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Maki
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-A ver, repítemelo para asegurarme de que queda todo claro.
Chopped dio una larga calada a su pipa, exhaló un anillo de humo y repasó las líneas maestras de la misión.
-Entramos y buscamos a los espías. Luego averiguamos qué pasa aquí, lo arreglamos y volvemos al cuartel a por uno de esos Juicy Jumbo de fresa.
Salami negó con la cabeza.
-Sigo sin verlo claro. Es mejor liarse a cañonazos y ya está. Luego buscamos lo que haya que buscar.
-Piensa en los zumos, Salami -intervino Maki-. Si hacemos eso no nos los mereceremos. Además, aquí mando yo. ¿No ves mi boina? -En la boina de Maki ponía “El jefe”-. Haremos esto al estilo revolucionario. ¿Tenéis listos los botes?
Chorizo y Morcón asintieron y los fueron repartiendo. Ya que estaban allí, aprovecharían para hacer unas cuantas pintadas subversivas en contra del gobierno opresor. No era su principal objetivo, pero nunca estaba de más.
Aquella misión prometía ser complicada. Tras perder la comunicación con un espía de la Revolución, el cuartel del West Blue envió un par de expediciones para enterarse de las razones. Ambas habían quedado mudas también. Por suerte para ellos, el condecorado Oficial Makintosh estaba por ahí para promocionar las algas hipoalergénicas de Pete, la marca que cultivaba su padre. Ahora, la misión era problema suyo.
A una señal suya, desembarcaron. Tenían su barco fondeado a un par de millas de la isla, para evitar ser vistos. Tanto secretismo era una lata; Maki no pudo lanzar los fuegos artificiales para celebrar el comienzo del trabajo. Él se adelantó nadando mientras los demás remaban en un bote. Sus quejas se oían desde muy lejos en la calma de la noche, algo que no le habría pasado a un comando más experto. Los Fiambres eran buenos para el nivel que había en ese mar, pero no tenían ni punto de comparación con titanes de la insurgencia como Héctor el Gordo o Cecilia la Floja.
Salió del agua en una playa de guijarros, emergiendo con su boina y su puro humeante, todo gris y mojado. Imitó el canto de un pez búho para avisar al resto de que había llegado y se internó en la noche.
La costa daba a una gran pradera sin final aparente. La luna revelaba unas cuantas colinas ondulantes allá adelante, con la silueta de altos molinos recortadas contra el cielo estrellado. Maki caminó hacia las luces de un pueblo y se topó con una aldea bastante normalita. Casas bajas, chimeneas humeantes... Le faltaba un buen acuario de nécoras, para su gusto, pero se antojaba un lugar apacible, tranquilo.
Distinguió el cartel de un bar y decidió que sería un buen sitio para recabar información. A los humanos les encantaba beber su propia versión del licor de alga machacada, y siempre hablaban mucho cuando llevaban tres o cuatro vasos. Maki se caló la boina y adoptó su mejor pose de humano para no llamar mucho la atención. Incluso guardó la enorme bandera con el símbolo revolucionario que había llevado todo el camino.
Abrió la puerta y el calor de un fuego le recibió. Dentro, un camarero limpiaba una gran jarra con un trapo, varias mesas compartían humeantes platos y algún cliente ocasional vaciaba su copa en la barra. Todas las miradas se clavaron en él, pero ni de broma tan asombrados como el propio Maki. El oficial se frotó los ojos, incrédulo, y volvió a fijarse en aquella gente. No, sus ojos no le engañaban. El camarero, los clientes, el tipo que sacaba un barril de un almacén, todos ellos tenían algo raro y aún más fuera de lugar que el propio Maki.
Eran vacas.
Chopped dio una larga calada a su pipa, exhaló un anillo de humo y repasó las líneas maestras de la misión.
-Entramos y buscamos a los espías. Luego averiguamos qué pasa aquí, lo arreglamos y volvemos al cuartel a por uno de esos Juicy Jumbo de fresa.
Salami negó con la cabeza.
-Sigo sin verlo claro. Es mejor liarse a cañonazos y ya está. Luego buscamos lo que haya que buscar.
-Piensa en los zumos, Salami -intervino Maki-. Si hacemos eso no nos los mereceremos. Además, aquí mando yo. ¿No ves mi boina? -En la boina de Maki ponía “El jefe”-. Haremos esto al estilo revolucionario. ¿Tenéis listos los botes?
Chorizo y Morcón asintieron y los fueron repartiendo. Ya que estaban allí, aprovecharían para hacer unas cuantas pintadas subversivas en contra del gobierno opresor. No era su principal objetivo, pero nunca estaba de más.
Aquella misión prometía ser complicada. Tras perder la comunicación con un espía de la Revolución, el cuartel del West Blue envió un par de expediciones para enterarse de las razones. Ambas habían quedado mudas también. Por suerte para ellos, el condecorado Oficial Makintosh estaba por ahí para promocionar las algas hipoalergénicas de Pete, la marca que cultivaba su padre. Ahora, la misión era problema suyo.
A una señal suya, desembarcaron. Tenían su barco fondeado a un par de millas de la isla, para evitar ser vistos. Tanto secretismo era una lata; Maki no pudo lanzar los fuegos artificiales para celebrar el comienzo del trabajo. Él se adelantó nadando mientras los demás remaban en un bote. Sus quejas se oían desde muy lejos en la calma de la noche, algo que no le habría pasado a un comando más experto. Los Fiambres eran buenos para el nivel que había en ese mar, pero no tenían ni punto de comparación con titanes de la insurgencia como Héctor el Gordo o Cecilia la Floja.
Salió del agua en una playa de guijarros, emergiendo con su boina y su puro humeante, todo gris y mojado. Imitó el canto de un pez búho para avisar al resto de que había llegado y se internó en la noche.
La costa daba a una gran pradera sin final aparente. La luna revelaba unas cuantas colinas ondulantes allá adelante, con la silueta de altos molinos recortadas contra el cielo estrellado. Maki caminó hacia las luces de un pueblo y se topó con una aldea bastante normalita. Casas bajas, chimeneas humeantes... Le faltaba un buen acuario de nécoras, para su gusto, pero se antojaba un lugar apacible, tranquilo.
Distinguió el cartel de un bar y decidió que sería un buen sitio para recabar información. A los humanos les encantaba beber su propia versión del licor de alga machacada, y siempre hablaban mucho cuando llevaban tres o cuatro vasos. Maki se caló la boina y adoptó su mejor pose de humano para no llamar mucho la atención. Incluso guardó la enorme bandera con el símbolo revolucionario que había llevado todo el camino.
Abrió la puerta y el calor de un fuego le recibió. Dentro, un camarero limpiaba una gran jarra con un trapo, varias mesas compartían humeantes platos y algún cliente ocasional vaciaba su copa en la barra. Todas las miradas se clavaron en él, pero ni de broma tan asombrados como el propio Maki. El oficial se frotó los ojos, incrédulo, y volvió a fijarse en aquella gente. No, sus ojos no le engañaban. El camarero, los clientes, el tipo que sacaba un barril de un almacén, todos ellos tenían algo raro y aún más fuera de lugar que el propio Maki.
Eran vacas.
Arny Sanskari
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El ornitorrinco llevaba ya un par de días caminando por la isla, recorriendo sus esquinas y secretos geomorfológicos, tomando apuntes y creando pequeños bocetos en su cuaderno de las zonas mas peculiares para recordarlas mas tarde. Desde luego, aquella isla tenia una orografía única, como todas por otro lado, pero es que las formaciones al final de las pequeñas colinas al centro de la isla, que desde lejos podrían dar la impresión de ser molinos, los típicos molinos, son en realidad pequeños volcanes que cada mañana sueltan sus enormes fumarolas. Entre la inesperada forma alargada de las toberas del volcán, su formación como una pequeña arboleda y la forma de la isla, daba la impresión de estar viendo las ubres de una vaca tumbada hacía el cielo. Lo cual resultaba extremadamente conveniente para la población oriunda del peñasco que Arny se encontraba dibujando en aquel momento.
Ingresar a la isla había sido sencillo, un ferry trajo al mink al territorio de los bóvidos, donde dadas sus características animalescas, no había sido mirado tan raro como esperaba. Fue un choque de realidad encontrarse aquellos seres en su viaje, por lo que había podido descubrir hablando con los pocos que quisieron perder su tiempo para explicar al navegante su historia. Aquellos seres no eran minks, o si lo eran, hacía mucho que habían perdido el sentimiento de raza o las costumbres típicas. Por el contrario, tras varias generaciones viviendo entre colinas y volcanes, habían creado su propio sentimiento de manada, haciéndolos un grupo muy unido y muy suspicaz ante los viajeros, los cuales no solían aventurarse en una pequeña isla de aquel tranquilo mar.
La noche había caído ya, ocultando con su manto estrellado el azul del cielo. Oscureciendo los campos y privando a los viajeros del sentido de la vista, pues no existía red de iluminación tan alejado del pequeño poblado. Arny se encontraba caminando de regreso a la posada donde consiguió una habitación, casi a ciegas, pero ya se conocía aquel poco transitado camino de leñadores que transcurría entre el pueblo y el otro extremo de la isla, donde la concentración de árboles era mayor. La zona mas compleja de representar en un papel para el novato dibujante de mapas.
Las pequeñas bombillas de luz amarillenta del pueblo, iluminaron el horizonte del ornitorrinco, quien comprobó por enésima vez que su sentido de la orientación funcionaba perfectamente. Poco a poco, paso a paso, el pueblo y la posada se fueron haciendo mas grandes a medida que estaban mas cerca. Dando la sensación de acercarse a un antiquísimo lugar, gracias a la polvorienta iluminación que se utilizaba en la zona y las construcciones de madera y paja.
Al entrar al pueblo y enfilar la calle que daba a la posada, Arny pudo ver la luz que se filtraba a la calle desde el edificio. La puerta estaba abierta y dentro, un gyojin entre una extraña nube de silencio y consternación de los lugareños, permanecía de pie observando a los parroquianos igualmente sorprendido, por los gestos que Arny pudo observar desde su espalda.
-Si, yo me vi tan sorprendido como tu- exclamó el mink desde atrás, antes de comenzar a caminar a paso tranquilo, pasando por la derecha de aquel gyojin en dirección a la barra. -si estas esperando algo de carne en tu menú es mejor que salgas a cazar por ti mismo y te lo cocines lejos del pueblo, solo opciones vegetarianas en la carta- exclamó con un deje de fastidio en la voz, que hizo resoplar a un par de tertulianos. Arny ya había “discutido” sobre la opción de incluir un filete o dos en sus comidas con el dueño, pero había conseguido la misma respuesta que le dio él mismo al nuevo visitante. Aquel tema molestaba al ornitorrinco, que si bien podría capturar algún pajarito de los muchos que habitaban los alrededores y asarlo en una pequeña hoguera. No quería molestar a aquellos seres transgrediendo su cultura, por lo que llevaba tiempo de mal humor, comiendo solo poco mas que hierba y deseando terminar cuanto antes el mapa de la zona para poder irse.
-Me llamo Arny, por cierto- dijo antes de llegar a la barra y sentarse -¿me das la cena y una jarra de agua?- pidió al camarero -ni te molestes con la cerveza- exclamó mirando hacia el gyojin -no le ponen suficiente carbónico y el resultado es como tomar un zumo de cebada- explicó antes de que un principio de arcada cortase la frase a la mitad. Los clientes arrancaron en carcajadas, recordando aquel inocente ornitorrinco que llego sediento el primer día y le dio un gran trago a su jarra, vomitándolo acto seguido por una ventana del local. -si, “MUuuHA MUuuHA MUuuHA”- casi escupió el ornitorrinco imitando las risas de quienes estaban a su alrededor. Lo que levanto una nueva oleada de risas y carcajadas por la pobre imitación llena de rabia y vergüenza.
Ingresar a la isla había sido sencillo, un ferry trajo al mink al territorio de los bóvidos, donde dadas sus características animalescas, no había sido mirado tan raro como esperaba. Fue un choque de realidad encontrarse aquellos seres en su viaje, por lo que había podido descubrir hablando con los pocos que quisieron perder su tiempo para explicar al navegante su historia. Aquellos seres no eran minks, o si lo eran, hacía mucho que habían perdido el sentimiento de raza o las costumbres típicas. Por el contrario, tras varias generaciones viviendo entre colinas y volcanes, habían creado su propio sentimiento de manada, haciéndolos un grupo muy unido y muy suspicaz ante los viajeros, los cuales no solían aventurarse en una pequeña isla de aquel tranquilo mar.
La noche había caído ya, ocultando con su manto estrellado el azul del cielo. Oscureciendo los campos y privando a los viajeros del sentido de la vista, pues no existía red de iluminación tan alejado del pequeño poblado. Arny se encontraba caminando de regreso a la posada donde consiguió una habitación, casi a ciegas, pero ya se conocía aquel poco transitado camino de leñadores que transcurría entre el pueblo y el otro extremo de la isla, donde la concentración de árboles era mayor. La zona mas compleja de representar en un papel para el novato dibujante de mapas.
Las pequeñas bombillas de luz amarillenta del pueblo, iluminaron el horizonte del ornitorrinco, quien comprobó por enésima vez que su sentido de la orientación funcionaba perfectamente. Poco a poco, paso a paso, el pueblo y la posada se fueron haciendo mas grandes a medida que estaban mas cerca. Dando la sensación de acercarse a un antiquísimo lugar, gracias a la polvorienta iluminación que se utilizaba en la zona y las construcciones de madera y paja.
Al entrar al pueblo y enfilar la calle que daba a la posada, Arny pudo ver la luz que se filtraba a la calle desde el edificio. La puerta estaba abierta y dentro, un gyojin entre una extraña nube de silencio y consternación de los lugareños, permanecía de pie observando a los parroquianos igualmente sorprendido, por los gestos que Arny pudo observar desde su espalda.
-Si, yo me vi tan sorprendido como tu- exclamó el mink desde atrás, antes de comenzar a caminar a paso tranquilo, pasando por la derecha de aquel gyojin en dirección a la barra. -si estas esperando algo de carne en tu menú es mejor que salgas a cazar por ti mismo y te lo cocines lejos del pueblo, solo opciones vegetarianas en la carta- exclamó con un deje de fastidio en la voz, que hizo resoplar a un par de tertulianos. Arny ya había “discutido” sobre la opción de incluir un filete o dos en sus comidas con el dueño, pero había conseguido la misma respuesta que le dio él mismo al nuevo visitante. Aquel tema molestaba al ornitorrinco, que si bien podría capturar algún pajarito de los muchos que habitaban los alrededores y asarlo en una pequeña hoguera. No quería molestar a aquellos seres transgrediendo su cultura, por lo que llevaba tiempo de mal humor, comiendo solo poco mas que hierba y deseando terminar cuanto antes el mapa de la zona para poder irse.
-Me llamo Arny, por cierto- dijo antes de llegar a la barra y sentarse -¿me das la cena y una jarra de agua?- pidió al camarero -ni te molestes con la cerveza- exclamó mirando hacia el gyojin -no le ponen suficiente carbónico y el resultado es como tomar un zumo de cebada- explicó antes de que un principio de arcada cortase la frase a la mitad. Los clientes arrancaron en carcajadas, recordando aquel inocente ornitorrinco que llego sediento el primer día y le dio un gran trago a su jarra, vomitándolo acto seguido por una ventana del local. -si, “MUuuHA MUuuHA MUuuHA”- casi escupió el ornitorrinco imitando las risas de quienes estaban a su alrededor. Lo que levanto una nueva oleada de risas y carcajadas por la pobre imitación llena de rabia y vergüenza.
Maki
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Un tenso silencio se impuso mientras Maki procesaba la situación. A lo mejor habían girado donde no debían en mitad del mar y habían terminado en un lugar distinto. Un lugar de vacas. Sí, eso podía explicarlo.
-Muuuuuuh -dijo una de ellas.
No, no lo explicaba.
-¿Te pasa algo? -le preguntó la camarera.
-¿A mí? No, nada, qué va. Es solo que... ¿sois vacas?
-Pues claro, muuuuuh. -De repente, sintió como todos los ojos se clavaban en él. Docenas de ojos redondos y bovinos que brillaban con amenazante maldad. Un par de clientes se levantaron, imponentes masas de carne blanca y negra que podían hacerle trizas-. ¿Acaso tú no? ¿Qué eres, eh?
Maki se obligó a pensar rápido. Necesitaba una forma de no llamar la atención, una excusa plausible para su presencia allí.
-¿Yo? Pues una vaca -mintió, aunque su bisabuela había tenido algo de vaca por parte de madre-. Ñuuuuuh.
Las vacas se miraron. Guardaron silencio unos largos segundo y luego se encogieron de hombros.
-Guay, tómate algo.
Maki entró en el local, tratando de mantener las apariencias. No podía desvelar que era alguien de fuera o los malhechores podían pensar que era de la Revolución. El espionaje era uno de sus puntos fuertes, por suerte, junto con el macramé y distinguir si algo era sal o azúcar.
-Si, yo me vi tan sorprendido como tú.
-¡Ah, otra vaca! -De inmediato se reprendió por haberse exaltado. Aún estaba un poco confuso y no se había metido del todo en su papel-. Ñuuuuuh.
Se sentó cerca del tal Arny, aunque se movió un par de taburetes a un lado cuando vomitó. Qué asco. Aun así podía ser interesante mantenerse cerca. A pesar de ser el que menos miedo daba allí, tenía algo que despertó las sospechas de Maki. Un pico, por ejemplo. Las vacas no solían tener pico, ¿verdad? “A ver, repasemos”. Sabía muchas cosas sobre las vacas marinas, y recordaba las tres reglas sobre las vacas terrestres que le enseñaron en los Fish Scouts: no te amorres a su teta, no te fíes de lo tranquilas que parecen y no intentes cogerlas en brazos. No, no se hablaba de picos en ningún momento.
-Yo soy... -”Piensa un nombre falso, deprisa.”- Augustos.- “Bueno, más o menos. Ahora pide algo que no levante sospechas.”- ¿Puedes ponerme un vaso de leche y unas galletas? Oh, sí. Ñuuuuh.
Qué bien le salía hacer de vaca.
-Muuuuuuh -dijo una de ellas.
No, no lo explicaba.
-¿Te pasa algo? -le preguntó la camarera.
-¿A mí? No, nada, qué va. Es solo que... ¿sois vacas?
-Pues claro, muuuuuh. -De repente, sintió como todos los ojos se clavaban en él. Docenas de ojos redondos y bovinos que brillaban con amenazante maldad. Un par de clientes se levantaron, imponentes masas de carne blanca y negra que podían hacerle trizas-. ¿Acaso tú no? ¿Qué eres, eh?
Maki se obligó a pensar rápido. Necesitaba una forma de no llamar la atención, una excusa plausible para su presencia allí.
-¿Yo? Pues una vaca -mintió, aunque su bisabuela había tenido algo de vaca por parte de madre-. Ñuuuuuh.
Las vacas se miraron. Guardaron silencio unos largos segundo y luego se encogieron de hombros.
-Guay, tómate algo.
Maki entró en el local, tratando de mantener las apariencias. No podía desvelar que era alguien de fuera o los malhechores podían pensar que era de la Revolución. El espionaje era uno de sus puntos fuertes, por suerte, junto con el macramé y distinguir si algo era sal o azúcar.
-Si, yo me vi tan sorprendido como tú.
-¡Ah, otra vaca! -De inmediato se reprendió por haberse exaltado. Aún estaba un poco confuso y no se había metido del todo en su papel-. Ñuuuuuh.
Se sentó cerca del tal Arny, aunque se movió un par de taburetes a un lado cuando vomitó. Qué asco. Aun así podía ser interesante mantenerse cerca. A pesar de ser el que menos miedo daba allí, tenía algo que despertó las sospechas de Maki. Un pico, por ejemplo. Las vacas no solían tener pico, ¿verdad? “A ver, repasemos”. Sabía muchas cosas sobre las vacas marinas, y recordaba las tres reglas sobre las vacas terrestres que le enseñaron en los Fish Scouts: no te amorres a su teta, no te fíes de lo tranquilas que parecen y no intentes cogerlas en brazos. No, no se hablaba de picos en ningún momento.
-Yo soy... -”Piensa un nombre falso, deprisa.”- Augustos.- “Bueno, más o menos. Ahora pide algo que no levante sospechas.”- ¿Puedes ponerme un vaso de leche y unas galletas? Oh, sí. Ñuuuuh.
Qué bien le salía hacer de vaca.
Arny Sanskari
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-Otro rarito pal pueblo- pensó Arny mientras aquel ser fingía ser un oriundo y se aproximaba a la barra para pedir... leche con galletas. -uff- exclamó el ornitorrinco al tiempo que salía de la cocina una vaca con un cuenco enorme de hojas verdes sin aderezar y el equivalente a un caldero de agua -¡las raciones siguen siendo enormes!- exclamó enfurruñado a la vaca que volvía a la cocina. -no se si me están vacilando o son tan tontos que no se enteran- murmuraba para sí mientras encaraba aquella “ensalada al natural” -al menos el agua siempre esta fresca- dijo incorporándose en la banqueta para agarrar la enorme jarra y sumergir el pico entero, vaciando una buena cantidad antes de volver a sentarse delante del plato de comida mas propia de un herbívoro.
