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Contratante: Merluza Johnson
Descripción de la misión: ¡Tienen a Rooney! Esto ya no es una cuestión solo de principios, sino estratégica. Sin él no vamos a poder ganar esta guerra. Sin embargo, no sabemos dónde está, aunque hemos podido darnos cuenta de que dos barcos han partido en direcciones contrarias desde el puerto. Una de ellas, la insignia de la reina, va hacia el Nuevo Mundo. La otra hacia el Paraíso. Sabemos que la reina va al Nuevo Mundo, y sospechamos que Luka Rooney está de camino al Paraíso, donde será ejecutado. Hay que tomar una decisión: Hundir a Hipatia o salvar a Rooney, y no tenemos garantías de lograr ninguna, ni de lograr nada.
Objetivo: Ataca a Hipatia Stix mientras es vulnerable en el barco.
Objetivo alternativo: Salva a Luka.
Premios: En ambos casos, conocimiento único. Si lo encuentras, salvar a Luka.
Datos: Si alguien se enfrenta a Hipatia, cabe recordar que es un NPC domador 120+ con el poder del arma ancestral Poseidón.
Descripción de la misión: ¡Tienen a Rooney! Esto ya no es una cuestión solo de principios, sino estratégica. Sin él no vamos a poder ganar esta guerra. Sin embargo, no sabemos dónde está, aunque hemos podido darnos cuenta de que dos barcos han partido en direcciones contrarias desde el puerto. Una de ellas, la insignia de la reina, va hacia el Nuevo Mundo. La otra hacia el Paraíso. Sabemos que la reina va al Nuevo Mundo, y sospechamos que Luka Rooney está de camino al Paraíso, donde será ejecutado. Hay que tomar una decisión: Hundir a Hipatia o salvar a Rooney, y no tenemos garantías de lograr ninguna, ni de lograr nada.
Objetivo: Ataca a Hipatia Stix mientras es vulnerable en el barco.
Objetivo alternativo: Salva a Luka.
Premios: En ambos casos, conocimiento único. Si lo encuentras, salvar a Luka.
Datos: Si alguien se enfrenta a Hipatia, cabe recordar que es un NPC domador 120+ con el poder del arma ancestral Poseidón.
Una persona muy sabia dijo una vez que nada viaja a mayor velocidad que la luz, con la posible excepción de las malas noticias, pues ellas obedecen sus propias reglas; y eso fue lo que sucedió.
El pelirrojo se encontraba con toda su tripulación en Yukiryu, planeando la creación de mejores infraestructuras en la isla. Había puesto sobre su bandera en un terreno nevado y muy amplio, pero que iba a requerir una gran inversión para poder dar a sus habitantes una vida digna y, del mismo modo, volver autosuficientes a los mismos. Igualmente, también tenía en mente alterar el clima ancestral de aquel lugar, ¿debía convertir el invierno eterno en un lugar más cálido? Therax estaba en contra porque amaba los lugares fríos, pero otros como Manué estaba encantado en tornar más cálida la atmósfera de aquel lugar.
—Arme caso, capi —le dijo Manué—. No hay na meo’ que una servesita bien fría y unos pinchitos de rey de máh a la brasa ar solesito. ¿E’ o no?
—Si yo estoy de acuerdo contigo, pero dile tu a Therax y su grupo de amantes del frío que quiero convertir su isla en un paraíso vacacional para piratas, con playas de arena blanca y no precisamente de nieve. ¿Sabes?
En ese momento, alterado como ninguna otra vez que lo hubiera visto, el bueno de Bak, el actual jefe del escuadrón marítimo apareció en el campamento base, corriendo y tropezándose con todo lo que tenía frente a él.
—¡Zane! ¡Zane! —exclamó, reiteradamente—. ¡Lo han capturado! ¡Tenemos que ir a salvarlo o lo mataran!
El cuerpo de Bak temblaba de los nervios, mientras que sus ojos estaban completamente enrojecidos.
—Cálmate y dime que ha ocurrido, Bak —le dijo el emperador del mar acercándose a él y poniendo la mano sobre su hombro. Le miro fijamente a los ojos, asintiendo con la cabeza e intentando trasmitirle algo de calma—. Empieza por el principio.
—Me han avisado desde la Isla Gyojin que han capturado a Luka.
En ese momento se hizo un silencio general que envolvió el ambiente, haciendo que la mayoría de los presentes torcieran su gesto.
—¿Cómo que lo han capturado? —preguntó Zane—. ¿La marina? ¿Los esclavistas? ¿Quién? —inquirió con nerviosismo. Sabía que no debía haber dejado que el inconsciente de Luka estuviera tanto tiempo solo deambulando por ahí. Siempre lo había tenido más o menos vigilado, sabiendo que hacía o dejaba de hacer…, después de todo, para él seguía siendo alguien de su familia elegida.
—Según Merluza Johnson, un honorable ciudadano de la isla Gyojin, la nueva reina Hipatia y sus hombres han derrotado y casi acabado con Luka. Ahora lo tienen y van a llevarlo hacia Sabaody para saber qué. Dicen que van a sacrificarlo para dar ejemplo, aunque muchos otros dicen que van a venderlo como esclavo. Tenemos que ir a por él, pero ya.
«¿Hipatia? No me suena ese nombre», pensó el pelirrojo, tratando de guardar las formas.
—¿Hacia el archipiélago se dirige? ¿Estás seguro de eso? —le preguntó, con cierta incertidumbre.
—Eso dicen, aunque hay otro barco que se dirige hacia el nuevo mundo —le respondió.
—Entiendo… —Hizo una ligera pausa, acariciándose las sienes con la mano—. Tenemos poco tiempo, así que haremos lo siguiente—. Bak, tú organiza al escuadrón marino y asegúrate de que en el barco que se dirige al nuevo mundo no se encuentra Luka, ¿entendido? Yo mientras tanto iré volando lo más rápido que pueda a Sabaody, aunque antes hablaré con mi hermano Orzech para que nos informe si se entera de algo sobre Luka.
Bak se fue a marchar, pero entonces Zane lo detuvo.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
—Investigar y volver. No quiero tener que salvarte a ti después, que ya nos conocemos.
—Sí, capitán —le respondió—. No tienes porque preocuparte, pero tráigalo sano y salvo.
—No te preocupes, Bak. Traeremos de vuelva al drogata del pez y luego le daremos su merecido a esa Hipatia. Nadie se mete con mis polluelos y sale indemne de ello.
Tras eso, reunió a los miembros principales de su banda y les dijo que iría él solo, o como mucho con Therax. Muchos estuvieron en contra, pero si iban solos, dados que podían volar, tardarían mucho menos y esa razón pareció convencerlos, sobretodo a Marc, que estaba muy alterado. Le dijo a Spanner que se pusiera en contacto con Orzech, y preparó su inventario para ir en busca de su hermano pez.
El pelirrojo se encontraba con toda su tripulación en Yukiryu, planeando la creación de mejores infraestructuras en la isla. Había puesto sobre su bandera en un terreno nevado y muy amplio, pero que iba a requerir una gran inversión para poder dar a sus habitantes una vida digna y, del mismo modo, volver autosuficientes a los mismos. Igualmente, también tenía en mente alterar el clima ancestral de aquel lugar, ¿debía convertir el invierno eterno en un lugar más cálido? Therax estaba en contra porque amaba los lugares fríos, pero otros como Manué estaba encantado en tornar más cálida la atmósfera de aquel lugar.
—Arme caso, capi —le dijo Manué—. No hay na meo’ que una servesita bien fría y unos pinchitos de rey de máh a la brasa ar solesito. ¿E’ o no?
—Si yo estoy de acuerdo contigo, pero dile tu a Therax y su grupo de amantes del frío que quiero convertir su isla en un paraíso vacacional para piratas, con playas de arena blanca y no precisamente de nieve. ¿Sabes?
En ese momento, alterado como ninguna otra vez que lo hubiera visto, el bueno de Bak, el actual jefe del escuadrón marítimo apareció en el campamento base, corriendo y tropezándose con todo lo que tenía frente a él.
—¡Zane! ¡Zane! —exclamó, reiteradamente—. ¡Lo han capturado! ¡Tenemos que ir a salvarlo o lo mataran!
El cuerpo de Bak temblaba de los nervios, mientras que sus ojos estaban completamente enrojecidos.
—Cálmate y dime que ha ocurrido, Bak —le dijo el emperador del mar acercándose a él y poniendo la mano sobre su hombro. Le miro fijamente a los ojos, asintiendo con la cabeza e intentando trasmitirle algo de calma—. Empieza por el principio.
—Me han avisado desde la Isla Gyojin que han capturado a Luka.
En ese momento se hizo un silencio general que envolvió el ambiente, haciendo que la mayoría de los presentes torcieran su gesto.
—¿Cómo que lo han capturado? —preguntó Zane—. ¿La marina? ¿Los esclavistas? ¿Quién? —inquirió con nerviosismo. Sabía que no debía haber dejado que el inconsciente de Luka estuviera tanto tiempo solo deambulando por ahí. Siempre lo había tenido más o menos vigilado, sabiendo que hacía o dejaba de hacer…, después de todo, para él seguía siendo alguien de su familia elegida.
—Según Merluza Johnson, un honorable ciudadano de la isla Gyojin, la nueva reina Hipatia y sus hombres han derrotado y casi acabado con Luka. Ahora lo tienen y van a llevarlo hacia Sabaody para saber qué. Dicen que van a sacrificarlo para dar ejemplo, aunque muchos otros dicen que van a venderlo como esclavo. Tenemos que ir a por él, pero ya.
«¿Hipatia? No me suena ese nombre», pensó el pelirrojo, tratando de guardar las formas.
—¿Hacia el archipiélago se dirige? ¿Estás seguro de eso? —le preguntó, con cierta incertidumbre.
—Eso dicen, aunque hay otro barco que se dirige hacia el nuevo mundo —le respondió.
—Entiendo… —Hizo una ligera pausa, acariciándose las sienes con la mano—. Tenemos poco tiempo, así que haremos lo siguiente—. Bak, tú organiza al escuadrón marino y asegúrate de que en el barco que se dirige al nuevo mundo no se encuentra Luka, ¿entendido? Yo mientras tanto iré volando lo más rápido que pueda a Sabaody, aunque antes hablaré con mi hermano Orzech para que nos informe si se entera de algo sobre Luka.
Bak se fue a marchar, pero entonces Zane lo detuvo.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
—Investigar y volver. No quiero tener que salvarte a ti después, que ya nos conocemos.
—Sí, capitán —le respondió—. No tienes porque preocuparte, pero tráigalo sano y salvo.
—No te preocupes, Bak. Traeremos de vuelva al drogata del pez y luego le daremos su merecido a esa Hipatia. Nadie se mete con mis polluelos y sale indemne de ello.
Tras eso, reunió a los miembros principales de su banda y les dijo que iría él solo, o como mucho con Therax. Muchos estuvieron en contra, pero si iban solos, dados que podían volar, tardarían mucho menos y esa razón pareció convencerlos, sobretodo a Marc, que estaba muy alterado. Le dijo a Spanner que se pusiera en contacto con Orzech, y preparó su inventario para ir en busca de su hermano pez.
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En cuanto se hizo pública la noticia de que Luka había sido hecho prisionero por los hombres de la infame usurpadora, el semigyojin comenzó a pensar en la mejor forma de rescatar a su amigo de las garras de aquella cruel tirana. Y no era para menos, pues conociendo el temperamento de la falsa reina no continuaría preso antes de ser ejecutado. Por ello, cuando a oídos de los espías de la rebelión llegó la salida de dos barcos, uno camino al Nuevo Mundo y otro camino al Paraíso, el joven vio su oportunidad.
Parecía claro que Hipatia, que quería evitar arriesgar su vida en la inminente guerra civil, había huido hacia el Nuevo Mundo, pues desde allí había llegado inicialmente a la isla. Por lo tanto era lógico pensar que a quien transportaba el navío dirigido hacia el Paraíso era ni más ni menos que su amigo el tiburón. Y teniendo en cuenta la peculiar situación geográfica de la Isla Gyojin, el destino más probable era el Archipiélago Sabaody. Ese lugar le traía recuerdos recientes, pues allí había terminado la falsa carrera que escondía en realidad una trampa del Gobierno Mundial y en la que Ryuu, con ayuda de su apreciado Moja, había derrotado al líder del bloqueo marine, el Contraalmirante Slade Nys. Había sido un combate sin cuartel frente a un enemigo de increíble poder en el que el samurái había tenido que dar lo mejor de sí mismo y, aún así, apenas había sobrevivido para contarlo.
A la carrera, el joven semigyojin se dirigió al Cuartel General. Ignorando a todo el que se encontró en su camino, recorrió las calles del Distrito Gyojin a gran velocidad hasta que llegó al extremadamente bien protegido edificio. Allí buscó sin demora a Merluza Johnson. Cuando estuvo ante él, el espadachín anunció al líder de la rebelión sus intenciones:
- Lamento tener que abandonar la isla en un momento tan delicado, pero debo rescatar a Luka. Él arriesgó su libertad y su vida en un ataque casi en solitario, dado que no accediste a darle cobertura con más de un hombre pese a lo vital del plan, para que yo pudiese dar con la entrada secreta al palacio. Ahora es momento de devolverle ese sacrificio. Y además, es mi amigo. No puedo abandonarle a su suerte sabiendo que le espera una muerte segura.
El líder de la rebelión le miró entre comprensivo y contrariado. Daba la sensación de que por un lado entendía la reacción del impulsivo samurái, pero por otro había albergado esperanzas de que no abandonase el Reino Ryugu hasta que la batalla final por el mismo hubiese concluido. Con voz calmada, contestó:
- Entiendo tu preocupación y tu devoción hacia tu amigo, Ryuu. De verdad que lo hago. Pero tienes que pensarlo fríamente. Ahora tenemos nuestra mejor oportunidad para derrotar a las huestes de la usurpadora. Tenemos el factor sorpresa de conocer la entrada secreta y, además, ella misma se ha marchado de la isla con el rabo entre las piernas. Tan solo sus soldados defienden el palacio, pero no podemos dejar que pase el tiempo porque la situación podría cambiar.
- Lo sé, Merluza. - Respondió el semigyojin. - Pero no puedo abandonar a Luka, tienes que entenderlo. Te juro por mi honor de samurái que antes de que te des cuenta estaré de vuelta y lo traeré conmigo, y juntos dirigiremos el ataque al palacio. Tienes que confiar en mí.
Consciente de que, dijera lo que dijera, no iba a ser capaz de disuadir al obstinado pirata, el veterano líder suspiró un momento antes de decir con tono de resignación:
- Está bien, ve. Pero tienes que darte prisa, el tiempo juega en nuestra contra y os necesitamos a los dos aquí.
Parecía claro que Hipatia, que quería evitar arriesgar su vida en la inminente guerra civil, había huido hacia el Nuevo Mundo, pues desde allí había llegado inicialmente a la isla. Por lo tanto era lógico pensar que a quien transportaba el navío dirigido hacia el Paraíso era ni más ni menos que su amigo el tiburón. Y teniendo en cuenta la peculiar situación geográfica de la Isla Gyojin, el destino más probable era el Archipiélago Sabaody. Ese lugar le traía recuerdos recientes, pues allí había terminado la falsa carrera que escondía en realidad una trampa del Gobierno Mundial y en la que Ryuu, con ayuda de su apreciado Moja, había derrotado al líder del bloqueo marine, el Contraalmirante Slade Nys. Había sido un combate sin cuartel frente a un enemigo de increíble poder en el que el samurái había tenido que dar lo mejor de sí mismo y, aún así, apenas había sobrevivido para contarlo.
A la carrera, el joven semigyojin se dirigió al Cuartel General. Ignorando a todo el que se encontró en su camino, recorrió las calles del Distrito Gyojin a gran velocidad hasta que llegó al extremadamente bien protegido edificio. Allí buscó sin demora a Merluza Johnson. Cuando estuvo ante él, el espadachín anunció al líder de la rebelión sus intenciones:
- Lamento tener que abandonar la isla en un momento tan delicado, pero debo rescatar a Luka. Él arriesgó su libertad y su vida en un ataque casi en solitario, dado que no accediste a darle cobertura con más de un hombre pese a lo vital del plan, para que yo pudiese dar con la entrada secreta al palacio. Ahora es momento de devolverle ese sacrificio. Y además, es mi amigo. No puedo abandonarle a su suerte sabiendo que le espera una muerte segura.
El líder de la rebelión le miró entre comprensivo y contrariado. Daba la sensación de que por un lado entendía la reacción del impulsivo samurái, pero por otro había albergado esperanzas de que no abandonase el Reino Ryugu hasta que la batalla final por el mismo hubiese concluido. Con voz calmada, contestó:
- Entiendo tu preocupación y tu devoción hacia tu amigo, Ryuu. De verdad que lo hago. Pero tienes que pensarlo fríamente. Ahora tenemos nuestra mejor oportunidad para derrotar a las huestes de la usurpadora. Tenemos el factor sorpresa de conocer la entrada secreta y, además, ella misma se ha marchado de la isla con el rabo entre las piernas. Tan solo sus soldados defienden el palacio, pero no podemos dejar que pase el tiempo porque la situación podría cambiar.
- Lo sé, Merluza. - Respondió el semigyojin. - Pero no puedo abandonar a Luka, tienes que entenderlo. Te juro por mi honor de samurái que antes de que te des cuenta estaré de vuelta y lo traeré conmigo, y juntos dirigiremos el ataque al palacio. Tienes que confiar en mí.
Consciente de que, dijera lo que dijera, no iba a ser capaz de disuadir al obstinado pirata, el veterano líder suspiró un momento antes de decir con tono de resignación:
- Está bien, ve. Pero tienes que darte prisa, el tiempo juega en nuestra contra y os necesitamos a los dos aquí.
Luka Rooney
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Había pasado días y días sin luz. Solo en la más absoluta de las penumbras, intentando olvidar todo aquello que le había llevado allí. ¿Cómo diablos había aceptado una misión tan suicida? No tenía que pensar mucho para darse cuenta que, atacar una fortaleza él solo -con la ligera ayuda de un experimentado tirador-, era poco más que suicidarse.
