Contratante: Almirante Douglas Lite “Kurookami”.
Descripción: Tras liberar a Drum de los piratas se descubrió que el supuesto capitán que había sido capturado no era más que un señuelo. Hemos recibido información de que esta banda esta planeando hacerse con el control de la Isla Karakuri para aprovechar su avanzada tecnología. Su misión es dar al traste con sus planes y asegurar la isla.
Objetivo secundario: Los piratas tienen como rehenes a un grupo de científicos e ingenieros, deben ser liberados sin que haya heridos.
Recompensa: Conocimiento único, tres medallas al mérito de ser marine con la posibilidad de que una de ellas se convierta en una condecoración al acto heroico.
Recompensa de objetivo secundario: Un objeto tecnológico realizado por un ingeniero rango 12 que se entregara una vez finalice la misión.
Descripción: Tras liberar a Drum de los piratas se descubrió que el supuesto capitán que había sido capturado no era más que un señuelo. Hemos recibido información de que esta banda esta planeando hacerse con el control de la Isla Karakuri para aprovechar su avanzada tecnología. Su misión es dar al traste con sus planes y asegurar la isla.
Objetivo secundario: Los piratas tienen como rehenes a un grupo de científicos e ingenieros, deben ser liberados sin que haya heridos.
Recompensa: Conocimiento único, tres medallas al mérito de ser marine con la posibilidad de que una de ellas se convierta en una condecoración al acto heroico.
Recompensa de objetivo secundario: Un objeto tecnológico realizado por un ingeniero rango 12 que se entregara una vez finalice la misión.
Rayne Von Valliere
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Los días en Dark Dome se habían cortado para otra de esas llamadas que solían hacer en el peor momento. Me hubiese gustado prolongar mi estancia con Elya, pero la justicia llamaba y esa era una llamada que no podía rechazar. Ya la había apartado demasiado por estar unos días más con ella y, aunque me hubiese gustado y estuviese bastante feliz, necesitaba pegar a más piratas. Era un método anti-estrés bastante bueno, y si encima lográbamos detenerlos, mejor de lo mejor. Por lo que una vez nos adentramos en el campamento Marine me dirigí a la que ahora era mi pareja para contarle mi secreto más secretoso. Bueno, el segundo. El primero a lo mejor implicaba perderla. Por lo que era mejor que se quedase así.
—Ehm... Verás, tengo que comentarte la última cosa antes de cambiarme —le dije a Elya mientras me llevaba una mano a la nuca y acercaba mi boca a su oído—. No soy Marine, soy del Cipher Pool. Y te lo comento porque confío en ti más que nadie, ¿vale? Así que preferiría que llevásemos el estatus de... Bueno, según mi informe pone que soy teniente comandante, así que de eso.
Le golpeé la nariz en un pequeño gesto de cariño y después procedí a meterme a una de las tiendas, poniéndome la capa que me pertenecía y un uniforme acorde. Si no me equivocaba, esto podría otorgarme medallas de esas para ascender con la identidad secreta. No me gustaba mucho ir de blanco, es más, el negro siempre había sido mi color, pero era lo que tocaba. Antes de salir, me miré en el espejo y fruncí ligeramente el ceño. No tenía nada contra las gaviotas, pero yo era una golondrina.
Una vez me cambié, volví a reunirme con Elya y nos dirigimos hasta el punto de encuentro acordado. Llevaba todo encima: los mitones de kairoseki, el recién reloj multiusos que me habían dado por ascender en el Cipher Pool... Nos serviría, sobretodo si queríamos ir por ahí viendo algún que otro wanted. O analizar pruebas, claro.
—Si te parece bien, preciosa, esperaremos a que vengan más marines y discutiremos la cosa. A lo mejor hasta nos cruzamos con Galhard y Astartea, ya estuvieron por la zona la otra vez. No conocí a la peliblanca mucho, pero el castaño era de lo más majo. Un poco pesado hablando, pero majo.
—Ehm... Verás, tengo que comentarte la última cosa antes de cambiarme —le dije a Elya mientras me llevaba una mano a la nuca y acercaba mi boca a su oído—. No soy Marine, soy del Cipher Pool. Y te lo comento porque confío en ti más que nadie, ¿vale? Así que preferiría que llevásemos el estatus de... Bueno, según mi informe pone que soy teniente comandante, así que de eso.
Le golpeé la nariz en un pequeño gesto de cariño y después procedí a meterme a una de las tiendas, poniéndome la capa que me pertenecía y un uniforme acorde. Si no me equivocaba, esto podría otorgarme medallas de esas para ascender con la identidad secreta. No me gustaba mucho ir de blanco, es más, el negro siempre había sido mi color, pero era lo que tocaba. Antes de salir, me miré en el espejo y fruncí ligeramente el ceño. No tenía nada contra las gaviotas, pero yo era una golondrina.
Una vez me cambié, volví a reunirme con Elya y nos dirigimos hasta el punto de encuentro acordado. Llevaba todo encima: los mitones de kairoseki, el recién reloj multiusos que me habían dado por ascender en el Cipher Pool... Nos serviría, sobretodo si queríamos ir por ahí viendo algún que otro wanted. O analizar pruebas, claro.
—Si te parece bien, preciosa, esperaremos a que vengan más marines y discutiremos la cosa. A lo mejor hasta nos cruzamos con Galhard y Astartea, ya estuvieron por la zona la otra vez. No conocí a la peliblanca mucho, pero el castaño era de lo más majo. Un poco pesado hablando, pero majo.
Astartea Shikei
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-¿Me puede decir donde están mis vacaciones? -¿Estaba Astartea discutiéndole a un Almirante? Pues si, estaba reprochando el que al final resultaron una mentira de lo más elaborada para menear su trasero de un lado a otro. Con un tic en la ceja, una mirada demasiado tranquila que no compaginaba con los pisoteos incesantes de su zapato, y los brazos cruzados, la gente del despacho se dio cuenta de que podrían volver a colarle la misma treta dos veces.-Quiero ir a Wano cierto día…-El silencio reinó un instante después de que hablara, su superior alzó una ceja.- Asegurarme ese día, déjeme un barco que pueda ir y seré su títere médico todo lo que quiera. - Trato hecho y sellado, un día no era toda la semana que deseaba, pero ese día era más importante que cualquier cosa que pudiera pensar en ese momento.
Llegó al punto de encuentro antes de lo acordado, sabía de sobra que seguramente habrían mandado a alguien de más rango como persona al mando, pero definitivamente la idea de coincidir con aquel par no fue lo que se le pasó por la cabeza.- Me alegra ver caras conocidas, ahorra muchas formalidades innecesarias.- Una sonrisa neutra, tranquila y sin dejar ver demasiado de ella, como siempre. Aunque no vamos a negar que mira a la otra albina con algo de fijeza, pero simplemente acaba por apartar la mirada.
-Al parecer volvemos a tener trabajo, esta gente no se cansa.- La frase clave de la misión para ella era el que nadie podía salir herido, eso quería decir que tenía que evitar que la gente a rescatar tuviera un solo rasguño. Era una experta en misiones de ese tipo, pero eso no quería decir que no se preocupara por lo que podían hacer los demás.- Soy un simple refuerzo, así que acataré las órdenes, mis señoras.- Una leve reverencia, un gesto tranquilo y cruza suavemente los brazos bajo sus pechos.
Técnicamente no ha dicho nada raro, nuestra dama de cabellos blancos y orbes rojos sigue siendo cadete por voluntad propia. No vamos a negar que a veces le gustaría subir para joder a algún que otro idiota, pero luego se le pasa al recordar la posibilidad de acabar con menos vacaciones y más papeleo. De momento estaba bien de esa manera, en cuanto comenzara a acumular cosas y el señor Almirante le diera su día prometido, ya comenzaría a pensar en todo lo demás, por ahora tenía que centrarse en la misión.
Llegó al punto de encuentro antes de lo acordado, sabía de sobra que seguramente habrían mandado a alguien de más rango como persona al mando, pero definitivamente la idea de coincidir con aquel par no fue lo que se le pasó por la cabeza.- Me alegra ver caras conocidas, ahorra muchas formalidades innecesarias.- Una sonrisa neutra, tranquila y sin dejar ver demasiado de ella, como siempre. Aunque no vamos a negar que mira a la otra albina con algo de fijeza, pero simplemente acaba por apartar la mirada.
-Al parecer volvemos a tener trabajo, esta gente no se cansa.- La frase clave de la misión para ella era el que nadie podía salir herido, eso quería decir que tenía que evitar que la gente a rescatar tuviera un solo rasguño. Era una experta en misiones de ese tipo, pero eso no quería decir que no se preocupara por lo que podían hacer los demás.- Soy un simple refuerzo, así que acataré las órdenes, mis señoras.- Una leve reverencia, un gesto tranquilo y cruza suavemente los brazos bajo sus pechos.
Técnicamente no ha dicho nada raro, nuestra dama de cabellos blancos y orbes rojos sigue siendo cadete por voluntad propia. No vamos a negar que a veces le gustaría subir para joder a algún que otro idiota, pero luego se le pasa al recordar la posibilidad de acabar con menos vacaciones y más papeleo. De momento estaba bien de esa manera, en cuanto comenzara a acumular cosas y el señor Almirante le diera su día prometido, ya comenzaría a pensar en todo lo demás, por ahora tenía que centrarse en la misión.
Elya Edelweiss
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Les había interrumpido, como no, el teléfono. Había quedado claro muy pronto que ninguna de las dos jóvenes habría abandonado Dark Dome por voluntad propia, pero la marina tenía otros planes. Cada una recibió una llamada y al darse cuenta de que era para la misma misión, partieron juntas encantadas.
En parte, no podía negar que estaba molesta. Les habían dado gato por liebre, el capitán de la banda al que habían apresado había resultado ser poco más que un señuelo y mientras ellas estaban disfrutando de lo que creían era un merecido descanso, la banda había continuado e intentado hacerse con Karakuri. Dios mío, si habían tenido tiempo incluso de hacerse con rehenes. No podían consentirlo.
Llegaron al campamento que había apostado en el lugar para reunirse con un apoyo y cambiarse para la misión. Elya no tenía problemas con el frío, pero de todas formas cogió un abrigo blanco para colocarse por encima de la ropa. Nevaba y le ayudaría a que su piel oscura no llamara tanto la atención. Abrió un poco los ojos al escuchar lo que le decía Rayne. Ya sospechaba que había algo extraño con su pertenencia a la marina; cuando se habían conocido le había dejado llevarse el mérito de su trabajo y recordaba que había evitado hablarle de algunas técnicas que le había visto utilizar.
-¿Cipher Pol? No sé lo que es y espero que me lo expliques a fondo cuando estemos a solas, pero de momento no te preocupes. Por cierto, me han ascendido, así que… enhorabuena, estamos al mismo rango.
Le dio un pequeño beso en la mejilla y esbozó una última pequeña sonrisa antes de ponerse seria. Era hora de trabajar.
Llegaron al punto de encuentro y vio una cabeza conocida esperándolas. Se alegraba de verle y le saludó con un gesto de cabeza. Había trabajado codo con codo con ella y sabía de primera mano lo útiles que podían resultar los poderes que tenía. Lo primero que dijo fue que acataría órdenes y al escucharla Elya comenzó a organizar la información de la que disponían en su cabeza. Agarró un mapa de Karakuri y lo colocó en una mesa para que las tres pudieran verlo bien.
-Karakuri no está afiliada a nadie, por lo que si planean hacerse con ella van a tener que tomarla por la fuerza. Sin embargo, no sabemos por dónde planean entrar o cómo piensan hacerse con el control. Lo que sí sabemos es que tienen a un grupo de científicos presos. Creo que deberíamos dirigirnos a alguno de los laboratorios de la isla para preguntar al respecto. Cuando sepamos dónde les tienen podremos no solo liberarlos, si no agarrar a sus captores para que nos cuenten los planes del resto de su banda. ¿Os parece bien?