Mascando despacio, dándole vueltas en el pico a su comida sin muchas ganas, Arny dibujaba el contorno que faltaba para completar la ultima sección de la isla. El boceto mostraba las extrañas formaciones y las cotas aproximadas de altura. Con soltura con el lápiz creaba pequeñas líneas casi sin marcar, hasta dar con la forma adecuada. Guiándose de sus apuntes tomados in situ terminó el contorno y los datos de relieve de aquella ultima zona. Entre sus muchos apuntes tenia notas de varias cosas, tomadas en varios colores, que componían un verdadero galimatías para aquellos que le pegasen un simple vistazo. El navegante aun no tenia un método organizado y seguía su propio instinto. Depurando su propio sistema, había añadido diferentes marcas propias para saber si hablaba de una montaña o una llanura, pero no sería difícil de descifrar con una mirada mas atenta de todos modos, pues los colores y las rotaciones que daba a la cuartilla para escribir en diferentes direcciones y aprovechar el papel, eran un código simple, creado mas bien para aprovechar recursos al máximo, que para encubrir información.
Tras un par de hojas de las mas masticables y un buen trago de agua, Arny había terminado el boceto general. Una ver terminado, podría reproducir el mapa mas fácilmente y de una forma mas organizada en una hoja en limpio. El trabajo a partir de aquel momento seria mas rápido, así que se relajo al fin y guardo sus herramientas de dibujo de nuevo en la mochila que descansaba a sus pies en el suelo, entre la banqueta y la barra y dio por terminada su cena. Estaba harto de la dieta rica en fibra y comenzaba a pensar seriamente en bajar a la costa del noreste, junto a los acantilados, y atrapar un buen cubo de marisco. El aroma que el recién llegado emanaba, había traído recuerdos de comidas mejores al ornitorrinco, quien sabía que no debería acercarse al agua del mar. Con un suspiro de resignación se giró hacia el gyojin y comentó con picaresca -curioso, nunca había visto una vaca calva, seguro que es una historia increíble, ¿nos la cuentas?- La audiencia pareció poner la oreja, algunos disimuladamente, otros mas descarados arrastraban sus mesas y sillas cerca, entre las mugientes carcajadas de los demás.
Mascando despacio, dándole vueltas en el pico a su comida sin muchas ganas, Arny dibujaba el contorno que faltaba para completar la ultima sección de la isla. El boceto mostraba las extrañas formaciones y las cotas aproximadas de altura. Con soltura con el lápiz creaba pequeñas líneas casi sin marcar, hasta dar con la forma adecuada. Guiándose de sus apuntes tomados in situ terminó el contorno y los datos de relieve de aquella ultima zona. Entre sus muchos apuntes tenia notas de varias cosas, tomadas en varios colores, que componían un verdadero galimatías para aquellos que le pegasen un simple vistazo. El navegante aun no tenia un método organizado y seguía su propio instinto. Depurando su propio sistema, había añadido diferentes marcas propias para saber si hablaba de una montaña o una llanura, pero no sería difícil de descifrar con una mirada mas atenta de todos modos, pues los colores y las rotaciones que daba a la cuartilla para escribir en diferentes direcciones y aprovechar el papel, eran un código simple, creado mas bien para aprovechar recursos al máximo, que para encubrir información.
Tras un par de hojas de las mas masticables y un buen trago de agua, Arny había terminado el boceto general. Una ver terminado, podría reproducir el mapa mas fácilmente y de una forma mas organizada en una hoja en limpio. El trabajo a partir de aquel momento seria mas rápido, así que se relajo al fin y guardo sus herramientas de dibujo de nuevo en la mochila que descansaba a sus pies en el suelo, entre la banqueta y la barra y dio por terminada su cena. Estaba harto de la dieta rica en fibra y comenzaba a pensar seriamente en bajar a la costa del noreste, junto a los acantilados, y atrapar un buen cubo de marisco. El aroma que el recién llegado emanaba, había traído recuerdos de comidas mejores al ornitorrinco, quien sabía que no debería acercarse al agua del mar. Con un suspiro de resignación se giró hacia el gyojin y comentó con picaresca -curioso, nunca había visto una vaca calva, seguro que es una historia increíble, ¿nos la cuentas?- La audiencia pareció poner la oreja, algunos disimuladamente, otros mas descarados arrastraban sus mesas y sillas cerca, entre las mugientes carcajadas de los demás.
Maki
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La vacamarera se le quedó mirando con algo que casi podría parecer asco. Rumió algo que tenía en la boca y se volvió para buscar en la cocina. Maki pudo oír cómo trasteaba en la nevera. ¿Tan escondida tenían la leche? Debería haber pedido otra cosa. Ni siquiera le gustaba, solo le había parecido lo más apropiado. Cuando vio la enorme jarra que la vaca le puso delante se arrepintió aún más. ¿Cómo iba a beberse todo eso? Las vacas no se andaban con remilgos con las raciones.
-¿Esto es de oveja? -preguntó Maki tras probarla.
-¿De qué la quieres si no? Rarito... -murmuró la vacamarera.
La vida continuó en el local. Las conversaciones retomaron su ritmo tras la abrupta entrada de Maki, que no dejaba de preguntarse cuál sería el siguiente paso. Si las vacas dominaban la isla -y tal vez el mundo; llevaba mucho tiempo en el mar y a saber qué habría pasado por ahí-, los humanos deberían destacar, ¿verdad? A no ser que se las hubiesen comido en una especie de venganza alimenticia. Bastante cruel, porque Maki estaba casi convencido de que las vacas no comían carne. Pero ¿y pescado? Mejor sería que no le pillaran su mentira.
-Curioso, nunca había visto una vaca calva. Seguro que es una historia increíble, ¿nos la cuentas?- dijo la extraña vaca con pico y sin manchas. Bien pensado, era la más rara de allí. Ni siquiera había mugido.
-Pues...
Esa maldita vaca mutante le había puesto en un compromiso. ¡Y encima le llamaba calvo! Vale que sus crecepelos todavía no habían surtido efecto, pero eso no era motivo para insultarle de ese modo. La calvicie era puramente mental, un estado de ánimo. Si uno se sentía con pelo, pelo tendría. Sin embargo, eso no cambiaba que tenía que disimular e inventarse una mentira creíble. “Sé una vaca, Augustus”, se conminó.
-Mi padre era medio cabra. Y ya sabes, la familia, ¿ñuuuuh? ¿Y tú por qué eres tan raro, eh?
“Eso es, lánzale a él la acusación.”
-Toma, la tapa. Recién hecho.
La vacamarera le puso un enorme plato delante, lleno de ¿hierba? Era un trozo de suelo arrancado de cuajo con un montón de hierba. ¿Y por qué humeaba? ¿Cómo podía estar eso recién hecho? Maki hizo acopio de valor, sintiéndose observado. Por el bien de su misión, empuñó cuchillo y tenedor y se lanzó a la batalla contra aquel platazo. Cortó un trozo y se lo llevó a la boca.
-Hmm... Ñuuuuh, qué bueno está. Con... piedrecitas y... césped, como a mí me gusta.
Menos mal que tenía la jarra bien llena. Iba a necesitar un montón de leche para bajar la cena.
-¿Esto es de oveja? -preguntó Maki tras probarla.
-¿De qué la quieres si no? Rarito... -murmuró la vacamarera.
La vida continuó en el local. Las conversaciones retomaron su ritmo tras la abrupta entrada de Maki, que no dejaba de preguntarse cuál sería el siguiente paso. Si las vacas dominaban la isla -y tal vez el mundo; llevaba mucho tiempo en el mar y a saber qué habría pasado por ahí-, los humanos deberían destacar, ¿verdad? A no ser que se las hubiesen comido en una especie de venganza alimenticia. Bastante cruel, porque Maki estaba casi convencido de que las vacas no comían carne. Pero ¿y pescado? Mejor sería que no le pillaran su mentira.
-Curioso, nunca había visto una vaca calva. Seguro que es una historia increíble, ¿nos la cuentas?- dijo la extraña vaca con pico y sin manchas. Bien pensado, era la más rara de allí. Ni siquiera había mugido.
-Pues...
Esa maldita vaca mutante le había puesto en un compromiso. ¡Y encima le llamaba calvo! Vale que sus crecepelos todavía no habían surtido efecto, pero eso no era motivo para insultarle de ese modo. La calvicie era puramente mental, un estado de ánimo. Si uno se sentía con pelo, pelo tendría. Sin embargo, eso no cambiaba que tenía que disimular e inventarse una mentira creíble. “Sé una vaca, Augustus”, se conminó.
-Mi padre era medio cabra. Y ya sabes, la familia, ¿ñuuuuh? ¿Y tú por qué eres tan raro, eh?
“Eso es, lánzale a él la acusación.”
-Toma, la tapa. Recién hecho.
La vacamarera le puso un enorme plato delante, lleno de ¿hierba? Era un trozo de suelo arrancado de cuajo con un montón de hierba. ¿Y por qué humeaba? ¿Cómo podía estar eso recién hecho? Maki hizo acopio de valor, sintiéndose observado. Por el bien de su misión, empuñó cuchillo y tenedor y se lanzó a la batalla contra aquel platazo. Cortó un trozo y se lo llevó a la boca.
-Hmm... Ñuuuuh, qué bueno está. Con... piedrecitas y... césped, como a mí me gusta.
Menos mal que tenía la jarra bien llena. Iba a necesitar un montón de leche para bajar la cena.
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-¿Medio cabra?- Exclamó Arny sorprendido antes de comenzar a reír a carcajadas -JAJAJAJAJA- mientras agarraba su estomago con una mano palmeada ante las miradas de la vaclientela -Pues verás... yo es que no soy una vaca- dijo tras recuperar el aliento -soy un ornitorrinco-
Aquella criatura parlante a una distancia tan corta no podía engañar al olfato del mink, el olor a salitre impregnado en sus ropas y aquella extraña formación física lo delataban como habitante del mar. Arny ya había cruzado su vida con los suficientes como para no saber identificarlos siendo él mismo de una especie tan cercana al agua.
Arny termino de recoger sus bártulos y colocar las cosas en la mochila. Aquel personaje ocultaba algo, y el ornitorrinco tenia experiencia suficiente como para prevenir por seguridad y de manera casi instintiva, el máximo posible que sus capacidades podían predecir. Aquella situación escamaba el recio pelaje del cartógrafo, quien pese a parecer ingenuo, hacía tiempo que dejo de ser aquel novato cachorro que salió de Zou -Se te ve que disfrutas el pasto de la zona- siguió la mentira -fascinante cuando pillas el trozo que cruje, ¿eh?- de la cocina continuaban saliendo platos con diferentes tonos de verde encima, a las mesas donde los habían pedido. La noche comenzaba a animarse, la taberna, casi llena al completo, bullía entre mugidos y metanos. Tanto era así que cuando el nivel de gas alcanzo la concentración suficiente, el fuego de la chimenea del salón comenzó a refulgir con fuerza.
A cualquiera que mirase podría resultarle extraño ver tantos miembros del mismo sexo, de la misma especie en el mismo lugar. Cualquiera que hubiera pasado un par de días en aquel islote, se hubiera mosqueado por la situación, pero al mink que creía estar preparado ya para cualquier sorpresa en la vida. La situación ni siquiera había resaltado para él, que, acostumbrado a vivir en una extraña comunidad a ojos extranjeros, no reparaba en esos detalles.
Por el momento la situación en la taberna tenia entretenido al ornitorrinco que estaba listo para salir pintando si las cosas se ponían feas, pero su innata curiosidad lo mantenía pegado a la banqueta escuchando hablar entre bocados al gyojin. -¿sabes? No deja de sorprenderme que una vaca con ancestros medio cabra, pida leche de oveja para beber. Fue una infancia difícil imagino, ¿no?- Arny había decidido explorar la mentira de aquel tipo. Llevaba tiempo malcomiendo y estaba de cierto mal humor por el hambre y aquello había llegado en el momento justo para que el sarcasmo y la ironía salieran a flote. Entretenido, con el codo derecho apoyado en la barra, sujetando su cabeza con un puño apoyado en la sien, observaba al recién llegado, escuchando sus palabras
Aquella criatura parlante a una distancia tan corta no podía engañar al olfato del mink, el olor a salitre impregnado en sus ropas y aquella extraña formación física lo delataban como habitante del mar. Arny ya había cruzado su vida con los suficientes como para no saber identificarlos siendo él mismo de una especie tan cercana al agua.
Arny termino de recoger sus bártulos y colocar las cosas en la mochila. Aquel personaje ocultaba algo, y el ornitorrinco tenia experiencia suficiente como para prevenir por seguridad y de manera casi instintiva, el máximo posible que sus capacidades podían predecir. Aquella situación escamaba el recio pelaje del cartógrafo, quien pese a parecer ingenuo, hacía tiempo que dejo de ser aquel novato cachorro que salió de Zou -Se te ve que disfrutas el pasto de la zona- siguió la mentira -fascinante cuando pillas el trozo que cruje, ¿eh?- de la cocina continuaban saliendo platos con diferentes tonos de verde encima, a las mesas donde los habían pedido. La noche comenzaba a animarse, la taberna, casi llena al completo, bullía entre mugidos y metanos. Tanto era así que cuando el nivel de gas alcanzo la concentración suficiente, el fuego de la chimenea del salón comenzó a refulgir con fuerza.
A cualquiera que mirase podría resultarle extraño ver tantos miembros del mismo sexo, de la misma especie en el mismo lugar. Cualquiera que hubiera pasado un par de días en aquel islote, se hubiera mosqueado por la situación, pero al mink que creía estar preparado ya para cualquier sorpresa en la vida. La situación ni siquiera había resaltado para él, que, acostumbrado a vivir en una extraña comunidad a ojos extranjeros, no reparaba en esos detalles.
Por el momento la situación en la taberna tenia entretenido al ornitorrinco que estaba listo para salir pintando si las cosas se ponían feas, pero su innata curiosidad lo mantenía pegado a la banqueta escuchando hablar entre bocados al gyojin. -¿sabes? No deja de sorprenderme que una vaca con ancestros medio cabra, pida leche de oveja para beber. Fue una infancia difícil imagino, ¿no?- Arny había decidido explorar la mentira de aquel tipo. Llevaba tiempo malcomiendo y estaba de cierto mal humor por el hambre y aquello había llegado en el momento justo para que el sarcasmo y la ironía salieran a flote. Entretenido, con el codo derecho apoyado en la barra, sujetando su cabeza con un puño apoyado en la sien, observaba al recién llegado, escuchando sus palabras
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¿Podía el pasto entrar en el top tres de peores cosas que había comido jamás? La hierba de por sí no era tan mala, tan solo... rara, mojada y crujiente a la vez. El problema era la tierra. Le dejaba la boca arenosa y seca, y el crujido cada vez que masticaba era horroroso. ¿Y eso que se le escapaba de entre los labios era una hormiga? “Piensa en la misión, Augustus. Sé una vaca.”
-¿Mi infancia? -Maldito... ¿qué había dicho que era? No sabía pronunciarlo, pero estaba claro que una vaca, no. De ser así, y teniendo pico, sería un pato. Maldito pato cotilla-. Pues no estuvo mal, ñuuuh. Cencerros, un montón de estómagos... y esas cosas. Y yo quería leche de vaca, pero es lo que me han puesto.
-¿Quién bebe leche de vaca? -mugió alguien en la barra-. Bicho raro.
A Maki le parecía lo más normal del mundo, pero seguramente las vacas fuesen un poco especialitas. Por si acaso, no sacaría su reserva de hamburguesas o podían ofenderse.
-Muuuuuh. Sí que es un poco raro, ahora que lo pienso -dijo otra.
-Será porque no tiene muuuuuanchas.
-Ahora que lo dices... ¿Por qué no ha regurgitado ya la hierba, eh?
La cosa empezaba a ponerse fea. ¿Sospechaban que no era quien decía ser? Vacas perspicaces... Estaban demostrando ser unos adversarios dignos, sí señor. Aunque todavía no tenía claro si eran o no adversarios. Fuera como fuese, tenía que salir de ahí pronto y hacer avances. El comando llegaría pronto y él quería tener algo de qué informar.
-Bueno, yo me voy yendo -anunció-. Tengo que... irme.
Echó mano al dinero que le habían asignado para la misión y dejó una cantidad al azar sobre la barra antes de salir fuera.
El pueblo estaba tranquilo. Unos cuantos grillos, muchas cigarras, unas pocas luces en las casas. ¿Dónde estaba la gente? La gente normal, claro. No había visto a ningún humano, así que pensó que tal vez pudiera encontrarlos mirando en alguna de las casas. Y allá que se fue. En la primera ventana que vio pegó la cara. Dentro vio un bonito salón con la mesa puesta para cenar. Velas, platos humeantes, un par de vacaniños correteando por ahí en pijama... Era una estampa de lo más normal, salvo que estaba protagonizada por gente sin branquias. Ni pulmones. ¿O las vacas sí tenían pulmones? Maki no estaba muy puesto en zoología terrestre. No entendía la necesidad de tener tantos seres peludos sin aletas ni tentáculos.
De repente, uno de los potrillos -las vacas jóvenes era potros, ¿verdad?- señaló hacia él y exclamó:
-¡Mira, mamá, es Santa Cows!
Maki se apartó de la ventana en cuando vio a una vaca adulta con bigote coger una escopeta y acercarse a la puerta. Se alejó corriendo, preguntándose si podría encontrar a los revolucionarios desaparecidos en un sitio tan anodino, sin mazmorras, calabozos ni castillo de aire malvado encima de una montaña cubierta por una tormenta. De lo que sí se había dado cuenta era de una cosa, algo muy curioso. Tanto que incluso volvió a la casa a asegurarse.
Sí, estaba claro. Podían ser los modelos que venían con los marcos, pero ¿en las fotos del salón no aparecían humanos?
-¿Mi infancia? -Maldito... ¿qué había dicho que era? No sabía pronunciarlo, pero estaba claro que una vaca, no. De ser así, y teniendo pico, sería un pato. Maldito pato cotilla-. Pues no estuvo mal, ñuuuh. Cencerros, un montón de estómagos... y esas cosas. Y yo quería leche de vaca, pero es lo que me han puesto.
-¿Quién bebe leche de vaca? -mugió alguien en la barra-. Bicho raro.
A Maki le parecía lo más normal del mundo, pero seguramente las vacas fuesen un poco especialitas. Por si acaso, no sacaría su reserva de hamburguesas o podían ofenderse.
-Muuuuuh. Sí que es un poco raro, ahora que lo pienso -dijo otra.
-Será porque no tiene muuuuuanchas.
-Ahora que lo dices... ¿Por qué no ha regurgitado ya la hierba, eh?
La cosa empezaba a ponerse fea. ¿Sospechaban que no era quien decía ser? Vacas perspicaces... Estaban demostrando ser unos adversarios dignos, sí señor. Aunque todavía no tenía claro si eran o no adversarios. Fuera como fuese, tenía que salir de ahí pronto y hacer avances. El comando llegaría pronto y él quería tener algo de qué informar.
-Bueno, yo me voy yendo -anunció-. Tengo que... irme.
Echó mano al dinero que le habían asignado para la misión y dejó una cantidad al azar sobre la barra antes de salir fuera.
El pueblo estaba tranquilo. Unos cuantos grillos, muchas cigarras, unas pocas luces en las casas. ¿Dónde estaba la gente? La gente normal, claro. No había visto a ningún humano, así que pensó que tal vez pudiera encontrarlos mirando en alguna de las casas. Y allá que se fue. En la primera ventana que vio pegó la cara. Dentro vio un bonito salón con la mesa puesta para cenar. Velas, platos humeantes, un par de vacaniños correteando por ahí en pijama... Era una estampa de lo más normal, salvo que estaba protagonizada por gente sin branquias. Ni pulmones. ¿O las vacas sí tenían pulmones? Maki no estaba muy puesto en zoología terrestre. No entendía la necesidad de tener tantos seres peludos sin aletas ni tentáculos.
De repente, uno de los potrillos -las vacas jóvenes era potros, ¿verdad?- señaló hacia él y exclamó:
-¡Mira, mamá, es Santa Cows!
Maki se apartó de la ventana en cuando vio a una vaca adulta con bigote coger una escopeta y acercarse a la puerta. Se alejó corriendo, preguntándose si podría encontrar a los revolucionarios desaparecidos en un sitio tan anodino, sin mazmorras, calabozos ni castillo de aire malvado encima de una montaña cubierta por una tormenta. De lo que sí se había dado cuenta era de una cosa, algo muy curioso. Tanto que incluso volvió a la casa a asegurarse.
Sí, estaba claro. Podían ser los modelos que venían con los marcos, pero ¿en las fotos del salón no aparecían humanos?
Arny Sanskari
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Las vacas eran lentas, pero no estúpidas del todo. Además, aquella mentira no podría sostenerse por mucho tiempo, las diferencias físicas y las costumbres tan propias de las vacas no eran simples de imitar con simplemente haber entrado en la taberna. Además, aquel tipo parecía ocultar algo y traía consigo una actitud demasiado sospechosa como para que los oriundos de la isla no se extrañasen de tan curioso comportamiento. Tal vez no entenderían por que actuaba así ni siquiera si aquella actitud fuese debida a ocultar algo, pero desde luego llamaba su atención. Casi tanto como la del ornitorrinco, quien curioso por naturaleza no pudo mas que salir tras el extraño humanoide que había llegado aquella noche a darle algo de sal al aburrido viaje de reconocimiento de Arny.
