Cuartel sin mediar palabra. Daba la sensación de querer estar solo, seguramente para prepararse de cara a lo que auguraban sería un traslado bastante dificultoso. Ryuu, por su parte, permaneció en el almacén, sentado cerca de la única puerta. Se mantuvo ojo avizor, pero permitiéndose descansar un rato. Sin embargo todo permaneció tranquilo, sin enemigos que intentasen atacar el Cuartel General. Era lo más lógico, pues era el lugar más fuertemente defendido, pero no dejaba de ser una buena noticia.
Una vez salieron, no obstante, el semigyojin se sentía como si estuviera en mitad de la calma que precede a la tormenta. Pese a que él, Luka, Bowen y Lark rodeaban uno desde cada esquina a la comitiva de ocho transportistas la tensión podía palparse en el ambiente. Amparados en la oscuridad de la noche, avanzaron entre las sombras para minimizar la posibilidad de ser descubiertos. Y durante un buen rato, más de la mitad del camino, pareció que iban a conseguirlo, pero cuando se hallaban cerca del final del Distrito Gyojin, en un área mal iluminada y de calles estrechas y vacías, de repente Ryuu sintió un extraño pitido en los oídos que le alertó de un peligro inminente.
Desenvainó a Kirisame y la elevó sobre su cabeza justo a tiempo de detener la estocada de un gyojin barracuda que había tratado de atacarle desde el aire tras saltar desde el tejado más cercano. Y no era el único. Al menos otros siete enemigos habían hecho acto de presencia. Parecía que empezaba la parte complicada del encargo.
Una vez la cena hubo concluido Luka salió al exterior del Cuartel sin mediar palabra. Daba la sensación de querer estar solo, seguramente para prepararse de cara a lo que auguraban sería un traslado bastante dificultoso. Ryuu, por su parte, permaneció en el almacén, sentado cerca de la única puerta. Se mantuvo ojo avizor, pero permitiéndose descansar un rato. Sin embargo todo permaneció tranquilo, sin enemigos que intentasen atacar el Cuartel General. Era lo más lógico, pues era el lugar más fuertemente defendido, pero no dejaba de ser una buena noticia.
Una vez salieron, no obstante, el semigyojin se sentía como si estuviera en mitad de la calma que precede a la tormenta. Pese a que él, Luka, Bowen y Lark rodeaban uno desde cada esquina a la comitiva de ocho transportistas la tensión podía palparse en el ambiente. Amparados en la oscuridad de la noche, avanzaron entre las sombras para minimizar la posibilidad de ser descubiertos. Y durante un buen rato, más de la mitad del camino, pareció que iban a conseguirlo, pero cuando se hallaban cerca del final del Distrito Gyojin, en un área mal iluminada y de calles estrechas y vacías, de repente Ryuu sintió un extraño pitido en los oídos que le alertó de un peligro inminente.
Desenvainó a Kirisame y la elevó sobre su cabeza justo a tiempo de detener la estocada de un gyojin barracuda que había tratado de atacarle desde el aire tras saltar desde el tejado más cercano. Y no era el único. Al menos otros siete enemigos habían hecho acto de presencia. Parecía que empezaba la parte complicada del encargo.
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El camino que los gyojins recorrieron durante la apacible noche fue demasiado tranquilo. Habían adoptado la premisa de no hablar entre ellos a no ser que fuera estrictamente necesario, sin embargo, dos de los encargados de cargar el material susurraban constantemente en un afán por no aburrirse. Aunque el tiburón deseaba que aquella misión fuese la más aburrida de la historia.
Pero no. Cuando llevaban más o menos la mitad del recorrido, empezaron a transitar calles más estrechas y peor iluminadas que las anteriores. Y entonces les tendieron una emboscada. Desde las alturas empezaron a caer rivales, y pronto los encargados de cargar con la mercancía la dejaron sobre le suelo. Luka estuvo a punto de hablar, pero prefirió actuar.
Cuando un rival se disponía a caer sobre él, se inclinó ligeramente y saltó en su dirección, placándolo en el aire y tirándolo al suelo. Se removió cerca de sus rivales y golpeó en tantas ocasiones que probablemente sus aliados se llevasen algún golpe fortuito. Pero pese a su ímpetu, no consiguió tumbar a nadie.
Quizá fuera hora de emplearse más duramente, o de lo contrario, aquella misión fracasaría a medio camino. Desplazando las partículas de agua de su cuerpo hacia la palma de su mano, el tiburón empezó a realizar movimientos constantes que desplazaban finas gotas de agua hacia sus rivales, como si de agujas se tratasen, con una potencia de balas de cañón. Algunos retrocedieron, un par cayeron al suelo, y los edificios cercanos empezaron a sufrir las consecuencias de su ataque.
- Bowen, Lars, encargáos de los que quedan. ¡Ryu! -girtaría en su dirección- Acaba rápido, tenemos que avanzar.
Mientras su compañero acudía, el pirata intentaría ayudar a sus compañeros, y una vez estuviese cerca, correrían hacia su destino.
Por el camino se encontraron todo tipo de trampas, desde chinchetas, a cepos e incluso diminutos pero resistentes hilos anclados a ambos lados de la calle que hicieron que los gyojins tropezaran. Es entonces cuando Luka frenó a la expedición.
- Si nos han preparado así el camino, eso quiere decir que hay alguien al otro lado, porque saben exactamente por dónde iremos. Tenemos que cambiar la ruta, pero en la siguiente más rápida tardaremos el doble, y no podremos contar con ningún refuerzo, ya que nadie sabrá que iremos por otro lado. Aunque… No hay nadie que quiera masacrar a esa gente tanto como yo.
A los aventureros les quedaba un tercio del viaje, aproximadamente, pero si cambiaban la ruta, tardarían lo mismo que habían tardado hasta la fecha en llegar al punto donde estaban. Y no se garantizaban tener menos problemas. El tiburón miraría a Ryuu, esperando que éste diese su aprobación o negativa al plan que acababa de exponer.
Pero no. Cuando llevaban más o menos la mitad del recorrido, empezaron a transitar calles más estrechas y peor iluminadas que las anteriores. Y entonces les tendieron una emboscada. Desde las alturas empezaron a caer rivales, y pronto los encargados de cargar con la mercancía la dejaron sobre le suelo. Luka estuvo a punto de hablar, pero prefirió actuar.
Cuando un rival se disponía a caer sobre él, se inclinó ligeramente y saltó en su dirección, placándolo en el aire y tirándolo al suelo. Se removió cerca de sus rivales y golpeó en tantas ocasiones que probablemente sus aliados se llevasen algún golpe fortuito. Pero pese a su ímpetu, no consiguió tumbar a nadie.
Quizá fuera hora de emplearse más duramente, o de lo contrario, aquella misión fracasaría a medio camino. Desplazando las partículas de agua de su cuerpo hacia la palma de su mano, el tiburón empezó a realizar movimientos constantes que desplazaban finas gotas de agua hacia sus rivales, como si de agujas se tratasen, con una potencia de balas de cañón. Algunos retrocedieron, un par cayeron al suelo, y los edificios cercanos empezaron a sufrir las consecuencias de su ataque.
- Bowen, Lars, encargáos de los que quedan. ¡Ryu! -girtaría en su dirección- Acaba rápido, tenemos que avanzar.
Mientras su compañero acudía, el pirata intentaría ayudar a sus compañeros, y una vez estuviese cerca, correrían hacia su destino.
Por el camino se encontraron todo tipo de trampas, desde chinchetas, a cepos e incluso diminutos pero resistentes hilos anclados a ambos lados de la calle que hicieron que los gyojins tropezaran. Es entonces cuando Luka frenó a la expedición.
- Si nos han preparado así el camino, eso quiere decir que hay alguien al otro lado, porque saben exactamente por dónde iremos. Tenemos que cambiar la ruta, pero en la siguiente más rápida tardaremos el doble, y no podremos contar con ningún refuerzo, ya que nadie sabrá que iremos por otro lado. Aunque… No hay nadie que quiera masacrar a esa gente tanto como yo.
A los aventureros les quedaba un tercio del viaje, aproximadamente, pero si cambiaban la ruta, tardarían lo mismo que habían tardado hasta la fecha en llegar al punto donde estaban. Y no se garantizaban tener menos problemas. El tiburón miraría a Ryuu, esperando que éste diese su aprobación o negativa al plan que acababa de exponer.
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El samurái realizó una finta por su izquierda para, en el último momento, cambiar la trayectoria del arma y golpear por su derecha, logrando con ello evitar un posible bloqueo del gyojin barracuda y hundiendo el filo de Kirisame en su costado profundamente. Incapaz de continuar combatiendo, su enemigo cayó al suelo. En ese momento Ryuu, viendo que otro de los enemigos corría hacia él con la espada en alto, aceleró bruscamente hasta su máxima velocidad en un movimiento instantáneo que el hombre pez no esperaba y al que no pudo reaccionar a tiempo. La punta de Kirisame le atravesó por completo el pecho, y quedó inerte prácticamente al instante.