Tenían que empezar por algún lado, al fin y al cabo. Y sabía que cuanto más tiempo tuvieran a los rehenes en su poder, más podían complicárseles las cosas a ellas. No eran simples civiles, eran hombres y mujeres con conocimientos más que suficientes para hacer todo tipo de armas. Esos piratas les habían tomado el pelo una vez, pero no volverían a hacerlo. Se aseguraría de ello.
En parte, no podía negar que estaba molesta. Les habían dado gato por liebre, el capitán de la banda al que habían apresado había resultado ser poco más que un señuelo y mientras ellas estaban disfrutando de lo que creían era un merecido descanso, la banda había continuado e intentado hacerse con Karakuri. Dios mío, si habían tenido tiempo incluso de hacerse con rehenes. No podían consentirlo.
Llegaron al campamento que había apostado en el lugar para reunirse con un apoyo y cambiarse para la misión. Elya no tenía problemas con el frío, pero de todas formas cogió un abrigo blanco para colocarse por encima de la ropa. Nevaba y le ayudaría a que su piel oscura no llamara tanto la atención. Abrió un poco los ojos al escuchar lo que le decía Rayne. Ya sospechaba que había algo extraño con su pertenencia a la marina; cuando se habían conocido le había dejado llevarse el mérito de su trabajo y recordaba que había evitado hablarle de algunas técnicas que le había visto utilizar.
-¿Cipher Pol? No sé lo que es y espero que me lo expliques a fondo cuando estemos a solas, pero de momento no te preocupes. Por cierto, me han ascendido, así que… enhorabuena, estamos al mismo rango.
Le dio un pequeño beso en la mejilla y esbozó una última pequeña sonrisa antes de ponerse seria. Era hora de trabajar.
Llegaron al punto de encuentro y vio una cabeza conocida esperándolas. Se alegraba de verle y le saludó con un gesto de cabeza. Había trabajado codo con codo con ella y sabía de primera mano lo útiles que podían resultar los poderes que tenía. Lo primero que dijo fue que acataría órdenes y al escucharla Elya comenzó a organizar la información de la que disponían en su cabeza. Agarró un mapa de Karakuri y lo colocó en una mesa para que las tres pudieran verlo bien.
-Karakuri no está afiliada a nadie, por lo que si planean hacerse con ella van a tener que tomarla por la fuerza. Sin embargo, no sabemos por dónde planean entrar o cómo piensan hacerse con el control. Lo que sí sabemos es que tienen a un grupo de científicos presos. Creo que deberíamos dirigirnos a alguno de los laboratorios de la isla para preguntar al respecto. Cuando sepamos dónde les tienen podremos no solo liberarlos, si no agarrar a sus captores para que nos cuenten los planes del resto de su banda. ¿Os parece bien?
Tenían que empezar por algún lado, al fin y al cabo. Y sabía que cuanto más tiempo tuvieran a los rehenes en su poder, más podían complicárseles las cosas a ellas. No eran simples civiles, eran hombres y mujeres con conocimientos más que suficientes para hacer todo tipo de armas. Esos piratas les habían tomado el pelo una vez, pero no volverían a hacerlo. Se aseguraría de ello.
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Sin lugar a dudas, se presentó la peliblanca. La miré arqueando una ceja y después eché una ojeada a los alrededores. No parecía venir el otro marine, Galhard, por lo que podíamos empezar. Me acerqué a ella y procedí a saludarla.
—Hm... Hey, Tea-chan —exclamé levantando una mano.
Después me acerqué a la mesa, donde Elya acababa de colocar un mapa de Karakuri. Me fijé atentamente en él e intenté memorizar más o menos la composición de la isla. Si nos llegábamos a separar sería útil, sobretodo si había prisa. Por lo que escuché atentamente a la peliblanca argumentar su plan. Era lo más lógico y en el papel indicaba dónde estaba casi todo, por lo que podríamos acercarnos al más cercano a la zona. Cuando acabó de hablar le dediqué una cálida sonrisa y después reafirmé mis mitones.
—Okey, vamos a hacer algo. En el mapa aclara que hay una a varios kilómetros de aquí, por lo que podemos acercarnos. Si están secuestrados muy seguramente se estén aprovechando de unos túneles o algo, ya que cuando caminé con Galhard no encontré nada fuera de lo común. Y si nos la han podido colar de esa forma es la única explicación lógica que veo —saqué la cajetilla con cigarros y me encendí uno—. ¿Vamos? ¿Estáis preparadas?
Salí hacia fuera de la tienda, sosteniendo a las dos la cortina para que no chocase con ellas. Después lideré la marcha, o por lo menos intenté ponerme delante por si nos atacaban. Ya seguramente sabrían de nosotras y estarían preparados para lo que venía. No quería pensar demasiado en mi obsesión por la justicia al lado de Elya, pero la misión era lo primero. Ahora mismo no era una persona, era Nemesis. Por lo que debía de comportarme como tal.
Hacía el mismo frío de siempre, el cual se notaba a cada paso que dábamos. No me agobiaba el frío demasiado, pero tampoco era una sensación de lo más agradable. Froté mis brazos varias veces y divisé la fábrica de lejos. Parecía tener humo saliendo de los tubos, por lo que estaba activa. Y aunque se podía ver una fina capa de nieve por encima de esta, se notaba que tenía movimiento. Todo lo que era hielo estaba derretido alrededor de esta, por lo que llegué a una conclusión: debería ser algo asociado a la metalurgia. ¿Qué clase de metal podrían estar tratando? No lo sabía, pero no tardaríamos en encontrar la respuesta.
Lo que quizás sí acabó sorprendiéndome fue una cosa: una persona salió corriendo de la puerta trasera, el lugar por donde estábamos caminando practicamente. Pasó de largo por nuestro lado mientras agitaba los brazos y gritaba. Fruncí el ceño y lo agarré, elevándolo brevemente y mirándole fijamente.
—¿A dónde vas tan rápido, bombón? —Acabé preguntándole.
—Hm... Hey, Tea-chan —exclamé levantando una mano.
Después me acerqué a la mesa, donde Elya acababa de colocar un mapa de Karakuri. Me fijé atentamente en él e intenté memorizar más o menos la composición de la isla. Si nos llegábamos a separar sería útil, sobretodo si había prisa. Por lo que escuché atentamente a la peliblanca argumentar su plan. Era lo más lógico y en el papel indicaba dónde estaba casi todo, por lo que podríamos acercarnos al más cercano a la zona. Cuando acabó de hablar le dediqué una cálida sonrisa y después reafirmé mis mitones.
—Okey, vamos a hacer algo. En el mapa aclara que hay una a varios kilómetros de aquí, por lo que podemos acercarnos. Si están secuestrados muy seguramente se estén aprovechando de unos túneles o algo, ya que cuando caminé con Galhard no encontré nada fuera de lo común. Y si nos la han podido colar de esa forma es la única explicación lógica que veo —saqué la cajetilla con cigarros y me encendí uno—. ¿Vamos? ¿Estáis preparadas?
Salí hacia fuera de la tienda, sosteniendo a las dos la cortina para que no chocase con ellas. Después lideré la marcha, o por lo menos intenté ponerme delante por si nos atacaban. Ya seguramente sabrían de nosotras y estarían preparados para lo que venía. No quería pensar demasiado en mi obsesión por la justicia al lado de Elya, pero la misión era lo primero. Ahora mismo no era una persona, era Nemesis. Por lo que debía de comportarme como tal.
[...]
Hacía el mismo frío de siempre, el cual se notaba a cada paso que dábamos. No me agobiaba el frío demasiado, pero tampoco era una sensación de lo más agradable. Froté mis brazos varias veces y divisé la fábrica de lejos. Parecía tener humo saliendo de los tubos, por lo que estaba activa. Y aunque se podía ver una fina capa de nieve por encima de esta, se notaba que tenía movimiento. Todo lo que era hielo estaba derretido alrededor de esta, por lo que llegué a una conclusión: debería ser algo asociado a la metalurgia. ¿Qué clase de metal podrían estar tratando? No lo sabía, pero no tardaríamos en encontrar la respuesta.
Lo que quizás sí acabó sorprendiéndome fue una cosa: una persona salió corriendo de la puerta trasera, el lugar por donde estábamos caminando practicamente. Pasó de largo por nuestro lado mientras agitaba los brazos y gritaba. Fruncí el ceño y lo agarré, elevándolo brevemente y mirándole fijamente.
—¿A dónde vas tan rápido, bombón? —Acabé preguntándole.
Astartea Shikei
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De nuevo, ese nombre hace que eleve una cena mientras mira a su superior, no puede evitar negar levemente- Soy Astartea o Shikei, no considero que tengamos una relación como para que me llame así, Rayne-san. El tema de la formalidad es por las presentaciones.- Era algo estrictamente laboral, la gente no tenía derecho a usar ese apodo como si la conocieran de toda la vida cuando no era así. No tenía problemas con ellas, pero era cierto que había un límite que no pensaba cruzar con nadie que no se lo ganara de manera adecuada.
Dark había tardado lo suyo, Dexter había conseguido aquello de una forma algo diferente y Annabelle había originado aquello como dueña y señora de aquel nombre. El caso ahora era volver a la misión y la explicación de ambas llamó su atención, es cierto que ellos eran mejores detectando que podía o no pasar y si había pasado desapercibido, debía ser algo así. - Tenemos que tener cuidado, sobretodo si son rehenes que hay que traer intactos - El tema le escamaba, no iba a negarlo, pero era consciente de que la gente era importante y podía suponer algo que no sabían, sobretodo si eran científicos y experimentaban con cosas extrañas.
Salieron de la tienda y el frío golpeó su cara, el contraste lo agradeció y fue casi como volver de nuevo a casa. Aunque esa sensación de tener que trabajar seguía contándole lo importante era tener en mente la recompensa, esa era la clave de todo aquello. Tal vez por eso cuando el hombre salió y aquella mujer lo agarró no pudo evitar sonreír- Te prometo que si colaboras, no seré tan mala - Y ni todos los tan del mundo podían salvarlo de la realidad de sus palabras. Sea como sea, sacarle información era algo que iba a disfrutar ligeramente, ya que en el momento que le tocó las emociones del hombre se dispararon.
Asustado y preocupado empezó a cantar como si formara parte de la Traviata y nuestra mujer de orbes de sangre tomó nota de todo lo que pudiera importar. Como ella aunque es una creadora de tácticas nata, es consciente de que esa información puede ayudarles y el que le expliquen dónde guarda a los rehenes es ciertamente interesante- Te vas a venir con nosotros, guapo. - Y puedo prometeros que no es como si el hombre tuviera algo de opinión o de opción.
Era el momento de entrar a ver que había en el lugar y darse prisa en salir, sus vacaciones la esperaban.
Dark había tardado lo suyo, Dexter había conseguido aquello de una forma algo diferente y Annabelle había originado aquello como dueña y señora de aquel nombre. El caso ahora era volver a la misión y la explicación de ambas llamó su atención, es cierto que ellos eran mejores detectando que podía o no pasar y si había pasado desapercibido, debía ser algo así. - Tenemos que tener cuidado, sobretodo si son rehenes que hay que traer intactos - El tema le escamaba, no iba a negarlo, pero era consciente de que la gente era importante y podía suponer algo que no sabían, sobretodo si eran científicos y experimentaban con cosas extrañas.
Salieron de la tienda y el frío golpeó su cara, el contraste lo agradeció y fue casi como volver de nuevo a casa. Aunque esa sensación de tener que trabajar seguía contándole lo importante era tener en mente la recompensa, esa era la clave de todo aquello. Tal vez por eso cuando el hombre salió y aquella mujer lo agarró no pudo evitar sonreír- Te prometo que si colaboras, no seré tan mala - Y ni todos los tan del mundo podían salvarlo de la realidad de sus palabras. Sea como sea, sacarle información era algo que iba a disfrutar ligeramente, ya que en el momento que le tocó las emociones del hombre se dispararon.
