Claude von Appetit
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Tras la batalla contra el basilisco me siento con energías renovadas, y mientras las quemaduras de nuestra batalla van relajándose le pido a Dark, en momentos de calma, que por favor me siga ayudando a entrenar. Llevamos ya un par de días de trayecto y estoy seguro de haber dominado definitivamente la relajación calicular que me permite resistir las altas temperaturas, aunque sigo incendiándome si me descuido, y eso nunca es bueno. Tengo que buscar una forma de evitarlo, pero de momento nuestro viaje está resultando largo. Debe ser por los enormes árboles, los animales extraños y que constantemente hay cosas que me comen y debo salir de su interior, pero estoy convencido de que este es el viaje más largo que he hecho en mi vida como pirata. También tiene sentido, ya que es el que me llevará a la cima.
- Dark, de verdad -le digo-. Muchas gracias por acompañarme en esta aventura. Sin ti no habría sido posible llegar hasta Raftel.
El aire es húmedo, y dormir resulta complicado a causa de los cantos nocturnos de una plétora de animales, a los mosquitos del tamaño de mi cara y a mi cada vez más malsana obsesión con atrapar al basilisco de Raftel. No puede ser que haya escapado tan fácilmente, y si realmente era el guardián del One Piece estará esperando para atraparme con la guardia baja. Por eso siempre trato de mantener el Hamon activo, aunque no puedo usarlo tanto rato como Dark y termino cansándome, pero eso al final me irá ayudando a mejorar. Porque, si no, ¿qué lo hará?
Avanzamos por en medio de la jungla buscando la supuesta campana y aunque algo me dice que Dark sabe dónde está, si es que existe, por alguna razón estoy guiando yo. No quiero defraudarlo porque, habiendo estado ya aquí o no, confía en mí. Pero lo cierto es que al no haber estado nunca yo no sé dónde demonios podrá estar la subida. Hasta que, despistado, me choco contra una suerte de vaina mucho más alta que el resto de vegetación, entrelazada de tal forma que parece emular una suerte de escalera. También tiene un montón de marcas y pisadas por todas partes.
- Jolín, Dark, has debido pasar aquí un montón de tiempo para subir tantas veces -comento, al ver lo desgastado de la planta-. ¿Subimos hasta el One Piece?
- Dark, de verdad -le digo-. Muchas gracias por acompañarme en esta aventura. Sin ti no habría sido posible llegar hasta Raftel.
El aire es húmedo, y dormir resulta complicado a causa de los cantos nocturnos de una plétora de animales, a los mosquitos del tamaño de mi cara y a mi cada vez más malsana obsesión con atrapar al basilisco de Raftel. No puede ser que haya escapado tan fácilmente, y si realmente era el guardián del One Piece estará esperando para atraparme con la guardia baja. Por eso siempre trato de mantener el Hamon activo, aunque no puedo usarlo tanto rato como Dark y termino cansándome, pero eso al final me irá ayudando a mejorar. Porque, si no, ¿qué lo hará?
Avanzamos por en medio de la jungla buscando la supuesta campana y aunque algo me dice que Dark sabe dónde está, si es que existe, por alguna razón estoy guiando yo. No quiero defraudarlo porque, habiendo estado ya aquí o no, confía en mí. Pero lo cierto es que al no haber estado nunca yo no sé dónde demonios podrá estar la subida. Hasta que, despistado, me choco contra una suerte de vaina mucho más alta que el resto de vegetación, entrelazada de tal forma que parece emular una suerte de escalera. También tiene un montón de marcas y pisadas por todas partes.
- Jolín, Dark, has debido pasar aquí un montón de tiempo para subir tantas veces -comento, al ver lo desgastado de la planta-. ¿Subimos hasta el One Piece?
Dark Satou
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La búsqueda de la ciudad dorada había comenzado. No solo era algo de lo más peculiar —sobretodo porque quería encontrar algo que no tenía certeza de si existía—, sino que si llegaban a encontrarla, sería algo absolutamente increíble para los dos. Dark podría expandir su profesión de cronista a niveles históricos: tenía pensado montar un apartado exacto sobre la ciudad dorada para incluirlo en los anales de la historia. Claude por la otra parte, parecía demasiado crédulo con todo lo que montaba el moreno, por lo que creería que la ciudad dorada era literalmente el One Piece. Su corazón palpitaba y sus ojos se veían llenos de brillo, casi al mismo nivel del pelirrojo. Los dos tenían un objetivo en común, y no iban a detenerse. Aquello calmó en parte las preocupaciones del moreno y logró, por fin, relajarse por un momento. Se encontraba menos tenso y podía llegar a disfrutar de lo que estaba pasando.
—Claude, ¿sabes qué? Que ni me des las gracias —le comentó mientras le dedicaba una sonrisa—. Me recuerdas mucho a mí, y si llegar al One Piece te llena, ¿por qué no hacerlo? Te quiero dar las gracias a ti por enseñarme que todavía hay sangre nueva por la que apostar. Y por dejarme unirme a tu tripulación, claro.
Llegaron hasta la zona de las vainas que ascendían hasta el cielo. Parecían ser paso de muchas personas, o por lo menos tenían el tiempo suficiente como para mostrarse desgastadas. Dark se agachó brevemente y tocó las marcas, cerrando los ojos e imaginando brevemente qué podía haber pasado por ahí. Era un arqueólogo muy volcado en su oficio, por lo que podía aprovechar para sacar las máximas pistas posibles de aquello. Con todas las marcas podía deducir que habría un poblado ahí arriba, muy seguramente. De hecho elevó la cabeza un poco, dirigiendo la vista hasta arriba y pudo ver una capa de mar blanco por la zona. Quizás no era demasiado extenso, pero estaba alrededor de las vainas.
—Claude, quizás por allí arriba habrá otra población con suerte —explicó mientras señalaba hacia arriba—. Llegaremos y preguntaremos por la ciudad dorada, ¿vale? Así es como le llaman al One Piece aquí. ¿Lo entiendes? C-i-u-d-a-d d-o-r-a-d-a —deletreó.
Le agarró del brazo y empezó a volar totalmente en vertical hasta llegar justo antes de la capa de mar nubes. No iban a tirarse una hora o dos subiendo hacia arriba pudiendo tardar unos minutos. Una vez llegaron, cruzó con algo de dificultad la capa y vio lo que se temía: una población. Y no era el único que estaba sorprendido, claro. También se presentaban varias personas por la zona, con las mismas pequeñas alas en la espalda y vestidos de lo más rudimentarios, casi nómadas. Miró a Claude de reojo y se acercó a la primera que vio, tendiéndole la mano.
—Hola, venimos a ver la ciudad dorada. Somos turistas —explicó—. ¿Sabéis por dónde está?
En vez de obtener la reacción esperada, empezaron a salir guerreros con lanzas. Se llevó la mano que tenía alzada a la cara y suspiró. O luchaban o lo pasaban hablando. Y le iba a dejar ese turno a Claude.
—Claude, ¿sabes qué? Que ni me des las gracias —le comentó mientras le dedicaba una sonrisa—. Me recuerdas mucho a mí, y si llegar al One Piece te llena, ¿por qué no hacerlo? Te quiero dar las gracias a ti por enseñarme que todavía hay sangre nueva por la que apostar. Y por dejarme unirme a tu tripulación, claro.
Llegaron hasta la zona de las vainas que ascendían hasta el cielo. Parecían ser paso de muchas personas, o por lo menos tenían el tiempo suficiente como para mostrarse desgastadas. Dark se agachó brevemente y tocó las marcas, cerrando los ojos e imaginando brevemente qué podía haber pasado por ahí. Era un arqueólogo muy volcado en su oficio, por lo que podía aprovechar para sacar las máximas pistas posibles de aquello. Con todas las marcas podía deducir que habría un poblado ahí arriba, muy seguramente. De hecho elevó la cabeza un poco, dirigiendo la vista hasta arriba y pudo ver una capa de mar blanco por la zona. Quizás no era demasiado extenso, pero estaba alrededor de las vainas.
—Claude, quizás por allí arriba habrá otra población con suerte —explicó mientras señalaba hacia arriba—. Llegaremos y preguntaremos por la ciudad dorada, ¿vale? Así es como le llaman al One Piece aquí. ¿Lo entiendes? C-i-u-d-a-d d-o-r-a-d-a —deletreó.
Le agarró del brazo y empezó a volar totalmente en vertical hasta llegar justo antes de la capa de mar nubes. No iban a tirarse una hora o dos subiendo hacia arriba pudiendo tardar unos minutos. Una vez llegaron, cruzó con algo de dificultad la capa y vio lo que se temía: una población. Y no era el único que estaba sorprendido, claro. También se presentaban varias personas por la zona, con las mismas pequeñas alas en la espalda y vestidos de lo más rudimentarios, casi nómadas. Miró a Claude de reojo y se acercó a la primera que vio, tendiéndole la mano.
—Hola, venimos a ver la ciudad dorada. Somos turistas —explicó—. ¿Sabéis por dónde está?
En vez de obtener la reacción esperada, empezaron a salir guerreros con lanzas. Se llevó la mano que tenía alzada a la cara y suspiró. O luchaban o lo pasaban hablando. Y le iba a dejar ese turno a Claude.
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Hago un par de estiramientos antes de iniciar la escalada. Hombros hacia atrás, pecho hacia delante y voy bajando. Es una subida larga y, aunque me siento preparado, no me gustaría caerme cuando esté a mitad de camino. Sin embargo, Dark tiene un método mucho más expeditivo para hacerme llegar a la cima.
- Espera, ¿puedes volar? -pregunto.
No parece haber nada que Dark no pueda hacer. Aunque yo también puedo volar, es innegable que tiene estilo. Alas de murciégalo, como si fuese un demonio, aunque creo que ya me había explicado que consumió una fruta del diablo de ese estilo. De todos modos, simplemente me dejo llevar mientras el suelo se aleja más y más cada vez, haciéndome sentir un poco mareado. No es que me den miedo las alturas, pero no necesito verlo a través del Hamon para saber que si me caigo acabaré hecho papilla. Y la muerte absurda sí que me da un poco de miedo.
Por suerte para mí, Dark me sujeta con sus fuertes brazos y me tranquiliza con una mirada segura. No podría pedir un maestro mejor. Cierro los ojos, me concentro en mi respiración y mientras dura el ascenso simplemente mantengo la mente en blanco. Inspiro profundamente, expiro con tranquilidad, y vuelvo a abrirlos. Ya no me da miedo matarme, porque él está conmigo. Su confianza en mí, mi confianza en él... Eso es lo que nos ha permitido llegar hasta aquí, es el espíritu de hermandad que ha dado vida a los Fancy Cock Pirates. Dark y yo somos uno.
Cuando llegamos a lo más alto me sorprendo. No esperaba que hubiese una población tan arriba, pero sin duda deben ser conocidos de Dark con todas las veces que ha estado por aquí. Sin embargo todo apunta a que no se llevan particularmente bien, porque él finge ser un turista -aunque no entiendo cómo espera que funcione, si ni siquiera se ha disfrazado- y la tribu lo reconoce, abriéndose la vía de la hostilidad como una puerta fatídica.
Él se hace a un lado mientras un grupo de guerreros en toga, con algún que otro adorno de oro, salen en nuestra busca. Poco a poco nos van rodeando y se posicionan de tal forma que no respetan nuestro espacio personal, casi tocándonos con las puntas de sus lanzas. En fin, parece que voy a tener que solucionar esto yo con mi legendaria labia.
- ¡Pueblo de Raftel! -grito, causando una cierta conmoción entre la gente, tanto guerrero como civiles-. ¡Podéis estar tranquilos! Como soberano de esta tierra mágica quiero traeros un mensaje de calma. Mientras me obedezcáis a pies juntillas y me llevéis hasta el legendario tesoro que me pertenece por derecho, ninguno tiene que morir bajo mis armas. Pero si no cumplís mi voluntad os exterminaré como a insectos.
Guiño un ojo a Dark, orgulloso de mi discurso, pero parece que no ha surtido el mismo efecto en la tribu, que ahora intenta atacarnos. Por suerte evito la primera lanza saltando, y con una pirueta escapo del círculo sin apenas dificultad. Varios se giran hacia mí, pero su formación está rota y desenfundo mi cuchillo.
- Así que elegís el método complicado, ¿eh? ¡He derrotado a vuestro basilisco, y os derrotaré a todos si hace falta!
Sé que Dark no necesita mi ayuda, así que yo comienzo a moverme. No puedo hacer demasiada fuerza con los brazos, pero sí aprovechar el impulso de mis piernas para que el cuchillo dañe la madera de sus lanzas.
Rompo una y golpeo a un hombre. Derroto a dos, tres, cuatro... Pero están volviendo a rodearme, y la única opción inteligente tras eso es huir.
- ¡Dark, sigamos esa senda! -le grito.
El poblado tiene un único camino de tierra que se adentra en la espesura, así que si la gran campana de oro existe estará allí. Voy a encontrar el gran tesoro; pienso hacerlo. Por eso, salgo corriendo en esa dirección sin mirar atrás.
- Espera, ¿puedes volar? -pregunto.
No parece haber nada que Dark no pueda hacer. Aunque yo también puedo volar, es innegable que tiene estilo. Alas de murciégalo, como si fuese un demonio, aunque creo que ya me había explicado que consumió una fruta del diablo de ese estilo. De todos modos, simplemente me dejo llevar mientras el suelo se aleja más y más cada vez, haciéndome sentir un poco mareado. No es que me den miedo las alturas, pero no necesito verlo a través del Hamon para saber que si me caigo acabaré hecho papilla. Y la muerte absurda sí que me da un poco de miedo.