El resto de enemigos habían sido también derrotados por el resto de la comitiva, y por lo tanto pronto pudieron continuar su camino. A petición de Luka, el y Ryuu se adelantaron, y gracias a eso pudieron darse cuenta de que algo había cambiado. En aquella recóndita zona de callejuelas estrechas y oscuras los sicarios de la reina habían aprovechado para tender un sinfín de trampas a los encargados del traslado. Tachuelas, clavos, cepos e incluso hilos dispuestos de lado a lado de la calle, tan finos y tensos que el primero que se encontraron les hizo tropezar. El semigyojin, sintiendo cómo el hilo se quebraba al chocar con su tobillo derecho, echó ambas manos hacia delante a gran velocidad y las apoyó en el suelo para detener su caída. Y menos mal que lo hizo, pues casi al instante una enorme cuchilla cayó desde arriba justo ante él, librándose de ser rebanado en dos por apenas unos centímetros. Suspiró aliviado y se levantó, dispuesto a continuar el camino, cuando el comentario del tiburón le hizo detenerse.
- Tienes razón, parece claro que sabían qué camino íbamos a tomar. Lo mejor será dar un rodeo. - Respondió mientras asentía con convicción. Si las trampas ya comenzaban a ser letales no quería imaginar lo que les esperaba el resto del camino.
Así que ambos retrocedieron unos metros hasta la posición del resto de la comitiva y explicaron lo que ocurría. De común acuerdo decidieron alterar su rumbo, siguiendo una calla que Lark propuso y que llevaba por un camino paralelo a la suficiente distancia como para evitar cualquier posible control pero no tan lejos que les llevase demasiado tiempo transitarlo. Era, sin duda, la mejor opción.
Así continuaron sin incidencias hasta que, al doblar una esquina, se encontraron de frente con un mendigo. Este extendió su mano con la palma apuntando hacia el cielo y les pidió una ayuda para comer. El espadachín echó mano de su bolsa dispuesto a dársela cuando un grito ahogado le sorprendió. Miró hacia atrás y pudo ver cómo Bowen caía al suelo con un puñal en su espalda. Lark, tras él, miraba alternativamente al samurái y al tiburón con una extraña sonrisa.
- Habéis caído en la trampa. - Dijo.
En ese momento diez soldados de la reina, perfectamente pertrechados con sus armaduras y sus lanzas, aparecieron ante ellos y otros diez detrás de su posición. Un intenso pitido en los oídos de Ryuu le hizo girar y desenvainar a Kirisame justo a tiempo para interponerla en la trayectoria del espadazo que el mendigo, que se había puesto en pie, le había lanzado. Sin embargo no lo hizo con la suficiente fuerza y el tajo descendente desplazó su arma y, con ella, su brazo y todo su cuerpo hacia el suelo, forzándole a inclinarse hacia delante en exceso. Un potente rodillazó impactó entonces en su rostro, tumbándole boca arriba.
Su enorme habilidad para corregir y adaptar su postura le permitió, en el último momento, mitigar lo suficiente el golpe como para no quedar inconsciente, pero pese a ello cuando se puso en pie se encontraba mareado. La nariz le sangraba profusamente y, casi con total seguridad, estaba rota. El mendigo se deshizo entonces de la raída capa negra que había cubierto su anatomía mientras estaba en el suelo, mostrando un uniforme del ejército real con galones de oficial de alto rango y se encaró con él, dispuesto a rematar lo que había empezado.
El resto de enemigos habían sido también derrotados por el resto de la comitiva, y por lo tanto pronto pudieron continuar su camino. A petición de Luka, el y Ryuu se adelantaron, y gracias a eso pudieron darse cuenta de que algo había cambiado. En aquella recóndita zona de callejuelas estrechas y oscuras los sicarios de la reina habían aprovechado para tender un sinfín de trampas a los encargados del traslado. Tachuelas, clavos, cepos e incluso hilos dispuestos de lado a lado de la calle, tan finos y tensos que el primero que se encontraron les hizo tropezar. El semigyojin, sintiendo cómo el hilo se quebraba al chocar con su tobillo derecho, echó ambas manos hacia delante a gran velocidad y las apoyó en el suelo para detener su caída. Y menos mal que lo hizo, pues casi al instante una enorme cuchilla cayó desde arriba justo ante él, librándose de ser rebanado en dos por apenas unos centímetros. Suspiró aliviado y se levantó, dispuesto a continuar el camino, cuando el comentario del tiburón le hizo detenerse.
- Tienes razón, parece claro que sabían qué camino íbamos a tomar. Lo mejor será dar un rodeo. - Respondió mientras asentía con convicción. Si las trampas ya comenzaban a ser letales no quería imaginar lo que les esperaba el resto del camino.
Así que ambos retrocedieron unos metros hasta la posición del resto de la comitiva y explicaron lo que ocurría. De común acuerdo decidieron alterar su rumbo, siguiendo una calla que Lark propuso y que llevaba por un camino paralelo a la suficiente distancia como para evitar cualquier posible control pero no tan lejos que les llevase demasiado tiempo transitarlo. Era, sin duda, la mejor opción.
Así continuaron sin incidencias hasta que, al doblar una esquina, se encontraron de frente con un mendigo. Este extendió su mano con la palma apuntando hacia el cielo y les pidió una ayuda para comer. El espadachín echó mano de su bolsa dispuesto a dársela cuando un grito ahogado le sorprendió. Miró hacia atrás y pudo ver cómo Bowen caía al suelo con un puñal en su espalda. Lark, tras él, miraba alternativamente al samurái y al tiburón con una extraña sonrisa.
- Habéis caído en la trampa. - Dijo.
En ese momento diez soldados de la reina, perfectamente pertrechados con sus armaduras y sus lanzas, aparecieron ante ellos y otros diez detrás de su posición. Un intenso pitido en los oídos de Ryuu le hizo girar y desenvainar a Kirisame justo a tiempo para interponerla en la trayectoria del espadazo que el mendigo, que se había puesto en pie, le había lanzado. Sin embargo no lo hizo con la suficiente fuerza y el tajo descendente desplazó su arma y, con ella, su brazo y todo su cuerpo hacia el suelo, forzándole a inclinarse hacia delante en exceso. Un potente rodillazó impactó entonces en su rostro, tumbándole boca arriba.
Su enorme habilidad para corregir y adaptar su postura le permitió, en el último momento, mitigar lo suficiente el golpe como para no quedar inconsciente, pero pese a ello cuando se puso en pie se encontraba mareado. La nariz le sangraba profusamente y, casi con total seguridad, estaba rota. El mendigo se deshizo entonces de la raída capa negra que había cubierto su anatomía mientras estaba en el suelo, mostrando un uniforme del ejército real con galones de oficial de alto rango y se encaró con él, dispuesto a rematar lo que había empezado.
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Ryuu no tuvo excesivos problemas en llegar hasta su posición, para ello acabó con dos de los vándalos que les rodearon con una soltura digna de elogio. Aunque los calificativos positivos tendrían que esperar un poco más para salir.
Tras verse presa de una serie de obstáculos, tanto Ryuu como el resto de los tipos estuvieron a favor de cambiar la ruta, algo que parecía ser lo más sensato. El propio criminal estuvo a punto de ser rebanado por una sierra, fruto de una de las últimas trampas que vieron. La cosa se empezaba a poner fea, y tendrían que andar con pies de plomo.
Cuando decidieron cambiar la ruta, no caminaron demasiado hasta que se encontraron un elemento sospechoso; un mendigo. Era el primer ser que encontraban en la calle, y algo le hizo desconfiar al tiburón, aunque su compañero fue mucho más amigable con el individuo. Pero justo en ese momento se torció todo el plan. Un grito ahogado hizo que girase el cuello, en dirección a donde se suponía que estaban los gyojins que cargaban con la mercancía. Bowen había caído fruto de una puñalada por la espalda de Lark, que había sido el causante.
El tiburón miró a Ryuu, y tras ello a Lark. Observó la sangre que se formó alrededor de Bowen y un gesto de rabia inundó su cara. Sus ojos empezaron a tornarse más rojizos, los incisivos se marcaron más, siendo incluso más afilados que antes y sus músculos estaban mucho más definidos, creciendo unos centímetros su contorno.
Al ex-Arashi no le hizo falta que alguien comenzara la contienda para salir corriendo hacia Lark. Él debía de darle su merecido, y eso fue lo que intentó. Cuando se encontraba a medio camino saltó, cargando el puño a la par que su pulsera empezaba a quemarle, sin embargo, dos tipos saltaron de algún lugar y consiguieron placarlo, tirándolo al suelo y raspando su dura piel. Cuando se reincorporó, observó que todos sus compañeros estaban peleando con lo que parecían ser afines a la reina. La rabia aumentó aún más cuando cuatro tipos hicieron un diminuto coro y le acorralaron.
- Cortadle la cabeza, es uno de los guerreros más fuertes de la revuelta.