Hasta el momento sólo habían pasado algunos guardias a echarle algo de agua, cosa que el tiburón había agradecido, ya que gracias a su capacidad de absorción, había conseguido seguir vivo.
La celda en la que se encontraba eran relativamente grande. Las veces que habían abierto la puerta había podido observar que era muy similar a un calabozo convencional. Un banco en el que no se había sentado aún, un lavabo donde todavía no había podido hacer sus necesidades, y unas paredes de ladrillo que no podía palpar. Y todo ello porque le tenían atado de pies y manos en una cruz. Los grilletes eran la mar de gruesos, y al principio incluso le costó aguantarlo. Pero finalmente, fruto de la costumbre, se había hecho a llevarlos.
Los guardias por regla general no le dirigían ninguna palabra. Al principio le miraban con odio, alguno le escupió, y otros se cargaron en toda su estirpe por haber acabado con algunos familiares y amigos. Al tiburón le hubiera gustado contestar, ya que los juegos de palabras y los insultos gratuitos eran dos de sus entretenimientos favoritos. Pero no tenía fuerzas.
Aquél día alguien entró a su celda con una linterna y empezó a hablar con él. Su rostro le parecía familiar, sin embargo no acababa de recordar de quién se trataba.
-Luka, Luka… Siempre metido en problemas, ¿eh? Parece mentira que no aprendas. ¿Y todo por que? En tu isla nadie te quiere. Sólo eres el ídolo de cuatro adolescentes tontos que sueñan con salir al mar algún día. Pero el pueblo te detesta. Detesta que nunca estés cuando te necesitan. Odia esa manera que tienes de joder los planes. ¿Recuerdas a los hermanos que murieron en la guerra de hace dos años? ¿Eres consciente de cuántos compañeros han muerto en esta estúpida cruzada? Quizá seas tan tonto como pareces. Sólo te importas tú. Y sin embargo, no le importas a nadie.
Una contundente masa de agua golpeó la cara del habitante del mar, que se vio sorprendido y despertó, dándose cuenta de que todo había sido una pesadilla. Aunque, ¿qué había de verdad en ella?
Hasta el momento sólo habían pasado algunos guardias a echarle algo de agua, cosa que el tiburón había agradecido, ya que gracias a su capacidad de absorción, había conseguido seguir vivo.
La celda en la que se encontraba eran relativamente grande. Las veces que habían abierto la puerta había podido observar que era muy similar a un calabozo convencional. Un banco en el que no se había sentado aún, un lavabo donde todavía no había podido hacer sus necesidades, y unas paredes de ladrillo que no podía palpar. Y todo ello porque le tenían atado de pies y manos en una cruz. Los grilletes eran la mar de gruesos, y al principio incluso le costó aguantarlo. Pero finalmente, fruto de la costumbre, se había hecho a llevarlos.
Los guardias por regla general no le dirigían ninguna palabra. Al principio le miraban con odio, alguno le escupió, y otros se cargaron en toda su estirpe por haber acabado con algunos familiares y amigos. Al tiburón le hubiera gustado contestar, ya que los juegos de palabras y los insultos gratuitos eran dos de sus entretenimientos favoritos. Pero no tenía fuerzas.
Aquél día alguien entró a su celda con una linterna y empezó a hablar con él. Su rostro le parecía familiar, sin embargo no acababa de recordar de quién se trataba.
-Luka, Luka… Siempre metido en problemas, ¿eh? Parece mentira que no aprendas. ¿Y todo por que? En tu isla nadie te quiere. Sólo eres el ídolo de cuatro adolescentes tontos que sueñan con salir al mar algún día. Pero el pueblo te detesta. Detesta que nunca estés cuando te necesitan. Odia esa manera que tienes de joder los planes. ¿Recuerdas a los hermanos que murieron en la guerra de hace dos años? ¿Eres consciente de cuántos compañeros han muerto en esta estúpida cruzada? Quizá seas tan tonto como pareces. Sólo te importas tú. Y sin embargo, no le importas a nadie.
Una contundente masa de agua golpeó la cara del habitante del mar, que se vio sorprendido y despertó, dándose cuenta de que todo había sido una pesadilla. Aunque, ¿qué había de verdad en ella?
Zane no acostumbraba a organizar reuniones formales. Por norma general convocaba al grupo al completo únicamente cuando tenía planeada una fiesta de las suyas o algo por el estilo. Resultaba sorprendente que la obligatoriedad de acudir a las mismas, pese a no ser plena, pesase más que muchos de los deberes que tenían asignados. Él no era nadie para cuestionar, ya que cada uno ejercitaba la libertad como creía oportuno. Aún más, debía admitir que se sentía cómodo sin grillete alguno que le aprisionase.
Fue por eso mismo que supo que algo iba mal cuando recibió el aviso. La última vez que había sido efectuado, un Jinete del Apocalipsis había destruido el West Blue y otro amenazaba con hacer lo propio con el mar del norte. Therax fue de los últimos en llegar a la reunión, pues le había costado Dios y ayuda desprenderse del insistente profesor Pickpop, que estaba ansioso por mostrarle los avances que había hecho en su investigación para subsanar los males de la gente de Ciudad Antigua. No iba mal, debía admitirlo.
Entró en la estancia con su abrigo negro ondeando a la espalda. En un principio se lo había quedado para protegerse del frío, pero se había convertido en un recordatorio de que era vulnerable, que siempre había alguien por delante y que esa persona debía ser alcanzada. Fuera como fuese, el pelirrojo esperó a que llegase para dar la noticia.
―¡Lo sabía! ―exclamó antes de que ninguno de sus compañeros se pronunciase. Los remordimientos podían con él. Había estado en disposición de, tal y como se había propuesto tiempo atrás, arrastrar a Luka de vuelta durante el Torneo del Milenio, pero había terminado por hacer caso a los motivos del gyojin. ¿Culpa? Sí, a toneladas―. Sabía que acabaría metiéndose en algo así más tarde o más temprano... Esa maldita sardina. Zane, yo voy contigo, pero no puedo prometerte que ese desgraciado salga de Sabaody con vida ―sentenció instantes antes de que una violenta ráfaga de aire inundase la estancia y abriese la puerta de par en par.
Partirían enseguida y debía asegurarse de no dejar nada atrás. Al margen de sus frustraciones, si aquella gente había conseguido atrapar al tiburón debían ser oponentes peligrosos y complicados de enfrentar. Hacía mucho tiempo que no pisaba el archipiélago, y odiaba admitir que le entristecía que su siguiente visita tuviese una motivación tan... trágica.
―¿Habrán llegado ya o tendremos que esperarles? ―preguntó a su capitán, refiriéndose a los captores que pensaba aniquilar uno a uno. Había perdido los papeles por completo al recibir la noticia en Yukiryuu, pero una falsa y gélida calma volvía a gobernar su rostro y su tono de voz.
Se había asegurado de llevar consigo todo su arsenal. Tanto era así que eran cuatro espadas las que adornaban la parte posterior de su cintura. Ya había recibido numerosas miradas de soslayo. Hacía tiempo que se había acostumbrado a que le reconociesen sin siquiera tener que abrir la boca, por lo que simplemente las había ignorado para dirigirse al pelirrojo.
Fue por eso mismo que supo que algo iba mal cuando recibió el aviso. La última vez que había sido efectuado, un Jinete del Apocalipsis había destruido el West Blue y otro amenazaba con hacer lo propio con el mar del norte. Therax fue de los últimos en llegar a la reunión, pues le había costado Dios y ayuda desprenderse del insistente profesor Pickpop, que estaba ansioso por mostrarle los avances que había hecho en su investigación para subsanar los males de la gente de Ciudad Antigua. No iba mal, debía admitirlo.
Entró en la estancia con su abrigo negro ondeando a la espalda. En un principio se lo había quedado para protegerse del frío, pero se había convertido en un recordatorio de que era vulnerable, que siempre había alguien por delante y que esa persona debía ser alcanzada. Fuera como fuese, el pelirrojo esperó a que llegase para dar la noticia.
―¡Lo sabía! ―exclamó antes de que ninguno de sus compañeros se pronunciase. Los remordimientos podían con él. Había estado en disposición de, tal y como se había propuesto tiempo atrás, arrastrar a Luka de vuelta durante el Torneo del Milenio, pero había terminado por hacer caso a los motivos del gyojin. ¿Culpa? Sí, a toneladas―. Sabía que acabaría metiéndose en algo así más tarde o más temprano... Esa maldita sardina. Zane, yo voy contigo, pero no puedo prometerte que ese desgraciado salga de Sabaody con vida ―sentenció instantes antes de que una violenta ráfaga de aire inundase la estancia y abriese la puerta de par en par.
Partirían enseguida y debía asegurarse de no dejar nada atrás. Al margen de sus frustraciones, si aquella gente había conseguido atrapar al tiburón debían ser oponentes peligrosos y complicados de enfrentar. Hacía mucho tiempo que no pisaba el archipiélago, y odiaba admitir que le entristecía que su siguiente visita tuviese una motivación tan... trágica.
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―¿Habrán llegado ya o tendremos que esperarles? ―preguntó a su capitán, refiriéndose a los captores que pensaba aniquilar uno a uno. Había perdido los papeles por completo al recibir la noticia en Yukiryuu, pero una falsa y gélida calma volvía a gobernar su rostro y su tono de voz.
Se había asegurado de llevar consigo todo su arsenal. Tanto era así que eran cuatro espadas las que adornaban la parte posterior de su cintura. Ya había recibido numerosas miradas de soslayo. Hacía tiempo que se había acostumbrado a que le reconociesen sin siquiera tener que abrir la boca, por lo que simplemente las había ignorado para dirigirse al pelirrojo.
La actitud de su tercero de abordo era atípica en él, hasta el punto que el pelirrojo tuvo que intentar calmarlo en más de una ocasión durante el largo viaje hacia el archipiélago Sabaody.
—Trata de calmarte, Therax —le dijo el pirata, tratando de alcanzar la velocidad del águila calva en pleno vuelo—. Y parece mentira que te lo este diciendo yo, pero no va a servir de nada que llegues cansado a Sabaody. Si han derrotado a Luka, seguramente tengamos que enfrentarnos a gente poderosa y hemos de estar en plenas facultades.
Su llegada al archipiélago Sabaody no pasó desapercibido. Mucha gente se preguntaba que hacía el nuevo emperador del mar en aquel lugar tan alejado de su territorio y zona de confort, mientras que otros se alejaban de él, intentando no tener problemas. El pelirrojo se puso en contacto con su hermano Orzech para preguntarle por Luka, pero aún no tenía respuesta alguna. ¿Habrían llegado mucho antes que su embarcación? No lo tenía del todo claro.
—No tengo ni puta idea —le contestó, cruzándose de brazos con cierta inquietud—. Los contactos de mi hermano no han escuchado nada sobre Luka. Además, si todo va bien desde la Isla Gyojin al archipiélago se tardan varios días a un ritmo constante, y nosotros desde Yukiryu apenas hemos tardado catorce horas. Así que en el mejor de los casos hemos llegado antes que ellos, y en el peor de los casos la información de Bak era un señuelo para alejarnos del verdadero objetivo.
Zane esperaba en lo más profundo de su corazón que lo último que acababa de decir fuera tan solo una suposición y no triste realidad. Agarró de nuevo su den den mushi y lo ajustó en el canal del escuadrón marítimo, pero no le cogieron el aparato. Suspiró y se aproximó a Therax.
—Oye, sé que no es el momento, pero la taberna en la que trabajé y de la que aún soy socio no está muy lejos. Creo que te vendría bien tomar una taza de café, y a mí me hace falta una copa de algo. ¿Te apetece? Estando de brazos cruzados no vamos a conseguir nada, y están casi todos los puertos de la isla vigilados por los hombres de mi hermano.
La decisión de ir hacia la taberna o no dependía de Therax. A fin de cuentas, como le había dicho estar con los brazos cruzados no era una opción.
—Trata de calmarte, Therax —le dijo el pirata, tratando de alcanzar la velocidad del águila calva en pleno vuelo—. Y parece mentira que te lo este diciendo yo, pero no va a servir de nada que llegues cansado a Sabaody. Si han derrotado a Luka, seguramente tengamos que enfrentarnos a gente poderosa y hemos de estar en plenas facultades.
***
Su llegada al archipiélago Sabaody no pasó desapercibido. Mucha gente se preguntaba que hacía el nuevo emperador del mar en aquel lugar tan alejado de su territorio y zona de confort, mientras que otros se alejaban de él, intentando no tener problemas. El pelirrojo se puso en contacto con su hermano Orzech para preguntarle por Luka, pero aún no tenía respuesta alguna. ¿Habrían llegado mucho antes que su embarcación? No lo tenía del todo claro.
—No tengo ni puta idea —le contestó, cruzándose de brazos con cierta inquietud—. Los contactos de mi hermano no han escuchado nada sobre Luka. Además, si todo va bien desde la Isla Gyojin al archipiélago se tardan varios días a un ritmo constante, y nosotros desde Yukiryu apenas hemos tardado catorce horas. Así que en el mejor de los casos hemos llegado antes que ellos, y en el peor de los casos la información de Bak era un señuelo para alejarnos del verdadero objetivo.
Zane esperaba en lo más profundo de su corazón que lo último que acababa de decir fuera tan solo una suposición y no triste realidad. Agarró de nuevo su den den mushi y lo ajustó en el canal del escuadrón marítimo, pero no le cogieron el aparato. Suspiró y se aproximó a Therax.
—Oye, sé que no es el momento, pero la taberna en la que trabajé y de la que aún soy socio no está muy lejos. Creo que te vendría bien tomar una taza de café, y a mí me hace falta una copa de algo. ¿Te apetece? Estando de brazos cruzados no vamos a conseguir nada, y están casi todos los puertos de la isla vigilados por los hombres de mi hermano.
La decisión de ir hacia la taberna o no dependía de Therax. A fin de cuentas, como le había dicho estar con los brazos cruzados no era una opción.
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Apenas la conversación con Merluza hubo terminado Ryuu puso rumbo a toda prisa al puerto. Allí, en el muelle que en secreto la rebelión utilizaba para sus embarcaciones, se dirigió a su pequeño barco individual. Una vez hechos los preparativos necesarios, partió en dirección al Archipiélago Sabaody. El samurái no era consciente de ello en aquellos momentos, pero estaba haciendo algo que muy poca gente en el mundo era capaz de llevar a cabo. Una persecución submarina en solitario partiendo desde la Isla Gyojin era una verdadera proeza, pero él, experto navegante y cartógrafo y, como semigyojin, capaz de respirar bajo el agua y de desenvolverse a la perfección incluso en lo más profundo del océano, era la persona indicada para aquella tarea.
Abandonó la isla en su pequeña embarcación apenas una hora después de abandonar el Cuartel General. Era perfectamente consciente de que, pese a la fragilidad de su navío, él era perfectamente capaz de protegerlo y de que su pequeño tamaño lo hacía mucho más rápido en un trayecto como aquel que una galera o cualquier otro barco de tamaño medio o grande. Y ahí residían sus esperanzas, en llegar a Sabaody poco después de que lo hicieran los hombres de la usurpadora que custodiaban a su amigo.
No obstante el camino no era en absoluto sencillo. Su condición de semigyojin lo hacía mucho menos desafiante, pero no dejaba de ser muy peligroso aún así. Multitud de enormes criaturas marinas que podían destrozar su barquito con una simple palmada poblaban aquellas aguas, aunque el joven sabía qué rutas tomar y qué movimientos hacer para evitarlas. O al menos a la mayoría, pues siempre existía la posibilidad de que alguna saliera de su área habitual de movimientos en busca de alguna presa o de un lugar seguro para su cría.
Era probable, no obstante, que el amplísimo conocimiento de las corrientes que poseía el samurái hiciese que no se encontrara con ningún obstáculo e, incluso, que alcanzara al navío que transportaba a su amigo Luka antes de llegar a su destino. Eso, por supuesto, dependería del grado de maestría de los navegantes de la usurpadora, pero el joven estaba casi convencido de que no contaban con nadie tan diestro en esas lides como él mismo. Aunque claro, tal vez fuese su subconsciente el que deseaba creerlo, ya que aquello facilitaría enormemente el rescate del tiburón, y no una apreciación precisa de la realidad.
El primer día de viaje transcurrió sin incidencias y mejor aún de lo que podía haber previsto antes de abandonar el Reino Ryugu. Según sus cálculos, había podido coger una corriente extremadamente beneficiosa para su objetivo que le había llevado a recorrer lo que normalmente hubiera tardado una jornada y media en transitar. Se encontraba, por tanto, a mitad de camino y, probablemente, mucho más cerca del barco de los secuaces de la usurpadora de lo que inicialmente había esperado estar en esos momentos. Si la situación continuase siendo tan favorable podría alcanzarles seguramente dentro de no demasiado tiempo.
Entonces un grave y poderoso sonido llenó el ambiente. La voz de una inmensa criatura se hizo patente por el modo en que las vibraciones que su gigantesco cuerpo producía al moverse alteraban el agua a su alrededor. La capacidad de su mantra para detectar dichas vibraciones se había mostrado muy útil en el pasado, y ahora volvía a serlo, pues le permitió darse cuenta a tiempo de que algo de unas proporciones descomunales se dirigía velozmente hacia él desde el norte. Apenas quedaban un par de segundos para que le alcanzase, por lo que no tenía demasiado margen de maniobra. Debía reaccionar de inmediato.
Abandonó la isla en su pequeña embarcación apenas una hora después de abandonar el Cuartel General. Era perfectamente consciente de que, pese a la fragilidad de su navío, él era perfectamente capaz de protegerlo y de que su pequeño tamaño lo hacía mucho más rápido en un trayecto como aquel que una galera o cualquier otro barco de tamaño medio o grande. Y ahí residían sus esperanzas, en llegar a Sabaody poco después de que lo hicieran los hombres de la usurpadora que custodiaban a su amigo.
No obstante el camino no era en absoluto sencillo. Su condición de semigyojin lo hacía mucho menos desafiante, pero no dejaba de ser muy peligroso aún así. Multitud de enormes criaturas marinas que podían destrozar su barquito con una simple palmada poblaban aquellas aguas, aunque el joven sabía qué rutas tomar y qué movimientos hacer para evitarlas. O al menos a la mayoría, pues siempre existía la posibilidad de que alguna saliera de su área habitual de movimientos en busca de alguna presa o de un lugar seguro para su cría.