Por suerte para mí, Dark me sujeta con sus fuertes brazos y me tranquiliza con una mirada segura. No podría pedir un maestro mejor. Cierro los ojos, me concentro en mi respiración y mientras dura el ascenso simplemente mantengo la mente en blanco. Inspiro profundamente, expiro con tranquilidad, y vuelvo a abrirlos. Ya no me da miedo matarme, porque él está conmigo. Su confianza en mí, mi confianza en él... Eso es lo que nos ha permitido llegar hasta aquí, es el espíritu de hermandad que ha dado vida a los Fancy Cock Pirates. Dark y yo somos uno.
Cuando llegamos a lo más alto me sorprendo. No esperaba que hubiese una población tan arriba, pero sin duda deben ser conocidos de Dark con todas las veces que ha estado por aquí. Sin embargo todo apunta a que no se llevan particularmente bien, porque él finge ser un turista -aunque no entiendo cómo espera que funcione, si ni siquiera se ha disfrazado- y la tribu lo reconoce, abriéndose la vía de la hostilidad como una puerta fatídica.
Él se hace a un lado mientras un grupo de guerreros en toga, con algún que otro adorno de oro, salen en nuestra busca. Poco a poco nos van rodeando y se posicionan de tal forma que no respetan nuestro espacio personal, casi tocándonos con las puntas de sus lanzas. En fin, parece que voy a tener que solucionar esto yo con mi legendaria labia.
- ¡Pueblo de Raftel! -grito, causando una cierta conmoción entre la gente, tanto guerrero como civiles-. ¡Podéis estar tranquilos! Como soberano de esta tierra mágica quiero traeros un mensaje de calma. Mientras me obedezcáis a pies juntillas y me llevéis hasta el legendario tesoro que me pertenece por derecho, ninguno tiene que morir bajo mis armas. Pero si no cumplís mi voluntad os exterminaré como a insectos.
Guiño un ojo a Dark, orgulloso de mi discurso, pero parece que no ha surtido el mismo efecto en la tribu, que ahora intenta atacarnos. Por suerte evito la primera lanza saltando, y con una pirueta escapo del círculo sin apenas dificultad. Varios se giran hacia mí, pero su formación está rota y desenfundo mi cuchillo.
- Así que elegís el método complicado, ¿eh? ¡He derrotado a vuestro basilisco, y os derrotaré a todos si hace falta!
Sé que Dark no necesita mi ayuda, así que yo comienzo a moverme. No puedo hacer demasiada fuerza con los brazos, pero sí aprovechar el impulso de mis piernas para que el cuchillo dañe la madera de sus lanzas.
Rompo una y golpeo a un hombre. Derroto a dos, tres, cuatro... Pero están volviendo a rodearme, y la única opción inteligente tras eso es huir.
- ¡Dark, sigamos esa senda! -le grito.
El poblado tiene un único camino de tierra que se adentra en la espesura, así que si la gran campana de oro existe estará allí. Voy a encontrar el gran tesoro; pienso hacerlo. Por eso, salgo corriendo en esa dirección sin mirar atrás.
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Adaptó los movimientos de su torso para esquivar más de diez lanzas a la vez atacándole. Con el mismo movimiento se impulsó en el sitio, elevándose en el aire brevemente y haciendo una floritura para acabar de pie. Aquello impresionó brevemente a los guerreros shandianos que, con un afán de volverle a atacar, lanzaron otra andanada de estocadas hacia su persona. Las desvió usando una única mano y movimientos ágiles, para acabar en un giro mientras flexionaba su cuerpo. Se encogió brevemente y estiró una pierna, haciendo un ataque de barrido en el mismo giro que lanzó a todos hacia atrás. Una vez se levantó se llevó la mano a la cara algo mareado y miró hacia los lados, donde estaba Claude escapando y gritando algo sobre seguir una senda. Suspiró y se metió en las sombras, saliendo de la de detrás de Claude.
—¿Capi, sabías que los palitos de merluza nacen sin rebozar? —le explicó Dark en un momento enclarecedor, desvelando la verdad que leyó en un obelisco de pega—. Es un dato de lo más curioso. Ahora, ¿dónde vamos?
Frenó en seco una vez dejaron de seguirles. Se le había ocurrido algo de lo más disparatado: ¿si lo besaba, dejaría de buscar el One Piece? A lo mejor el tesoro más preciado de Claude era el amor incondicional hacia Dark, por lo que si le daba una noche fugaz con él, olvidaría el mero hecho de que estaban en Raftel y se sentiría totalmente cumplido. Por lo que alteró su percepción para imaginarse como una mujer, y se polimorfó en una: pechos de lo más modestos, pero destacables. Un precioso carmín en sus labios y la raya de los ojos bien hecha. Un maquillaje que no podía pasar desapercibido, pero que era imperceptible si no se fijaba en este. Llamó su atención, con una voz casi idílica para una mujer y lo intentó atraer hacia él, usando los poderes de su fruta para transmitirle calma y seguridad a través de la voz.
—Claude... Realmente yo soy una mujer —exclamó, mientras pasaba un dedo por su pecho—. Y estoy enamorada de ti. Eres mi One Piece... —le explicó mientras imitaba un tono erótico.
No sabía si iban a encontrar la ciudad de oro, por lo que si tenía que tirárselo para que se quedase dormido y poder recrear una mejor escena, lo haría. Aunque Claude no parecía especialmente atraído por las mujeres u hombres, así que tenía que intentarlo.
—¿Capi, sabías que los palitos de merluza nacen sin rebozar? —le explicó Dark en un momento enclarecedor, desvelando la verdad que leyó en un obelisco de pega—. Es un dato de lo más curioso. Ahora, ¿dónde vamos?
Frenó en seco una vez dejaron de seguirles. Se le había ocurrido algo de lo más disparatado: ¿si lo besaba, dejaría de buscar el One Piece? A lo mejor el tesoro más preciado de Claude era el amor incondicional hacia Dark, por lo que si le daba una noche fugaz con él, olvidaría el mero hecho de que estaban en Raftel y se sentiría totalmente cumplido. Por lo que alteró su percepción para imaginarse como una mujer, y se polimorfó en una: pechos de lo más modestos, pero destacables. Un precioso carmín en sus labios y la raya de los ojos bien hecha. Un maquillaje que no podía pasar desapercibido, pero que era imperceptible si no se fijaba en este. Llamó su atención, con una voz casi idílica para una mujer y lo intentó atraer hacia él, usando los poderes de su fruta para transmitirle calma y seguridad a través de la voz.
—Claude... Realmente yo soy una mujer —exclamó, mientras pasaba un dedo por su pecho—. Y estoy enamorada de ti. Eres mi One Piece... —le explicó mientras imitaba un tono erótico.
No sabía si iban a encontrar la ciudad de oro, por lo que si tenía que tirárselo para que se quedase dormido y poder recrear una mejor escena, lo haría. Aunque Claude no parecía especialmente atraído por las mujeres u hombres, así que tenía que intentarlo.
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Dark me comenta una cosa que, espero, sea broma. No porque no pueda creerlo, sino porque me resulta difícil aceptar que acabe de decir algo tan estúpido. ¡Claro que los palitos de merluza nacen sin rebozar! Aun si considerásemos que "nacen" una vez procesada la merluza, no podrían ser rebozados hasta que ya tienen forma, así que ya. ¿Por qué me pregunta semejante estupidez?
Estoy a punto de soltarle algún tipo de comentario sarcástico, pero entonces me doy cuenta de la realidad: A través de un comentario trivial, un chiste en este caso, intenta aproximarme a una verdad que se oculta en sus palabras: No importa cómo sea ahora, pero tampoco cuánto entrene. No podré ser Rey de los Piratas hasta que me vista como uno. Y entiendo su punto; es más, agradezco la sabiduría que descansa en esas palabras, pero aun así debo negar con la cabeza.
- No, Dark -respondo, poniéndole una mano en el hombro-. El Rey de los Piratas es el hombre más libre del mundo. Por eso, me vestiré como quiera. Ese es el verdadero espíritu de los Fancy Cock. Pero eres un buen maestro. -lo miro a los ojos, deteniéndome por un momento-. Gracias.
Pero en ese momento me percato de una cosa. No solo por sus palabras, sino también por su cuerpo. No lo había visto hasta ahora, pero Dark es una mujer preciosa. Atractiva, de hecho, tanto que no sé cómo he podido ignorarlo todo este tiempo. ¿Si me acostara con ella podría hacerme famoso? Desde luego que sí, pero en estos momentos no quiero que un simple polvo le haga sombra a nuestra verdadera hazaña: Encontrar el One Piece.
- Esto... -Aparto la mirada. No se me da nada bien rechazar a la gente, y aunque albergo sentimientos por ella, no son los que ella desea. No puedo compartir esa pulsión, aunque entiendo que ella se haya enamorado de mí. Soy formidable. No sabía que tanto como para que una mujer tan poderosa se interesase por mí, pero... Soy fabuloso-. Tenemos un objetivo que cumplir, Dark. Y... Tú también eres un tesoro para...
Dejo de hablar de pronto. Tal vez me quedo sin palabras porque me doy cuenta de lo guapa que es, tal vez la euforia por el momento, o igual es la gigantesca campana de oro macizo que puedo divisar desde aquí, a apenas cien metros tras seguir un pequeño desvío en el camino. No quiero mandarle mensajes confusos, así que el apasionado beso en los labios se lo doy sin lengua, y salgo hacia allá gritando:
- ¡One Piece, allá vamos!
Estoy a punto de soltarle algún tipo de comentario sarcástico, pero entonces me doy cuenta de la realidad: A través de un comentario trivial, un chiste en este caso, intenta aproximarme a una verdad que se oculta en sus palabras: No importa cómo sea ahora, pero tampoco cuánto entrene. No podré ser Rey de los Piratas hasta que me vista como uno. Y entiendo su punto; es más, agradezco la sabiduría que descansa en esas palabras, pero aun así debo negar con la cabeza.
- No, Dark -respondo, poniéndole una mano en el hombro-. El Rey de los Piratas es el hombre más libre del mundo. Por eso, me vestiré como quiera. Ese es el verdadero espíritu de los Fancy Cock. Pero eres un buen maestro. -lo miro a los ojos, deteniéndome por un momento-. Gracias.
Pero en ese momento me percato de una cosa. No solo por sus palabras, sino también por su cuerpo. No lo había visto hasta ahora, pero Dark es una mujer preciosa. Atractiva, de hecho, tanto que no sé cómo he podido ignorarlo todo este tiempo. ¿Si me acostara con ella podría hacerme famoso? Desde luego que sí, pero en estos momentos no quiero que un simple polvo le haga sombra a nuestra verdadera hazaña: Encontrar el One Piece.
- Esto... -Aparto la mirada. No se me da nada bien rechazar a la gente, y aunque albergo sentimientos por ella, no son los que ella desea. No puedo compartir esa pulsión, aunque entiendo que ella se haya enamorado de mí. Soy formidable. No sabía que tanto como para que una mujer tan poderosa se interesase por mí, pero... Soy fabuloso-. Tenemos un objetivo que cumplir, Dark. Y... Tú también eres un tesoro para...
Dejo de hablar de pronto. Tal vez me quedo sin palabras porque me doy cuenta de lo guapa que es, tal vez la euforia por el momento, o igual es la gigantesca campana de oro macizo que puedo divisar desde aquí, a apenas cien metros tras seguir un pequeño desvío en el camino. No quiero mandarle mensajes confusos, así que el apasionado beso en los labios se lo doy sin lengua, y salgo hacia allá gritando:
- ¡One Piece, allá vamos!
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No, otra vez no. Se llevó las manos debajo de sus pechos y después polimorfó un sujetador. Ya había pasado unos meses como mujer y no quería tener la sensación de hacer equilibrio para andar. Recibió un beso apasionado —sin lengua, menuda decepción— en los labios y entendió que, o Claude era demasiado inocente como para pillar sus intenciones, o que no sentía atracción física por ella. Era fabulosa, la verdad. Sacó uno de los espejos que tenía de ilusionista y observó con qué perfección había creado sus rasgos faciales. ¿Cómo era posible crear un ser de semejante belleza? Evadió de su cabeza el narcisismo que estaba teniendo con ella misma y gruñió por lo bajo. No había colado aquello, por lo que tendría que ir permanentemente como una mujer hasta que descubriesen la ciudad dorada.
Y no tardaron en hacerlo. Estaba ahí, delante de ellos. Claro, habrían tardado más si no pudiese volar. Pero la campana... Realmente era una campana dorada. Y conforme corrían por la única carretera que había, se impresionaba aún más. Era realmente la ciudad dorada. Quizás no como la había imaginado, pero la estructura era muy parecida a la que narraban los libros. Abrió la boca y alcanzó a Claude, poniéndole una mano en el hombro y mirándole con toda la ilusión del mundo. ¡Eso era uno de los mayores descubrimientos arqueológicos que había hecho! ¡Y de pura casualidad!
—Nee nee, ¡Claude! ¡Lo hemos encontrado! —gritó eufórica mientras saltaba de un lado para otro—. ¡¿Lo ves?! ¡Ahí está!
Corrió hacia la campana y la abrazó, intentando no dejarse llevar por su instinto de arqueóloga. ¿Cómo no iba a ilusionarse? Encima parecía haber de pura casualidad un cofre debajo de esta, ¿por qué Claude tenía tanta suerte siempre? Parecía que encontraba siempre lo que quería y cuando lo quería. Suspiró aliviado y señaló el cofre, esperando a que el pelirrojo le dedicase un instante. Ahora solo faltaba ver qué había dentro.