- Espero que seáis al menos cien -espetó mientras escupía algo de sangre, probablemente fruto del golpe que se había dado al ser placado-, de lo contrario esto será muy rápido.
Los movimientos de los guardias eran veloces, y al tiburón le costó seguirlos al principio, recibiendo algunos cortes superficiales con las espadas y lanzas que portaban. Tuvo que esperar unos segundos hasta que la espada de uno de los atacantes rozó su cuerpo y dejó una posición perfecta para contraatacar. Con su puño recubierto de una película negruzca, el rabioso tiburón consiguió golpear con dureza en el rostro de su rival, desplazándolo unos metros hasta chocar contra uno de los edificios. Ese golpe provocó que se acercasen algunos guardias más, algo que ponía en peor situación aún al habitante del mar.
Tras verse presa de una serie de obstáculos, tanto Ryuu como el resto de los tipos estuvieron a favor de cambiar la ruta, algo que parecía ser lo más sensato. El propio criminal estuvo a punto de ser rebanado por una sierra, fruto de una de las últimas trampas que vieron. La cosa se empezaba a poner fea, y tendrían que andar con pies de plomo.
Cuando decidieron cambiar la ruta, no caminaron demasiado hasta que se encontraron un elemento sospechoso; un mendigo. Era el primer ser que encontraban en la calle, y algo le hizo desconfiar al tiburón, aunque su compañero fue mucho más amigable con el individuo. Pero justo en ese momento se torció todo el plan. Un grito ahogado hizo que girase el cuello, en dirección a donde se suponía que estaban los gyojins que cargaban con la mercancía. Bowen había caído fruto de una puñalada por la espalda de Lark, que había sido el causante.
El tiburón miró a Ryuu, y tras ello a Lark. Observó la sangre que se formó alrededor de Bowen y un gesto de rabia inundó su cara. Sus ojos empezaron a tornarse más rojizos, los incisivos se marcaron más, siendo incluso más afilados que antes y sus músculos estaban mucho más definidos, creciendo unos centímetros su contorno.
Al ex-Arashi no le hizo falta que alguien comenzara la contienda para salir corriendo hacia Lark. Él debía de darle su merecido, y eso fue lo que intentó. Cuando se encontraba a medio camino saltó, cargando el puño a la par que su pulsera empezaba a quemarle, sin embargo, dos tipos saltaron de algún lugar y consiguieron placarlo, tirándolo al suelo y raspando su dura piel. Cuando se reincorporó, observó que todos sus compañeros estaban peleando con lo que parecían ser afines a la reina. La rabia aumentó aún más cuando cuatro tipos hicieron un diminuto coro y le acorralaron.
- Cortadle la cabeza, es uno de los guerreros más fuertes de la revuelta.
- Espero que seáis al menos cien -espetó mientras escupía algo de sangre, probablemente fruto del golpe que se había dado al ser placado-, de lo contrario esto será muy rápido.
Los movimientos de los guardias eran veloces, y al tiburón le costó seguirlos al principio, recibiendo algunos cortes superficiales con las espadas y lanzas que portaban. Tuvo que esperar unos segundos hasta que la espada de uno de los atacantes rozó su cuerpo y dejó una posición perfecta para contraatacar. Con su puño recubierto de una película negruzca, el rabioso tiburón consiguió golpear con dureza en el rostro de su rival, desplazándolo unos metros hasta chocar contra uno de los edificios. Ese golpe provocó que se acercasen algunos guardias más, algo que ponía en peor situación aún al habitante del mar.
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Ryuu maldijo en silencio su ingenuidad al ver cómo el mendigo revelaba ser realmente un oficial del ejército real. Habían caído en su engaño, se habían desviado por el camino indicado por el traidor y habían sido emboscados y rodeados. Y ahora debían salir de allí. No tuvo mucho más tiempo para pensar, pues en apenas un instante el oficial volvió a enarbolar su espada y le atacó con fuerza. El samurái interpuso la suya, sacando ventaja de la perfección de su postura para dar un sutil paso lateral y trazar un veloz arco con el arma, en un hábilmente ejecutado contraataque que logró herir a su enemigo. La primera sangre era suya, aunque la herida causada era a todas luces muy leve, apenas un rasguño.
El militar, un gyojin tiburón martillo, no tardó en volver al ataque. Sus estocadas eran poderosas, aunque la capacidad de Ryuu de amortiguar los golpes y su excelsa postura le permitían desviarlos sin demasiados problemas. Sin embargo hubo algo con lo que no contaba. En un determinado momento su oponente creó dos agujas de agua endurecida que, al mismo tiempo que este le atacaba con la espada, avanzaron hacia él. Incapaz de reaccionar a los tres ataques a un tiempo y pillado por sorpresa, el joven recibió los dos aguijonazos directamente. Las heridas, una en el muslo izquierdo y otra en el hombro derecho, eran pequeñas pero de una profundidad nada desdeñable, y resultaban ciertamente dolorosas. Sin embargo el semigyojin continuó peleando con todo su ímpetu.
Entre giros, saltos y veloces pasos el samurái se movía como una sombra, ágil y letal. Sin embargo su adversario estaba demostrando gran maestría. No era tan rápido como él, pero le aventajaba en fuerza física. Ocasionalmente alguno de los dos espadachines lograba alcanzar al otro, aunque en ninguna de las ocasiones se trató de una herida más que superficial. Ambos estaban realmente igualados,y entonces el oficial de la reina se alejó unos metros y, con apenas un movimiento de su mano izquierda, creó dos esferas de agua de unos diez centímetros de radio cada una. Comenzó a moverlas por el campo de batalla a gran velocidad, entrecruzando sus trayectorias y atacando una y otra vez a Ryuu, siguiendo sus movimientos sin dejarle el más mínimo momento de descanso hasta que, finalmente, una de ellas impactó en su gemelo izquierdo.
Desequilibrado por el golpe, el joven fue incapaz de evitar el impacto de la otra esfera en su espalda y cayó al suelo boca abajo, sin soltar su espada incluso pese a ello. Se levantó apenas un par de segundos después, magullado y dolorido. Aquel combate estaba siendo realmente duro, y tenía que poner toda la carne en el asador. Así, convocó una brillante armadura etérea de un frío color azul en torno a su cuerpo. Las placas tradicionales de los samurái aparecieron a su alrededor, protegiéndole de futuros daños.Era hora de pasar al ataque.
El militar, un gyojin tiburón martillo, no tardó en volver al ataque. Sus estocadas eran poderosas, aunque la capacidad de Ryuu de amortiguar los golpes y su excelsa postura le permitían desviarlos sin demasiados problemas. Sin embargo hubo algo con lo que no contaba. En un determinado momento su oponente creó dos agujas de agua endurecida que, al mismo tiempo que este le atacaba con la espada, avanzaron hacia él. Incapaz de reaccionar a los tres ataques a un tiempo y pillado por sorpresa, el joven recibió los dos aguijonazos directamente. Las heridas, una en el muslo izquierdo y otra en el hombro derecho, eran pequeñas pero de una profundidad nada desdeñable, y resultaban ciertamente dolorosas. Sin embargo el semigyojin continuó peleando con todo su ímpetu.
Entre giros, saltos y veloces pasos el samurái se movía como una sombra, ágil y letal. Sin embargo su adversario estaba demostrando gran maestría. No era tan rápido como él, pero le aventajaba en fuerza física. Ocasionalmente alguno de los dos espadachines lograba alcanzar al otro, aunque en ninguna de las ocasiones se trató de una herida más que superficial. Ambos estaban realmente igualados,y entonces el oficial de la reina se alejó unos metros y, con apenas un movimiento de su mano izquierda, creó dos esferas de agua de unos diez centímetros de radio cada una. Comenzó a moverlas por el campo de batalla a gran velocidad, entrecruzando sus trayectorias y atacando una y otra vez a Ryuu, siguiendo sus movimientos sin dejarle el más mínimo momento de descanso hasta que, finalmente, una de ellas impactó en su gemelo izquierdo.
Desequilibrado por el golpe, el joven fue incapaz de evitar el impacto de la otra esfera en su espalda y cayó al suelo boca abajo, sin soltar su espada incluso pese a ello. Se levantó apenas un par de segundos después, magullado y dolorido. Aquel combate estaba siendo realmente duro, y tenía que poner toda la carne en el asador. Así, convocó una brillante armadura etérea de un frío color azul en torno a su cuerpo. Las placas tradicionales de los samurái aparecieron a su alrededor, protegiéndole de futuros daños.Era hora de pasar al ataque.
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La pulsera continuaba ardiendo, y el tiburón encajaba golpes alrededor de todo su cuerpo, intentando defenderse como podía. Desplazó las partículas de agua hasta sus costados, y de ellos nacieron cuatro brazos acuáticos que permitieron parar algún que otro golpe más, pero cuando intentaba pasar a la ofensiva, le atacaban desde otro flanco.