Era probable, no obstante, que el amplísimo conocimiento de las corrientes que poseía el samurái hiciese que no se encontrara con ningún obstáculo e, incluso, que alcanzara al navío que transportaba a su amigo Luka antes de llegar a su destino. Eso, por supuesto, dependería del grado de maestría de los navegantes de la usurpadora, pero el joven estaba casi convencido de que no contaban con nadie tan diestro en esas lides como él mismo. Aunque claro, tal vez fuese su subconsciente el que deseaba creerlo, ya que aquello facilitaría enormemente el rescate del tiburón, y no una apreciación precisa de la realidad.
El primer día de viaje transcurrió sin incidencias y mejor aún de lo que podía haber previsto antes de abandonar el Reino Ryugu. Según sus cálculos, había podido coger una corriente extremadamente beneficiosa para su objetivo que le había llevado a recorrer lo que normalmente hubiera tardado una jornada y media en transitar. Se encontraba, por tanto, a mitad de camino y, probablemente, mucho más cerca del barco de los secuaces de la usurpadora de lo que inicialmente había esperado estar en esos momentos. Si la situación continuase siendo tan favorable podría alcanzarles seguramente dentro de no demasiado tiempo.
Entonces un grave y poderoso sonido llenó el ambiente. La voz de una inmensa criatura se hizo patente por el modo en que las vibraciones que su gigantesco cuerpo producía al moverse alteraban el agua a su alrededor. La capacidad de su mantra para detectar dichas vibraciones se había mostrado muy útil en el pasado, y ahora volvía a serlo, pues le permitió darse cuenta a tiempo de que algo de unas proporciones descomunales se dirigía velozmente hacia él desde el norte. Apenas quedaban un par de segundos para que le alcanzase, por lo que no tenía demasiado margen de maniobra. Debía reaccionar de inmediato.
―Sí, creo que es buena idea ―respondió Therax, poniéndose en marcha y siguiendo a su capitán rumbo a uno de los establecimientos de su hermano. El pelirrojo le guió por los manglares, siendo ambos rodeados por un mar de pompas de jabón. No obstante, la mayoría de la gente se apartaba a su paso o les ignoraba deliberadamente. No era algo que le molestase. De hecho, ni siquiera se paró a contemplar la marea jabonosa que les envolvía. Sólo quería que el tiempo pasase; tomarse algo en el local de Orzech y acabar con quien le hubiese puesto una mano encima a su amigo.
Pidió un café solo, dejando de lado el whiskey de Ériu Land al que tanto gusto había cogido a lo largo de los años. No estaba allí para pasar un buen rato, sino para ocuparse de un asunto muy importante. Se sentó en la barra junto a Zane, dejándose caer pesadamente y colocando sus espadas para que ninguna tocase el banco. Llevar tantas encima podía llegar a resultar muy molesto.
La gente que les rodeaba, por supuesto, les había dirigido varias miradas precavidas, aunque al ver que no tenían intenciones más allá de pedir algo habían vuelto a sus conversaciones. El estruendo que se había extinguido con su aparición volvió a nacer con más fuerza, golpeando sin piedad los tímpanos del rubio mientras éste desterraba todos y cada uno de ellos.
Apuró el café de un sorbo, pidiendo otro más a continuación únicamente con el objetivo de tener algo en la mano, de tocar algo y apartar su mente de la marabunta de frustración que le había invadido al recibir la noticia. «Te vas a enterar cuando te coja», pensó, como si Luka pudiese escuchar las palabras que pronunciaba en su interior.
Pasaron varias horas en las cuales el nerviosismo de Therax fue incrementándose sin descanso y, cuando creía que estaba a punto de explotar, el Den Den Mushi de Zane sonó. La voz de Orzech nació del mismo, informando de que el barco en cuestión había atracado bastante lejos de allí y que sus ocupantes habían extraído un contenedor de su interior. Al parecer, una escolta más que considerable había acompañado al mismo antes de que se perdiese en el interior del archipiélago. Los hombres del hermano del Descamisetado habían optado por no seguirles, ya que todos mantenían el ojo a vizor ante cualquier movimiento sospechoso. Sin embargo, afirmaba que sus chicos no sólo se encontraban en la zona del puerto y que más tarde o más temprano recibiría más información acerca del paradero del gyojin.
―Vamos ―dijo Therax, levantándose e iniciando la marcha antes de que Zane le aferrase del brazo. ¿Por qué le detenía? ¿Tal vez había perdido de nuevo los papeles y se estaba precipitando? Aquél que contemplase la situación debía asistir atónito al transcurso de los acontecimientos: el capitán imponiendo la calma y el buen juicio ante su tercero de abordo.
Pidió un café solo, dejando de lado el whiskey de Ériu Land al que tanto gusto había cogido a lo largo de los años. No estaba allí para pasar un buen rato, sino para ocuparse de un asunto muy importante. Se sentó en la barra junto a Zane, dejándose caer pesadamente y colocando sus espadas para que ninguna tocase el banco. Llevar tantas encima podía llegar a resultar muy molesto.
La gente que les rodeaba, por supuesto, les había dirigido varias miradas precavidas, aunque al ver que no tenían intenciones más allá de pedir algo habían vuelto a sus conversaciones. El estruendo que se había extinguido con su aparición volvió a nacer con más fuerza, golpeando sin piedad los tímpanos del rubio mientras éste desterraba todos y cada uno de ellos.
Apuró el café de un sorbo, pidiendo otro más a continuación únicamente con el objetivo de tener algo en la mano, de tocar algo y apartar su mente de la marabunta de frustración que le había invadido al recibir la noticia. «Te vas a enterar cuando te coja», pensó, como si Luka pudiese escuchar las palabras que pronunciaba en su interior.
Pasaron varias horas en las cuales el nerviosismo de Therax fue incrementándose sin descanso y, cuando creía que estaba a punto de explotar, el Den Den Mushi de Zane sonó. La voz de Orzech nació del mismo, informando de que el barco en cuestión había atracado bastante lejos de allí y que sus ocupantes habían extraído un contenedor de su interior. Al parecer, una escolta más que considerable había acompañado al mismo antes de que se perdiese en el interior del archipiélago. Los hombres del hermano del Descamisetado habían optado por no seguirles, ya que todos mantenían el ojo a vizor ante cualquier movimiento sospechoso. Sin embargo, afirmaba que sus chicos no sólo se encontraban en la zona del puerto y que más tarde o más temprano recibiría más información acerca del paradero del gyojin.
―Vamos ―dijo Therax, levantándose e iniciando la marcha antes de que Zane le aferrase del brazo. ¿Por qué le detenía? ¿Tal vez había perdido de nuevo los papeles y se estaba precipitando? Aquél que contemplase la situación debía asistir atónito al transcurso de los acontecimientos: el capitán imponiendo la calma y el buen juicio ante su tercero de abordo.
Luka Rooney
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La sangre brotaba por cada una de las heridas del gyojin, que seguía atado de pies y manos mientras dejaba pasar las horas como si de días se tratasen.
Había intentado forzar aquello que le ataba a la cruz, sin embargo, se había antojado misión imposible. Lo único positivo allí era que tenía demasiado tiempo para pensar, y aunque el habitante del mar era más un ser de impulsos que alguien calculador, le tocó adoptar el segundo rol mientras su encarcelamiento durase.
No sabía cómo procederían, pero lo que sí le había parecido oír era que iban a dar ejemplo con él, y todo apuntaba a una ejecución pública. Sería ese el momento en el que Luka debería dejar toda su energía en intentar huir. Al fin y al cabo si fracasaba, le depararía exactamente el mismo final. Quizá un poco más rápido incluso.
Pensó entonces en algo que había obviado hasta el momento. ¿Habría conseguido la rebelión entrar en el castillo ya? Estaba seguro que su sacrificio habría servido a Ryuu para dar con la puerta, y esperaba que, además, sirviese para algo más. Si conseguían minimizar aún más la defensa de la reina, esta estaría en una situación aún más comprometida.
Si por algo quería seguir con vida el tiburón, no era ni más ni menos que para acabar con la usurpadora. Quería quitarle la vida con sus propias manos, aunque cada vez pareciese más complicado.
De repente, la puerta se abrió y dos guardias entraron. Uno se quedó en la propia puerta mientras el otro entraba. Llevaba una especie de látigo, y al habitante del mar no le hizo falta nada más para saber a qué iba.
-Treinta y seis bajas, y muchos más heridos. Pero te tenemos, y vas a recibir un latigazo por cada uno de nuestros compañeros que cayeron en batalla. Y eso cada día, por cada uno de nosotros. Vas a lamentar haber tomado esa decisión.
El tiburón sonrió y miró fijamente a ese guardia. Lo hizo con la mirada de aquel que no tiene nada que perder.
-Asegúrate de descargar bien tu ira, pronto tendrán que ser más de treinta y seis.
Y, como era de esperar, las palabras del ex-Arashi hicieron que el tipo se llenase aún más de ira y golpease con rabia su cuerpo, dejando numerosas marcas y heridas en todos sus rincones. Su compañero hizo lo mismo después, aunque a Luka le pareció que no actuó con la misma ira, o quizá los golpes ya no dolían tanto.
El pirata escupió justo antes de que salieran, y miró cómo las paredes de la celda habían sido ligeramente teñidas de sangre. Y aquello solo era el primer día. ¿Iría más gente a golpearle? Así iba a ser imposible llegar con un mínimo de fuerzas el día que lo sacaran de allí. Quizá su plan de escape no fuese todo lo bueno que pensaba. Además, empezaba a tener cada vez más sueño, algo que no le gustaba mucho.
Había intentado forzar aquello que le ataba a la cruz, sin embargo, se había antojado misión imposible. Lo único positivo allí era que tenía demasiado tiempo para pensar, y aunque el habitante del mar era más un ser de impulsos que alguien calculador, le tocó adoptar el segundo rol mientras su encarcelamiento durase.
No sabía cómo procederían, pero lo que sí le había parecido oír era que iban a dar ejemplo con él, y todo apuntaba a una ejecución pública. Sería ese el momento en el que Luka debería dejar toda su energía en intentar huir. Al fin y al cabo si fracasaba, le depararía exactamente el mismo final. Quizá un poco más rápido incluso.
Pensó entonces en algo que había obviado hasta el momento. ¿Habría conseguido la rebelión entrar en el castillo ya? Estaba seguro que su sacrificio habría servido a Ryuu para dar con la puerta, y esperaba que, además, sirviese para algo más. Si conseguían minimizar aún más la defensa de la reina, esta estaría en una situación aún más comprometida.
Si por algo quería seguir con vida el tiburón, no era ni más ni menos que para acabar con la usurpadora. Quería quitarle la vida con sus propias manos, aunque cada vez pareciese más complicado.
De repente, la puerta se abrió y dos guardias entraron. Uno se quedó en la propia puerta mientras el otro entraba. Llevaba una especie de látigo, y al habitante del mar no le hizo falta nada más para saber a qué iba.
-Treinta y seis bajas, y muchos más heridos. Pero te tenemos, y vas a recibir un latigazo por cada uno de nuestros compañeros que cayeron en batalla. Y eso cada día, por cada uno de nosotros. Vas a lamentar haber tomado esa decisión.
El tiburón sonrió y miró fijamente a ese guardia. Lo hizo con la mirada de aquel que no tiene nada que perder.
-Asegúrate de descargar bien tu ira, pronto tendrán que ser más de treinta y seis.
Y, como era de esperar, las palabras del ex-Arashi hicieron que el tipo se llenase aún más de ira y golpease con rabia su cuerpo, dejando numerosas marcas y heridas en todos sus rincones. Su compañero hizo lo mismo después, aunque a Luka le pareció que no actuó con la misma ira, o quizá los golpes ya no dolían tanto.
El pirata escupió justo antes de que salieran, y miró cómo las paredes de la celda habían sido ligeramente teñidas de sangre. Y aquello solo era el primer día. ¿Iría más gente a golpearle? Así iba a ser imposible llegar con un mínimo de fuerzas el día que lo sacaran de allí. Quizá su plan de escape no fuese todo lo bueno que pensaba. Además, empezaba a tener cada vez más sueño, algo que no le gustaba mucho.
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El samurái desplazó una gran masa de agua a inusitada velocidad, golpeando al ser que se acercaba vertiginosamente hacia él. Este resultó ser nada menos que un enorme rey marino de por lo menos veinte metros de largo, que recibió el impacto de la gigantesca masa de agua con toda su potencia. Sin embargo, tras detenerse durante unos segundos y pese a encontrarse evidentemente dolorido, no tardó demasiado tiempo en retomar su ofensiva. Parecía que su afán por hacer del espadachín su presa y demostrar que no había criatura más poderosa en los mares era superior al dolor, y mientras sus inmensas mandíbulas se abrían hacia él el joven llevó instintivamente su mano derecha a la vaina de Kirisame mientras la izquierda se cerraba con fuerza en torno al pomo de la misma.
Flexionó ligeramente las rodillas, adelantando el pie derecho e inclinando el tronco hacia delante, y aguardó. Mantuvo su postura hasta que, en el último momento, giró sobre sus talones al mismo tiempo que desenvainaba la afilada katana. Con un fluido movimiento su espada el semigyojin trazó un corte de considerable profundidad en el costado de la bestia, que abrió la boca en un sordo grito de dolor. No obstante eso no iba a ser suficiente para derrotar a un ser tan grande y poderoso, y el animal se volvió de nuevo hacia el samurái con una expresión de ira irracional en sus ojos que por un momento hizo que un escalofrío recorriese el cuerpo del espadachín.
Este se preparó para, por segunda vez, contraatacar la embestida del monstruo marino. Pero esta vez no pensaba andarse con tonterías. Golpearía al animal con todo lo que tenía. Así, a su alrededor el agua comenzó poco a poco a girar, dando forma progresivamente a un pequeño remolino. Cuando el joven se lanzó hacia el ser que, implacable, avanzaba directo hacia él poseído por un ancestral ansia asesina, lo hizo girando sobre su propio eje. El agua a su alrededor rotaba con tal velocidad que no podía considerarse como otra cosa que un auténtico torbellino. Sus labios pronunciaron unas palabras que, pese a no escucharse, auguraban un más que probable desenlace fatal para el rey marino:
- Gyojin Bushido: Tomerarenai Senpu.
Impactó contra la bestia con fiereza, abriéndose paso a través de su carne hasta, antes de poder darse cuenta, atravesarla por completo. El depredador, dándose cuenta de que finalmente había sido él quien se había convertido en la presa, emitió un sordo chillido que, de haberse encontrado en la superficie, seguramente habría llenado el ambiente en una inconfundible expresión de su enorme sufrimiento antes de comenzar su descenso, inerte, hasta las profundidades del océano.
Una vez pudo continuar su camino el semigyojin prosiguió a un ritmo excelente, superior al que había previsto inicialmente y tal y como había ocurrido durante la primera parte del viaje hasta que, a falta de pocos kilómetros para llegar a Sabaody, pudo captar las ondas que el movimiento de un navío producía en el agua ante él.
Pronto el barco cuyos movimientos había conseguido rastrear arribó a puerto, y tras él comenzó el ascenso hacia la costa el samurái con su diminuto bote. Cuando llegó al puerto el joven pudo comprobar que la nave a la que seguía estaba vacía, pero halló restos de sangre que parecía haber sido derramada recientemente en uno de los camarotes. Era el momento de tratar de localizar a su amigo.
Flexionó ligeramente las rodillas, adelantando el pie derecho e inclinando el tronco hacia delante, y aguardó. Mantuvo su postura hasta que, en el último momento, giró sobre sus talones al mismo tiempo que desenvainaba la afilada katana. Con un fluido movimiento su espada el semigyojin trazó un corte de considerable profundidad en el costado de la bestia, que abrió la boca en un sordo grito de dolor. No obstante eso no iba a ser suficiente para derrotar a un ser tan grande y poderoso, y el animal se volvió de nuevo hacia el samurái con una expresión de ira irracional en sus ojos que por un momento hizo que un escalofrío recorriese el cuerpo del espadachín.
Este se preparó para, por segunda vez, contraatacar la embestida del monstruo marino. Pero esta vez no pensaba andarse con tonterías. Golpearía al animal con todo lo que tenía. Así, a su alrededor el agua comenzó poco a poco a girar, dando forma progresivamente a un pequeño remolino. Cuando el joven se lanzó hacia el ser que, implacable, avanzaba directo hacia él poseído por un ancestral ansia asesina, lo hizo girando sobre su propio eje. El agua a su alrededor rotaba con tal velocidad que no podía considerarse como otra cosa que un auténtico torbellino. Sus labios pronunciaron unas palabras que, pese a no escucharse, auguraban un más que probable desenlace fatal para el rey marino:
- Gyojin Bushido: Tomerarenai Senpu.
Impactó contra la bestia con fiereza, abriéndose paso a través de su carne hasta, antes de poder darse cuenta, atravesarla por completo. El depredador, dándose cuenta de que finalmente había sido él quien se había convertido en la presa, emitió un sordo chillido que, de haberse encontrado en la superficie, seguramente habría llenado el ambiente en una inconfundible expresión de su enorme sufrimiento antes de comenzar su descenso, inerte, hasta las profundidades del océano.
Una vez pudo continuar su camino el semigyojin prosiguió a un ritmo excelente, superior al que había previsto inicialmente y tal y como había ocurrido durante la primera parte del viaje hasta que, a falta de pocos kilómetros para llegar a Sabaody, pudo captar las ondas que el movimiento de un navío producía en el agua ante él.
Pronto el barco cuyos movimientos había conseguido rastrear arribó a puerto, y tras él comenzó el ascenso hacia la costa el samurái con su diminuto bote. Cuando llegó al puerto el joven pudo comprobar que la nave a la que seguía estaba vacía, pero halló restos de sangre que parecía haber sido derramada recientemente en uno de los camarotes. Era el momento de tratar de localizar a su amigo.