Y no tardaron en hacerlo. Estaba ahí, delante de ellos. Claro, habrían tardado más si no pudiese volar. Pero la campana... Realmente era una campana dorada. Y conforme corrían por la única carretera que había, se impresionaba aún más. Era realmente la ciudad dorada. Quizás no como la había imaginado, pero la estructura era muy parecida a la que narraban los libros. Abrió la boca y alcanzó a Claude, poniéndole una mano en el hombro y mirándole con toda la ilusión del mundo. ¡Eso era uno de los mayores descubrimientos arqueológicos que había hecho! ¡Y de pura casualidad!
—Nee nee, ¡Claude! ¡Lo hemos encontrado! —gritó eufórica mientras saltaba de un lado para otro—. ¡¿Lo ves?! ¡Ahí está!
Corrió hacia la campana y la abrazó, intentando no dejarse llevar por su instinto de arqueóloga. ¿Cómo no iba a ilusionarse? Encima parecía haber de pura casualidad un cofre debajo de esta, ¿por qué Claude tenía tanta suerte siempre? Parecía que encontraba siempre lo que quería y cuando lo quería. Suspiró aliviado y señaló el cofre, esperando a que el pelirrojo le dedicase un instante. Ahora solo faltaba ver qué había dentro.
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Llegamos hasta la campana, ansiosos por encontrar el gran tesoro del Rey de los Piratas. Bajo ella hay un cofre, pero aunque era en parte lo que esperábamos no puedo evitar sentirme decepcionado. ¿Toda esta aventura se resume en un simple cofre? Gold Roger se suponía con el poder de arrasar islas de desearlo, y su poder fue cantado hasta la saciedad por bardos y contado por toda clase de personas. ¿De verdad todo lo que queda de él es esto? Vaya mierda de legado.
- Qué bien -digo, con no demasiada emoción, casi con un tono monocorde cuando me paro frente a la caja, del tamaño de mi cabeza. Se nota vieja y destartalada, como si llevase una eternidad aquí-. Ahora sabremos qué ocultó el Rey de los Piratas.
No tenemos llave, pero cuando agarro el cofre entre las manos este se desmigaja a causa de la humedad y los años de poco cuidado, dejando en mi palma una única pepita de oro de, por lo menos, cuatro kilos. Aun así no puedo evitar soltar un bufido inconforme al tiempo que suelto las astillas y el oro. ¿Este es el legendario tesoro? ¿Cuando decía "todo" se refería a esto? ¿Una simple lágrima gigante de oro?
- Así que por eso se llama One Piece -comento, pretendiendo rebajar la tensión con una broma-. Porque es una pieza. Es gracioso, ¿no crees?
No, no lo es. Es que ni de coña. Llevamos semanas de viaje. Casi morimos en el mar vertical, casi me mata una serpiente, me han tragado más bichos de los que sabría cocinar, casi matan a Dark y me he topado con una tribu de indígenas oligrofrénicos que pretendían hervirnos en una cacerola. O que nos fuésemos, no sé cuál de las dos es más insultante. Y para más colmo, todo el One Piece no resulta ser más que una broma de mal gusto perpetrada por un pirata con demasiado tiempo libre y un ego desmesurado. ¿Ojalá se le atragante al patán que lo encuentre? ¡Que se te atragante a ti, hijo de puta! Todo el caos que ha causado, más de trescientos años buscando esto... ¿Y todo para un final tan anticlimático? Toda mi aventura para convertirme en el Rey de los Piratas... ¿Y para qué? Para ser estafado. Pero ah, no. Ese cacho de oro es mío, y me lo voy a fundir para hacerme mi corona de Rey de los Piratas. Porque eso es lo que soy ahora, ¿no?
- Dark -digo, mirándola a los ojos. Tiemblo de rabia, hasta el punto de que mi Habuso brilla negro por un instante-. Esto ha sido cosa de Shaggy. Él es el basilisco de Raftel. Él se ha llevado el tesoro, estoy seguro. Tenemos que volver a Sabaody y enfrentarlo; solo así seremos los verdaderos reyes. Y pagará por haber dejado ese cofre de recochineo. Nos ocuparemos de ellos.
Estoy muy enfadado con Shaggy, por todo lo que ha hecho. No solo nos ha traído hasta aquí, sino que nos ha robado la gloria tras intentar matar a Dark... Y nadie toca a mis amigos. Ni a mis amigas.
- Qué bien -digo, con no demasiada emoción, casi con un tono monocorde cuando me paro frente a la caja, del tamaño de mi cabeza. Se nota vieja y destartalada, como si llevase una eternidad aquí-. Ahora sabremos qué ocultó el Rey de los Piratas.
No tenemos llave, pero cuando agarro el cofre entre las manos este se desmigaja a causa de la humedad y los años de poco cuidado, dejando en mi palma una única pepita de oro de, por lo menos, cuatro kilos. Aun así no puedo evitar soltar un bufido inconforme al tiempo que suelto las astillas y el oro. ¿Este es el legendario tesoro? ¿Cuando decía "todo" se refería a esto? ¿Una simple lágrima gigante de oro?
- Así que por eso se llama One Piece -comento, pretendiendo rebajar la tensión con una broma-. Porque es una pieza. Es gracioso, ¿no crees?
No, no lo es. Es que ni de coña. Llevamos semanas de viaje. Casi morimos en el mar vertical, casi me mata una serpiente, me han tragado más bichos de los que sabría cocinar, casi matan a Dark y me he topado con una tribu de indígenas oligrofrénicos que pretendían hervirnos en una cacerola. O que nos fuésemos, no sé cuál de las dos es más insultante. Y para más colmo, todo el One Piece no resulta ser más que una broma de mal gusto perpetrada por un pirata con demasiado tiempo libre y un ego desmesurado. ¿Ojalá se le atragante al patán que lo encuentre? ¡Que se te atragante a ti, hijo de puta! Todo el caos que ha causado, más de trescientos años buscando esto... ¿Y todo para un final tan anticlimático? Toda mi aventura para convertirme en el Rey de los Piratas... ¿Y para qué? Para ser estafado. Pero ah, no. Ese cacho de oro es mío, y me lo voy a fundir para hacerme mi corona de Rey de los Piratas. Porque eso es lo que soy ahora, ¿no?
- Dark -digo, mirándola a los ojos. Tiemblo de rabia, hasta el punto de que mi Habuso brilla negro por un instante-. Esto ha sido cosa de Shaggy. Él es el basilisco de Raftel. Él se ha llevado el tesoro, estoy seguro. Tenemos que volver a Sabaody y enfrentarlo; solo así seremos los verdaderos reyes. Y pagará por haber dejado ese cofre de recochineo. Nos ocuparemos de ellos.
Estoy muy enfadado con Shaggy, por todo lo que ha hecho. No solo nos ha traído hasta aquí, sino que nos ha robado la gloria tras intentar matar a Dark... Y nadie toca a mis amigos. Ni a mis amigas.
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Mierda, había encontrado algo. ¿Podría contar aquello como el One Piece? Sí y no. En el sentido figurado de la literatura lo sería. Pero no en el que lo buscaba. Por lo que le esbozó una pequeña sonrisa cuando soltó el chiste y esperó a su teoría sobre el ultra instinto de Shaggy. Porque no tenía otra forma de llamarla: Shaggy debería tener un instinto fuera de lo inusual para participar en un plan de ese índole.
—Pero... por eso se llama el One Piece, Claude —le insistió, mostrándole una mirada de calma—. Eres el rey de los piratas...
Suspiró algo decepcionada. Se sentía feliz de haber encontrado la isla, por supuesto, pero había algo que estaba mal. Su paciencia había llegado a su límite, por lo que no quería mentir más. Por lo que se armó de valor, deshizo su polimorfia y volvió a adoptar su físico original. Sabía que Claude no iba a reaccionar bien a aquello, pero ir gritando por ahí que había encontrado el One Piece no era viable. Y lo iba a hacer si realmente lo creía. ¿Que era su culpa? Sí, lo era. No esperaba encontrar la ciudad dorada ni mucho menos algo que se asemejase a un cofre tan fácilmente. Pero era hora de pintar en el mundo rosado de Claude. Pintar la realidad.
—Claude, lo siento. Esto no es el One Piece. Te he engañado, pero por un bien: para entrenarte y ver si eras capaz de ir a por el real. Encontré este Logpose en la taberna de Shaggy y escribí Raftel en él. También me polimorfé en el basilisco de Raftel, usé los poderes de mi fruta para que todos los aldeanos actuasen a mi voluntad... Y un sin fin de cosas más, claro —le comentó mientras llevaba una mano a su cadera y mantenía su postura firme—. Sé que no ha estado correcto y te quiero pedir perdón. Si te he hecho daño te quiero pedir perdón de la única forma que sé... abriéndote las puertas de mi corazón para cuando decidas un día volver. Yo solo quiero tu amistad.
Bajó la cabeza brevemente y esperó a ver cómo reaccionaba. Seguramente le habría decepcionado. Y bueno, es lo que solía hacer. Decepcionar a la gente. No quitaba que Claude fuese una persona mejor o peor que él. Al fin y al cabo, era un chico de lo más honesto a su manera, y el moreno simplemente era alguien intentando divertirse. Había creado un vínculo con él, no lo podía negar, y por eso mismo quería diferir la verdad de la mentira. Para ver si podían continuar teniendo aventuras como antes. Sin tener que transformarse en animales raros, claro.
—Pero... por eso se llama el One Piece, Claude —le insistió, mostrándole una mirada de calma—. Eres el rey de los piratas...
Suspiró algo decepcionada. Se sentía feliz de haber encontrado la isla, por supuesto, pero había algo que estaba mal. Su paciencia había llegado a su límite, por lo que no quería mentir más. Por lo que se armó de valor, deshizo su polimorfia y volvió a adoptar su físico original. Sabía que Claude no iba a reaccionar bien a aquello, pero ir gritando por ahí que había encontrado el One Piece no era viable. Y lo iba a hacer si realmente lo creía. ¿Que era su culpa? Sí, lo era. No esperaba encontrar la ciudad dorada ni mucho menos algo que se asemejase a un cofre tan fácilmente. Pero era hora de pintar en el mundo rosado de Claude. Pintar la realidad.
—Claude, lo siento. Esto no es el One Piece. Te he engañado, pero por un bien: para entrenarte y ver si eras capaz de ir a por el real. Encontré este Logpose en la taberna de Shaggy y escribí Raftel en él. También me polimorfé en el basilisco de Raftel, usé los poderes de mi fruta para que todos los aldeanos actuasen a mi voluntad... Y un sin fin de cosas más, claro —le comentó mientras llevaba una mano a su cadera y mantenía su postura firme—. Sé que no ha estado correcto y te quiero pedir perdón. Si te he hecho daño te quiero pedir perdón de la única forma que sé... abriéndote las puertas de mi corazón para cuando decidas un día volver. Yo solo quiero tu amistad.
Bajó la cabeza brevemente y esperó a ver cómo reaccionaba. Seguramente le habría decepcionado. Y bueno, es lo que solía hacer. Decepcionar a la gente. No quitaba que Claude fuese una persona mejor o peor que él. Al fin y al cabo, era un chico de lo más honesto a su manera, y el moreno simplemente era alguien intentando divertirse. Había creado un vínculo con él, no lo podía negar, y por eso mismo quería diferir la verdad de la mentira. Para ver si podían continuar teniendo aventuras como antes. Sin tener que transformarse en animales raros, claro.
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Al decirle todo eso, Dark explota y me apuñala. No con una espada, sino con palabras que se me clavan. Cada una es como un cuchillo, todos directos al corazón, pero no sangro. Me siento estúpido; quiero llorar, pero simplemente no puedo. Ojalá temblase, pero mi cuerpo se mantiene en una calma funeral, completamente entumecido. Ni siquiera soy capaz de asimilarlo a tiempo, y no llega a cambiar mi expresión. De hecho, lo único que alcanzo a decir es un confuso "tiene sentido".
Recojo la pepita y la tomo entre mis brazos, como protegiéndola. Está fría, como yo. En cuanto tenga un momento me desharé de ella, de una forma u otra. No quiero volver a verla en mi vida. Es mi tesoro, sí, pero también la marca de una vergüenza que no voy a ser capaz de borrar nunca.
Casi como un autómata empiezo a caminar de vuelta a la aldea, muy despacio. Puede que de pronto me duelan más las quemaduras de estos días, pero lo que de verdad me arde es sentirme traicionado por mi amigo. ¿Prepararme para mi verdadera aventura? Me ha tratado como un necio, pero tampoco puedo culparle solo a él... Todo era tan bonito. Estaba con mi héroe, viviendo aventuras y pudiendo dormir sin preocuparme de que alguien entrase en mi camarote en mitad de la noche. No estoy enfadado, ni tampoco triste. Ojalá lo estuviera; ojalá sintiese algo, pero lo único que ha quedado dentro de mí tras esto es un terrible, despiadado y confuso vacío que no sé cómo llenar.
Llego al poblado. De nuevo el revuelo, salen los soldados y me rodean con sus lanzas. Suelto la roca y me tiro sobre mis rodillas, dedicándoles una mirada vacía. Llevo mis manos detrás de la cabeza y la agacho. ¿Qué importa ya nada, si solo soy un... Imbécil?
Me pegan un lanzazo en el costado y me pegan un puñetazo que casi me rompe la nariz, pero me dejo caer al suelo y me dejo llevar. Supongo que pronto habrá terminado, pero no sé si puedo seguir más. No quiero luchar si solo sirve para que todos se rían de mí. No puedo.