Aquello empezaba a ser desesperante, tanto que Luka empezó a sentir un intenso agobio. Sus rivales estaban ejecutando algo que con casi total seguridad tenían entrenado. No dejaban ni un segundo de respiro, y cuando el gyojin memorizaba por dónde le venían los golpes, la segunda tanda era distinta. ¿Seguirían algún patrón? Seguro, pero no era uno corto, sino uno probablemente de unas tres o cuatro tandas, algo que se antojaba complicado para el pirata.
Entre corte, hematoma, y empujón, el tiburón recibió un golpe en el mentón con un objeto contundente que lo lanzó hacia atrás unos metros, algo que provocó que los allí presentes diesen un grito de celebración, vitoreando tumbar a la bestia. El habitante del mar se levantó, notó su pulso acelerado, observó su maltrecho cuerpo y entendió que tenía que, de alguna manera, pasar a la ofensiva. Lo bueno era que estaba en una situación idónea en aquel preciso momento.
Luka desplazó las partículas de agua de su interior llevándolas hasta las palmas, y desde allí, realizó una serie de movimientos con los brazos para lanzar ondanadas de diminutas gotas que salieron despedidas a gran velocidad contra sus rivales. Tenían apenas un centímetro de tamaño, sin embargo, su potencia podría compararse con balas de cañón.
Algunos de sus rivales esquivaron con maestría su ataque, mientras que otros recibieron alguna herida, pero ninguno cayó para desgracia del pirata, que volvió a encontrarse rodeado de rivales. De cuatro concretamente. Todos volvieron al ataque, creando más heridas en el tiburón, aunque la más preocupante fue la que uno de los espadachines creó en su torso. Tras esquivar un puñetazo por los pelos, el gyojin vió venir una katana hacia él, e intentó desplazar sus brazos hacia ella para frenarla, pero desde el otro costado una lanza se dirigía hacia su corazón, y provocaba aún más temor, por lo que instintivamente decidió frenar la propia lanza y recibir el corte de la katana. Un feo y doloroso corte que fue frenado por sus duras escamas, aunque antes de ello hendió unos centímetros la carne del gyojin y provocó un río de sangre que caía al suelo. Repleto de nuevo de ira, Luka atrajo hacia sí la lanza y agarró el pecho del humano que la portaba con la siniestra, mientras con la diestra lo cogía del cráneo. Apretó tan fuerte como pudo hasta que el casco se deformó y causó lo mismo en su cabeza. El tipo gritó y el habitante del mar se desahogó de la herida recibida con otro intenso grito. Después lanzó el cuerpo hacia el fondo y se puso la mano sobre la herida, para finalmente llevarse su propia sangre hasta la lengua, saboreándola y siendo consciente de lo que pasaría si el combate se alargaba demasiado.
Aquello empezaba a ser desesperante, tanto que Luka empezó a sentir un intenso agobio. Sus rivales estaban ejecutando algo que con casi total seguridad tenían entrenado. No dejaban ni un segundo de respiro, y cuando el gyojin memorizaba por dónde le venían los golpes, la segunda tanda era distinta. ¿Seguirían algún patrón? Seguro, pero no era uno corto, sino uno probablemente de unas tres o cuatro tandas, algo que se antojaba complicado para el pirata.
Entre corte, hematoma, y empujón, el tiburón recibió un golpe en el mentón con un objeto contundente que lo lanzó hacia atrás unos metros, algo que provocó que los allí presentes diesen un grito de celebración, vitoreando tumbar a la bestia. El habitante del mar se levantó, notó su pulso acelerado, observó su maltrecho cuerpo y entendió que tenía que, de alguna manera, pasar a la ofensiva. Lo bueno era que estaba en una situación idónea en aquel preciso momento.
Luka desplazó las partículas de agua de su interior llevándolas hasta las palmas, y desde allí, realizó una serie de movimientos con los brazos para lanzar ondanadas de diminutas gotas que salieron despedidas a gran velocidad contra sus rivales. Tenían apenas un centímetro de tamaño, sin embargo, su potencia podría compararse con balas de cañón.
Algunos de sus rivales esquivaron con maestría su ataque, mientras que otros recibieron alguna herida, pero ninguno cayó para desgracia del pirata, que volvió a encontrarse rodeado de rivales. De cuatro concretamente. Todos volvieron al ataque, creando más heridas en el tiburón, aunque la más preocupante fue la que uno de los espadachines creó en su torso. Tras esquivar un puñetazo por los pelos, el gyojin vió venir una katana hacia él, e intentó desplazar sus brazos hacia ella para frenarla, pero desde el otro costado una lanza se dirigía hacia su corazón, y provocaba aún más temor, por lo que instintivamente decidió frenar la propia lanza y recibir el corte de la katana. Un feo y doloroso corte que fue frenado por sus duras escamas, aunque antes de ello hendió unos centímetros la carne del gyojin y provocó un río de sangre que caía al suelo. Repleto de nuevo de ira, Luka atrajo hacia sí la lanza y agarró el pecho del humano que la portaba con la siniestra, mientras con la diestra lo cogía del cráneo. Apretó tan fuerte como pudo hasta que el casco se deformó y causó lo mismo en su cabeza. El tipo gritó y el habitante del mar se desahogó de la herida recibida con otro intenso grito. Después lanzó el cuerpo hacia el fondo y se puso la mano sobre la herida, para finalmente llevarse su propia sangre hasta la lengua, saboreándola y siendo consciente de lo que pasaría si el combate se alargaba demasiado.
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Aún no se había deshecho de las esferas de agua, lo cual comenzaba a resultar un problema, pues apenas le dejaban un respiro. No obstante, el pirata encontró un momento para hacer lo propio y, creando dos masas de agua de similar volumen, las interpuso en la trayectoria de las anteriores de forma que la colisión deshiciera las cuatro esferas.
Nuevamente envueltos en un uno contra uno, corsario y militar entrechocaron espadas una y otra vez. Las voluntades de ambos pugnaban por llevar al otro a su terreno y doblegarlo, Ryuu mediante su habilidad y su enemigo mediante la fuerza bruta. Sin embargo, en un momento dado el equilibrio desapareció, pues dos de los soldados intervinieron, atacando al samurái con sus lanzas.
Este, advertido apenas un instante antes de lo que estaba apunto de ocurrir por un familiar pitido en los oídos, se agachó y dio un paso hacia la derecha para evitar los dos lanzazos. Apoyando la mano derecha, en la que no portaba la espada, en el suelo y aprovechando la inercia, levantó los pies del suelo. Con una feroz patada en mitad de la voltereta golpeó al primero de ellos en la cabeza, hundiéndole el cráneo en el casco gracias al poder de su voluntad. Acto seguido, ya en el suelo, realizó un veloz barrido con la misma pierna que desequilibró al soldado restante. Gracias a eso pudo ensartarle con su espada y guarecerse tras su cuerpo durante un instante, evitando así un nuevo tajo del capitán.
Este volvió a la carga sin permitir al pirata el más mínimo momento de descanso. El samurái esquivó la nueva andanada de golpes con soltura y contraatacó con un espadazo horizontal que se encontró con el arma de su enemigo. La fuerza de este ya empezaba a hacer mella en Ryuu, al que cada vez los hombros y los brazos le dolían más. No faltaba mucho para que comenzase a costarle moverlos a la velocidad suficiente. Y si llegaba a ese punto, contra un enemigo como aquel estaría perdido.
Nuevamente envueltos en un uno contra uno, corsario y militar entrechocaron espadas una y otra vez. Las voluntades de ambos pugnaban por llevar al otro a su terreno y doblegarlo, Ryuu mediante su habilidad y su enemigo mediante la fuerza bruta. Sin embargo, en un momento dado el equilibrio desapareció, pues dos de los soldados intervinieron, atacando al samurái con sus lanzas.
Este, advertido apenas un instante antes de lo que estaba apunto de ocurrir por un familiar pitido en los oídos, se agachó y dio un paso hacia la derecha para evitar los dos lanzazos. Apoyando la mano derecha, en la que no portaba la espada, en el suelo y aprovechando la inercia, levantó los pies del suelo. Con una feroz patada en mitad de la voltereta golpeó al primero de ellos en la cabeza, hundiéndole el cráneo en el casco gracias al poder de su voluntad. Acto seguido, ya en el suelo, realizó un veloz barrido con la misma pierna que desequilibró al soldado restante. Gracias a eso pudo ensartarle con su espada y guarecerse tras su cuerpo durante un instante, evitando así un nuevo tajo del capitán.
Este volvió a la carga sin permitir al pirata el más mínimo momento de descanso. El samurái esquivó la nueva andanada de golpes con soltura y contraatacó con un espadazo horizontal que se encontró con el arma de su enemigo. La fuerza de este ya empezaba a hacer mella en Ryuu, al que cada vez los hombros y los brazos le dolían más. No faltaba mucho para que comenzase a costarle moverlos a la velocidad suficiente. Y si llegaba a ese punto, contra un enemigo como aquel estaría perdido.