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El tiburón se encontraba en muy mal estado. De vez en cuando se desmayaba y conseguía despertar tras un tiempo. Era incapaz de saber cuánto tiempo era, pero algo le decía que eran intervalos bastante irregulares.
Tenía la sensación de que estaban tardando años en llevarlo a algún lugar. Hizo una pequeña prueba e intentó tirar con fuerza de las esposas que le ataban, sin embargo no consiguió más que sentir un leve dolor en las muñecas. Entonces escuchó unos pasos que se dirigían hacia la habitación. ¿Tocaría otra ronda de azotes?
No, parecía que no. La puerta se abrió con mucha más delicadeza de la que acostumbraba, y no aparecieron dos fornidos hombres con uniformes de la guardia real, sino que eran dos enfermeros con batas blancas impolutas. Vaya, qué pena, ¿verdad? Ojalá estuvieran teñidas de la sangre de aquellos que le habían llevado hasta allí.
- Esto no le dolerá, señor Luka.
El tiburón no pudo evitar dejar de mirar lo que hacían. Le estaban intentando inyectar algo, aunque su vista no daba con lo que ponía en el frasco. No opuso mucha resistencia, ya que en parte era inútil, y esperó a sentir la aguja para centralizar su concentración en el lugar donde le habían pinchado. Notó cómo el líquido se adentraba en su interior, y empezó a moldear las partículas de aquello que fuera lo que le estaban introduciendo. Las partículas tenían una densidad bastante superior a las de la sangre, por lo que no le costó demasiado separarlas. Los enfermeros salieron de la puerta y el tiburón desplazó las partículas hasta su boca, desde la cual las expulsó con un violento escupitajo. Cierto era que se estaba empezando a encontrar peor. Le daban mareos más intensos, así que dedujo que era algún tipo de somnífero. ¿Había llegado el momento de que lo desplazaran?
Podría parecer una tontería que pincharan a un habitante del mar con un dominio tan perfecto del Karate Gyojin, sin embargo, la dosis que le habían suministrado era de un efecto sumamente rápido. Apenas había estado quince segundos en su interior, y ya había valido para adormecer su cuerpo ligeramente. Aunque con suerte había conseguido expulsarlo lo suficientemente rápido como para despertar pronto.
Sus ojos empezaron a cerrarse, y pronto dejó de ver y escuchar. Se sumó en un profundo sueño que tardaría horas en despertar. Mientras tanto, dos guardias lo metieron en una caja con algún agujero camuflado y lo desplazaron hasta el interior de uno de los almacenes más lejanos al puerto. Uno en el que lucía un letrero de Bodegas Winky. Allí esperaría algunas horas más, totalmente camuflado entre más de doscientas cajas de tamaños bastante similares en los cuales había algún que otro ser vivo más. Luka seguiría dormido un rato más, y puede que no fuese el único en la misma situación.
Tenía la sensación de que estaban tardando años en llevarlo a algún lugar. Hizo una pequeña prueba e intentó tirar con fuerza de las esposas que le ataban, sin embargo no consiguió más que sentir un leve dolor en las muñecas. Entonces escuchó unos pasos que se dirigían hacia la habitación. ¿Tocaría otra ronda de azotes?
No, parecía que no. La puerta se abrió con mucha más delicadeza de la que acostumbraba, y no aparecieron dos fornidos hombres con uniformes de la guardia real, sino que eran dos enfermeros con batas blancas impolutas. Vaya, qué pena, ¿verdad? Ojalá estuvieran teñidas de la sangre de aquellos que le habían llevado hasta allí.
- Esto no le dolerá, señor Luka.
El tiburón no pudo evitar dejar de mirar lo que hacían. Le estaban intentando inyectar algo, aunque su vista no daba con lo que ponía en el frasco. No opuso mucha resistencia, ya que en parte era inútil, y esperó a sentir la aguja para centralizar su concentración en el lugar donde le habían pinchado. Notó cómo el líquido se adentraba en su interior, y empezó a moldear las partículas de aquello que fuera lo que le estaban introduciendo. Las partículas tenían una densidad bastante superior a las de la sangre, por lo que no le costó demasiado separarlas. Los enfermeros salieron de la puerta y el tiburón desplazó las partículas hasta su boca, desde la cual las expulsó con un violento escupitajo. Cierto era que se estaba empezando a encontrar peor. Le daban mareos más intensos, así que dedujo que era algún tipo de somnífero. ¿Había llegado el momento de que lo desplazaran?
Podría parecer una tontería que pincharan a un habitante del mar con un dominio tan perfecto del Karate Gyojin, sin embargo, la dosis que le habían suministrado era de un efecto sumamente rápido. Apenas había estado quince segundos en su interior, y ya había valido para adormecer su cuerpo ligeramente. Aunque con suerte había conseguido expulsarlo lo suficientemente rápido como para despertar pronto.
Sus ojos empezaron a cerrarse, y pronto dejó de ver y escuchar. Se sumó en un profundo sueño que tardaría horas en despertar. Mientras tanto, dos guardias lo metieron en una caja con algún agujero camuflado y lo desplazaron hasta el interior de uno de los almacenes más lejanos al puerto. Uno en el que lucía un letrero de Bodegas Winky. Allí esperaría algunas horas más, totalmente camuflado entre más de doscientas cajas de tamaños bastante similares en los cuales había algún que otro ser vivo más. Luka seguiría dormido un rato más, y puede que no fuese el único en la misma situación.
La taberna del viejo Vic no estaba muy lejos, así que el pirata decidió que era buena idea ir caminando. Los habitantes del archipiélago continuaban mirándolos fijamente, y eso cada vez gustaba menos a Zane. «¿Qué pasa? ¿Acaso no podía ir al lugar que alguna vez llamó hogar?», se preguntó con enfado, aunque lo cierto era que esa vez no era una visita amistosa.
Al llegar a la taberna, el anciano estaba tras la barra, sirviendo unas buenas jarras de cerveza a dos individuos de rostros conocidos. Eran los hermanos Riffs, dos piratas con una recompensa que superaban apenas los cien millones de berries, los cuales se estancaron en su camino y ahora vivían y deambulaban por la zona sin ley desde hacía muchos años.
—¡Maldita sea mi estampa! —alzó la voz Vic—. ¡El hijo pródigo ha regresado! —Y dio un salto por encima de la barra. Pese a su edad, que rondaba ya los sesenta y muchos años, tenía la agilidad y la forma física de alguien mucho más joven, siendo capaz de echar por las malas a cualquiera que se opusiera a cumplir las normas de la taberna—. ¿Qué haces tú por aquí? —le preguntó al pirata, dándole un abrazo.
—Luego hablaremos de eso, Vic —le respondió Zane, desviando la mirada a los dos clientes que estaban sentados en la barra—. Son asuntos delicados.
—Entiendo… Dime, ¿qué queréis tomar?
—A mi ponme uno de los tuyos, que necesito despejar la cabeza y a Therax lo que él quiera.
El anciano tenía un licor de cosecha propia, muy dulce y con propiedades que muchos dirían que eran milagrosas para el estómago. En la situación en la que se encontraba el pelirrojo tenía el estómago revuelto, con un dolor leve constante que no se le marchaba.
La taberna fue llenándose de individuos de distintas razas y de comentarios de diversa índole, en cuyo tema principal estaban Therax y él. Estaba acostumbrado a ser el centro de las miradas, pero no serlo por el simple hecho de ser reconocido como un emperador del nuevo mundo. Era como si la gente sintiera miedo de que estuviera allí, como si algo malo se avecinase tan solo por la presencia de él.
Finalmente, pasadas unas horas Orzech lo llamo. Habían visto un barco sospechoso con una bandera no vista antes cerca del manglar veintinueve. Según algunos rumores habían desembarcado y mandado a construir un patíbulo en el manglar treinta, es decir, en el distrito comercial para que todo el mundo lo pudiera ver.
—Cualquier cosa avísame, Orzech.
Y colgó. Al oír eso, Therax se levantó de golpe y puso rumbo hacia la puerta.
Rápidamente, el emperador del nuevo mundo se bebió el licor de un golpe y agarró del brazo a su contramaestre.
—¿Dónde crees que vas tan ligero? —le preguntó—. Parece mentira que sea yo quien tenga que decir esto, pero… —soltó su brazo y le miró a los ojos—. Antes de ir hacia allá y entrar con todo tenemos que tener un plan de acción. Luka quizá sea un cabeza loca irascible, pero es alguien con una fuerza superior a la media y que se ha curtido con nosotros en muchas peleas…, es decir, tratamos con gente que puede plantarnos batalla durante un buen rato. Te he traído conmigo porque sueles tener la mente más fría que nadie, así que o recuperas esa frialdad o me veré obligado a decirte que te quedes al margen —el pirata hizo una pequeña pausa, esperando a que Therax dijera algo, si es que tenía algo que decir. Tras eso, prosiguió hablando—. Si los hombres de mi hermano tienen razón han desembarcado en el veintinueve y van hacia el treinta. Para ir de un lado al otro sin llamar la atención de la marina han de ser cautos, así que tenemos algo de tiempo. Poco, sí, pero lo suficiente para alguien como nosotros. Así que te diría de ir al manglar veintinueve, destruir su barco y luego ir en busca de ellos. Yo conozco la isla, ambos controlamos los cielos y si no tienen por donde escapar… Serán nuestros.
Dicho aquello, se despidió de Vic y salió de la taberna haciendo emerger sus alas y volando a toda velocidad hacia el manglar en el que el barco había desembarcado. Apenas tardó un minuto, pero un rastro de sangre llamó su atención. Allí, un sujeto que jamás había visto. ¿Amigo o enemigo? No importaba.
—¿Pirata bueno y pirata malo? —le preguntó a al rubio, señalando al individuo que había sobre el suelo, a pocos metros del supuesto barco.
El pirata descendió hasta colocarse frente a él, con su espada en ristre y su presencia rodeando completamente el entorno. No buscaba hacerle desmayar, tan solo que supiera que estábamos allí. Esa vez el pirata malo, aunque fuera extraño y en contra de las apuestas, iba a ser Therax.
Al llegar a la taberna, el anciano estaba tras la barra, sirviendo unas buenas jarras de cerveza a dos individuos de rostros conocidos. Eran los hermanos Riffs, dos piratas con una recompensa que superaban apenas los cien millones de berries, los cuales se estancaron en su camino y ahora vivían y deambulaban por la zona sin ley desde hacía muchos años.
—¡Maldita sea mi estampa! —alzó la voz Vic—. ¡El hijo pródigo ha regresado! —Y dio un salto por encima de la barra. Pese a su edad, que rondaba ya los sesenta y muchos años, tenía la agilidad y la forma física de alguien mucho más joven, siendo capaz de echar por las malas a cualquiera que se opusiera a cumplir las normas de la taberna—. ¿Qué haces tú por aquí? —le preguntó al pirata, dándole un abrazo.
—Luego hablaremos de eso, Vic —le respondió Zane, desviando la mirada a los dos clientes que estaban sentados en la barra—. Son asuntos delicados.
—Entiendo… Dime, ¿qué queréis tomar?
—A mi ponme uno de los tuyos, que necesito despejar la cabeza y a Therax lo que él quiera.
El anciano tenía un licor de cosecha propia, muy dulce y con propiedades que muchos dirían que eran milagrosas para el estómago. En la situación en la que se encontraba el pelirrojo tenía el estómago revuelto, con un dolor leve constante que no se le marchaba.
La taberna fue llenándose de individuos de distintas razas y de comentarios de diversa índole, en cuyo tema principal estaban Therax y él. Estaba acostumbrado a ser el centro de las miradas, pero no serlo por el simple hecho de ser reconocido como un emperador del nuevo mundo. Era como si la gente sintiera miedo de que estuviera allí, como si algo malo se avecinase tan solo por la presencia de él.
Finalmente, pasadas unas horas Orzech lo llamo. Habían visto un barco sospechoso con una bandera no vista antes cerca del manglar veintinueve. Según algunos rumores habían desembarcado y mandado a construir un patíbulo en el manglar treinta, es decir, en el distrito comercial para que todo el mundo lo pudiera ver.
—Cualquier cosa avísame, Orzech.
Y colgó. Al oír eso, Therax se levantó de golpe y puso rumbo hacia la puerta.
Rápidamente, el emperador del nuevo mundo se bebió el licor de un golpe y agarró del brazo a su contramaestre.
—¿Dónde crees que vas tan ligero? —le preguntó—. Parece mentira que sea yo quien tenga que decir esto, pero… —soltó su brazo y le miró a los ojos—. Antes de ir hacia allá y entrar con todo tenemos que tener un plan de acción. Luka quizá sea un cabeza loca irascible, pero es alguien con una fuerza superior a la media y que se ha curtido con nosotros en muchas peleas…, es decir, tratamos con gente que puede plantarnos batalla durante un buen rato. Te he traído conmigo porque sueles tener la mente más fría que nadie, así que o recuperas esa frialdad o me veré obligado a decirte que te quedes al margen —el pirata hizo una pequeña pausa, esperando a que Therax dijera algo, si es que tenía algo que decir. Tras eso, prosiguió hablando—. Si los hombres de mi hermano tienen razón han desembarcado en el veintinueve y van hacia el treinta. Para ir de un lado al otro sin llamar la atención de la marina han de ser cautos, así que tenemos algo de tiempo. Poco, sí, pero lo suficiente para alguien como nosotros. Así que te diría de ir al manglar veintinueve, destruir su barco y luego ir en busca de ellos. Yo conozco la isla, ambos controlamos los cielos y si no tienen por donde escapar… Serán nuestros.
Dicho aquello, se despidió de Vic y salió de la taberna haciendo emerger sus alas y volando a toda velocidad hacia el manglar en el que el barco había desembarcado. Apenas tardó un minuto, pero un rastro de sangre llamó su atención. Allí, un sujeto que jamás había visto. ¿Amigo o enemigo? No importaba.
—¿Pirata bueno y pirata malo? —le preguntó a al rubio, señalando al individuo que había sobre el suelo, a pocos metros del supuesto barco.
El pirata descendió hasta colocarse frente a él, con su espada en ristre y su presencia rodeando completamente el entorno. No buscaba hacerle desmayar, tan solo que supiera que estábamos allí. Esa vez el pirata malo, aunque fuera extraño y en contra de las apuestas, iba a ser Therax.
Odiaba admitirlo, pero Zane tenía razón en todas y cada una de las palabras que pronunciaba. Creía haber recuperado la calma, pero con su extraña actitud quedaba claro que eso estaba lejos de ser cierto. Actuar por meros impulsos animales distaba mucho de su actitud normal, pero lo estaba haciendo de forma completamente inconsciente. En aquella ocasión tendría que ser el pelirrojo quien llevase las riendas de la situación, quien valorase los acontecimientos y decidiese en todo momento cuál debía ser el siguiente paso a dar.
―Sí, tienes razón ―respondió, sacudiendo negativamente la cabeza como si de ese modo pudiese disipar la fatídica sombra que cercaba su mente―. Primero el barco. No podemos permitir que salgan con vida y se lleven a Luka... Tienes razón ―repitió, dejando que el pelirrojo saliese primero de la taberna y se elevase hacia los cielos.
Lo hizo ante la atónita mirada de todos los transeúntes, que, si por casualidad no habían escuchado los rumores acerca de la presencia del Descamisetado en Sabaody, la habían podido descubrir con sus propios ojos. Zane había quedado reducido a poco menos que un punto rojizo en la lejanía cuando Therax le imitó. Dos inmensas alas azuladas brotaron de su espalda, permitiéndole elevarse hacia los cielos sin aletear siquiera una vez.
Siguió el rastro de su capitán, encontrando que se había detenido sobre el manglar veintinueve, aquél en el que había atracado el barco que al parecer había transportado a Luka. Un cruel sendero de sangre manchaba el césped, obligando a muchas de las pompas que nacían del mismo a hacerla teñidas del color de la muerte. Junto al camino, un tipo. ¿Pirata malo? Por supuesto.
No había terminado de procesar su pensamiento cuando sus alas ya se habían plegado, pegándose a su cuerpo para dotarlo de la aerodinámica del más peligroso depredador. Cayó en picado, tan rápido que ni siquiera pudo contemplar lo que había a su alrededor. Su vista estaba fija en su objetivo: el desconocido. Desplegó bruscamente sus alas cuando no quedaba mucho para alcanzar el suelo, poniendo ambos pies con tanta gracilidad como firmeza en el suelo y desenvainando a Byakko en el mismo movimiento. La punta del sable quedó orientada hacia el cuello del tipo.
―¿Qué has hecho con él?
―Sí, tienes razón ―respondió, sacudiendo negativamente la cabeza como si de ese modo pudiese disipar la fatídica sombra que cercaba su mente―. Primero el barco. No podemos permitir que salgan con vida y se lleven a Luka... Tienes razón ―repitió, dejando que el pelirrojo saliese primero de la taberna y se elevase hacia los cielos.
Lo hizo ante la atónita mirada de todos los transeúntes, que, si por casualidad no habían escuchado los rumores acerca de la presencia del Descamisetado en Sabaody, la habían podido descubrir con sus propios ojos. Zane había quedado reducido a poco menos que un punto rojizo en la lejanía cuando Therax le imitó. Dos inmensas alas azuladas brotaron de su espalda, permitiéndole elevarse hacia los cielos sin aletear siquiera una vez.
Siguió el rastro de su capitán, encontrando que se había detenido sobre el manglar veintinueve, aquél en el que había atracado el barco que al parecer había transportado a Luka. Un cruel sendero de sangre manchaba el césped, obligando a muchas de las pompas que nacían del mismo a hacerla teñidas del color de la muerte. Junto al camino, un tipo. ¿Pirata malo? Por supuesto.
No había terminado de procesar su pensamiento cuando sus alas ya se habían plegado, pegándose a su cuerpo para dotarlo de la aerodinámica del más peligroso depredador. Cayó en picado, tan rápido que ni siquiera pudo contemplar lo que había a su alrededor. Su vista estaba fija en su objetivo: el desconocido. Desplegó bruscamente sus alas cuando no quedaba mucho para alcanzar el suelo, poniendo ambos pies con tanta gracilidad como firmeza en el suelo y desenvainando a Byakko en el mismo movimiento. La punta del sable quedó orientada hacia el cuello del tipo.