Asustado y preocupado empezó a cantar como si formara parte de la Traviata y nuestra mujer de orbes de sangre tomó nota de todo lo que pudiera importar. Como ella aunque es una creadora de tácticas nata, es consciente de que esa información puede ayudarles y el que le expliquen dónde guarda a los rehenes es ciertamente interesante- Te vas a venir con nosotros, guapo. - Y puedo prometeros que no es como si el hombre tuviera algo de opinión o de opción.
Era el momento de entrar a ver que había en el lugar y darse prisa en salir, sus vacaciones la esperaban.
Elya Edelweiss
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La teoría de los túneles tenía sentido. Todo estaba demasiado tranquilo teniendo en cuenta la información que les habían dado, que estuvieran escondidos a la espera de un golpe era más que razonable. Y Astartea tenía razón, debían ser cuidadosas. No sabían cuánto tiempo llevaban encerrados los científicos e ingenieros, ni si ya habían trabajado para los piratas. De una forma u otra, tenía la certeza de que esta vez no sería tan sencillo atraparlos a todos. Oh, pero lo conseguirían. Eso lo tenía muy claro.
El frío le mordió la cara, despertándola y volviendo todos sus sentidos alerta. Caminaron en la nieve y no pasó mucho tiempo hasta que se encontraron algo… inusual. Rayne atrapó al vuelo al… ¿fugitivo? Había salido de una fábrica corriendo y gritando. La otra marine se encargó de hacerle hablar y a cada palabra que decía a Elya le olía más a chamusquina.
Por lo visto, algo había ido mal dentro de la fábrica. Alguien había cometido un error y todo iba a volar por los aires. Que no entendía por qué el resto no se iban, decía. Que no había tiempo que perder. Que prefería dejar a los rehenes a su suerte que morir por unos estúpidos piratas.
Elya le examinó de arriba abajo. Sus gafas estaban torcidas y una patilla cubierta de celo. Llevaba los botones de la bata mal abrochados y el jersey que tenía debajo estaba manchado. Sus guantes estaban gastadísimos y los cordones de sus botas desabrochados. El humo de la fábrica seguía saliendo tranquilamente y nadie más parecía haber entrado en pánico. Calmadamente, le preguntó quién había cometido el error y qué era.
Comenzó a explicarlo, al principio alteradísimo y rogándoles que le dejaran escapar, pero según hablaba y hablaba se fue dando cuenta de la triste verdad. Sus compañeros en la fábrica le habían gastado una horrible broma y ahora… bueno, ahora estaba a merced de ellas. Le vio tragar saliva audiblemente y suspiró. ¿Quién era? Un peón de fábrica que se había unido a los piratas. Creía que sería su oportunidad de escalar en la vida y había terminado siendo un juguete para ellos. No era la primera vez que se burlaban, por lo visto.
-Has mencionado a unos rehenes. ¿Dónde están?
-E-en el sótano. No todos, claro. Solo hay tres ingenieros.
Habían tenido suerte. El hombre sabía que estaban ahí porque había visto cómo les metían durante su turno. No eran todos, pero desde luego era un comienzo. Tenían que liberarles y dejarles a salvo en el campamento marine, mientras se ocupaban del resto. Ahora bien… tenían que entrar a la fábrica primero.
-Escúchame bien. Vas a ayudarnos a entrar y una vez rescatemos a esos ingenieros, te vas a quedar con ellos en el campamento. ¿Quieres hacer algo de tu vida? Entrarás a la marina. Por lo menos ahí serás de utilidad.
No estaba segura de que eso último fuera cierto, pero por lo menos causaría menos daños ahí que al servicio de unos piratas que encima eran crueles con él.
El frío le mordió la cara, despertándola y volviendo todos sus sentidos alerta. Caminaron en la nieve y no pasó mucho tiempo hasta que se encontraron algo… inusual. Rayne atrapó al vuelo al… ¿fugitivo? Había salido de una fábrica corriendo y gritando. La otra marine se encargó de hacerle hablar y a cada palabra que decía a Elya le olía más a chamusquina.
Por lo visto, algo había ido mal dentro de la fábrica. Alguien había cometido un error y todo iba a volar por los aires. Que no entendía por qué el resto no se iban, decía. Que no había tiempo que perder. Que prefería dejar a los rehenes a su suerte que morir por unos estúpidos piratas.
Elya le examinó de arriba abajo. Sus gafas estaban torcidas y una patilla cubierta de celo. Llevaba los botones de la bata mal abrochados y el jersey que tenía debajo estaba manchado. Sus guantes estaban gastadísimos y los cordones de sus botas desabrochados. El humo de la fábrica seguía saliendo tranquilamente y nadie más parecía haber entrado en pánico. Calmadamente, le preguntó quién había cometido el error y qué era.
Comenzó a explicarlo, al principio alteradísimo y rogándoles que le dejaran escapar, pero según hablaba y hablaba se fue dando cuenta de la triste verdad. Sus compañeros en la fábrica le habían gastado una horrible broma y ahora… bueno, ahora estaba a merced de ellas. Le vio tragar saliva audiblemente y suspiró. ¿Quién era? Un peón de fábrica que se había unido a los piratas. Creía que sería su oportunidad de escalar en la vida y había terminado siendo un juguete para ellos. No era la primera vez que se burlaban, por lo visto.
-Has mencionado a unos rehenes. ¿Dónde están?
-E-en el sótano. No todos, claro. Solo hay tres ingenieros.
Habían tenido suerte. El hombre sabía que estaban ahí porque había visto cómo les metían durante su turno. No eran todos, pero desde luego era un comienzo. Tenían que liberarles y dejarles a salvo en el campamento marine, mientras se ocupaban del resto. Ahora bien… tenían que entrar a la fábrica primero.
-Escúchame bien. Vas a ayudarnos a entrar y una vez rescatemos a esos ingenieros, te vas a quedar con ellos en el campamento. ¿Quieres hacer algo de tu vida? Entrarás a la marina. Por lo menos ahí serás de utilidad.
No estaba segura de que eso último fuera cierto, pero por lo menos causaría menos daños ahí que al servicio de unos piratas que encima eran crueles con él.
Astartea Shikei
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Nuestra dama de cabellos blancos y orbes de sangre no entendía a la gente que desesperada, pensaba que aquello podía ayudarles. La piratería era la peor opción posible, era pedir a gritos que querías que te molestaran y persiguieran hasta que lograran quitarte todo lo que tuvieras encima. Ella como marine era una de esos perros de caza que insaciablemente no paraban hasta que esa persona se doblegara y rompiera, por eso tal vez aunque aquel par eran las encargadas de las preguntas, Astartea le miraba desde atrás. Estaba deseando notar el mínimo fallo en sus palabras, la mentira que escondía en sus ojos y destrozarle tras darse cuenta de ello.
Para su aburrimiento, el muchacho decía la verdad.
-No parece mentir, entremos antes de que todo se ponga demasiado complicado.- Dándole un pequeño empujón al hombre le hizo adelantarse, mientras ella le miraba con esa calma manchada de sangre.- Te aconsejo no hacer nada raro, tengo las manos muy largas.- Una sonrisa divertida, una advertencia y bueno, es el momento de entrar por aquellos túneles infernales. Aunque le hubiera gustado volverse tamaño bolsillo y apañar los posibles problemas que se fuera encontrando, sabía era complicado con tanta gente siguiéndola y acompañándola, pero en fin.
Una vez consiguieron llegar al sótano entonces se pondría con todos los planes y líos pendientes de solucionar. De momento los túneles estaban bien iluminados, las indicaciones eran fáciles de seguir y los guardias no aparecen de momento, aunque nuestra dama se prepara en caso de que alguno asome el hocico por donde no debe.
El primer guardia que los localiza acaba pegado a una pared, silenciado y sin poder moverse mientras Astartea lo pone a dormir, haciendo cálculos debe haber mínimo uno por pasillo, aunque no le anima demasiado ese pensamiento.- Tenemos que hacer el camino más directo al sotano.- El hombre lo tenía en cuenta, no es que estuviera especialmente interesado en llevarle la contra a aquel trío de marines locas. Tenía la sensación de que si dudaba demasiado, si pensaba demasiado las cosas, alguna se metería en su mente y terminaría por acusarlo de algo.
Fuera como fuera, un par de giros después, una puerta, tres guardias pegados y conseguir que no den la alarma, están delante del famoso sótano, sonriendo de lado a lado al saber que van avanzando de manera satisfactoria. Al menos habían encontrado a alguien dispuesto a colaborar, aunque fuera a riesgo de que su cabeza se separara de sus hombros para nunca más volver a unirse.
Para su aburrimiento, el muchacho decía la verdad.
-No parece mentir, entremos antes de que todo se ponga demasiado complicado.- Dándole un pequeño empujón al hombre le hizo adelantarse, mientras ella le miraba con esa calma manchada de sangre.- Te aconsejo no hacer nada raro, tengo las manos muy largas.- Una sonrisa divertida, una advertencia y bueno, es el momento de entrar por aquellos túneles infernales. Aunque le hubiera gustado volverse tamaño bolsillo y apañar los posibles problemas que se fuera encontrando, sabía era complicado con tanta gente siguiéndola y acompañándola, pero en fin.
Una vez consiguieron llegar al sótano entonces se pondría con todos los planes y líos pendientes de solucionar. De momento los túneles estaban bien iluminados, las indicaciones eran fáciles de seguir y los guardias no aparecen de momento, aunque nuestra dama se prepara en caso de que alguno asome el hocico por donde no debe.
El primer guardia que los localiza acaba pegado a una pared, silenciado y sin poder moverse mientras Astartea lo pone a dormir, haciendo cálculos debe haber mínimo uno por pasillo, aunque no le anima demasiado ese pensamiento.- Tenemos que hacer el camino más directo al sotano.- El hombre lo tenía en cuenta, no es que estuviera especialmente interesado en llevarle la contra a aquel trío de marines locas. Tenía la sensación de que si dudaba demasiado, si pensaba demasiado las cosas, alguna se metería en su mente y terminaría por acusarlo de algo.
Fuera como fuera, un par de giros después, una puerta, tres guardias pegados y conseguir que no den la alarma, están delante del famoso sótano, sonriendo de lado a lado al saber que van avanzando de manera satisfactoria. Al menos habían encontrado a alguien dispuesto a colaborar, aunque fuera a riesgo de que su cabeza se separara de sus hombros para nunca más volver a unirse.
Elya Edelweiss
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Se sintió bastante más tranquila al ver cómo Astartea daba cuenta del pobre empleado. Sabía que ella era más que capaz de tenerle bajo control y así podrían avanzar todas más rápidamente.
Entraron a la fábrica rápidamente pero en silencio. Había gente trabajando, pero estaban centrados en lo que hacían y el empleado les llevó en seguida por una puertecita que les ocultó de la vista de la mayoría de trabajadores. De un momento para otro, caminaban por un laberinto de pasillos. Astartea fue haciéndose cargo de cada guardia con el que se topaban y así, avanzaron sin ninguna interrupción. Elya le colocó la mano en el hombro después de que hubiera puesto a dormir al tercero.
-Gracias.
Quería que supiera que apreciaba lo que estaba haciendo, sobre todo porque sospechaba que ella preferiría otros métodos. Tampoco quería incomodarla, así que no mencionó nada más al respecto. El hombre les llevó derechitas al sótano, y los tres guardias que esperaban junto a una única puerta les confirmaron que habían llegado al lugar correcto. Lanza en mano, Elya registró a los guardias caídos y abrió la puerta con sus llaves. El sótano era un lugar polvoriento, lleno de cajas y mesas apiladas. Claramente lo utilizaban de almacenaje. Los prisioneros estaban al fondo, atados y amordazados. Se apresuró a ir con ellos y desatarlos, pidiéndoles que no hicieran ruido. De momento todo estaba saliendo a pedir de boca y no quería arruinarlo.