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La sangre seguía manando por su cuerpo, y cada esfuerzo por esquivar un ataque de sus rivales no hacía sino incrementar esa sensación de dolor interno que no cesaba ni un segundo. El pirata no solo esquivaba, sino que golpeaba a cada segundo que podía. Pero si cada rival recibía un simple golpe cada treinta segundos, se podía recuperar con suma facilidad. Aunque claro, la fuerza del tiburón no era una fuerza normal. Quizá si…
Una lanza pasó a escasos tres centímetros de su cabeza, haciéndole ver que o hacía algo rápido, o aquella historia de revolución finalizaría allí mismo. ¿Qué ocurriría si el comando organizado por Pérez perdía a dos de sus más importantes hombres? ¿Sería un palo del que el grupo se podría recuperar? Algo le decía que la respuesta era no. Aunque quizá fuese su egocentrismo.
Tras recibir un último tajo superficial a la altura del antebrazo, el pirata dió un par de pasos hacia atrás, recobrando el aliento y adoptando una pose ofensiva. La musculatura de su brazo incrementando, haciendo notar sobre todo un bíceps que probablemente duplicaría su tamaño normal. Con la mano izquierda marcó la dirección a la cual iba a ir su ataque, y con la diestra se preparó hasta el momento perfecto. Pasaron dos segundos hasta que algunos de los gyojins se acercaron hasta él. Eran un total de cuatro, y estaban separados por una corta distancia en un afán por rodear a su rival. Aunque en aquella ocasión no adoptaron una posición circular como antes, sino una líneal, algo que al pirata le iba totalmente perfecto.
Con un veloz y seco movimiento el pirata realizó un contudente puñetazo al aire que provocó una onda de choque de un tamaño bestial. Incrementado en parte por la fortuna de la diosa que se materializaba en su pulsera, adoptó una dimensión de treinta y cinco metros, suficiente para lanzar por los aires a los afines a la reina, que chocaron con violencia contra alguna de las casas que la onda se llevó por delante. Los escombros golpearon a los allí presentes, Luka incluido, y una nube de polvo generada tras el derrumbe de la casa hizo que el pirata se asustara y fuera hasta el lugar exacto donde estaba la mercancía, asegurándose de que seguía allí.
Desde su posición escuchaba algún que otro golpe, sollozo y metal chocando contra otro, pero no podía ver mucho, así que se limitó a esperar a que la nube se disolviera y ver en qué estado se encontraba su grupo. Si conseguían ganar, trataría a todos los heridos graves antes de salir, mientras que a los leves lo haría mientras continuaban el viaje. Aunque claro, empezaría por su fea herida, de lo contrario probablemente no pudiera curarlos a todos.
Una lanza pasó a escasos tres centímetros de su cabeza, haciéndole ver que o hacía algo rápido, o aquella historia de revolución finalizaría allí mismo. ¿Qué ocurriría si el comando organizado por Pérez perdía a dos de sus más importantes hombres? ¿Sería un palo del que el grupo se podría recuperar? Algo le decía que la respuesta era no. Aunque quizá fuese su egocentrismo.
Tras recibir un último tajo superficial a la altura del antebrazo, el pirata dió un par de pasos hacia atrás, recobrando el aliento y adoptando una pose ofensiva. La musculatura de su brazo incrementando, haciendo notar sobre todo un bíceps que probablemente duplicaría su tamaño normal. Con la mano izquierda marcó la dirección a la cual iba a ir su ataque, y con la diestra se preparó hasta el momento perfecto. Pasaron dos segundos hasta que algunos de los gyojins se acercaron hasta él. Eran un total de cuatro, y estaban separados por una corta distancia en un afán por rodear a su rival. Aunque en aquella ocasión no adoptaron una posición circular como antes, sino una líneal, algo que al pirata le iba totalmente perfecto.
Con un veloz y seco movimiento el pirata realizó un contudente puñetazo al aire que provocó una onda de choque de un tamaño bestial. Incrementado en parte por la fortuna de la diosa que se materializaba en su pulsera, adoptó una dimensión de treinta y cinco metros, suficiente para lanzar por los aires a los afines a la reina, que chocaron con violencia contra alguna de las casas que la onda se llevó por delante. Los escombros golpearon a los allí presentes, Luka incluido, y una nube de polvo generada tras el derrumbe de la casa hizo que el pirata se asustara y fuera hasta el lugar exacto donde estaba la mercancía, asegurándose de que seguía allí.
Desde su posición escuchaba algún que otro golpe, sollozo y metal chocando contra otro, pero no podía ver mucho, así que se limitó a esperar a que la nube se disolviera y ver en qué estado se encontraba su grupo. Si conseguían ganar, trataría a todos los heridos graves antes de salir, mientras que a los leves lo haría mientras continuaban el viaje. Aunque claro, empezaría por su fea herida, de lo contrario probablemente no pudiera curarlos a todos.
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El combate continuó y, pese a que la armadura de energía le permitía aguantar mejor las acometidas de su rival, ya se le estaba empezando a hacer cuesta arriba. Aquel tipo parecía ser inasequible al desaliento, y la fuerza de sus golpes no había disminuido lo más mínimo ni había dado ningún indicio de que fuese a hacerlo pronto. Sin embargo a Ryuu ya comenzaba a costarle seguir aquel ritmo. Los brazos le dolían tras haber detenido tantos y tantos espadazos del capitán, y debido a ello sus movimientos ya no eran tan fluidos como acostumbraban. Las cosas empezaban a pintar mal.
Viéndose en tan poco ventajosa posición, a la mente del semigyojin vino una de las enseñanzas de su maestro, años atrás en el dojo de Kuri. Evocó su voz diciéndole que, en ocasiones, un samurái debía demostrar que no tenía miedo alguno a la muerte, abrazarla como una posibilidad y asumir riesgos. "Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas", era una de las frases que le había dicho.
Así, dándose cuenta de que si el combate se prolongaba mucho más no acabaría bien para él, el pirata decidió que era el momento de poner en práctica aquella lección. Miró con decisión a su oponente, que cargaba nuevamente contra él, y no titubeó. Dio un paso hacia delante para enfrentarle y, cuando el capitán le lanzó un tajo horizontal, no se apartó. Al contrario, continuó avanzando y adaptó ligeramente su postura para recibir el espadazo de lleno en el brazo derecho, que tenía pegado al cuerpo.
Un estallido de dolor le invadió en el momento en el que el frío acero penetró su carne, abriéndose paso entre las fibras musculares de su extremidad. Sin embargo, al continuar avanzando, el pirata había aprovechado para lanzar una estocada a fondo con su brazo izquierdo, el que portaba su espada. Sorprendido por un movimiento que no esperaba ya que suponía correr un alto riesgo para la integridad física propia por parte del semigyojin, el capitán no pudo evitar que dicha estocada se hundiera en su pecho, atravesando su corazón y matándole en el acto.
Ryuu, incapaz de mover el brazo derecho por el dolor y la herida, cayó de rodillas sobre el suelo. Respiró aliviado, pues pese al atroz dolor que sentía la satisfacción de haber vencido a su enemigo por un instante se sobrepuso a este. Apenas un momento después volvió a sentir con toda su intensidad los estímulos que las fibras musculares desgarradas de su brazo le mandaban. La herida, ancha y profunda, sangraba de forma muy abundante, y probablemente iba a necesitar que su amigo el tiburón le echase un ojo pronto. Aún así seguramente le costaría varios días recobrar la movilidad y la fuerza completas de la extremidad, por lo que iba a tener que apañarse el resto del encargo con tan solo un brazo.
Miró a su alrededor y pudo comprobar que habían logrado deshacerse de todos los asaltantes. Bowen y cuatro de los transportistas habían caído, pero los otros cuatro, así como Luka, seguían con vida y la mercancía no había sido robada. Iban a poder continuar con su camino.
Viéndose en tan poco ventajosa posición, a la mente del semigyojin vino una de las enseñanzas de su maestro, años atrás en el dojo de Kuri. Evocó su voz diciéndole que, en ocasiones, un samurái debía demostrar que no tenía miedo alguno a la muerte, abrazarla como una posibilidad y asumir riesgos. "Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas", era una de las frases que le había dicho.
Así, dándose cuenta de que si el combate se prolongaba mucho más no acabaría bien para él, el pirata decidió que era el momento de poner en práctica aquella lección. Miró con decisión a su oponente, que cargaba nuevamente contra él, y no titubeó. Dio un paso hacia delante para enfrentarle y, cuando el capitán le lanzó un tajo horizontal, no se apartó. Al contrario, continuó avanzando y adaptó ligeramente su postura para recibir el espadazo de lleno en el brazo derecho, que tenía pegado al cuerpo.
Un estallido de dolor le invadió en el momento en el que el frío acero penetró su carne, abriéndose paso entre las fibras musculares de su extremidad. Sin embargo, al continuar avanzando, el pirata había aprovechado para lanzar una estocada a fondo con su brazo izquierdo, el que portaba su espada. Sorprendido por un movimiento que no esperaba ya que suponía correr un alto riesgo para la integridad física propia por parte del semigyojin, el capitán no pudo evitar que dicha estocada se hundiera en su pecho, atravesando su corazón y matándole en el acto.
