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Luka Rooney
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El tiburón escuchó con atención el resumen de Ryuu mientras el agua seguía recorriendo todo su cuerpo, sanando las heridas leves y minimizando el daño de las más graves. Si bien era cierto que ardía en deseos de encontrar a la usurpadora, aquello aún estaba bastante lejos de ocurrir. Mucho más de lo que le gustaría. Pero en ese momento el objetivo era otro, y se antojaba bastante complicado. Aunque, afortunadamente, gozaba de una excelente compañía.
Therax y su rubia melena también tuvieron palabras para el habitante del mar, alegando que había recibido una paliza en el torneo y, con mucha probabilidad, recibiría una segunda cuando todo se calmase. Luka no pudo evitar sonreír, la idea de tener pequeños piques con el ojo derecho del suzaku era, cuanto menos, bien recibida por su ser.
Su ex-capitán hizo algunas bromas, devolviendo al tiburón a los años en los que vivía esas escenas de manera bastante habitual. Bromas por aquí y por allá entre alcohol, drogas y mujeres de distintas razas. Aquello sí que lo echaba de menos… Quizá pudieran celebrar el salir vivos de allí -si lo conseguían, claro- con una de las míticas fiestas de los Arashi. No estaría de más.
Zane, tras sus cómicos comentarios, cubrió parte de su cuerpo en unas llamas cálidas que enseguida empezaron a disminuir el dolor que el pirata sufría. Llegó incluso a cerrar los ojos, notando cómo las zonas más afectadas cada vez menguaban su intensidad de dolor.
Y entonces le tocó actuar. Pese a que el dolor había disminuido, el cansancio seguía siendo el mismo, así que no podría hacer mucho, pero sí que protegería a los suyos. Eso lo tenía claro.
Mientras Zane ascendía en busca de aquellos rivales que se atreviesen a hacerle frente, Luka salió corriendo a gran velocidad hasta alcanzar a un gyojin que por poco no atacó por la espalda a Ryuu. Lo placó y acabó por lanzarlo al suelo, cayendo justo encima suya. Aprovechando la sorpresa de éste, golpeó su rostro en un par de ocasiones hasta dejarlo totalmente inconsciente. Aunque, justo después, el pirata recibiría una potente parada que, en condiciones normales podría haber esquivado, sin embargo el cansancio le jugó una mala pasada y lo dejó a merced de un gyojin manta espadachín.
-La usurpadora disfrutaría con este momento… Seré yo quien dé caza al incordio de Luka Rooney.
Y, tras su discurso, lanzó un corte horizontal hacia el cuello del tiburón, que consiguió esquivar a duras penas lanzándose al suelo y rodando, aunque en su camino encontró a dos gyojins más, que sonrieron a la par que le rodeaban, uniéndose el primero. Un tres contra uno bastante poco justo. Su pulsera empezó a vibrar y su rostro se torció, gesto que aprovechó para mostrar sus afilados incisivos. Un hilillo de sangre recorría la comisura de sus labios, fruto de un corte al rodar en el suelo. Y entonces miró a los tres gyojins a la par que soltaba una sonora carcajada.
-Habéis conseguido cabrearme, y era justo lo que necesitaba. Tenéis aproximadamente tres segundos para correr como vuestra cobarde líder.
Therax y su rubia melena también tuvieron palabras para el habitante del mar, alegando que había recibido una paliza en el torneo y, con mucha probabilidad, recibiría una segunda cuando todo se calmase. Luka no pudo evitar sonreír, la idea de tener pequeños piques con el ojo derecho del suzaku era, cuanto menos, bien recibida por su ser.
Su ex-capitán hizo algunas bromas, devolviendo al tiburón a los años en los que vivía esas escenas de manera bastante habitual. Bromas por aquí y por allá entre alcohol, drogas y mujeres de distintas razas. Aquello sí que lo echaba de menos… Quizá pudieran celebrar el salir vivos de allí -si lo conseguían, claro- con una de las míticas fiestas de los Arashi. No estaría de más.
Zane, tras sus cómicos comentarios, cubrió parte de su cuerpo en unas llamas cálidas que enseguida empezaron a disminuir el dolor que el pirata sufría. Llegó incluso a cerrar los ojos, notando cómo las zonas más afectadas cada vez menguaban su intensidad de dolor.
Y entonces le tocó actuar. Pese a que el dolor había disminuido, el cansancio seguía siendo el mismo, así que no podría hacer mucho, pero sí que protegería a los suyos. Eso lo tenía claro.
Mientras Zane ascendía en busca de aquellos rivales que se atreviesen a hacerle frente, Luka salió corriendo a gran velocidad hasta alcanzar a un gyojin que por poco no atacó por la espalda a Ryuu. Lo placó y acabó por lanzarlo al suelo, cayendo justo encima suya. Aprovechando la sorpresa de éste, golpeó su rostro en un par de ocasiones hasta dejarlo totalmente inconsciente. Aunque, justo después, el pirata recibiría una potente parada que, en condiciones normales podría haber esquivado, sin embargo el cansancio le jugó una mala pasada y lo dejó a merced de un gyojin manta espadachín.
-La usurpadora disfrutaría con este momento… Seré yo quien dé caza al incordio de Luka Rooney.
Y, tras su discurso, lanzó un corte horizontal hacia el cuello del tiburón, que consiguió esquivar a duras penas lanzándose al suelo y rodando, aunque en su camino encontró a dos gyojins más, que sonrieron a la par que le rodeaban, uniéndose el primero. Un tres contra uno bastante poco justo. Su pulsera empezó a vibrar y su rostro se torció, gesto que aprovechó para mostrar sus afilados incisivos. Un hilillo de sangre recorría la comisura de sus labios, fruto de un corte al rodar en el suelo. Y entonces miró a los tres gyojins a la par que soltaba una sonora carcajada.
-Habéis conseguido cabrearme, y era justo lo que necesitaba. Tenéis aproximadamente tres segundos para correr como vuestra cobarde líder.
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Ryuu no tardó en darse cuenta de que se encontraba en compañía de personas extraordinariamente poderosas, incluso más que el propio Luka. El pelirrojo, cubriendo su cuerpo en unas extrañas llamas doradas, envolvió al tiburón en ellas. Pese al susto inicial, el semigyojin pronto vio que aquel fuego estaba sanando las heridas de su amigo. Acto seguido, demostrando una arrogancia bien entendida digna de alguien de su posición como Emperador del Mar, Zane se dirigió a los hombre de la usurpadora, preguntándoles por su paradero. Lo curioso es que se refirió a ella con ese apelativo en lugar de llamarla "la reina", que era como sus hombres la referenciaban.
Therax, por su parte, se enzarzó en un combate con el que parecía ser el líder del escuadrón marine, un tipo de enormes proporciones. Luka mientras tanto había sanado de sus heridas casi por completo y había retomado la lucha, siendo atacado por un gran gyojin manta raya que, portando una espada, interceptó su camino.
El samurái se hallaba en aquellos momentos en mitad de una auténtica maraña de marines, pugnando por deshacerse de cuantos más de ellos mejor. Sin embargo por muchos de ellos que derrotase cada uno era sustituido por varios más, y su número iba progresivamente en aumento. El tipo que confrontaba en aquellos momentos a Therax se había traído un contingente mucho más que respetable al parecer, consiguiendo abrumarles por momentos con su superioridad numérica pese a que el Yonkou, en una demostración de poder, había creado una especie de aura de gran intensidad que acabó con no pocos de ellos inconscientes. Incluso el propio Ryuu se había visto forzado a detener el movimiento que estaba haciendo durante un instante ¿Sería aquel el poder de un Emperador del Mar?
Los marines, cada vez en mayor cantidad, caían sin cesar sobre él. Una y otra vez el joven interceptaba golpes con su espada para, con ágiles y veloces movimientos, contraatacar antes de que sus enemigos pudieran defenderse. Sin embargo cada vez resultaba más difícil, pues al aumentar el número de oponentes a su alrededor no solo debía dividir su atención entre un mayor número de objetivos, sino que disponía de menos espacio para maniobrar. Alguien como él, cuyo estilo de combate se basaba en la velocidad y el movimiento, sufría mucho con ese hándicap, pues necesitaba desplazarse, girar, saltar y trazar elaboradas maniobras.
La situación continuó escalando hasta que, viéndose en riesgo de ser superado después de que una alabarda se hundiera ligeramente en su costado derecho, el joven comenzó a hacer que parte del abundante agua del ambiente se congregara en torno a él y comenzase a girar, formando una suerte de remolino. Entonces se lanzó hacia delante, girando sobre su propio eje mientras avanzaba en la misma dirección del agua. A su paso segó las vidas de múltiples marines, abriéndose paso entre las filas gubernamentales como si de un taladro gigantesco se tratase.
Así continuó hasta que escasos segundos después dos personas frenaron su avance, interponiéndose entre él y el resto de marines. El samurái miró a sus interceptores, cuyos rostros, redondos, con ojos verdes y la nariz chata, eran completamente idénticos. La única diferencia que en aquel momento pudo apreciar Ryuu era el corte de pelo. Pese a que el de ambos era negro como el tizón uno de ellos lo llevaba corto mientras que el otro se lo había dejado crecer, recogiéndolo en una coleta. Cada uno de ellos portaba una katana, armas con las que habían detenido el avance del semigyojin. Una capa de la marina con hombreras y galones colgaba de la espalda de cada uno, dejando claro que también pertenecían al cuerpo militar gubernamental.
- Ryuu Akiyama, quedas detenido en nombre del Gobierno Mundial por tus múltiples crímenes, a los que hay que sumar el ataque a decenas de miembros de la Marina y la colaboración con los infames Arashi no Kyoudai en el día de hoy. - Anunció uno de ellos con una sonrisa.
El agua a su alrededor dejó de girar y el joven quedó nuevamente de pie, mirando a sus adeversarios. El otro de ellos, adoptando una pose de guardia, habló también diciendo:
- Hoy tu suerte se ha acabado. Los gemelos Rogers, capitanes de la Marina, te llevaremos ante la justicia.
Therax, por su parte, se enzarzó en un combate con el que parecía ser el líder del escuadrón marine, un tipo de enormes proporciones. Luka mientras tanto había sanado de sus heridas casi por completo y había retomado la lucha, siendo atacado por un gran gyojin manta raya que, portando una espada, interceptó su camino.
El samurái se hallaba en aquellos momentos en mitad de una auténtica maraña de marines, pugnando por deshacerse de cuantos más de ellos mejor. Sin embargo por muchos de ellos que derrotase cada uno era sustituido por varios más, y su número iba progresivamente en aumento. El tipo que confrontaba en aquellos momentos a Therax se había traído un contingente mucho más que respetable al parecer, consiguiendo abrumarles por momentos con su superioridad numérica pese a que el Yonkou, en una demostración de poder, había creado una especie de aura de gran intensidad que acabó con no pocos de ellos inconscientes. Incluso el propio Ryuu se había visto forzado a detener el movimiento que estaba haciendo durante un instante ¿Sería aquel el poder de un Emperador del Mar?