-Lleváis poco tiempo aquí, ¿verdad?
Ellos asintieron.
-Creo que iban a trasladarlos. El resto tienen que estar en otro lugar, imagino que en uno en el que puedan trabajar a gusto. ¿Tenéis idea de para qué os querían?
Aguardó la respuesta con interés. Dependiendo de lo que le dijeran sabría cómo de peligrosa era la situación.
Entraron a la fábrica rápidamente pero en silencio. Había gente trabajando, pero estaban centrados en lo que hacían y el empleado les llevó en seguida por una puertecita que les ocultó de la vista de la mayoría de trabajadores. De un momento para otro, caminaban por un laberinto de pasillos. Astartea fue haciéndose cargo de cada guardia con el que se topaban y así, avanzaron sin ninguna interrupción. Elya le colocó la mano en el hombro después de que hubiera puesto a dormir al tercero.
-Gracias.
Quería que supiera que apreciaba lo que estaba haciendo, sobre todo porque sospechaba que ella preferiría otros métodos. Tampoco quería incomodarla, así que no mencionó nada más al respecto. El hombre les llevó derechitas al sótano, y los tres guardias que esperaban junto a una única puerta les confirmaron que habían llegado al lugar correcto. Lanza en mano, Elya registró a los guardias caídos y abrió la puerta con sus llaves. El sótano era un lugar polvoriento, lleno de cajas y mesas apiladas. Claramente lo utilizaban de almacenaje. Los prisioneros estaban al fondo, atados y amordazados. Se apresuró a ir con ellos y desatarlos, pidiéndoles que no hicieran ruido. De momento todo estaba saliendo a pedir de boca y no quería arruinarlo.
-Lleváis poco tiempo aquí, ¿verdad?
Ellos asintieron.
-Creo que iban a trasladarlos. El resto tienen que estar en otro lugar, imagino que en uno en el que puedan trabajar a gusto. ¿Tenéis idea de para qué os querían?
Aguardó la respuesta con interés. Dependiendo de lo que le dijeran sabría cómo de peligrosa era la situación.
Rayne Von Valliere
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El frío me había anulado brevemente: no sabía muy bien qué decir o hacer, y como tanto Elya como Astartea eran más que capaces, decidí callar y observar durante un rato. El problema fue cuando escuché parte del interrogatorio, o más bien la tanda de preguntas. Tomaron una pequeña pausa y después continuó hablando un único individuo: tenía una bata y llevaba gafas. Sí, por el tópico seguramente era un científico. Descansé un poco la mirada hacia al suelo y me limité a continuar prestando atención.
—Nos querían exactamente con el fin... —bajó la cabeza el que parecía ser el portavoz— De crear armamento de un calibre mucho más mayor al que poseéis los marines. Armas automáticas, principalmente. Estábamos invirtiendo muchos recursos en un mineral que se saca de la misma isla: bastante liviano y con unas propiedades exquisitas para crear piezas.
Levanté el dedo y le hice callar con el gesto. Después bajé mano y le miré fijamente. ¿Por qué cojones mencionaban un metal? Esto no iba de metales, iba de tecnología. Y, aunque fuesen parte de lo que componía según qué aparatos, no era el tópico principal. Así que o nos mentían o había gato encerrado.
—¿Armas automáticas? —Pregunté mientras me cruzaba de brazos—. Aquí se me pierde algo. ¿Por qué mencionáis el metal? No soy experta en armas, pero tampoco hay que tener más dos dedos de frente para resolver esto. Según el panfleto de la misión dice expresamente —saqué el papel y se lo puse cerca, para que pudiera leerlo—: científicos e ingenieros. ¿Dónde están los mineros?
El varón procedió a contestar otra vez, empezando a sudar. Con el frío que hacía, incluso aquí abajo, era de lo más sospechoso. Por lo que decidí activar mi kenboshoku, solo por si acaso. Además de continuar cruzada de brazos: eso por lo menos me hacía parecer amenazante.
—Lógicamente es una isla grande. Nos suministramos a nosotros mismos gran parte del material, ayudándonos de los mineros.
—¿Entonces hay una conexión a la mina desde este edificio? —Pregunté mientras arqueaba una ceja—. Tendría lógica, nos ha faltado ver un lateral y la montaña no está demasiado lejos.
—En la sala adyacente tenemos un montacargas que lleva al nivel inferior de la fábrica, sí.
Me giré y empecé a caminar hacia fuera, mirando hacia un lado y viendo lo que habían citado. Ignoré el tema de los rehenes: no sabía por qué, pero me daba la corazonada de que no estaban diciendo la verdad. Por lo que si me seguían mis compañeras podríamos encontrar qué había ahí abajo. Los mineros también tendrían que estar recluidos, o nos estarían a lo mejor llevando a una trampa para deshacerse de nosotras. Gruñí por lo bajo y golpeé el botón del ascensor, rojo y grande. Ya se iban a enterar de nosotras, ya.
—Nos querían exactamente con el fin... —bajó la cabeza el que parecía ser el portavoz— De crear armamento de un calibre mucho más mayor al que poseéis los marines. Armas automáticas, principalmente. Estábamos invirtiendo muchos recursos en un mineral que se saca de la misma isla: bastante liviano y con unas propiedades exquisitas para crear piezas.
Levanté el dedo y le hice callar con el gesto. Después bajé mano y le miré fijamente. ¿Por qué cojones mencionaban un metal? Esto no iba de metales, iba de tecnología. Y, aunque fuesen parte de lo que componía según qué aparatos, no era el tópico principal. Así que o nos mentían o había gato encerrado.
—¿Armas automáticas? —Pregunté mientras me cruzaba de brazos—. Aquí se me pierde algo. ¿Por qué mencionáis el metal? No soy experta en armas, pero tampoco hay que tener más dos dedos de frente para resolver esto. Según el panfleto de la misión dice expresamente —saqué el papel y se lo puse cerca, para que pudiera leerlo—: científicos e ingenieros. ¿Dónde están los mineros?
El varón procedió a contestar otra vez, empezando a sudar. Con el frío que hacía, incluso aquí abajo, era de lo más sospechoso. Por lo que decidí activar mi kenboshoku, solo por si acaso. Además de continuar cruzada de brazos: eso por lo menos me hacía parecer amenazante.
—Lógicamente es una isla grande. Nos suministramos a nosotros mismos gran parte del material, ayudándonos de los mineros.
—¿Entonces hay una conexión a la mina desde este edificio? —Pregunté mientras arqueaba una ceja—. Tendría lógica, nos ha faltado ver un lateral y la montaña no está demasiado lejos.
—En la sala adyacente tenemos un montacargas que lleva al nivel inferior de la fábrica, sí.
Me giré y empecé a caminar hacia fuera, mirando hacia un lado y viendo lo que habían citado. Ignoré el tema de los rehenes: no sabía por qué, pero me daba la corazonada de que no estaban diciendo la verdad. Por lo que si me seguían mis compañeras podríamos encontrar qué había ahí abajo. Los mineros también tendrían que estar recluidos, o nos estarían a lo mejor llevando a una trampa para deshacerse de nosotras. Gruñí por lo bajo y golpeé el botón del ascensor, rojo y grande. Ya se iban a enterar de nosotras, ya.
Astartea Shikei
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Ayudó con los rehenes, asegurándose de que se quedaran detrás de ellas y no hiciera demasiado ruido. Intentó pensar en opciones, pero la verdad no era viable llevarlos con ellas o pasearlos por toda la zona.- Será mejor que se queden aquí y antes de salir vengamos por ellos, movernos por toda la zona siendo tanta gente será complicado.- Al menos tenían la zona apuntada y sabían por donde volver para recogerlos. Le gustara o no la idea, era el momento de empezar a dejar de tener cuidado, pero la posibilidad de acabar armando un motín en aquel lugar era una locura. Tal vez por eso Astartea se acercó a los rehenes y les explicó dónde estaba la salida, en caso de que alguna alarma se activara anunciado que había intrusos, debían salir hacia aquella zona.
Ellas conseguirían tiempo para evitar que los persiguieran aunque de momento parecía que Rayne tenía otra cosa en mente.- Por lo que veo no estás muy satisfecha con lo que te ha dicho...Puedo decirte si miente o no.- Se encoge suavemente de hombros, no era cuestión de psicología solamente, era cuestión de jugar con el estado mental de aquel hombre y dejarle claro un par de cosas. Aunque quizás no era el momento, fuera como fuera se ponían en marcha y nuestra dama de cabellos de plata y ojos de sangre se aseguró que su nuevo compañero las siguiera.- Tranquilo, no pienso dejarte solito.- Mientras se montaban en aquel montacargas, empezó a analizar ligeramente aquella situación.
Definitivamente no le agradaba trabajar demasiado con la dama de cabellos oscuros, demasiado impulsiva y funesta para su gusto. Aunque bueno, era cierto que ella odiaba trabajar con gente en general, las únicas personas que se libran eran Ash y John, pero básicamente compartían una manera de actuar, pensar y matar demasiado parecida como para que no encajaran.
Aunque Ash era más explosiva, sabía cuándo tenía que serlo.- Vamos de cabeza a una trampa, ¿lo sabéis verdad? Este de aquí no para de temblar.- El hombre intentó recomponerse, pero nuestra Astartea solo necesitaba pasar sus dedos de forma traviesa por su espalda y de nuevo el muchacho parecía un flan. Era bastante divertido e interesante, pero aunque adora jugar con la estabilidad de la gente era consciente de que pronto tendrían que ponerse serias las cosas.
La gente que le tendía una trampa no acababa nada bien, y la gente que le tendía una trampa después de mentirle a la cara y hacer como si nada, puedo prometeros que acaba mucho peor.
Ellas conseguirían tiempo para evitar que los persiguieran aunque de momento parecía que Rayne tenía otra cosa en mente.- Por lo que veo no estás muy satisfecha con lo que te ha dicho...Puedo decirte si miente o no.- Se encoge suavemente de hombros, no era cuestión de psicología solamente, era cuestión de jugar con el estado mental de aquel hombre y dejarle claro un par de cosas. Aunque quizás no era el momento, fuera como fuera se ponían en marcha y nuestra dama de cabellos de plata y ojos de sangre se aseguró que su nuevo compañero las siguiera.- Tranquilo, no pienso dejarte solito.- Mientras se montaban en aquel montacargas, empezó a analizar ligeramente aquella situación.
Definitivamente no le agradaba trabajar demasiado con la dama de cabellos oscuros, demasiado impulsiva y funesta para su gusto. Aunque bueno, era cierto que ella odiaba trabajar con gente en general, las únicas personas que se libran eran Ash y John, pero básicamente compartían una manera de actuar, pensar y matar demasiado parecida como para que no encajaran.
Aunque Ash era más explosiva, sabía cuándo tenía que serlo.- Vamos de cabeza a una trampa, ¿lo sabéis verdad? Este de aquí no para de temblar.- El hombre intentó recomponerse, pero nuestra Astartea solo necesitaba pasar sus dedos de forma traviesa por su espalda y de nuevo el muchacho parecía un flan. Era bastante divertido e interesante, pero aunque adora jugar con la estabilidad de la gente era consciente de que pronto tendrían que ponerse serias las cosas.
La gente que le tendía una trampa no acababa nada bien, y la gente que le tendía una trampa después de mentirle a la cara y hacer como si nada, puedo prometeros que acaba mucho peor.
