[Misión Heroica-Paraiso] Atrincherados en la nieve.

Contratante: Almirante Douglas Lite “Kurookami”.

Descripción de la misión: El glorioso pueblo de Drum necesita nuestra ayuda. Un grupo de piratas se ha atrincherado en Cocoa Weed y parece ser que está planeando un golpe de estado para quedarse con la isla. Ha conseguido muchos adeptos en el pueblo, así como en algunas regiones circundantes, aunque pese a que han cortado las comunicaciones, un joven ha conseguido enviarnos un mensaje. Necesito que vayan a la isla, apresen a los simpatizantes del grupo y acaben con los piratas. Según dicen su líder no está en la isla, pero su segundo de abordo sí y es quien está organizándolo todo.

Recompensa: Conocimiento único, tres medallas al mérito (en el caso de ser marine) o un kenpo mítico del rokushiki (en el caso de ser agente del gobierno). Además, de un entrenamiento realizado por uno de los instructores de la marina, equivalente a una técnica mítica.

Galhard tras ser recogido por Kenzo y habiendo dejado la misión finalizada con ayuda de Dark aprovechó para volver al cuertel general de la marina, allí se encontró con el almirante Kurookami que le agarró de la chaqueta y le llevó a un lugar apartado.

-¡Hombre! Pero si es Wyatt, ya me ha llegado sobre tu participación en la misión que requería el comandante, marines como Kenzo y tu me llenan de orgullo. En fin, me encargué de que ese pirata pagase por su affair así que me gustaría encargarte otra misión viendo la racha que llevas será coser y cantar ¿Que me dices?- Comentó Kurookami insistiendo en llamarle Wyatt nuevamente.

-Señor Kurookami, me llamo Galhard no Wyatt y sobre la misión ¿Quien soy para rechazar una orden? ¿Cual es el proceder de la misma?- Dijo el cadete mientras se acomodaba la chaqueta.

El almirante puso al día sobre la misión a Galhard y le dijo que al amanecer partiría hacia Drum para evitar un golpe de estado.

Para esa misión supongo que no estarás solo Wyatt, informaré a más marines, miembros del cp o cualquier persona con dos dedos de justicia que se preste para darte cobertura en esa misión, aunque seas un cadete intenta no quedar atrás tengo el ojo puesto en ti y la verdad estoy seguro que Koneko te ha entrenado bien. Ánimos allí fuera.- Tras esas palabras y una fuerte palmada en la espalda el almirante se retiró, Gal por su parte se resignó a llamarse Wyatt ante su superior y se retiró a dormir, el viaje sería largo pero al menos contaría con un barco de la marina que lo dejaría allí en vez de un bote como acostumbraba a llevar.

La noche transcurrió tranquila, el cadete no pudo evitar pensar en lo sucedido en aquella ciudad blanca y que habría deseado explorarla con más tiempo y tranquilidad. Ello no impidió que tuviese un sueño reparador y una vez vestido y habiendo cargado las energías con un buen desayuno partió en uno de los barcos que el almirante Douglas dejó para su transporte.

Una vez en la isla el barco atracó en una improvisada base marine que contaba con unos cuantos efectivos que habían asegurado a algunos pueblerinos, por den den mushi Douglas le avisó al cadete que permaneciese en alerta pues quienes vendrían a ayudarle no tardarían en aparecer.

-Supongo que esto es una aventura más para mi, la verdad es que no puedo quejarme, no tengo tiempo para aburrirme- le explicaba el cadete a uno de los soldados destacados en la base mientras compartían un poco de zumo de manzana y un par de galletas.

Gal estaba expectante de conocer a quienes le iban a ayudar.

Cerré el informe tras leerlo y bajé de la pasarela del barco. La misión estaba encomendada ni más ni menos por el famoso almirante Kurookami, al cual tenía ganas de conocer por obvias razones. Un almirante era un fuerte defensor de la justicia, y no podía decir que no a la oportunidad de mantener una charla con él. Lamentablemente no podría hacerlo hasta acabar la misión, así que tenía que resignarme con ir hasta el punto de encuentro. Tenía entendido que varios marines estaban encomendados a esta misión, así que quizás podría conocer más gente interesante. Por suerte no era el tipo de misión libre organizada por cualquier persona con la cual podía cruzarme con un pirata o criminal. Al ser encomendada por un alto cargo de la Marine podría ir sin utilizar ninguna de mis identidades secretas. Y así iba. Con mi típico traje bien entallado, pero esta vez con la chaqueta en la mano y la camisa remangada. Hacía bastante calor, por lo que no iba a ir asándome por ahí.

Me adelanté entre las filas de la improvisada base Marine que estaba todavía asentándose: habían varias tiendas de campaña y un solo puesto de mando, ya que al haber una amenaza tan grande como una banda de piratas amenazando activamente a todo el que pasase, tenían que tomar medidas mayores. Así que decidí calmarme y ser guiada por un cadete hasta el punto de encuentro. Era algo raro colaborar con aquella institución al ser la mía una un... Tanto secreta, así que aproveché para, antes de llegar, cambiarme y ponerme un uniforme más acorde. Iba con una gorra azul en el pelo y un uniforme de una sola pieza de la marine, el cual corté con un cuchillo los pantalones para dejarlo con unos shorts no demasiado cortos. Agarré la camisa y me la coloqué tras desvestirme, remangándomela hasta los hombros. Después até un pañuelo azul por el cuello de la prenda y empecé a cambiarme del todo, incluyendo unas botas que estaban sin estrenar. Me recogí el pelo en una coleta y me preparé para reunirme ya del todo tras colocarme los guantes de kairoseki.

Una vez llegué, vi un chico de pelos castaño que no era para nada feo. Levanté la mano para saludarle y me coloqué a su lado, dedicándole una sonrisa vaga y presentándome cordialmente.

—Nee, encantada, soy Rayne Satou Von Valliere —exclamé ofreciéndole la mano cordialmente—. Me han transladado aquí como refuerzo. ¿Podrías contarme de qué va la cosa? ¡Gracias!

Si llegaban a venir más personas al punto de encuentro me dirigiría a ellas y las atendería también, indicándoles mi nombre y mostrándome cordial y cooperativa.

Unas vacaciones bastante poco reseñables. Sin embargo, le habían servido para calmarse y aligerar la cabeza. No había dejado de entrenar, pero desde luego había una diferencia entre tomarse un café en una sala del cuartel y un granizado en una tumbona junto a una piscina. Incluso había salido a bailar una noche, aunque todo lo que había hecho era comprobar que se le daba bastante mal. En cualquier caso, se encontraba bastante mejor cuando regresó a su cuartel. Le sorprendió comprobar que ya tenía una misión asignada y por un momento se preocupó; si llevaba asignada días, aunque nadie le hubiera avisado, podría estar en problemas. Por suerte, tan solo hacía unas horas que había salido de la centralita. Por lo que decía, el Teniente Comandante Albert le había recomendado al almirante Kurookami después de su papel en el fallido programa de Tutorías. Sintió una pequeña punzada de dolor al leer eso, pero reconocía que era algo bueno. Increíblemente bueno, de hecho. Que un almirante como él, recto y justo, supiera de su existencia y su trabajo le llenaba de orgullo. Era hora de volver a prestar su ayuda a quien la necesitaba.

Zarpó lo antes posible, en un pequeño velero a nombre de la Marina. Se preparó bien para la misión, leyéndose el informe de cabo a rabo. Los piratas estaban intentando tomar El Reino de Sakura. Se habían atrincherado en… ¿Cocoa Weed? De verdad, a veces le sorprendían los absurdos nombres que la gente le ponía a los lugares. Meneó la cabeza antes de seguir leyendo. No eran buenas noticias, habían ganado muchos adeptos y habían conseguido cortar las comunicaciones. Tenían suerte de que les hubiera llegado el mensaje. Debía darse prisa en llegar y prestar su ayuda en todo lo que hiciera falta. Por suerte, el informe también le avisaba de que no realizaría la misión por su cuenta. Estaba un poco inquieta ante la perspectiva de trabajar en grupo, pero decidida a dar lo mejor de sí.

Llegó temprano por la mañana a la diminuta base marine que habían logrado organizar. No era más que un puñado de tiendas de campaña y un puesto de mando, pero por otro lado era más que suficiente. Un techo sobre sus cabezas y un lugar donde poder organizarse para cumplir con su deber. Todo lo demás lo pondrían ellos mismos. Avanzó por el lugar con la cabeza alta, ignorando el par de miradas fugaces que le caían. Su versión del uniforme de la marina no era precisamente tradicional, lo sabía, pero vestía sus colores y llevaba su placa colgada de la cadera, además de un pañuelo con el símbolo de la gaviota atado a su lanza. Era más que suficiente, no estaba allí por su aspecto si no por sus habilidades.