Recojo la pepita y la tomo entre mis brazos, como protegiéndola. Está fría, como yo. En cuanto tenga un momento me desharé de ella, de una forma u otra. No quiero volver a verla en mi vida. Es mi tesoro, sí, pero también la marca de una vergüenza que no voy a ser capaz de borrar nunca.
Casi como un autómata empiezo a caminar de vuelta a la aldea, muy despacio. Puede que de pronto me duelan más las quemaduras de estos días, pero lo que de verdad me arde es sentirme traicionado por mi amigo. ¿Prepararme para mi verdadera aventura? Me ha tratado como un necio, pero tampoco puedo culparle solo a él... Todo era tan bonito. Estaba con mi héroe, viviendo aventuras y pudiendo dormir sin preocuparme de que alguien entrase en mi camarote en mitad de la noche. No estoy enfadado, ni tampoco triste. Ojalá lo estuviera; ojalá sintiese algo, pero lo único que ha quedado dentro de mí tras esto es un terrible, despiadado y confuso vacío que no sé cómo llenar.
Llego al poblado. De nuevo el revuelo, salen los soldados y me rodean con sus lanzas. Suelto la roca y me tiro sobre mis rodillas, dedicándoles una mirada vacía. Llevo mis manos detrás de la cabeza y la agacho. ¿Qué importa ya nada, si solo soy un... Imbécil?
Me pegan un lanzazo en el costado y me pegan un puñetazo que casi me rompe la nariz, pero me dejo caer al suelo y me dejo llevar. Supongo que pronto habrá terminado, pero no sé si puedo seguir más. No quiero luchar si solo sirve para que todos se rían de mí. No puedo.
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Aguantó el tipo pero no dijo nada. Parecía haberse derrumbado por dentro de alguna forma, cosa la cual el moreno decidió callar. Calló y acompañó el silencio que creó Claude, sin siquiera responder a nada. Se lo merecía y no podía negarlo. Por lo que lo dejó marchar unos momentos y meditó en el sitio qué hacer. ¿Debía dejarle solo para que llegase a una conclusión? Decidió que sí. Así que se sentó en el sitio y colocó los puños en sus rodillas, manteniendo una postura firme y razonando sus errores. Lo que había empezado por una pequeña broma acababa de destruir los sueños y esperanzas del muchacho. Por lo que se castigaría a él mismo con varias horas en esa posición, para después ir y hablar con Claude.
Tras pasar no demasiado rato, algo raro notó en su mantra. Miró hacia atrás y frunció el ceño ligeramente. ¿Por qué volvía a sentir aquella llama apagándose? Se levantó y adoptó el cuerpo a una posición más libre, alejando un poco los brazos y piernas de su eje para transformarse en forma completa. Después salió despedido del lugar, provocando que el suelo quebrase con su mismo vuelo. No tardó casi nada en llegar donde estaba el pelirrojo, donde estaban a punto de matarlo. Polimorfó en sus manos unas garras y cayó en picado, desgarrando el cuello del que estaba a punto de atravesarle con una lanza. Deshizo las garras y sacó a Haruno Rö en un ágil movimiento imitando a un Iai, cortando la cabeza de otro en un instante. Giró la katana entre sus manos y, con un solo movimiento, cortó el pecho de los que tenía detrás su capitán.
—Claude, levanta. Esta no es la solución. Sé que ha podido ser una broma de mal gusto, y que has creído con fuerza que esto era el One Piece, pero tú eres una persona con mayores aspiraciones y sueños. ¿Por qué quedarte con el One Piece si puedes aspirar al mundo en general? ¡No sigas el sueño de todos los piratuchos, tú eres mejor que eso! ¡Búscate una mayor aspiración! —observó que estaba de rodillas y se dispuso a decir la frase más tópica que se le ocurrió—. Vive de pie o muere de rodillas, Claude.
Tras gritarle todo aquello, agitó la katana sacando la sangre de esta y se preparó para matar más shandianos. No parecían echarse para atrás, y encima tenía el handicap de que no podía usar el haki del rey con Claude a su lado. Por lo que, bueno, era hora de matar shandianos.
Tras pasar no demasiado rato, algo raro notó en su mantra. Miró hacia atrás y frunció el ceño ligeramente. ¿Por qué volvía a sentir aquella llama apagándose? Se levantó y adoptó el cuerpo a una posición más libre, alejando un poco los brazos y piernas de su eje para transformarse en forma completa. Después salió despedido del lugar, provocando que el suelo quebrase con su mismo vuelo. No tardó casi nada en llegar donde estaba el pelirrojo, donde estaban a punto de matarlo. Polimorfó en sus manos unas garras y cayó en picado, desgarrando el cuello del que estaba a punto de atravesarle con una lanza. Deshizo las garras y sacó a Haruno Rö en un ágil movimiento imitando a un Iai, cortando la cabeza de otro en un instante. Giró la katana entre sus manos y, con un solo movimiento, cortó el pecho de los que tenía detrás su capitán.
—Claude, levanta. Esta no es la solución. Sé que ha podido ser una broma de mal gusto, y que has creído con fuerza que esto era el One Piece, pero tú eres una persona con mayores aspiraciones y sueños. ¿Por qué quedarte con el One Piece si puedes aspirar al mundo en general? ¡No sigas el sueño de todos los piratuchos, tú eres mejor que eso! ¡Búscate una mayor aspiración! —observó que estaba de rodillas y se dispuso a decir la frase más tópica que se le ocurrió—. Vive de pie o muere de rodillas, Claude.
Tras gritarle todo aquello, agitó la katana sacando la sangre de esta y se preparó para matar más shandianos. No parecían echarse para atrás, y encima tenía el handicap de que no podía usar el haki del rey con Claude a su lado. Por lo que, bueno, era hora de matar shandianos.
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Bueno, así es como todo termina. Se acabó. Puedo ver la lanza acercarse a mí, y me da igual. Pero parece que a Dark no. ¿Por qué se molesta en evitarlo? ¿Pretende seguir burlándose de mí? Recordarme que no solo ha tenido mi vida en sus manos, sino que ha estado todo este tiempo jugando conmigo. ¿Qué pretendes, Dark? De verdad, ¿qué quieres de mí?
Las lágrimas terminan llegando a mis ojos, y lloro en el suelo mientras veo cómo se afana y afana en protegerme. La sangre me salpica, me empapa la boca. Veo todo rojo por un momento, toco mi pecho y lo siento pegajoso, con un horrible olor a óxido que casi me hace vomitar. Quiero gritarle que pare, que yo he elegido esto, que deje de burlarse de mí, pero sigo teniendo un nudo en la garganta. Simplemente, ¿por qué estás aquí? ¿Tanto necesitas demostrar que estás por encima de mí? Ya te has llevado todo lo que podías de mí, ¡déjame tranquilo! Vete. Sigo sin poder decir nada, pero lo miro con odio. Confiaba en él, y así me ha pagado. Se ha reído de mí, y ahora me salva sin siquiera pensar en cómo voy a vivir de aquí en adelante. Porque, aunque nunca lo cuente, hay dos personas que siempre sabrán que fui un iluso estúpido. Que confundí Raftel con... ¿Dónde coño estamos? ¿Es siquiera un lugar real? Porque a estas alturas, podría ser un teatro que él mismo haya organizado. Y esta gente ilusiones, o lo que sea que pueda hacer con su fruta del diablo.
- Eres un demonio, Dark -le respondo, pero aun así me levanto.
Avanzo cabizbajo un par de pasos, hasta ponerme frente a él. Me llevo la mano al mango de Pluma; la he desenvainado demasiadas veces en muy poco tiempo, y con cada vez siento que es un arma más corriente. Casi la odio en estos momentos, pero al mismo tiempo es la única arma que puedo utilizar con una mínima, vana y estúpida esperanza. Pero esperanza, al fin y al cabo.
- No voy a consentir que hagas esto. -Hablo con un hilillo de voz, pero poco a poco se va restableciendo hasta ser casi un bramido vehemente-. No sé qué estás haciendo con mi cabeza, pero existan o no...
Miro hacia atrás. Mantienen cierta distancia, aterrados por Dark. Yo también tengo miedo, pero me enfrento a algo mucho más grande que yo, a algo mucho más importante que yo. Tal vez sea porque he estado a punto de tirar la toalla y dejar que me matasen, o porque el vicealmirante me ha hecho sentir tan pequeño como las hormigas que piso, pero desenvaino mi arma. Sí, soy penoso. Sí, soy pequeño en comparación a él. Estoy seguro de que no puedo vencer, pero aún así termino la frase:
- ¡No dejaré que los mates!
Mi voz reverbera hasta el punto de hacer temblar los techos de las chozas, y por un segundo es como si el viento se hubiese detenido. También mi corazón, hasta que late con fuerza. Vehemente, pero extremadamente lento. Con las manos temblorosas por el miedo, sujeto la hoja delante de mi rostro y entonces recupero el pulso. No voy a flaquear más.
Las lágrimas terminan llegando a mis ojos, y lloro en el suelo mientras veo cómo se afana y afana en protegerme. La sangre me salpica, me empapa la boca. Veo todo rojo por un momento, toco mi pecho y lo siento pegajoso, con un horrible olor a óxido que casi me hace vomitar. Quiero gritarle que pare, que yo he elegido esto, que deje de burlarse de mí, pero sigo teniendo un nudo en la garganta. Simplemente, ¿por qué estás aquí? ¿Tanto necesitas demostrar que estás por encima de mí? Ya te has llevado todo lo que podías de mí, ¡déjame tranquilo! Vete. Sigo sin poder decir nada, pero lo miro con odio. Confiaba en él, y así me ha pagado. Se ha reído de mí, y ahora me salva sin siquiera pensar en cómo voy a vivir de aquí en adelante. Porque, aunque nunca lo cuente, hay dos personas que siempre sabrán que fui un iluso estúpido. Que confundí Raftel con... ¿Dónde coño estamos? ¿Es siquiera un lugar real? Porque a estas alturas, podría ser un teatro que él mismo haya organizado. Y esta gente ilusiones, o lo que sea que pueda hacer con su fruta del diablo.
- Eres un demonio, Dark -le respondo, pero aun así me levanto.
Avanzo cabizbajo un par de pasos, hasta ponerme frente a él. Me llevo la mano al mango de Pluma; la he desenvainado demasiadas veces en muy poco tiempo, y con cada vez siento que es un arma más corriente. Casi la odio en estos momentos, pero al mismo tiempo es la única arma que puedo utilizar con una mínima, vana y estúpida esperanza. Pero esperanza, al fin y al cabo.
- No voy a consentir que hagas esto. -Hablo con un hilillo de voz, pero poco a poco se va restableciendo hasta ser casi un bramido vehemente-. No sé qué estás haciendo con mi cabeza, pero existan o no...
Miro hacia atrás. Mantienen cierta distancia, aterrados por Dark. Yo también tengo miedo, pero me enfrento a algo mucho más grande que yo, a algo mucho más importante que yo. Tal vez sea porque he estado a punto de tirar la toalla y dejar que me matasen, o porque el vicealmirante me ha hecho sentir tan pequeño como las hormigas que piso, pero desenvaino mi arma. Sí, soy penoso. Sí, soy pequeño en comparación a él. Estoy seguro de que no puedo vencer, pero aún así termino la frase:
- ¡No dejaré que los mates!
Mi voz reverbera hasta el punto de hacer temblar los techos de las chozas, y por un segundo es como si el viento se hubiese detenido. También mi corazón, hasta que late con fuerza. Vehemente, pero extremadamente lento. Con las manos temblorosas por el miedo, sujeto la hoja delante de mi rostro y entonces recupero el pulso. No voy a flaquear más.
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El suelo tembló brevemente. El viento se alzó entre los dos. Arqueó una ceja y sonrió brevemente. «Vaya... Eres de lo más interesante, Claude. En cierta parte lo sabía.» pensó mientras elevaba la katana y la colocaba en horizontal.
—¿Cómo lo vas a impedir, Claude? ¿Crees que tu voluntad puede superar a la mía? —exclamó mientras levantaba la mano y todos, alrededor de diez metros de él, caían desmayados. Menos Claude, claro—. Porque a mí me apetece matar retrasados con alas. Así que nos vamos a quedar tú y yo solos y me vas a decir qué camino vas a tomar.
Dejó caer a Haruno Rö brevemente y, con un movimiento de muñeca, aprovechó el movimiento para volver a agarrarla y aprovechar la inercia del corte para lanzar una onda cortante a su máxima potencia, destrozando todo atrás de él. Claude había sacado la espada y debía corresponderle. Elevó la mano y dibujó varios círculos, encerrando los que quedaban. Después hizo uno aún más grande y dibujó un ring circular gigante entre ellos, casi como una arena. Sentía su corazón agitarse mientras veía al pelirrojo. Casi como cuando se enfrentaba a alguien más fuerte que él. El sentimiento estaba ahí, por lo que no iba a desaprovecharlo. Acomodó su postura y reposó el arma sobre su hombro. Estaba usando el estilo de combate que había aprendido mientras estaba amnésico: era con el que se sentía más agusto.
—Ojalá fueses más fuerte. Siento algo contigo que me hace sentir vivo —exclamó, mientras sus ojos se iluminaban y empezaba a envolverle un aura negriza—. Quiero que te vuelvas fuerte, más que nadie. ¿Qué más dan unos shandianos, Claude? ¿Qué es lo que se tiene que interponer entre el camino hacia tu ascenso? Sé un rival para mí —exclamó mientras centraba sus ojos en él—. φɾօʍҽէօ ղօ ժąɾէҽ ҽղ Ӏą հҽɾìժą —acabó diciéndole con el tono demoníaco.