Elya Edelweiss
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Frunció el ceño, un tanto preocupada al oír que les hacían fabricar armas automáticas. Eso podía resultar un peligro para ellas, pero sería todavía peor si no detenían la producción y rescataban al resto de rehenes. De repente, Rayne cogió las riendas del interrogatorio y no le costó mucho destapar que ahí había bastante más de lo que les estaban contando.
Lo que decía tenía sentido. Quizá solo querían el metal para hacer armas automáticas livianas, pero la reacción del hombre que les había llevado hasta ahí no cuadraba. Estaba demasiado nervioso. Tras pensarlo un poco, se dio cuenta de que en realidad era mas plausible que les estuviera llevando a una trampa desde el principio que que sus compañeros le estuvieran gastando una broma pesada. Sí, se habían cargado a varios guardias, pero el camino hasta allí había sido, dentro de lo que cabe, bastante pacífico. Era de esperar que habiendo sido atacados por la marina anteriormente ahora estuvieran esperándolas. Frenó a Astartea, que le estaba explicando a los rehenes dónde estaba la salida.
-Creo que lo mejor es que los encojas y nos los llevemos. Incluso si logran salir de la fábrica por su cuenta todavía tendrían que llegar hasta el campamento y… somos responsables de ellos. Quizá no sea lo más cómodo, pero al menos podremos vigilar que no les pase nada malo.
Se metieron en el ascensor y no pudo evitar esbozar una sonrisa amarga al escuchar a Astartea. Entre Rayne cabreada, el hombre convertido en un flan viviente entre las tres chicas y lo extremadamente conveniente que estaba siendo todo…
-Las trampas pueden desarmarse. Y creo que nos han subestimado.
El ascensor llegó al fin de su recorrido con un chirrido un tanto funesto. Los cuatro salieron, el trabajador delante. Elya le miró mal, todavía un poco decepcionada. Le había dicho en serio lo de que se uniera a la marina, pero si les había estado tomando el pelo todo ese rato eso ya no era una posibilidad. Menuda rata.
Se hallaban en un pasillo, pero bastante diferente a los de arriba. Las paredes eran simplemente tierra y cada pocos metros un marco de madera apuntalaba la zona, evitando que todo se derrumbara. Habían llegado a la mina. Le dio un ligero empujón al trabajador, haciendo que avanzara delante de ellas.
-Bien, cuéntanos qué nos vamos a encontrar ahí delante. Y no te ahorres los detalles, porque si mientes mi compañera no dudará en avisarnos y no creo que te interese saber lo que viene después.
De acuerdo, igual se lo estaba tomando un poquito a la tremenda, pero no podía evitarlo. Ese imbécil se había aprovechado de ella y se la había colado. Por lo que a ella respectaba, ahora no se merecía ni pizca de su compasión.
Lo que decía tenía sentido. Quizá solo querían el metal para hacer armas automáticas livianas, pero la reacción del hombre que les había llevado hasta ahí no cuadraba. Estaba demasiado nervioso. Tras pensarlo un poco, se dio cuenta de que en realidad era mas plausible que les estuviera llevando a una trampa desde el principio que que sus compañeros le estuvieran gastando una broma pesada. Sí, se habían cargado a varios guardias, pero el camino hasta allí había sido, dentro de lo que cabe, bastante pacífico. Era de esperar que habiendo sido atacados por la marina anteriormente ahora estuvieran esperándolas. Frenó a Astartea, que le estaba explicando a los rehenes dónde estaba la salida.
-Creo que lo mejor es que los encojas y nos los llevemos. Incluso si logran salir de la fábrica por su cuenta todavía tendrían que llegar hasta el campamento y… somos responsables de ellos. Quizá no sea lo más cómodo, pero al menos podremos vigilar que no les pase nada malo.
Se metieron en el ascensor y no pudo evitar esbozar una sonrisa amarga al escuchar a Astartea. Entre Rayne cabreada, el hombre convertido en un flan viviente entre las tres chicas y lo extremadamente conveniente que estaba siendo todo…
-Las trampas pueden desarmarse. Y creo que nos han subestimado.
El ascensor llegó al fin de su recorrido con un chirrido un tanto funesto. Los cuatro salieron, el trabajador delante. Elya le miró mal, todavía un poco decepcionada. Le había dicho en serio lo de que se uniera a la marina, pero si les había estado tomando el pelo todo ese rato eso ya no era una posibilidad. Menuda rata.
Se hallaban en un pasillo, pero bastante diferente a los de arriba. Las paredes eran simplemente tierra y cada pocos metros un marco de madera apuntalaba la zona, evitando que todo se derrumbara. Habían llegado a la mina. Le dio un ligero empujón al trabajador, haciendo que avanzara delante de ellas.
-Bien, cuéntanos qué nos vamos a encontrar ahí delante. Y no te ahorres los detalles, porque si mientes mi compañera no dudará en avisarnos y no creo que te interese saber lo que viene después.
De acuerdo, igual se lo estaba tomando un poquito a la tremenda, pero no podía evitarlo. Ese imbécil se había aprovechado de ella y se la había colado. Por lo que a ella respectaba, ahora no se merecía ni pizca de su compasión.
Rayne Von Valliere
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—V-vale, es una trampa. Pero no aquí. Si voy delante seré yo quien se la com...
Le corté inmediatamente, colocando un dedo sobre su hombro y soltándole un shigan. El hombre se retorció de dolor en el sitio, casi aguantando con dificultades el tiro.
—Por supuesto que es una trampa —Exclamé encogiéndome de hombros—. ¿Si no por qué te ibas a comportar de esta forma? O nos escondes algo, o realmente tienes todo esto bien elaborado. En los dos aspectos, acabarás cayendo.
Podía ver claramente toda la estructura de la mina desde delante, de hecho, estaba lo suficientemente iluminada como para poder avanzar sin problema. Restos de roca y herramientas tiradas por el suelo, nada mucho más importante. La cosa es que yo me intentaba mantener lo mejor ubicada posible para comparar con la zona del exterior más arriba. Ahora estábamos orientadas hacia el noroeste, por lo que teníamos un buen tramo de isla antes de llegar a alguna bifurcación o giro. Puse los ojos en blanco y golpeé con el dorso de la mano al que llevábamos apresado, indicándole que fuese más rápido.
Tras caminar el suficiente tiempo, llegamos a lo que parecía ser una bifurcación, la cual era un callejón con una única salida. Las luces reflejaban de forma muy tenue lo que parecía ser una pared levantada y unas puertas de acero macizas. Me acerqué y vi justo un candado. Podíamos partirlo muy seguramente con facilidad, pero tampoco quería hacer el ruido suficiente como para alertar a nadie.
—Nee, esta es la mierda buena —comenté en voz alta mientras me dirigía hasta el candado y observaba la cerradura—. Tú, cuando abra la puerta vas delante.
Suspiré y agarré del bolsillo interior de mi chaqueta una ganzúa de gancho junto con una de tensión. Nada del otro mundo, pero podría abrirla sin problema. Introduje la de presión por debajo y alineé la de gancho con los pistones, accionándolos uno a uno y girando con la de tensión la línea de corte para que no bajaran. Tras unos segundos y seis pistones levantados, el candado cayó por sí solo —al tener las manos ocupadas, no pude agarrarlo—. Ahí obligué al hombre a abrir la puerta y después silbé, silbé como si no hubiese mañana.
Teníamos delante el armamento que habían estado fabricando. Busqué la mirada de Elya para dedicarle una sonrisa y después volví a adoptar mi rostro serio usual.
—N-no, lo mejor no es entrar ahí —dijo en voz baja, con un tono de miedo que podía notar hasta un crío.
Le pegué una patada en la espalda para tirarlo hacia delante y algo sonó, como una especie de dispositivo electrónico encendiéndose. Después, una ráfaga de luz y un sonido que me dejó medio sorda. Tras acabar y levantarse una polvareda observé el que era el cadáver inerte del hombre, aún agitándose brevemente. Chasqueé la lengua y me giré sobre mi eje, mirando a mis compañeras una vez más y esperando a ver qué opinaban o cómo podíamos sortear eso. ¿A lo mejor la peliblanca podía volver a hacerse minúscula? Ni idea. Pero yo por si acaso, empecé a mirar si habían conductos de ventilación. Porque la zona de la puerta era de hormigón armado y por algún lado tenía que respirar la estructura.
Le corté inmediatamente, colocando un dedo sobre su hombro y soltándole un shigan. El hombre se retorció de dolor en el sitio, casi aguantando con dificultades el tiro.
—Por supuesto que es una trampa —Exclamé encogiéndome de hombros—. ¿Si no por qué te ibas a comportar de esta forma? O nos escondes algo, o realmente tienes todo esto bien elaborado. En los dos aspectos, acabarás cayendo.
Podía ver claramente toda la estructura de la mina desde delante, de hecho, estaba lo suficientemente iluminada como para poder avanzar sin problema. Restos de roca y herramientas tiradas por el suelo, nada mucho más importante. La cosa es que yo me intentaba mantener lo mejor ubicada posible para comparar con la zona del exterior más arriba. Ahora estábamos orientadas hacia el noroeste, por lo que teníamos un buen tramo de isla antes de llegar a alguna bifurcación o giro. Puse los ojos en blanco y golpeé con el dorso de la mano al que llevábamos apresado, indicándole que fuese más rápido.
Tras caminar el suficiente tiempo, llegamos a lo que parecía ser una bifurcación, la cual era un callejón con una única salida. Las luces reflejaban de forma muy tenue lo que parecía ser una pared levantada y unas puertas de acero macizas. Me acerqué y vi justo un candado. Podíamos partirlo muy seguramente con facilidad, pero tampoco quería hacer el ruido suficiente como para alertar a nadie.
—Nee, esta es la mierda buena —comenté en voz alta mientras me dirigía hasta el candado y observaba la cerradura—. Tú, cuando abra la puerta vas delante.
Suspiré y agarré del bolsillo interior de mi chaqueta una ganzúa de gancho junto con una de tensión. Nada del otro mundo, pero podría abrirla sin problema. Introduje la de presión por debajo y alineé la de gancho con los pistones, accionándolos uno a uno y girando con la de tensión la línea de corte para que no bajaran. Tras unos segundos y seis pistones levantados, el candado cayó por sí solo —al tener las manos ocupadas, no pude agarrarlo—. Ahí obligué al hombre a abrir la puerta y después silbé, silbé como si no hubiese mañana.
Teníamos delante el armamento que habían estado fabricando. Busqué la mirada de Elya para dedicarle una sonrisa y después volví a adoptar mi rostro serio usual.
—N-no, lo mejor no es entrar ahí —dijo en voz baja, con un tono de miedo que podía notar hasta un crío.
Le pegué una patada en la espalda para tirarlo hacia delante y algo sonó, como una especie de dispositivo electrónico encendiéndose. Después, una ráfaga de luz y un sonido que me dejó medio sorda. Tras acabar y levantarse una polvareda observé el que era el cadáver inerte del hombre, aún agitándose brevemente. Chasqueé la lengua y me giré sobre mi eje, mirando a mis compañeras una vez más y esperando a ver qué opinaban o cómo podíamos sortear eso. ¿A lo mejor la peliblanca podía volver a hacerse minúscula? Ni idea. Pero yo por si acaso, empecé a mirar si habían conductos de ventilación. Porque la zona de la puerta era de hormigón armado y por algún lado tenía que respirar la estructura.
Astartea Shikei
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Hay momentos en los que tienes que quedarte callada y seguir como buena mandada que eres, así nuestra dama de orbes de sangre se limita a continuar ese recorrido como si nada, hasta que pasa una de esas cosas que a la gente no le gusta.- Son demasiada gente, no puedo encogerlos a todos sin que luego me tengáis que llevar a mi en brazos.-No es viable, lo sabes de sobra, la otra opción es que simplemente os sigan. Es entonces que Rayne pilla las mentiras de nuestro amigo. Las mentiras tienen las patitas cortas y ellas tienen las tijeras muy largas. Solo sonríe mirando al hombre y a sus compañeras mientras avanzan por aquella zona laberíntica. Menos mal que ella no se pierde con facilidad y sabe de sobra cuántas veces ha girado, cambiado de lugar y todas esas cosas, aunque bueno, es un edificio con paredes de hormigón y un montón de nieve y cosas molestas.