Los marines, cada vez en mayor cantidad, caían sin cesar sobre él. Una y otra vez el joven interceptaba golpes con su espada para, con ágiles y veloces movimientos, contraatacar antes de que sus enemigos pudieran defenderse. Sin embargo cada vez resultaba más difícil, pues al aumentar el número de oponentes a su alrededor no solo debía dividir su atención entre un mayor número de objetivos, sino que disponía de menos espacio para maniobrar. Alguien como él, cuyo estilo de combate se basaba en la velocidad y el movimiento, sufría mucho con ese hándicap, pues necesitaba desplazarse, girar, saltar y trazar elaboradas maniobras.
La situación continuó escalando hasta que, viéndose en riesgo de ser superado después de que una alabarda se hundiera ligeramente en su costado derecho, el joven comenzó a hacer que parte del abundante agua del ambiente se congregara en torno a él y comenzase a girar, formando una suerte de remolino. Entonces se lanzó hacia delante, girando sobre su propio eje mientras avanzaba en la misma dirección del agua. A su paso segó las vidas de múltiples marines, abriéndose paso entre las filas gubernamentales como si de un taladro gigantesco se tratase.
Así continuó hasta que escasos segundos después dos personas frenaron su avance, interponiéndose entre él y el resto de marines. El samurái miró a sus interceptores, cuyos rostros, redondos, con ojos verdes y la nariz chata, eran completamente idénticos. La única diferencia que en aquel momento pudo apreciar Ryuu era el corte de pelo. Pese a que el de ambos era negro como el tizón uno de ellos lo llevaba corto mientras que el otro se lo había dejado crecer, recogiéndolo en una coleta. Cada uno de ellos portaba una katana, armas con las que habían detenido el avance del semigyojin. Una capa de la marina con hombreras y galones colgaba de la espalda de cada uno, dejando claro que también pertenecían al cuerpo militar gubernamental.
- Ryuu Akiyama, quedas detenido en nombre del Gobierno Mundial por tus múltiples crímenes, a los que hay que sumar el ataque a decenas de miembros de la Marina y la colaboración con los infames Arashi no Kyoudai en el día de hoy. - Anunció uno de ellos con una sonrisa.
El agua a su alrededor dejó de girar y el joven quedó nuevamente de pie, mirando a sus adeversarios. El otro de ellos, adoptando una pose de guardia, habló también diciendo:
- Hoy tu suerte se ha acabado. Los gemelos Rogers, capitanes de la Marina, te llevaremos ante la justicia.
Los gritos de guerra rodeaban al espadachín, aunque decir que le incomodaban sería mentir. Hacía ya mucho tiempo que, por fortuna o por desgracia, había hecho de aquello su estilo de vida. La alabarda blandida por Barracus cortaba el aire con una velocidad impropia de su tamaño, mientras que Therax se dedicaba a evadir los lances con elegantes movimientos. El motivo de que no hubiese tomado la ofensiva aún y se hubiese llevado más de un corte por no atacar era simple: allí había demasiada gente.
Los marines y los captores de Luka también peleaban entre sí, de acuerdo, pero semejante muchedumbre era un problema que, por mucho que le disgustase admitirlo, trascendía al propio contralmirante. Su única pretensión durante las últimas acometidas del oficial había sido que se agotase; conseguir un momento, por fugaz que fuese, para poder inclinar la balanza a su favor. Una vez hiciese eso podría enfocarse por completo en el semigigante.
Y el momento llegó. Fue una pausa extremadamente corta, empleada por su oponente para respirar tras el último esfuerzo que había hecho. En ese instante la morfología de Therax comenzó a cambiar. Su estatura aumentó y su plumaje cambió de color, identificándole sin duda alguna como un depredador de los cielos. Con Sirocco materializado en su cuerpo, un simple movimiento de espada le bastó para que media docena de pequeños tornados ocupasen el campo de batalla. Giraban a una velocidad pasmosa, tanta que no eran muchos los contendientes que podían resistirse a su fuerza de arrastre. Sabía de sobra que Zane y Luka podrían zafarse de ellos a la perfección y, si la sardina había encontrado en Ryuu a un amigo y aliado, confiaba en que también se las pudiese apañar.
―Y ahora sí, soy todo tuyo ―dijo sin perder su apariencia de ave rapaz y clavando sus ojos, entre azules y verdosos, en los del semigigante, que aún era considerablemente más alto y corpulento que él. ¿Cuándo aprenderían que aquello no representaba una ventaja? En aquella ocasión fue él quien se lanzó al ataque, encadenando una serie de cortes que, guiados por su propio viento, generaron ondas cortantes más allá de la colisión entre sables y alabarda.
Algunos cortes superficiales pasaron a plagar la anatomía del contralmirante Barracus, pero el estoicismo de su postura y la determinación de su rostro dejaban bastante claro que estaba lejos de caer, que aún tendría que esforzarse más y que, por supuesto, no se quedaría quieto mientras el rubio intentaba derrotarle.
Los marines y los captores de Luka también peleaban entre sí, de acuerdo, pero semejante muchedumbre era un problema que, por mucho que le disgustase admitirlo, trascendía al propio contralmirante. Su única pretensión durante las últimas acometidas del oficial había sido que se agotase; conseguir un momento, por fugaz que fuese, para poder inclinar la balanza a su favor. Una vez hiciese eso podría enfocarse por completo en el semigigante.
Y el momento llegó. Fue una pausa extremadamente corta, empleada por su oponente para respirar tras el último esfuerzo que había hecho. En ese instante la morfología de Therax comenzó a cambiar. Su estatura aumentó y su plumaje cambió de color, identificándole sin duda alguna como un depredador de los cielos. Con Sirocco materializado en su cuerpo, un simple movimiento de espada le bastó para que media docena de pequeños tornados ocupasen el campo de batalla. Giraban a una velocidad pasmosa, tanta que no eran muchos los contendientes que podían resistirse a su fuerza de arrastre. Sabía de sobra que Zane y Luka podrían zafarse de ellos a la perfección y, si la sardina había encontrado en Ryuu a un amigo y aliado, confiaba en que también se las pudiese apañar.
―Y ahora sí, soy todo tuyo ―dijo sin perder su apariencia de ave rapaz y clavando sus ojos, entre azules y verdosos, en los del semigigante, que aún era considerablemente más alto y corpulento que él. ¿Cuándo aprenderían que aquello no representaba una ventaja? En aquella ocasión fue él quien se lanzó al ataque, encadenando una serie de cortes que, guiados por su propio viento, generaron ondas cortantes más allá de la colisión entre sables y alabarda.
Algunos cortes superficiales pasaron a plagar la anatomía del contralmirante Barracus, pero el estoicismo de su postura y la determinación de su rostro dejaban bastante claro que estaba lejos de caer, que aún tendría que esforzarse más y que, por supuesto, no se quedaría quieto mientras el rubio intentaba derrotarle.
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El tiburón mentiría si dijera que se encontraba en una situación desagradable. A fin de cuentas, estaba rodeado por aquellos a los que quería, y se sentía más seguro que en ocasiones anteriores. Pese a que tenía a tres rivales delante, sabía que nada podía salir mal. Su pulsera seguía vibrando, y aquello sólo podía significar una cosa; Tenía sed de sangre.
La batalla entre marines, aliados de la usurpadora y el grupo formado por los Arashis seguía desenvolviéndose con una intensidad digna de análisis. Zane se movía y peleaba contra todo aquello que se moviese, Therax parecía haberse pedido al más fuerte de la sala, y Ryuu se desenvolvía como pez en el agua entre la tumulta de gente. El turno del ex-Arashi para hacer lo que mejor se le daba, estaba a punto de llegar.
Los tres gyojins adoptaron una posición ofensiva con una sincronización que rozaba la perfección, y un instante después, lanzaron su ofensiva combinada contra Luka. Éste, por su parte, se había encargado de cubrir gran parte de su cuerpo de haki a la par que hacía brotar dos brazos acuáticos en cada uno de sus costados. Aquello podría darle una ventaja que, por otro lado, sería difícil de alcanzar.
El tiburón desvió con la palma de la mano el tajo que el primer gyojin le lanzaba, minimizó el impacto del puñetazo que emitió el segundo parándolo con dos de los brazos acuáticos, pero recibió la patada del tercero, directa a la boca del estómago, lo cual hizo que retrocediese unos metros y chocase contra la pared. El golpe había sido contundente, y al pirata le costó recobrar el ritmo de respiración normal un par de segundos. Afortunadamente los afines a la reina tardaron algo más en volver hasta su ubicación y retomar su posición inicial, cerrando ahora su posible salida de manera más contundente, pues a la espalda el habitante del mar ahora encontraba una pared.
Pero entonces, a la espalda de aquellos gyojins pertenecientes a la corte de la reina, el tiburón vió cómo unos gigantes remolinos se acercaban hasta ellos. Aquello era un recurso que en alguna ocasión había empleado el rubio en alguna de sus ofensivas. Pero, ¿cómo diablos se le ocurría hacerlo en un sitio tan cerrado? Luka se preocupó por Ryuu, que probablemente no sabría cómo evadir aquellos torbellinos, aunque confiaba en que su instinto le salvase.
Sin más dilación, Luka concentró las partículas de agua en sus pies a la par que veía cómo sus rivales iniciaron la ofensiva contra él. El ex-Arashi no era muy amigo de huir de los sitios, pero si a su maltrecho estado le sumábamos recibir el impacto de uno de los torbellinos de Therax, probablemente no lo contara.
Entonces, el pirata golpeó con contundencia el suelo, elevándose ligeramente, para después continuar golpeando el aire y volar, desplazándose hacia un lateral y viendo cómo los marines que antes le atacaban, eran golpeados por el torbellino. ¿Qué se sentiría al estar dentro de uno de esos bichos? Sin duda, cuando estuviese curado, le pediría al espadachín que crease uno para introducirse. Seguro que era un buen entrenamiento.
Una vez en el aire, Luka se fue acercando hasta la posición del rubio, aunque justo antes vio cómo un grupo de marines peleaban contra uno de gyojins, y frenó en seco. Preparó su puño y lo llevó hacia atrás, elevándolo a la altura de la cadera, y entonces, dió un golpe seco y liberó una gran onda de choque que terminó por golpear todo aquello que se encontró a su paso, ambos grupos incluidos.
- ¡Ryuu! -gritó, sin conseguir divisarle por más que movía la cabeza en su busca- ¡Ryuu! ¿Dónde estás?
Si el pirata conseguía divisar o escuchar a su compañero, no tardaría en ir hasta él. Una vez estuviese cerca, le saludaría con un rápido abrazo y pelearía a su lado. Al fin y al cabo, tanto Ryuu como Luka -más teniendo en cuenta su estado- eran los más débiles del grupo de los Arashi. Y aquella guerra les pertenecía.
La batalla entre marines, aliados de la usurpadora y el grupo formado por los Arashis seguía desenvolviéndose con una intensidad digna de análisis. Zane se movía y peleaba contra todo aquello que se moviese, Therax parecía haberse pedido al más fuerte de la sala, y Ryuu se desenvolvía como pez en el agua entre la tumulta de gente. El turno del ex-Arashi para hacer lo que mejor se le daba, estaba a punto de llegar.
Los tres gyojins adoptaron una posición ofensiva con una sincronización que rozaba la perfección, y un instante después, lanzaron su ofensiva combinada contra Luka. Éste, por su parte, se había encargado de cubrir gran parte de su cuerpo de haki a la par que hacía brotar dos brazos acuáticos en cada uno de sus costados. Aquello podría darle una ventaja que, por otro lado, sería difícil de alcanzar.