-¡OH! ¿pero ya te vas?- preguntó al verlo partir -hummm- pensó mientras esperaba unos segundos a que el gyojin se hubiera alejado lo suficiente de la puerta como para poder seguirlo en la oscuridad.
La curiosa escena que Arny presenció a continuación despertó aun mas la curiosidad del mink quien, tras el regreso del gyojin a la ventana decidió acercarse. -¿te has perdido, chavalín?- preguntó Arny divertido -esta isla es todo un misterio, ya te dije que aseguran no ser minks, conoces la raza mink, ¿no? Y si, todos los que he podido ver pertenecen a este extraño grupo de individuos. La isla carece de ningún interés, la he recorrido entera en estos días y parece un islote normal y corriente. Grandes extensiones de pasto, algunas montañas y poco mas- Arny compartía información con aquel tipo que parecía tan perdido y sorprendido por lo que estaba encontrando. El ornitorrinco podía entenderlo, en verdad era extraño encontrar una población de vacas humanoides no minks en un mar cardinal. -me llamo Arny, como ya dije. Cartógrafo y dibujante. ¿naufragaste? ¿Has venido a nado?¿te has perdido?¿o te has encontrado esta masa de tierra en alta mar tan sorprendido como yo de que no apareciese en los mapas y has venido a investigar?- Arny estaba dispuesto a satisfacer su curiosidad a toda costa. Aquel tipo actuaba de un modo que activaba todas las alarmas del ornitorrinco -¿te puedo ayudar?- preguntó
-¡OH! ¿pero ya te vas?- preguntó al verlo partir -hummm- pensó mientras esperaba unos segundos a que el gyojin se hubiera alejado lo suficiente de la puerta como para poder seguirlo en la oscuridad.
La curiosa escena que Arny presenció a continuación despertó aun mas la curiosidad del mink quien, tras el regreso del gyojin a la ventana decidió acercarse. -¿te has perdido, chavalín?- preguntó Arny divertido -esta isla es todo un misterio, ya te dije que aseguran no ser minks, conoces la raza mink, ¿no? Y si, todos los que he podido ver pertenecen a este extraño grupo de individuos. La isla carece de ningún interés, la he recorrido entera en estos días y parece un islote normal y corriente. Grandes extensiones de pasto, algunas montañas y poco mas- Arny compartía información con aquel tipo que parecía tan perdido y sorprendido por lo que estaba encontrando. El ornitorrinco podía entenderlo, en verdad era extraño encontrar una población de vacas humanoides no minks en un mar cardinal. -me llamo Arny, como ya dije. Cartógrafo y dibujante. ¿naufragaste? ¿Has venido a nado?¿te has perdido?¿o te has encontrado esta masa de tierra en alta mar tan sorprendido como yo de que no apareciese en los mapas y has venido a investigar?- Arny estaba dispuesto a satisfacer su curiosidad a toda costa. Aquel tipo actuaba de un modo que activaba todas las alarmas del ornitorrinco -¿te puedo ayudar?- preguntó
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-¿Nadar? Todo el mundo sabe que las vacas no sabemos nadar.
Menudo susto le había pegado el puñetero pato. El tío había aparecido a su espalda sin hacer ruido con esas patas tan raras que tenía, y Maki casi escupe el corazón del sobresalto. Por un momento había estado seguro de que el señor-vaca del bigote y la escopeta le había pillado desprevenido. No estaba seguro de qué si lo habría preferido.
-Sabes muchas cosas sobre este sitio, ¿eh? -”Cartógrafo... Así que come cartas, muy interesante”, se dijo-. No necesito que me ayudes, amigo. Ñuuuuh. Estoy perfectamente bien.
Vaya pato más cotilla. ¿Por qué le estaba siguiendo? Le gustaba mucho hablar, lo cual estaba bien cuando una andaba buscando información, pero también hacía muchas preguntas. Demasiadas. Eso era sospechoso. ¿Sería un infiltrado de las vacas? No había mejor forma de ser que nadie sospechara que uno era una vaca que no siendo una vaca. Y si no que se lo dijeran a él.
Su lado de oficial tomó el control de su cuerpo. Todo su entrenamiento y experiencia le habían enseñado cómo actuar con la gente sospechosa en territorio enemigo: primero, se le daba un curso de ocho horas sobre politología subversiva; de no ser posible, se le cogía por el pescuezo, se le arrastraba a un callejón oscuro y se le apretaban las clavijas.
A falta de callejones siniestros, Maki optó por unas balas de heno que había por ahí. Si arrastraba al pato tras ellas nadie les molestaría. Aunque tampoco le importaría tener que ponerse serio en plena calle.
El Oficial Makintosh sacó del cajón su mejor y más acerada voz de superior revolucionario para obtener respuestas:
-¿Quién eres? ¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Qué has hecho con los agentes desaparecidos? ¿Trabajas para las vacas? -ladró. Su boina y el puro que nunca se apagaba le daban un aspecto intimidante, igual que sus diminutos ojillos negros y redondos como caquitas de cabra-. Ya está bien de secretos, pato. La Causa no tiene tiempo que perder con villanos como tú.
Menudo susto le había pegado el puñetero pato. El tío había aparecido a su espalda sin hacer ruido con esas patas tan raras que tenía, y Maki casi escupe el corazón del sobresalto. Por un momento había estado seguro de que el señor-vaca del bigote y la escopeta le había pillado desprevenido. No estaba seguro de qué si lo habría preferido.
-Sabes muchas cosas sobre este sitio, ¿eh? -”Cartógrafo... Así que come cartas, muy interesante”, se dijo-. No necesito que me ayudes, amigo. Ñuuuuh. Estoy perfectamente bien.
Vaya pato más cotilla. ¿Por qué le estaba siguiendo? Le gustaba mucho hablar, lo cual estaba bien cuando una andaba buscando información, pero también hacía muchas preguntas. Demasiadas. Eso era sospechoso. ¿Sería un infiltrado de las vacas? No había mejor forma de ser que nadie sospechara que uno era una vaca que no siendo una vaca. Y si no que se lo dijeran a él.
Su lado de oficial tomó el control de su cuerpo. Todo su entrenamiento y experiencia le habían enseñado cómo actuar con la gente sospechosa en territorio enemigo: primero, se le daba un curso de ocho horas sobre politología subversiva; de no ser posible, se le cogía por el pescuezo, se le arrastraba a un callejón oscuro y se le apretaban las clavijas.
A falta de callejones siniestros, Maki optó por unas balas de heno que había por ahí. Si arrastraba al pato tras ellas nadie les molestaría. Aunque tampoco le importaría tener que ponerse serio en plena calle.
El Oficial Makintosh sacó del cajón su mejor y más acerada voz de superior revolucionario para obtener respuestas:
-¿Quién eres? ¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Qué has hecho con los agentes desaparecidos? ¿Trabajas para las vacas? -ladró. Su boina y el puro que nunca se apagaba le daban un aspecto intimidante, igual que sus diminutos ojillos negros y redondos como caquitas de cabra-. Ya está bien de secretos, pato. La Causa no tiene tiempo que perder con villanos como tú.
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-¡oh, guau!- pensó Arny tan pronto aquel ser reaccionó de manera dura ante su ofrecimiento -¿VILLANO?- gritó con los ojos muy abiertos al oír esa palabra. Hasta el momento entendía mas bien poco de lo que hablaba el gyojin -¿agentes desaparecidos?- exclamó con un tono de pregunta en la voz que no dejaba lugar a dudas de la confusión que reinaba en su mente. Eso o las dotes de actor del ornitorrinco excedían cualquier intento de descubrir la verdad. -Vamos a calmarnos- dijo un segundo después con las manos palmeadas extendidas delante de su pecho. -Veo que hay mucha tensión en el ambiente- Aquella situación ponía al ornitorrinco en posición de alerta. Cada partícula de su cuerpo comenzaba a vibrar, preparando el siguiente paso, pero antes de darse cuenta el gaseoso cuerpo del mink, actuando por cuenta propia, expelía desde cada poro una baja concentración de helio que poco a poco se mezclaba con el ambiente a su alrededor. Gracias a la capacidad de su fruta, Arny conocía el limite, anclado a un metro a su alrededor, donde podía controlar aquella emisión. En unos segundos la concentración alcanzada no sería mortal, pero los efectos del helio se dejarían ver en la voz de las personas alrededor de Arny. Éste quedaría libre de su propia trampa, no así aquellos cercanos, quienes verían su voz agudizada varios tonos hasta llegar a la comedia. -¿te ha sentado mal el pasto? ¿Sabes que estas en medio de un pueblo desvelando a un desconocido demasiados datos?- El tiempo como esclavo que había sufrido el ornitorrinco le enseño alguna que otra cosa sobre secretismo y conversaciones a la luz de la luna. Si algún guardia descubría a los reos cuchicheando, la paliza y el aislamiento eran casi inevitables, por eso no pudo evitar mirar alarmado hacia los lados como acto reflejo, casi esperando ver el emblema de los esclavistas que lo atraparon, corriendo hacia él. Aun así, la curiosidad hacía que el pico le hormiguease de excitación -¿la causa?- preguntó en voz bajita -hmmm- dejó escapar de su garganta mientras los ojos del ornitorrinco rodaban hacía arriba -no se si tendrá algo que ver- comenzó lentamente y muy bajito -pero veras, no soy solo cartógrafo, conozco el oficio de navegante y he visto suficientes planos de navíos como para no poder notar la semejanza. Esas extrañas formaciones rocosas similares a ubres que te mencioné antes son demasiado parecidas a los mástiles de un barco. Uno enorme, por supuesto, y si nos paramos a pensar...- continuó mientras sacaba el mapa que había dibujado y lo extendía ante el gyojin -la formación de tierra tiene cierto parecido a algo que podría navegar si lo ves desde la suficiente altura. He pasado unos días recorriendo este islote y solo al terminar el dibujo del contorno puedes darte cuenta de esos detalles, ¿ves?- preguntó señalando los supuestos mástiles en el interior del perímetro del peñasco
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¿Un barco gigante escondido dentro de un pedrusco en mitad del mar? ¿Pero qué clase de locura intentaba contarle aquel pato espía? Tal vez era una clave, una contraseña o una enrevesada metáfora. O a lo mejor había de verdad un navío secreto. Lo peor era que daba igual. Mientras existiera esa posibilidad, Maki tendría que investigarlo. Era su deber. Con un poco de suerte le ayudaría a dar con sus camaradas desaparecidos; con algo menos de fortuna, seguramente fuese una trampa.
-No intentes engañarme, pato. Con el Oficial Makintosh no se... ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡Ahhh! ¡¿Qué me has hecho?!
Maki soltó al pato de inmediato. ¡Brujería! ¡Le había embrujado la voz! ¿Por qué hablaba como un bebé medusa? Era aterrador. Se llevó las manos a la garganta para intentar devolver su voz a su tono normal. ¿Y si se moría? Dioses, seguro que se moría. Pero no se iría sin pelear. Si se tenía que convertir en un duendecillo de voz aguda, lo haría siendo un revolucionario hasta el final.
De repente, unas luces les iluminaron. Maki se giró y vio a un grupo de varias vacas y vacos alumbrarles con faroles. A lo mejor gritar en plena calle no había sido una buena idea. O a lo mejor tenía que haber gritado más. Fuera como fuese, ya no podía quedarse más en el pueblo. El reconocimiento estaba completado. Ahora tenía que ir a buscar al resto del comando y ponerse a investigar.
-Muy bien, pato, vas a venir conmigo y me vas a llevar a ese barco tuyo. Y tal vez paremos a tomar un helado, que no todo va a ser trabajo. Pero si haces algo raro... -Qué difícil era sonar amenazador con esa voz de pito-. ¡Vamos! -ordenó.
Maki echó a correr en dirección a la costa. Más luces y voces de vacas fueron acumulándose por los alrededores, obligando a Maki a detenerse y girar de vez en cuando para no toparse con ninguna. Cualquiera podía ser una combatiente enemiga, cualquiera podía ir armada y estar buscándole para matarle. Así funcionaba el espionaje: todo el mundo podía, quería y seguramente intentaría matarte. Lo bueno era que ahora contaba con un guía. O, en el peor de los casos, si el pato resultaba ser un aliado de las malvadas vacas, con algo mucho más mejor, algo recomendado en todos los cursos de espionaje, contraespionaje y contracontraespionaje de Báltigo: un rehén.
-No intentes engañarme, pato. Con el Oficial Makintosh no se... ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡Ahhh! ¡¿Qué me has hecho?!
Maki soltó al pato de inmediato. ¡Brujería! ¡Le había embrujado la voz! ¿Por qué hablaba como un bebé medusa? Era aterrador. Se llevó las manos a la garganta para intentar devolver su voz a su tono normal. ¿Y si se moría? Dioses, seguro que se moría. Pero no se iría sin pelear. Si se tenía que convertir en un duendecillo de voz aguda, lo haría siendo un revolucionario hasta el final.
De repente, unas luces les iluminaron. Maki se giró y vio a un grupo de varias vacas y vacos alumbrarles con faroles. A lo mejor gritar en plena calle no había sido una buena idea. O a lo mejor tenía que haber gritado más. Fuera como fuese, ya no podía quedarse más en el pueblo. El reconocimiento estaba completado. Ahora tenía que ir a buscar al resto del comando y ponerse a investigar.
-Muy bien, pato, vas a venir conmigo y me vas a llevar a ese barco tuyo. Y tal vez paremos a tomar un helado, que no todo va a ser trabajo. Pero si haces algo raro... -Qué difícil era sonar amenazador con esa voz de pito-. ¡Vamos! -ordenó.
Maki echó a correr en dirección a la costa. Más luces y voces de vacas fueron acumulándose por los alrededores, obligando a Maki a detenerse y girar de vez en cuando para no toparse con ninguna. Cualquiera podía ser una combatiente enemiga, cualquiera podía ir armada y estar buscándole para matarle. Así funcionaba el espionaje: todo el mundo podía, quería y seguramente intentaría matarte. Lo bueno era que ahora contaba con un guía. O, en el peor de los casos, si el pato resultaba ser un aliado de las malvadas vacas, con algo mucho más mejor, algo recomendado en todos los cursos de espionaje, contraespionaje y contracontraespionaje de Báltigo: un rehén.
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Entre la incredulidad y el asombro, Arny veía como aquel tipo seguía sin creerle -¡¡Pero si lo tienes delante!!- exclamó ofendido. Si de algo estaba orgulloso el ornitorrinco era de sus mapas, pues eran fruto de la investigación mas concienzuda, de la visualización, medición y posterior traslado a un papel. Tal vez no serían los mejores mapas por el momento, peor eran honestos. -¿Ves?- recalcó siguiendo con la negra uña del dedo índice, el extraño contorno de la isla. Era cierto que había que usar la imaginación, y que tan solo si veías la isla desde la altura suficiente como para poder abarcar de un vistazo la totalidad del peñasco, serías capaz de ver un barco. Pero las pruebas estaban ahí mismo. Aun así, si el supuesto navío había cambiado el rumbo, podría demostrar que se encontraban justo encima del barco mas grande y extraño que Arny había visto nunca.
Los habitantes del islote encontraron a los extranjeros en una estrecha calle, casi discutiendo, con un papel enorme en las manos. Como conejos a los que les dan las largas, las pupilas de ambos se contrajeron por el súbito cambio de luz. Tras lo cual, el gyojin arrancó a correr gritando algo que Arny solo comprendería tras unos segundos. El tiempo que tardó en guardar el mapa, doblándolo con cuidado, y pudo procesar que le hablaban a él. Antes de darse cuenta de lo que hacía, comenzó a correr tras el hombre pez casi en automático, casi sin ver lo que tenia por delante. Acostumbrado a tener que correr escapando de sus perseguidores, el instinto de Arny se apodera del cuerpo, actuando por su propia cuenta, mientras la mente aun procesa los datos.
A todo lo que le daban las patas, Arny ponía un pie delante del otro por las callejas y callejones del pueblo buscando una salida aparentemente a la costa. Tras esquivar alguna que otra luz que venía de frente y saltar tras unos contenedores, la pareja dio con sus nalgas en la arena. -Veras- intentaba decir un ornitorrinco sin aliento -Los mapas no fallan- una mirada a sus espaldas confirmo que nadie los seguía, con suerte seguirían dando vueltas por el pueblo como ganado. Una gran inspiración, que parecía mermar la cantidad de aire respirable alrededor, y el navegante estaba listo para continuar -Veras- repetía -Si con suerte hemos cambiado de rumbo, esta sección de la isla- Dijo mientras sacaba un cuaderno de la mochila embreada y señalaba una pequeña cala. -ya no apuntaría al noroeste. Si la isla se mueve, el mapa será la prueba. Sígueme- Dijo antes de comenzar a caminar en dirección a la pequeña cala que había señalado en el mapa. Con las prisas de la carrera y la concentración en otras cosas el extraño aura de helio que rodeaba al mink desapareció como llegó. Totalmente desapercibida.
Al llegar al destino Arny ya tenia la brújula en la mano, observando con curiosidad evidente la dirección que la aguja roja marcaba. Hasta llegar al sitio exacto donde había tomado la medición nada sería determinante, pero casi se podía escuchar como los pensamientos del navegante se agolpaban uno tras otro en su cabeza hasta casi desbordarse por el pico. Que quería decir tantas cosas a la vez que al final no le salió ninguna. -¡Increíble!- exclamó al fin, en un momento dado, donde se paró en seco -No podemos estar seguros, por que la marea se ha comido parte de la playa y hasta que no veamos exactamente donde termina no puedo asegurarte nada, pero podríamos haber virado unos grados Norte- Visiblemente nervioso y contento, el ornitorrinco miraba al gyojin con los ojos muy abiertos y levantando el pico hacía arriba en golpes cortos como diciendo “¿EH?... ¿EH?” -Yo no miento y mis mapas menos aun. Están destinados a ser los mejores del mundo- terminaba muy orgulloso, limpiando el honor de su trabajo que él creía ofendido de alguna manera, al no haber reconocido claramente la silueta de una embarcación en el plano general.
Los habitantes del islote encontraron a los extranjeros en una estrecha calle, casi discutiendo, con un papel enorme en las manos. Como conejos a los que les dan las largas, las pupilas de ambos se contrajeron por el súbito cambio de luz. Tras lo cual, el gyojin arrancó a correr gritando algo que Arny solo comprendería tras unos segundos. El tiempo que tardó en guardar el mapa, doblándolo con cuidado, y pudo procesar que le hablaban a él. Antes de darse cuenta de lo que hacía, comenzó a correr tras el hombre pez casi en automático, casi sin ver lo que tenia por delante. Acostumbrado a tener que correr escapando de sus perseguidores, el instinto de Arny se apodera del cuerpo, actuando por su propia cuenta, mientras la mente aun procesa los datos.
A todo lo que le daban las patas, Arny ponía un pie delante del otro por las callejas y callejones del pueblo buscando una salida aparentemente a la costa. Tras esquivar alguna que otra luz que venía de frente y saltar tras unos contenedores, la pareja dio con sus nalgas en la arena. -Veras- intentaba decir un ornitorrinco sin aliento -Los mapas no fallan- una mirada a sus espaldas confirmo que nadie los seguía, con suerte seguirían dando vueltas por el pueblo como ganado. Una gran inspiración, que parecía mermar la cantidad de aire respirable alrededor, y el navegante estaba listo para continuar -Veras- repetía -Si con suerte hemos cambiado de rumbo, esta sección de la isla- Dijo mientras sacaba un cuaderno de la mochila embreada y señalaba una pequeña cala. -ya no apuntaría al noroeste. Si la isla se mueve, el mapa será la prueba. Sígueme- Dijo antes de comenzar a caminar en dirección a la pequeña cala que había señalado en el mapa. Con las prisas de la carrera y la concentración en otras cosas el extraño aura de helio que rodeaba al mink desapareció como llegó. Totalmente desapercibida.
Al llegar al destino Arny ya tenia la brújula en la mano, observando con curiosidad evidente la dirección que la aguja roja marcaba. Hasta llegar al sitio exacto donde había tomado la medición nada sería determinante, pero casi se podía escuchar como los pensamientos del navegante se agolpaban uno tras otro en su cabeza hasta casi desbordarse por el pico. Que quería decir tantas cosas a la vez que al final no le salió ninguna. -¡Increíble!- exclamó al fin, en un momento dado, donde se paró en seco -No podemos estar seguros, por que la marea se ha comido parte de la playa y hasta que no veamos exactamente donde termina no puedo asegurarte nada, pero podríamos haber virado unos grados Norte- Visiblemente nervioso y contento, el ornitorrinco miraba al gyojin con los ojos muy abiertos y levantando el pico hacía arriba en golpes cortos como diciendo “¿EH?... ¿EH?” -Yo no miento y mis mapas menos aun. Están destinados a ser los mejores del mundo- terminaba muy orgulloso, limpiando el honor de su trabajo que él creía ofendido de alguna manera, al no haber reconocido claramente la silueta de una embarcación en el plano general.