¿Se había olvidado del tema de las armas? No realmente, mucho menos cuando su guía turístico y compañía vieron lo que pasaba con las trampas del almacén.
-Eso si que no.- Haces un chequeo por la zona, sabes que normalmente hay una zona, un panel de control para poder desactivar todo eso entrando en este. Lo que pasa y como puedes ver, es que básicamente tienes que pasar varias de las trampas pues está pegado al final de la pared.- Me niego.- Y como eres una mujer que puede negarse, te giras a la pared de la derecha y empiezas a tocarla, tranquilamente el símbolo de dividir hace presencia y cuando la gente se da cuenta, el aire frío os golpea. Has dividido la pared haciendo que se abra, les haces un gesto para que te sigan por la nieve y caminar bordeando la pared, cuando están todos fueras la cierras. Lo siguiente que haces es repetir el proceso justo al lado de la consola de mandos. Abrir la pared, tocar la consola de mandos y arreglado.
-Ni loca pienso dejar que esa cosa me destroce la piel.- Pestañea como si nada, sabe que ha desmantelado las trampas para que puedan tomar las armas, pero también sabe que su cuerpo se va a comenzar a quejar de que ande jugando con su akuma a ser la diosa de la reforma de interiores.
Sea como sea habéis llegado a las armas, solo queda poner en práctica lo pedido por la misión y salir de allí tras haber destruido , matado o encarcelado a todo el que le tocara los ovarios. De momento la lista iba aumentado para su placer.
¿Se había olvidado del tema de las armas? No realmente, mucho menos cuando su guía turístico y compañía vieron lo que pasaba con las trampas del almacén.
-Eso si que no.- Haces un chequeo por la zona, sabes que normalmente hay una zona, un panel de control para poder desactivar todo eso entrando en este. Lo que pasa y como puedes ver, es que básicamente tienes que pasar varias de las trampas pues está pegado al final de la pared.- Me niego.- Y como eres una mujer que puede negarse, te giras a la pared de la derecha y empiezas a tocarla, tranquilamente el símbolo de dividir hace presencia y cuando la gente se da cuenta, el aire frío os golpea. Has dividido la pared haciendo que se abra, les haces un gesto para que te sigan por la nieve y caminar bordeando la pared, cuando están todos fueras la cierras. Lo siguiente que haces es repetir el proceso justo al lado de la consola de mandos. Abrir la pared, tocar la consola de mandos y arreglado.
-Ni loca pienso dejar que esa cosa me destroce la piel.- Pestañea como si nada, sabe que ha desmantelado las trampas para que puedan tomar las armas, pero también sabe que su cuerpo se va a comenzar a quejar de que ande jugando con su akuma a ser la diosa de la reforma de interiores.
Sea como sea habéis llegado a las armas, solo queda poner en práctica lo pedido por la misión y salir de allí tras haber destruido , matado o encarcelado a todo el que le tocara los ovarios. De momento la lista iba aumentado para su placer.
Elya Edelweiss
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Asintió al escuchar la respuesta de Astartea. Lo entendía, pero seguía pensando que era mala idea dejar que se fueran ellos solos. Y desde luego no iban a separarse. Les pidió que les siguieran y la comitiva avanzó hacia abajo y hacia delante. A cada paso el hombre iba más y más nervioso y ya no quedaba ninguna duda de que se dirigían a una trampa. Se preguntaba a dónde les estaría llevando y ya estaba imaginando hombres armados y todo tipo de trampas cuando llegaron a su destino.
¿Una puerta con candado? Rayne se agachó y dio cuenta de él… enseguida, realmente. Se la quedó mirando, bastante impresionada. Ella no sabría ni por dónde empezar para deshacerse de algo así. Lo anotó en la lista de cosas que seguía averiguando de ella, pero en seguida se distrajo. La habitación estaba llena de armas y el hombre parecía estar a punto de desmayarse. Quiso decir algo, pero todo sucedió muy rápido y segundos después no era más que un cadáver. Elya frunció el ceño, contrariada. Eso no era bueno.
Por suerte para ella, sus compañeras estaban llenas de recursos. Parecía que hubieran lidiado con cosas del estilo anteriormente. Fuera como fuera, era algo bueno, porque Astartea cogió las riendas y tras un pequeño paseíto por la nieve llegaron al panel de mandos y ya no tuvieron que preocuparse por las trampas. La pregunta era, ¿qué hacer ahora? Podían coger las armas y marcharse, pero algo le decía que no sería suficiente.
-Tenemos que vaciar esa habitación pero… no creo que las estuvieran fabricando en el lugar por el que hemos entrado, sobre todo si era una trampa desde el principio. ¿A vosotros os trasladaron desde algún lugar?
Los dos científicos se miraron entre ellos, algo preocupados. Elya supuso que todavía estaban digiriendo lo que acababan de ver hace apenas segundos. Al final, uno de ellos abrió la boca.
-Sí. Era otro lugar bajo tierra… tenía bastante más gente. No sé dónde es, pero a veces se oía el mar desde dentro. Algunos de nuestros compañeros creo que siguen allí.
Tenía sentido. Esta zona la utilizaban de almacén mientras seguían con la producción en otro lado. Así si algo salía mal, como acababa de pasar, podían continuar sus planes con algo de margen para actuar. Tenían que darse prisa, no darles tiempo a reaccionar.
-La parte buena es que no ha sonado ninguna alarma, por lo que en principio todavía contamos con el factor sorpresa. Por lo que dice imagino que habrá alguna cueva subterránea y parte de la mina debe de pasar al lado. Si llegamos allí podemos posicionarnos bien, arrestar a los piratas que faltan y frenar todo el proceso.
Se sentía cansada solo de pensarlo, pero era lo que tocaba. No iba a dejar que se escaparan una segunda vez.
¿Una puerta con candado? Rayne se agachó y dio cuenta de él… enseguida, realmente. Se la quedó mirando, bastante impresionada. Ella no sabría ni por dónde empezar para deshacerse de algo así. Lo anotó en la lista de cosas que seguía averiguando de ella, pero en seguida se distrajo. La habitación estaba llena de armas y el hombre parecía estar a punto de desmayarse. Quiso decir algo, pero todo sucedió muy rápido y segundos después no era más que un cadáver. Elya frunció el ceño, contrariada. Eso no era bueno.
Por suerte para ella, sus compañeras estaban llenas de recursos. Parecía que hubieran lidiado con cosas del estilo anteriormente. Fuera como fuera, era algo bueno, porque Astartea cogió las riendas y tras un pequeño paseíto por la nieve llegaron al panel de mandos y ya no tuvieron que preocuparse por las trampas. La pregunta era, ¿qué hacer ahora? Podían coger las armas y marcharse, pero algo le decía que no sería suficiente.
-Tenemos que vaciar esa habitación pero… no creo que las estuvieran fabricando en el lugar por el que hemos entrado, sobre todo si era una trampa desde el principio. ¿A vosotros os trasladaron desde algún lugar?
Los dos científicos se miraron entre ellos, algo preocupados. Elya supuso que todavía estaban digiriendo lo que acababan de ver hace apenas segundos. Al final, uno de ellos abrió la boca.
-Sí. Era otro lugar bajo tierra… tenía bastante más gente. No sé dónde es, pero a veces se oía el mar desde dentro. Algunos de nuestros compañeros creo que siguen allí.
Tenía sentido. Esta zona la utilizaban de almacén mientras seguían con la producción en otro lado. Así si algo salía mal, como acababa de pasar, podían continuar sus planes con algo de margen para actuar. Tenían que darse prisa, no darles tiempo a reaccionar.
-La parte buena es que no ha sonado ninguna alarma, por lo que en principio todavía contamos con el factor sorpresa. Por lo que dice imagino que habrá alguna cueva subterránea y parte de la mina debe de pasar al lado. Si llegamos allí podemos posicionarnos bien, arrestar a los piratas que faltan y frenar todo el proceso.
Se sentía cansada solo de pensarlo, pero era lo que tocaba. No iba a dejar que se escaparan una segunda vez.
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Empezó a usar su cabeza, la parte donde se cansaba y dejaba de seguir órdenes se activó con rapidez y comenzó a sopesar los pros y contras de todo aquello. Hizo cálculos aproximados y miró a los científicos.- Que cada uno tome un arma para defenderse, las demás serán destruidas.- Después de asegurarse de dejarlos armados destrozó el resto y se encargó de destruir cada pequeña parte del almacén. Era fácil si le tirabas piedras pequeñas que luego crecían hasta destrozarlo todo. El regusto a sangre en su garganta le recordó que no debería jugar demasiado con su suerte. Pero era el momento de poner toda la carne en el asador y no preocuparse por aquello.
-Tenemos que encontrar un nuevo guía, somos demasiados como para ir investigando puerta por puerta.- Saldrían repitiendo aquel proceso y Astartea se limpiaría la sangre de los labios con algo de molestia, sin dejar que nadie lo notara. Luego comenzaría el momento buscar a los guardias, sabía que tenían que pillar un ascensor así que de nuevo a esa zona para poder agarrar al primero que estuviera cuidando de que nadie pasara.
Les hizo un gesto para que se quedaran detrás y en menos de diez minutos, Astartea volvió con un hombre que la seguía agarrado de la mano de ella. -Este caballero va a llevarnos hasta el resto de científicos, pero tendremos que tener cuidado, en cuanto abramos la puerta donde los tienen, se activará la alarma.- Era automático, tenían llaves, cosas, ella podía intentar usar su akuma para que eso no pasara pero también dependía de su salud física. El caso era que quizás llegados a ese punto le interesara que las descubrieran.-Vamos, los sacamos, dejamos que suene la alarma y con los científicos ahí asegurados les damos a todos de ostias…¿Os gusta el plan? -El seguridad asintió y Astartea se dio cuenta de que quizás había jugado demasiado con las emociones del hombre. Transformar el miedo en lealtad era divertido pero peligroso.
De esa forma comenzaron su caminata, aunque nuestra dama estaría atenta a las palabras de las superiores en caso de que pasara cualquier cosa o hubiera algún peligro. Sabía de sobra que ella no tomaba todas las decisiones, así que si alguna tenía otro plan estaba dispuesta a escucharlo, pero que fuera rápido y resolutorio, nada de dar vueltas como una peonza sin rumbo y destino hasta encontrar algo.
No quería arriesgarse, si las atrapaban era el fin del juego no solo para ella, si no para todos los civiles que las seguían.
-Tenemos que encontrar un nuevo guía, somos demasiados como para ir investigando puerta por puerta.- Saldrían repitiendo aquel proceso y Astartea se limpiaría la sangre de los labios con algo de molestia, sin dejar que nadie lo notara. Luego comenzaría el momento buscar a los guardias, sabía que tenían que pillar un ascensor así que de nuevo a esa zona para poder agarrar al primero que estuviera cuidando de que nadie pasara.
Les hizo un gesto para que se quedaran detrás y en menos de diez minutos, Astartea volvió con un hombre que la seguía agarrado de la mano de ella. -Este caballero va a llevarnos hasta el resto de científicos, pero tendremos que tener cuidado, en cuanto abramos la puerta donde los tienen, se activará la alarma.- Era automático, tenían llaves, cosas, ella podía intentar usar su akuma para que eso no pasara pero también dependía de su salud física. El caso era que quizás llegados a ese punto le interesara que las descubrieran.-Vamos, los sacamos, dejamos que suene la alarma y con los científicos ahí asegurados les damos a todos de ostias…¿Os gusta el plan? -El seguridad asintió y Astartea se dio cuenta de que quizás había jugado demasiado con las emociones del hombre. Transformar el miedo en lealtad era divertido pero peligroso.