Al entrar en el puesto de mando, se encontró con dos personas. A una ya la conocía y fue a la primera a la que saludó ofreciéndole la mano para estrecharla. Rayne, con ella había colaborado antes. Esbozó una pequeña sonrisa, contenta de verle. Sabía que era más que capaz y estaba segura de que sería de muchísima utilidad cuando las cosas se pusieran feas. Tardó un par de segundos en reconocer a la segunda persona, pero le dedicó una educada inclinación de cabeza antes de estrecharle también la mano. Por fin, recordó que le había visto antes. Se habían encontrado en una pequeña posada de Dressrosa y habían entrenado juntos brevemente, apenas un par de combates. Pese a eso, parecía alguien sensato. Tenía curiosidad por cómo sería trabajar con él.

-Buenos días. Creo que ya ambos me conocéis, Elya Edelweiss. Me alegro de haber llegado ¿Cómo está la situación?

Ah ella no salía de una para terminar en otra. Sin duda estaba deseando comprender lo que significaba la palabra vacaciones, aunque de momento se quedaría en un simple sueño demasiado lejano como para ser cierto. Le habían dicho que debía de ir, al comienzo había sido algo así como una sugerencia, luego ella había sabido leer entre líneas y había comprendido la realidad. En la marina no había sugerencias o deberías, era simplemente un mandato y una forma más amable de decirte que como no vayas estás jodida. Y ella no quiere estar jodida, prefiere ser la salvavidas y el apoyo de un montón de locos.

-Veamos la clase de circo que me toca esta vez.- Pestañea de forma leve, mientras acomoda con calma su chaqueta de la marina. Astartea era inmune en su gran mayoría al frío, se había criado en un clima parecido y desde hacía no demasiado había aprendido a manipular la temperatura corporal, tanto la ajena como la propia y a grandes rasgos eso hacía todo bastante más sencillo. Con su túnica blanca y su largo cabello plateado, aquellos vibrantes y divertidos ojos del color de la sangre la señorita desembarco sin armar demasiado jaleo.

Era cuestión de andar hasta la zona de reunión y ver finalmente el elenco de gente loca que la marina había decidido reunir.- Oh no tiene tan mala pinta como pensaba.- Una sonrisa suave, un gesto noble y tranquilo y tras inclinar de forma leve el rostro solo tiene que presentarse de manera cordial.- Soy Astartea, me han mandado de central en caso de que necesitéis ayuda y un médico.-Y aquella clase de situaciones solía necesitar uno, aunque de lo que más ganas tenía ella en aquel momento era de matar a alguien.

Maldito almirante y su cargo lleno de poder, medallas y brillitos que le obligaba a hacerle caso y no poder tomarse sus merecidas vacaciones.

Después de los líos en el reino de las flores, encontrarse con piratas y gente de todos lados que solo querían dar problemas, salvar a una ciudad de una epidemia y una lista de aventura que la estaban haciendo sentir mayor, iba a sumar otra más a la lista. Esperaba que con toda aquella mierda le aceleraran la prejubilación, si es que llegaba con vida a ella claro estaba.

Como buen marine uno nunca sabe cuando te van a matar de manera poco fortuita, y aunque ella era difícil de matar, nada era imposible.

Tras unos breves momentos de cháchara con aquel soldado los reunidos para la misión por petición del almirante empezaron a llegar, una chica de ojos morados y aspecto demasiado similar a su amigo entró en la tienda donde Galhard y aquel soldado estaban "poniéndose al día con la misión" mientras devoraban unas cuantas galletas. Con rapidez se enderezó mientras el soldado que le acompañaba se limpiaba las migas que le habían dejado las galletas. Justo cuando Gal iba a presentarse intentando disimular la sorpresa de encontrarse con una relativa de Dark entró por la puerta de la tienda de campaña una vieja conocida, Elya ¿Cuanto tiempo había pasado desde que esa marine le había hecho morder el polvo en la sala de entrenamiento?

Parecía que el día no aguardaba más que sorpresas hasta que una curiosa joven de aspecto inocente y cabellos níveos se presentó ante el grupo, ya eran cuatro y aunque Elya ya le conociese era momento de presentarse.

—Saludos tropa, veo que el almirante Kurookami no ha escatimado en preparaciones, típico de él. Yo soy Galhard, cadete de la brigada indisciplinada, como ya habréis podido leer en esta misión trataremos de frenar un golpe de estado en estas blancas y tranquilas tierras. La misión es tan delicada como sustanciosa en recompensa, si es que evitar un escenario tan horrible como este no es premio suficiente. Dijo mientras se llevaba la mano al mentón, incapaz de no imaginar a Dark diciendo nee como lo había hecho Rayne.

Nuestra misión principal será eliminar los piratas que se han adueñado de Cocoa Weed como el almirante ya mencionó y sobretodo asegurar que los simpatizantes de esos criminales sean apresados o persuadidos de abandonar tan vil causa... No podemos asegurar que toda la actividad se vea centrada solo en el pueblo de Cocoa, los servicios de inteligencia de la marina, así como el joven que pudo enviar el mensaje de ayuda aseguran que la influencia de esos rufianes se está extendiendo a las aldeas cercanas, cuanto menos tardemos en desarticular sus planes en el pueblo principal y apresar al segundo al mando de esos piratas más tiempo tendremos para preparar una contraofensiva en caso de ser sorprendidos por refuerzos de simpatizantes o del regreso del propio capitán de la banda si se dignase a aparecer— Comentó el cadete mientras el soldado que había estado degustando galletas suspiraba aliviado "Alguien que me escucha y me salva el culo, hice bien de compartir las galletas con ese chico... Y yo que pensaba que era un aprovechado" susurró mientras salía de la tienda de campaña dejando al grupo al cargo de la misión.

—Es un placer conoceros tanto a Satou como a Astartea, junto con Elya estoy bien seguro que haremos una escuadra imparable... Aseguraos de coger las provisiones que os hagan falta y empezaremos nuestra misión, el camino hacia el pueblo Cocoa Weed es sinuoso, no me extraña que lo hayan cogido como base de operaciones después de todo se trata de una fortaleza natural en un punto estratégico de montaña... Podéis esperar todo tipo de trampas añadidas a los peligros del clima y el terreno .— estrechó la mano de todas las recién llegadas y agradeció poder contar con alguien que pudiese curar, algunas misiones pasadas había tenido problemas precisamente por su poco sentido de auto-preservación y lo escasos médicos dentro de la marina conociendo solo a Al y un par de ayudantes suyos.

Gal no disimuló al contrario que el marine que salió disparado de la cabaña y se acabó las galletas mientras miraba como las demás se preparaban, esta vez Galhard a parte de su llamativa chaqueta llevaba una camisa y una fina bufanda que provocó el terror en Enies Lobby, así como un gorro de piel con el símbolo de la marina bordado, cortesía del cuerpo para las zonas desplegadas en climas fríos.

—Me da a mi que aquí el frío lo llevamos bien, prefiero este lugar mil veces que el south blue...— Dijo mientras se acercaba a la puerta de la tienda recordando con horror el calor de las islas del sur.

Muy para mi sorpresa, Elya también pareció aparecer, con la cual mantenía una buena relación de amistad a pesar de haber pasado muy poco tiempo juntas. Era una mujer hecha y derecha, seguidora de la justicia y una marine de la hostia. Después se presentó otra chica más, la cual me hizo fruncir el ceño un poco. Su apariencia era de lo más extravagante, pero no en el mal sentido de la palabra. Estar rodeada de peliblancas guapas y un chico como Galhard hacía que perdiese un poco la cabeza, pero tenía que mantenerla fría en todo momento. Me giré un momento para refregarme los ojos y volví a la misma posición, escuchando cómo el chaval explicaba todo relacionado con la misión. Habían cosas de las cuales me estaba enterando ahora, ya que el informe que me habían dado en el cuartel del CP8 parecía faltarle información. Así que hice una pequeña referencia de agradecimiento y acepté el apretón de manos. Aquello también me serviría para ver si usaba alguna fruta del diablo, ya que tenían unas placas con una pureza bastante alta. Como no pasó nada, confirmé de que no era usuario.