―¿Qué has hecho con él?
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El semigyojin estaba abandonando el barco donde habían transportado a su amigo cuando, repentinamente, una gigantesca presencia lo invadió todo. El ardiente poder que desprendía era abrumador, considerablemente superior a cualquiera ante que el que el espadachín se hubiese encontrado hasta entonces. Un fuerte pitido en sus oídos le advirtió del inminente peligro, y en un abrir y cerrar de ojos desenvainó a Kirisame y la interpuso justo a tiempo entre su cuello y el filo de una katana que había aparecido casi de la nada.
Cuando miró a la persona que le había atacado vio un rostro que reconoció pese a ser la primera vez que lo tenía ante sí en persona. El pelo rubio platino con un largo flequillo, los ojos de un intenso azul, la piel, pálida como la nieve, y las largas alas emergiendo de su espalda. Pese al gesto amenazador de su rostro no cabía duda de quién era, pues Luka le había hablado mucho sobre él además de haberle enseñado los carteles de "Se Busca" en los que su cara aparecía. Aquel hombre, que tras atacarle había preguntado con tono agresivo qué había hecho con alguien que, seguramente, sería Luka, era Therax Palatiard, Contramaestre de los Arashi no Kyoudai.
Y tras él se encontraba la fuente de aquel abrasador poder que había sentido. El pelo rojo como el fuego y las alas que también brotaban de su espalda lo hacían inconfundible. Zane D Kenshin, capitán de los Arashi no Kyoudai y uno de los Cuatro Emperadores del Mar.
El samurái era perfectamente consciente de que de tener que enfrentarse a aquellos dos hombres al mismo tiempo, que se contaban entre los más poderosos sobre la faz de la tierra, sus posibilidades de salir victorioso eran inexistentes. Incluso posiblemente uno solo de ellos fuera capaz de vencerle sin excesivas dificultades. Por suerte no creía que aquella situación fuese a terminar de esa forma. Los dos piratas seguramente estarían allí por el mismo motivo que él, y según lo que Luka le había contado sobre ellos, que no era poco, no eran la clase de personas que atacaban a alguien a la ligera. Así que, mientras seguía sujetando su espada para mantener el filo de la katana de Therax lejos de su anatomía, respondió:
- Si te refieres a Luka, es lo mismo que estoy tratando de averiguar. Es una larga historia, pero fue hecho prisionero en la Isla Gyojin por los hombres de la usurpadora Hipatia Stix. Como su compañero de batallas en nuestras guerra contra ella y su amigo, he venido desde allí persiguiendo a su barco con el objetivo de rescatarle. Dado que vosotros dos, si no me equivoco, sois Therax Palatiard y Zane D Kenshin, supongo que vuestro objetivo será el mismo.
Si ante sus palabras el espadachín rubio retiraba su arma el joven semigyojin envainaría también la suya y se presentaría, tendiendo la mano a sus dos interlocutores.
- Por cierto, mi nombre es Ryuu Akiyama, uno de los Supernova de esta última generación de piratas. Me alegro de conoceros, Luka me ha hablado mucho sobre vosotros.
Y era cierto. Durante los días de lucha por la rebelión gyojin y las noches de copas en la taberna el tiburón le había hablado largo y tendido sobre su banda y las aventuras que había vivido con ellos. Zane D Kenshin, Therax Palatiard, Mist D Spanner, Marc Kiedis, Vile Spectre, Noximillien... había escuchado sus nombres y visto sus carteles de "Se Busca" tantas veces que casi sentía que les conocía. Y a Luka se le notaba, aunque no lo reconociera, que les echaba muchísimo de menos.
Cuando miró a la persona que le había atacado vio un rostro que reconoció pese a ser la primera vez que lo tenía ante sí en persona. El pelo rubio platino con un largo flequillo, los ojos de un intenso azul, la piel, pálida como la nieve, y las largas alas emergiendo de su espalda. Pese al gesto amenazador de su rostro no cabía duda de quién era, pues Luka le había hablado mucho sobre él además de haberle enseñado los carteles de "Se Busca" en los que su cara aparecía. Aquel hombre, que tras atacarle había preguntado con tono agresivo qué había hecho con alguien que, seguramente, sería Luka, era Therax Palatiard, Contramaestre de los Arashi no Kyoudai.
Y tras él se encontraba la fuente de aquel abrasador poder que había sentido. El pelo rojo como el fuego y las alas que también brotaban de su espalda lo hacían inconfundible. Zane D Kenshin, capitán de los Arashi no Kyoudai y uno de los Cuatro Emperadores del Mar.
El samurái era perfectamente consciente de que de tener que enfrentarse a aquellos dos hombres al mismo tiempo, que se contaban entre los más poderosos sobre la faz de la tierra, sus posibilidades de salir victorioso eran inexistentes. Incluso posiblemente uno solo de ellos fuera capaz de vencerle sin excesivas dificultades. Por suerte no creía que aquella situación fuese a terminar de esa forma. Los dos piratas seguramente estarían allí por el mismo motivo que él, y según lo que Luka le había contado sobre ellos, que no era poco, no eran la clase de personas que atacaban a alguien a la ligera. Así que, mientras seguía sujetando su espada para mantener el filo de la katana de Therax lejos de su anatomía, respondió:
- Si te refieres a Luka, es lo mismo que estoy tratando de averiguar. Es una larga historia, pero fue hecho prisionero en la Isla Gyojin por los hombres de la usurpadora Hipatia Stix. Como su compañero de batallas en nuestras guerra contra ella y su amigo, he venido desde allí persiguiendo a su barco con el objetivo de rescatarle. Dado que vosotros dos, si no me equivoco, sois Therax Palatiard y Zane D Kenshin, supongo que vuestro objetivo será el mismo.
Si ante sus palabras el espadachín rubio retiraba su arma el joven semigyojin envainaría también la suya y se presentaría, tendiendo la mano a sus dos interlocutores.
- Por cierto, mi nombre es Ryuu Akiyama, uno de los Supernova de esta última generación de piratas. Me alegro de conoceros, Luka me ha hablado mucho sobre vosotros.
Y era cierto. Durante los días de lucha por la rebelión gyojin y las noches de copas en la taberna el tiburón le había hablado largo y tendido sobre su banda y las aventuras que había vivido con ellos. Zane D Kenshin, Therax Palatiard, Mist D Spanner, Marc Kiedis, Vile Spectre, Noximillien... había escuchado sus nombres y visto sus carteles de "Se Busca" tantas veces que casi sentía que les conocía. Y a Luka se le notaba, aunque no lo reconociera, que les echaba muchísimo de menos.
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El tiburón respiró algo más fuerte que de costumbre y se golpeó la cabeza contra la madera de la caja que ejercía de jaula para él. Aquello le costó el sueño, aunque a priori le molestó profundamente, pronto se dio cuenta de que le había hecho un favor. Gracias a su habilidad para manejar los fluidos que había demostrado anteriormente y a su torpeza para dormir, había conseguido despertar de su profundo sueño.
Intentó levantarse sin mucha fortuna. Estaba atado de pies y manos y fijado a la base de la madera a través de unos grandes y pesados rieles metálicos. Los tanteó ligeramente hasta darse cuenta de que podría arrancarselos sin demasiada dificultad de unos fuertes tirones. Pero claro, aquello terminaría con su factor sorpresa, así que tendría que esperar al momento idóneo.
Cerró entonces los ojos y se concentró, intentando identificar a todos los seres cercanos que allí se encontrasen. Y no eran pocos. El gyojin se sorprendió al localizar a más de treinta seres por allí. Todos parecían estar indefensos, y estaban bastante mermados. Además, había un inconfundible olor a sangre en toda la zona. ¿Acaso no era la única víctima en aquel lugar? Todo apuntaba a que no.
El pirata agarró los rieles con fuerza mientras pensaba cómo salir de allí. Estaba claro que en algún momento tendrían que abrir su caja. Ese probablemente sería la mejor ocasión para efectuar un rápido ataque sorpresa. Sin embargo… ¿Cómo lo harían? ¿Cuántos serían? Sin duda Luka tendría que esperar para saberlo.
El ex-Arashi se hizo un chequeo rápido para ver si realmente estaba tan mal como pensaba. Y si bien era cierto que su estado no era el mejor hasta la fecha, había pasado por ocasiones peores. La sangre seca teñía cada rincón de su cuerpo, y era difícil oler peor. Pero sus heridas y contusiones, pese a limitar notablemente los movimientos que éste pudiera hacer, no evitarían que diese quince minutos de pura bestia al estilo Luka. Quizá algo más si seguía empleando su anillo para hacer circular el agua de su interior y curar sus heridas con ella gracias a las enseñanzas de Tom, su gran mentor.
Unos minutos más tarde empezó a escuchar algunas pisadas y se percató de cómo abrían algunas de las cajas con algún objeto metálico. Las pisadas de un grupo de seres con una fuerza notable cada vez estaban más cercanas, así que el tiburón se preparó para lo peor. Apretó los dientes y agarró los rieles con firmeza.
Intentó levantarse sin mucha fortuna. Estaba atado de pies y manos y fijado a la base de la madera a través de unos grandes y pesados rieles metálicos. Los tanteó ligeramente hasta darse cuenta de que podría arrancarselos sin demasiada dificultad de unos fuertes tirones. Pero claro, aquello terminaría con su factor sorpresa, así que tendría que esperar al momento idóneo.
Cerró entonces los ojos y se concentró, intentando identificar a todos los seres cercanos que allí se encontrasen. Y no eran pocos. El gyojin se sorprendió al localizar a más de treinta seres por allí. Todos parecían estar indefensos, y estaban bastante mermados. Además, había un inconfundible olor a sangre en toda la zona. ¿Acaso no era la única víctima en aquel lugar? Todo apuntaba a que no.
El pirata agarró los rieles con fuerza mientras pensaba cómo salir de allí. Estaba claro que en algún momento tendrían que abrir su caja. Ese probablemente sería la mejor ocasión para efectuar un rápido ataque sorpresa. Sin embargo… ¿Cómo lo harían? ¿Cuántos serían? Sin duda Luka tendría que esperar para saberlo.
El ex-Arashi se hizo un chequeo rápido para ver si realmente estaba tan mal como pensaba. Y si bien era cierto que su estado no era el mejor hasta la fecha, había pasado por ocasiones peores. La sangre seca teñía cada rincón de su cuerpo, y era difícil oler peor. Pero sus heridas y contusiones, pese a limitar notablemente los movimientos que éste pudiera hacer, no evitarían que diese quince minutos de pura bestia al estilo Luka. Quizá algo más si seguía empleando su anillo para hacer circular el agua de su interior y curar sus heridas con ella gracias a las enseñanzas de Tom, su gran mentor.
Unos minutos más tarde empezó a escuchar algunas pisadas y se percató de cómo abrían algunas de las cajas con algún objeto metálico. Las pisadas de un grupo de seres con una fuerza notable cada vez estaban más cercanas, así que el tiburón se preparó para lo peor. Apretó los dientes y agarró los rieles con firmeza.
«Nota mental: No dejar que Therax vuelva a ser el pirata malo en un interrogatorio», pensó para sus adentros al contemplar en primera persona los educados modales de su contramaestre con aquel individuo.
Según las palabras de aquel muchacho, cuyo nombre resultó ser Ryuu Akiyama, también era un amigo de Luka. Por su aspecto parecía de todo menos amigo de su antiguo tripulante, demasiado humanizado podría decirse. No obstante, podía darle el beneficio de la duda si Therax lo creía oportuno, pues si alguien sabía juzgar a las personas era él. Su mantra tan desarrollado le hacía ser capaz de ahondar en lo más profundo de los seres que se ponían frente a él, siendo esa una habilidad que muchas culturas definirían como antinaturales.
—Bueno, Therax… —comentó Zane, mirando fijamente a aquel espadachín—. ¿Lo capturamos y llevamos maniatado o podemos confiar en sus palabras? —preguntó con cierta malicia.
Lo cierto es que le gustaba su espada. Era una sable al muy puro estilo wanenese, completamente plateada y con todos sus decorados en azules y rojizos. Una verdadera preciosidad digna de ser guardada con el resto de sus katanas en la caja fuerte de la banda. La última vez que miró tenía más de una docena de espadas, pero no podía evitarlo, pues la colección de armas era uno de sus muchos vicios, quizá el peor junto a comer regaliz rojo.
—¿Luka te ha hablado de mí? Eso no puede ser bueno —bromeé—. Mi nombre es Zane D. Kenshin, intento de pirata, emperador del mar, amante egoísta y coleccionista de espadas. Un placer, y si me permites… —comencé a canalizar fuego a mi alrededor, creando una espiral de fuego tan candente como para calcinar cualquier tipo de madera en un instante. Terminó por condensarla sobre una de sus manos y clavó la vista sobre el barco—. Cuando digas, Thery —le comentó.
Tras eso, lanzó la bola de fuego hacia el barco, para contemplar después como los vientos que su tercero de abordo era capaz de controlar los avivaba y enviaba directamente hacia el barco de los captores de Luka, cuyo mástil se rompió en cuestión de segundos.
—Fase uno completada —dije—. Ahora vayamos a por el liante de nuestro socio. Según mis contactos van a sacrificarlo en el manglar treinta. Volando esta a un par de minutos, así que al lío —Y el pelirrojo dio un pequeño salto, elevándose un par de metros—. Por cierto…, ¿tú vuelas? Porque sino yo te llevo —sonrió el pirata.
Según las palabras de aquel muchacho, cuyo nombre resultó ser Ryuu Akiyama, también era un amigo de Luka. Por su aspecto parecía de todo menos amigo de su antiguo tripulante, demasiado humanizado podría decirse. No obstante, podía darle el beneficio de la duda si Therax lo creía oportuno, pues si alguien sabía juzgar a las personas era él. Su mantra tan desarrollado le hacía ser capaz de ahondar en lo más profundo de los seres que se ponían frente a él, siendo esa una habilidad que muchas culturas definirían como antinaturales.
—Bueno, Therax… —comentó Zane, mirando fijamente a aquel espadachín—. ¿Lo capturamos y llevamos maniatado o podemos confiar en sus palabras? —preguntó con cierta malicia.
Lo cierto es que le gustaba su espada. Era una sable al muy puro estilo wanenese, completamente plateada y con todos sus decorados en azules y rojizos. Una verdadera preciosidad digna de ser guardada con el resto de sus katanas en la caja fuerte de la banda. La última vez que miró tenía más de una docena de espadas, pero no podía evitarlo, pues la colección de armas era uno de sus muchos vicios, quizá el peor junto a comer regaliz rojo.
—¿Luka te ha hablado de mí? Eso no puede ser bueno —bromeé—. Mi nombre es Zane D. Kenshin, intento de pirata, emperador del mar, amante egoísta y coleccionista de espadas. Un placer, y si me permites… —comencé a canalizar fuego a mi alrededor, creando una espiral de fuego tan candente como para calcinar cualquier tipo de madera en un instante. Terminó por condensarla sobre una de sus manos y clavó la vista sobre el barco—. Cuando digas, Thery —le comentó.
Tras eso, lanzó la bola de fuego hacia el barco, para contemplar después como los vientos que su tercero de abordo era capaz de controlar los avivaba y enviaba directamente hacia el barco de los captores de Luka, cuyo mástil se rompió en cuestión de segundos.
—Fase uno completada —dije—. Ahora vayamos a por el liante de nuestro socio. Según mis contactos van a sacrificarlo en el manglar treinta. Volando esta a un par de minutos, así que al lío —Y el pelirrojo dio un pequeño salto, elevándose un par de metros—. Por cierto…, ¿tú vuelas? Porque sino yo te llevo —sonrió el pirata.
Una respuesta tan veloz como cauta. Habitualmente la gente gritaba o respondía tratando de degollarle sin más, pero aquel tipo había actuado con más serenidad y prudencia de la que había esperado en un primer momento. Sólo por eso consiguió acallar su alocada furia un instante para escuchar sus palabras. Les conocía, aunque Therax debía admitir que jamás había visto su cara. Había llegado a sus oídos que algo muy gordo había sucedido en el archipiélago no hacía demasiado tiempo y que varios piratas se habían revelado como un auténtico dolor de cabeza para el Gobierno Mundial. No obstante, su nueva vida como oficial de un Emperador del Mar no le había permitido indagar mucho más al respecto.
Dejando eso a un lado, no le hacía falta hacer uso de su voluntad para apreciar que aquel hombre estaba completamente tranquilo. Algo en la actitud de los mentirosos siempre les delataba ―a menos que fuesen excelentes en lo suyo, claro―. La tranquilidad con la que pronunciaba sus palabras y el contenido de las mismas al referirse al gyojin o al resto de la banda hicieron que se inclinase a creerle.
―Creo que dice la verdad ―respondió el rubio, aunque sabía que su capitán entendía que ello no implicaba que se fiase de él. La desconfianza inicial era algo que le había acompañado toda su vida y que, por poco que le gustase admitirlo, les había evitado a él y a los suyos más de un problema―. Te aviso de que en cuanto lo pille seré yo el que se lo cargue ―añadió, observando cómo Zane arrojaba una esfera de fuego al barco hacia el que conducía el reguero de sangre.
El viento sopló con furia en las cercanías, empujando las llamas a una velocidad aún mayor hacia la embarcación, expandiéndolas y azuzándolas para que devorasen hasta la última astilla de la prisión flotante de Luka. Le daría su merecido, eso por descontado, pero no quería pararse a pensar en lo que haría con quienes le habían hecho daño.
Volviendo al desconocido, Ryuu, Zane mostraba su habitual desparpajo y atrevida amabilidad, llegando a ofrecerle transportarle. El rubio no solía ser tan generoso en lo que a ofrecimientos se refería, pero al menos no era hostil. Aquella vez era la excepción, por supuesto, y es que en esos instantes sentía que calificaría como enemigo a cualquiera que le dirigiese más de un par de palabras en un tono que no le gustase.
Mientras volaban hacia el manglar número treinta no paraba de repetirse que debía calmarse, que tenía que centrarse en lo que tenía delante y aportar una visión más fría a la situación. Y, sorprendentemente, tras todo el tiempo que se había forzado a meditar acerca de esa idea, un atisbo de calma apareció en su mente. Lo hizo justo cuando alcanzaron el centro del manglar en cuestión. Desde las alturas no se apreciaba rastro de sangre que pudiese indicar dónde podían haber escondido a Luka, pero todo era cuestión de buscar.