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Maki entendía poco de mapas, pero había estado en barcos gigantes alguna que otra vez. Una, para ser exactos, pero seguro que con eso bastaba para ser todo un profesional. Para empezar, si estuviesen en una isla-barco, ¿dónde estaban las velas? ¿Y la cocina? Todos los barcos necesitaban velas y cocina, y así se lo hizo saber.
-La isla se mueve, vale. Pues ya ves tú, como todas. -Las islas se movían. Eso lo sabía todo el mundo-. Además, los barcos no tienen playa. -Jaque mate-. Lo que quiero saber es si mis camaradas están aquí o si esas vacas se los han comido. ¿Los has visto? Llevaban todos boina.
Hablando de camaradas... Consciente de que el tiempo jugaba en su contra -porque cada vez le dolía más la tripa por esa hierba que se había comido-, Maki se echó al mar y fue a buscar a su comando. La barca no estaba exactamente donde él había esperado, lo cual fue todo un engorro. Le tocó rodear a nado un buen trecho hasta encontrarlos. Novatos...
Unos minutos después volvió donde había dejado al pato. Arrastraba la barca cargada con los seis miembros del comando que le había prestado el cuartel del West, sus cestas de picnic y sus grandes mochilas llenas de pertrechos.
-Chicos, pato. Pato, chicos -les presentó Maki. Luego le susurró al pato-: Ten cuidado con York. Le gustan los picos, no sé por qué.
York le guiñó el ojo al pato con evidente sensualidad. Maki fingió no verlo.
Tras potar un poco más allá y sacar un sandwich de la cesta de picnic de Chopped, adoptó la dura actitud del férreo Oficial Makintosh y puso al día a sus subordinados. No tenía claro si debían atacar el pueblo o no, así que prefirió dejarlo para luego. Era mucho mejor evitar las peleas si podían. Tendrían que investigar un poco más antes, para así tener que pegarle al mínimo número de gente posible.
-Nuestro rehén-aliado dice que estamos en un barco enorme. Yo no me lo creo, pero por algún sitio hay que empezar. Así que, si tienes razón, vamos a buscar el timón. Si nos lo cargamos acabaremos con sus malvados planes, ñuuuuuh.
Se le había quedado pegado el dichoso mugido.
-La isla se mueve, vale. Pues ya ves tú, como todas. -Las islas se movían. Eso lo sabía todo el mundo-. Además, los barcos no tienen playa. -Jaque mate-. Lo que quiero saber es si mis camaradas están aquí o si esas vacas se los han comido. ¿Los has visto? Llevaban todos boina.
Hablando de camaradas... Consciente de que el tiempo jugaba en su contra -porque cada vez le dolía más la tripa por esa hierba que se había comido-, Maki se echó al mar y fue a buscar a su comando. La barca no estaba exactamente donde él había esperado, lo cual fue todo un engorro. Le tocó rodear a nado un buen trecho hasta encontrarlos. Novatos...
Unos minutos después volvió donde había dejado al pato. Arrastraba la barca cargada con los seis miembros del comando que le había prestado el cuartel del West, sus cestas de picnic y sus grandes mochilas llenas de pertrechos.
-Chicos, pato. Pato, chicos -les presentó Maki. Luego le susurró al pato-: Ten cuidado con York. Le gustan los picos, no sé por qué.
York le guiñó el ojo al pato con evidente sensualidad. Maki fingió no verlo.
Tras potar un poco más allá y sacar un sandwich de la cesta de picnic de Chopped, adoptó la dura actitud del férreo Oficial Makintosh y puso al día a sus subordinados. No tenía claro si debían atacar el pueblo o no, así que prefirió dejarlo para luego. Era mucho mejor evitar las peleas si podían. Tendrían que investigar un poco más antes, para así tener que pegarle al mínimo número de gente posible.
-Nuestro rehén-aliado dice que estamos en un barco enorme. Yo no me lo creo, pero por algún sitio hay que empezar. Así que, si tienes razón, vamos a buscar el timón. Si nos lo cargamos acabaremos con sus malvados planes, ñuuuuuh.
Se le había quedado pegado el dichoso mugido.
Arny Sanskari
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Arny comprendía las dudas y la reticencia del hombre pez. Él mismo había tenia que mirar varias veces el trazado de la isla según el diseño se iba completando. A medida que las secciones que día a día iba dibujando y juntando en el mapa completo. La imagen de estar dibujando un barco no dejaba de rondar por la mente del mink. Pero los sucesos de aquella noche habían terminado de derribar las barreras mentales que le impedían pensar en la posibilidad como cierta. Un gyojin simulando ser un oriundo, comiendo hierba como una cabra y pidiendo leche, siendo supuestamente una vaca que debería tener la suya propia. Gritos, amenazas con voz chillona, una persecución bovina por las calles del pueblo...
La situación se había vuelto lo suficientemente extraña en el mismo momento que terminó el mapa, y Arny no creía en las casualidades. La parte racional de su cerebro, lo impelía a desentrañar y comprender lo que no era capaz de entender, por lo que la suma de todo, aquella noche, desembocó en una atorada carrera por la playa para comprobar si una cala de una isla cualquiera continuaba en su lugar.
Arny comprendía las dudas y la reticencia del hombre pez.
Aquel gelatinoso tipo preguntaba de nuevo por sus camaradas, algo para lo que el ornitorrinco, carecía de respuesta -En verdad no se nada de nadie que no sean los vacabitantes de este sitio- respondió son voz sincera, mirando aquellas esferas negras que su interlocutor tenia por ojos. Que acto seguido, casi sin esperar el fin de la respuesta, arrancó a correr en dirección al mar sin más explicaciones. Arny, piquiabierto, observó como nadaba rodeando aquel peñasco. Pensando, tal vez, que iría a comprobar lo que había bajo el agua, el aspecto que tenía la superficie sobre la que caminaban bajo las faldas de océano, inaccesibles para el anfibio usuario de akuma no mi. Pero no. Por toda respuesta a su espera, aquel ser regresó con una barcaza llena de gente cuanto menos, peculiar. Con su cestita de picnic inclusive. Días y días de lechugas varias afilaron el apetito del ornitorrinco, que se comería una cucaracha con tal de no seguir introduciendo en su organismo, cosas verdes. -¿Puedo...?- comenzó a preguntar tímidamente señalando la cesta de donde salían los sandwiches -Llevo demasiado tiempo comiendo berza- confesó casi llorando -¡Se me caerá el pelaje si no como algo que no sea verdura!- exclamó al fin, exagerando evidentemente su situación. Los vegetales no le servían de alimento a su especie. Podía sobrevivir, pero las necesidades alimenticias de Arny le exigían carne mas a menudo. Tras unas cuantas comidas y cenas privadas de proteína animal, el ornitorrinco podía sentir con su lengua, como sus dientes se afilaban. Como las puntiagudas agujas en las que terminaban sus incisivos, ve volvían mas y mas largos y afilados. O tal vez solo eran imaginaciones suyas, pero la verdad es que tenia mucha hambre.
-Buscar y destruir el timón...- El ornitorrinco meditaba sobre aquello, mientras caminaba junto al oficial Makintosh. Rememorando los detalles de sus dibujos. -La lógica dice que debería estar...- comenzó mientras rebuscaba en su mochila y sacaba el cuaderno de bocetos que había estado utilizando en aquella isla -A ver, déjame asegurarme- pidió mientras buscaba cuartilla concreta. Tan solo era una sección del dibujo completo, pero Arny estaba seguro que era lo que estaban buscando. Si el timón no se encontraba en aquel lugar, podría estar en cualquier sitio en un navío tan enorme. El navegante nunca había estado en un barco de los más grandes que se podían ver habitualmente por el mar, ni que decir, de algo tan masivo como una isla entera. Por supuesto conocía diferentes planos de construcciones navales. Diferentes formas de unir madera y metal de tal forma que flote y sea navegable. Muchas maneras de cumplir el mismo cometido, y todas ellas distintas entre sí. Por lo tanto, lo más natural era pensar que habría cosas que no conocía. Cosas que podían tener el timón en la sección delantera. O incluso en alguna de las casas del pueblo. Pero aquella ubicación a la que se dirigían aparentaba ser poco mas que un paramo vacío, salvo por un par de lomas de aspecto cuidado -Demasiado cuidado para ser un pasto salvaje- Dijo inconscientemente, pensando para sí mismo. Escapándose el pensamiento entre dientes, mientras sus ojos se abrían mucho mirando a la noche que tenían delante, iluminada por la luna casi llena. -Escucha, donde vamos, esta algo alejado del pueblo, supuestamente debería ser terreno salvaje, bosques, praderas y tal, ya sabes. Pero toda vegetación del lugar parece estar bien cuidada.- apuntó mirando hacía sus alrededores. -De echo, no es lo más habitual, pero los árboles parecen podados en mayor o menor medida. Los arbustos guardan cierta simetría y la pradera a la que nos acercamos esta completamente segada. Al principio no le di mayor importancia, supuse que al ser vacas, algún glotón picaba entre horas. Pero carece de lógica si todo está igual de cuidado. Al menos para ser una isla habitada exclusivamente por ¿vacas?- acabó preguntando más que afirmando. -Parece todo demasiado colocado como para ser natural- terminó con voz pensativa. -En fin, cuando lleguemos veremos que pasa-
La situación se había vuelto lo suficientemente extraña en el mismo momento que terminó el mapa, y Arny no creía en las casualidades. La parte racional de su cerebro, lo impelía a desentrañar y comprender lo que no era capaz de entender, por lo que la suma de todo, aquella noche, desembocó en una atorada carrera por la playa para comprobar si una cala de una isla cualquiera continuaba en su lugar.
Arny comprendía las dudas y la reticencia del hombre pez.
Aquel gelatinoso tipo preguntaba de nuevo por sus camaradas, algo para lo que el ornitorrinco, carecía de respuesta -En verdad no se nada de nadie que no sean los vacabitantes de este sitio- respondió son voz sincera, mirando aquellas esferas negras que su interlocutor tenia por ojos. Que acto seguido, casi sin esperar el fin de la respuesta, arrancó a correr en dirección al mar sin más explicaciones. Arny, piquiabierto, observó como nadaba rodeando aquel peñasco. Pensando, tal vez, que iría a comprobar lo que había bajo el agua, el aspecto que tenía la superficie sobre la que caminaban bajo las faldas de océano, inaccesibles para el anfibio usuario de akuma no mi. Pero no. Por toda respuesta a su espera, aquel ser regresó con una barcaza llena de gente cuanto menos, peculiar. Con su cestita de picnic inclusive. Días y días de lechugas varias afilaron el apetito del ornitorrinco, que se comería una cucaracha con tal de no seguir introduciendo en su organismo, cosas verdes. -¿Puedo...?- comenzó a preguntar tímidamente señalando la cesta de donde salían los sandwiches -Llevo demasiado tiempo comiendo berza- confesó casi llorando -¡Se me caerá el pelaje si no como algo que no sea verdura!- exclamó al fin, exagerando evidentemente su situación. Los vegetales no le servían de alimento a su especie. Podía sobrevivir, pero las necesidades alimenticias de Arny le exigían carne mas a menudo. Tras unas cuantas comidas y cenas privadas de proteína animal, el ornitorrinco podía sentir con su lengua, como sus dientes se afilaban. Como las puntiagudas agujas en las que terminaban sus incisivos, ve volvían mas y mas largos y afilados. O tal vez solo eran imaginaciones suyas, pero la verdad es que tenia mucha hambre.
-Buscar y destruir el timón...- El ornitorrinco meditaba sobre aquello, mientras caminaba junto al oficial Makintosh. Rememorando los detalles de sus dibujos. -La lógica dice que debería estar...- comenzó mientras rebuscaba en su mochila y sacaba el cuaderno de bocetos que había estado utilizando en aquella isla -A ver, déjame asegurarme- pidió mientras buscaba cuartilla concreta. Tan solo era una sección del dibujo completo, pero Arny estaba seguro que era lo que estaban buscando. Si el timón no se encontraba en aquel lugar, podría estar en cualquier sitio en un navío tan enorme. El navegante nunca había estado en un barco de los más grandes que se podían ver habitualmente por el mar, ni que decir, de algo tan masivo como una isla entera. Por supuesto conocía diferentes planos de construcciones navales. Diferentes formas de unir madera y metal de tal forma que flote y sea navegable. Muchas maneras de cumplir el mismo cometido, y todas ellas distintas entre sí. Por lo tanto, lo más natural era pensar que habría cosas que no conocía. Cosas que podían tener el timón en la sección delantera. O incluso en alguna de las casas del pueblo. Pero aquella ubicación a la que se dirigían aparentaba ser poco mas que un paramo vacío, salvo por un par de lomas de aspecto cuidado -Demasiado cuidado para ser un pasto salvaje- Dijo inconscientemente, pensando para sí mismo. Escapándose el pensamiento entre dientes, mientras sus ojos se abrían mucho mirando a la noche que tenían delante, iluminada por la luna casi llena. -Escucha, donde vamos, esta algo alejado del pueblo, supuestamente debería ser terreno salvaje, bosques, praderas y tal, ya sabes. Pero toda vegetación del lugar parece estar bien cuidada.- apuntó mirando hacía sus alrededores. -De echo, no es lo más habitual, pero los árboles parecen podados en mayor o menor medida. Los arbustos guardan cierta simetría y la pradera a la que nos acercamos esta completamente segada. Al principio no le di mayor importancia, supuse que al ser vacas, algún glotón picaba entre horas. Pero carece de lógica si todo está igual de cuidado. Al menos para ser una isla habitada exclusivamente por ¿vacas?- acabó preguntando más que afirmando. -Parece todo demasiado colocado como para ser natural- terminó con voz pensativa. -En fin, cuando lleguemos veremos que pasa-
Maki
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Las praderas eran bonitas. Verdes, extensas y frescas, como un enorme colchón de hierba sobre el que tumbarse, plagado de flores para picar entre horas. De noche eran un poco menos espectacular, porque en vez de sol tan solo tenían luciérnagas y un poco de ayuda de la luna para iluminarse, pero tampoco estaba mal.
Si lo que decía el pato era cierto, allí encontrarían el timón de su supuesta nave. A lo mejor estaba mintiendo, aunque a Maki lo habían criado para confiar en la gente y le costaba imaginarse que alguien fuese tan maleducado de mentirle sin conocerle ni nada, pero en ese caso también les vendría bien. Las trampas llevaban siempre al líder de los malvados, y eso ahorraba mucho tiempo. Según su experiencia, lo peor que podía pasarles era que les metieran a todos en un calabozo oscuro del que podrían escaparse espectacularmente.
-Pues yo no veo nada -sentenció Maki. Se esperaba un enorme timón de veinte o treinta metros de altura-. ¿Es invisible o algo?
-Je, buena broma, jefe -dijo Salami-. Un timón invisible...
-Sí... era broma, claro.
Novatos impertinentes...
Con su puro humeando desproporcionadamente, echó un vistazo a los alrededores. Mientras, el comando desplegó su mantel y empezó a cenar tranquilamente. Eso se lo había enseñado él: un soldado tenía que comer siempre que podía, sobre todo si podía garantizar un poco de comodidad. Un mantel chulo, unas velitas... Esas cosas ayudaban a relajarse de vez en cuando.
-¡Aquí no hay nada! -exclamó Maki después de recorrer un buen trecho viendo solo briznas de hierba-. ¡Solo veo bichos, florecitas y una seta de hierro!
La seta en cuestión era muy rara: un bulbo metálico y brillante de metro y medio de diámetro coronado por una especie de ruedecita. ¿Sería venenosa? Seguramente, sí. El mundo de la superficie estaba lleno de cosas que parecían inofensivas y te mataban en cuanto te descuidabas.
De repente, la cabeza con forma de rueda comenzó a girar. “¡Lo sabía! ¡Va a expulsar veneno!”, pensó Augustus. Se apartó rápidamente, conteniendo la respiración para no inhalar sus esporas malignas de cáncer, y se puso en guardia. No quería echar a correr delante de sus subordinados, pero estaba dispuesto a hacerlo si era necesario. Como decían en su unidad, “Salir corriendo es más barato que una cara nueva”.
Sin embargo, no fue veneno lo que brotó del suelo. En vez de eso, la seta se separó cuando la rueda dejó de girar y una vaca salió de ella. Una vaca enorme y muuuusculosa, que llevaba una voluminosa ametralladora de esas que giraban al disparar colgada al hombro y estaba comiendo un polo hecho de pasto.
-Oh... Así que así es cómo se reproducen. El milagro de la vi...
-¡¿Quién eres tú?! -dijo la vaca, apuntando a Maki con su monstruosa arma.
Con los múltiples y amenazadores cañones apuntándole directamente a la cara, no se le ocurrió una mentira a tiempo, ni siquiera mugir, así que hizo lo único que le vino a la cabeza: se tiró al suelo, empezó a convulsionar como un humano fuera del aire y se hizo el muerto a ver lo que pasaba.
Si lo que decía el pato era cierto, allí encontrarían el timón de su supuesta nave. A lo mejor estaba mintiendo, aunque a Maki lo habían criado para confiar en la gente y le costaba imaginarse que alguien fuese tan maleducado de mentirle sin conocerle ni nada, pero en ese caso también les vendría bien. Las trampas llevaban siempre al líder de los malvados, y eso ahorraba mucho tiempo. Según su experiencia, lo peor que podía pasarles era que les metieran a todos en un calabozo oscuro del que podrían escaparse espectacularmente.
-Pues yo no veo nada -sentenció Maki. Se esperaba un enorme timón de veinte o treinta metros de altura-. ¿Es invisible o algo?
-Je, buena broma, jefe -dijo Salami-. Un timón invisible...
-Sí... era broma, claro.
Novatos impertinentes...
Con su puro humeando desproporcionadamente, echó un vistazo a los alrededores. Mientras, el comando desplegó su mantel y empezó a cenar tranquilamente. Eso se lo había enseñado él: un soldado tenía que comer siempre que podía, sobre todo si podía garantizar un poco de comodidad. Un mantel chulo, unas velitas... Esas cosas ayudaban a relajarse de vez en cuando.
-¡Aquí no hay nada! -exclamó Maki después de recorrer un buen trecho viendo solo briznas de hierba-. ¡Solo veo bichos, florecitas y una seta de hierro!
La seta en cuestión era muy rara: un bulbo metálico y brillante de metro y medio de diámetro coronado por una especie de ruedecita. ¿Sería venenosa? Seguramente, sí. El mundo de la superficie estaba lleno de cosas que parecían inofensivas y te mataban en cuanto te descuidabas.
De repente, la cabeza con forma de rueda comenzó a girar. “¡Lo sabía! ¡Va a expulsar veneno!”, pensó Augustus. Se apartó rápidamente, conteniendo la respiración para no inhalar sus esporas malignas de cáncer, y se puso en guardia. No quería echar a correr delante de sus subordinados, pero estaba dispuesto a hacerlo si era necesario. Como decían en su unidad, “Salir corriendo es más barato que una cara nueva”.
Sin embargo, no fue veneno lo que brotó del suelo. En vez de eso, la seta se separó cuando la rueda dejó de girar y una vaca salió de ella. Una vaca enorme y muuuusculosa, que llevaba una voluminosa ametralladora de esas que giraban al disparar colgada al hombro y estaba comiendo un polo hecho de pasto.
-Oh... Así que así es cómo se reproducen. El milagro de la vi...
-¡¿Quién eres tú?! -dijo la vaca, apuntando a Maki con su monstruosa arma.
Con los múltiples y amenazadores cañones apuntándole directamente a la cara, no se le ocurrió una mentira a tiempo, ni siquiera mugir, así que hizo lo único que le vino a la cabeza: se tiró al suelo, empezó a convulsionar como un humano fuera del aire y se hizo el muerto a ver lo que pasaba.
Arny Sanskari
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El paseo por la isla hasta llegar a las praderas resultó casi agradable, si no fuera por las circunstancias. Toda aquella aventura improvisada en la que se había visto metido por su curiosidad, mantenía al ornitorrinco atento y expectante. Aquel extraño grupo aseguraba que había compañeros suyos encerrados en algún lugar del barco/isla y no podía ser mayor incentivo para Arny el seguir a aquellas personas y descubrir alguna sección oculta que hubiera pasado por alto para su mapa. Aunque cada vez tenía más claro que estaba dibujando el plano de un barco, y no el mapa de un islote.
Las llanuras no quedaban lejos, al fin y al cabo, era grande para ser un barco, pero no tan ridículamente grande como para tardar horas de un lugar a otro. Al llegar, los soldaditos comenzaron a montar la mesa para comer. -Si están igual de preparados para todo, serán bastante competentes- pensaba el mink para sí, al ver el despliegue de medios a la hora de llenarse el estomago de comida y la coordinación que mostraba aquel grupo para comenzar a comer cuanto antes -Tal vez que tengan nombres de alimentos ya es indicativo suficiente- suponía el ornitorrinco en su fuero interno.
Maki recorría el terreno adyacente con su puro, así como Arny hacía lo propio con la sección del mapa que había dibujado de aquella zona. Podía reconocer las marcas de terreno que había dibujado para él mismo. Para poder situar geográficamente de manera correcta esa sección en el mapa general. Toda la zona mostraba las mismas características de terreno. Llanura verde, algunos árboles y poco más. Poco, pero al parecer lo suficiente como para que Maki encontrase algo extraño.