—Nee, la verdad es que yo tengo hasta calor, por eso voy así de remangada. Encantada, Astartea. Yo soy Rayne Satou Von Valliere —exclamé con una sonrisa y cediéndole la mano para ver si la apretaba—. Y me alegro mucho de verte, Elya-chan. Estoy segura de que volveremos a patear el culo a estos como hicimos con los otros —me acerqué a su oreja y empecé a susurrarle—. Espero que te dieran alguna medallita o algo por dejarte entregarlos a todo tu mérito.

Tras separarme de Elya, empecé a pensar por un segundo. Algo me chocaba en todo lo que había dicho Galhard."¿Un cadete siendo de esa brigada?" pensé mientras lo miraba de arriba para abajo. Había escuchado más de uno o dos rumores sobre lo poderosísimos que eran sus integrantes, así que el chico tendría que esconder algo que nos ayudaría muy seguramente con la misión. No podía quejarme igualmente, claro. Yo no era la persona más fuerte del mundo pero podía defenderme. Elya sabía que era más fuerte que yo y la otra chica... Pues no lo sabía, pero al fin y al cabo si era médico nos ayudaría muchísimo. Así que procedí a salir fuera de la carpa junto al castaño y mirar hacia fuera. El ambiente parecía bastante revoltoso y quizás lo mejor sería llevarme algo de manga larga si llegábamos a las montañas de alguna forma. Así que me acerqué a la tienda donde me cambié y metí en un maletín mi traje. Tampoco quería ir robando más ropa, así que poco podía hacer. Me reuní otra vez con el grupo y crují mis nudillos.

—Nee, vamos para allá. Estoy segura de que lo haremos en un plis plas.

Espera un momento, ¿estaba rodeada de cadetes? A ella le habían ascendido hacía nada, ¿cómo es que no estaba comandando la misión? Galhard asumió el rol enseguida, explicándoles la situación de forma clara y concisa. Frunció el ceño por un segundo, un tanto molesta. Sin embargo, luego recordó a qué brigada pertenecía Galhard. Era la del Almirante. Y todos en esta misión habían sido recomendados de una u otra manera por el almirante Kurookami. Suspiró para sí. No era descabellado pensar que ambas cosas estaban relacionadas y entre almirantes se cuidaban. ¿De qué servían los rangos, si los de encima de la cadena podían reorganizar las cosas a su gusto? En fin, de una forma u otra, así estaban las cosas. Haría caso y colaboraría en todo lo que pudiera; no tenía ninguna prueba de que Galhard no fuera un buen líder, así que le seguiría sin rechistar. Al fin y al cabo si había sobrevivido tanto tiempo con esa brigada alguna que otra habilidad tenía que tener. Y si las cosas se torcían, nada le impedía recoger las riendas. La prioridad ahora mismo seguía siendo asegurar la zona; ya cuando volviera al cuartel preguntaría al respecto.

La última adición a su pequeño grupo consiguió terminar de ponerle de buen humor. Por lo menos les mandaban un médico, estaba convencida de que eso sería extremadamente útil. Le miró de reojo mientras Galhard terminaba su discurso. Tenían el pelo del mismo tono, blanco como la nieve. Sin embargo, ahí se acababan las similitudes. Tardó unos segundos en reconocer que… era preciosa, simple y llanamente. Y no era el momento ni el lugar, pero en parte se alegró de haberlo pensado. Quizá era una señal de que finalmente podría dejar atrás su pesadilla rubia de una vez por todas. En realidad, lo que más le gustaba era la expresión de su cara. Concentrada, seria y firme. No tenía dudas de que sería una buena aliada. Estaban en buenas manos.

Una vez Galhard terminó su exposición, comenzó a preparar sus cosas. No llevaba mucho, lo justo para pasar la noche en el bosque. Saco de dormir, un par de mecheros, linterna y un kit de primeros auxilios. Una pequeña manta y comida variada terminó de llenar su mochila. Se la colocó a la espalda y se preparó para salir. Saludó a Rayne de buena gana, aunque se puso un poco colorada cuando le habló al oído. Le respondió sin cortarse, con una diminuta sonrisa comenzando a formarse en la comisura de sus labios.

-Lo cierto es que… gracias a ti me ascendieron a soldado de primera. No lo olvidaré.

Salió de la carpa lista para comenzar la excursión, pero el viento le dio en la cara y tras unos segundos de vacilación fue a una de las tiendas de campaña para pedir prestada una capa con capucha para el viaje. Ella no tenía frío, se había criado en el North Blue, pero tampoco le hacía gracia que le estuvieran volando cosas a la piel desnuda todo el rato. Algo de protección nunca hacía daño. Una vez lo tuvo todo listo, cayó en algo en lo que no había pensado y se acercó a Galhard para comentárselo; mejor ahora que cuando ya estuvieran en camino.

-Creo que deberíamos capturar a uno de los piratas antes de caer sobre ellos.- Directa, como siempre. No tenía sentido andarse con rodeos.- Si es cierto que tienen puestos en otros pueblos, por pequeños que sean nos conviene ser conscientes de cuántos y dónde se encuentran. Si conseguimos retomar Cocoa Weed, no sabemos cómo de rápido se enterará el resto de la isla. Nos ayudaría a actuar deprisa para conseguir que no escape nadie. Imagino que tendrán algún vigía algo alejado de Cocoa, podría ser un buen objetivo.

Aguardó su opinión con calma. Tanto si estaba de acuerdo como si no, asentiría y aguardaría al resto para comenzar el viaje. Era hora de ponerse en marcha.

Lejos de lo que se podría pensar de alguien como Astartea, se limitó a quedarse en silencio, tranquila, con una de esas sonrisas calmadas que hacen que la gente se quede mirandola, con una sensación de alivio en el cuerpo. Acepto los saludos del hombre, sabiendo de sobra una cosa, estaba en la brigada de la que ella acabaría formando parte y aunque era una de esas cosas que la gente no se supone debería saber, ella ya la sabía. Era algo que le interesaba, e incluso otros cargos de la marina se lo habían recomendado tras trabajar con ella en alguna que otra misión.- Un placer conoceros a todo, llevemonos bien, trabajamos a gusto...Y que nadie muera en el intento.- No era como si fuera a dejar que nadie muriera en aquella misión, era su deber como miembro del grupo de apoyo después de todo, pero en fin, la gente tendía a ser más suicida de lo que a ella le gustaría.

Extendió la mano para cruzarla con la muchacha de cabellos oscuros, y aunque el apellido le hizo alzar una ceja fue un tema que prefirió no tocar demasiado. Una vez les había dado la mano a todos sonrió de forma suave para ella misma. Al menos era gente sencilla que no acabaría emparanoiada si ella los tocaba demasiado o si hacía algo de dudosa procedencia con su akuma. El plan de la muchacha de cabellos plateados le llamó la atención y Astartea asintió dándole el visto bueno.- Como miembro de la brigada de apoyo no tengo problemas en infiltrarme o incluso secuestrar a un pirata sin que nadie se de cuenta, se me da bien hacer hablar a la gente.- La sonrisa de sus labios se amplió ligeramente y tuvo que ocultar los siniestros tintes que parecían llegar a sus orbes de sangre.

Oh era terriblemente buena haciendo hablar a la gente, metiéndose en su mente o incluso jugando con sus emociones, pero bueno, por eso la habían recomendado a tantas misiones llenos de locos. Era curioso que todos fueran Cadetes salvo uno y que aun así les dieran una misión tan importante, era verdad que ella reunía los requisitos necesarios para escalar varios puestos, pero era molesto llamar la atención de la gente más de lo necesario.

-Confío en las capacidades de todos los aquí presentes, y se que sin duda esta misión será un paseo para nosotros.- Su sonrisa calmada daba esa sensación de seguridad, pero no necesitabas ser un genio para saber que alguien así debía ocultar ciertas cosas. Si la marina la encontraba tan útil como para recomendarla a una misión así siendo Cadete para cuidar a un escuadrón, debía ser muy buena médico o al igual que al bueno de Galhard faltarle un tornillo o dos en el cerebro, razón de que consideren que juntos formaran un buen dúo, y que las dos chicas son el hermoso remate final a toda aquella locura.

Quien sabe, quizás pudiera salir de aquel lugar con un nuevo experimento al que clavarle el bisturí.

El marine escuchó con atención las palabras de Elya, la idea que había expuesto era brillante y en caso de ejecutarla de forma rápida, antes de que puedan darse cuenta de la ausencia del vigía, otorgaría al grupo una superioridad informativa que sería vital para evitar cualquier altercado mayor o emboscada.

-Es una idea estupenda, es más, creo que es como deberíamos proceder... Además que la ausencia de vigías externos y el completo aislamiento del pueblo de Cocoa evitaría que pudiesen pedir refuerzos...- Dijo asintiendo completamente ante la observación de su compañera.