De esa forma comenzaron su caminata, aunque nuestra dama estaría atenta a las palabras de las superiores en caso de que pasara cualquier cosa o hubiera algún peligro. Sabía de sobra que ella no tomaba todas las decisiones, así que si alguna tenía otro plan estaba dispuesta a escucharlo, pero que fuera rápido y resolutorio, nada de dar vueltas como una peonza sin rumbo y destino hasta encontrar algo.
No quería arriesgarse, si las atrapaban era el fin del juego no solo para ella, si no para todos los civiles que las seguían.
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Entró en el almacén, agradeciendo que hubieran desactivado las trampas, y escogió dos armas para los científicos. Había varios modelos y todos parecían igual de peligrosos, por lo que trató de elegir los más sencillos. Se aseguró de que estuvieran cargadas y les explicó brevemente cómo utilizarlas sin volarse los dedos de la mano. Estaban nerviosos como flanes, pero atendieron y parecieron comprender más o menos de qué iba la cosa. Entretanto, Astartea se dedicó a destrozar el resto de armas del almacén y encontrarles un nuevo guía. Esperaba sinceramente que ese fuera el alijo más grande que tenían, porque no era precisamente pequeño y les ahorraría trabajo.
Cuando regresó, traía a otro soldado con ella. Tenía una sonrisa extraña en el rostro, pero no se estaba resistiendo. Cada vez aumentaba más el respeto de Elya por la otra marine. Sus poderes eran de lo más variados y estaba probando ser de lo más útil en… bueno, en cualquier tipo de misión.
-Me parece un buen plan.
Era sencillo y eficaz. Salvarían al resto de rehenes y apresarían a tantos piratas como pudieran. Incluso si no los capturaban a todos, darían con el taller y destrozarían el resto de su inventario. Entre eso y los científicos en su poder, no tendrían forma de continuar con sus planes. Caminaron en silencio unos minutos, hasta que comenzaron a oír de forma apagada el murmullo lejano de las olas. Bien, estaban llegando. De pronto, vieron una puerta vigilada al final del pasillo. Dos hombres armados, uno a cada lado. Le hizo una seña a su improvisado guía y avanzó con él como si le hubiera pescado con las manos en la masa. Tan pronto llegaron a los guardias saltaron cada uno sobre uno y los dejaron fuera de combate en segundos. Menos mal que le era ahora leal a Astartea, porque no se le daba mal pelear. Eso o había sido el factor sorpresa, claro.
-Bien, cuéntanos qué nos vamos a encontrar cuando abramos esa puerta.- Le dijo mientras se agachaba para buscar una llave o tarjeta de paso en los bolsillos de los inconscientes.
-Hay una cadena de montaje, los científicos la dirigen y hacen los ajustes necesarios. Creo que hay varios altos rangos vigilando todo el proceso.
-Perfecto. Chicos, armas en alto.
No tenía sentido entrar con cuidado. Respiró hondo y tiró la puerta debajo de una patada. Lanza en mano, agarró al primer hombre que encontró y se la puso al cuello.
-¡Todos al suelo, las manos en alto! Esta operación queda interrumpida por la marina, QUEDAN TODOS DETENIDOS.
Eso, por supuesto, no aplicaba a los rehenes, pero ayudaría que estuvieran quietos en su sitio. No creía que fuera a ser tan sencillo y no tenía intención de dejarles en medio del fuego cruzado.
Cuando regresó, traía a otro soldado con ella. Tenía una sonrisa extraña en el rostro, pero no se estaba resistiendo. Cada vez aumentaba más el respeto de Elya por la otra marine. Sus poderes eran de lo más variados y estaba probando ser de lo más útil en… bueno, en cualquier tipo de misión.
-Me parece un buen plan.
Era sencillo y eficaz. Salvarían al resto de rehenes y apresarían a tantos piratas como pudieran. Incluso si no los capturaban a todos, darían con el taller y destrozarían el resto de su inventario. Entre eso y los científicos en su poder, no tendrían forma de continuar con sus planes. Caminaron en silencio unos minutos, hasta que comenzaron a oír de forma apagada el murmullo lejano de las olas. Bien, estaban llegando. De pronto, vieron una puerta vigilada al final del pasillo. Dos hombres armados, uno a cada lado. Le hizo una seña a su improvisado guía y avanzó con él como si le hubiera pescado con las manos en la masa. Tan pronto llegaron a los guardias saltaron cada uno sobre uno y los dejaron fuera de combate en segundos. Menos mal que le era ahora leal a Astartea, porque no se le daba mal pelear. Eso o había sido el factor sorpresa, claro.
-Bien, cuéntanos qué nos vamos a encontrar cuando abramos esa puerta.- Le dijo mientras se agachaba para buscar una llave o tarjeta de paso en los bolsillos de los inconscientes.
-Hay una cadena de montaje, los científicos la dirigen y hacen los ajustes necesarios. Creo que hay varios altos rangos vigilando todo el proceso.
-Perfecto. Chicos, armas en alto.
No tenía sentido entrar con cuidado. Respiró hondo y tiró la puerta debajo de una patada. Lanza en mano, agarró al primer hombre que encontró y se la puso al cuello.
-¡Todos al suelo, las manos en alto! Esta operación queda interrumpida por la marina, QUEDAN TODOS DETENIDOS.
Eso, por supuesto, no aplicaba a los rehenes, pero ayudaría que estuvieran quietos en su sitio. No creía que fuera a ser tan sencillo y no tenía intención de dejarles en medio del fuego cruzado.
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La idea de que hubiera gente de altos rangos vigilando y todo aquello, era natural, sin embargo empezó a pensar en cómo demonios iba a matar...A reducir, a los hombres malos antes de que le tocaran un pelo a sus queridos cerebritos. La idea sería bastante sencilla teniendo en cuenta que tenía una superiora que era perfectamente capaz de meterse en ataques frontales sin mucho problema, ella se colaría por detrás e iría reduciendo la diferencia. Tal y como supuso las cosas comenzaron en cuanto nuestra dama de cabellos plateados entró a grito pelado por la puerta. Nuestra señorita de orbes de sangre estaba por detrás, atenta al panorama.
-Todos los científicos debajo de las mesas…¡Ahora! -El grito sirvió pues eso fue lo que hicieron, rápidamente, antes de que Astartea hiciera crecer varios metros el cuchillo de su cintura y lo usara de pantalla para las balas. En la parte superior alguien estaba atacando, era molesto pero al menos de esa forma podían ver qué hacer.- Me acercaré a las mesas, e iré sacando a los científicos hacia fuera, los cubriré para que no le hagan daño, intenta encargarte de los que se acerquen.- Sabía de sobra que ella podía cubrirlos y protegerlos de los que se acercaran, una vez los científicos salieran podrían ponerse serias y destruir toda la cadena de montaje.
Miró a su superior y contó hasta tres en silencio, pero de tal manera que ella pudiera ver su boca moverse y cambiar tranquilamente al tres, la pared desapareció y ella se volvió pequeña, aprovechando para acercarse a las mesas. Luego de esquivar un par de cosas, llegó a la zona de la cadena de mando y volvió a su tamaño natural.- Venid conmigo, quedaos detrás mía.- Ella calculó distancias, si tiraba un cuchillo en horizontal con el tamaño suficiente podría meterlos por la puerta, el problema era que entonces bloquearía la puerta para su compañera.
Sin embargo no era como si no confiara en sus posibilidades.
El cuchillo creció creando un pasillo hasta la puerta y Astartea se aseguró de dejarlos a todos en la entrada.Luego quitó el cuchillo y tomó aire, quince cuchillos saldrían disparados a un hombre que se encontraba en el lateral, no fue a matar así que aparte de varios cortes no debería morir. Si no podía cerrarle los cortes, el caso era que con aquello era uno menos a la jugada, aunque estaba segura de que la cantidad no iba a ser precisamente el problema.
-Todos los científicos debajo de las mesas…¡Ahora! -El grito sirvió pues eso fue lo que hicieron, rápidamente, antes de que Astartea hiciera crecer varios metros el cuchillo de su cintura y lo usara de pantalla para las balas. En la parte superior alguien estaba atacando, era molesto pero al menos de esa forma podían ver qué hacer.- Me acercaré a las mesas, e iré sacando a los científicos hacia fuera, los cubriré para que no le hagan daño, intenta encargarte de los que se acerquen.- Sabía de sobra que ella podía cubrirlos y protegerlos de los que se acercaran, una vez los científicos salieran podrían ponerse serias y destruir toda la cadena de montaje.
Miró a su superior y contó hasta tres en silencio, pero de tal manera que ella pudiera ver su boca moverse y cambiar tranquilamente al tres, la pared desapareció y ella se volvió pequeña, aprovechando para acercarse a las mesas. Luego de esquivar un par de cosas, llegó a la zona de la cadena de mando y volvió a su tamaño natural.- Venid conmigo, quedaos detrás mía.- Ella calculó distancias, si tiraba un cuchillo en horizontal con el tamaño suficiente podría meterlos por la puerta, el problema era que entonces bloquearía la puerta para su compañera.
Sin embargo no era como si no confiara en sus posibilidades.
El cuchillo creció creando un pasillo hasta la puerta y Astartea se aseguró de dejarlos a todos en la entrada.Luego quitó el cuchillo y tomó aire, quince cuchillos saldrían disparados a un hombre que se encontraba en el lateral, no fue a matar así que aparte de varios cortes no debería morir. Si no podía cerrarle los cortes, el caso era que con aquello era uno menos a la jugada, aunque estaba segura de que la cantidad no iba a ser precisamente el problema.
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Asintió ante las palabras de Astartea. Okay, el plan estaba claro. Ella sacaba a los rehenes y mientras tanto, tendría que lidiar con los enemigos. Eran bastantes y aunque todavía tenía la lanza en el cuello del hombre, no iba a servir para mantenerles a raya. Tenía que ganar espacio y algo de control.
Respiró hondo y su colgante se iluminó con luz blanca. Cuando abrió los ojos, estaba flotando a dos metros sobre el suelo, en el centro de un tornado de ondas cortantes. Frunció el ceño y cargó contra la gente que le apuntaba con sus armas. Había un hombre disparando desde lo alto, pero Astartea se estaba encargando de frenar sus balas. Aprovechando que ella le distraía, utilizó su altura para llegar a la pasarela que corría por una segunda altura del lugar y dejó que el tornado se encargara de los de abajo mientras ella iba hasta el francotirador. Una patada al estómago y una buena finta dieron cargo de su arma. Una vez libre, fue cuestión de esposarlo y volver a bajar.
Evaluó la situación. Había un par de personas en el suelo y podía ver que su ataque anterior le había hecho algún que otro feo corte a más de uno, pero desde luego todavía no podía bajar la guardia. La luz de su colgante se tornó azul intenso y a su alrededor surgió una nube de vapor. Se movió rápido, esquivando golpes, recibiendo algunos y asegurándose de inundarlos a todos en la nube. Al cabo de unos segundos empezaron los gritos y la mayoría cayó de rodillas tapándose la cara. La marine tragó saliva. No le gustaba hacerles daño, pero era su única forma de conseguir algo de ventaja. Jadeante, empezó a atar a la gente. Era complicado, porque intentaban aprovecharse de que estaba centrada en uno para atacarle y no dejaban de interrumpirla.