Ryuu, incapaz de mover el brazo derecho por el dolor y la herida, cayó de rodillas sobre el suelo. Respiró aliviado, pues pese al atroz dolor que sentía la satisfacción de haber vencido a su enemigo por un instante se sobrepuso a este. Apenas un momento después volvió a sentir con toda su intensidad los estímulos que las fibras musculares desgarradas de su brazo le mandaban. La herida, ancha y profunda, sangraba de forma muy abundante, y probablemente iba a necesitar que su amigo el tiburón le echase un ojo pronto. Aún así seguramente le costaría varios días recobrar la movilidad y la fuerza completas de la extremidad, por lo que iba a tener que apañarse el resto del encargo con tan solo un brazo.
Miró a su alrededor y pudo comprobar que habían logrado deshacerse de todos los asaltantes. Bowen y cuatro de los transportistas habían caído, pero los otros cuatro, así como Luka, seguían con vida y la mercancía no había sido robada. Iban a poder continuar con su camino.
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Cuando la nube de polvo se disipó, el pirata aguardaba a ver un resultado de la batalla. Había planteado un par de escenarios en su mente, probablemente yéndose a los dos extremos posibles, que estuviese solo y hubiese un montón de rivales esperándole, o que hubieran vencido con facilidad a los afines a la reina. Pero como en casi todo en la vida, las cosas no son negras o blancas, sino que hay ciertos matices que nos hacen difrutarlas u odiarlas a partes iguales.
En aquella situación, habían quedado cuatro gyojins, que sumados a Ryuu y al propio Luka eran un total de seis. Aunque a juzgar por la ofensiva que había mandado al reina, el resto del camino debería ser más sencillo. ¿O sacrificaría a más gente a cambio del cargamento? Quién sabe la importancia que podía darle.
El tiburón sacó de su mochila varios desinfectantes y algún que otro analgésico para calmar el dolor, y lo primero que hizo fue tratarse a sí mismo. No era un tema de egoísmo, sino más bien un tema de efectividad. Cuanto mejor fuese el estado del habitante del mar, mejor podría tratar a sus compañeros.
- Dos de vosotros -comentó mientras se levantaba, una vez había aplicado un par de vendajes y se había tomado dos pastillas-, los que estéis más enteros, avanzad solos un par de calles, y ante cualquier peligro, volved. Necesitamos saber si nos estamos exponiendo más aún.
Tras ello, el pirata se fue hasta la posición de Ryuu, visiblemente mermado, y empezó a atenderle. Tenía varias heridas, aunque la más fea era la del brazo. El corte había provocado algún daño interno, rasgando algún músculo, aunque afortunadamente el estado de su extremidad no peligraba. Se tiró un par de minutos vendándole el brazo tras aplicar las medicinas apropiadas y avisarle que quizá le escocería un poco. Aunque viendo su estado, no iba a ser el mayor dolor que sufriera aquella noche.
- Esto nos está dejando claro que no es un juego. Seguimos sin poder fiarnos de nadie -susurró, para que solo su compañero le oyera-. Tenemos que reunirnos con Troita cuando todo esto acabe y elaborar un plan. Debemos evitar dar información así. Hay que confundir a los posibles topos.
El gyojin estaba preocupado por ese tema, aunque su mente estaba más centrada en curar al resto de los semigyojins. El tiburón le dijo a Ryuu que descansara un par de minutos, y trataría sus heridas más leves mientras caminaban. Atendió a un par de gyojins con feas heridas, y tras ello esperó a que la expedición de los dos hermanos volviese.
- Está todo despejado -dijo el primero, mientras se dirigía a cargar los bienes-. Vamos rápido y terminemos ya.
Luka asintió a la par que organizó los relevos de la gente para ser atendidos. No era sencillo atender a la gente mientras caminaban, pero al ser labores simples como vendar, sanar o chequear el estado de las heridas más leves, pudo hacerlo sin problemas.
No pasaron más de diez minutos hasta que los gyojins llegaron a la catedral, el destino final del cargamento, donde esperaba Pérez con alguna que otra persona más de su confianza. Su rostro de sorpresa al ver al grupo tan reducido y herido se hizo notar.
- ¿Y el resto? -preguntó, en un intento ignorante por querer cambiar lo ocurrido.
- No hay resto -contestó de manera tajante el gyojin mientras ayudaba a depositar con delicadeza la caja-. Tendrás el segundo cargamento enseguida.
- No. No os volváis a arriesgar, ya hemos perdido bastante.
- Si crees que estas vidas son las únicas que vas a perder en esta guerra, estás muy equivocado, Pérez. Vete acostumbrándote o lo pasarás aún peor.
Probablemente la respuesta de Luka fuese mucho más ruda de lo que la situación requería, aunque al haber sido víctima de aquella trampa y traicionado de nuevo por teóricos aliados, se sintió tan disgustado que Pérez fue quien acabó pagándolo. No esperó a obtener una respuesta del líder para salir de la catedral y dirigirse de nuevo hacia el lugar donde empezó la carga. Ahora tocaba el segundo cargamento. ¿Le acompañaría alguien?
En aquella situación, habían quedado cuatro gyojins, que sumados a Ryuu y al propio Luka eran un total de seis. Aunque a juzgar por la ofensiva que había mandado al reina, el resto del camino debería ser más sencillo. ¿O sacrificaría a más gente a cambio del cargamento? Quién sabe la importancia que podía darle.
El tiburón sacó de su mochila varios desinfectantes y algún que otro analgésico para calmar el dolor, y lo primero que hizo fue tratarse a sí mismo. No era un tema de egoísmo, sino más bien un tema de efectividad. Cuanto mejor fuese el estado del habitante del mar, mejor podría tratar a sus compañeros.
- Dos de vosotros -comentó mientras se levantaba, una vez había aplicado un par de vendajes y se había tomado dos pastillas-, los que estéis más enteros, avanzad solos un par de calles, y ante cualquier peligro, volved. Necesitamos saber si nos estamos exponiendo más aún.
Tras ello, el pirata se fue hasta la posición de Ryuu, visiblemente mermado, y empezó a atenderle. Tenía varias heridas, aunque la más fea era la del brazo. El corte había provocado algún daño interno, rasgando algún músculo, aunque afortunadamente el estado de su extremidad no peligraba. Se tiró un par de minutos vendándole el brazo tras aplicar las medicinas apropiadas y avisarle que quizá le escocería un poco. Aunque viendo su estado, no iba a ser el mayor dolor que sufriera aquella noche.
- Esto nos está dejando claro que no es un juego. Seguimos sin poder fiarnos de nadie -susurró, para que solo su compañero le oyera-. Tenemos que reunirnos con Troita cuando todo esto acabe y elaborar un plan. Debemos evitar dar información así. Hay que confundir a los posibles topos.
El gyojin estaba preocupado por ese tema, aunque su mente estaba más centrada en curar al resto de los semigyojins. El tiburón le dijo a Ryuu que descansara un par de minutos, y trataría sus heridas más leves mientras caminaban. Atendió a un par de gyojins con feas heridas, y tras ello esperó a que la expedición de los dos hermanos volviese.
- Está todo despejado -dijo el primero, mientras se dirigía a cargar los bienes-. Vamos rápido y terminemos ya.
Luka asintió a la par que organizó los relevos de la gente para ser atendidos. No era sencillo atender a la gente mientras caminaban, pero al ser labores simples como vendar, sanar o chequear el estado de las heridas más leves, pudo hacerlo sin problemas.
No pasaron más de diez minutos hasta que los gyojins llegaron a la catedral, el destino final del cargamento, donde esperaba Pérez con alguna que otra persona más de su confianza. Su rostro de sorpresa al ver al grupo tan reducido y herido se hizo notar.
- ¿Y el resto? -preguntó, en un intento ignorante por querer cambiar lo ocurrido.
- No hay resto -contestó de manera tajante el gyojin mientras ayudaba a depositar con delicadeza la caja-. Tendrás el segundo cargamento enseguida.
- No. No os volváis a arriesgar, ya hemos perdido bastante.
- Si crees que estas vidas son las únicas que vas a perder en esta guerra, estás muy equivocado, Pérez. Vete acostumbrándote o lo pasarás aún peor.
Probablemente la respuesta de Luka fuese mucho más ruda de lo que la situación requería, aunque al haber sido víctima de aquella trampa y traicionado de nuevo por teóricos aliados, se sintió tan disgustado que Pérez fue quien acabó pagándolo. No esperó a obtener una respuesta del líder para salir de la catedral y dirigirse de nuevo hacia el lugar donde empezó la carga. Ahora tocaba el segundo cargamento. ¿Le acompañaría alguien?