-¿Una seta dices?- preguntó extrañado Arny -¿Metálica?- comido por la curiosidad, el ornitorrinco se acercó a los arbustos que cubrían aquel extraño objeto cuando aquello comenzó a hacer extraños sonidos. Antes de llegar a recorrer los metros que lo separaban del artefacto, éste comenzó a abrirse.
Del interior del enorme champiñón surgió la mayor vaca que Arny había visto nunca. Ni siquiera las encontradas trabajando las huertas, mostraban en sus cuerpos semejante masa muscular. Aquella estaba fuera de toda lógica. La mente del mink explotaba con todos aquellos descubrimientos. Tanto, que solo al final, cuando su acompañante calló al suelo entre convulsiones. Regresó al mundo real, alertado por el peligro de la situación -¿Esa vaca lleva una ametralladora gigante?- exclamó sin ser consciente aun de haberlo hecho en voz alta. Asustando a la vaca, que se giró apretando el gatillo sin mediar palabra. Durante los siguientes siete segundos aquella monstruosa arma iluminó el espacio entre la vaca y el ornitorrinco con una sucesión de disparos de gran calibre. El sonido del aquella ráfaga inundó el calmo ambiente de la llanura, resonando libre por todo el lugar. Sin barreras, naturales o construidas, el sonido de aquellos disparos viajaría lejos rápidamente. Pero la situación más apremiante del momento era lidiar con aquel ataque a bocajarro.
Por suerte para Arny, aquellas balas no estaban imbuidas en haki ni fabricadas con kairoseki, por lo que tan solo atravesaron su cuerpo sin causar daños. Tan solo unos agujeros en el cuerpo del gaseoso mink. Agujeros que se rellenaron solos con la materia gaseosa presente en el ambiente sin un solo sonido. Pese a todo, Arny carecía de experiencia en combate con las habilidades de su fruta, y el grito de terror que nació en su garganta podría oírse tan lejos o más que la ráfaga de ametralladora pesada. Pegando un salto a un lado, asustado por la repentina agresividad. Con el instinto marcial semidormido por el tiempo sin entrenar. Arny recapituló poco a poco. Regresando a la realidad.
-¡GUAU!- exclamó -¡NO SABÍA QUE PODÍA HACER ESO! JAJAJAJA- reía visiblemente sorprendido mientras observaba los grandes agujeros que los impacto de las balas habían dejado en el suelo a sus alrededores. En el lugar donde antes se encontraba de pie.
Un vistazo a la seta, abierta como estaba, reveló a los ojos del ornitorrinco la existencia de gases saliendo de aquel agujero en la tierra por donde había salido la enorme vaca que tenían de enemigo en esos momentos. Una mezcla de metano, oxigeno y otros gases en diferentes proporciones, la mezcla habitual respirable de la atmósfera, pero mucho más cargada de metano. Lo cual era indicativo de varios culos de aquellas criaturas esperándoles ahí abajo.
Con un salto hacia adelante, envalentonado, sintiéndose intocable. Cargo contra su enemigo al grito de -¡ES MI TURNOOOO!- tan solo para golpear con su puño en el duro pectoral de la vaca. Sin efecto alguno -Vaya- pensó mientras se retiraba del alcance inmediato de las manos del bóvido -¿Habré ganado algo de tiempo?-
Las llanuras no quedaban lejos, al fin y al cabo, era grande para ser un barco, pero no tan ridículamente grande como para tardar horas de un lugar a otro. Al llegar, los soldaditos comenzaron a montar la mesa para comer. -Si están igual de preparados para todo, serán bastante competentes- pensaba el mink para sí, al ver el despliegue de medios a la hora de llenarse el estomago de comida y la coordinación que mostraba aquel grupo para comenzar a comer cuanto antes -Tal vez que tengan nombres de alimentos ya es indicativo suficiente- suponía el ornitorrinco en su fuero interno.
Maki recorría el terreno adyacente con su puro, así como Arny hacía lo propio con la sección del mapa que había dibujado de aquella zona. Podía reconocer las marcas de terreno que había dibujado para él mismo. Para poder situar geográficamente de manera correcta esa sección en el mapa general. Toda la zona mostraba las mismas características de terreno. Llanura verde, algunos árboles y poco más. Poco, pero al parecer lo suficiente como para que Maki encontrase algo extraño.
-¿Una seta dices?- preguntó extrañado Arny -¿Metálica?- comido por la curiosidad, el ornitorrinco se acercó a los arbustos que cubrían aquel extraño objeto cuando aquello comenzó a hacer extraños sonidos. Antes de llegar a recorrer los metros que lo separaban del artefacto, éste comenzó a abrirse.
Del interior del enorme champiñón surgió la mayor vaca que Arny había visto nunca. Ni siquiera las encontradas trabajando las huertas, mostraban en sus cuerpos semejante masa muscular. Aquella estaba fuera de toda lógica. La mente del mink explotaba con todos aquellos descubrimientos. Tanto, que solo al final, cuando su acompañante calló al suelo entre convulsiones. Regresó al mundo real, alertado por el peligro de la situación -¿Esa vaca lleva una ametralladora gigante?- exclamó sin ser consciente aun de haberlo hecho en voz alta. Asustando a la vaca, que se giró apretando el gatillo sin mediar palabra. Durante los siguientes siete segundos aquella monstruosa arma iluminó el espacio entre la vaca y el ornitorrinco con una sucesión de disparos de gran calibre. El sonido del aquella ráfaga inundó el calmo ambiente de la llanura, resonando libre por todo el lugar. Sin barreras, naturales o construidas, el sonido de aquellos disparos viajaría lejos rápidamente. Pero la situación más apremiante del momento era lidiar con aquel ataque a bocajarro.
Por suerte para Arny, aquellas balas no estaban imbuidas en haki ni fabricadas con kairoseki, por lo que tan solo atravesaron su cuerpo sin causar daños. Tan solo unos agujeros en el cuerpo del gaseoso mink. Agujeros que se rellenaron solos con la materia gaseosa presente en el ambiente sin un solo sonido. Pese a todo, Arny carecía de experiencia en combate con las habilidades de su fruta, y el grito de terror que nació en su garganta podría oírse tan lejos o más que la ráfaga de ametralladora pesada. Pegando un salto a un lado, asustado por la repentina agresividad. Con el instinto marcial semidormido por el tiempo sin entrenar. Arny recapituló poco a poco. Regresando a la realidad.
-¡GUAU!- exclamó -¡NO SABÍA QUE PODÍA HACER ESO! JAJAJAJA- reía visiblemente sorprendido mientras observaba los grandes agujeros que los impacto de las balas habían dejado en el suelo a sus alrededores. En el lugar donde antes se encontraba de pie.
Un vistazo a la seta, abierta como estaba, reveló a los ojos del ornitorrinco la existencia de gases saliendo de aquel agujero en la tierra por donde había salido la enorme vaca que tenían de enemigo en esos momentos. Una mezcla de metano, oxigeno y otros gases en diferentes proporciones, la mezcla habitual respirable de la atmósfera, pero mucho más cargada de metano. Lo cual era indicativo de varios culos de aquellas criaturas esperándoles ahí abajo.
Con un salto hacia adelante, envalentonado, sintiéndose intocable. Cargo contra su enemigo al grito de -¡ES MI TURNOOOO!- tan solo para golpear con su puño en el duro pectoral de la vaca. Sin efecto alguno -Vaya- pensó mientras se retiraba del alcance inmediato de las manos del bóvido -¿Habré ganado algo de tiempo?-
Maki
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La estrategia debió de funcionar, porque la vaca gigante no le hizo caso cuando se tiró al suelo. Debía pensar que estaba muerto de verdad, dada su gran imitación. Era todo un alivio, porque Maki no tenía nada claro que las vacas también se murieran así.
Mientras tanto, al otro lado de un trozo de prado y una cesta con bollitos, panes y queso, el comando ponía en práctica lo aprendido. Maki les había instruido durante el viaje. La Estrategia del Espichado consistía en que él se haría el muerto mientras ellos preparaban todo su arsenal para destruir al enemigo, y el propio Maki remataría la situación con el golpe final.
Todos los miembros de los Fiambres se pusieron en pie en cuanto Maki les dio la señal cayéndose al suelo. Las armas empezaron a asomar. Espadas grandes y afiladas, rifles y pistolas de todos los tamaños, docenas de explosivos, hachas de combate, manguales que giraban con sus amenazadores pinchos... Maki le hizo una discreta seña al pato para que se apartase y dejase trabajar a los profesionales, pues estaba justo en medio.
Entonces la vaca disparó. Maki contuvo el aliento, lanzando al aire una plegaria por el pobre pato que tan bien les había guiado. Cerró los ojos, impresionado por la potencia de fuego, hasta que al final los abrió. ¿Por qué no estaba bañado en sangre y plumas? ¿Como podía ser que no le salpicasen trocitos de entrañas? Levantó la vista, curioso, y vio que el pato se había desmaterializado convertido en una especie de ente espiritual hecho de... pues de material espiritual. ¿Había sido siempre así? A lo mejor había sido desde el principio un producto de su imaginación. Eso explicaría... algo.
Maki se pudo en pie, olvidada la precaución por el alivio de ver que Arny seguía vivo, aunque fuera en su mente. ¡Ni una sola bala le había hecho daño! ¡Todas le habían atravesado! Ya solo faltaba que sus chicos se lanzaran sobre la vaca y... Oh.
El comando estaba muerto. Estaban detrás del pato y se habían comido todas las balas que a él le habían pasado como si nada. Una pena. Eran buenos chicos... algunos.
Eso dejaba un problema serio, y es que le tocaba a Maki enfrentar a la vaca. Arny no era muy fuerte, precisamente, lo cual no hablaba muy bien del subconsciente de Maki. Por suerte, su cuerpo era más fuerte que su mente. Y había aprendido un montón de golpes bajos. Recordando el punto débil de todo herbívoro, le dio una patada en las ubres y la derribó.
-Ale, asunto arreglado -dijo, dándole una patadita al arma para apartarla. Entonces alargó la mano hacia el pato para tocarlo-. ¿Eres... mi conciencia? ¿Mi ángel guardián? ¿Has venido para darme consejos? Qué raro. El último se me apareció en una nube.
-Muuuh -gruñó la vaca.
-Coge un queso de la cesta y vamos para abajo antes de que se le pase. Me sabe mal pegarle dos veces.
Mientras tanto, al otro lado de un trozo de prado y una cesta con bollitos, panes y queso, el comando ponía en práctica lo aprendido. Maki les había instruido durante el viaje. La Estrategia del Espichado consistía en que él se haría el muerto mientras ellos preparaban todo su arsenal para destruir al enemigo, y el propio Maki remataría la situación con el golpe final.
Todos los miembros de los Fiambres se pusieron en pie en cuanto Maki les dio la señal cayéndose al suelo. Las armas empezaron a asomar. Espadas grandes y afiladas, rifles y pistolas de todos los tamaños, docenas de explosivos, hachas de combate, manguales que giraban con sus amenazadores pinchos... Maki le hizo una discreta seña al pato para que se apartase y dejase trabajar a los profesionales, pues estaba justo en medio.
Entonces la vaca disparó. Maki contuvo el aliento, lanzando al aire una plegaria por el pobre pato que tan bien les había guiado. Cerró los ojos, impresionado por la potencia de fuego, hasta que al final los abrió. ¿Por qué no estaba bañado en sangre y plumas? ¿Como podía ser que no le salpicasen trocitos de entrañas? Levantó la vista, curioso, y vio que el pato se había desmaterializado convertido en una especie de ente espiritual hecho de... pues de material espiritual. ¿Había sido siempre así? A lo mejor había sido desde el principio un producto de su imaginación. Eso explicaría... algo.
Maki se pudo en pie, olvidada la precaución por el alivio de ver que Arny seguía vivo, aunque fuera en su mente. ¡Ni una sola bala le había hecho daño! ¡Todas le habían atravesado! Ya solo faltaba que sus chicos se lanzaran sobre la vaca y... Oh.
El comando estaba muerto. Estaban detrás del pato y se habían comido todas las balas que a él le habían pasado como si nada. Una pena. Eran buenos chicos... algunos.
Eso dejaba un problema serio, y es que le tocaba a Maki enfrentar a la vaca. Arny no era muy fuerte, precisamente, lo cual no hablaba muy bien del subconsciente de Maki. Por suerte, su cuerpo era más fuerte que su mente. Y había aprendido un montón de golpes bajos. Recordando el punto débil de todo herbívoro, le dio una patada en las ubres y la derribó.
-Ale, asunto arreglado -dijo, dándole una patadita al arma para apartarla. Entonces alargó la mano hacia el pato para tocarlo-. ¿Eres... mi conciencia? ¿Mi ángel guardián? ¿Has venido para darme consejos? Qué raro. El último se me apareció en una nube.
-Muuuh -gruñó la vaca.
-Coge un queso de la cesta y vamos para abajo antes de que se le pase. Me sabe mal pegarle dos veces.
Arny Sanskari
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Inconsciente de lo sucedido con el escuadrón de Maki, Arny observó como éste se levantaba del suelo y golpeaba de manera sucia al rival que tenían en frente. Si bien era verdad que portar un arma de semejante calibre y disparar a bocajarro sin preguntar, no era la carta de presentación más limpia que Arny había podido encontrar en sus viajes. Aunque tampoco la más sucia.
Con el rival en el suelo, mugiendo de dolor mientras trataba de cubrir la totalidad del volumen de aquellas ubres con sus brazos. Entre temblores producidos por las descargas intermitentes de dolor que recorrían su cuerpo. -Punto débil anotado- se dijo Arny mentalmente. Solo entonces, el ornitorrinco fue consciente de que se habían quedado solos en la campa. Los felices y estrafalarios muchachos cayeron bajo el fuego enemigo
Sin mucho tiempo para reaccionar, Maki tocaba el pico y el rostro del mink como si un espejismo hubiera cobrado vida y solo con sus manos pudiera dar fe a ciencia cierta de que aquello no era real. -¡Para. Que me llenas de mierda!- dijo mientras se separaba rápidamente del contacto con la mano, y comenzaba a pasarse un pañuelo limpio que sacó del bolso por la cara y el pico, hasta quedarse tranquilo con el resultado.
-¡¿Que coja un queso?!- exclamó más que preguntó el mink. Que miraba a su acompañante mientras señalaba los cuerpos inertes, tendidos sobre el mantelito de flores que habían extendido sobre el césped. Arny seguía sin intención de ensuciarse más de lo debido. Tras el consumo de la fruta, la mayoría de manchas y ocasiones en las que podría ensuciarse, las podía pasar por alto gracias a su intangibilidad. Pero pedirle que se llene de sangre por agarrar un queso, era demasiado para Arny.
La vaca volvió a mugir de dolor, lo que hizo reaccionar al ornitorrinco.
No le espantaba la matanza, había sobrevivido a alguna y visto otras muchas en los campos de concentración de esclavos, pero la impasibilidad de su acompañante le hacía pensar en el futuro que le deparaba con él ahí abajo. -Mira, creo que mejor bajamos sin el queso, con el charco de sangre y el destrozo que hay en el suelo, dudo que podamos encontrar algo intacto para comer- dijo, sin ninguna intención de ir a mirar de cerca los cuerpos agujereados por proyectiles de gran calibre.
Las concentraciones de metano al ir descendiendo por la escalera de caracol aumentaban constantemente hasta niveles críticos para la vida. La concentración desplazaba el poco oxigeno que quedaba, dejando tan solo gases tóxicos. -Ehm... no he sido yo, ¿vale?- dijo mirando hacia atrás, al gyojin. -Ese olor es metano, cuanto más bajamos más se concentra. ¿Estarás bien?- preguntó. Aun había oxigeno suficiente para respirar, pero pronto los efectos de la asfixia podrían afectar al hombre pez. -Puedo hacer algo con eso, pero tengo que ser muy cuidadoso, el metano reacciona con el oxigeno y podría provocar un gran incendio aquí abajo por pirolisis oxidativa, veras. Al contacto con el oxigeno, el metano podría formar formaldehído que se descompone en un radical, el formíl para después... Perdón- Terminó abruptamente la explicación. Arny había aprendido mucho en los últimos tiempos y repetía en ocasiones lo aprendido más para sí mismo, que para los demás. Y era consciente de que actuando así la gente lo miraba incluso aún más raro. -Dame un segundo- pidió parando en medio de la escalera. Su control no era demasiado bueno, pero tenia algo de practica y era capaz de mover una significativa masa de gas -Ahora intenta respirar lo más lejos posible del suelo- avisó antes de comenzar a realizar su truco. Poco a poco, una vez localizada la mezcla de gases y sus proporciones, comenzó a extraer todo el metano posible del agujero. Tras un largo rato, con gesto cansado y respirando profusamente, hizo gesto a su acompañante con la mano -ya es seguro para ti- dijo entre pesadas respiraciones. -He disminuido la concentración de gases que desplazaban... bueno ya puedes bajar...solo... solo dame un segundo- Era la primera vez que tenia que desplazar una nube de gas tan grande. Por suerte, todo había ocurrido en el interior de aquella construcción, sin que ráfagas de viento influyesen en el control y la dirección en la que Arny deseaba mover aquel gas.
Tras recuperar el aliento, más por costumbre que por necesidad biológica explicó -Por suerte o por desgracia me comí una fruta del diablo y puedo hacer alguna que otra cosa en situaciones como esta. No soy un espectro, ni tu conciencia, ni un ángel ni nada de eso. Soy un Mink- dijo levantando el pico, orgulloso de su raza.
La sala donde desembocaban las retorcidas escaleras actuaba como recibidor, pero la estructura y profundidad sobrepasaban la imaginación del ornitorrinco -¿Estamos... estamos bajo el mar?- preguntó en la entrada de aquella sala sin ventanas.
Dejando atrás la puerta por la que habían accedido a la recepción, tenían un pasillo en frente y una puerta cerrada a su derecha. La zona gozaba de iluminación eléctrica como la que había en cada casa del pueblo, pero no existía un sistema de ventilación. El aire se estancaba en la construcción subterránea de tal manera que ningún ser vivo podría resistir sin un equipo externo de respiración. -¿De donde saldría esa vaca?- pregunto a su compañero, dejando la pregunta en el aire, atento a su entorno
Con el rival en el suelo, mugiendo de dolor mientras trataba de cubrir la totalidad del volumen de aquellas ubres con sus brazos. Entre temblores producidos por las descargas intermitentes de dolor que recorrían su cuerpo. -Punto débil anotado- se dijo Arny mentalmente. Solo entonces, el ornitorrinco fue consciente de que se habían quedado solos en la campa. Los felices y estrafalarios muchachos cayeron bajo el fuego enemigo
Sin mucho tiempo para reaccionar, Maki tocaba el pico y el rostro del mink como si un espejismo hubiera cobrado vida y solo con sus manos pudiera dar fe a ciencia cierta de que aquello no era real. -¡Para. Que me llenas de mierda!- dijo mientras se separaba rápidamente del contacto con la mano, y comenzaba a pasarse un pañuelo limpio que sacó del bolso por la cara y el pico, hasta quedarse tranquilo con el resultado.
-¡¿Que coja un queso?!- exclamó más que preguntó el mink. Que miraba a su acompañante mientras señalaba los cuerpos inertes, tendidos sobre el mantelito de flores que habían extendido sobre el césped. Arny seguía sin intención de ensuciarse más de lo debido. Tras el consumo de la fruta, la mayoría de manchas y ocasiones en las que podría ensuciarse, las podía pasar por alto gracias a su intangibilidad. Pero pedirle que se llene de sangre por agarrar un queso, era demasiado para Arny.
La vaca volvió a mugir de dolor, lo que hizo reaccionar al ornitorrinco.
No le espantaba la matanza, había sobrevivido a alguna y visto otras muchas en los campos de concentración de esclavos, pero la impasibilidad de su acompañante le hacía pensar en el futuro que le deparaba con él ahí abajo. -Mira, creo que mejor bajamos sin el queso, con el charco de sangre y el destrozo que hay en el suelo, dudo que podamos encontrar algo intacto para comer- dijo, sin ninguna intención de ir a mirar de cerca los cuerpos agujereados por proyectiles de gran calibre.
Las concentraciones de metano al ir descendiendo por la escalera de caracol aumentaban constantemente hasta niveles críticos para la vida. La concentración desplazaba el poco oxigeno que quedaba, dejando tan solo gases tóxicos. -Ehm... no he sido yo, ¿vale?- dijo mirando hacia atrás, al gyojin. -Ese olor es metano, cuanto más bajamos más se concentra. ¿Estarás bien?- preguntó. Aun había oxigeno suficiente para respirar, pero pronto los efectos de la asfixia podrían afectar al hombre pez. -Puedo hacer algo con eso, pero tengo que ser muy cuidadoso, el metano reacciona con el oxigeno y podría provocar un gran incendio aquí abajo por pirolisis oxidativa, veras. Al contacto con el oxigeno, el metano podría formar formaldehído que se descompone en un radical, el formíl para después... Perdón- Terminó abruptamente la explicación. Arny había aprendido mucho en los últimos tiempos y repetía en ocasiones lo aprendido más para sí mismo, que para los demás. Y era consciente de que actuando así la gente lo miraba incluso aún más raro. -Dame un segundo- pidió parando en medio de la escalera. Su control no era demasiado bueno, pero tenia algo de practica y era capaz de mover una significativa masa de gas -Ahora intenta respirar lo más lejos posible del suelo- avisó antes de comenzar a realizar su truco. Poco a poco, una vez localizada la mezcla de gases y sus proporciones, comenzó a extraer todo el metano posible del agujero. Tras un largo rato, con gesto cansado y respirando profusamente, hizo gesto a su acompañante con la mano -ya es seguro para ti- dijo entre pesadas respiraciones. -He disminuido la concentración de gases que desplazaban... bueno ya puedes bajar...solo... solo dame un segundo- Era la primera vez que tenia que desplazar una nube de gas tan grande. Por suerte, todo había ocurrido en el interior de aquella construcción, sin que ráfagas de viento influyesen en el control y la dirección en la que Arny deseaba mover aquel gas.
