[Misión común-North Blue] Pajaritos por aquí

Contratante: Anisia Motri

Descripción de la misión: Anisia es la encargada de dirigir una compañía circense ambulante que recorre el North Blue al completo. En la actualidad el número estrella lo realizan Moses y Abrams, dos gemelos acróbatas que hacen funambulismo sobre una piscina de fuego empleando un monociclo mientras realizan malabares. Un verdadero espectáculo que le está proporcionando mucho dinero.

El problema reside en que Moses y Abrams han caído enfermos y no hay modo de que puedan actuar esta noche. Anisia está buscando desesperadamente a alguien capaz de cubrir su hueco. Entiende que lo que los gemelos hacen es algo muy específico, pero a estas alturas le sirve cualquier cosa que le permita no granjearse una mala fama en las próximas paradas.

Objetivo: salvarle la noche a Anisia y, de ser posible, que la sesión sea todo un éxito.

Recompensa: un pedazo de tela de medio metro de longitud de propiedades un tanto peculiares, a desvelar por el moderador cuando la misión sea completada. Este tela es empleada por la propia Anisia para su espectáculo.

Hacía años que no estaba en el North Blue, y no termino de tener muy claro qué hago aquí. Tal vez debería beber menos, o buscar la forma de que cuando bebo con según qué gente no cumplir esos planes de "camino a ninguna parte", porque al final acabo tirado sobre la hierba en medio de un parque en Isla Copo. Que oye, no termina de ser un mal plan, pero ahora a ver cómo me las arreglo para volver al Paraíso. Encima creo que el entrenamiento con Dark me ha dejado alguna secuela, porque todo echa chiribitas. En fin...

Me levanto de mi improvisada cama y trato de encontrar el puerto, pero me topo de cara un circo. No solo un circo, sino el famoso circo de Anisia Mori y sus monstruítos acróbatas. Una mujer llora sobre una de las caravanas. Lleva un pantalón exageradamente grande y unos zapatones, pero decido que aunque todos los payasos lloren por dentro, que una llore por fuera es señal de peligro. Así que escalo hasta el techo del carro y me siento a su lado.

- Parece que hoy es tu día de suerte -digo, sonriéndole con amabilidad-. Sea lo que sea que te sucede, el Basilisco de Thesalia está aquí para ayudarte.

Parece no entender lo que está sucediendo, o más bien qué carajo es un basilisco, pero empieza a contarme todos sus problemas. Las deudas, su prima cocainómana, el exmarido maltratador... Parece que el único con el que puedo ayudar es con el que suscita la enfermedad de sus pequeños acróbatas: Moses y Abrams, dos trapecistas acondroplásicos que hacen el número estrella. Al parecer tienen lo que en Isla Copo se conoce como fiebre del oso, que es como llaman a la infección resultante de ser atacado por un oso, perder medio torso y ser tratado con medicina tradicional en vez de antibióticos.

Cuando me ofrezco a buscar un médico me dice que no, que mejor haga un espectáculo, y aunque me quedo mirándola con incredulidad, acepto. Ahora sí, en los mejores teatros -y en los peores también- llega la increíble vida y obra del Basilisco de Thesalia. ¡En luces de neón!

Ésto ya se le estaba yendo de las manos. Cada vez que pisaba otra isla congelada se convencía de la pésima idea que había sido darse un paseo por el norte para "fortalecerse". Pamplinas, como mucho se había endurecido de carácter, pero que le aspasen si su forma no había empeorado mientras vagaba de bar en bar en busca de nuevas tazas de chocolate caliente. Y en esas estaba, buscando otra dosis de aquel elixir divino cuando se encontró con la despampanante carpa de circo que se desplegaba en la plaza del pueblo, rodeado con el interminable desfile de personas, adultos y niños, caminando a su alrededor como si de una hoguera se tratara.

Por un momento se dejó contagiar por el ambiente de festejos y entró en la corriente de gente, dejando que el bullicio le saturara los sentidos y participando de su felicidad desde fuera. Perdió la noción del tiempo drogado por la euforia colectiva hasta que la masa le vomitó cerca del parque de caravanas. Allí vio una escena que chocaba con todo el jolgorio previo: una mujer con un maquillaje arruinado que atestiguaba su tristeza conversaba en el techo de una de estas casas portables con un hombre con el pelo de un color más vibrante que la propia carpa circense.

Yoldin arrugó la nariz. Había disfrutado mucho con ese pedacito de vida tan despreocupadamente feliz, algo que hacía demasiados años que no tenía el placer de probar, y decidió que aquella noche no, aquella noche sería un homenaje a esos sentimientos tan inocentes. Se acercó a la pareja con paso decidido y se dirigió a la mujer.

—Buenas noches señorita. ¿Te está molestando?—dijo apuntando con la cabeza al pelirrojo.

—Oh no se preocupe, todo lo contrario, de hecho me ofrecía su ayuda amistosamente, verás...