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Por suerte el resto del camino transcurrió sin incidencias y el grupo, pese a haber visto notablemente reducido su número, pudo finalmente cumplir con su cometido. Para sorpresa de Ryuu el propio Pérez Troita les estaba esperando, pues quería asegurarse personalmente de que el cargamento hubiese llegado íntegro a su destino. La expresión desolada de su rostro al ver la cantidad de bajas dejaba muy a las claras que el líder de la rebelión realmente se preocupaba por su gente. De hecho fue Luka quien tuvo que animarle a no cancelar el segundo traslado de armas, pues era muy reacio a arriesgar más vidas para ello. Sin embargo la postura del tiburón era, a juicio del samurái, la correcta, pues se hallaban al borde de una guerra civil y, por desgracia, de aquellas situaciones era imposible salir sin bajas. Eso sí, debían hacer todo lo posible por reducirlas al mínimo.
- No te preocupes, haremos todo lo que esté en nuestra mano para minimizar la pérdida de vidas. - Dijo, tratando de compensar en parte el exceso de brusquedad de su compañero. - Luka tiene razón, es inevitable que algunas personas mueran, pero todos conocemos los riesgos y, si estamos dispuestos a asumirlos es porque de lo contrario el destino de esta isla y sus gentes será infinitamente peor. Es duro, pero debemos resistir.
Apretó ligeramente el hombro de Troita con la mano, tratando de darle ánimo, para acto seguido despedirse de él y seguir a Luka al exterior.
En cuanto pudo tumbarse en la cama se quedó dormido prácticamente al instante. Necesitaba un buen descanso que le permitiera recuperarse del intenso combate que se habían visto forzados a librar. Además la noche siguiente iban a pasarla nuevamente en vela, pues a las dos y cinco el segundo cargamento saldría del almacén del Cuartel General, en dirección a la catedral. Solo que en esta ocasión tomarían una ruta alternativa y más larga, buscando sorprender a los posibles hombres que la reina enviase y evitar ser interceptados por ellos.
- No te preocupes, haremos todo lo que esté en nuestra mano para minimizar la pérdida de vidas. - Dijo, tratando de compensar en parte el exceso de brusquedad de su compañero. - Luka tiene razón, es inevitable que algunas personas mueran, pero todos conocemos los riesgos y, si estamos dispuestos a asumirlos es porque de lo contrario el destino de esta isla y sus gentes será infinitamente peor. Es duro, pero debemos resistir.
Apretó ligeramente el hombro de Troita con la mano, tratando de darle ánimo, para acto seguido despedirse de él y seguir a Luka al exterior.
En cuanto pudo tumbarse en la cama se quedó dormido prácticamente al instante. Necesitaba un buen descanso que le permitiera recuperarse del intenso combate que se habían visto forzados a librar. Además la noche siguiente iban a pasarla nuevamente en vela, pues a las dos y cinco el segundo cargamento saldría del almacén del Cuartel General, en dirección a la catedral. Solo que en esta ocasión tomarían una ruta alternativa y más larga, buscando sorprender a los posibles hombres que la reina enviase y evitar ser interceptados por ellos.
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El tiburón llegó a la base desde la cual saldría el segundo pedido cabizbajo y pensativo. En su interior algo le decía que podían haber tomado otras decisiones. La de adoptar una nueva ruta había sido una idea suya, y pese a que todos estuvieron a favor, no dejaba de sentirse culpable por ello.
Un gyojin pez martillo de avanzada edad abrió al gyojin. Habían montado un operativo de diez hombres en el almacén, y se sorprendieron al ver a Luka tan temprano. Le hicieron algunas preguntas, y el pirata no tuvo ningún problema en responderlas. Se dedicó a decir la verdad, que habían sido traicionados por un tipo y que habían sufrido algunas bajas más de las previstas. Pero recalcó en varias ocasiones que el objetivo se había cumplido.
Hubo una pequeña disputa verbal entre los presentes, algunos veían positivo realizar el segundo envío mientras que otros pensaban que sería algo más inútil. Luka los escuchó hasta que todos le miraron, buscando en él una respuesta que los calmara.
- Yo tenía que estar ahora en la cama -comentó a la par que se levantaba y alguno de los presentes lanzaba una pequeña carcajada-. Pero no lo estoy, estoy aquí, con vosotros. Varias horas antes de que empiece nuestra misión. ¿Y por qué? Porque he estado ahí fuera y he visto como nos la han jugado, y no lo voy a volver a permitir. Para empezar, no vamos a realizar ninguna misión importante con gente de la que no nos fiemos al cien por cien. Gente por la que no nos tiemble el pulso en jugarnos la vida. El segundo cargamento lo haremos cinco personas. Tres cargarán, e iremos Ryuu y yo. Si la cosa se tuerce, perderéis como máximo cinco vidas. Minimizamos riesgos, pero a su vez la probabilidad de que salga bien, es mayor. Somos pocos pero fuertes, haremos menos ruidos y será menos probable que alguno nos traicione. Y ahora, si me disculpáis, voy a dormir en ese sofá asqueroso un rato. Levantadme media hora antes de la misión.
El resto de gyojins se quedaron un poco pensativos. Probablemente algunos se preguntaran desde cuando Luka era jefe o tenía algún puesto de mando. Lo cierto era que sus palabras no eran más que eso, palabras, nada cercano a una orden. Pero la convicción con las que las decía no hacía sino incrementar la sensación de su poder, ya no solo físico, sino también en aquella organización.
El habitante del mar se tumbaría en el sofá e intentaría dormir un rato, a pesar de la incomodidad que éste producía y del dolor de sus heridas. Con suerte el siguiente envío, al ser teóricamente menos goloso, tendría menos consecuencias por parte de la reina.
Un gyojin pez martillo de avanzada edad abrió al gyojin. Habían montado un operativo de diez hombres en el almacén, y se sorprendieron al ver a Luka tan temprano. Le hicieron algunas preguntas, y el pirata no tuvo ningún problema en responderlas. Se dedicó a decir la verdad, que habían sido traicionados por un tipo y que habían sufrido algunas bajas más de las previstas. Pero recalcó en varias ocasiones que el objetivo se había cumplido.
Hubo una pequeña disputa verbal entre los presentes, algunos veían positivo realizar el segundo envío mientras que otros pensaban que sería algo más inútil. Luka los escuchó hasta que todos le miraron, buscando en él una respuesta que los calmara.
- Yo tenía que estar ahora en la cama -comentó a la par que se levantaba y alguno de los presentes lanzaba una pequeña carcajada-. Pero no lo estoy, estoy aquí, con vosotros. Varias horas antes de que empiece nuestra misión. ¿Y por qué? Porque he estado ahí fuera y he visto como nos la han jugado, y no lo voy a volver a permitir. Para empezar, no vamos a realizar ninguna misión importante con gente de la que no nos fiemos al cien por cien. Gente por la que no nos tiemble el pulso en jugarnos la vida. El segundo cargamento lo haremos cinco personas. Tres cargarán, e iremos Ryuu y yo. Si la cosa se tuerce, perderéis como máximo cinco vidas. Minimizamos riesgos, pero a su vez la probabilidad de que salga bien, es mayor. Somos pocos pero fuertes, haremos menos ruidos y será menos probable que alguno nos traicione. Y ahora, si me disculpáis, voy a dormir en ese sofá asqueroso un rato. Levantadme media hora antes de la misión.
El resto de gyojins se quedaron un poco pensativos. Probablemente algunos se preguntaran desde cuando Luka era jefe o tenía algún puesto de mando. Lo cierto era que sus palabras no eran más que eso, palabras, nada cercano a una orden. Pero la convicción con las que las decía no hacía sino incrementar la sensación de su poder, ya no solo físico, sino también en aquella organización.
El habitante del mar se tumbaría en el sofá e intentaría dormir un rato, a pesar de la incomodidad que éste producía y del dolor de sus heridas. Con suerte el siguiente envío, al ser teóricamente menos goloso, tendría menos consecuencias por parte de la reina.
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Luka le avisó varias horas antes de la que había sido programada para el inicio del transporte diciendo que quería hablar con todos los encargados de la tarea. El semigyojin, consciente de la absoluta implicación de su amigo con la causa y de su tendencia a devanarse los sesos tratando de hallar soluciones, acudió cuando le indicó. Una vez todos estuvieron allí el tiburón anunció su intención de realizar el traslado en un grupo más pequeño. Este cargamento era menor, y no hacían falta tantas personas cargándolo. Además así podían establecer mucho mejor que quien formase parte del equipo fuese alguien totalmente de fiar.
El samurái asintió al escuchar sus palabras y, posteriormente, se mostró de acuerdo con ellas en voz alta, dejando claro su apoyo a la opinión de Luka.