Claude no se había equivocado llamándole demonio: Dark no estaba bien de la cabeza, y no había sido sano recordarle su verdadera naturaleza.
—¿Cómo lo vas a impedir, Claude? ¿Crees que tu voluntad puede superar a la mía? —exclamó mientras levantaba la mano y todos, alrededor de diez metros de él, caían desmayados. Menos Claude, claro—. Porque a mí me apetece matar retrasados con alas. Así que nos vamos a quedar tú y yo solos y me vas a decir qué camino vas a tomar.
Dejó caer a Haruno Rö brevemente y, con un movimiento de muñeca, aprovechó el movimiento para volver a agarrarla y aprovechar la inercia del corte para lanzar una onda cortante a su máxima potencia, destrozando todo atrás de él. Claude había sacado la espada y debía corresponderle. Elevó la mano y dibujó varios círculos, encerrando los que quedaban. Después hizo uno aún más grande y dibujó un ring circular gigante entre ellos, casi como una arena. Sentía su corazón agitarse mientras veía al pelirrojo. Casi como cuando se enfrentaba a alguien más fuerte que él. El sentimiento estaba ahí, por lo que no iba a desaprovecharlo. Acomodó su postura y reposó el arma sobre su hombro. Estaba usando el estilo de combate que había aprendido mientras estaba amnésico: era con el que se sentía más agusto.
—Ojalá fueses más fuerte. Siento algo contigo que me hace sentir vivo —exclamó, mientras sus ojos se iluminaban y empezaba a envolverle un aura negriza—. Quiero que te vuelvas fuerte, más que nadie. ¿Qué más dan unos shandianos, Claude? ¿Qué es lo que se tiene que interponer entre el camino hacia tu ascenso? Sé un rival para mí —exclamó mientras centraba sus ojos en él—. φɾօʍҽէօ ղօ ժąɾէҽ ҽղ Ӏą հҽɾìժą —acabó diciéndole con el tono demoníaco.
Claude no se había equivocado llamándole demonio: Dark no estaba bien de la cabeza, y no había sido sano recordarle su verdadera naturaleza.
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De alguna forma, todos a mi alrededor caen inconscientes. Los escucho tocar el suelo como pesos muertos, pero no me molesto en dar media vuelta. Da igual si han intentado matarme, más después de haber invadido su hogar sin una verdadera razón de peso... Debo protegerlos. ¿Por qué? No lo sé; ni siquiera importa. Los habría matado yo por sobrevivir si hubiese sido necesario, pero Dark no necesita matarlos. Él podría haberme sacado volando si hubiera querido. Podría haberlos dejado inconscientes con esa habilidad demoníaca que está utilizando ahora, ¡podría haber hecho cualquier cosa! Pero ha elegido acabar con ellos, solo está saciando una sed de sangre absurda, usándome de pretexto.
- Voy a hacerlo. -No puedo decir más, porque no sé cómo. A cada instante que lo miro más consciente soy de la diferencia de poder entre nosotros, pero tampoco puedo dar un paso atrás porque cuando dude, en el instante en que vacile siquiera un instante, soy suyo-. Voy a detenerte.
Mi voz no tiembla ya. El miedo se torna poco a poco cautela, concentración. Si voy a morir las cartas ya están echadas, pero si voy a sobrevivir las de toda esta gente están aún barajándose. No, no se están barajando. Yo las decido. Son mis cartas, y mientras me quede aliento nadie va a jugar conmigo si no es bajo mis reglas. Ni siquiera Dark Satou. Ni siquiera mi héroe.
Respiro profundamente. La hoja me pesa en los brazos, pero mantengo la postura. Duele mantenerla con una sola mano, pero libero mi mano derecha y coloco mi sable, descendente, tras mi pierna. No tengo fuerza, no puedo hender sus defensas infranqueables con un golpe devastador, pero puedo cargar contra él. Que el peso de mi cuerpo sea mi fuerza, que mi inercia sea el momentum, que mi carrera se convierta en una marcha letal. Eso sí puedo hacerlo. Y si Dark es poderoso, entonces yo lo seré más. Porque no seré el Rey de los Piratas, pero no lo necesito para ser el mejor.
- Claro que mi voluntad es más fuerte -escupo, con cierto desprecio-. ¿O no ves lo que está pasando?
Vas a matarme, y yo lo sé. Pero aun así, no doy un paso atrás. Tú, por contra, ¿qué harías en esta situación? Si yo fuera el demonio con la espada legendaria, ¿qué haría el gran Dark Satou sabiendo que no puede ganar? ¿Lucharía? ¿Huiría? Es curioso cómo cambia la percepción de la gente según el momento. Donde hace un instante veía un héroe, tal vez a un amigo, ahora solo veo un abusón. Y no soporto a los abusones.
Adopto mi forma híbrida. Es la única forma en que tal vez pueda ganar. Y corro. Corro mucho. Acelero tanto que casi me sorprendo cuando acorto las distancias, pero lo que debo hacer está claro. Aferro con fuerza mi hoja y aumento mi propia inercia girando en el aire tras saltar contra él. Doy una vuelta completa y termino a su espalda, con una rodilla hincada al suelo y la hoja aún sujeta. No va a ser suficiente, pero es un comienzo.
- Voy a hacerlo. -No puedo decir más, porque no sé cómo. A cada instante que lo miro más consciente soy de la diferencia de poder entre nosotros, pero tampoco puedo dar un paso atrás porque cuando dude, en el instante en que vacile siquiera un instante, soy suyo-. Voy a detenerte.
Mi voz no tiembla ya. El miedo se torna poco a poco cautela, concentración. Si voy a morir las cartas ya están echadas, pero si voy a sobrevivir las de toda esta gente están aún barajándose. No, no se están barajando. Yo las decido. Son mis cartas, y mientras me quede aliento nadie va a jugar conmigo si no es bajo mis reglas. Ni siquiera Dark Satou. Ni siquiera mi héroe.
Respiro profundamente. La hoja me pesa en los brazos, pero mantengo la postura. Duele mantenerla con una sola mano, pero libero mi mano derecha y coloco mi sable, descendente, tras mi pierna. No tengo fuerza, no puedo hender sus defensas infranqueables con un golpe devastador, pero puedo cargar contra él. Que el peso de mi cuerpo sea mi fuerza, que mi inercia sea el momentum, que mi carrera se convierta en una marcha letal. Eso sí puedo hacerlo. Y si Dark es poderoso, entonces yo lo seré más. Porque no seré el Rey de los Piratas, pero no lo necesito para ser el mejor.
- Claro que mi voluntad es más fuerte -escupo, con cierto desprecio-. ¿O no ves lo que está pasando?
Vas a matarme, y yo lo sé. Pero aun así, no doy un paso atrás. Tú, por contra, ¿qué harías en esta situación? Si yo fuera el demonio con la espada legendaria, ¿qué haría el gran Dark Satou sabiendo que no puede ganar? ¿Lucharía? ¿Huiría? Es curioso cómo cambia la percepción de la gente según el momento. Donde hace un instante veía un héroe, tal vez a un amigo, ahora solo veo un abusón. Y no soporto a los abusones.
Adopto mi forma híbrida. Es la única forma en que tal vez pueda ganar. Y corro. Corro mucho. Acelero tanto que casi me sorprendo cuando acorto las distancias, pero lo que debo hacer está claro. Aferro con fuerza mi hoja y aumento mi propia inercia girando en el aire tras saltar contra él. Doy una vuelta completa y termino a su espalda, con una rodilla hincada al suelo y la hoja aún sujeta. No va a ser suficiente, pero es un comienzo.
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No vaciló en bajar o hacer algo con su postura. Podía casi seguirle con la mirada, cada paso y todo lo que pretendía hacer. Era fácil esquivarlo, pero en esas semanas había pasado demasiado tiempo. Y había mejorado demasiado. Si seguía alimentándolo y mejorándolo de esa forma podría luchar contra un Claude que sería mucho más fuerte. Aquello encendía cada uno de sus instintos, por lo que sin siquiera contestar, centró sus ojos en él, siguiéndole en el aire y mirando de reojo una vez estuvo detrás de él. El pelirrojo no era una persona fuerte, ni mucho menos. El truco que tenía luchando era usar la velocidad para generar inercia. Con la inercia atacar. ¿Pero no sabía que él podía hacer lo mismo? Tenía que enseñarle dónde estaban sus límites reales. Y, aunque heriría su orgullo, solo le serviría para tener una meta más fructífera que la de buscar el One Piece: ser un espadachín increíble.
—Si te quedas sin arma, el combate acaba.
Con una floritura, intentó no dejar acabar su movimiento para agarrar su pierna y estamparle con fuerza contra el suelo. Si lo lograba, colocaría su arma a la altura del cuello. Si no, se limitaría a mantener una distancia prudente y no subestimarle. Cuando luchaba en serio, no se dejaba engañar ni infravaloraba hasta el enemigo más débil. Había abrumado a los shandianos, pero no le importaba. Herramientas en el camino que había decidido caminar. Por lo que enfundó a Haruno Rö y agarró el mango de Yamato, sacándola e incendiando la hoja con un solo movimiento de mano.
—Si tú sacas tu arma especial, yo haré lo mismo —le comunicó mientras agarraba con firmeza el mango de la katana.
La hoja de Yamato estaba rota. Solo tenía el mango y parte del metal que salía de la empuñadura. Pero era su arma especial, más que Extorquendo Mundi. Era el arma que había blandido al lado de Louise.
—Si te quedas sin arma, el combate acaba.
Con una floritura, intentó no dejar acabar su movimiento para agarrar su pierna y estamparle con fuerza contra el suelo. Si lo lograba, colocaría su arma a la altura del cuello. Si no, se limitaría a mantener una distancia prudente y no subestimarle. Cuando luchaba en serio, no se dejaba engañar ni infravaloraba hasta el enemigo más débil. Había abrumado a los shandianos, pero no le importaba. Herramientas en el camino que había decidido caminar. Por lo que enfundó a Haruno Rö y agarró el mango de Yamato, sacándola e incendiando la hoja con un solo movimiento de mano.
—Si tú sacas tu arma especial, yo haré lo mismo —le comunicó mientras agarraba con firmeza el mango de la katana.
La hoja de Yamato estaba rota. Solo tenía el mango y parte del metal que salía de la empuñadura. Pero era su arma especial, más que Extorquendo Mundi. Era el arma que había blandido al lado de Louise.
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No tengo fuerza, pero puedo usar la de Dark en su propia contra. Sé que mi movimiento está destinado al fracaso, pero así como me agarra una pata yo me aferro con la otra a su brazo y me encorvo, lo suficiente para que ese movimiento, extremadamente violento, no me arranque la cabeza al chocar contra el suelo. En su lugar giro alrededor de su brazo. Me cuesta calcular, pero doy media vuelta antes de que me suelte y tras la otra media me suelto yo, saliendo disparado hacia arriba aprovechando la inercia que él me ha regalado para intentar rajar su torso de arriba abajo.
Vuelo. O más bien, voy como un cohete. No quiero pensar en la velocidad que estoy alcanzando, y si bien hace un rato no quise mirar hacia abajo ahora es el único espacio al que puedo dedicarme. No siento vértigo, solo una fuerte palpitación en el pecho, y apuntando el pico hacia el cielo cacareo con todas mis fuerzas.
Empiezo a descender, y cacareo una vez más. Mi velocidad sigue subiendo; ya es bastante, así que simplemente me afano en corregir la trayectoria de mi hoja. No apunto con ella, sino la dejo horizontal cortando el aire. No quiero arriesgarme a que se rompa si mi golpe falla. Aunque tal vez estoy acelerando demasiado, pero me concentro en Eiji y mi Habuso se activa. No cubro todo mi cuerpo, tan solo me concentro en que mis pies estén protegidos y adopto una posición que amortigüe la mayor parte del impacto. No quiero matarme, pero tampoco me voy a rendir frente a Dark.
No digo nada, pero sé que con una mirada él sabe lo que estoy pensando. Sabe lo que le tengo que decir, y también la ira que recorre mis entrañas. También, una vez aterrizo, puede ver el dolor que me invade por un instante. El Habuso me ha protegido, pero aun así el impacto ha sido demasiado duro; un precio alto a pagar por una idea desesperada, tal vez la única que me sirva para dañar al gran vicealmirante. Sin embargo, si tengo tan solo un segundo, doy un salto atrás.
Varias venas me han reventado a lo largo de la piel, tanto por la presión de semejante despegue como por el daño de la caída. Sin embargo, no trastabillo. Mis plumas se van tiñendo de rojo, pero yo no hago el más mínimo ademán de rendición. "Te voy a derrotar, Dark", dice mi mirada. Y aunque dudo que pueda hacerlo, ahora mismo es más importante convencerme a mí mismo que a él.
Vuelo. O más bien, voy como un cohete. No quiero pensar en la velocidad que estoy alcanzando, y si bien hace un rato no quise mirar hacia abajo ahora es el único espacio al que puedo dedicarme. No siento vértigo, solo una fuerte palpitación en el pecho, y apuntando el pico hacia el cielo cacareo con todas mis fuerzas.
Empiezo a descender, y cacareo una vez más. Mi velocidad sigue subiendo; ya es bastante, así que simplemente me afano en corregir la trayectoria de mi hoja. No apunto con ella, sino la dejo horizontal cortando el aire. No quiero arriesgarme a que se rompa si mi golpe falla. Aunque tal vez estoy acelerando demasiado, pero me concentro en Eiji y mi Habuso se activa. No cubro todo mi cuerpo, tan solo me concentro en que mis pies estén protegidos y adopto una posición que amortigüe la mayor parte del impacto. No quiero matarme, pero tampoco me voy a rendir frente a Dark.