El tiburón desvió con la palma de la mano el tajo que el primer gyojin le lanzaba, minimizó el impacto del puñetazo que emitió el segundo parándolo con dos de los brazos acuáticos, pero recibió la patada del tercero, directa a la boca del estómago, lo cual hizo que retrocediese unos metros y chocase contra la pared. El golpe había sido contundente, y al pirata le costó recobrar el ritmo de respiración normal un par de segundos. Afortunadamente los afines a la reina tardaron algo más en volver hasta su ubicación y retomar su posición inicial, cerrando ahora su posible salida de manera más contundente, pues a la espalda el habitante del mar ahora encontraba una pared.
Pero entonces, a la espalda de aquellos gyojins pertenecientes a la corte de la reina, el tiburón vió cómo unos gigantes remolinos se acercaban hasta ellos. Aquello era un recurso que en alguna ocasión había empleado el rubio en alguna de sus ofensivas. Pero, ¿cómo diablos se le ocurría hacerlo en un sitio tan cerrado? Luka se preocupó por Ryuu, que probablemente no sabría cómo evadir aquellos torbellinos, aunque confiaba en que su instinto le salvase.
Sin más dilación, Luka concentró las partículas de agua en sus pies a la par que veía cómo sus rivales iniciaron la ofensiva contra él. El ex-Arashi no era muy amigo de huir de los sitios, pero si a su maltrecho estado le sumábamos recibir el impacto de uno de los torbellinos de Therax, probablemente no lo contara.
Entonces, el pirata golpeó con contundencia el suelo, elevándose ligeramente, para después continuar golpeando el aire y volar, desplazándose hacia un lateral y viendo cómo los marines que antes le atacaban, eran golpeados por el torbellino. ¿Qué se sentiría al estar dentro de uno de esos bichos? Sin duda, cuando estuviese curado, le pediría al espadachín que crease uno para introducirse. Seguro que era un buen entrenamiento.
Una vez en el aire, Luka se fue acercando hasta la posición del rubio, aunque justo antes vio cómo un grupo de marines peleaban contra uno de gyojins, y frenó en seco. Preparó su puño y lo llevó hacia atrás, elevándolo a la altura de la cadera, y entonces, dió un golpe seco y liberó una gran onda de choque que terminó por golpear todo aquello que se encontró a su paso, ambos grupos incluidos.
- ¡Ryuu! -gritó, sin conseguir divisarle por más que movía la cabeza en su busca- ¡Ryuu! ¿Dónde estás?
Si el pirata conseguía divisar o escuchar a su compañero, no tardaría en ir hasta él. Una vez estuviese cerca, le saludaría con un rápido abrazo y pelearía a su lado. Al fin y al cabo, tanto Ryuu como Luka -más teniendo en cuenta su estado- eran los más débiles del grupo de los Arashi. Y aquella guerra les pertenecía.
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Tras su amenazadora presentación la pareja de capitanes se lanzaron al ataque a una velocidad que hizo que a Ryuu le costara reaccionar a tiempo. Las dos katanas trataron de alcanzar su cuerpo en dos puntos totalmente diferentes al mismo tiempo, de forma que le resultó imposible detener ambos tajos con su propia espada. Debido a ello se vio forzado a realizar un salto girando sobre sí mismo, llegando a colocarse por un momento prácticamente en horizontal en el aire, mientras bloqueaba uno de los dos envites con Kirisame.
Al aterrizar se halló teniendo que realizar escorzo tras escorzo para evitar ser alcanzado por los oficiales, quienes parecían llevar toda una vida luchando juntos y se compenetraban a la perfección. Los tiempos y los ángulos de sus ataques hacían casi una odisea pretender evitarlos todos, y no solo eso, sino que dejaban un mínimo margen para posibles contraataques, cubriéndose mutuamente de casi cualquier posible intento. Pronto el cansancio comenzó a hacer mella en él, con el sudor corriendo por su frente como si de una cascada se tratase.
Parecía lógico que solo con sus habilidades como espadachín no iba a ser capaz de vencerles, por lo que decidió aprovechar la enorme humedad del ambiente de aquel archipiélago a su favor. Mientras se continuaba esforzando en defenderse de sus ataques, concentró una nada despreciable cantidad de agua a su alrededor y empezó a dispararla contra ellos con fuerza, un proyectil tras otro. Esto, pese a que no logró dañar a ninguno de los hermanos, sí que tuvo el efecto que buscaba conseguir. Ambos marines se separaron y perdieron en parte la perfecta coordinación que habían mostrado hasta aquel momento, lo que permitió al samurái encontrar un pequeño hueco en su defensa.
Consciente de que no iba a tener muchas oportunidades como aquella de dañarles, Ryuu se abalanzó sobre el gemelo de su izquierda con todo lo que tenía. Reunió toda su velocidad en un instante y aceleró de forma absolutamente explosiva, moviéndose a tal velocidad que resultó prácticamente imposible de seguir salvo para un ojo sobrehumanamente entrenado. Se plantó al lado del oficial en apenas una fracción de segundo y, antes de que pudiera reaccionar, dirigió un preciso tajo hacia su costado, de forma que el filo de Kirisame penetrase entre dos de sus costillas hasta el tórax, perforándole un pulmón.
Sin embargo los reflejos del militar demostraron ser superiores a lo que el pirata había calculado, pues aunque no tuvo tiempo de defenderse de su ataque sí pudo realizar una maniobra para evitar la muerte. A una velocidad vertiginosa levantó su brazo y lo interpuso en la trayectoria de Kirisame, cuyo filo, que brillaba con una negra luz, lo segó por completo por encima del codo. La sangre comenzó a manar a borbotones al tiempo que un desgarrador grito de dolor nacía de las cuerdas vocales del marine mutilado.
Un intenso pitido en los oídos avisó entonces al semigyojin de lo que se avecinaba, y se giró justo a tiempo para interponer su espada en la trayectoria de la del segundo capitán. Sin embargo el ataque no se quedó ahí, y el marine, con una expresión de infinita rabia y los ojos inyectados en sangre, trazó un rápido barrido con su pierna que trastabilló al pirata para acto seguido atacar nuevamente con su espada.
Desequilibrado, el joven intentó detener el tajo, pero tan solo logró desviarlo ligeramente y no tardó en sentir la fría caricia del acero cuando el filo del arma de su oponente penetró en su muslo derecho. Echó la rodilla izquierda al suelo, deteniéndose un momento mientras alejaba a su oponente con dos nuevos proyectiles de agua. Dolorido, rechinó los dientes y miró con rabia al militar que le había herido, dispuesto a mostrarle que era infinitamente mejor espadachín que él.
No obstante en ese momento sucedió algo inesperado. Varios pequeños tornados, al parecer creados por Therax, aparecieron en el lugar, amenazando con arrasar todo a su paso. El joven, para evitar ser alcanzado, se elevó nuevamente en el aire, pisando sobre el agua del ambiente a gran velocidad para ello. Una vez vio que la zona en la que se hallaba estaba fuera de peligro descendió nuevamente, encontrándose con que Luka llegó tras él. Le saludó con un cálido pero rápido abrazo, y acto seguido se preparó para continuar la batalla. Multitud de marines de menor rango se habían sumado a la pareja de capitanes, y rodeaban a los dos piratas en un claro intento por aislarles de sus dos aliados y apresarles.
- Me alegro de verte, amigo. Acabemos con esto y volvamos a la Isla Gyojin a terminar lo que empezamos. - dijo Ryuu con tono firmemente decidido a su amigo al tiempo que asentía con vehemencia.
Al aterrizar se halló teniendo que realizar escorzo tras escorzo para evitar ser alcanzado por los oficiales, quienes parecían llevar toda una vida luchando juntos y se compenetraban a la perfección. Los tiempos y los ángulos de sus ataques hacían casi una odisea pretender evitarlos todos, y no solo eso, sino que dejaban un mínimo margen para posibles contraataques, cubriéndose mutuamente de casi cualquier posible intento. Pronto el cansancio comenzó a hacer mella en él, con el sudor corriendo por su frente como si de una cascada se tratase.
Parecía lógico que solo con sus habilidades como espadachín no iba a ser capaz de vencerles, por lo que decidió aprovechar la enorme humedad del ambiente de aquel archipiélago a su favor. Mientras se continuaba esforzando en defenderse de sus ataques, concentró una nada despreciable cantidad de agua a su alrededor y empezó a dispararla contra ellos con fuerza, un proyectil tras otro. Esto, pese a que no logró dañar a ninguno de los hermanos, sí que tuvo el efecto que buscaba conseguir. Ambos marines se separaron y perdieron en parte la perfecta coordinación que habían mostrado hasta aquel momento, lo que permitió al samurái encontrar un pequeño hueco en su defensa.
Consciente de que no iba a tener muchas oportunidades como aquella de dañarles, Ryuu se abalanzó sobre el gemelo de su izquierda con todo lo que tenía. Reunió toda su velocidad en un instante y aceleró de forma absolutamente explosiva, moviéndose a tal velocidad que resultó prácticamente imposible de seguir salvo para un ojo sobrehumanamente entrenado. Se plantó al lado del oficial en apenas una fracción de segundo y, antes de que pudiera reaccionar, dirigió un preciso tajo hacia su costado, de forma que el filo de Kirisame penetrase entre dos de sus costillas hasta el tórax, perforándole un pulmón.
Sin embargo los reflejos del militar demostraron ser superiores a lo que el pirata había calculado, pues aunque no tuvo tiempo de defenderse de su ataque sí pudo realizar una maniobra para evitar la muerte. A una velocidad vertiginosa levantó su brazo y lo interpuso en la trayectoria de Kirisame, cuyo filo, que brillaba con una negra luz, lo segó por completo por encima del codo. La sangre comenzó a manar a borbotones al tiempo que un desgarrador grito de dolor nacía de las cuerdas vocales del marine mutilado.
Un intenso pitido en los oídos avisó entonces al semigyojin de lo que se avecinaba, y se giró justo a tiempo para interponer su espada en la trayectoria de la del segundo capitán. Sin embargo el ataque no se quedó ahí, y el marine, con una expresión de infinita rabia y los ojos inyectados en sangre, trazó un rápido barrido con su pierna que trastabilló al pirata para acto seguido atacar nuevamente con su espada.
Desequilibrado, el joven intentó detener el tajo, pero tan solo logró desviarlo ligeramente y no tardó en sentir la fría caricia del acero cuando el filo del arma de su oponente penetró en su muslo derecho. Echó la rodilla izquierda al suelo, deteniéndose un momento mientras alejaba a su oponente con dos nuevos proyectiles de agua. Dolorido, rechinó los dientes y miró con rabia al militar que le había herido, dispuesto a mostrarle que era infinitamente mejor espadachín que él.
No obstante en ese momento sucedió algo inesperado. Varios pequeños tornados, al parecer creados por Therax, aparecieron en el lugar, amenazando con arrasar todo a su paso. El joven, para evitar ser alcanzado, se elevó nuevamente en el aire, pisando sobre el agua del ambiente a gran velocidad para ello. Una vez vio que la zona en la que se hallaba estaba fuera de peligro descendió nuevamente, encontrándose con que Luka llegó tras él. Le saludó con un cálido pero rápido abrazo, y acto seguido se preparó para continuar la batalla. Multitud de marines de menor rango se habían sumado a la pareja de capitanes, y rodeaban a los dos piratas en un claro intento por aislarles de sus dos aliados y apresarles.