Tras recuperar el aliento, más por costumbre que por necesidad biológica explicó -Por suerte o por desgracia me comí una fruta del diablo y puedo hacer alguna que otra cosa en situaciones como esta. No soy un espectro, ni tu conciencia, ni un ángel ni nada de eso. Soy un Mink- dijo levantando el pico, orgulloso de su raza.
La sala donde desembocaban las retorcidas escaleras actuaba como recibidor, pero la estructura y profundidad sobrepasaban la imaginación del ornitorrinco -¿Estamos... estamos bajo el mar?- preguntó en la entrada de aquella sala sin ventanas.
Dejando atrás la puerta por la que habían accedido a la recepción, tenían un pasillo en frente y una puerta cerrada a su derecha. La zona gozaba de iluminación eléctrica como la que había en cada casa del pueblo, pero no existía un sistema de ventilación. El aire se estancaba en la construcción subterránea de tal manera que ningún ser vivo podría resistir sin un equipo externo de respiración. -¿De donde saldría esa vaca?- pregunto a su compañero, dejando la pregunta en el aire, atento a su entorno
Maki
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Maki escuchó atentamente las sabias palabras de la Aparición. Ese tipo de seres siempre tenían algo importante que decir. Si el destino había querido ponerlo en su camino debía ser por un motivo, para anunciarle un cataclismo, revelarle secretos ancestrales o encargarle alguna tarea digna de su nombre.
En vez de eso, dijo lo del queso.
-Esta gente ha muerto por la Causa, espectro -dijo Maki con voz firme-. No insultes su sacrificio rechazando la comida. ¿Crees que querrían que el queso se desperdiciara? ¿O preferirían que alimentase a sus camaradas y les ayudara a cumplir su misión?
Estaba claro que la Aparición no comprendía los ideales revolucionarios. Todos los soldados de la Causa sabían que podían morir en cualquier momento. Lamentarse por ellos durante la misión solo haría que sus muertes se desperdiciaran.
Así que Maki cogió el queso y le dio un buen bocado tras despedirse mentalmente de sus camaradas caídos. El Departamento de Entierros y Recogida de Basura se encargaría de ellos una vez terminase el trabajo. Algunos en Báltigo se quejaban de que esas dos tareas ocupasen el mismo departamento, pero es que no iban a ir con las bolsas para recoger los muertos y no llevarse la basura de paso. Hacer dos viajes era de tontos.
Mientras Arny hacía magia y le explicaba un montón de cosas complicadas, Maki se terminó el queso. Si aquel galimatías sobre gases era el mensaje de la Aparición, no se había enterado de nada. Solo sabía que ahí abajo olía mal, pero no tan mal como antes.
Bajó por las escalerillas del largo túnel hasta llegar a una serie de pasillos que se parecían sospechosamente a una guarida del mal. ¿Qué era todo aquello? Eligió un pasillo al azar y tiró para adelante. No había vigilancia, seguramente porque más adelante había una trampa. Siempre había trampas.
No había trampas. De hecho, llegaron hasta una sala grande y llena de pantallas proyectadas por caracoles mágicos sin toparse con ningún obstáculo. Esa habitación, sin embargo, estaba custodiada por dos vacas enormes con armas muy gordas. La puerta estaba abierta y se veía el interior desde el otro lado del pasillo. Maki logró atisbar algo de movimiento dentro antes de esconderse tras la esquina, esperando que no lo hubieran visto.
-Aquí debe ser donde las vacas planean su conquista del mundo -susurró Maki-. O algo. Como poco tendrán cuarto de baño, que me meo vivo. Tenemos que colarnos dentro, Aparición.
Iba siendo hora de un plan genial.
En vez de eso, dijo lo del queso.
-Esta gente ha muerto por la Causa, espectro -dijo Maki con voz firme-. No insultes su sacrificio rechazando la comida. ¿Crees que querrían que el queso se desperdiciara? ¿O preferirían que alimentase a sus camaradas y les ayudara a cumplir su misión?
Estaba claro que la Aparición no comprendía los ideales revolucionarios. Todos los soldados de la Causa sabían que podían morir en cualquier momento. Lamentarse por ellos durante la misión solo haría que sus muertes se desperdiciaran.
Así que Maki cogió el queso y le dio un buen bocado tras despedirse mentalmente de sus camaradas caídos. El Departamento de Entierros y Recogida de Basura se encargaría de ellos una vez terminase el trabajo. Algunos en Báltigo se quejaban de que esas dos tareas ocupasen el mismo departamento, pero es que no iban a ir con las bolsas para recoger los muertos y no llevarse la basura de paso. Hacer dos viajes era de tontos.
Mientras Arny hacía magia y le explicaba un montón de cosas complicadas, Maki se terminó el queso. Si aquel galimatías sobre gases era el mensaje de la Aparición, no se había enterado de nada. Solo sabía que ahí abajo olía mal, pero no tan mal como antes.
Bajó por las escalerillas del largo túnel hasta llegar a una serie de pasillos que se parecían sospechosamente a una guarida del mal. ¿Qué era todo aquello? Eligió un pasillo al azar y tiró para adelante. No había vigilancia, seguramente porque más adelante había una trampa. Siempre había trampas.
No había trampas. De hecho, llegaron hasta una sala grande y llena de pantallas proyectadas por caracoles mágicos sin toparse con ningún obstáculo. Esa habitación, sin embargo, estaba custodiada por dos vacas enormes con armas muy gordas. La puerta estaba abierta y se veía el interior desde el otro lado del pasillo. Maki logró atisbar algo de movimiento dentro antes de esconderse tras la esquina, esperando que no lo hubieran visto.
-Aquí debe ser donde las vacas planean su conquista del mundo -susurró Maki-. O algo. Como poco tendrán cuarto de baño, que me meo vivo. Tenemos que colarnos dentro, Aparición.
Iba siendo hora de un plan genial.
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El lugar, horadado en la propia tierra, formaba pasillos cubiertos de hormigón blanco. Perfecto para aumentar la luminosidad con la que las blanquecinas lamparas pegadas al techo, regaban la zona. Los niveles de oxigeno recorrían una peligrosa montaña rusa, en la que descendía por debajo del nivel saludable para la vida en ocasiones. Tanto, que sin la anterior acción del ornitorrinco la base subterránea al completo estaría llena de metano. Ningún ser podría pasar el tiempo ahí abajo con esos niveles de toxicidad en el ambiente, lo cual preocupaba al mink -Escucha- dijo mientras caminaban -No debería haber nadie ni nada aquí, que necesite oxígeno para respirar- La seguridad del tono de Arny no dejaba lugar a dudas. Creía totalmente que estaba en lo cierto.
La travesía no fue sino un paseo solitario y silencioso dentro de la base subterránea. Los pasillos, limpios de toda vida o movimiento, guiaron a la pareja al interior, a la sala de seguridad. La seguridad era mínima en aquel lugar. Tan solo un par de guardias custodiaban la sala de proyecciones, donde podía observarse desde la posición de la pareja, zonas del pueblo y partes de la isla que por alguna razón eran vigiladas. Aquella situación ponía los pelos de punta al ornitorrinco, que por momentos parecía un pompón -¿Por que vigilan una pradera?- Preguntó en voz baja, casi para sí mismo. Sin esperar respuesta.
Arny aun tenia un par de ases bajo la manga para situaciones como esta. El terreno no era lo mas amable para su habilidad innata como ornitorrinco, cortando la emisión eléctrica allá donde tocaba el muro de hormigón con piedra detrás. Pero no estaba buscando nada a su alrededor. Lo que quería comprobar lo tenía delante, con la puerta abierta, en un pasillo completamente despejado. Tras unos segundos, los electroreceptores del pico de Arny comenzaron a hormiguear con la característica sensación de cosquilleo que recorría toda la estructura osea del pico, para alojar las imágenes recibidas directamente en el cerebro del mink.
Los ojos de Arny, abiertos de par en par tras su descubrimiento. Mostraban igualmente sorpresa e incredulidad -¿Como no me he dado cuenta antes?- dijo mirando a Maki -¡Esos que tenemos delante son Vacabots!... o Rovacas, lo que más te guste- exclamó en un susurro, visiblemente emocionado -Por eso no le hice nada al bestiajo de antes- terminó con una mueca de seguridad en la cara -Si no tuviesen pecho trapa, de seguro le hubiera atravesado el corazón con mis manos- dijo adoptando una pose de dignidad visiblemente fingida. La verdad era que no hubiera tenido oportunidad de tal logro sin tremendo esfuerzo. Aquel puñetazo, si bien fue entregado sin aplicar la totalidad de la fuerza del mink, podría haber resultado consistente para un ser vivo, pero no para un ser de metal. -Voy a vaciar ese cuarto de metano al completo. El mínimo disparo en este lugar haría explotar la base entera. Así si llegan a pegar algún tiro, la deflagración del arma no convertirá esto en un infierno de fuego y explosiones. Dame unos minutos, esto es peligroso- Cerrando los ojos tras sus palabras, Arny comenzó a mover la mano derecha como si agarrara algo invisible. Aquel ejercicio aun le llevaba tiempo, pero no era tan cansado como bajar el nivel de gas de todo el lugar. Con limpiar el cuarto de vigilancia y el pasillo tendrían suficiente. Maki podría sentir como la respiración regresaba a un nivel normal poco a poco en aquel pasillo. Los estudios previos del ornitorrinco y aquella extraña habilidad que consiguió al consumirla fruta. Le permitían componer una atmósfera respirable en aquellas condiciones, parecida a la composición real del exterior.
-El camino está despejado, si nos deshacemos de ellos rápidamente podremos investigar un poco más. Yo me encargo del de la derecha- Dijo con un guiño. La seguridad en el tono de voz, después del desastre en el exterior, indicaban que el mink tenia algo entre manos. Algo que no se hizo esperar.
El ornitorrinco, silencioso por naturaleza, descalzo como acostumbraba a caminar, emitía apenas un susurro al caminar por el recto espacio que lo separaba de las cámaras. Aquellos seres parecían ensimismados recorriendo con la vista las imágenes proyectadas desde los den den mushi. Completamente ajenos a lo que acechaba tras la puerta. Arny levantó tres dedos de su zarpa en dirección a su acompañante. Solo para bajarlos rítmicamente, como una cuenta atrás. Cuando la cuenta llegó a cero y el puño del ornitorrinco estuvo completo, saltó al interior de la sala. Con un destello, una mancha oscura y borrosa impactó en la cabeza de la vacabot de la derecha. Las recepciones eléctricas que su mente habían traducido anteriormente, revelaban la generación de aquella energía en la cabeza. Energía que se distribuía de manera eficiente al resto del cuerpo, pero que si no contaba con la protección necesaria, podría manipularse con una descarga y dejar frito el sistema. Plan que siguió el mink hasta el final. El salto estaba dado, el ataque iniciado y desde su mano derecha, una pequeña luz iluminó, azulada, la estancia. Justo antes de impactar en el centro eléctrico de la bestia, grabado en la mente de Arny, que veía los puntos débiles de la maquina gracias a su capacidad.
Un rayo atravesó aquel enorme cuerpo metálico de arriba abajo. La descarga generó un sobrecalentamiento en su cuerpo. Humo surgía de las fauces abiertas, mientras las órbitas oculares se calcinaban y derretían, escurriéndose por el rostro animalesco del robot, que se quedo ahí de pie, con la cara mirando hacia el techo en una muda suplica al dios de los seres mecánicos. La corriente, insuficiente para matar un humano, no tenia la misma fuerza con una maquina alimentada eléctricamente.
Tras el asalto, un movimiento a la derecha en una de las cámaras, llamó la atención de Arny -¿Son... son esos tus amigos?- pregunto al revolucionario señalando entre jadeos con una mano temblorosa por el esfuerzo a una de las habitaciones proyectadas en la pared, que parecía tener ocupantes no “botvidos”
La travesía no fue sino un paseo solitario y silencioso dentro de la base subterránea. Los pasillos, limpios de toda vida o movimiento, guiaron a la pareja al interior, a la sala de seguridad. La seguridad era mínima en aquel lugar. Tan solo un par de guardias custodiaban la sala de proyecciones, donde podía observarse desde la posición de la pareja, zonas del pueblo y partes de la isla que por alguna razón eran vigiladas. Aquella situación ponía los pelos de punta al ornitorrinco, que por momentos parecía un pompón -¿Por que vigilan una pradera?- Preguntó en voz baja, casi para sí mismo. Sin esperar respuesta.
Arny aun tenia un par de ases bajo la manga para situaciones como esta. El terreno no era lo mas amable para su habilidad innata como ornitorrinco, cortando la emisión eléctrica allá donde tocaba el muro de hormigón con piedra detrás. Pero no estaba buscando nada a su alrededor. Lo que quería comprobar lo tenía delante, con la puerta abierta, en un pasillo completamente despejado. Tras unos segundos, los electroreceptores del pico de Arny comenzaron a hormiguear con la característica sensación de cosquilleo que recorría toda la estructura osea del pico, para alojar las imágenes recibidas directamente en el cerebro del mink.
Los ojos de Arny, abiertos de par en par tras su descubrimiento. Mostraban igualmente sorpresa e incredulidad -¿Como no me he dado cuenta antes?- dijo mirando a Maki -¡Esos que tenemos delante son Vacabots!... o Rovacas, lo que más te guste- exclamó en un susurro, visiblemente emocionado -Por eso no le hice nada al bestiajo de antes- terminó con una mueca de seguridad en la cara -Si no tuviesen pecho trapa, de seguro le hubiera atravesado el corazón con mis manos- dijo adoptando una pose de dignidad visiblemente fingida. La verdad era que no hubiera tenido oportunidad de tal logro sin tremendo esfuerzo. Aquel puñetazo, si bien fue entregado sin aplicar la totalidad de la fuerza del mink, podría haber resultado consistente para un ser vivo, pero no para un ser de metal. -Voy a vaciar ese cuarto de metano al completo. El mínimo disparo en este lugar haría explotar la base entera. Así si llegan a pegar algún tiro, la deflagración del arma no convertirá esto en un infierno de fuego y explosiones. Dame unos minutos, esto es peligroso- Cerrando los ojos tras sus palabras, Arny comenzó a mover la mano derecha como si agarrara algo invisible. Aquel ejercicio aun le llevaba tiempo, pero no era tan cansado como bajar el nivel de gas de todo el lugar. Con limpiar el cuarto de vigilancia y el pasillo tendrían suficiente. Maki podría sentir como la respiración regresaba a un nivel normal poco a poco en aquel pasillo. Los estudios previos del ornitorrinco y aquella extraña habilidad que consiguió al consumirla fruta. Le permitían componer una atmósfera respirable en aquellas condiciones, parecida a la composición real del exterior.
-El camino está despejado, si nos deshacemos de ellos rápidamente podremos investigar un poco más. Yo me encargo del de la derecha- Dijo con un guiño. La seguridad en el tono de voz, después del desastre en el exterior, indicaban que el mink tenia algo entre manos. Algo que no se hizo esperar.
El ornitorrinco, silencioso por naturaleza, descalzo como acostumbraba a caminar, emitía apenas un susurro al caminar por el recto espacio que lo separaba de las cámaras. Aquellos seres parecían ensimismados recorriendo con la vista las imágenes proyectadas desde los den den mushi. Completamente ajenos a lo que acechaba tras la puerta. Arny levantó tres dedos de su zarpa en dirección a su acompañante. Solo para bajarlos rítmicamente, como una cuenta atrás. Cuando la cuenta llegó a cero y el puño del ornitorrinco estuvo completo, saltó al interior de la sala. Con un destello, una mancha oscura y borrosa impactó en la cabeza de la vacabot de la derecha. Las recepciones eléctricas que su mente habían traducido anteriormente, revelaban la generación de aquella energía en la cabeza. Energía que se distribuía de manera eficiente al resto del cuerpo, pero que si no contaba con la protección necesaria, podría manipularse con una descarga y dejar frito el sistema. Plan que siguió el mink hasta el final. El salto estaba dado, el ataque iniciado y desde su mano derecha, una pequeña luz iluminó, azulada, la estancia. Justo antes de impactar en el centro eléctrico de la bestia, grabado en la mente de Arny, que veía los puntos débiles de la maquina gracias a su capacidad.
Un rayo atravesó aquel enorme cuerpo metálico de arriba abajo. La descarga generó un sobrecalentamiento en su cuerpo. Humo surgía de las fauces abiertas, mientras las órbitas oculares se calcinaban y derretían, escurriéndose por el rostro animalesco del robot, que se quedo ahí de pie, con la cara mirando hacia el techo en una muda suplica al dios de los seres mecánicos. La corriente, insuficiente para matar un humano, no tenia la misma fuerza con una maquina alimentada eléctricamente.
Tras el asalto, un movimiento a la derecha en una de las cámaras, llamó la atención de Arny -¿Son... son esos tus amigos?- pregunto al revolucionario señalando entre jadeos con una mano temblorosa por el esfuerzo a una de las habitaciones proyectadas en la pared, que parecía tener ocupantes no “botvidos”
Maki
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“Lo sabía. Siempre son robots”, se dijo Maki. Era lo único que había entendido de lo que decía Arny. Todo lo demás era una jerigonza incomprensible, pero aun así asintió. Los revolucionarios tenían que dar una buena imagen corporativa, y fingir que comprendía cosas que no sabía ni deletrear era parte del juego.
Lo que sí entendía era que las vacas, robots o lo que fueran tenían presos a sus camaradas. El pato se lanzó a lo loco a por una de ellas, algo encomiable y a lo que se animaba a toda la carne de cañón del ejército revolucionario. Maki tenía pensada una estrategia a largo plazo que incluía un soberbio número de malabares, pero ya no había tiempo para eso. Le tocaba entrar en acción.
El Oficial Makintosh cargó pasillo a través... por el techo. Iba nadando por el aire, aprovechando la escasa humedad del ambiente. Tenía que bracear con fuerza para avanzar. Pensaba saltar por sorpresa mientras Arny hacía lo suyo con su rival. Algo le hizo que la dejó chamuscada. La otra se giró con intenciones villanescas, alzando su arma hacia la Aparición mientras su amiga echaba chispas.
Entonces a Maki se le cayó la boina. La segunda vaca miró hacia arriba y se encontró a Maki sobre él. El pez se dejó caer y derribó a la vaca. Esta pateó al gyojin, que rodó para apartarse cuando le apuntó con su arma, y se puso en pie. No tardó en disparar, pero para ese momento Maki ya había empezado a hacer la croqueta en dirección contraria. Se estrelló contra las piernas del villano... que ni se inmutó. De hecho, lo levantó como a un gatete por un pliegue de grasa y lo puso a la altura de su fea cara de vaca.
-Identifícate.
-Qué fuertes sois. A lo mejor sí que vais a ser robots.
-Iden...
Maki recurrió a la heroica táctica de escupirle en un ojo y luego pegar un rodillazo a ciegas. La vaca le soltó, y entonces Maki le quitó el arma y le dio en la cabeza con ella. Como aun así continuaba levantándose, al final tuvo que darle otra vez en las ubres. Qué bien funcionaba eso. Su adversario quedó tendido en el suelo, doliéndose de su derrota, y Maki alzó la vista orgulloso.
Once vacas más les estaban mirando desde el otro lado del umbral. Supuso que con tanto follón habían tenido tiempo de sobra de fijarse en ellos. ¿Estaba perdiendo facultades? En otro tiempo habría sido más discreto. O no, pero le habría dado más igual.
-Esto... Ñuuuuuuuuh.
Lo que sí entendía era que las vacas, robots o lo que fueran tenían presos a sus camaradas. El pato se lanzó a lo loco a por una de ellas, algo encomiable y a lo que se animaba a toda la carne de cañón del ejército revolucionario. Maki tenía pensada una estrategia a largo plazo que incluía un soberbio número de malabares, pero ya no había tiempo para eso. Le tocaba entrar en acción.
El Oficial Makintosh cargó pasillo a través... por el techo. Iba nadando por el aire, aprovechando la escasa humedad del ambiente. Tenía que bracear con fuerza para avanzar. Pensaba saltar por sorpresa mientras Arny hacía lo suyo con su rival. Algo le hizo que la dejó chamuscada. La otra se giró con intenciones villanescas, alzando su arma hacia la Aparición mientras su amiga echaba chispas.