Galhard se quedó algo pálido durante unos instantes al observar detenidamente la placa de rango de Elya y tras ello rompió de nuevo el silencio.

-Oh... No me había fijado que eras de mayor rango que yo, creo que después de la ruta me mal acostumbré en parte a estar al mando de según que operaciones y no reparé en ver la cadena de mando... Mis más sinceras disculpas, siendo como son las cosas y viendo tu rango por encima del mio y la capacidad analítica que has tenido creo que deberías ser tu quien lleve la voz en esta operación- Dijo tímidamente percatándose de su falta de cumplimiento en el respeto a la jerarquía.

Tras ello se giró escuchando las palabras de Astartea, el aspecto inocente de la misma le evitó ver la oscuridad que aquellas palabras escondían aunque su habilidad de tasar a la gente le hizo preguntarse que más talentos podía esconder aquella albina y también cuales eran sus trucos para hacer hablar a la gente.

-De todas maneras... Siento ser alguien que rompa el ambiente pero será mejor que no nos confiemos para evitar pillarnos los dedos, por experiencia hará poco tiempo casi genera la muerte de un amigo mío incluso estando en máxima alerta, no creo que nos haga ningún mal pecar de precavidos...- Gal aún tenía presente la pesadilla que aquellos ataúdes habían resultado y que de haber fallado el tiro de su moneda podría haber perdido a Dark.

Mientras las demás tomaban sus pertenencias tomó su tricornio y lo ocultó en su mochila, quizás podría servir para infiltrarse junto a Astartea en el bastión pirata si la misión requería de ello.

Bien tropa, sea quien sea quien acabe tomando las riendas sería oportuno ir haciendo camino... La senda es larga y el tiempo es oro... La ladera nos espera con poca amabilidad así que allí vamos, solo sugeriré que desearía que aunque fuesen piratas y deseen hacer un acto tan vil intentemos no generar ninguna baja que no sea imprescindible para el éxito de la misión, aunque genere más papeleo siempre es mejor apresar que ajusticiar sin un juicio de por medio, pero tampoco puedo pedir milagros si la situación se complica, la integridad de esta isla y la nuestra es lo primordial.- Comentó el cadete mientras tomando un palo largo a modo de bastón comenzó a avanzar hacia la ruta del pueblo.

Vaya, qué mona. La verdad es que le hubiese contestado de otra forma más cálida sino estuviese el factor de dos personas extra delante, pero la misión era la misión. Ya tendría tiempo de darle algún abrazo o algo.

—Me alegro, Elya-chan. Seguro que subes aún más rápido después de esto.

Por suerte la peliblanca no había sospechado sobre verme ahora vestida de marine y antes de otra forma, así que iba a aprovechar aquello y seguir manteniendo un perfil bajo. Había surgido la idea de capturar a uno de los piratas y parecía que cobraba fuerza, pero no estaba de acuerdo del todo. Había que caminar una barbaridad y podría cubrir esa distancia mucho más rápido a base de mi sorus de viento, pero tampoco podía ir por ahí usando el rokushiki. Ya llegué a ser un poco estúpida cuando lo hice tanto delante de Elya, así que esta vez intentaría ser más... Normal. A no ser que se torciesen las cosas, claro. Llevé las manos a mi lumbar y entrecrucé mis dedos, uniéndome a la marcha de los marines.

—Nee, la verdad es que me parece una buena idea lo de apresarlo. Puedo sacar la información que quiera a quien quiera —exclamé mientras hacía el gesto de una pistola con mis dedos y disparaba al aire—. Aunque bueno, la verdad es que soy una simple cadete y tampoco debería de decir mucho. Prefiero que llevéis las cosas vosotros, que tendréis mucha más experiencia que yo —les dije con una pequeña sonrisa.

La cosa es que algo me decía que aquellos piratas tenían que tener un as en la manga. Haber realizado tal incursión en tan poco tiempo era una hazaña reseñable, ¿pero cómo lo habían logrado? No solo tenían el factor climático en contra, sino el tiempo y ahora a la Marine. O eran muy poderosos, o estaban haciendo algo que se nos iba de las manos. Si me quedaba en segundo plano podría darme cuenta de eso más fácilmente, así que aseguré bien mis mitones de kairoseki y me llevé las manos a los bolsillos de los pantalones. No sabía cuánto tardaríamos en llegar, pero aquello me daba igual. Lo importante era hacerlo y hacer justicia a aquellos cabrones.

Elya negó con la cabeza en cuanto escuchó la disculpa de Galhard. Entonces no se trataba más que de un malentendido. Eso explicaba la situación, pero no le molestaba. Al contrario, respetaba al hombre por tomar voluntariamente el papel de más responsabilidad, pero no tener ningún problema con entregarlo. Si acaso, probaba que lo que le importaba era la misión y no destacar. Era justo el tipo de persona que se alegraba de tener a su lado en una situación peliaguda.

-No te preocupes. Rangos aparte, creo que lo mejor que podemos hacer aquí es trabajar codo con codo.

Asintió ante su advertencia. Lo que relataba parecía duro, pero al fin y al cabo tenía razón. Corrían peligro y cuanto más se acercasen a Cocoa Weed, más correrían. No podían olvidarlo, ni dejar que nublase su juicio.

Las otras dos mujeres también apoyaron la idea de secuestrar a uno de los piratas. Ambas de jactaban de ser capaces de sustraer cualquier información a cualquiera y Elya no podía sino creerlas. Había visto antes las capacidades de Rayne y algo en la expresión de Astartea le convencía de que decía la verdad y nada más que la verdad. Les dio las gracias a ambas con un pequeño gesto de cabeza y en seguida se pusieron en marcha.

Galhard y ella iban a la cabeza, comprobando la ruta y examinando el terreno para avanzar con cautela. El grupo se movía raudo por la ladera aprovechando cada árbol y arbusto que encontraban para pasar desapercibidos. Caminaron durante un par de horas hasta que vieron humo a lo lejos. Cocoa Weed todavía no se veía, tenían una última cuesta que subir antes de ello, pero no cabía duda de que estaban cerca.

Elya activó el haki mantra, convencida de su teoría de los vigías. Si ella estuviera intentando defender la ciudad, esa sería a la distancia a la que los pondría. La suficiente como para localizar a los intrusos con tiempo suficiente para avisar y conseguir refuerzos para reducirles. Sin embargo, esperaba que no llegase a ese punto. Encontró dos presencias que no conocía a la izquierda, algo alejadas del grupo. Tenían que ser los piratas. En silencio, tocó el hombro de todos los presentes para decirles en voz baja dónde se encontraban:

-Es preciso sorprenderles y reducirles. Creo que no nos han localizado todavía, por lo que no debería ser muy complicado.

Aguardó sus respuestas. Si necesitaban su ayuda, iría con ellos para ayudar a reducir a los vigías; sin embargo, estaba bastante segura de que sus compañeros podían solos con la situación y… no podía negar que tenía ganas de verles en acción.

De todas las cosas que una persona como ella podía llegar a esconder, su Akuma era siempre la más interesante… Sin contar ese extraño y satánico lado que poca gente ha vivido para contar, claro, matices todo. De momento la Misión estaba decidida y poco a poco llegó el momento de acercarse a la zona de peligro. El toque en su hombro hizo que se girara a mirar suavemente a la muchacha y que la verdadera diversión comenzara en todo aquello. Sin duda estaban mucho más preparados que ella que era una loca que iba tal cual marcando una línea recta y sinceramente, agradeció su advertencia- Me adelanto… Si no es mucha molestia - Pero que agradezca su advertencia no le quita esa pequeña chispa de locura que siempre ha tenido y ante la vista de todos, tras caminar un rato… Desaparecería.

Para aquellos como Elya con una excepcional capacidad para sentir a la gente, ella no habría desaparecido, seguía ahí de cierta manera pero no podía verla, era complicado cuando antes de acercarse a la vista de los demás había pasado a medir unos maravillosos cinco centímetros. Independientemente de su tamaño o altura sus capacidades físicas seguían siendo las mismas, así que adentrarse de aquella manera fue bastante más sencillo que de haber medido lo que tenía. El caso era que en la puerta había dos hombres, y ella tenía que reducirlos sin hacer demasiado ruido ni llamar la atención… Tenía una idea.