- Me alegro de verte, amigo. Acabemos con esto y volvamos a la Isla Gyojin a terminar lo que empezamos. - dijo Ryuu con tono firmemente decidido a su amigo al tiempo que asentía con vehemencia.
Como era costumbre, la respuesta del emperador del mar no fue contestada de primeras. Los gyojin le atacaron sin ton ni son, mas los que venían de primeras eran simples peones en una batalla mucho más grande. Con desplazamientos laterales y ágiles y contundentes movimientos de sus espadas, fue noqueando a todos y cada uno de los peces. Sin embargo, un sonido seco pudo escucharse no muy lejos de allí. Era un gyojin de gran tamaño, escamas verdosas con reflejos azulados y mirada severa. Iba vestido completamente con un traje que recordaba a la típica ropa que se uno se ponía en vacaciones: unas bermudas azules y lisas, una camisa blanca con un estampado floral de color celeste y unas chanclas. En sus manos un bastón, que al pelirrojo le recordó al que usaba Dexter.
—Apartaos —dijo el habitante del mar—. No sois rivales para alguien como él. Dejádmelo a mí, al gran Shu Bun Kin.
Y en menos de lo que una persona corriente tarda en pestañear, aquel sujeto con nombre raro se abalanzó sobre el pirata y le golpeó con el bastó en el estómago. Tal fue la sorpresa de Zane, que no lo había visto venir. Ni tan siquiera había sido capaz de predecir sus movimientos.
—Te he subestimado —le dijo, mostrando su sonrisa más vacilona. No todos eran capaces de pillar por desprevenido a Zane, que llevaba varias batallas a sus espaldas, tantas que sería incapaz de recordarlas todas, y esa era la razón por lo que tenía que tener cuidado—. Pero no volverá a pasar.
Trazó una diagonal con sus armas, casi al mismo tiempo que reculaba para alejarse de Shun. Lo miró y volvió a sonreír. El ambiente a su alrededor cambio de golpe, haciendo que la temperatura aumentase muy rápidamente debido a un aura de fuego, más aún en las proximidades al cuerpo del pirata. ¿De cuanto sería la temperatura? ¿De cien? ¿De doscientos grados? Era una nimiedad, pero los habitantes de la isla gyojin no eran muy buenos aguantando el calor y esa era su mayor ventaja.
Tras eso, no tardó en impulsarse hacia el hombre pez, trazando un golpe tras otro sin dejarle reaccionar. Era capaz de notar como su contrincante, a medida que transcurrían los segundos, era capaz de adaptarse a la velocidad de sus ataques, mas con cada bloqueo su mueca de malestar era más notoria. Y de pronto, nuevamente, con un movimiento que no fue capaz de percibir, el gyojin se alejó una distancia de casi cinco metros, reculando hacia atrás.
—Creo que con esto será suficiente —pudo leer Zane en los labios de Shun, que dividía el bastón en dos y de ellos comenzó a salir una pequeña cantidad de agua que los cubría.
Los gyojin que quedaban en pie, maltrechos y malheridos por los primeros ataques del pelirrojo, sacaron unos diales de agua que liberaron y, tras Shun, se formó una gran masa de agua giraba giraba en círculos.
—Apartaos —dijo el habitante del mar—. No sois rivales para alguien como él. Dejádmelo a mí, al gran Shu Bun Kin.
Y en menos de lo que una persona corriente tarda en pestañear, aquel sujeto con nombre raro se abalanzó sobre el pirata y le golpeó con el bastó en el estómago. Tal fue la sorpresa de Zane, que no lo había visto venir. Ni tan siquiera había sido capaz de predecir sus movimientos.
—Te he subestimado —le dijo, mostrando su sonrisa más vacilona. No todos eran capaces de pillar por desprevenido a Zane, que llevaba varias batallas a sus espaldas, tantas que sería incapaz de recordarlas todas, y esa era la razón por lo que tenía que tener cuidado—. Pero no volverá a pasar.
Trazó una diagonal con sus armas, casi al mismo tiempo que reculaba para alejarse de Shun. Lo miró y volvió a sonreír. El ambiente a su alrededor cambio de golpe, haciendo que la temperatura aumentase muy rápidamente debido a un aura de fuego, más aún en las proximidades al cuerpo del pirata. ¿De cuanto sería la temperatura? ¿De cien? ¿De doscientos grados? Era una nimiedad, pero los habitantes de la isla gyojin no eran muy buenos aguantando el calor y esa era su mayor ventaja.
Tras eso, no tardó en impulsarse hacia el hombre pez, trazando un golpe tras otro sin dejarle reaccionar. Era capaz de notar como su contrincante, a medida que transcurrían los segundos, era capaz de adaptarse a la velocidad de sus ataques, mas con cada bloqueo su mueca de malestar era más notoria. Y de pronto, nuevamente, con un movimiento que no fue capaz de percibir, el gyojin se alejó una distancia de casi cinco metros, reculando hacia atrás.
—Creo que con esto será suficiente —pudo leer Zane en los labios de Shun, que dividía el bastón en dos y de ellos comenzó a salir una pequeña cantidad de agua que los cubría.
Los gyojin que quedaban en pie, maltrechos y malheridos por los primeros ataques del pelirrojo, sacaron unos diales de agua que liberaron y, tras Shun, se formó una gran masa de agua giraba giraba en círculos.
Ya eran varios los minutos que Therax y el contralmirante habían estado peleando. Las bajas colaterales se contaban por una decena, pobres diablos que estaban donde no debían cuando menos les interesaba. De cualquier modo, Barracus hacía honor a la fama que le precedía y se había revelado como un rival formidable a pesar de que el rubio hubiese adoptado la apariencia de una de sus transformaciones.
El estado del espadachín era lamentable, aunque no tanto como el de su oponente. Mientras la sangre se deslizaba por el plumaje de Therax tras manar de múltiples heridas, una de gran calibre presidía el pecho del marine, que respiraba agitadamente. El domador sabía que ese corte habría sido fatal para casi cualquier oponente, pero por desgracia no había sido así con quien se empeñaba en no dejarle abandonar el archipiélago junto a sus compañeros y Ryuu.
—Esto se ha acabado. Lo sabes tan bien como yo —dijo el contramaestre, empleando el filo de Byakko, firmemente clavado en el suelo, como bastón para descansar—. Déjalo ya y vete.
—Prefiero morir aquí —respondió el del uniforme, dejando claro que en personas como él, así como en militares como Arthur Silverwing, los valores tradicionales de la Marina se encarnaban con toda su fuerza. El rubio sabía que, aunque errados en la forma que habían decidido llevarlos a cabo, los propósitos de aquel tipo de personas eran nobles y merecían una oportunidad. Detestaba acabar con la vida de hombres como Barracus.
Y entonces se lanzó a la carga. Blandiendo su gran alabarda como si de un juguete se tratase, realizó un tajo vertical que abrió una grieta en la tierra cuando el ave se apartó de du trayectoria. El rubio respondió inmediatamente realizando un corte oblicuo con Yuki-onna que acertó a lacerar mínimamente el hombro derecho del semigigante. Éste, no obstante, hizo gala de una abrumadora resistencia al dolor y continuó como si nada hubiese sucedido, alcanzando a cortar horizontalmente el vientre del águila.
Un agudo chillido se extendió por los alrededores, atrayendo durante un instante al atención de los más cercanos antes de que reanudaran sus enfrentamientos. Therax se alejó de un aleteo, tomando altura a continuación y planeando sobre su objetivo. No fueron pocos los marines que abrieron fuego en su dirección, pero con ágiles y veloces piruetas no encontró demasiada dificultad para zafarse de todos y cada uno de los proyectiles.
Fue en ese momento cuando cayó en picado sobre la gran silueta a la que pretendía tumbar, colisionando sables y alabarda a tres metros del suelo y desatando un violento vendaval en las cercanías. El dolor mordía cada fibra de su cuerpo y el agotamiento comenzaba a pasarle factura, mas no podía negar que no podría vivir sin la adrenalina de combates como aquél.
El estado del espadachín era lamentable, aunque no tanto como el de su oponente. Mientras la sangre se deslizaba por el plumaje de Therax tras manar de múltiples heridas, una de gran calibre presidía el pecho del marine, que respiraba agitadamente. El domador sabía que ese corte habría sido fatal para casi cualquier oponente, pero por desgracia no había sido así con quien se empeñaba en no dejarle abandonar el archipiélago junto a sus compañeros y Ryuu.
—Esto se ha acabado. Lo sabes tan bien como yo —dijo el contramaestre, empleando el filo de Byakko, firmemente clavado en el suelo, como bastón para descansar—. Déjalo ya y vete.
—Prefiero morir aquí —respondió el del uniforme, dejando claro que en personas como él, así como en militares como Arthur Silverwing, los valores tradicionales de la Marina se encarnaban con toda su fuerza. El rubio sabía que, aunque errados en la forma que habían decidido llevarlos a cabo, los propósitos de aquel tipo de personas eran nobles y merecían una oportunidad. Detestaba acabar con la vida de hombres como Barracus.
Y entonces se lanzó a la carga. Blandiendo su gran alabarda como si de un juguete se tratase, realizó un tajo vertical que abrió una grieta en la tierra cuando el ave se apartó de du trayectoria. El rubio respondió inmediatamente realizando un corte oblicuo con Yuki-onna que acertó a lacerar mínimamente el hombro derecho del semigigante. Éste, no obstante, hizo gala de una abrumadora resistencia al dolor y continuó como si nada hubiese sucedido, alcanzando a cortar horizontalmente el vientre del águila.
Un agudo chillido se extendió por los alrededores, atrayendo durante un instante al atención de los más cercanos antes de que reanudaran sus enfrentamientos. Therax se alejó de un aleteo, tomando altura a continuación y planeando sobre su objetivo. No fueron pocos los marines que abrieron fuego en su dirección, pero con ágiles y veloces piruetas no encontró demasiada dificultad para zafarse de todos y cada uno de los proyectiles.
Fue en ese momento cuando cayó en picado sobre la gran silueta a la que pretendía tumbar, colisionando sables y alabarda a tres metros del suelo y desatando un violento vendaval en las cercanías. El dolor mordía cada fibra de su cuerpo y el agotamiento comenzaba a pasarle factura, mas no podía negar que no podría vivir sin la adrenalina de combates como aquél.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El habitante del mar había encontrado a su compañero de batallas más reciente, y tras saludarle, se percató de cómo algunas pisadas llegaban hasta su cercanía. Al ojear, y para sorpresa de nadie, una serie de marines habían rodeado a los dos piratas en un intento más por dejarles aislados de sus compañeros.
- Sintiéndolo mucho no podré ser de gran ayuda -musitó el gyojin a la par que adoptaba una pose defensiva-. El cansancio y el dolor me tiene al límite, pero aún aguantaré un par de minutos más, lo prometo. Y te voy a dar una distracción que, bien aprovechada, te bastará para acabar con algunos de estos malnacidos.
Aquella promesa estaba cogida con pinzas, no nos vamos a engañar. El cuerpo del tiburón estaba herido casi por cada rincón de su ser, y el cansancio acumulado no ayudaba mucho. Luka notaba una fuerte presión en el pecho, y cada movimiento que realizaba era un gasto de energía que parecía no tener. Pero debía mantenerse en pie, centrarse en defenderse y aguantar a que sus compañeros le sacaran de allí.