Entonces a Maki se le cayó la boina. La segunda vaca miró hacia arriba y se encontró a Maki sobre él. El pez se dejó caer y derribó a la vaca. Esta pateó al gyojin, que rodó para apartarse cuando le apuntó con su arma, y se puso en pie. No tardó en disparar, pero para ese momento Maki ya había empezado a hacer la croqueta en dirección contraria. Se estrelló contra las piernas del villano... que ni se inmutó. De hecho, lo levantó como a un gatete por un pliegue de grasa y lo puso a la altura de su fea cara de vaca.
-Identifícate.
-Qué fuertes sois. A lo mejor sí que vais a ser robots.
-Iden...
Maki recurrió a la heroica táctica de escupirle en un ojo y luego pegar un rodillazo a ciegas. La vaca le soltó, y entonces Maki le quitó el arma y le dio en la cabeza con ella. Como aun así continuaba levantándose, al final tuvo que darle otra vez en las ubres. Qué bien funcionaba eso. Su adversario quedó tendido en el suelo, doliéndose de su derrota, y Maki alzó la vista orgulloso.
Once vacas más les estaban mirando desde el otro lado del umbral. Supuso que con tanto follón habían tenido tiempo de sobra de fijarse en ellos. ¿Estaba perdiendo facultades? En otro tiempo habría sido más discreto. O no, pero le habría dado más igual.
-Esto... Ñuuuuuuuuh.
Arny Sanskari
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Agilidad
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-¡Mierda!- exclamo con exasperación el ornitorrinco. Las paredes impedían el despliegue total de su electro recepción, por lo que los habitantes del interior pasaron por completo desapercibidos para los sentidos aumentados de Arny. -Perdón- pidió con las manos juntas palma con palma sobre el pecho, los ojos cerrados e inclinando ligeramente la cabeza antes de cerrar la puerta poco a poco. “CLICK” la solida barrera que ahora se interponía entre la pareja y los botvidos no sería ningún impedimento para los últimos, puesto que el seguro de la puerta se ponía desde dentro y no había forma de asegurarla desde fuera -Al menos se entretendrán- dijo al tiempo que empujaba el cadáver de la primera vaca para ponerlo justo delante de la puerta -Tendrán que empujar- Explicó a Maki con los ojos abiertos y las manos levantadas a los laterales en gesto de impotencia, por la sorpresa de encontrarse en semejante encerrona. El ultimo vistazo antes de cerrar la puerta y “asegurar” la puerta con el peso de uno de esos seres, reveló en la mirada perdida de los seres en el interior que de algún modo estaban esperando algo -¿Ordenes?- se preguntaba el ornitorrinco. Los destellos rojizos en las pupilas de aquellas enormes guardianas armadas, recordaba al científico los aparatos que había estudiado en Ohara. Todas aquellas maquinas, de un modo u otro, parpadeaban o pitaban mientras trabajaban en el proceso que el técnico las había ordenado realizar. Por aquel detalle, Arny suponía que estaban recibiendo algún tipo de tarea.
-Maldito ser curioso, mira donde te metes- se reprochaba mentalmente mientras abandonaba la zona a toda prisa esperando que tardasen en procesar las ordenes el tiempo suficiente para que la pareja pudiera perderse por el laberinto de corredores que conformaba el subsuelo de aquella... ¿isla?
-Supongo que querrás buscarlos- dijo Arny en medio de la escapada -Si siguen algún tipo de lógica, deberían estar a la derecha de la sala, ya que la cámara que proyectaba la celda estaba a la derecha, es decir, ahora nuestra izquierda- terminó. Habiendo dejado la puerta a sus espaldas, recorriendo aquellos pasillos de hormigón, Arny giró a su siniestra en la primera oportunidad que tuvo la pareja.
Sonidos provenientes de una superficie metálica al ser golpeada resonaron por los pasillos. Tres fuertes golpes y un sonido sordo y húmedo revelaban el escape de los once seres de la sala de proyecciones. -¿Alguna idea?- preguntó a su acompañante durante la carrera -Ya vienen- dijo antes de que el pasillo se abriera en una habitación abovedada que parecía un comedor, lleno de mesas y sillas. Arny había visto comer a aquellos seres en la taberna, pero a estas alturas dudaba seriamente que necesitasen comida, al menos el tipo de comida que parecía servir para cubrir las apariencias a los habitantes del poblado de arriba. Tres puertas, más la que acababan de cruzar, separaban a la pareja del resto del laberinto donde se encontraban. Una de ellas, la única puerta doble con ventanas circulares, perecía dar a una cocina totalmente equipada. Una de las otras permanecía cerrada con llave, mientras que la única que podía ser abierta sin ser forzada o rota, daba a otro largo pasillo. -Y si...- dijo pensativo -En una cocina tiene que haber aceite, podemos hacer que resbalen. Al menos los entretendrá- sugirió para acto seguido entrar en la cocina.
“TOCK, TOCK, TOCK” despacio, rítmico, el sonido de la macheta del cocinero golpeando sobre la tabla mientras cortaba tapetes de hierba en secciones iguales delató la presencia de una de aquellos seres en la sala. Aquel ser, dándose la vuelta con el cuchillo de carnicero en la mano, recibió a la pareja con una sonrisa en su hocico. -Sabía que llegaríais aquí. Al final todos tienen hambre, todos se rompen por el estomago- Graznó con voz ronca y la mirada perdida en el infinito -¿Era su propia voz, o alguien hablaba por el robot?- Sin tiempo para hacerse preguntas, la mente lógica y curiosa del ornitorrinco comenzaba a darse cuenta del lio en el que se habían metido -Yo me encargo de este, intenta ganarnos algo de tiempo- pidió mientras caminaba hacia la rovaca. Por encima de todo, los mink son una raza guerrera y como tal, Arny había estudiado artes marciales, incluso en uno de los mejores dojos de todo Zou. Aquel carácter agresivo del que Arny carecía no surgía a placer ni cuando la sangre del ornitorrinco hervía. Tan solo la esclavitud rompía la barrera de tranquilidad que mantenía la mente del mink serena. El no era un león, ni un tigre. Ni siquiera un gato o un perro. Pero los ornitorrincos también eran cazadores por naturaleza, la dieta que mantenía en forma sus cuerpos y mentes estaba basada en carne y como tal, aun tenía el instinto de la caza dentro de sí.
Rodeando la mesa de trabajo metálica que había entre la vaca y Arny, el ornitorrinco asumió la postura de combate que utilizaba normalmente. Sabía que el veneno de sus patadas no serviría en seres no vivos o inconscientes del dolor. Sabía que los poderes de su fruta, al nivel que estaban, no servirían de nada contra un ser metálico. Pero aun tenia sus garras y la fuerza de sus golpes. Se aproximó a su enemigo, que lo recibió con un veloz tajo de la macheta de cocina, atravesando el brazo en alto del mink como si atravesara el aire mismo. La concentración en el combate embriagaba la mente de Arny, que insensible a aquellos ataques, rodeó con su cuerpo gaseoso la forma física del robot. Como una nube que cubre el cielo, como el vapor de una tetera , el ornitorrinco en su forma gaseosa rodeó a la vaca que daba tajos a diestra y siniestra sin llegar a herir a su oponente. Cada vez más rápido, más confuso, mientras Arny comenzaba a hacer presión sobre los puntos débiles de cualquier ser con articulaciones. Sería sencillo romper las rotulas que permitían el movimiento de aquellos brazos y piernas, pero llevaría un tiempo encontrar la forma de penetrar la dura defensa metálica de aquel ser que se retorcía sobre sí mismo, incapaz de razonar que sucedía. Mientras luchaba en vano contra el aire mismo.
-Maldito ser curioso, mira donde te metes- se reprochaba mentalmente mientras abandonaba la zona a toda prisa esperando que tardasen en procesar las ordenes el tiempo suficiente para que la pareja pudiera perderse por el laberinto de corredores que conformaba el subsuelo de aquella... ¿isla?
-Supongo que querrás buscarlos- dijo Arny en medio de la escapada -Si siguen algún tipo de lógica, deberían estar a la derecha de la sala, ya que la cámara que proyectaba la celda estaba a la derecha, es decir, ahora nuestra izquierda- terminó. Habiendo dejado la puerta a sus espaldas, recorriendo aquellos pasillos de hormigón, Arny giró a su siniestra en la primera oportunidad que tuvo la pareja.
Sonidos provenientes de una superficie metálica al ser golpeada resonaron por los pasillos. Tres fuertes golpes y un sonido sordo y húmedo revelaban el escape de los once seres de la sala de proyecciones. -¿Alguna idea?- preguntó a su acompañante durante la carrera -Ya vienen- dijo antes de que el pasillo se abriera en una habitación abovedada que parecía un comedor, lleno de mesas y sillas. Arny había visto comer a aquellos seres en la taberna, pero a estas alturas dudaba seriamente que necesitasen comida, al menos el tipo de comida que parecía servir para cubrir las apariencias a los habitantes del poblado de arriba. Tres puertas, más la que acababan de cruzar, separaban a la pareja del resto del laberinto donde se encontraban. Una de ellas, la única puerta doble con ventanas circulares, perecía dar a una cocina totalmente equipada. Una de las otras permanecía cerrada con llave, mientras que la única que podía ser abierta sin ser forzada o rota, daba a otro largo pasillo. -Y si...- dijo pensativo -En una cocina tiene que haber aceite, podemos hacer que resbalen. Al menos los entretendrá- sugirió para acto seguido entrar en la cocina.
“TOCK, TOCK, TOCK” despacio, rítmico, el sonido de la macheta del cocinero golpeando sobre la tabla mientras cortaba tapetes de hierba en secciones iguales delató la presencia de una de aquellos seres en la sala. Aquel ser, dándose la vuelta con el cuchillo de carnicero en la mano, recibió a la pareja con una sonrisa en su hocico. -Sabía que llegaríais aquí. Al final todos tienen hambre, todos se rompen por el estomago- Graznó con voz ronca y la mirada perdida en el infinito -¿Era su propia voz, o alguien hablaba por el robot?- Sin tiempo para hacerse preguntas, la mente lógica y curiosa del ornitorrinco comenzaba a darse cuenta del lio en el que se habían metido -Yo me encargo de este, intenta ganarnos algo de tiempo- pidió mientras caminaba hacia la rovaca. Por encima de todo, los mink son una raza guerrera y como tal, Arny había estudiado artes marciales, incluso en uno de los mejores dojos de todo Zou. Aquel carácter agresivo del que Arny carecía no surgía a placer ni cuando la sangre del ornitorrinco hervía. Tan solo la esclavitud rompía la barrera de tranquilidad que mantenía la mente del mink serena. El no era un león, ni un tigre. Ni siquiera un gato o un perro. Pero los ornitorrincos también eran cazadores por naturaleza, la dieta que mantenía en forma sus cuerpos y mentes estaba basada en carne y como tal, aun tenía el instinto de la caza dentro de sí.
Rodeando la mesa de trabajo metálica que había entre la vaca y Arny, el ornitorrinco asumió la postura de combate que utilizaba normalmente. Sabía que el veneno de sus patadas no serviría en seres no vivos o inconscientes del dolor. Sabía que los poderes de su fruta, al nivel que estaban, no servirían de nada contra un ser metálico. Pero aun tenia sus garras y la fuerza de sus golpes. Se aproximó a su enemigo, que lo recibió con un veloz tajo de la macheta de cocina, atravesando el brazo en alto del mink como si atravesara el aire mismo. La concentración en el combate embriagaba la mente de Arny, que insensible a aquellos ataques, rodeó con su cuerpo gaseoso la forma física del robot. Como una nube que cubre el cielo, como el vapor de una tetera , el ornitorrinco en su forma gaseosa rodeó a la vaca que daba tajos a diestra y siniestra sin llegar a herir a su oponente. Cada vez más rápido, más confuso, mientras Arny comenzaba a hacer presión sobre los puntos débiles de cualquier ser con articulaciones. Sería sencillo romper las rotulas que permitían el movimiento de aquellos brazos y piernas, pero llevaría un tiempo encontrar la forma de penetrar la dura defensa metálica de aquel ser que se retorcía sobre sí mismo, incapaz de razonar que sucedía. Mientras luchaba en vano contra el aire mismo.
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Maki se lanzó a la carrera tras la Aparición, que había adoptado la costumbre de los seres de carne, hueso y grasilla de huir ante los problemas potencialmente mortales. Él no iba a ser menos. Su filosofía de vida, la supervivencia de su especie entera se basaba en evitar que alguien se lo comiera. Los gyojins del barrio abisal, tan oscuro y frío, debían nadarse con cuidado ante los depredadores. Y las vacas robot asesinas bien podían considerarse uno de ellos.
Con el estruendo de veintidós patas metálicas a sus espaldas, Arny y Maki llegaron al comedor. ¿Qué comerían los robots? Con su suerte, pescado. En aquella selva de mesas y sillas desocupadas, las vacas les rodearon. El pato se encaró con una. ¿Usaría sus poderes de Aparición? ¿Lanzaría su ectoplasma contra la vaca? ¿Y qué haría él contra todas las demás?
Un momento después, de algún modo, Maki estaba sentado a una mesa con un tazón de humeante sopa delante. Un tazón enorme que apenas podía levantar con las dos manos. Qué rica estaba. Tenía sabor como a verde y a coco, todo muy suave, y con tropezones de una carne que no sabía identificar. Podía ser de medusa o de esos bichos tan marranos que los humanos criaban entre el barro. De pie tras él, las vacas formaban una barrera que lo mantenía bien vigilado.
Mientras su colega luchaba, él sorbía ruidosamente; quemaba mogollón. De repente, las vacas se cuadraron militarmente, si es que era posible que pareciesen más tensas y firmes. Una nueva criatura, recién llegada desde la puerta al otro lado de la cantina, se acercó a la mesa. Sus manchas eran de color rojo, lo que indicaba, según todo lo que Maki sabía sobre jerarquía villanesca, que era la líder. Le trajeron su propio cuenco de sopa, igual de monstruoso.
-¿No es un alimento excepcional? La sopa tiene todos los nutrientes que necesita nuestro mantenimiento. Alimenta tanto a los seres vivos como a los inertes. Da energía a ambos mundos.
Maki se quedó con la cuchara a medio camino de su boca. ¿Estaba comiendo sopa de robot? Como le salieran tornillos se iba a cabrear.
-Habéis invadido nuestra propiedad -dijo Mancharroja-. Explica por qué. La tapadera debió reteneros.
-¿Dices el pueblo? -La vaca asintió-. Un simple pueblo no puede detener a alguien que lucha por la Causa. -Sorbito-. ¿Y mis camaradas?
-Palabra no registrada.
-¿Qué?
-¿Qué seres sois vosotros? No sois como el resto de bípedos que hemos visto hasta el momento.
-Yo soy Maki y él creo que es una especie de nube parlante con forma de pato. -La vaca asintió, pensativa-. ¿Vais a devolverme a mis compañeros?
-No.
-Oh... Pues tendremos que luchar, entonces. Cuando me acabe la sopa.
En cuanto habló de pelear, las vacas de detrás se tronaron los nudillos todas a la vez en una coordinada amenaza que ponía a Maki la piel mojada de punta. Sin embargo, estaba preparado. No había llegado tan lejos en su profesión sin ser capaz de sobrevivir a las más inesperadas situaciones. Metió la mano en el cuenco de sopa y, a falta de agua, la manipuló para lanzarla contra los ojos de las vacas a su espalda. Luego volcó el otro sobre Mancharroja y pateó la mesa hacia ella antes de escapar.
-¡Aparición! -exclamó mientras corría hacia él para agarrarlo como a un fardo y echar a correr hacia la primera puerta que vio.
Con sus perseguidores de nuevo en movimiento, Maki se vio en un pasillo largo y bien iluminado. Había una puerta metálica que tumbó con un certero cabezazo, revelando unas escaleras por las que no dudó en bajar. Así fue como encontró a sus camaradas, en el calabozo.
Los revolucionarios desaparecidos estaban en las mismas jaulas que otras tantas docenas de personas. Le habían enseñado fotos suyas, y aunque Maki había olvidado sus caras, por suerte todos tenían peinados estrafalarios que los hacían muy reconocibles. Igual por eso los habían capturado. Sin embargo, no parecían en muy buen estado mental.
-Luces y voces, luces y voces. Cómo flota, cómo flota... -murmuraba uno de ellos.
-La sonda... La sonda...
En otra parte de la amplia sala había una camilla con abrazaderas de acero. Una pantalla que no estaba conectada a ningún caracol mostraba una especie de dibujo muy detallado del cuerpo de una persona, y varias hileras de estanterías mostraban repugnantes tarros llenos de trozos de lo que, con suerte, serían gominolas y no gente.
Por las escaleras bajaron las vacas. Maki se percató en ese momento de que no había más salidas. Mancharroja se adelantó unos pasos.
-¿Qué es esto? -quiso saber Maki, desconcertado-. ¿Los robots coméis personas? Es una venganza por las hamburguesas, ¿verdad?
-Nada más lejos, infraser. Nosotros solo observamos, analizamos y estudiamos. Y dos especímenes como vosotros seréis material de estudio muy interesante-. De repente, algo le pasó a Mancharroja. Una especie de herida se abrió en vertical en su pecho. De ella salía un vapor misterioso-. Comenzaremos con el análisis de reacciones. Por favor, procurad recordar y expresar claramente las emociones que sentís cuando veáis esto.
El pecho de la vaca se abrió. ¡Se abrió! Un sonido metálico acompañó a la salida de más vapor. Y aunque pareciera imposible, unas luces brotaron de dentro. Luces minúsculas y algún que otro pitido. Maki se quedó boquiabierto. Cuando el vapor se dispersó, unos ojos verdes muy brillantes le observaban desde un mullido sillón de terciopelo. La... cosa, diminuta, con tres ojos y una ristra de tentáculos tan diminutos como ella misma, accionaba mandos y pulsaba botones en un habitáculo chiquitín empotrado en el pecho de la vaca. La cosa habló, y cuando lo hizo, Maki casi se meó de miedo.
-No os preocupéis -dijo-. Venimos en son de paz.
Con el estruendo de veintidós patas metálicas a sus espaldas, Arny y Maki llegaron al comedor. ¿Qué comerían los robots? Con su suerte, pescado. En aquella selva de mesas y sillas desocupadas, las vacas les rodearon. El pato se encaró con una. ¿Usaría sus poderes de Aparición? ¿Lanzaría su ectoplasma contra la vaca? ¿Y qué haría él contra todas las demás?
Un momento después, de algún modo, Maki estaba sentado a una mesa con un tazón de humeante sopa delante. Un tazón enorme que apenas podía levantar con las dos manos. Qué rica estaba. Tenía sabor como a verde y a coco, todo muy suave, y con tropezones de una carne que no sabía identificar. Podía ser de medusa o de esos bichos tan marranos que los humanos criaban entre el barro. De pie tras él, las vacas formaban una barrera que lo mantenía bien vigilado.
Mientras su colega luchaba, él sorbía ruidosamente; quemaba mogollón. De repente, las vacas se cuadraron militarmente, si es que era posible que pareciesen más tensas y firmes. Una nueva criatura, recién llegada desde la puerta al otro lado de la cantina, se acercó a la mesa. Sus manchas eran de color rojo, lo que indicaba, según todo lo que Maki sabía sobre jerarquía villanesca, que era la líder. Le trajeron su propio cuenco de sopa, igual de monstruoso.
-¿No es un alimento excepcional? La sopa tiene todos los nutrientes que necesita nuestro mantenimiento. Alimenta tanto a los seres vivos como a los inertes. Da energía a ambos mundos.
Maki se quedó con la cuchara a medio camino de su boca. ¿Estaba comiendo sopa de robot? Como le salieran tornillos se iba a cabrear.
-Habéis invadido nuestra propiedad -dijo Mancharroja-. Explica por qué. La tapadera debió reteneros.
-¿Dices el pueblo? -La vaca asintió-. Un simple pueblo no puede detener a alguien que lucha por la Causa. -Sorbito-. ¿Y mis camaradas?
-Palabra no registrada.
-¿Qué?
-¿Qué seres sois vosotros? No sois como el resto de bípedos que hemos visto hasta el momento.
-Yo soy Maki y él creo que es una especie de nube parlante con forma de pato. -La vaca asintió, pensativa-. ¿Vais a devolverme a mis compañeros?
-No.
-Oh... Pues tendremos que luchar, entonces. Cuando me acabe la sopa.
En cuanto habló de pelear, las vacas de detrás se tronaron los nudillos todas a la vez en una coordinada amenaza que ponía a Maki la piel mojada de punta. Sin embargo, estaba preparado. No había llegado tan lejos en su profesión sin ser capaz de sobrevivir a las más inesperadas situaciones. Metió la mano en el cuenco de sopa y, a falta de agua, la manipuló para lanzarla contra los ojos de las vacas a su espalda. Luego volcó el otro sobre Mancharroja y pateó la mesa hacia ella antes de escapar.
-¡Aparición! -exclamó mientras corría hacia él para agarrarlo como a un fardo y echar a correr hacia la primera puerta que vio.
Con sus perseguidores de nuevo en movimiento, Maki se vio en un pasillo largo y bien iluminado. Había una puerta metálica que tumbó con un certero cabezazo, revelando unas escaleras por las que no dudó en bajar. Así fue como encontró a sus camaradas, en el calabozo.
Los revolucionarios desaparecidos estaban en las mismas jaulas que otras tantas docenas de personas. Le habían enseñado fotos suyas, y aunque Maki había olvidado sus caras, por suerte todos tenían peinados estrafalarios que los hacían muy reconocibles. Igual por eso los habían capturado. Sin embargo, no parecían en muy buen estado mental.