No digo nada, pero sé que con una mirada él sabe lo que estoy pensando. Sabe lo que le tengo que decir, y también la ira que recorre mis entrañas. También, una vez aterrizo, puede ver el dolor que me invade por un instante. El Habuso me ha protegido, pero aun así el impacto ha sido demasiado duro; un precio alto a pagar por una idea desesperada, tal vez la única que me sirva para dañar al gran vicealmirante. Sin embargo, si tengo tan solo un segundo, doy un salto atrás.
Varias venas me han reventado a lo largo de la piel, tanto por la presión de semejante despegue como por el daño de la caída. Sin embargo, no trastabillo. Mis plumas se van tiñendo de rojo, pero yo no hago el más mínimo ademán de rendición. "Te voy a derrotar, Dark", dice mi mirada. Y aunque dudo que pueda hacerlo, ahora mismo es más importante convencerme a mí mismo que a él.
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¿Hasta dónde tenía que llegar esto? Observó cómo jugaba ante su brazo y aprovechaba el impulso para volar. Arqueó una ceja y empezó a pensar mientras caía. «Me... me acabo de pasar. No puedo pagar lo de Kiseki con esto. No me llena matar a gente, y menos si pongo como excusa salvar a otra persona. Antes me producía cierto gusto, casi como ver una obra de arte. Era casi precioso ver cómo la vida se escapaba de los ojos de la gente. Cómo exhalaban su último aliento. Pero no es el camino. No puedo llegar más lejos que esto, o no avanzaré nunca en mi vida. No puede comenzar como una cadena de muertes lo que pasó con Kiseki. Así que recibiré lo que me merezco.» pensó mientras enfundaba a Yamato y se abría de brazos para recibir el ataque de forma íntegra. Era lo correcto morir ahí. Sin Louise de por medio, sin Kiseki, sin Álex o Isma, sin Ashley... Sin nadie. Solo. Era como lo había imaginado siempre y concederle a Claude el honor de hacerlo era hasta casi irónico. Cerró los ojos brevemente y notó por un instante aquella famosa anécdota que muchos contaban.
Desde sus primeros años en Hallstat, después en Norin... El hospital, Louise, el torneo, la guerra, Ashley... Sus hijas, la pérdida del poder, el conocer las siete islas de abajo... Todos y cada uno de los que había conocido parecían despedirse de él. E incluso casi sería bonito aceptar que algo existía más allá. ¿Quizás se merecía por fin descansar con Louise? Sí, se lo merecía. Este mundo no podía tener cabida para un monstruo. Así que lo aceptó. Notó cómo, desde su frente empezó a rasgar hacia abajo. Abrió los ojos y miró hacia abajo, viendo toda su ropa cortada hasta el suelo, incluido su mentón. Se tambaleó un poco y cayó hacia atrás, muy mareado. Miró hacia Claude, que ya había caído, y estaba en el sitio estabilizándose del golpe que se había pegado él solo. ¿Por qué coño estaba vivo?
—Claude, mátame —exclamó mientras lo miraba a los ojos—. Por favor. No quiero vivir más. No puedo vivir más con el dolor que tengo encima. No soy una buena persona ni nunca lo seré. Lo único quiero decirte es que... Eres como un hijo para mí. Por eso veo que seas tú el correcto para acabar con mi vida. Por favor.
Dejó reposar la cabeza en el suelo y cerró los ojos. No quería mirar cómo iba a acabar con él, pero por lo menos sabía que era lo correcto.
Desde sus primeros años en Hallstat, después en Norin... El hospital, Louise, el torneo, la guerra, Ashley... Sus hijas, la pérdida del poder, el conocer las siete islas de abajo... Todos y cada uno de los que había conocido parecían despedirse de él. E incluso casi sería bonito aceptar que algo existía más allá. ¿Quizás se merecía por fin descansar con Louise? Sí, se lo merecía. Este mundo no podía tener cabida para un monstruo. Así que lo aceptó. Notó cómo, desde su frente empezó a rasgar hacia abajo. Abrió los ojos y miró hacia abajo, viendo toda su ropa cortada hasta el suelo, incluido su mentón. Se tambaleó un poco y cayó hacia atrás, muy mareado. Miró hacia Claude, que ya había caído, y estaba en el sitio estabilizándose del golpe que se había pegado él solo. ¿Por qué coño estaba vivo?
—Claude, mátame —exclamó mientras lo miraba a los ojos—. Por favor. No quiero vivir más. No puedo vivir más con el dolor que tengo encima. No soy una buena persona ni nunca lo seré. Lo único quiero decirte es que... Eres como un hijo para mí. Por eso veo que seas tú el correcto para acabar con mi vida. Por favor.
Dejó reposar la cabeza en el suelo y cerró los ojos. No quería mirar cómo iba a acabar con él, pero por lo menos sabía que era lo correcto.
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Compruebo mi hoja por un instante. Está ensangrentada, y casi no puedo creerlo. He visto cómo recibía el golpe, claro que lo he visto, pero aun así no soy capaz de dar credibilidad a lo que acabo de contemplar. Se ha dejado dar, y ahora descansa con la mitad del cráneo partido, así como todo su cuerpo, partido. Sin embargo, puedo ver cómo todo se va cerrando poco a poco, y hasta habla. ¿Cómo puede haberse dejado dar? ¿Cómo puede seguir vivo después de eso? Es un monstruo.
Todavía habla. No parece inmutarse por el dolor, o tal vez no me lo deje ver. Solo me pide que lo mate. A mí. Que lo mate a él. Pateo el suelo con fuerza mientras vuelvo a mi forma humana y grito de frustración. ¿Qué demonios está pasando? Se me escapan las lágrimas; por momentos todo va muy despacio, pero ahora todo parece ir muy deprisa. La respiración de Dark y la mía se funden en una rapsodia enfermiza, una marcha de locura de la que no tengo fuerzas para escapar. ¿Cómo puede pedirme eso? Siento el corazón acelerarse, pero todo parece ir más despacio. Escucho todo enrarecido; respirar me cuesta, y siento cómo todo me pesa de golpe. Hundo la katana en tierra suelta y me arrodillo junto a él.
Lloro. Claro que lloro, joder. Era mi amigo, y me ha traicionado. Era mi maestro, pero ahora me pide que acabe con su vida. Me dice que soy como un hijo para él, pero ha estado riéndose de mí durante semanas. Se ha aprovechado de mí y ha esperado a obtener lo que él quería para romper toda mi ilusión, para dejarme quedar como un imbécil. ¡Y quiere que lo mate! Las lágrimas resbalan por mis mejillas, cayendo sobre él. Me tiemblan los brazos, me tiemblan las manos. Golpeo su cuerpo, lo golpeo muchas veces. Y sé que no sirve de nada, porque solo puedo herirlo si él desea que lo hiera, pero necesito sacarme de encima esa rabia.
Niego con la cabeza. No puedo hablar. Casi no puedo ni mantener los ojos abiertos. No quiero que muera; da igual lo que haya hecho: sigue siendo mi héroe. No ha sido un buen héroe, tampoco un buen amigo, ¿pero cómo matas algo a lo que has aspirado siempre conocer? Tengo que apretar los dientes para no lanzar un aullido informe. Necesito apretar los puños para no clavar las uñas en sus heridas. Estoy furioso. Pero tampoco quiero verlo así.
- Eres un monstruo -consigo articular. Al apretar las dos mitades de su torso empieza a regenerarse más deprisa. Aun así, no soy capaz de hablar en más voz que un susurro-. Pero no puedes morir.
No hasta que te mate yo.
Todavía habla. No parece inmutarse por el dolor, o tal vez no me lo deje ver. Solo me pide que lo mate. A mí. Que lo mate a él. Pateo el suelo con fuerza mientras vuelvo a mi forma humana y grito de frustración. ¿Qué demonios está pasando? Se me escapan las lágrimas; por momentos todo va muy despacio, pero ahora todo parece ir muy deprisa. La respiración de Dark y la mía se funden en una rapsodia enfermiza, una marcha de locura de la que no tengo fuerzas para escapar. ¿Cómo puede pedirme eso? Siento el corazón acelerarse, pero todo parece ir más despacio. Escucho todo enrarecido; respirar me cuesta, y siento cómo todo me pesa de golpe. Hundo la katana en tierra suelta y me arrodillo junto a él.
Lloro. Claro que lloro, joder. Era mi amigo, y me ha traicionado. Era mi maestro, pero ahora me pide que acabe con su vida. Me dice que soy como un hijo para él, pero ha estado riéndose de mí durante semanas. Se ha aprovechado de mí y ha esperado a obtener lo que él quería para romper toda mi ilusión, para dejarme quedar como un imbécil. ¡Y quiere que lo mate! Las lágrimas resbalan por mis mejillas, cayendo sobre él. Me tiemblan los brazos, me tiemblan las manos. Golpeo su cuerpo, lo golpeo muchas veces. Y sé que no sirve de nada, porque solo puedo herirlo si él desea que lo hiera, pero necesito sacarme de encima esa rabia.
Niego con la cabeza. No puedo hablar. Casi no puedo ni mantener los ojos abiertos. No quiero que muera; da igual lo que haya hecho: sigue siendo mi héroe. No ha sido un buen héroe, tampoco un buen amigo, ¿pero cómo matas algo a lo que has aspirado siempre conocer? Tengo que apretar los dientes para no lanzar un aullido informe. Necesito apretar los puños para no clavar las uñas en sus heridas. Estoy furioso. Pero tampoco quiero verlo así.
- Eres un monstruo -consigo articular. Al apretar las dos mitades de su torso empieza a regenerarse más deprisa. Aun así, no soy capaz de hablar en más voz que un susurro-. Pero no puedes morir.
No hasta que te mate yo.
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—Veo tu mirada. ¿Me quieres matar, Claude? —Preguntó mientras se levantaba ya casi regenerado, habían pasado ya varios minutos—. ¿Crees que es lo correcto? Porque realmente me merezco morir por todo lo que he hecho. ¿Es cuestión de orgullo? ¿Quieres vencerme cuando realmente puedas hacerlo? Porque no me pienso dejar vencer. Me has hecho darme cuenta de una cosa. Que no estoy caminando por el lugar que debería de hacerlo —acabó diciéndole mientras se levantaba.
Se polimorfó una nueva camisa de vacaciones, añadiendo unos pantalones de color caqui y unas sandalias con calcetines blancos altos. Se llevó la mano a la cadera y miró fijamente a Claude durante un momento. Sentía un sin fin de emociones recorrer su pecho por ese momento. Le había traicionado y, aunque había hecho todo esto para realmente motivarlo, él se lo había tomado como una burla hacia su persona. Y le dolía aquello. Perdía siempre a sus seres queridos y todo lo que se le cruzaba por delante. Amigos, familiares, conocidos... Todo por su egoísmo. A pesar de tener ese aspecto altruista y desinteresado, muy en el fondo Dark era una persona egoísta. Había evadido muchas responsabilidades y se había esforzado en cosas que no tenía que esforzarse. Y gracias a Claude se había dado cuenta que quizás una persona como él tenía esperanza. ¿Que si esto iba a ser un antes y un después? Para él, por lo menos sí. Se sentía revigorizado y todas las ganas que tenía de morir se habían despejado. De hecho, tenía más ganas de vivir.
Se había dado cuenta que caminar enseñando a la nueva generación era casi lo correcto. Pero él también tenía que aprender si quería poder llamarse un maestro. Había evadido la duda, las ganas, pero al final, el resultado era el mismo. Le otorgaba placer enseñar y ayudar a la nueva generación. Se había intentado insertar en ella como podía y no era lo correcto. De hecho, por intentar hacerlo y quedar como alguien superior, había matado a personas inocentes. Y en ese mismo momento se juró a él mismo no volver a matar sin un motivo real. No por lo menos sin juzgarlo previamente y meditarlo con calma. Gracias a estar con Claude y guiarle él mismo estaba aprendiendo cosas que nunca antes se había planteado. Llevaba unos días viendo aquella llama dentro de su presencia que no se apagaba de ninguna forma. Se agitaba con fuerza y se veía increíblemente vívida.
—Claude, no ha estado bien lo que he hecho. Y te pido disculpas, de verdad. Nada de lo que he hecho está bien. Pero sé que... sé que puedo ser una mejor persona y que puedo mejorar. Gracias a ti me he dado cuenta que todavía quedan cosas que me importan. Porque tú me importas. Y sea esto Raftel o no, hemos descubrido algo realmente secreto. La ciudad dorada, la meca de los arquitectos. ¿Quieres que nos llevemos la campana como premio?
Se polimorfó una nueva camisa de vacaciones, añadiendo unos pantalones de color caqui y unas sandalias con calcetines blancos altos. Se llevó la mano a la cadera y miró fijamente a Claude durante un momento. Sentía un sin fin de emociones recorrer su pecho por ese momento. Le había traicionado y, aunque había hecho todo esto para realmente motivarlo, él se lo había tomado como una burla hacia su persona. Y le dolía aquello. Perdía siempre a sus seres queridos y todo lo que se le cruzaba por delante. Amigos, familiares, conocidos... Todo por su egoísmo. A pesar de tener ese aspecto altruista y desinteresado, muy en el fondo Dark era una persona egoísta. Había evadido muchas responsabilidades y se había esforzado en cosas que no tenía que esforzarse. Y gracias a Claude se había dado cuenta que quizás una persona como él tenía esperanza. ¿Que si esto iba a ser un antes y un después? Para él, por lo menos sí. Se sentía revigorizado y todas las ganas que tenía de morir se habían despejado. De hecho, tenía más ganas de vivir.