Probablemente sentirse así de inútil era una de las peores cosas que le habían pasado al ex-Arashi, aunque por otro lado, tenía la fortuna de que la situación empezaba a ponerse de su lado, y sus aliados no le dejarían tirado en ningún caso.
Pero sí que había algo que podía hacer. Continuando con su pose defensiva, el tiburón desplazó las partículas de agua de su cuerpo y las repartió en cada una de sus seis palmas, tanto las normales como las acuáticas, y cuando aquellos que les rodeaban empezaron a moverse, realizó sendos golpes secos al aire que liberaron una lluvia de finas gotas cuya potencia podía compararse con los cañonazos de un barco.
Aquél ataque era la distracción de la que le hablaba a Ryuu. Algunos rivales recibieron el impacto y cayeron, sorprendidos, mientras que los más hábiles invirtieron un tiempo valiosísimo en esquivar los proyectiles. Justo en ese momento Luka escuchó un agudo chillido que, con total seguridad, había salido del interior de Therax.
Sus músculos se tensaron y dedicó unos segundos a intentar ver dónde se encontraba el rubio espadachín, sin mucha fortuna. Si algo le pasaba al pirata con más plumas de los siete mares, jamás se lo perdonaría. Aunque si estaba en aprietos, cuanto antes acabaran con sus rivales, antes podrían ayudarle. Por otro lado… ¿Había rivales tan fuertes como para hacer frente a Therax o Zane? Si era así, aquello podría dar una vuelta a la situación.
- Sintiéndolo mucho no podré ser de gran ayuda -musitó el gyojin a la par que adoptaba una pose defensiva-. El cansancio y el dolor me tiene al límite, pero aún aguantaré un par de minutos más, lo prometo. Y te voy a dar una distracción que, bien aprovechada, te bastará para acabar con algunos de estos malnacidos.
Aquella promesa estaba cogida con pinzas, no nos vamos a engañar. El cuerpo del tiburón estaba herido casi por cada rincón de su ser, y el cansancio acumulado no ayudaba mucho. Luka notaba una fuerte presión en el pecho, y cada movimiento que realizaba era un gasto de energía que parecía no tener. Pero debía mantenerse en pie, centrarse en defenderse y aguantar a que sus compañeros le sacaran de allí.
Probablemente sentirse así de inútil era una de las peores cosas que le habían pasado al ex-Arashi, aunque por otro lado, tenía la fortuna de que la situación empezaba a ponerse de su lado, y sus aliados no le dejarían tirado en ningún caso.
Pero sí que había algo que podía hacer. Continuando con su pose defensiva, el tiburón desplazó las partículas de agua de su cuerpo y las repartió en cada una de sus seis palmas, tanto las normales como las acuáticas, y cuando aquellos que les rodeaban empezaron a moverse, realizó sendos golpes secos al aire que liberaron una lluvia de finas gotas cuya potencia podía compararse con los cañonazos de un barco.
Aquél ataque era la distracción de la que le hablaba a Ryuu. Algunos rivales recibieron el impacto y cayeron, sorprendidos, mientras que los más hábiles invirtieron un tiempo valiosísimo en esquivar los proyectiles. Justo en ese momento Luka escuchó un agudo chillido que, con total seguridad, había salido del interior de Therax.
Sus músculos se tensaron y dedicó unos segundos a intentar ver dónde se encontraba el rubio espadachín, sin mucha fortuna. Si algo le pasaba al pirata con más plumas de los siete mares, jamás se lo perdonaría. Aunque si estaba en aprietos, cuanto antes acabaran con sus rivales, antes podrían ayudarle. Por otro lado… ¿Había rivales tan fuertes como para hacer frente a Therax o Zane? Si era así, aquello podría dar una vuelta a la situación.
AEG93
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Akuma no mi
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Luka, pese a reconocer estar herido y agotado, lo que por otra parte era totalmente lógico, se propuso ayudarle todo lo posible. Y lo que ocurrió a continuación no fue para menos, pues el tiburón hizo gala del manejo del agua que solo un verdadero maestro del kárate gyojin podía desear adquirir. El samurái, que se consideraba a sí mismo excepcional en dicho campo, no pudo sino admirar la habilidad de su compañero y amigo, notablemente superior a la suya propia.
La lluvia de proyectiles de tremendo poder que descargó sobre los marines fue tal que consiguió herir a muchos de ellos y, aunque hubo unos cuantos que lograron evitar aquellos auténticos cañonazos, el panorama se despejó notablemente.
- ¿De verdad creíais que con eso iba a ser suficiente para escapar de nosotros? - Se pudo escuchar entonces la voz de uno de los gemelos Rogers, aquel al que el semigyojin había conseguido amputar el brazo izquierdo con su espada. Tras haberse realizado un torniquete con su ropa como mejor había podido para detener el sangrado, sujetaba su espada con la mano derecha y parecía dispuesto a continuar peleando. Su hermano, a su lado, sostenía la suya con ambas manos. En los ojos de ambos podía verse la profunda determinación de quien no va a rendirse por nada del mundo.
Ryuu, como buen samurái, no podía sino reconocer su valor y alabar su honor en su interior. Su corazón ardía en deseos de continuar el combate, pues amaba enfrentarse en una lucha justa y honorable a personas como aquellas, rivales que respetaban la batalla tanto como él. Se sentía tremendamente vivo y fuerte. Por un momento incluso pareció que el cansancio no hacía mella en su cuerpo. Apretó sus dedos en torno a la empuñadura de Kirisame y, flexionando ligeramente las rodillas, adelantó su pie izquierdo. Colocó su espada en horizontal, paralela al suelo, a la altura de sus ojos y esperó.
Apenas un instante más tarde la pareja de capitanes inició sus movimientos, cruzándose entre sí varias veces en una trayectoria helicoidal a gran velocidad para que, en apenas un instante, el del brazo mutilado se detuviera en seco a escasos cinco metros de Ryuu y, trazando un arco ascendente con su espada, lanzara una peligrosa onda cortante en su dirección. El segundo hermano, por su parte, continuó su camino. El joven se encontró entonces con el peligro de dos ataques totalmente diferentes lanzados con milimétrica precisión y total compenetración para dejarle una salida casi imposible. Si trataba de detener la onda cortante con su espada, el segundo hermano llegaría casi al mismo tiempo por su costado izquierdo y le ensartaría sin dar tiempo a bloquearle también. Solo podía hacer una cosa. Sin embargo, tratar de esquivar la onda también resultaría muy peligroso debido a su tamaño, velocidad y la cercanía con la que había sido lanzada, así como por el hecho de que el segundo de los capitanes iba a llegar por el punto por donde más fácilmente podía evitarla, cortándole el camino.
Sin pensarlo demasiado, dejándose llevar por su instinto, el joven optó por una maniobra tremendamente arriesgada. Levantó el pie derecho del suelo y giró su cuerpo al mismo tiempo, como si fuera a dar un paso hacia delante, para bruscamente impulsarse dicho con dicho pie sobre el agua del ambiente con todas sus fuerzas. Ejecutó un escorzo en el aire, una extraña mezcla de voltereta y giro sobre su propio eje digna del mejor de los gimnastas, logrando que la onda cortante pasara a su lado apenas rozándole el gemelo derecho y dejando en el una herida dolorosa aunque no muy profunda al tiempo que también dejaba tras de sí al gemelo ue había optado por una ofensiva directa.
De hecho aquella maniobra le dejó en una posición perfecta para abalanzarse sobre el marine manco, que sin su hermano a su lado y con un solo brazo trató de defenderse como pudo del veloz semigyojin. Acometiendo desde el aire, descendiendo en picado con la punta de su espada por delante, el joven gritó con fuerza, descargando adrenalina en el momento del ataque:
- ¡Gyojin Bushido: Taki no Gekido!
Incapaz de detener tan poderosa acometida, la defensa del capitán flaqueó y Kirisame se clavó de lleno en su pecho. Cayó al suelo inerte mientras Ryuu aterrizaba con fuerza, tanta que una feroz punzada de dolor en su gemelo herido le obligó a apoyar la rodilla en el suelo.
Un desgarrador grito lleno de dolor y desesperación nació de la garganta del capitán superviviente, cuyos ojos, casi saliéndose de sus órbitas, miraban al semigyojin fijamente. El militar parecía totalmente fuera de sí cuando se dirigió al pirata diciendo:
- Vas a pagar por esto, pedazo de mierda. No vas a salir vivo de aquí.
La lluvia de proyectiles de tremendo poder que descargó sobre los marines fue tal que consiguió herir a muchos de ellos y, aunque hubo unos cuantos que lograron evitar aquellos auténticos cañonazos, el panorama se despejó notablemente.
- ¿De verdad creíais que con eso iba a ser suficiente para escapar de nosotros? - Se pudo escuchar entonces la voz de uno de los gemelos Rogers, aquel al que el semigyojin había conseguido amputar el brazo izquierdo con su espada. Tras haberse realizado un torniquete con su ropa como mejor había podido para detener el sangrado, sujetaba su espada con la mano derecha y parecía dispuesto a continuar peleando. Su hermano, a su lado, sostenía la suya con ambas manos. En los ojos de ambos podía verse la profunda determinación de quien no va a rendirse por nada del mundo.
Ryuu, como buen samurái, no podía sino reconocer su valor y alabar su honor en su interior. Su corazón ardía en deseos de continuar el combate, pues amaba enfrentarse en una lucha justa y honorable a personas como aquellas, rivales que respetaban la batalla tanto como él. Se sentía tremendamente vivo y fuerte. Por un momento incluso pareció que el cansancio no hacía mella en su cuerpo. Apretó sus dedos en torno a la empuñadura de Kirisame y, flexionando ligeramente las rodillas, adelantó su pie izquierdo. Colocó su espada en horizontal, paralela al suelo, a la altura de sus ojos y esperó.
Apenas un instante más tarde la pareja de capitanes inició sus movimientos, cruzándose entre sí varias veces en una trayectoria helicoidal a gran velocidad para que, en apenas un instante, el del brazo mutilado se detuviera en seco a escasos cinco metros de Ryuu y, trazando un arco ascendente con su espada, lanzara una peligrosa onda cortante en su dirección. El segundo hermano, por su parte, continuó su camino. El joven se encontró entonces con el peligro de dos ataques totalmente diferentes lanzados con milimétrica precisión y total compenetración para dejarle una salida casi imposible. Si trataba de detener la onda cortante con su espada, el segundo hermano llegaría casi al mismo tiempo por su costado izquierdo y le ensartaría sin dar tiempo a bloquearle también. Solo podía hacer una cosa. Sin embargo, tratar de esquivar la onda también resultaría muy peligroso debido a su tamaño, velocidad y la cercanía con la que había sido lanzada, así como por el hecho de que el segundo de los capitanes iba a llegar por el punto por donde más fácilmente podía evitarla, cortándole el camino.
Sin pensarlo demasiado, dejándose llevar por su instinto, el joven optó por una maniobra tremendamente arriesgada. Levantó el pie derecho del suelo y giró su cuerpo al mismo tiempo, como si fuera a dar un paso hacia delante, para bruscamente impulsarse dicho con dicho pie sobre el agua del ambiente con todas sus fuerzas. Ejecutó un escorzo en el aire, una extraña mezcla de voltereta y giro sobre su propio eje digna del mejor de los gimnastas, logrando que la onda cortante pasara a su lado apenas rozándole el gemelo derecho y dejando en el una herida dolorosa aunque no muy profunda al tiempo que también dejaba tras de sí al gemelo ue había optado por una ofensiva directa.