Descendió en picado, obviando el usual tiento con el que planificaba sus movimientos cuando podía y se podía intuir que el peligro rondaba cerca. Sus alas ya habían desaparecido cuando sus pies se posaron con elegancia en el suelo, atrayendo las miradas de cuantos pasaban por la zona. No era momento para la discreción. Esperaría por si alguno de sus compañeros tenía una idea para encontrar a la sardina y, de no ser así, desplegaría su ambición hasta llegar a su máximo alcance con la intención de que ésta acariciase la vida de su amigo.
Dejando eso a un lado, no le hacía falta hacer uso de su voluntad para apreciar que aquel hombre estaba completamente tranquilo. Algo en la actitud de los mentirosos siempre les delataba ―a menos que fuesen excelentes en lo suyo, claro―. La tranquilidad con la que pronunciaba sus palabras y el contenido de las mismas al referirse al gyojin o al resto de la banda hicieron que se inclinase a creerle.
―Creo que dice la verdad ―respondió el rubio, aunque sabía que su capitán entendía que ello no implicaba que se fiase de él. La desconfianza inicial era algo que le había acompañado toda su vida y que, por poco que le gustase admitirlo, les había evitado a él y a los suyos más de un problema―. Te aviso de que en cuanto lo pille seré yo el que se lo cargue ―añadió, observando cómo Zane arrojaba una esfera de fuego al barco hacia el que conducía el reguero de sangre.
El viento sopló con furia en las cercanías, empujando las llamas a una velocidad aún mayor hacia la embarcación, expandiéndolas y azuzándolas para que devorasen hasta la última astilla de la prisión flotante de Luka. Le daría su merecido, eso por descontado, pero no quería pararse a pensar en lo que haría con quienes le habían hecho daño.
Volviendo al desconocido, Ryuu, Zane mostraba su habitual desparpajo y atrevida amabilidad, llegando a ofrecerle transportarle. El rubio no solía ser tan generoso en lo que a ofrecimientos se refería, pero al menos no era hostil. Aquella vez era la excepción, por supuesto, y es que en esos instantes sentía que calificaría como enemigo a cualquiera que le dirigiese más de un par de palabras en un tono que no le gustase.
Mientras volaban hacia el manglar número treinta no paraba de repetirse que debía calmarse, que tenía que centrarse en lo que tenía delante y aportar una visión más fría a la situación. Y, sorprendentemente, tras todo el tiempo que se había forzado a meditar acerca de esa idea, un atisbo de calma apareció en su mente. Lo hizo justo cuando alcanzaron el centro del manglar en cuestión. Desde las alturas no se apreciaba rastro de sangre que pudiese indicar dónde podían haber escondido a Luka, pero todo era cuestión de buscar.
Descendió en picado, obviando el usual tiento con el que planificaba sus movimientos cuando podía y se podía intuir que el peligro rondaba cerca. Sus alas ya habían desaparecido cuando sus pies se posaron con elegancia en el suelo, atrayendo las miradas de cuantos pasaban por la zona. No era momento para la discreción. Esperaría por si alguno de sus compañeros tenía una idea para encontrar a la sardina y, de no ser así, desplegaría su ambición hasta llegar a su máximo alcance con la intención de que ésta acariciase la vida de su amigo.
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Las palabras de Zane indicaron que a la hora de saber si podían fiarse de alguien confiaba más en su Contramaestre que en sí mismo. Tras unos momentos de tensión en los que Ryuu temió que no creyesen sus palabras y le atacasen, el rubio habló. Para alivio del semigyojin su veredicto fue que estaba diciendo la verdad, lo cual era cierto.
Durante un momento se alarmó al escuchar al oficial pirata asegurar que cuando encontraran a Luka se lo iba a cargar, pero después recordó lo que su amigo le había contado acerca de su abandono de la banda. Y lo entendió. No quería hacer daño al tiburón, era una forma de hablar. Al fin y al cabo era comprensible teniendo en cuenta como se desarrollaron los acontecimientos que, aunque le quisieran, estuvieran enfadados con él.
La actitud del Yonkou cambió radicalmente tras escuchar a Therax, pasando a dirigirse al samurái con gran familiaridad. Se presentó con una retahíla de epítetos que resultaban, cuanto menos, bastante graciosos y entre los cuales no pudo evitar fijarse especialmente en el último: coleccionista de espadas. Se había dado cuenta de que el pelirrojo había fijado su vista en Kirisame. Su katana era una auténtica obra de arte, de una belleza magnífica y, en manos de un espadachín experto, completamente letal, y parecía claro que Zane se había dado cuenta de ello. Como herrero, además de estudioso y amante de las espadas, el joven estaba tremendamente orgulloso de su creación, y debía admitir que le encantaría discutir sobre aquellas maravillosas armas algún día con alguien que parecía saber bastante de ese tema como el pelirrojo. Pero no era el momento. Cuando encontraran a su amigo y la guerra civil del Reino Ryugu hubiera terminado, si volvían a encontrarse, tendrían tiempo de hacerlo.
La demostración posterior de poder por parte de ambos, pese a que quizás resultó ligeramente excesiva para el resultado que pretendían conseguir, logró el propósito de anular única vía posible de escape de los captores de Luka. El control que acababan de mostrar sobre dos peligrosos elementos naturales como el fuego y el viento le daba una ligera idea de cuán poderosos eran realmente esos dos hombres. Por suerte no eran sus enemigos. De hecho, que hubieran aparecido en busca de Luka hacía que las posibilidades de rescatar a su amigo antes de que fuera ejecutado aumentaran sensiblemente.
El pelirrojo comentó entonces que sus informantes aseguraban que el plan de los hombres de la usurpadora era acabar con el tiburón en el manglar número treinta. Como era lógico, avanzar volando era lo más rápido teniendo en cuenta que tanto Zane como Therax poseían alas. El samurái carecía de tales extremidades, pero ante la amable oferta del Emperador del Mar su orgullo de samurái le impidió aceptar su ayuda. Al fin y al cabo, aunque no pudiese volar sí que era capaz de "correr" sobre el aire a una velocidad mucho más que respetable utilizando para impulsarse el agua presente en el mismo.
- No te preocupes, tengo mi propia forma de seguiros. - Aseguró al capitán pirata. Agradecía su oferta, pero no se iba a rebajar a ser transportado por él como si no tuviese sus propios recursos.
Así cuando ambos híbridos de hombre y ave alzaron el vuelo el semigyojin se elevó con ellos. No era tan rápido como los dos pájaros, pero sí lo suficiente como para no quedarse atrás y perderles de vista. De hecho tan solo tardó unos veinte o treinta segundos más que ellos en llegar al lugar que buscaban. Los piratas estaban ya en tierra firme cuando el joven aterrizó también a su lado, recorriendo con su mirada los alrededores. No habían signos evidentes de que Luka se encontrase allí, pero si los informantes de Zane eran de fiar, que tratándose de alguien de su posición era lógico pensar que sí, debía estarlo. La gente a su alrededor tenía sus ojos fijos en ellos, aunque a sus dos compañeros parecía no importarles. Y a decir verdad, era lógico. Si tres rostros tan conocidos se presentaban de repente en un lugar las cosas iban a tornarse interesantes más temprano que tarde con total seguridad.
- Todos los hombres de la usurpadora son gyojin, y suelen llevar un extraño símbolo similar a un rey marino en alguna parte de su indumentaria. Es el emblema de esa arpía. Si lo vemos en alguna parte, debemos atacar. - Comentó Ryuu a sus compañeros mientras continuaba buscando a su alrededor algún rastro de Luka.
Durante un momento se alarmó al escuchar al oficial pirata asegurar que cuando encontraran a Luka se lo iba a cargar, pero después recordó lo que su amigo le había contado acerca de su abandono de la banda. Y lo entendió. No quería hacer daño al tiburón, era una forma de hablar. Al fin y al cabo era comprensible teniendo en cuenta como se desarrollaron los acontecimientos que, aunque le quisieran, estuvieran enfadados con él.
La actitud del Yonkou cambió radicalmente tras escuchar a Therax, pasando a dirigirse al samurái con gran familiaridad. Se presentó con una retahíla de epítetos que resultaban, cuanto menos, bastante graciosos y entre los cuales no pudo evitar fijarse especialmente en el último: coleccionista de espadas. Se había dado cuenta de que el pelirrojo había fijado su vista en Kirisame. Su katana era una auténtica obra de arte, de una belleza magnífica y, en manos de un espadachín experto, completamente letal, y parecía claro que Zane se había dado cuenta de ello. Como herrero, además de estudioso y amante de las espadas, el joven estaba tremendamente orgulloso de su creación, y debía admitir que le encantaría discutir sobre aquellas maravillosas armas algún día con alguien que parecía saber bastante de ese tema como el pelirrojo. Pero no era el momento. Cuando encontraran a su amigo y la guerra civil del Reino Ryugu hubiera terminado, si volvían a encontrarse, tendrían tiempo de hacerlo.
La demostración posterior de poder por parte de ambos, pese a que quizás resultó ligeramente excesiva para el resultado que pretendían conseguir, logró el propósito de anular única vía posible de escape de los captores de Luka. El control que acababan de mostrar sobre dos peligrosos elementos naturales como el fuego y el viento le daba una ligera idea de cuán poderosos eran realmente esos dos hombres. Por suerte no eran sus enemigos. De hecho, que hubieran aparecido en busca de Luka hacía que las posibilidades de rescatar a su amigo antes de que fuera ejecutado aumentaran sensiblemente.
El pelirrojo comentó entonces que sus informantes aseguraban que el plan de los hombres de la usurpadora era acabar con el tiburón en el manglar número treinta. Como era lógico, avanzar volando era lo más rápido teniendo en cuenta que tanto Zane como Therax poseían alas. El samurái carecía de tales extremidades, pero ante la amable oferta del Emperador del Mar su orgullo de samurái le impidió aceptar su ayuda. Al fin y al cabo, aunque no pudiese volar sí que era capaz de "correr" sobre el aire a una velocidad mucho más que respetable utilizando para impulsarse el agua presente en el mismo.
- No te preocupes, tengo mi propia forma de seguiros. - Aseguró al capitán pirata. Agradecía su oferta, pero no se iba a rebajar a ser transportado por él como si no tuviese sus propios recursos.
Así cuando ambos híbridos de hombre y ave alzaron el vuelo el semigyojin se elevó con ellos. No era tan rápido como los dos pájaros, pero sí lo suficiente como para no quedarse atrás y perderles de vista. De hecho tan solo tardó unos veinte o treinta segundos más que ellos en llegar al lugar que buscaban. Los piratas estaban ya en tierra firme cuando el joven aterrizó también a su lado, recorriendo con su mirada los alrededores. No habían signos evidentes de que Luka se encontrase allí, pero si los informantes de Zane eran de fiar, que tratándose de alguien de su posición era lógico pensar que sí, debía estarlo. La gente a su alrededor tenía sus ojos fijos en ellos, aunque a sus dos compañeros parecía no importarles. Y a decir verdad, era lógico. Si tres rostros tan conocidos se presentaban de repente en un lugar las cosas iban a tornarse interesantes más temprano que tarde con total seguridad.
- Todos los hombres de la usurpadora son gyojin, y suelen llevar un extraño símbolo similar a un rey marino en alguna parte de su indumentaria. Es el emblema de esa arpía. Si lo vemos en alguna parte, debemos atacar. - Comentó Ryuu a sus compañeros mientras continuaba buscando a su alrededor algún rastro de Luka.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El tiburón permaneció inmóvil, en un completo silencio que cada vez se hacía más pesado. Las pisadas de sus teóricos enemigos se acercaron más y más, hasta el punto en el que notó cómo uno de ellos tocaba la caja en la que estaba.
-Para -inquirió otro-. Esa es la caja que no debemos abrir.
-¿Estas seguro?
-Claro, mira, está marcada. Por esa es por la que más nos han pagado. Vale casi lo que todas las demás.
-Vaya. ¿Y no tenéis curiosidad de saber por qué nos han pagado tanto?
-Hombre… Pues un poco si.
Luka permaneció agazapado en la caja, esperando que abrieran la tapa para tirar con todas sus fuerzas y destrozar aquellos metales que le apresaban. Pero la suerte no estaba de su lado. Un grito de dolor cerca de su posición alertó a aquellos curiosos que querían mirar, lo que hizo que se alejaran hasta la caja unos segundos. Luka aprovechó la confusión para seguir cubriendo su cuerpo de agua curativa.
Segundos más tarde los tipos volvieron, aunque el pirata no detectó las misma cantidad de pisadas. Se preparó, esperando que esa vez fuera la buena.
-Solo diez segundos, ¿vale?. Abrimos, vemos qué hay y cerramos. Debe estar dormido, como todos los demás.
Y se hizo la luz. Primero una pequeña grieta provocada por un utensilio con el cual forzaron a modo de palanca la caja, y apenas un instante después, a través de toda la parte abierta de la caja.
-Sorpresa -susurró el tiburón a la par que tiraba con todas sus fuerzas de los grilletes, partiéndolos por la mitad y liberándose de las ataduras-. Ha llegado el momento.
El gyojin se lanzó con energía a por uno de los curiosos, que sorprendentemente era un humano. Le golpeó con la cabeza en el rostro, lanzándolo unos metros hacia atrás. El habitante del mar utilizó la parte de los grilletes que aún tenía atada a las muñecas para golpear a los dos humanos restantes que, sorprendidos, no pudieron siquiera defenderse, cayendo al suelo ensangrentados.
Pero aquellos no eran más que unos simples recaderos. Quizá los encargados de transportar las cajas. Pese a que estaba liberado, parecía correr más peligro que antes. Un humano accionó una de las palancas cercanas a la puerta y una sirena bastante molesta comenzó a sonar.
-¡Necesitamos al ejército o se nos caerá el pelo! - gritó a la par que se dirigía hacia la propia puerta.
Luka, con el pulso ligeramente acelerado, se limitó a quedarse allí. Empezó a abrir cajas y a despertar a cada uno de los encerrados, que a su vez empezaron a abrir más y más cajas. En un momento, todos y cada uno de los allí presentes se encontraban forzando las cajas. La gran mayoría no llevaban grilletes, y pese a estar despiertos lucían bastante cansados.
-Vuestro final estaba cerca -comentó cuando prácticamente todos estaban liberados-, y es posible que siga estádolo. Pero vosotros decidís si queréis morir como unos héroes o vivir de rodillas. Quien quiera puede huir, y quien lo desee que se quede a mi lado combatiendo a estos traidores.
El tiburón escupió e hizo una mueca, esperando que todos tomasen su decisión mientras, preocupado, también aguardaba a que el ejército de la reina se presentara. Su estado era bastante lamentable, y el de sus aliados también. Pero se había decidido a mermar la fuerza de la usurpadora al máximo mientras aún pudiera respirar. Y eso haría.
-Para -inquirió otro-. Esa es la caja que no debemos abrir.
-¿Estas seguro?
-Claro, mira, está marcada. Por esa es por la que más nos han pagado. Vale casi lo que todas las demás.
-Vaya. ¿Y no tenéis curiosidad de saber por qué nos han pagado tanto?
-Hombre… Pues un poco si.
Luka permaneció agazapado en la caja, esperando que abrieran la tapa para tirar con todas sus fuerzas y destrozar aquellos metales que le apresaban. Pero la suerte no estaba de su lado. Un grito de dolor cerca de su posición alertó a aquellos curiosos que querían mirar, lo que hizo que se alejaran hasta la caja unos segundos. Luka aprovechó la confusión para seguir cubriendo su cuerpo de agua curativa.
Segundos más tarde los tipos volvieron, aunque el pirata no detectó las misma cantidad de pisadas. Se preparó, esperando que esa vez fuera la buena.
-Solo diez segundos, ¿vale?. Abrimos, vemos qué hay y cerramos. Debe estar dormido, como todos los demás.
Y se hizo la luz. Primero una pequeña grieta provocada por un utensilio con el cual forzaron a modo de palanca la caja, y apenas un instante después, a través de toda la parte abierta de la caja.
-Sorpresa -susurró el tiburón a la par que tiraba con todas sus fuerzas de los grilletes, partiéndolos por la mitad y liberándose de las ataduras-. Ha llegado el momento.
El gyojin se lanzó con energía a por uno de los curiosos, que sorprendentemente era un humano. Le golpeó con la cabeza en el rostro, lanzándolo unos metros hacia atrás. El habitante del mar utilizó la parte de los grilletes que aún tenía atada a las muñecas para golpear a los dos humanos restantes que, sorprendidos, no pudieron siquiera defenderse, cayendo al suelo ensangrentados.
Pero aquellos no eran más que unos simples recaderos. Quizá los encargados de transportar las cajas. Pese a que estaba liberado, parecía correr más peligro que antes. Un humano accionó una de las palancas cercanas a la puerta y una sirena bastante molesta comenzó a sonar.
-¡Necesitamos al ejército o se nos caerá el pelo! - gritó a la par que se dirigía hacia la propia puerta.
Luka, con el pulso ligeramente acelerado, se limitó a quedarse allí. Empezó a abrir cajas y a despertar a cada uno de los encerrados, que a su vez empezaron a abrir más y más cajas. En un momento, todos y cada uno de los allí presentes se encontraban forzando las cajas. La gran mayoría no llevaban grilletes, y pese a estar despiertos lucían bastante cansados.
-Vuestro final estaba cerca -comentó cuando prácticamente todos estaban liberados-, y es posible que siga estádolo. Pero vosotros decidís si queréis morir como unos héroes o vivir de rodillas. Quien quiera puede huir, y quien lo desee que se quede a mi lado combatiendo a estos traidores.
El tiburón escupió e hizo una mueca, esperando que todos tomasen su decisión mientras, preocupado, también aguardaba a que el ejército de la reina se presentara. Su estado era bastante lamentable, y el de sus aliados también. Pero se había decidido a mermar la fuerza de la usurpadora al máximo mientras aún pudiera respirar. Y eso haría.