Se había dado cuenta que caminar enseñando a la nueva generación era casi lo correcto. Pero él también tenía que aprender si quería poder llamarse un maestro. Había evadido la duda, las ganas, pero al final, el resultado era el mismo. Le otorgaba placer enseñar y ayudar a la nueva generación. Se había intentado insertar en ella como podía y no era lo correcto. De hecho, por intentar hacerlo y quedar como alguien superior, había matado a personas inocentes. Y en ese mismo momento se juró a él mismo no volver a matar sin un motivo real. No por lo menos sin juzgarlo previamente y meditarlo con calma. Gracias a estar con Claude y guiarle él mismo estaba aprendiendo cosas que nunca antes se había planteado. Llevaba unos días viendo aquella llama dentro de su presencia que no se apagaba de ninguna forma. Se agitaba con fuerza y se veía increíblemente vívida.
—Claude, no ha estado bien lo que he hecho. Y te pido disculpas, de verdad. Nada de lo que he hecho está bien. Pero sé que... sé que puedo ser una mejor persona y que puedo mejorar. Gracias a ti me he dado cuenta que todavía quedan cosas que me importan. Porque tú me importas. Y sea esto Raftel o no, hemos descubrido algo realmente secreto. La ciudad dorada, la meca de los arquitectos. ¿Quieres que nos llevemos la campana como premio?
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Lo sabe. No parece importarle, pero se equivoca. No es por vencerle, es porque no se lo merece. Está buscando una liberación, dejar que todo se desvanezca cuando él lo ordena, pero las cosas no funcionan así. Ahora mismo la única forma que tengo de castigarlo es dejarlo vivir. Por eso cuando su pecho se cierra agarro su cara y junto sus mitades. Espero que duela tanto como parece, o incluso más. Ojalá sea como cortarte el cuello, pero sostenido en el tiempo. Y ojalá, de verdad que ojalá, que curarse también le esté doliendo.
- Aún no es tu momento -le respondo. Yo lo decidiré, pero aún no estoy preparado. Y sigue siendo la única persona lo bastante fuerte como para enseñarme algo, a excepción de Lys-. Cuando lo sea no podrás evitarlo.
Esta clase de palabras suelen meterme en apuros, pero Dark no quiere matarme. No voy a decir que sea un error, no voy a decir que su muerte a mis manos sea inevitable a no ser que termine conmigo; de hecho, le estoy agradecido por la cortesía. Pero es egoísta. No tengo ni idea de por qué, pero ha volcado algo en mí. Tampoco sé qué ha volcado, ni cómo, ni entiendo que me haya podido coger ese supuesto cariño mientras urdía a mis espaldas toda esta mentira. Y, aunque así fuera... Está fuera de control. Ni siquiera puedo confiar en las palabras que escupe su lengua de serpiente, ¿cómo darse cuenta tan deprisa? ¿Cómo cambiar tan rápido de parecer? Hace un momento estaba matando sin criterio, ¿y ahora no? Ahora se ha arrepentido... Supuestamente. Desgraciadamente, no podría confiar más en él aun si quisiera.
Me levanto cuando termina de pegarse su cuerpo, mientras él me da un discurso, fruto de su epifanía vital tras un intento de suicidio. Cambiará, será un paladín de la justicia, vivirá como una mejor persona y pretende regalarme una campana. No voy a decir que no quiera toneladas de oro, pero ahora mismo lo último que necesito es algo que me haga pensar en esto. Además, no quiero nada de él.
- Yo me voy -suelto, recogiendo a Pluma-. Tú puedes hacer lo que quieras, pero yo no voy a quedarme.
Me acerco a la planta, listo para bajar. El truco es no mirar abajo, pero sobre todo esta vez, no mirar arriba. Va a ser una vuelta a casa muy incómoda.
- Aún no es tu momento -le respondo. Yo lo decidiré, pero aún no estoy preparado. Y sigue siendo la única persona lo bastante fuerte como para enseñarme algo, a excepción de Lys-. Cuando lo sea no podrás evitarlo.
Esta clase de palabras suelen meterme en apuros, pero Dark no quiere matarme. No voy a decir que sea un error, no voy a decir que su muerte a mis manos sea inevitable a no ser que termine conmigo; de hecho, le estoy agradecido por la cortesía. Pero es egoísta. No tengo ni idea de por qué, pero ha volcado algo en mí. Tampoco sé qué ha volcado, ni cómo, ni entiendo que me haya podido coger ese supuesto cariño mientras urdía a mis espaldas toda esta mentira. Y, aunque así fuera... Está fuera de control. Ni siquiera puedo confiar en las palabras que escupe su lengua de serpiente, ¿cómo darse cuenta tan deprisa? ¿Cómo cambiar tan rápido de parecer? Hace un momento estaba matando sin criterio, ¿y ahora no? Ahora se ha arrepentido... Supuestamente. Desgraciadamente, no podría confiar más en él aun si quisiera.
Me levanto cuando termina de pegarse su cuerpo, mientras él me da un discurso, fruto de su epifanía vital tras un intento de suicidio. Cambiará, será un paladín de la justicia, vivirá como una mejor persona y pretende regalarme una campana. No voy a decir que no quiera toneladas de oro, pero ahora mismo lo último que necesito es algo que me haga pensar en esto. Además, no quiero nada de él.
- Yo me voy -suelto, recogiendo a Pluma-. Tú puedes hacer lo que quieras, pero yo no voy a quedarme.
Me acerco a la planta, listo para bajar. El truco es no mirar abajo, pero sobre todo esta vez, no mirar arriba. Va a ser una vuelta a casa muy incómoda.
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El pelirrojo seguía con la misma posición. Entendible. No iba a decir más por ahora. Ni siquiera iba a coger la campana. Por lo que se dedicaría a seguirle hasta las vainas, donde le ayudaría si se dejaba.
—Espérame, anda. Vamos a bajar juntos por aquí. ¿Te hace que te baje volando? Lo mejor será que lo haga, vamos. Ya sé que estás enfadado, pero tampoco vamos a tirarnos horas para bajar.
Agarró a Claude de la cintura y se impulsó hacia abajo, pasando las nubes lo más rápido posible para no perder la fuerza. Una vez las superaron, se preparó para lo peor. Intentar convencer a Claude de que le perdonase. ¿Cómo cojones podía hacerlo? Porque realmente se sentía arrepentido. No quería ser más como era. No por lo menos derramando sangre inocente. Se mordió el labio y calló. Sería lo mejor, al fin y al cabo. Lo llevó volando hasta donde estaba el barco y volvió a alzarlo por encima de él, colocándolo encima del mar blanco. Se giró y observó la llama en el interior de Claude. No sabía cómo ni por qué pero se sentía más fuerte a su lado. Tendría que seguir explotando aquello si realmente quería no morir. Porque ahora mismo ya no deseaba hacerlo.
—Vuelve por el túnel por el que hemos venido. Creo que es hora de que volvamos al mar, Claude.
Se apoyó en la barandilla del cockship y lo único que hizo fue liberar su voluntad, pero desde un lado que no molestase a Claude. Le había costado mucho reprimirla, tanto que le dolía el pecho de hacerlo. O por lo menos lo quería atribuir a aquello. ¿Qué pasaría cuando bajasen al mar? ¿Claude querría separarse para siempre de él? Esperaba que no. A lo mejor a la larga lo perdonaría, porque por lo menos tenían que volver juntos por la fuerza. Se necesitaban. Por lo que mientras se ponía al timón él se dedicó a tirar trozos de metal y concentrar su voluntad en ellos. Si los lograba partir pararía.
—Espérame, anda. Vamos a bajar juntos por aquí. ¿Te hace que te baje volando? Lo mejor será que lo haga, vamos. Ya sé que estás enfadado, pero tampoco vamos a tirarnos horas para bajar.
Agarró a Claude de la cintura y se impulsó hacia abajo, pasando las nubes lo más rápido posible para no perder la fuerza. Una vez las superaron, se preparó para lo peor. Intentar convencer a Claude de que le perdonase. ¿Cómo cojones podía hacerlo? Porque realmente se sentía arrepentido. No quería ser más como era. No por lo menos derramando sangre inocente. Se mordió el labio y calló. Sería lo mejor, al fin y al cabo. Lo llevó volando hasta donde estaba el barco y volvió a alzarlo por encima de él, colocándolo encima del mar blanco. Se giró y observó la llama en el interior de Claude. No sabía cómo ni por qué pero se sentía más fuerte a su lado. Tendría que seguir explotando aquello si realmente quería no morir. Porque ahora mismo ya no deseaba hacerlo.
—Vuelve por el túnel por el que hemos venido. Creo que es hora de que volvamos al mar, Claude.
Se apoyó en la barandilla del cockship y lo único que hizo fue liberar su voluntad, pero desde un lado que no molestase a Claude. Le había costado mucho reprimirla, tanto que le dolía el pecho de hacerlo. O por lo menos lo quería atribuir a aquello. ¿Qué pasaría cuando bajasen al mar? ¿Claude querría separarse para siempre de él? Esperaba que no. A lo mejor a la larga lo perdonaría, porque por lo menos tenían que volver juntos por la fuerza. Se necesitaban. Por lo que mientras se ponía al timón él se dedicó a tirar trozos de metal y concentrar su voluntad en ellos. Si los lograba partir pararía.
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- ¡No necesito tu ayuda! -grito, evernado, cuando intenta tocarme, pero me arrastra si dificultad y comienza a bajarme cada vez más rápido.
Estoy harto. Tal vez estoy haciendo una montaña de un grano de arena, pero no quiero estar en deuda con alguien que me ha mentido durante tanto tiempo y ahora solo busca limpiar su mala conciencia. Y por eso, me veo obligado a hacer algo que esperaba no tener que hacer: Me transformo en gallo. No es un gallo común, sino mi forma Fancy Cock, y sin su ayuda planeo hasta tocar suelo. No es difícil, ya lo he hecho más veces, pero en esta ocasión es casi como si necesitase hacerlo. De hecho, me sienta hasta bien. Sigo cabreado con él, pero el aire refresca y la adrenalina baja más gradualmente que si aceptase su ayuda.
Al aterrizar, sin embargo, me siento cansado igualmente, y lo único que quiero es llegar al barco para descansar. Sin embargo nos queda un largo viaje, así que primero elijo acampar. Aunque sea cerca de este tipo, opto por hacer una pequeña hoguera que menos mal que sé hacer y me busco un par de hojas para poder utilizar de colchón. Mañana será otro día, pero hoy necesito que este termine.
Cuando llega la mañana podemos darnos cuenta fácilmente de que el camino es mucho más rápido cuando no están dándome por culo animales con sus intentos de comerme. Que entiendo que sean depredadores y yo deba tener cuidado, pero la verdad es que ha sido bastante molesto. Más cuando, tras cinco horas de camino, llegamos al barco. ¡Dos días hemos tardado en llegar hasta la vaina! ¡Dos días! Y estábamos a poco más de media jornada de camino. Todo para que Dark se riese. Espero que por lo menos se haya quedado agusto.
No le dirijo la palabra. De hecho, cuando me dice que vaya hacia el túnel por el que hemos entrado, pero lo ignoro. Más bien hago lo contrario y sigo recto. Si esto no es Raftel, por lo menos cuando vuelva tendré claro cómo es todo esto. Porque lo voy a expoliar. Por el momento, rodeo la gigantesca masa de tierra con cuidado de no chocar en ninguna parte y, sobre todo, de no pensar en Dark, porque me hierve la sangre. Debería acabar con él, pero no puedo. No soy lo suficientemente fuerte para hacerlo, y nadie más puede entrenarme para vencerlo. En algún momento tendré que comerme mi orgullo para que me entrene, pero hoy por hoy otro será el que beba esa ponzoña.
Estoy harto. Tal vez estoy haciendo una montaña de un grano de arena, pero no quiero estar en deuda con alguien que me ha mentido durante tanto tiempo y ahora solo busca limpiar su mala conciencia. Y por eso, me veo obligado a hacer algo que esperaba no tener que hacer: Me transformo en gallo. No es un gallo común, sino mi forma Fancy Cock, y sin su ayuda planeo hasta tocar suelo. No es difícil, ya lo he hecho más veces, pero en esta ocasión es casi como si necesitase hacerlo. De hecho, me sienta hasta bien. Sigo cabreado con él, pero el aire refresca y la adrenalina baja más gradualmente que si aceptase su ayuda.
Al aterrizar, sin embargo, me siento cansado igualmente, y lo único que quiero es llegar al barco para descansar. Sin embargo nos queda un largo viaje, así que primero elijo acampar. Aunque sea cerca de este tipo, opto por hacer una pequeña hoguera que menos mal que sé hacer y me busco un par de hojas para poder utilizar de colchón. Mañana será otro día, pero hoy necesito que este termine.
Cuando llega la mañana podemos darnos cuenta fácilmente de que el camino es mucho más rápido cuando no están dándome por culo animales con sus intentos de comerme. Que entiendo que sean depredadores y yo deba tener cuidado, pero la verdad es que ha sido bastante molesto. Más cuando, tras cinco horas de camino, llegamos al barco. ¡Dos días hemos tardado en llegar hasta la vaina! ¡Dos días! Y estábamos a poco más de media jornada de camino. Todo para que Dark se riese. Espero que por lo menos se haya quedado agusto.