¿Son sus ideas tan locas como ella? Para vuestra desgracia si, por eso aprovechó su pequeño tamaño y golpeó el talón del hombre con toda su fuerza, causando que perdiera el equilibrio y se resbalara hacia atrás. Su compañero intentó agarrarlo al verlo tropezar y fue en ese preciso momento de desconcierto que Astartea volvió a su tamaño normal. Cada una de sus manos agarró la boca de uno de los vigilias y rápidamente pegó sus espaldas a la puerta. Una sonrisa ligeramente tétrica pintó sus labios cuando los hombres se dieron cuenta de una cosa… Astartea había quitado las manos de su boca, pero ellos seguían teniendo una mano tapandoles la boca. -Así… Calladitos y quietos. - Aprovechó para dejar toda su espalda y ropa pegada a la puerta, obligando así que pareciera que mantenían una postura firme y estoica.

Las manos eran un bonito añadido que sólo se veía si te fijabas mucho. Les hizo una señal para que avanzaran y se pegó a la puerta, escondiéndose… No siempre podía quedarse como miembro de apoyo, a veces también tenía que trabajar y menear el trasero. Aunque la idea no era tan divertida para ella y la gente poco curiosa era un fastidio, tenía ganas de unas vacaciones y eso no iba a pasar hasta que no terminara en aquel lugar.

Vacaciones uno, trabajo cero y sumando para nuestra maravillosa albina. A este paso le iban a dar las vacaciones equivalentes a un año, aun le dolía el trasero tras la última misión con aquel jodido Rey.

Cuando Galhard asintió en silencio a las palabras de Elya no dio crédito a como la otra muchacha de cabellos blancos avanzaba sin mayor reparo por la nieve hasta desaparecer. El marine abrió los ojos completamente perplejo, su primer pensamiento era que aquella chica se había caído por algún agujero en la nieve que habrían dejado preparados los piratas como defensa y luego pensó que quizás tenía una fruta del diablo de nieve y se había camuflado en aquel prístino paisaje, más no tardó en observar, todavía perplejo como aquella muchacha apareció nuevamente entre los dos vigías y los había reducido como si un simple juego de niños se tratase.

Miró a Elya y Rayne dando a entender con su mirada que era momento de seguir adelante hasta llegar a aquella puerta, cuando él llegó miró con cierta incredulidad como aquellos hombres se encontraban pegados a la pared y como tenían cada uno una fina mano blanca que cubría sus bocas de forma que apenas permitía que ni un solo gemido pudiese escapar de sus gargantas.

Eso le hizo suspirar aliviado, no solo tenía una aliada con un poder terrible si no que además con ese poder podría evitar muertes innecesarias, eso hizo que Galhard se sintiese más aliviado pero aún así concentrado en cualquier otro imprevisto que pudiese ocurrir, cuando el grupo se reunió de nuevo Galhard lanzó su plan.

-Bien- Susurró -Gracias a Astartea los pasos iniciales están hechos, ahora solo restaría conocer el número total de piratas en este asentamiento y dirigirnos hacia el lugar que puedan tener como centro de comunicaciones o base principal, hemos de conseguir no solo incomunicarlos si no apresar a la cabeza pensante... Una vez reducido él también usaremos sus canales de voz para reunir a todos sus simpatizantes aquí mismo, eso nos consumirá tiempo pero si enviamos un mensaje conforme el capitán está aquí y necesita trasmitir un mensaje a todos sus fieles para empezar las operaciones no sospecharán y podremos traerlos hacia la boca del lobo en vez de peinar los demás pueblos que nos llevaría una eternidad... ¿Como lo veis? Cualquier plan mejor, corrección o punto a añadir es bienvenido, estoy seguro que debéis tener alguna idea para rematar esto- Dijo Gal mirando a sus compañeras y aún en sus adentros intentando comprender cual era el poder de Astartea, sin duda era algo que trasmitía una sensación de peligro mucho mayor que cualquier otra fruta que el marine hubiese podido ver.

Mientras parecían mis compañeros impresionados por la fruta de la peliblanca yo me limité a concentrarme y sentir su presencia. Seguía ahí, pero mucho más pequeña. Así que solté una pequeña carcajada y me limité a cruzarme de brazos y mirar. No tardamos demasiado en movernos, por lo que tras estar reunidos, Galhard aprovechó para soltar otro de sus discursos. Me limité a fruncir el ceño un poco, ¿por qué hablaba tanto el chaval? Parecía majo y tal pero uf, soltaba unas parrafadas sin dejarnos hablar que tela. Igualmente, no parecía que lo hiciese a propósito, así que me limité a escuchar y pensar mi propio plan. Como no quería destacar demasiado y solo supervisar que todo fuese bien, simplemente negué con la cabeza a su «Qué opináis». Estaba conforme, al fin y al cabo. Aunque hablase mucho tenía ideas sanas.

—La verdad es que no tengo ninguna queja, chicos. Podemos continuar y ver qué nos depara después —exclamé una sonrisa mientras torcía mi cabeza hacia Astartea—. Y buen trabajo, parece ser que te has encargado con absoluta facilidad. Nee, tiene que estar bien manipular tu tamaño, ¿no? —comenté mientras me encendía un cigarro.

Así que bien, ahora solo nos faltaba avanzar. Pillar un recuento de personas como había dicho el marine charlatán y llevarles ante la justicia. Jo, esa era la mejor parte de cualquier trabajo. Ponerles las esposas y llevarlos a la cárcel. ¿A qué loco no le gustaría hacer algo así con unos piratuchos patéticos? A mí sí. Pero tampoco me podía dejar llevar demasiado. Al fin y al cabo solo era una cadete que seguía órdenes. Ya dejaría que Elya-chan, Galhard y Astartea se encargasen de todo. Si yo llegaba a luchar, quizás mataría sin querer.

De todas las personas que se encontraban allí, Astartea era de la que menos conocía. No dudaba de que fuera competente, pero tampoco ignoraba que no tenía ni idea de las habilidades que poseía. Pidió adelantarse con mucha educación y se dirigió tranquilamente hacia donde había señalado Elya. Ella asintió, claro. Asumía que nadie se ofrecería voluntario a una tarea tan crucial sin tener un buen plan en mente; no había pedido compañía, por lo que debía bastarse sola. Al menos en teoría. La siguió con la mirada por si acaso, entre alerta y curiosa.

No tenía claro qué se esperaba, pero desde luego no que desapareciera. De un segundo a otro, ya no estaba ahí. O por lo menos, no lo parecía. Su presencia continuaba en el mismo lugar, alejándose de ellos y acercándose a las otras. Pasaron unos segundos, quizá un minuto y de repente, reapareció. No iba sola, traía a dos de los piratas con ella. Elya aprovechó para escanear de nuevo la zona y dejar de utilizar el haki mantra; comenzaba a dolerle la cabeza y no parecía haber más enemigos cerca.

Los había reducido sin ninguna dificultad, pero eso no era lo más curioso. Sendos hombres tenían una mano pegada a la boca. No era suya, desde luego, pero tampoco sangraba y a la peliblanca no parecía faltarle ninguna. Frunció el ceño, confusa. Lo único que se le ocurría que podía hacer algo semejante era una fruta del diablo. ¿Cuál? No tenía ni idea. Desde luego era bastante útil.

Ni corta ni perezosa, apartó la curiosidad a un lado y se acercó a los piratas. Les ató las muñecas a la espalda con cuerdas y tras asegurarse de que estaban bien apretadas, apuntó con su lanza al cuello del primero y le hizo una señal a Astartea para que le quitase la mano de la boca. La información que necesitaban era muy posible que la tuvieran ellos y no iba a desperdiciar la gran labor de la peliblanca.

-Creo que no es necesario que explique lo que ocurrirá si no colaboran. Ahora bien, dennos la información que precisamos y quizá podamos utilizarlo para conseguirles un menor castigo. Haremos esto con o sin su ayuda, por lo que deberían elegir con cuidado.

Tras tragar saliva, el primero de los piratas se decidió a hablar. Estaba un poco pálido, aunque después de haber visto esas manos de cerca, Elya no podía culparle.

-Tenemos tres puestos avanzadizos en otras partes de la isla, nos estábamos preparando para terminar de convencer a la población. Ya… ya hemos conseguido mucho apoyo, por lo que no tenemos nada espectacular… el jefe quería soltar un aluvión de propaganda esta noche. Carteles y demás, ¿saben? A-aunque creo que no sería necesario… el gobierno no es muy querido por aquí.

Elya le pinchó el cuello con la punta de la lanza. Las burlas no iba a tolerarlas, aunque si decía la verdad tendrían que hacer algo al respecto. ¿Qué le faltaría al pueblo? ¿Comida, recursos? Teniendo en cuenta el punto al que había llegado todo, apostaba por protección. Quizá el expulsar a los piratas y algo de amabilidad les conseguiría gratitud por parte de los aldeanos.