El muchacho declinó la proposición del pelirrojo para hacerle de transporte, alegando que tenía «sus propios medios». Y se elevó sobre los cielos caminando como si de un agente del gobierno se tratase. Mantenía un ritmo constante, demasiado lento para el gusto de Zane que no quiso ir excesivamente raudo para que no le perdiera de vista. Al llegar al manglar treinta, en pleno distrito comercial, muchos de los ciudadanos que los conocían comenzaron a irse de allí.
—Lo que hace las mentiras de la prensa, ¿eh? —le comenté a Therax, casi al mismo tiesmpo que aparecía Ryuu y descendía junto a ellos—. No llevamos aquí ni un minuto y ya están huyendo de nosotros.
El amigo de Luka los informaba sobre los hombres que habían capturado al puto-pez. Resultaba que eran gyojins al igual que él. ¿Alguna movida extraña en su isla natal? Seguramente, Luka era un liante y no podía evitarlo. Tenían un símbolo parecido a un rey de mar en sus ropajes. Zane nunca había visto ese emblema en ningún lado, así que frunció el entrecejo al escucharlo. Y entonces, en todo el manglar comenzó a escucharse una alarma, procedente de distintas farolas, cuyas luces parpadeaban con mucha intensidad.
—¿Creéis que…? —preguntó, vacilante, mirando a su tercero de abordo con complicidad—. Dime, Ther, ¿sientes algo?
La paciencia no era una de las virtudes del pelirrojo, así que activó su vista de pájaro y la centró en el lugar de donde procedía la gente, mas no era capaz de ver gran cosa por la frondosidad de los bosques de mangrooves. No obstante, apenas un instante después, su fiel compañero tuvo una respuesta que hizo esbozar una sonrisa al pelirrojo. Luka estaba vivo, aunque conociéndole seguramente estaría manco, cojo o le habrían cortado la lengua por bocazas. No tenían tiempo que perder, así que miró a Ryuu, mostrándole su sonrisa más maliciosa.
Y sin tan siquiera preguntar, se aproximó hacia él y se lo llevó volando.
—Siento mucho esto, pero el tiempo apremia —le dijo. Y como había supuesto, Luka estaba allí golpeando todo lo que se le ponía por delante. Alrededor de ellos, además de civiles, también había un pelotón de marina que avanzaba armados con sus rifles, un grupo bastante grande de habitantes del mar con el símbolo que Ryuu les había descrito e individuos que no parecían pertenecer a un grupo concreto dándose de hostias—. Por cierto, prepárate que te suelto... ¡Ya!
El emperador del mar aterrizó justo al lado del pez, justo después de haber soltado al joven Ryuu, y lanzando un fogonazo hacia el frente para alejar a los que se acercaban. Se encontraban en la azotea de un edifico de tres plantas, que rápidamente estaba siendo rodeado de más individuos.
—Está vez si que la has liado, shurmano —comentó, guiñándole un ojo al gyojin—. ¡Therax, Ryuu! —dijo en voz alta a los dos espadachines, tratando de llamar su atención—. ¿Podéis encargaros de que no se acerquen? —preguntó, observando la horda de enemigos que tenían en frente—. Que voy a necesitar cierto tiempo para dejar a Luka en perfecto estado de piscifactoría.
—Lo que hace las mentiras de la prensa, ¿eh? —le comenté a Therax, casi al mismo tiesmpo que aparecía Ryuu y descendía junto a ellos—. No llevamos aquí ni un minuto y ya están huyendo de nosotros.
El amigo de Luka los informaba sobre los hombres que habían capturado al puto-pez. Resultaba que eran gyojins al igual que él. ¿Alguna movida extraña en su isla natal? Seguramente, Luka era un liante y no podía evitarlo. Tenían un símbolo parecido a un rey de mar en sus ropajes. Zane nunca había visto ese emblema en ningún lado, así que frunció el entrecejo al escucharlo. Y entonces, en todo el manglar comenzó a escucharse una alarma, procedente de distintas farolas, cuyas luces parpadeaban con mucha intensidad.
—¿Creéis que…? —preguntó, vacilante, mirando a su tercero de abordo con complicidad—. Dime, Ther, ¿sientes algo?
La paciencia no era una de las virtudes del pelirrojo, así que activó su vista de pájaro y la centró en el lugar de donde procedía la gente, mas no era capaz de ver gran cosa por la frondosidad de los bosques de mangrooves. No obstante, apenas un instante después, su fiel compañero tuvo una respuesta que hizo esbozar una sonrisa al pelirrojo. Luka estaba vivo, aunque conociéndole seguramente estaría manco, cojo o le habrían cortado la lengua por bocazas. No tenían tiempo que perder, así que miró a Ryuu, mostrándole su sonrisa más maliciosa.
Y sin tan siquiera preguntar, se aproximó hacia él y se lo llevó volando.
—Siento mucho esto, pero el tiempo apremia —le dijo. Y como había supuesto, Luka estaba allí golpeando todo lo que se le ponía por delante. Alrededor de ellos, además de civiles, también había un pelotón de marina que avanzaba armados con sus rifles, un grupo bastante grande de habitantes del mar con el símbolo que Ryuu les había descrito e individuos que no parecían pertenecer a un grupo concreto dándose de hostias—. Por cierto, prepárate que te suelto... ¡Ya!
El emperador del mar aterrizó justo al lado del pez, justo después de haber soltado al joven Ryuu, y lanzando un fogonazo hacia el frente para alejar a los que se acercaban. Se encontraban en la azotea de un edifico de tres plantas, que rápidamente estaba siendo rodeado de más individuos.
—Está vez si que la has liado, shurmano —comentó, guiñándole un ojo al gyojin—. ¡Therax, Ryuu! —dijo en voz alta a los dos espadachines, tratando de llamar su atención—. ¿Podéis encargaros de que no se acerquen? —preguntó, observando la horda de enemigos que tenían en frente—. Que voy a necesitar cierto tiempo para dejar a Luka en perfecto estado de piscifactoría.
¿Un símbolo similar a un rey marino? Therax jamás había escuchado de banda pirata o grupo alguna que usase un motivo como aquél como emblema, lo que no dejaba de indicar que algo se cocía en algún lugar del mundo. O quizás en el mundo al completo, eso era algo que sólo el tiempo podría decir. Fuera como fuese, lo prioritario era rescatar a Luka de las manos de esa panda de truchas que le habían capturado.
Casi como si anunciase su llegad al manglar número treinta, una sirena comenzó a sonar con su agudo, infernal e intermitente pitido. Si no eran pocos los que desde el primer momento habían puesto pies en polvorosa de forma sutil, la alarma terminó de convencer a los pocos rezagados, que emprendieron una huida de lo desconocido. El rubio no podía culparles, pero tampoco dedicó más de un segundo a valorar la reacción de la muchedumbre.
Extendió su voluntad hacia la dirección desde la que procedía la mayor parte de la gente, y por muchos años que pasasen jamás podría describir la sensación de alivio que le invadió. El ansia homicida de su compañero estaba allí, delante de él. La sardina estaba cerca, mucho, más de lo que había estado en mucho tiempo. Ni siquiera durante su enfrentamiento en el Torneo del Milenio le había sentido tan próximo a él.
Acababa de avisar a su capitán sobre la posición del gyojin cuando éste tomó a Ryuu y se lanzó hacia él. Therax no se lo pensó ni un instante y le siguió en busca de antiguo oficial de mar y cubierta de los Arashi no Kyoudai. Se encontraron en una plaza bastante amplia, aunque no tanto como para albergar cómodamente al gentío que se dirigía hacia ella. Los civiles habían dejado su lugar a un nada desdeñable grupo de seres cubiertos de escamas que exhibían el emblema que el espadachín les había comentado hacía poco. Del mismo modo, los primeros efectivos de la Marina, seguramente alertados por la sirena, comenzaban a hacer acto de presencia y distruibuirse por la zona. No parecían ser aliados de los moradores de las profundidades, y ese hecho fue confirmado en cuanto el primer uniformado abrió fuego hacia uno de ellos. Todo indicaba que una verdadera batalla campal estaba a punto de comenzar.
A pesar de todo, lo cierto era que la mayoría de las personas presentes en el enclave habían hecho del edificio de tres plantas situado en el centro su objetivo. Zane ya se encontraba sobre él, junto a Luka, mientras que el rubio se había detenido a pocos metros del mismo. Una quincena de hombres se dirigía hacia él en el momento en que recibió la orden del pelirrojo. No hacía falta darla, pues no entraba entre sus planes dejar que le pusiesen un dedo encima a cualquiera de los suyos.
―No tienes que decirlo ―respondió a su capitán al tiempo que desenvainaba a Byakko y a Yuki-onna. C.A.B.L.E. las unía, conformando una letal unidad que el contramaestre esperaba no tener que usar por el momento―, pero tampoco lo remiendes mucho; ¡todavía tengo que darle una paliza! ―exclamó para que el gyojin pudiese oírle.
Y sin decir nada más, ejecutó una violenta sacudida con sus sable. Una onda cortante horizontal nació, propulsada y magnificada por una poderosa corriente de viento que detuvo en seco a todos los atacantes. Dos de ellos cayeron abatidos, mientras que tres sufrieron cortes que, pese a no derribarles, se consolidaron como heridas serias. Aun así, y pese a que a espaldas de la quincena en cuestión hubiese estallado un combate entre los del rey marino y las fuerzas del orden, los enemigos que acudían no dejaban de crecer.
―Ni uno de vosotros va a dar un paso más mientras yo siga vivo ―sentenció.
Casi como si anunciase su llegad al manglar número treinta, una sirena comenzó a sonar con su agudo, infernal e intermitente pitido. Si no eran pocos los que desde el primer momento habían puesto pies en polvorosa de forma sutil, la alarma terminó de convencer a los pocos rezagados, que emprendieron una huida de lo desconocido. El rubio no podía culparles, pero tampoco dedicó más de un segundo a valorar la reacción de la muchedumbre.
Extendió su voluntad hacia la dirección desde la que procedía la mayor parte de la gente, y por muchos años que pasasen jamás podría describir la sensación de alivio que le invadió. El ansia homicida de su compañero estaba allí, delante de él. La sardina estaba cerca, mucho, más de lo que había estado en mucho tiempo. Ni siquiera durante su enfrentamiento en el Torneo del Milenio le había sentido tan próximo a él.
Acababa de avisar a su capitán sobre la posición del gyojin cuando éste tomó a Ryuu y se lanzó hacia él. Therax no se lo pensó ni un instante y le siguió en busca de antiguo oficial de mar y cubierta de los Arashi no Kyoudai. Se encontraron en una plaza bastante amplia, aunque no tanto como para albergar cómodamente al gentío que se dirigía hacia ella. Los civiles habían dejado su lugar a un nada desdeñable grupo de seres cubiertos de escamas que exhibían el emblema que el espadachín les había comentado hacía poco. Del mismo modo, los primeros efectivos de la Marina, seguramente alertados por la sirena, comenzaban a hacer acto de presencia y distruibuirse por la zona. No parecían ser aliados de los moradores de las profundidades, y ese hecho fue confirmado en cuanto el primer uniformado abrió fuego hacia uno de ellos. Todo indicaba que una verdadera batalla campal estaba a punto de comenzar.
A pesar de todo, lo cierto era que la mayoría de las personas presentes en el enclave habían hecho del edificio de tres plantas situado en el centro su objetivo. Zane ya se encontraba sobre él, junto a Luka, mientras que el rubio se había detenido a pocos metros del mismo. Una quincena de hombres se dirigía hacia él en el momento en que recibió la orden del pelirrojo. No hacía falta darla, pues no entraba entre sus planes dejar que le pusiesen un dedo encima a cualquiera de los suyos.
―No tienes que decirlo ―respondió a su capitán al tiempo que desenvainaba a Byakko y a Yuki-onna. C.A.B.L.E. las unía, conformando una letal unidad que el contramaestre esperaba no tener que usar por el momento―, pero tampoco lo remiendes mucho; ¡todavía tengo que darle una paliza! ―exclamó para que el gyojin pudiese oírle.
Y sin decir nada más, ejecutó una violenta sacudida con sus sable. Una onda cortante horizontal nació, propulsada y magnificada por una poderosa corriente de viento que detuvo en seco a todos los atacantes. Dos de ellos cayeron abatidos, mientras que tres sufrieron cortes que, pese a no derribarles, se consolidaron como heridas serias. Aun así, y pese a que a espaldas de la quincena en cuestión hubiese estallado un combate entre los del rey marino y las fuerzas del orden, los enemigos que acudían no dejaban de crecer.
―Ni uno de vosotros va a dar un paso más mientras yo siga vivo ―sentenció.
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El tiburón se sorprendió al ver la cantidad de gente que salía despavorida de allí. Pese a ello, se limitó a no decir nada, después de todo, a muchos no los había visto jamás. En parte era bastante ridículo jugarse la vida por gente a la que no conocía, ¿verdad? Aquella seguiría siendo su guerra, y no la de aquellos esclavos.
El habitante del mar dió un paso al frente y activó su mantra, detectando una gran cantidad de gente corriendo de un lado a otro sin un objetivo claro aparente. Le sorprendió notablemente que había varios pelotones que se dirigían a su ubicación. ¿Tantos efectivos había destinado la reina allí? ¿O acaso es que estaba preparando algo más grande aún? En cualquier caso, Luka se situó en el centro de la sala y se crujió los nudillos.
Le dolía todo el cuerpo, y apenas podría luchar más de veinte minutos, pero nadie de los allí presentes podía saberlo. Tenía que fingir y actuar por el bien de todos. El gyojin era consciente de que era un referente moral para la rebelión, y si él seguía con vida, los guerreros combatirían con más energía y valor que si caía.
Y entonces el primer pelotón llegó. Pero algo volvió a sorprender al pirata. ¿Marines? ¿Qué diablos hacían allí? Le hubiera gustado preguntar a un marine cómo actuaría su pelotón, ya que había una contrariedad en su situación. Por una parte había sido retenido contra su voluntad, pero por otra era un famoso pirata cuya cabeza valía unos cuantos cientos de millones. Ahora tendría que lidiar con dos problemas, a cada cual peor.
Cuando el ex-Arashi se disponía a dar el primer golpe, algo entró a gran velocidad hasta llegar a su posición, y un instante después, le siguió un segundo ser. Luka tuvo que pestañear varias veces, e incluso estuvo a punto de frotarse los ojos. No había ninguna duda de que aquellos eran Zane, Therax y Ryuu.
El tiburón, generalmente rudo, de malos modales y bastante distante, estuvo a punto de ponerse a llorar. Aquellos tres tipos habían ido en su rescate, y lo habían hecho en el momento perfecto. Justo cuando lo daba todo por perdido, allí estaban ellos. Siempre había sido así, y pese a no seguir unidos, parecía que estaban destinados a seguir siendo la misma familia que un día formaron.
Zane se acercó a él y le ofreció su capacidad de sanación, algo que, pese a que Luka ya estaba auto-curándose con su agua curativa, no podía rechazar. Se limitó a asentir y abrazar a su hermano, aprovechando la corta distancia entre humano y gyojin para susurrarle algo.
- No me podías dejar morir en paz, ¿verdad? Te debo una, capi. Acaba pronto, que no me quiero perder la fiesta.
Sin embargo, Therax se mostró algo más agresivo con él, algo que le produjo una ligera carcajada. La relación entre el rubio y el tiburón siempre había estado cercana a uno de los extremos de la montaña amor-odio, y aquello era lo que más le gustaba del espadachín. Había pasado por innumerables historias con su compañero, aventuras divertidas y otras algo más trágicas. Y en todas, ambos habían fiado su vida a su compañero. Si aún seguían vivos, por algo sería.
- Lo del torneo fue la suerte del principiante, rubiales -le gritaría para que pudiera oírlo, justo después de su ataque-. Si eres capaz de herir a tan pocos marines..., ¡vas a morder polvo enseguida!
Finalmente, el habitante del mar aprovecharía para preguntar a Ryuu, que había acompañado a sus ex-nakamas en aquella especie de cruzada para salvarle.
- Gracias por venir, Ryuu. ¿Qué tal todo? ¿Debemos ir a algún sitio? ¿Habéis atrapado a la usurpadora? ¿Te ha dejado Merluza venir? ¿Está todo listo para el golpe final?
Lo cierto era que aquello estaba próximo a un interrogatorio, pero haber estado tanto tiempo solo encerrado en una caja, le había dado mucho tiempo al tiburón para pensar en todo lo que podía estar pasando. Y seguramente Ryuu tuviese respuestas a sus infinitas preguntas.
El habitante del mar dió un paso al frente y activó su mantra, detectando una gran cantidad de gente corriendo de un lado a otro sin un objetivo claro aparente. Le sorprendió notablemente que había varios pelotones que se dirigían a su ubicación. ¿Tantos efectivos había destinado la reina allí? ¿O acaso es que estaba preparando algo más grande aún? En cualquier caso, Luka se situó en el centro de la sala y se crujió los nudillos.
Le dolía todo el cuerpo, y apenas podría luchar más de veinte minutos, pero nadie de los allí presentes podía saberlo. Tenía que fingir y actuar por el bien de todos. El gyojin era consciente de que era un referente moral para la rebelión, y si él seguía con vida, los guerreros combatirían con más energía y valor que si caía.
Y entonces el primer pelotón llegó. Pero algo volvió a sorprender al pirata. ¿Marines? ¿Qué diablos hacían allí? Le hubiera gustado preguntar a un marine cómo actuaría su pelotón, ya que había una contrariedad en su situación. Por una parte había sido retenido contra su voluntad, pero por otra era un famoso pirata cuya cabeza valía unos cuantos cientos de millones. Ahora tendría que lidiar con dos problemas, a cada cual peor.
Cuando el ex-Arashi se disponía a dar el primer golpe, algo entró a gran velocidad hasta llegar a su posición, y un instante después, le siguió un segundo ser. Luka tuvo que pestañear varias veces, e incluso estuvo a punto de frotarse los ojos. No había ninguna duda de que aquellos eran Zane, Therax y Ryuu.