La mujer se presentó con el nombre de Anisia. Le explicó calmadamente la situación mientras recobraba la sonrisa y trataba de descolgarse del tejado. Al parecer necesitaba aún más ayuda de la que el otro hombre podía ofrecerle y antes de que terminase de hablar Yoldin ya se había decidido.

—En ese caso puedo tratar de ayudar con algo. No se si podré igualar el número de los hermanos pero daré lo mejor de mi. Sería una verdadera pena arruinar ésta noche por una cosa así.

Después se hicieron las presentaciones. Al parecer el pelirrojo se llamaba Basilio y estaba en las mismas que él. Por su parte Yoldin se sintió lo suficientemente cómodo como para dar su nombre real. Tenía la impresión de que la curiosa aventura que le esperaba iba a ser de lo más interesante.

¿Cómo que molestando? ¿De qué va este payaso? ¿Se tatúa un ñordo negro en la cabeza y el que da problemas soy yo? Lo atravieso con la mirada mientras la señora me "defiende" y el pazguato este se adjudica todo el derecho del mundo a robar MI protagonismo. Porque es mío. ¿Te enteras, chepudo? ¡Mío! Ese afán de robarle la fama a la gente no te va a llevar a ninguna parte, y mucho menos si intentas quitársela al Basilisco de Thesalia.

Me bajo de la caravana con un salto, apartando la mirada del pavo este. Es más bajito que yo, así que le dedico una maliciosa sonrisa de superioridad mientras paso por su lado, alzando el rostro en señal de digna superioridad. Me da igual que pretenda ayudar, es mi show y no me lo va a estropear, que lo tenga por seguro. Porque, como lo haga, le voy a dar de golpes hasta exprimirle la joroba esa tan fea.

- Tranquilo, seguro que la arruinas igual -digo, arrastrando las palabras-. Montar en monociclo no es tan fácil. Por eso te voy a enseñar cómo hacer un espectáculo que nadie olvidará nunca.

Siendo un jorobado es imposible que resulte más espectacular que yo, así que busco un tocadiscos en medio de toda la basura que esta señora guarda por ahí y dejo que la música suene. No soy un profesional del baile, pero domino el posado y la transición entre movimientos, por lo que doy bien el pego, y empiezo a moverme con el ritmo mientras hago movimientos circulares de cadera, algunos mucho más sugerentes que otros.

- ¡Vamos, chepudo! -le grito- ¡A bailar!

Rompo mi camiseta, que sale volando tras de mí, y sigo bailando con el torso desnudo justo cuando la canción llega a su estribillo. Me doy cuenta de que la payasa está babeando un poquitín, lo cual me incomoda bastante, por lo que decido volver a ponerme la chaqueta y abrocharla hasta el cuello. Apago la música y me cojo el tocadiscos.

- Vámonos, chepudo. Tenemos que practicar.

La mirada altiva, la postura amenazadora, las palabras corrosivas... Era fácil saber de qué iba. Acostumbrado a ser la estrella del lugar, el foco de todas las miradas, pero por pura experiencia Yoldin sabía que los de ese rollo no habían sido más que peces grandes en estanques pequeños. Como una descarga eléctrica la repulsión le recorrió el cuerpo la primera vez que el chico habló, y cuando consiguió aquel tocadiscos oxidado y empezó a lucirse el desagrado se reflejaba notoriamente en la cara del ángel.

El chaval se movía bien, no cabía duda, pero si pensaba que iba a entrar al trapo en una competición de bravuconadas estaba completamente equivocado. Lo que harían sería salvar la magia de la noche y para ello tenían que trabajar juntos para igualar o superar el show del duo trapecista. Pero su nuevo compañero parecía demasiado ocupado moviéndose de un lado a otro como un torbellino carmín, así que de momento decidió dejar que se desfogase y fue a buscar uno de esos mono-ciclos que seguro había por ahí.

Efectivamente entre los trastos de donde Basilio había sacado el tocadiscos él encontró una de éstos tan curiosos como inútiles medios de transporte, e intentó montar en él. Fracaso estrepitoso. Si no llega a ser por sus reflejos habría dado de bruces en el suelo. Ligeramente humillante, pero el toque perfecto para darle algo de dramatismo a aquella pequeña función.

Ignorando el mundo a su alrededor agarró la capa y la desabrochó, levantándola por encima de su cabeza y dejando que hondease al aire para estirar sus alas en todo su esplendor. Con ellas liberadas su estabilidad aumentaba increíblemente, cosa que atestiguó cuando al subirse de nuevo al mono-ciclo lo domó como si llevara toda la vida cabalgándolo. Fue entonces cuando volvió a mirar al pelirrojo y le dedicó una sonrisa.

—Lo siento Basilio, pero no creo que un simple baile vaya a ser suficiente para llenar el escenario, aunque no dudo que en otro tipo de locales pudiera causar furor— añadió al darse cuenta de la reacción de la nueva mecenas—propongo que tratemos de encontrar algo que verdaderamente pueda causar un impacto en el público, ¿te crees capaz de imitar el anterior número estrella?