Una vez la hora indicada llegó solo eran cinco las personas que quedaban allí. Los tres gyojin que iban a cargar la mercancía, todos ellos supervivientes del anterior envío, y los dos protectores. Mirando a sus compañeros, Ryuu comenzó a dar instrucciones de cara al traslado:
- A diferencia del anterior traslado, vamos a tomar todas las precauciones para evitar encontrarnos con la gente de la reina. Nosotros cinco somos personas de probada lealtad a la rebelión, y nadie más que nosotros sabe qué camino vamos a tomar. Porque no vamos a seguir el camino más corto, ni el más sencillo. Vamos a tomar un desvío importante, que prolongará la duración del viaje a más del doble, pero que nadie esperará. Además no pasaremos por ninguno de los distritos controlados por los hombres de la reina. Siendo tan pocos llamaremos mucho menos la atención, y la oscuridad de la noche jugará en nuestro beneficio. Con todas las precauciones tomadas, la probabilidad de que volvamos a ser interceptados es casi inexistente. No obstante debemos permanecer alerta. Por poco probable que sea, sigue pudiendo pasar. No os relajéis. ¡Por la Rebelión!
El joven estaba casi convencido de que iba a ser necesario luchar esta vez, y más aún, deseaba que así fuera. Aún no se había recuperado del todo del combate anterior, y seguía notando cierta dificultad para mover el brazo derecho con la velocidad y la fuerza necesarias. Era zurdo, si, pero solía utilizar ambas manos para coger su katana en combate durante la mayor parte del tiempo. No tener el apoyo de su diestra era un importante hándicap.
El samurái asintió al escuchar sus palabras y, posteriormente, se mostró de acuerdo con ellas en voz alta, dejando claro su apoyo a la opinión de Luka.
Una vez la hora indicada llegó solo eran cinco las personas que quedaban allí. Los tres gyojin que iban a cargar la mercancía, todos ellos supervivientes del anterior envío, y los dos protectores. Mirando a sus compañeros, Ryuu comenzó a dar instrucciones de cara al traslado:
- A diferencia del anterior traslado, vamos a tomar todas las precauciones para evitar encontrarnos con la gente de la reina. Nosotros cinco somos personas de probada lealtad a la rebelión, y nadie más que nosotros sabe qué camino vamos a tomar. Porque no vamos a seguir el camino más corto, ni el más sencillo. Vamos a tomar un desvío importante, que prolongará la duración del viaje a más del doble, pero que nadie esperará. Además no pasaremos por ninguno de los distritos controlados por los hombres de la reina. Siendo tan pocos llamaremos mucho menos la atención, y la oscuridad de la noche jugará en nuestro beneficio. Con todas las precauciones tomadas, la probabilidad de que volvamos a ser interceptados es casi inexistente. No obstante debemos permanecer alerta. Por poco probable que sea, sigue pudiendo pasar. No os relajéis. ¡Por la Rebelión!
El joven estaba casi convencido de que iba a ser necesario luchar esta vez, y más aún, deseaba que así fuera. Aún no se había recuperado del todo del combate anterior, y seguía notando cierta dificultad para mover el brazo derecho con la velocidad y la fuerza necesarias. Era zurdo, si, pero solía utilizar ambas manos para coger su katana en combate durante la mayor parte del tiempo. No tener el apoyo de su diestra era un importante hándicap.
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El tiburón fue más alerta que en su misión anterior, y antes de pasar por cada una de las calles que tenían pensado, se aseguró que no hubiese nadie. Por el camino apenas habló, aunque escuchó que dos de los portadores de la mercancía susurraban algo en referencia a él y su renuncia a los Arashi. Qué cotilla es la gente, ¿no?
Cuando llevaban la mitad del camino, notó cierta relajación del grupo, y pese a que él no podía sentirse como ellos, lo entendió. Habían tomado una ruta diferente, teóricamente más segura, y el cargamento era menos valioso. Todo apuntaba a que la reina no sacrificaría a más peones para recibir nada o poco a cambio.
Luka pasó por una licorería que le trajo buenos recuerdos. Caminó unos metros más pensando en aquellas noches de adolescente donde uno de sus colegas entraba a pedir un vaso de agua, y mientras se lo servían él y su colega Trous entraban a robar alcohol. ¿Cuántas pérdidas habrían generado en el negocio del viejo Thomas? Una sonrisa se esbozó en su interior. Antes de marcharse se pasaría por allí y les daría algo de dinero, intentando pagar una deuda que había generado, de manera algo inconsciente, durante varios años.
Quedaban pocos metros cuando uno de los gyojins de atrás pisó una rama, y por poco le dio un infarto el tiburón, que se giró con brusquedad pensando que alguien estaba atrás. Alzando ambas manos, pidió perdón por el susto que éstos pudieran haberse llevado, y continuó el viaje la mar de tranquilo.
Ya se vislumbraba en la lejanía la catedral, y allí aguardaba Troita, observando desde una de las ventanas. Luka caminó y pidió a los suyos que corriesen, dando un último sprint y llegando lo antes posible a la zona donde todo aquello acabaría.
Finalmente, un grupo de gyojins de la rebelión les recibieron, ofreciendo una copa a todos los portadores y protectores, algo que Luka no sólo no rechazó, sino que pidió otra mientras se bebía la primera de un trago. Habían entregado bien los dos portes, y por fin llegaba la hora de descansar. Tendría que tratar sus heridas y las de su compañero, aunque antes no venía nada mal beber algo para descansar mejor.
Cuando llevaban la mitad del camino, notó cierta relajación del grupo, y pese a que él no podía sentirse como ellos, lo entendió. Habían tomado una ruta diferente, teóricamente más segura, y el cargamento era menos valioso. Todo apuntaba a que la reina no sacrificaría a más peones para recibir nada o poco a cambio.
Luka pasó por una licorería que le trajo buenos recuerdos. Caminó unos metros más pensando en aquellas noches de adolescente donde uno de sus colegas entraba a pedir un vaso de agua, y mientras se lo servían él y su colega Trous entraban a robar alcohol. ¿Cuántas pérdidas habrían generado en el negocio del viejo Thomas? Una sonrisa se esbozó en su interior. Antes de marcharse se pasaría por allí y les daría algo de dinero, intentando pagar una deuda que había generado, de manera algo inconsciente, durante varios años.
Quedaban pocos metros cuando uno de los gyojins de atrás pisó una rama, y por poco le dio un infarto el tiburón, que se giró con brusquedad pensando que alguien estaba atrás. Alzando ambas manos, pidió perdón por el susto que éstos pudieran haberse llevado, y continuó el viaje la mar de tranquilo.
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Aquel segundo traslado se llevó a cabo de forma mucho más eficaz. La experiencia del anterior les había permitido una mejor planificación del mismo, y además tanto él como Luka estaban mucho más en guardia, atentos hasta al más mínimo detalle. Los tres gyojin encargados del transporte eran de fiar y, por lo tanto, no había ningún topo que conociese de antemano la ruta que iban a tomar, ya que Ryuu y Luka habían planeado alterarla en el último momento, cuando solo ellos cinco se hallaban presentes.
Así, pese a la permanente tensión y al hecho de que las en torno a tres horas de trayecto se le hicieron eternas, el viaje transcurrió sin incidencias reseñables. Durante el mismo pasaron por lugares de la isla de los que el tiburón le había hablado pero que él no conocía, como por ejemplo una licorería que sin duda debía visitar cuando no tuviese un trabajo importante entre manos.
Los dos guardaespaldas permanecieron en el más absoluto de los silencios durante todo el recorrido, y los tres porteadores tan solo lo rompieron en un par de ocasiones para cuchichear entre ellos acerca del pasado reciente de Luka como miembro de la famosísima banda pirata Arashi no Kyoudai.
Finalmente la imagen de la nueva catedral se hizo visible ante ellos, anunciando el ansiado fin del camino. Troita les recibió con gran alegría al ver que en esa ocasión no habían tenido bajas ni habían resultado heridos, y tan pronto como algunos de los hombres de la rebelión hubieron llevado las armas al almacén el líder sacó una botella de ron que ofreció a los recién llegados, que merecidamente se habían ganado un buen descanso. El samurái aceptó la bebida sin la más mínima duda, y brindó junto a Luka, Troita y los demás por el éxito de la misión y por el futuro éxito de la rebelión.
Así, pese a la permanente tensión y al hecho de que las en torno a tres horas de trayecto se le hicieron eternas, el viaje transcurrió sin incidencias reseñables. Durante el mismo pasaron por lugares de la isla de los que el tiburón le había hablado pero que él no conocía, como por ejemplo una licorería que sin duda debía visitar cuando no tuviese un trabajo importante entre manos.
Los dos guardaespaldas permanecieron en el más absoluto de los silencios durante todo el recorrido, y los tres porteadores tan solo lo rompieron en un par de ocasiones para cuchichear entre ellos acerca del pasado reciente de Luka como miembro de la famosísima banda pirata Arashi no Kyoudai.
Finalmente la imagen de la nueva catedral se hizo visible ante ellos, anunciando el ansiado fin del camino. Troita les recibió con gran alegría al ver que en esa ocasión no habían tenido bajas ni habían resultado heridos, y tan pronto como algunos de los hombres de la rebelión hubieron llevado las armas al almacén el líder sacó una botella de ron que ofreció a los recién llegados, que merecidamente se habían ganado un buen descanso. El samurái aceptó la bebida sin la más mínima duda, y brindó junto a Luka, Troita y los demás por el éxito de la misión y por el futuro éxito de la rebelión.
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