De hecho aquella maniobra le dejó en una posición perfecta para abalanzarse sobre el marine manco, que sin su hermano a su lado y con un solo brazo trató de defenderse como pudo del veloz semigyojin. Acometiendo desde el aire, descendiendo en picado con la punta de su espada por delante, el joven gritó con fuerza, descargando adrenalina en el momento del ataque:
- ¡Gyojin Bushido: Taki no Gekido!
Incapaz de detener tan poderosa acometida, la defensa del capitán flaqueó y Kirisame se clavó de lleno en su pecho. Cayó al suelo inerte mientras Ryuu aterrizaba con fuerza, tanta que una feroz punzada de dolor en su gemelo herido le obligó a apoyar la rodilla en el suelo.
Un desgarrador grito lleno de dolor y desesperación nació de la garganta del capitán superviviente, cuyos ojos, casi saliéndose de sus órbitas, miraban al semigyojin fijamente. El militar parecía totalmente fuera de sí cuando se dirigió al pirata diciendo:
- Vas a pagar por esto, pedazo de mierda. No vas a salir vivo de aquí.
El joven emperador del mar observaba fijamente al gyojin, que parecía estar muy seguro de sus habilidades. El agua que había estado rodeándole comenzó a brillar con mucha intensidad, emitiendo un brillo verdoso que cegó al pelirrojo durante un breve instante. No cabía duda, aquel resplandor procedía de energía espiritual. ¿Cómo lo sabía? Porque él mismo conocía el dominio de aquel ancestral poder que, con entrenamiento, los grandes guerreros eran capaces de controlar. La fuerza del propio espíritu plasmada de forma material. Finalmente, dicha agua se posó sobre el cuerpo de Shun, creando una especie de armadura de placas que le protegía. Tras eso, el agua sobrante se posó sobre los dos bastones y formaba dos grandes mazas.
Y en un abrir y cerrar de ojos, su contrincante apareció frente a él, con el brazo derecho completamente estirado con la intención de golpearle en el rostro con su arma. Ante eso, Zane se echó hacia atrás, flexionando su brazo izquierdo y bloqueando el ataque. Era un golpe poderoso, tanto que el propio choque de ambas armas creó una onda expansiva que lanzó por los aires los cuerpos de los derrotados que estaban sobre el suelo. Luego, trató de hacer lo mismo con su zurda, pero el pelirrojo batió sus alas y se elevó en el aire, evitando el ataque.
«Esto va a ser divertido», se dijo Zane, mostrando su sonrisa más vacilona, haciendo que Shun mostrara gesto de enfado. Tras eso, el pelirrojo se abalanzó hacia el gyojin a una velocidad que podría considerarse absurda, girando sobre sí mismo generando fuego, y trazó un doble corte vertical que no dudó en bloquear con sus armas. Sin embargo, no esperaba lo que vino después. De las hojas del pirata emergieron dos sendas ondas cortantes que chocaron contra su armadura energética y lo lanzó por los aires. ¿Lo bueno? Que había conseguido enviarlo lejos de él. ¿Lo malo? Que era capaz de soportar sus ondas cortantes. «Es rápido, fuerte y resistente», pensó. «Comprobemos que tal resiste el fuego».
Zane alzó su brazo derecho y envolvió la novena hoja fiordiana de fuego, creando una esfera ígnea al máximo de la temperatura que era capaz de generar, de un diámetro de casi cinco metros, y la lanzó sobre su contrincante, el cual con un movimiento de su maza disipó en dos. El ataque no le había dado, pero tanta intensidad calorífica había hecho que parte de su armadura hubiera perdido volumen.
—Antes me confíe, amigo —le dijo Zane—. No va a volver a funcionarte los movimientos rápidos, y mucho menos una armadura de agua. Yo soy Zane D. Kenshin, emperador del nuevo mundo, señor del juego y líder del ejército más temible del mundo, el de los okamas. Así que voy repetírtelo una última vez: ¿Hacia que parte del nuevo mundo se dirige la desgraciada de esa que llaman la usurpadora? —le preguntó—. Se ha metido con uno de mis polluelos y esto es algo que tengo que solucionar directamente con ella.
—Antes muerto que decirte nada sobre mi reina Hipatia —respondió—. Y no voy a perdonar que la hallas llamado desgraciada.
Y en un abrir y cerrar de ojos, su contrincante apareció frente a él, con el brazo derecho completamente estirado con la intención de golpearle en el rostro con su arma. Ante eso, Zane se echó hacia atrás, flexionando su brazo izquierdo y bloqueando el ataque. Era un golpe poderoso, tanto que el propio choque de ambas armas creó una onda expansiva que lanzó por los aires los cuerpos de los derrotados que estaban sobre el suelo. Luego, trató de hacer lo mismo con su zurda, pero el pelirrojo batió sus alas y se elevó en el aire, evitando el ataque.
«Esto va a ser divertido», se dijo Zane, mostrando su sonrisa más vacilona, haciendo que Shun mostrara gesto de enfado. Tras eso, el pelirrojo se abalanzó hacia el gyojin a una velocidad que podría considerarse absurda, girando sobre sí mismo generando fuego, y trazó un doble corte vertical que no dudó en bloquear con sus armas. Sin embargo, no esperaba lo que vino después. De las hojas del pirata emergieron dos sendas ondas cortantes que chocaron contra su armadura energética y lo lanzó por los aires. ¿Lo bueno? Que había conseguido enviarlo lejos de él. ¿Lo malo? Que era capaz de soportar sus ondas cortantes. «Es rápido, fuerte y resistente», pensó. «Comprobemos que tal resiste el fuego».
Zane alzó su brazo derecho y envolvió la novena hoja fiordiana de fuego, creando una esfera ígnea al máximo de la temperatura que era capaz de generar, de un diámetro de casi cinco metros, y la lanzó sobre su contrincante, el cual con un movimiento de su maza disipó en dos. El ataque no le había dado, pero tanta intensidad calorífica había hecho que parte de su armadura hubiera perdido volumen.
—Antes me confíe, amigo —le dijo Zane—. No va a volver a funcionarte los movimientos rápidos, y mucho menos una armadura de agua. Yo soy Zane D. Kenshin, emperador del nuevo mundo, señor del juego y líder del ejército más temible del mundo, el de los okamas. Así que voy repetírtelo una última vez: ¿Hacia que parte del nuevo mundo se dirige la desgraciada de esa que llaman la usurpadora? —le preguntó—. Se ha metido con uno de mis polluelos y esto es algo que tengo que solucionar directamente con ella.
—Antes muerto que decirte nada sobre mi reina Hipatia —respondió—. Y no voy a perdonar que la hallas llamado desgraciada.
Los aceros rechinaban al deslizarse los unos, de menor tamaño, sobre el otro. Pese a que su cuerpo no fuese tan voluminoso como el de Barracus, el contramaestre atesoraba una fuerza que poco o nada tendría que envidiarle a alguien como su adversario. Gozaba de la ventaja que otorgaba la altura y, por si no fuese suficiente, el viento golpeaba con furia sus alas para impulsarle con más potencia aún.
Fue por ello que, muy lentamente, la alabarda comenzó a retroceder. Cada milímetro que se desplazaba significaba un esfuerzo titánico por parte del rubio, aunque aquello no constituyó una disuasión. Nada más lejos de la realidad, y es que observar cómo el rojo comenzaba a teñir las córneas del contralmirante se convertía en una arenga que le animaba a continuar presionando. Chilló de nuevo, aunque esa vez de puro éxtasis. Era en momentos como aquél cuando el instinto animal que habitaba en lo más profundo de cualquier persona salía a la luz. El mundo perdía la importancia por completo cuando una vida se ponía en juego para enfrentar a otra, cuando la apuesta era vivir o morir. ¿Qué más daba Hipatia? ¿Qué importaban los marines que les rodeaban? Nada, no importaban nada. Sólo estaban Barracus y él.
El semigigante terminó por ceder la posición, girando sobre sí mismo en un último intento por decantar la balanza a su favor. La alabarda trazó un recorrido oblicuo y ascendente con intención de dividir a Therax en dos partes desiguales, pero el movimiento que había hecho le había dejado completamente expuesto.
Su gran arma nunca llegó a acercarse al cuerpo del contramaestre, pues antes de que lo lograse dos portentosos tajos verticales habían lacerado su figura desde ambas clavículas hasta las caderas. ¿Muerto? No, alguien como Barracus no moriría con semejante facilidad, pero su voluntad quedó reducida al mínimo instantes antes de que su cuerpo se desplomase. Respirando agitadamente, el rubio se llevó la mano al abdomen al tiempo que recuperaba su forma humana. La herida sangraba, aunque no era letal. Aun así, estaba perdiendo una considerable cantidad de sangre y más le valía solucionar el problema antes de que incrementase su gravedad.
—¡Zane! —exclamó, sin perder de vista al oficial—. Creo que es hora de que nos vayamos.
No había terminado de pronunciar las palabras cuando el viento comenzó a soplar con furia en los alrededores. Las capas y los uniformes de los marines se agitaban con violencia y, del mismo modo, los escombros del enfrentamiento que se había producido allí se alzaban para volar en una trayectoria cada vez más circular. Estaba seguro de que el pelirrojo comprendería lo que estaba sucediendo y que sabría cómo zanjar aquel condenado asunto de una vez por todas. No obstante, aún disponía de algunos segundos. Varios marines cuyos rostros reflejaban que no debían tener mucha experiencia le observaban, alzando temblorosos sus rifles y apuntando a su cuerpo. La silueta de Barracus se interponía entre ellos y él.
—Lleváoslo. Esto está a punto de ser reducido a cenizas.
Y, sorprendentemente —o no tanto, teniendo en cuenta que probablemente hubiesen visto todo el enfrentamiento—, obedecieron. Tuvieron que pedir ayuda para mover semejante mole de músculo, claro, pero el contramaestre no se opuso a que lo hicieran.
Fue por ello que, muy lentamente, la alabarda comenzó a retroceder. Cada milímetro que se desplazaba significaba un esfuerzo titánico por parte del rubio, aunque aquello no constituyó una disuasión. Nada más lejos de la realidad, y es que observar cómo el rojo comenzaba a teñir las córneas del contralmirante se convertía en una arenga que le animaba a continuar presionando. Chilló de nuevo, aunque esa vez de puro éxtasis. Era en momentos como aquél cuando el instinto animal que habitaba en lo más profundo de cualquier persona salía a la luz. El mundo perdía la importancia por completo cuando una vida se ponía en juego para enfrentar a otra, cuando la apuesta era vivir o morir. ¿Qué más daba Hipatia? ¿Qué importaban los marines que les rodeaban? Nada, no importaban nada. Sólo estaban Barracus y él.
El semigigante terminó por ceder la posición, girando sobre sí mismo en un último intento por decantar la balanza a su favor. La alabarda trazó un recorrido oblicuo y ascendente con intención de dividir a Therax en dos partes desiguales, pero el movimiento que había hecho le había dejado completamente expuesto.