Cuando por fin tuvo a la mayoría esposados, noqueados o lo bastante aturdidos como para darle una pelea justa, estaba un poco destrozada. Tenía varios cortes y moratones, además de una brecha en el hombro y un dolor de cabeza interesante. Pero sabía que Astartea había sacado a los rehenes y claramente estaban en el taller que utilizaban para fabricar las armas. Ató las esposas de los piratas entre ellos y tiró para sacarlos del lugar. Se dejó caer al lado de la puerta con un gruñido frustrado. No tenía fuerzas para arrastrarlos más allá. Buscó con la mirada a la peliblanca, tenía que asegurarse de que efectivamente todo había salido bien.
-Deberíamos incendiar este lugar. Es la forma más rápida de que no lo usen más. Pero seguramente estalle, deberíamos… alejarnos, primero.
Volvió a ponerse en pie haciendo un esfuerzo. Le temblaban las piernas. Jesús, más le valía a sus superiores concederle unas vacaciones después de esto.
Respiró hondo y su colgante se iluminó con luz blanca. Cuando abrió los ojos, estaba flotando a dos metros sobre el suelo, en el centro de un tornado de ondas cortantes. Frunció el ceño y cargó contra la gente que le apuntaba con sus armas. Había un hombre disparando desde lo alto, pero Astartea se estaba encargando de frenar sus balas. Aprovechando que ella le distraía, utilizó su altura para llegar a la pasarela que corría por una segunda altura del lugar y dejó que el tornado se encargara de los de abajo mientras ella iba hasta el francotirador. Una patada al estómago y una buena finta dieron cargo de su arma. Una vez libre, fue cuestión de esposarlo y volver a bajar.
Evaluó la situación. Había un par de personas en el suelo y podía ver que su ataque anterior le había hecho algún que otro feo corte a más de uno, pero desde luego todavía no podía bajar la guardia. La luz de su colgante se tornó azul intenso y a su alrededor surgió una nube de vapor. Se movió rápido, esquivando golpes, recibiendo algunos y asegurándose de inundarlos a todos en la nube. Al cabo de unos segundos empezaron los gritos y la mayoría cayó de rodillas tapándose la cara. La marine tragó saliva. No le gustaba hacerles daño, pero era su única forma de conseguir algo de ventaja. Jadeante, empezó a atar a la gente. Era complicado, porque intentaban aprovecharse de que estaba centrada en uno para atacarle y no dejaban de interrumpirla.
Cuando por fin tuvo a la mayoría esposados, noqueados o lo bastante aturdidos como para darle una pelea justa, estaba un poco destrozada. Tenía varios cortes y moratones, además de una brecha en el hombro y un dolor de cabeza interesante. Pero sabía que Astartea había sacado a los rehenes y claramente estaban en el taller que utilizaban para fabricar las armas. Ató las esposas de los piratas entre ellos y tiró para sacarlos del lugar. Se dejó caer al lado de la puerta con un gruñido frustrado. No tenía fuerzas para arrastrarlos más allá. Buscó con la mirada a la peliblanca, tenía que asegurarse de que efectivamente todo había salido bien.
-Deberíamos incendiar este lugar. Es la forma más rápida de que no lo usen más. Pero seguramente estalle, deberíamos… alejarnos, primero.
Volvió a ponerse en pie haciendo un esfuerzo. Le temblaban las piernas. Jesús, más le valía a sus superiores concederle unas vacaciones después de esto.
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Después de asegurarse que todo estaba en orden y que su compañera estaba bien, la dama de cabellos blancos y orbes rojos se acercó hasta ella para hacerle un pequeño chequeo, negando levemente.- Podías haberme dejado algunos, tampoco era cosa de que te sobre esforzaras tanto.- Cerró los cortes y heridas usando su akuma, dejando que de esa manera se acelerara el cierre y no fueran propensas a infecciones. Luego la ayudó a incorporarse ligeramente, mientras miraba a uno de los piratas y a la gente. Podía hacer algo por la mujer pero tal vez fuera algo…¿Complicado? No estaba muy segura.
Tras tocar a uno de los piratas este empezó a sentirse algo débil, mareado y ella notó rápidamente como si su cuerpo hubiera recibido un chute de energía.- Lo siento, es solo algo temporal, pero te ayudará.- Notó la energía abandonar el cuerpo y pasar por el cuerpo de su compañera. Notó la sangre bajar por su nariz y refunfuñó parando el sangrado antes de negar para no preocuparla.- No te preocupes, son cosas que pasan, después de esto nos vamos de vacaciones.- Y pobre del marine que intente pararla de pasarse varios días sin hacer nada ni acercarse a nadie. Su akuma y ella han estado últimamente trabajando a un ritmo insano.
Bueno, ahora era el momento de sacar a toda la gente de allí y asegurarse de que todo aquello ardiera hasta los cimientos.- Te dejo el tema del fuego a ti, yo los llevaré fuera.- Un par de palmadas y saben de sobra que tienen que moverse, no hay un solo pirata que se atreva a pensarse el escapar después de ver que eran capaces ambas mujeres. La albina se estira con algo de pereza y se cubre mejor con su túnica, aunque el frío no le haga demasiado sabe que tanto choque de temperaturas puede terminar con ella resfriada y no tiene ganas ni ánimos de luchar contra un resfriado.
Una vez están todos listos comienza a guiarlos por los pasillos con la ayuda del hombre al que había encantado al comienzo. Tras un par de minutos de vueltas llegan a la salida y una vez allí revisó a todos los rehenes. Ninguno tenía heridas o daños e incluso los que habían tomado un arma entre las manos estaban calmados y relajados, el peligro había pasado y al fin podrían descansar de todo aquello.
Era el momento de que todos pudieran volver a casa.
Tras tocar a uno de los piratas este empezó a sentirse algo débil, mareado y ella notó rápidamente como si su cuerpo hubiera recibido un chute de energía.- Lo siento, es solo algo temporal, pero te ayudará.- Notó la energía abandonar el cuerpo y pasar por el cuerpo de su compañera. Notó la sangre bajar por su nariz y refunfuñó parando el sangrado antes de negar para no preocuparla.- No te preocupes, son cosas que pasan, después de esto nos vamos de vacaciones.- Y pobre del marine que intente pararla de pasarse varios días sin hacer nada ni acercarse a nadie. Su akuma y ella han estado últimamente trabajando a un ritmo insano.
Bueno, ahora era el momento de sacar a toda la gente de allí y asegurarse de que todo aquello ardiera hasta los cimientos.- Te dejo el tema del fuego a ti, yo los llevaré fuera.- Un par de palmadas y saben de sobra que tienen que moverse, no hay un solo pirata que se atreva a pensarse el escapar después de ver que eran capaces ambas mujeres. La albina se estira con algo de pereza y se cubre mejor con su túnica, aunque el frío no le haga demasiado sabe que tanto choque de temperaturas puede terminar con ella resfriada y no tiene ganas ni ánimos de luchar contra un resfriado.
Una vez están todos listos comienza a guiarlos por los pasillos con la ayuda del hombre al que había encantado al comienzo. Tras un par de minutos de vueltas llegan a la salida y una vez allí revisó a todos los rehenes. Ninguno tenía heridas o daños e incluso los que habían tomado un arma entre las manos estaban calmados y relajados, el peligro había pasado y al fin podrían descansar de todo aquello.
Era el momento de que todos pudieran volver a casa.
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Cerró los ojos y aceptó los cuidados de Astartea, aprovechando para descansar unos segundos. Se sentía tremendamente bien, aunque también era una sensación extraña el notar cómo sus cortes intentaban cerrarse a un ritmo insano. Por lo menos no se infectarían, cosa que le agradecía. El segundo tratamiento ya le cogió más de sorpresa, haciéndole abrir los ojos de golpe y ponerse en pie. De repente sus fuerzas habían vuelto y no podía esperar a rematar el trabajo. Vio a la joven sangrando por la nariz y fue a decirle algo, pero se le adelantó. Asintió con la cabeza y sonrió un poco al escuchar lo de las vacaciones. Justo en eso estaba pensando.
-No te esfuerces demasiado, hemos hecho un gran trabajo. Te veré de camino al campamento, os alcanzaré.
Como bien había dicho ella, solo quedaba una cosa pendiente; prenderle fuego al taller. Volvió a entrar y examinó el lugar, ahora vacío. Todavía había armas y materiales y por un instante se preguntó si la marina podría utilizarlo. Seguramente sí. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y se adentró más, buscando la sala de la munición.
No era que no quisiese colaborar, ni ocultarle posibles ventajas a sus compañeros. Pero esas armas eran más que peligrosas, por no hablar de que se habían hecho gracias a mantener a bastantes científicos de rehenes. No se sentía cómoda simplemente apropiándose del trabajo que otros habían llevado a cabo durante posiblemente meses, sobre todo sabiendo que era un trabajo destinado a toda clase de maldades. No, lo mejor era destruirlo.
Dio con la sala de la munición y tras buscar un rato, encontró algo todavía más importante para lo que tenía que hacer: pólvora. Hizo un gran montón de la misma, junto con varias de las armas justo en el centro de la fábrica. ¿El problema? Ni tenía nada con que fabricar una mecha ni estaba segura de ser capaz de fabricar una decente. Tendría que disparar al montón y contar con que se incendiase. Eso debería bastar, ¿no? ¿Cómo de grande sería la explosión? Tragó saliva. No quería salir herida por error.
Agarró una de las armas, pero todavía pasaron unos minutos hasta que se decidió por fin a disparar. Cerró los ojos al hacerlo, pero escuchó el estruendo y sintió cómo era lanzada por los aires. Rebotó al aterrizar, sin embargo, y cuando volvió a abrirlos vio que se había cubierto por una enorme burbuja. Aprehensión. Agarró su colgante agradecida y mientras dejaba de brillar, la burbuja se desvaneció.
El lugar ardía a lo lejos y todavía escuchó un par de explosiones más que le dejaron perfectamente claro que nadie sería capaz de utilizar los restos para nada inadecuado. Su trabajo allí estaba hecho.
-No te esfuerces demasiado, hemos hecho un gran trabajo. Te veré de camino al campamento, os alcanzaré.
Como bien había dicho ella, solo quedaba una cosa pendiente; prenderle fuego al taller. Volvió a entrar y examinó el lugar, ahora vacío. Todavía había armas y materiales y por un instante se preguntó si la marina podría utilizarlo. Seguramente sí. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y se adentró más, buscando la sala de la munición.
No era que no quisiese colaborar, ni ocultarle posibles ventajas a sus compañeros. Pero esas armas eran más que peligrosas, por no hablar de que se habían hecho gracias a mantener a bastantes científicos de rehenes. No se sentía cómoda simplemente apropiándose del trabajo que otros habían llevado a cabo durante posiblemente meses, sobre todo sabiendo que era un trabajo destinado a toda clase de maldades. No, lo mejor era destruirlo.
Dio con la sala de la munición y tras buscar un rato, encontró algo todavía más importante para lo que tenía que hacer: pólvora. Hizo un gran montón de la misma, junto con varias de las armas justo en el centro de la fábrica. ¿El problema? Ni tenía nada con que fabricar una mecha ni estaba segura de ser capaz de fabricar una decente. Tendría que disparar al montón y contar con que se incendiase. Eso debería bastar, ¿no? ¿Cómo de grande sería la explosión? Tragó saliva. No quería salir herida por error.
Agarró una de las armas, pero todavía pasaron unos minutos hasta que se decidió por fin a disparar. Cerró los ojos al hacerlo, pero escuchó el estruendo y sintió cómo era lanzada por los aires. Rebotó al aterrizar, sin embargo, y cuando volvió a abrirlos vio que se había cubierto por una enorme burbuja. Aprehensión. Agarró su colgante agradecida y mientras dejaba de brillar, la burbuja se desvaneció.
El lugar ardía a lo lejos y todavía escuchó un par de explosiones más que le dejaron perfectamente claro que nadie sería capaz de utilizar los restos para nada inadecuado. Su trabajo allí estaba hecho.
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