-Sabemos que habéis cortado las comunicaciones con el mundo exterior. ¿Tenéis alguna forma de comunicaros entre vosotros?

El hombre pareció vacilar, pero justo cuando Elya iba a insistirle su compañero decidió hablar. No estaba segura de qué le había hecho colaborar con ellos, pero lo agradecía. Lo pondría en su informe como les había prometido, aunque dudaba que le fuera a hacer ningún favor.

-En el ayuntamiento. ¡Hay una radio! Es un circuito cerrado, un amigo del capitán lo montó todo. Desde ahí es posible hablar con todos los puestos de la isla.

Elya asintió una última vez y se giró hacia sus compañeros. Eso era lo que necesitaban. Si podían llegar hasta ahí, podrían convencer por radio a todos los piratas para que se acercasen a Cocoa Weed, solo necesitaban una emergencia lo bastante convincente. Y una vez estuvieran juntos… solo tendrían que caer sobre ellos. Los capturarían uno a uno para asegurarse de que nadie escapase.

Tras traer a las dos personas y realizar su pequeña función como apoyo en el grupo, nuestra dama se limitó a asentir e inclinar la cabeza como muestra de agradecimiento por sus palabras, sin embargo no evitó torcer suavemente el gesto ante las palabras de la muchacha. La sonrisa no llegó a sus orbes de sangre sin embargo.- Manipular cualquier cosa siempre es divertido- La escueta respuesta es todo lo que la dama de cabellos oscuros saca de ella y mientras se acerca a sus juguetes su compañera le pide que haga desaparecer las manos. Chasquea los dedos y las copias de sus manos desaparecen tras borrarse el símbolo de sumar que estas tienen en las muñecas.

Tras un maravilloso interrogatorio en el que por una vez ella solo ha tenido que quedarse quieta y mirar tienen la base de lo necesario, luego de todo aquello simplemente mira a los hombres y pestañea de forma calmada.- Creo que es mejor que los llevemos con nosotros, pueden resultarnos de utilidad.- Se acercó a los hombres atados, tocando sus bocas dejó sus labios pegados impidiendo que estos emitieran cualquier sonido, luego ante la vista de todos los allí presentes y tras un par de minutos donde toqueteaba a aquellos hombre, estos pasarían a medir cada uno unos cinco centímetros.- Vale, a no ser que queráis tener el tamaño de un tontata para el resto de vuestra vida, portaos bien.- Y los metió en su bolso con calma, cerrando la cremallera tras aquello.

-Necesitamos entrar a la zona del ayuntamiento y a partir de ahí, encargarnos de todo lo presentes, con algo de suerte el cabecilla estará en ese lugar, tal vez tiene complejo de alcalde frustrado.- Se encoge suavemente de hombros, mientras mira al resto esperando órdenes para movilizarse y comenzar con aquello.

La razón de que nuestra señorita actue de esa manera es bastante sencilla, ella es una seguidora, recibe órdenes y las cumple como buena marine, aunque es una persona con una mente brillante e imaginativa le gusta aplicarlas a campos extraños e inimaginable. El liderazgo definitivamente no es uno de ellos, pero precisamente es lo que le resulta más divertido, ver a todos los demás corretear como pollos sin cabeza mientras ella las va arrancando.

Divertido, eficaz y de lo más entretenido, aunque no todos saben verle el punto de vista a su modo de jugar con la gente, sus cuerpos y sus mentes.

La habilidad de sus compañeras le dejaban casi sin habla, no solo la aterradora habilidad de la fruta de Astartea si no que la resolución de Elya y su efectividad en el interrogatorio para que aquellos piratas hablasen sin necesidad de haberles tenido que infligirles daño.

No solo tenían ya la información que necesitaban si no que además podían llevar a aquellos mini piratas con ellos para guiarles, los cuales, por temor a su condición actual, lo harían sin rechistar.

-Un trabajo brillante... Solo queda saber cuantos efectivos hay en el pueblo actualmente y llegar al ayuntamiento... Bien, piratillo ¿Donde está el segundo al mando y cuantos hombres tenéis aquí en el pueblo?- Dijo mientras tomó a uno de los piratas disminuidos que con las cuerdas parecía una suerte de embutido o llavero de BDSM.

-T-tu compañera dio en el clavo, ha hecho de la oficina del alcalde su refugio y cuando el capitán no da ordenes se la pasa mandando desde allí... Hoy solo somos 39 hombres sin contarnos a nosotros dos...- Dijo el embutido con una voz graciosamente aguda hasta que se volvió a cubrir su boca con los labios de Astartea. Supongo que aquello era un pequeño premio ante tal horrible destino que les había tocado sufrir en tamaño.

-Bueno, ya hemos escuchado a los hombrecillos... Si nos deshacemos de la cabeza el cuerpo no tardará en caer, una vez reduzcamos el pueblo ¿Podréis hacer que el que está al mando del pueblo haga los honores con la llamada? Estoy seguro que las habilidades que habéis demostrado a la hora de hacer hablar a este par solo son la punta del iceberg de todo lo que guardáis, por no decir que la cadete Satou aún no ha demostrado las suyas, yo no brillo en ese aspecto pero puedo encargarme de reducir a los demás miembros piratas.- Dijo Galhard mientras miró a sus compañeras, realmente debía trabajar duro si quería estar a la altura de la nueva generación de marines.

-Como sea, nos dividiremos en dos grupos, un grupo liderado por Astartea se encargará del ayuntamiento y dará un aviso para que el otro grupo empiece a limpiar el pueblo y prepararlo todo para la llegada de los demás simpatizantes, esto reducirá aún más el tiempo que nos tomará la operación. Elya ¿Te parecería bien acompañar a Astartea para tomar el ayuntamiento? Yo me encargaré junto a Rayne de tenerlo todo listo para cuando aviséis.- Si bien Galhard se sentía algo incomodo de estar junto a la hija de su amigo sabía que dividiendo en grupo de esta manera podría asegurarse de que no habrían bajas innecesarias, confiaba que él podría mantener a Rayne de alguna manera sin que matase a nadie y que Elya podría hacer lo mismo con Astartea.

—Bueno, la verdad es que yo no tengo mucho que ofrecer —dije de forma modesta—. Bueno, sí, una cosa. La justicia.

Cerré mi puño y me separé del grupo. Oh sí, la justicia. Notaba mis puños como si de mi voluntad se tratasen, rozando una densa brisa alrededor de ellos. Los agité y miré con una sonrisa a Elya. Al fin y al cabo tanto ella como Astartea lo habían hecho genial. Le dediqué un pequeño guiño y después solté una palmada en la espalda de Galhard, indicándole por dónde ir. Subiendo una pequeña colina podríamos tener una mejor vista del ayuntamiento, al fin y al cabo. Así podríamos dedicarnos a observar lo que hacían. Me interesaba ver en acción a las peliblancas, la verdad. Una vez nos separamos ya del todo me dirigí a mi compañero.

—Nee, Galhard, no vuelvas a llamarme Satou, por favor —le comenté mientras miraba hacia el fondo—. Me presenté por mi nombre completo, pero me puedes llamar simplemente Rayne, ¿vale? —me coloqué detrás de su espalda y simulé apuntarle con una pistola— o... Bang. ¡O no! Es broma, hombre. Anima esa cara. Tenemos una carrera que ganar —le comenté mientras señalaba hacia los piratas que iban de un lado para otro—. Una carrera contra los piratas, claro. ¿No te gusta ganar? ¿No quieres ser más rápidos que ellos? ¿No quieres impartir la justicia?

«A ver si te gusta que hable mucho, Galhard.» pensé mientras me llevaba la mano a la cadera y le observaba atentamente. Al fin y al cabo lo único que podíamos hacer era conversar.

No pudo evitar mirar con cautela a la otra peliblanca mientras decía que manipular cualquier cosa siempre era divertido. Algo en la forma en que lo había dicho le instaba a ser cauta con ella… y había aprendido por las malas que cuando su instinto le advertía de algo, más le valía escucharlo. Se anotó mentalmente no quitarle los ojos de encima, en caso de que algo malo pudiera suceder.