-Luces y voces, luces y voces. Cómo flota, cómo flota... -murmuraba uno de ellos.
-La sonda... La sonda...
En otra parte de la amplia sala había una camilla con abrazaderas de acero. Una pantalla que no estaba conectada a ningún caracol mostraba una especie de dibujo muy detallado del cuerpo de una persona, y varias hileras de estanterías mostraban repugnantes tarros llenos de trozos de lo que, con suerte, serían gominolas y no gente.
Por las escaleras bajaron las vacas. Maki se percató en ese momento de que no había más salidas. Mancharroja se adelantó unos pasos.
-¿Qué es esto? -quiso saber Maki, desconcertado-. ¿Los robots coméis personas? Es una venganza por las hamburguesas, ¿verdad?
-Nada más lejos, infraser. Nosotros solo observamos, analizamos y estudiamos. Y dos especímenes como vosotros seréis material de estudio muy interesante-. De repente, algo le pasó a Mancharroja. Una especie de herida se abrió en vertical en su pecho. De ella salía un vapor misterioso-. Comenzaremos con el análisis de reacciones. Por favor, procurad recordar y expresar claramente las emociones que sentís cuando veáis esto.
El pecho de la vaca se abrió. ¡Se abrió! Un sonido metálico acompañó a la salida de más vapor. Y aunque pareciera imposible, unas luces brotaron de dentro. Luces minúsculas y algún que otro pitido. Maki se quedó boquiabierto. Cuando el vapor se dispersó, unos ojos verdes muy brillantes le observaban desde un mullido sillón de terciopelo. La... cosa, diminuta, con tres ojos y una ristra de tentáculos tan diminutos como ella misma, accionaba mandos y pulsaba botones en un habitáculo chiquitín empotrado en el pecho de la vaca. La cosa habló, y cuando lo hizo, Maki casi se meó de miedo.
-No os preocupéis -dijo-. Venimos en son de paz.
Arny Sanskari
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras un par de tajos “al aire” la vacabot cocinero comenzaba a cabrearse. Sus movimientos comenzaron a ser más rápidos y desesperados, como intentando apartar una mosca demasiado habilidosa y pesada. El sentido de la velocidad del ornitorrinco le permitía ver con claridad cada tajo, cada esfuerzo por llegar a golpear, a rozar si quiera. Alguna parte del ágil cuerpo de Arny.
El maestro marcial era capaz de saltar por encima de las mesas de trabajo para eludir las cargas alocadas del robot con la macheta. Pero solo esquivando no lograría nada, aquel era un rival que no se cansaría, y además poseía una buena defensa. Los golpes a los puntos débiles de cualquier ser vivo tampoco valdrían para nada, así como cambiar la atmósfera hasta el punto de hacerla irrespirable para su enemigo. Nada de aquello podría salvarlo de este enemigo inorgánico. Nada salvo volverse salvaje con él.
Con una seca y sonora respiración, Arny intercambió el gas en sus pulmones, renovando el oxigeno. Más de un modo ceremonial que por necesidad. Apretó los puños y colocó las piernas en posición de combate a la espera de la vaca, que ya giraba la esquina de mesas y encimeras para encarar la calle en la que se encontraba el ornitorrinco.
Antes de darse cuenta, en un momento de concentración máxima en los movimientos del enemigo, Arny sintió como lo levantaban del suelo, sacándolo del mundo a cámara lenta en el que estaba percibiendo el combate. Sacándolo de aquella concentración en el combate con un grito -¿Aparición?- pensó mientras recorría un pasillo, aun a lomos del pez globo.
La cabalgada terminó en los calabozos de la laberíntica base, rodeados de celdas, prisioneros, trozos de prisiones y elementos de tortura. Un callejón sin salida -Al menos hemos dado con los prisioneros- exclamó sin mucha alegría pues, al otro lado de las escaleras que daban al sótano con celdas, podían escucharse las pisadas de sus perseguidores. -Será complicado sacar a toda esa gente- Pasó por la cabeza del mink, que odiaba la esclavitud -Pero hay que hacerlo-
Arny sabía de primera mano lo que se sentía al estar al otro lado de las celdas. Entendía lo que sucedía en aquella sala mejor de lo que le gustaría poder admitir.
Aun tenía la mente buscando la forma de sacar a todos de sus jaulas cuando sus enemigos llegaron al lugar. Arny escuchó una de las conversaciones más extrañas que había oído nunca. Desde los emisores hasta lo emitido con aquella situación de marco fluía como si fuera lo más normal, pero lo cierto era que la frialdad de las respuestas del rovacabot, helarían la sangre a cualquiera. Pero lo que sucedió a continuación sería incluso peor. El pecho de aquel rojizo ser se partió en dos, dejando escapar un gas de su interior que rápidamente se mezcló con el ambiente a su alrededor. Arny, inmune a las emisiones gasificadas, no se percató hasta muy tarde que aquello podría ser peligroso. Para cuando las suficientes partículas llegaron a la posición del ornitorrinco, la habitación se estaba llenando rápidamente de metano. Muchas cosas encajaban ahora en la mente del científico. Por aquella razón toda esta base subterránea estaba llena de metano y no disponía de salida de gases apropiada. Era extraño que los robots expulsaran metano, aunque Arny no dudaba de la inventiva de nadie, tras una temporada en Nueva Ohara. Aquellos seres respiraban una atmósfera enriquecida de gas metano. Inmunes a la atmósfera natural del planeta en esas escafandras con forma de vaca bípeda. El punto débil estaba en las ubres también, claro, posiblemente el filtro que regulaba la respiración de los habitantes de los robots, dentro de su disfraz.
-¿Sabes?- interrumpió al final del discurso triunfal de aquel ser -Yo también soy científico, entiendo perfectamente el ansia por experimentar y comprender, pero también fui esclavo y no volveré a serlo jamás- Arny hacía tiempo mientras preparaba su ataque. Si su suposición era correcta podría generar un poco de caos, pero necesitaba algo de tiempo, sobre todo si tenía que entretener su mente en elaborar también la distracción. Tan rápido como podía iba generando gas xenón y almacenándolo en la parte superior de la sala -Pareces alguien inteligente, y seguro que lo eres, no me cabe duda- Por “suerte” para el ornitorrinco, siempre había tenido facilidad de palabra en los momentos más extraños y la gente solía prestarle atención, al menos los primeros minutos hasta que se daban cuenta que estaba hablando por hablar. Pero en este caso sería tiempo suficiente para que la actuación del mink creara la distracción que necesitaba. -Has visto lo que hemos conseguido infiltrándonos en tu mega base secreta que, permíteme decir, es un primor. Me gusta mucho como habéis decorado todo- en este punto, comenzó a gesticular con las manos en un intento de controlar su poder más eficientemente, pues lo que intentaba era concentrar tanto xenón como le fuera posible a la altura de las cabezas vacunas. Si tenían alguna semejanza a la estructura del animal que imitaban, los visores de aquellos seres se encontrarían ahí, y con suerte el filtro de las ubres purificaría lo que entrase por sus orificios nasales sin que los seres se dieran cuenta. Al menos el tiempo necesario. -Pero vamos al grano, mi colega aquí y yo, podríamos ayudarte a conseguir más victim... más sujetos de estudio. Eso, nosotros conocemos el mundo exterior y sabemos como atraer gente. ¿Verdad?- terminó preguntando mientras se giraba, daba la espalda a los enemigos y miraba directamente a los ojos de maki, agarrando la cabeza de este para despegar su mirada de aquellos seres. Arny aprovecho ese momento de contacto para golpear suavemente cerca de los ojos del pez globo y cerró sus propios los ojos con fuerza, esperando que el revolucionario comprendiese el mensaje. Sin girarse exclamó -¡Podríamos llenar la isla, así!- haciendo chasquear los dedos de la mano derecha en el aire, acompañando su ultima palabra.
El ornitorrinco, consciente de lo que estaba haciendo, había conseguido concentrar una importante masa de xenón alrededor de las cabezas vacunas. Había pasado tiempo estudiando muchos datos interesantes sobre los gases que componen la atmósfera, su composición, sus efectos en los seres vivos. Y sus utilidades. El xenón reaccionaba, como otros gases, de manera curiosa cuando un chispazo recorría la nube si estaba lo suficientemente concentrado.
Un fogonazo de luz incandescente iluminó la estancia durante unos segundos, con la fuente directamente en los receptores visuales de los robots. Un montón de gas comenzó a salir del grupo de botvidos despejando los restos de xenón, y acompañado del mismo sonido que habían escuchado antes. Pero con un tercer acompañamiento, más musical y lúgubre, que acompañaba la estampa. Aquellos seres similares al capitán, aullaban en sus ataúdes, tras abrasarse las corneas.
El esfuerzo terminó por debilitar al ornitorrinco, que cansado y somnoliento necesitaría un rato para descansar. Llevaba tiempo comiendo mal, demasiado tiempo. Y estaba escaso de energías tras tantos esfuerzos. Además estaba casi en su limite, tenía energía para un chispazo más, pero dudaba que pudiera conseguir nada mejor que esto. Era un ataque que solo funcionaba por sorpresa y con “suerte”
El maestro marcial era capaz de saltar por encima de las mesas de trabajo para eludir las cargas alocadas del robot con la macheta. Pero solo esquivando no lograría nada, aquel era un rival que no se cansaría, y además poseía una buena defensa. Los golpes a los puntos débiles de cualquier ser vivo tampoco valdrían para nada, así como cambiar la atmósfera hasta el punto de hacerla irrespirable para su enemigo. Nada de aquello podría salvarlo de este enemigo inorgánico. Nada salvo volverse salvaje con él.
Con una seca y sonora respiración, Arny intercambió el gas en sus pulmones, renovando el oxigeno. Más de un modo ceremonial que por necesidad. Apretó los puños y colocó las piernas en posición de combate a la espera de la vaca, que ya giraba la esquina de mesas y encimeras para encarar la calle en la que se encontraba el ornitorrinco.
Antes de darse cuenta, en un momento de concentración máxima en los movimientos del enemigo, Arny sintió como lo levantaban del suelo, sacándolo del mundo a cámara lenta en el que estaba percibiendo el combate. Sacándolo de aquella concentración en el combate con un grito -¿Aparición?- pensó mientras recorría un pasillo, aun a lomos del pez globo.
La cabalgada terminó en los calabozos de la laberíntica base, rodeados de celdas, prisioneros, trozos de prisiones y elementos de tortura. Un callejón sin salida -Al menos hemos dado con los prisioneros- exclamó sin mucha alegría pues, al otro lado de las escaleras que daban al sótano con celdas, podían escucharse las pisadas de sus perseguidores. -Será complicado sacar a toda esa gente- Pasó por la cabeza del mink, que odiaba la esclavitud -Pero hay que hacerlo-
Arny sabía de primera mano lo que se sentía al estar al otro lado de las celdas. Entendía lo que sucedía en aquella sala mejor de lo que le gustaría poder admitir.
Aun tenía la mente buscando la forma de sacar a todos de sus jaulas cuando sus enemigos llegaron al lugar. Arny escuchó una de las conversaciones más extrañas que había oído nunca. Desde los emisores hasta lo emitido con aquella situación de marco fluía como si fuera lo más normal, pero lo cierto era que la frialdad de las respuestas del rovacabot, helarían la sangre a cualquiera. Pero lo que sucedió a continuación sería incluso peor. El pecho de aquel rojizo ser se partió en dos, dejando escapar un gas de su interior que rápidamente se mezcló con el ambiente a su alrededor. Arny, inmune a las emisiones gasificadas, no se percató hasta muy tarde que aquello podría ser peligroso. Para cuando las suficientes partículas llegaron a la posición del ornitorrinco, la habitación se estaba llenando rápidamente de metano. Muchas cosas encajaban ahora en la mente del científico. Por aquella razón toda esta base subterránea estaba llena de metano y no disponía de salida de gases apropiada. Era extraño que los robots expulsaran metano, aunque Arny no dudaba de la inventiva de nadie, tras una temporada en Nueva Ohara. Aquellos seres respiraban una atmósfera enriquecida de gas metano. Inmunes a la atmósfera natural del planeta en esas escafandras con forma de vaca bípeda. El punto débil estaba en las ubres también, claro, posiblemente el filtro que regulaba la respiración de los habitantes de los robots, dentro de su disfraz.
-¿Sabes?- interrumpió al final del discurso triunfal de aquel ser -Yo también soy científico, entiendo perfectamente el ansia por experimentar y comprender, pero también fui esclavo y no volveré a serlo jamás- Arny hacía tiempo mientras preparaba su ataque. Si su suposición era correcta podría generar un poco de caos, pero necesitaba algo de tiempo, sobre todo si tenía que entretener su mente en elaborar también la distracción. Tan rápido como podía iba generando gas xenón y almacenándolo en la parte superior de la sala -Pareces alguien inteligente, y seguro que lo eres, no me cabe duda- Por “suerte” para el ornitorrinco, siempre había tenido facilidad de palabra en los momentos más extraños y la gente solía prestarle atención, al menos los primeros minutos hasta que se daban cuenta que estaba hablando por hablar. Pero en este caso sería tiempo suficiente para que la actuación del mink creara la distracción que necesitaba. -Has visto lo que hemos conseguido infiltrándonos en tu mega base secreta que, permíteme decir, es un primor. Me gusta mucho como habéis decorado todo- en este punto, comenzó a gesticular con las manos en un intento de controlar su poder más eficientemente, pues lo que intentaba era concentrar tanto xenón como le fuera posible a la altura de las cabezas vacunas. Si tenían alguna semejanza a la estructura del animal que imitaban, los visores de aquellos seres se encontrarían ahí, y con suerte el filtro de las ubres purificaría lo que entrase por sus orificios nasales sin que los seres se dieran cuenta. Al menos el tiempo necesario. -Pero vamos al grano, mi colega aquí y yo, podríamos ayudarte a conseguir más victim... más sujetos de estudio. Eso, nosotros conocemos el mundo exterior y sabemos como atraer gente. ¿Verdad?- terminó preguntando mientras se giraba, daba la espalda a los enemigos y miraba directamente a los ojos de maki, agarrando la cabeza de este para despegar su mirada de aquellos seres. Arny aprovecho ese momento de contacto para golpear suavemente cerca de los ojos del pez globo y cerró sus propios los ojos con fuerza, esperando que el revolucionario comprendiese el mensaje. Sin girarse exclamó -¡Podríamos llenar la isla, así!- haciendo chasquear los dedos de la mano derecha en el aire, acompañando su ultima palabra.
El ornitorrinco, consciente de lo que estaba haciendo, había conseguido concentrar una importante masa de xenón alrededor de las cabezas vacunas. Había pasado tiempo estudiando muchos datos interesantes sobre los gases que componen la atmósfera, su composición, sus efectos en los seres vivos. Y sus utilidades. El xenón reaccionaba, como otros gases, de manera curiosa cuando un chispazo recorría la nube si estaba lo suficientemente concentrado.
Un fogonazo de luz incandescente iluminó la estancia durante unos segundos, con la fuente directamente en los receptores visuales de los robots. Un montón de gas comenzó a salir del grupo de botvidos despejando los restos de xenón, y acompañado del mismo sonido que habían escuchado antes. Pero con un tercer acompañamiento, más musical y lúgubre, que acompañaba la estampa. Aquellos seres similares al capitán, aullaban en sus ataúdes, tras abrasarse las corneas.
El esfuerzo terminó por debilitar al ornitorrinco, que cansado y somnoliento necesitaría un rato para descansar. Llevaba tiempo comiendo mal, demasiado tiempo. Y estaba escaso de energías tras tantos esfuerzos. Además estaba casi en su limite, tenía energía para un chispazo más, pero dudaba que pudiera conseguir nada mejor que esto. Era un ataque que solo funcionaba por sorpresa y con “suerte”
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Maki pensaba a toda velocidad. Necesitaban un gran truco para salir vivos de allí, liberar a los prisioneros y derrotar a los monstruitos pilotos de vacas. Sin embargo, lo único que se le ocurría era cruzar los dedos y esperar un golpe de suerte. Era sorprendente la cantidad de veces que eso funcionaba.
Arny empezó a hablar. ¿Sería él el golpe de suerte de Maki? No parecía ser muy fuerte, pero las apariciones sabían cosas, y las cosas solían salvar a la gente. Pudo ver a través del plan del pato: tenían que hacerles la pelota a sus nuevos amos y confiar en que no los mataran.
-Oh, sí, sois las vacas más inteligentes que he visto nunca -mintió Maki-. Y qué bien os quedan las manchas...
El problema era que, mientras Arny peloteaba a esas cosas, la vaca jefe no había terminado su discurso, así que hablaban a la vez.
-Vinimos de las estrellas y...
-Has visto lo que hemos conseguido infiltrándonos en tu mega base secreta...
-Nos infiltramos en un hábitat humano y construimos cuerpos basados en los seres más inteligentes del planeta.
-...podríamos ayudarte a conseguir más victim...
-¡Las vacas!
-¿Podéis no hablar a la vez? Esto no suele ser así -dijo Maki, pero no se le escuchó con tanta cháchara.
Y de repente, lo que menos se esperaba: Arny le agarró de la cabeza y cerró los ojos. Maki entendió. Su compañero había aceptado que su muerte era inevitable. ¿Lo era de veras? ¿Podía ser este el final de sus aventuras? Si la Aparición no tenía esperanzas, ¿cómo iba a tenerlas él?
Así que Maki asintió y respetó los deseos de Arny. Cerró los ojos y correspondió a su beso de despedida. A él le hacía poca gracia, pero si el pato necesitaba que se comieran los morros como último gesto de despedida de la vida, pues tampoco iba a hacerle el feo. Hasta se humedeció bien los labios antes, dejando que su gruesa boca gris perlada de burbujitas de baba hiciera contacto con el pico de Arny.
Cuando abrió los ojos, las vacas y sus mini-pilotos estaban gritando de dolor.
-¡¿Cómo ha pasado esto?! -exclamó Maki.
Pero no lo cuestionó. Aquel era el golpe de suerte que necesitaba y, tal y como ocurría siempre, había llegado sin tener ni idea de cómo. El Oficial Makintosh se lanzó al ataque para aprovechar su oportunidad. Golpeó con fuerza y empujó toda el agua que pudo contra sus misteriosos adversarios, empapando sus vacarmaduras abiertas y limpiando de enemigos la mazmorra.
Cansado y aún sin tener muy claro a quién acababa de pegar, Maki encendió su puro de la victoria -de regaliz negro- y se permitió sentirse relajado.
-Pues así es cómo trabajamos en la Revolución -dijo al pato-. ¿Vamos a buscar algo más de sopa?
Arny empezó a hablar. ¿Sería él el golpe de suerte de Maki? No parecía ser muy fuerte, pero las apariciones sabían cosas, y las cosas solían salvar a la gente. Pudo ver a través del plan del pato: tenían que hacerles la pelota a sus nuevos amos y confiar en que no los mataran.
-Oh, sí, sois las vacas más inteligentes que he visto nunca -mintió Maki-. Y qué bien os quedan las manchas...
El problema era que, mientras Arny peloteaba a esas cosas, la vaca jefe no había terminado su discurso, así que hablaban a la vez.
-Vinimos de las estrellas y...
-Has visto lo que hemos conseguido infiltrándonos en tu mega base secreta...
-Nos infiltramos en un hábitat humano y construimos cuerpos basados en los seres más inteligentes del planeta.
-...podríamos ayudarte a conseguir más victim...
-¡Las vacas!
-¿Podéis no hablar a la vez? Esto no suele ser así -dijo Maki, pero no se le escuchó con tanta cháchara.
Y de repente, lo que menos se esperaba: Arny le agarró de la cabeza y cerró los ojos. Maki entendió. Su compañero había aceptado que su muerte era inevitable. ¿Lo era de veras? ¿Podía ser este el final de sus aventuras? Si la Aparición no tenía esperanzas, ¿cómo iba a tenerlas él?
Así que Maki asintió y respetó los deseos de Arny. Cerró los ojos y correspondió a su beso de despedida. A él le hacía poca gracia, pero si el pato necesitaba que se comieran los morros como último gesto de despedida de la vida, pues tampoco iba a hacerle el feo. Hasta se humedeció bien los labios antes, dejando que su gruesa boca gris perlada de burbujitas de baba hiciera contacto con el pico de Arny.
Cuando abrió los ojos, las vacas y sus mini-pilotos estaban gritando de dolor.
-¡¿Cómo ha pasado esto?! -exclamó Maki.
Pero no lo cuestionó. Aquel era el golpe de suerte que necesitaba y, tal y como ocurría siempre, había llegado sin tener ni idea de cómo. El Oficial Makintosh se lanzó al ataque para aprovechar su oportunidad. Golpeó con fuerza y empujó toda el agua que pudo contra sus misteriosos adversarios, empapando sus vacarmaduras abiertas y limpiando de enemigos la mazmorra.
Cansado y aún sin tener muy claro a quién acababa de pegar, Maki encendió su puro de la victoria -de regaliz negro- y se permitió sentirse relajado.
-Pues así es cómo trabajamos en la Revolución -dijo al pato-. ¿Vamos a buscar algo más de sopa?
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