Su gran arma nunca llegó a acercarse al cuerpo del contramaestre, pues antes de que lo lograse dos portentosos tajos verticales habían lacerado su figura desde ambas clavículas hasta las caderas. ¿Muerto? No, alguien como Barracus no moriría con semejante facilidad, pero su voluntad quedó reducida al mínimo instantes antes de que su cuerpo se desplomase. Respirando agitadamente, el rubio se llevó la mano al abdomen al tiempo que recuperaba su forma humana. La herida sangraba, aunque no era letal. Aun así, estaba perdiendo una considerable cantidad de sangre y más le valía solucionar el problema antes de que incrementase su gravedad.
—¡Zane! —exclamó, sin perder de vista al oficial—. Creo que es hora de que nos vayamos.
No había terminado de pronunciar las palabras cuando el viento comenzó a soplar con furia en los alrededores. Las capas y los uniformes de los marines se agitaban con violencia y, del mismo modo, los escombros del enfrentamiento que se había producido allí se alzaban para volar en una trayectoria cada vez más circular. Estaba seguro de que el pelirrojo comprendería lo que estaba sucediendo y que sabría cómo zanjar aquel condenado asunto de una vez por todas. No obstante, aún disponía de algunos segundos. Varios marines cuyos rostros reflejaban que no debían tener mucha experiencia le observaban, alzando temblorosos sus rifles y apuntando a su cuerpo. La silueta de Barracus se interponía entre ellos y él.
—Lleváoslo. Esto está a punto de ser reducido a cenizas.
Y, sorprendentemente —o no tanto, teniendo en cuenta que probablemente hubiesen visto todo el enfrentamiento—, obedecieron. Tuvieron que pedir ayuda para mover semejante mole de músculo, claro, pero el contramaestre no se opuso a que lo hicieran.
Luka Rooney
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El tiburón había conseguido crear una distracción lo suficientemente buena para que su amigo Ryuu consiguiese lanzar su ofensiva y se encarase contra aquellos con los que empezó a luchar.
Y entonces una brisa recorrió el lugar, centrando su mirada en el espadachín rubio de los Arashi. Ya lo había encontrado, o se había hecho encontrar, quién sabe. El caso es que solo se interponía entre humano y gyojin y a serie de marines poco experimentados -o eso decían sus para nada fluidos movimientos-, así que se lanzó al aire, golpeando cada pequeña capa de humedad, e intentando hacer lo mismo con cada marine insignificante que se cruzaba en su camino. Tras derribar a cuatro o cinco, el pirata pudo ver cómo la mayoría de los que seguían allí se alejaban ligeramente o le dejaban pasar con cierta amabilidad.
Una vez llegó hasta arriba, intentó no mostrar una mueca de sorpresa al ver lo que se encontraba en el suelo sangrando. Era un semigigante, y Therax parecía ser el culpable de su caída. Como solía acostumbrar, la mano derecha de uno de los emperadores del mar había permitido que su rival saliese de allí con vida. Aquel acto, por regla general, no simpatizaría demasiado con el habitante del mar, sin embargo por aquel tipo corría sangre de Elbaf, así que el honor de sus guerreros se antepuso al pensamiento del gyojin una vez más.
-Los Arashi deberíais llamaros Los caritativos. Salváis la vida de un triste pez y dejáis marchar con vida a sus enemigos -comentó a la par que le tendía un sentido abrazo al que era un hermano para él-. Gracias por esta, hermano. Te debo una.
Ya era raro que el tiburón diese las gracias en algún momento, pero se podía llegar a comprender después del sentido abrazo que le había dado al rubio. Se había recreado y lo había disfrutado. ¿Qué le estaba pasando a la mole agresiva y sin cerebro? Quizá echaba de menos a sus amigos.
En cualquier caso, había oído como Therax le pedía a Zane terminar con aquello, y no podía estar más de acuerdo. No valía de nada dejarse todas sus energías en acribillar a todos y cada uno de los presentes si luego no llegaban a tiempo para su plan. Era la hora de partir, aunque para ello debía avisar a Ryuu también.
-¡Ryuu! -gritó con todas sus fuerzas- ¡Nos vamos! Tenemos que partirle la cara a esa estúpida Reina.
Y es que la reina estaba totalmente sentenciada. La vida de un gyojin era importante para Luka, pero la de toda su isla, de vital importancia. Así que no cesaría su empeño en dar caza a aquella que amenazaba a su pueblo. Mataría o moriría en el intento.
Y entonces una brisa recorrió el lugar, centrando su mirada en el espadachín rubio de los Arashi. Ya lo había encontrado, o se había hecho encontrar, quién sabe. El caso es que solo se interponía entre humano y gyojin y a serie de marines poco experimentados -o eso decían sus para nada fluidos movimientos-, así que se lanzó al aire, golpeando cada pequeña capa de humedad, e intentando hacer lo mismo con cada marine insignificante que se cruzaba en su camino. Tras derribar a cuatro o cinco, el pirata pudo ver cómo la mayoría de los que seguían allí se alejaban ligeramente o le dejaban pasar con cierta amabilidad.
Una vez llegó hasta arriba, intentó no mostrar una mueca de sorpresa al ver lo que se encontraba en el suelo sangrando. Era un semigigante, y Therax parecía ser el culpable de su caída. Como solía acostumbrar, la mano derecha de uno de los emperadores del mar había permitido que su rival saliese de allí con vida. Aquel acto, por regla general, no simpatizaría demasiado con el habitante del mar, sin embargo por aquel tipo corría sangre de Elbaf, así que el honor de sus guerreros se antepuso al pensamiento del gyojin una vez más.
-Los Arashi deberíais llamaros Los caritativos. Salváis la vida de un triste pez y dejáis marchar con vida a sus enemigos -comentó a la par que le tendía un sentido abrazo al que era un hermano para él-. Gracias por esta, hermano. Te debo una.
Ya era raro que el tiburón diese las gracias en algún momento, pero se podía llegar a comprender después del sentido abrazo que le había dado al rubio. Se había recreado y lo había disfrutado. ¿Qué le estaba pasando a la mole agresiva y sin cerebro? Quizá echaba de menos a sus amigos.
En cualquier caso, había oído como Therax le pedía a Zane terminar con aquello, y no podía estar más de acuerdo. No valía de nada dejarse todas sus energías en acribillar a todos y cada uno de los presentes si luego no llegaban a tiempo para su plan. Era la hora de partir, aunque para ello debía avisar a Ryuu también.
-¡Ryuu! -gritó con todas sus fuerzas- ¡Nos vamos! Tenemos que partirle la cara a esa estúpida Reina.
Y es que la reina estaba totalmente sentenciada. La vida de un gyojin era importante para Luka, pero la de toda su isla, de vital importancia. Así que no cesaría su empeño en dar caza a aquella que amenazaba a su pueblo. Mataría o moriría en el intento.
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Enloquecido por la rabia ante la pérdida de su hermano, el superviviente de los gemelos Rogers se abalanzó sobre el samurái a una velocidad tan endiablada que este a duras penas logró seguir sus pasos con la mirada. La frenética y descontrolada sucesión de golpes que tuvo lugar a continuación puso a Ryuu en un serio aprieto, pues la fuerza y la agresividad que estaba empleando el militar eran tan superiores a las que había mostrado previamente que cada impacto entre los filos de ambas espadas le hacía retroceder ligeramente, provocando además que sus muñecas se resintieran en cada ocasión al absorber la potencia de los golpes.
Sin embargo, aquella situación tenía una importante ventaja que el semigyojin podía aprovechar en su favor. Al estar total y absolutamente fuera de sí, el oficial marine no era capaz de pensar. Se movía por puro instinto, llevado por la más intensa sed de venganza. El joven samurái sabía bien, pues desde muy pequeño su maestro se lo había inculcado, que el peor enemigo de un espadachín en un combate eran las emociones muy intensas, pues afectaban a la capacidad de juicio y razonamiento y podían llevar a caer con facilidad en trampas o a ejecutar maniobras demasiado arriesgadas. Por lo tanto solo tenía que forzar que ese error ocurriese y podría aprovecharlo.
Girando sobre sí mismo velozmente para apartarse de la trayectoria de la ofensiva de su enemigo, hizo que tres pequeñas masas de agua se dirigieran desde el aire con gran potencia desde tres direcciones diferentes contra el militar. Este, adivinando lo que iba a ocurrir, se desplazó en la única dirección posible que le permitiría evadir las tres al tiempo. Pero no había contado con una cosa. El semigyojin había dejado a propósito ese hueco confiando en que su oponente lo viera y se moviera para evitar los tres proyectiles, por lo que anticipando su desplazamiento se había colocado de forma que, cuando el marine esquivó, se encontró de frente con Kirisame. Incapaz de modificar ya su trayectoria, acabó ensartado por la katana de Ryuu. Este, tras sacar el filo de su espada del cuerpo de su enemigo, cerró durante un instante los ojos en señal de respeto por los dos oponentes a los que se había enfrentado, quienes habían combatido y caído de forma absolutamente honorable.
En ese momento el viento comenzó a soplar con gran fuerza, y Therax, quien teniendo en cuenta los poderes que había mostrado probablemente fuese el causante de aquello, sugirió que era el momento de abandonar el lugar. Acto seguido Luka dejó claro que en en efecto había llegado la hora de marcharse. Debían cumplir con su deber y acabar con la usurpadora y su reinado de terror.
El joven, antes de abandonar el archipiélago, se acercó al Emperador del Mar y le dijo:
- Ha sido un honor combatir junto a vosotros. He oído hablar mucho de tu destreza como espadachín, según dicen una de las mayores de los siete mares. Volveremos a vernos, y quiero que sepas que en algún momento, cuando esté a tu nivel, habremos de cruzar nuestras espadas.
Sin embargo, aquella situación tenía una importante ventaja que el semigyojin podía aprovechar en su favor. Al estar total y absolutamente fuera de sí, el oficial marine no era capaz de pensar. Se movía por puro instinto, llevado por la más intensa sed de venganza. El joven samurái sabía bien, pues desde muy pequeño su maestro se lo había inculcado, que el peor enemigo de un espadachín en un combate eran las emociones muy intensas, pues afectaban a la capacidad de juicio y razonamiento y podían llevar a caer con facilidad en trampas o a ejecutar maniobras demasiado arriesgadas. Por lo tanto solo tenía que forzar que ese error ocurriese y podría aprovecharlo.
Girando sobre sí mismo velozmente para apartarse de la trayectoria de la ofensiva de su enemigo, hizo que tres pequeñas masas de agua se dirigieran desde el aire con gran potencia desde tres direcciones diferentes contra el militar. Este, adivinando lo que iba a ocurrir, se desplazó en la única dirección posible que le permitiría evadir las tres al tiempo. Pero no había contado con una cosa. El semigyojin había dejado a propósito ese hueco confiando en que su oponente lo viera y se moviera para evitar los tres proyectiles, por lo que anticipando su desplazamiento se había colocado de forma que, cuando el marine esquivó, se encontró de frente con Kirisame. Incapaz de modificar ya su trayectoria, acabó ensartado por la katana de Ryuu. Este, tras sacar el filo de su espada del cuerpo de su enemigo, cerró durante un instante los ojos en señal de respeto por los dos oponentes a los que se había enfrentado, quienes habían combatido y caído de forma absolutamente honorable.