Fue por ello que vio claramente cómo encogía a los dos piratas hasta que le cabían en la palma de la mano. Los guardó en su bolso sin miramientos, pero no fue capaz de decirle nada. Todavía estaba procesando lo que acababa de ver cuando Galhard pilló a uno de los piratas para preguntarle cuántos hombres quedaban en el pueblo. El número y las instrucciones que siguieron a la información terminaron de sacarla del trance. 39 hombres… eran muchos. ¿Podrían de veras encargarse entre solo dos personas? Conocía de sobras lo capaz que era Rayne, pero incluso para alguien como ella parecían demasiados. Aunque… no estaban todos juntos, si jugaban bien sus cartas podrían ir reduciéndolos de a pocos. Tenía que confiar en sus compañeros. Asintió con decisión.

-Iré con Astartea, nos encargaremos de conseguir esa llamada.

Dicho y hecho, comenzaron a caminar hacia el pueblo. No tardaron en llegar silenciosamente; ya no quedaba nadie que pudiera alertar a los piratas de su llegada. No les costó distinguir el ayuntamiento, era el edificio más ostentoso. Se dirigieron hacia allí aprovechando los callejones y la mirada cómplice de algún que otro lugareño que claramente no aprobaba el tener a una banda de piratas ocupando su hogar. Eso hizo que la marine recuperase algo de esperanza; quizá no era demasiado tarde. Cuando se encontraron frente al edificio, comprobaron que había un hombre sentado al lado de la puerta. No le quedaba duda ninguna de que estaba ahí para proteger al cabecilla de la banda.

Tras hacerle una señal a Astartea, se lanzó y le agarró por la espalda, tapándole la boca con la mano.

-¿Puedes enmudecer a este también, por favor? Necesitamos toda mano que podamos usar y está mordiendo.

Aguardaría a que lo hiciese y le ataría las manos a la espalda igual que habían hecho con los primeros. Una vez reducido, entrarían al ayuntamiento y buscarían al cabecilla. Iría con el pirata por delante, con la lanza apuntándole al cuello y Astartea a su lado.

-Buenos días, no se alarme. Si hace lo que le decimos, todo irá suave como la seda. Si intenta cualquier cosa, que su boca acabe como la de este hombre será lo mínimo que vaya a sucederle. Coja la radio, si es tan amable. Debe decirles a sus hombres que acudan con presteza a Cocoa, sin excepción alguna.

Aguardó su respuesta. No tenía intención de hacerle daño si podía evitarlo, pero el miedo era un gran incentivo… y en ese momento lo necesitaban.

Cruzada de brazos tras ayudar con todo el lío de los rehenes, la marine no pudo evitar sentir la mirada de la otra mujer de cabello blanco en ella. Casi como si dudara, o tal vez como si tuviera un cuidado con ella que se justificaba como necesario. No sería ella la que pensara que era una estupidez, muchos tras conocer sus capacidades se han mantenido alerta en una mezcla de miedo y distancia, temiendo que en cualquier momento fueran sus manos las que se pusieran encima de sus cuerpos. Algunos presa de la curiosidad habían accedido a dejarla jugar, otros sin embargo preferían mantenerla lejos de todo aquello.

-Estoy segura de que conseguiremos solucionar esto rápidamente.- Una sonrisa suave a su nueva compañera, una preparación que no dura demasiado y antes de que se den cuenta están rumbo a la base enemiga. El ayuntamiento era claramente visible y diferenciable, como una bombilla en plena oscuridad o como si tuviera un cartel… Cosa que tenían todos los ayuntamientos claro estaba.

Fueron con cuidado, y aunque dudó algún que otro momento de la gente que miraba a su compañera, supo que había esperanzas para algunas personas que no querían a piratas reinando en sus tierras.

Una sonrisa divertida pinta sus labios y no tarda en cumplir los deseos de la muchacha al pegar los labios del hombre .- No muerdas a las damas, es de mala educación, tienes que pedirles permiso al menos.- El hombre se puso nerviosos al notar que sus labios no se abrían y que una mano extra cubría su boca, toda preocupación era poca en aquellos momentos tan tensos.

Llegó el momento amenaza, y Astartea y su compañera sonaron bastante convincentes, el hecho de que la dama clavara aquellos orbes de sangre de forma casi macabra en el hombre no ayudó demasiado. Lo vio alzar las manos y cooperar, al menos sin demasiada resistencia, aunque siempre cabía la posibilidad de que hubiera metido algún mensaje oculto entre medio de sus palabras.

Fuera como fuera, la primera parte del plan había comenzado y ellas debían empezar a moverse para no causar sospechas.

Si ambas se despistaban demasiado y no estaban en sus puestos acabarán peleando en una situación desventajosa y era una lástima después de todas las molestias que se habían tomado para ello. Eran grandes cantidades de gente después de todo, y aunque no dudaba de las capacidades de sus acompañantes, cuanto menos barullo, mejor.

Las dos albinas habían marchado y mientras por movimiento natural metió su mano dentro de su chaqueta buscando un catalejo, esta vez sin suerte pues lo había olvidado en la tienda de campaña Galhard presenció una más que familiar escena.

-De tal palo... Tal astilla- Susurró el marine de forma casi imperceptible. Sea así, Rayne aunque estoy apegado en ocasiones a los formalismos supongo que entre marines del mismo rango podemos tratarnos como un igual aunque la cortesía florezca desde otro lado. En una ocasión o carrera distinta el mero hecho del deseo de tener que ganarla sería lo único que se necesitaría para convencerme. Pero esta carrera no es contra los piratas, no se trata de impartir justicia si no de mantener la paz... De evitar que se quiebre dejando el mundo tal cual está sin que la amenaza de una guerra destruya la tranquilidad de otras personas. Ya no se trata de meramente ganar y ajusticiar a los alteradores del orden y causar miedo con el ejemplo... Si no de escuchar y comprender las razones de aquellos que insatisfechos se han apegado a ellos y encontrar una solución que los mantenga con sus vidas.- El marine giró su torso hacia Rayne y con su mano tomó y bajó la mano que la mujer había usado para simular una pistola, como si con ello le siguiese la mano y apartase con suavidad de él un arma que le apuntase.

-Si simplemente castigamos... Las revueltas y el ciclo de venganzas no hará más que crecer ¿no crees?. Apuesto de que ambos tenemos conceptos de justicia muy distintos, algo que puede dar pie a una larga conversación pero hay algo en lo que sí estaremos de acuerdo y es que ese tiempo de debate ha de estar fuera de nuestro horario de trabajo, cuando acabemos la misión ya tendremos una charla larga y tendida sobre ello... Puedo hacerme una idea de por qué Elya parece tener en alta estima tus habilidades, tus ojos hablan por ti.- Tras ello se separó un poco de Rayne mientras intentó sin mucho éxito escuchar las voces de la gente del pueblo con su mantra. Tantos encargos por todos los blues y no había reparado en mejorar sus habilidades en ese campo, al menos el tiempo pasado con Rapanui, Dark y Obi le habían dejado un par de trucos con los cuales defenderse o sorprender a un grupo de incautos.

-Deberíamos prestar atención a las calles principales del pueblo, si los conspiradores se tratan de 39 personas restantes en el pueblo puede que hayan organizado una pequeña patrulla que se encargue de pasear por el pueblo incluso con este clima. Puedo suponer sin mucho riesgo a equivocarme que los hombres más fuertes estarán haciendo de una suerte de guardia pretoriana para el objetivo de nuestras compañeras, eso es un arma de doble filo, tener a la gente más fuerte concentrada en un mismo punto mientras envías a los más débiles a explorar da una falsa sensación de seguridad en aquellos que ostentan una posición privilegiada... Pero a veces cuanto más reducido y de élite es un grupo más posibilidades de verse diezmado por un elemento disruptivo que ataque por sorpresa, ante las habilidades de Astartea... Dudo que haya alguien salvo el propio "alcalde" que pueda hacer algo o si quiera defenderse.-

Mientras hablaba Gal pudo ver como un grupo de 7 hombres armados se aproximaban, tomando una moneda de su bolsillo pensó que aprovechando de haber dado en el clavo sería un buen momento para aportar algo más que palabras e indicaciones a la misión lanzando la moneda contra aquellos hombres que no tardó en dividirse en 10 fragmentos, siete de ellos siendo los suficientes como para tumbar a la patrulla.

-Bien con estos son 32 los restantes... Espero que atar cuerdas se te de bien, vamos a tener muchos nudos que hacer... Por suerte las heridas causadas por la metralla de las monedas de cinco berries no supone un peligro de muerte, es una forma útil y barata de reducir grandes números de matones. ¿no crees? Espero que quede alguno consciente, si se te da bien hacerles hablar sabremos donde están los otros, toma esto más como una caza que una carrera- Dijo mientras se acercó a aquellos hombres, mochila en mano dispuesto a dejarlos atados en algún lugar tranquilo.