El tiburón, generalmente rudo, de malos modales y bastante distante, estuvo a punto de ponerse a llorar. Aquellos tres tipos habían ido en su rescate, y lo habían hecho en el momento perfecto. Justo cuando lo daba todo por perdido, allí estaban ellos. Siempre había sido así, y pese a no seguir unidos, parecía que estaban destinados a seguir siendo la misma familia que un día formaron.
Zane se acercó a él y le ofreció su capacidad de sanación, algo que, pese a que Luka ya estaba auto-curándose con su agua curativa, no podía rechazar. Se limitó a asentir y abrazar a su hermano, aprovechando la corta distancia entre humano y gyojin para susurrarle algo.
- No me podías dejar morir en paz, ¿verdad? Te debo una, capi. Acaba pronto, que no me quiero perder la fiesta.
Sin embargo, Therax se mostró algo más agresivo con él, algo que le produjo una ligera carcajada. La relación entre el rubio y el tiburón siempre había estado cercana a uno de los extremos de la montaña amor-odio, y aquello era lo que más le gustaba del espadachín. Había pasado por innumerables historias con su compañero, aventuras divertidas y otras algo más trágicas. Y en todas, ambos habían fiado su vida a su compañero. Si aún seguían vivos, por algo sería.
- Lo del torneo fue la suerte del principiante, rubiales -le gritaría para que pudiera oírlo, justo después de su ataque-. Si eres capaz de herir a tan pocos marines..., ¡vas a morder polvo enseguida!
Finalmente, el habitante del mar aprovecharía para preguntar a Ryuu, que había acompañado a sus ex-nakamas en aquella especie de cruzada para salvarle.
- Gracias por venir, Ryuu. ¿Qué tal todo? ¿Debemos ir a algún sitio? ¿Habéis atrapado a la usurpadora? ¿Te ha dejado Merluza venir? ¿Está todo listo para el golpe final?
Lo cierto era que aquello estaba próximo a un interrogatorio, pero haber estado tanto tiempo solo encerrado en una caja, le había dado mucho tiempo al tiburón para pensar en todo lo que podía estar pasando. Y seguramente Ryuu tuviese respuestas a sus infinitas preguntas.
AEG93
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Therax, tras detenerse durante unos segundos con la mirada perdida, confirmó a su capitán que el tiburón estaba cerca y con vida. El semigyojin no pudo evitar sorprenderse por la maestría en el uso del Mantra por parte del pirata rubio, aunque por otro lado su fama y la recompensa que pesaba sobre su cabeza dejaban claro que se trataba de alguien tremendamente poderoso.
Lo que ocurrió entonces le pilló totalmente desprevenido. Antes de que pudiera evitarlo, el Yonkou se lanzó nuevamente a volar mientras le agarraba de la parte de arriba de su haori, llevándole consigo. Zane, con una sonrisa, le pidió disculpas asegurando que necesitaban aprovechar cada segundo, a lo que el samurái respondió:
- No te preocupes, mientras no me rompas el haori estamos bien, Zane.
Le caía bien el alegre, espontáneo y, al menos en apariencia,bastante irreflexivo emperador del mar. Parecía compartir varios rasgos con él y, para colmo, se trataba al igual que Therax de un espadachín experto. Resultaría imposible para él no considerarle un buen tío.
Entonces se acercaron a una plaza en la que, escasos segundos antes de recibir el aviso del pelirrojo anunciando que le iba a soltar, pudo ver a Luka luchando en mitad de una enorme multitud. En ella destacaba un gran contingente de hombres de la usurpadora, así como lo que parecía un destacamento marine y otro grupo de gyojins que no portaban bandera ni blasón ninguno. Una vez el aviso llegó, el joven llevó su mano izquierda a la empuñadura de Kirisame y preparó su cuerpo para la caída.
En el momento del choque contra el suelo utilizó las piernas, así como el hecho de rodar sobre sí mismo hacia delante, para amortiguar el impacto al mínimo posible. Gracias a ello logró no hacerse daño y, apenas un instante después, impulsarse hacia delante y desenvainar su espada, trazando un arco que acabó con la vida de dos de los soldados de la usurpadora.
Ante la pregunta de su amigo, trató de contestar de forma escueta para evitar entrar en demasiado detalle dado que la situación se encontraba ligeramente fuera de control.
- La Usurpadora ha escapado hacia el Nuevo Mundo sabiéndose derrotada, y aunque aún no hemos recuperado el palacio Merluza sabe perfectamente que he venido a rescatarte. La Isla Gyojin tenía ante sí una oportunidad de oro para dejar atrás una oscura trayectoria atrás, y Luka estaba destinado, al igual que él mismo, a jugar un papel principal.
- ¡Venid a por nosotros! - Exclamó con determinación. La suerte están echada.
Lo que ocurrió entonces le pilló totalmente desprevenido. Antes de que pudiera evitarlo, el Yonkou se lanzó nuevamente a volar mientras le agarraba de la parte de arriba de su haori, llevándole consigo. Zane, con una sonrisa, le pidió disculpas asegurando que necesitaban aprovechar cada segundo, a lo que el samurái respondió:
- No te preocupes, mientras no me rompas el haori estamos bien, Zane.
Le caía bien el alegre, espontáneo y, al menos en apariencia,bastante irreflexivo emperador del mar. Parecía compartir varios rasgos con él y, para colmo, se trataba al igual que Therax de un espadachín experto. Resultaría imposible para él no considerarle un buen tío.
Entonces se acercaron a una plaza en la que, escasos segundos antes de recibir el aviso del pelirrojo anunciando que le iba a soltar, pudo ver a Luka luchando en mitad de una enorme multitud. En ella destacaba un gran contingente de hombres de la usurpadora, así como lo que parecía un destacamento marine y otro grupo de gyojins que no portaban bandera ni blasón ninguno. Una vez el aviso llegó, el joven llevó su mano izquierda a la empuñadura de Kirisame y preparó su cuerpo para la caída.
En el momento del choque contra el suelo utilizó las piernas, así como el hecho de rodar sobre sí mismo hacia delante, para amortiguar el impacto al mínimo posible. Gracias a ello logró no hacerse daño y, apenas un instante después, impulsarse hacia delante y desenvainar su espada, trazando un arco que acabó con la vida de dos de los soldados de la usurpadora.
Ante la pregunta de su amigo, trató de contestar de forma escueta para evitar entrar en demasiado detalle dado que la situación se encontraba ligeramente fuera de control.
- La Usurpadora ha escapado hacia el Nuevo Mundo sabiéndose derrotada, y aunque aún no hemos recuperado el palacio Merluza sabe perfectamente que he venido a rescatarte. La Isla Gyojin tenía ante sí una oportunidad de oro para dejar atrás una oscura trayectoria atrás, y Luka estaba destinado, al igual que él mismo, a jugar un papel principal.
- ¡Venid a por nosotros! - Exclamó con determinación. La suerte están echada.
El pez no había cambiado nada, o eso era lo primero que pensó el pelirrojo al cruzar palabras con él. Continuaba siendo el suicida que se había ido del nido en la aguja por un choque de egos, pero no sabía hasta ese momento lo mucho que lo había echado de menos.
—De qué vas ahora, ¿de mártir por la paz entre las razas? —le respondió con ironía—. Si mueres que sea en mi cercana despedida de soltero, o en mi boda bañado en litros de buen licor y exquisita carne —le dijo, haciéndole entender que se iba a casar dentro de muy poco tiempo—. No en una cruz delante de una panda de repipis.
No podía continuar perdiendo el tiempo. Therax y Ryuu se estaban encargando de que tuvieran un momento a solas, mientras eran atacados por todos los rincones. Decenas de marines por un lado, una cantidad ingente de hombres del mar por el otro. Gente huyendo, y ellos el ojo del huracán que era aquella trifulca.
Fue entonces, cuando su cuerpo comenzó a emitir un aura cálida que le llevó a envolverse de plumas de color carmesí con destellos dorados y azulados. Su rostro se volvió la simbiosis perfecta entre un ser humano y el demonio que habitaba en lo más profundo de su interior, cuya voz hacía tiempo que no era capaz de oír; aunque eso era una historia completamente aparte. Sus ojos se rasgaron, perdiendo su heterocromía natural, y en su cara se formó una especie de pico de ave. Sus manos y pies se volvieron afiladas garras, a la par que su altura aumentaba en un metro.
—No tengas miedo, que no quema —le dijo.
En sus manos comenzó a generar una gran cantidad de llamas áureas con la que envolvió el cuerpo de Luka. Podía comprobar como el fuego se situaba en las zonas que tenía más dañadas, contemplando como cortes, moratones y heridas varias iban sanando rápidamente.
—En un instante te sentirás casi como nuevo —le comentó, volviendo a su forma humana a excepción de sus alas—. Yo solo puedo curarte las heridas, tanto externas como internas, pero el cansancio es algo que no puedo aliviarte. Así que…, acabemos con esto rápido. Y creo que lo mejor será tocar tierra firme, no creo que este edificio dure mucho con nosotros aquí presentes.
El pelirrojo, entonces, se lanzó por la azotea, desenfundando sus espadas y derribando a los enemigos más débiles con su destructiva voluntad, haciendo caer a unos pocos a su paso. Se situó en el centro del cotarro, completamente rodeado de marines, gyojins y algún extraño armado que pasaba por allí.
—Solo voy a repetirlo una vez, ¿estáis seguro de querer inviarme a bailar? —preguntó, sonriente al ver que uno de los peces le lanzaba una lanza, la cual esquivó echando la cabeza a un lado. La fuerza era tal que atravesó a uno de los marines, ocasionándole un feo agujero en el hombro—. Eso le va a doler.
En un abrir y cerrar de ojos, el emperador del mar se abalanzó sobre el gyojin, realizando un movimiento ascendente con su diestra, generando un chorro de fuego. Lo recibió de lleno, y los que le rodeaban recularon un par de pasos.
—Decidme, ¿a qué parte del nuevo mundo se dirige a esa que llamáis la usurpadora? —inquirió con voz seria.
—De qué vas ahora, ¿de mártir por la paz entre las razas? —le respondió con ironía—. Si mueres que sea en mi cercana despedida de soltero, o en mi boda bañado en litros de buen licor y exquisita carne —le dijo, haciéndole entender que se iba a casar dentro de muy poco tiempo—. No en una cruz delante de una panda de repipis.
No podía continuar perdiendo el tiempo. Therax y Ryuu se estaban encargando de que tuvieran un momento a solas, mientras eran atacados por todos los rincones. Decenas de marines por un lado, una cantidad ingente de hombres del mar por el otro. Gente huyendo, y ellos el ojo del huracán que era aquella trifulca.
Fue entonces, cuando su cuerpo comenzó a emitir un aura cálida que le llevó a envolverse de plumas de color carmesí con destellos dorados y azulados. Su rostro se volvió la simbiosis perfecta entre un ser humano y el demonio que habitaba en lo más profundo de su interior, cuya voz hacía tiempo que no era capaz de oír; aunque eso era una historia completamente aparte. Sus ojos se rasgaron, perdiendo su heterocromía natural, y en su cara se formó una especie de pico de ave. Sus manos y pies se volvieron afiladas garras, a la par que su altura aumentaba en un metro.
—No tengas miedo, que no quema —le dijo.
En sus manos comenzó a generar una gran cantidad de llamas áureas con la que envolvió el cuerpo de Luka. Podía comprobar como el fuego se situaba en las zonas que tenía más dañadas, contemplando como cortes, moratones y heridas varias iban sanando rápidamente.
—En un instante te sentirás casi como nuevo —le comentó, volviendo a su forma humana a excepción de sus alas—. Yo solo puedo curarte las heridas, tanto externas como internas, pero el cansancio es algo que no puedo aliviarte. Así que…, acabemos con esto rápido. Y creo que lo mejor será tocar tierra firme, no creo que este edificio dure mucho con nosotros aquí presentes.
El pelirrojo, entonces, se lanzó por la azotea, desenfundando sus espadas y derribando a los enemigos más débiles con su destructiva voluntad, haciendo caer a unos pocos a su paso. Se situó en el centro del cotarro, completamente rodeado de marines, gyojins y algún extraño armado que pasaba por allí.
—Solo voy a repetirlo una vez, ¿estáis seguro de querer inviarme a bailar? —preguntó, sonriente al ver que uno de los peces le lanzaba una lanza, la cual esquivó echando la cabeza a un lado. La fuerza era tal que atravesó a uno de los marines, ocasionándole un feo agujero en el hombro—. Eso le va a doler.
En un abrir y cerrar de ojos, el emperador del mar se abalanzó sobre el gyojin, realizando un movimiento ascendente con su diestra, generando un chorro de fuego. Lo recibió de lleno, y los que le rodeaban recularon un par de pasos.
—Decidme, ¿a qué parte del nuevo mundo se dirige a esa que llamáis la usurpadora? —inquirió con voz seria.
―Cuando quieras te doy otra paliza como ésa; a ver si así aprendes ―contestó el rubio al tiempo que abatía a dos nuevos marines con sus sables. Allí había demasiados efectivos. Semejante dispositivo no podía corresponder únicamente a la respuesta a una alarma ajena. ¿Había estado la Marina al tanto de los movimientos del grupo que había llevado hasta allí a Luka? No lo sabía, aunque era perfectamente consciente de que la infraestructura de la Marina permitía a la institución estar al tanto de todo lo relevante que pasaba en el mundo.
―¡Vosotros encargaos de los peces! ―bramó entonces una profunda voz a la espalda de los uniformados que quedaban en pie―. Si os quedáis ahí sólo conseguiréis que perdamos efectivos.
Therax no pudo evitar sonreír, pues un rápido barrido con su voluntad le había bastado para comprobar que aquellos sujetos no eran más que simples peones, un grupo de individuos que frente a él sólo hallarían la conversión en mártires. No obstante, la presencia que acababa de emerger tras ellos era bien diferente. ¿Podría rivalizar con él? A primera vista parecía que no, pero desde luego sería capaz de ponerle en serios problemas.
Un abrigo ondeó al viento cuando el contralmirante Barracus se plantó frente a él con su gran alabarda. El suelo se estremeció en cuando éste la depositó sobre él con un violento movimiento. ¿Un contralmirante allí? Definitivamente aquella operación debía estar planificada de algún modo, pero eso poco importaba. Lo único verdaderamente relevante allí era ganar tiempo para que Zane terminase de curar a la sardina y abrirse paso para abandonar el archipiélago cuanto antes. Estaban en territorio enemigo se mirase como se mirase, nada de neutralidad, por lo que su presencia allí estaba de más. Por un momento casi pudo escuchar las palabras del pelirrojo haciendo referencia a la más noble de las tradiciones piratas.
Había escuchado hablar del tipo que tenía rente a él, pues su nombre había sido empleado por la Marina para vender al mundo la imagen de la impoluta justicia que pretendía falsamente gobernar los mares. Desde su enfrentamiento contra Arthur Silverwing en el Torneo del Milenio y las palabras que éste le había dedicado tenía claro que no era la clase de persona por la que siempre se había tenido. No era algo tan puro y noble como alguien dedicado a perseguir su libertad, sino que, como cualquiera, poseía su propio egoísmo rodeado de oscuridad... Pero aquello no le convertía en el extremo opuesto.
―Sólo queremos irnos de aquí. No hemos venido buscando problemas con vosotros; sólo con esa panda de desgraciados.
―Y yo estoy aquí para atrapar a cualquier pirata que se ponga delante de mí sin importar lo que quiera, incluido tú.
Y el grandullón ―¿semigigante?― se lanzó a por él blandiendo su arma. Realizó un barrido horizontal cargado de una abrumadora potencia, tanta que de alcanzarle fácilmente podría partirle en dos. Therax interpuso a Byakko y a Yuki-onna en la trayectoria de la alabada, originando una violenta colisión que extendió un feroz y fugaz vendaval en las cercanías.
―Pues será por las malas.
―¡Vosotros encargaos de los peces! ―bramó entonces una profunda voz a la espalda de los uniformados que quedaban en pie―. Si os quedáis ahí sólo conseguiréis que perdamos efectivos.
Therax no pudo evitar sonreír, pues un rápido barrido con su voluntad le había bastado para comprobar que aquellos sujetos no eran más que simples peones, un grupo de individuos que frente a él sólo hallarían la conversión en mártires. No obstante, la presencia que acababa de emerger tras ellos era bien diferente. ¿Podría rivalizar con él? A primera vista parecía que no, pero desde luego sería capaz de ponerle en serios problemas.
Un abrigo ondeó al viento cuando el contralmirante Barracus se plantó frente a él con su gran alabarda. El suelo se estremeció en cuando éste la depositó sobre él con un violento movimiento. ¿Un contralmirante allí? Definitivamente aquella operación debía estar planificada de algún modo, pero eso poco importaba. Lo único verdaderamente relevante allí era ganar tiempo para que Zane terminase de curar a la sardina y abrirse paso para abandonar el archipiélago cuanto antes. Estaban en territorio enemigo se mirase como se mirase, nada de neutralidad, por lo que su presencia allí estaba de más. Por un momento casi pudo escuchar las palabras del pelirrojo haciendo referencia a la más noble de las tradiciones piratas.
Había escuchado hablar del tipo que tenía rente a él, pues su nombre había sido empleado por la Marina para vender al mundo la imagen de la impoluta justicia que pretendía falsamente gobernar los mares. Desde su enfrentamiento contra Arthur Silverwing en el Torneo del Milenio y las palabras que éste le había dedicado tenía claro que no era la clase de persona por la que siempre se había tenido. No era algo tan puro y noble como alguien dedicado a perseguir su libertad, sino que, como cualquiera, poseía su propio egoísmo rodeado de oscuridad... Pero aquello no le convertía en el extremo opuesto.
―Sólo queremos irnos de aquí. No hemos venido buscando problemas con vosotros; sólo con esa panda de desgraciados.
―Y yo estoy aquí para atrapar a cualquier pirata que se ponga delante de mí sin importar lo que quiera, incluido tú.
Y el grandullón ―¿semigigante?― se lanzó a por él blandiendo su arma. Realizó un barrido horizontal cargado de una abrumadora potencia, tanta que de alcanzarle fácilmente podría partirle en dos. Therax interpuso a Byakko y a Yuki-onna en la trayectoria de la alabada, originando una violenta colisión que extendió un feroz y fugaz vendaval en las cercanías.
―Pues será por las malas.
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