En ese momento el viento comenzó a soplar con gran fuerza, y Therax, quien teniendo en cuenta los poderes que había mostrado probablemente fuese el causante de aquello, sugirió que era el momento de abandonar el lugar. Acto seguido Luka dejó claro que en en efecto había llegado la hora de marcharse. Debían cumplir con su deber y acabar con la usurpadora y su reinado de terror.
El joven, antes de abandonar el archipiélago, se acercó al Emperador del Mar y le dijo:
- Ha sido un honor combatir junto a vosotros. He oído hablar mucho de tu destreza como espadachín, según dicen una de las mayores de los siete mares. Volveremos a vernos, y quiero que sepas que en algún momento, cuando esté a tu nivel, habremos de cruzar nuestras espadas.
—Tú mismo, pero luego no digas por ahí que no te lo he advertido —dijo finalmente el pelirrojo.
Se envolvió completamente por una gruesa y excesivamente cálida esfera de llamas que no tardó en desvanecerse, dejando ver justo después su transformación más poderosa sin llegar al despertar de su fruta del diablo. Su tamaño no había variado ni un solo centímetro, mas su aspecto era muy distinto: plumas de un rojo carmesí muy intenso, las cuales se degradaban en algunas de sus puntas en azul y dorado de forma completamente aleatoria. Sus ojos pasaron a ser áureos, y recordaban a los de un ave rapaz que busca a su presa. Extendió sus alas, aprovechando las corrientes de aire y se elevó sobre los cielos unos metros, como si de alguna clase de dios se tratase.
«Modo… Paladín del Purgatorio», dijo para sus adentros, aleteando de nuevo y desapareciendo de la vista de todos.
Apenas fueron unas centésimas de segundo, en los que apareció justo al lado de Shun y con su diestra trazó una diagonal cortante, que apenas pudo ser bloqueada, seguida de una estocada con su diestra envuelta completamente con su fuego y su férrea voluntad, atravesando aquella armadura de agua y energía y llegando a tocar carne.
El gyojin gimió de dolor, pero eso no le impidió usar la mano que tenía libre para golpear en la cara al pirata. Sin embargo, en aquella forma no solo tenía potenciado las habilidades de su fruta, si no que sus características físicas se veían aumentadas hasta un nivel que dejaba muy atrás a la mayoría de los guerreros como el que tenía en frente. Podía notarlo en su interior gracias a su mantra. ¿Qué Shun era fuerte? No había duda de ello, pero el emperador del mar estaba a un nivel muy superior. Así que, se echó hacia atrás un par de metros y de nuevo volvió a envestirle, mas esa vez de las hojas de sus katanas emergieron dos sendas ondas cortantes que enviaron al habitante del mar por los aires varios metros, completamente herido.
Fue en ese momento, cuando Therax alzó la voz y llamó su atención. «Le estás cogiendo el gusto a eso…», pensó con una sonrisa en el rostro, alzando su espada para que le viera y haciéndole saber que lo había entendido.
Rápidamente, concentrando una cantidad de fuego considerable la lanzó sobre las corrientes que su tercero de abordo estaba controlando. Estas comenzaron a girar en círculos, creando un poderoso tornado de fuego que rápidamente fue consumiendo todo lo que estaba a su alrededor, acabando con cualquiera que no huyera de él. Era un espectáculo digno de ser visto y admirando, aunque de lejos, pues era demasiado peligroso.
Como era de esperar, la gente comenzó a huir de él, salvo el bueno de Shun que apareció desangrándose corriendo hacia él como una mala bestia. Estaba colérico y corría despavorido hasta el pelirrojo, el cual, gracias a su mantra, supo porque lado y la forma en la que iba atacarle: un único puñetazo, cargado con toda su voluntad y cuya potencia sería capaz de destruir cualquier edificación cercana. Esperó al último momento, y antes de que pudiera golpearlo, se agachó unos centímetros arqueando su espalda y con ágil, veloz y poderoso movimiento de su espada le cortó el brazo de cuajo, ayudado por su poderoso haki de armadura. Tras eso, arremetió contra él y lo dejó inconsciente.
Zane miró el cuerpo de Shun sobre el suelo, y desconocía si alguno de sus compañeros había conseguido información valiosa sobre la susodicha reina… ¿Hipatia? Sí, ese era su nombre. Lo agarró y se fue volando de allí junto al resto.
Al llegar al puerto a una zona medianamente segura de la zona sin ley, curó las heridas de todos los presentes, incluyendo las de Shun, al cual habían amordazado previamente. El pirata volvió a forma humana, muy cansado por haber empleado tanto poder y miró a Luka con una sonrisa en la cara. Luego, llamó al escuadrón marítimo y a la banda para decir que Luka estaba a salvo.
—Arregla todo lo que tengas que arreglar en tu isla natal y luego vuelve con nosotros —le dijo Zane, extendiendo su brazo dejándole ver un trozo de vibre card—. Te echamos de menos. Tu camarote sigue exactamente igual, quizás con algo más de polvo, pero di la orden de que si alguien entraba… bueno, tendría que pasar algunas semanas en Momoiro —bromeó.
Después de hablar con él, Shun despertó.
—Si vas a matarme hazlo ya —dijo, tan rabioso como impotente.
—No pienso matarte —le aclaró—. Te he curado las heridas por una única razón… Quiero que te reúnas con tú reina y le digas que yo, Zane D. Kenshin, como emperador del nuevo mundo, le declaro la guerra, ¿entendido? Así que vete de aquí… ¡Ahora!
Usó el poder destructivo de su haki del rey para atemorizarle, al mismo tiempo que lo canalizaba sobre las cuerdas que rodeaban sus extremidades para romperlas. Shun le miró, pero era consciente de que no tenía posibilidad contra los cuatro piratas, y se fue de allí.
Minutos después, decidieron irse de allí. Zane estaba más relajado, pero decidió que iría volando sobre Therax durante unas horas.
—Súmate a la cola —le respondió a Ryuu, a modo de sorna, teniéndose después la mano y despedirse de él—. Aunque si te unes a mi banda, quizás adelante el combate… —comentó, haciendo gala de su afán como reclutador, mas tan solo recibió una negativa. Después se giró hacia Luka y le guiñó un ojo a modo de despedida.
Se envolvió completamente por una gruesa y excesivamente cálida esfera de llamas que no tardó en desvanecerse, dejando ver justo después su transformación más poderosa sin llegar al despertar de su fruta del diablo. Su tamaño no había variado ni un solo centímetro, mas su aspecto era muy distinto: plumas de un rojo carmesí muy intenso, las cuales se degradaban en algunas de sus puntas en azul y dorado de forma completamente aleatoria. Sus ojos pasaron a ser áureos, y recordaban a los de un ave rapaz que busca a su presa. Extendió sus alas, aprovechando las corrientes de aire y se elevó sobre los cielos unos metros, como si de alguna clase de dios se tratase.
«Modo… Paladín del Purgatorio», dijo para sus adentros, aleteando de nuevo y desapareciendo de la vista de todos.
Apenas fueron unas centésimas de segundo, en los que apareció justo al lado de Shun y con su diestra trazó una diagonal cortante, que apenas pudo ser bloqueada, seguida de una estocada con su diestra envuelta completamente con su fuego y su férrea voluntad, atravesando aquella armadura de agua y energía y llegando a tocar carne.
El gyojin gimió de dolor, pero eso no le impidió usar la mano que tenía libre para golpear en la cara al pirata. Sin embargo, en aquella forma no solo tenía potenciado las habilidades de su fruta, si no que sus características físicas se veían aumentadas hasta un nivel que dejaba muy atrás a la mayoría de los guerreros como el que tenía en frente. Podía notarlo en su interior gracias a su mantra. ¿Qué Shun era fuerte? No había duda de ello, pero el emperador del mar estaba a un nivel muy superior. Así que, se echó hacia atrás un par de metros y de nuevo volvió a envestirle, mas esa vez de las hojas de sus katanas emergieron dos sendas ondas cortantes que enviaron al habitante del mar por los aires varios metros, completamente herido.
Fue en ese momento, cuando Therax alzó la voz y llamó su atención. «Le estás cogiendo el gusto a eso…», pensó con una sonrisa en el rostro, alzando su espada para que le viera y haciéndole saber que lo había entendido.
Rápidamente, concentrando una cantidad de fuego considerable la lanzó sobre las corrientes que su tercero de abordo estaba controlando. Estas comenzaron a girar en círculos, creando un poderoso tornado de fuego que rápidamente fue consumiendo todo lo que estaba a su alrededor, acabando con cualquiera que no huyera de él. Era un espectáculo digno de ser visto y admirando, aunque de lejos, pues era demasiado peligroso.
Como era de esperar, la gente comenzó a huir de él, salvo el bueno de Shun que apareció desangrándose corriendo hacia él como una mala bestia. Estaba colérico y corría despavorido hasta el pelirrojo, el cual, gracias a su mantra, supo porque lado y la forma en la que iba atacarle: un único puñetazo, cargado con toda su voluntad y cuya potencia sería capaz de destruir cualquier edificación cercana. Esperó al último momento, y antes de que pudiera golpearlo, se agachó unos centímetros arqueando su espalda y con ágil, veloz y poderoso movimiento de su espada le cortó el brazo de cuajo, ayudado por su poderoso haki de armadura. Tras eso, arremetió contra él y lo dejó inconsciente.
Zane miró el cuerpo de Shun sobre el suelo, y desconocía si alguno de sus compañeros había conseguido información valiosa sobre la susodicha reina… ¿Hipatia? Sí, ese era su nombre. Lo agarró y se fue volando de allí junto al resto.
Al llegar al puerto a una zona medianamente segura de la zona sin ley, curó las heridas de todos los presentes, incluyendo las de Shun, al cual habían amordazado previamente. El pirata volvió a forma humana, muy cansado por haber empleado tanto poder y miró a Luka con una sonrisa en la cara. Luego, llamó al escuadrón marítimo y a la banda para decir que Luka estaba a salvo.
—Arregla todo lo que tengas que arreglar en tu isla natal y luego vuelve con nosotros —le dijo Zane, extendiendo su brazo dejándole ver un trozo de vibre card—. Te echamos de menos. Tu camarote sigue exactamente igual, quizás con algo más de polvo, pero di la orden de que si alguien entraba… bueno, tendría que pasar algunas semanas en Momoiro —bromeó.
Después de hablar con él, Shun despertó.
—Si vas a matarme hazlo ya —dijo, tan rabioso como impotente.
—No pienso matarte —le aclaró—. Te he curado las heridas por una única razón… Quiero que te reúnas con tú reina y le digas que yo, Zane D. Kenshin, como emperador del nuevo mundo, le declaro la guerra, ¿entendido? Así que vete de aquí… ¡Ahora!
Usó el poder destructivo de su haki del rey para atemorizarle, al mismo tiempo que lo canalizaba sobre las cuerdas que rodeaban sus extremidades para romperlas. Shun le miró, pero era consciente de que no tenía posibilidad contra los cuatro piratas, y se fue de allí.
Minutos después, decidieron irse de allí. Zane estaba más relajado, pero decidió que iría volando sobre Therax durante unas horas.
—Súmate a la cola —le respondió a Ryuu, a modo de sorna, teniéndose después la mano y despedirse de él—. Aunque si te unes a mi banda, quizás adelante el combate… —comentó, haciendo gala de su afán como reclutador, mas tan solo recibió una negativa. Después se giró hacia Luka y le guiñó un ojo a modo de despedida.
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