¿De tal palo tal astilla? Mi corazón se agitó por un momento y cerré el puño. Tomé aire tranquilamente y analicé todo lo que dijo a partir de ahí. A lo mejor había estado con él. Levanté la mano y la miré brevemente. La verdad es que me parecía a él, más que a mi madre Louise. A pesar de no haberme criado ni haberlo conocido hasta los veintitrés años. Pero aquel no era el problema principal y, mientras lo escuchaba, no tenía ningún reparo en aprender de lo que decía. Sí, la verdad es que él estaba del lado de la justicia en el que yo antes vivía. Pero perdí demasiado por ser tan ingenua como él. Sus palabras estaban bañadas de sueños, motivaciones y esperanzas. Por la edad, sería todavía joven, así que no podía culparle. O eso o si había estado realmente con papá quizás habría aprendido algo de él. Una vez acabé de escucharle, permaneciendo callada en todo momento, coloqué mi mano encima de su hombro.

—Nee Galhard... Valoro que te esfuerces —le dije mientras mantenía un contacto directo hasta sus ojos—. Pero yo estoy luchando para ascender y trabajar duro para cambiar el mundo. No busco que se cobren más vidas inocentes por esos estúpidos revolucionarios. Es una tarea ardua y que me consume por dentro, pero no dudaré en mancharme las manos para conseguirlo. A estas alturas he hecho cosas con las cuales me he ganado el infierno, así que aprovecharé hasta que exhale mi último aliento para defender mi versión de la justicia —apreté ligeramente la mano—. Me has caído bien, Galhard. Así que si necesitas mi ayuda te echaré un cable. Digamos que soy bastante más fuerte que un cadete regular, pero algo me dice que tú también lo eres —le acabé diciendo mientras mantenía el contacto visual.

Solté un largo suspiro y observé cómo tumbaba el grupo de gente con una moneda. ¿Qué cojones acababa de hacer? Fruncí el ceño y decidí no responder. Al fin y al cabo no había tenido que mancharme las manos. Así que tras dirigirnos a ellos y atarlos le solté una bofetada a uno para despertarlo. Una vez lo hizo y vio que estaba en apuros, intentó zarandearse de alguna forma pero sabía hacer unos nudos de la hostia. No era la primera vez que ataba a un grupo de personas así.

—Digamos que busco donde están los demás y de que tú me dirás donde están, ¿aceptarías?

Negó con la cabeza. Le coloqué el dedo en el hombro y le solté un shigan en este, provocando que escupiese encima de mí solo con el mismo dolor de recibirlo. Volví a poner el dedo encima de su otro hombro y lo miré fijamente, con un rostro inexpresivo. Los piratas eran escoria, sobretodo los que se comportaban como estos. Todo aquel que no fuese del lado de la justicia no merecía ni respirar el mismo aire que yo.

—Bajando la... colina...

Le agarré de la frente y lo estampé contra el árbol que tenía detrás, dejándolo inconsciente. Me levanté y empecé a andar hacia abajo, esperando que el marine me siguiera. Al fin y al cabo no iba a lograr nada ahí pasmado.

—Tendremos la charla sobre la justicia, Galhard. Algo me da que le has conocido. Al fin y al cabo no habrías dicho eso. Y si lo has dicho, es que lo puedes llegar a considerar tu amigo o alguien cercano —le expliqué mientras me limpiaba el dedo con un pañuelo para quitar la sangre de él—. No sé si te ha contado algo de mí o dónde está. Pero... ¿Cómo está? ¿Se le ve... mal?

No podía evitar tener el tono quebrado al hablar de él. Al fin y al cabo era la asesina de mi hermana y le obligué a él mismo ejecutarla. Simplemente esperaba que estuviese cuerdo.

Hubo suerte. El hombre alzó las manos y se rindió a sus demandas sin oponerles resistencia. Intuía que el rehén que llevaban y la mano flotante que todavía llevaba pegada a los labios habían ayudado a convencerle. De una forma u otra, habían conseguido lo que buscaban. Todos los efectivos se estaban dirigiendo al pueblo y, si lograban reducirlos a todos, Cocoa y el resto de la isla serían libres.

Le habría gustado poder controlar todas las entradas al pueblo, pero no estaba amurallado y no tenían suficiente gente para poner un ojo en cada recoveco, ni de lejos. Ató al cabecilla con cuidado y dejó a ambos piratas atados a la mesa central del despacho. Por último, cortó el cable de la radio y salió de allí junto a Astartea.

-He hecho las cuentas.- Le comentó en voz baja, mientras salían del ayuntamiento.- Hay en total 50 piratas. Había 39 en el pueblo, 2 hacían de vigías y por lo que ha dicho el capitán tenían a otros 9 hombres repartidos en las aldeas colindantes. No creo que tarden más de una hora en llegar. ¿Nos dará tiempo a ocuparnos de los que ya están aquí?

Le preocupaba otra cosa. Quería ponerse en contacto con el resto, decirles que todo había salido bien y comprobar cuánto habían avanzado, pero no sabía cuál era su situación. Si estaban escondidos o a cubierto, podía meterles en un buen aprieto. Al final, sin embargo, se tragó la preocupación y llamó al número de Rayne para dejarle un mensaje rápido.

-Una hora, nueve hombres más. No sabemos desde dónde. Nos encargaremos del lado norte y nos reuniremos con vosotros en la plaza central. Suerte.

Fue breve y colgó en cuanto pudo, esperando no haberles causado problemas. Acto seguido, se giró hacia su acompañante. Todavía no terminaba de sentirse cómoda a su lado, pero reconocía su valía. Sabía lo que hacía y no titubeaba; respetaba esas cualidades. Avanzaron juntas y pronto se encontraron con un grupo de cinco o seis piratas a lo lejos. Estaban en una terraza, bebiendo jarras enormes de cerveza.

-¿Cómo quieres proceder?

Le hizo esa pregunta porque quería saber más de ella. Sabía que se le daba bien seguir órdenes, pero eso no le daba ninguna información. Si le cedía el control y la iniciativa, aprendería mucho más acerca de quién era y cómo pensaba. Y quizá al final de la noche todavía no la conociera de verdad, pero al menos tendría una idea más cercana de si valía la pena confiar en ella.

Era una mujer excepcionalmente táctica, pero eso no quería decir que sus tácticas fueran las mejores dependiendo de su proceder. Era consciente de una cosa, bueno de muchas en realidad, pero también sabía que no podían hacer daño a la gente , no cuando esos hombres están tomando tranquilamente una cerveza.

-Sígueme la corriente…-Un tirón de la túnica que lleva, una sonrisa coqueta y una tranquilidad que nada ni nadie sabe de donde podría haberlo sacado. Un chip cambiado en apenas un instante, mientras llega a la mesa de los piratas con una de esas expresiones que te hacen pensar durante un instante si el cielo se ha abierto, y un ángel ha caído.- Caballeros, me encuentro perdida…¿Serian tan amables de ayudarme? - Un tacto casual, un roce suave a todos y cada uno de ellos, solo debe asegurarse de algo tan simple como aumentar su deseo, su pasión, mirar a su acompañante.- Estoy segura de que nos indicarán el camino correcto.- Se pierden por las calles, por los callejones, entonces simplemente tienen que hacerles ver su error.

Los veinte cuchillos salen disparados hasta ellos, mientras que en aquel callejón oscuro el sonido de la sangre manchar al suelo reina durante un instante. Lo hace parecer fácil, o tal vez para ella es fácil debido a la cantidad de tiempo que lleva haciendolo, no está mirando a su superior aunque tal vez le deba dar una explicación.- Si sois de utilidad, tal vez pueda manteneros con vida.- Cierra una de sus heridas del abdomen, mientras los deja retenidos en la pared, sabe de sobra que su amiga se ha encargado de que los otros tres no escapen de aquel lugar.

-Como miembro de apoyo prefiero ayudar a los demás, a veces siento que mis métodos no son los más adecuados.- Tal vez era demasiado brutal, demasiado rastrera, demasiado oscura, jugaba demasiado con la mente y el cuerpo de la gente hasta hacerlo algo tan natural y propio como respirar, pero era lo que sabía, lo que le habían enseñado. Su pulso se acelera, su akuma la agota y mientras abre un ojo sabe de sobra que debería de haber tenido algo más de cuidado, pero en fin cosas que pasan.- ¿Qué desea hacer ahora, mi superiora? -La sonrisa pícara y traviesa levanta la esquina de sus perfilados labios, mientras el doble sentido en el aire parece cortar durante un momento la situación.

Adoraba profundamente molestar a la gente.