No le dirijo la palabra. De hecho, cuando me dice que vaya hacia el túnel por el que hemos entrado, pero lo ignoro. Más bien hago lo contrario y sigo recto. Si esto no es Raftel, por lo menos cuando vuelva tendré claro cómo es todo esto. Porque lo voy a expoliar. Por el momento, rodeo la gigantesca masa de tierra con cuidado de no chocar en ninguna parte y, sobre todo, de no pensar en Dark, porque me hierve la sangre. Debería acabar con él, pero no puedo. No soy lo suficientemente fuerte para hacerlo, y nadie más puede entrenarme para vencerlo. En algún momento tendré que comerme mi orgullo para que me entrene, pero hoy por hoy otro será el que beba esa ponzoña.
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¿Qué que hicieron? El gilipollas, por supuesto. Al final no accedió a bajarle volando y le cabreó en parte, porque iba a tener que andar durante un buen rato. ¿Para qué le servía volar si no podía hacerlo? Se preguntaba constantemente, pero tampoco podía estirar más del hilo. Claude estaba enfadado, demasiado. Y él estaba arrepentido. Por lo que decidió calmar el que el pelirrojo no le hablase partiendo árboles con su haki del rey. Se concentraba, dejaba fluir su voluntad a través del entorno y quebraba la madera o las vainas. Todo lo que encontraba. Le costaba, por supuesto, pero era algo que tenía que hacer si quería mejorar. Se había dado cuenta que no servía de nada amargarse por intentar cambiar, porque lo estaba haciendo casi sin quererlo. Se había dado cuenta que matar sin razón no estaba bien y, aunque lo supiese ya antes de sobras, ahora quería entrenar la práctica.
A pesar de que el pelirrojo no le hablase, se dedicaba a cazar los animales que iba viendo por el camino. Levantar una mano, rodearlos de fuego y pegarles una rápida estocada para que no sufriesen en la cabeza. Y bueno, tampoco se podía quejar sobre las hogueras que hacía Claude. Solo le bastaba con levantar una mano para encenderlas, pero si tanto deseaba hacerlas, adelante. Él tenía cosas más importantes que un cabreo, por lo menos por el momento. Si realmente Claude quería matarle tenía que ser fuerte para nunca permitírselo. Y todavía tenía espacio de mejora, lo sentía con su haoshoku. Por ahora no podía mejorar en su kenbonshoku o su busoshoku pero el haoshoku podía mejorar, y notaba que mucho. Entendió la clave anteriormente en la taberna de Shaggy, la introspección. Y quizás convencerse a él mismo de que podía mejorar como persona le ayudaba. Se había prometido no matar sin razón, y por ahora aquello le hacía evolucionar poco a poco. Por lo que no podía quejarse.
Sin embargo aquello no era lo único que notaba. Notaba que su mantra ya llevaba por lo menos una semana gritándole: «¡Puedes ver el cansancio de la gente!» con la llama que veía una y otra vez. Podía verla en el cuerpo de Claude, y lo peor es que ahora notaba las presencias distorsionadas con aquella llama extra. Era de un color distinto y parecía estar a la altura del corazón, aunque sonase ligeramente tópico. Pero él no era el que estipulaba las reglas del haki, lamentablemente. Ya bastante tenía con tener que entrenar durante días el haoshoku, que por ahora iba pudiendo partir más cosas y con mayor facilidad.
Una vez llegaron al barco tras pasar el suficiente tiempo, Dark volvió a hacer el amago de colocarlo y esperó a que Claude tomase el mando. Era eso o que lo llevase él volando a cuestas, pero le daba miedo entrar al mar blanco volando. No sabía si se le desactivaría la fruta y podría acabar flotando ahí permanentemente, pero por lo menos si iban por el túnel no habría problema. O sí. Porque Claude no se dirigía hacia él, y lo acababa de pasar de largo.
—¡Claude, no! ¡Claude! ¡No! —Gritó algo nervioso—. ¡Que nos caemos si sigues por ahí!
A pesar de que el pelirrojo no le hablase, se dedicaba a cazar los animales que iba viendo por el camino. Levantar una mano, rodearlos de fuego y pegarles una rápida estocada para que no sufriesen en la cabeza. Y bueno, tampoco se podía quejar sobre las hogueras que hacía Claude. Solo le bastaba con levantar una mano para encenderlas, pero si tanto deseaba hacerlas, adelante. Él tenía cosas más importantes que un cabreo, por lo menos por el momento. Si realmente Claude quería matarle tenía que ser fuerte para nunca permitírselo. Y todavía tenía espacio de mejora, lo sentía con su haoshoku. Por ahora no podía mejorar en su kenbonshoku o su busoshoku pero el haoshoku podía mejorar, y notaba que mucho. Entendió la clave anteriormente en la taberna de Shaggy, la introspección. Y quizás convencerse a él mismo de que podía mejorar como persona le ayudaba. Se había prometido no matar sin razón, y por ahora aquello le hacía evolucionar poco a poco. Por lo que no podía quejarse.
Sin embargo aquello no era lo único que notaba. Notaba que su mantra ya llevaba por lo menos una semana gritándole: «¡Puedes ver el cansancio de la gente!» con la llama que veía una y otra vez. Podía verla en el cuerpo de Claude, y lo peor es que ahora notaba las presencias distorsionadas con aquella llama extra. Era de un color distinto y parecía estar a la altura del corazón, aunque sonase ligeramente tópico. Pero él no era el que estipulaba las reglas del haki, lamentablemente. Ya bastante tenía con tener que entrenar durante días el haoshoku, que por ahora iba pudiendo partir más cosas y con mayor facilidad.
Una vez llegaron al barco tras pasar el suficiente tiempo, Dark volvió a hacer el amago de colocarlo y esperó a que Claude tomase el mando. Era eso o que lo llevase él volando a cuestas, pero le daba miedo entrar al mar blanco volando. No sabía si se le desactivaría la fruta y podría acabar flotando ahí permanentemente, pero por lo menos si iban por el túnel no habría problema. O sí. Porque Claude no se dirigía hacia él, y lo acababa de pasar de largo.
—¡Claude, no! ¡Claude! ¡No! —Gritó algo nervioso—. ¡Que nos caemos si sigues por ahí!
Claude von Appetit
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Navegar es relajante. Salvo en el North Blue, cada mar tiene su encanto en cierto modo, y ver cómo las aguas -nubes, en este caso- se cortan bajo el barco, que avanza imparable. Por otro lado el olor a sal, los pececillos que nadan a nuestro alrededor y la tierra cambiante a babor mientras a estribor el cielo nos acoge. Lo único malo es que no tardamos demasiado en dejar atrás la isla, y ante nosotros solo queda la infinidad blanca por cruzar. Si hay un mar en las nubes, al final, debe haber más de una isla, y con Dark o sin él voy a descubrirlas. Porque aunque sea una simple isla, ¿cuánta gente ha subido hasta el cielo? Aparte de la rubia de TFT Zeppelin, claro.
De todos modos, este viaje me ha servido para darme cuenta de que no puedo seguir así. No puedo tener fe ciega por el primero que venga, por mucho que sea Dark Satou. El hombre más poderoso del mundo, mi héroe... Durante muchos años he aspirado a ser como él, ¿pero realmente es así? Así no quiero ser; no quiero usar mi poder para burlarme de nadie, ni aprovecharme de mi fama para que nadie me siga ciegamente a... A esto. Pero lo peor de todo no es eso, es el hecho de que no me respete, y que me haya usado de excusa para matar.
Tengo que soltar el timón, porque mi mano lo aferra de pronto con tanta fuerza que empieza a dañarlo. ¿Por qué no puedo simplemente usarla? En fin, me da igual. ¿Por qué me ha salvado? Y más aún, ¿por qué ha empezado a matar a diestro y siniestro? Sigue sin tener sentido; sigue sin poder escudarse en que lo hacía para protegerme, tan solo lo ha hecho para... Yo qué sé para qué. Tampoco si he hecho bien en detenerlo; esa gente iba a matarme porque sí, pero ni yo le pedí ayuda ni era la única vía... Todo lo que tenía que hacer era sacarme volando, de haber querido. Pero se ha puesto a matar. Inocentes, gente que no le había hecho nada.
Estoy entrando en bucle.
Puede ser por la hostilidad hacia él, o porque sigo sin poder soportar las injusticias tan flagrantes, pero no paro de darle vueltas y, aunque el paisaje es maravilloso, acabo distraído. Tal vez es por eso, y no porque intente ignorar a Dark, que no me doy cuenta de lo que está a punto de suceder, y cuando lo oigo es demasiado tarde. Pero de todos modos, si había un mar vertical que nos llevó arriba habrá uno que nos lleve desde aquí a... Vale, me he equivocado.
- ¡Todo esto es tu culpa! -grito, creyendo que vamos a morir y agarrándome al palo de la embarcación-. ¡Tú nos has metido en esto!
Caemos del cielo. Muy deprisa. Y lo que se ve al fondo no parece particularmente azul. Estamos acabados.
De todos modos, este viaje me ha servido para darme cuenta de que no puedo seguir así. No puedo tener fe ciega por el primero que venga, por mucho que sea Dark Satou. El hombre más poderoso del mundo, mi héroe... Durante muchos años he aspirado a ser como él, ¿pero realmente es así? Así no quiero ser; no quiero usar mi poder para burlarme de nadie, ni aprovecharme de mi fama para que nadie me siga ciegamente a... A esto. Pero lo peor de todo no es eso, es el hecho de que no me respete, y que me haya usado de excusa para matar.
Tengo que soltar el timón, porque mi mano lo aferra de pronto con tanta fuerza que empieza a dañarlo. ¿Por qué no puedo simplemente usarla? En fin, me da igual. ¿Por qué me ha salvado? Y más aún, ¿por qué ha empezado a matar a diestro y siniestro? Sigue sin tener sentido; sigue sin poder escudarse en que lo hacía para protegerme, tan solo lo ha hecho para... Yo qué sé para qué. Tampoco si he hecho bien en detenerlo; esa gente iba a matarme porque sí, pero ni yo le pedí ayuda ni era la única vía... Todo lo que tenía que hacer era sacarme volando, de haber querido. Pero se ha puesto a matar. Inocentes, gente que no le había hecho nada.
Estoy entrando en bucle.
Puede ser por la hostilidad hacia él, o porque sigo sin poder soportar las injusticias tan flagrantes, pero no paro de darle vueltas y, aunque el paisaje es maravilloso, acabo distraído. Tal vez es por eso, y no porque intente ignorar a Dark, que no me doy cuenta de lo que está a punto de suceder, y cuando lo oigo es demasiado tarde. Pero de todos modos, si había un mar vertical que nos llevó arriba habrá uno que nos lleve desde aquí a... Vale, me he equivocado.
- ¡Todo esto es tu culpa! -grito, creyendo que vamos a morir y agarrándome al palo de la embarcación-. ¡Tú nos has metido en esto!
Caemos del cielo. Muy deprisa. Y lo que se ve al fondo no parece particularmente azul. Estamos acabados.
Dark Satou
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El rato pasaba y Claude seguía con la misma actitud. Parecía perdido en sus pensamientos, quizás debatiendo qué hacía con el moreno. Era normal. Lo que había hecho no tenía perdón pero a partir de ahora iba a intentar buscarlo. Había hablado con Ivan de volver a la Marine para derrocar el gobierno mundial, pero... Eso sería matar más inocentes. Por lo que se mantenía en el puesto de querer volver, pero de una forma más pura. Realmente podía encontrar alguna solución al tema que realmente importaba: el de mantener una paz mundial. Se había dado cuenta de que sus acciones solo implicaban matar y matar y matar. Y no quería hacer eso más. De hecho, contra más decidido estaba de seguir ese camino, más fuerte se representaba su voluntad. Había entendido el por qué de sus motivaciones reales, el por qué cazaba piratas antes. Porque no quería que el mal se sembrase. Pero el mal ya tenía unas raíces que ocupaban todos los blues y la red line. Y tenía que impedirlo, joder. Si no era él... ¿Quién lo haría? ¿Quién estaría dispuesto a sacrificarse por un bien mayor?
Él. Él lo estaba. O por lo menos pensaba en eso hasta que empezó a notar cómo el barco se derrumbaba. Se agarró a una barandilla y fue a transformarse para volar, pero con la mala suerte del movimiento se clavó a Haruno Rö en toda la pierna, impidiéndole hacerlo. Maldijo por dentro lo empanado que estaba Claude y lo temerario que había sido no hacerle caso con las indicaciones y empezó a idear un plan. De hecho, hasta tuvo tiempo a responder una cosa antes de quebrar una pieza de metal con su haoshoku:
—¡¿Que es culpa mía?! ¡¡¡Te estaba avisando!!! ¡Encima no me puedo transformar con la puta katana clavada en la pierna!
Y cayeron. ¿Este sería el fin de los Fancy Cock Pirates...?
Él. Él lo estaba. O por lo menos pensaba en eso hasta que empezó a notar cómo el barco se derrumbaba. Se agarró a una barandilla y fue a transformarse para volar, pero con la mala suerte del movimiento se clavó a Haruno Rö en toda la pierna, impidiéndole hacerlo. Maldijo por dentro lo empanado que estaba Claude y lo temerario que había sido no hacerle caso con las indicaciones y empezó a idear un plan. De hecho, hasta tuvo tiempo a responder una cosa antes de quebrar una pieza de metal con su haoshoku:
—¡¿Que es culpa mía?! ¡¡¡Te estaba avisando!!! ¡Encima no me puedo transformar con la puta katana clavada en la pierna!
Y cayeron. ¿Este sería el fin de los Fancy Cock Pirates...?
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